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Capitulo 1 CIUDADES Y ESTADOS EN LA HISTORIA UNIVERSAL Los Estados en fa historia Hace aproxiniadamente 3.800 aiios, el regente de una pequeiia ciudad-estado mesopotémica conquisté las restantes ciudades-estado de toda la regién y las convirti6 en sabditas de Marduk, el dios de su propia ciudad, Hammurabi, soberano de Babilonia, se convirti6 ‘en supremo rey de Mesopotamia. Mediante la conquista, logré el derecho y la obligacién de establecer leyes para todos los habitantes. En la introduccién de su famoso cédigo, Hammurabi decia haber sido instruido por los grandes dioses Anu y Enlil: y ocurrié que Anu y Enlil me instaron a procurar bienestar a mi pueblo, 2 mi, Hammurabi, el principe obediente, temeroso de dios, y a hacer que la rectitud apareciera en esta tierra para destruir al malo y al improbo, para que el fuerte no dafe al débil Y para que yo ascienda como el sol sobre las gentes de cabezas negras, iluminando esta tierra (Frankfurt, 1946:193) Investido por un mandato divino, Hammurabi podia confiada- mente calficar a sus contrarios de «malos» ¢ «improbose. Cuando 19 —E——————— 2 Coercié, capital y los Estados europeos, 990:1990 vilipendiaba a sus victimas, rivales insistia en que la just uilaba aliados y arrasaba ciudades ia divina estaba tras de si, Hammurabi estaba levantando el poder de su ciudad y fundando un Estado; sus dioses y su particular visién de la justicia iban, asi, a prevalecer, Los Estados han sido las organizaciones mayores y mis podero- sas del mundo durante mas de cinco mil afios. Definamos los Eats, dos como organizaciones con poder coercitivo, que son diferentes a los grupos de familia 0 parentesco y que en ciertas cuestiones ejercen una clara prioridad sobre cualquier otra organizacién dentro de un territorio de dimensiones considerables. El término incluye, pues, las ciudades-Estado, los imperios, las teocracias y muchas ott de gobierno, pero excluye la tribu, las castas, iglesias como tales. Bien es verdad que es ésta una definicién polé- mica; mientras que muchos estudiosos de la politica emplean el tér- ino en este sentido organizativo, otros lo aplican a toda estructura de poder existente en una poblacién amplia y contigua y otros lo restringen a organizaciones soberanas relativamente poderosas, cen- alizadas.y diferenciadas —aproximadamente lo que yo denominaré y-nacional=& Ademés, a la larga haré concesiones en mi definicidn, al incluir entidades como los actuales Ménaco y San Ma- Fino —pese a su carencia de territorios «considerables»— debido a que otros Estados nada ambiguos les tratan como tales Por el momento, quedémonos con la definicién organizativa. Se- giin este criterio, los restos arqueolégicos son los primeros en indi- car la existencia de Estados a partir del 6000 a. de C., y los testi- monios escritos 0 pictéricos atestiguan su presencia dos milenios después. A lo largo de la mayor parte de los iltimos ocho milenios, los Estados han ocupado tan s6lo una parte minoritaria del espacio habitado de la tierra. Pero con’el paso de los milenios, su predomi- rio se ha extendi Las ciudades surgieron en la misma era. En algiin punto entre el 8000 y el 7600 a. de C,, el asentamiento posteriormente llamado Jericé contenia un templo y algunas casas de piedra; en los sigui 1.000 afios, se levant6 una maciza muralla y edificaciones diferen- ciadas. Por entonces, seria razonable decir que Jericé era una ciudad, ¥ otros asentamientos de Oriente Medio estaban empezando a mos- trar también indicios de urbanizacién. En Anatolia, entre los restos de Catal Hiiyiik figuran casas lujosas, santuarios y obras de arte que datan de fechas anteriores al 6000 a. de C, Auténticas ciudades y Estados reconocibles surgieron, pues, aproximadamente en un mis- 8 formas, las empresas y universal a mo momento de la historia universal, un momento de gran expan- sidn de la capacidad creadora y destructora del hombre Fn oh durante algunos lenios, los Estados en cuestion eran esencialme ciudades-Estado, compuestas en muchos casos por una capital regida por sacerdotes y rodeada de un hinterland tributario. Hacia el 2500 a. de C., sin embargo, algunas ciudades mesopotimicas, entre ellas Ur y Lagash, empezaron a levantar imperios regidos por guer ¥ mantenidos mediante la fuerza y los tributos; la unificacion llevada a cabo por Hammurabi en Mesopotamia meridional se produjo siete siglos después de la formacién de los primeros imperios en esta region. Desde aquel momento en adelante, la coexistencia de Estados sustanciales y ciudades numerosas ha caracterizado a las grandes ci- vilizaciones, desde Mesopotamia y Egipto hasta China y Europa. A lo largo de los ocho o diez milenios transcurridos desde la primera aparicién de este binomio, las ciudades y los Estados han ‘oscilado entre el amor y el odio. Muchas veces, los conquistadores, armados han arrasado ciudades y aniquilado a sus habitantes, para levantar a continuaci6n nuevas capitales sobre sus ruinas. Las gentes de las ciudades han apuntalado su independencia y han denostado contra la injerencia regia en los asuntos urbanos, solo para después la proteccién de su rey frente a bandidos, piratas o grupos ivales de mercaderes. A la larga, y manteniendo las distancias, las ciudades y los Estados han resultado ser mutuamente indispensables. A lo largo de la mayor parte de la historia, los Estados nacionales —Estados que gobiernan regiones miiltiples y contiguas asi como sus ciudades por medio de estructuras diferenciadas y auténomas— han aparecido sélo raramente. La mayoria de los Estados han sido ‘no nacionales: imperios, ciudades-Estado 0 alguna otra forma. El término Estado nacional, lamentablemente, no por fuerza significa nacién-estado, un Estado cuyos pobladores comparten una fuerte identidad linghistica, religiosa