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Revisk. ettens c& Jikratur 62 (Abrt 2003) JORGE LUIS BORGES: EL “OTRO FLANEUR”! Cristién Cisternas Ampuero Universidad de Chile 1, INTRODUCCION El objetivo de mi trabajo es abordar la obra de Jorge Luis Borges, especial- mente en su poesia més temprana y en algunos de sus ensayos, desde el concepto y Ia figura de lo que lamaré el “otro flaneur”. {En qué consiste este concepto y figura? Desde sus primeros poemarios y ensayos, el autor de Luna de enfrente configur6 progresivamente una imagen epistemolégica, 0 8i se quiere, matriz, de cardcter ficcional, que sirve de conexién entre las ‘teméticas fundamentales de la literatura borgeana, tal como la critica espe- cializada las ha identificado sin mayores problemas, y algunos grandes te- ‘mas de la sociedad latinoamericana: Nuestros origenes culturales, los valo- res premodemos amenazados por la modemnizacién, el estado estético de los referentes nacionales concretos, la funcién del escritor frente a su so- ciedad y a su lenguaje. La mayorfa de estas candentes cuestiones se con- (“Benarés”; en algo parecido se entretie- ne, en sus ratos de ocio metafisico, el Cran Can Kublai Khan, en compafifa de un muy crepuscular Marco Polo, segin Italo Calvino), aun cuando am- bas ciudades, real y fantaseada, no se unan ni vinculen en ningin momen- to, Borges insiste en reformular el vinculo sujeto-ciudad, recreando, en la caminala, la existencia de una calle y su naturaleza ambigua, entre rural y urbana. Al mismo tiempo, las calles -y por lo tanto, las ciudades- estén bajo el propiciamiento de la noche, que salva todas las manufacturas urba- nas que llenan las ciudades ("Caminata"); ya veremos, més adelante, que la ‘imagen de la ciudad noctuma -sofiada, fantaseada, descubierta por el “otro ‘laneur” en sus caminatas~ representa la posibilidad de anular en el tiempo la inexorable desaparicién de la ciudad-pueblo en la que el “flancur” premodemo se siente a gusto. El caminante (Borges) de los primeros poemas es capaz de remontar el ‘curso del tiempo en su desplazamiento, si se dan ciertas condiciones estéti- cas, metafisicas, casi mégicas; en “La noche de San Juan” leemos: “Hoy las calles recuerdan/que fueron campo un dfa”37, Durante las horas limite del atardecer y en la noche, la ciudad recupera su ser naturaleza primordial, incivilizada, frente a la imposici6n regularizadora de la modernizacién: “Segiin va anocheciendo/ vuelve a ser campo el pueblo” (“Campos atardecidos”)°*, Esto podria entenderse como la visién de una ciudad que, ese a los cambios, existe de manera auténtica gracias, solamente, a la ‘memoria del pasado (ejercitada en su modesta escala por el “otro flaneur”, © bien, como una ambigtiedad propia de la ciudad que esté a punto de % Obra Postica, 1923-1977, p. $5. » Obra Postica, 1923-1977, p. 59. % Obra Posiica, 1923-1977, p. 6. Jorge Luis Borges: el “otro Maneur” ” ccruzar el limite de su crecimiento. Ahora bien, este viaje al pasado pone al ‘caminante en contacto con su naturaleza esencial, con su soledad. El “otro flaneur” busca la soledad reflexiva tanto en espacios abiertos como cerra- dos, tanto en la pampa y el suburbio como en el barrio; el patio cimentado en su correspondencia cielo-tierra (dos coordenadas del cuadrante heideggeriano), esquinas de arrabal “Que lancean cuatro infinitas distan- cias” (“Cercanfas”)*, y, finalmente, la alcoba, patrimonio del domus, cons- tituyen una soledad ambiental que le permiten al sujeto el recogimiento ‘consigo mismo, disponible para s{y no para l otro, a diferencia del “flaneur” propiamente tal, quien necesita la constante exposicién de la calle-bulevar y el roce con la multitud. Este sujeto reflexivo comprende, a su vez, la verdad esencial de la ciudad premodema: su dependencia de la naturaleza, 2 la cual todavia no ha cercado ni transformado