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Una familia yanqui esta dispuesta a comprar Canterville Chase, wna antigua pacer ee Butt iC ety Come Bice) el dinero y la posicién para hacerlo, asi que todo parece estar bien. Pero antes, reciben una advertencia: en la mansién vive un fantasma que durante siglos ha aterrorizado a sus habitantes. Sin embargo, el sefior y la sefiora Otis y sus cuatro hijos se mudan’a Canterville Chase. ¢Estaran preparados para retires MBC beet pt hmeiny Le ue ta Ts) sus apariciones? ¢O serd el fantasma quien deberé soportarlos a ellos? Lean la novela y, junto a la familia Otis, conozcan al fantasma de'Canterville pasta Cn en ea ey Pet ete INDICE t Be 3 Th Wee WCU ais cen es tvs scenss 5 El fantasma de Canterville.............. sosoe0 9 Cariruto I .... CApiTuLo II 20... .. cc ccc eee ecceccncencnncescsaceecnececessees Capiruro IID ...... cece cece e eee e nec e ete e ene eeneeeneeeeeeee Cariruto IV . CAPITULO V 2... cccceeceee ence ec encenc ene enceseeseeseeeeens CAPITULO VI cece eec ence eee ee ence eee nneneea ens ee een eneeee Capiruto VII ........+ : LA PUERTA_ FPTAAIIS Esta coleccion se llama La Puerta Secreta y queremos invitarlos a abrirla. Una puerta entreabierta siempre despierta curiosidad. Y mas aun si se trata de una puerta secreta: el misterio hara que la curiosidad se multiplique. Ustedes saben lo necesario para encontrar la puerta y para usar la llave que la abre. Con ella podran conocer muchas historias, algunas divertidas, otras inquietantes, largas y cortas, antiguas o muy recientes. Cada una encierra un mundo desconocido dispuesto a mostrarse a los ojos inquietos. Con espiritu aventurero, van a recorrer cada pagina como si fuera un camino, un reino, u orbitas estelares. Encontraran, a primera vista, lo que se dice en ellas. Mas adelante, descubriran lo que no es tan evidente, aquellos “secretos” que, si son develados, vuelven mas interesantes las historias. Y por ultimo, hallaran la puerta que le abre paso a la imaginacion. Dejarla volar, luego atraparla, crear nuevas historias, representar escenas, y mucho, mucho mas es el desafio que les proponemos. IL FANTASMA DE CANTERVILLE Entonces, a leer se ha dicho, con mente abierta, y siempre dispuestos a jugar el juego. 3S LA LLAVE MAESTRA Hablemos de historias de terror, especialmente las de horribles criaturas sobrenaturales. En ninguna de ellas el miedo les pertenece a los monstruos, porque quienes lo sienten son los humanos, ya sean personajes, lectores 0 espectadores. Pero cabe preguntarse por qué les tenemos miedo, si nunca nos cruzamos con fantasmas, ni nos roz6 un ectoplasma o cualquier otro de esos “seres”. La respuesta es simple: porque aprendimos lo que son capaces de hacer, leyendo historias o viendo Peliculas en las que los asustadores siguen codigos fijos que conocemos muy bien (son malvados, aparecen de noche, no toleran la companiia, etcétera). Y también sabemos que sus victimas (los asustados) reaccionan “empre de la misma manera: se aterrorizan y gritan hay una larga tradicion de “aulladores” en el cine, y “I grito agudo no puede faltar en ninguna pelicula de Ct Ee PANTASMA DE CANTERVILLE terror), se cubren la cara, Ilaman a sus padres, corre intentando escapar o se paralizan. Y aunque recong,. camos que todo eso es ficcién, sus caracteristien, son tan repetidas que las “sefiales del miedo” disparan en nosotros una respuesta inmediata e instintiva, 40 alguno de ustedes no salta en la butaca cada ver que, en medio de la pelicula de terror, se produce un “golpe de musica”? Cuando un género tiene caracteristicas tan fijas, suelen aparecer las parodias: las historias que se toman en broma todos esos modos de actuar, reacciones y recursos que se repiten. En Los Simpson hay muchisimos ejemplos: Tomy y Daly son una parodia de los dibujos animados en los que el raton (supuestamente débil) le gana al gato (supuestamente fuerte). También parodian peliculas de terror, como Godgilla, La casa del miedo, Sé lo que hiciste el tiltimo verano, Actividad paranormal, La noche de los muertos vivos y muchas mas. En El fantasma de Canterville, Oscar Wilde se burlé de las novelas de terror que estaban muy de moda en la Inglaterra de fines del siglo XIX y que incluian fantasmas, vampiros y otros seres sobrenaturales que a fenen antillos. Al igual que Wilde, Tim ae de la novia, —— ts a extrano unde de Jacd y Hl cane a pelicula Beetlejuice, una genia burla a las - a las peliculas de fantasmas. Beetlejuice es uD ‘Oo LA LLAVE MAESTRA personaje desagradable, pero no porque esta muerto, sino porque es sucio, grosero, come cucarachas y es capaz de transformarse y hacer que su cuerpo adopte formas muy extrafias. Su trabajo es ayudar a fantasmas a molestar a los seres vivos y a echar de su antiguo hogar a los nuevos habitantes. Y los métodos que emplea son poco convencionales y muy divertidos. éSe preguntan por qué hablamos de Beetlejuice? Véanla y encontraran muchas relaciones con El fantasma de Canterville, la novela que estan a punto de leer. sg seen UR nt Rene Lee de Canterville Chase, cuando sus antiguos salones se RGR RGN a MRC de la Corte Real Britdnica. OSCAR WILDE MTD at Carolina Fernandez PI LTO) Oscar Senonez Cuando el sefior Hiram B. Otis, ministro de Estados Unidos, compré Canterville Chase, todos le advirtieron que era una locura, porque no habia ninguna duda de que el lugar estaba embrujado. Hasta el mismisimo lord Canterville, que era un puntilloso hombre de honor, sintié que debia mencionar el asunto al sefior Otis cuando se reunieron para discutir las condiciones de la transaccion. Nosotros mismos nos hemos negado a vivir en ese lugar —le dijo lord Canterville— desde que mi tia abuela, la duquesa viuda de Bolton, tuvo un ataque del que nunca se recuper6 del todo por el susto que recibié cuando las dos manos de un esqueleto se posaron sobre sus hombros mientras se vestia para la cena. Y me veo en la obligacion de decirle, senor Otis, que el fantasma ha sido visto por numerosos Qu EL FANTASMA DE CANTERVILLE miembros de mi familia y también por el rector de la parroquia, el reverendo Augustus Dampier, que es profesor del King’s College de la Universidad de Cambridge. Luego del lamentable accidente que sufrié la duquesa, ninguno de los sirvientes mas jovenes quiso quedarse con nosotros. Ademas, lady Canterville apenas podia dormir de noche, como consecuencia de los misteriosos ruidos que provenian del corredor y de la biblioteca. —Mi querido lord —respondié el ministro—, me quedaré con los muebles y el fantasma por el mismo precio. Vengo de un pais moderno, donde tenemos todo lo que el dinero puede comprar. Y conside- rando que muchos de nuestros inquietos jévenes andan por el viejo continente llevandose sus mejores actores y prima-donnas, creo que si hubiera algo asi como un verdadero fantasma en Europa, en poco tiempo vendrian a buscarlo y lo llevarian a casa, ya sea para exhibirlo en uno de nuestros museos 0 en algun espectaculo. —Mucho me temo que el fantasma existe —dijo lord Canterville con una sonrisa—, aunque tal vez se resista a las ofertas de los decididos empresarios de ustedes. Se lo conoce desde hace tres siglos, mas precisamente desde 1584, y siempre hace su aparicién antes de la muerte de cualquier miembro de nuestra familia. 2@ capftuto 1 —Bueno, lo mismo que el médico, lord Canterville. Pero no existen cosas tales como los fantasmas, y supongo que las leyes de la naturaleza no haran excep- ciones por tratarse de la aristocracia britanica. —Por cierto, son grandes amantes de la naturaleza en Estados Unidos —respondio lord Canterville, que no habia entendido del todo el ultimo comentario del sefor Otis—. Pero sia usted no le molesta que haya un fantasma en la casa, esta muy bien. Solo recuerde que se lo adverti. Unas pocas semanas después, la compra se concreté y, hacia el final de la temporada, el ministro y su familia marcharon hacia Canterville Chase. La sefiora Otis —que con su nombre de soltera, Lucrecia R. Tappan, de la calle West numero 53, habia sido una elogiada belleza de Nueva York— era ahora una elegante mujer de mediana edad, de hermosos ojos y un espléndido perfil. Muchas damas estadounidenses adoptan una apariencia de enfermas cronicas al dejar su tierra natal, por creer que esa es una forma del refinamiento europeo. Pero la sefiora Otis nunca habia caido en ese error. Tenia una magnifica complexién fisica y una inagotable y maravillosa vitalidad animal. En efecto, era bastante inglesa en muchos aspectos y podia tomarsela como un excelente ejemplo de que, hoy por hoy, los ingleses Oo: EL FANTASMA DE CANTERVILLE tenemos todo en comun con los estadounidenses excepto, por supuesto, el idioma. Su hijo mayor —bautizado por sus padres con el nombre de Washington, en un momento de patriotismo que él no dejaba de lamentar— era un joven rubio bastante apuesto, que habia hecho méritos para entrar en la diplomacia estadounidense: durante tres temporadas seguidas habia liderado los bailes mas complicados en el casino de Newport, e incluso en Londres tenia fama de ser un excelente