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Universidad del Istmo

Facultad de Arquitectura
Diseño Gráfico
FORHUM 9
Licda. Thelma de Wyld

Historia de la Estética
Raymond Bayer

Paola Roldán
237107
Los «valores estéticos» –bello, feo, sombrío, fúnebre, elegante, cursi, hermoso, claro,
horrendo, sucio, asqueroso, armonioso, destemplado, esbelto, gracioso, fino, grosero,
desmañado, sublime, vulgar, guapo, etc.– y los juicios de valor correspondientes están presentes
prácticamente en la totalidad de la vida humana, no sólo en los momentos en los que ésta se
enfrenta con las que llamamos «obras de Arte», sino también en los momentos en los que ésta
se enfrenta con la «prosa de la vida» y con la «Naturaleza». Es cierto que ni las obras artísticas
sustantivas o adjetivas o, en general, las obras culturales y, menos aún, los procesos o estados
naturales se agotan en su condición de soportes de sus valores estéticos. Un reloj de porcelana
barroco puede ser, además de una obra sustantiva de arte, un instrumento tecnológico y
funcional; ni siquiera la obra sustantiva o exenta que parece haber sido concebida únicamente
para brillar por sí misma expuesta en el museo o en el teatro (independiente de los efectos que
pueda tener luego en la «prosa de la vida») se agota en su condición de soporte de valores
estéticos; ella tiene siempre, al margen de las funciones psicológicas sociales, políticas o
económicas que potencia, un trasfondo situado «más allá de lo bello y de lo feo». Incluso cabe
afirmar que la «finalidad» de la obra de arte (y por supuesto la finalidad de la «Naturaleza») no
puede hacerse consistir en la producción de valores estéticos positivos (o acaso negativos: el
feísmo). La Naturaleza o el Arte tienen otras fuentes; los valores estéticos intervienen en la
producción, o en el uso y en el producto, más como reglas o cánones que como fines.
Según la tradición mitológica, el arte era gobernado por Apolo, dios de la poesía y la
música; y cercanas a éste se encontraban las Musas, hijas de Zeus y de Mnemosine -según
algunos autores-de Urano y Gea -según otros- o de Harmonía -según algún otro-.
Para Homero, recordando las religiones primitivas, la fuente de la belleza es la naturaleza: el mar,
las fuentes, las folres, las crines de los caballos, las partes del cuerpo humano, los países (por la
belleza de sus mujeres), los varones (por su ornamento guerrero, su fuerza, su magnanimidad), de
algunos movimientos del cuerpo (de la rodilla, del brazo en el arquero o en discóbolo, en el jinete),
del rostro (de la sonrisa, de los labios, de los ojos), del lenguaje, del canto.
Para Homero no existe nexo entre lo bello y lo bueno (en cuanto útil). Sin duda algunas cosas útiles
son bellas y hay cosas bellas que son útiles; pero la belleza se refiere al aspecto externo y la
bondad, al interno. Homero apunta ciertas relaciones entre la belleza moral (agathós) con el bien:
en referencia a la fidelidad del pacto conyugal (Penélope) o de la amistad (Eumeo). Pero, sobre
todo, identifica lo bello con lo decente desde el punto de vista social: exigencias sociales cuyo
cumplimiento no es un mérito, pero cuya omisión es una torpeza ("escuchar a quien habla", "olvidar
al anfitrión en una fiesta". En el fondo, Homero separa claramente la belleza del acto que
permanece en el exterior de la belleza interior, específicamente moral.

