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LA CONSTRUCCION DE UNA SUBJETIVIDAD PERVERSA: EL SM COMO METAFORA POLITICA Y SEXUAL Por José Manuel Martinez Pulet Nitinur in vetitum Semper cnpimusque negates Sie interdictis imminet aeger aguis'. Ovidio, 3 Amores, 4, 17 We select the most frightening, disgusling or unacepiable activities and transmute them into pleasure. We make use of all forbidden symbols and all the disowned emotions. S/M is a deliberate, premeditated, erotic blasphemy. It is a form of sexual extreanism and sexual dissent?, Pat Califia, 4 secret side of lesbian sexwalily EL CUERPO SADOMASO COMO CUERPO QUEER Un lugar patece ser el tinico adecuado al cuerpo sadomaso, cualquier cuerpo cuando se entrega a la promesa del placer extremo: el no-lugar, siempre exte- rior, de lo prohibido, lo imposible, lo innombrable. Su historia esta marcada por el estigma, y su placer, sometido a una triple expulsidn: la de la sociedad heteconormativa, la de los gays y lesbianas, y Ja del feminismo. El SM es una forma de disidencia sexual: sus pricticas repugnan porque erotizan lo prohi- bido y convocan a un desfondamiento de Ja subjetividad. El SM vive de una promesa: la de la experiencia de un cuerpo despedazado, o de un fondo vul- netable que quizds sea eso que lamamos carne, «Enfermo» es el que hace de esa experiencia sin nombre el espacio de un placer cetcano a la muerte. Su hogar es siempre la encrucijada. En efecto, que la sexualidad sadomaso ha sido construida como exterior absoluto, no sdlo por el dispositivo de sexualidad del siglo XIX, cuyas conse- cuencias alcanzan hasta hoy dia (recordemos que para el DSM FV, el sadoma- soquismo sigue siendo una «patafilia), sino también por las identidades gays y lésbicas hegemdnicas, asi como por el feminismo es algo que ya sefialé la antropéloga Gayle Rubin en su célebre articulo de 1984 «Reflexionando sobre el sexo: notas para una teoria tadical de la sexualidad»: Las sociedades occidentales modernas evaliian los actos sexuales segiin un sistema jerarquico de valor sexual. En la cima de la pirami- 1, sos laneamet stmare haa o pohidey desea lo que s€ 0s megs a acosha al enfezmo ia gua priate 4 eiccsonsmox ba aeteaedee max tamibes, mi tepognates a iscepmbesy nc canersmox n pase. acros aco de is Jos dmbeleeproibuoa¥ ce todas a emoctoestepodadt FSM es Une asfenia cds, pr‘newuadh eran Ts ara ft srencm ce de dence sera [213] de erdtica estén solamente los hetero-sexuales reproductores casa- dos, Justo debajo estan los heterosexuales monégamos no casados y agrupados en parejas, seguidos de la mayor parte de los demas hete- rosexuales, El sexo solitario flota ambiguamente... Las parejas esta- bles de lesbianas y gays estén en el borde de la respetabilidad, pero los homosexuales y las lesbianas promiscuas revolotean justo pot enci- ma de los geupos situados en el fondo mismo de la pirimide, Las cas- tas sexuales mas despreciadas incluyen normalmente a los transexuales, travestis, fetichistas, sadomasoquiscas, tabajadores del sexo, cales como los prostitutos, las prostitutas y quienes trabajan como mode- los en Ia pornografia y la més baja de todas, aquellos cuyo erotismo transgrede las fronteras generacionales?. Esta exteriotidad respecto al régimen normativo (bien heterosexual, bien gay, bien lesbiano) parece hacer del SM una forma de sexualidad particular- mente desestabilizante, subversiva y, en definitiva, queer, si cntendemos por este término Io que aclara David Halperin en su célebre libro Saint Foucault Towards a gay hagiography: Por definicién queer es todo aquello que se opone a lo normal, lo legi- timo, lo dominante, No hay nada om particular a la que se refiera necesarianvente, Es una identidad sin esencia... En cualquier caso, queer no designa una clase de patologias o perversiones ya objetivadas, sino que describe un horizonte de posibilidad cuyo alcance preciso y su heterogeneidad no pueden delimitarse de antemano. Desde la posicin excéntrica ocupada por el sujcto queer se puede llegar a englobar una variedad de posibilida- des con vistas a una reorganizacién de las relaciones entre actos sexuales, identidades erdticas, construcciones de géneto, formas de conocimiento, regimenes de enunciacién, légicas de representacion, modelos de consti- tucién de si y pricticas comunitarias, es decir, con vistas a una recons- tuccién de las relaciones entre poder, verdad y deseo, Pues bien, si el sujeto-cuerpo queer esti definido por su posicion de sicién al régimen de lo nosmal, es claro entonces que interesa saber cudl es el discusso sobre la sexualidad y el placer que los colectivos SM han formulado en su lucha politica. Desde este punto de vista, el SM podela verse como resis- tencia, trasgresién o subversion, Asi lo ve Tamsin Spargo: La teorfa queer no es un marco conceptual © metodolégico singular © sistemiitico, sino un conjunto de compromisos intelectuales con las relaciones entre sexo, género y deseo sexual... E] término (queer) des- cribe una diversa gama de pricticas criticas y de prioridades: lecturas de la representacién del deseo homosexual en los textos literarios, el cine, 3, RUBIN, Gu eRetiewonando sobee a sexo: nous para una teoris radical de la sexoalidady, en VANCE, CS: Por ype Madd Tals, 1860, pp T6157 4 HALPERIN, Ds Saat Facant, eound aay hate, New York, Ondord University Press, 1995, p. (2 [214] la misica, las imagenes; anilisis de las relaciones sociales y politicas de poder en el campo de la sexualidad; criticas del sistema sexo-género; estudios de la identidad transexual y transgénero, del sadomasoquismo