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LA HERENCIA COLONIAL a conquista de América se levé a cabo en el momento que Europa pugnaba por resolver la crisis del sistema feudal a ‘través de su expansi6n territorial. La conguista permitié su- perar dicha crisis, constituyéndose"una economia mundial de or- den niercantil y, con ella, una divisi6n internacional del trabajo, con Europa como ¢je del nuevo sistema y América una de las pe- riferias coloniales. En estas condiciones, el papel que le tocé desempenar a los dominios espatioles fue el de aportar recursos metélicos conducentes a la acumulacion originaria de los paises centrales, mediante el establecimiento legal de relaciones sociales precapitalista en las nuevas reas coloniales (Wa- 174). De alli que Braudel (1961) advierte que “el oro y la plata del Nuevo Mundo permitieron a Europa vivir por encima de sus posibilidades e invertir mucho mas de lo que ahorraba’. En efecto, la conquista de América procuré insospechadas po- sibilidades para la expansién de la produccién ¢ intercambio de mercancias, asi como del poder central en los centros del sistema de dominacién. La importancia del oro y de la plata se fundaba en que éstos permitian la realizacién de grandes y rapidas operacio- nes comerciales a un reducido tipo de interés, con la consiguiente apropiacién de enormeés excedentes. Es asi como América cum- plié, como lo sefiala Lessa (1969), la funcién de un banco emisor que suministraba una oferta elastica de dinero a los sectores me- tropolitanos. Las teorias econdmicas de la época recogieron estas realidades, identificando la riqueza de un pais 0 de un monarca 140 Con ‘Tal era la importancia que tenfa para Espafia, y en general pa- ‘a el conjunto europeo, el oro y la plata americanos, que la ex- plotacién minera fue el eje de la produccién colonial, a la que se articularon la agricultura, las artesanias y el comercio. Por eso mismo dicha actividad llegé a ser la principal preocupacién de los conquistadors, que haria decir a Lopez de Gomara, que Cortés “pensaba llegar a cargar oro [...] tuvo en poco aquello, diciendo que mas queria ir a coger oro [...]" Asi digo destos indios que uno de los medios de su predestinacion y salvacién fueron estas minas, tesoros y riquezas, por que vemos ramente que donde las hay va el Evarigelio volando y en compe: tencia, y adonde no las hay, sino pobres, es medio de reprobacién. porque Jamas lega alli el Bvangelio, como por gran experiencia se ve, que a tierras donde no hay este dote de oro y plata, ni hay sol- dado ni capitan que quiera ir, ni aun ministro de! Evangelio [...] di- go que es tan necesario moralmente hablando haber minas en estos Reinos, que si no las hubiese, ni habria Rey ni Dios (Anéni- mo de Yucay. 1571). Por el papel que le tocé jugar en la divisién internacional del trabajo, el Perui como parte de la periferia americana del sistema capitalista en formacién, no estuvo en condiciones de experimen- tar las transformaciones que ocurrian en los paises centrales, en términos de acumulacién original y de liberacién de la mano de obra de las ataduras legales precapitalistas establecidas por el po- der central. Por el contrario, el establecimiento legal de dichas relaciones sociales, destinadas a favorecer la apropiacién mercan- til de las zonas centrales del sistema global, sell6 la suerte y el destino histérico de la so peruana, La explotacién de la mano de obra nativa se organiz6 en el vi- rreinato peruano, primero, a través de la concentracién de esa po blacién en las reducciones que mandé realizar el Virrey Toledo, pocos afos después de haberse consumado la conquista. Estas reducciones se caracterizaron por el asentamiento en pueblos de los dispersos ayllus indigenas y tenian el propésito de organizar a la poblacién sojuzgada para facilitar el cobro de tributos y disponer de mano de obra para los requerimientos de la poblacién do- minante. Asimismo, la reduccién buscaba aislar a los indigenas a a a La HeReNCiA coLoMAL — 53 suponia, también, la concesién de tierras comunales a los pueblos, asi organizados a fin de asegurar su existencia El tributo que los indigenas debian ofrecer a la metropoll, en razon de su vasallaje, constituyé un mecanismo clave de la orga- nizacién colonial. Este tributo, que seguia en importancia a los ingresos que la Corona percibia de la explotacion minera, debia pagarse en metalico, o en articulos que las autoridades conside- raran equivalentes. De esta suerte, los indios se encontraban obli gados a ingresar en la economia mercantil vendiendo sus produc- tos al precio establecido por los cabildos, a entregar parte de sus cosechas y artesanias a los funcionarios, a los precios que éstos sefialaran y a trabajar por un salario establecido por las auto- ridades. Por otro lado, la poblacién dominada debia adquirir, a los precios fijados, herramientas, alimentos y animales de traccién. Mientras los productos que “vendia” el indigena se subvaloraban en relacion al costo del “mercado”, los que “compraba” estaban sobrevalorados. Es decir, el grupo dominante se constituia en un monopolio y en un monopsonio respecto a la sociedad dominada, adquiriendo una inusitada capacidad para maximizar sus bene- ficios en cualquiera de las fases de los procesos de produccién y circulacién. Esta situacién provocaba un creciente endeudamien- to de la poblacién colonizada, que pasaba a tener un marcado ca- racter de mano de obra aprisionada, haciendo realidad la afir macion que “sin deudas no hay trabajador”. Los conquistadores recibieron del Rey diferentes tipos de pre- bendas, fundamento del Estado patrimonial, con las que se be- neficiaron del trabajo indigena, e hicieron viable el desarrollo mercantil a partir de su explotacién. Una de las mas importantes egalias fue la encomienda indiana, es decir la entrega a los con- quistadores de un determinado numero de tributarios quienes se encontraban ast obligados a prestarles servicios personales por el equivalente de lo que debian tributar a la Corona. De esta manera, el encomendero se encontraba en potestad legal para apropiarse de una renta a través del trabajo de los indigenas en la mineria, agricultura, artesanias, a cambio de lo cual debia cuidar su evan- gelizacion, lo que en términos concretos significaba preservar el estado de sumisién de la poblacion conquistada. Los sucesivos conflictos que acarre6, entre los conquistadores err ee 54 Juuo Cons sustitucién de la encomfenda por el pago del tributo al enco- mendero. Pero eliminé que la encomienda se constituyera en uno de los nticleos del reclutamiento de la mano de obra servi. {... no podian e la industria era hombres ricos sin encomiendas, debido a que \da a cabo por el trabajo indigena y n dedicarse al comercio | los que tenian indigenas po« 1963: 53), fructo a dos gener . hasta