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UNIVERSIDAD DE CHILE ini Pee com alt Cees! en las fronteras del Plata Guaranies, jesuitas e imperios coloniales LIA QUARLER fo) ange en | \F4.203 QA A oan LIA QUARLERI REBELION Y GUERRA EN LAS FRONTERAS DEL PLATA Guarantes, jesuitas e imperios coloniales 5S FONDO DE CULTURA ECONOMICA Mexico - ARGENTINA - BRASIL - CHILE - COLOMBIA - Espana Esrtapos Untpos pe America - GUATEMALA - PERU - VENEZUELA UNIVERSIDAD DE CHILE FACULTAD DE FILOSOFIA Y HUMANIDADES | BIBLIOTECA EUGENIO PEREIRA SALAS R 94 650.- Primera edicién, 2009 Lfa Quarleri Rebelién y guerra en las fronteras del Plata : guaranfes, jesuitas ¢ imperios coloniales . - 1a ed. - Buenos Aires : Fondo de Cultura Econémica, 2009. 384 p. ; 21x14 cm. - (Historia) ISBN 978-950-557-788-0 1, Historia Colonial. CDD 982.01 Armado de tapa: Juan Balaguer Tlustracién de tapa: Mapa extrafdo de Guillermo Furlong Cardiff S.J, Cartografia Jestittica del Rio de la Plata (1936). D.R. © 2009, Fonpo pe Cuttura Economica DE ARGENTINA, S.A. El Salvador 5665; 1414 Buenos Aires, Argentina fondo@fce.com.ar / www.{ce.com.ar Av. Picacho Ajusco 227; 14200 México D.F. ISBN: 978-950-557-788-0 Comentarios y sugerencias: editorial@fce.com.ar Fotocopiar libros esta penado por la ley. Prohibida su reproduccién total o parcial por cualquier medio de impresién 0 digital, en forma idéntica, extractada © modificada, en espafiol 0 en cualquier otro idioma, sin autorizaci6n expresa de la editorial. IMPRESO EN ARGENTINA - PRINTED IN ARGENTINA Hecho el depésito que previene la ley 11.723 {NDICE Agradecimientos .. Introducci6n ... I. Aldeanos guarantes y colonizadores europeos ... Los antiguos guaranies La utopfa del Plata La fundacién de Asuncién Colonizaci6n y resistencia La expansién de la conquista IL. Jesuitas y guarantes en las misiones fronterizas . Frontera abierta y colonialismos rivales ..... Contrabando y bandeiras paulistas . Misiones y milicias jesuitico-guaranies Enclaves portugueses en el Rfo de la Plata Ambigiiedad real y contraofensiva local . Ill. La ruptura del pacto .. El complejo jesuftico-guaranf . Nuevos lfmites territoriales .. Las controversias sobre el Tratado de Permuta Los jesuitas en el escenario histérico y politico La rebelién en sus orfgenes IV. Consolidacion de la resistencia . Los pueblos rebeldes ..... Cabildos, caciques y curas . Focos de resistencia ...... ie ee ee rare Spree ifs lope Weietoma Beeld mae ee et s. es Mara u.2, Mapa de mediados del siglo xvm, donde se sittian treinta reducciones jesuiticas de los rios Parand y Uruguay, estancias y los yerbales. Fuente: Guillermo Furlong, Cardiff S. J., Cartografta Jestitica del Rio de la Plata, Mapa nim. 28, Buenos Aires, Facultad de Filosoffa y Letras, Publicaciones Instituto de Investigaciones Histéricas, nim. txt, Casa Jacobo Peuser, 1936, Il]. LA RUPTURA DEL PACTO EL COMPLEJO JESUITICO-GUARANI La condicién de guarnicién de frontera asi como las pt¢sta- viones milicianas de los guaranfes reducidos en defensa de los intereses de la Corona espafiola tuvieron efectos directos en el desarrollo productivo y comercial de las reducciones jesui- ticas. Por aquel rol, las misiones recibieron extensas porcio- tes de tierra para la agricultura y la ganaderfa, autorizaciones para el traslado de ganado cimarrén desde las vaquerfas hasta sus estancias y permisos para comerciar sus productos bajo exenciones impositivas sustanciales. En este sentido, las reduc- elones quedaron exoneradas del pago de alcabala, impuesto a compra-venta, del diezmo a la produccién agricola que se braba para sustentar a la Iglesia, de la sisa que afectaba a iertos productos de consumo comercial y que fue instaurada América para obtener medios para la defensa militar, a la % que obtuvieron una reduccién sustancial en el monto del ibuto. En el caso de las reducciones jesutticas, las actividades \ductivas y comerciales garantizaron el sustento y la repro- luccién comunal sin el apoyo financiero de Ja Corona o sus bernadores. Las exenciones impositivas transformaron a los eblos misioneros en competidores aventajados en el contex- mercantil macro-regional. La continuidad en las prestacio- 8 militares y, sobre todo, determinadas acciones defensivas los guaranies en relacion con los intereses de la Corona les mcedieron aval juridico frente a pleitos originados por la ex- nsién misionera. Luego de varios traslados, divisiones y mermas demogréfi- producto de fugas, epidemias y contiendas armadas-, las 113 LARUPTURA DEL PACTO 115, 114 REBELION Y GUERRA EN LAS FRONTERAS DEL PLATA Tistas tltimas eran reservas de ganado vacuno obtenido de las planicies rioplatenses y de la “Vaquerfa del Mar”, que se extendfa hacia el litoral atlantico. Por su proximidad a estas tuentes de recursos ganaderos y por la disposicién de exten- sas tierras, estos pueblos se transformaron en los principales proveedores de carne para el consumo cotidiano y de cuero para comercializar [véase mapa u1.1]. El territorio misionero era discontinuo ya que entre, los niicleos politicos, ubicados a una distancia estratégica, y las estancias y yerbales, habfa grandes extensiones de tierra sin explotar.*En general, estos espacios no estaban en condiciones para su colonizacién, pero eran lugares de encuentro e inter- cambio de informacién y bienes entre individuos de diferente origen social y étnico, lo que enriquecfa la vida misionera y le daba cierto margen de libertad frente a sus reglas apremian- tes.> También en las estancias misioneras 0 en las 4reas agri- colas alejadas de los niicleos politicos se vivia bajo una moda- lidad distinta a la de los pueblos. En estos espacios, como en los puestos 0 pasos de caminos, residfan familias guaranfes de forma permanente. En ellos se erigfan capillas y se enviaba un reducciones guaranfes alcanzaron un breve perfodo de estab’ lidad a partir de la década de 1740.! Para el afio 1750 confo) maban una poblacién de 100.000 almas y su territorio, con su: pueblos, estancias y plantaciones, ocupaba amplios espaci entre las actuales fronteras de Paraguay, Argentina, Brasil Reptiblica Oriental del Uruguay. Los treinta pueblos —particu: larmente los del oriente del rio Uruguay, muy préximos a I asentamientos portugueses por el noreste y al area de influen- cia de los “indios infieles” por el sur- crecieron bajo multipl | presiones, conflictos de intereses y enfrentamientos bélicos: No obstante, los misioneros y los guaranfes reducidos supiero1 sacar ventaja de la adversidad. Al encontrarse fuera del Ambit de las ciudades hispano-criollas, desarrollaron estrategias di expansi6n, negociacion e intercambio multiétnico que redun. daron en crecimiento econémico. En materia econémica los jesuitas implementaron den: tro del complejo misionero la especializacién productiva co: munal con fines comerciales, asf como una politica de auto- suficiencia por la cual ciertos productos de consumo eran i obtenidos directamente o por medio del intercambio ent reducciones sin recurrir a su compra en el mercado. Dent de esta légica, en todos los pueblos se cultivaban cereale: algodén para la confeccién de lienzos y yerba para consum\ interno. Las reducciones préximas al rfo Parana se destaca: ron por la produccién de yerba caminf, bien comercial po excelencia, y tuvieron un rol destacado en las transaccion econémicas con Asuncion, Villa Rica y el resto del espaci misionero.? Por su parte, Yapeyu y las misiones del orient del rio Uruguay se destacaron por sus estancias ganaderas * Los primeros bovinos tuvieron un origen hispano y otro lusitano. En la primera vertiente ingresaron al Paraguay y luego a la region platense desde el Alto Peri y Chile, y en la segunda, desde San Vicente del Brasil. Mas tarde, Hernandarias introdujo ganado en la regién con la idea de establecer criade- tos. La formacién de la “Vaqueria del Mar”, que se extendié desde Maldonado hasta Rfo Grande del Sur, fue producto en buena medida de la dispersién de ganado abandonado por los jesuitas y los guaranfes tras los ataques paulistas de las décadas de 1630 y 1640. Véase Luis Morquio Blanco, “La aparicién del ganado en la banda oriental del Rfo Uruguay”, en Carlos Page (ed.), Educacién y evangelizacion. La experiencia de un mundo mejor, Cordoba, Universidad Ca- t6lica de Cordoba, 2005, pp. 555-560. * Véase all respecto Arnaldo Bruxel, “O sistema de propiedade das redugdes guarantticas”, en Pesquisas, nim. 3, Instituto Anchietato de Pesquisas, Porto Alegre, 1959, pp. 29-145. 5 En estos espacios se daban instancias de “movilidad y ambigtiedad” que eludian los controles politicos jesuitas y estatales. Véase el andlisis sobre este aspecto en Guillermo Wilde, “Orden y ambigiiedad en la formacién territorial del Rio de la Plata a fines del siglo xv”, Horizontes Antropoldgicos, mim. 19, urres, Porto Alegre, 2003, pp. 105-135. " Véase Emesto Maeder, “Del esplendor a la crisis, Las misiones de guara nfes entre 1734 y 1744”, en Revista del Centro de Historia Argentina y Americana, mam. 3, Pontificia Universidad Cat6lica Argentina, 2003, pp. 115-129. 2 La circulaci6n de la yerba en el espacio regional fue estudiada en partis lar por Juan Carlos Garavaglia, Mercado interno y economia colonial. Tres sig de la yerba mate, México, Grijalbo, 1983. 116 REBELION Y GUERRA EN LAS FRONTERAS DEL PLATA LA RUPTURA DEL PACTO 117 incrementaron tanto el intercambio como las fricciones, pri- mero en el plano de las representaciones y més tarde en el de las practicas. El territorio misionero fue cambiando histéricamente en su eomposicién, légica y dindmica interna, asi como en sus impli- vancias y relaciones regionales y macroregionales. Los diferen- tes contextos politicos y econémicos fueron modelando y mo- dificando el imaginario social sobre aquel espacio que, con el tiempo, fue perdiendo la atribucién defensiva y colonizadora de Ins reducciones para dar lugar a otra asociada con su desarrollo econdmico y los privilegios politicos obtenidos. En la construc- ion de estas nuevas miradas influyé el desconocimiento que se tenia del territorio, en virtud de que las visitas obispales y gu- bernamentales fueron resistidas por los misioneros y porque los mapas existentes de las misiones y su territorio eran en su mayo- tia de autorfa jesuita. No obstante, frente a las concepciones de los guaranties y los jesuitas sobre las reducciones y su territorio eron creciendo otras que en algunos casos se complementa- in y en otros entraron en contradiccién con las existentes. Para los colonos espafioles, que buscaban extender sus oducciones y sacar provecho de la comercializacién de yerba ganado, el territorio misionero era un despropésito en com- acién con sus limitaciones de enriquecimiento o supervi- ncia, segtin los casos. Los vecinos espafioles de las ciudades le Santa Fe, Buenos Aires y Corrientes no vieron con agrado prerrogativas ganadas por los jesuitas para sus reducciones xenciones impositivas y extensiones de tierras), por lo cual resionaron al gobierno para resolver esta situacién de dispa- idad.’ Por su parte, las relaciones con los asuncefios fueron enos negociables. El lugar de privilegio del que por un largo cura doctrinero y administrador de los recursos donde la po- blacién era numerosa. A su vez, en las estancias trabajaban al- gunos espafioles como capataces, mayordomos 0 peones para cuidar el ganado, asalariados por el comtn del pueblo. Las mdaximas autoridades jesuitas, conscientes del asentamiento de estancieros y moradores espafioles en las misiones, hicie- ron reiteradamente hincapié en los perjuicios que a su parecer, traerfa aparejado un intercambio intenso entre los guaranfes y los criollos, asf como con los portugueses e “indios gentiles’. Sin embargo, este intercambio ya formaba parte de la dinami- ca misionera. En términos generales, la historiografia legé la imagen de que las reducciones se constitufan en entidades aisladas y sus habitantes eran controlados de forma permanente por los pa- dres misioneros. No obstante, la movilidad y el intercambio con el “afuera” eran parte del sistema. Los guaranfes reduci- dos solfan traspasar sus fronteras territoriales en bisqueda de ganado, sus milicias se desplazaban ante los pedidos de los gobernadores y las actividades comerciales, supervisadas 0 no por los jesuitas, instaban a constantes entradas y salidas del pe- rimetro misionero. Asimismo, la expansién sobre el territorio de influencia de los grupos némades llevé en algunos casos a la negociacién con ellos y a su incorporacién al complejo re- duccional, directa 0 indirectamente. Por tltimo, no faltaban. los contactos con espafioles o portugueses que tenfan sus es- tancias o residencias lindantes a las reducciones y con los que se intercambiaba productos e informacién.‘ Para mediados del siglo xvm, las misiones no eran pueblos fronterizos alejados y aislados como lo fueron en su origen. Un mundo habia comen- zado a crecer y a complejizarse en torno a ellas, con lo cual se ) En 1721 se firmé una “Concordia” por la cual se fij6 una saca anual de ga- «lo para cada una de las partes en disputa de la “Vaqueria de Mar’, En el caso Jos guaranties no se limit6 la saca, aunque se prohibié su venta a terceros, lo iil no solucioné el problema, ya que cada uno siguié sus propios impulsos y Ws Vaquerfas comenzaron a mermar. ¢ En los lamados “pueblos de abajo” existfa un contacto y trafico cons- tante de mercaderes espajioles y un cierto numero de foréneos que tenfan licencia de los jesuitas para pasar una corta temporada en los pueblos. Véase Magnus Morner, La Corona espaviola y los fordneos en los pueblos de indios de América, Madrid, Ediciones de Cultura Hispanica, 1999. 118 REBELION Y GUERRA EN LAS FRONTERAS DEL PLATA. LA RUPTURA DEL PACTO 119 tiempo gozaron las misiones jesufticas tuvo como contrapa da el odio y el resentimiento que crecieron entre los vecinos del Paraguay en la oscuridad de los padecimientos y frustracione vividos. Todo ello se tradujo en fuertes enfrentamientos, ent Jos que no puede dejar de mencionarse el desencadenado por él control del territorio del rio Tebicuarf, sobre el cual los jesuita se habian extendido hacia Asuncién con pueblos de misione y yerbatales, quitandoles oportunidades a sus vecinos. La ten sién y competencia creciente por la mano de obra indigena y Ja exportacién de yerba mate finalmente desencadenaron conflicto armado de gran envergadura, conocido como la Re: volucién de los Comuneros, que estallé en la década de 1720 se extendié durante la siguiente.* El complejo misionero, a su vez, tenia sus implicancias y significados para los grupos “infieles” que habitaban en su: contornos. Por un lado su territorio, y sobre todo sus estan: cias, se constitufan para los grupos seminémades del Chaco y la Banda Oriental en reservas de ganado vacuno y caballar al alcance de sus manos a través de entradas furtivas. Sin bargo, la expansién ganadera de las reducciones al este del rio Uruguay, sobre 4reas de influencia de los charrias, fue vivid como una provocacién, en especial por la influencia que sob: ellos tenfan los portugueses de Colonia del Sacramento. Unos y otros se coaligaron contra las misiones, emprendiendo una seguidilla de asaltos a las estancias y agravios. En 1702, gui ranfes armados se enfrentaron contra charrtias y otros grupos némades identificados como yarros y bojanes y pusieron fi stigaciones.? Frente a la desventaja bélica, los “indios ifieles” entablaron alianzas temporarias con los pueblos mi- oneros para acceder a la tan codiciada yerba y al tabaco. En cular, los yapeyuanos y los charrtias mantuvieron relacio- comerciales, un aprovechamiento comtin de cazaderos e icluso relaciones de parentesco, centradas en el cufiadazgo y el intercambio de mujeres.!° Para interactuar y comerciar los guaranfes, los charriias y otros grupos vecinos asimila- algunos cédigos comunes como el lenguaje usado por los uuranfes de las reducciones. Este panorama resultaria incompleto y hasta incomprensi- e si no incluyéramos en el andlisis a los portugueses, actores entrales en la dinaémica rioplatense desde los tiempos colo- Jales tempranos. Para ellos, el territorio misionero siempre le objeto de las mas diversas miradas e intereses en virtud de potencial fuerza de trabajo que los jesuitas congregaron y or los recursos que en ese espacio se explotaban. Por su facil eeeso y comunicacién, los pueblos guaranfes se convirtieron a presa de los bandeirantes paulistas, quienes a largo plazo brieron el camino para la expansién luso-brasilefia hacia el Ho de la Plata. Esta se proyecté desde 1640 y se experimenté artir de 1680 como el producto de una empresa que colig6 lereses privados y gubernamentales. Durante este proceso, misiones guaranfes entraron en el horizonte colonizador ebido a que reunieron poblacién y mano de obra indfgena ara aumentar las flamantes colonias del actual estado de Rio * Estos conflictos fueron analizados por Diego Bracco, Charrtias, guenoas y antes. Interacciony destruccion: indigenas en el Rio de la Piata, Montevideo, di y Risso, 2004, y Ernesto Maeder, “El conflicto entre charrtias y guara- sles de 1700: una disputa por el espacio oriental de las misiones’, en Revista de Facultad de Derecho y Ciencias Econémicas y Empresariales, nim. 26, 1992, p, 129-144. © Véase Norberto Levinton, “Las estancias de Nuestra Seftora de los Reyes de Yapeyti: tenencia de la tierra por uso cotidiano, acuerdo interétnico y de- echo natural (misiones jesutticas del Paraguay”, en Revista Complutense de toria de América, nim. 31, 2005, pp. 33-51. * En este conflicto politico, que se extendi6 durante catorce afios, varios sectores de la sociedad asuncefia se involucraron en violentos enfrentamientos armados con las autoridades coloniales, los jesuitas y los guaranfes reducidos, En 1725, seis mil soldados guaranfes fueron solicitados por el gobernador de Buenos Aires para auxiliar a los realistas contra los comuneros del Poroguail Este tema fue estudiado recientemente por Mercedes Avellaneda, “La defensiva jesuitico-guarant y los conflictos suscitados en la primera pane al Ja Revolucién de los Comuneros”, en Anuario de la Academia Paraguaya de la Historia, vol. xuy, 2004, pp. 337-404. 