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mo politico PENSAMIENTO CONTEMPORANEO Coleccion dirigida por Manuel Cruz est sh a Pema mri ei ea mae Eee 1. 4. Witgensein,Confrencia sobre boa 2 1 Derrida a desconsrucein en lr fonts del losin 3. PLR Feyefabend Limes de a cena LE Lyotard cPor qué vat? 5 A.C Bam Ytoray naracton 1. TS Kunin Que son lar evlucones lnticos? 1M. Roweaul Tecnologia de yo SN Chen, Sededady stoma i ambictn dla eoria 8 Law, Sobre tar tbertades Nate, Er soe ranaparene Whory Biro tngutuce . Coll Et tire de nuestra crisis | Tora de ln verdad y lea del discarso fnG ndamer La actoldad deo bello Mc Arse, icin "Adorn, Actua dela oso EES an ra py oma eae 2 Eee cater B Sioa tPn ae een BREA acts Sr ere reise Beene Bye alert Se ee pnt 2 aercccoe Sean macena stn Se ec tt un 2 Re Se le 2 Mi RoceaitDelengusey Keraura Cee eee mata een Fe ee ommpane oe eae ee re BS Paste te ce Debate sobre el liberalismo politico Jurgen Habermas Reconeiliacién mediante el uso pablico de la razén «Razonables versus «verdadero», la moral de las concepciones del mundo John Rawls Réplica a Habermas Introducetén de Fernando Vallespin Ediciones Paidés L.C.E. de la Universidad Autonoma de Barcelona Barcelona - Buenos Aires - México ‘Talos originates: 4) «Poltischer Liberalismus — Fine Auseinandersetzung mit Rawls, en Die Binbeciehung des Anderen, Suhrkamp Verlag, Franctort del ‘Meno, 1996, pags. 65-94. Publicado primeramente en Inglés com el titulo de «Reconciliation {through the public use of reason: remarks on John Raves politcal liberalisine, en The Journal of Philosophy, XCIL, n° 3 (marzo de 1995) 1) «Reply to Habermass, en Tle Journal nf Philosophy, NCI, n° 3 (mar2n de 1995), pigs 152-180. ‘9 <*Vernuniig® versus “Wah” — oder die Moral der Wellbilders, en Die Binbesiehung des Anderen, Subskamp Verlag, Franctort del Meno, 1996, pigs. 95-127 “Traducciin de Gerard Vilar Roca Cabierta de Mario Eskenazi 1H ediciin, 1998 ‘sian unmet pris attain cca es es el Ci © dea) y ) 1996 by Subrkamp Verlag, Francfort del Me © de) 1985 ty The Journal of Phitosnph, In, © de todas las ediciones en castellano, Euticiones Paidds Tbérica, S.A, Mariano Cubi, 92 - 08024 Barcelona, © Instituto de Ciencias de la Educackén de la Universidaz Auténoma de Barcelona, (8015 dellaterra ISBN: 84-495-0800-7, Depsto legal: B-2028/1008 Impreso en Novagrifk, St, Puigcerda, 127 - 08019 Bareslona Impreso en Espaia- Printed in Spain SUMARIO Iwzropvcci6y. Una disputa de familia: el debate Rawls- Habermas, Fernando Vallespin L. Introduccién IL, Los problemas IML. Liberalism politico IV. El republicanismo kantiano Reconciliacién mediante el uso publico de la razén, Jirgen Habermas 1. Elclisefo de la posicién original IL El hecho de pluralism y la idea del consenso enteecru- ado INL, Awtonomia prvada yautonoma piblica Répliea a Habermas, john Rawls I. Dos diferencias principales Il, Consenso entrecruzado y fundamentacién I, Las ibertades de los modernos versus la voluntad del pueblo... . IV. Las raices de las ibertades V, Justicia procedimental versus justiciasustantiva VL «Razonable» versus «vei ladero», ola moral de las concepeio- nes del mundo, Jirgen Habermas 1. Lamodema situacién de partida n 16 2B 41 4 34 6 16 89 101 us 128 142 it bt IL 1. WV. VI vil. De Hobbes a Kant La alternativa al procedimentalismo kentiano Una atercera» perspectiva para lo razonable La Ghima evapa dela justfcacion Fil6sofos y ciudadanos Lacstratagema del iberalismo 134 137 YL 164 m 176 Inrropuccién UNA DISPUTA DE FAMILIA: EL DEBATE RAWLS-HABERMAS I Iwrnopucei6x Acestasalturas no parece tener mucho sentido presentar a autores como John Rawls o Jirgen Habermas. Entre otras razones, porque fi guran ya en todos los diccionarios de filosofia0 ciencias sociales. Al primero le bast escribir un libro, Teoria dela ustcia(T)),! para saltar alo mas alto del estrellato académico en apenas una década, lugar que cl autor alemén venia ocupando ya desde hacia tiempo. Provienen de tradicionesfiloséficas bien diferentes —Rawls dela filosoffa moral de inspiracién analitica, Habermas de la filosofiay sociologia neomer xista de la Escuela de Francfort— y tienen un talante personal casi puesto: Rawls ese concienzude académico norteamericano de taba jo lento y efectivo,timido y retraido, lo que le hace sentirse a disgus- to en espacios de discusién piblica no especializada; Habermas, por el contrario, no slo disfruta de su bien merecida fama, sino que se asoma continuamente a cuantes debates haya, ya sean estos pure mente académicos 0 de indole periodistica. Encontrarse wn crabajo dde Habermas en pugna con alin autor o corriente pretérita 0 pre sente es algo tan habitual como localizar su pronunciamiento sobre la ‘lkima discusién que afecte a la vida socal y politica alemana, euro- pea dela sociedad global. La presencia de Habermas en un debate intelectual no es, pus, ninguna zoticia, aunque contribuya a una me- jor inteleccién de los problemas. Silo es, sin embargo, la asombrosa 1, A Theor of Justice, Cambridge, Mass, Harvaed Univesity Pres, 1971 [rad cost: Doees Gonzi, Teore de aust, Modid,FCE, 1978) 10 PERWANDO vaLLesin reaccién que Rawls mostré frente a los comentarios y sugerencias de su colega alemn. Nunca fue insensible ala critica, pero jamis la personaliz6 —a lo sumo en alguna que otra nota a pie de pagina, y prefiris contestarlas en bloque a través de sucesivas aclaraciones y modificaciones de su teoria, Segin parece, [a reaccibn al breve y agudo trabajo de Habermas que abre este debate, le llev6 casi dos aiios ¥ se convirtié en una pequefa obsesién. Constituye también el mayor desarrollo de su teoria tas su Liberalismeo politico (LP).? Tampoco conviene olvidar cémo el interés te6rico de Habermas ha ido confluyendo cada vez mas sobre problemas de filosofia moral, juridica y politica, que su formacién sociolégica ha contribuido a ceariquecer con una perspectiva mas amplia de la estrictamente fil séfica, Su dltima gran obra, Facticidad y validex (FV), constituye un magnifico ejemplo de esta tcénice integracisn de enfoques. La oct sin que se nos brinda con este enfrentamiento no sdlo posee in terés por ver cuiles son la diferencias entre uno y otro; © por con- templar a estos dos pesos pesados de la teorla contemporinea frente a frente; es sobre todo un extraordinario medio de penetrar en os entresijos de los principales problemas suscitados en la teoria moral y politica contemporénea. ¥ tengo pars mi que ésta se ha vi to enormemente revitalizada como consecuencia de esta pequetia gran disputa Un par de advertencias previas: primero, estamos ante uns disco sin entre fildsofos de profesién, que se mueven en un nivel de abs traccién al que no es siempre facil de acceder por parte de