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SPOHOHSHHHOHSOHSSSHSHHHDHOHOSOHHOHHSHOHOOHHEOOO Titulo de la edicion original: Horsexe: essai sur le transsexualisme Point Hors Ligne, Paris 1983, ‘Traducci¢n: Cristina Davie © Catherine Millot BSN 950-9314.00-8 Queda ec 94 Jinpresoen Argentina: Punts —/ CATHERINE MILLOT EXSEXO. ENSAYO SOBRE EL TRANSEXUALISMO ‘CATALOCOS EDITORA SOBRE LA TRADUCCION EI neologismo introducido por Lacan Horsexe presenta multiples problemas de traduccion que seria ocioso argu- mentar aqui en detalle. German L. Garcia propuso a su vez otro neologismo, Exsexo, como equivalente, en muchos aspec- tos, al primero. ; ‘Se trataba de sugerir la nocién de exterioridad sin recu- rir a perifrasis, 0 en todo caso a palabras de aspecto «técni- co», ni a la sustantivacion de algun adverbio, ‘como fuera, porque produce un efecto imperativo —resonancia ésta que no se halla en el término original—, ni a expresiones que transmiten una idea de progreso o superacion. ‘No obstante, en el interior del texto se ha recurrido a distintas expresiones para reflejar distintas connotaciones del término original en relacién con los diferentes contextos, en particular en funcién del sujeto al que se atribuia cada vez Horsexe, teniendo en cuenta ademas !a distincién entre ser,y estar propia de la lengua espafiola, Tenga en cuenta pues'l lector que expresiones coma estar fuera del o sér ajeno al sexo traducen matices particulares de Horsexe —resonan- cias que demuestran se trata de un término afortunado. E.B. DE PIGALLE A CIBELES CAPITULO I SHE-MALE ©9008 OHHH HHHHHOHHHHHHHOHTOHOOOO80 El Olympia, 1963. Foto Roger Viollet. En los pasillos de un hospital psiquidtrico se cruza uno ‘con figuras cxtraiias, tales como la silueta de un luchador en ‘minifalda vacilante sobre unos tacones altos, con las mejillas ‘azuladas por una barba que Sin embargo ha sido afeitada a ras, y cubiertas de una base de cosmético. Es Robert, decidi- damente transexual, dispuesto si llega el caso a andar a ppuhetazos por las mujeres del M.L.F., poco combativas para ‘su gusto, Robert esti al borde del delirio: abandonando pro- visoriamente el burcel donde trabaja como criada, de tanto ‘en tanto viene al asilo en busca de refugio contra una ame- naza de udepresién». En otros sitios, con otras facilidades, en los cabarets, en Jos locales de homosexuales de todo tipo, una rubias des- lumbrantes, super tiaS muy stars, se presentan imitando en play’ back las canciones de Marilyn Monroe, el modelo de todas, para pagarse In operacién que acabar de hacerlas «verdaderas mujeres». Aqui la frontera es incierta, desde el 9 e000 GOS OOHHHHHHOHOOHHHOHGHHHOOHOREOD travestido que segiin la definicién de lo: it in 8 especialistas Brtocupado por cnservar bajo el vestido eso con qué pasar 3 Brdimo pllandole por sorpesa, hasta el transexual que ia tnido sino odio y desprecio por algo que le eatorba Bria de una vrlidad que rechaza con todas sus fuereas, races de Pigalle, por la nocte, el cliente que gusta de inngautvo ee Yano puede saber, pucs todos los mujer on ‘a, si aquella soberbia brasileaa es ui 5 ibre travestido —dotado a la vez de sen03 Hamantes que debe a los estrégenos y de un éreanc wentciay Ut Hombre «transformado», provisto de una vagina al y que fisicamente ya no tiene nada de hombre, {fmumerables los jovenes prostiutos qu as llevan a abo ¥8 no os posible juzgar qué los empuja a ello: las leyes Gel Gauad de la prositucién, es decir In demanda del cliente Gave es mas vendible: un travesti con o sin pene?), 6 bi ana determinacién intima, una vocacién decidida desde Sn det lecidida desde Los transexuales se encuen a tran i gio som ests unrero marginal, o aca en congue ge alata dela grania donde usted compra tl vez es un padre igiosos, médicos, enfermeros, empleados fun, , eambia facilitates oambiam de sexo. En Holanda han tratado de 10 que la libertad de disponer de si mismo se extienda a la eleccién del propio sexo. A fin de no subordinar el cambio de estado civil a unas operaciones qué a pesar de todo son mutiladoras (muchos transexuales se detienen en el curso'de Ja transformacién antes de la ablaciOn de los érganos viriles, ‘0 de los érganos genitales internos en la mujer), se trata de ‘concedérselo también a los transexuales que hayan conser- vado su sexo de origen. Pronto la ley serd stolleriana: dis- ‘tinguird entre el sexo (6rgano) y el género (identidad). «Con nosotros, se entra de repent en la ciencia ficcién», me decia una transexual. - Si hasta ahora los transexuales casi nunca lograban sus fines antes de los treinta afios, o més, debido a los obstaculos exteriores que encontraban, de ahora en adelante ya nada detiene a los jovenes que, apenas salidos de la adolescencia, desde los dieciocho afios, quieren seguir este camino. Las amenazas de suicidio, frecuentes en estos casos, son argu- mentos decisivos para quienes tienen el poder de otorgar el permiso: los psiquiatras. En los Estados Unidos, esto adquiere la amplitud de un fendmeno social que hasta llega a inquietar a las feministas. En una obra reciente, Janice G. Raymond lanzaba un grito de alarma: el transexualismo seria uno de los iltimos medios, inventados por los hombres para asegurar su hegemonia en la lucha de los sexos. Vendrian a competir con las mujeres en ‘0 propio terreno, amenazando con hacer pronto de ellas una especie en vias de desaparicién. Al respecto cita las decla- raciones de lo que alla llaman un «she-malen, un hombre transformado en mujer quinirgicamente: «las mujeres gené- ticas no pueden pretender tener el valor, la sutileza, la sensi- bilidad, 1a compasién, la amplitud de miras que se adquieren a través de la experiencia transexual. Libres de las cadenas de la menstruacion y de la procreacién, las mujeres tran- sexuales son evidentemente muy superiores a las mujeres genéticas. El futuro pertenece a las mujeres transexuales, En tun mundo que se agotara alimentando a seis mil millones de personas en el afio 2000, la capacidad de engendrar no puede ser considerada un valor.» El transexualismo seria asi uno de los tltimos avatares del maltusianismo. re También tendria otra funci 7 otra funcién: la de refor rcp ean eo te con la vara de la conformidad @ unos roles, Aeuerdo, colaboran en el establecimiento acini reeked Iuego miden una baterias de tests, y el eer timlento para cx aoa aes ‘cambio de sexo esta subordi- aia en esos tests. Ade isexuales se prestan a una especie de cntrenamiente bare el grado de adecuacion a ‘su rol de la: légica: Y silos resultados se revelan insufetenie ce ene orrege un pia conductista para una mejor adaptacion. Los «Gender Jos fines de una politica tura . de : las mujeres que cuestionaban los cstereotipos senealen Para sospecha de que el trensexualismo, come te empresa de liguidecion de ia fare fomening cant rena Pe qu la «male child pill» de Postgate, que masca. retuns Cetratesy y a de la superpoblacién, : de sx, vano un or eps At eo de cab . * i 4 los no transexuales. Si hasta aquladiferensie ae eo ooo 12 debe mucho 2 lo simbilico y a sus biparticiones, a lo imagi- nario que fije los roles, pertenece en ultima instancia, por lo (que representa en cuanto a la imposibilidad de ser evitada, al registro de loreal, es decir que es del orden de ese irreductible contra el cual bien puede uno chocar indefinidamente. Desde este punto de vista, {cambiaria el status del transexualismo? En todo caso es con lo que suefian los. médicos y los |juristas, quienes por vocacién tratan con el fantasma de un ‘poder que no conoceria limites, poder de tener en jaque a la muerte —ese otro real—, poder de hacer la ley, de legislar sin déficit ni superavit la realidad humana. El transexua- lismo responde al sueiio de apartar, incluso de abolir los limites que marcan la frontera donde comienza lo real. El transezualismo, sobre todo el transexualismo mascu- fino, también hace sofiar a las mujeres con el acceso a un saber sobre la esencia eminentemente inasible de le femi- nidad, pregunta que remite a cada una a aquello que la hace extrafia a si misma, Los transexuales, que pretenden poseer un alma femenina prisionera de un cuerpo de hombre cuya correccién exigen, tal vez sean los unicos que se jactande una identidad sexual monolitica, exenta de dudas y preguntas. Todos los hombres transexuales tienen una idea, y hasta una definivion de la mujer: «las mujeres son dulces y amables» decia uno de ellos, lo que no puede menos que hacer sonreir ‘a cualquiera que haya tenido que vérselas, aunque mas no fuera con sdlo una de ellas, a la hora de la verdad. También Ja belleza es un rasgo inevitable de la mujer, rasgo sobre el ‘cual volveremos. En ocasiones los hombres transexuales hacen delirar a Jas ferninistes, que ven en ellos un reconocimiento a la causa de las mujeres, una abdicacién caballeresca de sus prerroga- tivas vires, depositadas a los pies de las mujeres. Algunos, como Robert, ya mencionado, parecen confirmar este analo- gia con el amor cortés. Son muchos los transexuales, en particular en los Estados Unidos, como lo atestigua Janice G. Raymond, que reclaman su admisién en el campo de las feministas. La posicién cortés se encuentra también en los transexuales que se-vuelven «lesbianas» algunos afos des- pués de haberse hecho transformar, y que abandonando toda 13 , ee 0000000080000 0000000000800000000 Plsdueda de una relacién amorosa con un hombre, que con- firmaria su ferinidad, van a buscar ese reconocimieato junio a una mujer. Ese viraje hacia la homosexualidad femenina es bastante frecuente, como lo hace notar Colette Piat en lle travestis», al igual que Janice G. Ray: is CAPITULO I HACIA LA MUJER See A PSICOSIS El transexualismo es hoy en dia un fenémeno social, incluso un sintoma de la civilizacién, Por tanto es protei- forme, y solo corresponde a una defnicion minima aie eo ‘ez linda con elestereotipo: se define como transea uel a ase Persona que solicita la Modificacién de conformario a las apariencias del sexo opt , conviccién de que su Verdadera identidad sexual 0, pero queda la conviceic ciencia. Un articulo de los afios 5 mica de un mal antiguon, En este fenomeno, y en los sex6l que no ha esperado a la 0 se titula «Forma epidé- efecto, ya Esquirol describia logos del siglo X1X, Havelock Ellis y sobre todo Krafft Ebbing, encontrarnos observaciones asi como testimonios de aqui ellos a quienes por entonces atin no se llamaba transexuales, 14 ‘Travestis de Singapur. Foto Roger Vialte, Krafft Ebbing sitta los casos correspondientes al tran- sexualismo como uno de los grados de la inversign sexual, en una eseala que va desde wel hermafroditismo psicosexual» a «la metamorfosis sexual paranoica, Para ilustrar lo que considera un fenémeno de transicién entre la homosexta- lidad y la paranoia, nos entrege un documento notable cons- tituido por el perturbador testimonio de un transexual antes de época, al que Robert