120 REBELION Y GUERRAEN LAS FRONTERAS DEL PLATA LA RUPTURA DEL PACTO 121 6 de sentido. Ellas retornaron a la esfera politica real como to de negociacién e intercambio. Grande del Sur y concretar asi los dominios sobre espacios cientemente conquistados. Asimismo, para los portugueses territorio “bloqueado” por las misiones era la principal via acceso a las minas de Potosi, a las riquezas ganaderas de Banda Oriental y al puerto de Buenos Aires. Por todo ello, sector oriental del Uruguay, con su poblacién misionera, st riquezas ganaderas y sus utdpicas minas, qued6 en la mira los portugueses hasta que fue obtenido a través de un tratad firmado con Espafia en 1750. Por tiltimo, para los monarcas espafioles los guaranfes presentaban fieles y valientes vasallos dispuestos a prote; su territorio, sus puertos, sus pasos y sus recursos ganaderos, Tanto los Austrias como los primeros Borbones sostuvieron |, importancia defensiva de las milicias guaranies y mantuviero: sus prerrogativas econémicas como su relativa autonomfa po- Iitica para asegurar su fidelidad, pese a la constante oposicién de un sector del clero y de las autoridades locales. No obstante, en perspectiva, el éxito de las milicias guaranfes en la defensa del territorio de la Corona espajiola y del propio espacio misio- nero fue relativo, ya que no evitaron el avance de los portugue- ses sobre el Rio de la Plata mas all de la linea de Tordesillas ni contuvieron de forma definitiva los ataques de los “indios infie- les”. Del primer caso es ilustrativa tanto la fundacién de Colo- nia del Sacramento, por el gobierno central del Brasil, frente a Buenos Aires, como la expansién luso-brasileiia sobre el actual Estado brasilefio de Rfo Grande del Sur: A su vez, pese a los tra- tados y armisticios firmados, los portugueses continuaron ex- tendiéndose con asentamientos y estancias en la campatia que limitaba con Colonia, y el contrabando se extendié a niveles altamente perjudiciales para los intereses de la Corona espafio- la, lo que aumenté las representaciones que sobre la cuestién legaban hasta Madrid. La falta de control sobre este aspecto, entre otros motivos, llevé al rey espafiol a aceptar la extension de la frontera portuguesa hasta el rfo Uruguay, raz6n por la cual el rol defensivo que antes tenfan las misiones orientales se NUuEVos LIMITES TERRITORIALES enero de 1750, las Coronas de Espafia y de Portugal fir- von un tratado de limites por sus dominios en América y ‘a, Los nuevos limites americanos resultaron controveitidos polémicos por las pérdidas territoriales que implicaban para primera en beneficio de la de Portugal, por la proximidad e ésta ganaba sobre el Rio de la Plata y por Jos perjuicios ctos que la permuta de tierras les ocasionaba a los guara- es de los pueblos jesuitas. Las noticias de la firma del trata- lo y luego el conocimiento de sus cldusulas provocaron gran concierto y un flujo de cartas e informes, desde diferentes abitos de las gobernaciones hispano-criollas, que desalenta- n su cumplimiento. No obstante, lo que aparentaba desde Ambito local ser un acto equivoco e irracional de Fernando tenia su “razén de Estado”. El tratado era el resultado, por lado, de circunstancias politicas y econémicas apremiantes Jas que estaba encerrada Espafia tras una larga pistons de erras y déficit fiscales y, por otro lado, de una politica de paz neutralidad alcanzada recientemente dentro del escenario ropeo y americano, impulsada por las relaciones familiares ‘on Portugal, que insté a un pacto de intereses dudosos entre s Coronas ibéricas. i Al asumir los Borbones franceses el reinado de Espaiia, Juego de las guerras de sucesién por el trono, un estilo diferente de gobierno comenzé a plasmarse lentamente enel ambito de los reinos y sus colonias espafiolas. Uno de los principales vec- {ores de la politica borbonica, desde Felipe V hasta el gobierno de sus hijos Fernando VI y Carlos III, fue el fortalecimiento del poder real, por influjo de la herencia francesa, quese manifesto en dos principales aspectos. El primero implicé medidas de 122. REBELION Y GUERRA EN LAS FRONTERAS DEL PLATA LA RUPTURA DEL PACTO 123 slonia del Sacramento y favorecieron su expansién sobre las anicies y sierras riograndenses. El tratado de limites de 1750 asentaba cambios dentro de na misma légica comercial y politica. Los aspectos novedosos eron la elaboracién de un acuerdo de limites entre los do- inios coloniales de Espafia y Portugal luego del Tratado de fordesillas, firmado doscientos cincuenta afios antes, y la pres- indencia del papado en su convalidacién. La delimitacién de itorios por consenso politico y gracias a las nuevas téchhicas ilitares y cientificas desarrolladas dejaba atrds la posesi6n espacios por medio de conquistas y poblaciones y marca- ba una directriz diferente. Estos nuevos criterios respondian a Ja necesidad de incrementar el conocimiento del espacio, sus limites, potencialidades y caracteristicas, y su control social y politico. El “viaje cientffico” del que participaron botdnicos, naturalistas, cartégrafos, ingenieros y marinos durante la pri- mera mitad del siglo xvm inauguré una intervencién sobre los {erritorios americanos donde se combinaron los nuevos cono- cimientos con una politica absolutista.!? Despertares técnicos y cientificos al servicio del control estatal colonial. Por su parte, el Convenio de Limites ponfa a prueba las nuevas tacticas diplomaticas abocadas a encontrar un espacio de acuerdo en el plano de las relaciones internacionales. En particular, el Tratado de Madrid fue obra de las gestiones em- prendidas por el ministro José Carvajal y Lancaster, quien pas6 ‘a controlar en 1748 los asuntos exteriores de Espafia. Desde el gobierno de Felipe V, los Borbones emprendieron la designacién de “secretarios de Estado” en diferentes ramas de la administra- ci6n, que se destacaron por el despliegue de politicas de gobier- no particulares, especialmente durante los gobiernos de Fernan- punto mas dlgido durante el absolutismo real de Carlos III. segundo lugar, se apunté a revertir el poder politico y econ6: co dela Iglesia catdlica en sus dominios y a limitar la autorid papal sobre los asuntos temporales, manteniendo su influe cia, aunque no absoluta e incuestionable, en materia espiritual dentro de una tendencia creciente en Europa estimulada pot los obispos franceses.'! Estas ideas insumieron un perfodo d maduraci6n y encontraron a su gestor mas contundente, dé tro del gobierno de Espafia, en la figura del mismo Carlos III. Desde un principio, los Borbones se caracterizaron por una tendencia reformista no observada con anterioridad. No obstante, en las colonias americanas no alcanzaron a imponer cambios sustanciales durante las primeras décadas de gobie no, forzados por las circunstancias jurisdiccionales y por el es tado de guerra permanente en el que se encontraba Espaiia, En el Rio de la Plata, el contrabando y la salida de plata di Potosi desde Colonia y Buenos Aires, a expensas de las a reales, fue dificil de desarticular por las presiones locales pero también por la propia ambigiiedad de la Corona. La falta de vision politica en la que por mucho tiempo se encontré Espafia retardé la ruptura del monopolio comercial Lima-Sevilla y la instauracién del libre comercio de los puertos americanos, lo” que en el caso de Buenos Aires se obtuvo tras la creacién del virreinato del Rio de la Plata. En la ausencia de medidas eje- cutivas influyeron las beligerantes relaciones entre las princi- pales potencias econémicas y militares europeas y los tratados de paz que, como el de Utrecht (1715), permitieron a Inglate- rra la introduccién de mercancias en las colonias americanas, por medio de asientos de comercio. Por su parte, las alianzas con Portugal legitimaron la presencia de los luso-brasilefios en 1? Manuel Lucena Giraldo identifica estos cambios con una conciencia geo- grdfica territorial dentro de un “reformismo de frontera”, en una pragmatica s{ntesis entre lo moderno y lo antiguo. Véase Manuel Lucena Giraldo, “El re- formismo de frontera”, en Agustin Guimera (ed.), El reformismo borbénico, Madrid, Alianza, 1996. song Nase Richatd en; Espa a Revolucion del siglo xv, Madrid, Aguila, 124 REBELION Y GUERRA EN LAS FRONTERAS DEL PLATA do VI y Carlos II. En este sentido, como ministro de la Cor espafiola, José Carvajal y Lancaster tuvo un rol rector en la el; boracién del tratado de demarcacién con Portugal. El acuel respondia a la politica de neutralidad y equilibrio adoptada p Fernando VI luego de la Paz de Aquisgran (1748), a continu: cién de un perfodo de intensos conflictos bélicos por la su sién austriaca al trono, Sin embargo, el interregno adoptad constituy6 mds que nada una “guerra fria” o “paz armada”, la que se perfilaron y organizaron los futuros enfrentamient entre Francia e Inglaterra y sus aliados por los dominios América del Norte (1756-1763). Bajo este panorama, la cot trucci6n de alianzas fue fundamental para asegurar la gober nabilidad en tiempos de paz y la existencia de fuerzas comun ante eventuales conflictos. La politica espafiola de conciliacién también estuvo influida tanto por el entorno familiar de José Carvajal y Lancaster como por el del monarca, quien estaba’ casado con Barbara de Braganza, hija de Juan V de Portugal y Marfa Ana de Austria. Dentro de este marco, fue que tuvieron: lugar las diferentes negociaciones entre Lancaster y el diplo- miatico y secretario particular del rey portugués, Alexandre de Gusmio, para definir los limites entre las posesiones luso-espa- fiolas en Asia y América. La elaboracién de las clausulas del tratado fue el producto de varios afios de discusién e intercambio entre los secretarios de ambas Coronas. La soluci6n no era sencilla ya que se trata- ba de limitar y al mismo tiempo legitimar la presencia portu- guesa en territorios de América del Sur, que formaban parte. de los antiguos dominios de Castilla segun el ignorado Tratado de Tordesillas. La situacién politica, asi como el conocimiento y aprehensi6n del espacio americano y sus habitantes, habia cambiado en extremo desde el primer viaje de Colén a las An- tillas. El nudo de la cuestién ahora pasaba por reordenar polt- ticamente y delimitar los territorios fronterizos, manteniendo aquellos ocupados de facto por Portugal o parte de ellos sin que esto implicara grandes pérdidas para Espafia. Un equilibrio LA RUPTURA DEL PACTO 125 complejo que, a su vez, exigfa intervenir desde las metropolis en una dindmica fronteriza que habfa estado librada a accio- nes, relaciones e intereses particulares. Al respecto, en el Rio de In Plata los jesuitas y los guaranfes hab{an desarrollado dispo- sitivos para impedir la expansién territorial de Portugal sobre los actuales Estados de Parana y Rfo Grande del Sur sin sdlidos apoyos reales, En esa defensa pes6, ademis, la preservacion y expansién del propio territorio misionero y la explotacién de los recursos circundantes. " Las pretensiones econdémicas de ambas potencias también fueron dificiles de compatibilizar. Por un lado, Espafia, basa- da en una politica de corte netamente mercantilista y con una deficitaria hacienda, necesitaba reorientar los circuitos comer ciales que desde Colonia del Sacramento y por via del contra- bando drenaban sustanciales ingresos para las arcas reales. Para ello debfa garantizar la navegaci6n exclusiva del Rio de la Plata, lo cual implicaba sacar de escena a Inglaterra, que tenfa una fuerte presencia en los mercados americanos y se beneli- ciaba con la plata potosina.'3 A su vez, frente a la presién de los comerciantes limefios, se requeria terminar con el trafico ilicito desarrollado por los comerciantes portefios y mantener las bases del monopolio comercial, lo cual apuntaba a vaciar Colonia del Sacramento y a sostener una alianza de paz con Portugal como resguardo ante un posible conflicto o invasién de potencias extranjeras al puerto de Buenos Aires. Del lado portugués, se ansiaba ocupar el territorio oriental de las mi- siones guaranies y acceder a sus espacios para pasturas garan- tizando la colonizacién portuguesa de esas regiones. Por otra parte, la pérdida de Colonia no se consideraba de gran impac- to, ya que insum{a grandes costos de mantenimiento ante el 3 Tras el desarrollo industrial, los ingleses buscaron mercados para vender sus manufacturas en las colonias americanas y obtener materias primas a cam- bio, perfilandose de esta manera el modelo agro-exportador que se desarrolla- ria mas adelante en vastas regiones de América. 126 REBELION Y GUERRA EN LAS FRONTERAS DEL PLATA bloqueo impuesto por Espaiia y los réditos del contrabando t daban importantes ingresos a la Corona portuguesa. En col secuencia, en virtud de la habilidad diplomatica de Alexanc de Gusmio, el territorio misionero se constituyé en el princips eje de negociacion para acceder legitimamente a territorios d actual Rfo Grande del Sur y de Amazonfa.'4 La elaboracién de las cldusulas del tratado se basé en conjugacién de diferentes ejes, sustentados en la consideraci6n_ del Utis possidetis, del “limite natural” y de la accién compen- satoria o “equivalente”. El primero de los principios provenfa del derecho romano y estaba en funcién de conservar lo que se habfa obtenido de hecho, como las colonias lusitanas sobre el Atl4ntico. El segundo apuntaba a conformar la demarcacién. siguiendo el curso de los accidentes naturales, como eran en este caso las cuencas del Amazonas y el rfo Uruguay, y el terce- ro garantizaba el valor compensatorio de la negociaci6n inter- cambiando territorios. Este tiltimo fue el aspecto ms resistido por la diplomacia espafiola, ya que el gobierno lusitano planteé el trueque de Colonia del Sacramento por las misiones orienta- les. La encrucijada politica anulé las vacilaciones y Fernando VI, con el apoyo de su confesor jesuita, el padre Ravago, apro- 6 el intercambio luego de cuatro afios de negociaciones. El nuevo tratado derogé los limites fijados por los tratados precedentes. En lo que respecta a los territorios de América del Sur, Espafia obtenfa Colonia del Sacramento y en compensa- cién otorgaba a Portugal el territorio que se extendfa desde el Tbicuy, al sur, hasta el rfo Uruguay en su vuelta, donde estaban ubicadas las siete misiones guaranfes, ademds de reconocer Jas tierras que ya ocupaba en los actuales Estados brasilefios de Paran4 y Rio Grande del Sur. Espafia conservaba la Banda Oriental, donde se habia fundado Montevideo, y se reserva- 4 Véase Adelar Heinsfeld, “Os Tratados de Limites coloniais e 0 espaco te- rritorial missioneiro no contexto da geopolitica hispanica para a América”, en x1 Jornadas Internacionais sobre as missoes jesutticas, Porto Alegre, 6 al 9 de septiembre de 2006. LA RUPTURA DEL PACTO 127 Ia navegacion exclusiva del Rio de la Plata. Asimismo, por tratado se le daba posesién juridica a Portugal de todo lo pado de hecho en la cuenca del Amazonas y en el distrito Mato Grosso, con excepcién de territorios delimitados por rios Marafién y Guaporé. Con ello, Fernando VI y Juan V, en murié pocos meses después, creyeron dar punto final, ibre la base de la diplomacia de sus asesores, a los histéricos nflictos por sus posesiones coloniales. No obstante, el acuer- surgido del encuentro de varios factores, elaborade en la orancia geografica y cartogréfica y en la desconsideracion las implicancias y de los alcances locales, qued6 inmerso en \iltiples contradicciones [véase mapa u1.2]. LAS CONTROVERSIAS SOBRE EL TRATADO DE PERMUTA Desde su origen, el tratado fue criticado incluso desde el Ambi- to europeo. Al respecto, una parte de la historiografia sugirié que el entorno portugués de Fernando VI, sobre todo la presi6n ejercida por su mujer Barbara de Braganza, hija del rey de Por- tugal, asf como la destreza diplomatica de Alexandre de Gus- mao, habfan llevado al monarca espafiol a aprobar cléusulas que no lo beneficiarfan en sus réditos coloniales.'’ Quienes se ocuparon especificamente de analizar las acciones diplomati- cas previas a la firma del tratado consideran que tanto Carvajal como Fernando VI no tenfan una vision en perspectiva sobre las dimensiones y potencialidades de los territorios intercam- biados y que la decision final estuvo sesgada por el ingenuo deseo de pretender solucionar gran parte de los problemas que aquejaban a Espafia. Pero esta sensacién fue muy effmera. Tras la muerte de Carvajal, ocurrida en 1754, y su reemplazo por Ricardo Wall en los asuntos externos de Espafia, la aplicacién '5 Véase, por ejemplo, Juan José Arteaga, Las consecuencias del Tratado de Madrid en ta desarticulaci6n de la frontera demografica de ta Banda Oriental, 1750-1761, Montevideo, Archivo General de la Nacién, 1999, 128 REBELION Y GUERRA EN LAS FRONTERAS DEL PLATA LA RUPTURA DEL PACTO 129 \urante su maduracién bajo estricto secreto, result6 descon- nte. El rey o su Consejo de Indias, tal como se acostumbra- no hab{an solicitado la opinién de las principales instancias administracién en América, los virreyes y las Audiencias, y el plano jurisdiccional los gobernadores y los cabildos. A su , extrafié una medida que perjudicara a las misiones guara- siendo un jesuita el confesor de Fernando VI, por lo que un tor de la dirigencia politica consideré la posibilidad de que el jonarca espafiol hubiera sido engafiado o mal informade, Ur 6 entonces desde el espacio local una pronta actualizacién so- los alcances, implicancias y consecuencias de las permutas nsignadas y de los nuevos limites establecidos entre las dos ronas, ya que se consideré que una descripcién de Jas com- lejidades instarfa a un reconocimiento, por parte del monarca su entorno, de las relaciones, dindmica e intereses que el trata- do corrompfa o dafiaba y que el rey ignoraba. A su vez Ja infor- mmacién dada suplantarfa la ausencia de informacién geografica ycartografica por parte de los asesores reales, puesto que no se disponfa pormenorizadamente de esos conocimientos. Tanto los jesuitas como los obispos, cabildos y gobernado- ves de las jurisdicciones del Tucuman, Buenos Aires y Paraguay jnstaron en sus cartas a ser tenidos en cuenta. Al respecto, la circulacién de correspondencia con el objeto de revertir una medida real no constitufa un hecho aislado; por el contrario, respondia a la cultura politica de la época y a la superposici6n institucional. La critica a una determinacién del rey o de sus instancias intermedias se bas6, en general, en la postura de que aquella afectaba al “bien comun” y, por ende, era injusta e ilegitima. Con la intencién de encontrar respuestas y lograr cometidos particulares, se desplegaba un estratégico juego de intermediacién que implicaba la eleccién del destinatario ade- cuado, segtin la balanza o afinidad politica, autoridad o tema- tica y la elaboracién de una cuidadosa argumentaci6n. Deesta manera, a veces se acudfa al monarca; otras, al virrey, a las Audiencias 0 incluso al Consejo de Indias, La descentraliza- del tratado pas6 a ser mds una cuestién de imposicién de aul ridad y obediencia sobre los stbditos americanos y un me para mantener la paz con Portugal que una estrategia geopol tica y comercial. Con la designacién de Sebastido José de Carvalho e Mi como primer ministro de Portugal, luego del fallecimiento di rey Juan V, el tratado comenzé a perder sentido, ya que el nu funcionario se mostré partidario de un acuerdo comercial ent las dos potencias, en menoscabo de la entrega de Colonia Sacramento a Espaifia, debido a los intereses que se perdian o alteraban con el intercambio.'