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Universidad de La Salle

Wilson Alejandro Guzmán Silva


COD. 30091752
Seminario Aristóteles
Prof. Mauricio Montoya
28 de mayo de 2009
PARCIAL FINAL

DECISIONES Y PRINCIPIOS, FUNDAMENTOS DEL ACTUAR MORAL


EN ARISTÓTELES Y R H HARE

A través del análisis de las acciones humanas es imprescindible pensar en las distintas
facetas que el hombre puede y tiene capacidad para realizar; a través de un análisis que
tenga en cuenta el famoso justo medio. Este poder de elección ha sido analizado a través de
la historia y ha permitido ser encasillado en materias como la moral y la ética que han dado
lineamientos precisos para poder desencadenar una serie de teorías donde el centro de todo
ello es el hombre. Así, elegir de X o Y manera equivale a reaccionar de una manera
evaluativa y calculativa βουλεΰεται que tiene incidencia en toda actividad humana, y digo
toda, ya que desde el momento en que nos despertamos hasta que nos acostamos en la
noche a descansar, cada una de las acciones que se han realizado a lo largo del día
implicaron una serie de evaluaciones que permitieron escoger lo que dentro de la capacidad
de razón pareció bueno.

Las acciones diarias que realiza el hombre necesariamente tienen que tener un fin u
objetivo que permita entender las razones por las cuales obra de una manera determinada.
La ética propuesta por Aristóteles gira dentro de la esfera del τέλος, hacia una finalidad que
en un sentido singular aristotélico tiende hacia la perfección; este τέλος “incluye también
un proceso en sí mismo, y no en algo distinto”.1 La exactitud en las ciencias teóricas no se
le puede pedir de igual manera a una ciencia práctica como la ética, así se puede llegar a
analizar las distintas acciones sin caer en un positivismo o en una determinación del sujeto
de acuerdo a una posibilidad platónica de la virtud. El tratado de la ética es importante
entonces para todo ser, pero lo que he querido inquirir es un punto central de la praxis del
hombre, y son, sus decisiones; se dice que una acción llega a ser realmente ética si se
presenta una situación electiva y cuando la acción proviene de una decisión.

1
Cfr. During, Ingemar. Aristóteles. Universidad Autónoma Nacional de México. Ciudad de México: 2005. p.
673ss.
Es importante entonces determinar detenidamente el libro III de la Ética a NIcómaco,
particularmente el capítulo 1, donde se muestran dos términos primordiales para la
“arquitectura” de la propuesta aristotélica de ética. Estos dos términos son: εκούσιον y
ακούσιον, significando de una forma aproximativa lo voluntario e involuntario de las
acciones del ser humano, pero a esto se le suma la necesidad de conocer las circunstancias
concretas de dicha acción, pues tanto lo uno como lo otro infieren posibilidades de aserción
en una elección cualquiera. Lógicamente se necesita de la elección para comprender la
extensión de lo voluntario e involuntario de las acciones y las posibilidades de efectos que
saldrán de tal resultado. Luego, la evaluación de los posibles efectos que se pueden obtener
de las acciones a realizar tendrá que tener un presupuesto que tenga como peso una escala
axiológica que podrá hacer entender la necesidad de la dimensión ética en la persona.

De esta manera también Aristóteles rescata el análisis de las elecciones en el contexto de la


capacidad racional que tiene cada hombre, ya que el impulso y el apetito caracterizan a
todos los animales, pero como el hombre es un ser dotado de razón, se infiere que éste debe
actuar eligiendo y no por apetito, denotando una característica primordial del ser humano,
junto con el cariz del deseo y de la elección, ésta última gira en torno a la dependencia del
hombre y su actuar.

Algo similar trata de exponer el filósofo contemporáneo R H Hare, quien en su obra el


Lenguaje de la moral, describe de forma suscinta la relevancia de las decisiones en la vida
del hombre, especìficamente se va a ocupar de ello en el capìtulo cuarto. Allí, Hare denota
las posibles evaluaciones de los efectos y su incidencia en el lenguaje moral, junto con la
praxis moral que esto conlleva. De igual manera si un hombre conoce hasta el último
detalle los efectos de lo que está haciendo, y qué es lo que en lugar de ello podría haber
hecho, su elección no es arbitraria en el sentido en que lo sería si la hiciera arrojando una
moneda al aire sin reparar para nada los efectos. Aquí, la pregunta por la cual debe mover
el ejercicio de la conducta moral del sujeto incide en los razonamientos por los cuales la
elección es correcta o errada, denotando que la elección, pueda tener una decisión contraria
a la que se dio en ese momento concreto; o si actuó “analizando” esto y aquello, haciéndolo
deliberar evitando algunos efectos, y buscando otros.2

Aristóteles al igual que Hare van a determinar que el secreto consiste en inclinarse siempre
hacia el extremo que es menos distante del justo medio, determinado por la razón.
Justamente esta última permite llegar a las virtudes más elevadas, llamadas también
dianoéticas. Dentro de este tipo de virtudes se encuentra la phronesis o usualmente
traducida por prudencia en Aristóteles, que consiste en saber dirigir correctamente la vida,
2
Cfr. R H Hare. El lenguaje de la moral. Universidad Autónoma Nacional de México. Ciudad de México:
1975. p. 63ss.
es decir, elegir lo que es bueno o malo para el hombre, y que en Hare, se exponen como el
buen hombre que realiza sus acciones regidas por principios transformados en un hábito,
llevados al bien, es decir al mejoramiento de mis actuaciones como ser humano.

No se trata entonces de una evaluación logicista de los actos humanos, sino de encontrar el
fin de la acciones para cada persona, que no esté movida por el solo actuar por actuar, sino
por la buena decisión buscando siempre el bien que indiscutiblemente lleve a la felicidad,
entronizando este último valor a toda la existencia humana y de una forma paralela a toda la
sociedad.