que en el s 1iné definitivamente median- do como recompensa una suma fija otorgada por el Rey. Fueron estas d que buscaban preservar los intereses reales sobre los r a las rebeliones y gue- ion de la mano de obra ico ordené a las justicias reales mita, que los indigenas de- bian cumplir en las mas variadas actividades. De acuerdo con las ordenanzas del Virrey Toledo, supremo organizador del dominio colonial, la sétima parte de los indios adultos t de trabajar durante diez meses jerno colonial. A fin de reducir las protestas que stablecimiento de este tipo de trabajo forzado, la Co ‘onquistadores debfan pagar a los indigenas (1957) estima que los indigenas de Chucuito tardaban dos meses para llegar a Potosi y que ese viaje suponia la movilizacion de 7000 hombres, mujeres y nifios con mas de 40000 lamas car- gando los alimentos necesarios para el camino y tiempo que du- ee LA HERENCIA COLOMAL 55 Cabe asi afirmar que las condiciones de Ia explotaci6n revis tieron caracteristicas de genocidio, o mejor atin, de etnocidio. Du rante los siglos XVI y XVII la poblacién nativa decrecié notal S obligaciones de los Indigenas fueran cada W gando a afectar practicamente a toda la pt guiente desarraigo de sus lugares de residencia y el resquebraja- miento de los lazos de parentesco ¢ identidad étnica, y con el de las relaciones de intercambio y reciprocidad, bases de la arti- culaci6n de la sociedad indigena. En estas circunstancias, con el objeto de mantener I demogréfica, sin la cual no hubiera funcionado el dominio colon la Corona establecio el corregimiento de indios. Sin embargo, los corregidores reemplazaron a los encomenderos funcién de movilizar a la mano de obra indigena, en su provecho personal, con la connivencia de encomenderos. curas doctrineros y curacas Los corregidores de indios adquirieron paulatinamente am- 's poderes: se encargaban de la seguridad interna de las reduc- ciones, es decir, de descubrir y aplastar las revueltas indigenas; administraban justicia, recolectaban los tributos y velaban por el cumplimiento de la mita. La amplitud de sus poderes derivé rapi- damente en lo que la Corona habia procurado evitar. Pronto esos funcionarios se convirtieron en el simbolo de la explotacién, al ‘tos 0 escasamente pagados, a la vez que se 3s indios a precios inflados | mitad del precio del mercado, para luego reven- [el Rowe, 1957: 163). Ja actuacion de sus funcionarios, las crecientes exigencias de los mercaderes y de las Cajas Reales, determinaron que la Corona re- conociera la autonomia de los corregidores al establecer legal- mente el sistema de repartimniento de mercancias. Estos 56 Juuo Corte gidores y que obligaba a los indios a comprar mercancias a los precios que ellos establecian. Es asi como a partir de 1670 la Corona puso en venta dichos cargos “ptiblicos” a fin de participar de los que obtenian los corregidores. ito y repartimiento constituyeron pues el canal ferta forzada de servicios a bajo costo para los espanioles, y de una demanda —igualmente forzada— de mercan- cias de alto valor relativo para los indigenas, que de esta suerte aparecian incorporados a la economia mercantil: Para evitar que, por ausencia de una espontanea corriente d tercambios, faltase a enteras zonas rurales lo mas necesario, se decide inducir esta corriente por acto de imperio: los corregidores, funcionarios ubicados por la Corona al frente de enteros distritos, ofreceran sus productos al trueque de las poblaciones indigenas sometidas a su mando (Halperin, 1970: 17). [..] el repartimiento constituyé evidentemente un modo de au- mentar el. consumo. Forz6 la demanda en una comunidad cuyas pautas de vida y cuyas costumbres tenian escasa relacién con la estructura del mercado espafiol. Por ello, el sistema de reparti- miento era apoyado no sélo por los corregidores sino también por algunos grupos de mercaderes. El temor que disminuyese el nivel de la actividad econémica fue un factor frecuentemente debs cuando se traté el tema de la abolicién del repartimiento (Comblit, 1976: 162-163} En resumen, a las obligaciones del indio de tributar a la Coro- nao mendero, de pagar diezmos a la Iglesia por los pro- ductos agropecuarios de origen europeo, de cumplir con la mita, se agregaba el repartimiento para forzar a esta poblacién a ofre- cer su trabajo y el producto del mismo a un “precio” por debajo del “mereado libre”. Estos modos de participacion de la poblacién indigena en la de las haciendas y plantaciones basadas en el trabajo esclavo. La Corona incorporé a su patrimonto las tlerras del Inca que, en un primer momento, las audiencias y los cabildos distribuyeron entre quistadores con sus correspondientes mitayos. Ademds, los La ueeNcia coLomaL 57 diciones de transgredir 1a ley y obtener tierras de las comunida- des, englobando a sus pobladores como trabajadores enfeudados El abuso de la mita y a creciente mortal una fuerte acumulacién de tierras ociosas y realengas en las ori- ginalmente entregadas a las comunidades. A este fenémeno se asociaba el hecho de un creciente numero de indigenas que al huir de las reducciones se convertian en forasteros, condicién que les permitia evadir el tributo y la mita, en razén de no contar con tierras para su sustento. Esta situacién originé la “composicién de tierras”, de la que abusaron los espafioles. Asi, encomenderos, corregidores, curas doctrineros, se transformaron en hacendados, pese a las expresas disposiciones reales. indigena produjo Pero la posesin de tierras 0 minas sélo adquiria val acompariaba de una abundante y servil mano terés de la capa dominante por apropiarse de mayores extensiones de tierras se relacionaba con la posibilidad de absorber trabajado: igenas. Las haciendas se trabajaban con mitayos, yanaconas, arren datarios y en menor grado con asalariados. Los mitayos, como se dijo, eran indigenas que por disposiciones expresas de las Leyes de Indias debian servir durante un tiempo determinado a un miembro de la sociedad istadora. Los yanaconas eran traba Jadores que, a cambio de la prestacién de servicios gratuitos, reci- bian una parcela de tierra para su manutencién. Los arrendatarios. eran trabajadores “enganchados” por los curacas y corregidores que, a cambio de una parcela y del compromiso del hacendado de protegerlos de la exigencia de la mita, debian trabajar gratuita mente para él. la hacienda era feudal por ser coloni era un modo y condicion del color concesién precaria de terrenos y especies lado, hacia afuera Ia 58 Juuo Coner frontera de dos sectores sociales. regulando la comunicacién entre ambos. Todo el éxito de la empresa residia en estas funciones de transito, pontazgo, control (Macera, 1977, Ill: 142; 219-220) Deesta manera, mediante tributos, diezmos y primicias; reduc- ciones, encoriendas y mitas; corregimientos y repartimientos; los espafioles