y simbélica, Pese a que algunos Esta- dos como Suecia ¢ Irlanda se aproximan actualmente a este ideal, son contados los Estados nacionales europeos que han podido me- recer el calificativo de ni Alemania y Francia —quintaesencia de los Estados nacionales— no han pasado nunca la prueba. Con unas nacionalidades Estonia, Armenia y otros puntos, la Union Soviética sufre samente diferencia dia tras dia. China, con casi tres mil ahos de ‘experiencia en sucesivos Estados nacionales (pero, dada la multipli- cidad de sus lenguas y nacionalidades, ii un slo aio de nacidn-Es- 2 Coercién, capital y los Estados europeos, 999-1990 S sus colonias ’ quedado el mundo nominalmente indepen- fen grado variable, su mutua existencia y su mutuo derecho a existir, Mientras se operaba esta particién siltima del mundo en Estados sustanciales, se han puesto en movimiento dos importantes comere, formentes. En primer lugar, los portavoces de poblaciones que no forman Estados diferenciados han formulado sus aspiraciones cone, tituirse en Estados independientes. No solo los habitantes de ante riores colonias, sino también ciertas minorias dentro de Estados on. cidentales anciguos y bien afirmados, han exigido sus propios Esta. dos con sorprendente frecuencia. En el momento en que escribe, Brupes de armenios, vascos, eritreos, canacos, kurdos, palestines, sikhs, tamiles, tibetanos, saharauis occidentales y muchos otros pu. blos sin Estado estin demandando el derecho a un Estado pr ble, lituanos, estonianos, azerbajanis, uerani muchas otras «nacionalidades» estén pugnando por lograr grados diversos de diferenciaci6n; y, en algunos casos, incluso la indepen lencia. En el pasado reciente, los bretones, flamencos, canadienses fran- ‘eses, montenegrinos, escoceses y galeses han realizado también in tentos para constiturse en poderes aparte, ya sea dentro ya sea fuera. de los Estados que actualmente los controlan. Las minorias que exi- gen un Estado propio han sido, ademés, repetidamente escuchadas, ¥ con simpatia, por terceras partes, si bien no por los Estados que a la saz6n gobiernan los territorios que exigen. $i todos los pueblos ‘cuyo derecho a un Estado diferenciado ha sido recientemente de- fendido por un tercero adquirieran en efecto dichos territorios, el mundo se fragmentaria, pasando de los ciento sesenta y tantos Es- tados reconocidos a miles de entidades a modo de Estados, la ma- Yoria diminutas y econémicamente inviables. La segunda contracorriente fluye también con fuerza: han surgi- do poderosos rivales de los Estados —bloques de Estados como la OTAN, la Comunidad Econémica Europea o el Pacto de Varsovia, redes internacionales de comerciantes en articulos caros € ilegales, 4 Europes van a climinar las barreras econémicas hasta un grado que va mitar de modo considerable su capacidad para seguir politicas inde- pendientes con respecto al dinero, los precios y el trabajo. Estos indicios muestran que los Estados, como hoy los conocemos, no van a durar toda la vida, y es posible que pronto pierdan su increible hegemonia. En una de sus sarcisticas «leyes» de conducta organizativa, C. Northeote Parkinson i ts inaiicones en to planificado» (Parkinson, 1957:60). Entre los casos pertinentes fi- guran la basilica de San Pedro y el Palacio del Vaticano (construidos durante los siglos XVI y XVII, después que los Papas hubieran per- ido su poder temporal), el pacificador Palacio de la Sociedad de Naciones (terminado en 1937, a tiempo para los preliminares de la Segunda Guerra Mundial), y el plan para la Nueva Delhi colonial, donde «cada fase de la retirada [britanica] tuvo un paralelo exacto en la terminacién de un triunfo mas de diseio civico (Parkinson, Quizé pudiéramos aplicar aqui un principio similar. Cabe idad de que los Estados sigan la antigua costumbre por la ‘cual las instituciones entran en estado de ruina en el momento en ‘que estén acabadas. Entre tanto, no obstante, los Estados siguen siendo tan predominantes que la persona que sofara con un mundo sin ellos nos pareceria un visionario incauto. Los Estados forman sistemas en la medida en que hay interaccién entre ellos y en tanto en cuanto dicha interacci6n incide de modo significative en el destino de las partes. Dado que los Estados surgen siempre de la competencia por el control de territorios y pablacio- nes, aparecen invariablemente en grupos y suelen formar sistemas. El sistema de Estados actualmente prevaleciente en casi la totalidad de la tierra se configur6 en Europa posteriormente al 990 d. de C.» extendiendo después su dominio hasta lugares remotos, mas allé de este continente, cinco siglos més tarde. Con el tiempo, leg absorber, eclipsar o eliminar a todos sus rivales, incluidos los siste- mas de Estado centrados en torno a China, India, Persia y Turquia. En el milenio, sin embargo, Europa como tal no poseia una existen- cia coherente: estaba formada por los territorios al norte del Medi- terrineo que un dia habia ocupado el Imperio romano, ademés de y los Esados europeos, 990-1990 una extensa frontera nororiental nunca conquistada por Roma, pero donde si abo una amplia penetraion de les misoresos de a oe sias cristianas que aquel imperio en desintegracién dejé como re cuerdo. Simelaneamente los imperios mussieanes dersnaken ves parte considerable de la Europa meridional. El continente que hey conocemos, tenia, en efecto, algunas bases potenciales para la unidad. Una reticula desigual de ciudades mer- cantiles as Lm pare del territorio y suministraba vinculos con unos sistemas de produccién y comercio mis prosperos que abarcaban desde el Mediterraneo hasta Asi oneal. Ls gan maven ria de la poblacién de aquella regién eran campesinos, mas que ca- zadores, pastores © comerciantes instalados en las ciudades. Incluso en zonas de concentracién urbana como el norte de I los