* Carvalho e Melo se constituyé el principal representante del despotismo ilustrado en Portu; y fue promotor en su pafs de las nacientes corrientes antijesui- tas que ya se manifestaban en Francia. En esta Ifnea, difundié Ja hip6tesis de que los jesuitas no aprobarfan la entrega de las tierras de las siete reducciones por los tesoros que guardaban, en ellas. Estas ideas fueron también difundidas desde el ambito: americano por el gobernador de Rio de Janeiro, Gomes Freire de Andrada, y por el hasta ese momento gobernador de Colonia del Sacramento, Antonio Pedro de Vasconcelos. Por su parte, ambos consideraban que la entrega de la fortaleza era un desacierto po- litico y comercial. Desde las gobernaciones coloniales hispanas se compartia la misma tesis, pero por razones que lindaban con el resguardo de los territorios y de sus fuentes de recursos. En el Rio de la Plata, el tratado fue recibido con asombro, y las primeras reacciones estuvieron marcadas por la intencién. de revertirlo, La ejecucién de una medida de tal dimension sin el pedido de informes previos, de resolucién inmediata, manteni- ‘En abril de 1752 el ministro espafiol José de Carvajal y Lancaster le comu- nica por carta al Marqués de Valdelirios que la corte de Lisboa “mal aconsejada por un ministro” da érdenes para que no se ejecute el tratado “encargando que se busque todo género de tropiezos que dilaten la ejecucién”. Véase al respecto “Carta privada de José de Carvajal y Lancaster al Marqués de Valdelirios, Aran- juez 8 de abril de 1752”, Madrid, Archivo Histérico Nacional, secc. Estado, Legajo 4798/2, documento 376, foja 1. 130 REBELION Y GUERRA EN LAS FRONTERAS DEL PLATA LA RUPTURA DEL PACTO 131 ie Deas 2 sad Sn Se indiana hacia {deracién del tratado en virtud de un complejo entramado Be eee ae a los de apelacién y contra apelaci intereses contra los jesuitas y su proyecto misionero. Ren fea lia ee la costumbre que por Fin los diversos reclamos se perfilaron cuestiones particula- erin tet eereoe es Fe : al ey como/ parte de es | pero también apreciaciones compartidas frente al temor de ef y udialal rey o/a-tnstancias met © con las nuevas divisiones territoriales aumentara el poderfo Super retard la mayorfa de los casos, un confli fluencia de los portugueses, en su doble faceta de comercian- peeane ° ie preeminencia. No obstante, en ocasi6n y colonizadores. En la eater de los habitantes del Pla- tec Cos oaae) fee cael locales) estaba el recuerdo de los ataques bandeirantes y la creacién Las primeras cartas y representaciones if 1 un enclave, Colonia del Sacramento, rio de por medio con Clsrrabaltatrericion delad conciorasienas iene aS oad iuenos Aires. Muchos eran testigos de la expansién que*dia a ea ee an eee at Pe ia llevaban a cabo los portugueses sobre el Atlantico en direc- Audiences deiCh: 1 8 Neale ert yal jon hacia el Plata y hacia el oeste sobre las actuales planicies a arcas, luego a los comisionados nombrad le Rio Grande del Sur, tierras de enormes riquezas ganaderas. Lae ia Resi a Spesae see en el Rio de la Plata, perspectiva histérica, los temores expresados en las corres- The prupoide: ce cas aes pees Vi. = Pu pondencias, exagerados quizé en su tenor discursivo, resultaron aie avnv Si a RA Sep aT Oa . aa lo el tratado 1 prudentes. Mientras que los silencios surgieron de un expectan- Hare ee TST Taal a b elrculabe vonsinenienent a ie augurio de transformaciones ligadas a la fragmentacién del orvalteyeclose ape a a To eae Al confe- {erritorio guarant-misionero y a las ventajas comerciales y pro- mie enialloesina ee, fu a sae ae) cuando desde ductivas que ésta podria generar en beneficio de quienes habfan gran niimero de cartas any Bae pa a, aos sido perjudicados por el crecimiento del complejo jesuttico. CE ABEL eer eae propio territorio del Quienes buscaron detener o impedir el cumplimiento del enibacacede (eis o eens, sadas cruzaron el Atlantico | tratado por mediios retéricos y discursivos tendieron a alarmar eonessoudencias di encore Celney uae buena ae de la a las autoridades reales o a sensibilizar sus espiritus aludiendo a a encia, de origen jesuita, provino del Perd, Paraguay Ia falacia del fin del contrabando, a las consecuencias de la cafda yi ues Aires. ceecunnees menor de cartas fue redactado del antemnural misionero y a Ja eventual penetracién portuguesa ae aoe (a . ee. a oo ae mas alld de lo pactado. Desde las tierras orientales del Uruguay, Cordoba y Santiago del Estero.!” Li i a, Lucuna Jos pueblos guaranfes habfan creado y aprovechado pasos te- Cobrientes: Sa ee Pa bcae cabildos de Buenos Aires, rrestres y fluviales que conectaban el territorio con las juris- , Santa Fe y Asuncion no se sumaron a Ja puesta ent dicciones meridionales del Brasil, Buenos Aires, Asuncién, Co- flee ahaa AG ath ed ; rrientes y Santa Fe. Con los nuevos limites, Portugal pasaba Seccién Estado, legajo 4798; Valladolid, Sanne a controlar la margen oriental del rio Uruguay y con ello Jas legajos 7422 y 7377; Roma, Archivum Romanum Societatis Iesu, sPareduaris’ comunicaciones existentes por medio de aquel rfo navegable, f dejando asi expuesta la region a la expansién colonizadora 0 Santiago de Chile, Archivo Nacional Hist6rico, Jesuitas de Argenti De ¢ » entina, vol. 202; Buenos Aires, Archivo General de la Nacién, col. Biblioteca Nacional, Legajos mercantil luso-brasilefia. Se crefa de manera unénime que la 287 y 289. recuperaci6n de Colonia y de su acceso portuario por parte del 132 REBELION Y GUERRA EN LAS FRONTERAS DEL PLATA gobierno espafiol no evitarfa el comercio en su forma ilicita beneficio de portugueses y potencias extranjeras. En cambi advertian que éste podia multiplicarse por los nuevos ac terrestres y fluviales. De hecho, una buena parte del cont bando ya se realizaba por tierra via la “frontera del Chuy”, vantada entre la gobernacién de Montevideo y la jurisdicci portuguesa de Rio Grande de San Pedro. Por alli los luso-b: silefios, en connivencia con comerciantes rioplatenses, trafi ban mulas y caballos que vendian a mejor precio en San Pabk lo que afectaba a los productores y comerciantes de mulas Tucumén colonial. Como consecuencia de esta situacién, tos remarcaron e insistieron en que, mientras se cerraba uni puerta al contrabando, se abrian nuevas que resultarian dificiles de controlar y por ello mas perjudiciales. Otro de los temas destacados en las representaciones fu: las consecuencias de la pérdida del “antemural misionero”. arguments con firmeza que con la mudanza de la poblacién d las siete reducciones jesuitas de guaranies a la otra banda del ri quedar‘ia sin efecto la barrera defensiva que éstas desempefiab: con sus milicias. Lo que se expresé es que tras la migracién de] pueblos, impuesta por el Tratado de Madrid, podia esperarse qu la participacién directa de los guaranies en la defensa del territo- rio quedara afectada, ya que su lealtad y su colaboracién estaban basadas, en gran medida, en la posesién integral del complejo misionero. En la correspondencia no sélo se apunté a la vulne- rabilidad en que caerfa Potosi, principal interés de la Corona, sin aquel frente defensivo, sino también las gobernaciones del Para- guay, Tucumdan y Peri. Con la nueva demarcacién, el rio Uruguay pasaba a ser la nueva divisoria jurisdiccional entre el territorio es- pafiol y las colonias portuguesas. Si bien este limite natural mar caba sin ambivalencias los nuevos dominios, se estimaba que los portugueses no se limitarfan a ocupar el territorio cedido por Es- pajia y atravesarian el rio por medios violentos. Después de todo, Jos bandeirantes no habfan dejado de imponerse, ya que seguian asolando a las misiones jesuitas de la regién de Mato Grosso. LA RUPTURA DEL PACTO 133, Entre las cartas escritas durante este convulsionado pe- rfodo, resulta ilustrativa de lo relatado aquella dirigida por el gobernador de Salta al virrey del Perti, José Antonio Manso de Velasco, Conde de Superunda. La carta fue redactada luego de la Hlegada al Rio de la Plata del Marqués de Valdelirios, comisiona- do nombrado por Fernando VI para ejecutar las medidas nece- sarias para el cumplimento del tratado de limites. El gobernador mencionado escribié en abril de 1752: ve ‘ Vino Valdelirios por el canje de Colonia de Sacramento por ciertas tierras que con propiedad no saben distinguirme. Tan perjudicial que es la Colonia de Sacramento tan vecina a Buenos Aires, por introduccién de ropas y extracciones en caudales con conocido atraso del real erario y comerciantes de ilicito comercio dando por equivalente las tierras que por desiertas nos parecen de poco valor Pero sefior que remediamos con cerrar la puerta de la Colonia si nos abriran otras muchas puertas en las tierras que les damos, en las que asentarén los portugueses a su arbitrio las colonias y aberturas de caminos y no se podran controlar las introducciones ilfcitas [...] Es de temer por los siete pueblos y asi por natural amor al patrio suelo se alfen con los portugueses, por ser indios belico- sos y en tanto ntimero que a su partido agregaran los portugueses [...] Las paces no han de ser eternas. Los indios aunque indtiles en las armas sirven de pasadores. Los portugueses fortificaran los pa- sos del Rio de la Plata y Parana y habra que pedirles licencia para transitar y adelantarén toda la yerba de los siete pueblos. El rey y sus ministros habran pensando con maduro acuerdo, pero por las distancias se hacen incomprensibles. Retengo mis reflexiones por la parte de mi provincia por ser fronteriza.'* El texto sintetizaba las consideraciones y los temores expues- tos en las categéricas siplicas dirigidas al rey y a las autorida- 48 “Carta del gobernador de Salta al Virrey del Perd, abril de 1752”, Buenos Aires, Archivo General de la Naci6n, col. Biblioteca Nacional, Legajo 289, do- cumento 4412, fojas I-lv. 134 REBELION Y GUERRA EN LAS FRONTERAS DEL PLATA, LA RUPTURA DEL PACTO 135 ilo, a su vez, 6rdenes militares y mendicantes que para sos- erse financieramente debieron introducir ciertas formas propiedad y de rentas, ademas de solicitar limosnas de la blacién urbana.!? Asimismo, las aspiraciones econémicas polfticas de los Estados pontificios se hacfan cada vez mds identes. Esta situacién gener6 un cuestionamiento a la mi- én de la Iglesia que fue canalizado por las corrientes refor- mistas de principios del siglo xvi. E] movimiento humanista eatélico espafiol liderado por Erasmo de Réterdam priovocé la divisién entre conventuales y observantes, quienes se dife- yenciaron por rescatar las reglas de humildad y pobreza del "cristianismo primitivo”. En tanto el cisma protestante puso en peligro la supervivencia del catolicismo y desencadené lina reaccién liderada por el papado, la Contrarreforma se plasmé en el Concilio de Trento (1545-1563) y tuvo rapida difusién en los territorios de Italia y Espafia, con el objeto de crear una unidad politico-religiosa para el fortalecimiento del absolutismo real. Estos movimientos impusieron cam- bios doctrinales e institucionales dentro de la Iglesia catélica, que incluyeron el reconocimiento de la existencia del pecado original, la salvacién de los hombres bajo estricta vigilancia de la Inquisicién y la renovacién de la disciplina eclesidsti- ca.?° Dentro de este contexto histérico, fue creada y fundada la Compafifa de Jesus. El grupo que dio origen a Ja nueva orden estuvo consti- tuido por un circulo selecto de amigos y compafieros cohesio- des intermedias, a lo cual se agregaba una cuestién: la posib! lidad de una contraofensiva guaran{. Esta idea, que pi al autor, fue también advertida desde diferentes dpticas por | cortes europeas y por los jesuitas. Desde el punto de vista los misioneros del Paraguay, un eventual levantamiento pondia al propio temple de los guaranfes y a las condicion del traslado, cuestiones que hacfan, segin aquéllos, imprai ticable la mudanza. Suponfan que la imposicién del traslad generaria desconfianza y recelo hacia sus curas y que serfa paso a la futura ruina del proyecto misionero. Una visién t dramatica no era compartida por todos; ni siquiera por el pro: pio general de la orden, Ignacio Visconti, el cual se encontrab: en cambio preocupado por la imagen y el desempefio de sus misioneros en este drama de orden internacional. En contra- posicién a lo esperado, las advertencias de los jesuitas gene- raron un clima de desconfianza hasta considerarlos, incluso, posibles instigadores de un levantamiento. Esta situacién era_ producto de complejidades histéricas asociadas a la Compa- fifa de Jestis desde sus origenes y que tuvieron su punto de eclosién entre las décadas de 1750 y 1760. Los JESUITAS EN EL ESCENARIO HISTORICO ¥ POLITICO En sus origenes, la Compaiifa de Jestis fue un proyecto reno- vador dentro de la Iglesia catélica, la cual arrastraba desde tiempos medievales intensas contradicciones. A principios del siglo xv1, los movimientos reformistas liderados por Mar tin Lutero y Juan Calvino fueron una de las tantas expresio- nes de la crisis institucional y moral en la que se encontraba la Iglesia de Roma. Entre otros factores, la acumulacién de riquezas dentro de una pequefia jerarquia eclesidstica y el aumento de un sector de clérigos pobres con pocos recursos, formacién y vocacién, habfan dado origen al descrédito de su labor. Durante las cruzadas contra los moros habian sur- 18 Las 6rdenes mendicantes de clérigos regulares respondian al papado pero segufan reglas religiosas propias. Entre aquéllas se encontraban la Orden de Predicadores, con su lider Domingo de Guzmén, que defendfa una cruzada de las palabras para mover las conciencias; la Orden de los Hermanos menores © franciscanos, con Francisco de Asis, que se basaba en los preceptos de hu- mildad y pobreza; La Merced, con Pedro Nolasco, fundada para rescatar a los cautivos en peligro de perder la fe, y la de San Agustin. 20 Véase al respecto Agnes Heller, El hombre del renacimiento, Barcelona, Peninsula, 1994. 136 REBELION Y GUERRA EN LAS FRONTERAS DEL PLATA nados en torno a la figura de Ignacio de Loyola.”! Durante | afios de 1530, todos ellos se convocaron con ideales espiritua: les renovados y llegaron a elaborar un conjunto de reglas qu dieron forma a la llamada Societas Jesu. No obstante, la apr bacién canénica de esas reglas tuvo sus propios avatares polf- ticos debido a que algunos sectores de la Iglesia romana des- confiaron de los objetivos de sus integrantes, en gran medida por sus orfgenes. Estos provenfan de diferentes pafses dentro de una instancia en que las naciones europeas sospechaban unas de otras y tendfan a cerrar fronteras politicas y cultura- les.2 Por otro lado, el grupo fundador estaba motivado por un espfritu de cambio dentro de Ja practica eclesidstica de la €época, basado en la “imitacién de Cristo” y en la salvacién de los hombres desde la accién. Se consideraba que eran las obras realizadas en este mundo las que determinarian la salvaci6n 0 Ja condenaci6n eterna.?3 Esto implicé una oposicién contra la retraccién conventual del monaquismo antiguo y la dedicacién. plena a los hombres enfermos de cuerpo y alma, que recreaba como simbolo distintivo la idea del misionero peregrino. Estos propésitos, sumados al estilo de vida de estos predicadores, los pusieron en la mira de la Inquisici6n, al mismo tiempo que des- pertaron la atencién de las elites de Espafia, Italia y Portugal. Superadas las pristinas sospechas de herejfa, la Compafifa fue aprobada en 1540 por Paulo III. Entre los elementos con- tundentes de esta aprobacién, estaba la novedosa inclusién en 21 Nacido en la provincia de Guiptizcoa, Iiigo o Ignacio de Loyola, su maxi- mo impulsor, habia cambiado sus deberes militares por su vocaci6n de pe- regrino nego de quedar herido en la batalla por Pamplona contra las tropas francesas. En los afios de convalecencia redact6 una gufa que llamé “Ejercicios, Espirituales”, elemento unificador de la espiritualidad distintiva de la Compa- fifa de Jesus. 2 E] grupo precursor estuvo compuesto por Ignacio de Loyola, Francisco ‘Xavier, Diego Lainez, Pierre Favre, Alfonso Salmerén, Simao Rodrigues, Nico- las Bodavilla, Claude Jay, Paschase Brot y Juan Cordore. 2 Véase Marcel Bataillon, “De Erasmo a la Compaiiia de Jestis", en Erasmo y el Erasmismo, Barcelona, Critica, 2000. LA RUPTURA DEL PACTO 137 Ja Formula del Instituto del cuarto voto de obediencia estricta al Sumo Pontffice, que se constituy6 en un arma de doble filo para la Compaiifa de Jestis. Poco después, los primeros jesuitas empezaron su misién tanto en paises cristianos, para reforzar o extender la fe sobre territorios antes dominados por Jos mo- ros y ante la expansién del Imperio Otomano y el Islam, como en el lejano Oriente, adentrandose en India, Japén y China, para luego desembarcar en la América lusitana, en la década de 1540. A los patses protestantes sdlo se dirigieron poy espe- cial pedido del papa. Por su parte, la entrada en América hispé- nica tuvo sus complejidades iniciales. Al caracter internacional de la orden se sumaron las tensiones con el papa Paulo IV. Este pontifice pertenecfa a una familia napolitana que repudiaba la dominaci6n de Espafia en Italia y que encontré en Francia un aliado para estorbar la presencia espafiola en Napoles. De la guerra con Francia result6é un tratado de paz mediado por un matrimonio estratégico que restablecié las relaciones con el papado tras la muerte de Paulo IV, en 1559. Fue a partir de esta fecha que Felipe II autorizé la entrada de los jesuitas a sus territorios americanos. Los primeros veinte jesuitas llegaron a Lima, capital del Virreinato del Pera, en 1568, y a partir de entonces debieron superarse una serie de fricciones con. el virrey Francisco de To- ledo. El ideal de la Compafifa de Jestis era el de las misiones iti- nerantes, que entraba en contradiccién con el oficio de parroco y la administracién permanente de la doctrina a un pueblo de indios requerida por Toledo.