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Traduecin de JULIO SIERRA ' LA INVENCION | DEL PUEBLO El surgimiento de la soberania popular en Inglaterra y Estados Unidos for Edmund S. Morgan >I Siglo veintiuno editores Argentina s.a. {TUCUWMAN 162 7H (C1044), BUENOS ARES, REPUBLICA ARGENTINA Siglo veintiuno editores, s.a. de c.’ ‘CE GEL AGUA 248, DELEQACION COVOACAN O48, MEDCO. 0. Siglo veintiuno de Espafia editores, s.a. MENENDEZ POM, 25 EH MAOH Tex nventon del puebo el rgimiento dea aoberania popular cn lnglatrrsy Estados Unidn- lee. Buetos Aes! Sigs ‘68 p. 124 em, (Hisoriay cular 2 digs por La Alberto Romero) IsaN oer 220618 Traducio por Jule Sera 1. HinoriaExadounidense. 1 Fela copa lo original: Inventing the People: The Rie of Popular Soverignty in England and America (© 1988, Edmund Morgan © 1988, W. W, Norton & Company, inc. Revisin técnica: Maria Inés Tato Portada: Peter Tjebbes © 2006, s iglo XXI Editores Argentina S. A. ISBN-10: 987-122051-8 ISBN-13: 978.987.1220618 Impreso en Artes Grificas Delsur Alte. Solier 2450, Avellaneda, ‘en el mes de octubre de 2006 Hecho el depésito que marca la ley 11.723 Impreso en Argentina - Made in Argentina Para Marie Agradecimientos Primera Parte - Origenes 1. El derecho diyina de los reyes 2. El enigma de la representacién 3. Lainvencién del pueblo soberano 4. Los dos cuerpos del pueblo 5. La revolucion cautelosa 6. Pueblos coloniales Segunda Parte - Ambigdedades ities 7. El pueblo en armas: el invencible yeoman 8. La decision del pueblo: elecciones y campaiias electorales 9. La vor del pueblo: instrucciones, peticiones, asociaciones ‘Tercera Parte - La via estadounidense 10, La revoluci6n improdente 11, La invencién del pueblo estadounidense Epilogo: De la deferencia al liderazgo Notas rt 13 7 39 87 81 127 159 161 185 228 251 258 395 327 Nada es mis sorprendente paraaquellos que se ocupan de fos assntos hue manos con mirada filosifica, que ver Ia facifidad con la que las mayorias son gobernadas por las minorias; y observa la Implicita semisin eon ta que los hombres temuncian asus propias sentimientasy pusiones aeaanbio dle lose sus gobernantes. Cuando investigamospor qué medios se prod ‘esta margvla, encontraremos que asi come la Fuerza esti siempre del Taco- de los gabernados, quienes gobiernan no tienen otra cos que los pave mis que la opinién. Es, por le rv, slo en la opinid donde se Fane dael gobicrna, y esta miximase aplicaa los mat despOticos y ms militares de los gobiernas, asi comoa los nis libres y populares David Hume, “De lot prisicros prineipios del gobierno”, ‘Ensayosy atades sobre varies temas, 1758. Podemos tal vez preguntarnas si hoy la fuerza esti siempre del lado de os gobernados, « incluso si siempre lo ha estado, pero en general las observaciones de Hume pueden ser aceptadas. Dicho de otra manera, todo gobierno descanss en el consentimiento, ob- tenido de alguna manera, de los gobernaaos. Ya la larga, la me~ a fuerza, por mis que esié totalmente a disposicin de los po- cos que gobiernan, no constituye una base suficiente para inducis el consentimiente, Los seres humanos, aunque més no sea para mantener una apariencia de dignidad, deben ser per- suadidos, E] consentimiento debe ser sostenido por opiniones. Los pocos que gobiernan se ocupan de alimentar esas opinio- nes, No es tarea facil, pues las opiniones que se necesitan para hax cer que las mayarias se someran a las minorfas, a menudo se dife- rencian de las hechos observables. Asi pues, el éxito de un gobierno requicre la aceptacién de ficciones, requiere la suspensiOn volun taria de Ia ineredulidad, requiere que nosotros creamos que el em- perador esta vestido aunque podiamos ver que no lo esté. ¥, para reordenar le dicho por Hume, la maxima se extiende a los mas li ses y mas populares gobiernos, asi como a los mas despéticos y 4 EDMUND 5. MORGAN mis militares. Los gobiernos populares de Gran Bretaita y los Es tados Unidos descansan en ficciones tanto como los gobiernos de Rusia y China. Todo gobierno necesita hacer creer en algo. Hacer creer que el rey es divino, que es justo y que la vor del pueblo es la voz de Dios. Hacer creer que el pueblo tieneuna vor o hacer creer que los representantes del pueblo son el pueblo. Hacer creer que los go- bernantes estan al servicio del pueblo. Hacer creer que todos los hombres son iguales 0 hacer creer que no lo son. El mundo politico de las simulaciones se mezcla con el mun- do real de extrafias maneras, pues el mundo de las simulaciones puede con frecuencia dar forma al mundo real. Para ser viable, pa- ra