bailarin. Las gardenias y la nobleza eran sus tnicas debilidades. Fuera de eso, tenia una sensibilidad extraordinaria. La sefiorita Virginia E. Otis era una jovencita de quince afios, agil y bonita como una gacela, con una agradable frescura en sus grandes ojos azules. Ademas, era una maravillosa amazona. En una ocasién, habia corrido en su caballo una carrera de dos vueltas alrededor del parque contra el viejo lord Bilton. Lo derroté por un cuerpo y medio, justo frente a la estatua de Aquiles, para enorme deleite del joven duque de Cheshire, que le propuso matrimonio ahi mismo, y esa misma noche fue enviado por sus tutores de regreso al colegio Eton, en un mar de lagrimas. Después de Virginia venian los mellizos, a quienes solian llamar “Bandas y Estrellas”, como a la bandera “@ capitu.o 1 estadounidense, porque alguien siempre los estaba sacudiendo. Eran un par de chicos encantadores ya excepcion del ilustre ministro, los unicos verdaderos republicanos de la familia. Canterville Chase esta a mas de once kilometros de Ascot, la estacion de tren mas cercana. Por eso el sefor Otis habia telegrafiado para que un carruaje los recogiera alli y emprendieron el viaje con excelente humor. Era una encantadora tarde de julio y en el aire flotaba el delicado perfume de los pinos. De vez en cuando, escuchaban la dulce voz de alguna paloma torcaza o veian, entre las matas de helechos susurrantes, el pecho lustroso de un faisan. A su paso, las ardillitas los espiaban desde los arboles y los conejos disparaban sobre la maleza y las lomas musgosas, con sus rabitos blancos en el aire. Sin embargo, cuando tomaron el camino de entradaa Canterville Chase, subitamente el cielo se cubrié de nubes, una curiosa quietud parecio dominar la atmoésfera, una bandada de cuervos pasé en silencio sobre sus cabezas y, antes de que llegaran a la casa, ya habian caido algunos gotones de lluvia. Parada en los escalones de la entrada para recibirlos, los esperaba una mujer vieja, impecablemente vestida con un traje de seda negra, gorro y delantal blancos. Era la sefora Umney, el ama de llaves, a quien la Oo" EL FANTASMA DE CANTERVILLE senora Otis habia decidido conservar en su antiguo puesto, por pedido de lady Canterville. A medida que descendian del coche, la sefora Umney le hizo una reverencia a cada uno, mientras repetia con un estilo pasado de moda: —Sea usted bienvenido a Canterville Chase. Siguiéndola, atravesaron un magnifico salon Tudor hasta la biblioteca: una habitacién alargada y baja, con paredes revestidas en roble negro, al final de la cual habia una enorme ventana con vitrales. Alli encontraron el té servido y, luego de quitarse los abri- gos, se sentaron y comenzaron a mirar a su alrededor, mientras la sefiora Umney los atendia. De pronto, la sefiora Otis vio una extrafia mancha roja en el suelo, justo al lado de la chimenea. Y sin saber realmente su verdadero significado, le dijo a la sefiora Umney: —Me temo que algo se derramo ahi. —Si, sefiora —respondio la vieja ama de Ilaves, en un susurro—. En ese lugar se derramé sangre. ~iQué horrible! —exclamé la sefiora Otis-. Me resisto a aceptar que haya manchas de sangre en una sala de estar. Debe limpiarse ya mismo. La anciana sonrio y contest6, en el mismo tono susurrante y misterioso: —Es la sangre de lady Eleanore de Canterville, que fue 6@ capfruto asesinada exactamente ahi por su esposo, sir Simon de Canterville, en 1575. Sir Simon la sobrevivid nueve anos y un dia desaparecié, en circunstancias muy misteriosas. Su cuerpo nunca fue encontrado, pero su espiritu culpable todavia ronda por Canterville Chase. La mancha de sangre ha sido muy admirada por turistas y otras personalidades, y es imposible eliminarla. —jTonterias! —reaccioné Washington Otis—. El quitamanchas Campeén y el detergente Virtuoso, fabricados por la firma Pinkerton, la limpiaran en un santiamén. Y antes de que la aterrada ama de Ilaves pudiera moverse, el joven ya estaba de rodillas, fregando el piso a toda velocidad con una barrita que parecia un cosmético negro. En pocos instantes, todo rastro de la mancha de sangre desaparecio. —jSabia que Pinkerton lo haria! —exclam6 triunfante, dirigiéndose a su admirada familia. Pero apenas terminé de decir esas palabras, un terrible relampago ilumin6 la habitacion sombria, el espantoso rugido de un trueno los hizo saltar de sus asientos y la sefiora Umney se desmayo. —jQué clima mas monstruoso! —observ6 el ministro estadounidense con toda calma, mientras encendia un largo cigarro—. Supongo que nuestra vieja madre QO” EL FANTASMA DE CANTERVILLE patria esta tan superpoblada que el buen clima no alcanza para todos. Siempre he pensado que la unica solucién que tiene Inglaterra es la emigraci6n. —Mi querido Hiram —lo consult6 la sefiora Otis—, équé podemos hacer con una mujer que se desmaya? —Descontarselo del sueldo —respondié el ministro—. Después de eso, ya no se desmayara mas. Y asi fue: un minuto més tarde, la sehora Umney volvio en si. Sin embargo, no habia duda de que estaba muy alterada y advirtié con severidad al sefor Otis que debia tener cuidado porque algo malo ibaa suceder en la casa. —Sefior, he visto cosas con mis propios ojos que pondrian los pelos de punta a cualquier cristiano —le dijo—. Y muchisimas noches no pude pegar un ojo por las horribles cosas que suceden aqui. Sin embargo, el sefior Otis y su esposa le aseguraron a esa sincera alma que no temian a los fantasmas. Y luego de invocar las bendiciones de la Providencia sobre sus nuevos amos y de negociar un aumento salarial, la vieja ama de llaves se retiré a su cuarto, tambaleandose. 2@ La tormenta rugio con furia toda esa noche, pero no ocurri6 nada fuera de lo comun. Sin embargo a la mafiana siguiente, cuando bajaron a desayunar, nuevamente encontraron la terrible mancha de sangre en el piso. —No creo que sea culpa del detergente Virtuoso porque lo probé con todo —dijo Washington—. Debe tratarse del fantasma. Por eso refrego la mancha por segunda vez, pero la segunda mafiana volvié a aparecer. La tercera mafiana también estaba ahi, aunque el mismo senor Otis habia cerrado con Ilave la puerta de la biblioteca esa noche y se habia Ilevado la llave. Ahora, toda la familia estaba interesadisima. El senor Otis comenzo a sos- pechar que habia sido demasiado dogmatico en su negacion de la existencia de los fantasmas. La sefhora QO” EL FANTASMA DE CANTERVILLE Otis anuncié su intencién de unirse a la Sociedad Psiquica, y Washington preparé una larga carta para los sefiores Myers y Podmore sobre el asunto de la Persistencia de las Manchas Sanguineas cuando estan conectadas con el Crimen. Esa noche, todas las dudas acerca de la existencia de seres fantasmales desaparecieron para siempre. El dia habia sido célido y soleado y, con el fresco de la tarde, toda la familia salié a dar un paseo. Regresaron recién a las nueve y comieron una cena liviana. La conversacién nunca giro en torno a los fantasmas, asi que ni siquiera existia esa badsica condicién de expectativa que precede a la aparicion de fenémenos psiquicos. Los temas que trataron —segun me conté después el sefior Otis— fueron los de cualquier conversacién entre norteamericanos cultos de la mejor clase, a saber: la inmensa superio- ridad como actriz de Miss Fanny Devonport sobre Sarah Bernhardt; la dificultad de conseguir choclo, galletas de trigo sarraceno y polenta, incluso en las mejores tiendas de Inglaterra; las ventajas del sistema de revision de equipaje al viajar en ferrocarril; la dulzura del acento de Nueva York comparado con las largas vocales de Londres. Para nada ee mencions jo sobrenatural y de ningun modo se aludié a sir Simon de Canterville. 2@ capftuto 11 A las once, la familia se retiré a sus habitaciones y media hora después todas las luces estaban apagadas. Al rato, un curioso ruido desperto al sefior Otis. Llegaba desde el pasillo fuera de su habitacion y sonaba como algo de metal que se arrastraba y parecia acercarse a cada momento. El senor Otis se levanté de inmediato, encendid un fosforo y miré la hora. Era exactamente la una de la madrugada. Estaba bastante tranquilo. Se tomé el pulso, que no se habia acelerado. El ruido extrafio no cesaba y, junto con él, escuché el sonido claro de unos pasos. Se calzé las pantuflas, tomé de su bolso de mano un frasquito alargado y abrié la puerta. Justo frente a él vio, a la palida luz de la luna, a un anciano de aspecto horrible. Tenia los ojos rojos como carbones encendidos y el cabello largo y gris le caia sobre los hombros en mechones enredados. Su ropa, confeccionada siguiendo un modelo muy antiguo, estaba sucia y gastada, y de las munecas y tobillos le colgaban pesadas esposas y oxidados grilletes. ~Mi querido senor —dijo el sehor Otis—, debo rogarle que aceite esas cadenas y, para que lo haga, Je traje una botellita de lubricante Sol Naciente, de Tammany. Dicen que es absolutamente efectivo en una sola aplicacion y de eso dan fe los numerosos testimonios de nuestros eclesiasticos mas eminentes, Qo”: EL FANTASMA DE CANTERVILLE que pueden leerse en la etiqueta. Se lo dejare