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60 LOS ORIGENES DEL PENSAMIENTO GRIEGO el advenimiento de un espacio social enteramente nuevo. Efec- tivamente, las construcciones urbanas no estan agrupadas como antiguamente en derredor de un palacio real, cercado de fortificaciones. La ciudad esta ahora centrada en el dgo- ra, espacio comiin, sede de la hestia koiné, espacio puiblico en el que se debaten los problemas de interés general. Es la ciudad misma la que se rodea de murallas, para proteger y delimitar en su totalidad el grupo humano que la constituye. Alli donde se alzaba Ja ciudadela real —residencia privada, privilegiada—, edifica ella templos, que abre al culto publi co, Sobre las ruinas del palacio, en esa Acrépolis que consa- grard en adelante a sus dioses, es la comunidad como tal la que se proyecta a s{ misma en el plano de lo sagrado, asi como, en el plano profano, se realiza a s{ misma en la amplitud del dgora, Este cuadro urbano define, de hecho, un espacio men- tal; descubre un nuevo horizonte espiritual. Desde que la ciu- dad se centra en la plaza publica, es ya, en el pleno sentido del témino, una polis. Capéruro 1V EL UNIVERSO ESPIRITUAL DE LA «POLIS» La aparicién de la polis constituye, en la historia del pen- samiento griego, un acontecimiento decisivo. Sin duda, tan- to en el plano intelectual como en el terreno de las institucio- nes, sélo al final llegaré a sus uiltimas consecuencias; la polis conocerd multiples etapas y formas variadas. Sin embargo, desde su advenimiento, que se puede situar entre los siglos vill y VII, marca un comienzo, una verdadera creaci6n; por ella, 1a vida social y las relaciones entre los hombres adquie- ren una forma nueva, cuya originalidad sentirén plenamente los priegos.! El sistema de la polis implica, ante todo, una extraordina- ria preeminencia de la palabra sobre todos los otros instru- ‘mentos del poder. Llega a ser la herramienta politica por ex- celencia, la lave de toda autoridad en ef Hstado, el medio de mando y de dominacién sobre los demas. Este poder de la 1, Cf, ¥, Eumensexo, «When did the Polis rise?», en Journal of Helle- nie studies, 57, 1937, pp. 147-159; «Origins of democracy», en Historia, 1, 1950, pp. 519-548. [> 1105 ORIGENES DEL PENSAMIENTO GRIEGO palabra —del cual los griegos hardn una divinidad: Peitho, la fuerza de persuasién— recuerda la eficacia de las expre- siones y las formulas en ciertos rituales religiosos o el valor atribuido a los «dichos» del rey cuando soberanamente pro- nuncia la themis; sin embargo, en realidad se trata de algo enteramente distinto. La palabra no es ya el término ritual, la formula justa, sino el debate contradictorio, la discusién, la argumentacidn. Supone un puiblico al cual se dirige como a un juez que decide en tiltima instancia, levantando la mano entre las dos decisiones que se le presentan; es esta eleceidn puramente humana lo que mide la fuerza de persuasién res- pectiva de los dos discursos, asegurando a uno de los orado- res la victoria sobre su adversario. Todas las cuestiones de interés general que el soberano te- nia por funcién reglamentar y que definen el campo de la ark- ihé, estan ahora sometidas al arte oratorio y deberdn zanjarse al término de un debate; es preciso, pues, que s¢ Jas pueda formular en discursos, plasmarlas como demostraciones an- ticas y argumentaciones opuestas.(Entre la politica y el /o- gos hay, asf, una realizacién estrecha, una trabazén recipro- ca, El arte politico es, en lo esencial, un ejercicio del lenguaje; y el logos, en su origen, adquiere conciencia de si mismo, de sus reglas, de su eficacia, a través de su funcién politica. His toricamente, son la retdrica y la sofistica las que, mediante el andlisis que llevan a cabo de las formas del discurso como instrumento de victoria en las Iuchas de la asamblea y del tri- ‘bunal, abren el camino a las investigaciones de Aristoteles y definen, al lado de una téenica de la persuasién, las reglas dela demostracién; sientan una ldgiea de lo verdadero, pro- pia del saber tedrico, frente a la légica de lo verosimil o de lo probable, que preside los azarosos debates de la practica. Un segundo rasgo de la polis es el cardcter de plena publi- cidad que se.da a.las manifestaciones mas importantes de la EL UNIVERSO ESPIRITUAL DE LA «POLIS» 6 vida social. Hasta se puede decir que la polis existe dnica- mente en la medida en que se ha separado un dominio pibli- £0, en los dos sentidos, diferentes pero solidarios, del térmi- no: un sector de interés comiin en contraposicién a los asuntos privados; prdcticas abiertas, establecidas a plena luz del dia, en contraposicidn a los procedimientos secretos. Esta exigencia de publicidad lleva a confiscar progresivamenie en bene! cio del grupo y a colocar ante la mirada de