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ESTUDIOS GRACIA Y SALVACION Por FRANCISCO CANALS VIDAL (*) En septiembre de 1955, en ocasién de asistir al IV Congreso Tomista Inter- nacional que se celebraba entonces en Roma, tuve ocasién de tracar a fray Bar- tolomé M- Xiberta, O.C. (1897-1967), de quien se ha escrito aurorizadamente que cs cal vez xel mayor tedlogo que el Carmelo ha producido a lo largo de los siglos» (1) En aquella inolvidable conversaci6n el padre Xiberta express afirmaciones precisas y luminosas sobre temas cristolégicos (2). También me dio alguna orientacién decisiva en el campo soveriolégico. En torno a «los auxilios de la divina gracia», afirmé, se implicaron cuestio- nes que en realidad pertenecian a dos lineas teméticas diversas: Se referfan unas a temas pertenecientes a la fe: ales eran las que se referian a la gratuidad, y cardcter «antecedente» a la previsién de los méritos, de la providencia salvifica de Dios, y a la eficacia de la gracia «por si misma e inerinsecamenten, Otras cuestiones, de un orden distinco, en el plano de la explicacién ceoléy cay de los instrumentos metafisicos de ésta, se referian a la respectiva afirma- in y negacién, por los dominicos y los jesuitas, de la «predeterminacién fisi ‘ca», ¥ al correlative rechazo 0 posicidn de una «ciencia media» sobre los fururos libres condicionados. No de dejado nunca de volver sobre estas cuestiones, pero sélo muy recie temente he podido comprobar por ciencia propia el acierto profundo de la dis- tincién de planos que tena tan claramente delimitada el padre Xiberta (9) Universidad Central de Barcelona, (1) En ba introduceign a la mitcellaniativulads Jn manauerudine capientiae (Roma, 1990), Los datos biogréficos ybibliogrsficos sobre el padee Xibersa se hallan en las pigs. 11 3 16, Q) Me tefer alos contenidos crstoldgicos de aquella conversucién en el eabajo publicado en li mencionada miscelinea #La tradici6n apostdlica en la doctrina de los Santos Padres», 1b/- dems, pigs. 125 4137. 13 El Papa Paulo V, después de haber ordenado en 1607 la suspensién de las adisputaciones» entre la Orden de Predicadores y la Compatita de Jestis, expli- caba, en alocucién ditigida el 26 de julio de 1611 al embajador del Rey de Es- pafia Felipe III —que deseaba ver resuelta Ia cuestién doctrinal en el sentido querido por los dominicos— la intencién y las razones de aquel aplazamiento: Se ha sobresefdo en esto por tres razones... la segunda porque si una y oxra parte convienen en la ststancia con la verdad catdlica, esto e%, que Dios con la eficacia de su gracia nos hace obrar y hace que nosotros pasc- mos de no querer a queter y dobla y cambia lay volunades de los hom- bres, de lo que se trata en ésta cuestién, pero sélo son discrepantes en el modo, porque los Dominicos dicen que predecermina nuestra voluntad ff- sicamente, esto es real y eficientemente, y los Jesuitas mantienen que lo hhace congrua y moralmente, opiniones que una y otra se pueden defen- der...» (3). Al calificar como opinables a los dos sistemas que mantienen tesis que se oponen entre si «contradictoriamente», segiin afirma Grede respecto de la «predeterminacién fisica» y de su negacién de la que se sigue Ia afirmacién de la «ciencia medias, no se queria evidentemente imponer ni un escepticismo metafisico, ni mucho menos la simulrdnea afirmacién de las tesis contradicto- Por lo demas la perspectiva en que se situia el magisterio cclesidstico es el de la subordinacién a la fe de cualquier explicacién tcolégica, y la disponibilidad al asentimiento a las decerminaciones doctrinales del propio magisterio por parte de los teblogos y de las escuelas teolégicas. Después de las disputas de auexiliis no han faltado ea la Iglesia autores y es- cuelas que han rechazado la ciencia media y a la vez la predeterminacién fisica: asi los «agustinianos», San Alfonso de Ligorio siguiendo en muchos puntos a la escuela de la Sorbona, y muchos modernos «neotomiseas» entre los que Marin Sola nombra a Lorenzelli, Pecci, Paquet, Janssens y