totalmente. Para el hablan- te lfrico, a pluralidad, signo de la ciudad moderna, se revierte como atribu- to 2 la naturaleza (0 a la belleza de la mujer): “La soledad poblada/se ha remansado alrededor del pucblo” (“Campos atardecidos”); “la clara mu- chedumbre de un poniente /ha exaltado la calle” (“Atardeceres”)"®, Frente ‘esta pluralidad, lo humano, en su pequefia escala, aparece como exigua metonimia, resto frente a la naturaleza: “la mano jironada de un mendigo/ agrava la tristeza de la tarde” (Tbid.). Habria que observar, ademés, que la poesfa temprana de Borges es una introspeccién en el terreno de los peligros inmediatos del sujeto en la dad: frente al extravio, opcién siempre vigente en la gran ciudad, esté el desvanecimiento en la ciudad premodema, especie de pérdida que se con- funde con el olvido. Esto es posible porque en la concepcién urbana del “otro “flaneur” pesa fuerte el t6pico clésico de la ciudad como vasto esce- nario. La diferencia cualitativa con el t6pico del gran teatro de! mundo es cen que esta ciudad, el drama que se representa es uno sin espectadores, 0 ‘mejor, uno con espectador exclusivo: el caminante que sorprende aquellas ;pausas o melismas en los que el devenir de la ciudad se suspende frente a ‘una conciencia que la confirma. 2 Obra Postica, 123-1977, p. 60. "© Obra Poética, 123-1977, p. 64 98 Revista Chmaxa ot LimxaTuna N* 62, 2008, 3. EL “OTRO FLANEUR” EN LOS ENSAYOS TEMPRANOS DE BORGES En varios ensayos tempranos de Borges hay elementos para construir una estética del viajero y recolector de impresiones urbanas, quien deja muy claro que su intento es de exaltacién metafisica y estética del objeto ciudad antes que meramente criollista y colorista ("La pampa y el suburbio son dioses”, “Buenos Aires"). Hay en estos ensayos“!, ademés, una voluntad de estilo tan fuerte, una preocupacién por el lenguaje -el idioma de los argentinos- tan grande, que el mismo Borges parece haberse asustado a posteriori. El caso de Evaristo Carriego (1930) es especialmente represen- {ativo. Reducir la propuesta estética de este ensayo a la determinacién de los contenidos de clase y su adscripcién a determinados programas estéti- os calificados de decadentes no nos conduce més lejos que si ponemos al autor en suspenso y lo leemos como si estuviésemos en el primer dfa de la creaci6n, Llaman la atencién en Evaristo Carriego, no tanto los filosofemas ce ideologfas del Borges aprendiz de hechicero, ni la calistenia argumentativa de que hace gala prédiga, emulando gestos conceptistas y frases zracianescas, sino los rasgos de estilo en cuanto solidarias figuras textuales riginadas y sustentadas por dichos rasgos. En primer lugar, si en Evaristo Carriego pudiésemos hablar de un estado de nimo o actitud lirica, este serfa elegiaco; serfa el de una pérdida inefable y concreta que lo tiffe todo y condiciona el punto de vista evaluativo del enunciante, de manera muy semejante al sentimiento de desvanecimiento del yo lirico de los poemas. Borges mismo condens6 esta epifanta de correspondencia, treinta afios mas tarde, con las siguientes palabras: “{Quién, al andar por el crepisculo 0 al trazar una fecha de su pasado, no sintié alguna vez que se habfa perdido una cosa infini- 1a?" Y en Evaristo Carriego: “Escribo estos recuperados hechos, y me solicita con arbitrariedad aparente el agradecido verso de “Home thoughts": Here and here did England help me, que Browning es- cribié...y que, repetido por mf, me sirve como simbolo de naches 4 Borges, J. La Inguisiciones,p. 91 “Borges, OC, Vol. I, p.800 (El Hacedor, ‘Paradiso, XXI, 108"), Jorge Luis Borges: 1 “our Maneur”™ cy sola, de caminatas extasiadasy etrnas por la infnitud de los ba- rrios” Observamos que lo perdido y lo recuperado son una misma cosa, 1a moti- vacién de un biografema, o las firmas de identidad dispersas por el orbe. Dispuesto como