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: EI pequefio vampiro El Pequefio vampiro OeOE Reet eg tr Angela Sommer-Bodenburg oe Rene eo iustraciones de Amelie Glienke realidad ante is asombrados padres. ‘fii ALBA ARA “itvlo origina: DER KLEINE VAMPIR Publicado origialmente en la colsci6n: Rororo Rotfocks 1979. by RowalhleTaschenbugh Veslay GmbH De esta eicion 20H, Aguilar Chilena de Edictones 8.4 Dr. Aniba Aritia 1444, Provklencia Saatiago de Chie ISBN: 986.030-175.2 Impreso en Chite/Printed in Chile Primera ediekin en Chie: mayo £996 Desimwnovena edieion: ener 2011 Dineto de Manuel cals Una eho el yrupo Sanitana con sedes en para « Argent Bolivia Brasil» Chile» Colombia + Costa Kiea* Beuador +E Salvador EEUU, «Guaternla* nura* Mésioo« Punar« Paraguay » Pei» Prnaal ¢ Pero Rico + epiblica Dominicana » Uruguay * Venecucta Fs bs derechos reservados stu publicaion n0 pds ser reproide nien todo ni en parte. reise en. dle mnformicisn, en winguna forma ni por hingin medi. sex mecsniee. ftoqutmio, slecirinieo. magnétice, elesicuipticn. por foxoeopiav euaigoier oo. nl permno provi por escrito ue fa Eto EI pequefio vampiro Angela Sommer-Bodenburg Iustacunes de Amelie Glienke ALFA RA Este libro es para Burghardt Bodenburg, quien, con sus blandos dientes, nunca podria Wegar a ser un vampiro, y para Ada-Verena Gass, que domina magis- tralmente la mirada del vampiro, y, ade- mds, para Katja, que sabe gritar «iliiih, un vampiro!» de forma tan admirable, {iy para todos aquellos a los que les gusta tanto como a mk leer historias de vam- piros! Angela Sommer-Bodenburg INDICE La cosa en la ventana Sabiduria de padres La punta misteriosa . La segunda capa Murmullos de cementerio La Cripta Schlotterstein Mal despertar «.. 00.000 2 Lépidas en forma de corazér Anna la desdentada ... . La gran escena de Udo Hora crepuscular Historias de vampiros ... Primeros auxilios . Demasiado Preguntas delicadas ... Un nuevo colega ... « Oidos aguzados Cita en pijama .. Los tiltimos preparativos . Velada artistica Epilogo ... 15 34 49 56 62 2 80 104 115 124 130 144 149 157 160 165 174 177 189 Fie : as > * A Anon le gusta feer histarias emocionanttes ex puiniosas. Expecialmenteleeneantan ls historias de Nampivas, de caus eostinnbres esd tonite al *y Be POON GE 4 4 Riidiger, ef pequco vanpiro, es vara desde Ihace por fo manos cena ccwerta aon Etecio dec se a peg an na ris see Conmiiia va de nit en vamp, Si amistad co Aion enipes etando ta vex Aiton nnevanrote Solo en esa Alcestaba de repent el page van pra sertadoen el bana dela vera Aon et Daa de nied, pero! pequeio wanna ears sue whale cori. Reuven seta Iainado Tos vapinos cho mds ome espns de qu Ridigerle confesara su peileccion por las historias de sampivon vs temorale ost Fda leencontrovardaderamsntestpance & pat fir de entonces avid bastante nonstn de Aton fe solid mie envatonante el pequetg snpiro irajo consige tami tna cope part te ‘olargn hacia ef cementeio te Gpta Schoen tek Prom conocid Anion ores ebro de la ‘ a Anna la Desdentade es le hermana pequetia de Riidiger. No le ban salido todavia dlentes de vem Divo, de forme que clle es 1a rinica de ta familia de tampires. que se alimenta de lecbe, /Pero. yo no por mucho tiempole, matiza ella. Tambitn lee bistoras borrpilantes. Mi, hermano mayor de Ridiger, es un vampiro riuy iracible. Su vos, a veces alta, 4 veces chillona, demuestra que €l ke encuentra las afios de crecimiento, Lo tinico malo es gue Wo saldr8 manca de este dificil extado, porque te cor tints en vampire durante la pubertal. {as padres de Anton no crcen en vampires, La me dre de Anton es mace; padie aba en ts oficin Tig Dooce es ol sampig lt. saguinario de todos. Encontrarse con ella después de ponerse el sol puede resultar mortalmente peligro. ae a El guardién del cementeri, Geiermeier, persigue a os ‘vampiros. Por es0 los eampiras ban trasladado sus ataides «une cripta subterrinea, Haste boy, Geiermeier no ba conteguido encontrar el agujero de entrada ala cripta, A los restantes parientes del pequeiio vanepiro no legs « conocerlos Anton personclmente. Pero ba visto wna tous ataides ofa Crtpta Seblowerstein La cosa en la ventana E, sébado: el dia en que sus pa- dres salian de casa por la noche. —tA dénde vais hoy? —quiso saber Anton por la tarde, cuando su madre se esta- ba poniendo Ios rulos en el bafio. —Ah —dijo la madre—, primero va- mos a cenar y luego, quizé, a bailar. —-4C6mo quiz6? —pregunté Anton. No lo sabemos todavia —dijo la madre—. ;Acaso es tan importante para ti? —Nooo —grufié Anton, Preferia no confesar que queria ver la pelicula policiaca que empezaba a las once. Pero su madre ya habia sospechado. —Anton —dijo volviéndose de tal ma- nera que podfa mirarle fijamente a los ojos—, no querrés, por casualidad, ver la televisin... —Pero, mamé —exclamé Anton- oémo se te puede ocurrir e307 Afortunadamente, su madre habia vuelto a ta tarea de rizarse el pelo, de modo que ya no podia ver eémo el rostro de Anton se ponfa colorado, 16 —Quizé vayamos también al cine —dijo ella—, En todo caso, no volveremos antes de medianoche. Se habia hecho de noche y Anton es- taba solo en fa casa, Estaba en pijama, senta- doen fa cama: se habia subido la’ manta hasta la barbilla y lela La verdad sobre Fran: enstein. La historia tenia ugar en una feria anual. Un hombre con un abrigo negro on- deanfe acababa de salir a escena para anun- ciar la aparicién del monstruo. Entonces soné el despertador. Molesto, Anton levanté la vis- yh! ;Ya casi las once, queda- ba el tiempo justo para encender la televisin! ‘Anton salté de la cama y apreté el mando de encendido. Entonces volvié a arre- Uanarse en su manta y esperd a que, fenta- mente, apareciera la imagen. Pero atin ponfan el programa deportivo. La habitacién estaba bastante lobrega y sombria. King-Kong, en el péster de la pared, hacia una mueca horren- da que iba bien con el estado de animo de An- ton: se sentia salvaje y abandonado como el nico superviviente de una catéstrofe mariti- ma, ndufrago en tna isla del sur habitada por canfbales. ¥ Ja cama era su madriguera, sua- ve y célida, y si queria podia esconderse en ella y no dejarse ver. Habla un montén de viveres delante de Ia entrada de ia cueva; s6lo faltaba el agua de fuego, Anton pens6, anhe- loso, en la botella de jugo de manzana que | 7 habia en 1a nevere, ipero hasta allf habfa. un argo camino a través del oscuro pasillo! :De- beria regresar nadando al barco, pasando al ado de los tiburones sedientos de sangre que sblo esperaban sus victimas? jiBrre!! Pero {no morian los néufragos mucho més por la sed que por el hambre? Por tanto, se puso en camino. {Odia- ba el pasillo, con la kémpara eternamente rota que nadie reparaba! {Odiaba los abrigos que se balanceaban en el ropero y que parecian ahogados! Y ahora le daba miedo incluso de la liebre disecada del cuarto de trabajo de su madre, a pesar de que otras veces a él Te gus- tara tanto asustar con ella a otros nifios. Finalmente habia Hegado a la cocina. Sacé de la heladera ta botella de jugo de man zana y corté una gruesa.tebanada de queso. Haciendo esto escuchaba para ver si habfa comenzado la pelicula policiaca. Oyé una voz de mujer. Probablemente la locutora que anunciaba el comienzo de la pelicula, Anton se sujet6 Ia botella bajo el brazo y eché a co- rer, Pero no Hleg6 lejos, pues ya en el pasi- Io advirtié de repente que habia algo que no iba bien. Permanecié parado y escuché atenta- mente... y de repente supo lo que eta: iya no ofa la voz de la televisién! Eso s6lo podta significar una cosa: jAlguien debja de haber- se colado en su habitacién y habia apagado Ia televisiént Anton noté cémo el corazsn le daba un salto'y después le latia como loco. 18 Y desde ef estémago le subja hacia arriba un extrajio hormigueo que se le quedaba en la garganta. Ante él surgieron imagenes horro- rosas: jimégenes de hombres con medias en a cabeza, con cuchillos y pistolas, que se in- troducfan de noche en casas abandonadas para saquearlas y que tiraban al suelo fo que se interponia en sv camino! La ventana de ja habitacién estaba abierta, recordé Anton, Bl ladrén podfa, pues, haber trepado desde el baledn de los vecinos. De repente se oy6 un ruido: ta botella de jugo de manzana se te habia caido de la mano y rod6 por el pasillo justo hasta la puer- ta de Ta habitacisn. Anton contuvo la