aqui 1, junto a las velas del dormitorio y, si lo necesita, ¢, » Con gusto le conseguiré mas. Dicho esto, el ministro de Estados Unidos apoyo el frasco sobre una mesa de marmol, cerré la puerta de su habitacién y regresé a su cama. Por un momento, el fantasma de Canterville se quedé inmévil, paralizado de indignacion. Luego, estrellé el frasco violentamente contra el suelo y corrio por el pasillo, lanzando gemidos ahogados y emitiendo una ligubre luz verde. Sin embargo, justo en el instante en que llegaba hasta lo alto de la maciza escalera de roble, se abrié una puerta de par en par, aparecieron alli dos pequefias figuras vestidas de blanco jy una enorme almohada volé, rozando su cabeza! Era evidente que no habia tiempo que perder, asi que, adoptando de inmediato la Cuarta Dimension del Espacio como via de escape, el fantasma desaparecid a través del revestimiento de madera de la pared, y la casa qued6 en relativo silencio. Al llegar a una pequefia habitacidn secreta en el ala izquierda del castillo, se recost6 contra un rayO de luna para recobrar el aliento e intentar comprender su situacion. Jamas, en su brillante e ininterrumpida carrera profesional de trescientos afios, habia sido insultado tan groseramente. Penso en la duquesa “4@ mek eae ct ae EL PANTASMA DE CANTRRVILEE viuda, que tuvo un ataque del susto que él le provocg, cuando estaba parada frente al espejo, con sus encajes y joyas. Pensé en las cuatro amas de Ilaves, que se pusieron histéricas con apenas ver su cara sonriente a través de las cortinas, en una de las habitaciones de huéspedes. Pens6 en el rector de la parroquia, a quien le apago su vela de un soplido una noche en que venia tarde de la biblioteca, y que de ahi en mas habia permanecido bajo los cuidados del doctor William Gull, convertido en un perfecto martir de las enfermedades nerviosas. Y pens6 en la vieja madame de Tremouillac quien —luego de despertarse una mafiana temprano y de encontrarse con un esqueleto sentado en un sillon junto al fuego, leyendo su diario intimo~ habia quedado confinada a su cama durante seis semanas con un ataque de fiebre cerebral y que, al recuperarse, se habia reconciliado con la Iglesia y habia roto su relacion con el esceptico y tristemente célebre monsieur de Voltaire. Recordo la noche terrible en que hallaron al malvado lord Canterville en sus aposentos asfixiandose con la jouw de diamantes atascada en la garganta, Y justo antes de morr, ’ Ch. u el malvado lord confeso que habia estafado @ les James Fox en 50.000 libras en lo de Crocktord do esa mi P oma carta, y juré que el fantasma se la habia hecho trayar “@O cAPituto 11 Todos estos grandes logros re ‘gresaron a la mi . ent del fantasma una vez mas: desd € ; ‘ ; e el mayordomo que se pego un tiro en la cocina después de ver una _— verde golpeando el vidrio de la ventana, hasta la bella lady Stutfield, que tuvo que usar para siempre una cinta de terciopelo negro alrededor del cuello con el fin de ocultar la huella de cinco dedos marcados a fuego sobre su piel blanca, y que finalmente se quits la vida arrojandose al estanque de los peces, al final del Paseo Real. Con el egoismo entusiasta del verdadero artista, repaso sus actuaciones mas famosas y sonrié con frialdad al recordar su ultima aparicién como “Rubén el Rojo o el Bebé Estrangulado”, su debut como “El Flaco Gibeon, el Chupasangre de Bexley Moor” y el furor que habia causado una adorable tarde de junio, al jugar bolos con sus propios huesos en la cancha de tenis. ;Y después de todo aquello, unos modernos norteamericanos infelices iban a ofrecerle el lubricante Sol Naciente y 4 revolearle a! Era inaguantable. Ademas, historia habia sido tratado decidié que se vengar4 y n hasta almohadas por la cabez ningun fantasma en la de esa manera. Por eso, oe permaneci6 en actitud de profunda meditacio que se hizo de dia. Oo” Capituly rit Ala mafiana siguiente, la familia Otis se reunio para desayunar y debati6é un buen rato sobre el fantasma. El ministro de Estados Unidos, naturalmente, se sintié un poco ofendido al ver que su obsequio no habia sido aceptado. —No deseo causarle ningun dafio personal al fantasma —dijo—. Y debo admitir que, considerando que hace tanto tiempo que esta en la casa, no me parece de buena educacion tirarle almohadas por la cabeza —una observacién muy justa ante la cual, lamento decirlo, los mellizos estallaron en sonoras carcajadas—. Por otra parte —continuo-, sien verdad se rehtisa a usar el lubricante Sol Naciente, nos veremos obligados a quitarle las cadenas. Seria imposible dormir con tanto ruido por la casa. Oo” EL FANTASMA DE CANTERVILLE urante el resto de la semana, nada que les llamo la atencion fue a mancha de sangre en Sin embargo, d los molest6. Lo unico la renovacion constante de | de la biblioteca. Esto era, por cierto, muy que cada noche el sefior Otis cerraba y las ventanas permanecian bien el piso extrano, por la puerta con llave an | trabadas. Ademas, el color de la mancha, que imitaba al del camaleén, motivaba cataratas de comentarios, Algunas mafianas era rojo apagado (como el de los pieles roja), después se volvia rojo vivo, después purpura intenso, y una vez, cuando bajaron para rezar en familia segin el rito de la Iglesia Episcopal Reformada Norteamericana, la encontraron de un verde esmeralda intenso. Como es natural, estos cambios caleidoscépicos divertian mucho al grupo, que cada tarde hacia apuestas sobre el asunto. La unica que no participaba de las bromas era la joven Virginia que, por alguna inexplicable raz6n, siempre se sentia un poco inquieta al ver la mancha de sangre, y casi se puso a llorar el dia en que aparecio de color verde esmeralda. La segunda aparicion del fantasma fue la noche del domingo. Poco después de irse a la cama, los sobresalté un terrible estruendo en el salon. Corrieron escaleras abajo y encontraron que una antigua armadura se habia desprendido de su apoyo y habia “@ caPituto rr caido sobre el piso de piedra. Un poco mas alla, el fantasma de Canterville, sentado en un sillén de respaldo alto, se frotaba las rodillas con una expresién de intenso dolor en el rostro. Los mellizos, que habian llevado sus cerbatanas, dispararon de inmediato dos perdigones con esa punteria que solo se adquiere con una practica intensa y esmerada contra el maestro. A su vez, el ministro de Estados Unidos lo apuntaba con su revélver, mientras le gritaba: “jArriba las manos!”, segun la costumbre californiana. El fantasma se puso de pie, dio un salvaje grito de furia y se deslizé entre ellos a toda velocidad, como una niebla, apagando la vela de Washington Otis al pasar y dejandolos a todos en la mas completa oscuridad. Al llegar a lo alto de la escalera, recobré la calma y decidié lanzar su famosa carcajada diabélica. Este recurso le habia sido de mucha utilidad en mas de una ocasién: se decia que encanecié la peluca de lord Raker de la noche a la mafiana, y que tres institutrices francesas de lady Canterville renunciaron antes de cumplir un mes en sus puestos. Entonces, lanz6 su carcajada mas horrible, hasta que el viejo techo abovedado comenz6 a devolverle una y otra vez el sonido de su risa. Pero todavia no habia cesado el eco horroroso, cuando una puerta se abrio y la sefiora Otis salié de la habitacion en su salto de cama celeste. Oo” EL FANTASMA DE CANTERVILLE —Me temo que usted no anda nada bien —le dijo-. Le traje un frasco de Extracto del Doctor Dobell. Sj es una indigestion, descubrira que es un remedio excelente. El fantasma la fulmino con su mirada de furia y enseguida se preparo para convertirse en un enorme perro negro, una destreza por la que habia ganado un merecido renombre y a la que el doctor de la familia le atribuia la irremediable debilidad mental del tio de lord Canterville, el honorable Thomas Horton. Sin embargo, el sonido de unos pasos que se acercaban lo hizo dudar de su propésito maligno, asi que se conform6 con volverse levemente fosforescente y se esfumo con un profundo gemido sepulcral, justo cuando los mellizos llegaban junto a él. Al entrar en su habitacién, se quebré por completo y fue presa de la més violenta agitacién. La vulgaridad de los mellizos y el grosero materialismo de la sefora Otis resultaban, por supuesto, terriblemente indig- nantes. Pero lo que mas lo enfurecia era no haber conseguido ponerse la armadura. Habia guardado la esperanza de que incluso los modernos ciudadanos estadounidenses se espantarian al ver un espectro con armadura, si no era por un motivo mas razonable, al menos por respeto a su poeta nacional Longfellow, con cuya interesante y encantadora poesia “El esqueleto LE | caPituto 11 con armadura” él se habia extasiado durante las horas y horas que los Canterville pasaban en la ciudad Ademas, on su propia armadura, que habia os con gran éxito en el Torneo de Kenilworth y por la que la mismisima Isabel I, la Reina Virgen, lo habia felicitado. Pero cuando se la puso, lo vencié por completo el peso del enorme peto y del casco de acero, cay6 con estrépito al suelo de piedra, se raspo bastante ambas rodillas y se hizo un moretén