un pértico al principio del texto, el capitulo “Palermo de Buenos Aires”, de donde he extrafdo la cita anterior, justifica la correspon- dencia entre objetos tan dispares como suburbio, caminata, memoria y poe- sia, La intercionalidad del sujeto es un imperativo deslindante, no solo de estos érdenes diversos, sino también de los discursos que los nombran. Al plantear los orfgenes de Palermo como una inquisicién permanente, Borges cconfronta la historia acumulativa con su reciproco, el reservorio de simbo- los y arquetipos que le olorgan sentido, solo para inclinarse por la suges- tién estética de este ihimo. De allf la metéfora del cuento, que condensa ‘metonimicamente toda la irrealidad de Palermo de mucho mejor manera ue todos los vagos y fragmentados antecedentes de archivo: “Esa impresién de irrealidad y serenidad es mejor recordada por ‘mt en una historia 0 stmbolo, que parece haber estado siempre con- ‘igo. Es un instante desgarrado de un cuento que of en un almacén y que era a la vez trivial y enredado” *, El enrevesado y, al mismo tiempo, elemental relato oral de venganza y guitarras ejemplariza la correspondencia entre historia personal y simbolo, asombrado y descubierto en su conexién con nuestra vida, mucho mejor que la inmoivada y descartable historia féctica de procesos y devenires. Para contextualizar el suburbio, Palermo y Maldonado, solo basta el relato de una iluminacién de correspondencia que sorprende al “flancur” remodemo, no en la exposicién de los bulevares, sino en el recogimiento de un retomo, de un consuelo que sc espacializa de improviso y para siem- re: “Porque Buenos Aires es hondo y nunca, en ta desilusion oel penar ‘me abandoné a sus calles, sin recibir inesperado consuelo” ®. Borges Evarsto Carrego, pp. 26-7. + Borges, Evarsto Carrego,p. 22 “ Borges, Evarsto Carrego,p. 28. 100 Revista Cima ot Lruxaruea N* 62, 2003, ‘Tenemos aquf un vinculo entre el sujeto y la ciudad que todavia no se ha roto, una relacién biunivoca que despierta resonancias de la teorfa de la edificacién a través de las caminatas que Dickens sostiene, entre bromas y veras, en alguno de sus Sketches. Vinculo que hard crisis en la metrépolis y que serd recordado con nostalgia, como una legalidad maravillosa, en la narrativa de las megal6polis. Enmarcada por el deslinde de la correspondencia entre espacio y sujeto, 1a biograffa de Evaristo Carriego aparece motivada por una imposibilidad ¥y una potencia: ser una biografia “infinita e incalculable”, como cualquier ‘otra, y ser la biografia de un individuo expuesto a la perspectiva de un tercero, espectador. En este punto, Borges siente, como un punto de hones- tidad, la necesidad de justficar esta refraccién Carriego-Borges, arbitraria ‘en sf misma e inmotivada: “Que un individuo quiera despertar en otro individuo recuerdos ‘que no pertenecieron més que a un tercero, es una paradoja eviden- te. Ejecutar con despreocupacién esa paradoja, es la inocente vo- luntad de toda biografta"**, Sin decitlo directamente, Borges enuncia, con frases que prefiguran pégi- nas y ejercicios de EI Hacedor, la figura del vinculo como mediacién entre sujetos 0 ménadas incomunicables, siempre limtrofes pero intocadas entre sf -metéfora de la condicién humana y metafisica, De otra manera no se entiende cémo el enunciante de Evaristo Carriego propone y discute 1a biograffa como género trascendente, solo para desecharla a favor de la me~ ‘moria personal, incomunicable, carente, en sf misma de interés. Esta aporia estética constituye el argumento de fondo de otros lugares tipicos de Borges: un poeta que suefa a otro poeta, y ambos justifican a un tercero (“El suefio de Coleridge”); un escritor menor que alcanza la inmortalidad traduciendo y recreando a un autor ex6tico (Fitzgerald sobre Kheyyam); un sujeto que Tealiza un acto que repercute en otro, solo porque un tercero