movilizaron “legalmente” a la poblacién indigena a fin de obtener mano de obra y alimentos “baratos” en centros urbanos y asientos mineros y también una demanda mercantil sobreva- lorada, mecanismos que permitian apropiarse de los excedentes. ian asi la funcién econémica de aa la economia mercantil, aun- con el centro del naciente sistema capi A.estos mecanismos de explotacién del trabajo indigena debe agregarse el estado de esclavitud de la mano de obra de origen africano. Esta poblacion fue destinada a trabajar principalmente en las plantaciones costefias, en los obrajes y en la servidumbre doméstica. La produccién obtenida en los dos primeros sectores se trasladaba integramente a los circuitos monetarios interno e logrando asi sus propietarios valorizar su inversion en la mano de obra esclava. Reiteradamente, la Corona procuré monopolizar el comercio y el transporte de mercancias a través de la Casa de Contrataciés 5 en la que un privilegiado grupo de comerciantes p sulares habia obtenido del Rey la concesion exclusiva. Esta rel que ella fijara. A esto se sumaba la politica proteccionista en favor de la produccion peninsular en detrimento de la americana; pero, debido a la precariedad de la manufactura espariola, en la realidad de los hechos, esta politica favoreci6 a In- glaterra, Francia y Holanda, mientras que la Casa de Contratacién de Sevilla se reducia al papel de intermediaria comercial La HERENCA coLoMAL 59 Los agentes de la Casa de Contratacion de Sevilla tenfan resi- dencia en las pocas ciudades que, como Lima, tenian exclusividad s. Estos agentes se que de otra manera seria invendible, al doble o triple de su valor comercial. En resumen, puede afirmarse que la operacion mercantil y co- lonial se fundaba en la coaccion y movilizacién forzada de la ma- a trabajar en asientos mineros, de cuya produccién el Estado percibia el quinto real: los seftores de las minas retenian el resto a cambio de un pago simbélico que -ampesinos cumplieran con la renta de la encomienda (tributos) y adquirieran los alimentos y efectos com- Plementarios para su subsistencia. Los alimentos y efectos que le igual que los insumos requeridos pa mn provenian, a su vez, de las rentas de las enco- miendas, diezmos, trueque y ventas forzadas que imponian los corregidores. Asi el ciclo de la sustraccién concluye a través del cambio. Pero la operacién M/D 0 D/M del asiento mi bio no equiva- socialmente considerado, pues el ne que invertir mayor de las mercancias que Megan a Potosi ha sido producida por la economia campesina y transferida al espafol en forma de tri buto. De tal modo, esas mercancias son productos que tienen un costo social pero ningun costo monetario, son un excedente con contenido de valor cuyo cambio de propiedad no se retribuye con ningiin otro valor; para el productor directo el excedente son valo: res de uso, mientras que traspasado al grupo dominante se con- vierte en M(ercancias), en valor de cambio que pasando por el mer: cado minero asume la forma de D{inero) (Assadourian. 1976) adquirir 60 Juuio Comer de la circulactén 0 consumidas por ellos, mientras los agentes de las casas de contratacién enviaban a la metrépoli los beneficios que les reportaba esa actividad. Por otro lado, esta operaci6n de sustraccién de excedentes a la poblacién campesina, constituia la base de la formacién del mer- cado, en tanto favorecia la division social del trabajo y su espe- indo a que los salarios de la poblacién indigena se destinaran también a la compra de lo que no producia diree- tamente (Mellafe, 1969). Pero el hecho que la produccién y comercio se fundaran en la explotacién colonial de la poblacién indigena restringié de ma- nera considerable el desarrollo de un amplio sector de productores y consumidores libres de mercancias diferenciadas, con el consi- guiente crecimiento de la demanda interna e ingresos generales, que hubiese concluido en la constituci6n de un mercado interno cada vez mas homogéneo € integrado. Muy al contrario, la domi- nacién colonial procuré la formacién de mercados reducidos, seg. mentados, y discontinuos, afirmando el fraccionamiento de la so- ciedad en multiples “usos y costumbres” La coaccion extraeconémica de los intereses metropolitanos sobre indigenas y esclavos se sustentaba en un ordenamiento po- Iitico de naturaleza patrimonial. La ideologia politica espafiola, fundada en la tradicién catélica y medieval. partia de la premisa de que la forma de organizar salu- dablemente la sociedad era sobre la base de constituir claras jerar- quias sociales, siguiendo asi los postulados aristotélicos y tomistas, entonces prevalentes. Estas jerarquias se justificaban por la nece- sidad de que diferentes estamentos sociales cumplieran en forma adscrita funciones especializadas a fin de que el conjunto se de. senvolviera con normalidad En la Republica bien ordenada, es necesario que haya hombres ricos, para que puedan resistir a los enemigos y los pobres de la tierra puedan vivir debajo de su amparo, como lo hay en todos los reinos donde hay politica y buen orden y estabilidad asi como lo hay en Espafia y otros reinos. Y si esta tierra se ha de perpetuar, error es grande pensar que han de ser todos los pobladores iguales, como Espafia no se conservaria, ni otro algiin reino, si en él no La HERENCIA COLONAL 61 puede haber hombres ricos ni poderosos, no teniendo pueblos en- comendados, como dicho es, porque todas las haciendas y granje- rias se administran por los indios de los pueblos que estan en- comendados a Ios espafoles, y fuera de éstos no hay manera para otra granjeria alguna (Zavala, 1972: 104), Esta jerarquizaci6n, en el caso americano, se justifieaba por el origen de los diferentes estratos sociales. Mientras los conqui tadores eran “cristianos viejos” 0 se destacaban por su “limpieza de sangre”, la poblacién sojuzgada tenia un origen gentil. Por 1o tanto los primeros debian encargarse de cristianizarla a cambio del cumplimiento de tareas serviles. No es de extrafiar, entonces, que los tedlogos tuvieran una funcién decisiva en la elaboracién de doctrinas que justificaran la dominacién colonial, tales como el de las “guerras justas” y las concernientes al estatuto social que correspondia a la poblacién conquistada. Pero, ademas, esta jerarquizacion estamental se descomponia en sectores funcionalmente divididos y organizados de acuerdo a las diferentes actividades adscritas desempeniadas por los distintos sectores de los varios estamentos coloniales. [..] asi como cualquier Republica bien concertada, ret sus cludadanos se apliquen. y repartan a diferentes off terios, y ocupaciones: entendiendo unos en las labores del campo, otros en la mercaderia, y negociacidn, otros en las artes liberales. y mecanicas, y otros en los tribunales a juzgar, 0 defender las cau: ‘sas, y pleytos; asi