en los nudillos de la mano derecha. Después de eso, pas6 algunos dias muy enfermo y solo salié de su habitacién para mantener la mancha de sangre en perfecto estado. Sin embargo, se cuid6o mucho y se recuper6. Entonces resolvié hacer un tercer intento de asustar al ministro de Estados Unidos y asu familia. Eligio el viernes 17 de agosto para su aparicién, y pas6 gran parte de ese dia examinando su guardarropa. Finalmente se decidié por un enorme sombrero de ala ancha levantada por un lado, una mortaja con flecos en las mufecas y en el cuello, y una daga oxidada. Hacia el atardecer, se desat: El viento era tan fuerte que todas la de la vieja casa se sacudian y golp verdad, ese era exactamente el clima qu era su plan de accion: se dirigiria en s 6 una violenta tormenta. is ventanas y puertas eaban. A decir e amaba. Y este jlencio hasta o* EL FANTASMA DE CANTERVILLE la habitacion de Washington Otis, susurraria unas palabras confusas desde el pie de la cama y se daria tres punaladas en el cuello al ritmo de una misica lenta, Sentia una rabia especial por Washington, porque sabia muy bien que era él quien cada dia quitaba la famosa mancha de sangre de Canterville, usando e] detergente Virtuoso de la firma Pinkerton. Luego de reducir al insensato e imprudente joven a un estado de miserable terror, continuaria su camino hacia la habitacion ocupada por el ministro de Estados Unidos y su esposa. Una vez alli, colocaria su pegajosa mano sobre la frente de la sefiora Otis y murmuraria los horribles secretos del cementerio en el oido tembloroso de su esposo. En cuanto a la joven Virginia, todavia no sabia qué hacer. Ella nunca lo habia ofendido de ningun modo, y era hermosa y amable. Pensaba que un par de gemidos ahogados desde el placar serian mas que suficientes. O si con eso no lograba despertarla, podria golpear suavemente el cubrecama con dedos rigidos y temblorosos. A los mellizos, estaba decidido a darles una leccion. Lo primero que habia que hacer, por supuesto, era sentarse sobre sus pechos, como para provocar la sensacion agobiante de las pesadillas. Después, y4 que sus camas estaban bastante juntas, se pararia entre ellas con su aspecto de cadaver verduzco y frio 4@ capituto 111 como el hielo, hasta que 5 miedo. Y por ultimo, ee loa-aaael de , mortaja de un tiron y se arrastraria por la habitacién con sus blancos huesos descoloridos, girando un solo ojo en su 6rbita. Representaria a “Daniel el Mudo o el Esqueleto del Suicida”, un papel con el que en mas de una ocasién habia provocado un gran efecto y al que consideraba tan bueno como su famoso “Martin el Maniaco o el Misterio Enmascarado”. Alas diez y media, escucho que la familia se retiraba a descansar. Las risotadas de los mellizos lo perturbaron un rato: evidentemente poseian la alegria a de los nifios en edad escolar y estaban s de ir ala cama. Peroa las once durante despreocupad divirtiéndose ante: menos cuarto, todo e Cuando el reloj di mision. El buho batia las ventanas, el cuervo graznab arbol y el viento deamb ndo como un alma en gnorante de su des e la lluvia y la tor constantes ronqu) atraves ra quietud. o las doce, salio a cumplir su alas contra el vidrio de las a desde las ramas de un ulaba alrededor de la pena. Pero la familia tino. Muy alto, por menta, el fantasma dos del ministro 6 sigilosamente onrisa malvada viejo casa gimie Otis dormia, i sobre el sonido d podia escuchar los de Estados Unidos. Entonces, el revestimiento de la pared con una s 5 su rostro en su boca arrugada y cruel. La luna oculto s Oo” EL FANTASMA DE CANTERVILLE tras una nube, cuando paso por el gran ventanal donde estaban grabados en azul y oro su escudo de armas y el de su asesinada esposa. Asi siguid deslizandose. como una sombra diabdlica a la que la misma oscu- ridad parecia odiar. En un momento crey6 escuchar una llamada y se detuvo. Pero era solo el aullidg de un perro en la Granja Roja y siguio adelante, murmurando extrafias maldiciones del siglo XVI y blandiendo, cada tanto, la daga oxidada en el aire de la medianoche. Finalmente llegé a la esquina del corredor que llevaba al cuarto del desafortunado Washington. Alli se detuvo un instante. El] viento agitaba sus largos mechones grises alrededor de su cabeza y enroscaba en pliegues grotescos y fantasticos el horror indescriptible de la mortaja fanebre. El reloj marcé las doce Y Cuarto, y él sintio que habia llegado la hora. Se rio Para sus adentros y giro hacia el corredor. Pero todavia no habia dado un paso cuando, con un lastimero Semido de terror retrocedio y escondio su e , mpalidecido rostro detras de sus largas y huesudas manos, ; Uusto frente a él estaba parado un horrible €spectro, inmovil ¢ ; una figura tallada y 4n Monstruoso come «] como de un loco! Tenia la cabeza calva y lustrosa « puene redonda, regordeta y blanea, te. > y la cara %@ EL FANTASMA DE CANTERVILLE parecia haber contorsionado su cara, formando la mueca de una sonrisa eterna. De los ojos brotaban rayos de luz roja, la boca era un pozo profundy de fuego y una ropa horrible, parecida a la suya, envolvia como nieve silenciosa la forma gigantesca, Sobre el pecho llevaba un letrero con una extrafia inscripcidn en caracteres antiguos —quizas un testimonio de sus penas, un registro de sus barbaros pecados o un atroz calendario de sus crimenes—. Y en la mano derecha sostenia en el aire una ancha espada de acero reluciente. Como nunca antes habia visto un fantasma, natu- ralmente se asusté muchisimo. Y después de echar una segunda ojeada rapida a la horrible aparicion, huy6 hacia su habitacion, tropezando con su larga mortaja mientras corria por el pasillo, lo que le costo la pérdida de la daga herrumbrada, que a la mafiana siguiente fue hallada por el mayordomo adentro de las botas altas del ministro. Ya en la intimidad de sus aposentos, se eché sobre una pequefia cama y escondio la cabeza bajo las sabanas. Sin embargo, después de un rato, se impuso su viejo y valiente animo, y decidio que iria y hablaria con el otro fantasma en cuanto s¢ hiciera de dia. Justo cuando el amanecer pintaba de plateado las montafias, regresé adonde sus ojos se habian posado 3g capituto rr sobre la horrorosa aparicién, sintiendo que, después de todo, dos fantasmas eran mejor que uno aoe con la ayuda de su nuevo amigo, podria lidiar con los mellizos mas efectivamente. Sin embargo al llegar al lugar, su mirada se encontro con un terrible espectaculo. Era evidente que algo le habia sucedido al espectro, porque la luz se habia extinguido por completo de sus ojos huecos, la espada reluciente habia caido de su mano, y estaba apoyado contra la pared en una pose torcida e incémoda. Camino rapido hacia él y lo tom6 en sus brazos. Entonces, para su horror, la cabeza se desprendio y rod6 por el suelo, el cuerpo se desliz6 hacia el piso y él se encontro aferrado a una cortina blanca y, a sus pies, una escoba, una cuchilla de cocina y un nabo ahuecado. Incapaz de comprender esta curiosa transformacion, manoted desesperado el letrero. Y alli, a la luz palida de la maniana, ley6 estas temibles palabras: EL FANTASMA DE CANTERVILLE De repente vio todo con claridad. jHabia sido enganiado, burlado! jHabian frustrado sus planes! Sus ojos recuperaron la antigua expresién de los Canterville. Apreté las mandibulas desdentadas y, elevando sus manos marchitas por sobre la cabeza, jure —de acuerdo con el pintoresco estilo de la vieja escuela— que, después que el gallo hiciera sonar dos veces su alegre instrumento, sucederian hechos de sangre. Y la Muerte, con sus pies silenciosos, saldria de su guarida. Apenas habia terminado de lanzar su horroroso juramento cuando, desde el lejano techo de tejas rojas de una casa, un gallo canté. El fantasma celebro con una risa larga, ahogada y amarga, y esperd. Hora tras hora esperé, pero el gallo, por alguna extrana razon, no volvio a cantar. Al final, a las siete y media, la llegada de las mucamas lo hizo abandonar su ate- rradora vigilia y se retiré en silencio a su habitacion, pensando en sus vanas esperanzas y en sus planes frustrados. Consult6 varios cédigos de la caballeria antigua, de la que era un profundo admirador, y descubrié que, en todas las ocasiones en que es€ juramento habia sido utilizado, el gallo siempre habia cantado una segunda vez. —jQue la maldicion caiga sobre ese pajarraco! —murmur6-. jEn mis buenos tiempos, con mi fuerte 0@ capituto 111 lanza lo hubiera agarrado del pescuezo y lo hubiera hecho cantar para mi, aunque estuviera muerto! Después se recost6 en un comodo atatd de plomo, donde se quedo hasta el atardecer. Capital IV Al dia siguiente, el fantasma estaba muy deébil y cansado. La terrible agitacion de las ultimas cuatro semanas comenzaba a mostrar sus consecuencias. Tenia los nervios hechos pedazos y saltaba ante el mas leve ruido. Paso cinco dias sin salir de su cuarto, y finalmente se decidié a dejar atras el asunto de la mancha de sangre en el piso de la biblioteca. Sila familia Otis no la queria, entonces estaba claro que no la merecia. Evidentemente se trataba de gente que vivia en un plano de existencia