** El virrey, en tanto representante de un conjunto de reformas politicas y administrativas, debfa imponer no sélo las consignas del Concilio de Trento en Améri- ca, sino quitar poder a las rdenes mendicantes que tenfan una fuerte influencia sobre las comunidades indigenas reducidas, 24 Véase Martin Morales, “Los comienzos de las reducciones de la provincia del Paraguay y la relacién con el derecho indiano y el Instituto de la Compa- Ma de Jesits. Evolucién y progresos”, en Archivum Historicum Societatis lesu, nim, 133, afio xvi, 1998. 138 REBELION Y GUERRA EN LAS FRONTERAS DEL PLATA supeditar el trabajo del clero, regular a los obispos y didcesis locales, en tanto intermediarios del rey, y emprender la coloni’ zacién y conquista de los m4rgenes del imperio con el auxili de los nuevos misioneros. En funcién de estos objetivos fue qu Toledo deposité en la afamada y flamante Orden de los Jesuit su plan de innovaciones en materia religiosa y eclesidstica. Las expectativas del virrey se encontraron con la oposici6 del provincial jesuita del Pert, maxima autoridad jurisdiccio- nal, en relacién con la sujecién a la autoridad obispal y con la realizacién de una labor doctrinal permanente en los pueblos de indios. Toledo amenaz6 enfurecido con expulsar a la orden del Pert si no asumifa la administraci6n de los sacramentos en las reducciones. El general de la orden tomé cartas en el asunto y ordené al provincial cumplir con lo solicitado por el virrey. Luego del conflicto, la orden asumié una nueva postura frente al poder politico local, tras lo cual se abrié una etapa para la Compafifa de Jestis en el Perd ligada a los requerimientos de las autoridades civiles y eclesidsticas, entre ellos, la ejecucién de requisas inquisitoriales por supuestas herejias y una activa participacién en las campafias de “extirpacién de Idolatrias”> A partir del gobierno de Felipe III (1598-1621), la Compa- fifa goz6 de una enorme influencia en la corte de Madrid. Du- rante aquel periodo se enviaron misioneros al Pert y se crearon nuevas provincias jesufticas.”* En el Paraguay y en el Rio de la Plata, el padre Diego de Torres Bollo dio fmpetu a las activi- dades misioneras emprendidas por los franciscanos entre los guaranies y fund6, en 1604, con autorizacién del prepésito ge- neral de la Compafifa, una provincia jesuita separada de la del 25 Estas campafias se realizaban para identificar los cultos locales y des- terrarlos. Para cumplir con la misién encomendada por las autoridades, los jesuitas del Pert elaboraron una guia sobre la base del manual de inquisidores. Vase Pablo Joseph Arriaga, La extirpacion de la Idolatria en el Pert, Cuzco, Centro Bartolomé de las Casas, 1999. 26 Las provincias jesufticas estaban a cargo de un padre provincial e incluian a los colegios, residencias, establecimientos productivos y reducciones funda- dos por la Compaiiia de Jestis. LA RUPTURA DEL PACTO 139 Brasil?’ La nueva jurisdiccién de la orden incluy6 a los cole- pios y a las reducciones de las gobernaciones del Paraguay, del Rio de la Plata y de Tucumén.* En esta ultima jurisdiccion, los indfgenas, en su mayoria, estaban encomendados al servicio de particulares y la administraci6n de los sacramentos cristianos se encontraba delegada, en gran medida, en Jos curas seculares de las didcesis. Por lo que, con excepcidn del valle Calchaquif, que resisti6 al dominio espafiol por largo tiempo en el Tucu- mén, la Compaiifa de Jestis se abocé mas que nada al dpa edu- cativa y formativa y a la produccién y comercializaci6n. La ciudad de Cérdoba, en la gobernacién del Tucuman, por su clima y sus materiales de construccién, asi como por las potencialidades econémicas de la elite local, fue elegida como el centro politico y educativo de la vasta provincia jesuitica del Paraguay. En esa ciudad los jesuitas fundaron el Colegio Maxi- mo-Universidad para estudios superiores y el noviciado para la formacién de misioneros, entre otras instituciones. Al Colegio de Cordoba acudfan aspirantes al sacerdocio de diferentes re- giones del Virreinato del Pera, estudiantes jesuitas que tenfan derecho al grado de doctor y seglares que podian aspirar a gra- dos menores.” Las cdtedras estaban en manos de miembros formados de la Compaiiia de Jestis que impartfan contenidos teol6gicos, filos6ficos y politicos, afines a sus doctrinas. Las actividades educativas le dieron prestigio e influencia politica a la orden en la regién, lo que se tradujo en un relativo 27 Cabe recordar que los jesuitas portugueses fundaron en 1549 la provincia jesuftica del Brasil y en 1587 el Colegio de Asuncién, como parte de aquélla. ‘Ademés realizaron misiones itinerantes entre las aldeas guaranfes del noreste de la jurisdicci6n. Por su oposicién a Ja encomienda, se enfrentaron con los vecinos paraguayos, lo que los llevé a abandonar el Paraguay. 28 La gobemnaci6n del Tucumdn incluta las jurisdicciones de Jujuy, Salta, Ca~ tamarea, La Rioja, San Miguel de Tucumn, Santiago del Estero y Cordoba. 2 Para alcanzar el m4s alto grado, un jesuita debfa pasar por diferentes eta- pas: hermano estudiante, hermano coadjutor, coadjutor temporal 0 sacerdote hasta coadjutor espiritual. La promocién levaba muchos afios y se aleanzaba mediante una evaluaci6n de sus superiores. PTURA 141 140 REBELION Y GUERRA EN LAS FRONTERAS DEL PLATA LARI DEL PACTO vocaron a estos religiosos para encabezar Ja “pacificacion lc las tribus némades chaquefias, hacia mediados del siglo fue- n lentamente relegados del proyecto, ya que las actividades onémicas desarrolladas desde sus misiones, Jevantadas con pos mocovies 0 abipones, les quitaban oportunidades a los espafioles y criollos, deseosos de expandir sus fronteras pro- luctivas sobre esas dreas. en " El grado de influencia doctrinal y politica de los See ‘asf como la ambivalencia que provocaron, fueron el refigjo le Ia propia actividad desplegada en Europa y también en nes Alrespecto, la adhesién al cristianismo en China fue un less a que los jesuitas ejercieron con gran vehemencia y pasion. o obstante, en el camino se encontraron con tres grandes movi- inientos religiosos: el budismo, el taoismo y el confucionismo. Para alcanzar sus objetivos se sumergieron en un picasso de adopcién de rituales y simbolos de prestigio J autoridad, como el ropaje, y habitos de la elite intelectual del imperio ee on quistar la credibilidad de la jerarquia politica. La lucha al a contra los sistemas de creencias no habia dado grandes resul- tados; en cambio, la tolerancia ¢ inclinacion hacia pricticas y costumbres asidticas les permitieron a los religiosos jesuitas una insercién relativa en un medio cultural y politico complejo. Pero los métodos de evangelizacién utilizados por la Compafifa de Jestis recibieron la desaprobacion del papado y provocaron rivalidades con otras ordenes religiosas. Todo ello sumé tensio- nes que terminaron generando la animosidad del emperador de China, por lo que, a partir de 1715, los jesuitas ea a a perder influencia sobre sus misiones de Oriente. eat En Europa, por su parte, con frecuencia los jesuitas f eron criticados por el supuesto uso de teorias laxistas para vara cuestiones de alcance moral, ético y legal basdndose en el Ila- bienestar econémico. En el ambito rural, gracias a las prime donaciones de la elite cordobesa, los jesuitas crearon estableci- mientos de reconocida importancia, dedicados a la produccié agropecuaria y a la cria y comercializacién de mulas, trabaja dos por esclavos del Africa. En otras jurisdicciones de la gi bernacién también tuvieron estancias y haciendas especializa- das en los productos de la tierra y en la demanda del mercado: regional. Pero sobre todo por las relaciones econémicas con grandes y pequefios comerciantes, a escala macro regional, los jesuitas pasaron a ser agentes centrales de la dinamica econé- mica de las gobernaciones coloniales del noroeste argentino. También por ello se constituyeron en rivales y competidores de los comerciantes y productores locales, lo que los llevé a involucrarse en litigios judiciales que fueron mermando lenta- mente su buena imagen. En el plano politico los jesuitas fueron adquiriendo un poder destacado. En la jurisdiccién del Tucuman pasaron a formar parte del cfrculo politico de los gobernadores y, salvo situaciones puntuales, tuvieron estrechas relaciones con los obispos. Sobre todo en Cérdoba, se constituyeron en un actor politico més de las facciones internas del cabildo y la elite lo- cal, ya que su proximidad daba prestigio y era el medio para acceder a informacién en cuestiones juridicas y de derecho. Estas afinidades provocaron el propio repudio de los generales de la orden y el rechazo de otros sectores de la Iglesia, como los franciscanos. En regiones como el Paraguay, los jesuitas encontraron un espacio mas conflictivo. La formacién de las treinta misiones jesufticas sobre los rios Parana y Uruguay y Jas exenciones impositivas que obtuvieron a la produccién y al comercio generaron una tensidn permanente con los vecinos de Asuncién por el control de la mano de obra y la tierra, lo cual les significé varias expulsiones del colegio de esa ciudad. La Compafifa de Jestis encontré, a su vez, un punto de conflic- to por su participacién en la “conquista del Chaco”. Al respec- to, si bien durante gran parte del siglo xvm los gobernadores 30 Véase Horacio Peixoto de Aratijo, “Processo de aculturag4o c métodos missionarios no império da China’, en A Compaiia de Jestis ea Missionaco no Oriente, Lisboa, Fundagao Oriente-Revista Broteria, 2000, pp. 85-101. 142 REBELION Y GUERRA EN LAS FRONTERAS DEL PLATA mado probabilismo. Segiin esta teorfa, una duda podfa zanj se tomando una opinién probable, aunque ésta se opusi preceptos generales. Esto fue repudiado por las corrientes ri ristas, entre ellas las jansenistas, cuyos referentes considerab: que los juicios o interpretaciones sobre cuestiones morales. juridicas debian basarse en la doctrina de mayor probabilida Esta batalla doctrinal escondia pugnas de poder, ya que, gran medida, era por su forma de evaluar asuntos morales y ligiosos que los jesuitas sumaron adeptos en diferentes ambit como el confesionario, donde asumieron una actitud indulg. te contra posturas mas rigoristas. Otro de los ejes polémi fue el tema del libre albedrfo; tal como éste fue sostenido pol los tedlogos jesuitas, el hombre pecador era Arbitro de su pro- pia salvacién, mientras que los jansenistas sostenfan que el ser humano, irremediablemente avasallado por el mal, s6lo podfa, aspirar al bien espiritual con el auxilio divino, ganado a través de un constante ejercicio de virtud y piedad.3! Hacia mediados: del siglo xvm, el enfrentamiento entre estas posturas dividié a la sociedad y a la elite politica, en tanto que la corte de Espafia mantuvo hasta 1754 a un jesuita como confesor real. Por su parte, la adhesién constitucional de los jesuitas al papado tuvo efectos negativos para la orden en Ja coyuntura de transformacién de las relaciones entre la Santa Sede y las monarquias europeas. En el caso de Espaiia, en la primera mi- tad del siglo xv, la intervencién de la Corona en los asuntos temporales de la Iglesia tuvo como respuesta una serie de que- rellas con el papado, por lo que éste debié ceder en el terreno de nombramientos y rentas. La extensién de la autoridad real sobre los asuntos eclesidsticos cont6 con opositores dentro del clero espafiol y por parte de instituciones como la Inquisicién. Frente a una monarqufa moderna que exigia la separacién en- trea Iglesia y el Estado, la Compaiifa de Jestis quedé vinculada 2! Véase Maria Giovanna Tomsich, El jansenismo en Espa. Estudio sobre ideas religiosas en la segunda mitad del siglo xvut, Madrid, Siglo xx, 1972. LA RUPTURA DEL PACTO 143 aquellas concepciones que defendfan la unidad de ambas feras. La influencia econémica y politica de la orden estaba en gran medida basada en la antigua jntervencién de la Iglesia catdlica sobre los asuntos politicos, pero en la practica, y pese a la imagen construida sobre los jesuitas en tanto “soldados del papa”, la Compafifa no respondié undnimemente a la Santa Sede y tampoco fue la principal opositora al regalismo. Por el contrario, su actitud fue pendular, acorde a las circunstancias. Para mediados del siglo xvm, las corrientes antijestytas cir culaban fuertemente en Francia y en Portugal, y a partir de entonces todos los mitos y leyendas caricaturescos sobre la re- publica erigida en las misiones del Paraguay dejaron el lugar de fébula para tomar visos de realidad. Las representaciones sobre la creacién de un Estado teocratico y despético, bajo el ala de los jesuitas, en base a las riquezas mineras, al aislamien- to y el trabajo de los guaranfes congregados en misiones, co- braron fuerza contra el ideal social y politico impulsado por las corrientes iluministas francesas. La construccién de una imagen esteriotipada sobre la labor de los jesuitas condens6é todos los males de la sociedad y la polftica de viejo cufio y, en virtud de ello, la Compaiifa de Jestis pasé a simbolizar aquellas tradiciones que obstaculizaban la reforma y el progreso. Enla corte de Portugal se atribufa el atraso econémico dela nacién y sus dominios a la influencia de los jesuitas en diversos campos y, en particular, figuras como Pombal, inspiradas por los auto- res clasicos del mercantilismo inglés, rechazaban el control de una amplia poblacién asimilable al sistema econémico de las colonias, a partir de proyectos como el de las misiones jesuiti- cas de guaranfes. Dentro de este clima adverso para la Compaiifa de Jesus, el prepésito general de la Orden, el padre Francisco Retz, al tomar conocimiento del Tratado de Permuta por boca del confesor de Fernando VI, se dirigié inmediatamente y sin dudar alsuperior de las misiones del Paraguay para garantizar el cumplimiento del tratado. El general de la Compafifa era consciente de que 144 REBELION Y GUERRA EN LAS FRONTERAS DEL PLATA s6lo una abierta adhesion a la voluntad de las Coronas ibéric aunque se manifestara en medidas injustas para el bien de reducciones, podia salvar a la institucién de los rumores traicion que recafan dia a dia sobre los jesuitas. Y asf lo en’ dié también su sucesor, el padre Ignacio Visconti. En su c: al provincial del Paraguay, el padre Manuel Querini, Viscon| expresé sin rodeos las razones de obediencia al rey, hacienda eco de las representaciones negativas que recorrfan el mund. En particular, se referfa a las sospechas, segiin él, difundid: por los “enemigos de la religién catélica y de la Compahia”, d que, en virtud de los “gruesos tesoros y comercios” que dete taban los jesuitas del Paraguay, no entregarfan los pueblos.? Un manto negro cubrfa a los jesuitas de las lejanas mision del Paraguay y se les concedfa escaso margen de error. La or- den ss traslado, en palabras de su mdxima autoridad, deb{a a ae a embargo, no todos interpretaron sus palabras Como orden religiosa, la Compafifa de Jestis se diferencia ba Por una estructura con cohesién interna, una estricta obe- diencia y una autoridad jerarquica que reducia la posibilidad de disensos.*° Para ello existfan severas pautas para la selecci6n. de sus miembros y cadenas de supervisién y control con el fin de cumplir con los ideales generales. No obstante, en la Practica, esta organizacién cobraba flexibilidad debido a aus las administraciones provinciales requerfan respuestas dindmicas y fluidas, y a que la institucién se manejaba con la idea de que la ley debfa adaptarse a las circunstancias, a los tiempos y a las personas. Las dificultades surgian cuando las decisiones toma- Lt or del general Ignacio Visconti al provincial Manuel Querini, Roma, e julio de 1751", Santiago de Chile, Archivo Nacional Histérico, Jesuitas de ae Me a een identificar, fojas 121-122. : _» Ala cabeza de la orden en Roma se encontraba el i fae Eeletaetts Pu Go rt Stele ne eeceainicce ad @ ae ; Alemania, Espatia, Francia, Italia y Portugal. Las Asistencias ividfan en provincias a cargo de provinciales, bajo los cuales se desplegab una cadena de autoridades, prefectos, misioneros y administradores, te LA RUPTURA DEL PACTO 145 jas sin consultar al prepésito general, por Jo menos de manera {nmediata, redundaban en desviaciones o interpretaciones de Jos cuerpos normativos.* En consecuencia, los principios de gutonomia y buen gobierno entraban en contradiccién, ya que este equilibrio debfa darse en provincias distanciadas geogr- fica y culturalmente de Roma. Ademiés, en algunas ocasiones, Jas autoridades y los misioneros pasaban muchos afios 0 toda sui vida en las provincias, lo cual llevaba a Ja apropiacién de las formas locales y al fortalecimiento de relaciones con las,socie- dades receptoras. Esto se manifesté en el Rio de la Plata’e hizo eclosién con las noticias del tratado de limites. Las autoridades y misioneros del Paraguay, desoyendo las directivas de las maximas autoridades de Ja orden, argumen- taron contra el tratado, ya que crefan poderosamente en su in- justicia y se sentian afectados y comprometidos con quienes compartian cotidianamente su vida. Por otra parte, la lejanfa les proporcioné cierta inconsciencia a sus actos, en especial so- bre cémo eran lefdas sus criticas en la escena politica europea, y por ese motivo es que insistieron en advertir sobre las com- plejidades del traslado y los errores en que se incurrirfa con la permuta de territorios. Muchos de estos religiosos habfan llegado jévenes al Pert o al Rio de la Plata, se habfan formado en los noviciados y colegios americanos y tomado sus primeros votos en Cordoba del Tucumén, de tal modo que tejieron su red de relaciones y afinidades en el 4mbito local, pese a que se les tenia prohibido tener amistades y afectos personales. Quienes ejercieron el oficio de misioneros pasaron hasta veinte afios 0 més junto a los guaranies, y Ilegaron a entenderlos mejor que a la cambiante sociedad europea de aquellos dias. Conocfan cud- La organizaci6n ylos principios rectores de las actividades dela Compafifa de Jestis estaban establecidos en el Institutum Societatis Iesu, cuyos elementos principales eran las constituciones compiladas por Tgnacio de Loyola, los edic- tos de las congregaciones generales, los decretos y cartas de los generales, la Ra- tio Studorium y los Ejercicios Espirituales del fundador. Las ordenanzas de los provinciales tenian un valor: situacional, por lo que podfan ser reemplazadas. 