terra~ tenientes regian sobre la mayor parte de la poblaci6n y la agricultura predominaba entre las diversas actividades econémicas. La religié la Jengua y los residuos de la ocupacién romana hacian, probable. ‘mente, que la poblacién europea fuera culturalmente mas homogé- rhea que en ningiin otro area del mundo a excepcién de China, Den- tro de la zona de anterior ocupacién romana, ademas, quedaron restos de derecho y organizacién politica romanos entre las astillas de su soberania. Todas estas caracteristicas tendrian con el tiempo un impacto significativo en la historia de Europa. Tomemos el ano 990 d. de C. como punto de referencia arbitrario. En el escenario mundial, Europa de hace 1.000 afos no era un elemento bien definido, uni- tario ¢ independiente. Por este motivo, cualquier intento de explicar la posterior transformacién de este continente en términos de un ethos o una estructura social propios corre el grave riesgo de ser un razonamiento hacia atrés. Mas atin: los diversos paises, como son ‘Alemania, Rusia y Espafi, sencillamente no existian como entidades cohesivas; éstos se configuraron a lo largo de los siglos sucesivos como resultado del proceso que este libro rastrea. Toda forma de argumentacién que comience con las caracteristicas perdurables y diferenciadas de «Alemania» 0 «Rusia» deforma la historia atribula- da y contingente de los Estados europeos. Tan naturales nos parecen, en efecto, la aparicin de los Estados nacionales, el desarrollo del ejército nacional y la prolongada hege- monia europea, que los estudiosos apenas si se preguntan por qué las alternativas plausibles a aquéllos —como son los sistemas de im- perios regionales débilmente articulados que florecieron en Asia, CCiudader y Estados en'ls hi % Africa y las Américas mucho después del,990 d. de C.— no preva- lecieron en Europa. Sin duda, parte de la respuesta dialéctica entre ciudades y Estados que surgir(a unos cientos de afios después del 990. Pues la coincidencia de una red urbana tupida ¢ irregular, con la division en numerosos Estados bien de aon ta del mundo. Tras taba la dinémica y de la coercién (que cris 1do en los Estados), gacion en la interaccién entre ciudades y Estados se com damente en una investigacin sobre el capital y la coerci6n. En momentos diversos de la historia europea ha surgido una Los imperios, las ciudades-estado, las feder: entramados de terratenientes, las iglesias, ligas de piratas, las partidas guerreras y muchas formas de potestad han predominado en Europa en distintos momentos de los 1.000 aiios pasados. La mayoria de ellas podian calificarse de Estados de ‘uno u otro tipo: eran organizaciones que controlaban los principales medios de coercién dentro de unos territorios delimitados y cjercian prioridad en ciertos aspectos sobre todas las restantes organizaciones operativas dentro de estos territorios. Pero solo en fecha tardia y lentamente pasé el Estado nacional a ser la forma predominante. De ahi la doble y decisiva pregunta: squé es lo que explica la gran diversidad en el tiempo y el espacio de los tipos de Estado que ban prevalecido en Europa desde el 990 d. de C. y por qué convergieron al fin los Estados enropeos en diferentes variantes del Estado nacio~ nal? ¢Por qué fue tan similar la direcci6n del cambio y las vias tan diversas? Este libro aspira a aclarar este problema, si no a resolverlo enteramente. Respuestas existentes Las respuestas tradicionales a esta gran cuestién dejan insatiste- cho a cualquier estudioso serio de la historia europea. Las alterna as existentes en la actualidad difieren especialmente con respecto .ero, hasta qué punto, y con a su postura sobre dos puntos. El primero, hasta q n Gq intensidad, depend la formacién del Estado de una forma de .da de cambio econdmico, La gama va desde el claro deter- Coercién, 1 los Estados europeos, 990:1990 smo econdmico la afirmacién de la total autonomia de la po- ica. En segundo lugar, cual fue la influencia de ciertos — externos a los Estados en su trayectoria de transformacién, Las res: puestas varian desde las versiones fuertemente internalistas hasta las que ororgan un peso preeminente al sistema internacional. No por casualidad, las teorias sobre la guerra y las relaciones internacionales varian exactamente de] mismo modo: desde las econémicamente de- termina hasta las politcamente determines y desde interns ‘Aunque son muy pocos los pensadores que se sitdan en los ex- xcensa qu Icon desivar el Ends sar came, por ejemplo centeramente de la economia—, las diferencias entre las interpretacio- nes existentes siguen siendo notablemente grandes. En la figura 1.1 se ofrece un esquema de las respuestas formuladas a ambas preguntas. Sistema mundial Geopolitics Derivative + Relacign con la economia ——— FIGURA 1.1. Concepciones alternativas sobre la formacién del Estado Andlisis estatistas ‘Asi pues, un modelo estatista de la guerra, las relaciones inter- nacionales y la formaci6n del Estado trata el cambio politico como tun proceso con independencia parcial del cambio econémico y lo presenta ante todo como consecuencia de acontecimientos ocurridos dentro de los diversos Estados. Son muchos los analistas de relacio- Ciudades y Estados en ba nes internacionales que han adoptado tista, suponiendo que los Estados reses definides, que el sistema racci6n entre los Estados se reduce en al de unos actores que atienden a is Jervis, 1988a). 