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Cent Universidad de Ts Expansion inca y resistencia indigena en Chile, 1470-1536 ! LEONARDO LEON Institute of Latin American Studies, Universidad de Londres RESUMEN Se analiza desde una perspectiva historiogrifica el proceso de expansién de los incas en ef Norte Chicoy et Valle Contral de Chile en relacién a la resistencia que les opusieron los habitantes 1o- ‘ales, Se concluye que la expansion inca fue determinada, tanto en su eronologia y su extension como en el sistema de dominaci6n impuesto en los territorios conquistados, por esta oposiciin local, Se contra el estudio de esta oposicion en torno a las alianzas militares establecidas entre 40s habitantes de diversos valles o regiones y en el uso que hicieron de fortalezas y posiciones defensivas, ABSTRACT A historical analysis of the Inca expansion in the Norte Chico and Valle Central of Chile is presented in relation to the resistance shown against the invaders by the natives of the area The conclusion is that this opposition determined the chronology and the geographical ex. tension as well as the character of the imperial system imposed by the Incas on the conquered territories, The study of this opposition is centered upon the creation of military alliances Between the inhabitants of different valleys or regions and the use of fortresses and defensive positions, La expansién de los incas en el norte y_valle central de Chile ha sido estudiada princi- palmente en relacion a su extension geogréfica y, en menor medida, en torno al sistema de dominacién impuesto sobre los habitantes locales. La atenci6n de los especialistas se ha centra- do en el andlisis de las fuentes que describen esta expansion y su impacto sobre los nativos (Medina, 1882; Latcham, 1909) 0 bien en la busqueda de restos materiales que demuestren la presencia inca (Mostny, 1957: 110-111; Niemeyer, 1969: 55; Cornely, 1946: 10-12; Stehberg, 1975 a). Otros se han dedicado a estudiar las obras y monumentos construidos por los incas ‘mientras ocuparon el pais, ya sea en lo que dice relacién a caminos (Lribarren y Bergholz, 1971) © en construcciones de cardcter militar (Housse, 1961; Stehberg, 1976). Ultimamente, ha surgi do una inquietud por comprender el sistema de dominacién impuesto por los cuzquefios, dando Por resultado esclarecedores trabajos relacionados con el caricter asumido por la ocupacin | imperial en Ia cuenca de Santiago (Silva, 1977) y los factores que motivaron desde el centro del incanato, este proceso expansivo (Silva, 1981). El estudio de cada uno de estos elementos es fundamental si se pretende analizar los mecanismos a través de Jos cuales la regidn septentrional de Chile fue incorporada al Tawan- tinsuyu. Sin-embargo, su importancia no debe opacar otro aspecto no menos valioso, como fue Ja resistencia opuesta por los habitantes de esta region a los sefiores del Cuzco Y sus oficiales. En el presente articulo, basado fundamentalmente en los datos dejados por los cronistas colo. niales, se intentar4 reconstruir, desde una perspectiva historiografica, este proceso de resisten- cia y oposicién. La hip6tesis central sera considerar esta resistencia como un factor crucial de Ja expansion de Jos incas en Chile, en la medida que determiné tanto su extension Beogrifica 95 EL OCTAVO CAPITAN APO CAMAC INGA COMBATIENDO CON INDIOS DE CHILE. (Human Poma de Ayala, 1614). como el caricter mismo del sistema de dominacién politico, econdmico y social que trataron de imponer. Uno de los eventos que permanece mds oscuro en relacion a la expansi6n inca en Chile tiene que ver con la fecha exacta en que este proceso tomé lugar y los autores del mismo. El origen de esta confusi6n ha sido atribuir la empresa de conquista de Chile a diferentes gober- nantes peruanos. Los primeros cronistas espafioles tendieton a coincidir al afirmar que la empresa ex pansiva contra Chile se inicié durante la década de 1470, mientras gobernaba el imperio el inca ‘Tiipac Inca Yupanqui, sucesor del octavo inca, Yupanqui. Pedro Cieza de Leén, uno de los cronistas mejor informados del periodo, seflalaba en su Crénica del Peni que Tipac Inca Yu- anqui, luego de haber sofocado una rebelién entre los indios Charcas, “atravesé muchas tie- tras y provincias y grandes despoblados de nieves, hasta que lleg6 a lo que lamamos Chile y seflored y conquisté todas aquellas tierras, en las cuales dicen que Ilegaron al rio Maule...” (Cieza, 1553: 204). Cristobal de Molina, conocido como El Almagrista, manifestaba por su Parte que en Chile los indios atin recordaban que este inca” conquist6 por su persona... Ia mayor parte de estos reinos y fue muy valeroso e hizo y acrecenté los caminos reales de las siorras y lanos... desde el Cuzco hasta la provincia de Chile, que son quinientas leguas, y toda su habitacion fue desde el Cuzco hasta el Estrecho de Magallanes...” (Molina, 1573: 77), Her- nando de Santillin, oficial espafiol de reconocida autoridad, también afirmaba que la empresa de conquista de Chile se habia iniciado durante el gobierno de Tupac Inca Yupanqui, cuyos soldados habrian Wegado hasta “las provincias de Chile, y por ellos sujeté hasta el rio Ca- chapoal...” (Santillin, 1563: 104), Fray Martin de Murda, otro importante cronista colonial, sefialaba que las tropas de Tupac Inca Yupanqui habfan conquistado toda la tierra” hasta C quimbo y de alli entré a Chile, sujetindolo todo hasta llegar a Arauco...” (Mura, 1590: 61). Una vision més contradictoria fue adelantada por Pedro Sarmiento de Gamboa, quien, luego de apuntar que el ejército de Tipac Inca Yupanqui habia marchado contra Chile, sefialaba que sus tropas vencieron” “al grande Chinche Michimalongo y a Tanjalongo, Chinche de los 96 chilenos desta banda del rfo chilens nas.” Sarmiento, 1572: 145). De aceptanse 1 si eo Pedro de Valdivia encontr6 en Chile a ambos jefes, éstos tenfan no Tae cronistas vinculados a 1a historia de Chile no fueron categoricos en cuanto af nombre del Inca que realizo la conquista del pafs, Gongora y Marmolejo se limit a afirmar {que los gobernantes del Cuzco “tenfan sus capitanes en Chile después de haber sujetado aa¥e- fa provincia...” (Géngora y Marmolejo, 1575 80). Ger6nimo de Bibar tampoco se refiere Taeptomente a este hecho, si bien puede ser que Ja seccin relativa a este tema se encuentre perdida en el manuscrito publicado en 1970 (Bibar, 1558). Este fue el caso de la Historia Ber Ghile de Marifio de Lobera, cuyo original aparece damiado precisamente en dicha seccién; ar ozo que ha sobrevivido sefala al respecto: "Tuve & ‘esta sazon don Diego de Almagro re Tacion de este reino de Chile... cada aflo gran sum de... el rey Inca del Peré, llamado Guayna Capac, y apareciéndole que seria negocio \Sertado proseguir su. marcha hasta...” (Lobera, 130.244) La menci6n del inca Huaina Cépac en este trozo del manuscrito de Lobera podria 158s eeaion directa a este gobernante como autor de ia empresa expansiva contra Chile, © teoa timitarse a refer Ia visita que éste realize ai pais una vez que estuvo sometido. Alonso de Ereilla, en su poema épico La Araucana tampoco ‘aielanta nombres, contentandose con sefialar: El potente rey Inga, aventajado fen todas las antarticas regiones {fue un senior en extremo aficionado ‘avery conquistar nuevas naciones, y por lagran noticia del Estado ‘a Chile despaché sus orejones, (Ercilla, 1569: 12, v. 380). Miguel de Olaverria, capitan del ejército espafiol que luch6 en Arauco, sefialaba a fines del siglo XVI que “algunos afios antes que entrast ios espafioles en el Peré el Inga sefior de quel reino, indio belicoso y de grandes pensamientos, teniendo noticia de Ia bondad, riqueza y fertilidad de Chile, envio su ejército poderoso de gran cantidad de indios para conquistar quella tierra" (laversia, 1594: 23). Dieso Rosales rompio esta tradicion que generalizaba ae 1a expansion ineaica en Chile, atribuyendo la emPims Hauina Cépac, quien segin Ro- sales, “envid a conquistar las tierras de Chile, ‘codicioso de sus riquezas de plata y oro” (Rosa- Jes, 1670, Tomo 1: 338). ‘ibe eronistas dicectamente vinculados a los ineas dejaron tras sf el asunto en un esta: do més confuso. De acuerdo a Joan Santa Croz. Mts Pachacuti, Chile ya se encontraba bajo el ge minio. de los incas al iniciasse 1a campafla de ‘Tipac Inca Yupanqui. Este general, sefitlabs Pachacuti, enterado de una rebelién que ‘oreanizaban los indios “Chilis... para contra ‘el Ynga”, despach6 sus ejércitos reales al mando je cu capitan “con veinte mil hombres de guerra Y 108 ieerre a los Guarmeo Aucas, los cuales dos capitanes tlegan hasta los Coquimbos y Chiles ¥ ‘Woman muy bien, trayendoles mucho oro." (Pachacuti, 1613: 305). El Inca Garcilaso dela Vega describe la empresa de conquista de Ghile como una realizacion de fa administracion del Inca Yupanqui, padre de ‘Tiipac Inca Yupanqui, el cual se habria dirigido personalmente @ ‘Atacama para organizat 1a operacion de srenelimiento, con refuerzos extrafdos desde Tuc an y fuerzas extraidas de la misma provincia. Reconocido el terreno sobre el cual se desple- Tarian sus tropas ¥ abastecido de suficientes provisiones, Yupanqui habrfa comisionade s general Sinchi Ruca para que se dirgiers & ‘onguistar las parcialidades asentadas en Copiapo. geerestas fuerzas, el general cuzqued® habtia Togrado integrar al imperio el valle central de Cotte hasta el i Maule, el cual qued@ “pok termine de su imperio...” (Garcilaso, 1609: 449- 450). Huaman Poma de Ayala, en so ‘Primer Nuteva Coronica afirmaba que el general encargado ‘de realizar la conquista del pafs fue el “Otabo capitan Apocamac Ynga... este valeroso capitan fee's’ chile Tlevando cincuenta mil yndios soldados ¥ fue hijo de Pachacuti Ynga Yupanqui..” (Fivaman Poma de Ayala, 1614: £. 