también, y aun en primer lugar, conviene. y es necesario, que segtin la disposicién de su estado, y naturaleza, unos sirvan que son mas aptos para el trabajo. y otros goblernen, y manden en quienes se halla mas razén y capacidad para ello |...] Porque segiin la doctrina, de Platén, Aristoteles, Plutarco y los que le siguen, de todos estos oficios hace la Republica un cuerpo, com- puesto de muchos hombres, como de muchos miembros, que se ayudan, y sobrellevan unos a otros, entre los cuales a los pastores, labradores, y otros oficiales mecanicos, unos los Haman pies, y otros brazos, otros dedos de Ia misma Republica, siendo todos en ella forzosos. y necesarios, cada uno en su ministerio, como grave, y santamente nos lo da a entender el Apéstol San Pablo (Solrzano Pereira, 1648: 88), La sociedad dividida jerarquicamente en estamentos, a su vez 62 Jouo Coner critas, las corporaciones, se entroncaban con la figura personal del monarea. Las relaciones del Rey con el resto de la sociedad diferian de acuerdo al principio de “limpieza de sangre” de los stibditos, 10 que acarreaba la constitucin de diferentes “republicas” 0 esta- mentos sociales, con particulares deberes y derechos, que supo- nian una delimitacién definida ¢ inamovible de los papeles y fun. ciones dominantes y subordinados a cumplirse en cada reptblica. Es decir, en este esquema funcional de la estratificacién social, los individuos se ubfeaban en razén de su nacimiento que, a su vez, determinaba la ocupacién y la posicion social. En América igual que en el medioevo, cuando la sociedad se enconiraba estamentada en “defensores, oratores y laboratores” (guerreros, clérigos y comunes), se aplicd el mismo principio ge- nérico cuyo resultado fue la division entre espanioles, por un lado, € Indios y negros por el otro. En términos generales, eran consi derados espanoles los peninsulares y sus descendientes en Amé- rica, entre los que a su vez se establecian distinciones en razon de nacimiento, grado de nobleza y riqueza. Si bien nominalmente tanto peninsulares como criollos gozaban de los mismos privile- los, la realidad era diferente. Exclusivamente los espafioles po dian alcanzar posiciones de privilegio e importancia en las esferas, gubernamental y eclesiastica, asi como integrar ciertas corpora- ciones, como la de los comerciantes importadores. De los 180 vi- rreyes que gobernaron las colonias americanas, solo cuatro fue- ron criollos, pero educados en Espafia donde residieron mucho tiempo; de los 602 capitanes generales, catorce fueron criollos. Las proporciones fueron menos disparejas en el caso de la Iglesia: de 602 obispos que tuvo la Iglesia en América, 105 fueron criollos. Los indtos, que con los negros constituian el sector dominado de la poblacién, tenian su propia jerarquizacién intea. Quienes habian logrado probar su linafe, filiacién y sangre, de hecho con- formaron el grupo de los curacas, mientras que quienes solo ha bian hecho reconocer su relacién de descendencia se ubicaban en el sector medio, con menos privilegios que los anteriores mien- tras que el resto, es decir el comtin, constituia el vasto sector de los hatunruna o tributarios. Los primeros tenian una serie de pri- vilegios: no pagaban tributos ni diezmos, se les reconocian sus de- La HERENCIA COLOMAL 63 escuelas especiales: y juntamente con los corregidores y curas doctrineros se encargaban de administrar la explotacién de los Indios que estaban bajo su jurisdiccion (Spalding, 1974: 31-60). Los negros podian ser libertos 0 esclavos y en raz6n del proceso de mestizaje en curso existian diversas denominaciones asocia- das con diferentes responsabilidades legales y fiscales. Tal como ya se expresara, las distintas reptiblicas o estamentos guardaban entre sf una relacién de dominacién y subordinacion, La de los espanoles agrupaba a funcionarios, comerciantes, ecle- siasticos, encomenderos, mineros. Los indigenas, al igual que los negros, siempre estuvieron en posicion subordinada, desempe- Rando tareas serviles destinadas a cubrir las necesidades de los espafioles y excluidos de toda posibilidad de ocupar otras posicio nes en la Sociedad. El régimen patrimonial venia a regularizar las relaciones de dominacién, asi como a jusiificarlas teoricamente. Y siendo esto asi, no puede parecer injusto, que los su estado y naturaleza son mas aptos que los espafioles para ejer- cer por sus personas los servicios de que tratamos, sean obligados y compelidos a ocuparse en cllos con buenos partidos, gober- nandolos, adiestrandolos y ayudandolos con su industria € ingenio los espafioles, como lo apunta la dicha Ley de Partida, Pues segin sentencia de Aristételes y otros que le siguen, aquellos a quien Ia naturaleza did cuerpos mas robustos 0 vigorosos para el trabajo y menor entendimfento 0 capacidad, infundiéndoles mas de estario, que de oro por esta via, son los que se han de emplear en él como Jos otros a quien se le dié mayor. en gobernarlos y en las demas funciones y utilidades de la vida civil. De lo cual no va lejos Seneca, ‘cuando dice que los hombres toscos, rudos y de poca raz6n, los ria y cuenta la misma naturaleza cast como en mimero de animales, ¥ para que como de tales nos podamos servir de ellos por su corta, capacidad (Solérzano Pereira, 1648: 89) De igual manera, Elliot (1972: 59) cita la siguiente declaracion expedida por un experto anénimo, cuya opinién fue manifestada a Felipe Ill: Debemos decir que los indios son siervos de los espafoles [...| por la doctrina de Aristételes, ‘ice que los que han 64 Juuo Coner LA HERENCiA coLomaL 65 nester ser regidos y gobernados por otros pueden ser jlervos de aquellos |...] ¥ por ésta la naturaleza hizo proporci los cuerpos de , con fuerzas bastantes para el trabajo por el contrario, delicados y fa y urbanidad [1 ponentes sociales se aglutinaban en grupos y asociaciones iden- tificables por su estatus y funciones adscritas, con sus correspon: ares y, final- malidades juridicas, manifiestas en Juridicamente, cada uno hasta cierto punto constituia una enti- dad aparte, un estado dentro de un estado. Cada uno se encontraba embebido en sus propios asuntos ¢ interesado solamente en su propio bienestar. privilegios 0 inmunidades. los que debian ser que podian recurnir y el peso defendidos celosamente contra objetivos semejantes de otros seg- A asi como mentos. No existian valores comunes, intereses u objetivos. Ha- bia indios, castas, nobles, soldados, sacerdotes, mercaderes y ju- ristas, pero no habia ciudadanos. En términes de Ortega y Gassct era una sociedad invertebrada (McAlister, 1963: 364). aban con buscada precisién los lugares donde podian esidir, las ocupaciones que podian desempenar, las imposiciones que debian pagar, los tribunales legal que debia tener En el mismo sentido Morse se refiere al caracter corporativo de 2 ‘bido tocar