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EN LA ADORACIÓN,

SERVIMOS A JESÚS SACRAMENTADO


DEBERES PARA CON LA SAGRADA EUCARISTÍA. SERVIR (10)
San Pedro Julián Eymard, Apóstol de la Eucaristía

HORA SANTA
Iglesia del Salvador de Toledo (ESPAÑA)
Forma Extraordinaria del Rito Romano

 Se expone el Santísimo Sacramento como habitualmente.


 Se canta 3 de veces la oración del ángel de Fátima.
Mi Dios, yo creo, adoro, espero y os amo.
Os pido perdón por los que no creen, no adoran,
No esperan y no os aman.

Lectura del Santo Evangelio según san Juan 12, 20-26

En aquel tiempo, había algunos griegos de los que subían a adorar en la


fiesta. Estos se dirigieron a Felipe, el de Betsaida de Galilea, y le rogaron:
-«Señor, queremos ver a Jesús.»
Felipe fue a decírselo a Andrés; Andrés y Felipe fueron a decírselo a Jesús.
Jesús les respondió:
-«Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo de hombre. En verdad,
en verdad os digo: si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo;
pero si muere, da mucho fruto.
El que ama su vida, la pierde; y el que odia su vida en este mundo, la
guardará para una vida eterna.
Si alguno me sirve, que me siga, y donde yo esté, allí estará también mi
servidor. Si alguno me sirve, el Padre le honrará."

***
CAPÍTULO SEGUNDO
Del servicio y culto eucarísticos

§ II
DEL SERVICIO DE LA ADORACIÓN

La adoración es la primera forma del servicio de Jesucristo.

Tratemos de comprender primero:

I. Su grandeza y su excelencia

1.º La adoración es el acto supremo de la virtud de religión, superior a todos


los demás actos de piedad y de virtud.
La adoración de Jesucristo en el santísimo Sacramento es el fin de la Iglesia
militante, como la adoración de Dios en la gloria es el fin de la Iglesia triunfante.
Por eso debe haber santa porfía, religioso concierto, armonía de servicio entre el
adorador y la Iglesia su madre, entre la corte celestial y la corte eucarística de acá
en la tierra.

2.º La adoración eucarística es el mayor triunfo de la fe, porque es la sumisión


entera de la razón del hombre a Dios. El ejercicio de la adoración comprende
todas las verdades de la fe a un mismo tiempo y todos los misterios de la vida de
Jesucristo, porque toda verdad y toda virtud de Jesucristo prepara, instituye o
perpetúa el reinado de la divina Eucaristía. El santísimo Sacramento es la última
gracia y la última perfección de la verdad, es Jesús en su última forma de amor,
de donde no saldrá sino para juzgar a los hombres y manifestar su gloria.

3.º La adoración es acto excelentísimo de la santidad en la tierra. Es oración


con arreglo a los cuatro fines del sacrificio y con ejercicio de todas las virtudes
que la componen; es ofrenda perfecta del hombre, de su cuerpo y alma, de su
libertad y de su corazón, de sus obras y de sus pensamientos al servicio
eucarístico de Jesucristo; es holocausto de todo el hombre.

La adoración se compone de todas las virtudes.