518) ‘Entre los generales que habrian acompafiado 2 Apocs tone Inca, Huaman Poma de Ayala hacfa figurar a Wincanchite Ynga, Mango Ynga, Topa Amaro e Ynga Maytac. ‘imo se desprende de las afitmaciones hechas por tos cronistas espaftoles y sus const eres peruanos, no existia en los primeros alos de la Conquista absoluta seguridad respecto at 7 nombre del Inca que realiz6 la conquists de Chile. No que ésta habia tomado lugar en un perfodo no superior 2 70 afios de I Hegada Ge fecha que corresponderfa cronolégicamente a la administracion del octavo ines, Tupac Ines Yupanqui. Los autores modernos han aceptado esta versiOn, afirmando que fue efectivamente este gobernante el que sometié a los indios de Chile, si bien han preferido limitar la empresa de ‘Tépac Inca Yupanqui a la region més septentrional del pais, Entre los autores que han aceptado esta version de los eventos figuran Levillier (1956: 169), Metraux (1965: 47), Valcarcel (1978: passim), Prescott (1847: 11); en Chile, los principales autores vinculados con esta interpreta. cin son Barros Arana (1884-1902, Vol. 1: 63); Guevara (1898, Vol. 2: 4), Latcham (1936: 37), Mostny (1954: 11) y Silva (1977: 217). Diversos elementos han conspirado para impedir la obtencién de una fecha exacta de la expansion incaica en Chile. Entre ellos figura el interés puesto por algunos cronistas, espe- cialmente los peruanos, en enfatizar las hazailas de un determinado gobernante en desmedro de los demas, por razones de indole familiar, genealogicas o politicas. Sujeta la sociedad en que vivian a las presiones de los invasores europeos y envueltos en una interminable guerra civil, las informaciones que entregaban estos cronistas y los informantes peruanos a los escritores espafio- les del primer perfodo, necesariamente tendian a reflejar estos procesos, distorsionando la reali- dad. No menos importante fue la influencia que jugé en el énimo de los escritores las dudas surgidas en torno a la extensién exacta de la expansién incaica en Chile. Como se ha visto en los antecedentes citados previamente, los cronistas postularon el rio Cachapoal, Maule, Arauco y Magallanes como el limite maximo del dominio incaico en la region meridional del imperio, En este mismo sentido, Juan Betanzos afitmaba que el tawantinsuyu se extendia por‘“‘mill leguas de tierra, la cual eran desde el rio Maule, que es delante de Chile, hasta aquella parte de la ciudad de Quito...” (Betanzos, 1551: 1). Dos afios antes Pedro Gutiérrez de Santa Clara se li- mitaba a sefialar vagamente que el imperio incaico se habia extendido hasta la “gobemacién de Chile” (Gutiérrez de Santa Clara: 1548: 248). La misma actitud asumié Cabello de Balboa cuando apuntaba que la presencia de los cuzqueftos habia alcanzado hasta el valle de Chile, donde ubicaron “Ios limites més meridionales de imperio”. (Balboa, 1586: 108). Geronimo de Quiroga coincidia con Betanzos al afirmar que los incas habian logrado solamente ocupar hasta el rio Maule 0 “linea de los Promaucaes” (Quiroga, 1690: 43). Pedro de Valdivia, conquistador y primer gobernador de Chile, asenté la version més aceptable sobre la expansi6n efectiva de los incas en el pais; en una carta escrita al Emperador Carlos V, en la cual se refeffa a las dificulta- des que habia encontrado para repartir a los indios del valle central en encomiendas, Valdivia afirmaba que estos indios “nunca han sabido servir, porque el Ynga no conquisté mas de hasta aqui...” (Valdivia, 1545, 13). La confusidn existente entre los cronistas respecto a la fecha y la extension de la pre- sencia de los incas en Chile, se debid fundamentalmente a la concepci6n de este proceso como un evento singular que tomé lugar durante la administracién de un determinado gobernante. Se- giin esta concepeién, que se trasluce en la mayoria de los cronistas, el pais habria sido incorpo- rado simulténeamente al incanato. Sin embargo, los descubrimientos de restos materiales, tales como cementerios, caminos y fortalezas de origen cuzquefio o imperial y por sobre todo, el and- lisis detallado que se ha hecho en los recientes afios de los documentos ielacionados con el siste- ‘ma de organizacion social impuesto por los incas, han demostrado que esta visién es errénea. Los resultados de los anilisis arriba reseflados, permiten afirmar que la ocupacion del pais por parte de los cuzquefios fue un proceso lento y gradual y que, lejos de ser homogéneo, varié de intensidad a nivel regional. Esta variacidn dio lugar a diversas zonas de integracion que se exten- dian de norte a sur y, quizds, de la costa a los Andes. De acuerdo a esta perspectiva, la region septentrional del pais se encontraba integrada al incanato cuando los espafioles llegaron a Chile, mientras el valle central se encontraba en una situacién de transicién. Atn mas, en esta Ultima rea se podrian distinguir dos subzonas: una, ubicada al norte del rio Maipo, que se encontraba en proceso de integracién al Tawantinsuyu, y otra, comprendida entre los rios Maipo y Maule, constituida en una regién de frontera y enfrentamiento. La concepcién de la expansion incaica en el pats como un proceso gradual cuenta ya con una sélida tradici6n en Chile. Iniciada el siglo pasado por Barros Arana (Barros Arana: 72), fue retomada por Medina (Medina: 334), y més recientemente por Stehberg (Stehberg, 1976: 33-34), Zapater (Zapater, 1981: 251-253) e Hidalgo (Hidalgo, 1981: 230), quien propone la 98 existencia de un centro de dominacién cuzquefio que controlaba la regién septentrional de Chile desde el Titicaca, Los especialistas que han estudiado este proceso, sin embargo, han prestado escasa atencién a las causas que determinaron su desarrollo 0 a los factores que condicionaron su desenvolvimiento. En otras palabras, no han considerado este problema como un hecho histé- ico. Solamente Silva (Silva, 1977: passim; 1981: passim) ha intentado verlo desde esta pers- pectiva, poniendo especial cuidado en enfatizar las relaciones establecidas entre los invasores, y los nativos a nivel local, y en explicar las causas que, del centro del imperio, motivaban este proceso expansivo. ‘Los factores que determinaron el caricter gradual de la expansidn inca en Chile estuvie- ron fundamentalmente ligados al medio fisico, que por su forma, obligé a los cuzquefios a avanzar lentamente hacia el sur. Solamente a través de la ocupacién simulténea de cada valle los generales imperiales podian impedir la migracién masiva de los habitantes hacia las regio- nes vecinas y prevenir que se enviaran refuerzos desde el érea meridional; operacionalmente, su acciones estuvieron dirigidas a ocupar los pasos y vias de comunicacién entre cada valle ¥ asentar alli su presencia militar. Con este movimiento aseguraban ademds la mantencion de sus lineas de comunicacién y abastecimiento con las regiones sometidas, que de otra manera, se habrian visto sujetas a las depredaciones de las parcialidades hostiles. La distancia en que se en- contraban de los principales centros logisticos del norte o del oriente trasandino les forzaba a actuar de modo cauto, retrasando su avance hacia el sur. No obstante, el factor més importan- te que influy6 en el caracter gradual de la expansi6n inca en el pais, y que en tiltima instancia determiné su extension, fue la resistencia que opusieron los habitantes del drea a los invasores. Esta resistencia de los indios de Chile contra los conquistadores cuzquefios fue inter- pretada de modo contradictorio por los principales cronistas del perfodo. Asi, mientras Pacha- cuti manifestaba que durante las campafias de conquista “los entemigos no hacen dafio en los de acé, antes con poca fazilidad fueron sujetados...” (Pachacuti: 305), Martin de Murta apun- taba que los naturales de Chile hab{an matado al inca “ynfinitos yndios y de sus orejones mu- rio gran cantidad, sin que jamas pudiese vencer a los arauicanos, y ans{ dexo sus moxones y puso alli y en toda la tierra de Chile gente de guarnicion para guardar las fronteras y para tener en sujecion Jo que habia conquistado...” (Muriia: 61). Oliva, que como se recordard atribuy6 Ja conquista de Chile a Tépac Inca, manifestaba que este gobernador lleg6 a Chile.con grandes esfuerzos y valor, estableciendo su presencia hasta Arauco. “En esta ocasion —seftalaba Oliva— estando toda la tierra de paz se le amotinaron y algaron algunos principales porque el Inca in- tento hacer los Mitimiris creados que es lo mismo, sacandolos de su natural, cossa que no lo pudieron sufrir ni llevar en paciencia, con ellos se amotinaron otros matando mucha gente del Inca de tal suerte que le obligaron a salir de sus tierras con mas prisa de la que requeria su autoridad. Vinose al Cuzco con determinacion de bolber despacio con el apatato necesario al castigo” (Oliva: 53). Garcilaso, quien también atribuy6 1a primera oleada expansiva contra Chile a Tupac Inca, proporciona una versién detallada del tipo de resistencia encontrada por los ejércitos cuzquefiosal entrar al pais. Segiin Garcilaso, Tipac Inca luego de haber enviado espias a la provineia de Copiap6 para que reconocieran el terreno, comisiond a su general Sinchi Ruca y 10.000 soldados para que iniciaran la conquista; junto con este contingente, envié una considerable cantidad de ‘“‘carneros de carga” que servirian para transportar las vituallas y de alimento del contingente. Tan pronto como se despaché esta columna hacia el sur, que segiin el autor penetra Chile a través del Desierto de Atacama, el inca comision6 10.000 soldados més “y por la misma orden los envio en pos de los primeros para que a los amigos fuesen de so- corro y a los enemigos de terror y asombro” (Garcilaso: 