Para Hesíodo el adjetivo kalós se aplica primordialmente a la mujer, la cual es un kalón kakón, un
"mal hermoso" (¡nótese la vetustez de esta opinión aún hoy demasiado extendida!). Existen varios
géneros de belleza: el color, la forma, la expresión e incluso la belleza moral. Pero la belleza
fundamental se refleja en la belleza femenina, no como objeto de atracción sexual (el desnudo de
las esculturas griegas no manifiesta "deseo", sino "verdad"). Afrodita es el modelo de belleza y tanto
ella como las Nereidas han surgido del mar. Esta asociación entre mar y mujer es inseparable (con
un matiz de peligro: recordemos el canto de las sirenas de la Odisea). Según Hogarth, la belleza
del mar nace del hecho de que la "línea de la belleza", la línea más hermosa es la línea ondulada
pues responde al movimiento natural del ojo desde el punto de vista fisiológico.
Hesíodo entrevió la compleja relación entre lo bello y el bien. Por una parte, éste se refiere a la
calidad de lo útil y por lo tanto exige un medio (un objeto) y un fin; es decir, dos elementos. La
belleza no los presupone, es un acto único, total y global. Lo bueno es mediato; lo bello, inmediato.
Pero, por otra parte, presiente confusamente la inmoralidad del gusto estético opuesto al esfuerzo
por su mera apariencia. Se apunta ya la kalokagathía de los griegos.
Aparte de esta poesía épica debemos considerar a los poetas líricos, a los que clasificaremos en
eróticos, heroicos y elegíacos.
Para los primeros, el ideal de belleza ya no está ni en Afrodita ni en Penélope sino en la "muchacha
guapa y encantadora" como reflejo de frescura física y, al mismo tiempo, de donaire espiritual. Con
la belleza física se relaciona la belleza artística, que aparece por primetra vez en la música (el arpa,
la lira, la flauta) y en las danzas. Pero sobre todo, la naturaleza se espiritualiza y se humaniza: los
paisajes son "estados de ánimo". Cuando Safo le canta a la estrella de la tarde (Venus), la belleza
de la naturaleza se subjetiviza.
Para los poetas heroicos, como Píndaro, la perspectiva se invierte. El ideal humano no es ya la
heroína, sino los héroes varones: los atletas. Es una estética del triunfo. La belleza es la victoria, el
arrojo, la gloria, el éxito ya sea de actividades físicas como intelectuales, pero siempre humanas.
Jerarquizan las cualidades humanas; por ejemplo, Simónides considera como bien primero la
salud; después. la belleza; y, por último, la bondad (la hermosa sabiduría): Al mismo tiempo afirma
que lo bello no reside en la naturaleza (el parto no es estético) sino fuera de las cosas: en la idea,
en el concepto, en el intelecto humano. Asoma así la perspectiva metafísica.
Como derivación del pesimismo de los elegíacos, los trágicos y en especial Esquilo denunciará
que el hombre es débil y se halla sometido a las necesidades humanas. Sin embargo, Sófocles
introducirá un sentimiento nuevo (la grandeza del hombre) y asociará el problema trágico de lo
bello con el problema moral. Aparece la kalokagathía, cuya encarnación es Antígona: "Nada es
más hermoso que morir por lo que se debe hacer". Electra declara: "El único consuelo es morir por
lo que se debe hacer". La belleza se abraza a la muerte, no por renuncia a la vida, sino por
dignidad moral.
Así, en los trágicos culmina el proceso iniciado por los poetas líricos: la belleza ya no se sitúa en la
naturaleza exterior, sino que se hunde en el interior moral del ser humano.
Para los pensadores presocráticos, los asuntos estéticos no fueron parte de sus preocupaciones
filosóficos salvo para los pitagóricos, quienes ofrecen una teoría con un fortísimo carácter estético.
Es en la escuela pitagórica donde se unen y se identifican estética y ciencia, en la que se conjugan
la matemática de las distancias y la música de las esferas celestes.