Stoller no desaprobaris en mas de un punto. Se trata del relato muy detallado de su vida escrito por un médico hiingaro, que proporciona més datos significa- tivos sobre Ia posicién transexual que todos los casos de la literatura psiquidtrica, no obstante ser muy abundante en la materia, ‘Nos expone algunos rasgos de su infancia que Stoller, por su parte, también ha recogido en los nifos transexvales. Era de una belleza notable, y por encima de todo le gustaba quedarse junto a su madre, que lo era «todo» para él. Como 17 ©9000 0OOHHHHHDHHH8HH0HHOOHOHDOHHOOOO htregaba a juegos de niia a menudo le lamaban al are qué conviene a un vardn, conveniencias a las que décilmente trataba de acomodarse. Imitando cuanto podia a sus compafteros, se esforzaba por whacerse el varén», Recuerda su pasién desde la infancia por los guantes de piel de las mujeres, guantes que adoraba ponerse. Stoller sefiala también el placer de los transexuales por vestir ropas feme- ninas, el placer del contacto de ciertas telas sobre 1a piel. Asimismo, el traje femenino le atraia como disfraz. Ridiculizado por sus compaferos debido a sus modales de nifia, soportaba con dificultad Ia aspereza del contacto con las telas que se empleaban en la confeccion de las ropas masculinas. «Tal vez, por la suavidad poco frecuente de mi piel, haya Ilegado a figurarme que era una nifian, escribe. A la edad de doce aftos pudo formular que preferiria ser mujer. «Sé —agrega— que no habria temido el cuchillo del cas- trador para alcanzar mi objetivo». ‘Ya muchacho se entregé al onenismo, Stoller apunta en cambio la ausencia corriente de esta practica en los transe- xuales. En el curso de este acto se imaginaba ser un hombre desdoblado, pero por otra parte no sentia deseo por los hombres. Cuando tuvo relaciones sexuales con una mujer, adopté.la posicién femenina, Su condicién le hacia desdichado. Tuvo dos tentativas de suicidio, y en la misma época sufrié sintomas psicdticos. Una vez pasé quince dias sin dormir, y declara haber tenido entonces muchas alucinaciones visuales y auditivas. «Ha- blaba con los muertos y los vivos, lo que atin me ocurre hoy en dia», agrega. Después de cursar estudios de medicina, hizo la guerra como médico militar voluntario, Luego se casd con una ‘mujer enérgica de la que estaba muy enamorado, y a la que ««ge entregé por entero» con un fervor totalmente femenino, De esa union nacieron cinco nifios. En aquel entonces a menudo era victima de «malestares femeninos», como por ejemplo sentir del lado de la prostata la necesidad de ex- pulsar algo, como si debiera parir. Esto marcé el comienzo de ciertas sensaciones de transformacién corporal que cul- minaron cuando suftié una infoxicacién con hachis. Entonces 18 tuvo la impresin de que sus partes genitales se habian retirado al interior de su cuerpo, que su pelvis se ensanchaba y que le crecian los pechos, lo que le hizo experimentar «una Voluptuosidad indescriptible». Al despertar por 1a mafana esa voluptuosidad se volvié terror al sentirse «totalmente transformado en mujer». La idea obsesiva de que era mujer subsistié y «se hizo tan fuerte que hoy no-llevo sino la mascara de un hombre; en lo demds me siento miljer desde todo punto de vista y en todas mis partes». Cada mes experimentaba la sensacion de que tenia la menstruacién, y cuando mantenia relaciones sexuales con su mujer le invadia una voluptuosidad que califica de femenina, relaciones que 2 su juicio eran del orden'de un «amor les- biano». Sentia tentaciones erdticas contra las cuales luchaba y que le hacian desear «ser de sexo neutro, o hacerse neu- iralizarn. Suftia por sentir que fingia en su vida social y profesional. Citemos entero este conmovedor pasaje: «En definitiva, suspira por el momento en que podré quitarse la ‘mascara: pero dicho momento no llega. Sélo consigue hallar alivio a su miseria cuando puede revestir en parte el caricter femenino poniéndose una alhaja, o una falda, ya que no puede salir vestido de mujer; no.es una tarea pequeia cumplir con sus deberes profesionales cuando uno se siente como una actriz disfrazada de hombre, y cuando no sabe donde ha de ira parar todo eso. La religion sdlo nos preserva de un gran pecado,’pero no evita las penurias que experi- menta el individuo que se siente mujer cuando la tentacida se Je arrima como « una verdadera mujer, o cuando como ésta esta obligado a sufrirla y a oponérsele. Cuando un hombre de gran estima, que goza de una rara confianza entre el piblico, estd obligado a luchar contra una vulva imaginaria; cuando al volver después de un duro trabajo se ve forzado a exeminar el traje de la primera sefiora que aparezca, a criticaria con ojos de mujer, a leer en su rostro sus pensamientos, jcuando una revista de modas —yo las amaba ya de nifio— nos intere- sa tanto como una obra cientifica! (Cuando uno est obligado @ ocultar su estado a su mujer, cuyos pensamientos adivina puesto que uno también es mujer, en tanto que ella ha adi- vinado claramente que uno se ha transformado de alma y de 19 cuerpo! iY los tormentos que nos causa la lucha que debemos sostener para vencer la debilidad femenina! A veces uno consigue vivir algin tiempo como mujer, sobre todo cuando esta de vacaciones solo, por-ejemplo levando vestidos de mujer, especialmente de noche, quedandose con los guantes, cogiendo un velo o un antifaz cuando esta en su habitacién; entonces se logra tener un poco de tranquilidad del lado de la libido, pero el cardcter femenino que se ha implantado exige impetuosamente ser reconocido. A menudo se contenta con una modesta concesién, como por ejemplo un brazalete puesto por debajo del puito, pero inexorablemente exige una concesion cualquiera», . Por otra parte expresa su solidaridad para con las mu- jeres, cuyos intereses y preocupaciones comparte. En la carta adjunta a su manuscrito autobiogréfico no falta la nota feminista. Subraya todo lo que le ha aportado esa sensibi- lidad femenina ea el ejercicio de su profesién, y deplora que la carrera de medicina esté cerrada a las mujeres: «si fuera posible —concluye—, cada médico deberia estar obligado a hacer un cursillo de tres meses como mujer; entonces com- prenderia y estimaria mejor a esa parte de la humanidad de donde ha salido; sabria entonces apreciar la magnanimidad de las mujeres, y por otra parte la dureza de su suerte, Este caso presenta sintomas manifiestamente psicéticos {alucinaciones, lectura del pensamiento, sensaciones de transformacion corporal), lo que esta lejos de ser la norma entre los transexuales. La cuestién de la estructura de los transexuales ya ha sido debatida. Podemos sitar, de ua lado, a los defensores del delirio parcial (posicién frecuente entre los psiquiatras) para quienes el transexualismo es un sintoma psicdtico, y del otro a aquellos que sostienen que entre los transexuales no se encuentran ni mas ni menos neurdticos, perversos y psicoticos que en una muestra cual- quiera de la poblacién, Para estos ultimos, a menudo mé- icos no psiquiatras, cirujanos y sobre todo endocrinélogos, al transexualismo depende de un trastomno localizado de la entidad, y sostienen la hipdtesis de que dicho trastomo seria consecutivo de una impregnacién hormonal del cerebro en e] transcurso de la vida intrauterina, y por tanto la con- 2 ‘radicéién entre un cerebro de un sexo y un cuerpo de otro seria la causa perfectamente comprensible de un sufrimiento psiquico que la rectificacién corporal deberia aliviar. ‘Desde el punto de vista psicoanalitico, la presencia 0 ausen- cia de sintomas situados del lado de le psicosis por una clasi- ficacion psiquidtrica no puede ser decisiva. Una definicién estructural de la psicosis relega a segundo plano el aspecto sintomatico. Dicho de otra manera, 1a ausencia de sintomas psicdticos no excluye forzosamente la existencia de una es- tructura psicética. Por otra parte, Ia presencia de un'sintoma dado no proporciona en si misma ninguna indicacién estruc- tural, La indecisién en cuanto al propio sexo, por ejemplo, o bien Ia homosexualidad, son situables como formagiones imaginarias, y como tal corresponden a efectos derivados de posiciones estructurales diversas, Ningin sintoma sella de por si una estructura, El sentirse mujer en un cuerpo de ‘hombre (0 a la inversa) puede adquirir un sentido muy dife- rrente segiin el contexto. Igualmente la demanda de cambiar de sexo, que en si misma es un sintoma, puede emanar tanto ‘ce una hipocondriaca (se han encontrado casos) que alegara una posicién transexual para hacerse quitar los senos, pues ‘teme que un die el cancer los ataque, como una histérica'que ‘se propone al deseo de poder de aquel precisamente que.se ‘ofrece a operarla. La histérica y el ciryjano hacen pareja ficilmente. . Conviene sefialar no obstante que los primeros casos de transexualismo, relatados por los psiquiatras y los sexdlogos, rparecen haber sido casos de psicosis. Lacan sostiene que en la psicosis hay una pendiente hacia el transexualismo. El caso de Schreber, estudiado por Freud, es ejemplar desde ‘este punto de vista, El tema transexual es constante en su elirio, y ocupa desde el principio un lugar central en el «momento fecundon que preside el desencadenamiento de la psicosis. «iSi pudiera ser una mujer en el momento del coito!n: esta idea se impone a Schreber, abriendo las com- puertas de un goce intolerable que s6fo el delirio de reden- ‘cién volveré aceptable. Como mujer de Dios, ofrecida para engendrar una nueva humanidad, Schreber se permite al cabo de largos afios de dolorosa elaboracién delirante el 21 0000000 OHHSHHHHHHOHHBOHODHOHHHOOOOCOD goce transexual de que es victima ante su espejo. «Ahora bien, de alli en mas habia tomado conciencia indubitable- mente de que la eviracién era, lo quiera 0 no, un imperativo absoluto del orden del universo y, en busca de un compro- miso razonable, rio me quedaba sino hacerme a la idea de ser transformado en mujer». Puede entonces autorizarse para «cultivar emociones femeninas, como en lo sucesivo me ha sido posible, gracias a la presencia en mi de nervios de la voluptuosidad, he aqui lo que considero como mi derecho y en cierto sentido mi deber (...) desde que estoy solo con Dios, esto me obliga a esforzarme por todos los medios (...) para dar a los rayos divinos (...) la imagen de una mujer sumida en el éxtasis de la voluptuosidad». «Dios lo quieren, concluye al final de sus memorias. Dios exige un estado constante de goce y su deber es ofrecérselo. Lo que Dios impone, dice, es que Schreber se mire a si mismo como hom- bre y mujer en una sola persona, «consumando el coito con- migo mismo», » CAPITULO IT CLAVES PARA EL TRANSEXUALISMO- iCudl es Ia causa de esa pendiente transexual que en- contramos en la psicosis? = La teoria de Lacan proporciona algunas formalizaciones que son otras tantas claves utilizables para comprender el fenémeno transexual. Pertenecen a diferentes momentos de su elaboracién teorica, pero se muestran igualmente ope- rativas y complementarias. ‘La primera de estas formalizaciones consiste en Ia formula de la metafora patérna, que Lacan propone y comenta en ‘«De una cuestién preliminar a cualquier tratamiento posible ow de la psicosis», La segunda corresponde a las formulas de la 5 « : sexuacion (Aun, L'Etourdit —E] Aturdicho*—). La tercera ioe la proporciona el nudo borromeo. sy Soe 2 Pet as El aporte de Lacan a la teoria freudiana del complejo de Edipo consiste en mostrar que puede ser abordado a partir de Foto Brogi-Giraudon. * Término propuesto por G.L. Garcia. Alude tanto al aturdir como « lo dicho. sw Schreber se mire a s{ mismo como hombre y mujer en una sola persona... 