respira- ci6n y espers..., pero no pasé nada. ¢Acas0 lo det ladrén eran s6to figuraciones? Pero en- tonces gpor qué ya no funcionaba ia televi- sién? Levant6 ta botella y abrié cautelosa- mente la puerta de su habitacién. Llegé hasta su nariz un curioso olor enrarecido y a moho como el del sétano, y asi como si se hubiera quemado algo. ¢Vendria de la televisin? R&- pidamente retird el enchufe. Probablemente se habjan quemado los cables. Entonces Anton oy6 un extraiio eruji- do que parecta venir de la ventana. Y de pron- to crey6 ver detrés de las cortinas una sombra que se perfilaba en Ia clara luz de Ja luna, Muy lentamente, tembléndole las rodillas, se aproxims de puntilles. El extraiio olor se hizo mids fuerte; olfa como si alguien hubiera que- 19 ‘mado una caja de cerillas entera. También el crujido se hizo més fuerte. De repente Anton se qued6 parado como si hubiera echado rai- ces...: en el alféizar, delante de los visillos que flotaban con la corriente de aire, estaba sentado algo y lo miraba fijamente. Tenia un aspecto tan horrible que Anton pensé que iba a caerse muerto. Dos ojos pequetios e inyecta- dos en sangre relampagueaban frente a él des- de un rostro blanco como la cal; una cabelle- ra peluda le colgaba en largos mechones hasta tuna sucia y negra capa. La gigantesca boca, roja como la sangre, se abria y cerraba, y los dientes, que eran extraordinariamente blancos y.afilados como pufiales, chocaban con un re- chinar atroz. A Anton se le eriz6 el pelo y se le detuvo la sangre en las venas. jLa cosa de Ja ventana era peor que King-Kong, peor que Frankenstein y peor que Drécula! iEra lo més espantoso que Anton habfa visto jamés! 20 A Ia cosa parecta divertirle ver tem- blar a Anton con un miedo de muerte, pues ahora hizo con su gigantesca boca una mueca horrorosa con la que dejé completamente al descubierto sus colmillos, agudos como agu- jas y muy salientes. —iUn vampiro! —grité Anton. ¥ Ja cosa contesté con una voz que parecia salir de las més Ibregas profundida- des de la tierra: —iSi, sefior, un vampiro! —y de un salto habia entrado ya en la habitacién, colo- céndose delante de la puerta—, Tienes mie- Anton no pudo articular ni un sonido. —iPues estés bastante flojucho! No hay mucho que sacar, creo yo —el vampiro lo examiné con una’ mirada salvaje—, 2Y donde estén tus padres? —En el ci..., cine —tartamudeé An- ton. —Ya, ya. Y tu padre, desté sano? {Buena sangre? Al decir esto ef vampiro se rié para si y Anton vio brillar los colmillos a la luz de fa Tuna —iComo ti seguramente sabes, noso- tros nos alimentamos de sangre! —Yo tengo una sangre muy ma..., mala —tartamuded Anton—. Siempre tengo que tomar pa..., pa..., pastillas. —iPobre de ti! El vampiro dio un paso hacia Anton. 24 —iEso también es verdad? io me toques! —grité Anton, in- tentando hacerse a un lado. Chocd precisa. mente con la bolsa de los ositos de goma que estaba delante de su cama y éstos rodaron por la alfombra. El vampiro solt6 una estruendo- sa carcajada. Soné como un trueno. —Mira, ositos de goma —exclamé, apaciguéndose—, iqué monada! —cogié un ‘sito de goma—. Antes yo tambin tenfa siem- pre algunos —susureé—, de mi abuela, Se meti6 el asito de goma en la boca y lo masticé de un lado 2 otro durante un rato. De repente fo escupis, lanzéndolo en un arco elevado, y empez6 a dar graznidos y a toser. ‘Al mismo tiempo proferia los més espantosos juramentos y maldiciones. Anton aprovech6 Ia ocasiGn para ponerse a cubierto tras el es- ctitorio. Pero el vampiro se habia quedado tan débil por el ataque de tos que se hundié en la cama y no se movié durante minutos. Enton- ces sacé de debajo de ta capa un gran pafiuelo manchado de sangre y se limpis larga y dete- nidamente 1a nariz, —Esto sélo puede pasarme a mi —so- Nozé—. Mamé me lo habia advertido categ6- ricamente. —iPor qué advertido? —pregunts curioso Anton, Detrés de su escritorio se sen- tfa considerablemente mejor. El vampiro le lanz6 una mirada colé- rica, —iPorque uno, como vampiro que es, 22 tiene un estémago sensible, tonto! Lo dulee €s veneno para nosotros. A Anton le dio verdadera pena. ~-{Puedes aguantar entonces el jugo de manzana? —quiso saber. El vampiro dio un grito de espanto. —ZQuieres envenenarme? —bramé —Perdéname, por favor —dijo apo- cado Anton—, sélo pensaba que... —Esté bien, Al parecer, el vampiro no se fo habia tomado a mal. «Realmente es un vampiro muy simpético», pens6 Anton, «a pesar de su aspecto tan horroroso.» De cualquier modo, 41 se habia imaginado mucho més horribles a los vatnpiros. —iEres ya viejo? —pregunt6, —Viejisimo, —Pero si eres mucho més bajo que yo. iY qué? Es que morf precisamen- te cuando era nifio, —Ah, vaya. Con es0 no habja contado Anton. —eY ya estés..., quiero decir, tam- bién tienes una tumba’ El _vampiro reprimié ta risa. —Y puedes visitarme cuando quieras. Pero sélo después de ponerse el sol. Durante el dia dormimos. —Lo sé —presumi6 Anton. Al fin po- dia mostrar que lo sabia todo sobre vampi- ros—. Cuando los vampiros se exponen al 23 sol mueren. Por eso por las noches tienen que apresurarse para estar antes del amanecer de nuevo en la tumba, —Un chico listo —dijo sarcéstico el vampiro. iY cuando se sabe dénde yace al- guno, se le debe atravesar el corazén con una estaca de madera! —prosiguié Anton. Esto no hubiera debido decirlo, pues el vampiro prorrumpié en un bramido desga- rrador y se abalanzé sobre Anton. Pero An- ton fue més répido. Con la velocidad del rayo se desliz6 por debajo del escritorio y se apre- sur6 hacia la puerta, seguido de cerca por el vampiro que bufaba de coraje. Poco antes de a puerta el vampiro lo habfa elcanzado. «Ahora se acabé», pensé Anton, «ime va a morder!» ‘Todo su cuerpo temblaba. El vampiro estaba de pie ante él respirando con dificul- tad. Sus dientes hacian un atroz clic-clac y ‘sus ojos relucian como carbones ardientes. Co- 46.0 Anton y lo zarande6, —Si hablas otra vez de la estaca de madera —chilld—, puedes hacer tu testamen- to, centendido? —Sss..., sf —tartamudes Anton—. No..., no queria molestarte en absoluto, de verdad que no. —iSigntate! —ordené bruscamente el vampiro. ‘Anton obedecié y el vampiro empez6 a andar de un lado a otro de la habitacién. 24 LY qué hago yo ahora contigo? —exclamé. —Pues podriamos escuchar discos —propuso Anton, —iNo! —grit6 el vampiro. —O jugar al «Endemoniado». —iNo! tO debo ensefiarte mis postales? —iNo, no y otra vez no! ~Entonces tampoco se me ocurre nada —dijo desconcertado Anton, EI vampiro se habfa quedado parado delante del poster de King-Kong. Se le esca- PS un grito salvaje. “—iEste mono! —grufié arrancando el cuadro de la pared y rompiéndoto en mil tro citos. 25 —so es una canallada —protesté mi péster favorito... —Bueno, cy qué? —sises el vampiro: Ahora habia descubierto los libros de King-Kong en la estanterfa y hacia revolotear pagina por pégina, rasgadas por la mitad, ha- cia la cama, libros —berreé Anton—, to- dos comprados con las propinas! De pronto el vampiro se detuvo; una sonrisa de satisfaccién aparecié en su ros- tro. —iDrdculat. iMi libro favorito! Mir6 a Anton con ojos radiantes, -éPuedo tomar éste prestado? —Por mi... Pero hay que devolverlo, gentendido? —Claro que si. Satisfecho, se metié el libro bajo la —ley6 a media vez, capa, —Por cierto, gedmo te Hamas? —Anton. cY ti? —Riidiger. —iRiidiger? Anton estuvo a punto de desternillar- se de risa, pero pudo reprimirse a tiempo. En definitiva, no queria volver a encolerizar al vampiro. —Pues es un nombre bonito —dijo. —2TAi crees? —pregunt6 el vampiro. —De verdad. Y tan apropiado. El vampiro parecla muy halagado. 26 —Pues Anton también es un nombre bonito —No lo creo en absoluto —dijo An ton—, en el colegio siempre se rfen al ofrlo. Pero mi padre se fama también Anton, sabes? Ab, vaya. —Y ya mi abuelo se lamaba Anton, iComo si eso me importaral —Realmente, hasta ahora también yo habia encontrado siempre Riidiger bastante estapido —dijo el vampiro—. Pero uno se acostumbra, —Si, se acostumbra uno —suspiré Anton, —Dime, cestés a menudo asf, solo, en casa? —pregunt6 el vampiro. —Todos los s4bados. —ZY no tienes ningdn miedo? Si. —Yo también, Sobre todo en la oscu- tidad —declaré el vampito—, Mi padre dice siempre: «Réidiger, ti no eres un vampiro, ieres una gallinal» Se miraron y se rieron, —iTu padre también es vampire? —pregunté Anton, —iClaro que st! —dijo el vampiro—. Qué pensabas? —Y tu madre también? —Naturalmente, Y mi hermana y mi hermano y mi abuela y mi abuelo y mi tia y mi tio... 2 \Cielos! —exclamé Anton—. ¢To- da tu famili Toda mi fami 10 tleno de orgullo. —Mi familia es completamente nor- mal —dijo tristemente Anton—. Mi padre trabaja en una oficina, mi madre es profeso- ra, hermanos no tengo..., puedes imaginarte Jo aburrida que es nuestra casa. El vampiro lo miré compasivo y ex- ! —dijo el vamy plicé: —En nuestra casa siempre pasa algo. Qué? iCuéntame! —ial fin oiria ‘una auténtica historia de vampiros! —Pues bien —dijo el vampiro—, fue el invierno pasado. 