inferior, material, gente incapaz de apreciar el valor simbélico de los fenémenos sensibles. La cuestion de las apariciones de fantasmas y el desarrollo de cuerpos astrales era, por supuesto, algo diferente y no estaba bajo su control. Pero tenia un deber ineludible: aparecer en el pasi pasillo una vez por semana y murmurar palabras o* EL FANTASMA DE CANTERVILLE ininteligibles desde el ventanal, el primer y e] tercep miércoles de cada mes, y no veia c6mo podria evadir honrosamente sus obligaciones. Es cierto que habia sido muy malvado en su vida, aunque también es cierto que era muy responsable en todo lo relativo a lo sobrenatural. Por eso, los siguientes tres sabados atraves6 el pasillo entre la medianoche y las tres de la manana, tomando todas las precauciones posibles para no ser visto ni oido. Se quité las botas, piso tan suavemente como pudo sobre los viejos tablones comidos por los gusanos, se puso una larga capa negra de terciopelo y se cercioré de usar el lubricante Sol Naciente para aceitar sus cadenas. Debo admitir que no le fue sencillo convencerse de adoptar esta ultima medida de proteccién. Sin embargo una noche, mientras la familia cenaba, entré con sigilo en la habitacion del sefior Otis y se llevé el frasco. Al principio se sintié algo humillado, pero luego tuvo la sensatez suficiente como para reconocer que era un invento bastante interesante y que, en cierto modo, le prestaba un gran servicio. Pero, aun asi, ne lo dejaban en Paz. Colocaban continuamente hilos tensados atravesando el pasillo, con los que tropezaba en la Weturidud. Fy una ocasion, vestido para representar a “Isaac el N el Cazador del Bosque Hogley”, sufrié ung egro o terrible 4@Q _ capitulo Iv caida al patinarse en un suelo que habian enjabonado los mellizos y que iba desde la puerta del Salon de los Tapices hasta la escalera de roble. Esta afrenta lo hizo enojar tanto que resolvio hacer un ultimo esfuerzo para afirmar su dignidad y su estatus social: la noche siguiente visitaria a los jévenes escolares del colegio Eton, en su célebre personaje “Rupert el Temerario o el Conde Sin Cabeza”. No habia aparecido con ese disfraz desde hacia mas de setenta afios. La ultima vez, gracias a él, asust6 de tal modo a la bella lady Barbara Modish, que rompié de la noche a la mafiana su compromiso matrimonial con el abuelo del actual lord Canterville y huyo con el apuesto Jack Castletown, declarando que nada en el mundo la haria unirse a una familia que permitia que un fantasma tan horrible se paseara por la terraza en el crepusculo. Después lord Canterville se batio a duelo con el pobre Jack y lo mato de un disparo en Wandsworth Common. Y a lady Barbara se le rompio el corazén y murié en Tunbridge Wells antes del final de ese afio. De modo que, por donde se la mirara, su intervencion habia sido un rotundo éxito. Requeria, sin embargo, de un complejo “maquillaje” (si se me permite utilizar una palabra del mundo del teatro para hablar de uno de los mas grandes misterios de lo sobrenatural o, o« EL FANTASMA DE CANTERVILLE para utilizar un término mas cientifico, del mundo supra-natural) y los preparativos le llevaron tres horas completas. Al fin, todo estaba listo y le gustaba mucho su aspecto. Las enormes botas de montar de cuero que iban con el atuendo le quedaban un poquito grandes y solo habia podido encontrar una de las dos pistolas pero, en lineas generales, estaba satisfecho. A la una y cuarto, atravesé el revestimiento de madera de la pared y caminé con sigilo por el pasillo. Cuando llegé a la habitacién de los mellizos que, debo mencionar se llamaba Camara Azul por el color en que estaba decorada, encontré la puerta entreabierta. Deseando hacer una entrada triunfal, la abrio entonces, stante, e sofocadas que venian de las camas, a morn cn Se Sistema RETVIOSO fue tan grande que corrio hasta su cuarto lo mag rapido & al dia siguiente debio guardar cama oC pudo, y resfrio que se pesc6. Lo unico que lo cn el terrible medio de todo era que no habia Nevado Pselaba en cabeza porque, de haberlo hecho, las co. ©nsigo su praca ee. . habrian sido todavia peores. Yencias “@ EL FANTASMA DE CANTERVILLE De ahi en més, perdié toda esperanza de asustar alguna vez a esa descortés familia estadounidense y se contenté con deambular por los pasillos en pantuflas, con el cuello envuelto en una gruesa bufanda roja (por temor a las corrientes de aire) y un arcabuz en la mano (por si acaso los mellizos lo atacaban). El golpe definitivo lo recibié el 19 de septiembre. Habia bajado hasta el gran hall de entrada, seguro de que alli nadie podria importunarlo. Se divertia haciendo comentarios satiricos acerca de las enormes fotos del ministro de Estados Unidos y su esposa, tomadas por Saroni, que ahora reemplazaban a los retratos de la familia Canterville. Iba simple pero prolijamente ataviado con una larga mortaja con manchas de moho del cementerio. Se habia atado la mandibula con una cinta de lino amarillo y llevaba un farolito y una pala de sepulturero. De hecho, estaba vestido como el personaje “Jonas el Insepulto o el Robacadaveres de Chertsey Barn”, una de sus imitacio- nes mas notables y que los Canterville recordaban por muchas razones, ya que habia sido la causa real de la pelea con su vecino, lord Rufford. Eran alrededor de las dos y cuarto de la mafana y, segan podia determinar, la casa estaba en absoluta quietud. Pero mientr: ami : as caminaba despreocupado hacia la bibliotec@ ra rs para ver si quedaban rastros de la mancha de sangre: “@ capituto Iv desde un rincon oscuro saltaron sobre él dos figuras, que agitaban los brazos salvajemente alrededor de sus cabezas y le gritaban: “jBU!” en el oido. Preso del panico (natural en esas circunstancias) corrié hacia la escalera. Pero ahi encontré a Washington Otis esperandolo con el enorme pulverizador del jardin. Viéndose asi rodeado por sus enemigos, practicamente acorralado, desaparecié dentro de la gran estufa de metal que, por fortuna, no estaba encendida. Tuvo que encontrar el camino a casa a través de los conductos de las chimeneas, por lo que lleg6 a su habitacidn en un miserable estado de suciedad, desprolijo y desesperado. Después de esto, ya no se lo vio mas en ninguna expedicion nocturna. En muchas ocasiones, los mellizos montaron guardia esperandolo. Cada noche, cubrian los pasillos con cascaras de nuez, gandéndose el enojo de sus padres y de los sirvientes. Pero todo era inutil, pues evidentemente los sentimientos del fantasma estaban tan heridos que ya no apareceria. Entonces el sefor Otis retom6 su investigacion sobre la historia del Partido Demécrata, en la que venia trabajando desde hacia varios afios. La sefiora Otis organizé un maravilloso picnic, del que hablo todo el condado. Los varones se entregaron al lacrosse, al euchre, al poquer y a otros juegos tipicos de Estados a 49 EL FANTASMA DE CANTERVILLE Unidos, y Virginia monto6 su caballo por los caminos, en compaiiia del joven duque de Cheshire, que habia ido a pasar la ultima semana de sus vacaciones en Canterville Chase. Todos asumieron que el fantasma se habia ido y, en efecto, el sefior Otis le escribié una carta sobre el asunto a lord Canterville quien, en respuesta, expresé su inmensa satisfaccion por la noticia y envio sus calurosas felicitaciones a la digna esposa del ministro. Pero los Otis se engafiaban, porque el fantasma seguia en la casa y, aunque por ahora estaba casi postrado, de ninguna manera se habia resignado a dejar las cosas asi. Y mucho menos desde que se enteré de que entre los huéspedes estaba el joven duque de Cheshire. Es que una vez su tio abuelo, lord Francis Stilton, le aposté cien guineas al coronel Carbury a que jugaria a los dados con el fantasma de Canterville. Yala mafana siguiente lo encontraron tirado en el piso del salon de juegos en un estado d severo que, aunque vivid hasta un, volvi6 a decir otra cosa que “do! e pardlisis tan ‘a avanzada edad, no ble seis” . . : eis”. La historia habia sido muy conocida en sy ¢ y SU €poca au: ae n , por respeto a los sentimientos de las dos claro . . . ° an nobles, se hizo lo imposible para ma S amilias ntenerla en de todas las n hallarse en secreto. Un relato POrmenorizadg circunstancias relativas a ella Podrg 5°@ ih, capitulo IV el tercer volumen de los Recuerdos del Principe Regente y sus amigos, de lord Tattle. Por lo tanto y como es de esperar, el fantasma estaba muy ansioso de demostrar que no habia perdido su influencia sobre los Stilton, de los que era pariente lejano: su prima hermana se habia casado en segundas nupcias con el Caballero de Bulkeley, de quien los duques de Cheshire descienden en linea directa, como todos saben. Por eso, planeo aparecer ante el noviecito de Virginia en su famosa personificacion de “El Monje Vampiro 0 el Benedictino Desangrado”, una representacion tan horrible que cuando la vieja lady Startup la vio, la vispera fatal del afio nuevo de 1764, estallo en los alaridos mas agudos, que cul- minaron en una severa apoplejia. Murié tres dias después, luego de desheredar a los Canterville (que eran sus parientes mas