25 Nipoles. Mutoo nactonal, : 0000000000000 000500000000 000000000 la teoria. del significante, tal cual la despeja Ia lingiistica modema. Desde esa perspectiva, lo que se realiza a través del complejo de Edipo puede pensarse como una operacién significante consistente en la sustitucién de un significante por otro, es decir en una metéfora. La operacién metaforica genera un nuevo sentido que no levaban en si mismos los significantes inicialmente en juego. La metafora, con la me- €s uno de los dos modos de producciéa de sentido por el-juego de significantes que permite el lenguaje. El complejo de Edipo representa una metafora particular que consiste en la sustitucin de un significante, el deseo de la ma- dre, por otro significante, el Nombre del padre. El efecto de sentido asi producido corresponde a lo que en la teoria analitica se designa con el simbolo falico. Si la formula general de la metdfora puede escribirse: Ja metafora paterna se escribird: Nombre del Padre, Deseo de a madre A Deseode iarardre Significado al ~ Namie ct at ( Falo sujeto El deseo de la madre, ya sea la causa de su presencia ode su ausencia, la razén de sus idas y venidas, es lo que cons- tituye el enigma para el nifio. En la férmula de la metafora paterna, ese cardcter enigmatico se inscribe en et lugar de la X, en el plano de la significacién correspondiente al deseode la madre. Para asegurarse la presencia de esa madre, de la que depende por todos los conceptos, el nifio va a intentar no s6lo encontrar respuesta a ese enigma, sino también igua- larse a lo que se le aparecera como el objeto de ese deseo, y por tanto poder sujetarla, retenerla, exponiéndose a su desa- paricion, 26 Dicha empresa estd destinada al fracaso: dado que el deseo de la madre parece pasar de un objeto a otro en un deslizamiento continuo, su significacién resulta inasible, Na- dda parece detener Ia deriva del deseo matemo. En el plano imaginario, esta ausencia de limite se traduce en el abismo abierto que simboliza lo insaciable de un deseo —deseo que amenaza-con Ia destruccién al sujeto, que ea.vano se ofre- ceria a colmarlo—, as{ como en el planteo de una pregunta sin respuesta, El complejo de Edipo quiere decir que a ese significante, el deseo de la madre, a su significacién deses- peradamente huidiza, va a substituirlo otro significant, el del Nombre del Padre, y que dicha sustitucién dara final- mente un sentido al comportamiento matemno, asi como a su discurso, Ese sentido constituye una respuesta al enig- ma de su deseo, a la vez que una detencién enel deslizamien- to indefinido de la significacién, Hemos dicho que ese sentido es el falo, cuya lectura podemos hacer al menos a dos niveles. En un primer nivel, quiere decir que la pregunta por el deseo de la madre. est4 sometida a la problematica de la diferencia de los sexos: es en esos términos como: llega a plantearse. Es, decir, si el hecho de que Ia madre es deseante significa que es carente, esa carencia quedard representada por la ausencia de pene ten la mujer. El simbolo de su deseo esté asi constituido por la imagen del érgano‘que, presente en el hombre, Ia hace por lo mismo carente. El objeto de ese deseo queda designado como el objeto que le falta y que ella encuentra en el hombre. Como portador del falo, el padre posee la clave del enigma del deseo materno, al mismo tiempo que el objeto de ese deseo. Por tanto el nifio se ve relevado de la carga de satis- facerlo. Ademés, las separaciones: de la madre, sentidas como un riesgo de aniquilamiento por el niflo, que ignora la la ley, reciben a partir de entonces un sentido que confiere una permanencia simbélica a esa instancia, mas alli de las alternancias de su presencia y su ausencia en lo real. ‘A otro nivel, el falo es el simbolo del sinsentido del deseo. Desde ese punto de vista el Nombre del Padre es el nombre de ese sinsentido. La razén de la base de sinrazén del deseo. Como significante, marca el punto de detencién de toda 2 biisqueda de sentido, el. punto de sinsentido en tanto consti- tuyente del limite de cualquier significacién. Por tanto, impide, Ja prosecucién de In busqueda infinita de una respuesta al enigma del deseo materno, bisqueda que se confunde con la de hacerse su objeto y que, por esa razén, confirma su naturaleza incestuosa. El significante del Nombre del Padre significa al nifio que es al padre a quien incumbe la carga de ese enigma. Se constituye asi un saber cuyo acceso esté vedado, y se sitia en el lugar del Otro paterno a quien se le supone. Ese saber se confunde en parte con el Inconsciente, A partir de esta concepeién del Edipo como metéfora, se puede aprehender Ia psicosis como el resultado de la ca- rencia, en la bateria significante que constituye la estructura de un sujeto, de ese significante fundamental que es el Nombre de! Padre, fundamental en tanto permite metafo- tizar el deseo materno. Lacan da a esta carencia el nombre de «forclusién»®, lo que significa que el padre no tiene exis- tencia simbélica para el sujeto, que nada, en los significantes de que dispone el sujeto, va a representarlo, Esa preclusion trae consigo toda clase’ de consecuencias, algunas de las cuales estan en estrecha relacién con la posicién transexual, Por otra parte, la existencia simbolica o la preclusién del Nombre del Padre sélo se advierten por sus efectos. El Nombre del Padre no es un significante que pueda encon- trarse como tal en el curso de un analisis, por ejemplo. Mas bien representa aquello cuya existencia es necesario suponer para dar cuenta de un conjunto de fendmenos que sdlo se comprenden cuando se los refiere a su presencia o a su ausencit De la simbolizacién de 1a funcién patema depende, para un sujeto, la responsabilidad de situarse en relacién al falo como hombre o como mujer. A falta del significante del Nombre de! Padre que en la estructura significante incons- ciente del sujeto representa la funcién patema, se producira ‘una merma en las posibilidades identificatorias del varén al padre que se manifesterd, por ejemplo, en la inconsistencia imaginaria de la virilidad. El psicético tiene que vérselas con "CR eT wc engi rac de gn jin pr a 28 un mundo poblado de «hombrecitos hechos a la: ligera», segin las palabras de Schreber, reducidos a la funcién de percheros. La diferencia de los sexos se manifiesta solo en la ropa vacia que cuelge de ellos, y s6lo es una cuestion de simple conformidad con una imagen, como lo atestigua el médico htingaro que se esforzaba por imitar a sus compa- eros, Esa inconsistencia de la virilidad puede tomar‘la forma de una experiencia delirante de eviracion (cf. la Entmannung de Schreber). De todas maneras, el pene no es ‘mds que un trozo de carne desprovisto de significacién en 1a medida en que no se lo correlaciona con el deseo materno. La preclusion del Nombre del Padre puede tener también ‘otto efecto, préximo y sin embargo diferente del delirio de eviracién: el efecto de feminizacién que Lacan atribuye a la identificacién psicdtica al falo que le falta a la madre, En efecto, la estructura del inconsciente comporta cuatro términos significantes de base: la madre, el nifio, el padre y el falo. El falo interviene de entrada como tercer elemento entre el nifio y la madre, como simbolo del deseo de la madre, siendo el Nombre del Padre, como cuarto término, Jo que da la razén ultima a ese deseo. A falta de este cuarto término, se produce un movimiento de repliegue del nifio sobre el falo, que ya no funciona como tercero. La relacién de la madre con el nifio se reduce a una relacién dual, en la ‘que el nifio esti identificado al falo que le falta a la madre. Es en virtud de esa identificacion que el psicotico se ve femi- nizado, ya que Ia nifia (a falta de organo peniano) es mas apropiada para representar imaginariamente al falo, como lo ha demostrado Fenichel, quien propuso la ecuacién girl- phallus, «Por deber ser el falo —escribe Lacan—, el par ‘se consagrara a volverse una mujer (...). Sin dud: nacién del inconsciente ha advertido muy pronto al sujeto ‘que sino puede ser el falo que falta a la madre, le queda la solucién de ser la mujer que falta a los hombres», Ese adeber ser el falon se confunde con la exigencia de ser el objeto del goce de Dios, exigencia que hace de Schreber un verdadero martir. Las voluptuosidades que le tocan en suerte a Schreber son las migajas del goce que él se consagra a procurar a Dios. «Es mi deber oftecerle ese goce, 29 PHOPHOHSHHSHHHOOHHSHHOHDHOSHOHSHHHHHOHVHHOBOD en la medida que pueda ser del dominio de lo posible en las condiciones actuales atentatorias contra él orden del uni verso, y ofrecérselo bajo la forma del mayor desarrollo po- sible de la voluptuosidad de alma. Y si al hacerlo, como recompensa me toca un poco de goce sensual, me siento Justificado para aceptarlo en calidad de pequefia reparacion Por el exceso de suftimientos y privaciones que han sido mi destino desde hace tantos aftos.» El goce es la prueba del éxito de esa identificacién del sujeto al falo, de la adecuacién de su ser a lo que falta a la madre. El falo aparece aqui no tanto como simbolo que como imagen, casi como artificio que adviene al lugar de la falta para ocultarla, desmintiendo asi la castracién matema. Bajo su forma imaginaria, el falo puede presentarse como la imagen del propio cuerpo tal como se forma para el sujeto en su encuentro con su reflejo en el espejo, o con el semejante al que se identifica, identificacion a partir de la cual se cons- tituye como yo ideal. La imagen del espejo, en la que el sujeto se concibe como unidad, se caracteriza por su forma totalizadora, unificadora. Excluye la falta, y por esa razon se presta para simbolizar lo que colma la falta de la madre. La imagen narcisista es asi un equivalente del falo imaginario de la madre. Por ello el goce schreberiano, el goce imputado por Schreber al Otro divino, asi como el que le corresponde a él, es un goce narcisista, goce de su imagen de mujer que ofrece al Otro come testimonio de su no castracion. Sujeto y objeto de contemplacién a la vez, lleva a cabo la circularidad de una completud sin falla, donde se enrosca el goce, como