308 y estudiosos de politica compa- tas de las transformaciones de los Es- as mis aceptadas. Ellos son herederos de 1» hoy desacreditada, del desarrollo politico, buscan las sra conocer las condiciones en que surgen los Estados fuer~ ces y estables y suponen que tan s6lo existe un conjunto 1s condiciones. Cuando no efectian una reduccién a la his toria particular de un solo Estado, plantean con frecuencia una sola via central para la formacién del Estado en Europa, y toda una serie de desviaciones de esta via que se achacan a inficiencia, debilidad, mala suerte, posicién geopolitica o el ritmo de crecimiento econd- mico y sus hechos concomitantes; asi pues, nos vemos ante unos ‘cuantos casos afortunados, como Francia y Gran Bretafa, y una jad de fracasos, parciales o totales, como son Rumania 0 y Pierre Birnbaum, por ejemplo, conside- stado europeo mas plenamente logrado: es, pero el in no Hlegé nunca tan tratan como «el modelo de sub-estatalizacién» (Badie y Birnbaum, 1979;191, 217). Samuel Huntington es algo més generoso; tomando Europa y Estados Unidos en conjunto, distingue res pautas de modernizacion de las instituciones gubernamentales: en el continente europeo, un racionalizacion de la autoridad y una diferenciacién de estructuras dentro de un cuerpo soberano unificado bajo la Corona, una cen- tralizacién briténica del poder en una asamblea representativa y una fragmentacién norteamericana de la soberania (Huntington, 1968:94-8) Ahora bien, Huntington abandona pronto la di Y Tos Estados europeos, 990-1990 om et Beetfa y a consents europeo a favor de w Sngom rsa el efecto de la gra en Tos cubes de eevenn clos smiles en oda Earp, eto tdisinse sbesyan seas sas internas y se atribuye un peso escaso a los ‘deterentnarnes econd- micos. Una segunda variante del andlisis estatista se encuentra més pré- xima al centro del diagrama. En ella se sittia a los Estados a medio interncional, pero se sigue considerando que actaan de modo mas 0 menos individual; esta respuesta a las cuestiones sobre las diversas vias hacia la formacién del Estado comienza con la diver- sidad socio-cultural entre las distintas partes de Europa —protestan- te 0 catdlica, eslava o germinica, feudal o libre, campesina 0 pasto- ri y hace derivar las diferencias de los esfuerzos de los soberanos por lograr los mismos objetivos dentro de entornos enormemente variados. Asi, en Europa sudoriental, los tedricos han afirmado re- petidamente haber descubierto una tradicién aldeana autdctona es- Java, magiar 0 romana que diferencia los destinos de los Estados de la regién con respecto a Rusia en el este, 0 los Estados capitalistas del oeste (Berend, 1988; Hitchins, 1988, y Roksandic, 1988). En un libro muy licido y muy leido, Paul Kennedy propone una variante sofisticada del argumento estatista, con significativas implicaciones econémicas. Su libro Rise and Fall of the Great Po- wers recuerda al de Mancur Olson Rise and Decline of Nations (que tno cita) en algo mas que el titulo; ambos sostienen que ¢l proceso mismo de expansién econdmica y politica crea compromisos que terminan por ralentizarlo. Olson, no obstante, se concentra en el periodo contemporineo, “crear un modelo general y singu- Liriza las coaliciones —eartels, sindicatos obreros y otras— que se forman dentro del Estado para captar algunos de los beneficios del imiento. Kennedy, por el contrario, considera principalmente la internacional de Jos Estados y traza una trayectoria hist6- ‘El crecimiento econémico desigual, segin Kennedy, hace que los principales Estados mundiales ganen y pierdan ventajas con respecto eotroe Estados, ventajas que por lo general procuran garantizar con él respaldo de un poder militar. Pero los Estados que ganan ¢> Sichas conviendas comprueban que tienen que asignar una parte cada yez mayor de sus recursos a ejércitos y marinas. «Si, no obstante, CCivdades y Estados en Is historia uni al a3) se desvia una proporcin excesiva de los recursos del Estado, ale- fa creacion de riqueza y dedi nueva riqueza y se ben ciacién de una fuerza Kennedy presenta decadencia y cafda como algo si ble, todos ios casos que analiza —los principios de la China impe- rial, el Imperio Mogol, el Imperio otomano, los Habsburgo, Gran Bretafia y Estados Unidos— los hacen aparecer como algo inevitar En ja prosecucién de su argumento, Kennedy proporciona una cronologia del sistema d ropeos desde 1519: un in- tento Habsburgo de supremacé des potencias sin predominio de ninguna (16 hhegemonia britinica incierta (1815-85), otro perio inestable (1885-1918), el ascenso de Estados Unidos 2 una sup: ‘fa transitoria (1918-43), un sistema bipolar soviético-norteamerica- tno (1943-80), y otro periodo de lucha flucruante (1980-2). Aunque tl andlisis de Kennedy ofrece solamente indicaciones vagas sobre los origenes de diversos tipos de organizacién del Estado, su énfasis en Ia interaccién entre la guerra, el poder econémico y la posicién in- temacional sefiala hacia ciertos factores que ningin tratamiento de fa cuestién puede permitirse dejar a un lado, La obra de William McNeill, Pursuit of Power, resalta de modo ain mas decisivo la centralidad de las cambiantes formas y escala de MeNeill describe el impacto de la polvora, la fortificaciones antiasedio y otras grandes innova solo sobre la propia guerra, sino también sobre las tado, Ia introduccion de la disciplina horaria en la has otras cosas. McNeill subestima, a mi juicio, la imp innovaciones organizativas tales como la regularizaciOn del servicio eect crue la infuencia de los cambios experimentados por guerra naval, pero ofrece muchas ideas pereeptvas sobs el signifi- reser c determinados tipos de guerra para lz vida social y a estrus” tura del Estado. No intenta, no obstante, un andiisis sistematico de 30 ‘Corda, capital y ls Estados europeos, 990-1990 las relaciones entre or cidn del Estado. ‘Con McNeill alcanzamos los limites de los anilisis estatistas seopelcoe de Ia formacién del Estado; la centralidad misma - uerra en su interpretacion hace que la posicién dentro de ‘un sistema internacional sea un determinante decisivo de la historia ‘organizativa de todo Estado. La mayor parte de las interpretaciones estatistas sobre esta cuestion se adaptan con mucha mayor