respalda al ‘sea para restarle consistencia o sumarle irealidad (“Las ruinas ‘El milagro secreto”, “Ajedre2”), etc. El vinculo Carriego- Borges es, en tiltima instancia, tan irreal como el vinculo entre Borges y el ‘suburbio, pero la escritura es el lugar, el tinico topos posible en que esta “ Borges, Evarsio Carriego, p. 31. Jorge Luis Borges: el “oto Mancur” 101 confluencia tiene posibilidades de prosperar y aun de justificarse. Para que la homologia sea perfecta, Borges ha optado por reducir a Carriego a unas cuantas memorias y a unos pocos rasgos de estilo, unos felices, otros ‘més desafortunados. Sobre estos rasgos se sobreponen otros, los del Borges lector; la serie de lugares que identificamos, en principio, con la escritura de Carriego, entra en roce combustible con la serie de lugares que identifi- ca, segiin confesién propia, al mismo Borges. Asf, una firma temética de estilo -costureras, organitos, esquinas, ciegos, lunas— se intersecta con otra patios, zaguanes, atardeceres, clamores lejanos de guitarras, milongas-, y ambas fundan, por confluencia, una figura distinta, la de un triéngulo en paralaje que delimita el suburbio escritural y la ciudad sofiada. El tercer vértice de esta figura es el atrapado y desprevenido lector. Unas paginas de 1936 ("Historia de la ctemnidad”), evidencian que Borges estaba enterado del fenémeno de la entropfa, esto es, de la determinacién de la segunda ley de la termodinémica, y que ya habia sacado de ella graves, consecuencias filoséficas. Esta degradacién de los érdenes intencionales y precarios del hombre, frente a la tendencia a un desorden estabilizador de a naturaleza, informa y metaforiza numerosos pasajes de la obra de nues- tro autor. La cadena de ménadas que se transmiten, por débiles sinapsis, un destino recurrente o una identidad que se degrada en otras varias ~cuya perfecta figura seria Shakespeare-, se actualiza poSticamente como reso- nancia, influencia, lejana repercusi6n. Que esta resonancia tienda a la for- ‘ma teraria es solo un intento desesperado por atribuir una puntuacién de orden allf donde no la hay -Kheyyam resonando en Fitzgerald y éste en Borges, {Cudntos, antes y después el uno del otro? Quizés si la forma més concreta de la degradacién sea la persistencia, a pesar de todo, de fragmen- tos de firma, mutilaciones de estilo, que dificultan atin més el rastreo de ‘identidades y esencias. Asf, Evaristo Carriego abuelo deviene en un resto de libro olvidado en “los turbios purgatorios de libros viejos de la calle Lavalle"*7, asf como el Borges padre resuena débilmente en la escritura del Borges hijo; la frontera del suburbio y sus actores devienen ~se desgas- tan- en “viscosas rimas”; el mismo Cartiego y su obra, que es mayorita- riamente “invisible” (desdefiable) deviene en uno o dos poemas que habrén de conmover ~pero no es seguro- a “muchas generaciones argentinas”*, © Borges, Evarisio Carrego, p. 30. * Borges, Evarisio Carrego, p. 90. 102 Ruvisra Chava pe Lenton N® 62, 2003 Lo mismo puede decirse de Carlos Argentino Danieri en la imaginacién de Borges. La figura de la degradacién, una serie abierta en la que pueden agregarse infinitos elementos, se identifica con una epifanfa de identidad, descubrir que yo no soy solo eso, sino un otro que deviene vertiginosamen- te en otros, solipsistamente percibidos (Lovecraft), equivale a saberse per- sonaje, maximo momento de extrafiamiento y diferenciaci6n. Se interroga Borges: * ,Cémo se produjeron tos hechos, cémo pudo ese pobre muchacho Carriego legar a ser el que ahora seré para siempre?” Y se Tes- onde: “propendemos a olvidar que Carriego es (como el guapo, ta costurerta,el gringo) un personaje de Carrego, ast como el subur- bio en que lo pensamos es una proyeccin y casi una ilusién de su obra". Con todo, la existencia misma dentro de la serie de la degradacién es el hecho que da