guitarra y montar a caball veran pene ® y la sociedad colonial y a sus consecuencias: .s tenian prohibido contraer matrimonio, asistir a iglesias y ser enterrados en los mismos cementerio: eran considerados Sélo en el sentido mas amplio de “grupos con privilegios furis- les comunes”. se puede decir que existieron en la Améri- Ja estamentos sociales. El Estado tenia un caracter cor- porativo. Dentro de él coexistian, independientemente, priv y jurisdicciones para amplios sectores (indios, europeos, eck no recibian las ordenes mayores. ticos, negros) asi como para sectores mas reducidos y especificos, tales como: indios jiones, pueblos de Indios, indios enco- La situacién de los mestiz variada ¢ incierta. Los des- lados; mercaderes, clero regular, clero secular. funcionarios cendientes de matrimonios de los conquistadores jon; esclavos negros, libertos y asi sucesivamente nobleza regional fueron incorporados al estamento La huella medieval que el sistema en su 3d llevaba, no era 1s otros, es decir la inmensa mayoria, fruto de relaciones el de un régi a menos y ubicados dentro di ados y de admi ¢ agrupaban a los descendientes de negros mezclados con otros estament dios forasteros. El desprecio que los es- paftoles tenian por las castas resultaba de su indel espanoles sin la aprobacion del Rey y supuesta incapacidad para comprender los misterios de la r en la Iglesia, los in ica patrimonial se fundaba en la premisa bitos espafioles la atribucin de admi- nistrar su patrimonio particular. por la que ellos debian rendirle tributo y prestarle tealtad personal, a cambio de lo cual éstos re- de dicha adh mn. De esta manera se establecia una relacién patrér los —do ut des—, que se reproducia indefinidamente en todos los niveles de la jerarquia social. En efecto, las relaciones patrimoniales insti- tuian que el acceso a tramitarse perso- Pe ee . Por otro lado, gremios, en cuyo inte ee ee 66 Jouo Comer supuesto que esta sesién era un favor que debia retribuirse en términos de servicio personal. Los funcionarios reale casi propietarios de cuanto administraban en nombre del Rey. Las diferentes regalias y sus fueros se encargaban de certificar esta situa- del Tribunal del Consulado, tos mineros, hacendados, encomen- deros y corregidores dieron por sentado que sus obligaciones pii- blicas eran, en verdad, derechos privadbs. La conquista de los territorios se Ilevaba a cabo luego de sus: tadores el privilegio de tomar a su nombre la pos hombres, incorporandolos a su dominio, a cambio de la potestad de administrar la explotacién. Asi, las concesiones que los con- quistadores y sus descendientes lograban en América constituian regalias, dispensas, favores o prebendas que e! Rey otorgaba con base en los servicios cumplidos a él, en persona, o bien a cambio los futuros servicios que estos concesionarios se comprometian a prestarle. Pero, paralelamente a este tipo de estructuracién, la Corona bused permanentemente centralizar todo este conjunto social di- vidido en compartimientos estancos. Desde los primeros dias colo: niales la Corona intent6 recortar y controlar las atribuciones de los funcionarios y conquistadores a fin de impedir que derivaran en una estructura politica de caracter feudal, sobre la que la Co- rona no estaria en capacidad de ejercer control. Por eso, una de las caracteristicas de la vida politica colonial fue, por un lado, una permanente tensién entre la Corona y los funcionarios colontales Y. por otro, entre éstos y las corporaciones que cada vez mas bus- caban liberarse de la férula real y de su séquito de funcionarios. Esta tensin explica que el Rey buscara suprimir las enco- miendas poco después de haber dispuesto dicha regalia, a fin de aislar a los conquistadores de este recurso que podria permitirles mayor autonomia, y el consecuente interés del monarca por los ios para convertirlos en vasallos. acion la metropoli buscé permanen- La HERENCIA COLONIAL 67 gubernamentales y sociales, para que el Rey tuviera una indis- cutible capacidad de arbitraje. Carlos I y Felipe II deliberadamente determinaron que la disper- sion del poder y privilegios entre varios grupos impediria el surgi- miento de una clase feudal unica, que desaflara la autoridad real (ToPaske, 1970: 265) Esta politica, que se fundaba en Ia desconflanza del Rey hacia sus delegados coloniales, se cumplié a través de varios mecanis- mos. El Consejo de Indias se arrogé la atribucion de nombrar a to- dos los funcionarios, a veces hasta a quienes ocupaban los niveles més bajos de la jerarquia o, en su defecto, a tener que confirmarlos en sus posiciones si habfan sido nombrados por las dependencias coloniales. De esta manera dichos funcionarios pasaban a depen. der de la suerte que les deparara la Corona, disolviéndose la ca- pacidad ejecutiva del virrey y de la Audiencia. Por otra parte, el espectacular crecimiento de la administracién colonial no fue pa- ralelo con la clara definicion de sus funciones, atribuciones y . Puntualizar las atribuciones del vis renciarlas de las que correspondian de manera especifica a la Au- dienela [..] pero gcomo precisar en qué casos cabia recurso judicial ante la Audiencia contra fallos dictados por el Superior Goblemno (0s referentes a los ramos |...] enumerados? ¢Cudndo, por otra parte, debia el virrey solicitar el voto consultivo del Real Acuerdo? [..] La respuesta a estas preguntas no era facil: en parte porque al propio Rey le interesaba que no lo fuera. Mientras la polémica entre las dos potestades pudiera surgir, eran mas difi- ciles las extralimitaciones. Quizas con ello se crearon situacio: nes embarazosas que perjudicasen la buena marcha de los asun- to: pero el arbitraje en toda cont Corona y esto suponia compensacién suficiente dentro del tema politico establecido que, como hemos dicho, estaba ins rey y dife- De esta manera se implantaba un sistema de mutua fiscali- zacién entre las varias dependencias concentracion loniales, impidiendo la 68 Juuo Comer Las atribuciones de las distintas magistraturas se superponian y las dificultades que ello provocaba se acentuaban cuando los con- ictos de jurisdiccion se daban muy lejos de quienes podian resol verlos y encontraban modo de perdurar y agravarse. El esquema administrative de las Indias nos enfrenta con autoridades de de- signacién, directa o indirectamente metropolitanas (virreyes, au- diencias, gobernadores, regidores) y otras de origen local (Cabildos, de espanoles y de indios): unas y otras ejercen funciones comple is —variables segtin los casos—, en el gobierno de administra- |. Ia hacienda, el ejército y la justicia. Las audiencias unen a sus funciones judiciales otras de control administrativo y aun eje- cutivas; algunas de ellas son, por otra parte, las encargadas de pro- mulgar nuevas normas originadas en la Corona y para ello se