cercanos) y de dejar todo su dinero a su boticario de Londres. Sin embargo, a ultimo momento el terror que le inspiraban los mellizos le impidio salir de su habitacion. El duquecito durmié placidamente bajo el enorme dosel con plumas de la Habitacion Real, t y sofié con Virginia. ‘Capitulo Vv Unos dias después, Virginia y su caballero de rulos salieron a andar a caballo por las praderas de Brockley. Al atravesar un cerco, a ella se le rasg6 su traje de montar y, cuando regresé a casa, decidié subir por la escalera de atras para que nadie la viera. Paso corriendo por el Salon de los Tapices, cuya puerta estaba abierta, y le parecié ver a alguien dentro. Creyé que se trataba de la mucama de su madre, que a veces iba a trabajar en ese salon, y se asomo para pedirle que le remendara el traje. Sin embargo, para su inmensa sorpresa, jalli estaba el fantasma de Canterville en persona! Sentado junto a la ventana, contemplaba el oro herrumbrado de los Arboles amarillentos volando en el aire, y las hojas rojas que bailaban como locas por el largo camino. Tenia la cabeza apoyada en la mano y toda su actitud demostraba una intensa oO “@ EL FANTASMA DE CANTERVILLE depresion. En efecto, se veia tan irremediablemente triste que Virginia, a quien lo primero que se |e ocurrié fue correr a encerrarse en su cuarto, sintig una inmensa penay decidié intentar consolarlo. Como entr6 con pasos tan suaves y la melancolia del fantasma era tan profunda, él no registré su presencia hasta que la joven le dijo: —jLamento mucho lo que le sucede! Pero mafana mis hermanos regresan al colegio Eton. Asi que, sise porta bien, nadie lo molestara. —Es absurdo que me pida que me porte bien —respondio él, dandose vuelta Y mirando con asombro ala hermosa jovencita que se habia atrevido a hablarle—. iMuy absurdo! Debo hacer chillar mi » gemir a través de los agujeros de las cerraduras y deambular por las noches, si se refiere aeso. Es la unica razon por la que existo. —Esa no es una raz6én Para existir Y usted sabe que ha sido muy malvado. El dia que llegamos la 4 Umney nos conto que maté a sy esposa. » la sefiora —Bueno, admito que lo hice con mal humor-. Pero fue u. asunto estri — : . Tict, familiar y nadie mas debe meterse, amente —Esta muy mal matar a alguien ~dijo Virginia por momentos, mostraba una dulce Seriedad ‘que, heredada de algun antepasado de N Puritana, uey, a Inglaterng, | oe o zg oO 8 a 5 & 3 5 B Q g 3 5 capitulo Vv _jAh, detesto el rigor barato de la ética abstracta! Mi esposa era demasiado simple, nunca almidonaba bien el cuello de mi camisa y no sabia nada de cocina. Fijese que una vez cacé un ciervo en el bosque Hogley, un magnifico macho joven, gy sabe cémo lo llevé ala mesa? Bueno, eso no importa ahora, ya paso todo. Y creo que no fue muy amable de parte de sus hermanos dejarme morir de hambre, aunque la haya matado. —éDejarlo morir de hambre? Ah, sefior fantasma... Quiero decir, sir Simon, gesta hambriento? Tengo un sandwich en mi cartera. gLo quiere? -No, gracias, ya no como nada. Pero de todos modos, es muy amable de su parte. Y debo decir que usted es mucho mas agradable que el resto de su horrible, maleducada, vulgar y traicionera familia. ~iDeténgase! —grito Virginia, golpeando el suelo con el pie. Usted es el maleducado y horrible y vulgar, Y si vamos a hablar de traicién, sabe muy bien que robé las pinturas de mi caja para mantener €sa ridicula mancha de sangre en la biblioteca. Primero se llevé todos mis rojos, incluido el berme- lon, y ya no pude pintar mas atardeceres. Después, tomé el verde esmeralda y el amarillo brillante. Y al final, solo me dejo el indigo y el blanco. Gon ellos, lo unico que se puede pintar son la luna y escenas nocturnas, que siempre resultan deprimentes a la or EL FANTASMA DE CANTERVILLE vista y no son para nada faciles de lograr. Nunca lo delaté, aunque estaba muy enojada y todo el asunto me parecia de lo mas ridiculo. Porque gquién ha visto jams sangre verde esmeralda? —Bueno, gqué otra cosa podia hacer? —dijo el fantasma, algo intimidado—. Es muy dificil conseguir sangre real hoy en dia. Y como su hermano empez6 todo con el detergente Virtuoso, no vi razé6n que me impidiera tomar sus pinturas. En cuanto al color, eso es siempre cuestion de gustos: los Canterville tenemos sangre azul, por ejemplo, la mas azul de toda Inglaterra. Pero sé que a ustedes, los estadouni- denses, no les preocupan esas cosas. —Usted no sabe nada de los estadounidenses y lo mejor que puede hacer es emigrar y perfeccionar su mente. Mi padre estard feliz de conseguirle un permiso de viaje y, aunque todos los tipos de espiritus pagan altas tasas de impuestos, no tendra problemas en la aduana, ya que los empleados son demécratas. Una vez que llegue a Nueva York, seguro sera un éxito arrasador. Conozco un monton de gente que pagaria cien mil dolares por tener un abuelo vivo, y daria mucho mas por tener un fantasma en la familia. —No creo que Estados Unidos me guste. —Supongo que porque alli no tenemos ruinas ni curiosidades —dijo Virginia, con sarcasmo. &@ CAPITULO _jNo tienen ruinas! jNi curiosidades! —respondié el fantasma—. Pero tienen su Marinay sus costumbres. —Buenas noches. Iré a pedirle a papa que les dé a los mellizos una semana mas de vacaciones. Por favor, no se vaya, sefiorita Virginia —le rogé—. Me siento muy solo y muy infeliz, y en verdad no sé qué hacer. Quiero dormir y no puedo. —jEso si que es absurdo! Solo tiene que meterse en la cama y apagar la vela. A veces es muy dificil mantenerse despierto, especialmente en la iglesia, pero nunca es dificil dormir. Vamos, hasta los bebés saben cémo hacerlo y no son muy inteligentes que digamos. —-No he dormido en trescientos afios —dijo el fantasma con tristeza, y los hermosos ojos azules de Virginia se abrieron, sorprendidos—. En trescientos afios no he pegado un ojo y estoy tan cansado. Virginia se puso muy seria y sus labios temblaron como dos pétalos de rosa. Se acercé a él, se arrodillé a su lado y elevé los ojos para posarlos en su viejo y marchito rostro. —Pobre, pobre fantasma —murmur6é-—. ¢Es que no hay un lugar donde pueda dormir? —Muy lejos, mas alla del bosque de pinos, hay un pequesio jardin —respondi6 en voz baja y sohadora—. Alli, el césped crece alto y tupido, alli florece la cicuta sus grandes estrellas blancas, alli el ruisenor canta oOo” EL FANTASMA DE CANTERVILLE toda la noche. Toda la noche canta y la frig luna e cristal mira hacia abajo y los Arboles despliegan , Us brazos gigantescos sobre los que duermen, Las lagrimas opacaron los ojos de Virginia, que escondio la cara entre las manos y murmuré; —Habla del Jardin de la Muerte. —Si, la Muerte. La Muerte debe ser tan hermosa, Yacer en la blanda tierra marr6n, con el pasto sacudiéndose sobre la cabeza de uno, y escuchar el silencio. No tener un ayer ni un mafiana. Olvidarse del tiempo, de la vida, estar en paz. Usted puede ayudarme. Usted puede abrir para mi los portales de la casa de la Muerte, porque el Amor siempre esti con usted y el Amor es mas fuerte que la Muerte. Virginia se estremecio. Un escalofrio helado la recorrié y por un momento se quedaron en silencio. Ella sentia que estaba en una terrible pesadilla. Por fin, el fantasma volvio a hablar y su voz son6 como el zumbido del viento. —éLeyo la antigua profecia escrita en la ventana de la biblioteca? —jClaro, a menudo! i —exclamo la joven, mirando hacia arriba—. La sé . : : sé de memoria, Esta pintada en ee ctras negras que la hacen dificil de leer. on solo seis versos, pero no sé . S€é qué significan: ‘ican: Qe capftuto v Cuande una nifia de restre derade legre que recen les labies del pecade, euande dé frutes el almendre estéril esa nifia derrame sus lagrimas, entenees la casa tranquila estaré ya Ganterville la paz regresaré. —Significan —dijo con tristeza— que usted debe llorar conmigo por mis pecados, porque yo no tengo lagrimas, y rezar conmigo por mi alma, porque yo no tengo fe. Luego, como siempre ha sido amorosa y bondadosa y noble, el Angel de la Muerte tendra piedad de mi. Se le apareceran temibles formas en la oscuridad y perversas voces susurrarén en su oido. Pero no le haran dafio, porque los poderes del Infierno no pueden vencer la pureza de una nifia. Virginia permaneci6 callada, mientras el fantasma se restregaba las manos, desesperado, con los ojos bajos y fijos en la dorada cabeza que se inclinaba junto a él. De pronto ella se puso de pie, muy pélida y con un extrafio brillo en los ojos. —No tengo miedo —dijo con firmeza—. Y le pediré al Angel que se apiade de usted. El fantasma se levanté de su asiento con una suave exclamacion de alegria, tomé su mano, se inclino sobre ella Y» con una gracia anticuada, la beso. Sus dedos 59 oOo”. EL FANTASMA DE CANTERVILLE estaban frios como el hielo y sus labios quemaban como el fuego. Pero Virginia no flaqueé y él la condujo a través de la oscura habitacion. Un tapiz verde descolorido mostraba pequefios cazadores que hacian sonar sus cuernos con borlas y agitaban sus manitos diminutas, advirtiéndole que retrocediera. —jRegresa, pequefia Virginia! —gritaban—. jRegresa! El