valor a nuestra posicién dentro del sistema es el contexto de ‘sia serie en donde surgen epifantas de correspondencia y de vinculo, dis- pares en la superficie, pero secretamente motivadas: “Un rasguido de laboriosa guitarra, la despareja hilera de casas ‘hajas vistas por la ventana, Juan Muraha tocdndose el chambergo ‘para contestar a un saludo .. la luna en el cuadrado del patio, un hombre viejo con un gallo de rif, algo, cualquier cosa. Algo que no podremos recuperar, algo cuyo sentido sabemos, pero no cuya ‘forma, algo cotidiano y trivial y no percibido hasta entonces, que revel6 a Carriego que el universo (...) también estaba ahi, en el mero presente, en Palermo, en 1904" La irrupcién de la eternidad en el Palermo de 1904 se corresponde con la impaciente bésqueda de momentos intemporales, ejecutada por el “otro flancur” en el engafioso elemento de la cotidianeidad. El catélogo temético de Carriego se corresponde con el de Borges, en cuanto a que el hallazgo poético (0 intuicién) no salva la arbitrariedad del sentido, solo la con- firma; de ahf la obsesién de Borges por los catélogos gratuitos, los Borges, Evaristo Carriego, p. 125-6, La nota comesponde a un prélogo escrito por Borges en 1950. % Borges, Evarsto Carriego, p. 126. ae] Jorge Luis Borges: el “otro Naneur” 103, atentados contra el desorden (el idioma analitico de John Wilkins) y, en general, todas las figuras abiertas que confluyen y se corresponden con desdichados individuos, ménadas sobrepasadas por el contexto, vertigino- samente resonantes. Frente a condicién tan desmesurada, el consuelo, e1 sello de seguridad activado por el Yo, es la creencia casi fandtica en el retomo, la esperanza de contemplar cara a cara, algiin dfa, “los arquetipos y esplendores” (“Everness”), la posibilidad de recuperar un bien perdido, luna memoria ajena o colectiva, con la violencia y fugacidad de alguien partido por el rayo. La rigurosa selecciGn y revision de los versos de Evaristo Cartiego, por parte de Borges, es suficiente metéfora de esta dificultosa recuperacién, casi arqueolégica, no menos irreal y fantasmagérica que el sujeto seleccionador, nombrado Borges, pero que también podria haber sido otro, como Ulises fue Nadie. 4, CONCLUSIONES Hacer del estilo, esto es, de la escritura, una coleccién de metéforas, sintagmas, epftetos, de series y metonimias ~intento que, en poesta, Borges alcanz6 con su clausurante “Arte poética”, parece ser la temprana ilumina- cci6n que marcé al autor ~sus examenes del estilo de Quevedo, de Torres Villarroel, de Gracian, entre otros monstruos- y que lo condend a espectacularizarse como personaje-escritor de sus propias figuraciones. Considerar, pues, al creador de El Aleph como la cifra per se del artificio y de la ficcin es lugar comtin y justificado de la critica, pero al que yo me adhiero por distintas razones. Si lo que lamamos estilo vale por su ser ‘imagen abierta a la prediccién del lector, mas que por ser reflejo de estruc- tras “infra” o “super” intencionales, entonces intentar esbozar la graméti- ca o arte combinatoria de esc estilo es la empresa més proporcionada al ‘mismo, o la menos descaminada desde e! punto de vista de la exégesis (ya ue no compartimos Ia tesis de Benedetto Croce sobre la inmediata recrea- Cin intuitiva de la intenci6n original del autor por parte del receptor). La “co-creacién” del lector viene siendo una empresa de recoleccién, como el seguimiento de las pistas que conducen a Linnrot a la trampa estética y ‘miortifera de Scharlach “El Dandy”. Tal vez.en literatura, més que en nin- ‘guna otra arte imitativa, se verifica la aporfa de las resonancias azarosas, de las bésquedas intransmisibles, de una pérdida o ganancia que no podria- ‘mos referir, salvo con las palabras geniales de otro. Que este fenémeno sea posible, -que saltemos, por un segundo, las barreras y lagunas