en- cuentran en comunicacién directa con ésta a través del organisn creado para entender en los asuntos americanos, el Consejo de Indias. Los virreyes tienen funciones de administracién, hacienda y defensa que ejercé Indias, dndose asi la posibilidad de que el Rey se informara de las varias situaciones coloniales a través de diferentes versiones que podian contrapesarse. Por ultimo, esta instrumentacién politico-administrativa se fundaba en la minuciosa delimitacién de atribuciones particula res para cada funcionario y organismo, buscando no dejar margen alguno a las iniciativas locales. De alli que las ordenanzas reales exhibieran un detallismo exasperante que trataba permanente- mente de condicionar la accion administrativa. En este sentido, la legislacién colonial confunde del a que se adaptaran a casos especificos. La imagen de ineficiencia que se tiene de la admin: ‘al durante el tiempo de los Austrias no proviene del “des- cuido” o de la falta de previsi6n, sino de la legitima desconfianza del monarca acerca de las connivencias entre las autoridades colonfales y los propietarios a fin de gozar de los beneficios deriva- LA HERENCIA covomaL 69 esta misma alianza era la que hacia factible el funcionamiento del aparato de dominacién colonial E] permanente ¢ insaciable deseo de concentrar el poder en manos de la Corona se veia seriamente contrarrestado ten- dencias centrifugas que dominaban la sociedad colonial y que se encargaban de minimi torsionar y anular en muchos ca- sos las ordenanzas reales y la burocracia metropolitana. Los encomenderos, corregidores, comerciantes ricos, eclesiasticos y hacendados resistian amente a la administracién colonial, impidiendo asi la aplicacton de las erraticas disposiciones legates y compartiendo con los funcionarios las ventajas de “la ley se acata pero no se cumy Gremios y asociaciones, gracias a los fueros privativos y pri- jos especiales obtenidos del Rey, resultaban impedimentos coneretos para hacer efectiva la centralizacién politica, en la me- dida que, por ejemplo, el Consulado recababa impuestos y era un mnal fiscal; la Iglesia no pagaba impuestos, los eclesiasticos te- nian tribunales especiales y Ia Inquisicién atribuciones que prac- ticamente se extendian a todas las actividades sociales, po e, incluso, administrativas. Asimismo, corregidores, regidores y notarios publicos por ha- ber comprado sus cargos se convertian en verdaderos propietarios en los que dificilmente se podia hacer cumplir los dispositivos metropolitanos que contravinieran sus intereses. De esta manera estos multiples grupos y sectores de la sociedad al privatizar el gobierno derivaban en cian su fil metropolitana, disputaban permanentemente administracion central sus atribuciones politicas, manteniendo un permanente estado de corrupcién. Por eso Jorge Basadre con- cluye que: El Perti fue, como Espa nadas, con un sober despotismo tomé dist into de provincias mal gober- tempo se hizo usos, en la vida propia de las provincias 70 Juuo Comer [..J el régimen imperante en el Peri fue en verdad una especie de transaccién entre el centralismo politico que gobernaba mal las provincias distantes y la autonomia de la clase propietaria en lo que respecta al al régimen de trabajo de Ios indios, etcé- tera (1947: 107, 115. 1 ). En resumen, la estructura politica colonial al encontrarse or- ganizada en forma estamental y corporativa, fragment6 los inte- Teses sociales, impidiendo el logro de una identidad comin. Fue asi como la Corona buscé bloquear el desarrollo de actividades au mas, haciendo legalmente imposible el desenvolvimiento de actividades productivas, de articulacién de intereses y de expre- sion de aspiraciones politicas, que no contaran con la previa pres- cripcién real. Es decir que esta conformacién social y politica era definitivamente contraria al desarrollo de una infraestructura social y politica de naturaleza burguesa y liberal Asi, la dominactén colonial no ofrecié posibilidades politicas ni econémicas al desarrollo nacional. Econémicas, por las rela- ciones sociales de naturaleza colonial entre los estamentos so- clales, y politicas por la fragmentacién corporativa en que se en- contraban dichos estamentos, asi como por las multiples facciones oligarquicas resultantes de dicha fragmentacién. Por otro lado, la precarla administracion de la metrépoli, resultado de las tensiones entre la administracion espariola y la colonial. asociada a la preservacién de los derechos corporativos, devino en una falta de universalizacién del Estado, impidiendo el desarrollo de valores y simbolos comunes a su poblacién. El obispo de Michoacéin, Manuel Abad y Queipé (1799). se re- firié a lo que sucedia en la Nueva Espatia en términos que podian ser trasladados al Peri. Después de considerar la existencia de tres clases en ese virreinato: espafioles, indios y castas, en que la primera constitufa una décima parte del total, pero que tenia “casi toda la propiedad y la riqueza”, mientras las otras dos “se ocupan en los servicios domésticos, en los trabajos de agricultura y en los ministerios ordinarios del comercio y de las artes y oficios. Es Gecir, que son criados, sirvientes o jornaleros de la primera clase La HERENCIA coLOMAL 71 tienen y los que Io tienen todo, entre los dependientes y los sepo- res. La envidia, el robo, el mal servicio de parte de unos: el despre cfo, la usura, la dureza, de parte de los otros. Estas resultas son comunes hasta cierto punto, en todo el mundo. Pero en América suben a muy alto grado, porque no hay graduaciones: son todos ri- cos 0 miserables. nobles o infames |...) En este estado de cosas gqué intereses pueden unir a estas dos clases con Ia primera y a todas tres con las leyes y el gobierno? La primera clase tiene el mayor interés en la observancia de las leyes que le aseguran y protegen su vida, su honor y su hacienda o sus riquezas contra los insultos de la envidia y los asaltos de la miseria. Pero las otras dos clases, que no tienen ni bienes ni honor ni motive alguno de envi- dia para que otro ataque su vida y su persona gqué aprecio haran ellas de las leyes que sélo sirven para medir las penas de sus de- litos? gQué afeccién, qué benevolencia pueden tener a los minis- tros de la ley que solo ejercen su autoridad para destinarios a la carcel, a la picota, al presidio 0 a la horca? Qué vinculos pueden estrechar a estas clases con el gobierno, cuya proteccién benéfica no son capaces de comprender? A diferencia de lo que ocurrié en Europa desde el Renaci- miento, en América el Estado no logré su universalidad, sino que cada vez se orient6 a lo particular. Si en Europa occidental la centralizacion estatal significé el recorte de las autonomias locales y particulares, buscando de esa manera generalizar la ley y la burocracia estatal, en Espafia y en América Hispanfca