146 REBELION Y GUERRA EN LAS FRONTERAS DEL PLATA les podfan ser sus respuestas frente ala presién e intransigent de las autoridades coloniales y, en este sentido, estuvieron condiciones de anticipar una rebelién de todas las reduccioi del Paraguay, tal como lo expresé el hermano jesuita Anto1 Gonzdlez de Guzman. Vejaciones, violencias e impiedades se seguirdn de echar los indi guaranties de su famosos pueblos a esta banda occidental del rfo Uruguay, dejando sus casas-templos y haciendas a los pot gueses, sus enemigos capitales. Los perjuicios y crueldades los indios que se seguirén de la ejecuci6n de la orden que trae sefior marqués. Y temo prudentfsimamente por el conocimient del genio de los indios que viendo los otros veintitrés pueblos si tuados en esta banda el descarrio y despojados de sus parientes, recelando le sucedan lo mismo a ellos se levanten cogiendo arm: ligados con los expulsados y las numerosas naciones de guenoas, bojanes y charrias infieles comarcanos y suceda lo que en Santia» go de Chile con los aucas con menos motivos para ello. ¥ se coj al Paraguay y las corrientes y se vuelva todo a su primer estado33 Aunque anunciaban una rebelién general de todos los pueblos, las cartas ya estaban jugadas, y las advertencias que llegaban. del Paraguay tinicamente reforzaban la idea de que los jesuitas no querian entregar las tierras porque escondfan secretos que debian, mas que nunca, ser develados. Asimismo, los mostraba empefiados en mantener y conservar un territorio que habian conquistado para la Corona espafiola y que ahora aquella orde- naba que les fuera entregado a sus historicos rivales. En vista de que el traslado de los pueblos y la cesién de sus tierras a Portugal se presentaban como un capitulo complejo, el gobier no espaiiol intimé a la cépula de la Compatifa de Jestis a que * “Carta al confesor real Francisco Ravago del hermano capellén Antonio Gonzalez de Guzman, Paraguay, 9 de abril de 1752”, Madrid, Archivo Histéri B : , r > , Historic Nacional, Legajo 120, Expediente 19, fojas 1-1v. ‘ “i LARUPTURA DEL PACTO 147 mara riendas en el asunto. La designacién y el traslado al Rio le la Plata de un emisario de m4xima confianza de la orden puso conquistar la colaboracién de los jesuitas misioneros la mudanza de las seis mil familias que habitaban los siete pueblos. El padre Lope Luis Altamirano, en el rol de comisario especial, se embarcé en noviembre de 1751, confiado en que su Jnvestidura serfa suficiente para encaminar a los dubitativos y jemerosos curas de las reducciones, y con ello ganaria para Ja Compafifa de Jestis nuevamente el respeto y admiracién del rey. Lo aguardaba una recepcién inesperada, en la que los gua- yanies tomarfan protagonismo. La REBELION EN SUS ORIGENES En el Rio de la Plata, la noticia del traslado llegé a ofdos de los Jesuitas misioneros, gracias a los rumores de Jos portugueses de Colonia del Sacramento, mucho antes que la informacién oficial. Al ser los portugueses los voceros de la primicia, los cu- ras no creyeron que fuera cierta la cesién del territorio de los siete pueblos guaranties. La cuestion cambié hacia abril de 1751, cuando recibieron una carta de Roma, en la que el padre gene- ral Retz comunicaba no sélo las futuras divisiones territoriales, sino la obligacién de cumplir con el traslado de los siete pueblos orientales. Pese a ello, los jesuitas no salian de su asombro, no terminaban de creer que el tratado fuera verdad. Temfan la reaccion de los caciques y de su gente, porque las mudanzas insumfan tiempo y trabajo y, en general, no eran del agrado de los guaranfes, y conocian la delgada linea que corrfa entre el consenso y la desobediencia tras la imposicién sin tacto de una medida de esta indole. Por todo lo cual pensaban que el com- plejo engranaje politico sobre el que cobraba vida el proyecto misionero podia resquebrajarse. Desde afuera del contexto misionero no se habfan conside- rado las consecuencias de una reacci6n negativa por parte de 148 REBELION Y GUERRA EN LAS FRONTERAS DEL PLATA. los guarantes. Tanto en las cortes europeas como entre las al toridades de la Compafifa se supuso que los curas responsabk de cada una de las siete misiones ganarfan la adhesién de | caciques. Pero se desconocia la influencia de estos tiltimos la dindmica misionera e, incluso, cuando los hechos se radic, lizaron, los emisarios reales de ambas Coronas y los gobei dores de Buenos Aires y de Rio de Janeiro siguieron apuntan alos misioneros, simplificando una realidad que resultaba compleja. Si bien los jesuitas desempefiaron un papel no nor en el conflicto, cuando los guaranfes tomaron cartas en asunto los caminos se bifurcaron, y mientras un Ppufiado misioneros se mantuvo al lado de los Ifderes mas rebeldes sordndolos y acompafidndolos de manera permanente, la ma: yorfa quedé perpleja, sin saber qué hacer, tironeada entre do: estados 0 situaciones irreconciliables. También hubo quiene: cretara, transformdndose en enemigos internos de la oposicié: generada en las reducciones, El desconocimiento del rol de los guaranfes y el sobredi- mensionamiento del poder de los jesuitas se basaban en las propias concepciones del momento. Quienes no acordaban con el sistema misionero porque lo vefan como el producto del afan de unos pocos religiosos que les quitaba a muchos otros el ace ceso a mano de obra, recursos y tierras, enfatizaron en aspectos” que tenfan una base de realidad pero que cobraban sentidos exagerados, Por ejemplo, el aislamiento, el dominio y el des- potismo, la falta de libertad y la opresién fueron concepciones difundidas en torno al gobierno jesuftico de las reducciones que los curas no se empefiaron en desmitificar abriendo las puertas del perimetro misionero. Por el contrario, los Pprovinciales en sus correspondencias oficiales, los cronistas y los historiadores Jesuitas elaboraron una contraofensiva utépica sobre la vida cotidiana en los pueblos. En la misma Ifnea pero en sentido in- verso, las representaciones sobre las reducciones del Paraguay, existentes en el imaginario politico de la época y sobre toda presionaron hasta el cansancio para que la mudanza se con- dad distintivas no debia desentonar con las consignas genera- combinacién de exigencias dio por resultado la construccién de un personaje para ser lefdo por las autoridades jesuitas y ecle- sidsticas, asi como por los estudiantes que aspiraban a transfor- LA RUPTURA DEL PACTO 149 los intelectuales, lindaban con construcciones ficticias o lizadas que no daban cuenta de la dindmica histérica. Es- elaboraciones tenfan su origen en la literatura de viajes que enz6 a tomar forma en el siglo xvui y en las escasas visitas © hacfan a los pueblos las autoridades politicas y eclesids- s, Dada la informacién fragmentada y de diversas fuentes se tenfa sobre los pueblos guaranties, las misiones quedaron la vez mas reducidas a proyectos esteriotipados, tanto, en sus notaciones negativas como positivas, segtin lo que se Busca- ejemplificar o demostrar. En el contexto de la ejecuci6n del tado, se afianzaron las interpretaciones del gobierno de las ucciones como producto del despotismo de los jesuitas y de control absoluto sobre los recursos y vidas de estos pueblos. Los jesuitas, como parte de una institucién religiosa que uscd superar a las dem4s en métodos de adoctrinamiento cristiano, en modalidades de sustento e inversién econémica, ‘en el nivel de formacion y en el espfritu de acci6n de sus miem- ‘os, se vieron obligados no sélo a cumplir con los preceptos le sus fundadores, sino a dar cuenta de que aquéllos permane- {an incélumes. Pero el sostén de una actuacién y espirituali- les impuestas para la evangelizaci6n por el Concilio de Trento por las congregaciones diocesanas posteriores. Esta delicada marse en expeditivos e impetuosos misioneros capaces de ven- cer la adversidad geografica y la distancia cultural. El jesuita, cuidadosamente esculpido en los relatos, tenia dominio sobre s{ mismo y sobre los otros; ni los temores ni las dudas podfan doblegarlo y desviarlo de su meta final, que consistia en ga- nar almas para el cristianismo. Ese dominio pleno exclufa al otro, aunque en la practica éste se constituyera en la fuente de inspiracién y en el objetivo de la accién del propio misionero, lo cual se hizo manifiesto en la empresa que, junto a los gua- 150 REBELION Y GUERRA EN LAS FRONTERAS DEL PLATA ranfes, emprendieron y alimentaron contra las tendencias q permanentemente se presentaron para desarticular ese munt mantenido sobre un contrato tacito, puesto a prueba dia a di La Compaiifa de Jestis fue una de las pocas érdenes reli; sas que partieron de la recuperacién y resignificacién de ciones, cultos y prdcticas particulares para alcanzar sus me doctrinales. Tanto en Nueva Espafia como en Pert y Paragui sus métodos estratégicamente contemplativos de costumbrt claves de las sociedades en proceso de evangelizacién les ast guraron una rapida aceptacién y un relativo éxito en sus obj tivos misionales, Entre los guaranfes, reorientaron el sent delog viajes shaménicos y de las migraciones en busqueda ( la “tierra sin mal” hacia un peregrinaje sublime que conduef a la salvaci6n eterna que s6lo conferia la cristiandad. En tiem pos de las reducciones, esta sacralizacién cobré vida durant las trasmigraciones que por razones econdémicas, demogré cas 0 geopoliticas se realizaban con una parte de la poblacié misionera. La ritualidad formalmente desplegada durante fundacién de nuevos pueblos, desde la eleccién de los sitio la marcha acompafiada de imagenes cristianas, de misica } estandartes distintivos, y la toma de posesi6n y distribucién d las tierras lograba el efecto de librar una batalla conocida baje los designios cristianos.3¢ j La transformacién de sentidos acaecida sélo fue posibl con el consenso de los guaranfes. El proyecto misionero estab montado sobre un complejo sistema de resignaciones y ad siones basadas en una evaluacién estratégica de las ventaja adquiridas. La vida en las reducciones significé una pérdida d privilegios y costumbres como la poligamia y la antropofagi: la sumisién a nuevas prdcticas, como el castigo corporal y é tormento espiritual; la adopcién de ritmos cotidianos asocia: dos al culto cristiano, al adiestramiento en oficios artesanales * Véase Guillermo Wilde, “La ritualizacién del espacio en las misiones Pe Pai 7 Ne i _ b jesutticas del Paraguay”, en x: Jornadas Internacionais sobre as Miss6es Jesutti- LA RUPTURA DEL PACTO 151 y militares; la convivencia en espacios cerrados; la parcelaci6n Je los cultivos; el acopio de recursos y la imposicién de limita- siones y controles sobre la movilidad fisica, la relacién con el ro, la sexualidad e incluso la alimentacién. Todo lo cual pro- jo un impacto en las cosmovisiones, emociones y compor- jamientos dentro de una relacién fundada en ja admiracién, ja confianza, los beneficios adquiridos y la seguridad transmi- {ida por sus nuevos referentes, los jesuitas. Estos perspicaces maestros supieron no tanto erigirse en lideres religiosos' alter nativos, en reemplazo de los shamanes, de un liderazgo jerarquico, pero compartido, entre los jefes de Jas familias extensas y un conjunto de autori de oficio con cargos inspirados en el modelo colonial europeo. Cada uno pasé a ocupar un rol y un lugar dentro un orden su- tilmente impuesto. Este engranaje se constituy6 en una parte sustancial de un sistema de relaciones que los curas habfan yecreado sobre la base de estratégicas adhesiones. sino extender las redes idades y hombres Frente al traslado exigido por el tratado de limites, los jesui- tas idearon la forma mas adecuada para convencer a Jos pue- blos de su ejecucién. Una puesta en escena solemne y tactica fue considerada para informar a las autoridades de los de cada una de las siete reducciones, a sus caciques y a sus fa- cabildos milias sobre la imperiosa mudanza ordenada por el rey. Debia captarse sobre todo la voluntad de cincuenta 0 sesenta caciques residentes en cada misién. La de los cabildos estaba en buena parte ganada, ya que las autoridades, designadas directamente por los jesuitas, eran seleccionadas entre jefes distinguidos e individuos que les fueran afines. La suma de veintiocho mil pesos prometida por el rey, la concesién de t{tulos reales y la exencién de diez afios de tributos no parecia suficiente incen- tivo. En virtud de su habilidad y conocimientos, se encomend6 Ja tarea de trasmitir la disposicién real y coordinar la elecci6n. de los futuros sitios al padre Bernardo Nusdorffer, antiguo mi- sionero del Paraguay y por entonces superior de las misiones del Parana y del Uruguay. Con setenta afios vividos y treinta 152 REBELION Y GUERRA EN LAS FRONTERAS DEL PLATA y cinco de experiencia concreta, este cura inicié en 1752 el recorrido por las siete misiones orientales. Nusdorffer lleg6 primero a la reduccién de San Ni cuya poblacién era una de las mds antiguas de la region sionera. Lo esperaban el padre Carlos Tux y sus dos colal dores, las autoridades del cabildo y algunos caciques con: gente, ya que una parte de los milicianos se encontraban servicio de guerra. El gobernador de Buenos Aires, José de donaegui, poco antes de tomar conocimiento de las nove des, habia encomendado a ciertos pueblos el envio de trop: para auxiliarlo en una campajia de guerra y sujecién contra | charrdas de Ja Banda Oriental.3’ La orden del traslado, con consiguiente entrega de las tierras a Portugal, resulté ilégi teniendo en cuenta que unos afios atrds el gobernador tambi los habfa convocado para desalojar a los portugueses que habfan instalado en el rio Piray, a unas pocas leguas al norte las misiones del Parana. Los jefes indigenas presentes en S: Nicolés, casi undnimemente, se negaron a elegir un nuevo lu: gar para trasladar a su poblacién. Contaron en este caso con apoyo del cabildo. Nusdorffer no logr6 convencerlos; la intran: sigencia de este pueblo fue irreversible. La oposicién radical de San Nicolés y la ausencia de un margen de negociacién, relacio- nadas con los multiples traslados vividos, abrieron un frente de tensién entre caciques y autoridades jesufticas. Consciente de la situacién, Nusdorffer dejé el pueblo en buenos términos y deci- dié continuar con el recorrido. La Iegada a San Luis lo sorprendié gratamente. El padre Inocencio Herver hab{a logrado persuadir a los caciques de ele- gir sitio para el traslado. Lo mismo result6 en los pueblos de San Miguel, San Juan, San Lorenzo, San Angel y San Borja. Todo parecia encaminarse, hasta que llegé el momento de pre- cisar el lugar exacto de las nuevas localizaciones. Uno de los 37 Véase “Informe del gobernador de Buenos Aires José de Andonaegui, 12 de mayo de 1751”, Sevilla, Archivo General de Indias, Signatura Buenos Aires, 303. LA RUPTURA DEL PACTO 153 les inconvenientes, advertido previamente por los jesui- ef) sus representaciones, era la ausencia de tierras aptas, cupadas y accesibles para reubicar a todas las familias, dluciendo las condiciones necesarias para su subsisten- Una mudanza hacia el sur del rfo Ibicuy, a causa del clima esta regién, no era adecuada para el cultivo de bienes esen- jes para la comunidad, por lo que s6lo quedaba la opcion de Jadar la poblacién hacia el oeste del Uruguay, a un territorio e tendrian que compartir con las misiones de aquella zona con las del Parana y Paraguay, 0 a sus jnmediaciones en las nnteras del espacio misionero. Tras una ligera consideracién los lugares posibles, comenzaron las disquisiciones entre los ras, los caciques y el corregidor de cada pueblo, principal uutoridad guaranf de los cabildos. Los siete pueblos habfan sido levantados en una planicie on- dulada del oriente del Uruguay en claros naturales o especialmen- {e abiertos dentro de la floresta adaptado los guaranfes tras las ol subtropical, a la cual se habfan leadas migratorias emprendidas tlesde el Amazonas. Los jesuitas consideraban el “habitat natu- ral” de los grupos a congregar antes de erigir reducciones, inclu- 0 cuando éstas eran producto de relocalizaciones, como ocurrié en el caso de las misiones orientales cuya poblacién provenia de diferentes regiones. Las condiciones del clima, la geografia y el relieve del lugar debian ser propicias para el cultivo de yerba mate y algod6n, y las planicies interfluviales tenfan que facilitar la reserva de ganado. Los sitios elegidos debfan entonces conju- gar las nuevas soberanias reales con las potencialidades produc- tivas y la disponibilidad de terrenos para Jas aldeas, las estancias y los cultivos, asi como responder a las preferencias particulares de los caciques y de las parcialidades de cada reduccién. Con la mudanza, algunos de los pueblos vieron la oportu- nidad de regresar a la tierra de sus abuelos o parientes. San Lo- renzo, San Borja y San Miguel, segtin el caso, querian reunirse con Ja poblacion de Santa Maria La Mayor, ocupar los antiguos yerbales de sus antepasados o regresar al primitivo asenta- 154 REBELION Y GUERRA EN LAS FRONTERAS DEL PLATA LA RUPTURA DEL PACTO 155 sivaban en migraciones o en colonizaci6n de nuevas tierras. n el perfodo jesuita operaron nuevos factores, tanto forzosos amo planificados, en los traslados de todo un pueblo ° de parte extensamente poblada, los antiguos yerbales pedidos por su poblacién. Al respecto, los ataques de los bandeirantes en Borja estaban ubicados cerca de los portugueses y el sitio pi I isqueda de indios para esclavizar provocaron el abandono de do por San Miguel se habia ocupado. Los lugares, finalment sueblos enteros cuyos habitantes fueron recibidos temporaria 0 se definieron sin gran consenso dentro de tierras cedidas pe -ymanentemente en otras reducciones. En contraste, cuando las reducciones mas septentrionales del Parana y del Urugua ls capacidad espacial de una reduccién y la productividad dela luego de una expeditiva exploracién. Quedaba preparar los Jerra circundante se agotaban, en relacién con la cantidad de tios para la mudanza definitiva de toda la poblacién.3* i oblacion, los jesuitas proyectaban el desprendimiento de gru- Por esos dias arribaron a Buenos Aires, comisionados pol de familias 0 colonos de ciertos pueblos para fundar otros. el rey y por la Compafifa de Jestis, Gaspar de Murive Leét En virtud del trabajo y de las pérdidas que se padecfan con Garavito Tello y Espinoza, marqués de Valdelirios, natural d Jos traslados, los jesuitas hacian parti ‘ipar a las autoridades indi- Huamanga, Perti, y