Los autores presocráticos, preocupados por la búsqueda del arché (causa, fundamento, principio)
de la realidad ofrecieron distintas respuestas a esa relación entre la multiplicidad de las cosas y su
supuesta unidad básica, subyacente y originaria. Ya fuesen causas físicas (agua, apeiron, aire,
átomo), ya fuesen inmateriales (Nous, Ser Fuego) eran realidades "objetivas", esto es, referidas a
objetos.
Pitágoras indica que ese arché es el Número-Figura geométrica, esto es, la abstracción
matemática de la realidad objetiva, que da lugar a la armonía del universo, expresada en "leyes"
matemáticas: "la armonía es la unidad de la pluralidad y el acorde de lo disonante". La belleza es
expresión de ese esquema matemático-armónico-musical que encontramos en el universo y, por lo
tanto, éste es cosmos (orden). La belleza es captada placenteramente por la vista y por el oído y
cumple una función terapéutica. Ciencia, arte y mística cósmico-religiosa van entretejidas.
Estas propuestas pitagóricas tendrán amplia resonancia en la filosofía platónica: por el formalismo
y la perfección geométrica, por la teoría del alma-armonía, la cual, en Platón, adoptará la forma
moral de control y mesura de las pasiones; por la teoría de las Ideas como reflejo del esplendor de
los modelos; y, por la participación e imitación de los Números (en lenguaje platónico, Ideas) por
parte de la cosas.
Aunque no dejó nada escrito, el pensamiento de Sócrates está recogido en los diálogos de Platón,
en los que es interlocutor habitual. De otras obras de la época también se pueden extraer
conclusiones acerca del pensamiento socrático. En referencia a la estética, podemos observar en
las Economica de Jenofonte cómo se entiende el concepto de kalokagathía: "o bien un individuo
posee un valor moral... o ambos atributos (...) La belleza se asocia con el valor moral, es belleza
moral y no física" (Raymond Bayer, p.31). Lo bello y lo bueno no son idénticos, pero ambos se
refieren a lo kromenon (a lo conveniente o útil). Por lo tanto, la belleza en sí (kalón kath´autó) no
existe sin estar asociada al concepto de kromenon, de lo útil; es el kalón pros ti (lo bello a causa
de). Lo bello es tal, en cuanto es útil. Así pues el arte no se debe limitar a ser una expresión formal,
sino que debe poseer un fin. ¿Cuál? Servir de vehículo moralizador a través de la expresión de las
pasiones. Defiende una estética antiformalista y utilitaria.

GLOSARIO DE TÉRMINOS

Potencia - En su significado más común el término indica la capacidad y la habilidad de realizar


una acción. Denota, por tanto, la idea de actividad y de eficacia.

Accidente: Lo que no es en sí, sino en otro. Es decir, que para existir necesita un sujeto de
inhesión (un color, un tamaño, una virtud, que existen, pero en algo o alguien que es azul, que
mide tanto, que es prudente, etcétera). Se opone a la sustancia (vid.), lo que es "en sí".

Adecuación: Conformidad de una noción con su objeto o de los términos en una relación. Así, la
verdad se define como "la adecuación del pensamiento con la cosa".

Afecto: Tendencia o movimiento apetitivo en su aspecto positivo, teñida de un tono sentimental


que no alcanza el grado absorbente de la pasión. Tales, la inclinación, la solicitud, el cariño, la
ternura, etcétera.

Praxis - Del griego praxis (acción). Concepto clave de la filosofía marxista, por la cual sólo la
praxis es criterio de validez y de verdad. Por esto, un sistema de pensamiento es válido en
cuanto se revela eficaz en la praxis, en el mundo de la acción política, económica, social,
cultural.

Predicable - Es lo que puede ser predicado de cualquier cosa. Más exactamente, en la filosofía
aristotélica y escolástica se llaman predicables los cinco grandes modos de predicar cualquier
cosa de un sujeto: el género, la especie, la diferencia, la propiedad y el accidente.

Principio - En general significa “inicio”, “punto de partida”, “fundamento”. Es uno de los términos
más frecuentes del lenguaje filosófico, dado que la filosofía, por definición, se ocupa de los
primeros principios en los diferentes órdenes de las cosas y, por tanto, de los primeros principios
del ser, del conocer, del hacer, del actuar, del suplicar, etc.

Problema - Se dice de aquello que es argumento de discusión y de investigación. Estudiar y


resolver los problemas, es decir, las cuestiones abiertas, es la tarea tanto de la ciencia (Popper)
como de la filosofía.

Prueba - Operación mental con la que se trata de establecer la verdad de una aserción o la
validez de una tesis. Normalmente se refiere a cualquier forma de razonamiento (inductivo o
deductivo), pero puede tratarse también de simple constancia de hechos; entonces se llama
prueba ostensiva.

Razón - Comúnmente hoy se entiende la facultad cognoscitiva propia del hombre y de la cual
sólo él está dotado.

Concepto - Denota un conocimiento universal, abstracto y es prácticamente sinónimo de idea


universal. Las diversas escuelas filosóficas difieren profundamente tanto en la explicación del
origen de los conceptos como en la asignación de su valor.

Agnosia: Actitud de quien confiesa -y afirma- no saber nada. Enfermedad de la memoria


consistente en no reconocer ni localizar el recuerdo, en verlo todo como nuevo.

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