facilidad al uso convencional de este término, dado que explican la transfor- macién del Estado francés, el otomano o el sueco como consecuen- cia de acontecimientos y procesos interiores a su propio perimetro. Las versiones estatistas de la formacién del Estado —tanto mo- nograficas como sintéticas— han suministrado gran parte de la ma- teria prima con la que he configurado este libro. Pese a ello, no proporcionan en si mismas una respuesta efectiva al tema maestro de este libro: por qué siguieron vias tan diversas los Estados eu- ropeos pero convergieron al fin en el Estado nacional. Son hipétesis éstas que se disuelven en particularismos y teleologias, pues explican por qué la forma «moderna» de un Estado surgié sobre la base del caricter especial de una poblacién y una economia nacionales. Ol- vidan, ademis, los cientos de Estados que florecieron en su dia para luego desaparecer: Moravia, Bohemia, Borgofia, Aragén, Milan, Sa- boya y tantos otros. Para una explicacién sistemética hemos de bus- car més alli de Ia liceratura estatista. anizacién militar y diversos tipos de forma- Andlisis geopoliticos Si bien es cierto que la mayoria de los estudiosos de la formacién del Estado han adoptado Ia perspectiva, estatista, segin la cual la transformacién de todo Estado es resultado, ante todo, de aconte- cimientos no econémicos interiores a su propio territorio, las tres restantes perspectivas cuentan con influyentes defensores. Los ané- lisis geopoliticos sobre la formacién del Estado otorgan gran impor~ tancia al sistema internacional como configurador de los Estados que lo integran. Las hipdtesis geopoliticas sostienen de ordinario que las relaciones entre los Estados poseen una logica y una influencia pro- pias, y que, por consiguiente, la formacién del Estado responde en buena medida al sistema vigente de relaciones entre Estados. En un esfuerzo caracteristico, James Rosenau distingue cuatro «pautas de Giudades y Exxados en : adaptacién nacional» I de aguiscencia, intrasigencia, de promocién y de conservacion, El Eada ine sage gente, por ejemplo, «puede aspirar hacer sus circunsuanche conn. patible con sus estructuras vigentess, mientras que al Eoado poo. motor «puede intentaradaptar entre si las exigenciss de sue coger turas actuales y sus circunstancias actuales» (Rosenau, 1970-4), Cada una de esta pauta, sepin Roscnau, iene sus propitsConterconens en cuanto al carécter del ejecutivo, el caricter del sistema de parti_ dos, la funcién de cura, ¢l papel del cosas (Rosenau, 1970:6-8). De modo similar, lo que William Thomp- son denomina la tesis de la «sociedad global» sobre la guerra y las relaciones internacionales adjudica una considerable autonomia a la politica y considera que los diversos Estados dependen en gran me~ Aida de la estructura de las relaciones entre todos los Esucos; en- caja, por consiguiente, cl 3 sorprendente, pues, con Js formacién del Estado, la guerra y las relaciones internacionales se articulen estrechamente entre si (Thompson, 1988:22-7; véase tam- bién Waltz, 1979). Este corpus de trabajo, a mi parecer, sumi tun valioso correctivo para el internalismo de los anilisis estatistas, pero no proporciona una guia clara para la basqueda de los meca~ rnismos que ligan las formas particulares de los Estados a posiciones especficas dentro del sisteme internacional. Los andlisis del modo de produccién Lo caracteristico de las hipétesis de los modos de produccién es gue expliquen la l6gica del feudalismo, el capitalismo o alguna otra organizacion de la produccién, y deduzcan posteriormente el Estado ¥ sus cambios casi enteramente de dicha logica, puesto que opera dentro del territorio del Estado (Brenner, 1976; Corrigan, 1980). «Concebimos el Estado», declaran Gordon Clark y Michael Dear en tuna afirmacién caracteristica, «como un derivado a partes igvales de los imperativos econémicos y politicos de la produccién capitalista de artic ;. El Estado queda en altima instancia implicado en la gestacidn y la distribucién del valor excedente al procurar sostener ‘sus propios poder y riqueza» (Clark y Dear, 1984:4), Se sigue que jones sobre la estructura del Estado se deducen en gran los intereses de los capitalistas que operan dentro de las 2 ‘Coersiém, capital y los Estados europeos, 990-1990 jurisdicciones de dicho Estado. Los anilisis marxistas y marxisan tare la gucea yl vlactones internacionales sen eepone mismo, alguna versién de las teorias del imperialismo —una amplia~ cién del interés econémico nacional a la esfera internacional— que los sitan hacia Ia esquina del modo de produccién de nuestro dia- ram in uno de los tratamientos marxistas més amplios y convis amj ‘onvincen- tes, Perry Anderson propone la siguiente formula La constelacién occidental tipica de comienzos de la era moderna era tuna abroluismo arinrocritic leantado sobre los campesinado no siervo y de las ciudades en ascenso; la constelaién oriental tipica era un absolutismo aristocritico erigido sobre los cimientos de un eampesinado siervo y de unas civdades sojuzgadas. por el concrario, se levantaba sobre una base campesinos libres y ciudades inoperantes; en otras palabras, un conjunto de dos variables «contradictorias» que se cruza sobre la gran division del conti- nente. (Anderson, 1974:179-80) De modo similar, Anderson explica la falta de un absolutismo bien desarrollado en Italia por la relaci6n entre las aristocracias ur- banas y los territorios tributarios circundantes, en los cuales actua- ban como soberanas y como terratenientes depredadores. Anderson complica el panorama al insistir en que «fue la presién internacional del absolutismo occidental, el aparato politico de una feudal mas poderosa, que gobernaba sobre unas sociedades més avan- Zadas, lo que obligé a la aristocracia oriental a adoprar una maqui- aria de Estado