y de los deseos transgresores*. Asi pues, analizar el SM desde una afirmacién queer de Ja sexualidad y la identidad significa, antes de nada, hacerlo funcionar como lugar de resistencia y subversion. Sin embargo, aunque el SM ofrezca potencialmente los elementos necesarios para esta lectura, englobar bajo una identidad coherente y cerrada las miltiples experiencias y discursos que transitan bajo estas practicas seria ceder a la estructura de la légica identitaria. Es més, la singulatidad de esta forma de sexualidad ha originado oumerosas lectutas ¢ interpretaciones que convierten al SM en un espacio atravesado por una cruz: es més queer de lo que muchos pue- den estar dispuestos a reconocer, no lo es tanto como para borrar de un plumazo la extrema ambigiicdad de sus practicas. Lo que me propongo hacer aqui es ofrecer una lectura queer del SM, pero asimismo sefialar sus dificultades. LA CONSTRUCCION MEDICA DEL SM DENTRO DEL DISPOSI- TIVO DE LA SEXUALIDAD La teorla queer se caracteriza, entte otras cosas, por cuestionar de raiz la idea de que la sexualidad constituye una fuerza biolégica que estaria al margen del discutso, y propone entenderla, mas bien, como el efecta de conjunto resul- tante de Ja aplicacion de una em variada de tecnologias y estrategias de constitucién de los cuerpos y de los sujetos que tienen en la historia misma sus propias condiciones de posibilidad. Como dice Foucault refiriéndose al primer volumen de su Historia de la sexualidad, «se trataba, en suma, de ver como, en las sociedades occidentales modernas, se habia ido formando una “experiencia”, por la que los individuos iban reconaciéndose como sujetos de una “sexualidad”, abierta a dominios de conocimientos muy diversos y articu- lada con un sistema de reglas y restricciones»‘. La modernidad supuso, asi, la emergencia de la «sexualidad» como ambito especifico y zelativamente auto- fnomo de lo social, en el que el poder, lejos de funcionar primordialmente mediante la represi6n de las pulsiones sexuales espontdneas, tal y como sos- tenia la lectura freudomarxista, lo hacia produciendo y multiplicando dife- rentes sexualidades, solo que, a través de Ia categorizacion, distribucién y clasificacién de éstas, conseguia aprobar, someter a tratamiento, marginar, disciplinar o normalizar a los individuos que las practicaban. Cabria recordar aqui las célebres palabras de Foucaule relativas a la inven- cidn de la figura del homosexual, pero que pueden lecrse sustituyendo este término por sadomasoquista, pedéfilo, transexual, etc. 5 SPARGO, 1: Finan en Guar Thy Carlie, eon Books, 199, 2 6. FOUCAULT, M: Histe de U esnabdad I, Eo de fs plaars Madd, Siglo XS, 1998, pp. 8.9. ¥ recorders que Foneault defi re wexperiencias come «la correlacin, dentro de una cultura, enue campor del saber, upor de normatiidad y formas de aubjedc. dads, Tider, p [215] El homosexual del siglo XIX ha legado a ser un personaje: un pasado, una historia y una infancia, un caricter, una forma de vida; asi- mismo una morfologia, con una anatomia indiscreta y quizas misterio- sa fisiologia. Nada de lo que ét es fm toto escapa a su sexualidad. Esta presente en todo su ser: subyacente en todas sus conductas puesto que constituye su principio insidioso ¢ indefinidamente activo; insctita sin pudor en su rosico y su cuerpo porque consiste en un secreto que siempre se uaiciona. Le es consustancial, menos como un pecado en materia de costumbres que como una naturaleza singular’. Asi pues, el sadomasoquista aparece ahora como un tipo perverso y enfer- mo, y la mision politico-cientifica del psiquiatra o del psicoanalista seta, a par- tir de ahora, perseguir y determinar la sinuosa y huidiza genealogia de esas extrafias formas de placer en la siniestra historia del individuo: odio a si mismo debido a una serie de traumas infantiles (por ejemplo, que fue tortura- do y abusado por los padres), falta de autoestima y carencia de afectividad, imposibilidad para el amor, etc. La cteacién del término dsadomasoquismo» se la debemos a Sigmund Freud, quien en 1938 decidié unis en una palabra dos perversiones que habian sido ya bautizadas en 1885 por Krafft-Ebing en su libro Psychopathia sexualiz: sadismo y matoquismo, Lo que hace este psiquiatea es agrupar bajo un nombre una serie de pricticas cuya existencia se conocfa desde hacia tiempo, pero que se entendian individualmente, sin mds, como ratezas 0 curiosidades. (Pico della Mirandola, por ejemplo, relata el caso de un individuo que sélo alcanza- ba el orgasmo después de ser azotado), Krafft-Ebing va a llamar «sadismon, a partir de los esctitos del Marqués de Sade, a «la experiencia de sensaciones sexuales placentetas (incluido el orgasmo)} producidas por actos de crueldad © castigos corporales infligidos a la propia persona, o cuando se presencia en ottos, sean petsonas o animalesy’. A'su vez, llamd «masoquismon a la «perver- sidn sexual opuestay, consistente en encontrar placer en el dolor infligido y en el acto de ser humillado y maltratado. «Me siento justificado a lamar a esta anomalia sexual “masoquismo” porque el escritor Sacher-Masoch hizo con frecuencia de esta perversién, que hasta cste momento era desconocida al mundo cientifico como tal, el sustrato de sus novelas»”. Freud unid estos dos términos en uno solo cuando vio que «cl masoquismo no es otra cosa que una continuacion del sadismo, dirigida contra el propio _yo, que se coloca ahora en el puesto del anterior objeto sexual... Aquel que halla placer en producir dotor 2 otros en la relacién sexual esta tambien capacitado por gozar