intersticiales 104 Ravista Chana nt Leixaruna NY 62, 2003 ‘que separan, inexorablemente, cada uno y todos los eslabones de la gran cadena del ser-, es indicio de que existe una gramética secreta del relato y del verso, del género y la recepcién. Borges solo es ~pero también es més ‘que eso- un lugar privilegiado para dar la batalla contra la degradacion de tas lecturas, y también para volver a motivar nuestros vinculos y corres- pondencias con la experiencia del Yo y el Otro, que, deviene, al fin, esté- tica. RESUMEN / ABSTRACT Ente ensayo se propone estudiar el concepto de “el otro flancur” (el viajero exttico de la ciuded premodema) en la poesia temprana y algunos ensayos (especialmente, Evarisio CCarriego) de eseritor argentino Jorge Luis Borges. La idea principal es que el concepto de “el oto faneut” permite comprender Ia esética del joven Borges en relaién con la imagen podtica de Ia ciudad, la losofia del Yo frente al Oto y la relacién del sujeto con su contexto Tieraro, ‘This essay attempts to discuss the concept of "ihe other ancur” (the aesthetic traveller of the pre-made city) in the early poetry and some essays (particularly, Evarsto Caricgo) of Jorge Luis Borges. The main idea is that the concept of “the other lancut” allows us 10 “comprohand the aesthetics of young Rorger in relation to the poetic image af the city. the hilasophy of the I (mysel) in front ofthe Other (one) and the relationship ofthe subject with its literary context. Il. NOTAS APROXIMACIONES A LA CARTA DE PERO VAZ DE CAMINHA' AL REY D. MANUEL SOBRE EL DESCUBRIMIENTO?DE BRASIL Sarissa Carneiro Universidad de Chile La carta de Caminha ha sido definida como acta 0 certificado de nacimiento de Bra- sil?.Escritaen mayo de 1500, no fue publicada sino hasta 1817, en Corografa Brasilia, dde Aires de Casal. Hasta esa fecha, y en concordancia con la praxis portuguesa del "Un vrsdnabreviada dela carta, waducida al catlan, se puede encontrar en Ano- logta general de a leratra braiena. Compilaci y waduccin de Bella Jozef. México: Fondo de Cultura Econdmica, 1995. Para su lecture en el orginal, recomendamos las ei clones de Casto, Silvio, carta de Pero Vaz de Caminha, Porto Aigre: LPM, 2000; la ys clsica de Conesto, Jems, Carta de Pero Vae de Caminka, Sto Paso: Martin Clare, 2002. 7 61 empleo de este témino podria resultarconflictivo por varios motives, pero dos resulan fundamentals en primer lugar en porugués, Canina se refiere a“echamenio" y 108 “descobrimento™. La diferencia moderna ene los ds verbos (se descubre aquclo que ‘era desconocido miniras que se halla lo que se busca) dio ugar a una extensa discusion acerca de la intencionaidad de descubrimiento de Brasil Eta hipstsis se opon a arc ter casual del descubrimienlo nunca antes cucstionado en més de trescienos fos de histo Fi, Cortes disip toda dud con sus invesigaconesfilolgicas que demuesiran el crke- ter sinonimico de ambos téminos en el siglo XVI. Ast, Caminha anunca @ D. Manus el descubrimiento de una iera nueva, de la cual no tenia ntciay que corespodta al reino pomugués En segundo lugar, sabemos que los portgueses no son ls primero europeos en Suelo brasile...sire os precursores de es “escubrimienio” extn personajes como Vicente Yanez Pinaén(c. 1461-1514), navegane y descubridor espaol, que esiuvo en te- rma brasileBaen enero de 1500, wes meses antes quel lia de Cabra 3 Bata “felis expresion de Capisrano de Abreu", en palabras de H. B. Johnson, es ocu- ‘pada por ots auteresconiempordneos, como Darcy Ribeiro, Bella Jozef, Lacian Stegagno Picchioy Alfredo Bos 62 2003 IVAN CARRASCO ANA MARIA CUNEO CRISTIAN MONTES FATIMANOGUEIRA CRISTIAN CISTERNAS SARISSA CARNEIRO MARIA EUGENIA GONGORA Colaboraciones de MARIA ISABEL FLISFISCH {TALO FUENTES MARIA JOSE ORTUZAR FRANK WILLAERT ADRIANA VALDES HUGO MONTES CRISTIAN GOMEZ

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