consejero de Indias; Juan de Echeverria, enas y se manejaban. con una organizacién que morigeraba las pitan de fragata, y el sacerdote jesuita Lope Luis Altamirano penurias. Esto implicaba la seleccién de tierras conjuntamente Este tiltimo tenfa la expresa tarea de internarse en las misiones con los caciques y el cabildo con tiempo como para localizar te para concretar el traslado pero, contra lo esperado, su presencia yrenos amplios con campos limpios y tierras virgenes para la agri- trastocé la predisposicién de los guaranies y el Animo sobre la cultura, rodeados de colinas y de bosques espesos para la caza de mudanza. E] tono imperativo y apremiante del comisionado je animales y con rfos cercanos para el uso y lahigiene. La selecci6n suita provocé malestar entre los misioneros responsables quie: de un lugar era seguida de una ceremonia ritual de posesi6n. que nes, presionados por las circunstancias, no hicieron mas qi eonectaba afectivamente a los nuevos habitantes con ese terri- solicitar tiempo. Los hilos se tensaron cuando se informé a k jorio y legitimaba simbélicamente Ja construccion de casas y la pueblos que sélo disponfan de un afio para concretar el trasla- preparacion de la tierra para su siembra, En algunos casos, las do, un plazo irrisorio en relacién con los tiempos comtinmente: mujeres y los nifios esperaban un largo afio, en sus miles ee insumidos en una empresa de esta indole. ginales, hasta que el nuevo estuviera en condiciones de alojarlos Para los guaranies, las migraciones constitufan, desde perfo- sin peligrar la subsistencia. Una vez que las familias se juntaban, dos muy antiguos, respuestas culturales a desequilibrios internos los jesuitas y los caciques distribufan las tierras y se organizaba la y amenazas externas. El desgaste ecol6gico que producia la agri- vida politica de los pueblos.” i cultura del rozado, las guerras entre tribus y las enfermedades La mudanza ordenada por el rey, ademas de no surgir de necesidades internas, era impuesta bajo ritmos y modalidades diferentes a los que tradicionalmente acostumbraban las co- munidades guaranfes, tanto en tiempos prehispdnicos core) jesuiticos. Las consecuencias de esa imposicién habfan sido miento que los hab{a alojado en las regiones occidentales ti huir de las bandeiras paulistas. Pero sus deseos no log compatibilizarse con las circunstancias. Santa Marfa es' 8 Véase Bernardo Nusdorffer, “Relacién de todo lo sucedido en estas doc- trinas en orden a la mudanza de los siete pueblos del Uruguay desde S, Borja hasta S. Miguel inclusive, que por el tratado Real y linea divisoria de los limites _ entre las dos Coronas, o se habfan entregado a los portugueses, o se habfan de mudar a otros parajes, 1750-1755” [1752], en Manuscritos da Colegdo De Angelis, t. vit: Do Tratado de Madri a conquista dos sete povos (1750-1802}, Rio de Janeiro, Biblioteca Nacional, 1969, » Véase Guillermo Furlong, Antonio Sepp y su “Gobierno Temporal” (1732), Buenos Aires, Theorfa, 1962. 156 REBELION Y GUERRA EN LAS FRONTERAS DEL PLATA advertidas por los curas y las autoridades locales de la Cot fifa de Jestis desde el primer momento en que el tratado c¢ car4cter oficial. Moviéndose sobre la delgada Ifnea exist entre la intencién de generar impacto y el temor sincero,’ jesuitas anunciaron no sélo un Jevantamiento general de to los pueblos en alianza con los grupos “infieles”, sino tambi su pérdida para la cristiandad. Sutilmente se intimaba a rece siderar la decision de empujar a estas comunidades hacia | camino inverso al que los jesuitas habfan propiciado, avala por la Corona pero con herramientas y competencias propii Por primera vez los jesuitas se enfrentaban a una inte: cién directa de los poderes derivados del rey espafiol en sus ¢ munidades. Las puertas estaban cerradas para la réplica y | curas debieron mover algunas piezas para ganar tiempo y ca mar a los comisionados especiales, en medio de grandes difi tades y contrariedades. En funcién de ello, concensuaron cor ciertos caciques la salida de algunas familias de cada pueblo, le cual exigié la construcci6n de carretas para trasladar ganado, bienes y materiales de construcci6n, traspasar brefias y rfos y abrir nuevos caminos. Informado de las circunstancias, el re concedié autorizacién a su comisionado, el marqués de Valde lirios, para el sefialamiento de terrenos “libres de las hostilida: des de los infieles”.“ Para alcanzar los sitios debian atravesar caminos tomados por la floresta y por los indémitos charruas y guaycurtes.‘! Finalmente, partieron con carretas y ganado hacia una travesfa que anunciaba complejidades. “Real Cédula para que el provincial de la Compafifa de Jestis facilite al ~ gobernador los indios necesarios para una expedici6n contra los indios barba- ros, 16 de febrero de 1753”, Buenos Aires, Archivo General de la Nacién, col. Biblioteca Nacional, Legajo 183, documento 1221, foja 1. 4' Por Io cual las familias salieron “a punta de pélvora y armas”. Véase “Car- ta del padre Alonso Feméndez al provincial sobre los medios que ha de em- plear con los indios sublevados, Candelaria, octubre de 1753”, Buenos Aires, Archivo General de la Naci6n, col. Biblioteca Nacional, Legajo 287, documento 4324, foja Iv. mayor cantidad de ganado y no ‘Jo, En consecuencia, una parte de la poblacién de San Miguel se adhirié a la de San Nicolds, resuelta a no entregar sus tierras ni por orden de los jesuitas ni por orden del rey. LA RUPTURA DEL PACTO 157 Con excepcién de San Nicolas, que habfa desistido de la «lanza, de junio a octubre de 1752 caminaron hacia los si- » entre cien y doscientas familias de cada reduccién, acom- adas por un cura y sus colaboradores. Los misioneros res- snsables de las reducciones en su mayoria permanecieron en pueblos para organizar las siguientes salidas. Algunos gru- os cruzaron el Uruguay, otros atravesaron el Parana y se diri- iron hacia el sur, en direccion al Rio Negro y al Quegay. Pero Jo dos grupos de familias legaron a destino, San Lorenzo y n Borja, y sélo la poblacién de esta Uiltima reduccién pérma- cid un tiempo prolongado en el nuevo sitio. Los primeros en stroceder fueron los de San Miguel, que debfan trasladar la tenfan sitio seguro para hacer- Por su parte, las familias que llegaron al paso de Concep- cidn, en el rio Uruguay, entraron en contacto con un sinfin de rumores que circulaban sobre las causas y autores de la mudan- ya, por los cuales se empez6 a creer que las tierras habfan sido yendidas por los jesuitas a los portugueses 0 que el rey queria desposeerlos de todo lo que tenfan. La desconfianza sembrada despert6 los primeros signos de resistencia. Antes de cruzar el Parand, los de San Juan huyeron del cura que los acompafiaba y regresaron a su pueblo. Los de San Angel tomaron la misma decisin, pese a que habfan construido viviendas transitorias en el nuevo terreno, al norte de la reduccién de Corpus. A los de San Lorenzo y San Luis se les presentaron dificultades. Los primeros, luego de trasladar a un buen numero de familias con mujeres y nifios a las proximidades de la reducci6n de Itapaa en el Parana, no lograron convocar al resto, que permanecia en el pueblo de origen. Algunas familias se mezclaron con las reduc- ciones de la regién y otras tomaron el camino de vuelta. Los de San Luis fueron interceptados por los charrias en camino a la regién del Ibera. Los jefes charrtias, que solfan asentarse en las 158 REBELION Y GUERRA EN LAS FRONTERAS DEL PLATA ‘LA RUPTURA DEL PACTO 159 estancias de Yapeyt, impidieron la ocupacién del territorio el Mocoreta y el rio Mirifiay, en los limites del territorio nero.” Los charrtias, por su parte, encontraron la oportt de vengar la muerte de un capitan de los suyos a manos de guaranfes durante las campatias de “pacificacién” emp por la gobernacién, al mismo tiempo que pretendieron sentada su influencia sobre el territorio. Las familias que hab’ dejado San Luis regresaron atemorizadas a su pueblo. La migracién iniciada, como consecuencia del tratado, 1 contd con las condiciones minimas de organizacién, y las cultades que surgieron de ella contribuyeron a aumentar la mosidad. Los sitios para el traslado no habian sido determinad por medio de una negociacién exitosa entre jesuitas y caciqui tampoco era posible levantar pueblos, trasladar familias, g: dos y emprender los cultivos en el plazo de un afio. Para con tar el desplazamiento, se debian mudar treinta mil guaranfes, niimero muy elevado, teniendo en cuenta que en las veintid reducciones restantes del Parana y del Uruguay vivian setent mil personas. Ademds debfan transportarse cerca de un mill de cabezas de ganado, entre vacuno y caballar, y cruzar vari Jeguas de montes y pantanos. La edificacién de nuevas vivi das e iglesias quedaba supeditada a un clima adverso de lluvi constantes e intensos frios. El esfuerzo generado y la pérdida yerbales hortenses, haciendas y cultivos, llevaron a algunos gua: ranfes a considerar la posibilidad de permanecer bajo el domi- nio de Portugal. No quedaban otras opciones que la aceptacién resignada o la oposici6n a dejar sus pueblos; cualquier decisién tendria implicancias. Gané la resistencia. Después de todo, en su memoria y en su sangre corrfa la fuerza y la vehemencia de aquellos antiguos guaranfes que supieron conquistar la tierra. oe il adnan eR, yl oA el passion se Fi ex fanonn Eads of onsale A. porns Mara ut.1. Mapa de fines del siglo xvut donde se ilustra el territorio destinado alas estancias de ganado de las misiones jesuiticas y el # Véase también Erich Poenitz, “Los infieles minuanes y charnias en terri- limite del complejo misionero. torio misionero durante la época virreinal’, separata del v1 Encuentro de geohis- ioria regional, Posadas, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad Nacional de Misiones, 1985. 8 Véase Bernardo Nusdorffer, op.cit i i la Plata, ite: Guillermo Furlong Cardiff S. J., Cartografia Jesuttica del Rio de b fap riim, 76, Buenos “Aires, Facultad de Filosofia y Letras, Publicaciones del Instituto de Investigaciones Histéricas, ntim, Lxxi, Casa Jacobo Peuser, 1936. 160 REBELION Y GUERRA EN LAS FRONTERAS DEL PLATA e Mara m.2. Mapa de 1752 donde se muestr i ivi ‘ ‘a la linea divisoria de- terminada por el tratado de limites de 1750. d Fuente: Guillermo Furlong Cardiff $. J.,C t . . J., Cartografia Jestittica del Ric mapa nim, 53, Buenos Aires, Facultad de Filesolia y Letras, publaeaerael stituto de Investigaciones Historicas, nim. Lxx1, Casa Jacobo Peuser, 1936. IV. CONSOLIDACION DE LA RESISTENCIA ‘Los PUEBLOS REBELDES ‘acia fines del afio 1752 la rebelién advertida por los jeguitas menz6 a tomar forma, pero el espiritu de liderazgo y resis- ncia se manifesto en algunos pueblos mas que en otros. Los is firmes en la oposicién al traslado se expresaron abierta- mente y las presiones no aplacaron sus espontaneas reaccio- nes contra las érdenes dadas. En la medida en que se forz6 al traslado, la autoridad de algunos jesuitas fue cuestionada en su valor mis subjetivo ya que se sustentaba en el contexto misionero a través de una demostracién de respeto hacia los caciques y en virtud de una permanente negociacién y con- traprestacién con ellos. La nueva situacién preparé el terreno tanto para la subversién de las normas como de los mandos capaces de liderar y canalizar Jas demandas de una parte de la poblacién. Al mismo tiempo, Ja insistencia en que la mudanza se realizara dividi6 a las reducciones entre quienes Ja avalaron y aquellos que no estaban dispuestos a traicionar sus propias impresiones y razones. Por varias razones, buena parte de Jos caciques conside- 16 el traslado como una amenaza. Al no haber surgido éste de necesidades internas de las misiones, s6lo podia equipa- rarse con episodios anteriores en los que habia primado la violencia y la guerra. En su memoria se preservaban, casi in- alterables, las anécdotas y los relatos mas dramaticos sobre la llegada de los bandeirantes junto a sus aliados, los tupies, antiguos rivales de los guaranfes en el dominio de Ja tierra y los recursos. Pero a diferencia de lo que sucedié en los tiempos prehispanicos, con la coalicién surgida de la conquista europea, 161 162 REBELION Y GUERRA EN LAS FRONTERAS DEL PLATA. Jas aldeas no quedaron indefensas frente a los ataques. Graci a que disponian de armas de fuego ya la organizaci6n milit que obtuvieron por medio de los jesuitas, los guaranfes red cidos sumaron elementos bajo nuevas reglas, obligaciones intereses para enfrentar y liderar una nueva batalla don la gloria y el éxito eran posibles. La vida de las reducciones, aunque por momentos resultaba opresiva, les habfa dado |; posibilidad de conservar sus tierras, de no transformarse servidores de los espafioles bajo el marco de la encomienda menos atin, en esclavos de los fazendeiros del norte del Bras En virtud de su historia y de los derechos adquiridos en ca« lidad de milicianos, no estuvieron dispuestos a negociar la entrega de sus pueblos a los portugueses por intermedio de los jesuitas. El destierro era sindnimo de muerte, y para al- gunos pueblos como San Nicolas, no habfa mejor lugar para vivir que el que tenfan. La actitud tomada por San Nicolas no fue compartida’ en sus origenes por los otros pueblos. La mayoria de ellos acept6, en un principio, “desnaturalizarse”, para no quedar expuestos dentro de su “misma naturaleza”.! Es por eso que, segtin cuentan sus curas, seis de los siete pueblos asumieron, aunque con poca predisposicién, los preparativos de la mu- danza guiados por propésitos particulares. Asi, los caciques que avalaron la salida de su gente lo hicieron en actitud ex- ploratoria, con el objetivo de tomar conocimiento de las po- sibilidades que brindaban las nuevas tierras. No estaba en su animo sellar una mudanza irreversible. Por eso sélo salieron doscientas familias de un total de setecientas que compo- nian de forma variada cada reduccién. Para los jesuitas, en cambio, la mudanza implicaba la posibilidad de demostrar ante las miradas inquisidoras de sus mAximos detractores la ’ Recurso de la Provincia del Paraguay de la Compafiia de Jestis al Tribunal de la Verdad y de la Tnocencia. En causa de la ejecuci6n y resultas del Tratado de Limites entre Espafia y Portugal”, Roma, Archivum Historicum Societatis Tesu, Paraquaria, Hist, t. 13, foja 203. CONSOLIDACION DE LA RESISTENCIA 163 iciencia de sus gestiones y revertir las sospechas recaidas bre ellos. Entre los comisionados, el traslado de algunas milias no disipé6 los juicios hacia los jesuitas del Paraguay ro generé expectativas de que la compleja misién encarga- da por el rey se alcanzarfa. Esa esperanza recay6 en pueblos como San Lorenzo, San Borja y San Luis, que manifestaron su intencién de mudarse. i La postura concesiva de los guaranfes se mantuvo sdlo hasta que tomaron conocimiento de que la naturaleza que querian conservar estaba en peligro y que su transformacién habfa sido la moneda de una negociacién que quedaba fuera de su control. Del lado de los jesuitas y de los comisionados, su optimismo se vio jaqueado cuando, uno a uno, los pue- blos retrocedieron para finalmente refugiarse en sus aldeas. A San Nicolas se le sum6 San Miguel, que lideré la insurgencia con el apoyo de una buena parte de sus caciques, frente a la oposicién manifiesta del corregidor que presidfa el cabildo. Los caciques de San Juan y San Angel, ante el cansancio y la desolacién que manifestaban por los trasmigrados, impidie- ron la salida de nuevas familias. Los otros tres pueblos, los “mas fieles” a la figura de comisionados como Altamirano, tironeados por las circunstancias, pasaron a constituirse en piezas manipulables de un juego donde los protagonistas ya se habian dividido. Dentro de este esquema, los curas lograron provocar el “arrepentimiento” en algunos de ellos mediante técnicas persuasivas de dramatizacion sensorial de la culpa y Ja sumisién, inducidas en los pueblos por instruccion de AL tamirano.? Estos “asaltos” buscaron provocar la resignacion y la sumisién de los guaranfes. Los curas lograron generar un 2 Los “asaltos” eran escenificaciones utilizadas en las misiones populares de Europa para conmover alos files y levar al arrepentimiento de sus pecados. En ellos cl sacerdote exhibia el crucifjo y una imagen en lugares piblicas, mientras predicaba y amenazaba con castigos a los feligreses. Véase Francisco Mateos, tratado de Iimites entre Espafia y Portugal de 1750 y las misiones del Paraguay (1751-1753)", en Missionalia Hispdnica, nam. 17, 1949, pp. 319-378. 164 REBELION Y GUERRA EN LAS FRONTERAS DEL PLATA nuevo impulso hacia una mudanza més teatral que real. diferentes posturas tomadas durante el conflicto fueron secuencia de la diversidad existente dentro de un sistema qui en apariencia, se caracterizaba por la homogenizacién en | patrones de organizacién y por un fuerte sentido de perten: cia interno y relacional. El complejo misionero era expresién de una politica g neral que buscé implementar dos principios interconectados. El primero consistié en la difusién de cédigos para facili la comunicacién y el intercambio entre los diversos grup incorporados al 4mbito reduccional, y para fomentar la exis: tencia de marcos de referencia totalizadores, asociados con el propio sistema misionero y con un territorio delimitado. D esta forma, frente a la diversidad sociocultural y politica de la poblaci6n reducida, los jesuitas apelaron a la circulacion de ele- mentos comunes, as{ como a la construccién de una historia compartida. El objetivo era erigir una estructura uniforme y re- crear la pertenencia a una totalidad mayor, homogenizando las diversidades y naturalizando las arbitrariedades.* En este nivel, se destacaron en la politica misionera el idioma —un guarantf moldeado por gramaticas jesutticas-, la ritualidad socioreli- giosa, las congregaciones devotas de la Virgen Maria y de San Miguel, el sistema de autoridades, la vestimenta diferenciada por status y oficios, los patrones arquitecténicos mas genera- Jes, la divisién del trabajo, la organizaci6n de las milicias y la existencia de una infraestructura reduccional basada en la apertura de caminos y pasos, y la ereccién de complejos pro- ductivos conformados por campos de cultivo y estancias con sus poblados y capillas. La condensacién de un conjunto de habitos y costumbres y, sobre todo, la resignificacién produci- da por los efectos de los nuevos intercambios, marcos ideol6- 5 Véase el concepto de “comunalizacién” desarrollado por James Brown en su artfculo "Notes of Community, Hegemony and the Uses of the Past”, en Anthropological Quaterly, ntim. 63, 1990, pp. 1-6. CONSOLIDACION DE LA RESISTENCIA 165 cos y politicos llevé a la creacién de nuevas jdentidades en el gontexto misionero.