2Te acuerdas atin de lo {frfo que fue...? Bien, nos despertamos; el mal- dito sol acaba de’ ponerse. Yo tengo un hambre horrible y quiero levantar Ia tapa del atatid, ipero no se puede! Golpeo contra ella con los pufios, empujo con fos pies..., inedal Y oigo cémo mis parientes se esfuerzan exac- tamente igual en las tumbas de alrededor. iE imaginate: durante dos noches no consegt mos abrir los atatides! Después empez6 por fin a deshelar y pudimos hacer saltar las ta- pas con los mayores esfuerzos del mundo. iCasi nos morimos de hambre! Pero esto no ‘es absolutamente nada en comparacién con el asunto del guardién del cementerio. ZQuieres oftlo también? —iClaro! —Bien, ocurrié en un... —empez6 el 28 vampiro, pero se interrumpié de pronto—. No oyes nada? —susurrd, —Si —dijo Anton, Un automévil se aproxims y pars. So- naron las puertas del coche. —iMis padres! —exclam6 asustado Anton. De un salto ef vampiro estaba en el alféizar. —iY mi libro? —pregunté Anton. eQuando...? — Pero el vampiro ya habia extendido su capa y flotaba en el aire: una oscura som- bra ante el claro halo de la luna. Répidamente, Anton corri6 los visi- Mos y se desliz bajo ta manta. Oyo como abrian la puerta de la casa y su padre decia —Ya lo ves, Helga. Todo en calm: Segundos después, Anton estaba ya durmiendo, i Sabiduria de padres Aquella noche Anton tuvo un suefio: jestaba solo en una Hlanura infinita, y corria! No podfa descubrirse en ninguna parte ni si- guiera el rastro de una vivienda humana; no habia calles ni caminos; s6lo un par de arboles achaparrados extendian sus secas ramas hacia el negro cielo. Gigantescos criteres se abrfan en la tierra cubierta de ceniza y escoria. {Por todas partes habia huesos, brillantes y gran- des huesos, y al correr entre ellos Anton in- tufa Ileno de pavor cual era el destino que le esperaba también a él! Y de repente, mientras corria, jnot6 que algo habia empezado a perseguirlo! Algo hhacia Jo cual no se atrevia a volverse le iba pisando los talones. Jadeando y siseando se le acercaba cada vez més. Ya slo le separa- fban unos pocos metros de Anton. Enionces vio ante sf una montafa. (Si conseguia ilegar hasta all estaria salvado! El horrible graznido de su perse dor se hacia mas fuerte. Ya notaba el célido aliento del monstruo en sus espaldas. Una vez 30 més Anton hizo acopio de todas sus fuerzas y corri6... jpero en vano! Con un grito se des- plomé en el suelo y permanecié tumbado sin moverss, con los ojos fuertemente cerrados. Ahora..., ahora sf que le debia de haber al- canzado el monstruo. Hola, Anton —dijo entonces una voz familiar y muy ronca—; jcorres como si te persiguiera el diablo en persona! Siguié una risa gutural, ronca y reso- ante, y en realidad..., era el pequeio vampi- 10 que estaba en cuclillas junto a él. Sus po- derosos y blancos dientes resplandecian. —Y yo sdlo querfa contarte la histo- ia del nucvo guardién del cementerio —se 16, —iAh, ésa! —dijo Anton sacudiéndo- ‘88, avergonzado, el polvo de los pantalones. —Pues bien —dijo el vampiro—, jera tun martes, y aquel martes era, precisamente, trece! No siguié adelante, pues en ese mo- mento o interrumpié una voz —iAnton, @ desayunar! —exclamé el padi —Si —-grufié Anton adormilado. Qué opindis realmente de los vam- piros? —pregunié Anton cuando estaba sen- tado a ta mesa de! desayuno unténdose mie! en el pan. Aunque parecia que estuviera ocupa- do con empefio en untar el pan, observaba, no obstante, muy atentamente fas caras de sus padres. En primer hugar cambiaron una mira da de sorpresa, después empezaron a hacer gestos. «No me toman en serio», pens6 An- ton, «seguro que piensan que soy un crfo. (Si ellos supieran!» —Vampitos —dijo la madre repri- miendo una sonrisa—. cY a qué viene eso? —Ah —dijo Anton—. Antiguamente hubo, sin embargo, algunos. —Antiguamente —dijo el padre—. Entonces la gente crefa en las cosas més dis. paratadas. Por ejemplo, en las brujas. —iBrujas! —repitié desdefioso An- ton. 32 —Otros crefan en enanos, en fantas- mas, en hadas... —dijo la madre —Os olviddis de Papé Noel —dijo colérico Anton, y revolvi6 tan violentamente en su taza que ef cacao salpicé el mantel— Pero os voy a decir una cosa: lo de los vam- piros es completamente, completamente dife- rente, Ah, jo burln el padre. —iSi, sefior! —repuso Anton—. Y el que piense que slo hay vampiros en los li- bros. —... 0 en las fiestas de disfraces —se rid su madre para dentro. —.... 63e estd 0 ciego 0 sordo —conti- ‘nu6 Anton alzando la voz; hizo después una pausa y, finalmente, dijo en voz baja y miste tiosa—: jO es muy, muy irreflexivo! —Me das auténtico miedo —se rid la madre. —Queé raro que no nos hayamos en- contrado nunca con ninguno, {no? --dijo el padre dirigiéndose a la madre. —Ay —dijo Anton de buen humor—, eso sucede algunas veces antes de lo que uno ree. {De veras? —exclamé la madre con un sobresalto fingido. —Ya veréis —dijo Anton, metiéndose en fa boca ef resto de su pan. Yo slo veo que mi taza est vacia —se iG Ta madre—; por favor, sirveme mas 46, Anton. 33 EI padre se puso de pie y tomé la tetera. Mientras servia le guifié un ojo a la madre. «Ya se os pasard Ja risa», pens An- ton, Satisfecho, se recosté en su silla y pensé en el sébado siguiente. La punta misteriosa El sébado empez6 como de costum- bre. Después del desayuno el padre se fue de compras. La madre se habia lavado el pelo y ahora estaba ocupada en instalar el secador. Anton la ayudaba a ello. —iVais a ir de nuevo al cine? —pre- gunté con acentuado desinterés mientras co- nectaba en el enchufe de detrés del sofa el cable prolongador. —Puede ser —dijo la madre—, quis papd tenga que irse otra ver ala oficina, —iA la oficina? —exclamé estupe- facto Anton. ~—Bueno —dijo la madre poniéndose 1 casco sobre la cabeza—, no importa, Tam. bién puedo ir sin él al cin —Ah, bueno —dijo aliviado Anton. Al pensar que su madre pudiera que- darse en casa le habia corrido un escalofrio Por la espalda, pues, en defintiva, jesperaba visita! La madre, entre tanto, habia encendi- do el aparato y’ Anton huyé del ruido refu- 35 gidndose en su habitacién, donde ya habia preparado todo para el visitante nocturno. De la estanteria habjan desaparccido libros ente- ros que podian desagradar al vampiro: los d- iimos dos tomos de King-Kong. las historietas dle Tarain y fos fibros de Supermin. En su tugar habia ahora dos libros nuevos: uno de ellos, en cuyas tapas neers se vei un ntesco mutciélago, llevaba en letras rojas brillantes el titulo «Vampiros: Las doce historias més terribles». El otto, con una encuadernacién lila, se Hamaba «La venganza de Dréculao. Anton habia colocado los dos libros de forma que el vampiro tuviera que verlos necesaria- mente. Del armatio colgaba un péster que Anton mismo habia pintado la noche anterior Mostraba a un vampiro que, precisamente, se levantaba de la tumiba. Particularmente logra- dos encontraba ‘Anton el rostro, pélido como el de un muerto, con tos ojos ensombrecidos de negro a su alrededor y la roja boca, ya me- dio abierta, de fa que salian los colmillos, agu dos como cuchillos, iliih! —habia gritado la madre al descubrir el cuadro—. Tienes que pintar esas cosas tan horribles? —iCémo que horribles? —habia res. pondido Anton mientras repintaba cuidado- samente los dientes con algo de blanco opaco para que brillaran con més fuerza atin. —iPero mira esa cara! —habia excla mado la madre—. iCon eso vas a tener pesa dillas! 