446). Llegado el primer contingente 2 Copiap6, los generales cuzquefios demandaron a Jos habitantes del valle que se rindieran y se “sujetasen al hijo del sol, que iba a darles nueva religién, nuevas leyes y costumbres, en que viviesen como hombres y no como bestias” ([bid.). Esta demanda no fue bien recibida por los nativos, quienes “tomaron las armas y se pusieron a resistir la invasi6n de sus tierras. Hubieron algunos rencuentros de escaramuzas y peleas ligeras, porque cada lado andaba rentando las fuerzas y el dnimo ajeno” (Ibid.). (Subrayado nuestro). Como se desprende del texto de Gar- cilaso, los habitantes de Copiapé centraron sus esfuerzos defensivos en una posiciOn fija, segu- ramente una fortaleza, a cuyas murallas acudieron los soldados del inca a ponerles sitio, Ambas fuerzas se mantuvieron observandose, respectivamente, los cuzquefios a la espera de los refuer- 99 08 que ‘norte y los copiapinos asegurando sus emplazamientos y tregua, que pudo ser motivada tanto por la incapacidad de los invasores para desalojar la forts leva por falta de suficientes hombres 0 porlas instrucciones que, de acuerdo a Garcilaso, Tipac Inca habia dado a sus generales de no ‘romper la guerra a fuego y a sangre, sino a contemporaniear con los enemigos a que se rindiesen por bien”, llegé a su término con el atribo de los 10.000 Soldados de refuerzos. Ante la vista de estos auxilios, los defensores del valle de Copiapé se rin- dieron “paresciendoles que no podian resistir a tanta gente...” (Garcilaso: 447), {a resistencia opuesta a los hombres de Sinchi Ruca por los habitantes de Copiapé no fue del todo infructuosa, El rhismo Garcilasoafirmaba: “capitularon con los Incas lo mejor que Supicron... (el inca) estimd en mucho que la provincia Copayapu quedase por suya por via de az y concierto y no de guerra y sangre”. (Ibid). Pero por sobre todo, dejaron establecido un precedente y una tradicion que podfa ser imitada por los habitantes de los demés valles al sur. La fama ganada durante el sitio de Copiap6 se extendié por décadas, legando a los oides de loc soldados que acompaftaron a Valdivia Ja conquista de la regién en 1540. Geronimo de Bibar, cronista de la expedicién, apuntaba en su diario que al entrar al valle se enteraron por algunos indios prisioneros que “estaban aquellos seftores indios con toda su gente de guerra en un puca- an 0 fuerza donde se defendieron un aio y mas de su padre Huayna Capac, el principe del Pinu, otro segundo Alejandro, cuando os vino a conquistar”, (Bibar: 25). Luego de haber cap- {hrado esta posicion, agregaba Bibar, los indios de Copiapé expresaron su admiraciOn por Val- divia al “ver que en una hora habia ganado el general con tan pocos cristianos un fuerte que los Incas con treinta mil soldados de guerra no lo pudieron tomar en un afto..." (Bibar: 26). La derrota de Copiap6 no significe que los indios del norte depusieran sus énimos hos- tiles contra los invasores. De acuerdo a Diego Rosales, conseguida esta victoria, los incas pudie. ron penetrar solamente hasta el valle de Quillota. Alli fueron recibidos por los nativos, quienes $© mostraron dispuestos a acogerlos y servirlos mientras reunfan fuerzas suficientes para resist. Tan pronto como lograron este objetivo, sefiala Rosales: “dieron tras los peruanos y en una re. ‘ida batalla los pusieron en huida, matando a muchos y sacudiendo el yugo que nunea han Suftido sobre sus cervices” (Rosales: 338). Enterado el inca de la resistencia que oponian los habitantes de Quillota a sus fuerzas, ordené la movilizaci6n de “‘cien mil hombres a cargo de un Primo suyo, al castigo de los chilenos que no le querfan obedecer” (Ibid.). El nuevo ejéreito lle. 86 @ Quillota y conquist6 el valle después de hacer un “cruel castigo en la persona del cacique principal de aquella tierra y en muchos de sus vasallos”, con el doble objeto de escarmentar a tos nativos y asegurar su presencia en la regién. Los indigenas no cejaron en sus intentos rebel, des a pesar de este castigo, contintia Rosales, pues tomaron sus armas “Y eerrando con ellos, kes presentaron una furiosa batalla, pero fueron vencidos los chilenos, aunque a costa de mucha sangre de los contrarios...” (Rosales: 338) La conquista de Quillota aseguré a los ejércitos imperiales la posesién del Norte Chico ¥ [a region septentrional del valle central de Chile. Con respecto a la ocupacién de Coquimbo, Situado entre Copiapé y Quillota, Garcilaso se limit6 a seftalar que carecia de informacion sobre si ello habia sido conseguido haciendo uso de las armas “por haber sido la conquista en rein extrafio y tan Iejos de los suyos..” (Garcilaso: 447), No obstante, al igual que Rosales, Garci, Jaso afinmaba que con la conquista de Quillota los incas extendieron su dominio hasta el valle de Chile. Esta expansion tue un proceso largo y leno de sacrificios, El mismo Garcilaso apunta. ba: “En todo aquel tiempo que duré aquella conquista que, segin dicen, fueron mis de seis anos, el Inca tuvo particular cuidado de socorrer a los suyos con gentes, armas y bastimentos, vestido y calzado... por lo cual vino a tener en Chile mas de cineuenta mil hombres de guerra, (Garcilaso: 447). La imagen de la ocupaci6n del norte y Ia regién septentrional del valle central como un proceso que tomé affos propuesta por Garcilaso, fue en cierta medida confirmada por el jesuita Oliva. De acuerdo a Oliva, luego de la derrota de Tépac Inca, los gobernantes cuzquefios se ha. brian dedicado un largo tiempo a preparar una expedicién defintiva contra el pais. Para asegu, rar su éxito, afirmaba Oliva, el inca “comengé a disponer los caminos por que embié delante muchos gastadores, a aderegarios mandé a hacer en ellos tambos, puentes, pogos de agua, embio mucha comida, a los depocitos y higo otras prevenciones de manera que el exéreito pudiese Pasar sin detrimento” (Oliva: 52). Los hombres que se preparaban para enviarlos a Chile, “se. Gun los historiadores de los quipocamayos era de mas de medio millon de gente de pelea”, los 100 cuales no sélo debjan conquistar las nuevas tierras sino también poblarlas una vez, que la pobla- cién local hubiera sido trasladada a otras regiones del imperio. Sin embargo, al punto de con- cluir estos preparativos, Topa Inca cogié una enfermedad que le caus6 la muerte. Su sucesor, el inca Pachacuti, continud con los preparativos y eventualmente se dirigid a la cabeza de sus hombres “al reino de Chile, a que salié con tan poderoso exercito que a Ia fin lo sosego y incor- poré a su corona...” (Oliva: 53). El establecimiento de los incas en Ia regién septentrional del pais, proceso que tom6 un largo tiempo por la resistencia que los habitantes locales pusieron contra la expansién perua- na, dej6 a los soldados del inca en condiciones de iniciar nuevas campafias contra los valles ubi- cados mis al sur, Solamente esperaban las 6rdenes del Cuzco. Las 6rdenes para continuar el proceso de expansién hacia los valles meridionales fue- ron dadas durante la administracién del inca Huayna Capac, segiin coinciden en sefialar los cro- nistas y los autores modemnos. Sarmiento seflalaba al respecto que Huayna Cépac “paso hasta Chile, Jo que su padre habia conquistado, y quit6 al Gobernador que alli estaba por él enco- méndando la gobernacién de aquellas provineias a los dos curacas naturales de Chile, Michima- Iongo y Angalongo, a quien su padre habfan vencido” (Sarmiento: 124). Pedro Gutiérrez. de Santa Clara afirmaba, por su parte, que Huayna Capac “gan6 por sus capitanes parte de las tie- rras de Ja riquisima provincia de Chile...” (Gutiérrez S. Clara, 1548: 215). En el mismo sentido opinaba el cronista Pedro Pizarro, cuando apuntaba que este inca “fue ganando hasta Quito, y sus capitanes, por otra parte, hasta Chile...” (Pizarro, 1571: 180). Pedro Cieza de Leon afir- maba a su vez que durante su visita a Chile, que se habfa extendido por un afio, Huayna Cépac se habia preocupado de poner orden en las regiones conquistadas, consolidando la autoridad imperial sobre sus vasallos. Asi, sefialaba, “los mitimaes fueron puestos y, transportadas muchas gentes de aquellas de Chile de unas partes a otras... Anduvo mucho mds por la tierra que su pa- dre, hasta que dijo que habia visto el fin y mand6 hacer memorias por muchos lugares para que en el futuro se entendiera su grandeza...” (Cieza de Le6n: 280). El padre Oliva también se re- fiere a una expedicion realizada contra Chile durante la administracién de Huaina Capac. Este, segiin Oliva, renové los esfuerzos hechos por sus antecesores para dirigirse contra el pais, pues en esa época, “no estaba del todo conquistado el Reyno de Chile y assi para sugetarle higo nu- meroso exercito que entrego para este efecto a Anamanya Orexon...” (Oliva: 56). Los objeti- vos de la expedicisn de Anamanya, sigue el cronista, serfan “allanar” la tierra y sacar del pais 1 sus nativos, reemplazandolos ‘‘con los que llevaba en su exercito. Pero que si no consintiessen enesto lo llevara a fuerza y sangre, de suerte que no quedase memoria de yndio chileno” (Ibid.). Al parecer, Anamanya no encontré mayor dificultad en conseguir ambos objetivos, pues “lle- gado compuso lo que estaba antiguamente conquistado y suget6 de nuevo otras provincias” (Ibid,). En estas tltimas provincias, sefialaba Oliva, los habitantes decidieron aceptar el domi- rio del inca solamente a condicién de que no se les exiliara de sus tierras, Incapaz de tomar una decision por si mismo al respecto, Anamanya,retorné al Cuzco a informar al inca, dejando tras sia un capitan de guerra llamado Chaco con “suficiente presidio” para que sometiera a las tri- bus que comenzaban a rebelarse. En el Cuzco, Anamanya se encontrd con que el propio inca estaba