del dolor que puede setle ocasionado en dicha telacién como de un placer. Habra que esperar, sin embargo, hasta 1969 para que Deleuze ponga de manifiesto la imposibilidad teética de este concepto. Para él, el término «sado- masoquismo» €s un «monstruo semidtico». No hay nada que repugne mas al 1. FOUCAULT, Ms Mista atts sevnstdad 1. Madd, Siglo SI, 1098, p. $6, & KRAFFT.EBING, R Poctpurtie anne, New York, Arcade Publishing, 1998, p. 53. Ba cactellana: Prchopasbis sn 68 bite ‘as de ase, Valea, La Mascara, 2001) Saar p 8 Yo FREUB, STs nnn dei sr Batchonn, Oni 1989, pp 7273, [216] sédico que un masoquista que disfruta con el dolor infligido; de igual modo, no hay nada que repugne mas al masoquista que un sddico dispuesto a tortu- rarle més alla de los mites que él establece. Sea como sea, tal nombre se ha impuesto y se han creado colectivos alededor de este nombre, sdlo que para diferenciarse del sadismo y masoquismo patoldgicos, estos colectivos se han referido a sus pricticas como $/M, S&M o SM. PRIMERA APROXIMACION AL SM Et valor positivo del SM no ba sido nunca comprendida adecuadamente fucra de nuestros efrculos Larry Townsend Las practicas SM se remontan individualmente, casi todas, hasta los tiempos mas remotos. El SM como forma de sexualidad es, no obstante, un fenodme- no basicamente moderno y en el siglo XX cabe distinguir tres momentos fun- dacionales: el SM curopeo de los afios 20 (heterosexual), el SM americano de los afios 40 (heterosexual) y el SM gay y lesbiano, que empieza en los afios 50 ¥ se construye alrededor dei cuero como distintivo esvético, En las primera Paginas de su libro de 1983, The Leatherman’s handbook HI, L. Townsend indica que «vamos a tratar de la telacién sexual sadomasoquista entre hombres», pero sabiendo, como dice algo mas adelante, que «el hombre con verdaderos intereses SM cs con seguridad un minoria, incluso en esos espacios que son supuestamente de “sexo dasber’»"'. No: el SM no es una sexualidad especial- mente gay y lesbiana. Ocurre mas bien al contrario: dentro del mundo SM, el practicado por gays y lesbianas constituye una minoria. Sdlo que el SM hete- tosexual tiene menos visibilidad publica y est mds «armarizado», por decirlo de alguna manera. Antes de continuar, serfa necesario definir a qué se llama «sesién SM», pero dando la palabra esta vez a aquellos que la practican. En primer lugar, como dice Townsend, «todo lo que ocurre en una relacion sexual SM se hace con la intencién de producie placer fisico 0 emocional»®. Pero habria que subrayar el aspecto trasgtesor y subversivo de esta forma de placer, y es Poucault quien apunta directamente a ese nucleo subversivo: «Pienso que él SM (..) es la ctea- cin real de nuevas posihilidades de placer, que no se habian imaginado con anterioridad, La idea de que el SM esté ligado a una violencia profunda y que su practica es un medio de liberar esa violencia, de dar curso libre a la agre- sion, es una idea estipida. Bien sabemos que lo que esa gente hace no es agresivo, y que inventan nuevas posibilidades de placer utilizando ciertas par- tes inusuales de su cuerpo, etotizando su cuerpo. Pienso que ahi encontramos una especie de creacién, de empresa creadora, una de cuyas principales carac- I, TOWNSEND. 1.: The batman’ banabook I. New York, Carlile Communicasions, 1983, pp 13 v 25 12 thidem, p19. [217] teristicas es lo que llamo la desexualizacién del placer. La idea de que cl pla- cer fisico siempre provienc del placer sexual y que el placer sexual es Ia base de todos los placeres posibles considero que es absolutamente falsa. Lo que las pricticas SM nos muestsan cs que podemos producir placer a partir de objetos muy extrafios, utilizando ciertas partes inusitadas de nuestro cuerpo en situaciones muy inhabituales»®, Este texto es muy importante porque, al concebir las practicas SM no como expresion de Ia identdad, sino como nuc- vas formas de placer, Foucault desmaturaliza la sexualidad. El fin de estas practicas no es ni el orgasmo, ni mucho menos la reproduccién (para Pat Califia, el SM es la quintaesencia de] sexo no reproductivo). Foucault se esti tefiriendo, en general, a practicas como el bondage, el spanking, la cera, la hutmi- llacién, el juego de pezones, la tortura de pollla y de huevos, el uso de dildos, el control de la respiracion, pero, sobre todo, al fstyecking, practica muy exten- dida en el mundo Lather y que consiste en meter el puso por el culo (segin afirmna la antropdloga Gayle Rubin, ésta es la tinica préctica sexual que el siglo XX aporta a la historia de las practicas sexuales“). Para Foucault, en vittud de estas practicas, el SM opera una ruptura con el monopolio que tradicional- mente han sostenido los genitales en relacién al placer fisico, lo descentraliza y al mismo tiempo redistribuye las zonas erdgenas. Por ello, se puede afirmar que el SM descompone el cuerpo en zonas crogenas manipulables y las some- te individualmente a una estimulacién intensa. En el caso del fist-fucking queda bien claro que su finalidad es la produccidn de placer. Los practicantes puc- den jugar horas y horas sin necesidad de corzerse, o incluso de tener una erec- cién. Como dice Rubin, gfstear es un arte que consiste en seducic uno de los masculos mas impresionables y tensos del cuerpoo"’. De todo ello cabe con- cluir, al modo de Halperin, que el SM «representa un encuentro entre el suje- to modetno de la sexualidad y la otredad de su cuerpo»". Sea como sea, en Ia sesién SM se pueden singularizar una serie de rasgos definitotios: * Una relacién de dominacion-sumisién. + Un proceso de dar y recibir dolor que es placentero para ambas partes. + Fantasia y/o juego de roles por parte de uno 0 de los dos compaiieros. + Alguna forma de contexto fetichista. + La representacién de una o més interacciones ritualizadas (bondage, flage- lacién, etc.) Como se itd viendo, el dolor y toda su patafetnalia (bondage, cadenas, az0- tes...) no funcionan en ef SM mas que metiforas del poder, de manera que el elemento dinamizadot y més problemitico no ¢s el dolot (término que yo pre- fetiria sustituir por el de «estimulacion intensa del cuerpo»), sino la relacion de US. FOUCAUIT, Me eichel Houeaule, ane entrevista sexo, padee y politia de la identidady, «x GABILONDO, A. (ed): Bodice fice rosetta. Baccsloma, Paid, 1995, pp. 419-420. 