legos 0 afi- cionados a esta disciplina, Esto hace que Ia labor del introductor sea Ja de intentar mediar entre aquellos y un piblico més amplio y gene tal No cabe, pues, esperar de quien asume esta empresa que penetre cn un detallado y sistemitico aniliss de cada uno de los puntos de 2, Politica Liberal, Nueva York, Columbia University Press, 1993 [tad es. Antoni Doménech, El beam pine Barcelo, Celica, 1996). Las cits esti bose ceferitn sempre a nec expats, Ura equa nos aunque ef bro etd tdmirablemente radeid, en la peesentcén de alg témino especio he peer Yo recut ami propa versién en cael, 3. Fabtict undGeltung, Francoet del Meno, Subeammp, 1992 irropuccién n acuerdo y/o disidencia entre ellos; una inteoduccién nunca puede ob. viar la Jectura de los textos que presenta. Su cometido reside mis bien en tratar de contextualizalos en un marco de diseusion més am. plio, esaltando el peso relaivo de cada uno de los pronunciamientos ale luz delos problemas més generales, Segunda advertencia: el 35: fondo de este debate lo consttuyen los dos iltimos grandes libros de Rawls y Habermas, el Liberalism politico y Facticidad y validez, De hecho, la critica de Habermas que da inicio al mismo esta dirigida al Lltimo libro de Rawls. Y uno de los méritos de a discusién reside, precisamente, en que a cavés de ellacobran nueva fuz muchos de fos argumentos alli desarrolados. Pero hay que dar por sentada una cic. «a familiaridad con dichos textos, 0 con la teoria més general de am. bos autores si el lector espera penetrat con éxito en las claves de este debate. IL, Los Propuemas eCiudles son es0s problemas de a tearia moral y polities «los que antes hacia referencia? El primero y fundamental es el buscar un punto de acuerdo sobre los fundamentos del asociacién politica, En ‘esto siguen los fines dela tradicin contractualist, preocupada por asentar la obligacin politica sobre el consentimiento individual de todos los ciudadanos. El giro copernicano en esta direecién lo va 8 dar T. Hobbes al intentar consteuir el apoyo de la obligacién politica sobre un criterio de utilided que por su fuerza de conviccién racional pudiera ser interiorizado por cada persona y permitiera asi alcanzer tana mayor estabilidad social, Tapto en este autor como en sus suce- sores —Locke, Rousseau, Kant—, el problema del orden social y de los principios que deben regular la vida politica se subsume dentro o Sitlichkeitinmanente a un decerminado contexto histérico social, o desde la consteuecién de un «punto de vista mo rab que superponemos después contraficticamente @ la realidad concrete? Tanto Rawls como Habermas ofrecen respuestas similares a todas estas cuestiones. Dentro del amplio espectro de los posicio namientos posibles que se dan en a filosofia moral y politica con ‘temporénea combaten en et mismo frente. De ahi que este debate se presente como una wclsputa de familian, gue hasta el momento se ha saldado—a mi juicio— sin evencedors ni «perdedor» claro. Veamos primero sus puntos de acuerdo paraa partir de ahi enlazar con las ferencias. Comenzaremos también por los aspectos mas generales para afrontar después las cuestiones més especicas. ‘Ambos autores comparten la confinza en poder sustentar una concepcin publica de lajustica vida para ls sociedades avanzadas inTRopuCCION B contemporineas. Es decir para sociedadessujetas al fact of plurals, due no pueden apoyarse ya sobre una tnica concepcién del bien, 0 sobre la eticdad propia de una especifica forma de vida cultual. Es tas restricciones del objeto influyen también de modo decisivo cn la naturaleza de los recursos racionales disponibles. Las demandas que sedisigen ala raz6n se restringen alo que se considera que son los requerimienios minimos del «pensamiento posmetafisico» (Haber sas) ode la raz6n «polities, expurgada de consideraciones «metal sicas» (Rawls) En ambos casos, a eapacidad de pronunciamiento de Ia filosofia sobre las cuestiones de racionalidad moral se ve limitada porel cardcterfinitoy flibilista de la razén, ciertamente redcida en su capacidad para poner orden o buscar sintonizar Ia pluralidad de sus voces, por parafrasear una expresin habermasiana. De ahi tam bien que se refugie en la construccién de «procedimientos» de arg :mentacién racional que se sostienen sobre delgados piles. Aun asi, como subraya Rawls en su réplica a Habermas (pig. 132), la raciona: lidad procedimental, por muy purificada que esté de consideraciones sustantivas de caricter moral, nunca podré renunciar a incorporarlas las ideas de igualdad e imparcialidad y el concepto de persona mo- ral, por ejemplo). El problema no es que estos elementos sustantivos se incorporen al procedimiento —en general en la forma de «meca nismo de representacién» (device af representation), como son la po- sici6n original awlsiana o las condiciones idesles dl discurso de Ha bermas— cuanto que su inclusién ereéjustfcada, Y aqui ecaban las similitudes, porque como luego veremos, Rawls pretende haber abandonado—y ésta es una cuestién discutible— la forma de justifi cacién kantiana, que sigue vigente en Habermas, para conformarse con el apoyo argumental que proporciona la reconstruccién 0 dest lacién del fundus normativo de Ia politica en sociedades complejas sujetas a regimenes de democracia consttucional Con independencia de las diferencias que luego destaquemos a este respecto, sf esti claro que en ambos autores los elementos pro- cedimentales favorecen la prioridad de la jusica sobre el bien 0, lo ue es lo mismo, que las cuestiones de justcia («lo que es bueno para todos») admiten su separacién anaitca y su diferencia de rango res: “4 PERNANDO VALLESPIN pecto de aquellas que remiten a preceptos éicos o concepciones del bien (alo que es bueno para mi o para nosotros» y, por tanto, no pue- de afiemarse con caracter universal). En esto se distinguirfan del con textuaismo extremo de un Richard Rorty, por ejemplo, o dela tradi jdm comunitarista. En estos dos iltimos casos, ef coneepto de justcia aparece inextricablemente unido a las concepciones del bien y no cabe introducir tal separacidn sin violentar el horizonte normativo en cl que se siti el discurso moral. Pero, como observa el mismo Ha: berms, sia la hora de evaluat las consideraciones relativas ala justicia permanecemos atrapados en el contexto concreto de muestra com prensién del mundo, «un acyerdo entre partes de distnta proceden: ‘ia sélo e puede alcanzar a partir del modelo de a asimilacién de sus criterios alos nuestros (Rory), o segin el modelo de la conversin, 0 sea, de la renuncia de nuestros criteios a favor de tos suyor (Macla- ‘ye [la eussivaes det autor] Abstraccién hecha de cémo se busque su fundamentacin, dicha distincién entre una y ota dimensin