dispuesto a viajar a Chile “que le quitaba el sueffo considerar no era tan obedecido en aquel reino como queria... (Oliva: $8). Sin embargo, el proyectado viaje a Chile no pudo ser rea- lizado por Huayna CApac, concluye Oliva, pues murié mientras visitaba la provincia de Quito. Sin deseos de iniciar aqué una polémica sobre si Huayna Cépac visit6 0 no Chile duran- te su administracion, est claro que durante su reinado se realiz6 una operacién contra el pais. El logro principal de ésta fue la consolidacién del dominio inca en el NorteChicoy en la region septentrional del valle central de Chile y la expansién de los limites del imperio en la zona me- ridional de este tiltimo. El primer evento significd la introduccién de mitimaes y otras institu- ciones incaicas en el rea y el sometimiento definitivo de las parcialidades indigenas que se ‘mantenfan en estado de rebeldia contra las fuerzas imperiales. Como seffalara Oliva, Ia empre- sa misma se habia realizado porque el gobernante cuzquefio no estaba satisfecho “de la obe- diencia a medias” (Oliva: 57) que le prestaba el pais. El segundo evento, la expansion de los limites del imperio en la region meridional del valle central de Chile, puso a los generales perua- nos en contacto directo con los Fromaucaes, que en aquellos aflos ocupaban Ia region situada entre los rfos Maipo y Bio Bio. 101 ‘septentrional del pais, el ejército incaico se vio incapacita- do de extender el Tawantinsuyu al sur del rio Maule. Como habia ocurrido en las décadas pre- vias en los valles de més al norte, los habitantes del area opusieron una tenaz resistencia a los invasores, obligandolos a detener su movimiento hacia el sur, De acuerdo a Garcilaso, los Promaucaes “‘apercibidos y aliados con otros sus comarcanos como son los de Chitalli, Pincu, Conqui...” (Garcilaso: 447), detuvieron a los soldados peruanos cuando intentaron cruzar el, tio Maule, Antes que recurriesen a las armas, continia Garcilaso, los generales del inca iniciaron negociaciones con los lideres Promaucaes para evitar un enfrentamiento sangriento. Este tiempo lo aprovecharon los jefes de Maule para engrosar sus contingentes, los que finalmente salieron a enfrentarse con los invasores “en nimero de dieciocho o veinte mil hombre de guerra, y aquel dia no entendieron sino en hacer sus alojamientos a vista de los incas” (Garcilaso: 447). Con- cluidas las negociaciones sin mayores resultados, ambos ejércitos “salieron.,. de sus alojamien- tos” trabandose en un encarnizado combate que duré todo el dia, retirandose a sus puestos con Jas primeras seftales de la noche. Estos combates se extendieron por tres dias; al cuarto dia, ano- taba Garcilaso, “los unos y los otros se pusieron en sus escuadrones, no salieron de sus aloja- mientos, donde se estuvieron fortalecidos esperando defenderse del contrario, si le acometie- re...” (Ibid,). Finalmente los dos ejércitos decidieron retirarse, temiendo cada uno que al ban- do contrario le legaran refuerzos. Ercilla, aflos antes que Garcilaso, describié en términos similares la batalla sostenida en las riberas del rio Maule entre Promaucaes y las fuerzas del inca. Al igual que el cronista pe- ruano, Ercilla afirmaba que fa batalla tomé lugar cuando los jefes locales se enteraron del inten- to de los cuzquefios de conquistar sus tierras. Ante estas noticias, seftalaba Ercilla: al paso y duro encuentro les salieron no menos en buen orden que lozanos; y las cosas de suerte sucedieron que Hegando estas gentes a las manos, murieron infinitos orejones, erdieron el campo y todos los pendones, (Excilla: Canto Primero, v. 393). El capitan Olaverria, al referirse a esta batalla, también afirmaba que los Promaucaes “mataron ala mayor de los del Pera...” (Olaverria: 23). Este enfrentamiento entre Promaucaes y cuzquefios ha sido visto, sin embargo, como un evento que tomé lugar después de la conquista de la regién situada entre los rios Itatay Bio Bio. El principal sostenedor de esta interpretacién fue Barros Arana, quien sostenia que la ba- talla fue consecuencia de los efectos que tuvo en el pais la guerra civil entre Atahualpa y Huds- car, De acuerdo a Barros Arana, Hudscar decidié retirar parte de la guarnicién militar que se mantenia en Chile y desplazarla hacia el Pera. El retiro de estas tropas debilité el poder de los incas en el pais, obligando a sus administradores a retirarse de las posiciones que tenjan en Bio Bio, para establecer Ja frontera militar en Maule. Los jefes Promaucaes “siempre dispuestos a la rebelién ~seftalaba Barros Arana~ esperaban solo una ocasion oportuna para sacudir el yugo a que se les habfa sometido” (Barros Arana: 64). Envalentonados por el retiro hacia del norte de las tropas imperiales, los lideres locales les siguieron hasta el rio Maule, donde lucharon con sus enemigos por tres dias. Al final del combate, “los guerreros del inca perdieron més de la mitad de sus fuerzas... lograron repasar el rio Maule, en cuyas riberas qued6 estable- cido el limite austral del imperio de los incas” (Barros Arana: 66; Guevara: 5). Desde esta perspectiva, la batalla del rio Maule habria sido fruto de una rebelion con- tra los incas, mas que el resultado de la oposicién que encontraban los generales cuzquefios en su intento de expansion hacia el sur de Chile. De ser correcta esta vision, los incas se encontra- ban en proceso de repliegue al entrar las fuerzas espaftolas al pais, opinién que contradice la version establecida por los cronistas tempranos, quienes pusieron énfasis en afirmar que, por el contrario, los incas se encontraban en pleno proceso de expansién. A pesar de la ausencia de re- fereneias que la fundamenten s6lidamente, no puede descartarse completamente esta visibn, pues la médula de su argumento puede ser correcta. Si el desarrollo de la guerra civil entre Hudscar y Atahualpa en los afios inmediatamente previos a la legada de Pizarro obligé al despla- 102 zamiento de tropas hacia el norte no es improbable que se haya reeistrad0 a cala descrita por Barros Arana. Sin embargo, hasta que no se realicen nuevas investigaciones ¥ s= encuentren nuevas fuentes, debe aceptarse la versidn establecida por Garcilaso y Ercilla. En Maule, como antes en Copiap@, los nativos detuvieron el avance del ejército incaico, logrando en este caso repeler a los invasores. Los generales cuzquefios, imposibilitados de continuar expandiéndose hacia el sur, concentraron desde entonces su atencién en los territo- rios sometidos, tarea que la tradicion asigna efectivamente al inca Huayna Capac y sus adminis- tradores (Zarate: 137). El proceso de expansién estaba por el momento concluido. Como afir- mara el cronista Matienzo en 1567, las “banderas del inca vieron por la parte del sur el rio Maule, y por la del norte, al fo Angasmayo, y estos rfos fueron términos de su imperio...” Matienzo, 1567: 6). La campanta de conquista de Chile emprendida por los incas, cualquiera fuese su erono- logfa, sus autores y su duracion, fue vista por los cronistas coloniales como uno de los principa- les hitos en la historia del incanato. Por otra parte, fue descrito en diversas oportunidades como un,evento sangriento. Huaman Poma de Ayala afirmaba que durante ésta murieron cien mil indios chilenos y que para lograr vencerlos los incas tuvieron que aguardar““que hubiere pes- tilencia en el tiempo de pestilencia y hambre de diez aflos que hubo en este reyno y en toda cas- tilla...” (Poma de Ayala: f. 158). Murta afirmaba por su parte que el cardcter guerrero de los indios del pafs, habfa hecho al inca “dexar un huen recaudo, y guarda en aquellas provincias...” (Mura: 61). Herrera, describiendo quizdsel efecto que tuvo la resistencia contra los incas en la poblacién del pais, apuntaba que al entrar Almagro a Chile encontré que “aunque la tierra es Ilana, parecfa estéril” (Herrera, Descripcin: 475). Lopez de Velasco, refiriéndose al mismo asunto, manifestaba en 1571, que la poblacién indfgenas de Huasco y la Serena, era poco nu: merosa “aunque antiguamente hubo muchos més...” (Lopez de Velasco, 1571: 305). Mas re- cientemente, Santa Cruz, sin dar mayores antecedentes al respecto, seitalaba que la poblacion del valle de Coquimbo era “diez veces mas numerosa que en tiempos de los conquistadores espafioles” (S. Cruz: 76). Sin estar en condiciones de precisar cual fue el costo demografico de Ia oposicién a los soldados del inca entre los habitantes del pais, ya sea durante el proceso de expansi6n mismo o bien durante la etapa que se encontraron sometidos al dominio peruano, no €s diffcil imaginar el impacto que tuvo a nivel regional y local. Esta poblaci6n ha sido calculada para el area que se extiende desde Copiap6 hasta el rio Maule en 150.000 habitantes al momento de la llegada de los espafioles (Hidalgo: 1973: 26). Regionalmente esta poblacin habria consistido en 22.500 habitantes en el érea comprendida entre Aconcagua y Copiapé, y 120 a 130 mil entre Aconcagua y Maule. De estos dltimos, de 20 a 30 mil residfan entre Aconcagua y el rio Maipo,, y el resto entre el rio Cachapoal y el Maule (Hidalgo, 1973: 31; Hidalgo, 1972: 57). Si bien estos célculos no toman en cuenta a las guar- niciones militares establecidas por los incas en el pais, cuyo nimero se ignora, la poblacion militar del érea comprendida entre Copiapd y Aconcagua habria ascendido a 4.65 mil gue- rreros mientras hacia el sur aumentaba a 30 mil. Si esta es la poblacién que los espafioles en- contraron al flegar al pais, quedarfa por preguntarse: {Era similar a la que encontraron los incas? ,;Cudntos nativos sobrevivieron a la conquista incaica?, gcwéntos fueron enviados a otras regiones como miembros de las colonias? ,Cudntos decidieron emigrar hacia el sur o hacia