centralizada equivalente, para poder sobrevivire (An- derson, 1974:198). Asi pues, a ambos lados del Elba, el Estado ab- solutista plenamente desarrollado era reflejo del uso del poder del Estado para fortalecer las posiciones de los grandes sefiores feudales, pero las amenazas militares incidieron de modos diferentes en el Este y el Oeste. Anderson se concentra en los Estados més fuertes y més tentralizados y dirige su atenci6n al periodo que va del siglo XVI al XVIII, pero su interpretacién general merece un cuidadoso examen ‘en el nivel europeo y milenial. Entre tanto, dista mucho de ser una explicacion general sobre la formacién del Estado europeo. Mientras que, en conjunto, los trabajos que se adhieren al modo de produc- 15m contribuyen, sin duda, muchas ideas perceptivas sobre las h chas por el control del Estado no ofrecen sino los mas vagos indicios CGiudades y Estados en ahi ia universal » sobre las razones que explican las variaciones en activida entre aquellos Estados con modos de produccion similares i Los anélisis del sistema mundial Las hipétesis del sistema mundial sobre la formacién del Estado fundamentan la explicacién de las diversas vias de formacién en una caracterizacién de la economia mundial. Los te6ricos neomarxistas, como Immanuel Wallerstein y André Gunder Frank, amplian la sica divisién marxista entee capital y trabajo hasta escala mundial, desplazando asi su andlisis hacia el cuadrante del sistema mundial: derivan también las relaciones entre Estados de la estructura econd- mica, pero consideran las estructuras de los Estados individuales como una consecuencia de su posiciOn dentro de la economia mun~ dial (véase Taylor, 1981). El gran estudio de Wallerstein sobre la historia europea desde 1500 (Wallerstein, 1974-88) describe por lo general una espiral con respecto a la formacién del Estado: el modo de produccién de una region determinada crea una cierta estructura de clases, que deviene en una cierta indole de Estado; el caracter de este Estado y las relaciones de los productores y comerciantes de la regin con el resto de la economia mundial determinan la posicion de la regin —central, periférica 0 semiperiférica— en la econo: mundial, lo cual afecta a su vez de modo significativo a la organi el Estado figura mundial. Sin embargo, las hipétesis del sistema mundial no han lo- grado hasta el momento formular una teoria bien articulada que tstablezca la relacién entre Jo que son: las estructuras organizativas del Estado y su posicién dentro del sistema mundial. Asi pues, la interpretacin que ofrece Wallerstein sobre la hegemonia holandesa (vol. Il, cap. 2) en el siglo XVIt no suministra explicacién alguna de |a estructura del Estado holandés; en particular, de que esta nacion pudiera prosperar con un Estado nacional minimo en un momento tn gue sus vecinos estaban ereando inmensos funcionariados civiles y ejércitos permanentes. ‘ ‘Ninguna de las cuatro Kineas de explicacion, y mucho meno’ combinaci6n, proporciona un conjunto satisfactorio de ae a huestras apremiantes preguntas sobre la formacion del Estado e0- “ ital y los Estados europeos, 990:1990 ropeo. La mayor parte de las explicaciones existentes fallan porque pasan por alto el hecho de que eran viables muchos tipos diferentes. de, Exado en las diversas etpas de la historia een een fe calizan la explicacién de {a variaciér ire Estade caracteristicas cafcan I ex n entre Estados en caracterist lugar de hacerlo en sus mutas relaciones y porque itamente la existencia de un esfuerzo deliberado para contruir la indole de Estado grande y centralizado que llegaria a dominar en la vida europea durante los siglos XIX y XX. Las hipé- tesis geopoliticas y de sistema mundial ofrecen una mayor orienta- ion, pero hasta ¢l momento carecen de una explicacién convincente sobre los mecanismos que relacionan la posicién dentro del mundo con la organizacién y practica de los diversos Estados. En particular, no captan el impacto de la guerra y los preparativos para ésta en la totalidad del proceso de formacién del Estado; en este sentido, las, hipotesis estatistas quedan muy por encima. En The Formation of National States in Western Europe, publi- cado en 1975, mis compaferos y yo quisimos enmendar estos de- fectos de los trabajos existentes. En una serie de estudios histéricos las medidas po- liciales, los impuestos, el control del suministro alimentario y los procesos que guardaban relacién con todo ello, manteniéndonos 4 ierta distancia de los model valecientes. Mirindolo retrospectivamente, nuestro andlisis funcio- naba mejor como demostracién de los fallos de los modelos uni neales para el desarrollo politico como resolucién de problemas que Jcernativa de la formaci6n det Estado En realidad, sustituimos la anterior teoria con una nueva lineal, que iba de la guerra a la extraccién y Ja repr formacion del Estado. Seguimos suponiendo, de modo més o menos irreflexivo, que los Estados europeos seguian todos una sola via prin- cipal —la marcada por Gran Bretafa, Francia y Brandenburgo-Pru- Sia y que las experiencias de otros Estados constituian versiones atenuadas 0 fracasadas de este mismo proceso. Nos Este libro es un intento de reparar los errores del anterior. ‘Contamos por fortuna con importantes modelos para esta em- presa. Tres grandes estudiosos —Barrington Moore, Jr., Stein Rok- kan y Lewis Mumford— escaparon a algunas de las babituales en estos trabajos, aun si no lograron, en configurar una explicacién genérica sobre la variacion en Ia forma- CCiudades y Estados en la historia universal 8 6n de los Estados europeos. En Social Origins of Dictatorship and -mocracy, Barrington Moore se propuso explicar (como implica el representativos mas 0 menos viables, mientras qui rizaron por una forma u otra de gobierno autoritario. Pese a que ‘sus exposiciones