serpiente que se muerde la col: El segundo tipo de formalizacién que permite elucidar la Posicién transexual y situarla en relacién con la psicosis, lo suministran las formulas de la sexuacién, propuestas por Lacan en L'Etourdit y el seminario Aun. ax px ¥ oe Yuor xox II < 30 Las formulas de la sexuacién estan construidas a partir de una légica proposicional. Cuatro proposisiones, dos de ellas que caracterizan 1a parte hombre, y les otras dos la parte mujer, son suficientes para determinar la posicién se- xual de los arlantes. Los sujetos se distribuyen de un lado 0 del sgn las proposiciones en las que se ins- criben, constituyéndose en su argumento. Estas cuatro pro- posiciones definen cuatro maneras de relacionarse con una funcién tinica: la funcién falica. En efecto, cualquiera sea el sexo bioldgico, es la posicién de cada uno en relacion al falo Jo que lo sitia como hombre o como mujer. Esto es lo que significa la formula de Freud de que la libido es de natu- raleza masculina. ; ‘A primera vista (una lectura sumaria de Freud, por ejem= plo, parece autorizarlo), daria'la impresién de que se puede presentar el lado hombre como caracterizado por la pre- sencia del término falico, y el lado mujer por su ausencia. Dos proposiciones bastarian. Esto dara, por ejemplo, la afirmativa universal todos los hombres tienen el falo, que se escribiria VX OX, y la negativa universal todas las mujeres no tienen el falo, o ninguna mujer tiene el falo, VX OX. Las formulas de la séxuacion dan cuenta de una relacién més compleja de los dos sexos con ese término inico represen- tado por el falo. lado del hombre tenemos 1a proposicién universal YX OX, todos los hombres se relacionan con la funcién falica, Lo que también puede leerse, todos los hombres estan sujetos a la castracién, caen bajo el golpe de esta amenaza, Esta proposicién universal se halla por asi decirlo, fundada en una proposicién particular que la niega. El Todo, para constituirse, necesita la excepcién, es decir un término que plantee la existencia de una exterioridad: no hay adentro sin afuera. Lo mismo que para enunciar que todas las rayas trazadas en una hoja son verticales, es preciso también plan- tear la existencia de al menos una raya no vertical. La proposicién ¥X X se encuentra pues coordinada con esa otra proposicion que la niega y que, por tanto, constituye su limite, BX OX, al menos hay Uno que no esta sometido a la funcién falica, © sea que no esté sujeto a la castracién. Esta 31 proposicisn también puede leerse: existe Uno que dice no a la funci6n félica, que incluso prohibe el goce falico (lo que se imaginariza como una prohibicién que recae en la mas- turbacién 0 como amenaza de castracién). A esta propo- sicién corresponde la funcién paterna como soporte de la Ley, como lo que funda Ia funcidn falica y a la vez le proporcious un limite. Es el lugar del padre primitivo freu- diano, de quien se dice que goza de todas las mujeres —y que, en es0, no esta sujeto a la castracién, que implica entre otras cosas que no se las pueda tener a todas— asi como que priva de ellas al conjunto de los hijos, lo cual es una manera de castrarlos. La funcién del Padre consiste a la vez en dar consistencia al mito de un goce absoluto que él encarna, y en ituar ese goce como prohbido, inaccesible, ya que la fun- cidn félica se.basa en Ia exclusién logica de ese goce. Lo universal que caracteriza a lo masculino se define por la castracién, es decir por la exclusién del goce absoluto. WX OX, significa «nada para ellos», y deberia volver a verse qué los colectiviza, _ Del fado de Ia mujer, falta ese Uno que dice no, 7X OX. Esto puede leerse de varias maneras, a saber: que si las mujeres no tienen pene en calidad de simbolo félico, no por ello dejan de tener alguna relacién con la funcién falica (en el sentido de que se pudiera excribir VX @X). No puede de- cirse de ninguna de ellas que se excluya de la funcién falica, y por tanto de la castracién, De ninguna IX, se puede decir {que no tenga relacién con el falo, OX. Esta formula puede leerse también como la ausencia de una amenaza de cas- tracién que les concierna: no se puede enunciar validamente ninguna declaracién de este tipo, pues la anatomia no se presta para sostenerla. La prohibicién del incesto tampoco puede inscribirse del lado de la mujer, al no apoyarse en la pertinencia de la amenaza de castracion, Asi pues, la exclu- sin légica del goce absolute no se produce, y desde ese momento ninguna totalidad, ninguna universalidad puede constituirse. Al no estar limitada la funcién falica, las mu- eres tampoco son colectivizables, no forman un todo, Es lo ue se escribe con-la negacién del cuantificador universal, $R, no tolas estén sometidas a la funcion alien, Las mau, 32 Jeres tienen a la vez relacién y no relacién con el falo y con la ccastracién, Su relacién con la funcién falica es del orden de lo indecidible, de lo contingente, Se puede decir todo sobre ella, pero en el sentido de que nada puede ser dicho en falso en lo concémniente a esta relacién. A partir del hecho de que nada limita la funcién falica, so sigue una relacién con el goce diferente de 1a que rige por parte del hombre. Si las mujeres no ignoran el goce falico, si participan de él, tienen en cambio una relacién distinta con lo que le pone limite. El otro goce que no es el goce falico, ese goce que tiene relacion con el goce de! Otro, simbolizado por él padre de Ia horda primitiva, no esta excluido de su campo. Por imposible que dicha imposibilidad no queda metaforizada como pro- hibicién, Es el origen del goce suplementario que les co- rresponde, y que podemos designar con el término de Otro goce (otro que el goce filico), por su particular acceso a lo imposible del goce del Otro. La ausencia de limite ala funcién falica, la ausencia de la prohibicién del incesto, dos términos que hay que entender como la carencia de lo que impediria al sujeto identificarse al falo imaginario, de Io que prohibiria por tanto el goce abso- tuto, emparenta a la posicién femenina con la del psicético. A consecuencia de la preclusién del Nombre del Padre, también el psicético tiene que enfrentarse a la existencia de ‘ese Uno que diga «no». Es lo que ocasiona el «impulso hacia Ia mujer» de Ia psicosis. La feminizasién inducida por la psicosis es un fenémeno clinico que confirma la observacién. Sin embargo, el tran- sexualismo es algo més especifico que es preciso circuns- eribir. El transexualismo puro no-conlleva sintomas psicé- ticos-en el sentido psiquidtrico del término. Por otra parte, Schreber no expresaba el sentimiento del transexual de ser luna mujer prisionera en un cuerpo de hombre. En él no encontramos el apego del transexual a su feminidad, sino que \sentia la transformacién feminizante que sufria como una violencia escandalosa, contraria al orden del mundo,'y si poco a poco acomodaba su imagen a la de una mujer, era para someterse a las exigencias divinas. Si nos atenemos a la definicién estricta de la posicién 33 090000000 00080000 0000000080000 C000 transexual, que supone 1a conviccién de ser una mujer en un cuerpo de hombre (o a la inversa), y la voluntad deliberada de hacer lo que fuere para acomodar ese cuerpo a dicha conviccién, en ausencia de cualquier sintoma psicético, es preciso entonces diferenciar esta posicién de la psicosis de tipo schreberiano. ‘AT menos en Io que concierne al transexual masculino, plantearé la hipdtesis de que el sintoma transexual stricto sensu (conviccién y demanda de transformacién), corres- onde al intento de paliar la carencia del Nombre del Padre, es decir poner un limite, un alto, constituir un suspenso ala funcién falica. EI sintoma transexual funcionaria como suplencia del ‘Nombre del Padre, en tanto que el transexual tiende a encar- nar a La mujer. No a una mujer, del lado del «no toda», que implica que ninguna mujer es Toda, toda entera mujer, que ninguna vale por todas las mujeres —en efecto, 1a posicién del transexual consiste en pretenderse Toda, toda entera mujer, mas mujer que todas las mujeres y que vale por todas. Esto puede verse en la pretensién de las «she-male» de que habla Janice G, Raymond, de ser superiores a las mujeres biolbgicas. El ideal femenino de los transexuales es la super- star, La Mujer con M mayiscula, precisamente esa que Lacan plantea que no existe. Si bien no Iégicamente, puesto que en los cuantificadores se la puede sijuar, parsddjica- mente, del lado del hombre, en AX OX, al nivel del mito de que existe Uno que no estd sometido a la castracién. Es en ese lugar donde podemos situar la funcién filica tanto del Padre primitivo como de La Mujer que valdria por todas las mujeres. En efecto, es el lugar del goce como lugar de lo imposible, el del goce de todas las mujeres, que es supues- tamente el del Padre freudiano de la horda primitiva. Lugar del goce de La Mujer, genitivo objetivo, del que se tiene de ‘lla, y también el del goce de La Mujer, genitivo subjetivo, el ‘que se supone ella experimenta en su radical alteridad, Ese ugar es aquél donde 1a castracién no vale, lugar del Goce Total, asi como de la Omnipotencia, es decir de lo que se pierde en cuanto que uno se inscribe en la funcién falicé precisamente esa pérdida es lo que pone un limite. Este 34 anudamiento permite discernir que La Mujer es uno de los Nombres del Padre. ‘Asi pues, la posicién transexual en el hombre supondria dos momentos dificiles de distinguir a primera vista, puesto que el primero corresponde a la posicién femenina inducida por la carencia del Nombre del Padre, y el segundo consiste en encontrar como limite, como supiencia de la fancién paterna, la feminidad bajo la forma de La Mujer imposible. Nos encontramos aqui con una elevacién de lo femenino a la segunda potencia, La posibilidad de una suplencia de la funcién paterna, es decir que un significante pueda venir a ocupar en la estruc- tura el lugar vacio dejado por la preclusion del Nombre del Padre, encuentra su soporte formal en el nudo borromeo. La teoria de los nudos constituye un dominio de la topo- logia matematica desarrollado recientemente. El nudo bo- romeo, llamado asi porque fue utilizado por los Borromeo como simbolo de su alianza con otras dos familias, consiste enel anudamiento de tres anillos, de tal modo que si uno de los tres se rompe os otros dos quedan libres. Esta propiedad singular llevé a Lacan a servirse de él como soporte de la relacién, en el Inconsciente, de los tres registros: de lo Sim- ‘bélico, unido al lenguaje, de lo Imaginario, que corresponde a las representaciones asociadas al cuerpo, y de lo Real, dimension exigida por la imposibilidad de reducir todos los fenémenos inconscientes a las dos primeras. I 35 El nudo borromeo, inicialmente compuesto por tres aros, puede ser generalizado a un nimerp indefinido de redondeles ssin perder su propiedad caracteristica de deshacerse si uno