el oriente en busca de refugio? Las fuentes que hasta el momento existen, no permiten respon- der estas preguntas. Sin poder afirmar de modo categérico la dimensién del impacto que tuvo la expan- sion incaica sobre la poblacion nativa de Chile, teniendo presente que la poblacién guerrera que encontraron los espafioles en el Norte Chico ascendfa solamente a 4 6 5 mil guerreros, {Como es posible que un contingente tan pequefio, en comparacién a las tropas desplazadas por los sefiores del Cuzco, haya sido capaz. de demorar el proceso de conquista del pais?, ,s0- bre qué bases pudo una sociedad relativamente inferior —en particular si se pone el énfasis en su capacidad para producir excedentes econémicos y redistribuirlo— resistir por afios su in- corporacion al incanato? Més al sur, donde el grado de inferioridad econémica es atin mas no- torio si bien compensado por una poblacion militar mayor, estas preguntas son més acucian- tes. La legendaria valentia 0 “caricter virit” atribuido a los indigenas de Chile (Santa Cruz, 1913: 83), ni sus “espiritus siempre dispuestos a la rebelién” (Barros Arana: 64), ni la falta de un concepto general de “‘sujecion a un poder central” o la ausencia de la “palabra tributo 103 incas, la respuesta hay que mirar a la base real de estos elementos abstractos, sobre la que la resistencia de los habitantes de Chile contra los ejércitos cuzquefios. Esta base estuvo constituida por una combinacién exitosa de los recursos humanos y materiales que la sociedad indigena tenfa a su disposicién. Lo primero tomé forma a través de Ja'creacién de alianzas militares entre los habitantes de diferentes valles, que enviaban a sus guerreros a combatir bajo el liderazgo de un jefe de guerta. Este tipo de cooperacién mi- litar en perfodos de crisis se remonta cronolégicamente a los afios que siguieron a la desinte- gracion politica de Tiahuanaco, periodo en que los grupos locales se vieron obligados a supe- rar los limites establecidos por la combinacién natural de recursos humanos generados por la dependencia en la estructura de parentesco, “para respaldar y proteger los derechos y la po- blacion en niveles ecolégicos complementarios y distantes” (Hidalgo, 1981: 223). Esta si- tuacién habria cobrado mayor vigencia con la fundacién de colonias distantes que implicaron la formacién de lazos de dependencia econdmica (Niemeyer ef al, 1981: 52). Fundados estos lazos sobre los principios de “reciprocidad y redistribucién de los bienes y servicios produci- dos”, su uso posterior en situaciones de urgencia militar fue grandemente facilitado. De otra parte, la organizacién dual que prevalecié en los valles transversales, consistentes en la division de los valles en dos mitades unidas por lazos de parentesco, real o ficticio, de cooperacién ¥ competencia, también sirvié de base para la creacién de lazos de cooperacién militar en pe- riodos de crisis. Los cronistas, sin embargo, enfatizaron solamente sus aspectos negativos, sin poner atencion al hecho mismo que a su entrada a los valles, eran recibidos por los caciques de las dos mitades, en representacion de toda el area (Hidalgo, 1971, passim; Hidalgo, 1972: 78 y siguientes; Hidalgo 1981: 227). Finalmente, no puede dejar de mencionarse el impacto que tenia a nivel local la construcci6n de canales de regadios y terrazas, que involucraba la participacién del conjunto de la comunidad y que contribuia a la generacién de lazos de soli- daridad y dependencia entre los habitantes de los valles. Sobre estas bases de cooperacion y dependencia econdmica y social, respaldados por la homogeneidad lingiistica, de habitos y costumbres, los pobladores de los valles transversales estuvieron en condiciones de unir sus esfuerzos militares y resistir colectivamente a los invasores del norte. En el valle central, la ausencia de estos elementos de cohesi6n econdmica y social fueron reemplazadas pot una po- blacién mayor que, si bien vivia dispersa, se mostr6 dispuesta a acudir en defensa del territo- tio comin. La experiencia militar obtenida tanto en los conflictos que mantenian entre si distintas parcialidades como en las Juchas que mantenian con sus vecinos de mas al norte, suplian también la falta de elementos mas permanentes de cohesion, Adin mas, la marcada tendencia mostrada a formar alianzas territoriales cuando Iegaron los espafioles al pais, per- miten afirmar sin mayores riesgos, que estas también se registraron en la época prehis- pénica. La formacién de alianzas militares para detener el avance del ejército incaico se exten- di6 desde Copiapé hasta Maule. En Copiap6, como seftalara Bibar, “los seflores indios con toda su gente de guerra” salieron al encuentro de los invasores, del mismo modo como Io hicieron més tarde contra Valdivia. En Quillota, la participacién de los habitantes de los demés valles en la defensa de aquel quedo evidenciada en Jos resultados de la batalla entre los nativos y los cuzquefios; de acuerdo a Rosales, la derrota de los guerreros de Quillota fue seguida por la rendicion de los “valles de Aconcagua, Quillota y Mapocho...” (Rosales: 238). Ampuero ¢ H dalgo han opinado en sentido contrario, afirmando que la defensa del pais fue realizada valle por valle, Para fundamentar su opinién citan a Bibar, quien describe la matanza de “més de cinco mil indios” del valle de Coquimbo, cuando éstos se resistieron a construir una acequia como les ordenaban Jos nuevos seiiores (Ampuero ¢ Hidalgo, 1975: 104). Sobre este evento aislado, ambos autores concluyen: “Podemos pensar que las federaciones y alianzas de los sefiores duales que se observan en tiempos protohistéricos, serian una consecuencia de la in- fluencia inca” ([bid.). Este evento, ubicado por los autores cronol6gicamente en el perfodo de la expansi6n incaica, sin duda tomé lugar una vez que la conquista ya era una realidad, enmar- cdndose en el contexto de una sublevacion local més que en la resistencia que opusieron a los ejércitos imperiales. En Maule, los Promaucaes también recurrieron a la formacién de una alian- 104 7 za militar para detener las fuerzas de Huayna Cépac. Segiin Garcilaso, los grupos que tomaron parte en esta alianza provenfan de “Chitalli, Pineu, Conqui...” La mera formacién de alianzas militares entre los habitantes de los diferentes valles de Chile no podia ser suficiente para detener el avance de los incas. Se necesitaba un punto de reunién donde concentrar los guetreros y los alimentos que permitirian su subsistencia mientras persistieran [as hostilidades. Esto se consiguié a través de la utilizacién del medio fisico, en particular los pasos estrechos y las montafias abruptas, sobre los cuales construye- ron fuertes y posiciones defensivas. Las fortalezas construidas por los indios de Chile en las montafias que circundaban sus valles, sirvieron como centro de la resistencia aborigen contra los incas, llegando a consti- tuirse en el simbolo de la misma, A ellas acudieron los capitanes de guerra con sus soldados y sus armas, y fueron enviados los recursos materiales que permitirfan sostener, ya sea un sitio prolongado 0 una batalla formal. Tras sus murallas encontraron refugio los familiares de los guerreros, y los soldados que de otros valles acudian a la defensa de los territorios comunes. Hacia ellos también se ditigieron los ejércitos imperiales, dispuestos a derrotar a los defensores y adquitir dominio sobre sus tierras, Para los incas, el uso de emplazamientos defensivos y fuertes de parte de sus enemi- g0s, no fue un fenémeno nuevo. Por el contrario, sus ejércitos se mostraron diestros en Ta lucha contra estas posiciones, que su propia tradicién ponia como uno de los elementos culturales mas importantes de la época previa al incanato. Al respecto, los quipucamayos Collapifia, Sup- mo y otros, manifestaban en 1542 que en los alos previos a la instauracién del gobierno del inca, los indios vivfan en permanentes guerras “y en el cerro mas cercano a cada pueblo, en lo mas alto, tenfan un cercado de pared que les servia de fortaleza, porque al presente todavia es- tdn los paredones altos en los cerros” (Collapifia, Supmo y otros: 22). En cuanto a las armas que usaban para su defensa, agregaban: “Io que més dafio hacfan en las tierras ésperas de serra- nfas, eran las galgas que desde los altos echaban, que hacian pedazos cuantos hallaban por de- Tante” (Ibid: 23), Huamén Poma de Ayala también se refirié a estas fortalezas preincaicas, si bien en un plano mas general y abstracto. Segiin este autor, en la “Edad” inmediatamente previa al incanato, los habitantes de la region abandonaron sus pueblos en los valles y “se fueron a poblarse en altos cerros y pefias y por defenderse comenzaron alzarse fortalezas que laman pucara edificaron las paredes y zerco dentro de ellas casas y fortalezas y escondrijos y pozos para sacar agua...” (Poma de Ayala: f. 64). Para afirmar lo expresado, Poma de Ayala inclufa en sus trabajos dos ilustraciones relativas a estos fuertes, las cuales se reproducen a continuacién. La primera tiene relacion con el perfodo o “edad” en cuestin, y la segunda ilustra la campafia realizada por el general inca Maytac que incluyé la conquista de Arica. La tercera ilustracién, reproducida al comienzo de este trabajo, y que describe una batalla entre los indios de Chile y Ios incas, no contiene referencia con respecto a estos fuertes preincaicos. La existencia de fuertes preincaicos en el area fue registrada por los cronistas espa- fioles, quienes se refirieron a ellos en sus narraciones. De acuerdo a Murtta, cada vez que se rebelaba una provincia del imperio, el inca ordenaba el envio “de hombres practicos que sa- vian los secretos de las provincias, los