todos, el conjun- to delas conductas, de los procedimientos, de los conocimien- 08, que constitufan orjginariamente el privilegio exclusivo del basiléus, 0 de los gene detentadores de la arkhé. Este doble movimiento de democratizacion y de divulgacién tendri de- cisivas consecuencias en el plano intelectual, La cultura grie~ ga se constituye abriendo a un citculo cada vez mayor —y finalmente al demos en su totalidad— el acceso a un mundo espiritual reservado en los comienzos a una aristocracia de cardcter guerrero y sacerdotal (la epopeya homérica es un pri- mer ejemplo de este proceso: una poesia cortesana, que se canta antes que nada en las salas de los palacios, después sale de cllos, se amplia y se transforma en poesia de festival). Pero sta ampliacién implica una transformacién profunda,fAl convertirse en elementos de una cultura comin, los conoci- mientos, los valores, las técnicas mentales, son levadas a la plaza piiblica y sometidios a critica y controversia,JNo se los. conserva ya, como garantias de poder, en el secreto de las tra- diciones familiares; su publicacién dard lugar a exégesis, a in- terpretaciones diversas, a contraposiciones, a debates apasio- nados. En adelante, la discusidn, la argumentacién, la polémica, pasan a ser las reglas del juego intelectual, as{ como del juego politico. La supervisién constante de la comunidad se ejerce sobre las creaciones del espiritu lo mismo que sobre Jas magistraturas del Estado.)La ley de la polis, en contrapo- sicién al poder absoluto del inonarea, exige que las unas y sii 64 LOS ORIGENES DEL PENSAMIENTO GRIEGO Jas otras sean igualmente sometidas a «rendiciones de cuen- tas», éudynai. No se imponen ya por la fuerza de un presti- gio personal o religioso; tienen que demostrar su rectitud me- diante procedimientos de orden dialéctico. La palabra constituia, dentro del cuadro de la ciudad, el instrumento de la vida politica; la escritura suministrard, en el plano propiamente intelectual, el medio de una cultura co- ‘min y permitiré una divulgacién completa de los conocimicn- 08 anteriormente reservados 0 prohibidos. Tomada de los fe- nicios y modificada para una transcripcién Inds precisa de Jos fonemas griegos, la escritura podrd cumplir con esta fun- cién de publicidad porque ha Hegado a ser, casi con el mis- mo derecho que la lengua hablada, el bien comiin de todos los ciudadanos. Las inscripciones més antiguas en alfabeto griego que conocemos muestran que, desde el siglo vill, no se trata ya de un saber especializado, reservado a unos eseri- bas, sino una técnica de amplio uso, libremente difundida en 1 piblico.’\Junto a la recitacién memorizada de textos de Homero o de Hesfodo —que contintia siendo tradicional—, Ja escritura constituird el elemento fundamental de la paideia sriega) Se comprende asi el alcance de una reivindicacién que sur- gi6 desde el nacimiento de la ciudad: la redaccién de las le- yes. Al escribirlas no se hace més que asegurarles permanen- cia y fijeza; se las sustrae a la autoridad privada de los basiléis, cuya funcién era la de «decir» el derecho; se transforman en bien comtin, en regia general, susceptible de ser aplicada por igual a todos. En el mundo de Hesfodo, anterior al régimen 2. Joun Forsovex, Greece before Homer, Ancient chronology and _mythology, Londres, 1956, pp. 18 y 553 cf. también las cbservaciones de Ct. PREAUX, «Du linéaire B créio-mycenien aux ostraca grees d’Egypte», en Chronique d’Egypte, 34, 1959, pp. 79-85. EL UNIVERSO ESPIRITUAL DE LA «POLIS» 65 de la Ciudad, la diké actuaba todavia en dos planos, como dividida entre el cielo y la tierra: para el pequefio cultivador beocio, la diké es, aqui abajo, una decisién de hecho que de- pende del arbitrio de los reyes, «devoradores de dones»; en el cielo es una divinidad soberana pero remota ¢ inaccesible, Por el contrario, en virtud de la publicidad que le confiere laescritura, la dike, sin dejar de aparecer como un valor ideal, podré encarnarse en un plano propiamente humano, realizén- dose en la ley, regia comiin.a todos pero superior a todos, norma racional, sometida a discusién y modificable por de- creto pero que expresa un orden concebido como sagrado. ‘Cuando los individuos, a su vez, deciden hacer piblico su saber mediante la escritura, sea en forma de libro, como los que Anaximandro y Ferécides serian los primeros en haber escrito 0 como el que Herdclito deposité en el templo de Ar- temisa en Efeso, sea en forma de pardpegma, inscripcién mo- numental en piedra, andloga a las que la ciudad hacia grabar en nombre de sus magistrados o de sus sacerdotes (los ciuda- anos particulares inscribjan en ellas observaciones astroné- micas 0 tablas cronol6gicas), su ambicién no es la de dar a conocer a otros un descubrimiento 0 una opinién persona- Jes; quieren, al depositar su mensaje es fo meson, hacer de lel bien comiin de la ciudad, una norma susceptible, como Ia ley, de imponerse a todos.’ Una vez divulgada, su sabidu- ria adquiere una consistencia y una objetividad nuevas: se constituye a s{ misma como verdad. No se trata ya de un se- ccreto religoso, reservado a unos cuantos elegidos, favoreci- dos por una gracia divina. Cierto es que la verdad del sabio, como el secreto religioso, es revelacién de lo esencial, descu- brimiento de una realidad superior que sobrepasa en mucho al comin de los hombres; pero al confiarla a la escritura, se 3. Didcenes Lazecto, I, 43, carta de Tales a Ferévidas. 6 108 ORIGENES DEL PENSAMIENTO GRIEGO Ja arranca del circulo cerrado de las sectas, exponiéndola a plena luz ante las miradas de la ciudad entera; esto significa reconocer que ella es, de derecho, accesible a todos, admitir que se la someta, como en el debate politico, al juicio de to- dos, con la esperanza de que en definitiva sera aceptada y re- conocida por todos. Esta transformacién de un saber secreto de tipo esotérico en un cuerpo de verdades divulgadas puiblicamente, tiene su paralelo en otro sector de la vida social. Los antiguos sacer- docios pertenecian en propiedad a ciertos gené y sefalaban su familiarizacién especial con tna potencia divina; cuando se constituye la polis, ésta los confisca en su provecio y hace de ellas los cultos oficiales de la ciudad. La proteccién que la divinidad reservaba antiguamente a sus favoritos va a ejer- ‘erse, en adelante, en beneficio de la comunidad entera. Pero quien dice culto de ciudad dice culto piblico. Todos los anti ‘guos sacra, signos de investidura, simbolos religiosos, blaso- nes, xdana de madera, celosamente conservados como talis- manes de poder en el secreto de los palacios o en el fondo de las casas sacerdotales, emigrardn hacia el templo, residen- cia abierta, residencia publica. En este espacio impersonal, vuelto hacia afuera, y que proyecta ahora hacia el exterior el decorado de sus frisos esculpidos, los antiguos idolos se transforman a su vez: pierden, junto con su cardeter secreto, ‘su virtud de simbolos eficaces; se convierten en «imagenes», sin otra funcién ritual que la de ser vistos, sin otra realidad religiosa que su apariencia. De la gran estatua cultural aloja- da en el templo para manifestar en él al dios, se podria decir que todo su «esse consiste desde este momento en un «per cipin. Los sacra, cargados antiguamente de una fuerza peli grosa y sustraidos a la mirada del piiblico, se convierten bajo Ta mirada de la ciudad en un espectéculo, en una «ensefianza sobre los dioses», como bajo Ja mirada de la ciudad los rela- EL UNIVERSO ESPIRITUAL DE LA «POLIS» 67 tos secretos, las formulas ocultas, se despojan de su misterio y de su poder religioso, para convertirse en Tas «verdades» que debatirin los Sabios. _Sin embargo, no es sin dificultad ni sin resistencia que la vida social se ha entregado asi a una publicidad completa. El proceso de divulgacién se realiza por etapas; en todos los terrenos encuentra obstaculos que limitan sus progresos. In- cluso en el plano politico, ciertas prdcticas de gobierno se- creto conservan en pleno perfodo clésico una forma de po- der que opera por vias misteriosas y medios sobrenaturales. El régimen de Esparta ofrece los mejores ejemplos de tales procedimientos secretos. Pero la utilizacién, como técnicas de gobierno, de santuarios secretos, de ordculos privados, ex- clusivamente reservados a ciertos magistrados o de coleccio- nes adivinatorias no divulgadas que se apropian ciertos diri- gentes, estd también testimoniada en otras partes. Ademés, muchas ciudades cifran su salvacién en la posesién de reli quias secretas: osamentas de héroes, cuya tumba, ignorada del piiblico, no debe ser conocida, bajo pena de arruinar al Estado, mas que por los Unicos magistrados calificados para recibir, al tomar posesién del cargo, tan peligrosa revelacién. El valor politico atribuido a dichos talismanes secretos no es una simple supervivencia del pasado. Responde a necesida- des sociales definidas. ;La salvacién de la ciudad no pone necesariamente en juego fuerzas que escapan al cdlculo de Jarazén humana, elementos que no es posible apreciar en un debate ni prever al término de una deliberacién? Esa inter- vencién de un poder sobrenatural cuyo papel es finalmente decisivo —Ia providencia de Herddoto, la tykhe de Tuci- dides—, debe tomarse muy en cuenta, reconociendo su parte en la economia de los factores politicos. Ahora bien, el culto piiblico de las divinidades olimpicas no puede responder mas que en parte a esa funci6n. Se refiere a un mundo divino de- 68 LOS ORIGENES DEL PENSAMIENTO GRIEGO. masiado general y también demasiado lejano; define un or- den deo sagrado que se opone