sucedié precisamente lo contrario. El Rey persiguié ejercer un autoritario poder central, pero sin subvertir el orden medieval —por lo menos hasta el advenimiento de los Borbones en el XVIII Esta precariedad resultaria obvia en dicho siglo al hacerse cada vez menos aceptable, por un lado, los exclusivismos peninsulares y las divisiones estamentales y corporativas y, de otro, cuando los, Borbones pretendieron centralizar, efectivamente, su autoridad sin tomar en cuenta los derechos ya adquiridos por los estratos dominantes. El creciente desarrollo del mercantilismo en Inglaterra, y su transposicién a la esfera politico-militar, derivé en la intensifi- cacién de los conflictos entre este pais y Espaiia por el control del mercado hispanoamericano. Es en esta coyuntura que a comien- zo del siglo XVIII la Corona jola pasé de los Habsburgo a los 72 Juuo Comer Este cambio dio inicio a un largo proceso de reformas admi- nistrativas, destinadas a lograr una efectiva centralizacién politica, reducir los privilegios de los miiltiples funcionarios virreinal de caracter patrimonial, logrando asf una mayor contribucién de las colonias al mantenimiento de Espafia como potencia imperial, Desde las primeras décadas del siglo XVIII Espana dicté una serie de medidas tendientes a la liberacion del comercio inter- colonial e internacional. A raiz del tratado de Utrecht, se permitié el ingreso de barcos ingleses en las colonias americanas, con una limitada carga de mercancias. Pocos afios después se establecié el sistema de navios de registro, aboliéndose en 1739 el sistema de fletes, que facilit6 el flujo comercial entre Europa y América. Junto con estas medidas, Madrid promovié una progresiva fluidez del comercio intercolontal e internacional. En 1774 esta- blecié el libre comercio de Lima con México y Guatemala, dos arios mas tarde el Pert: pudo comerciar con Buenos Aires y Chile. Final- mente, ese mismo afo las colonias americanas pudieron hacerlo con Espafia (Villalobos, 1968). Asi se abolié el monopolio ejercido por la Casa de Contratacién de Sevilla y el Consulado de Lima, Eran claras las metas fiscales que alentaban las reformas colo- niales: la libertad de comercio debia incrementar las rentas por derecho de importacién y exportacién, y desalentar el contra bando. Ademds, a mediados de siglo, con la entronizacion de Carlos Il, se comenzé a aplicar un conjunto de medidas destinadas a ajustar la integracion politica y econémica de las Indias a la me- tropoli espafiola. Esta reorganizacion buscaba la racionalizacion administrativa de vastos territorios que en el transcurso de dos si- glos habian sufrido un proceso de diversificacion y disgregacion administrativas. Espafia, en 1776, cred el Virreinato del Rio de la Plata al que se le incorporé la Audiencia de Charcas, y elevé la presidencia de Chile al rango de Capitania General. Esta reorganizacion, sumada. a la constitucién del Virreinato de Nueva Granada en 1736 y la incorporacién de la Audiencia de Quito a dicha jurisdiccion, sig- nificé una verdadera mutilacién del virreinato peruano. Este se cin uaniebee Se ee La HeRENcia cOLOMAL — 73 Charcas que contribuian en forma significativa al presupuesto virreinal (Céspedes del Castillo, 1947). Las medidas relativas a los cambios jurisdiccionales y comer- clales tuvieron serias repercusiones en el virreinato peruano. La liberalizacion comercial permitié una considerable baja de los precios de los productos de importacién, que derivé en un sustan- cial incremento del trafico intercolonial que se multiplicé por siete, haciendo posible que la recaudacién fiscal por este concepto se elevara de seis a dieciocho millones de pesos. En el Perti el co- mercio interno se quintuplicé creando una mayor capacidad de financlamlento, segin Hunt (1973: 29) “presumiblemente debido al incremento de los beneficios mercantiles”. A su vez, estos re cursos se destinaron a la explotacién de nuevos yacimientos mi- neros, que permitieron incrementar la produccién minera cuan- do Potosi atravesaba una larga crisis, debido al agotamiento de sus vetas mas ricas y a la falta de innovaciones técnicas. Una de las modificaciones resultantes de la creacion del Vi- rreinato del Rio de la Plata, fue que el comercio de Chile y especial mente e] de Charcas se hizo por la via atlantica, desbaratando el monopolio comercial de Lima. Con el incremento de las impor- taciones, el cambio de la via comercial, asi como la baja produccién de Potosi, mientras se abrian nuevas explotaciones mineras, la agricultura y los obrajes entraron en un estado de profunda pos- tracion. Aproximadamente la mitad de los obrajes del Peri tuvie- ron que cerrar y la produccién de alimentos y licores de Arequipa, Puno y Moquegua, asi como la de tejidos del Cusco y Cajamarca se vio seriamente afectada. De esta suerte, durante la segunda mitad del siglo XVII se reformulé la estructura productiva del virreinato peruano La reorganizaci6n de la produccién caus6 una serie de fisuras internas en los diferentes estamentos y corporaciones de la socie- dad, al mismo tiempo que precipité una modificacion en los cen- tros de poder colonial. Esta recomposicién social significé un rela- tivo descenso de los sectores tradicionalmente encumbrados y la movilidad ascendente de quienes se encontraban en la condicién de intermediarios comerciales. Los herederos de los conquistado- res fueron afectados primero por el recorte y luego por la elimina- cién de las encomiendas; los hacendados costerios se vieron du 74 Juuo Coruer mineros se veian asechados por las deudas y debilitados por los pequerios margenes relativos de beneficio que obtenian de las casi agotadas vetas de plata; la crisis minera y luego la libertad de co: mercio entre las colonfas y Europa hizo sentir a los agricultores y artesanos del sur los efectos de una fuerte competencia. En cambio, desde el siglo XVII, los comerciantes no dejaron de crecer en importancia econémica. En la medida que el capital co- mercial centralizaba la transferencia de los excedentes obtenidos por los funcionarios y propletarios lograba, en ultima instancia, acumular el flujo procedente de la producctén. Es asf como el ca pital comercial logré ampliar su radio de accién y sus oportuni- dades econémicas mediante préstamos, con altas tasas de interés, a encomenderos, mineros, corregidores, hacendados y a la misma tesoreria colonial. En estas condiciones, todo el sistema colonial qued6 atrapado por los comerciantes, que podian adquirir los pro- ductos a precios que les aseguraban altos beneficios. De esta manera, los comerciantes lograron enriquecerse y entroncarse’con la nobleza y administracion, ganando posiciones que incrementaban su prestigio social y poder politico. Un criollo noble, airado, escribia en el siglo XVII que, [...] los que ayer estaban en tiendas y