fuertes, rios, cerros... y las manidas y asientos donde os enemigos se podian fortalecer y amparar, y ocultarse para emboscadas...” (Murita: 92). Pedro Cieza de Leén, describiendo la época previa al tawantinsuyu, sefialaba que la gente en aquel perfodo “hacian ‘en los cerros castillos que aman pucaras, desde donde, ahullando en lenguas extraflas, salian a pelear con otros sobre las tietras de labor...” (Cieza: 5). Duran- te estas batallas, seguia Cieza, los vencedores, luego de apoderarse de los bienes y mujeres de los vencidos, se “iban triunfando a lo alto de los cerros donde tenfan sus castillos y alli hacian sus sacrificios a los Dioses...” (Ibid.). Juan Cristébal Calvete de Estrella, en su crénica sobre la rebelion de Pizarro, también se refirié a las guerras intestinas preincaicas que tomaban lu- gar entre los indios de la region y por cuya causa “parecen hoy en dia algunos cerros y bax rreados con paredes, como fortalezas por muy largo trecho, donde cuando eran desbarata- dos se acogian para se defender de sus enemigos” (Calvete de Estrella: 302). Esta misma idea fue recogida por el cronista Damian de la Bandera en 1557 (De la Bandera: 494), 105 ELSETIMO CAPITA ELQVARTOEDADDEIVs WMALLAC EL SETIMO CAPITAN INGA MAITAC EL QUARTO EDAD DE INDIOS AUCA- (Poma de Ayala: 156). RUNA. (Poma de Ayala: 64). Entre los autores modernos en Chile, la presencia de estos fuertes preincaicos no ha pasado desapercibida, especialmente en el area norte del pais, En 1936, Latcham apuntaba sobre su existencia entre los habitantes de Atacama y Coquimbo, quieneé “construian forta. lezas en las cimas de altas y casi inaccesibles montafias, Estas no deben ser confundidas con los pucaras (subrayado de Latcham) 0 tambos de origen incaico, pues son muy distintos de estos” (Latcham: 61), Sobre su disposicién general, afirmaba: “Los muros son de pirca, de lun metro a dos metros de espesor en su base. A veces hay tres, cuatro 0 mas muros, uno dentro de otro, en las faldas escarpadas, Son generalmente cuadrangulares, pero a veces tienen salientes o asumen otras formas. Las habitaciones abrigos se hallan dentro del muro interior, También se construian pircas bajas y son notables en que frecuentemente no tienen ni puerta ni ventana y al aparecer la Unica entrada esta por encima de las pircas, Esta clase de construc. cién se ha encontrado en muchas partes de toda la region diaguita, especialmente en las altu. ras que dominan los principales pasos de la cordillera”. En 1952, Carlos Keller se referia a los pueblos-fortalezas, que atestiguaban “las fre- cuentes guerras a que s¢ vieron sometidos” los indios del pais (Keller, 1952: XLVI). Dos afios més tarde, Grete Mostny los describia en mayor detalle, centrando su atencién en los fuertes que existian en la regién de Atacama. Estos, sefialaba Mostny, ‘‘se encontraban en algun punto Prominente y de dificil acceso, al margen del terreno cultivable, Eran edificados de piedra... estaban protegidos por altos y gruesos muros de circunvalacion, provistos de troneras, por los cuales se disparaban las fleclias...” (Mostny, 1952: 27), Entre los “pucara o ciudadelas” mis importantes citados por la autora para el drea atacamena, estarian los de Lasana, San Pedro de Atacama y Turi (Ibid: 30). Mas al sur, entre los Diaguitas, también existirfan estos fuertes, los que, como en el norte, estaban “edificados en las cumbres de los cerros de dificil acceso. Son estas fortalezas recintos rectangulares, unos dentros de otros, con muros de pirea de 1,5 a2 m de espesor en su base; dentro del recinto central se encontraban las habitaciones” (Ibid: 58), Niemeyer, Schiappacasse y Solimano, en un trabajo arqueol6gico realizado en Ia Quebrada de Camarones, provincia de Tarapacé, en 1971, confirmaron lo expresado por Latcham, Keller y 106 Mostny, cuando afirmaban que la mayoria de los en la cima de cerros, ocupando sitios estratégicos “ouyas tinicas vias de acceso sem por murallas defensivas” (Niemeyer, ef ai,: 120). Luego agregaban: “Cuando sus posiciones estratégicas no son muy favorables, cuentan con un gran recinto amurallado de emergencia } “reducto de cumbre” en cuyo interior se han edificado construcciones de material ligero” (Ibid,). De los ocho poblados estudiados por estos autores, 1a mayoria contaban con recintos amurallados, cuyas ruinas subsisten con los restos de edificaciones incas posteriores. Em el Norte Chico, Hidalgo se ha referido a estas fortalezas, sefialando que ellas “eran ocupadas en tiempos de guerra” (Hidalgo, 1972: 59). Silva, finalmente, ha resefiado su existencia como una de las pruebas del estado relativamente superior en que se encontraban los Disguitas respecto asus vecinos del sur. “Los conceptos urbanisticos ~sefialaba~ comenzaban a aplicar en la construccién de pucaras, pueblos viejos y aldeas de pircas...” (Silva, 1974: 32). En cuanto a la época historica en que estas fortalezas preincaicas comenzaron a flore- cor en la region, Hidalgo afirma que ellas pueden estar en relacién con Ia descomposicion po- Iitiga del Tiahuanaco. En el perfodo inmediatamente posterior, seiala el autor, “intensos movimientos de pueblos y demandas por recursos o productos agricolas, obligaron a los po- bladores a aglutinarse generalmente en sitios estratégicos de altura” (Hidalgo, 1981: 222). La descripeién mas completa de una de estas fortalezas preincaicas en Chile fue hecha por el eronista Bibar en torno al fuerte que la hueste valdiviana atacé en Copiapo. En este fuer. fe, sefialaba Bibar, los habitantes del valle habian resistido por un ato al “Principe del Pir, otro segundo Alejandro, cuando los vino a conquistar”. “E] asiento que este fuerte tenia —afirmaba Bibar— entre dos altas sierras que no se podfa entrar a 61 sino por dos muy angostas sierras y sendas que los indios tenfan hechas ma. hos ¥ @ trechos muy malos pasos de despefiaderos y flechaderos y arriba una gruesa muralla que atraviesa de una sierra a otra. Tendria de largo cien pasos, y ante ella una profundisima cava Ilena de agua, y dentro de ella muchos flechaderos para poder hacer a su salvo todo el dafio a los que gandrsela quisiesen, de suerte que los que entraban habian de ser combatidos de ambas sie- tras y del llano: y si el general no tuviera tanta diligencia en caminar tan largo camino en breve tiempo y tomarles los espias que tenian puestos los seiores porque no fueron avisados de su ida para acometerles tan impensadamente y con tanto nimo y determinaci6n, que no se les podia fanar el paso, y si se ganase, fuera con grave trabajo y perdida de cristianos” (Bibar: 26). Concluida la batalla, en Ja cual los defensores fueron tomados por sorpresa desde sus espaldas, Valdivia ordend a uno de sus tenientes “‘con seis de a caballo que tomase los altos, y gue ya tenia tomado el fuerte...” (Ibid: 25). Estos altos del fuerte quizs correspondan al Teducto de cumbre” descrito por Niemeyer, en el cual se refugiaban los familiares de los com- batientes y se depositaban las provisiones* ‘ras armas empleadas por los nativos para defender estas fortalezas, ademés de las fle chas y otros instrumentos de guerra comunes al area, consistian en las asi Ilamadas “galgas", © piedras ovaladas que arvojaban a los asaltantes. “Son estas piedras de tres arrobas y més —sefiala- ba Bibar-- y otras de dos quintales cuanto pueden reempujar mucha cantidad de indios... fi a postas e puestas para este efecto” (Biba: 28). De éstas, Medina encontr6 rastros entre as rui- sae de la fortaleza de Angostura, al sur de Santiago (Medina: 348), Hidalgo describe ademés tin tipo de bomba incendiaria (HHidalgo, 1972: 67) que probablemente arrojaban a los enemigos {que escalaban las pendientes de las colinas donde estaban ubicados los fuertes. La utilizacion de fortalezas y sitios defensivos como el descrito, y la formacién de alianzas militares entre los habitaittes de varios valles, hicieron posible Ja exitosa resistencia de los nativos contra los ejércitos invasores. Sin desconocer la importancia que tenia en el proceso expansivo el desarrollo de-determinados intereses imperiales —que Silva ha particula: Prado come intereses de cada monarca (Silva, 1977-1978: 234 y 235)~ ambos factores locales Geterminaron de la ocupacién cuzquefia del pais, obligando a los administradores peruanos @ otganizar diferentes expediciones de conquista contra Chile. Esto. signific6, eventualmente, que el érea fuese integrada de modo lento y gradual al incanato. ‘De otra parte, la resistencia indigena forz6 a los invasores a establecer un sistema de relaciones especiales con los grupos sometidos que permitieran su permanencia en el imperio so integracion paulatina a las tareas expansionistas. De acuerdo al mismo Silva, estas rela: fiones podrian corresponder a “una forma de intercambio reciproco de favores...” (Silva, 107 Tbid: 212), Este cardcter especial no fue, sin embargo, privativo al érea, pues como han moe trado Schobinger y Barcena (1971: 403) en la region de Mendoza, el dominio incaico tam- bién fue “relativamente suave, limiténdose al parecer a un estado de “coexistencia pacifica” con los aborigenes locales”. En el mismo sentido opina Renard de Casevitz (1981: 120) para otra regién fronteriza del imperio. La principal expresion de este sistema de relaciones especiales fue el surgimiento de alianzas politicas con los jefes locales (Hidalgo, 1981: 226) y la generacién de matrimonios de mujeres “‘incas” con curacas indigenas destinados a fortalecer gstas alianzas (Mostny, 1957: 111). Uno de los principales favorecidos con estas alianzas fue, al parecer, el jefe Michimalonco, de Aconcagua, quien de acuerdo a Sarmiento, fue puesto como gobernador del valle junto con Anjalongo, por Huayna Cépac. Marifio de Lobera