36 «Seguro que al vampiro le va a gus- tar», se habia consolado Anton. Satisfecho, observaba ahora su obra, ‘También lay tunibas del fondo, con sus pidas ladeadas y sus cruces, creaban un am- biente admirabiemente horripilante! eDeberia incluir quiz un par de mur- cilagos mas? Realmente eran dificiles de pin- tar. Tomé de la estanteria el libro con las doce historias més terribles de vampiros y obser- v6 el murciélago de la cubierta. Repugnante sique era, y también le iba bien a su cuadro..., Pero Anton prefirié retrasar la decisién hasta cl dia siguiente y se eché entonces cémoda mente en su cama. Haba empezado a leer la primera his- toria del libro el dia anterior. Trataba de una fiesta de disfraces a la que los invitados se habian presentado con todos los disfraces que se pueda imaginar... y uno habia ido de vam- piro. Su disfraz era tan bueno que todos huian y se asustaban de él. Cuando a medianoche tuvieron que quitarse los disfraces, él se que- 6 tal como estaba, y de repente todos se die- ron cuenta de que... ino estaba disfrazado en absoluto! Mientras Anton lela regresé su padre, soné dos veces el teléfono, la aspiradora zum 6, corrié agua en la bafiera..., pero a Anton no le molest6 nada. Sélo al resonar un poten- te y prolongado grito de dolor aparté la vista de su historia y escuché con atencién. «qHa sido en nuestra casa?», pensé. 37 ~-iMi pie! —oy6 entonces quejarse a su madre. -Pero, bueno, zc6mo es que te subes a la silla plegadiza? —dijo el padre-—. ;Para qué tenemos Ia escalera? —Si —dijo enojada la madre—, jaho- 1a, cuando ya es demasiado tarde! —Intenta andar. —iay! —Mueve el pie. ‘0 puedo! ’e pasa algo, mamé? —grité An- ton desde el pasillo. —Si, me he torcido el pie —contesté Ja madre. —ZEs grave? —pregunt6 Anton. —Si —dijo la madre—, de momento no puedo apoyarlo en el suelo. ‘Anton oy6 e6mo su madre iba cojean- do por el pasillo hasta la sala de estar, y mien- tras él se ponia de pie y volvia a colocar el libro en la estanteria, pens6 si ella podria ir al cine con un pie torcido... «Depende», pen- 56, «Si es el pie derecho... con él sélo tiene que pisar el acelerador...» Pero era el pie izquierdo el que tenia Ja madre apoyado encima de la silla delante de si y el que observaba con una mirada de dolor. —iQué mala pata —dijo ella—, aho- ra se va a poner completamente hinchado! —Podrias ponerte compresas. frias —propuso Anton, 38 Ste a pe Anion: n pregunté oS neal amable por tu parte! i —Hombre, se da por supuesto —dijo —Bueno —gruiié el padre—, tampo- co es tan por supuesio, Adv me acuewdonde cuando ti. —Deja de criticar —lo interrumpié la shadre. A Anton le dijo: Pregunta, hor favor, qué es lo mejor para las torceduras. Bl caso ex que Anton se pasé I arde enrollando al tobillo de su madre paiios frios empapados en acetato de aluminio. Hacfa mu- ‘cho que su padre se habia ido a le oficina y Anton dijo por décima vez: —iSeguro que ahora tu pie esté mu: chifffsimo mejor! a a Casi podria tener la impresién de que quieres deshacerte de m{ esta noche —dijo ib oadre _ —&Y es0 por qué? —exclamé Anton eae dar a su voz un tono de indigna- Bueno —dijo la madre riéndose—, de papé no tienes nada que temer: esté en la Oficina, Pero conmigo no habjas contado y ahora intentas curarme por todos los maedios. Pero, mamé... —dijo Anton. Pero su protesta resulté poco convin- cente. 39 —Sea como sea..., ya me he decidido de todas maneras —aiiadié sonriendo la ma- dre——: [Me quedo en casa! Anton noté eémo se ponia palido. —2Y sabes una cosa? Vamos a pasar una yelada muy agradable, inosotros dos so- lost De repente, a Anton se le hizo un nudo tan grande en la garganta que no pudo articu- lar ningin sonido. —Anton —dijo la madre—, Ztan mal te parece? —Nmn...., no —tartamudes. —Nos hacemos t6, jugamos al «Ende- moniado»... jAb, pero si es magnifico! —se ‘entusiasmé ella—. © también podemos ver la televisi6n, si quieres. 2Es por eso por lo que ests tan asustado? ¢Piensas que no te voy ‘a dejar ver la televisin? —No —dijo Anton en voz baja. —iQué es entonces? Nada —murmuré mitando por fa ventana: iya empezaba a oscurecer!—. Me voy a mi habitacién —dijo—, quiero leer. iAbora, naturalmente, se habla echa- do todo a perder! {Si solamente supiera c6mo: podia prevenir al vampiro...! ;Si hubiera so- lamente una posibilidad de comunicarse con i! Anton se ech6 sobre su cama y enterré la cabeza bajo la manta ‘Se sintié abandonado por todo ef mun- do, desamparado y triste. jLlevaba una sema- na esperando aquella noche! 40 Entonces golpearon en Ia ventana..., al principio tan suavemente que Anton pensd que se habia equivocado. Pero entonces vol- vieron @ golpear, y como alcanzado por un ayo salt6 de ta cama, corrié a.la ventana y eché los visillos a un lado: jen el alféizar es- taba sentado el vampiro! Sonreia y hacia se- fias a Anton de que le dejara entrar. Con un rapido vistazo atts Anton se asegurd de que Ja puerta de su habitacién seguia cerrada co- mo antes; entonces abrié la ventana. Su co- razn latia répido y con fuerza, y sus manos temblaban cuando levant6 el cerrojo. —Hola —dijo el vampiro—, me ale- aro de verte. ‘Pssst! —susurré Anton—. migo esté al acecho! —Ah, vaya ~-dijo el vampiro. ~—Mi madre -—susurr5 Anton— se ha torcido et pie. Realmente el vampiro no parecia es- tar especialmente intranquilo, Mas bien mira- ba con ojos résplandecientes a !a puerta y se relamia, 1 ene —iNo irds aceso a...? —tartamuded Anton, La sospecha que surgié de pronto en era tan horrible que no se atrevié a expre- sarla. Pero ef vampiro fo habia entendido. Puso cara de abochornado y dijo: —No, no, no te preocupes. Ademés, ya he comido. Al mismo tiempo solt6 una sonora a carcajada que hizo estremecerse de horror @ Anton. En ese momento, el vampiro se fijé en tos libros, —«Vampiros: Las doce historias més terribles» —ley6, y agradablemente sorpren- dido pregunt6—: {Es nuevo? Anton asintis. —Y ese de ahi también: «La vengan- za de Drécular. —i«La venganza de Dréculay? El vampiro tomé casi con ternura el libro en las manos. —éHas traido el otro? —pregunté Anton, —Bjem... —dijo el vampiro tosiendo confuso—, lo tiene ahora mi hermana. —éTu hermana pequefia? —exclamé Anton, —Bueno... ye te lo devolveré. Me su- plic6 tanto que no pude decirle que no —-y mientras guardaba répidamente bajo su capa «La venganza de Drécula», dijo—: La sema- nna que viene te traeré los dos. —Esté bien —dijo Anton—. Por cier- to, qué te parece mi cuadro? Sefialé orgulloso ef péster del arma- tio. —éLo has hecho 14? EI vampiro contrajo la comisura de los labios en un gesto de aprobacién. —No esté mal. 42 LY qué te parece: el vampiro? |, _~—IBient Pero quizé la boca es dema- siado roj “tDemasiado roja? {Pero si la tuya es también tan roja! _ —Bueno, si —dijo el. vampiro tosien- do—, es que yo'he..., comida. claro, nhytaye > murmurs Anton—,e0, , no To sabia. Pero lo pued encima otra ver dijo. nt PF De repente oy6 que se abria l de la sala desta, suerte —IMi madre! —exclam6—. ;Répii dentro del armario! oe —Peto épor qué? —pregunté el vam- piro queriendo ir hacia la ventana—. Si pue- Biro querien entana—. Si pue. —No, no —dijo Anton—, it a ijo Anton—, ella se ird En ese momento Hamaron a la pu te Ame” smaron a la puerta —Anton —exclamé la madre—, ;to- mamos té? —Ah —dijo Anton mientras iba ha- cia Ja puerta y pensaba esforzadamente, al iempo, una ex in Ino tempo, cusa—, mo tengo in: Abrié la puerta sélo un resquicio. —~éY el «Endemoniado»? ¢Qué pares? GY ‘1 “Endemoniados? cOué te —Mi libro esté en estos tan interesante... a meen Anton —dijo la madre con voz 3 preocupada intentando acechar In habitacién por encima de su cabeza—, gno estards en- fermo? Te encuentras mal? —ePor qué dices eso? —Hay en tu cuarto un olor tan raro... ‘Anton, ,acaso has jugado con cerillas? 4 Y¥oo00...?7 —exclamé. indignado Anton—. jNo! —Hay algo raro aqui —declaré la ma- dre, y, decidida, hizo a un lado a Anton y en- tr6 cojeando en la habitacién. Miré descon- fiada a su alrededor, pero, a todas luces, no pudo descubrit nada de particular. Luego su mirada cay6 sobre el armario y con la excla- macién: «Si, cy esto qué es?», agarré la mis- teriosa punta de tela negra que sobresalia de Ja puerta cerrada del armatio y tiré de ella —iAy! —grité una voz apagada des- de el interior del armario—. iMi capa! ‘Anton se habia puesto blanco como —Un amigo mio —dijo répidamente colocndose ante la puerta del armario como proteccién, —iY por qué esté en el armario? —pregunté la madre —Porque..., € algo fotdfobo. —Ya, ya, fot6fobo —dijo la madre—; a pesar de ello me gustarfa verlo. —No, 260s imposible. iY por qué? —Porgue..., hoy ha venido con su disfraz de carnaval. 