sobre los diversos paises eran muy variadas y ma- tizadas, cuando se trataba sobre las diferencias entre destinos nacio- rales, Moore empleaba como puntos de referencia las formas de gobierno vigentes en la década de 1940, y resaltaba como «origenes» ipo de coalicién de clase que prevalecié cuando la agri pais inicié una amplia comercializaci6n. En tanto en cuanto los gran- des, y explotadores, terratenientes sobrevivieron a la transicion a la agricultura intensiva de cuktivos comerciales, segiin Moore, pervivie- ron los gobiernos autoritarios hasta la época contemporinea. En tanto en cuanto predominé la burguesia, se impuso alguna forma de democracia. Este perceptivo anilisis de Moore dejaba importantes cuestiones sin resolver. El trabajo se centraba en la explicacién de las condi- ciones de gobierno en un solo momento histérico, y no podia, por tanto, explicar las diferentes formas de gobierno experimentadas por estos mismos pueblos antes y después de aquel momento critico. Se excluian deliberadamente los Estados menores, los dependiemtes, y los que no sobrevivieron; y apenas hablaba sobre aquellos mecanis~ mos que traducian una cierta forma de poder de clase a un modo especifico de gobierno. Ahora bien, planteaba con gran fuerza los problemas de este libro. Y sefialaba hacia soluciones que tomaban fen cuenta muy seriamente los cambios y variaciones en las coalicio- nes de clase que dominaron los Estados de diferentes regiones eu- ropeas. Desde el comienzo de su vida profesional, obsesiond a Stein Rok- kan la variabilidad de los sistemas politicos europeos y la tendencia de Estados contiguos a desarrollar estructuras politicas semejantes. Con el tiempo, representé la variacién entre los Estados europeos ‘en mapas esquematicos en los que figuraba una-dimensién norte-sut, aque reflejaba la influencia variable de las iglesias catélica y ortodoxa, eparacién este-oeste de periferias maritimas, imperios-nacién maritimos, una franja de ciudades-estado, imperios-nacién continen- tales y territorios de amortiguacién, ademas de variaciones mas su- tiles dentro de estas dos dimensiones. Rokkan murié antes de haber elaborado una versin saisfactoria 36 Coercién, capital y lot Estados evropeos 1990 de su mapa conceptual. En el estado en que lo dejé, su esquema constaba la marcada variacién geogrifica en las formas de los Esta- dos europeos, resaltaba la singularidad de la formacion del Estado en la franja central urbanizada de Europa y sugeri de los cambios a largo plazo en las relaciones ent potencias vecinas, clases dominantes € instituciones quedaba una idea borrosa de aquellos procesos sociales que vincu- laban estos cambios a las diversas trayectorias del Estado. Es dificil ver cémo podia Kokkan haber avanzado més sin dejar a un lado sus ‘mapas y concentrarse en el andlisis de los mecanismos de formacién del Estado. Lewis Mumford realizé una contribucién menos visible. De modo implicito, conformé una teoria del urbanismo del umbral-y-equili- brio. Para Mumford, dos grandes fuerzas impulsaron el erecimiento de las ciudades: la concentracién del poder politico y la expansién de los medios productivos. Por debajo de un umbral en que se unen niveles minimos de poder y produccién, s6lo existen aldeas y ban- das. Por encima de ese umbral, el carscter de las ciudades depende de los niveles de poder y produccién, relatives y absolutos: unos hiveles modestos y equilibrados de poder y produccién dieron a la polis elisica y a Ia ciudad medieval su coherencias un crecimiento eecesivo del poder politico informaba a ciudad barroca; la hiper- frofia productiva cre6 Jos Coketowns industriales del siglo XD ¥ cronmes concentraciones en ambas direcciones han producido las Toumulacién y concentracion de capital mbién importancia. A lo largo de prictica- La sania ambi ea de importance, Ao ae ees te la totalidad de Jos roporcio: sae elutamiento de vigorosos emigrantes en edad labora, fs Fades han tenido tasas de mortalidad considerablemente r°° ®t _que sus hinterlands. Hasta después de 1850, i ‘a progr e nuericién urbanas, no se incliné la balanza a i arr gudades, Como resultado, las cud lades sélo Jos habitantes de Jas ciudades. c ae Grecieron rapidamente cuando la agricaltura ¥, 6 otoP TS eae siren 2 ser relativamente eficaces 0 cuando hube as nes que impulsaron a las gentes 2 abandonar la tierr Ss eee a an ee “ ‘Coercién, capital y los Estdos europeos, 990-1990 El crecimiento mismo de las ciudades produjo, s espiral de cambios en todos extos aspectos: En le ecinae ede ne ciudades activas, la gente cultivaba més intensamente y dedicaba una mayor proporcién de sus productos a cultivos comerciales oi, Europa del siglo Xvi, por ejemplo, la agriculcura fuertemente pron ductiva se concentraba en las dos regiones mis urbaneak de Italia y Flandes. De modo similar, el crecimiento urbane {a creacién y el progreso del transporte por agua y por tie! ‘magnifico sistema de canales y rios navegables de los Paises Bajos redujo el coste y aumenté la velocidad de la comunicacién entre va enjambre de ciudades, siendo con ello tanto causa como efecto de Ja urbanizacion (De Vries, 1978). Las presiones que alciaban » las gentes de la tierra eran, ademas, en muchos casos, parcialmente con, secuencia de la urbanizacién, como cuando los terratenientes urbs. nos expulsaban a los pequetios propietarios del hinterland, o la de. manda urbana promovia la capitalizaci6n de la agriculeura en dicho hinterland, La acumlacion y concenescién de eapialfomentron el crecimiento urbano, mientras transformaban las regiones que ro. deaban a nuevos grupos de ciudades. . Coercién-Estado-Dominacion 2¥ [a coercién? En ésta se incluye toda aplicacién concertada, como amenaza 0 como realidad, de acciones que por lo general cau- san pérdida © perjuicio a las personas, o a las posesiones de