14 Testa wai a defiende en su esis doctoral fro publicads) The Valey of the hina: Letrrme in Sax Fema 1960.1990 15. RUDIN, (The Catacombs: 1 remple of the buttholin, en THOMSON, BE. comp): Leatieoll, Rada rex, pple pst and pratin New York, Alyson Publicewons. 2001, p. 126, VG. HALPPRIN, Di Sem Poucauit Towards o ty bapeerapin. Op. sit, p 8, [218] poder, por la cual uno de los participantes asume el papel de Amo o Dominante, y el otro de sumiso ¢ esclavo. Esta dualidad jerarquica de roles define una tipologia que puede ser actualizada de diversas formas, de acuerdo con el perfil y los deseos concsetos de los participantes: Sédico/masoquista, Amo/esclavo, Dominante/sumiso, Profesor/alumno, Padre/hijo, Nazi/judio, Negro/blanco, etc. Estos roles pueden funcionar de dos maneras: Algunas veces son polos que pueden ser invertidos en cualquier momen- to. Foucault dice, de nuevo, algo muy interesante al respecto: «el juego SM (...) aunque sea una relacin estratégica, es siempre fluida. Hay papeles, esta claro, pero cada cual sabe que esos papeles pucden ser invertidos. En ocasiones, cuando el juego comienza, uno es el amo y el otro el esclavo y, al final, el que era esclavo ha legado a ser el amo»". La flexibilidad de los roles funcionaria, pues, como resistencia y subversion del dispositive de sexualidad, segun el cual, cada polo de la relacién seria expresién de una identidad esencial. Sin embargo, no todo es tan sencilla. Muchos SadoMasos viven sus roles como expresion de lo que entienden es su identidad y se embarcan en relacio- nes permanentes de Amo-esclavo. De hecho, como dice Townsend, «da rela- cién Amo-esclavo es la ideal, la realidad respecto de la cual todo juego SM es imitacion»"*, En cualquier caso, la relacién no es arbitraria y el Amo no puede dar rien- da suelta y sin limites a todos sus deseos. Por el contrario, para que sea pla- centera para ambas partes, el juego esta sometido a una serie de teglas que los participantes conocen perfectamente y que pueden resumirse en el lema que el colectivo SM americano disefié para teferirse a este tipo de pricticas: el SM seria un juego seguro, sano y consensuado. SEGURO: Con ello se da a entender no sdlo que se van a poner las medios necesarios para evitar posibles contagios de enfermedades, sino, sobre todo, que en la sesién no se va a poner en juego la integridad fisica del sumiso ni se le va a provocar dafio alguno, ni fisico ni emocional. El SM es un forma muy sofis- ticada de sexualidad, intelectual y mental, que tequiere mucha «confanzay entre el sumiso y el Amo, pero por ello mismo exige de este ultimo un alto grado de «responsabilidad» para no sobrepasar los limites del juego seputo. SANO: Si el fin de la sesin es producir placer fisico o emocional, se debe dar dentro de unos limites que han de ser previamente fijados por los dos actores de la misma. Esos limites son los que el sumiso impone. Por eso, quien tiene la clave de que la sesidn resulte de lo mas estimulante es el esclavo, pues su resistencia y su experiencia en las diversas practicas permiten al Amo una amplia gama de posibilidades. Ahora bien, si esto es asi, no es menos cierto que lo que hace que la sesion se traduzca en placer para ambos es la habili- dad, pericia y responsabilidad del Amo para jugar en el margen de actuacién que el sumiso ha fijado. Que la sesién SM sea un juego sano indica entonces que se trata de producir el mayor placer corporal posible para los dos. CONSENTIDO O CONSENSUAL: Si la sesién esta orientada al placer, y esto se consigue respetando los limites del sumiso, est4 claro que previamen- 17, FOUCAULT, M; «Mieel Foucaul, una cnsrevisas sexo, poder r politica dela idemidad, en Exit» ermendnia Of. itp. $25, 18 TOWNSEND, L: Fhe hatherman andi IP Of. 2, p10. [219] te ha habido un acuerdo en el que se estipulan los limites dentro de los cua- les el Amo tiene todo ¢l poder para actuar sobte el cuerpo y la mente del otro. En el SM hay acuerdo entre las partes, Sélo que este acuetdo no acontece de una vez por todas al inicio de la sesién (por ejemplo, cuando Amo y sumiso acuerdan una palabra-clave que para set pronunciada por el sumiso para indi- car que la sesin debe terminar o al menos interrumpirse), sino que debe ser fluida y recomenzar siempre. Foucault recoge la idea de una renegociacién permanente de la siguiente forma: Yo encuentro ain més sorprendentes los fenémenos Amo/esclavo... La relacién no es una relacin entre e! (0 la) que sufre y el (0 la) que infli- ge el sufrimiento, sino entre el amo y aquel sobre el que éste ejerce su poder, Lo que interesan a quienes la practican es que ka relacién es a la ver reglada y abierta, Se parece a una partida de ajedrez en el sentido de que uno puede perder y el otro ganar, El amo puede perder en el juego si no puede responder a las necesidades y