precisamente, como Io hierds a lo hosios, al dominio profano en que se sitiia ta adminis- tracién de la ciudad. La laicizacién de todo un plano de la vida potitica tiene como contrapartida una religién oficial que ha establecido sus distancias en relacién con los asuntos hu- manos y que ya no estd tan directamente comprometida en las vicisitudes de la arkhé, Sin embargo, cualesquiera que sean la lucidez de los jefes politicos y la sabiduria de los ciudada- nos, las decisiones de la asamblea se refieren a un futuro que contintia siendo fundamentalmente opaco y que la inteligen- cia no puede captar completamente. Por lo tanto, es esencial poder dominarlo en la medida de lo posible, con otros recur- Sos que pongan en juego no ya medios humsnos, sino la efi- cacia del rito. El «racionalismo» politico que preside las ins- tituciones de la ciudad se opone, sin duda, a los antiguos procedimientos religiosos de gobierno, pero sin excluirlos, no obstante, radicalmente.* Por lo demés, en el terreno de la religién se desarrollan, al margen de la ciudad y paralelamente al culto piiblico, aso- ciaciones basadas en el secreto. Las sectas, cofradias y miste- rios son grupos cerrados, jerarquizados, que implican esca- Jas y grados. Organizados sobre el modelo de las sociedades de iniciacién, su funci6n es la de seleccionar, a través de una serie de pruebas, una minoria de elegidos que gozaran de pri- 4, Pignsese en la importancia de la adivinaefén en la vida politica de los ariegos, Mas generalments, obsérvese que toda magistratura conserva un ca- ricter sagrado, Pero lo mismo ocurre a este respecto en Jo politico y en lo juridico, Los procedimientos religiosos, que en su origen tenfan valor por sf mismos, s= convierten, dentro del cuadro del derecho, en introductores de instancias, Asimismo, rtos como el sactificio y el juramento, alos cuales ‘quedan sometidos los magistrados cuando toman posesién del cargo, cons- tituyen ef esquema formal y no ya el resorte interno de la vida politica, En ‘ste sentido, hay verdadera secularizaci6n, TEL UNIVERSO ESPIRITUAL DE LA «POLIS» 0 vilegios inaccesibles al comin. Pero, contrariamente a las ini ciaciones antiguas a que se sometia a los jovenes guerreros, alos kouroi, y que les conferian una habilitacién para el po- der, las nuevas agrupaciones secretas estaran en adelante con- finadas a un terreno puramente religioso. Dentro del cuadro de Ja ciudad, la iniciacién no puede aportar mis que una transformacién «espiritual», sin incidencia en lo politico. Los elegidos, los epoptés, son puros, santos; emparentados con lo divino, estén ciertamente consagrados a un destino excep- cional, pero que ellos conocerdn en el mds alld. La promo- cidn de que han sido objeto pertenece a otro mundo. A todos cuantos deseen conocer Ia iniciacién, el misterio les ofrece, sin restriccién de nacimiento ni de categoria, la pro- mesa de una inmortalidad bienaventurada que en su origen era privilegio exclusivamente real; divulga, en el circulo mas amplio de los iniciados, los secretos religiosos que antigua- mente pertenecian como propiedad a familias sacerdotales, como los Kérykes 0 los Eumdipides. Pero, a pesar de esta de- mocratizacién de un privilegio religioso, el misterio en nin- gin momento se coloca en una perspectiva de publicidad. Por el contrario, lo que lo define como misterio es la pretensién de alcanzar una verdad inasequible por las vias normales y que no podria en modo alguno ser «expuesta», obtener una Tevelacién tan excepcional que abre el acceso a una vida reli- giosa desconocida en el culto del Estado y que reserva a los iniciados una suerte sin paralelo posible con la condicién or- dinaria del ciudadano. El secreto adquiere de este modo, en contraste con la publicidad del culto oficial, una significa- cién religiosa particular: define una religién de salvacion per- sonal que aspira a transformar al individuo con independen- cia del orden social, a realizar en él una especie de nuevo nacimiento que lo arranque del nivel comtin y lo haga llegar a un plano de vida diferente, 70 LOS ORIGENES DEL PENSAMIENTO GRIEGO Pero en este terreno, las investigaciones de los primeros Sa~ bios iban a continuar las preocupaciones de las sectas hasta el punto de confundirse a veces con ellas. Las ensenanzas de a Sabiduria, como las revelaciones de los misterios, preten- den transformar el hombre desde dentro, elevarlo a una con- dicién superior, hacer de é1 un ser tinico, casi un dios, un theios anér. Si la ciudad se dirige al Sabio cuando se siente presa del desorden y la impureza, si le pide la solucién para sus males, es precisamente porque él se le presenta como un ser aparte, excepcional como un hombre divino a quien todo su género de vida afsla y sittta al margen de Ja comunidad. Reciprocamente, cuando el