parti- culares 0 grupos, los cuales son conscientes tanto de la accién como de sus posibles dafios. (Esta aparatosa definicion excluye perjuicios inadvertidos, indirectos 0 secretos.) Asi como el capital define un Ambito de explotaci6n, la coercion define un ambito de dominio. Los medios de coercién se centran en la fuerza armada, pero se extienden a la capacidad de encarcelamiento, expropiacién, humilla- cién y publicacion de amenazas. Europa cred dos grandes grupos de especialistas en coerci6n que se superponfan entre Idados y los grandes terratenientes; alli donde se fundieron y fon rati- ficacion del Estado en forma de titulos y privilegios, cristalizaron en aristocracias, las cuales a su vez suministraron a Europa sus princi- pales soberanos durante muchos siglos. Los medios coercitivos, al igual que el capital, pueden acumularse y concentrarse: algunos gru- pos (como las Srdenes monésticas) cuentan con escasos medios coer- Giudades y Estados en la historia universal 6 citivos, pero esos pocos estan concentrados en un reducido niimero Janos; otros (como los pobladores fronterizes armados) poscen iguos obradores) sirve tanto para la explotacidn como para el son siempre lo suficien- intos para permitirnos analizarlos por separado. Cuando la acumulacién y concentracién de los medios coerciti- ‘vos crecen juntos, producen Estados; producen organizaciones di- ferenciadas que controlan los principales medios de coercién con- centrados dentro de territorios bien definidos y ejercen prioridad en algunos aspectos sobre todas las restantes organizaciones que operan dentro de dichos territorios (véase fig. 1.6). Los esfuerzos para su- bordinar a los vecinos y uchar contra rivales mas lejanos crean las estructuras del Estado en forma no sélo de exits, sino ambien de personal civil que rene los medios para sostener los ejércitos y Que organiza el coneol regular del soberano sobre el reso de poblaci Concenain de mais coecivos Loe Acumulacisn de medios coereitivos ‘Crecimiento del Esudo FIGURA 1.6. Cémo la coercin genera el crecimiento del Estado La guerra, motor de la formacién y transformacién del Estado El despiegue de medios coerctivos en la guerra yn el control interior plantea dos dilemas a los que guerrean. En primer lugar ch Ja medida en que logran someter a sus rivales de exterior o el mte~ vir del teritorio que relaman, los que iereen h oo i administrar las tierras, los bienes y las gentes que ou anf even, asi, implicados en la extraccién de recur he tribucién de bienes, servicios y rentas, y el arbitraje le ds Pero la administracion les desvia de la guerre, y crea nice Si en ocasiones se muestran contrarios a la goer apres ore Jema en la conquista de la Espafia musulmana, ¢¢ i ando con duracién, llevada a cabo por soldados cristianos. Comenzi 4 Coercién, capital y los Estados europeos, 990-1990 la toma de Coimbra en 1064, la prictica comiin de asedio era como sigue: (Powers, 1988:18) ‘Cualquiera de las tres respuestas planteaba un problema al con- quistador. La primera le imponia la oblieasea -tneiee ee rlamente— de establecer un sistema de gobierno paralelo. La segun- da requeria una redistribucién de la propiedad, asi como la repobla- cién y administracién de una ciudad despoblada. La tercera dejaba a los vencedores una poblacién reducida a la esclavitud, y planteaba de modo atin mas acuciante la cuestin de restablecer la produccion y la poblacién. De un modo u otro, la conquista implicaba admi- nistracién. En una escala mayor, estos problemas acosaron toda la reconquista de la Peninsula Ibérica. Y en modos diferentes, caracte- rizaron la historia de las conquistas en toda Europa. EI segundo dilema es paralelo al primero. La preparacién de la guerra, especialmente a gran escala, involucra a los gobernantes, ine- vitablemente, en a extraccién. Con ello se crea una infraestructura de tributaci6n, abastecimiento y administracién que exige su propio mantenimiento y que a menudo aumenta més ripidamente que los ¢jércitos y marinas a los que sirve; sus intereses y su poder limitan de modo considerable el cardcter y la intensidad de la actividad be- lica que cualquier Estado puede evar a cabo. Los Estados mongoles y trtaros de Europa resolvieron dichos dilemas arrasando y saquean- do sin construir apenas administraciones duraderas, pero su estrate- gia ponia limites inherentes a su poder, y al final les hizo vulnerables 2 Jos ejércitos masivos y bien financiados. Por el contrario, Estados muy comerciales, como Génova, resolvieron los dilemas tomando prestada 0 contratando la estructura necesaria para extraer recursos bélicos. Entre ambos extremos, los Estados europeos hallaron una serie de modos diversos para reconciliar los imperativos de la acti- vidad bélica, de la extraccién y de otros importantes tipos de activi- dad. Los Estados europeos diferian considerablemente, en efecto, con eC ee indades y Estados en la historia universal ” respecto a sus actividades y organizaciones mis sobresalientes. Tres tipos de Estado han proliferado conjuntamente en diversas partes de Europa durante grandes sogme riode que artance del perceptores de tri istemas de soberania frag- ciudades-estado y las federaciones urbanas, y los s. Con el primero se construia un_gran aparato extractivo, pero la mayor parte de la administracién local ba en manos de poderosos regionales que conservaban una gran autonomia. En los sistemas de soberania fragmentada, las coa- liciones transitorias y las instituciones consultivas desempenaban una parte significativa en la guerra y la extracciOn, pero era escaso el aparato de Estado duradero que surgia a escala nacional. Los Esta- dos nacionales unen sustanciales organizaciones militares, extracti- vas, administrativas y, en ocasiones, incluso productivas

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