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PASOs Hac; "A UNA ECONOMIA DE LOS Goces cido a rafz de la re con qué porcion de 21 Presién; Pero energia esto acy La misma nota amarga Se deja of, bios que ha introducilo pac cant ando recapitula los cam- Pcion de la angustia: Antes yo consideraba la gustia como una neral del yo bajo las condici procuraba dar raz6n de su emer [y] suponfa que una libido ( (ex da por el yo 0 no aplicada hallaba una “Ta forma de angustia. Es innegable qu “minaciones no se compadecen bien 0, al necesariamente una de la otra. Adem. cia de un vinculo particularmente estrecho entre angustia y libido, que, a su vez, no armonizaba con el cardcter gene- ral de Ja angustia como reaccion de displacer.® ha perdido importancia saber ‘ontece,49 menos, no se siguen ds, surgié la aparien- De todos modos, Freud no abandona la lucha. La prosi- gue de dos maneras. Por un lado, en cuanta ocasi6n le resulta favorable recurre al punto de vista econdémico, hasta las ulti- mas Ifneas surgidas de su pluma,! igualando ahora monto de excitacion y quantum de libido. Por otro lado, retoma una vieja inquietud con el afan de resolver el problema de la renuncia a los goces sexuales y pulsionales mediante un recurso a la cultura y, en ultima instancia, a la funcion del padre. EI principio de placer, error atévico Antes de mostrar cémo se embarca en esta via, tratemos de entender Por qué Freud persiste en defender un modelo €conémico cuyo fracaso él mismo ha decretado. Para ello con- 49 Fre 50 Teed (1925: 132). Los subrayados son nuestros. 51 Fron P. 150.~ Los subrayados son nuestros, ae aa 2535; 1929: 83, 95s; 1931: 221; 1932b: 69; 1937: 229; 19382: 113; 2 GERARDO ARENAS vendra rebobinar la ultima parte de esta pelicula y volver a proyectar en slow motion algunos de sus detalles. Dijimos que. los dos esco! s iniciales que debi6 afrontar e] modelo econédmico. fuer ; estados de displacer duradero “(duelo, melancolia, mania) y la dificultad para distinguir la Yibido yoica de las otras energias que operan en el yo, pero jeconozcamos que él primero més bien objeta el principio de placer y el segundo no es sino un problema tdpico, de modo “que estos inconvenientes no cues ionan la existencia de una _economéa rectora de Tos procesos psiquicos. También vimos que al mismo tiempo Freud interroga la relaci6n entre las can- tidades, que son excitaciones econémicamente reguladas, y las cualidades, en las que ya no impera el principio de pla- cer -relegado al rango de una mera aspiracion. Sin embargo, esto no lo lleva a poner en tela de juicio ese principio, sino apenas a bosquejar la posibilidad de un “mas allé” del mis- mo —con el trauma como paradigma- y a estudiar las condi- ciones econémicas en que el dolor es compatible con el goce. zCual es, pues, la verdadera batalla que Freud libra en “El problema econémico del masoquismo”? Su parrafo inaugu- ral define mal el problema, ya que dice que, desde el “punto de vista econdmico”, el masoquismo “es incomprensible si el principio de placer gobierna los procesos animicos”.” ;Pero el masoquismo no contradice la concepcion econémica (la cons- tancia de |. de excitaciones), sino el principio de placer! Por eso, Freud concluye que “placer y displacer_no pueden ser referidos al aumento 0 | disminucion de una cantidad”, @ incluso parecen “no depender de este factor cuantitativo”.” zEntonces? Si el placer y su contrario nose inscriben en la “dimensién cuantitativa, los problemas del principio de pla “cer no pueden ser coondanicas. asi lo demuestra el resto del artfculo, que no plantea a la economia ningun inconveniente. és Freud se pregunta Pese a ello, cuando un afio desp¥ 52. Freud (1924a: 165). 