de ellos s¢ romps. Asi, Lacan utiliza el nudo de cuatro para ‘dar soporte formal al complejo de Edipo, que consistiria en el anudamiento de lo Simbélico, lo Imaginario, lo Real y el ‘Nombre del Padre como cuarto. La posibilidad de un su- plemento quiere decir que otro significante que no sea cl Nombre del Pacre puede venir a desempedar la funcién de ‘cuarto, haciendo que el nudo se mantenga. Ciertos sintomas pueden tener esta funcién, Otra forma de suplementd puede consistir, por ejemplo, en que un quinto anillo, al anudar a otros dos, haga que cuatro anillos se mantengan unidos, ‘evtando sin éste la anudadura dejaria libre a uno de ellos. KY ae ‘Nombre del Padre A partir de esta nueva formalizacion se podria situar el recorrido transexual de la siguiente manera: a falta del anu- damiento por medio del Nombre del Padre, R. S. I, estarian libres de no estar anudados por un cuarto, que consiste en‘la identificacién del sujeto a La Mujer. Pero ose cuarto sdlo mantiene unidos a lo Tmaginario y lo Simbélico. Lo Real, en cambio, no queda anvdado, y Ia demanda del transexual consiste en reclamar que en ese punto se produzca la co- rreccién que habria de ajustar lo Real del sexo al nudo y S. I —<——_ R { s r La mujer Demanda de correccion quinirgica “El sintoma transexual tendria asi una funcién estructural andloga a la que Lacan atribuye a la escritura para Joyce. Esto permite comprender por medio de qué suplemento se evita Ia psicosis. Esta es la hipétesis que pondremos a prueba a partir de testimonios de transexuales, y en primer lugar, de los datos que proporciona el notable trabajo de pionero que fue el de R. Stoller. 37 PAPSCOHOHSHHHOHHHHHHOHOHOHHHOHHOHDOOOHDDO Eva, una figura mitolégica monstruosa o divina»... Foto André Berg. CAPITULO IV. UNA MADRE DEMASIADO BUENA ote Estambul, Museo arqueoligico. wnese simbolo de la unidad imposible... Foto Gallimard. a El término transexualismo fue introducido » comienzos de los afos cincuenta por Harry Benjamin, quien propuso un tratamiento de hormonas (de! otro sexo) para aliviar la an- gustia de sus pacientes. Pero es a Robert Stoller a quien debemos el haber intentado despejar una estructura distinta del transexualismo. Pensé haber aislado su forma pura, que relaciona con uno de los momentos de la formacién del «core gender identity», del nicleo de la identidad de género —el ‘género correspondiente a la-identidad sexual en contrapo- sicién al sexo bioldgico. Stoller se esforz6 por definir los rasgos por los que el transexuel se distingue radicalmente del travestido y del homosexual afeminado. El sentimiento de la identidad (a diferencia de! transexual, el travestido y el homosexual se sienten hombres), y el lugar del érgano peniano (vilipendiado por el transexual, mientras que el travestido y el homosexual gozan de él), si bien permiten una primera referencia no 41 PAHOCOHHHSSHOSHOHSHHDHHHDHHHSHOHSHSHHHOOOBNDE srientarse en el dédalo de la clinica. Lo que esta 's puramente absiracto: de la definicién del tran- 1 del diagnéstico que se haga a partir de ésta rescripcidn terapéutica, es decir, eventualmente la transtormacion hormonal y quirirgica del sexo. Stoller es muy claro al respecto: los errores en este dominio pueden tener como consecuencia la descompensacion psicotica de los pacientes después de la operacién. + El transexual es alguien que se siente mujer y que siem- pre se ha sentido tal, Facilmente pasa por mujer si va vestido de mujer: es femenino, pero no afeminado, No experimenta goce sexual Ilevando ropas femeninas, Si bien los hombres le atraen, no se siente homosexual, puesto que los hombres le agradan en tanto él se vive como mujer, y por otra parte solo si aquellos son heterosexuales. En sus relaciones amorosas no soporta que su compaiiero se interese por su pene. Si él mismo se entrega, llegado el caso, a la masturbacién, lo hace de modo femenino, apretando los muslos por ejemplo, y sin tocar su organo. _ Pero lo que define al transexual es su infancia, y mas pre- cisamente un cierto estilo de relacién con su madre. De hhecho, la esencia del transexual es su madre. Stoller llega incluso a discutir un diagnéstico de transexualismo si el ppaciente tuvo una madre diferente de la que él caracteriza ‘como Ia madre tipo del transexual. En el marco de la Gender Identity Clinic en la que trabaja, Stoller tuvoocasién de encontrar algunos casos muy rraros (tres o cuatro en una década) de nifios de unos cuatro o ‘cinco aiios que se comporiaban como nifias, procuraban ‘vestirse con ropas femeninas, y reivindicaban una identidad femenina, expresando en particular un marcado interés por el tocador femenino: ropas, telas, imagenes de la mujer. A partir del estudio de estos casos planted la hipdtesis de que ‘es0s nifios, de no ser tratados desde temprana edad por un analista, eran aquellos mismos que al llegar a la edad adulta se presentaban como transexuales y reivindicaban la trans- formacién de su sexo, La rareza de tales casos en la infancia condujo a Stoller a pensar que los verdaderos transexuales adultos son igualmente raros, y representan una infima parte 49 de los pedidos de cambio de sexo. Ahora bien, tal vez sean los tinicos para quienes esto este indicado. Esos nifios parecen tener en comiin una relacién privi-> legiada con su madre, marcada por un contacto corporal casi permanente, ya sea porque el bebé hubiese presentado tras- tomos que le ocasionaran problemas de locomocién, necesi- tando por tanto que le llevaran, ya porque la madre, depre- siva, hubiese buscado en las caricias de su hijo el remedio a su tristeza. Ha dormido mucho tiempo con ella, que con su cuerpo enroscado le hacia un abrigo como si fuera el itero. Nunca se han separado, el nifio ha vivido en Ia orbita de su presencia, con la madre siempre al alcance de 1a mano (en las entrevistas con Stoller, siempre vuelve a tocarla). Nada los ha apartado jamés, la madre lo ha llevado a todas partes, consigo, admitiéndole incluso en los momentos de su aseo: como si un puente los uniese permanentemente, dice Stoller. E| padre no perturba ese dio, ya que casi no cuenta para la = madre, no mas de lo que ella cuenta para é| —se olvida, y Stoller también, que esto va también en ese sentido—. Se au- senta del hogar, se dedica a su trabajo y a sus «hobbies», y se habitia a dejar a esos dos seres que vivan el uno para el otro. Ella goza constantemente de su hijo. Este la colma, por él alcanza al fin Ia plenitud, elle, que nacida vacia de una madre vacia, quiso tanto ser un varén, Ese anhelo, al que no renuncié del todo en la adolescencia, la ha dejado desprovis- ta de todo deseo excepto el de tener un hijo completamente suyo, un varon con nombre de héroe. El lo es todo para ella, as{ como ella es todo para él. A ella ya no le falta nada. Viven piel coritra piel, a menudo sin que medie entre ellos ni siquiera una prenda de vestir. Una escena representa su vinculo: ella desnuda, su hijo de pie desnudo entre sus pier- nas, mientras ella unta de aceite su piel y le fricciona durante hora «Mother's feminized phallus», el falo feminizado de la madre: tal es el ligar de ese hijo en su deseo. {No es esto comin? se objetard. {Qué diferencia a estas madres de las otras madres «C.B.I.» descritas por Bieber, «Close Biiding Intimaten, que retienen a sus hijos en la reclusion de su in- timidad, y hacen de ellos unos homosexuales? a .Que esta desprovista de cualquier ambivalencia en lo que a él concieme, responde Stoller en ei segundo volumen de ‘Sex and Gender. Le ama con un amor que carece de hos- tilidad, y hasta de seduccion, un amor puro por decirlo asi, que no contamina ni Eros, el demonio de la lujuria, ni Téna- tos, el deseo mortifero. A diferencia de otra madre «C.B.1.», Ja del homosexual por ejemplo, que encierra a su hijo en el doble vinculo de In seduccién erética y una amenaza de castraciéa con respecto a su virilidad naciente, la madre del transexual no pretende ser un objeto sexual para sit hijo, no Te requiere que sea el rival de un padre desacreditado. El padre dei pequefio transexual no es un rival, simplemente es como si no existiera, Su madre no es sobreprotectora, como una madre de homosexual que disimula su odio con una solicitud excesiva, La «simbiosis» mantenida con su hijo no exeluye, dice Stoller, la independencia fisica de este tiltimo, de lo que da fe la precoz soltura de sus movimientos. E] nifio transexual y su madre consumarian asi el suefio de un amor perfecto ai que no perturba ninguna incomple- tud, es decir ningiin deseo, Una unidad que nada disolveria. Al menos es el cuadro que describe Stoller en el segundo volumen de Sex and Gender, cuadro sensiblemente retoca- do en relacién a los datos clinicos que aportaba en el primer volumen. El retrato de esa madre mis que perfecta, tan comple- tamente desprovista de ambivalencia hacia su hijo, se aleja sensiblemente del que trazaba entonces. En efecto, en su primera obra Stoller centraba su andlisis en ia envidia del pene de esas mujeres, envidia que su hijo viene a saciar sirviéndole a la vez de falo y de objeto transicional. Apun- taba que dicha envidia no estaba exenta de odio hacia los hombres: los detesta a todos excepto a su hijo, su pene es feo, salvo el de su hijo, Los fragmentos de endlisis de esas ma- ddres, citados por Stoller, muestran que ese odio no perdona la virilided de su hijo. Alli donde el segundo volumen pone e! acento en la ausencia de conflicto en la relacion madre-hijo, el primer volumen ponia de relieve el deseo completamente activo dela madre dirigido a impedir Ia separacién de su hijo. ‘Ahora bien, la virilidad de ese hijo lleva en si una dimension 44 separadora, Si el transexual tiene horror de su pene, os porque representa «la espina clavada en la feliz simbiosis madte-hijo». El deseo castrador de la madre se expresa abiertamente en sus suefios: su hijo tiene una espina clavada en el pie; ella le dice: udéjame quitértelan, «no —dice él—, ‘me hards dao», «de acuerdo», dice ella. Mas tarde regresa, y hay un enorme agujero negro en el pie. Aprieta sobre ¢!, y sale una cosa voluminosa con cabeza de serpiente que deja un agujero tras si. El ni siquiera se habia dado cuenta de que clla la habia sacado, Reconoce en ese agujero el drgano genital femenino: «iacaso es es0 Jo que yo querria que le ocurriese?» pregunta al analista. No es el odio lo que le falta a esa madre, sino la capa- cidad de soportar la expresiOn de su agresion frente a su hijo. «La madre de Lance, escribe Stoller, ha sometido a éste a sus deseos, y ello ha tenido iugar en una atmésfera célida, plena de amor e inquietudes sobreprotectoras, donde inv’ blemente se mezclaba su necesidad de destruir la masculini- dad de su hijo. Del primero al segundo volumen de Sex and Gender, jasistirlamos a la constniccién de un mito? De los origenes, claro esta, el mito de un paraiso no perdido, en el que ningtin pecado llevaria a