sufrimientos de la victima. A su vez, el esclavo puede perder si no es capaz de responder o de seguir respondiendo a las provocaciones de que le hace objeto el amo. Esta mezcla de reglamentacién y apertura sirve para intensificar las relaciones sexuales introduciendo una novedad, una tension y una seguridad per- petuas que no existen en la mera consumacién del acto” LA POLITICA SEXUAL DEL SM Cabe preguntarse antes de nada cémo ha funcionado el SM en los discursos de las comunidades /eather que, frente ala construccién médica y psiquidtri- ca del SM y a su explotacién mediatica y popular, deciden «tomar la palabra» y hacer valer sus practicas sexuales. Estos discursos se insctiben, asi, en un Proyecto politico a gran escala consistente en desestabilizar el discurso nor- mativo mediante una critica politica del mismo para promover una nueva comprension del cuerpo y sus placeres. Por ello, también es necesario y acaso urgente preguntarse por qué el SM, que no deja de ser una actividad sexual ptacticada por una minoria entre las minorias, ha sido construido también por los colectivas gays y lesbianos hegeménicos, en el proceso de formacion de su identidad, como alteridad absoluta, como su exterior (interior), dando lugar, asi, a una de las mas encarnizadas polémicas tedtico-practicas del siglo XX. Un abismo infranqueable parece abnirse, en efecto, entre el gay dominan- te y el hombre de cuero, del mismo modo que otto abismo a primera vista insuperable patece distanciar a la lesbiana vainilla de la lesbiana SM 0 duzzh- femme. A Ja taiz de este efecto tedtico-practico se halla, como ha sabido ver la teoria queer, el modo como opera la logica identitaria, pero, qué lectura sub- versiva puede hacerse de ese efecto? 9. FOUCAULT, Me Madrid, Abanza, 1946, “Opa sess tos senses, en STTINER, Cy BOYES, R (comp). Hamada tne pin Ppa [220] Intentaré responder a esta dificil cucstidn transversalmente, respondiendo a la que figuraba en primer lugar: ¢cémo ha funcionado el SM en los discur- sos de la comunidad Zather? Pues bien, para empezar, se puede decir que la sexualidad SM ha funcionado como una potente metifora politica para gays y para lesbianas. De un lado, para los gays, las practicas SM debian entender- se como elemento dinamizador de un proceso de reapropiacién de los signos de la masculinidad de la cual habfan sido privados pot su condicion de homo- sexuales (pues éste era concebido como un tercer sexo, 0 como un alma de mujer atrapada en un cuerpo de hombre). De otro, la defensa, por parte de un reducido grupo de lesbianas prosexo, del SM frente al feminismo hege- ménico de los afios 70 y 80, antipornografia y antiscxo, Nevo a aquéllas a rei- vindicar y la pluralidad de sexualidades no normativas en lo que quiso ser «ana teorfa radical de la sexualidad». Fn cualquier caso, gays y lesbianas van a defender el SM como una practica que invita al desfondamiento de la sub- jetividad y a la experiencia del cuetpo despedazado, y van a resaltar la rela- cién entre placer y catarsis. LA AMENAZA LEATHER: LA TEATRALIZACION HIPERBOLICA DE LA MASCU- LINIDAD El colectivo kather/SM gay se presento a si mismo desde el principio como una enérgica reaccidn frente al estereotipo del homosexual como hombre afe- minado, De hecho, constituyé la creacion de una contraidentidad gay basada en la reapropiacién de la masculinidad convencional heterosexual, esto es, en la escenificacién de los signos fisicos (vello, barba, bigote, sudor) y en la tea- talizacién hiperbélica de los actos preformativos del varén heterosexual (ausencia de pluma, vigor fisico...). El uso del cuero ha de entenderse, en este contexto, como una metafora de esa imagen de varén masculino que desea- ban encarnar y proyectar, aunque seria erroneo reducir el significado del cuero a mera metafora de la masculinidad normativa. La cazadora de cuero, que se iba incorporando paulatinamente a esta subcultura como distintivo estético, era, por un lado, una prenda que en los afios 40 y 50 identificaba en California al que vivia en los margenes de la sociedad, pero, por otro, poseia también una alta densidad sexual. De hecho, parte del atractivo del motero de esos afios era el poder y la vibraci6n de ese gran motor que estaba situado entre sus pier- nas. La moto, al igual que las botas, funcionaba como una metéafora abierta- mente sexual del falo. En cualquier caso, pata los /rathermen de esas primeras generaciones, el cuero, que cargaba sexualmente los signos de la masculinidad convencional, se fue convirtiendo en una «segunda piel, una especie de cexpresion del alma», de ese «dado oscuro» que celebraban en sus orgias y que decian haber rescatado a siglos de dominio patriarcal, Era como si el homosexual llegara tarde para investir la imagen heterosexual del macho, pues, como sefiala E. Badinter, esa zeivindicacién gay de lo mas- culino acontece en un tiempo en que retrocede en el colectivo heterosexual, y ello debido a los avances promovidos por ¢l movimiento feminista. A prime- ta vista, parece tener raz6n cuando afirma que «el hipermacho y el marica son victimas de una imitacién alienante del esteteotipo masculino y femenino [221] homosexuab, Pero sdlo a primera vista, porque lo que Badinter pasa por alto es, a mi parecer, que la apropiacién homosexual del modelo convencional de chombre, no sdlo indica que el macho heterosexual no es el guardian de la masculinidad (poniendo asi de relieve la dimensién cultural y socio-politica de los géneros), sino que, ademas, lleva a cabo una reconstruccién de esa mascu- linidad desde dentro de ella