Lépicier (4). El aplazamiento por la Santa Sede de la resolucién de lo cratado en las dis- putas de auxiliis, equivalfa en aquel caso, no a diferir una definicién sobre ma- rerias dogméticas, sino a no dar todavia sentencia sobre la compatibilidad y co- herencia con el misterio revelado de alguna de la dos explicaciones teolégicas, que se apoyaban como en instrumento subordinado a la fe, en concepciones metafisicas opuestas. Diferida la sentencia, la Santa Sede, en 1607, por un acto del Papa Paulo V, 3) DS, suppl. Ad 1997. (4) Tosephus Gredt, O.S.B.: Elemente philesphiae arisoilico-thomisicae, vol. , parte Ul, cap. IV, 877, 2. Cit. ibidem, nim. 839 y 877, 2: «Se han propuesto tsi sincretistss, como la de algunos autores que niegan la ciencia media y a predeterminacién fsica» Véase también F. Mae rin-Sola: «El sistema comista sobre la mocién divinas, La ciencia fomista, como 32, Madrid, 1925, Pig. 14 14 y después en reiteradas ocasiones, exigié que las dos partes se abstuviesen de ca- lificar 0 censurar las docerinas de la escuela contraria (5). En una bula del afio 1733, Clemente XII, al insistir en esta prohibicién pre- cisaba: «No se atrevan, en escritos, en ensefianzas, o en disputas, o en cual- ‘quier otra ocasién, a inferir nota o censura teolégica alguna a las escuelas ue slenten divertumente que ellos, hasta que sobre estes misrtas conero- verre Sana Soe Bubs jungado que alge debe sr defini pre- nunciadon (6). ‘Nétese que la Santa Sede puede «pronunciatse» —incluso por modo defini- tivo e infalible— sobre macerias, teol6gicas o filoséficas, conexas con el misterio revelado aunque no pertenczcan directamente al mismo, y que constituyen el que se llama «objeto secundario» del magisterio infalible de la Iglesia. Pero s6lo podria «definirs como dogma aquello que esti en el depésito recibido de la pa- Jabra de Dios escrita o transmitida. Al aludir a las dos opiniones opuestas, xque pueden ser defendidas», descri- bfa Paulo V el modo de explicar los Jesuieas cémo Dios «con la eficacia de su gracia» nos mueve a querer, «predeterminando nuestra voluntad congruente y moralmentes, con expresiones que, en su literalidad, parecen referirse al sistema «congruistar, que defendi6 la Compania de Jess ante la Santa Sede. Incluso, més precisamence, las palabras de Paulo V expresaban las concep- ciones y usaban la terminologia caracteristicas del gran Doctor de la Iglesia San Roberto Belarmino (7). Ast lo reconoce, y lo lamenta, Rauil de Scorraille: «De hecho la opinién de Belarmino fue la que sustentaron los jesuitas en las Congregaciones de auxiliis: a una cuestién propuesta por los domi nicos respondieron expresamente “cal uso preconocido del libre albedrio no es la razén de la predestinacién’s (8). En 14 de diciembre de 1613, el Prepésito General Claudio Aquaviva, y cua- renta afios mas tarde su sucesor Francisco Piccolomini, establecfan la obligato- riedad de la ensefianza que se habia defendido ance la Santa Sede. En aquellos decretos se recordaba que: «Dios hace realmente que nosotros obremos, y no s6lo nos da la gra cia, con la que nosotros podamos obrat» (9). (5) Véase DS 1997, 2008, 2167, 2509-2510 y 2564-2565. © Ds2s10. ()_Cfec el articulo «Grace, de J. Van det Mecrsch, en DT&Cath, Pas, 1925, como VI, cols. 16719 1672. (8) Raul de Scorraille, S..+ FIP, Francitco Sudre. 8.1, Barcelona, 1917, pag. 443. (9) Véase el aticulo «Jesuitess, de Pierre Bouvier, §. 1, en DTACath, tomo VIII, cols. 1032 a 1036. 