fantasma apreto su mano con mas fuerza y ella cerr6 los ojos para no ver a esos cazadores. Unos animales horribles con colas de lagarto y ojos saltones le hacian gestos desde la repisa tallada de la chimenea y murmuraban: —Cuidado! jPequefia Virginia, ten cuidado que no te veamos nunca mas! jPuede Pero el fantasma apuré su paso sigiloso y Virginia no los escuché. Guendo Negaron al otro extremo de la habitacién, se 6 etuvo y murmuré unas palabras que ella no pudo com : prender. Entonces la joven abrio los ojos y vio ue la par i q pared se desvanecia lentamente, como si fuera una bruma, ya Totes, »parecia una enorme caverna negra. Nvolvid un vie : nto frio y aspero careers algo tiraba de su vestido y aspero, y sintid qui ~iRapido! grits 6 el fa Ran: 4 demasiado tarde! ee eerie °@ EL FANTASMA DE CANTERVILLE Un momento después, el revestimiento de la pared se habia cerrado tras ellos y el Salon de los Tapices estaba desierto. Diez minutos mas tarde, llamaron para el té. Virginia no bajaba, asi que la sefora Otis envio a uno de los sirvientes a buscarla. El hombre regres6 al rato, diciendo que no podia encontrar a la sefiorita Virginia en ningan lugar. Como habitualmente salia cada tarde a cortar flores para la mesa de la cena, al principio la sefiora Otis no se preocupo. Pero cuando dieron las seis y Virginia seguia sin aparecer, se inquietd mucho y mando a los chicos a buscarla, mientras ella y el sefor Otis revisaban cada habitacion de la casa. A las seis y media, los varones regresaron y dijeron que no habian encontrado rastros de su hermana por ningun lado, Estaban todos en el mas completo estado de sin saber qué hacer, cuando de pronto desesperacion, el senor Otis record que, unos dias antes, le habia 0" EL FANTASMA DE CANTERVILLE dado permiso a un grupo de gitanos para acampar en el parque. Sabia que estaban en la hondonada de Blackfell y de inmediato partié hacia alla. Lo acompafiaron su hijo mayor y dos trabajadores de la granja. Aunque el duquecito de Cheshire (que estaba loco de angustia) rogo imperiosamente que lo dejara ir, el sefior Otis no se lo permitié, por temor a que hubiera alguna escaramuza. Sin embargo, al llegar al lugar descubrieron que los gitanos ya se habian marchado. Era evidente que su partida habia sido bastante subita, porque el fuego todavia estaba encendido y quedaban algunos platos sobre el césped. El sefor Otis ordené a Washington y alos dos hombres registrar el sitio, mientras él corria a casa a enviar telegramas a todos los inspectores de policia del condado, pidiéndoles que buscaran a una jovencita que habia sido secuestrada por unos vagabundos o por gitanos. Hecho esto, mando traer su caballo y, luego de insistirles a su esposa ya los tres muchachos que se sentaran a cenar, por el camino de Ascot con un sirvie no habia recorrido ni tres kilémetros partio al galope nte. Pero todavia » Cuando E que alguien galopaba a sus espaldas. Se dio vee? ay vio al duquecito acercandose en su caballo . : » CO cara muy roja y sin sombrero. nla “@ capttuto vr -Lo siento, sefior Otis —jadeo el muchacho-, pero no podré sentarme a cenar mientras Virginia esté perdida. Por favor, no se enoje conmigo. Si nos hubiera permitido comprometernos el afio pasado, nunca habria sucedido todo esto. No me mandara de regreso, gverdad? jNo puedo irme! jNo me iré! El ministro no pudo evitar sonreir ante ese joven e impetuoso bribén, y su devocién por Virginia lo conmovid. Asi que le dio unas ligeras palmadas en los hombros y le dijo: —Bueno, Cecil, si no vas a regresar, supongo que tendras que venir conmigo. Pero deberé conseguirte un sombrero en Ascot. —jAl diablo con mi sombrero! jYo quiero a Virginia! —exclamo el duquecito, riéndose. Galoparon hasta la estacion de tren. El sefior Otis le pregunté al jefe de estacion si habia visto a andén a alguien que respondiera a la descripcion de Virginia, pero no obtuvo ninguna pista. Sin embargo, el hombre envio un telegrama a toda " linea y le asegur6 que se montaria una estricta es ane buscandola. Después de conseguirle ane nero a duquecito, el sefior Otis cabalgé unos se1s ki ome ros hasta Bexley. Segun le habian dicho, esa a oe uno de los sitios preferidos de los gitanos, P ublico. estaba cerca de un enorme parque P o* EL FANTASMA DE CANTERVILLE Al llegar, despertaron al policia rural, Pero él no pudo darles ninguna informacién. Entonces Teco- rrieron a caballo todo el parque, antes de emprender el regreso a casa. Arribaron a Canterville Chase como a las once de la noche, muertos de cansancio y practicamente desconsolados. Washington y los mellizos los estaban esperando en la entrada de la casa con faroles, pues el camino estaba muy oscuro. No habian encontrado el mas minimo rastro de Virginia. Habian inter- ceptado a los gitanos en las praderas de Brockley, pero la joven no estaba con ellos. Explicaron su subita partida diciendo que se habian equivocado con la fecha de la Feria de Chorton, y que salieron a las apuradas por temora llegar tarde. Es mas, los entristecio bastante enterarse de la desaparicién de Virginia, porque le estaban muy agradecidos al sefior Otis por haberlos dejado acampar en su parque, y cuatro del grupo se quedaron para colaborar con la busqueda. El estanque de los peces habia sido dragado y habian registrado minuciosamente todo Canterville Chase, pero sin resultado. Era evidente que, por esa noche al menos, no encontrarian a Virginia El setor Otis y los muchachos volvieron a la casa en un estado de profunda tristeza. “@ ae ee En el hall de entrada, los recibié un grupo de gustados sirvientes. Recostada en el sofa de la a bibl: ataqu ama de llaves le colocaba en la frente patios embebidos encolonia. De inmediato, el sefior Otis le rogé que joteca estaba la pobre sefiora Otis, al borde de un ede locura por el terror y la ansiedad. La vieja comiera algo y orden6é que les sirvieran la cena. Fue una reunion de lo mas triste, porque nadie habl6. Incluso los mellizos estaban asustados y apa- gados, ya que querian mucho a su hermana. Cuando terminaron, el sefior Otis, a pesar de las stiplicas del duquecito, los mandé a todos a la cama, diciéndoles que no habia nada mas que pudiera hacerse esa noche y que por la mafiana telegrafiaria a Scotland Yard, para que enviaran investigadores de inmediato a Canterville Chase. Justo al salir del comedor, el reloj comenzé a dar las doce. Cuando soné la ultima campanada, oyeron un estruendo y un grito agudo. Un espantoso trueno sacudio la casa, una musica sobrenatural floté en el aire, uno de los paneles que revestian la pared en lo alto de la escalera se desmoroné con un estrépito y en el primer escalon, blanca como un papel, sosteniendo en la mano un pequenio cofre, aparecié Virginia. En un instante, todos corrieron hasta ella. La sefiora Otis la estrujo apasionadamente en sus brazos, oO” EL FANTASMA DE CANTERVILLE, el duque la asfixid con violentos besos y los mellizos ejecutaron una salvaje danza guerrera alrededor del grupo. —jPor Dios, hija! ~Donde estuviste? —pregunté el sefior Otis, un poco enojado, pensando que ella les habia hecho una tonta broma-. Cecil y yo cabalgamos por todo el campo buscandote, y tu madre casi se muere del susto. {No debes volver a hacernos este tipo de broma! —jPero al fantasma, si! jPero al fantasma, si! ~—chillaban los mellizos, al mismo tiempo que saltaban alrededor de ellos. —Mi amada nifia, gracias a Dios que apareciste. Nunca debes volver a separarte de mi lado —murmuro la sefiora Otis, mientras besaba a la jovencita temblorosa y le alisaba el enmarafiado cabello dorado. —Papa —dijo Virginia, en voz baja—. Estuve con el fantasma. Esta muerto y tu debes venir a verlo. Fue muy malvado en su vida, pero se arrepintio de verdad por todo lo que hizo. Me dio esta caja llena de joyas hermosas antes de morir. Su familia la miré, muda de asombro, pero ella permaneci6 seria e imperturbable. Dio media vuelta y los condujo, a través de la abertura en el revestimient© de la pared, por un angosto y secreto corredor Washington llevaba una vela encendida que habia e2@ CAPITULO VI tomado de la mesa. Por fin dieron con una enorme puerta de roble, tachonada con clavos oxidados. En cuanto Virginia la tocé, la puerta se balanceo hacia atras sobre sus pesados goznes y se encontraron en una diminuta habitacion, de techo bajo y abovedado, con apenas una pequefia ventanita enrejada. Habia un enorme anillo de hierro incrustado en la pared y, encadenado a él, un esqueleto reseco, tendido a lo largo sobre el piso de piedra. Parecia estar estirandose, con sus largos dedos descarnados, para alcanzar un antiguo plato de madera y un jarro, colocados justo fuera de su alcance. Era evidente que en el pasado el jarro habia estado lleno de agua, ya que por dentro lo cubria una capa de moho verde. Sobre el plato, solo se veia una montafia de polvo. Virginia se arrodillé junto al esqueleto y, juntando sus pequefias manos, comenzé a rezar en silencio, emas contemplaban, todavia sorpren- ble tragedia cuyo secreto ahora se les mientras los d didos, la terri revelaba. ; —jOh! —exclam6 de