Se compone de la humildad con que se adora a Dios como anonadado,
queriendo también el alma humillarse y anonadarse para honrarle y bajar hasta
donde se encuentra en su estado de anonadamiento.
De la gratitud con que se adora al soberano bienhechor, y tomando la voz y el
amor de todas las criaturas, el hacimiento de gracias de la santa Iglesia, de la
corte celestial y de María santísima, se ofrece a Jesucristo sacramentado un
homenaje universal de amor y de agradecimiento.
Aún más lejos va la gratitud. Como quisiera que el acto de agradecimiento
fuese infinito como el don recibido, toma la divina Eucaristía y la ofrece a Dios
Padre, principio de todo don perfecto, como el obsequio más excelente que pueda
recibir, ya que es Jesucristo mismo.
La penitencia, a su vez, adora a la divina víctima siempre inmolada para la
redención de los hombres, la cual desde las cuatro partes del mundo y de
dondequiera que haya un altar pide gracia y misericordia para los pecadores.
Pero como Jesús, hostia adorable, no puede ya sufrir ni morir, necesita de otra
víctima que le complete, que sufra en su lugar y con este fin se une al alma
penitente. Jesús será siempre el precio infinito y el alma penitente completará con
su sufrimiento efectivo el nuevo calvario. El alma reparadora llora la ingratitud y
los crímenes de los hombres para con Dios desconocido, menospreciado,
ultrajado por la mayor parte de los hombres y aun de los amigos más íntimos y
más favorecidos de su Corazón. Llora sus propios pecados que deben haber
ofendido tanto a su Salvador, tan lleno de bondad y de amor.
Ni se contenta con desagraviar; quiere propiciación completa, triunfo absoluto
de la misericordia sobre la justicia, la salvación de los pecadores, la conversión
de los perseguidores y de los verdugos de Jesús. Quisiera ver de esta manera
renovado el arrepentimiento y el perdón del calvario.
La caridad adora a Dios amoroso sobre su trono de gracia y le suplica derrame
con abundancia los beneficios y dones de su infinita bondad. El adorador se
vuelve mediador por todas las necesidades de sus hermanos. Expone con la
elocuencia de la confianza todas las miserias de los hijos de la cruz de Jesús,
presentándolas ante los ojos de su inagotable misericordia. Abre las llagas del
Salvador para que de ellas salgan sobre cada uno de ellos tesoros de gracia. De
esta manera da al Corazón de Jesús ocasión de ejercitar su vida de bondad y de
misericordia.
Postrada al pie del trono eucarístico el alma caritativa, pide con piedad filial
por su madre la santa Iglesia, para que Dios la sostenga en los combates, la
proteja contra sus enemigos, la bendiga en sus obras y la santifique en todos sus
hijos.
El celo por la gloria de Dios le hace orar sobre todo por el sacerdocio, por cuyo
medio se da Jesucristo a los hombres; por los sacerdotes que deben ser luz del
mundo, sal de la tierra y otros Jesucristos.
El alma adoradora gusta de orar por los institutos religiosos, por esta familia
amada de la Iglesia, del todo consagrada a la vida de oración y de penitencia, y
por lo mismo tan poderosa para el triunfo del bien. Porque un alma de oración
vale más que un alma abrasada de celo; un alma interior da más gloria a Dios que
la que trabaja exteriormente; un alma perfecta basta para lograr la conversión y la
santificación de todo un pueblo.
Ruega por los príncipes de este mundo para que cumplan fielmente sus deberes
para con Jesucristo y su santa Iglesia y hagan reinar ante todas cosas a aquel por
quien reinan y mandan los reyes; para que sean soldados de su gloria y
defensores de la Iglesia, madre divina de todas las patrias, celestial nodriza de
todos los hijos de Dios.
Ruega por todos los patronos de este mundo para que se sirvan de su autoridad
sobre su familia y dependientes, únicamente para hacer observar la ley de Dios y
de la Iglesia, el amor de Dios y del prójimo.
La caridad del adorador no se limita a este mundo, sino que visita a las almas
que sufren en el purgatorio, llevándoles el socorro de sus sufragios, de sus
indulgencias y del santo sacrificio; va a aquellas almas para derramar gotas de
sangre divina sobre sus dolores, sobre la expiación de sus pecados, para
consolarlas y abrirles más pronto las puertas de la Patria bienaventurada.
Por manera que el adorador desempeña a los pies del santísimo Sacramento
una función universal y perpetua de oración, continúa la obra divina de
propiciación, ofrece a Dios vivas e incesantes acciones de gracias, le adora con
todo su ser, con todos los seres, con todas las gracias, rindiéndole así el homenaje
más perfecto que de una criatura pueda recibir.

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