misma (y, por tanto, prescindiendo de «la pluma»). En efecto, la simulacién teatral de la masculinidad va acompafiada de una reconstrucci6n desvirilizada de la misma, ya que las pricticas sexuales de esta comunidad, primero, prestan peculiar atencién al ano (el drgano erdgeno mas desatendido por Ia sexualidad normativa), erotizando consecuentemente la receptividad 0 pasividad sexual del hombre (y no sélo mediante la penetra cidn, que es una practica gay generalizada, sino fundamentalmente a través del (fist-fucking, o del uso de dildos y plugs), y segundo, resaltan una setie de discipli- fas que, mas que celebrar el poder de la polla y los huevos, los mortifican, escenificando y sacando placer de su vulnerabilidad y fragilidad (azotes, pin- 2as, agujas, tortura, etc.). En cualquier caso, esa apropiacién de la masculinidad convencional por los deathermen de los atios 40 y 50, y que durante esas primeras décadas esta- ba creando una subcultura, fue objeto, ya en los afios 80, de algunas aptoxi- maciones tedricas de corte marcadamente esencialista, como las de Geoff Mains o Richard Hopcke, con las que trataban de hacer frente, por un lado, a Ja imagen deformada que los gays dominantes se habian hecho del SM (con- virtiendo esta sexualidad en altcridad absoluta), y, por otto, a las consecuen- cias politicas que esa construcci6n trafa consigo. ‘Antes de nada, cabria recordar que el debate entre gays antiSM y los hombres de cuero no Ilegé en ningun momento a ser tan encarnizado como lo fue entre las lesbianas, y que el proceso por el que el colectivo SM gay pasé de ser «un mundo pequefio, cerrado, en el armario, con sus propias reglas y sus pro- pios valores» a constituir guna opcién mis entre oteas muchas en un mundo de infinitas posibilidades» fue menos virulento, pero también menos critico. Sin embargo, los argumentos por los que sc excluye este tipo de sexualidad se repetiran, como veremos, entre las lesbianas. Podriamos hablar de tres tipos de argumentos: 1) cl SM cs una sexualidad anormal, aberrante y enferma por- que erotiza lo mas opuesto al placer, que es el dolor; 2) el SM es inmoral porque no es igualitario cn el juego y promueve el ejercicio de la violencia y el] maltrato fisico, pudiéndose entender como «el legado mas despreciable del mundo hetecosexuab; 3) el SM cs politicamente intolerable, ya que la predi- leccién de esta subcultura por los uniformes militares y el ejercicio de Ja tor- tura, puede valer como indice de una inaceptable continuidad entre las prac- ticas SM y politicas tan nefastas como el fascismo. Ante estas insistentes acusaciones, basadas en un clamoroso desconoci- miento de las practicas SM reales y que, por lo mismo, tenian més continui- 20. BADINTER, Ex La senided matontee Madnd, Alans, 1992, 194. 21 STEIN, D8/hts Copersican Revolanon fram 1 closed wor 1 the infinite universes, en THOMPSON, M: Laserfle. Radial 1 People fois end precise. Los Angeles, Alyson Publications, 2001, p. 147 22 RECHY, \ Th Seca Ontay New Yost, Grove Press, 1977, p 267 [222] dad con la construccion médica y psiquidtrica, el colectivo Aather reacciona enérgicamente. Frente a la idea de que el SM es una perversiGn, va a sefialar que nuestra cultura tiende a mirar las sexualidades minotitarias como anormales: lo que convertiria a los sadomasos en enfermos no seria mas que una manera dife- rente de entender el placer. En efecto, el elemento ms incomprendido del SM es la experiencia del dolor, que hay que entender mejor como estimula- cin intensa del cuerpo, pero ésta resulta sélo aparente, ya que el dolor se transforma en placer a través de la produccién cerebral de endorfinas (Geoff Mains). EI dolor, pues, no seria un fin en si mismo, sino medio para la descar- ga de endorfinas por parte del cerebro. Desde este punto de vista, las practi- cas SM no serian sino formas de placer extremo. Frente a la extendida idea de que el SM es ejercicio de violencia, los acti- vistas van a insistir en que se trata de un juego sexual consensuado entre adul- tos. El SM cs, fundamentalmente, un juego saft, sane and consensual: hasta tal punto se basa en el respeto mutuo y en la confianza, que sin estos ingredien- tes no habria posibilidad de sesién. Por ultimo, frente a Ja idea de que el SM es politicamente intolerable, se va a sefialar que no hay ningan fundamento razonable para suponer una conti- nuidad entre las pricticas SM y el abuso del poder fascista, ya que la reapro- piacién «fetichista» (y no camp) de los uniformes y la practica de la tortura con fines lidicos y placenteros nada tiene que ver con una defensa politica de los regimenes fascista 0 nazi. Aprehender tales practicas y elementos iconografi- cos como representaciones estaticas portadoras de un Unico significado, equi- vale a situarlos fuera de la historia. A pesar de todo, estos efectos desvirilizadores (que no apuntalan la hipersaturacién teatral de los cédigos masculinos, sino que mas bien mues- tran la vulnerabilidad de los mismos) son pasados por alto normalmente en la recepcién del SM gay. Los ejemplos mas patadigmaticas, pero al mismo dempo sangrantes, de esta asociacién inmediata entre SM y masculinidad patriarcal lo protagonizaron una serie de feministas antipornografia y anti- sexo que tacharon de antifeministas a las lesbianas sadomasoquistas. Un grupo de esas feministas se bautizaron a si mismas como afeministas radi- cales» y publicaron en 1982 una coleccién de ensayos en los que condena- ban las prdcticas SM en general, aunque sus ataques eran patticularmente virulentos en lo que tocaba al SM lesbiano™. En ambos casos, las feminis- tas, en lugar de detectar y apreciar la capacidad subversiva del SM en rela- cién al estereotipo convencional de feminidad (sensualidad, ternura, afecti- vidad), lo condenaban enérgicamente porque, desde su perspectiva, no podia entenderse sino como una manifestacion mas de la violencia patriat- cal, o de un sistema social machista que consagraba las desigualdades en las relaciones de poder y que desplazaba a la mujer 2 un estatus no querido ni deseado de segunda clase. 