53. Ibidem, p. 166. PAGOS HACIA UNA ECONOMIA DE LOS GOCES 1Cémo es posible, desde el punto de vista econédmico, que un mero proceso de débito y descarga [provoque] un dis- placer 0 una angustia que, de acuerdo con nuestras pre- misas, s6lo podrfan ser consecuencia de una investidura acrecentada?,* parece haber olvidado esas dos conclusiones suyas, ya que vuelve a enlazar el displacer con la cantidad y con la econo- ma, En definitiva, no tenfa por qué abandonar su modelo econémico, pues la angustia (como antes el masoquismo) sélo invalida el principio de placer. Es sorprendente que haya des- »stimado su concepein de una economia pafguica aus 720 “contradecfa) y no haya dejado caer el principio de placer (aun 5 114”). Pero més Ilamativo todavia es el hecho de que un observa- dor tan fino como él haya considerado alguna vez la posibili- dad de que en los seres humanos rija una tendencia.a evitarla. excitacién y procurar su descarga, cuando la cultura integra es el testimonio patente de la tendencia opuesta, del imperativo que nos di ingue de toda otra especie, ¢ por gozar de las més variadas maneras y posible. Si algtin Lustprinzip nos caract entenderlo como un “pri carga, sino como un principio “Siempre que entendamos el placer como la cualidad asociada’ “ala descarga de excitacién, sera absurdo suponer que los se- “tes humanos vivimos bajo el imperio de un principio que nos. impele a buscarlo. Nada es mas contrario a la “innaturaleza” humana. La formulacién freudiana del principio de placer es un error at4vico. No basta con corregirlo mediante la referen- cia a cierto “mas alla”. Deberfamos erradicarlo de toda consi- deraci6n seria de la economfa de los modos de gozar. Como dijimos, a pesar de la crisis plasmada _en Inhibicién, _sintoma y angustia Freud volvié a apostar por ese modelo cao ismo h imado. Tal vez su obstina- Romico que 54 Freud (1925: 89). 24 GERARDO ARENAS cin se haya debido a cierta intuicién de que el problema estaba en el sélido modelo, sino en el sobreafiadido del oe “vez mas enclenque principio de placer. No obstante, su empe. fio en esta via result6 atemperado, y en cambio se multiplica, ron sus tentativas de resolver, mediante la funcién Paterna, e| problema de la renuncia a ciertos goces. El padre contra el goce, un nuevo recurso Freud se habfa mostrado tempranamente inquieto por el hecho de que la sociedad, de la mano de esas “neurosis incura- bles que rebajan a un minimo el goce de la vida”, parece auto- condenarse a la ruina. Mientras tanto, con el complejo de Edipo daba forma épica a la necesaria pérdida -operada por el padre- del goce de la madre. Es evidente, pues, que él no consideraba homogéneo el campo del goce: hay goces que deben perderse, y otros que mds vale no perder. Por lo tanto, antes de acompa- fiar el nuevo curso que dio a su tormento, serd preciso dedicar unas Ifneas a establecer este punto con precisi6n. Ante todo, se impone una aclaraci6n terminoldgica. En la obra freudiana, el omnipresente término Lust se interpreta como placer, si bien fuera de ella remite también a sentidos tales como apetito, deseo, gusto o anhelo, e incluso equivale aGe- nuss (goce). :Por qué hay que descartar estas otras acepciones cuando est en juego el Lustprinzip? Porque éste es el afan de obtener Lust (0 evitar Unlust) reduciendo la excitacién, algo sélo compatible con la nocién de » placer, ¥ mientras que apetilo, deseo, gusto, anhelo y goce’son la excitacién misma _o aspiral 4 aumentarla. En ese aspecto, Lust y Genuss son tan anténi- mos como placer y goce.* Por eso dice Lacan que la paradoja piran 55 Freud (1893b: 223; 1897b: 307). ; i 56 Sélo el término Vorlust, usualmente traducido como “placer previc’ (Freud, 1905a: 190s), deberfa més bien entenderse como “goce previo”. En consonancia con esto, Lacan (1969: 27) traduce Meirlust por "plun-cle- gozar”.

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