Sabio se dirige a la ciudad, de pa- labra o por escrito, es siempre para transmitirle una verdad que viene de Io alto y que, aun divulgada, no deja de perte- necer a otro mundo, ajeno a la vida ordinaria, La primera sabidurfa se constituye asi en una suerte de contradiecién, en Ja cual se expresa su naturaleza paradéjica: entrega al piibli- co un saber que ella proclama al mismo tiempo inaccesible ala mayoria. :No tiene por objeto revelar lo invisible, hacer ver ese mundo de los ddela que se oculta tras las apariencias? La sabiduria revela una verdad tan prestigiosa que debe pa- garse al precio de duros esfuerzos y que contintia estando, como la visién de los epoprés, oculta a las miradas del vulgo; aunque expresa el secreto y Jo formula con palabras, el co- miin de las gentes no puede captar su sentido. Lleva el miste- rio a la plaza ptiblica; Jo hace objeto de un examen, de un estudio, pero sin que deje de ser, sin embargo, un misterio. Los ritos de iniciacién tradicionales que protegian el acceso a tevelaciones prohibidas, la sophia y la philosophia, los reem- plazan por otras pruebas: una regia de vida un camino de as- cesis, una senda de investigacién que, junto a las técnicas de discusién y argumentacién o de nuevos instrumentos menta- Jes como las matematicas, siguen manteniendo las antiguas EL UNIVERSO ESPIRITUAL DE LA «POLIS» a Practicas adivinatorias, los ejercicios es, ituales de concen- tracion, de éxtasis, de separacién del alma y del cuerpo. La filosofia se ‘encuentra, al nacer, en una posicién ambi- gua: por su marcha y por su inspiracién esté emparentada a la vez con las iniciaciones de los misterios y las controver. sias del dgora; flota entre el espiritu de secreto, propio de las Sectas y la publicidad del debate contradictorio que caracte- riza a la actividad politica, Segun los medios, los momentos, las tendencias, se la ve, como a la secta pitagorica en la Map, na Grecia en el siglo Vi, organizarse en cofradia cerrada yre- husarse a entregar a la escritura una doctrina puramente eso- teriea. Asi podrd, como lo hard el movi iento de los sofistas, integrarse plenamente en la vida piiblica, presentarse come una preparacién para él ejercicio del poder en la ciudad y ofre- cetselibremente a cada ciudadano por medio de lecciones pa, sadas en dinero, Acaso la filosofia griega no pudo despren. derse nunca del todo de esta ambigtiedad que marca su origen, El fildsofo oscilaré jiempre entre dos actitudes, titubeard en- tre dos tentaciones contrarias. Unas veces afirmara que es el Unico calificado para dirigir el Estado y, tomando orgullosa- mente el puesto del rey divino, pretendera, en nombre de ese «saber» que lo eleva por encima de los hombres, reformar toda Ia vida social y ordenar soberanamente la ciudad. Otras ‘veces se retirard del mundo para replegarse en una sabiduria Puramente privada; agrupando en derredor de sia unos cuan- tos discipulos, querré instaurar con ellos, en la ciudad, otra ciudad al margen de la primera y, renunciando a la vida pi blica, buscard su salvacién en el conocimiento y en la con. templacidn, Allos dos aspectos que acabamos de sefialar —prestigio de 1a palabra, desarrollo de las practicas piblicas— se agrega otro rasgo para caracterizar el universo espiritual de la polis, oP LOS ORIGENES DEL PENSAMIENTO GRIEGO Los que componen la ciudad, por diferentes que sean en ra- 26n de su origen, de su categoria, de su funcién, aparecen en cierto modo «similares» los unos a los otros. Esta simili- tud funda la unidad de la polis, ya que para los griegos s6lo Jos semejantes pueden encontrarse mutuamente unidos por Ja Philla, asociados en una misma comunidad. El vinculo del hombre con el hombre adoptard asi, dentro del esquema de Ja ciudad, la forma de una relacién reciproca, reversible, que reemplazaré a las relaciones jerarquicas de sumisin y domi- nacién. ‘Todos cuantos participen en el Estado seriin defini- dos como Hémoioi, semejantes, y, més adelante en forma mas abstracta, como /soi, iguales. A pesar de todo cuanto los con- trapone en lo concreto de la vida social, se concibe a los ciu- dadanos, en el plano politico, como unidades intercambia- bles dentro de un sistema cuyo equilibrio es la ley y cuya norma es la igualdad. Esta imagen del mundo humano en- contrard en el siglo VI su expresidn rigurosa en un concepto, el de isonomia: igual participacidn de todos los ciudadanos enel ejercicio del poder. Pero antes de adquirir ese valor ple- namente democratic y de inspirar en el plano institucional reformas como las de Clistenes, el ideal de isonomfa pudo traducir 0 prolongar aspiraciones comunitarias que remon- tan mucho més alto, hasta los origenes mismos de la polis. Varios testimonioy muestran que los términos de isonomia y de isocratéa han servido para definir, dentro de los circulos aristocréticos, en contraposicién al poder absoluto de uno solo (la monarkhia o Ja tyrannés), un régimen oligérquico en que Ia arkhé se reservaba para un pequefio mimero con exclusion de Ja masa, pero era igualmente compartida por todos los miembros de ese sclecta minoria.