23, LINDEN, Ry PAGANO, D (eda): Ain sademarciim, San Francisco, Frog in the Well, 1982. Br interesante er, aderais, de CALIFIA, P: +A personal view of the hustory of the lesbian S/M community ia San Franciscos, ex el libeo del cokeure SAMOTS, Coming bower Los Angeles, Alyson Publicatens, 1981. (223) LA CONSTRUCCION FEMINISTA DEL SM Si, por un lado, el movimiento feminista de los afios 60 habia sido ya un entor- no hostil para las mujeres que practicaban SM, por oto, el feminismo hege- miénico de los 70 y 80 definié su posicién tedrica en franca oposicién ala por- nografia y al SM. En efecto, el activismo feminista de estos afios se propuso construir una identidad femenina que excluyese cualquier signo de masculini- dad, y el SM, debido a la escenificacion del poder que llevaba a cabo, fue con- siderado un desafio en toda tegla a uno de los frentes fundamentales de la lucha feminista, la igualdad de los sexos. Sin embargo, no slo sancionaba y afianzaba asi la ecuacidn patriarcal entre masculinidad y poder, sino que acep- taba tacitamente un sistema dualista de géneros y, ademas, los reificaba. ELSM. funcioné asi, en el discurso feminista, como una densa metafora politico- sexual de primera magnitud que implicé a feministas lesbianas y a lesbianas Ppro-SM en un encarnizado debate que se prolongé durante bastantes afios. ‘Asi, para el feminismo hegemonic, las practicas (supuestamente) violentas y degradantes del SM se alineaban con el patriatcado machista responsable de Ia historica represién de las mujeres. El SM valia, segan esta retorica, como metdfora de la desigualdad social de la mujer en un mundo dominado por hombres y no era mas que la reproduccién de un sistema social-politico de optesién. El aspecto mas cuestionable del SM era la celebracién de la dife- rencia y el poder, esto es, la dicotomia dominacién-sumision, dicotomia que apenas podia conciliarse con la lucha politica por la igualdad de Ja mujer. La logica identitaria se estaba revelando, pues, también en el seno de la teoria feminista: las identidades se constituyen por medio de una serie de exclusio- nes necesarias que crean y mantienen la ficcion de una identidad positiva. Sdlo que esta exclusién, en lo que se refiere al SM, se hizo a partir de una asuncion actitica de la sexualidad sadomasoquista construida politicamente por el dis- curso psiquiatrico, y popularizada por diversos estudios, articulos y documen- tales mediaticos. LA AMENAZA LAVANDA: «EL SM ES SEXO HIGH-TECH» El colectivo de feministas radicales antipornografia y antisexo, que durante los 70 y los 80 dominé el discurso feminista, fue contestado desde finales de los 60 por mujeres y lesbianas 5 pro-SM y pro-sexo, para las que el SM formaba parte también de la sexualidad femenina. Es més, se esforzaron en construir el SM como una forma de sexualidad radical Aigh-sech, también femenina, que subvierte, ao sélo la concepcién social de los génetos, sino también el modo normativo de entender Ja relacién sexual. Por ello, las lesbianas pro-SM se opusieron radicalmente a la ecuacién poder y masculinidad del ferninismo hegeménico en un doble sentido: 1) al concebir el SM como una forma posi- ble de sexualidad femenina, insistieron en que el poder no era privativo del varn y que la mujer también podia participar de é; 2) por consiguiente, si ¢l poder se consideraba un atributo del varén, las mujeres no debian estar exclui- das del campo de la masculinidad. Las lesbianas pro-sexo opusieron, en este sentido, a la utopia feminista de un mundo sin poder, una visién de Jas rela- [224] ciones intersubjetivas atravesadas por el poder, en Ja que éste funcionata como clemento dinamizador y catartico. Pero, gde qué poder estamos hablando? Para Califia, dla dinamica entre el tol del o la Dominante y la del sumiso o sumisa es bastante diferente a la dina- mica que hay entre hombres y mujeres, blancos y negros, o clase alta y clase trabajadora. Ese sistema es injusto precisamente porque asigna privilegios basado en la raza, el género o la clase social. En cambio, durante una sesidn SM, Jos roles se adquieren y usan de una forma muy diferente. Los participan- tes eligen esos roles particulares que mejor expresan sus necesidades sexuales, segrin e] modo como perciben a sus parejas de juego o segiin qué traje esté ya limpio y listo para ponerse. La recompensa mAs importante que hay en ser amo o sumiso es exchisivamente placer sexual. Califia apanta aqui al que sera uno de los principios que el colectivo SM teorizard en los aos siguien- tes, y segrin el cual, el SM es safe, sane and consensual: sano, seguro y consensual. Y, como sefiala una activista: «en ninguna parte en los anales del sadomaso- quismo consensual esta escrito que a una persona se le asigne un determina- do rol basindose tinicamente en sus genitales. Lo que si se hace, en cambio, es animat a la gente a explorar sus fantasias y sus deseos, y a buscar parejas cuyas fantasias y deseos sean complementarios con los propios, sin tener en cuenta el género o la orientacién. El sadomasoquismo sexual refuerza