En Aristóteles se puede observar que estrechamente relacionadas con la phrónesis φρόνησις


(Prudencia) están la elección y la deliberación. La elección (προαίρεσις) pertenece a la
esfera de lo voluntario, es una combinación del deseo con la razón, o un deseo deliberado
de que está en nuestro poder. También la deliberación βοΰλευσις se ocupa de las cosas que
podemos hacer nosotros mismos, especialmente cuando hay más de una forma de
intentarlas. Es un proceso mental emprendido con miras a descubrir los medios mejores
para un fin predeterminado. Por ejemplo un médico delibera sobre los medios de restituir la
salud, pero no sobre el valor de la salud en sí. La elección es su resultado, porque la
elección se ocupa también de la selección de los medios, no de los fines.3

Aquí podría haber un parangón ético a Hare, quien permite el análisis de X o Y situación y
a través de ella considerar que podría ser mejor, o en mejores términos realizar una
evaluación de los efectos de actuar de una o de otra forma. Si no existen principios
formados por parte del hombre4, a través de la experiencia soportará la creación o
formación de principios por sí mismo, ya que elegir efectos porque son tales y cuales es
comenzar a actuar con base en un principio que establece que han de ser elegidos tales y
cuales efectos.5

De acuerdo a lo anterior el hombre es capaz de formar un tipo de conocimiento del futuro


que tenemos, este se basa en principios de predicción que nos han enseñado o que hemos
formado por nosotros mismos.6Se elige entonces algo porque tiene cierto carácter

3
Cfr. GUTHRIE, W K C. Historia de la Filosofía griega. T. VI. Gredos. Madrid: 1999. P. 363-364
4
Esto a través de la costumbre o tradición, ya que por medio de la enseñanza y de la ubicación de una escala
axiológica es posible identificar y conceptualizar una respuesta ética, tal vez indagando o buscando el bien de
cada una de ellas, sin llegar a caer en positivismos extremos de acuerdo a una maquina que actúa sin
necesidad de entender qué carga moral va a tener una acción determinada. Se caería en condiciones arbitrarias
y hasta positivas que no caben dentro del buen ejercicio de la evaluación y de la justicia, luego, las
modificaciones que llegase a haber de una acción X dependerá de la correcta evaluación, y más aún, de la
postulación de principios que a medida de la vivencia se conviertan en hábitos.
5
Cfr. Op. Cit. El lenguaje de la moral. P. 63-64
6
Cfr. Ibíd.. p. 64
evaluativo y práxico en la vida, y también, puesto que no se tiene un conocimiento perfecto
de futuro es indispensable que las acciones sean puestas en el crisol para determinar qué tan
convenientes son para la realización de la vida, aunque más allá de esto, se elige porque
tenemos tal capacidad que en algunas ocasiones no es clara, pero que en nuestro interior se
encuentra diagnosticada, por ello se puede explicar un poco aquello de la Ética como
ciencia de la costumbre.

Según Aristóteles en la Ética a Nicómaco, “sin entendimiento y reflexión, ni sin


disposición moral hay elección”7, luego, la reflexión y la cción van de la mano pero
orientados siempre hacia un fin determinado, objetando de esta manera la buena y sana
vinculación al bien, entendido este último como la construcción del arquetipo moral
personal y político. También más adelante en el capítulo 7, va a afirmar Aristóteles que el
sabio no sólo debe conocer lo que deriva de los principios, sino poseer además la verdad
sobre los principios. De modo que la sabiduría será intelecto y ciencia, por así decirlo, la
ciencia capital de los objetos más estimados. Análogamente en Hare las acciones morales
podrán ser ejecutadas por medio de las relaciones dinámicas entre decisiones y principios
que se muestran en la vida cotidiana y las infinitas posibilidades que se tienen al enfrentarse
a cualquier situación, todo esto se proyectaría a una ley universal pretendiendo aceptar y
optar por todo aquello que es conveniente “moralmente” y que entra dentro del campo de la
probabilidad, aunque sustentado en el telos de las preguntas qué hacer y por qué.

Quisiese terminar “por ahora” este escrito denotando las afirmaciones que da Aristóteles en
su obra y que pueden ser tomadas como primicias de una teoría contemporánea del lenguaje
moral cuando expone: “La operación del prudente consiste sobre todo en deliberar bie, y
nadie delibera sobre lo que no puede ser de otra manera, ni sobre lo que no tiene un fin, y
éste consistente en un bien práctico. El que delibera bien absolutamente hablando es el que
se propone como blanco de sus cálculos la consecución del mayor bien práctico para el
hombre”8. Por tanto la consideración de actuar bien es considerada por parte del hombre
prudente que se hace y no nace9, que permite la evaluación de los efectos sin maquinizar su
vida y existencia sino, dándole herramientas precisas para aprender a actuar y perfeccionar
los actos10en cuanto los sustente desde los principios, de mano con la conversión de la ley
universal que será lógicamente buena.

7
Cfr. Op. Cit. VI, 2, 1139b. p. 90
8
Cfr. Ibíd. VI, 7, 1141b. p. 94
9
En divergencia con Platón quien consideraba a la virtud como innata, este tema puede ser mayormente
expuesto a partir de la obra del Menón o de la Virtud donde utiliza una serie de razones que pueden llegar a
explicar la virtud desde este filósofo, pero que va a encontrar su diferencia radical en la filosofía práctica de
Aristóteles quien desde el conocimiento y las bases de prudencia objetará por el fin de la vida moral en el
hombre, que es la felicidad.
10
En el telos denominándolo como Felicidad.

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