tabernas y otros cjercicios les, estan hoy puestos en los mejores y mas calificados lugares (Vincens Vives, 1958: 525) Asi se fue creando una aristocracia criolla que asociaba en forma indistinta y combinada a terratenientes, comerciantes y no- bles que. a despecho de las indicaciones metropolitanas, fue fu- sionandose con la administracién colonial al punto que a fines el siglo XVIII habian adquirido tal importancia que eran un riesgo para la Corona (Campbell, 1972; Burkholder, 1972; Barbier 1972) En el otro extremo habia crecido una abultada y compleja categoria, las castas y los indios forasteros, resultado del desarraigo producido por migraciones, mitas y aculturacién, quienes no contribuian con tributos ni prestaciones forzadas. Los indios fo- rasteros vivian en los extramuros de las ciudades, ocupaban po- “marginales", 0 bien se enfeudaban en las haciendas en LA HERENCIA COLONIAL — 75 A mediados del siglo XVIII, la proporcién de forasteros del total de la poblacion indigena lleg6 a ser considerable. De 140000 adul: tos censados, el 40%, es decir 56000 tenian dicha condicién. Veinte arios después el censo levantado en la época del virrey Amat dio como resultado un crecimiento del 20% de la poblacién indi gena, sin que se modificara la proporcién de la poblacién foras- tera, Sin embargo, esta relacion parece haber variado regional- mente de acuerdo a la proximidad a las minas, y en general. a los centros de mayor dinamismo econémico. Del total de poblacién indigena que radicaba en La Paz y Chuquisaca el 60% era foras. tera, en el Cusco era el 40%, mientras en Trujillo no pasaba del 20% (Rowe, 1957). Esta poblacién “flotante” habitaba en los centros urbanos don- de desempefaba las actividades que ligaban el campo con Ia ciu- dad, como pequeftos comerciantes, artesanos y asalariados. Pero también como administradores de las propiedades de espafioles y criollos. Por esta condicién su grado de asimilactén a los patrones coloniales fue intenso. Asi, ayer como hoy, bastaba que los indios se cortaran el cabello, hablaran castellano y se vistieran con ropas europeas para que pasaran por mestizos, ocuparan cargos inter- medios, no especificados legalmente, entre la poblacién blanca y la indigena. Por todo ello y por no ocupar una posicién definida, puesto que no pertenecian ni a las comunidades indigenas ni a la sociedad espafiola, constituian un sector con amplio margen de movilizacion politica. Los curacas constituian el nexo articulador de la masa in- digena, funcién que les facilitaba los medios para organizar su explotacién. Juntamente con el corregidor, el hacendado y el cura constitufan verdaderos centros auténomos de poder local, incor- porandose e integrandose a los estratos medios peninsulares y criollos a través de las nniltiples actividades empresariales que de- sarrollaban (Spalding. 1974). Pero, al igual que los forasteros, la marca del indio, aunque noble, dificultaba su ascenso legal en la jerarquia existente. La reorganizacion politico-administrativa emprendida por los Borbones fue mucho mas alla de la redefinicion de las jurisdic- clones virreinales y el libre comercio. Esta se propuso centralizar efectivamente “estos y esos reinos”, implantando normas univer- 76 — Juuo Comer chos adquiridos” de todos y cada uno de los mtiltiples grupos que conformaban la sociedad estamental y corporativa, con la consi- gulente limitacién de los poderes locales. En una palabra, los Bor- bones pretendian constituir en Espafla una monarquia absoluta —fenomeno avanzado en Inglaterra y Francia— atacando las bases patrimoniales sobre las que hasta entonces se apoyaba el Estado. En verdad esta politica buscaba reconquistar las colonias para la Corona, que habia perdido terreno en favor de quienes en ellas detentaban cargos patrimoniales, a fin de que el Estado espafiol desempefiara un papel del primer orden en el juego internacional (Vincens Vives, 1960). En este sentido, la nueva estructura politica que los Borbones buscaban establecer atacaba tanto los intereses creados como las aspiraciones de los multiples grupos coloniales. Recortaba las au- tonomias y privilegios sociales, regionales y corporativos y enfren- taba a la sociedad toda creando malestar y conilicto Las consecuencias que acarrearon las reformas borbénicas, sumadas a la reorganizacién de la economia y sociedad colonial, se conjugaron para desatar un conjunto de procesos que estable- cieron la desafeccién de numerosos sectores sociales respecto a la Corona. Los Borbones recortaron la inmunidad eclesiastica, inter- firieron en las elecciones provinciales, buscaron desplazar al clero regular por el secular, que se hizo cada vez mas dependiente de la Corona, y limit6 las actividades econémicas de las distintas orde- nes religiosas. Es en este sentido que el enfrentamiento de los je suitas con el Estado determin6 su expulsion de América. Asimis- mo se redujo drasticamente la jurisdiccion de la Inquisicién. EI Rey retir6 los privilegios que en materia de impuestos goza- ba el Tribunal del Consulado y prohibié a los mineros proseguir con sus tradicionales prerrogativas de acufiar moneda y comerciat Ja plata labrada. A la burocracia se le restringié el uso de sus atri- buciones como sinecuras particulares, mediante un control mas estricto cumplido por funcionarios especialmente designados por la Corona, Regentes, visitadores e intendentes recibieron una de- legacién de poder del monarca que desafiaba al del virrey y au- diencias. lo que dio lugar a multiples instancias conflictivas. Esta reorganizacién politico-administrativa atacaba en forma La HERENCIA coLOMAL 77 través de la actividad administrativa se habian erigido en nuicleos de las oligarquias locales. Por eso, antes de reemplazarlos por el sistema de intendencias. la Corona se arrogé la potestad de nom- brar dichas autoridades, restringiendo notablemente las atribu- ciones del virrey y audiencias. La poblacién criolla, tanto la que ocupaba los niveles mas altos de la sociedad colonial como la de los rangos menos distinguidos de Lima o provincias, fue especialmente afectada por las reformas borbénicas. En este caso las disposiciones reales no sélo recor- taron los derechos adquiridos, sino que limitaron y desplazaron a los criollos de los cargos administrativos y de las corporaciones, reemplazandolos por peninsulares, como forma de asegurar la Iealtad al monarca. A partir de entonces uno de los permanentes reclamos de los criollos serfa conseguir una proporcién deter- minada en los cargos administrativos, asi como la derogacién de la libertad de comercio, ‘Tima a fa Corte de Madrid como personero del Cabildo de Lima y i runs dea ys uence 3 sha ttl ae tre a ta ss men tis ct eee ciales y del reciente impuesto que gravaba a los granos Impor-

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