de la rmoralidad encarnada en cl disefio del procedimiento va a permiti evi tar tanto la reduccién de la racionalidad moral a mera eticidad, como su equiparacia a lo que B. Barry denomina la «justcia como prove cho mutuo» En este ikimo caso, inspicado en el modelo hobbesian, sel mero interés individual el que srve de gula para buscar reglas de cuya observancia se podrian «bencficise» todos. La racionalidad mo- ral se identifica aqu ala pura racionalidad estratégica. La introduccién de le argumentacién moral mediante el modelo, de fa racionalidad procedimental permite instituir también el ade cuado equilibrio entre la dimensin individual y la colectiva, La au tonomia de la persona se sujeta a consideraciones de indole general «que facilitan esa necesaria reconeiliaién entre subjetividad y genere lidad a la que antes haciamos referencia. Sélo asi cobra sentido una reflexién sobre el concepto de justicia en la que las vireudes de la im. parcialidad, la equidad y la cooperacién social pueden ser apoyadas 4. J. Habermas. «Rept auf Bitige mu cinem Sympoion de Cardona Law Schoo, cid, Die Einbeiebung der Andeem, Fac dl Meno, Saban, 199%, pig. 315, 5B Bazry, La tii como imparialidad, Barcelona, aids, 1957 ixreopucciéN 15 sobre la dimensiéa de la personalidad moral. Enseguida veremos ccémo auf surgen también importantes desacuerdos entre nuestros dos protagonistas. Lo que ahora nos interesa enfatiar es cémo esta conexién entre individuo y comunidad afecta ala interaccidn entre libertad y democracia, por un lado, y derechos individuales, por tro; cn términos habermasianos, a la relacién entre autonomia piblice y privada, Tanto Rawls como Habermas crcen haber conseguido «su perar» (en el sentido de Aufhebung) la distincién entre la alibertad de los antiguosy la «libertad de los modernos», entre las dimensiones ««positivan enegativan de la libertad, O, lo que es lo mismo, entre la tradicién liberal asociada a Locke, que privilegia las libertades de pensamiento y canciencisy algunos derechos fundamentales de la persona, como el de propiedad y de asociacién; y la tradicién demo- critic, representada por Rousseau, donde la prioridad se otorga alas libertades polticas iguales y a los valores de la vida piiblica en gene- ral. Aqui veremos que vuelven a reaparece ls dsctepancis sobre el equilibrio apropiado entte los valores del procedimiento y los valores, sustantivos 0 de fondo, Por iltimo, en este velo2 recortido por algunos de los problemas fandamentales que se presentan ala hora de elaborar une teoria nor- sativa de la politica, no podemos ignorar el sentida tiltimo de este emperio. Este no puede ser otro que el oftecernos una instancia de evaluacién ertica de la realidad politico-social. Elfin buscado es al- canzar una mayot claificacién, coherencia y fundamentacién de los fines de la vida politica, y a parte de abi la congruencia entre prin- cipios,instituciones y practica politica efeciva, Pero este tipo dere flexiones permite acceder también a los limites con los que hoy nos cencontramos en la argumentacin moral yen su necesaria conexién con el derecho y la politica. Son tantos los ambitos implicados, que ss interés excede con mucho las sradicionalesfronterasdisciplinarias y ‘se abren a un auténtico didlogo interdisciplinar del que pueden dis- frutar filésofos morales, consttucionalistas,jurstaso poitéloges. Sin olvidar la instrumentalidad de estas teorias, una vez despojadas de parte de su inevitable complejidad argumental, para promover una auténtica educaci6n en los fundamentos de a democracia, 16 FERNANDO VALLESPiN: IIL. Liseratismo routrico Rawls califica a su teosia de wliberalismo politico», mientras que “Habermas opta por la rrica de «kantsmo republicanon para referie sea la suya. La eleceidn de términos no es arbitraria, porque desvela tuna consciente acentuacién de los rags que cada autor destaca dest propia teoria. Hablar de alberalismo democritico» o de «democracia liberals no dice apenas nada porque practicamente todas las perspec- tivas ideolégicas pueden subsummirse bajo sus principios basicos. No es de extrafar, pues, que hayan empezado a asentarse ya con Fuerza en el Ambito dela teoria politica nuevas denominaciones que sven para di ferenciar el valor respectivo con que se data a unos u otros principios 0 para marcar las distintas estrateglas argumentativas y sus consecuen cias politicas. «Liberalismo», «comunitarismo» y «republicanism» son quizé los téminos més conocides y usados, pero no acaban de abarcar toda la complejidad y diferenciacién creciente que recorre el debate contemporineo, Cuando Rawls comienza a separarse de su planteamiento contenido en TJ —presentado a veces como aconstruc tivismo kantiano» 0 liberalismo kantiano— no sorprende, pues, que revindique un nuevo calificativo para su més reciente posicién que le permita marcar las distancias tanto respecto a su obra incial como en relacin a otras teorias liberals, como el «perfeccionismo» de un J Raz 0 el «liberalism iguaitarista» de R. Dworkin. Estas imas po- drian ser calificadas, a su vee, como de eliberalismo ético», ya que prescinden de la necesidad de incorporar una dimensin auténoma de Ja moral —do justo» alo que antes nos referfamos—,disolviéndola en los contenidas de una determinada concepcién del bien individualist; © sea, incorporindola a una dimensiGn ética que por su misma dife- renciacin interna se cree capaz de acoger la convivencia de distintas concepciones del bien. Otro tanto podriamos hacer con el comunit rismo, que admite ser dividide en «sustancalista (Sandel, Maclneyre) y stepublicano» (M, Walzer) 0 com el republicanismo, susceptible de presentarse como «iberaly (Michelman, «kantiano» (Habermas) 0 incluso efeministae (Benhabib, IM. Young) mtRoDuccION ” Rawls cree haberse consttuido en el fundador de lo que él mis- ‘mo califica como eliberalismo politica», aunque reconoce los rasgos basicos de esta supuesta variedad tedrica en la obra de Ch. Larmore, cn los thimos trabajos de J. Shklar y, con mas matices, en B. Acker- rman. Tanto en LP como en el texto aguf contenido, identifica el va lor dela neutralidad respecto de las distintas concepciones del bien como el rasgo esencial de una concepeién politica de la justica. Sélo asi podia organizarse —ésta es Ia tesis— una convivencia politica justa y estable «de ciudadanos profundamente divididos por doctr- nas morales, religiosas y flos6ficas, razonables, aunque incompa- tibles» (LP, xviii). El pluralismo, visto como «tasgo permanente cde nuestra cultura politica», se convierte en el trasfondo justificador de esta apuesta por Ia neutealidad. Apuesta que, insistimos, se restringe al campo de la politica; en particular alo que Rawls califica como los «fundamentos constitucionales> (constitutional essentials) y las cues tiones de «justicia basica».” La expectativa de un desacuerdo razona ble no es incompatible a efectos politicos con un acuerdo sobre deter minados principios respecto de los cuales puede presumirse un conienso por superporcion desde las distintas teorias compechens: vas""La capacidad de cada tuna de estas teorias para generar principios con pretensién de validez general es escesa, dada su predisposicién a abarcar un amplio espectro de te realidad moral; por otto lado, de- penden direetamente de fa verdad de un determinado sistema meta sico, epistemoldgico 0 religioso, que es algo siempre controvertido. 