corrobora la Posicién de privilegio aleanzada por Michimalonco bajo el dominio de los incas, cuando afirma que éste fue invitado al Cuzco por el emperador e invitado a comer a su mesa, “cosa que con ningtin otro habia jamas hecho” (Lobera: 275). La ausencia de jefes locales al sur de Santiago que contaran con el apoyo que tenia Michimalonco entre los suyos, y la imposibilidad de formar alianzas similares @ las establecidas con los sefiores de Aconcagua, habria sido uno de los factores que levaron al inca a establecer los limites de su imperio en el rfo Cachapoal (Silva, 1974: 69). Sobre si estas alianzas permitieron a los gobernantes peruanos integrar a sus ejércitos a Jos habitantes de las éreas con que contraian este tipo de relacién, es dificil emitir una opinion (Silva, 1977-1978: 235). En’ el contexto de estas alianzas con ios jefes locales y sus seguidores, los incas se encontraron en condiciones de introducir algunas instituciones que pavimentarfan el cami. Ro para la integracion mas completa de la region al Tawantinsuyu, Entre estas figuraron los {ributos y la explotacién de minas, el establecimiento de mitimaes de “colonos pedagogos” ¥, por sobre todo, la creacién de un sistema administrativo que vinculara al érea con la capital del imperio y sus centros de poder periféricos (Mostny, 1957: 110; Silva, 1977-1978: 223; Stehberg, 1975: 32). Bl sistema administrativo habria estado constituido por tres provincia: {a primera se habria extendido desde la provincia de Collao hasta el poblado de Chatar. La segunda, con sede administrativa en Coquimbo, se habria localizado entre Coquimbo y Lima. 11, La tercera provincia habria estado compuesta por “el territorio limitado por los rfos Choa. Pa y Maipo en la zona central” (Zapater, 1981: 253). El centro administrativo de esta alti ma provincia habria estado ubicado en Quillota. Finalmente, al sur del rio Maipo “se extende- ria la frontera con avanzadas de fortalezas incaicas en el rio Claro” (Ibid). Respecto a esta fercera provincia, Stehberg ha preferido ubicar su centro administrativo en Santiago, en la ribe- ta norte del curso medio del rio Mapocho (Stehberg, 1975: 33). Otros autores lo han situado en Aconcagua o Colina (Silva, 1977-1978; Mostny, 1957: 111) La introduccién de este sistema administrativo no implicaba que el pais se encontrara, incluso en Ias zonas septentrionales, completamente integrado al incanato ni reflejaba un sis, tema homogéneo de ocupacién en los territorios sometidos. Respecto al Norte Chico, Zapater afirma que restos cerémicos peruanos “se encuentran con mis frecuencia en el valle de Copia 6 que en los de Huasco y Elqui” (Zapater, 1981: 251). Santa Cruz apuntaba en 1913 que en Atacama y Chiu-Chiu la dominacién inca “era nula” (Santa Cruz: 81)*. En Coquimbo, el do- minio era relativo, pues los habitantes del valle decidieron retirarse hacia el interior, mantenien. do sus propios caciques, si bien continuaron siendo “‘dependientes y tributarios del Goberna. dor de Coquimbo” (Ibid: 75). En Huasco, segufa Santa Cruz, la “dominacién del Gobernador del inca era en cierto modo nominal” (Ibid: 84). Mas recientemente, Massone ha propuesto que el valle de Aconcagua habria sido conquistado después del valle de Santiago”, pudiendo re- fugiarse de tal modo, las ultimas manifestaciones regionales, preferentemente en el valle de Aconcagua, y su costa vecina, ocupada en un grado menor quizés, por el conquistador” (Masso. ne, 1980: 82), Falabella y Planella también han argumentado a favor de una ocupacién desigual. Basando su opini6n en estudios de cardcter arqueol6gico, ambas autoras afirman: “En el sector de desembocadura del rio Maipo, a pesar de que la secuencia se extiende hasta la época hispana, Ro se ha encontrado ningin elemento indicative de presencia o influencia inca” (Falabella y Planella: 89). Silva, en su s6lido trabajo historiografico, coincide con estas especialistas cuando seflala que “lo medular de la estructura impuesta por los incas en sus dominios parece ausente “en la cuenca de Santiago”, dando, una vez més, la impresion de que se trataba de una zona én proceso de incorporacién o que su relacién con el Cuzco obedecia a un patron especial” 108 ee a (Silva, 1977-1978: 222). Segin el mismo autor, la presencia del Estado inca “como institu- cién”, se habria extendido solamente hasta el valle de Copiapé, “limite ecologico de la zona andina propiamente tal...” (Ibid: 236). No obstante, la consecuencia mas importante que tuvo la resistencia indigena con res- pecto al sistema de dominacién impuesto por los incas en el norte y valle central, fue la necesi- dad en que se vieron los administradores cuzqueftos de mantener un aparato militar de conside- rables proporciones destinado a preservar la conquista. Este aparato militar consisti6 principal- mente en el envio al pais de mitimaes militares y en la construccién de fuertes que servian de guatniciones a estas fuerzas. De acuerdo a Muri, el inca habria instalado estos fuertes y guar- niciones “en toda Ia tierra de Chile... para guardar las fronteras y para tener en sujecion lo que habia conquistado...” (Murtia: 61). Anello Oliva afirmaba que los fuertes habjan sido construi- dos en Arauco, desde donde el ejército imperial se habria preparado para conquistar luego “la provincia de Chilue y Chilcaras...” (Oliva: 53). Pedro Fernandez del Pulgar implic6 la presencia de estos fuertes al afirmar que a la llegada de Almagro a Chile en 1536, sus aliados incas ha- bian incorporado a sus columnas “la gente que pudo de los presidios y guarniciones...” (Fer- nindez del Pulgar: 68). El cronista Matienzo también se teferfa a estos fuertes incas, cuando manifestaba que éstos, para conservar sus posesiones en el area, “‘edificaron grandes fortale- zas y aposentos fuertes de piedra, adorablemente labrados" (Matienzo, 1567: 6). Los cronistas “‘chilenos”, quienes tuvieron oportunidad de ver estos fuertes y proba- blemente se acogieron a sus murallas o bien participaron en su destruccidn, describieron con detalles el aparato militar instalado por los incas en el pais para asegurar su dominio. Lobera seffalaba en este sentido que las autoridades del Cuzco tenian “puestos gobernadores con gen- te de presidio en todas las provincias hasta el valle de Maipo...” (Lobera: 254). A pesar de los afios transcurridos desde la conquista, segin el mismo Lobera, los incas mantenian estas fuer- zas incluso en las regiones septentrionales del pais. En Coquimbo, afirmaba Lobera, “residian los capitanes del rei del Perd, y la demas gente de guerra que con ellos estaba’ (Lobera: 277). Igual cosa sucedia en Aconcagua, donde los incas tenfan puesto al gobernador Qu gente de guamnicion” (Lobera: 263). Esta informacién es corroborada por Bibar, quien refi- rigndose al mismo Quilicanta, seftalaba que habia sido “puesto por el Inca en esta tierra por go- bernador...” (Bibar: 39). El capitén Olaverrfa, en su informe de 1594, se referia a la presencia de fuerzas similares més al sur, de los cuales se encontraban rastros “por los fuertes que hicie- ron en el cerro de rio Claro, donde pusieron y tuvieron fronteras a los indios del Estado...” (Olaverria: 23). Gerénimo de Quiroga, también refiriéndose a esta zona austral del imperio, la denominaba “la Iinea de los promaucaes, 20 leguas de la ciudad de Santiago, que era la parte conquistada por los capitanes del Inca” (Quiroga: 43). El jesuita Rosales se sumé a esta vision, afirmando que los incas habfan logrado Hegar hasta el rio Maule “como se ve por la memoria que todavia dura de los fuertes que hicieron...”” (Rosales: 338). Ademds de estos fuertes, sefla- aba Rosales, debfan considerarse los construidos en las cercanias del rio Itata, “donde hay otros dos fuertes, y en Culacoya..., cinco leguas de la ciudad de la Concepci6n, tuvieron otra fortaleza...” (Ibid). Finalmente, el abate Molina, a fines del siglo XVIII, manifestaba que los incas habfan construido un fuerte cerca del tio Cachapoal, “que sin duda por aquella parte cu- bria las fronteras del Imperio contra los ataques de Jos indomitos promaucaes” (Abate Molina: 11). Durante el siglo XIX, Barros Arana seftalaba que el rio Bio-Bio “vino a ser el limite de- finitivo” de las conquistas de los incas en el pais, “establecieron all{ sus cuarteles y construye- ron sus fortificaciones para defender las fronteras del reino” (Barros Arana: 64). Tomas Gue- vara opinaba de modo similar al afirmar que el gobernador peruano “dej6 una fuerte guarnicion en las nuevas tierras” (Guevara: 4). Medina, en su obra sobre la dominacién inca en Chile, se roferia al aparato militar introducido por los peruanos, quienes construyeron “‘numerosas for- talezas...” (Medina: 344) para asegurar su presencia, Latcham, en 1936, retomaba la tradicion establecida por Olaverria, respecto a la presencia de los incas hasta el rio Cachapoal, sefialando que éstos se habjan conformado “con edificar fuertes 0 pucaras en los puntos estratégicos entre este tiltimo rio y el Maule, como defensa contra las incursiones de los enemigos” (Latcham: 1936, 78). En cuanto a la regién septentrional del pafs, Santa Cruz afirmaba a principios de si- glo que en Coquimbo {os incas mantenian un gobernador cuya tarea era preservar “el orden en toda la provincia hasta Chuapa” (Santa Cruz: 84). Keller, a su vez, agregaba que en Quillota, 109 local (Keller: 108). Mas recientemente, Massone, refiriéndose a los cambios i incas en el complejo de Aconcagua, afirmaba que entre éstos se contaba “el surgimiento de lz arquitectura monumental de Pucaras y Santuarios de altura, anteriormente desconocidos en la zona” (Massone: 80). Como se desprende de las referencias citadas, la mayoria de los autores coinciden