solo conceptos de libertad individuab*. Y es quizas porque «nuestro sistema poli- tico no puede digerir un concepto de poder desligado del privilegion”, por lo que el SM ha sido hist6ricamente estigmatizado y marginalizado. LOS PLACERES DEL CUERPO: EL CUERPO DESPEDAZADO Como ha quedado claro, lo que realmente distingue una sesi6n 5M es la rela- cién de poder. Ya lo dice Pat Califia: la dinamica basica del SM es la dicoto- mia del poder, no el dolor. Las esposas, los collares de perro, los latigos, el acto de arrodillarse, cl bondage, las pinzas para los pezones, la cera caliente, los enemas, la penetracin, y el servicio sexual son todos metaforas de la relacion de poder”. Ese dolor, que, como ya dije, tendria que ser entendido mejor como estmulacién intensa del cuerpo, no es nunca fin, sino medio para el pla- cet. Por ello, queda claro que reducir el SM a la accién de provocar y padecer dolor hace perder de vista el elemento dinamizador dentro del cual ese dolor infligido alcanza todo su sentido: la relacién de poder. Ahora bien, gc6mo podemos entender esa relacion de poder? ¢Es abuso, fascismo, ejercicio descontrolado de la autoridad? O expresado de otro modo: equé relacién guarda el diferencial de poder en una sesion SM con el ejercido del poder y el dominio en la sociedad? En definitiva, ces cl SM parte del sis- tema © mas bien parte de Ja subversiGn? Algunas feministas y algunos teori- 24, Ibid, p. 173 IOMSON, M, (comps Leather: Radial sx, pel, alter and patie, OR a, p38. TALIPTA, Ped secret side of lesbian sevualigp, en Pallz See San Francisco, Chis Pess, 200, p. 166. 2. CALIFIA, Bs xfemunismo y sadomasoqusmen. Ibidem.p. 173, [225] 33 THK cos gays lo acusan de ser una manifestacién mas de un sistema opresor, en la medida en que erotiza el ejercicio del poder que define a la dominacién poli- tica, y, en concreto, a su forma mis exectable, el fascismo. La fascinacién de esta comunidad por los uniformes no significaria otra cosa que la complici- dad del SM con una «cultura de la muerte» (SM = muette). Y, en definitiva, la idea que fundamenta todas estas criticas es que ei ejercicio del poder es malo y que el placer del sexo debe permanecer ajeno a la dindmica del mismo. Por contra, los activistas SM reivindican el poder como elemento dinamizador del placer y renuncian a Ja utopia gay y lesbiana de un mundo sin poder. «Se ima- ginan una wiltima utopia en la que ambos, el poder y el SM, hayan desapareci- do como malos suefios. Pero del mismo modo que no puedo imaginar un mundo sin luz, tampoco puedo imaginar un mundo sin poder. El poder no solamente oprime a la gente; también les da el poder y la capacidad de actuar en libertady*. Pero, antes de ver en qué consiste ¢l efecto placentero de esta relacién de poder, conviene analizarlo politicamente. Bien pudiera ser que, como indica Califia, «en un contexto $/M, los uniformes, los roles y cl didlogo se transfor- man en una parodia de la autoridad, un desafio a ella, el reconocimiento de su secreta naturaleza sexual»”. Sin embargo, para Bersani, revelar la secrcta natu- raleza sexual de toda forma de dominacién no implica que no exista continui- dad entre el ejercicio autoritario del poder y ¢l placer que se obticne a través de las practicas SM. Simplemente, seria una aceptacin no hipdcrita del poder tal y como éste esta ya estructutado. De otro modo: patece que con los atgu- mentos aportados por ciertos activistas pro-SM no queda refutada convincen- temente la acusacion de que el SM no sea mas que «una especie de rayos x del cuerpo del poder, una prueba de laboratorio del potencial erdtico en las estructuras sociales mds opresivas. El SM fortalcce las estructutas al sugetir que tienen un atractivo que és independiente de las ideologias politicas que lo explotan, con lo que sugiete ademés la inabordabilidad de las formas extre- mas de opresién y su probable reaparicién aun si se eliminaran las condicio- nes politicas que las alimentay. Pata Bersani, en definitiva, habria una conti- nuidad entre las estructuras politicas de opresion y la economia erdética del cuerpo. Y asi, por mucho que pueda alegar a su favor, «el S/M es profunda- mente conservador en el sentido de que la forma en que imaging el placer se define casi por completo en términos de la cultura dominante, a la que cree asestar “una bofetada estimulante”»”. Por de pronto, la comunidad $M y, con ella, Foucault, se ha mostrado siempre reacia a considerar el ritual sadomasoquista como una mera «repro- duccién» de la mecanica del poder en el seno de una telacién etética, Lo pri- mero que argumenta es que esa relacién de poder no se basa ni en el género ni en la orientacién sexual ni en la clase social. Nada ni nadie prescribe de antemano quién ocupard el rol de dominante o el rol de sumiso. Es una deci- sién de los participantes, o mejor un acuerdo entre ellos. Para Pat Califia, ésta SEAS Tete meen tenn gale pi mga 3 2 GSR titer spate cet eee 2 TSE Seo an a [226 | puede ser la razon de que el SM resulte tan amenazante para el orden esta- blecido, y explica por qué es tan duramente penalizado y perseguido. Y, ciet- tamente, uno de los aspectos en los que diverge el SM del poder politico es, ptecisamente, la indeterminacién de los roles asi como la versatilidad de los participantes. Foucault también negaba que la relacién del poder en un contexto SM fuera una copia de la relacion de poder politico, y destacaba la fluidez de los polos de esa relacién. En efecto, en el ejercicio politico del poder no hay movilidad.

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