44 |, ~éCon su disfraz de carnaval? —se rié la madre—, jPues eso es una razén més para verlo! jPregintale si qui para vero! quiere tomar el 16 45 ‘Anton negé con la cabeza. —Seguro que no quiere. No toma pre- cisamente..., t6 jo? ¢Entonces qué? Procedente del armario se oyS un fuerte graznido. — Bebe quizé.... jugo? —p Ja madre, —iSi esté muy rojo! —grufié el vam- piro desde el armatio. La madre se sobresalté. __ =Jugo rojo no tengo —éijo—- pero si gaseosa. nto iGaseosa..., puff! —bufé el vam- piro, —Bien, pues entonces nada —dijo ofendida la madre—. Voy a preparar el té. Dicho esto, fue cojeando hacia la puerta. ‘Apenas habia desaparecido, cuando el vampiro salié del armario tambaleéndose y tomando aire. Su rostro estaba ain més pélido que de costumbre y sus dientes cas- fafieteaban uno contra otro hortiblemente alto. —ZY ahora? —pregunté Anton, que andaba agitado de un lado a otro de la habi- ta —iYo me voy volando! —declaré el vampiro con voz de ultratumba. —Pero no puedes dejarme en Ia esta- cada —exclamé Anton—, Qué voy a decirle a mi madre cuando pregunte dénde ests? FEE 46 —Dile que... —empez6 el vampiro; ero entonces oyeron ambos otra vez los pasos de la madre en el pasillo. 4 Venis? —pregunt6. in una palabra més el vampiro se elevé en el aire y salié volando de alli. —iDénde esté tu amigo? —pregunt6 Jamadre en la puerta, sorprendida, ejem —dijo Anton—, pues ahora se ha ido al camaval. —iAl carnaval? —se sorprendié ta madte—. En mitad del verano? ~éPor qué no? —murmuré Anton. La madre lo miré dudando. —Vaya amigos tan raros que tienes —~Aijo. —tPor qué amigos? —gruié An- ton—. Bse era s6lo uno. —iPero qué uno! —se rid la madre—, Espero poderlo ver fuera del armario la pro. xima vez! Por cierto, no he oido en absoluto eémo se iba, —Es que es muy discreto —dijo An- ton. «Buff, pens6, «ahora preguntard por qué al venit no ha tocado el timbre. ¢¥ qué Te digo yo entonces?» Pero afortunadamente soné en ese reciso momento el reloj minutero en Ia co- ina, Oh! —exclamé la madre—, El 16 estd listo. { Vienes? Anton asintié. —Estupendo —dijo ella—, y no te po 47 olvides de cerrar Ja ventana, Si po te van a entrar polillas en la habitacién. —O vampiros —dijo Anton; pero esto ya no lo habia ofdo su madre. Anton se acereé tristemente a la ven- tana. {Y esto habia sido su sdbado, del que tanto habfa esperado! En fin, iquizé la proxi- ma semana saldria mejor! Cerré Ia ventana y corrié los visillos. —i¥a voy —exclamé—, y ademés evo el «Endemoniado»! Mientras tomaban el té la madre pre- gunté: —iDe qué se habla disfrazado tu amigo? —Ah, él; se habia disfrazado de..., eh... —murmuré Anton carraspeando larga y continuamente—, o sea, él iba... —{Debia decir la verdad? De todos modos, su madre no le iba a creer. Ella se rid. —iEs que es tan dificil de explicar? —En cierto modo, si —dijo Anton— Bien, iba de... jvampiro! —éVampiro? —exclamé le madre rompiendo en una efusiva carcajada—. {Qué lastima que no fo haya visto! Seguro que volverd a Hlevar a me- nudo el disfraz —dijo Anton para consolarla. Y poniéndose alegre de repente aftadié—: Es mis, en realidad casi siempre lo lleva puesto. 48 Pero la madre no le crey6. Sélo se ri atin mas alto exclamando: fe —iDefinitivamente, Anton, ti lees de- masiadas historias de terror! iYa sélo falta que me cuentes que no se ha ido por la sino que se ha ido volando! —Bueno, si ya lo sabes... —di : 5... —difo Ane ton. jLos adultos siempre creen tener . monio ‘dela sabidural oo ne Pat —iPero, Anton —dijo conciliadora la madre—, no vamos a peléarnos por los vam- piros! Ven, ahora vamos a jugar al «Endemo- niedo», gde acuerdo? Si —gruiié Anton. ¢Acaso habi querido pelearse él por los vampires? Suspirando colocé el tablero, repartié las fichas y oftecié el dado a la madre. —Te toca. —iPor qué yo? —EI més débil empieza. La segunda capa —Anton —pregunté la madre al dia siguiente—, va a venir hoy tu amigo?. Los’ padres querian ir esa noche al teatro y por ello se habian vestido especial- ‘mente elegantes: la madre Hevaba el vestido brillante con mucho escote y el-padre st traje de terciopelo y la corbata de seda. ‘Anton, que ya esperaba a la puerta de la casa para decirles adiés, tosiG timida- mente y dijo: —Ejem, quizé..., &s deci que no vaya al carnaval. —iCémo? —exclamé el padre— 2Quign va al carnaval? Riéndose dijo la madre: —EI nuevo amigo de Anton. Parece que celebra el camaval a Jo largo de todo el aio: en caso de Bl padre puso cara de incomprension. ZY sabes con qué disfraz? —se ri6 la madre—, {De vampito! ‘Ahora el padre tenfa tal pinta de este: pidez que a Anton le hubiera gustado refrse a 50 carcajadas. Pero prefirié controlarse... jsi no iba a haber bronca y a lo mejor su padre se quedaba en casa por el disgusto! Pues gquién sabe qué ideas se les ocurren a los adultos? —En cualquier caso —dijo la madre @ Anton—, querriamos conocer pronto a tu amigo. Y a sus padres, naturalmente, también. —iA sus padres? —exclamé Anton. —Claro que sf —dijo la madre—, es que queremos saber con quién tiene amistad muestro hijo, —iPero si yo no tengo amistad con {os padres! —exclamé Anton. —iDe todas formas! —dijo Ia ma- dre—. Por cierto, gdénde vive tu amigo? Nos tenemos que marchar —la in- terrumpis el padre—. {Vamos, Helga! —Si, si, enseguida —dijo la madre Anton, que ya tenfa esperanzas de ha- berse ahorrado la respuesta, empez6 a tarta- mudear: —0 sea, él, si, & vive junto al ce.. cementerio, —iDénde? —exclamé asustada ia madre; pero el padre la tomé suavemente del brazo y 1a llev6 consigo hacia fa escalera. —No te dejes tomar el pelo —se rié €l—; {dénde has visto tit algo asi? {Carnaval en verano, vampiros, cementerio! En el descansillo de la escalera se vol- vi6 de nuevo y dijo adiés con la mano. —iAdiés, Anton! La madre también dijo adiés con la 51 ‘mano, pero parecfa intranquila y pensativa, {Sospecharia algo? ‘Anton cerré la puerta y se fue @ st habitacion. Por la ventana pudo ver emo sus padres subjan al coche y arrancaban. iOjala no se hiciera esperar mucho Riidiger! ; Entre tanto se habia puesto et sol. La luna esteba en el cielo, grande y redonda En Ia calle, seis pisos debajo de él, se habian encendido los faroies. Una mariposa grande y negra revoloteaba alli; sc aproximé lentamente y empez6 a subir con grandes im pulsos hasta que estuvo a fa altura de la ven tana de Anton. En ese momento se produjo en ella una rara transformacién: en primer lugar aparecieron dos pies bajo Tas alas, des pués asomaron dos manos y, finalmente, vio ‘Anton una horrorosa cabeza que le era muy familiar. Era el pequeio vampiro, que ahora atettizaba con un habil giro junto a Anton en isa de te ventana, te TPs cTlombre, me bas asustado! —buté ton. ss dié el vampiro sacudiéndose. i Vuelas siempre asi, como tna po- illa? —preguntd Anton ne Pee mo dees? —enclamé el vamnp- 10; los ojos fe brillaban de cdlera—. {Eso no era ninguna polilla, era un murciélago! 52 —iAh, vaya! —dijo embarazado An- ton. ;Siempre tenia que meter la pat Pero el vampiro no era rencoroso. Ya habia puesto de nuevo una cara amigable; tanto como fe era posible, siendo un vampiro. —iEstas solo? —pregunté. Anton asintis. —iTe he traido algo! Y de debajo de su capa sacé otra de igual corte y también negra. Que era una au- téntica capa de vampiro lo reconocié estreme- ciéndose Anton por las muchas manchas de sangre y el olor a tierra htimeda, madera po- drida y rancio aire de tumba —Péntela —susurrd el vampiro, —{Que me la ponga? —pregunté An- ton con vor temerosa. engal , pero... —murmuré Anton Le vino a la memoria Ta historia de la fiesta de disfraces. No se convertiria quizé 41 mismo en un vampiro si se ponfa la capa? En las historias que él habia lefdo las vict mas deb(an ser mordidas antes, pero... sa bia acaso qué era lo que pretendia hacer con él el vampiro? Le invadié un fuerte temblor, y, con las rodillas flojas, caminé de espaldas, pesada- mente, hacia la puerta. —iPero, Anton —dijo el vampito—, creo que somos amigos! —Sss..., si —batbuced Anton y, tro- pezando en stt nerviosismo con la cattera que 53 estaba junto al evcritorio, se cay6 al suelo todo lo largo que era. EI vampiro lo ayuds a levantarse. —iCrees que yo podria... hacerte algo? —pregunté mirando acechante 2 Anton con el rabillo del ojo Nan... no dijo Anton poniéndo- se colorado—. Sélo pensaba que quizé la