15 En el texto citado de Paulo V en 1607, encontramos una clara distincién centre temas, de los que entonces se estaba tratando, pero en los que las dos par- tes debfan ser concordes, por referitse a «lo sustancial de la verdad catélicay, con otros referentes a la explicacién del modo por el que la gracia de Dios nos mueve a querer y a obrar el bien. Pero al haberse diferido la resolucién pontificia, la complejidad de los temas tratados, con tanta precisién formulada por el padre Xiberta, pudo manifestarse cn prgjuicios y malentendidos. Mientras los jansenistas acusarfan a la Sede Romana de haber reconocido desde entonces la libertad de doctrinas «semipelagianas», desde sectores eulera- ‘montanos» se ven‘a a suponer la imposibilidad de cualquier ulterior definicién doctrinal, aun sobre aquellos puntos sustanciales de los que se habia erarado, pero que no habjan sido realmente puestos a discusién. En la petspectiva de la historia de las doctrinas teoldgicas, tales malencen dos se acrecentarian al interpretar como una contingencia histérica, y aun como efecto de cierto oportunismo, el que la doctrina presentada ante la Santa Sede hubiese sido la de Belarmino y Suérez. Escribié Ratl de Scorraille: (42). Posteriormente, en 6 de noviembre de 1724, el Papa Benedicto XIN, diriga ala Orden de Predicadores un Breve en el que alababa asf a la Escuela tomisca: «Os gloridis de que vuestra doctrinas sobre la gracia, principalmente cen cuanto eficaz por sf misma e intrinsecamente y sobre la gratuidad de la prgdsstinaciin..que habéisIaudablemente enschado hasta ahora, las har is recibido de los santos Doctores Agustin y Tomds, y de que son con- cordes con Ia Palabra de Dios, y lo ensefiado por los Suinos Pontifices, los decretos de los Concilios y los dichos de los Padres» (43). Es digno de notarse que no se mencionan aqui las explicaciones caracterfsti- cas de Ia escuela tomista, aquellas a que habla aludido Paulo V como opinables. (40) Cle. DS 1426 y 2083-2084. (41) Che. DS 2281.2285 y 3064-3074, (42) Billuare: De Deo, Disertatio,V (ct. el articulo «Prémotion physiques, de R. Garsigou Lagrange, en DTH Cath, como XI, col. 65). 143) | Véase en cl arcculo «Molinismes, de E. Vansteenberghe, en DT#Cath, como XI, col. 2178. 26 EI Papa Clemente XII, en 2 de octubre de 1733, a la vex que declaraba con- firmar las alabanzas a las doctrinas profesadas por la escuela tomista, afirmaba: «No queremos detraer algo a las otras escuelas catdlicas, que sienten diversamente que la escuela tomista en la explicacién de la eficacia de Ia gracia divina, cuyos méritos hacia la Santa Sede son también precla- rom (44). Los significatives documentos de Benedicto XIII en 1624 y de Clemente XI ‘en 1733 responden a la situacién creada en toro 2 la condenacién del jansenis- mo de Quesnel por la celebérrima Bula Unigenitus de Clemente XI en 8 de sep- tiembre de 1713 (45). A los jansenistas les gustaba, para desautorizar el acto pontificio, ver en ella la condenacién de las doctrinas de San Agustin y de Santo Tomis; y rambién se produjo el peligro de que a los molinistas les ageada- se esta interpretacién, para apoyar en la autoridad pontificia el exclusivo domi- rio del molinismo y el desprestigio del agustinismo y del tomismo. En 31 de julio de 1748 dirigla Benedicto XIV ai «lnquisidor General de Es- afiay una carta de la que conviene leer con atencidn sus parrafos refercntes a las diversas escuelas entre si opuestas: <7 sabes que en las celebérrimas cuestiones en comme a la predestina- ion y la geacia y sobre el modo de conciliar la libertad humana con la ‘omnipotencia de Dios son muchas las opiniones en las escuelas. Los Tomistas son denunciados como desttucrores de ia ibertad hu- mana'y como sepuidoresno slo de Jansenio sno incluso de Cabins pero por cuanto ellos mistios repican enérgicamente alo que se les obje- fa, y su doctrina no ha sido nunca reprobada por Ia Santa Sede, en ella perseveran los tomistas impunemente, ni es licito a ningiin superior ecle- Hiistico en el presente estado de cosas removerles de su posicién. ‘>Los Agustinianos son denunciados como seguidores de Bayo y de Jan- senio, Responden ellos mismos que son ascrtores de la libertad humana y aiegan con fuera a bjeione ue les oponen-¥ puso que a pos Gién hasta ahora no ha sido condenada por la Sede apostélica, no hay na- die que no vea, que no puede pretenderse por alguien que s¢ aparten de su posicion, Los seguidores de Molina y de Suérez son proscritos por sus adversa- rios como st faesen Semipelagtanos: los Romanos Pontifices hasta ahora no han emitido un juicio sobre este sistema molinista, y