6, Aeate respect vése la nota 2 de su Repl. 7, Loe fundamentosconttucionalens abarcan I orgniacin ls podercs dl Estado ye proceso plc, at como el sistem de liberadesbisies que deen ts petar las mayors goberniter, Las cvesione de uta sca, ors pst, nc (en sobre lee specs erences dea antici cntrbutiva lor niveles de desiguldnd, igual ceca de oportnidades yl dimes econsmica las condiciones ps engenen ', La acomprchensividads shade agu, como ocutre en eas todas ls perspect 1 eligiat yen mich fiona, a capacidad para cubis un amplio campo de reid y ofrecer respesas a cucstone ales como cules valor ele vids bo ‘mana, el esa natraee del bien 18 FERNANDO VALLESPiN Que ninguna concepcién del bien sea susceptible de provocar un acuerdo generalizado, y que cualquiera de ellas pueda ser 7220 rnablemente rechazada, nos ubica ante una doble testura: en primer lugar, hemos de buscar las bases del acuerdo «mis alli» de las ds- tintas concepciones de bien; pero, en segundo lugar, lo podemos hacerlo, por asi decir, «desde dentron de cllas mismas, ya que nadie ‘staria dispuesto a renunciar a su propia teotia moral comprehensi: va, alo que da sustento a sus conviciones. Bajo estas circunstancias, fandar une ceorfa que ase presenta asi misma como una concepcion de lajusticia que puede ser compartida por ls ciudadanos como un fandamento para un acuerdo politico rézonado, informado y quer do» (LP, pag, 9) sdlo puede conseguirse buscando un punto de equi brio enize los requerimientos de lageneralidad —aquello que todos ‘estarian dispuestos a aceptar— y las exigencias de cada concepeién del bien, Y ello impone una serie de limitaciones, tanto a la concep: ci6n publica de la justicia como a las distintas teotias comprehen sivas, A la primera, en tanto que necesariamente debe acotar el en foque y objeto sobre el que se aplica la estructura bdsica de lo sociedad-—; y alas segundas,en tanto que ninguna de ellas puede ver reflejada la totalidad de sus valores o principios en dicha concep: «ida pablica, Basta con que todas obtengan cuanto «cazonablemen: te» pueden desear 0, por ponerlo en los términos de Scanlon, que la concepcin piiblica no pueda ser rechazada razonablemente desde cada concepcidn del bien.” Esta es a idea basica que subyace al con cepto de consenso por superposicién o overlapping consensus, que se- ria el acuerdo sobre las concepciones politicascentrales al que acce den personas que se adscriben a doctrinas © concepciones del bien distintas € incluso opuestas; el acuerdo sobre el que todas pueden converger, que Rawls identifica después los principios de la justi ci us sean cleidos cas pose xg ya eto dee rp 9.7. Scanlon, «Contractual and Ustaransme, en A. Sen y B, Willams (comps), Unldarianism and Beyond, Cambridge, Carbidge Univer Press, 1982; gs 108-128, iwtRopucci6N 9 Fs evidente que aqui no podemos ofrecer una presentacidn de tallada de esta teora,reterada de nuevo hasta en sus mas minimos detalles en la Replica de Rawls que se recoge en este texto, Por sui terés para ls discusién con Habermas nos limitaremos los siguientes aspectos 1. A pesar de seguir manteniendo la doble estratega de justifiea cin que intodyjera en TJ el emecanismo de representaciGny de la posicién oxiginal el recurso al «equlibrioreflexivos, ls ltinas ver siones de su teria se inclinan ya claramente a favor de este cima clemento como instancia clave en I jusificacion dela teoria como un todo, En este sentido, los pdares dela teoria se construyen como una argumentacién moral-prictca que reconstruye la moralidad politica presente —o supuestamente presente—en ls sociedades democrat cas avanzadas. Se trata de una «jusificaién pro zenro, pues se res: twinge alos valores politicos de una democracia constitucional sus ceptbles de ser extraides en apicacin de la «razén piblica». Sslo asi, como velamos arriba, podemos acceder a una toria «indepen dicnte» (reestanding), que es capaz de sstenerse —por decilo deal {guna manera— por sus propios recursos; 0, que desde las dstintas tcorfas comprehensivas seria posible comprometerse con la misma, con independencia de cues sean sus contenidos especiico.” El cambio aludio se manifesta en el explicto reconocimiento por par te de Rawls de que la teoria contenida en TJ era una teoria moral comprehensivay por sus excesivas demandas morales no podia asi rar alos necesrios atributos de la neutral politica ni disfrutar de las vetajas de una teoria «independiente. En otras palabras, que lo importante pata que una teorfa pueda funcionar como base para la vida pablica de una sociedad es que genere un mero «acuerdo par 10, La ice condicién que Rates aribuye alos contenidos dels toes com prehensive pra ques produc el consenso sabre dihosprincpioso valores biti 05 ere de au erazonabldads, «Reronsbew serian sein exe autor Gnicaete guise que reconocen ls warps lucie brdens of dgement las contecven ‘as que dello se ervan para su uropublico (ue LP, pig. sigs) a como las ondiioncs del reciprociad y generalidad 20 FeRwanDo vattesriny cial» —sobre los aspectos «politicos» — pero no necesariamente so: bre los aspectos «morales» concretos a través de los cuales se accede a aguélls y que generalmente estén incorporados a una totia com: prehensiva. La labor de fildsofo va a consist en intentar detectar cuales son los valores que de hecho estan presentes en la vida pabli ca de una sociedad y que necesariamente deben ser reconocidos como tales tras un proceso de ajustey reajuste continuo de nuestras intuiciones y principios morales (equlibrio relexivo). Y la funcién de la posicién original y de los principios ali elegidos consiste en ofrecernos una organizacién de los mismos que se plasma en una conjetura!’ que podré ser refutada, falsada o alterada por los ciu dadanos a o largo del tiempo dependiendo de la capacidad de aqué Ila para «reconstruir» cfectivamente la normatividad insita a nuestra vida pablica (véase Réplica, Il: 3). De ser cierto este giro en su teo tia, el «constructivismo kantiano» de su T} se habria convertido en algo préximo a lo que cabe calificar como un «reconstructivismo he seliano» o pragmitico 2. El consenso superpuesto no se concibe como un mero modus tivendi entre las diferentes teotias comprehensivas que sea el pro- ‘ducto de una negociacién 0 compromiso entre cllas. La concepcin piiblica de la justcia es una concepeién moral. Por tanto, debe set aceptada y asumida por motivos morales —no estratégicos — deriva dos del uso piblco de la raz6n. Si nos acereamos a los presupuestos ue informan la posicién original, nos encontramos con que el ele- mento mas fuerte de la «conjetura> ali expuesta cs el reconocimien- to de una determinada descripcion de la persona que a grandes ras- 0s equivalea su concepcién kantiana,y que gracias a ello asegura la prioridad deontolégica de lajusticia sobre el bien. eSignifica eso que Ia concepeién politica de lajusticia susceptible de generar el acuerdo 11, Las bases dela misma son la idea del sociedad como exer de coopers clin equitaivoy de les personas come libres eiguale y dotadas dels ds apodres ‘captidad para poseerun sentido del justi, que sepone el econo ‘encode lo fines propioes la de oe ines moralnente stead de los ox, yl ‘capicidad pare orener na concepcin dl bien propa, para conformar, rest Yet seguir os propios planes de vie, una visi propia de lo que otra valor Te vid erropucet6x at ‘no es sino una extension de los requetimientos de la personalidad ‘moral kantiana? En ese caso nos encontrariamos con que, o bien nuestra cultura politics y le moralidad de fondo que sostene la plu talidad de concepciones del bien es kantiana sin saberlo y hemos tenido que esperar a Rawls para que nos lo confirme; o bien, y éta se ria la sugerencia de Habermas, que en cuestiones de justicia, neces riamente informad por normas con pretensin de erigirse en criterio de validez universal, es prcticamente ineluelible el recurso ala des- cripcin kantiana, alos principios dela raz6n préctica He planteado el problema en términos deliberadamente simples para tratar de extseer de la manera mas sencilla posible algunos im portantes matices de iaobra de Rawls. Permitanme esquematizarlos ‘A. Como ya hemos visto, la argumentacién contenida en T] ha cia posible incorporar dos estrategias de jstificacin paraelas: una scrascendentaly 0 kantiana asentada fundamentalmente en la con: cepcion de la personalidad moral y, en general ei vimulo de restric- ciones contenidas en la posicin original y otra digarnos, «recons- tructivay, que permitia ajustar la viabilidad del proyecto anterior a las condiciones en las que de hecho —aqui y ahora— argumentamos rmotalmente. Con el giro dado en LP al tratar de predicarse como «politico» y ensayar el cambio de la justificacién kantiana por la me. nos arriesgada tarea de de la concep- ci6n politica. Esta se sostiene, como veiamos también, con indepen: dencia de cualesquiera que sean ls citerios de verdad que informan aaquéllas —es frestanding—. Lavalidez de la concepcién politica se libera, pues, de consideracioneséticas, de los criterios especificas que informan alas distintas concepcionesreligiosas, filos6ficaso morales 2 reRwanpo vaLtesein ypass a depender dnicamente de lo «tazonablen, de los presupuestos «que todos hemos de reconocer necesariamente con pretensién de va- lidez general. No ofrece ningiin criterio de verdad sobre cuestiones del bien o la vida buena; se limita a stablecer las condiciones que toda teoria comprehensiva debe asumir como base de su incorpora- ‘in a una sociedad politia integrada por personas libres ¢ iguales. En otros términos, la razonabilidad exige que toda norma que aspire una validez general debe someterse ala prueba de la intersubjetivi dad, su fuerea vinculante debe poder fundarse sobre zones que to dos podemos compart. Del mismo modo, ello exige la necesidad de justficar las cistintas pretensiones de validez de forma que puedan ser comprendidas, debatidas y aceptadas por otros. De aqui se der va, que nuestras concepciones del bien o convicciones morales s6lo podrian formar paste de una concepci6n pablica de la justcia si com- siguen ser aceptadas por la generalidad, pero no —como a veces se ha interpretado la obra rawlsiana— que tengamos que renunciar a su defensa pablica, que las cucstiones del bien deban necesariamente restringise al mbito de lo privado. Aqui habria que distinguir entre los «fundamentos constitucionales» y otras cuestiones susceptibles de traducirse en decisiones politicas en otro nivel . Allavista de lo anterior, no creo que Ravils haya conseguido desprenderse del todo de una argumentacién de tipo trascendental En defintiva el grueso de su empefo se reduce a una indagacin so bre la condicién de posibiidad de una teoria moral xde la politica» «que pore de fa gual dignidad y valor moral de las personas y trata de imponerse con validez universal. Desde luego, no trata de erigirse en le teoria dela justcia politica vlida pare cualquier sociedad, sino en aguella que se corresponde con sociedades que deseen gobernarse democriticamente bajo condiciones de pluralismo ético. Lo que pa- rece sostener no es s6lo que debamos aceptar su concepcién pablica de la justicia porque es la que, tas un bien ponderado y elaborado juicio, de hecho compartimos en las sociedades democricas avanza- das, Flay que entender también que es la que deberianmos aceptar si «queremos gobernarnos justa y democriticamente; sus principios son aquellos que establecen la condicién de posibilidad del gobiemno de inrRoDuccin 2 mocritico. Si no écémo podei la teoria ejercer su func critica en ve2 delimitarseaconstituir una mera racionalizacin delo ya existen- te? El que se plantee ahora como una reconstruecién de los presu: puestos de la razén piblica —l giro politico —no altera en nada este hecho; mas bien contribuye a afirmarlo.l pretender que sean inteior- zados con fuerza moral por la dstntas teoréas comprehensivas. En de initia, lo que Rawls viene a decitnos es que estas tltimas, porel hecho de participar en una sociedad pluralista y diferenciads y tener que adoptar la perspectiva de las personas en su «identidad publica como ‘iudadanos», deben abrise alos requeriniencos de la generalidad ein tegrar como fundamento de a vida pablica normas morales que por su pretension de validez universal —por su ezonabilidad — hay que pre suponer que pueden ser reconocidas desde «dentro» de sus convicio nes étcas,y estan legtimadas para imponer limites a las mismas (la Ptioridad de lo justo sobre el bien). Rawls no afirma, desde huego, que Ja moralidad kantiana en la vida personal, una de tantasteoris com prehensiva, scala everdadera», y que por tanto debamos extenderla al Ambito de lo pablico.” Lo que implicitamente esta diiend, a mi ui cio, es que una vez que reflexionames sobre fa valider moral de as nor ‘mas pablico-polcas inexorablemente hemos de incorporar una serie de presupuestos que se nos imponen como necesaros a la raz6n; no porque sean normas que estin abi latentes en nuestea sociedad y se ajustan a determinadas convenciones morales, sino porque asi lo exige su misma naturaleza de normas politias bisicas dentro de un sistema constitucional y democritico. La justificacién a partir de a reconstruc cién de la normatvided politica propia de nuestra sociedad ha de cconvivir, pues, con esta justifcacn de tipo trascendental, En conclu- sin en este punto me inclino més por lacitica que Habermas le hace este respecto, y ereo detectar —salvados os matices pertinentes—la ppermanencia de las dos estrategias de justficacién ya presentes en TJ, al menos, en su «Kantian Constructivism in Moral Theory». 