pronto uno de los mellizos, que habia estado mirando por la ventana, para tratar de descubrir en qué ala de la casa estaba situada e des aquella habitacion—- jEl viejo almendro, que estaba i6! Puedo ver las flores bien claritas a la fl 6! seco, florect luz de la luna. Oo” EL FANTASMA DE CANTERVILLE —Dios lo perdon6 —dijo Virginia, con seriedad, y se puso de pie. Una luz muy bella parecié iluminar su rostro. —jEres un verdadero angel! —exclamo el joven duque, y rodeé su cuello con su brazo y la bes6. e PSS: te oy (et ae "ead ie Capitulé Vil Cuatro dias después de estos curiosos incidentes, un cortejo fanebre partio de Canterville Chase a las once de la noche. Ocho caballos negros conducian la carroza, y cada uno llevaba en la cabeza un penacho de plumas de avestruz. El plomizo atatd iba cubierto por un bello pafio mortuorio purpura, con el escudo de armas de Canterville bordado en dorado. A los costados de la carroza y los carruajes, caminaban los sirvientes con antorchas encendidas. La procesion era digna de admiracion. Presidia el cortejo lord Canterville. Habia llegado especialmente desde Gales para participar del funeral y estaba sentado en el primer carruaje, con Virginia a su lado. Los seguian el ministro de Estados Unidos y su esposa, luego Washington y los tres muchachos, y en el ultimo . A incidian en coche viajaba la senora Umney. Todos coincid (1 ag XN que. dado que el fantasma la habia aterrorizado por mas de cincuenta afios, el ama de llaves se habia ganado el derecho de verlo desaparecer. Una tumba profunda habia sido cavada en un rincon del cementerio y el reverendo Dampier leyo las honras funebres de manera admirable. Al finalizar la ceremonia, los sirvientes, siguiendo una vieja costumbre de la familia Canterville, apagaron sus antorchas. Cuando ya bajaban el ataud dentro de la tumba, Virginia dio un paso adelante y apoyo sobre él una gran cruz hecha con flores de almendro, blancas y rosadas. Mientras lo hacia, el cielo se despejo y la luna inundo con su luz plateada y silenciosa el pequefio camposanto. Un ruisenor comenzo a cantar en un lejano bosquecito. Virginia penso en la descripcion que el fantasma habia hecho del Jardin de la Muerte. Entonces las lagrimas nublaron sus ojos y apenas hablo en el camino de regreso a casa. A la manana siguiente, antes de que lord Canterville se marchara a la ciudad, el sefior Otis se reunié con él para discutir el asunto de las joyas que el fantasma le habia regalado a Virginia. Eran francamente magnificas, en especial cierto collar de rubies con un Seer eee ane oem Joyas era tan incalculable “@ que el senior Otis dudaba si debia permitirle a su hija aceptarlas. —Mi querido lord —dijo—, sé que en este pais las leyes de la sucesién se aplican tanto para las chucherias como para la tierra, y tengo muy claro que estas joyas son, o deberian ser, reliquias de su familia. Por eso, le ruego que se las lleve a Londres y las considere simplemente como una parte de su propiedad que le fue restituida del mas extrafio modo. En cuanto a mi hija, es solo una nifia y me enorgullece decir que todavia muestra muy poco interés en esos accesorios superficiales del lujo. Ademas, me informa la sefiora Otis, quien habla con cierta autoridad sobre arte porque de nifia tuvo el privilegio de pasar unos cuantos inviernos en Boston, que esas gemas tienen un alto valor monetario y, si fueran ofrecidas en venta, alcanzarian un elevado precio. En estas circunstancias, lord Canterville, estoy seguro de que usted entendera lo imposible que seria para mi permitir que esas joyas quedaran en posesion de algin miembro de mi familia. Y de hecho, todos esos vanos adornos y juguetes pueden ser adecuados o necesarios para la aristocracia britanica, pero estarian completamente fuera de lugar entre quienes fuimos criados en los severos y creo que inmortales principios de la sencillez republicana. Tal vez deba mencionar que Virginia Oo": EL FANTASMA DE CANTERVILLE espera que le permita conservar el cofre, como un recuerdo de su desafortunado pero insensato antepasado. Es muy antiguo y esta en bastante mal estado, asi que tal vez usted considere adecuado concederle su deseo. En cuanto a mi, confieso que me sorprende bastante enterarme de que un hijo mio se interesa por el medievalismo en cualquiera de sus formas, y solo puedo explicarmelo porque Virginia nacio en un suburbio londinense, poco después de que mi esposa, la senora Otis, regresara de un viaje a Atenas. Lord Canterville escucho con solemnidad el discurso del digno ministro, tironeando de tanto en tanto de su canoso bigote para ocultar una sonrisa involuntaria. Cuando el senor Otis terminé, le estreché la mano con cordialidad y le dijo: —Mi querido sefior, su joven y adorable hija le presto a sir Simon, mi infeliz antepasado, un servicio invaluable, y mi familia y yo estamos en deuda con ella por su coraje y su valor maravillosos. Las joyas claramente le pertenecen y, jpor Dios!, creo que si yo fuera un ser sin corazon capaz de quitarselas, en quince dias mi viejo y malvado pariente saldria de su tumba para convertir mi vida en un infierno. En cuanto a su condicién de reliquias familiares, déjeme decirle que nada que no se mencione como reliquia 7%@ cnet we enn testamento o documento legal loes, ¥ haeta ahora, se de onoeta li exditencia de esas joyan, Le Aveguro que no leno man derecho a reclimarlia que el que tiene wu mayordomo, Ademan, me atreva it pensar que cuando la senorita Virginia ereszca, le gustara tener objetos bellow para lucin, Por otra parte, senor Otis, usted se olvida de que compra el mobi liavio y el fantasma por el mismo precio, Ani que todo lo que pertenecta al fantasia paso a ser suyo pues, desde el punto de vista legal, él estaba muerto, mas alla de las actividades que sir Simon pudo haber desplegado en los pasillos por la noche, Gon su compra, usted adquirio todo lo que le pertenecia a él, El seftior Otis se afligié bastante con la negativa de lord Canterville y le rogo que reconsiderara su decision, Pero el amable lord se mantuvo firme y finalmente convencio al ministro de que permitiera asu hija conservar el obsequio que el fantasma le habia dado, Y en la primavera de 1890, cuando la joven duquesa de Gheshi e fue preventada en el salon de la reina en ocasion de su boda, sus joyas fueron tema universal de admiracion. Porque Virginia recibié la coronita, que ex la recompensa que las buenas nifias estadounidenses obtienen, y se CASO con su novio de la infaneia, en cuanto él tuve la edad suficiente- oO” Ambos eran tan encantadores y se amaban tanto, que la pareja fascinaba a todo el mundo, excepto a la vieja marquesa de Dumbleton, que habia intentado atrapar al duque para una de sus siete hijas solteras y, con ese proposito, ofrecié no menos de tres cenas costosisimas. Y aunque parezca extrafio, tampoco el seNor Otis estaba contento con el matrimonio, porque el joven duque le caia muy bien pero, en la teoria, objetaba los titulos de nobleza. Para decirlo con sus propias palabras, sentia “temor de que, en medio de la agobiante influencia de una aristocracia amante de los placeres, se olviden los verdaderos principios de la sencillez republicana”. Sin embargo, vencio sus objeciones y creo que, cuando camind con su hija del brazo hacia el altar de la iglesia Saint George en Hanover Square, no podia encontrarse un hombre mis orgulloso a lo largo y a lo ancho de Inglaterra. Luego de su luna de miel, el duque y la duquesa fueron a Canterville Ghase. La tarde siguiente asu legada, caminaron hasta el solitario cementerio junto al bosque de pinos. Al principio hubo mucha controversia sobre la inscripcién que debia llevar la lapida de sir Simon, pero finalmente se habi ia iales del viejo ‘tos en la ventana de la decidido grabar en ella solo las inic¢ caballero y los versos escr 72@ ~~ EL FANTASMA DP GANTERVILLE biblioteca. Virginia Hev6 unas rosas hermosas y las desparram6 sobre la tumba. Los dos se quedaron un buen rato alli y después pasearon hasta las ruinas del altar de la vieja abadia. La duquesa se sento sobre un pilar caido y su esposo se recost6 a sus pies, a fumar y a observar desde abajo sus hermosos ojos. De pronto arrojé su cigarrillo, tomé la mano de Virginia y le dijo: —Una esposa no deberia tener secretos con su marido. —j Querido Cecil, no tengo secretos contigo! —Si, los tienes —le respondié, sonriendo—. Nunca me contaste qué te sucedio cuando te encerraste con el fantasma. —Nunca le conté eso a nadie, Cecil —dijo Virginia, poniéndose seria. —Lo sé, pero puedes contaérmelo a mi. —Por favor, no me preguntes. No puedo decirlo. jPobre sir Simon! Le debo tanto. Si, no te rias, Cecil, realmente le debo mucho. Me hizo descubrir lo que es la Vida y lo que significa la Muerte, y por qué el Amor es mas fuerte que ambas. El duque se levanté y beso a su esposa. —Puedes guardar tu secreto mientras yo tenga tu corazon ~—murmuro,. —Siempre lo has tenido, Cecil, °@ | CAPITULO VII —Pero algun dia se lo contards a nuestros hijos, everdad? Virginia se sonrojé. — es

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