* Asimismo, los jesuitas promovieron sentidos de referencia encapsulados a partir de la consideracion de unidades y formas de autoridad preexistentes a la misién. La distribucién de cargos y preeminencias en las reducciones estaba basada en la estruc- tura politica previa de los guaranties, Jo cual implicé el reconoci- miento del poder y prestigio de los jefes de familias nucleares y ‘extensas. Con el tiempo se fue alterando la naturaleza deja rela- cién dentro y entre los cacicazgos como los atributos de autori- dad, roles y privilegios de los jefes nativos. En esto contribuyé la institucionalizacién colonial de la herencia como medio de acce- soa los cargos y la creacién de las autoridades de cabildo sobre la base de una légica europea. Por su parte, cada reduccién pasé a albergar diferentes agrupaciones bajo la cabeza de un cacique y en tornoa una autoridad comun, el corregidor. Los caciques, que podian estar al mando de entre cincuenta y cien personas empa- rentadas entre sf, eran miembros prestigiosos de la comunidad y su reconocimiento apelaba a referentes de autoridad prereduc- cionales, aunque su desempefio qued6 ligado a redes clientelares existentes en tomo a los jesuitas y a los gobernadores. Dentro del complejo misionero, a su vez, se fueron generan- do distinciones. Cada uno de los pueblos se destacé por un tipo de actividades econémicas, oficios e incluso por la calidad de su arquitectura y sus iglesias. Con el tiempo, pasaron a Ser reco- nocidos por un apelativo desprendido del nombre del pueblo, como “luisistas” o “miguelistas” en el caso de las reducciones de San Luis y San Miguel, por ejemplo, y por su idiosincrasia + Yease al respecto la noci6n de etnogénesis desarrollada en la historiografia de los tiltimos afios en, por ejemplo, Jonathan Hill, “Introduction”, en Jonathan Hill (ed,), History, Power & Identity. Ethonogenesis in the Americas, 1492-1992, Iowa, University of Iowa Press, 1996, pp. 4-19, y Guillaume Boccara, “Fronte- ras, mestizaje y etnogénesis en las Américas”, en Ratil Mandrini y Carlos Paz, Las fronteras hispanocriollas del mundo indigena latinoamericano en los siglos xvary xix, Neuquén, Instituto de Estudios Histéricos Sociales, Centro de Estu- dios Histéricos Regionales, Universidad Nacional del Sur, 2003, pp. 63-108. 166 REBELION Y GUERRA EN LAS FRONTERAS DEL PLATA distintiva como también por ciertas estigmatizaciones. La bilidad en el uso del caballo 0 el robo de ganado constitu: destrezas o costumbres atribuidas a los guaranfes de ciertas siones. A su vez, los jesuitas establecian previamente las for de contactos entre los pueblos, las relaciones y los inte! bios. La circulacién determinada tenia el efecto de mantent la diferenciacién dentro del sistema mayor como un medio control politico e ideolégico. El nivel organizativo y estruct los elementos comunes y una historia compartida sobre el gen de las reducciones mantenjan la cohesién global. Frente a la coexistencia de procesos de homogeneizaci6i y diferenciacion, las reducciones tuvieron actitudes distint lo cual se expresé de manera abierta durante el conflicto origi nado tras la imposicién del traslado. Algunos pueblos se resi: y en la defensa armada del territorio. Ademas, en un contexto sociopolitico complejo desde el punto de vista de los intereses y de la diversidad de actores implicados y afectados, el miedo, la coercién, las fantasfas y las expectativas actuaron en cada caso para crear lealtades nuevas o paralelas que fraccionaron Ja cohesién interna de los pueblos. Cuando los jesuitas dieron la noticia del traslado en la reduc- cién de San Nicolas, los jefes guaranfes presentes, casi undnime- mente, se declararon en desacuerdo y, a diferencia de los otros seis pueblos, se negaron a elegir un sitio para fundar una nueva reduccién. Esta oposicién radical y la ausencia de un margen 1687, los misioneros volvieron a trasl: ] an a su primer sitio, en el contexto de refundacién de misiones en el oriente del Uruguay. La mudanza implicé el traslado de seis- cientas familias y un afio de trabajo intenso. Tiempo después un temporal y luego un incendio hicieron. estragos en la reduccién, que debi6 ser reconstruida. Luego de miltiples traslados, este pueblo habfa vuelto a la tierra de sus abuelos; para sus habi- tantes no habia mejor tierra que ésa. La presion de los curas de San Nicolas sobre los caciques con el finde realizar ja mudanza, sostenida e intensa en comparaci6n con Ja ejercida por otros tieron desde un primer momento, mientras que otros tuvieron, una actitud relativamente pasiva frente al inminente destierro, lo cual respondié6 al rol diferencial de cada pueblo dentro del complejo jesuitico, asi como a su historia, composicién, ubi- cacién geografica y a las relaciones de parentesco. De forma puntual influyeron en la postura de sus curas ante la mudanza y las pérdidas territoriales de cada reduccién como producto del tratado. Estos factores configuraron disposiciones especi- ficas frente al transcurso de los hechos y un compromiso no: compartido de igual modo en la construccién de la resistencia CONSOLIDACION DE LA RESISTENCIA 167 negociacién estaban en funcién de su historia y de sus mul- Jes traslados. La reduccién de San Nicolés habfa sido creada 1626 por el legendario padre Roque Gonzalez de Santa Cruz, cura de la elite asuncefia que se incorporé ala Compatifa de vis como parte del primer avance misionero hacia Ja Banda yiental del Uruguay. Tras la invasion de los bandeirantes, su po- acion debié abandonar el sitio para refugiarse en la otra orilla | rio Uruguay. Un nuevo cambio devino para los originarios nbitantes de San Nicolas cuando, en 1651, los jesuitas dacidie- yn juntarlos con los de Apostoles. La ae a oe id ismo espacio reducciol 7 anes adar a los de San Nicol4s misioneros, no dejé espacio para la discusi6n, y al no contar con herramientas de seduccién, la relaci6n se tomé violenta. Por su parte, el pueblo de San Miguel, al tomar conocimien- to de la orden real, acepté la eleccién de un nuevo sitio, pero poco después siguid a San Nicolas en su resistencia. El caso de esta reducci6n resulta paradigmatico, porque de ella surgiré uno de los principales Ifderes del mo’ i iento. El pueblo de San ee guel habia sido fundado, en 1632, en las sierras del Tapé, ane los jefes guaranfes tenfan a su cargo un importante naimero a guerreros. En reconocimiento de su coraje y para encaminarlo hacia sus objetivos misionales, los jesuitas bautizaron a la reduc- cién con el nombre cristiano de San Miguel, en representacion del arcdngel en el campo de batalla. Durante la invasién de los bandeirantes paulistas al Tapé, en la década de 1630, las milicias 168 REBELION Y GUERRA EN LAS FRONTERAS DEL PLATA de San Miguel se destacaron en la defensa del territorio, aun finalmente debieron abandonar la reduccién para trasladarse Ja otra banda del rfo Uruguay. En Ja banda occidental del Uru guay, San Miguel tuvo un crecimiento demogrdfico important Esto influyé para que los jesuitas retornaran con su poblaci6i a la margen oriental del rfo, donde San Miguel participé en la conformacién de una de las estancias ganaderas mas grandes d Ja red misionera, cruzada por la nueva Ifnea fronteriza. Al levan- tarse contra el traslado, los jesuitas no lograron una vuelta atras e incluso quien estaba a cargo de la reduccién fue removido, y quien asumié la responsabilidad no tard6 en enfermarse. El pueblo de San Borja manifest6 sujecién y pasividad des- de el comienzo de los hechos. Habia sido fundado sobre la ban- da oriental del Uruguay como colonia de Santo Tomé, reduccién. que habfa migrado desde el Tapé hacia el occidente del Uruguay escapando de las malocas paulistas. Junto a San Borja los jesui- tas fundaron la misién de Jestis Marfa de Guenoas, que no pros- per6 como reduccién y sus habitantes se sumaron a la primera formando un “barrio”.5 Estos procesos de fusi6n y fisi6n resul- taron determinantes en la composicién multiétnica del pueblo. Ademéas, por su ubicacién, San Borja estaba en contacto con la “banda de los charrtias” y con colonos portugueses. Por todo ello, la reduccién no alcanzé nunca la estabilidad de otras misio- nes y sus habitantes solfan fugarse del emplazamiento. San Juan, San Angel, San Luis y San Lorenzo representa- ron, a su vez, una situacién intermedia. Fueron convencidos en dos oportunidades por sus curas y sus corregidores de empren- der la mudanza hacia los sitios destinados, pero en contacto con Ja resistencia generada en las reducciones de San Nicolas y San Miguel no tardaron en sumarse a la oposici6n. La poblacién de San Juan estaba emparentada con la de San Miguel, porque en su origen aquel pueblo fue una colonia suya, lo cual pudo haber 5 José Cardiel, Breve relacion de las misiones del Paraguay [1771], Buenos Aires, Theorfa, 1994, p. 160. CONSOLIDACION DE LA RESISTENCIA 169 sumado afinidades y adhesiones. Por su parte, San Angel reva- Jué las pérdidas que se producfan con el traslado, al ser éste a de los principales productores y exportadores de yerba mate Fundado en 1706, estaba formado por guaranies y eee que fueron incorporados a la misi6n, Juego de una one le sujecién realizada por la gobernacién en colaboracién ne jesuitas. Esta composicién mixta, observada en otros Ce a del Uruguay, pudo ayudar a la futura, aunque compleja, colabo- raci6n de los charriias en la defensa armada de los ee Finalmente, las misiones de San Luis y San Lorenzo con- sideraron el traslado hasta que se vieron arrastradas Be on cunstancias extremas que las llevaron de vuelta acts puebl los origen. Ambas eran desprendimientos de colonias del one de Uruguay muy préximas una de otra, como eran ae ae y Santa Marfa La Mayor, por lo que la mudanza les signi oe una vuelta a las tierras que bafiaban la margen occidental el rio. Pero éste no debié haber sido un motivo pujante, ya ae los nuevos sitios estaban lejos de aquellos emplazamientos. cambio, pudo influir su cercania con los portugueses, ya ps tenfan sus estancias en la frontera inmediata con aquellos. Esto Jos obligaba a participar en los desalojos que eon eee hacfan contra los establecimientos y estancias levantadas Eee portugueses en territorio proximo a las misiones y a las ciuda i espafiolas. Y aunque por el traslado perdfan parte de I is Fi blecimientos ganaderos, Ja mudanza les daba la oportuni ae estar protegidos por sus parientes y menos expuestos. ae actitudes iniciales de ambos no se mantuvieron. En sinton| a on el resto de las misiones orientales, se plegaron a la resistencia, cual produjo divisiones insoslayables en los pueblos. CABILDOS, CACIQUES Y CURAS Las noticias sobre la resistencia de los pueblos corrieron répi- damente en el Rio de la Plata mientras que, en Espatia, los mi- 170 REBELION Y GUERRA EN LAS FRONTERAS DEL PLATA nistros y el rey ignoraban los sucesos recientes, manteni una ilusoria sensacién de que el traslado era un ene a nocfan que la mudanza habfa fracasado y més atin Ges lo: a blos habfan tomado protagonismo, en algunos casos ae oa ion asus curas y, en otros, frente a una mirada critica los misioneros hacia el tratado, lo cual fue definiendo a al ae de ellos a favor de un arriesgado compromiso, Los puetl rs lcaron su enérgica y desafiante resistencia en defensa de si ras con mayor © menor claridad sobre las consecuenci: aus Sere canons y sobre las posibilidades futuras qi ee heh ey oe autoridades espafiolas as. Sin , este brio, que se materiali: ime: a en motines aislados y luego en una actitud ae hah toma de los pueblos y de sus estructuras y dispositi ine ae aan la misma fuerza y no alcanzé a codec gual. Las di ferentes posturas dividieron a la sociedad nf reducida entre quienes sostenian la idea dk ic con traslado y quienes lideraron o apoyaron |; as ae a las tierras con medidas més radi arian bien hae terreno para la ambigiiedad di eee aitnage ro Bal eee manifestaciones de oposici6n se registraron, Sune poco antes de que las familias trasladadas a Me eresaran a Sus pueblos. Tanto los cronistas je- itas como los guaranfes interrogados después del conflicto coincidieron en sefialar a los caciques de San Nicolas y d sa Miguel como los primeros en levantarse contra el vasiadll paraaee Re en los principales militantes de la resistor” oe rae esta insistente atribucién entre los protago- ae echos fue construida en base a la necesidad de lizar responsabilidades y desvincularse del levantamiento ¢ En febrero de 1753 el ministro Carvaj ; ode Carvajal tenfa la conviccién de que “ pelogue al rans juzgaba inaccesible [...]iba bien’. Véase scseaed eee en ater: sobre pueblos de las misiones, Buen Renae eee oa ee Gh Archivo Nacional Hist6rico, en sus orfgenes. Los pueblos sefialados como los Ja sedicion, sobre todo por los jesuitas, fueron quienes rompie- CONSOLIDACION DE LA RESISTENCIA 171 causantes de \bezaron el descontento generali- yon la tensién latente y encal yado a través de la realizacion de hechos aislados que tomaron 1] momento y los autores de los significaciones diversas segun el relatos, De esta manera, para los propios caciques de San Mi- guel y de San Nicolas, no existié tal liderazgo y slo una parte de sus pueblos participé de los primeros motines que expresa- ban un desacuerdo con el traslado.’En cambio, los orpnistas jesuitas consideraron que la oposicién daba cuenta dé un al- tivo desacato contra su autoridad y de una ruptura de la su- jecién politica de los pueblos guaranfes. Lo paradéjico de la situacion fue que, durante todo el perfodo que duré la rebe- lién, los guaranfes jnvolucrados no dejaron de convocar a los padres para las diversas funciones que éstos ejercian, porque advertian que tnicamente con su apoyo podian construir un movimiento de defensa juridica, politica y armada. La falta de entendimiento entre curas y caciques se cris- talizé primero en el pueblo de San Miguel, lo que llev6 a las autoridades jesuitas a reemplazar, hacia fines de 1752, a su cura, el padre Diego Palacios, y a comienzos de 1753, al padre estanciero Miguel de Herrera por otros misioneros. En apa- riencia, Palacios y Herrera corrian peligro ante los violentos e insurgentes miguelistas, pero entre une ¥ otro habia claras diferencias. Mientras el primero, que fue reemplazado por Lo- renzo Balda, no habfa resistido la oposicién de los caciques de San Miguel y tampoco habia aminorado sus exigencias de rea- lizar el traslado, para finalmente solicitar su salida de la reduc- 1 Véase “Testimonio del proceso que hizo formar don Pedro de Ceballos, de orden de Su Majestad, al teniente Coronel y Mayor de su ejército don Diego de Salas, agosto y septiembre de 1759”, en Pablo Pastells y Francisco Mateos, His- toa de la Compania de Jests en ia provincia del Paraguay segin los documentos originales del Archivo General de Indias, t. vit, Primera Parte (1751-1769), Ma- drid, Consejo Superior de Investigaciones Cientificas, de Mogrovejo, 1969. Instituto Santos Toribio 172 REBELION Y GUERRA EN LAS FRONTERAS DEL PLATA cién, Miguel de Herrera fue removido por el padre comis: Altamirano, segtin los jesuitas, para evitar que fuera agredi por los rebeldes y, Seguin los guaranfes interrogados, por es| en connivencia con la resistencia.§ El padre Herrera a cura San Antonio, puesto de la estancia que San Miguel tenfa haci sureste del territorio misionero, de cara a la colonia portu: nd de Rio Grande de San Pedro. La estancia de San Miguel Puestos fueron un lugar estratégico para la organizacién ta le resistencia, ya que eran paso obligado para ingresar al territori misionero y ademas conservaba un enorme recurso cuyo control era necesario en caso de una rebelién en posicién de Herrera resulta ambigua; no obstante, es 2 dente el hecho de que quienes ocuparon o nen an luego de que éste dejara la estancia y se retirara a ane la i sede del superior de las misiones, quedaron tee e. los lideres de la rebelién. Estos eran los padres Tadeo Hi mail Miguel de Soto, los cuales permanecieron en el territorio a hasta que terminé el conflicto.? Es probable que Miguel de Hi rrera fuese desplazado de su cargo por no apoyar la defensa d a de un lugar estratégico, como era la estancia de San Miguel om * Véanse Bemardlo Nusdorifer, “Relaci ; “Relacién de todo lo sucedido 4 nas noc naa dele site pueblos del Uruguay ese agen Migelinghsie, querorel tratado Real y linea divisoria de los limites entre las dos Coren os ban ened los porns 0s aban de mua os vara : en Manuscritas da Colegao De Angels, t. viz de Maat conuisi dos Sete pas (17301802), Ri de acres ee nal 19694yDeelaracone eles ndios tomas por Nios Patra coments camento/de Corrientes, Caybaté 11 de febrero de 1756", Madrid, Archivo % ts . 5 : i i : Hitrio Nacional Secon Estado, Legajo 47982, ce Sam Ee asl declracones de Miguel Tari, alcalde de Santa Tecla, y del caci- ave de San Tan, gncio Mbaege, en ‘Ddracones de os indiostomadas Ga : oc iigusl Heres, cdo en Seville’ al Paraguay en 1728, Lugo de cana sacerdocio coment su Iabor misionl ena eduetién de San Miguel Su “di ‘ompafifa de Jestis se produjo en 1752, inmedi on en 1752, - ene depts de mores relatos Veasal ereaotinasne a incia : Roma, Institutum Historicum S, L., 1980, p. 140 Cr ea A ee jistas de la destitucion. pretendieron que fuera aprobada por su cura, Francisco Limp.!! De esta manera, CONSOLIDACION DE LA RESISTENCIA 173 En los otros pueblos se manifestaron situaciones diferentes. tirse a las rdenes del. Nicolds habia sido el primero en resis| Jado, sin embargo esto no produjo un quiebre definitivo en yelaciones con el padre Carlos Tux, como ocurrié en el caso San Miguel. Por el contrario, Carlos Tux se entendié con el vimiento rebelde e incluso, en sintonfa con otros pueblos, m6 a elecciones capitulares, durante enero de 1756, en medio lel conflicto. En San Lorenzo, en 1753, el grupo rebelde destitu- alas autoridades del cabildo y designé nuevas, como pourrid mbién en otros pueblos; pero en esta reduccién los protago- Ja nueva designacién. s de San Lorenzo, mantuvie- al no ignorar al cura, los rebelde: laciones de yon tanto el intercambio de opiniones como las rel: afinidad. Algo similar pudo observarse en San Juan, en donde el cura de la reduccién, Luis Charlet, se habia enfrentado por carta con el padre comisario Lope Luis Altamirano por el esca- Jo que generé desconfianza hacia les jesuitas y por lo cual se inten- otras cosas, so tiempo dado a la mudanza, élentre las maximas autorida {6 reemplazarlo. Finalmente esto no ocurrid, entre porque los caciques de San Juan se opusieron.'