12, ease a ite respect su enfentaient con a toca kantan en LP, pig 130 sis 13. Journal of Philoophy, 1980, ol. 7, 9, pigs. 55-572 24 FERNANDO VALLESP( 3, Una cosa distinta es ya el contenido concreto que debamos dar 4 los principios que obtenemos de la instanca de reflexi6n publica, y la forma en Is que éta puede 0 no influir sobre el vigor dl sistema democritico. Esta idea se puede formular a través de dos preguntas distintas, Primera, geudles son los limites que informan la presenta: cién y discusién publica de las diferentes concepciones del bien?; equé espacio se deja al debate sobre cuestiones éicas en un émbito piblico sujetoa las restricciones de la moral? Y, segunda, chasta qué punto puede el fildsofo suplir en su disefio de las condiciones y ele rmentos de un gobierno democratico lo que compete decidir als cu dadanos? Veimoslas por separado, A. Una de las euestiones mas debatidas del dltimo Rawls es su supuesta debilitacién del principio democriticoe incluso de la mis sma politica. La acusacién se dirige fundamentalmente a su obsesién por «neutralizar» la dimensin ética en el marco delo piblico yas ar, por tanto, a conseguir el mis pleno consenso superpuesto. En la critica més radieala este respecto,sostenida por Chantal Mouffe" se ‘emprende una descalificacion de todo el proyecto rawlsiano por no hacer frente a los problemas de la politica «real: el conflicto, el po der, la violencia. Todos estos elementos se harianinvisibles detras de su obsesién por el consenso y la neutralidad, Paradgjicamente, una tcorla tan ensimismada en lo «politico» desembocaria en una autén: tica desnaturalizacin de la politica misma, ya que «no puede haber ‘una justficacin neutral dela neutralidad del Estado». Es mas, el su puesto ideal de unidad social apoyado en la idea de neutraldad res pecto de las distitas concepciones del bien presupone un concepto de «razonabilidad» que porencialmente permite excluir a aquellos «que no comulguen con la definicidn que se haga del mismo. Con independencia dela naturaleza esencialmente normativa wideab» de la teoria rawlsiana, el éxito de una u otra acusacién depende, camo es lgico, de los niveles de apertura del espacio de discusion piblica ala 14, «Pole Likeralam, Newly and the Policals, en Rati ari, ol 7.3, 1984 nerropuccién 25 pluralidad de concepciones del bien, asi como de la capacidad de es: tas Gkiimas para interiorizar de hecho los principios politicos com: partidos. ¥ éte es un punto al que Rawls no ha dedicado la atencién que merece 0, al menos, no ha expuesto con la suficiente claidad. Cariasamente, creo que el rigor analitico que acompaiia a todas sus ‘manifestaciones peca en este aspecto concreto mas por exceso que por defecto. El punto central es qué haya que entender por razona ‘miento piblico y cuales sean las cuestiones sobre las que se admit la presentacin de pretensiones de valides no informadas por el wideal dela razén piblicay, En lo referente al primer aspecto, los constred mientos de la razén piiblica rawlsiana son cnormes, por cuanto exi gen asumir la perspectiva de lo que es justifiable con pretensidn de satisfacer los requerimientos de la generalidad y la reciprocidad, proscribiéndose, por tanto, la entrada en la discusién piiblica de cuestiones «interna a las distinta teorfas morales comprehensivas. Pero no es menos cierto, y esto enlzea con el segundo aspecto, que el ccimulo de cuestiones que se ven afectadas por esta restriccién se i rita alos afundamentos couistitucionales» (constitucional essentials) y las cuestiones de «justia bésicav,” que ya no coinciden exacta- mente con los dos principios de la justicia de su obra anterior. Lo que se intenta ¢s que los «valores dela justicia politica» —los principios sustantivos de usticia— se presenten unidos alos «valores de la raz6n piiblican, que son «orientaciones de indagaciém» que per miten evaluar las clases de informacisn eelevantes en las cuestiones politicas y exigen Ia maxima publicidad y ciertas predisposiciones ct: vicas (véase, LP, pigs. 262 y sigs.) Ambos elementos, aunque no ex: cluyen la reflexion o el debate sobre los mismos, sf contribuyen a de. jar fuera de consideracién a valores o principios sustantivos propios de las distintas teorias comprehensivas —Ia discusién del aborto des- de la moral catdica, por ejemplo—. Pero aqui es importante hacer tees cualificaciones: primera, el requerimiento de la neutralidad y la razonabilidad no se extiende al resto de las cuestiones que son sus ceptibles de ser debatidas y decididas en cualquier democracia mo: 15, Vesela nots, 26 FERNANDO VALLESPIN derma. Fuera de los prineipios que sostienen el sistema de derechos bisicos, a capacidad de la ciudadania para intervenir desde su con: cepcin del bien particular en temas politicos es précticamente iim: tada, En segundo lugar, incluso respecto de esas cuestiones «blinda- das» no parece que algo impida que las personas defiendan supuestas -«verdades» derivadas de su teorfa comprehensiva, siempre que lo ha sgan dentro de los requerimientos del discurso piblico, siempre que apelen a argumentos susceptibles de generar un acuerdo superpuesto: la defensa de la probibicidn del aborto por parte de un catSlico —por seguir con el mismo ejemplo— pero recurriendo a argumentos «incl sivos» —en defensa de la vida, por ejemplo— y no a otros «excluyen: tes» propios 0 «intemos» a su religion fvéanse, LP, pigs 282 y sigs) No hay que olvidar que la razén piblica no nos pide los mismos principios de justicia, sino mas bien que desarrollemos nuestra dis- cusiones fundamentales en términos de lo que consideramos une concepeidn politica» (LP, pag, 276). ¥ en tercer lugar, que fuera de los derechos basicos, que si pueden aspirar con certeza aun acuerdo y a unas garantias efectivas, los principios «que cubren las desigual- dades sociales y econdmicass, aun expresando valores «politicos» no son