‘ Si la exigencia de isono- 5. Cf. V. Ennennen (Origins of democracy, 1. c), quien recuerda que 41 poema de Armodio y Aristogitn glorifica a estos eupétridas por haber hecho a Tos atenienses tsonomous; cf. también TuctomDes, I, 62, EL UNIVERSO ESPIRITUAL DE LA «POLIS» 2B méa pudo adquirir a fines del siglo vi una fuerza tan gran- de, si pudo justificar la reivindicacién popular de un libre ac- ceso del démos a todas las magistraturas, fue sin duda por que hundia sus raices en una tradicién igualitaria antiquisima, Porque responadia, incluso, a ciertas actitudes psicolégicas de Ja aristocracia de los hippéis. En efecto, fue aquella nobleza militar la que establecié por primera vez, entre la calificacién guerrera y el derecho a participar en los asuntos publicos, una equivalencia que no se discutira ya. En la polis el estado de soldado coincide con el de ciudadano: quien tiene su puesto en la formacién militar de la ciudad, lo tiene asimismo en” su organizacién politica. Ahora bien, desde mediados del si- glo Vil las modificaciones del armamento y una revolucion de la técnica del combate transforman el personaje del gue- ero, cambian su puesto en el orden social y su esquema psi- colégico.® La aparicién del hoplita, pesadamente armado, que com- batiendo en fila, en formacién cerrada, siguiendo el princi- pio dela falange, asesta un golpe decisivo a las prerrogativas militares de los hippéis. Todos cuantos pueden costearse su equipo de hoplitas es decir, los pequefios propietarios li- bres que forman el demos, como son de Atenas los Zeugites—, estn situados en el mismo plano que los poseedores de ca- ballos. Sin embargo, la democratizacién de la funcién mi tar —antiguo privilegio aristocrético— implica una renova- cién completa de la ética del guerrero. El héroe homérico, el buen conductor de carros, podia sobrevivir aun en la perso- na del hippéus; ya no tiene mucho de comin con el hoplita, 6. Cf. A ANDREWS, The greek tyrants, Londres, 1956, c 3: «The military factor»; F. E, ADcock, The Greek and macedonian art of war, Berkeley y Los Angeles, 1957: sobre a fecha de aparicién del hoplita, cf. P. Cournis, «Une tombe stométrique d’Argos», en Bulletin de correspondance hellénk- ‘que, 81, 1957, pp. 322-384, 74 LOS ORIGENES DEL PENSAMIENTO GRIEGO este soldado-ciudadano, Lo que contaba para el primero cra Ja proeza individual, la hazafia realizada en combate singu- lar. En la batalla, mosaico de duelos individuales en que se entrentaban los prémakhoi, el valor militar se afirmaba en forma de una aristeia, de una superioridad enteramente per- sonal, La audacia que permitia al guerrero realizar aquellas acciones brillantes, la encontraba en una suerte de exaltacién, de furor bélico, la Iyssa, a que lo arrojaba, poniéndolo fue- ra de si, el menos, el ardor inspirado por un dios. Pero el ho- plita no conoce ya el combate singular; tiene que rechazar, si se le ofrece, la tentacion de una proeza puramente indivi~ dual, Fs el hombre de Ia batalla codo a codo, de la lucha hom- bro a hombro. Se lo ha adiestrado para guardar la fila, para marchar en orden, para lanzarse a un mismo paso con los demés contra el enemigo, para cuidar, en lo mas enconado del combate, de no abandonar su puesto. La virtud guerrera. no es ya fruto dela orden del thymds; es resultado de la soph- rosyne: un dominio completo de si, una constante vigilancia para someterse a una disciplina comin, la sangre fria nece- saria para refrenar los impulsos instintivos que amenazan con perturbar el orden general de la formacién, La falange hace del hoplita, como 1a ciudad del ciudadano, una unidad inter- cambiable, un elemento similar a todos los otros y cuya aris- teia, cuyo valor individual, no debe manifestarse ya nunca sino dentro del orden impuesto por la maniobra de conjun- to, la cohesion de grupo, el efecto de masa, nuevos instru- mentos de la victoria, Hasta en la guerra, la Eris, el deseo de triunfar sobre el adversario, de afirmar la superioridad so- bre los demas, tiene que someterse a la Phila, al espiritu de comunidad; el poder de los individuos tiene que doblegarse ante la ley del grupo. Herédoto, al mencionar, después de cada relato de batalla, los nombres de las ciudades y los indivi- duos que se mostraron mds valientes en Platea, da la palma, [EL UNIVERSO ESPIRITUAL DE LA «POLIS» 1S ‘entre los espartanes, a Arisiédamo: el hombre que formaba parte de los trescientos Jacedemonios que habian defendido las Termépilas; sélo él habfa regresado sano y salvo; ansioso