? Desde la 6ptica jesuita, la convivencia de los curas con. el mo- vimiento rebelde era producto del propio encierro al que fueron confinados los misioneros. Tanto los cronistas de la época como Jas autoridades afirmaban en sus cartas que Jos guaranfes amo- tinados tenfan amenazados a sus curas y 0 los dejaban salir de Jos pueblos, actitud que ponfa en peligro la vida de los misione- ros y su integridad espiritual.!3 Esta situacion se tens6 cuan- 11-Véanse los testimonios del cacique de San Lorenzo, Felipe Santiago Aycura, en “{nterrogatorio tomado por pedido del flamante gobemador de Buenos Aires, Pedro de Cevallos, afio 1759”, en Pablo Pastells y Francisco Mateos, op. cif. PP. 502-595. ® El episodio es mencionado por Bernardo Nusdorffer [1754], op. cit. 1» fista fue la principal defensa utilizada por los jesuitas para justificar su presencia en los pueblos. Véase, entre otros, “Presentacion del padre Juan Del- gado, vicerrector de Colegio de Buenos Aires, para jntentar detener los prepa- Fativos de guerra, Buenos Aires, agosto de 1753", Santiago de Chile, Archivo Nacional Histérico, Jesuitas de Argentina, vol. 202, pieza 8. 174 REBELION Y GUERRA EN LAS FRONTERAS DEL PLATA oe Ma Compatifa de Jestis ordené retirarlos de las mision le sol icit6 al gobernador de Buenos Aires su reemplazo otros religiosos. Sin embargo, la disposicién no se cumplid, que las autoridades obispales no se hicieron cargo del o : pues alegaron la falta de eclesidsticos con dominio de ia le gua guarani. Los curas permanecieron en los pueblos no tant porque estuvieran amenazados por los guaranfes, sino que se sentian atrapados por la complejidad de la ieee Dejar los curatos implicaba un fracaso, tanto en el sentido d no haber podido tomar las riendas de la situaci6n com i de haber dejado librada a su suerte a una poblacién aes a a levantarse en armas. Seis de los siete curas Bea finaloente en las reducciones, ‘ya sea por miedo a las i salias, por el compromiso con la causa o porque los pu ti los necesitaban para alcanzar el auxilio divino y la ane id i cristiana transmitida por los misioneros. “a alee Songs 1753, los motines se sucedieron de a Pe a y disgregada, sin planificacién ni proyec- 1 se imitaron al contorno de cada reduccién. Duran- te un primer periodo no se plasmé un acuerdo Seb los al. cances y las bases de las acciones, tampoco se Sam canalizacién de la oposicién hacia un reclamo conscit ai argumentado ante las instituciones coloniales. En aan 4 las reacciones estuvieron motivadas por el deseo inmedi i de detener Ja mudanza y revertir la insistencia de sus ae corregidores en el cumplimiento del mandato. Por otro Tad i se buscé inmovilizar a quienes seguian proclives al asia ; para que no constituyeran una fuerza en su contra que lo; J ra debilitar la resistencia surgida entre algunos caci a ‘de cada reducci6n. Ante la tendencia manifestada, los ra a Ba eee la imprudencia de insistir en rat misma Tae lado, pol oe eee a ae ee que esto sdlo provocaba mayor re- Para consolidar la resistencia fue necesario controlar | recursos de la comunidad y los espacios de poder. En fer CONSOLIDACION DE LA RESISTENCIA ive lugar, para impedir el traslado de bienes y de gente hasta la otra margen del rio Uruguay, Jos caciques rebeldes quemaron. carretillas e hicieron acopio de la caballada y de los bueyes- Luego se apoderaron de los viveres de los almacenes y de las plos como San Nicolas comenzaron a municiones. En pue' ejercitarse en Jas armas de uso tradicional y a fabricar arcos y flechas. No se contaba con muchas armas de fuego en los depésitos y tampoco Jas manejaban con destreza. Las plazas de los pueblos fueron los espacios elegidos para mostrar el despliegue de fuerzas al son de los tambores. Una vezitrans- formada la resistencia en un yitual de imposici6n, se busco desterrar los principales focos disidentes y sumar nuevos ca- ciques al movimiento. Esto exigié apropiarse del cabildo en sus niveles politicos y simbélicos, y nombrar en el cargo de corregidor a un aliado de la resistencia. Siguiendo el modelo de los ayuntamientos heredados de la Peninsula Ibérica, cada reduccion tenfa un cabildo confor- mado por autoridades guaranfes. En concordancia con el ar quetipo, se designaban de forma anual alcaldes ordinarios de primer y segundo voto, alcaldes de hermandad, regidores y alguaciles mayores, asi como jueces en causas menores, fis- cales y supervisores de las actividades econémicas; también se otorgaban cargos netamente honorfficos y representativos como el de alférez real. Completaban el cuerpo, procuradores, mayordomos, secretarios, oficiales y artesanos. Entre los gua- ranfes reducidos se sum6 la figura del corregidor indigena, no prescripta en las ordenanzas generales. Este cargo se cred en respuesta a las condiciones locales, por las cuales era necesa- rio un intermediario politico indigena entre la diversidad de jefes de parcialidades y Jas autoridades coloniales. Desde el origen de las reducciones, los jesuitas fomentaron el funcionamiento de los cabildos para contar con una institu- cién de base y consenso local -sin desarticular la antigua es- tructura cacical- que representara el nuevo orden, administra- s. Por otra parte, ra los recursos € jmpartiera normas y castigo: 176 REBELION Y GUERRA EN LAS FRONTERAS DEL PLATA. la vida de los cabildos estuvo fntimamente relacionada cot situacién de frontera y con la condicién de presidio que te: los pueblos jesuftico-guaranfes. Asf, junto a las autoridas politicas capitulares, se designaba a una jerarquia de c: militares que solfan recaer en los jefes de parcialidades.'* C el tiempo, el cabildo se transformé en una institucién si bélica y de prestigio dentro de un entramado politico co) plejo del que participaban los gobernadores, los jesuitas, | cabildantes y los caciques. Esta articulacién respondfa, pi un lado, a que la eleccién de las autoridades dependia de aprobacién de los jesuitas y de los gobernadores y, por otro, aiirar ? E que el cabildo no gobernaba sin el consenso de los caciques.! i En virtud del parentesco ampliado y de la actualizacion di . ciertas tradiciones socioculturales, como la reciprocidad, lo’ través del cabildo.'* de las reducciones los caciques continuaban desempefiando: “Los principales cargos militares eran capitan, sargento 0 teniente de infante- ria o caballeria, comisario, maestre de campo y alférez de infanterfa o caballeria. 'S Con todo, entre los guaranies reducidos por los jesuitas, el cabildo tuvo un desarrollo relativamente ms aut6nomo que el observado entre los guara- mfes encomendados a espafioles y administrados por los franciscanos. Uno de los pocos documentos disponibles que aluden a Ia existencia de autoridades de cabildo desde los primeros tiempos es el de la visita de Jacinto de Lartz, Véase “Autos de la visita de las reducciones del Parana y Uruguay” [1647], en Revista del Archivo General de Buenos Aires, t. 1, Buenos Aires, Im- prenta del “Porvenir”, 1870. Entre los trabajos especificos sobre el tema, véanse Constantino Bayle, “Cabildos de indios en la América espafiola”, en Missionalia Hispdnica, vol. vm, 1951, pp. 5-35; Sandra Diaz de Zappia, “Participacion indf- gena en el gobierno de las reducciones jesufticas de guaranties”, en Revista de Historia del Derecho, ntim. 31, 2003, pp. 97-129; y Marcos Morinigo, “Sobre los caciques eran quienes movilizaban a los “braseros” para las faenas cotidianas, la defensa del territorio de la Corona espa- fiola o para los servicios de fortificacién y construccién, fuera del territorio misionero, solicitados por los gobernadores a El cabildo y los cacicazgos, como referentes de autoridad, solfan complementarse, ya que el primero se constitufa en una instituci6n mediadora con el exterior, mientras hacia adentro CONSOLIDACION DE LA RESISTENCIA 177 » roles tradicionales, adaptados a las nuevas relaciones de der. La existencia de autoridades de cabildo a la larga im- icé la constitucién de una elite con privilegios y funciones control que se diferenciaba de aquella otra constituida por s caciques, lo cual se incrementé con los premios que los suitas daban a quienes tenfan oficios ptiblicos y por el uso de imbolos de prestigio, como vestir a la espafiola con lienzo del- do. Los cabildantes se distingufan, ademés, por el dominio lel castellano. En la interseccién de estas dos esferas+¢l ca- ldo y los caciques- se encontraba el corregidor, gobernador del pueblo que presidia el cabildo y las milicias y se constitufa en la maxima autoridad civil en ausencia del cura misionero. Su designacién estaba reservada al gobernador de la provin- cia, quien segufa la propuesta del cura de la reduccién o del padre superior de las misiones, y solfa rotar cada cinco afios, a semejanza de los gobernadores espafioles. Con el tiempo, el corregidor fue sumando prestigio y poder dentro Ja estructura de gobierno misionero.!” \ En el contexto del conflicto, y en concordancia con sus funciones y relaciones politicas, los corregidores insistieron en realizar la mudanza pese a Ja intransigencia existente. Pero cuando la resistencia se generalizé, la intermediacién con ex- clusion de los caciques se vacié de sentido y, en consecuen- cia, los corregidores que mantuvieron sus posturas fueron destituidos por los caciques més activos. Este fue el caso de Cristébal Payre, Miguel Guayo, Felipe Santiago Aycura y Ni- colds Yacaruy, de los pueblos de San Miguel, San Nicolas, San Juan y San Lorenzo. Los nuevos representantes de los pue- Cabildos indfgenas de las Misiones”, en Revista de la Academia de Entre Rios, am. 1, 16, pp. 29-37. ‘ eae ae ene Organizacion social de las Doctrinas Guara- nies de la Compatita de Jesiis, Barcelona, Gustavo Gili, 1913; Domingo Mu- tiel, Historia del Paraguay desde 1747 hasta 1767, Madrid, Sudrez, 1918; y Guillermo Furlong, Misiones y sus pueblos guarantes, Buenos Aires, Imprenta Balmes, 1962. te LION EGUE EN TASER SEC CONSOLIDACION DE LA RESISTENCIA 179 blos fueron designados de forma consensuada y en virtu icaba para los guaranties la exclusién de los jesuitas, aun- capacidades y habilidades para liderar la oposicién tant daba cuenta de un desplazamiento y una redefinicion de el terreno politico como bélico. La designacién sobre la roles en el conflicto. El quiebre en la relacién, en cambio, del beneplacito de los sujetos afines a la resistencia se produjo entre los rebeldes y Jas maximas autoridades de la para contar con una autoridad leal a la misma que tomara d len y se manifest6 luego de Ja llegada a las misiones del padre cisiones considerando la voluntad del comin de los caciqi misario Lope Luis Altamirano. Su presencia cimenté las sos- tal como se hacfa en tiempos anteriores a los misioneros. has de traicién a los pueblos existentes por parte de la Com- esperaba, ademas, que por su prestigio y habilidad coordi) fa de Jestis. Altamirano se convirtié en el principal blanco se y sumase fuerzas a la causa. venganza dentro de una compleja y fabulesca atributjon de Las destituciones realizadas por los caciques rebeldes, |pabilidades en la que también entraron los portugueses, los el contexto del conflicto desatado, no significaron un en! pafioles y, de forma ambigua, el rey. tamiento entre los corregidores y los caciques como rep} sentantes de un modelo de autoridad y prestigio colonial, otro de rafz mas antigua. Aunque este proceso evocé form: Focos DE RESISTENCIA prehispdnicas de determinacién de los lideres politicos, constituy6 un rechazo al sistema de lealtades, servicios y Mientras los curas de los pueblos fueron los interlocutores tribuciones y a la dindmica de movilidad y promocién ligad principales de los rebeldes y se mantuvo la fantasia de que el a relaciones de clientelismo con los gobernadores y con lo! iraslado quedara s6lo como un mal recuerdo, el conflicto no jesuitas. El desplazamiento de los corregidores existentes traspas6 los limites reduccionales. Esto cambié a principios su reemplazo por otros afines a la resistencia reafirmaron de 1753, con la presencia de Lope Luis Altamirano. Este jesui- prestigio y la funcionalidad de este cargo y de la instituci6 ta habia sido designado por el prepésito general de la Com- del cabildo para con¢retar los objetivos de los caciques rebel- pafifa de Jestis como comisario especial con amplios poderes des, en quienes recafa en esos tiempos de alteraciones el man- sobre el provincial, José Barreda, y sobre el superior de misio- do del comtin del pueblo. Y, sobre todo, la designacién de uno nes designado recientemente, el padre Matias Strobel, para de ellos en una investidura ligada directamente al gobierno garantizar la entrega de las tierras a Portugal. Elcomisionado jesuitico-guarani tuvo como objeto legitimar el movimiento electo pertenecfa a una familia de importante trayectoria en de resistencia dentro de los marcos politicos e institucionales la Compafifa de Jestis y era hermano de Pedro Ignacio Alta- misioneros y coloniales. mirano, procurador general de las Indias y confesor del mi- La captaci6n de las estructuras misioneras tuvo otro signi- nistro espafiol Carvajal y Lancaster. En su misi6n al Rio dela ficado para los gobernadores y los comisionados enviados para Plata se le encargé la doble funcién de velar por el “honor de cumplir con las consignas del tratado. Expresaba una ruptura la Compaiifa” y cumplir con el “real servicio”.!* Por sus rela- enla relacién politica de sujecién con los jesuitas y la conforma- cién de un autogobierno dentro del sistema colonial, lo cual fue interpretado como un desaffo y una provocacién directa a su autoridad. Sin embargo, la proyeccién de un autogobierno no "8 “Carta de Lope Luis Altamirano a José Carvajal y Lancaster Santo Tomé, noviembre de 1752”, Madrid, Archivo Histérico Nacional, Seccién Estado, Le- gajo 4798/2, documento 369, foja 1. 180 REBELION Y GUERRA ENLAS FRONTERAS DEL PLATA CONSOLIDACION DE LA RESISTENCIA 181 provincial José Barreda, los padres José Cardiel y Jaime ino, asi como los jesuitas del Colegio de Cérdoba, reve- fon por escrito su postura, tratando de producir algin cam- Para revertir la actitud intransigente de Altamirano, José ardiel se presenté ante él con mapas y papeles que daban enta de los perjuicios que ocasionarfa el tratado.”' Esto irri- 4 al comisionado pero, pasada su reacci6n inicial, consider6 emprender las relaciones en nombre de una alianza con los uisioneros para lograr su tarea y, entonces, convocé a’Gardiel amo “hombre erudito y practico de estas tierras”, haciéndolo articipe del allanamiento de la resistencia.” Altamirano era la idea de que los guaranfes de los pueblos, sin sus curas, 0 tenfan capacidad de liderazgo ni organizacién alguna y que dlo respondfan a los castigos fisicos. En estas visiones peyora- as sobre los pueblos, que remitian a imagenes tradicionales de la naturaleza del hombre del “Nuevo Mundo” difundidas desde principios del siglo xvi para legitimar la conquista y la dominacién espafiola, basé Altamirano sus sospechas sobre liderazgo de los curas en la resistencia y, al mismo tiempo, deposité en ellas sus esperanzas de revertir la situacion.”* Altamirano no sélo tenfa particulares conceptos sobre los aranfes, sino que escond{a extremas prevenciones. El padre eneral Ignacio Visconti le habia ordenado que, en caso de jue los indios se resistiesen a la mudanza, se abandonaran sus pueblos y, si fuera necesario, todos los ministerios que tenfan en América en prueba de fidelidad al rey. La situacion para la ciones, tenfa un compromiso politico elevado que condicion¢ su manera de operar. En este sentido, no tuvo la voluntad d comprender la compleja situacién en la que estaban atrapa: dos los jesuitas del Paraguay. Y menos atin se sensibiliz6 ant los motivos dados por los guaranies. Su arrogancia lo llevé a enfrentarse con los misioneros y a ser erigido como enemigo desde la vision de los pueblos. El padre comisario arribé a Buenos Aires el 20 de febrero de 1752, junto con la comitiva nombrada para el cumplimiento del tratado. Una vez alli, se ocupé de retirar de las cajas real los veintiocho mil pesos asignados por el rey a los siete pueblos para compensar las pérdidas ocasionadas. Durante los prime- ros cinco meses permanecié en aquella ciudad participando en juntas con los demas comisionados y remitiendo érdenes | y correspondencia a los curas de los pueblos. Partié para las misiones con “ropa de la tierra, hachas, azadas, arados de hie- 1ro, cuchillos, sombreros, bastones y otras cosas para regalar a los indios” a cuenta de aquel dinero.'? Desde su residencia en el pueblo de Santo Tomé, distante tres leguas de San Borja, rfo Uruguay de por medio, tomé contacto con la resistencia y comenz6 sus gestiones para revertirla. Intransigente, apelé ala presién directa y a la intimacién a los curas de las misiones e impuso una total sumisi6n a sus érdenes. Mas atin, los obligé. a cumplir con los tiempos y formas de la mudanza bajo “pena de pecado capital”.?° La cuestién de fondo era que Altamirano, como fiel representante de las esferas reales, sospechaba de sus propios pares, los curas misioneros. La desconfianza reflejada por Altamirano se tradujo en no pocas disputas y tensiones. En su mayoria, los jesuitas del Paraguay desaprobaban el tratado limitrofe y algunos, como 2! Segan Bernardo Nusdorffer, esos papeles y mapas demostraban “que lo ie trataban los Reyes en su linea divisoria era injusto”, op. cit. [1752-1753], p. 156. 2 Ibid. b ® Por ejemplo, consideraba que “el indio no tiene cabeza, econom{a, ni go- biemo” y que “sin el temor del azote que los contiene a la hora o antes entraran 4 la casa 0 saco y repartiendo entre s{ las ropas y comestibles o tomando cada uno lo que pueda”, Véase “Carta de Lope Luis Altamirano al marqués de Val- delirios. Santo Tomé, octubre de 1752”, Madrid, Archivo Hist6rico Nacional, Seccién Estado, Legajo 4798/2, documento 368, foja 2v. '° Bernardo Nusdorffer, op. cit. [1752-1753], p. 156. * “Carta de Lope Luis Altamirano a Matas Strobel, superior de las misio- nes. San Borja, septiembre de 1752” y “Cartas a los curas de los siete pueblos. Santo Tomé, octubre de 1752", Madrid, Archivo Hist6rico Nacional, Seccién Estado, Legajo 4798/2, documento 365, foja 1v.

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