capa... Pero €30, naturalmente, es una i..., idiotez —afiadi6 répidamente. —iEfectivamente! —corroboré el vampiro; levanté la capa del suelo y se la aleanzé a Anton—. Toma, péntela! ‘Anton not6 cémo de repente se sentia terriblemente mal, pero, a pesar de ello, co- i6 Ia capa y se ia metié lentamente por la cabeza. El vampiro lo miraba con ojos bri- antes. iY ahora..., puedes volar! Volar? —pregunt6 Anton- 60? —iNada més facil que eso! —excla- m6 el vampiro saltando sobre el escritorio y ‘extendiendo los brazos—. iSimplemente ima- ‘ginate que tus brazos son alas! Y entonces los mueves como alas, muy tranquila y suave- mente, Atriba, abajo, arriba, abajo.. Apenas habia dado los primeros im- pulsos cuando empez6 ya a flot —i¥ ahora te toca a ti! —exclan.s después de aterrizar sobre la cama de Anton. —éY..., yo? —tartamudeé. Anton. —iPues claro! wad 54 __ Con piernas vacilantes Anton se su- bi6 igualmente al escritorio y extendi6 los brazos. —i¥ ahora, vampiro. @ volar! —ordené el 55 —iNo puedo! —iClaro que puedes! —isit —iEsté bien! De pronto a Anton le dio lo mismo es- trellarse de cabeza contra el suelo s6lo con tal de hacer ver al vampiro que él, Anton, tenfa raz6n: {Los seres humanos no vuelan! Dio, pues, un largo salto hacia el cen- tro de la habitaci6n..., iy vol6! iEl aire lo sostenfa! {Era una sensacién como la que se siente al bucear..., s6lo que mucho, mucho més hermosa! —iPuedo volar! —exclamé con jé- bilo. —iClaro —refunfuié el vampiro—, pero ahora ven! Estaba ya sobre la repisa de Ia vent na y, vuelto hacia Anton, lo miraba imp: ciente. —iTodavia tenemos muchas cosas ‘que hacer esta noche! ‘Al decir esto se elev6 y vol6 afuera, en Ia noche. Anton, que de pronto ya no te- nia ningtin miedo, lo sigui6. Murmullos de cementerio —ZA dénde volamos? —pregunts de camino Anton. ——A mi casa —contest6 el vampiro—, a recoger los libros. Qué libros? iLos tuyos! —iY dénde..., quiero decit, dénde estén? —pregunté Anton. EI vampiro lo miré de soslayo y se 116 irOnicamente. —En el atadd, naturalmente, gdénde si no? —Ah, vaya —dijo Anton tragando sa- liva—, entonces vamos seguramente al c cementetio.... aro! ¢Tienes miedo? ao? iN —Tampoco tienes por qué —dijo ama- blemente el vampiro—, mis parientes estén, precisamente, todos fuer ‘Anton stspiré aliviado. Ante ellos aparecié entonces el muro del cementerio. 37 —iPssst! —susurrd el vampiro aga- rrando de la manga a Anton—. Debemos te- ner cuidado, —éPor qué? —pregunté Anton; pero el vampiro no dio respuesta alguna. Parecia estar escuchando intensamente. —iHay alguien alli? —pregunté te- meroso Anton. Debfan encontrarse en un lugar com- pletamente apartado, cerca de la parte tra- sera del cementerio. Anton podia acordarse de que el verano pasado habfan pintado de blanco el muro del cementerio, pero aqui las pitdras estaban tan grises como siempre y un espeso musgo las cubr: —zUno de tus..., parientes? —pre- gunté Anton, EI vampiro negé con la cabeza. —El guardién del cementerio hacien: do la ronda —siseé—. iVen, vamos a aterri- zat! Apenas se habjan escondido tras el ‘muro, oyeron un fuerte carraspeo. —Es é] —susurr6 el vampiro. Parecia preocupado y temeroso. —iSabes? —susurr—, nos esté bus- cando. iA nosotros? —exclamé asustado Anton, —iPssst! {A nosotros los vampiros, naturalmente! iY por qué? —Porque no puede soportarnos. {Qué 58 es lo que crees que lleva en su bolsillo? jEs- tacas de madera y un martillo! —tCémo lo sabes? éQue cémo lo sé? El rostro del vampiro se volvié atin més pélido. Porque a mi querido tfo Theodor Je atravesé estaca en el coraz6n! litih! —grité Anton. —Y todo solamente porque mi tio ‘Theodor, despreocupadamente, tocé un cuar- teto encima del ata poco después de poner- se el sol. El guardifn del cementerio s6lo tuvo que observar el sitio en que se encontraba la tumba y al dia siguiente, cuando atin era de dia... Hizo una pausa y volvié a escuchar atentamente. Pero todo permanecia en si- Iencio. —Y desde entonces —continué susu- rrando— ya no nos deja en paz —2Y no podrfais sencillamente...? —opiné Anton haciendo castafietear signifi- cativamente los dientes. —iA él no! jCome ajo de la mafiana a la noche! : —iBrrt! —se estremecié Anton—. iAjo! —iCuando, por el contrario, pienso en el antiguo guardién del cementerio! —dijo nostilgico el vampiro—. No creia en noso- tros y, ademiis, era cojo. Ni una sola vez vino ‘este rincén del cementerio, de modo que ya 59 casi habiamos olvidado que existen los guar- dianes. Nostélgico, miré hacia el oscuro cielo, —iUna persona tan buena! LY el nuevo —pregunt6 Anton— cree en vampiros? —Pot desgracia —contests el vampi- ro—. Y no s6lo eso: jse ha propuesto tenér el primer cementerio sin vampiros de Europa! Ponfa una cara tan triste que a Anton le dio verdadera pena de él. —2¥ no podéis hacer absolutamente nada en contra? —pregunt6, Qué? —sollozé el vampiro. —Podriais..., mudaros de casa. Y a donde? ¢Quién querria tener ocho vampiros? —Hummm —dijo Anton reflexionan- do—. 2 si os repartis? Quiero decir, si s6lo hhabiera uno en cada cementerio... Pero el vampiro neg6 violentamente con la cabeza. —iNi_ pensarlo! —exclamé—. jLos vampiros tienen que estar juntos! ‘Se puso en pie y espi6 por encima del —2Qué? —pregunté Anton. —Se ha ido —dijo el vampiro—; aho- ra puedo ensefiarte mi atadd. ‘Anton, no obstante, se sentia un poco angustiado cuando saltaron por encima de! muro del cementerio y se hallaron de repente en medio de lépidas derrumbadas, cruces des- muro, 60 moronades y exuberante maleza. Reinaba un silencio inquietante y, a la luz de la luna, el cementerio parecia mas sombrio e irreal. Pero en ningtin sitio pudo descubrir Anton el rastro de una tumba habitada, 61 El vampiro sonrié. Esta bien escondida, zno es cierto? Estds casi encima de la cripta y a pesar de ello no tienes idea de dénde esta. —iCripta? —pregunté sorprendido Anton—. Yo crefa que cada uno tenfa su pro- pia tu..., tumba. —Una medida de seguridad —aclaré el vampiro—. Hemos trafdo todos los atatdes a una cripta comtin bajo tierra que sélo tiene tuna tinica y bien escondida entrada. Ademés, naturalmente, tenemos también una salida de emergencia Mir6 cautelosamente a su alrededor. Entonees levanté una piedra plana y cubierta de musgo que se encontraba, casi invisible, bajo un gran abcto. Aparecié un estrecho —La entrada —susurré—. Yo iré pri- mero y tt me sigues. {Pero no olvides volver 1a colocar la piedra sobre el agujero! El vampiro se deslizé répidamente, metiendo primero los pies, en el interior del ozo. La Cripta Schlotterstein Durante un momento Anton perma- necié de pie, indeciso. ¢Debia seguirlo al in- terior de la cripta? ¢Quién le decia que no era una trampa? Por otro lado..., no habia sido siempre ef vampiro sincero con él? ¢¥ no era mucho més peligroso estar alli solo.en medio de Ia noche y en el cementerio? Si, por ejemplo, volviera en ese momento uno de los vampiros... No! jEn cualquier caso era me- jor confiar en Riidiger, que conocia todos los peligros del cementerio, y bajar! ‘Anton metié sus piernas en el agujero y resbal6 lentamente hacia abajo. Al principio era una sensacidn excitante deslizarse asi en el interior de la tierra, pero cuando ya sélo su cabeza y sus brazos asomaban fuera del agu- jero y tenfa que decidirse a saltar, se sintid incémodo. {Qué ocurtiria si el pozo era mu- cho més profundo...? ;Podria volver arriba alguna vez? Pero entonces oyé muy cerca la vou del vampiro: 63 —iSalta, Anton! —y se dej6 caer. Aterriz6 sobre una plotaforma. Por ‘encima de él, todavia al aleance de sus manos, se encontraba el agujero de entrada. Se puso de puntillas y coloeé la piedra sobre el agu- jero. Ahora estaba completamente oscuro a su alrededor y no vio nada hasta que sus ojos.se acostumbraron lo suficiente a Ia oscuridad ‘como para poder reconocer los escalones que conducfan al interior de la cripta. Un débil resplandor subfa hasta él y olfa a podredum- bre y a moho. —iEstés ahi? —exclamé Anton con vor temerosa. —Si, ven —respondié el vampiro, Con pasos inseguros, Anton fue hacia abajo escalén por escalén hasta legar de re- pente @ una grute. Era una habitacién baja, s6lo iluminada débilmente por la delgada vela que estaba encendida en un nicho junto a la entrada. A excepciGn de los atatides apoyados ‘en las paredes, estaba completamente vacia. Encima del primer atatd estaba de pie el