cumplir con su propésito, sea cual fuere ese propésito, una fic- cin debe tener una cierta semejanza con los hechos. Si se aparta demasiado de los hechos, la suspensién voluntana de la increduli- dad se desmorona. ¥, a la inversa, podria desmoronarse si los he- chos se alejan demasiado de la ilusi6n a la que queremos que se parezcan. Dado que las ficciones son necesarias, dado que no po- demos vivir sin ellas, 2 menudo nos esforzamos, para prevenir su. desmoronamiento, por cambiar los hechos con el propésito de que coincidan con la ficcién, para hacer que nuestro mundo se amolde mas a lo que queremos que sea. A esto a veces lo llama- mos, de manera muy apropiada, “reforma”, cuando la ficci6n ast- me el mando y modifica la realidad. Aunque las ficciones permiten a las minorfas gobernar a las mayorias, no sélo fas mayorfas se ven limitadas por ellas. En la mezcla extrafia de la simulacion politica y la realidad, los pocos que gobiernan, al igual que los muchos gobernados, pueden en- contrarse a si mismos limitados —incluso podriamos decir “re- por las ficciones de las que su autoridad depende. formados” No s6lo la autoridad, sino también la libertad, pueden depender de las ficciones. Es mi que parezca, de las propias ficciones que sostienen la av Tal ha sido el caso, por lo menos en el mundo anglonorteamer cano; y la libertad moderna, para bien o para mal, nacié, o quiz deberiamos decir fue inventada, en ese mundo y conti triéndose de él. , Ia libertad podria depender, por artero oridad. ORIGENES 6 Dado que es un tanto incémodo reconocer que dependemos tanto de las ficciones, les damos por lo general algin nombre mas ‘enaltecedor. Podemos proclamar que son verdades evidentes por si mismas, y esa designacién no es inapropiada, porque implica nues- tro compromiso con ellas y al mismo tiempo las protege de todo desafio, Entre las ficciones que aceptamos en Ia actualidad como evidentes por sf mismas estan las que Thomas Jefferson consagré en la Declaracién de la Independencia, la de que todos los hom- bres son creados iguales y la de que deben obediencia al gobierno s6lo sies su propio agente, si esta autoridad deriva de su consenti- niento. Seria dificil, sino imposible, demostrar estas proposiciones con pruebas facticas. Podria ser un tanto mas facil, con la clase de prucbas que generalmente requerimos para demostrar cualquier proposicién discutible, demostrar que los hombres no son creados iguales y que no han delegado autoridad alguna a ningiin gobier- no. Pero las verdades evidentes por si mismas no son discutibles, y desafiarlas desgarraria la trama misma de nuestra sociedad, No es el propésito de este libro desafiarlas, y mi uso de la pa- labra “ficcién” no tiene esa intencién. Me han molestado las con- notaciones peyorativas de esa palabra, pero no he podido encon- trar otra mejor para describir los diferentes fenémenos a los que la he aplicado. Sélo puedo esperar que los lectores que perseve- ren hasta el final del libro reconozcan que las cualidades ficcio- nales de la soberania popular sostienen més que amenazan los, valores humanos asociados a ella. Espero que también reconoz- can que no atribuyo engaiio o fingimiento por parte de aquellos que emplearon o sostuvieron las ficciones aqui examinadas, fic- ciones en las que suspendieron voluntariamente la incredulidad. Mi propésito no es desacreditar sino explorar la maravilla que Hume sefiala, el hecho de que la mayoria de nosotros se somete voluntariamente a ser gobernada por una minoria de nosotros. Las opiniones a las que Hume atribuye esta maravilla son indu- dablemente de muchas clases, pero me preocupan aquellas que parecen desafiar toda demostracién. Prefiero Ilamarlas ficciones en lugar de verdades evidentes por si mismas, porque lo que aceptamos ahora como evidente por si mismo no parecfa serlo hace tres 0 cuatro siglos. 16 EDMUND S. MORGAN, Enla época en que se fundaron las colonias norteamericanas de Inglaterra, las ficciones que sostenian al gobierno —y aa libertad — eran casi todo lo contrario de lo que aceptamos hoy. Los ingleses del siglo xv1 y principios del xvi afirmaban que los hombres ha- jan sido creados desiguales y que le debian obediencia al gobier- no porque el Creador habia dotado a su rey con su propia autori- dad sagrada. Estas proposiciones también eran ficciones, requerian la suspensién de la incredulidad, y desafiaban toda demostracién tanto como aquellas que ocuparon su lugar. ¢Cémo fue entonces que una ficci6n cedié su lugar a la otra?

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