la expulsion. Estas distorsiones parecen responder a las necesidadgs de la teoria de la identificacién sexual que desarrolia Stoller. En efecto, el transexualismo representa una de las piedras angulares del edificio tedrico stolleriano. El transexualismo que interesa a Stoller, el que considera como el verdadero, el puro, es masculino, El hombre transexual responde al revés, por defecto, a la pregunta de Stoller: {cgmo se vuelve uno un hombre? Efectivamente, a diferencia de Freud, para quien todo el problema estaba en saber cémo un nifio con disposiciones bisexuales y una libido por definicién masculina se volvia ‘una mujer, Stoller, apoyandose en los descubrimientos de la biologia moderna, plantea que asi como «el pene es un clitoris masculinizadon, que «el cerebro macho es un cerebro hembra androgenizado», la masculinidad psiquica es secun- daria eri relacién a una feminidad primordial, «bedrock», 45 OOOSCHCHHOHOSHHHOHOHHHHOHOSOHOHHOHOHOO200 fondo de toda identidad, y que la verdadera cuestién reside en el hecho de saber por qué via el nifio, en un principio simbiéticamente identificado a la madre, y por tanto funds- mentalmente hembra, se vuelve hombre. El transexual, que justamente no se vuelve tal, lleva a cabo la experitnentacién in vivo que permite observar esa feminidad fundamental, y precisar a contrario lo que nor- malmente condiciona su superacién. En efecto, segin Stoller Ia identidad de género, que cabe distinguir del sexo bioldgico, se constituye en varias etapas, siendo las fundamentales preedipicas, es decir no conflictua- les, y dependen esencialmente de un proceso de imprinting, de huellas, de impresiones recibidas del medio ambiente de resultas del care-taking, de los cuidados y del hecho de que e| medio humano toma a su cargo al nifio, Esta teoria debe micho-a la etologia. El imprinting depende a la vez del modelado imaginario, de la asignacién simbolica y del condi- cionamiento educativo. Stoller distingue tres capas de la identidad de género: la primera, fundamental para los dos sexos, est constituida por el bedrock de la ferninidad primordial, formado por el imprin- ting que se efectia cuando 1a union simbiotica primitiva con la madre en el curso de los primeros meses que siguen al nacimiento, La segunda constituye el core gender identity, el niicleo de la identidad de género que resulta del conjunto de las conductas del medio para con el nifio, conductas que, en efecto, difieren segiin se lo asigne como nifia o como varon. Si la primera capa produce siempre una identidad femenina de base, cualquiera sea el sexo del nifio, la masculinidad en cambio comienza a constituirse en el segundo momento, que supone concluida Ia relacién de fusién con la madre propia de la primera etapa. El niicleo de la identidad de género que resulta de las expectativas, los estimulos o las criticas del medio que le rodea constituiré un fondo inalterable que perdurard a través de todas las vicisitudes de las identifica- ciones ulteriores. Incluso el neurético o el perverso, que ha- ran identificaciones cruzadas con el otro sexo, conservarin ese niicleo gracias al cual se situardn sin-vacilaciones como. hombre 0 como mujer. 46 El tercer y ultimo estrato corresponde al nivel edipico qué, contrariamente a los dos primeros niveles, aparece como ‘esenciaimente conflictivo (rivalidad con el padre o I madre, angustia de castracién) y, al mismo tiempo que viene a perfeccionarlo, por las construcciones defensivas a las que el complejo de Edipo conduce al sujeto, perturba y complica el miicleo de la identidad de género que Stoller considera como el nivel mas decisivo. El pequefio transexual se detiene en ia primera etapa. Segin Stoller no supera el estadio de confusion identificato- riacon su madre, y ello a consecuencia del estilo de relacion impuesto por ésta, que consiste en prolongar indefinidamente Ia relacién simbiética normal en los primeros meses de vida del nif. Si el transexual se siente mujer, es porque se ha quedado en esa identidad femenina de base que constituye el fondo de toda identidad en el ser humano, y porque nada en los primeros afios de su vida ha venido a obstaculizar la formacién de un nucleo de identidad de género femenino. Ni la madre, ni el padre, ni siquiera el medio escolar han inter- ferido nunca en la expresion de la feminidad del joven tran- sexual. En el curso de un andlisis, la madre de uno de ellos habla al respecto de una verdadera conspiracién del medio, que se hace cémplice de ese comportamiento femenino. Stoller se situa en la linea de los trabajos de Margaret ‘Mahler y de Grenson sobre los procesos de individuacién, que se efectuarian rompiendo con un estado primitive de simbiosis madre-hijo. Esta nocién de simbiosis es poco rigurosa desde un punto de vista psicoanalitico, Quienes la promueven tienden a ol- vidar que sélo tiene valor metaférico para caracterizar la relacién de la madre con el recién nacido, En ningiia caso la madre y el hijo forman una unidad biologica. En lo que concierne al plano psiquico, dicha metafora corresponde mas bien a ua mito del paraiso perdido que a algo observable. La tunidad con la madre es un fantasma que se construye retroac- tivamente, sobre Ia base de una pérdida, de una separacion que siempre se ha efectuado ya. ‘La necesidad de dar consistencia a esta nocién de sim- biosis conduce a Stoller a constuir la ficcién de esa madre: 47 de transexual, desprovista de ambivalencia, es decir de de- 'Se0, que se completa armoniosamente con su hijo. Esto le eva a desconocer lo que no cbstante habia subrayado: el hecho de que la asignacién al nifio de ese lugar filico trac. consigo la erradicacién de su virilidad, como lo atestiguan los deseos de castracién por parte de la madre. El nifio est sometido precisamente a ese deseo matemno, y eldeber de ser el falo le es impuesto con el caracter coercitivo que supone una exigencia superyoica, ‘La existencia de esta problematica falica debilita la hi- potesis simbidtica: el deseo materno de castracion revela.una irreductible dehiscencia en el corazén de esa supuesta com- pletad, asl como la busqueda por el nifio de una feminidad ideal, En efecto, con su pasién por los adornos y la imagine- sia de ta feminidad, éste manifiesta més bien la distancia entre lo que es y su ideal narcisista, que una confusin de ‘identidad con la madre. Por ser el falo, esté en deuda, El sufrimiento que crece con él da pruebas de esa discordan Por otra parte, Stoller mismo seftala que esa feminidad de estampa.de moda sobre papel satinado que le cautiva, no es la desu madre, generalmente moderada en este aspecto, Sin duda se trata mas bien de ser La Mujer que su madre no es, ya que ella no és mds que una mujer, Aunque la simbiosis fuera una realidad bioldgica, no podria tener realidad psiquicar no se puede concebir al sujeto sin un Otro, sdlo emerge de la constitucion de esta alteridad, Esto esta en ef fundamento de la légica e igualmente en ‘cualquier sistema’ significante: la existencia de un término supone siempre al menos otro. Freud no decia otra cosa cuando enunciaba, en los Tres ensayos para una teoria sexual, que la madre no era aprehendida como una unidad sino a partir del momento en que se perdia como objeto para el niffo. De entrada la madre es Otro, y sobre la base de esa alteridad se efectia la identificacidn, sobre la base de una demanda a ese Otro, o de ese Otro, que da muestras de esa alteridad y de la falla que abre. Lo que constituye al Otro es ‘su negativa, que hace surgir el fantasma de la omnipotencia que no es otro que el omnipoder de la respuesta, supuesto por toda demanda, y 48 La primera identificacién consiste en la identificacion a esa omnipotencia. Corresponde a la identificacién primitiva oral al padre de que habla Freud, que consiste en ia incor- poracién de su potencia, Los analistas estén divididos res- pecto de ia cuestion de saber sila identificacién primaria del sujeto es paterna o materna, Freud sostuvo contra Jung, quien la situaba de! lado de la madre, que era paterna. Pero la antinomia cae si en lugar de las categorias marcadas por la imaginarizacién del padre omnipotente o de la madre félica, nos valemos del término simbélico del Otro, sefialando la necesidad Jogica de una omnipotencia como correlativa de cualquier demanda, es decir de la existencia misma de la palabra, Ese lugar Iégico del Otro, en la medida en que no lleva Ja marca de la castracién, puede ser ocupado .imaginari ‘mente ya sea por el mito del padre de la horda ya por el fantasma de la mujer félica, Se trata del lugar de} goce absoluto, ése del cual podemos dar la formula A XOX en los cuantificedores de la sexuacién, lugar que es tanto el del Nombre del Padré como:ei de La Mujer, que seria Toda. Esta identificacién primitiva al Otro omnipotente constituye el primer ideal, modelo y polo de exigencia narcisista a la vez. Dicho ideal supone el falo, Io exige en cierto modo, y es ese falo, bajo la forma de la imagen narcisista, lo que el sujeto esta obligado a encarnar, si nada viene a marcarle que no puede serlo. A tal exigencia estd sometido el pequeiio transexual de Stoller. Queda por saber cémo, segin una légica en que la parte y el todo son equivalentes, deber ser el falo lo conduce a querer volverse mujer, cosa que no aclaran los trabajos de Stoller. La mujer como Nombre del Padre viene precisamente a poner un limite a esa exigencia mortificante del Otro, como puede leerse en los testimonios de los transexuales adultos. 