pe- quefio vampiro mirando de frente 2 Anton ‘con una resplandeciente sonrisa, jienvenido a la Cripta Schlotter- stein! —exclam6, y pregunt6 orgulloso—: Bueno, zqué dices ahora? Yo... —dijo Anton quedéndose cortado. ¢Podia acaso confesar que encontra- ba horrible la cripta y que temfa asfixiarse debido al repugnante olor? een 64 —Un sitio estupendo, no te parece? —tijo entusiasmado el vampire. —éPor qué..., Schlotterstein? —pre- gunté Anton con voz débil. orque —informé el vampiro— éste es el ltimo retiro de ta familia Von Schlotterstein! —éTG también te lamas Schlotter- stein? —pregunts Anton. Efectivamente! {Soy Riidiger von Schlotterstein, por favor! Al decir esto hizo una ridicula reve- rencia durante la cual Anton vio su delgado ¥ Tugoso cuello. —iY ahora —exclamé el pequeiio vampiro saltando desde el lugar en donde estaba— voy a ensefiarte los ataides! Toms la vela. tomd a Anton del bra- 20 y entré con él en la cripta. La trémula luz de la vela arrojaba fantasmagéricas sombras que bailaban en la pared. Anton sintié que se Ie secaba Ia boca. —Agui puedes: ver el atadd de mi querida abuela —aclar6 el vampiro, de pie ante un ataid grande y adornado con muchas tallas en la madera—. Sabine von Sehlotter- stein la Horrible. —éLa Horrible? —pregunt6 Anton. —Bueno, eso fue antiguamente —lo tranquilizé el vampiro—. Al fin y al cabo ella fue el primer vampiro de la familia y tc- nfa que adquirir fama en todas partes. Anton observé el atatid con espanto. 65 {Qué podria yacer alli dentro durante el dia? —Y éste —dijo el vampiro al lado det siguiente ataid— es de Wilhelm, mi abuelo. Sabine, naturalmente, lo mordié a él primero y asf él la siguié muy pronto y pudo proteger- la enérgicamente en sus salidas nocturnas. Se Hamaba entonces Wilhelm el Tétrico —afa di6 riéndose para si —iTuvo también é que..., adquirir fama’? —pregunté Anton. —No —respondié el vampiro—, pero siempre tenia un hambre tremenda ‘Anton sintié que le corria un escalo- frio por la expalda, iY de quign es éste? —pregunt6 répidamente sefialando ef tercer atatid. —Este es de mi padre —aclar6 ot vampito—, Ludwig von Schlotterstein el Te- ible, el hijo mayor de Sabine y Wilhelm von Schlotterstein. Junto a él yace mi madre, Hildegard la Sedienta. Mi padre, naturalmen- te, ya era vampiro cuando se casaron. Mi ma dre, ciertamente, no sabia nada. Solo estando ya en el Castillo de Schlotterstein. No siguié hablando, sino que hizo una mueca y castafieted sus dientes —Si, y éste —continud— es mi atasi. Puedes incluso meterte en él. —No, gracias —murmuré Anton. mejor no. —iPor qué no? —exclamé el vam- piro apresurdndose a levantar la tapa. El in- terior del atatid estaba revestido de terciope 66 Jo negro, que, en ciertos sitios, pareefa ya bas- tante gastado. En la cabecera habia un peque- fio almohadin negro sobre el cual-dlescubrio Anton sus dos libeos —iEso es todo? —pregunté decep- cionado. —¢Por qué? —exclamé el vampiro. —Bueno —dijo Anton—, yo me lo habfa imaginado algo més confortable. —iMés confortable? —pregunts el vampiro poniendo una cara sorprendida—. «Como? —Quizd algo mas..., es..., espacioso —tartamudeé Anton que sintié que habia di- cho algo malo. —iMés expacioso? —exclam6 indig- nado el vampiro—. ;Acaso no hay sitio sufi- ciente? jIncluso queda espacio para ti si nos apretamos un poco! Al decir esto se metié on el atatid puso os libros a un lado y se estiré eémoda- mente. Lo ves? —exclamé—. para ti! —Es cierto —murmuré Anton—. no hubiera pensado en absoluto que fuera tan, No tienes que pensar —exclamé impaciente el vampiro—, jsino meterte en él! ~=Eh..., yo... —dijo Anton acereén: dose al siguiente ataiid—. Llevo todo el tiem: po preguntandome 2 quign perteneceré este bonito ataiid El vampiro levanté la cabeza y grufis: Todavia hay sit 67 —A mi hermana pequefia. Pero ven de una vez, iY el de ahf detrés? —exclamé con- fundido Anton, {Nunca jams se meteria con Riidiger en el atatid! —Ese es de mi hermano —dijo el yampiro rechinando los dientes—. Lumpi von Schlotterstein el Fuerte, —éY cOmo..., se lame tu hermana? —Anton intent6 una vez més desviar la aten- cién, En ese momento oyé una suave Ilama- da que parecia venir de uno de fos atatides. Se quedé rigido de espanto. ¢No estaban so- los en la ctipta? {Le habia mentido Ritdiger? Pero también en el rostro del vampiro se re- flejaban la sorpresa y el miedo. —iPssst! —susurré mientras salia gilmente def ataid—. Eso no puede signifi car nada bueno. Tienes que esconderte. —iEsconderme? —exclamé asusta- do Anton—. 2Dénde? El vampiro sefialé un atatid cua tapa atin estaba abierta. Entonces volvieron a llamar, pero esta vyez mucho més alto y con mis fuerza, y aho- ra pudieron reconocer claramente de qué atatid venian los golpes. —iTia Dorotheet —exclamé asusta- do el vampiro. Su rostro parecfa de repente atin més blanco y sus dientes castaficteaban como si tuviera escalofrios. 68. —iRépido, a mi atatid! —exclamo—, iSi Tia Dorothee te encuentra aqui estés per. dido! A Anton se le habia metido de tal modo el miedo en el cuerpo que se dejé arras- trar inconscientemente al ataid y se metio dentro, —i¥ sin chistar! —le recomendé enca- recidamente ef vampiro antes de cerrar la ta. a P * alonces Anton se encontré solo, Una escuridad como boca de loho lo rodeaba, y olia tan repugnantemente que casi se ponia malo. Procedente de la cripta oyé la voz del vampiro: —Ya voy, tia Dorothec. Una tapa de atatid chirtié y entonces estallé un griterfo ensordecedor. —iQué infamia! —aullé una estri- dente voz femenina—. {Me dejéis moritme de hambre aqui dentro! {Diez minutos més y me hubiera muerto de debilidad! —Pero, tia Dotothee —dijo el vam- Piro—, {por qué no has abierto td misma la apa? —tPor qué? —refunfuié—. Porque estoy tan agotada que apenas podia Hamar. ‘Ademés, me habia desmayado de hambre. Por los ruidos que siguieton recono- cid Anton que fa tia se levantaba del atatd. —iAy, qué débil estoy! —se quejé_—. {Si al menos tuviera algo que comer! ella lo encontraba alli Cy —Pero {qué es esto? —exclamé con 1a yor de pronto completamente cambiada— iHluelo sangre humana! A Anton se le paré el corazén. {Si 70 Pero tis —dijo el vampiro—. Eso es completamente impostble. Debes de estar equivocada. —Yo nunca me equivoco -declaré Ja tia. En cualquier caso... también podria venir de fuera. Quizé esté pasando un hombre con sti perro en este momento —dijo el vam- De todas formas, japrestirate antes de que se vaya! Tienes razdn! —exclamé excitada la tia. iSi no me doy prisa se habré mar- chado! Anton oy6 e6mo se precipitaba esca- feras arriba y echaba Ia piedra a un lado. Des- pués todo quedé en silencio. Anton contuvo la respiracién y escuch6 atentamente. ¢Se hi bia ido también Riidiger? Pero entonces oy Jeves pasos escaleras abajo e inmediatamen- te levantaron la tapa del atadd. —Hola —dijo el vampiro riendo irs: nicamente. Anton levanté la cabeza y pregunté cauteloso: —iSe ha marchado? —Claro —se 1i6 el vampiro—, esté buscando al hombre del perro. Anton se habia sentado en el borde del atatid. Se sentia muerto de cansancio. No tienes una pinta especialmente animada —dijo el vampiro. —Quiero irme a casa murmuré An- ton n iA casa? —exclamé ol vampiro— Pero si la noche acaba de empezar! ‘Anton sélo negé en silencio con Ja ca- beza. 4 bien, si quieres —grufé el vampiro—, podemos volar de vuelta. {Pero no olvides tus libros! 7 ‘Apenas diez minutos después Anton ‘estaba echado en su cama. Miré una vez mas a la ventana que habia cerrado al entrar, tras a que la noche se veia negra y extrafia. Des- pués certd los ojos y se durmis. Mal despertar Cuando Anton se despert6, ya olfa a comida en la casa, Olisqued: jsoutflé al horno! ETanto tiempo habia dormido? Pero entonces se dio cuenta de que se habia ido tarde a le cama y los acontecimientos de a noche anterior pasaron nuevamente ante él como en une pelicula: el vueto inicial, la vi- sita a la cripta, la Hlamada, el escondite en el atatid y, finalmente, el vuelo de regreso, en el que habia Mevado puesta nuevamente 1a horrible capa. eDOnde estaba? La habia dejado jun. to al resto de su ropa, encima de la silla; jsin embargo, ahora ya no estaba alli! {1a habian encontrado sus padres? De repente Anton estuvo completa- mente despierto: jen la cocina estaba funcio- nando la lavadora! Salt6 de ta cama, se visti6 y ented co- rriendo en la cocina, Su padre estaba sentado a Ja mesa, pelando manzanas. 