susceptibles de generar el mismo tipo de acuerdos" ni de plas- ‘arse en normas constitucionales que no exijan su permanente rein terpretacién, En estas cuestiones, por tanto, cabe imaginar que se produzca una amplia discusién piblica, y no siempre seré fii! dis tinguie cuindo se hace desde intereses de grupos especificos, esde teorias morales comprehensivas o desde los presupuestos dela razo- nabilidad politica. En conclusién: no considero que Ia teoria rawksiana contenga presupuestos necesariamente debilitadores de la libre interaccién de- ‘mocritica, aunque claramente se aleja de ls planteamientos repub canos 0 de los propios de la democracia deliberativa. Lo que si se percibe es una distincin implicita entre un ambito de lo piblico al 16. «Descansan en compicadesinferencis yen jucios incites que nos xigen valu infrmacign compl sobre ssantos sociale y esonmicoe magramente com prendidos (LP, pg 268) ntRopuceiON a que acuden los ciudadanos euando buscan la ealizacién de los fines sociales, y otro, aparentemente mucho mas vigoroso, de una sociedad iver la que los individuos establecen sus mas intimas relaciones de afinidad c interés inmediato, pertencciendo a diferentes asociaciones, Iglesias, universidades, clubes, asociaciones profesionales,ete.—y ppetsiguen su propia concepcidn del bien o sus planes de vida denteo de las condiciones generalesdefinidas y aceptadas por todos. B, En la lectura de Habermas, esta esticta divisin entre soce dad civil y Estado, por utilizar términos por todos conocides, se ex ‘rapola sobre el mismo disefio dela posicién original, y provoca la ya aludida prioridad de la autonomia privada sobre la autonomia pabli ca. Ello tendria una doble consecuencia: En primer lugar, signifcaria una cieraintromisin del fildsof en las labores que propiamente co rresponderian ala ciudadania, pues esl quien lleva a cabo el juego de ineraccién interpetacin de los principos basicos que se debaten nla posicién original. Los ciudadanos, por decelo de alguna manera, «cencontrarian» ya adoptadas esas decisiones fundamentales, que co brarian cuerpo en un sistema institucional practicamente delineado en todos sus aspectos esenciales. Y,en segundo término, se arroj la acu sacidn de que la tcoria acabaria cayendo en la «l6gica de liberalismo» mis convencional. Los derechos aparecen predominantemente como cpsulas protectoras frente a potenciales agresiones alas distntas for- mas de vida, siendo éstas las que conviene preservar frente a una vi sién més positiva 0 participativa de la libertad, Dada la consteuccién del procedimiento, es dificil no concluir que la autonomia piblica no no el instrumento para la realizacin de los intereses privados, No vainos a insstr en el segundo aspecto, que saldré ala luz de tuna manera mis eficaz al abordar dicectamente la teoria de Haber mas. El primero si merece en cambio una pequeiia consideracion, ya ue se reiere al curioso problema del papel del filésofo en la cons: truccién de su propia teoria democritica. En este punto concreto me parece acertada la defensa de Rawls al neparse a aceptar la acusacién de prejuzgarlos resultados deliberativos una vez constituida la soie dad: en el debate pibico, el filésofo es un eiudadano entre otros; y ‘en atribuir a Habermas una ciertaincomprensién de su esquema de 28 FEONANDO VaLLESPin Ja wsecuencia en cuatro fases», Hay una euestin, sin embssge, en la aque la critica de Habermas s{ puede tener cierta mordiente cuando insiste en el paternalism filos6fico que se esconde tras fa presenta cin de todos os rasgos que ha de asumir una sociedad bien ordena da, Me refiero a las implicaciones que puede tener pars la compren- sidn de las magnitudes democréticas de la teoria rawlsiana como un todo, Obsérvese que, en defintiva ls ciudadanos acaden al espacio plblico ya plenamente conscientes de sus intereses ¢identidades, y luna vez alls limitan a aplicaro snterpretar los principios dela razén pblica previamente objetivados en la teoria y en las normas consti tudionales. El espacio piblico no sive, pues, para generar, redefinir 0 encontrar intersubjetvamente dichos principios a través del debate, sino tinicamente para constrefir la forma en a que se han de presen. tar los argumentos en defensa de intereses ¢ ideas pre-defindes, y conseguir el apoyo més extenso posible para los mismos. Bate es el punto en el que se separa decsivamente de usa teoria de la democra cia deliberativa a lo Habermas IV, Et REPUBLICANISMO KANTIANO Sila obra de Rawls no deja de acoger una gran ambicin, Ia ha bermasiana roza alos limites de lo tténico. Por es0 nos vamos a li ‘mitar aqui a refleja los aspectos de la misma que tienen relacién con dl debate que estamos irtsoduciendo y los elementos o problemas «que previamente hemos resaltado de la teoria dl filsofo norteame ricano, Son también fos que se suscitan de inmediato al intentaracla rarlos conceptos que hay detris de la denominacién con la que cali fica asu tcoria: republicanismo y kantismo. El objetivo de Habermas consiste, en sintess, en intentar una reconstruccién discursiva de le nocién kantiana de la personalidad moral, con todas sus implicacio- ‘nes universlistas,y ala ver subrayar la dimension pablica de la auto- rnomia. En lo que sigue trataremos de exponer estas ideas dela forma is concisa posible. mvrropuccién 2 1. El aspecto mas sobresaliente de la teotia de Habermas es la limpieza con la que combina las res dimensiones de la azn préct- cc fa dimensién moral, preocupada pot la resolucién equitativa e mparcial de conflictos interpersonales, que aspita a un reconoci miento universal de sus preseripciones la éica, cupada de la inter- pretacién de valores culturales y de identidadesy, por tanto, condi cionada en su fuerza prescriptiva por una evaluacién contextual; yla ragritca, dtigida ala satisfaccién instrumental o estratégica de f- nes y generalmente marcada por criterios de eficaca y por arraigar- se en la negociacién y el compromiso. Si la labor y el esfuerzo de Rawls —con los matices ya sefialados— consistia en procurar man- tener una separacién conceptual lo mis nitida posible entre cada una de estas dimensiones, aun a costa de debilitar el marco de lo pa biico, en Habermas nos vamos a encontrar con lasituacién contra: ria: con la méxima combinacién de todas ella gracias, precisamente, ‘asuincorpatacion al émbito piblico, La politica habermasiana bus- a recuperar un espacio de discusin intersubjetivo en el que inexo- rablemente habran de fundirse todas estas dimensiones. La delibe raciin politica se escapa ala disciplina que pueda imponer una tnica forma discutsva, ya sea ésta la justicia o la pretensin de aspirar aun ‘equitativo reconocimiento de formas de vida, concepciones de bien © identidades concretas, 0 cualesquiera otros intereses subjetivos 0 de grupo. St ay, sin embargo, un importante constretimiento que opera ‘como controt de esta deliberacién piblica, y est ditigido, como en Rawls, a proporcionar Ia prioridad de la justcia sobre el bien, de la moral sobre la dimensién ética, Este «ontrobs es el que ejerce la ins: titucionalizacion legal del principio det dscurzo, encargado de intro dducir ei epante de vista morabs en estos procesos de constitucién conformacién de voluntades. Segin su presentacién més general, el principio del discurso impone que «sélo son vilidas aquellas normas cen las que todos los afectados puedan consentir como participantes en tun discurso racionaly (FV, pag. 140). La legitimidad de las dcisiones se retrotrae asia estas condiciones formals, que constituyen la ex: presin de la imparcialidad de los jucios pricticos y que, ala postre 30 FeRNaNpo VALLEStIN remiten a una reformulacin discusiva y procedimental del concep: to de autonomia kantiano, El principio del discurso se entiende por parte de nuestro autor como expresién de lo moralmente correcto. Posee una naturaleza cpistémica que trata de cmanciparse de las confusiones de le teorfa de la correspondencia de la vend moral y se vincula 8 un tipo de val- dex conectado al proceso le dilucidaciéin discursiva.” Es el mismo ‘procedimientoy las condiciones «sustantvas» de las que se imbuye, derivadas de la concepcidn kantiana de la autonomia moral dela per sona, el que consttuye el fundameno dela jusifcacén de las nor tas morales; sus resultados pueden aspirar en consecuencia a la “«presuncién de validez», Los elementos 0 contenides fundamentales del procedimiento discursivo —la imparcalidad, la igualdad, la aper tura a todos, la ausencia de coercién y la unanimidad—, que equiva len a los contenidos de una moral del zespeto mutuo y de la respon: sabilidad solideria por toda persona, pueden entenderse como una lectura teérico-discursiva del imperative categérico kantiano. O,ase- «as, como la adopeién del «punto de vista moraby, que es el término que parece preferir en sus tkimos esertos. Este requiere que entre :mos en la dindmica de una progresiva ampliacin del horizonte pro pio y nos acerquemos a otro susceptible de ser compartido por los demas. Adoptarlo equivale a «salir fuera» de las concepciones 0 vic siones del mundo que tenga cada cual para «aproximarse a una pers pectiva moral comiin que bajo las condiciones sinétricas del discurso {y del aprendizaje mura) exige un cada ver mayor descentramiento de las distintas perspectivas»."” Es lo que G. H. Mead ealificé como la eadopeidn ideal de papeles»o la «apelacién a una comunidad cada vex mis extensa» Frente ala pretensién de Rawls de desasrollar el diseio comple to de una sociedad justa, Habermas reduce el papel de la flosofa, 17, La expos mis excensa y coviente de et idea bie se encuetes en Eine genelopece Beeacang sum kogiiven Gehak der Moral) aber, Die Einbsiburg des Anderen, Feanctort del Meno, Sobskam, 1996, pig. 11-8 IR Di Enbeschung det Anderen op. cit, p31. mrropucessn 31 como dice en su inicial critica a Rawls, la dlatificacién del punto de vista moral y del procedimiento de la legitimacién democritica» (pig. 71). El que estos presapaestos, como replica Rawls, lo ubiquen ‘g1n0 en una teoria comprehensiva no parece afectar a Habermas, que prefiere distinguir entre la neutralidad o xindependencia» dela teoria respecto de cuestionesetcas, que aliema para su propia versin ted ca, yl neutalidad filosfca, ques esta dispuesto a aceptar con gusto (éase su contestacin a laréplica de Rawls, pig. 178) 2. Habermas busca adaptar este principio del discurso alas con- diciones propias de las sociedades modemas, caracterizadas no slo porla pérdida de un referente normativo unitario capaz de vit todos sus miembros, sino también por la creciente autonomizacién de os sistemes econdmico y administrativo, que amenazan con saho. sr» las ligicas comunicativas del mundo de la vida (Lebemswel). La Sinica forma viable de trasladar su principio de legitimidad apoyado ‘en el principio del discurso ala sociedad como un todo es «mediante la legalidadn, através del derecho. Sélo ast puede transmitise la ex- ppetiencia del reconocimiento mutuo y la igualdad propia de las are laciones cara a cara» a una sociedad consttuida por personas que se relacionan xanénimamentes, como extrafios. La mediacin institu cional se convierte en el presupuesto necesario pura mantener y reproducit los procesos comunicativos. Su teora de la justcia se en imate, portant, en una més ampli indagcin de fost y sco Jogia del derecho, que con mucho excede los limites que para si re- clama la obra rawlsiana.”” a La estratega habermasiana ala hora de buscar el principio de legi tiacin del derecho consist entaladare os presupucson sion de la moral discursiva,atendiendo a su naturaleza «institucionals.”” 19, Una exposicin més amply sistema de eras dos dimensiones de FV se ‘cuenta en F. Vabesp,wgReconciliacin aves del derecho? Apostles «Fc. dy valde de ingen Habermas, en}. A. Giberoat, Leta moray polit de Hinge Hcberms, Maid, Biblioteca Nueva, 197, pgs. 199-225, 20. «Mientras principio moral opraen el nivel dela constucidn infers de un determina juego argumentativo, el principio demoertico se temite al nivel exter, 32 FERNANDO VALLESPiN Desde la perspectiva de a ceoria del dscurso, este presupuesto habia «que coneretarlo en la maxima de que asélo pueden aspirar ala lei ‘midad aquellas disposiciones normativas en las que todos los afecta dos “pudieran” consentir como patticipantes». Consecuentemente, las energias partcipatvas exigidas por fa reaizacisn del principio en ‘arin en una tensién inevitable con suinsoslayable mediacién insti ional, y éstaa su vez con las demandas del principio democritico. Lo ‘que eso significa en la prictica es, de un lado, la necesidad de cons teeise a las condiciones generales del constitucionalismo modemno y sus instituciones, pero, de otro, bustar revitalizarlas democritice ‘mente mediante una reinterpretacin de sus fundamentos. El elemen: ‘o «no institucional» encargado de conectar ambas dimensiones es la esfera piiblica, asentada sobre la sociedad civil, que abarca aquello: «espacios libres de interferencia estaal ydejados ala espontancidad so cial no regufada por el mercado, donde surge la opinidn pale infor ral, las organizaciones civcas y, en general, aquello que desde fuera influenci, eval y critica la politica. ¥ éstaa su vez, através desu ni- o de 22, Lo frnulacin is sia deere ess se encvente en Chases Tayo athe Poics of Recognition» en A. Gutmann, Malian, Princeton, Princeton Universiy Pes, 199, pis. 25:79

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