de lavar el oprobio que los espartanos atribuian a aquella su- pervivencia, buscd y encontré la muerte en Plate, realizan- do admirables hazafias. Pero no fue éla quien los espartanos otorgaron, con el premio al valor, los honores finebres tri- Dutados a los mejores; le negaron la aristeia porque, comba- tiendo furiosamente, como un enajenado por la /yssa, habia abandonado su puesto. Este relato ilustra en forma sorprendente una actitud psi- colégica que no se manifiesta sélo en el dominio de la gue- 1a, sino que, en todos los planos de la vida social, acusa un viraje decisivo en Ia historia de la polis. Llega un momento en que la ciudad rechaza las conductas tradicionales de la aris- tocracia tendentes a exaltar el prestigio, a reforzar el poder de los individuos y de los gene, a elevarlos por encima del comin, Al igual que el furor guerrero y la busqueda en el combate de una gloria puramente privada, se condenan tam- bién como desorbitancias, como Aybris, de la riqueza, el lujo en el vestir, la suntuosidad en los funerals, las manifestacio- nes excesivas de dolor en caso de duelo y el comportamiento muy Ilamativo de las mujeres, 0 el demasiado seguro de si, demasiado audaz, de la juventud noble. ‘Todas estas practicas son en adelante rechazadas porque acusan las desigualdades sociales y el sentimiento de distan- cia entre los individuos, provocan la envidia, crean disonan- clas en el grupo, ponen en peligro su equilibrio, su unidad, y dividen la ciudad contia si misma, Lo que ahora se enco- mia es un ideal austero de reserva y contencién, un estilo de vida severo, casi ascético, que esfuma entre los ciudadanos 7. Fuxoporo, 1X, 71 16 1108 ORIGENES DEL PENSAMIENTO GRIEGO las diferencias de costumbres y condicién a fin de aproximar- Jos los unos a los otros y unirlos como a miembros de una sola familia. En Esparta fue el factor militar el que parece haber repre- sentado, en el advenimiento de la nueva mentalidad, el papel decisivo. La Esparta del siglo Vii no es todavia aquel Estado ‘cuya originalidad provocard entre los demas griegos un asom- bro con mezcla de admiracién. Est por ahora incorporada al movimiento general de la civilizacién que Heva a las aris- tocracias de las distintas ciudades al lujo, haciéndoles desear una vida mas refinada y buscar las empresas lucrativas. La ruptura se produce sobre s{ misma, se cuaja en instituciones que la consagran, enteramente a la guerra, No solo repudia Ja ostentacién de la riqueza, sino que se cierra a todo lo que ¢s intercambio con el extranjero, comercio, artesania; prohi- be el uso de los metales preciosos; después, hasta el de las ‘monedas de oro y plata; queda al margen de las grandes co- rrientes intelectuales; desdefta las letras y las artes, en las que antes se habia distinguido. La filosoffa, el pensamiento grie- 20 parece, pues, no deberle nada. Pero sélo se puede decir eso: «parece». Las transforma nes sociales y politicas que determinan en Esparta las nuevas ‘téonicas de guerra y que culminan en una ciudad de hoplitas, traducen, en el plano de las instituciones, aquella misma exi- gencia de un mundo humano equilibrado, ordenado por la ley, que los Sabios, hacia la misma época, formularén en el plano propiamente conceptual cuando las ciudades, a falta de una solucién de tipo espartano, pasen por sediciones y con- flictos internos. Se ha insistido, con razén, en el arcaismo de Jas instituciones a las cuales Esparta permanecié obstinada- mente aferrada: clases de edades, iniciaciones guerreras, Kryptia, Pero hay que destacar también otros rasgos por los cuales se adelanté a su época: el espiritu igualitario de una EL UNIVERSO ESPIRITUAL DE LA «POLIS» 7 reforma que suprimia la antigua oposiciGn entre el lads y el démos para constituir un cuerpo de soldados-ciudadanos, de- finidos como hdmoioi, todos los cuales disponfan en princi- io de un lote de tierra, de un kleros, exactamente igual all de los demés, A esta primera forma de isomoiria (tal vez hubo entonces un nuevo reparto de tierras) hay que agregar el as- ecto comunitario de una vida social que imponia a todos un mismo régimen de austeridad, que codificaba, por aver. sién al lujo, hasta la manera de como debian construirse las casas particulares y que instituia 1a practica de las syssitiai © comidas en comiin, a las que cada cual aportaba todos los meses su escote reglamentario de cebada, vino, queso ¢ hi- 80s. Hay que hacer notar, finalmente, que el régimen de Es. Parta, con su doble monarquia, la apella, los éphoroiy la ge- rousia, logra un «equilibrio» entre elementos sociales que fepresentan funciones, virtudes o valores opuestos. En ese quilibrio reefproco se funda 1a unidad del Estado, ya que cada elemento esta contenido por los otros dentro de limites que no debe trasponer. Plutarco asigna asi a la gerousfa una funcién de contrapeso, que conserva, entre la apel/a popular ¥ la autoridad real, un constante equilibrio, colocandose, se- gtin os casos, de parte de los reyes para oponerse a la demo- cracia o de parte del pueblo para dificultar el poder de uno solo.’ Asimismo, la institucién de los éphoroi representa en el cuerpo social un elemento Suerrero, «junior» y popular, en contraposicién a la gerousia aristocritica, caracterizada, cual conviene a los «senioresy, por una ponderacién y una sabiduria que deben compensar la audacia y la pujanza gue- treras de los kouroi. Enel Estado espartano la sociedad ya no forma, como en 4os reinos micénicos, una pirémide cuya cispide ocupa el rey. 8. PurtaRco, Vida de Licurgo, V, 11, y ARISTOTELES, Politica, 1265 6 35, 8 1105 ORIGENES DEL PENSAMIENTO GRIEGO ‘Todos cuantos, habiendo recibido el adiestramiento militar con la serie de las pruebas y las iniciaciones que implica, po- seen un kleros y participan en las syssiffai, se encuentran ele- vados al mismo plano. Es ése el plano que define a la ciu- dad. El orden social no aparece ya, pues, bajo Ia dependencia del soberano; no esté vinculado al poder crea- dor de un personaje excepcional, a su actividad de ordena- dor, Es, por el contrario, el orden que reglamenta el poder de todos los individuos, el que impone un limite a su volun- tad de expansi6n, Fl orden es anterior con relaci6n al poder. La arkhé pertenecé, en realidad, exclusivamente a la ley. Todo. individuo o toda faccién que pretenda asegurarse el mono- polio de la arkhé, amenaza, atentando contra el equilibrio de los demas poderes, la homénoia del cuerpo social y pone en peligro, con ello, la existencia misma de la ciudad. Pero si la nueva Esparta reconoce asi la supremacia de la ley y del orden, es por haberse orientado hacia la guerra; la, reforma del Estado obedece, antes de nada, a preocupacio- nes militares. Es para la prdctica de los combates, mas que para las controversias del dgora, para lo que se ejercitan los Kémoioi. Tampoco la palabra podré Iegar a ser en Esparta la herramienta politica que serd en otras partes ni adoptaré, forma de discusién, de argumentaci6n, de refutacién. En lu- gar de la Peithd, fuerza de persuasidn, los lacedemonios ce- lebrarin, como instrumento de la ley, el poder del Phobos, ese temor que doblega a todos los ciudadanos a la obedien- cia, Se jactarin de no gustar en los discursos més que de la brevedad y de preferir a las sutilezas de los debates contra- 9, Desde luego, la ciudad comprende, al lado de los ciudadanos yen con- traste com ellos, a todos aquellos que, en prados diferente, estan privados de los valores correspondientesa la plena ciudadanis: en Esparta, los hypo- ‘meiones, los periecos, los ilotas y los eselavos. La igualdad se destaca sobre tun fondo de desigualdad. EL UNIVERSO ESPIRITUAL DE LA «POLIS» 9 dictorios las fSrmulas sentenciosas y definitivas. La palabra contimtia siendo para ellos aquellas rhetrai, aquellas leyes casi oraculares, a las que se someten sin discusién y que se niegan a entregar, escribiéndolas, a una publicacién plena. Por mu- cho que haya podido avanzar, Esparta dejard para otros el honor de expresar plenamente la nueva concepcién del or- den cuando, bajo el reinado de la ley, la ciudad Hega a ser un cosmos equilibrado y arménico. No seran los lacedemo- nios quicnes consigan extraer y desarrollar en todas sus con- secuencias las nociones morales y politicas que ellos habran, entre los primeros, encarnado en sus instituciones. Capituto V LA CRISIS DE LA CIUDAD LOS PRIMEROS SABIOS En un didlogo hoy perdido, Sobre la filosofia, Aristételes evocaba los grandes cataclismos que periédicamente destru- yen a la humanidad; describia las etapas que tienen que re- correr cada vez los escasos sobrevivientes y sus descendientes para rehacer la civilizacién: asi, los que escaparon al diluvio de Deucalién tuvieron ante todo que volver a descubrir los medios elementales de subsistencia y volver a encontrar des- pués las artes que embellecen la vida; en una tercera etapa, proseguia Aristételes, «pusieron sus miras en la organizacion de la polis ¢ inventaron las leyes y todos los demas vinculos ‘que ensamblan entre si las partes de una ciudad; y aquel in- vento lo denominaron Sabiduria; fue de esta sabiduria (ante- rior a la ciencia fisica, la physké, theor(a, y a la Sabiduria suprema, que tiene por objeto las realidades divinas) de las ue estuvieron dotados los Siete Sabios, que precisamente es- tablecieron las virtudes propias del ciudadano.! 1, Sobre el Peri philosophias de ARISTOTELES, cf. A. ~J. FESTUGIERE, La révelation d’Hermes Trismégiste, U1, Le dieu cosmique, Paris, 1949, yp: 219 Ss. y App. 1 3, MEKICO_S/ Le FILOSOFIA y LETRAS

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