13 —Buenos dfas, Anton —dijo amable- mente. —Buenos dfas —grufié Anton. ——2Sigues cansado? —se ri6 irénica- mente el padre. —Nooo —dijo Anton mirando de reo- jo hacia 1a lavadora, o El tambor giraba, pero no podfa iden- tificar mucko entre la espuma. —{Buseas algo? —pregunté el padre. —No, no —dijo con ligereza Anton. Fue alla heladera y se sirvi6 leche. {Qué es lo que estdis lavando ahi? —pregunté, Pe Dicho esto miré intensamente dentro de su vaso para no traicionarse. —4Por qué preguntas? = Porque..., tengo més ropa sucia. Si el padre paraba el lavarropas. él po- dria comprobar si la capa estaba dentro, iy sacatla disimuledamente en caso de necesi- dad! —ZQué es lo que quieres lavar? —Medias —aclaré Anton—. Medias blancas. —Ya, ya, medias blancas —dijo el padre, que casi se habia echado a reft—. No os puedo lavar con esto. ;Precisamente hay sélo ropa oscura dentro! —éS6lo ropa oscura? —exclamé An- ton—. {También algo mfo? Siti —dijo el padre alargando ta palabra. 4 Y... jel que? Eso tienes que preguntérselo a ‘mama. —4¥ dénde esta? —En Ja sala de estar. Esté zurciendo. —tZurciendo? _Anton se asusté. jUna idea nueva y casi més horrible ain despert6 en él. ;Pues se acordé de los muchos agujeros que tenia la capa! —LEstd zurciendo..., medias? —pre- gumts cauteloso. —Medias seguro que no —se rié el padre—. Ha encontrado un gran patio negro con muchos agujeros.... Qué? —exclamé Anton—. {Ne- gro con muchos agujeros? Irrumpié en la sala de estar. Ahora le daba to mismo si se descubria o no. La madre estaba sentada al lado de la ventana ocupada en enhebrar una fina aguja con un largo hilo negro de lana. ;Sobre su re- gazo estaba la capa de Riidiger! —Puff —suspird al ver a Anton—, iCémo apestal —La..., la capa pertenece a mi a..., amigo —tartamude6 Anton. —Lo sé —dijo sonriendo la madre—. Pobre hombre... una capa tan estropeada. iPudo meter el dedo a través de los aguje- ros! —Quizé él no quiera que se los zur- zan —dijo Anton. 6 iN ti emo lo sabes? —EL..., él me to ha dicho. La madre, entre tanto, habia zurcido cl segundo agujero y enhebraba Ia aguja con un nuevo hilo, Eso no me lo creo —dijo tranquila- mente—. Ninguna persona irfa por ahi volun- tariamente con tna capa tan agujereada. Qui- zi no tenga a nadie que sepa zurcir. No, no —afiadi6 ella dando decidida otra puntada en Ja tela—. Seguro que me estard agradecido. {Como se tama? —Riidiger —gruiié Anton. Ya estaba en la puerta. Hubiere pre~ ferido gitar: tan encolerizado estaba. iY su padre segufa haciéndose el tonto! Se habian puesto de acuerdo él y su. madre. jPero no podrian con él —ZNo quieres comer nada? —grité el padre desde fa cocina. —Nooo —dijo Anton. —iDentro de diez minutos estard lis- to el souffle! —Si —refunfuiié Anton. Se fue a su habitaciin y se eché en la cama, {Que insolencia! ;Quitarme ka capa y zurcirla sin ni siquiera haberme preguntado!» Y no sGlo eso... sino incluso seguir zurcien- do después de sus protestas! ‘Anton estaba enojado por haber de jado la capa tan al alcance de la mano aun sabiendo que sus padres siempre se asomaban 76 Por las mafiana a su habitacién para ver si estaba durmiendo todavia. Pero quizé no fuera tan malo que ella Zurciera los agujetos, En realidad, el vampi- 70 debfa poder volar mucho mejor con una capa sin agujeros. jAl final tendria razon su madre y él estarfa realmente agradecido por el zutcido! Anton oyé los pasos de su madre en el pasillo. Répidamente se levantS y empezd 4 hacer la cama. Cuando sacudia la almohada Hamaron, —zAnton? Si. Puedes entrar. —Aau{ tienes —dijo la madre—, tu capa, {Todo zurcido! <~Gracias —murmuré Anton. ta, C86 18 capa y a coloed encima de Ia silla —Me hubiera gustado iavarla, sf —dijo—, pero entonces tardaria mucho en secarse. ¥ Ridiger la necesita, gno? —St, si —dijo répidamente Anton, —éNo quieres Hevarle enseguida la capa? —pregunté, —Ahora..., eh... Anton mird a su alrededor en busca de ayuda. hora esté todavfa durmiendo, LQué? —se rié la madre—. {Sabes fo tarde que es? —iLa comida esta listal —geité en ese moinento el padre. 7 —Un curioso amigo debe ser, si duer- me hasta mediodia —-dijo la madre observan- do examinante a Anton—. Eso tienes que aclardrmelo con detalle durante la comida -Yo...,h..., no tengo nada de ham- , a pesar de que su estémago sona- ba terriblemente. —iQué disparate! —dijo la madre. Y el padre grité: “INI siquiera ha desayunado ada! —Esté bien —gruiié Anton. Realmente el soufflé era su comida favorita, pero ese dia no le sabfa nada bien. Pensé intensamente emo podia aclarar ei unto del largo suefio mientras se metia en is'boce, sin gana, bocedo tas bocado. “Sabroso, zverdad? —dijo entusias- ‘mado el padte, que ya se habfa Ilenado el pla- yunda vez. * Por Muy sabrono! —esiniS lame dre—. jS6lo @ Anton parece no gustarle! ‘Anton not6 c6mo se ponfa colorado. —Dime, (o6mo se Hlama Riidiger de apellido? —pregunt6 de repente la madre. ‘Anton se asusté. —éPor qué? —iPor qué, por qué! —se ri6 [a ma. iPorque me interesa! —Schlotterstein —dijo Anton. —iCémo? aon La madre puso cara divertida —Sehlottretein? LRdiger|Schlot terstein? dre. | | | | | 78 —Von Schlotterstein —corrigié An- ton—. Riidiger von Schlotterstein. —Pues eso es todavia peor —se rid el padre. Anton Bohnsack tampoco es mejor airado Anton. Bueno, bueno —sonrié con satis- faccién el padre—. {Acaso nosotros no nos Hamamos también Bohnsack? iS{, vosotros! —exclamé Anton—, iVosotros sois mayores; de vosotros no se rie nadie! ~—Alégrate de no Hamarte Schlotter- sack —dijo la madre. Pero Anton no puso, de ningtn modo, buena cara: Malhumotado, revolvié en su pla: to, (Segufan rigndose de él! Anton —dijo la madre—, no te ofendas sierapre con tanta facilidad. —éPuedo irme ahora? —pregunté Anton. —Un momento —dijo Ia madre—. Qué pasa con la capa? {Te la llevas? —Eh..., si —murmuré Anton. —Podria Hlevarte en el coche —pro- puso el padre. iA d6..., a dénde? —tartamudes Anton. —Bueno, a casa de tu amigo —dijo el padre—. Yo paso por el cementerio. — iClaro, ésa era Ia salva- Gion! Sus padres no se iban a dar cuenta de ada; jen definitiva, ellos no habian visto a ridiger todavia! : Rae eT fool! —aité Anton tan alto como pudo, echando a correr tras él—, iBspera! Anna la desdentada ‘Anton dormia ya cuando, esa mi noche, llamaton suavemente aka ventana, Esta vez tenfa las cortinas cerradas y asi, par padeando adormilado, sélo pudo reconocer los contomnos de dos oscuras figuras que es taban acurrucadas delante de la ventana. En- seguida estuvo completamente despierto, Na- turalmente eran vampiros, pues iquién si no hhubiera podido en medio de ta noche llamar a la ventana de su casa en un sexto piso! Pero {cémo es que eran dos? jRiidiger siem- pre habia venido solo! ¢Seria, quiz, una trampa? {Habrian quizé llegado a saber dén- de vivia? Pero ino le habria prevenido enton- ces Riidiger? No, reflexioné Anton, era mu- cho més probable que fuese el propio Riidi- ger..., pero Za quién podia haber traido con- sigo? ___ Llamaron de nuevo, pero con mucha més impaciencie. Caminé de puntillas hacia la ventana y atisbé entre la cortina: recon i6 al pequetio vampiro que se habia envuelto 95 hasta por encima de la barbilla en su capa, y junto a él a un segundo varapiro atin més pequeiio, que Hevaba igualmente una capa negra. —jAnton! —oyé entonces la voz ron- ca de Riidiger—. {Soy yo! ‘Con el corazén latiendo muy deprisa, ‘Anton eché a un lado la cortina...: jjunto al vampiro habia una nifia-vampiro! Estaba tan sorprendido que, durante unos segundos, se quedé tan quieto como si hubiera echado rai ces. —jAbre de una vez! —exclamé el vampiro deslizéndose intranquilo de un lado a otro sobre la repisa de la ventana. ‘Anton se apresuré a abrir la ventana. Casi sin ruido entraron ambos en la habita- cién, Mi hermana —dijo el vampiro se- fialondo a la nifavampiro—, Anna le Des- dentada. ‘Anna tenia una cara pequefia y blanca como Ia nieve, ojos de color rosa y una cara redonda, Sonris amablemente @ Anton. Luego se puso colorada No tienes que decir siempre «Anna 1a Desdentada» —protesté—. Al fin y al cabo, ya crecerdn, y, ademés, itd a mi edad tampo- co tenias! “Fila es la tinica de fa familia que se elimenta de leche —ri6 el vampiro. “Pero ya no pot mucho tiempo! —dijo orgullosa Anna.

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