por lo mismo Glos libremente prosiguen y pueden proseguir en su defensa, "Esta Sede aportélica faverece la libertad de las escuelas, y hasta ahora no ha reprobado ninguno de los modos propuestos para concilia la liber- tad humana con la omnipotencia divina» (46). (44) DS 2509. (45) DS 2400-2502. (40) BS 2564-2565. a7 La Santa Sede exige que las escuelas respeten mutuamente la libertad conce- ida por ella misma, actitud muchas veces reiterada ~especialmente en una En- ciclica de 1-XI-1914 del Papa Benedicto XV—(47) no sélo para no renunciat a su propia autoridad, sino por el deber de mantener una actitud y un principio aque formulé con gran precisién el Papa Pio XII. «No se confunda la doctrina catélica y las verdades naturales con ella conexas reconocidas por todos los catélicos, con los esfuerzos de los hom- bres eruditos para explicarlas, ni tampoco con los propios elementos y los ‘conceptos peculiares por los que se diferencian entre s{ los varios sistemas filosdficos y teoldgicos que se encuentran en la Iglesia; ni hay que obrar nunca como si la maceria de la predicaci6n sagrada y de la ensefianza reli- giosa cuvieran en ellos su origen o de ellos dependieran. Ninguna de se- ‘mejante explicaciones o argumentaciones constituye la puerta para entrar en la Iglesia, con mayor razdn es ilicito afirmar que constituye la tinica puerta» (48). Los principios formulados por Benedicto XIV, Benedicto XV y Pio XII no pueden separarse del que formulé con claridad el propio Pio XII: «Si los Sumos Pontifices en sus documentos pronuncian de intento su sentencia sobre alguna cuestién hasta entonces discutida, es evidente que cesta misma cuestién, segdn la mente y la voluntad de los mismos pontifi- ‘es, no pude ya considerarse como objeto de libre discusién entre los Ted- logos» (49). Pero supucsta la jerarqufa de las verdades, no podria una verdad cierta de or- den racional, ni siquiera una conclusién teolégica, convertirse en niicleo del mensaje salvifico, Mucho menos una opinién teolégica, por muy fundamentada ‘que sea considerada por una escuela, podria resultar legitimamente hegeménica, y venir a condicionar la enunciacién del misterio, la formulacién del dogma y la predicacién integra de la verdad catblica. ‘Comprendo ahora hasta qué punto el pensamiento y la actitud del padre Xiberta, O.C., se movian en lo esencial. Recuerdo que en aquella conversa- cién reconocié elogiosamente el tomismo de la Universidad Gregoriana de Roma; donde, como es sabido, los tomistas jesuitas no han profesado nunca, en los temas coneros con las cuestiones de auxilis, las interpretaciones de la «escuela tomistar que ellos han calificado tradicionalmente como «baftecia- nas». El acierto profundo y nuclear de la advercencia del padre Xiberta en aquella inolvidable conversacién, se me ha revelado cada vez con mayor claridad. He 7) Ds 3625. (48) Plo XIl sla Universidad Gregoriana de Roma, 17-X-1953 (AAS, 45 {1953] 684-680). (49) Human genes, DS 3885, 28 aqui algunas afirmaciones, de autores muy significativos, acerca de los puntos apitales sobre los que quiso enconces el padre Xiberta llamar mi atencién. Sobre la eficacia de la gracia escribié San Roberto Belarmino, decidido ad- versario de las tesis de la «predeterminacién fisica»: «Algunos opinan que la eficacia de la gracia se constituye por el asenti- miento y la cooperacién humana, de modo que por su resultado se llama ‘eficaz Ia gracia, a saber por qué obtiene su efecto, y obtiene su efecto por- ‘que la voluntad humana coopera. »Esta opinién es absolutamente ajena a la doctrina de San Agustin, y en cant, Jo que yo jug, incluso jens I detina dels Divine cricurase (50). En otro gran Doctor de la Iglesia, San Alfonso Maria de Ligorio, «mattillo del jansenismo», hallamos, en su Tratado de Ia oracién como el gran medio para conseguir la salvacién eterna y todas las gracias que esperamos de Dios, escrito en 1759, y que merece ser considerado como una obra maestra de teologia espiri- ual:

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