49 POOCHSHHHOHHSHSOHHOHHVDHOHOHHHOHHHOOHOOHONOO CAPITULO V: EN EL PALCO DE LA REINA «Tit tambitn podras al caer la noche valverte el semejante de Tiresias, ‘y como él, por haber hecho de Otro, adivinar lo que te he dicho». Lacan, L’Etourdit (El Aturdicho) Son rafas las autobiografias de transexuales que escapen a la falta de originalidad del género, y que estén animadas por una inquietud diferente de Ia de una conformidad con lo que en adelante se presenta como una norma, Hoy, todos los transexuales quieren ser stollerianos. Jan Morris, muy britanico, antiguo alumno de Oxford, no es conformista. Se jacta de debérselo a la ética oxoniense, segiin la cual no hay norma, Ademds, es un periodista que fue corresponsal de importantes periddicos, y un escritor de talento. ‘Noes de los que caen en la psicologia de las familias: de ‘papé y mamé no sabremos casi nada, excepto que su padre fue «asesinadon, murié en la Guerra Mundial. De una even- ‘wal simbiosis con 1a madre, ni una palabra, Sin embargo no ‘es por desconocimiento de los trabajos de Stoller, que por- ‘otra arte cita, «Transformado» en mujer por las hormonas y Ia cirugia, 53 eee ©SOCOHCHHHHOHOHOO GOOCH OHHOHROBOOOCO en su libro titulado Conundrum, L'Enigme medita sobre la ‘aventura de su vida, Si la conviccién del transexual no es cuestionable, en tanto vale como argumento en apoyo de la demanda de transformacién, una vez consumado lo irrepara- ble, que vuelve caduca la demanda, puede surgir como un resto irreductible una interrogacién. Entonces es el momento para el transexual, sino del analisis, al menos de la escritura. Y se da el'caso en que no sea con el nico fin de una autojustificacion. libro se abre y se cierra con el recuerdo de una escena que segin parece vale para él como el niicleo mismo del enigma, nicleo que no es el edipo. Aun cuando es impotente para descifraria, al menos nos entrega su texto. Se trata del recuerdo mas lejano de su vida, probablemente de sus tres 0 ‘cuatro aflos, que asocia con el surgimiento de su conviccion de que habria debido ser una nifia. Esta sentado debajo del piano de su madre, que esta tocando Sibelius: «la musica aia a mi alrededor en cascada, encerrandome como en una caverna. Las patas torneadas y compactas del piano eran como tres estalagmitas negras, y la caja de resonancia for- maba una alta bveda oscura por encima de mi cabeza». Jan Morris reinscribe esta escena «como sumida» en el marco de una fabula que ocupa el centro de su relato. Se trata de la historia, que no deja de recordar el cuento de Barba Azul, de tn pobre cazador encumbrado un dia por milagro a la digni- dad real, y que ve todos sus deseos concedidos a excepeion de la prohibicion de abrir una determinada puerta de! Pala- cio. Un dia, no pudiendo aguantar més, pasa la puerta pro- hibida y penetra en Ia habitacién que no albergaba sino a él mismo, al pobre cazador de antaio, en harapos, acurrucado en un rincén del cuarto. Luego, concluye asi su autobiogra- fia: «si considero mi historia friamente, en ocasiones me parece que soy un personaje de fabula o de alegoria. Esto me recuerda al cazador africano y la sala prohibida, y me veo, no como un hombre o una mujer, como yo mismo U otro, como un fragmento un todo, sino simplemente como el nifio-sorprendido, agazapado con un gato bajo el piano Blithner, Esta escena de infancia debe ser considerada como un 54 recuerdo encubridor, en el que se pueden descubrir sin difi- cultad las huellas de lo que sirvi6 para su construccién, Estas remiten, sin duda alguna, a las circunstancias de un descu- brimiento sorprendente, el de la castracién materna, que ala vez cubren y traicionan la tercera pata del piano, Ia evoca- cién de las estalagmitas negras, y hasta la caida en cascada de una oleada que lo inunda todo. La réplica a esta revelacion viene inmediatamente a sellar el abismo que entonces se abrié: deberia ser una nifia, Dicho de otra manera, que se borre la linea separadora de Ia diferencia, con la que se ve mareado al mismo tiempo que percibe Ja falta en la madre. Para el pequetio Morris, ser nifia encuentra su verdad en Jo que al final de sus memorias se revela fue su busqueda, a la que no vacila en calificar de mistica, la de un més alld del sexo. Esta posicién exterior al sexo se expresa a lo largo de toda su historia en el fantasma recurrente de ser un agente secre- to. Mujer con la apariencia de un hombre, admitida en el campo de los hombres, en el ejefcito durante la guerra, donde es oficial de inteligencia, en los clubes londinenses estricta- mente reservados a los hombres, se vive como un espia intro- ducido en el campo enemigo, o como un observador antropo- légico que estudiara desde afuera, pero al mismo tiempo desde el interior, las maneras y las actitudes de los hombres: «sentado entre ellos, por decirlo asi, sin que lo supieran, perfeccion€ las técnicas de analisis y observacién que mas tarde debia adaptar al oficio de escritor». «Para mi, era como tener permiso para escuchar detras de las puertas o poder ver sin ser visto, al amparo de un espejo sin azoguen, dice en otro lugar. Esta posicién de agente secreto, siempre en ei otro campo, en el campo del Otro, siempre en otra parte, no dejando a los asuntas humanos sino la sombra de si mismo, en tanto que él se encuentra absorto cual espectador indife-- rente, sin que aquello le concierna, en el lugar del Otro, se asemeja hasta Ja confusién a la posicién del neurdtico obse- sivo que, por su parte, puede sentirse en lo relativo al sexo como si fuese uno y otro, € incluso ni el uno ni el otro. También el obsesivo preserva su Dama y el falo de ésta, por cuanto él mismo esta identificado aeste ultimo. Lo que viene 58 a continuacién, sin embargo, escapa a este registro y abre otras dimensiones. Con todo, es perturbador constatar la ‘existencia de un funcioriamiento tipicamente neurético.en un transexual, al menos hasta que algo trastorne dicha configu- racién. Su distanciamiento le permitia un punto de vista privi- egiado de las cosas, como si las viese «desde un asiento situado en el recinto reservado de la reina». En efecto, ésta parece haber sido su posicién como sujeto: ,cual mirada encerrada, oculta, él es el falo que, bajo el velo, brilla por su ‘ausencia en el recinto de la Dama. Un critico inglés observo en él una «curiosa tendencia a desaparecer en tanto persona detrés de un estilo», lo que Morris atribuye a su distancia- miento, tan involuntario, dice, «que tenia Ia impresion de no estar realmente alli, y de observar lo que pasaba desde alu silencioso reducto exclusivamente mio. Si no puedo ser yo mismo, parecia decir mi Inconsciente, prefiero no ser en absoluto», Un dia, en Free Town, en Sierra Leona, el vigi- ante del puerto eché a unos nifios que le importunaban diciéndoles: «marchaos, esta Persona esta Solan. Las ma- yasculas son de Morris, quien comenta: «es como si en mi extrafo aislamiento yo no hubiera estado completamente encarnado». Exterior al cuerpo, tal es el objeto (a) de Lacan, cuya estructura topolégica consiste precisamente en esa particular onjuncién del interior y el exterior que podemos calificar de intima exterioridad. Aqui, designa el lugar de objeto del goce del Otro que Morris ocupa. ‘Cuando después de su operacién, al haberse colocado del lado ‘mujer se ve obligado a renunciar a su calidad de miem- bro masculino de los clubes londinenses, su mayor pesar sera verse privado en adelante de ese status excepcional, del que guarda Jo que califica de «una perversa nostalgia». ‘Morris no niega que haber escogido al fin su campo no haya implicado algunos sacrificios. Disponer de un cuerpo de hombre, escribe, tents algo de bueno. El titulo de uno de sus capitulos es «E! esplendor virilv: el cuerpo masculino es na maravillosa maquina bien aceitada, siempre lista para fancionar, un maravilloso instrumento en resumidas cuentas. 56 El goce que hallaba en disponer de un cuerpo de hombre alcanzé su punto culminante con ocasién de la expedicion al Everest-a la que siguié como periodista (siempre bajo la forma de un interior-exterior). En plena posesion de sus recursos fisicos, con el cuerpo tenso por el esfuerzo, se nos presenta verdaderamente como falo erigido en Ia falda de la montafia. ‘Ajeno al sexo, lo fue casi por completo en su vida amoro- sa, Reiteradas veces expresa su desinterés por las satisfac- ciones genitales, y dice buscar otra sensualidad. Gustaba de agradar a los hombres, pero desaprobaba el interés de éstos, demasiado centrado en el sexo. Se cas6 con una mujer de la que tuvo cinco hijos, y declara que ese matrimonio, que hubie- debido ser un fracaso, se revel como un maravilloso esto, Si bien el amor que le unié a su mujer no fue sexual sino de connivencia sororal, sobrevivio a su transformacion, y cuando se divorciaron se hizo pasar por su cufiada. Toda- via viven en parte juntos. Por aspirar a la maternidad, dice, quiso ser padre, Io que segin él era la manera de aproximar- se mas @ aquélla. Parece que la muerte de uno de sus hijos, una nifia llamada Virginia —reflejo, sin duda, de las preocupaciones marianas de su padre—, comprometié el fragil equilibrio de su posicién, Herido asi en su paternidad, cuyo soporte simbéli- co era sin duda alguna precario, cayd en lo que califica de ‘«paranoia», sin aportar por cierto indicios clinicos en apoyo de este autodiagnostico, No obstante, recuerda unas «migra- fias de tipo clisico», «distorsiones visuales y verbales», a las que precedian «momentos de exaltacién descabellados». No se excluye la posibilidad de que dichas distorsiones fuesen alucinaciones. Cabe apuntar aqui que su transformacién en mujer fue objeto de diversas predicciones, entre las cuales habia una, proveniente de un lector sueco, anuncidndole que el rey Gustavo se dedicaba a realizarla a distancia por medio de rayos. Tras este episodio udepresivo» decidié tomar unas hor- monas feminizantes que le habia recetado en los Estados Unidos el doctor Benjamin a quien habia consultado hacia ‘unos aitos. A partir de entonces vivid un periodo de transi- 57 COSHH HHHOHHHHHHDHHHHHHHHOCHHHBDOHOCOD cidn, en el que ya era femenino por arriba y masculino aun por abajo, Cual una quimera, se sitia en un no man’s land donde su soledad erece con su extrafeza: al presentarse segiin el lugar y segiin las gentes como hombre o como mujer, cambiando de identidad gracias a algunos detalles de su indumentaria de una calle a otra de Londres, de un club a ‘otro, llega a courrirle que en los aeropuertos, 2 1a hora de pasar el control de seguridad, no sabe dénde colocarse cuando debe escoger entre la fila de hombres y 1a de mujeres. «Peli- ‘grosamenten cercano a un hermafrodita, se vive como «una figura mitologica monstruosa o divina». Si bien « menudo esto le produee el efecto de una pesadilla, también llega a gozar de los equivocos que dicha situacién produce. A veces, dice, se envuelve como con un velo en esa apariencia quimé- rica que le designa ante la mirada de todos como el ser tinico ‘que pretende ser: solo en tanto que es El Unico. Asi pues, en la medida de Jo humanamente posible, encarné ese simbolo de la unidad imposible que es el falo. Seguramente se sintié sehalado por ese cardcter sagrado que en la antigiledad fue patrimonio de aquellos a quienes e! cuchillo sacrificial habla convertido en servidores de la divinidad, como por ejemplo en el culto frigio, Fue al célebre cirujano de Tanger a quien confié Ia tarea de resolver el dilema de su doble identidad, y renunciando con ello a ser todo, se alined del lado de las mujeres, no sin sentir que sacrificaba las prerrogativas viriles de las que habia sabido sacar provecho. La pesadumbre que ello le produjo se trasluce en las reivindicaciones feministas que a partir de entonces hace suyas, por tener la experiencia de las afrentas cotidianas de las que en adelante, en tanto mujer, es objeto. «Lo quisiera o no me adaptaba. Si se suponia que yo no era capaz de hacer retroceder un coche, o de destapar una botella, sentia que me volvia extrafamente torpe (...) lot hombres me trataban cada vez mas como a alguien de impor- tancia secundaria (...) incluso mi procurador, en un momento de distraccién, me llamé una mafana «hijo mio». Le irrita que le traten «en repetidas circunstancias sin importancia como a un ciudadano