en describir la presencia de un aparato militar establecido por los incas para asegurar su dominio en medio de un ambiente hostil y de resistencia local. De acuerdo a estas fuentes, éste habria consistido principalmente en la introduccién de tropas y en la construccién de fortalezas des- tinadas a darles amparo y servirles de puntos de avanzada para extender su presencia, especial mente en las regiones meridionales del imperio, Obviamente, surgen dudas respecto a la exten. sion geografica de estas ultimas, especialmente si se tiene en cuenta la discrepancia que existe entre los autores citados sobre la extension méxima del imperio. Estas dudas se ageavan por la ausencia de un criterio discriminatorio que distinga estas construcciones incaicas de las reali zadas por los nativos y que se acepte, sin mayores criticas, que la mayorfa de los fuertes que ain existen en Ia regién son pruebas palpables de la presencia u ocupacién incaica, Este proble- ‘ma tiene especiales connotaciones cuando se analizan las referencias ligadas a la zona meridional del imperio, en particular en lo que dice relacién a las fortalezas incas situadas al sur del rio Maipo. Basados en el informe de Olaverria, los autores que le siguieron no dudaron en asignar estas fortalezas a los gobernantes cuzquefios, a pesar de que ellas aparecfan como expresiones aisladas del sistema administrativo central. Probablemente constitu‘an avanzadas militares, conectadas circunstancialmente con los centros administrativos de més al norte; quizds eran las huellas de un proceso expansivo mayor, que luego sufri6 un retroceso irreversible, Asi también, podrian ser fortalezas aut6ctonas construidas por los nativos para defenderse precisa- mente de los incas y que mds tarde usaron para repeler a los hispanos. O podrian ser fuertes incas construidos sobre los nativos o fortalezas aborigenes locales en cuya construccién los nativos emplearon técnicas introducidas por los invasores cuzqueftos, Otra posibilidad es que algunos de ellos hayan sido ocupados por los nativos, por los incas, por los aliados peruanos de los espaftoles y de nuevo por los nativos, en diferentes épocas. Lo que no se puede afirmar es que ellos sean incas, sin que medie un estudio arqueolégico que preste atencién a estas istinciones. En este sentido, el trabajo arqueol6gico realizado por Stehberg en torno a la for- taleza ubicada en el cerro de Chena, constituye wn valioso aporte. Luego de un acucioso anilisis de los restos cerdmicos, el tipo de material empleado en las construcciones de los muros y la disposicion del plan del fuerte, a lo que sum un extenso anilisis de 1a bibliografia, Stehberg concluy6 que era posible suponer que “Chena fue uno de los principales cuarteles de las tropas incaicas” (Stehberg, 1975: 35) en la cuenca de Santiago. “Su papel —agregaba Stehberg— era el de evitar la entrada de los Promaucaes (indios belicosos al sur del rio Maipo), al importante centro administrativo incaico, emplazado en las riberas del curso medio del rio Mapocho” (Stehberg, Ibid: 6). Segiin el mismo autor, la fortaleza de Che- na no era un fendmeno aislado en el area, pues no sOlo se unia a otras manifestaciones de la presencia de los incas en el valle central —tales como tambos, cementerios y poblados de ori- Ben cuzqueito— sino que formaba parte de un sistema defensivo més amplio que se extendia a través de la regidn, Las funciones de este sistema defensivo habria sido la, proteccién de por Jo menos dos areas principales. La primera, situada en el curso inferior del rio Aconcagua, habria levado a la construccion de estos fuertes para resguardar “a algunos asentamientos incaicos, dedicados a las faenas mineras, especialmente Jos lavaderos de oro de Marga-Marga, como a su vez, el templo y adoratorio de Quillota... (y) el camino Real por la costa...” (Steh- berg: 30). La segunda area estaria ubicada al sur de Santiago, y habria sido protegida por otro sistema defensivo que se extenderia “desde San Bernardo (Pucara de Chena) hasta por lo menos San Fernando (La Muralla) y segin muchos autores, hasta el rio Maule y quizés el Itata por el sur” (Ibid). Sobre este segundo sistema defensivo, Stehberg expresaba que surgie- Ton como manifestaciones del proceso expansionista cuzquefio sobre la tierra al “sur de An- gostura”, donde los ejércitos imperiales “encontraron gran resistencia de los Promaucaes” (ibid). Entre los fuertes citados por Stehberg como parte de este sistema defensivo figuran el de Cachapoal, Itata, Marga-Marga, Mollaca y Yaquil. Estas fortalezas, de acuerdo con el 10 autor, serfan de origen inca. A ellas agrega la de Aconcagua, La Muralla, Mauco, Golf, Lamps Collipeumo, rio Claro, cuyos origenes no son tan claros*. Sobre este punto sefialaba: “Di versas han sido las opiniones vertidas en relacion a él o los pueblos que erigieron estas forti- ficaciones, predominando aquellas que las atribuyen a los incas, apoyndose principalmente fen que sus muros son de piedra” (Stehberg: 8). Otra caracteristica de estos fuertes es su empla- Zamiento en la cumbre de cerros “proximos a rios caudalosos y poscen en comiin su posicion fltamente estratégica con dominio visual del valle y el uso de técnica en “piedra seca” en la construccién de sus muros” (Stehberg: 30). El sistema de fortalezas descrito por Stehberg, cuya principal funcion habria sido Ia protecci6n de los asentamientos incas en el valle central, permanece, sin embargo, sobre bases inseguras, pues Ia mayoria de las referencias que cita para fundamentar su argumento, con ex: cepcion del caso de Chena, estin ligadas a la tradicion que confunde los fuertes incas con los nativos. Este mismo equivoco fue cometido por Iribarren y Bergholz en 1971, quienes descr bieron las fortalezas de Punta Brava, Iglesia Colorada, Angostura, Marga-Marga, Talagante, ‘Aconcagua, Chena, Mauco, Yaquil, Cachapoal, rio Claro y Maule como “manifestaciones jncas” (Iribarren y Bergholz, 1971: 262). Stehberg, para evitar las crfticas que pudiesen surgi fen este sentido, concluia su trabajo afirmando: “no hay evidencias arqueologicas seguras de ocupacién inea precolombina al sur del rio Maipo” (Stehberg: 33). La conclusion de Stehberg, sin duda, abre el camino para que se inicien trabajos ar- queologicos en los fuertes del valle central, de los cuales proporciona su ubicacion con deta- Iles precisos, Io que permitira aclarar, como lo ha hecho él con Chena, la extracci6n exacta de cada sitio, Ello contribuiré a poner sobre bases solidas, las hipOtesis adelantadas en su trabajo pionero para el érea central. Por otra parte, ayudardn a entender mejor el sistema de domin ‘én impuesto por los incas y, por sobre todo, en la medida que confirmen su estructura em fentemente militar, dardn luz sobre el grado de fesistencia que encontraron los ejéreitos cuzque- fos en la cuenca de Santiago y las dificultades que enfrentaron para conservar esta zona bajo su sometimiento. En general, el rol principal de las guarniciones y fuertes establecidos por los incas en el pais fue el de mantener Ia presencia de los cuzquefios en medio de una poblacién hostil y_procurar, al mismo tiempo, defensa y proteccién a los habitantes locales que se aliaron con allos. En la region meridional, al parecer, ambas expresiones llegaron a constituir una zona de frontera “fortificada’”, cuyo objetivo central era detener el avance de las parcialidades araucanas 6 promaucaes hacia ef norte, Dispersas a lo largo del pais, estas manifestaciones fueron una de las expresiones mas visibles, tanto de la presencia de Jos incas en 1a regién,como del grado de oposicion que encontraron en Ja conquista del reino, que histéricamente se extendio hasta los dltimos dias del imperio, Sus restos quedaron como mudos testigos del proceso iniciado en 1470 por el inca Tapac Inca Yupanqui, continuado por sus sucesores por més de 60 altos, y que llegé a su conclusion con la llegada de los peninsulares. CONCLUSION Las resistencia que los nativos de Chile opusieron a los ejércitos incaicos influy6 tanto en la velocidad con que éstos pudieron avanzar hacia el sur, como en la forma y el contenido el sistema de dominacion que impusieron en los valles sometidos. Asimismo, determin6 el gra- do de intensidad con que los cuzquerios lograron establecerse en cada regién y el grado de in- fluencia que lograron ejercer a nivel local. Geograficamente, la oposicién encontrada por los generales del Tawantinsuyu, les impidid extender Ia presencia del incanato al sur del rfo Maule, a pesar de los esfuerzos militares que se hicieron al respecto. Histéricamente, el proceso mismo de ocupacién, lejos de ser horiogéneo, adquirié caracteres graduales, fruto de esta oposicion. Desde un punto de vista politico-administrativo los gobernantes incas se vieron obligados = establecer Jazos de cooperacién con los grupos locales y forzados a mantener una guarnicion militar de considerable proporcién en el pais. Esta guarnicién estuvo fundamentalmente diri- gida a mantener los dominios conquistados y a actuar de barrera conta las incursiones de los enemigos meridionales. 1 {2s ¥ hostilidades que, en cierta medida, sivié de experiencia para la guerra que més tarde desarrollaron contra las huestes espaiiolas, {ud Pata don Eugenio Pereira Sala, quien me presi cg ayuda y colaboracion y mostré interés por cone. er el resultado final de esta investigacion, Peatalerde a una referencla de Ampucto e Hidalgo (1975: 114), Jorge Irbarren realizé un estudio sobre Pe 1g paalez4 (Jorge lribarren, ““Arqueologia. del Valle de Copiaps”, en Revista Universitaria, XLI Bp. 267-195, (Santiago, 1959), del cual no ha sito pacer conseguir copia. 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