de segunda clase, no porque yo carez- ca de inteligencia, o de experiencia, o de cardcter, sino 58 simplemente porque tengo el fisico de una mujer, y whierve de indignacion» ante la idea de que ese sectarismo'se aplique también a las cosas importantes. La operacién que termind con su virlidad no afecté s6lo el plano de lo real, sino que tuvo una incidencia simbélica y modified su posicién. Aun cuando deseaba ser una mujer para ser mejor el falo, desde el momento en que deja de ser hombre queda apartado de esa posicién de vacio entre dos cosas que era la suya. Inmedistamente después de la operacién experimenta la intensa euforia del triunfo, al sentirse al fin «purificado» por la ablacién de su sexo. Segiin Ia légica propia de la funcion falica, dicha substraccién lo completa: «ahora, cuando baja~ ba la vista sobre mi, ya no veia un ser hibrido o ura quimera, era un ser completo. Me sentia deliciosamente proporciona- do. Habia sido purificado de esas protuberancias a las que por momentos llegué a detestar. Segiin mi manera de ver, me habian vuelto normaly. Erradicado ese simbolo de la diferencia de los sexos, borrada esa marca que hace carente al otro sexo, ya nada falta a ese Otro en que él mismo se ha convertido, al encar- nar en adelante al Uno que dice no a la funcién falica, dandole existencia, ‘Acese ser completo se lo representa con los rasgos de una figura que exalta, 1a de la mujer menopdusica, liberada del sexo y por consiguiente del deseo, y de lo que éste supone de incompletud, «He llegado a la conviccién de que 1a mayor aproximacion a la perfeccién a que puede aspirar la humani- dad se encuentra en la persona de la mujer rezlizada —y particularmente en la persona de la mujer buena, inteligente y sana, que habiendo dejado atrés Ia menopausia ya no est atada por los mecanismos sexuales. En todos los paises, en todas las razas, dichas mujeres son, en conjunto, las perso- ‘nas que mas admiro. Y me vanagiorio de haberme hecho admitir en sus filas, incluso si es en la ultima fila, lo mismo si tan solo es en el flanco de la cohorten. Sin duda la figura tan britanica de la reina Victoria no es ajena a esta idealizacién de la mujer menopdusica, Por cierto que se hallaba consagra- do a una vasta obra sobre la época vietoriana cuando se 59 nterné en Ia vie de la feminizacién. Curiosa forma la que adquiere un ideal de pureza que se relacionaba con los tiempos del Colegio, cuando carttaba en el coro de la Christ, Church, en el culto a Ia Virgen. Vestido con esas sobrepelli- ces «que parecian destinadas'a negar nuestra masculinidad», anzaba una especie de «nirvana pueril» exaltandose con la evocacién del «personaje mas perfecto y misterioso que el ‘propio Cristo... la enigmatica Virgen Marian. ‘Asi pues, lo sagrado se encuentra en el centro del enigma transexual, Mortis recuerda también las practicas frigias de castracién ritual, por medio de las cuales los sacerdotes se ‘consagraban al calto de la divinidad. El nombre del composi- ‘or Sibelius, asociado al recuerdo crucial de la infancia, no carece de resonancias en ese registro. Cémo no recordar en este punto a Cibeles, a su hijo-amante castrado Atis, y a sus sacerdotes eunucos. Estos mitos y estos ritos arrojaban nueva luz sobre la ‘vocacién transexual. 60 I LOS RITOS DE LA CASTRACION CAPITULO VI CIBELES Y ATIS ©00 000000000000 00000000800000000800 Roma, Museo nuevo del Conservatorio. Foto Roger Viollet. Diana de Efeso... wa Gran Madre aventaja a todos las dioses, sus hijos»... La Madre es la primera divinidad. Simbolo de la vide y de la muerte, de Ja fecundidad y de la desiruccion, omni- potente tanto para el mal como para el bien, la Diosa Madre reiné bajo incontables nombres, a través de lus regiones y de {os siglos, antes de ser suplantada (do fue del todo alguna ver”) por las divinidades patriarcales. ‘Una de las mds antiguas es cretense. Soberana de las montafas, habita en las grutas de las cumbres boscoses, Cazadora, su guardia esté formada por leones, ya que antes de rodearse de fieras ella misma fue una leona, Domadora de fieres, a veces es también la Dama de los reptiles, encanta- dora de serpientes, en Egipto. En Caldea la llaman Nana, en Bebilonia Istar, que en Chipre se convierte en Astarté, Rea Gaia, Deméter, en Efeso es Diana, con el rostro negro, 1a cabeza coronada con una torre, uria cuddruple hilera de mumas sobe el pecho y tado un bestiario sobre el vientre y los costados. 65 20S OODOHOOHHHHHHH0HHOHHORHHOHHHOEOS . @ A menudo la Gran Madre es trinitaria, como las Parcas, que son una de sus figuras, asi como las Erinias vengadores, Jas musas que antafio fueron tres, al igual que las Gracias En las encrucijadas, Hécate con sus tres cabezas aguarda al vigjero, El rey Lear no sabe que la Diosa despliega sus ‘personas en sus tres hijas, ya que es esposa ¢ hija al mismo tiempo que madre, pues es la vida, el amor y Ia muerte. En sus inagotables entraias engendra sin cesar tanto la vida como la muerte, la muerte que la vida lleva, la muerte oculta en la profundidad de todo ser viviente como su mas intima posibilidad, y la muerte que lleva la vida, y la hace més viva, Segin Rainer Maria Rilke, el poeta que crecié vestido de nifla por su madre, es la Gran Afirmadora, la que siempre dice si con su boca sombria, A la Diana de Efeso la servian unos sacerdotes llamados Megalobyzes que eran eunucos, sin duda congénitos. En Hierdpolis, Siria, Atargatis de la que hablan Luciano y Apu- eyo, también era reverenciada por un clero de eunucos vestidos y acicalados como mujeres, a quienes lamaban los Galos. Estos se habian consagrado a la diosa en una cere- ‘monia anual, en cuyo transcurso, luego de unas danzas frené- ticas y cuando la pasion del éxtasis habia alcanzado su punto maximo, se castraban a si mismos con un cuchillo ritual, y a contiquacién corrian por la ciudad con sus partes cortadas en la mano. - En el siglo Il d.J.C., Apuleyo los describe en El Asno de Oro, itinerantes,. yendo de una ciudad a otra de Grecia, paseando Ia estatua de la Diosa en un asno, Con un traje largo y los ojos pintados, danzaban al son de la flauta y profetizaban. Uno de los cultos metraicos més importantes fue el de Cibeles, cuyos sacerdotes eran aquellos mismos Galos eunu- cos de Siria. Tuvo una enorme difusién en el mundo antiguo, al punto que el emperador Claudio intenté convertirlo en culto del Estado a fin de Mlevar a cabo la unidad religiosa del Imperio. ‘Originaria de Frigia, Cibeles dominé en primer lugar a todos los pueblos de Asia menor, a sus dioses y sus ritos. Tba. asociada a un hijo-amante lamado Atis, que todos los aftos, 66 en el equinoccio de primavera, moria para luego renacer. Alos Dias de Lagrimas 0122, 23 y24 de marzo, sucedian el 25 de marzo, los regocijos que sefialaban la renovacion primaveral de la naturaleza. Estas ceremonias celebraban el reencuentro con la fecundidad de la tierra, el renacimiento de la vida después de 1a muerte invernal, simbolizados por la muerte y la resurreccién de A\ Esta pareja de madre e hijo es clasica en los cultos mettaicos. Diana y Apolo son una de sus encarnaciones, al igual que Afrodita y Adonis, Baal y Astarté en Sidén, Abdad y Atargatis en Hierépolis, Bel y Milita en Asiria. Casi siem- pre ese hijo-amante esta castrado, y es el caso de Atis también, quien por amor a la Diosa sacrificd su virilidad, ofreciéndosela. En conmemoracién de este acto, quienes se consagran al culto de la Madre imitan el gesto de Atis, y en la embriaguez y el éxtasis de las fiestas rituales se muti- Jan a su vez. Cual iniciacién suprema, la castracién consagra la entrada el servicio de la diosa y simboliza un nuevo naci- miento. En Los Fastos, Ovidio cita una de las numerosas versio- nes del mito en la que se supone narra los origenes del culto. «Ex medio de los bosques, un joven frigio de notable belleza, Atis, captura a la diosa coronada de torres que le ama con un amor casto: la diosa quiso unirlo a ella para siempre, confiar- le su templo, y le dijo: “procura permanecer siempre nifio”. El prometié ser fiel a esta orden: “si miento, dijo, que el primer amor que me haga faltar a mi promesa sea también el Ultimo”. Cometié esa falta, y en los brazos de la ninfa Sagaritis dejé de ser lo que era. La diosa, irritada, exigio el castigo, y Atis, medio loco, se castré. Desde entonces tal locura sirvid de ejemplo, y los sacerdotes afeminados, con {os cabellos en desorden, desgarran igualmente su miembro al que desprecian». El culto de Cibeles no se consigui6 implantar en Grecia durante la época clasica, pues por sus aspectos sangrientos lheria la sensibilidad de los griegos de Europa, que despre- ciaban a los eunucos. Deméstenes expresd su reprobacién en lo relativo a estos ritos, la filésofa griega Phyntis decla- aba que las mujeres honestas debian evitar las orgias de la 67 Gran Madre, y hasta los comienzos del Imperio romano ni tuna ciudad griega acepto el culto frigio. Sélo las pequefies comunidades de mercaderes frigios y lidios y los esclavos celebraban las fiestas de Atis. Fue durante la ségunda guerra piinica cuando se introdu- jocon gran pompa en Roma el culto de Cibeles, bajo la forma ‘de una piedra negra, un aerolito segin la leyenda, provenien- te del santuario de Pesinunte. Un oréculo habia vaticinado la victoria a los romanos si se ganaban los favores de la Gran Mater Idaea. Pero Atis quedo excluido del santuario instala- do en el Monte Palatino, y los sacerdotes siguieron siendo frigios, pues la autocastracién era castigada como un crimen entre los romanos. ‘Atis no se reunié con la Diosa en el Palatino hasta la época imperial, cuando Claudio pens6 en rehacer Ia unidad ddel Imperio gracias al culto de Cibeles, e incluyé entonces les fiestas de Atis en el calendario romano. Carcopino mues- tra cémo confirié una respetabilidad romana a lo que en los ritos frigios resultaba escandaloso. Claudio excluyo a los Galos del culto oficial, sometiéndolos a un Archigallas com- puesto por ciudadanos romanos que conservaban su integri- Sad corporal y dependian del Senado. Con esto se aseguraba el control de ia situacién e intentaba contener el proselitismo de los Galos, que comenzaban a tener imitadores. En efecto, él culto de Atis contaba con el favor de las mujeres y los Iibertos. Al final del siglo primero, el Codigo justiniano hizo e la castracién un crimen capital, ¢ incluso en Pesinunte se excluyé de la jerarquia religiosa a los Galos eunucos, y se fos grav con un impuesto especial que los comparaba con las prostitutas, el iriburum capitis. La castracion ritual se reemplazé por el sacrificio del taurobolio, tomado del culto de Mitra, En Roma pueden verse unos bajorrelieves que represen- tan aun hombre joven, con gorro frigio, sacrificando un toro. ‘No obstante, los Galos subsistieron como parias, En Roma los antiguos esclavos libertos o fugados y los extranje~ tos eran los principales adeptos, y llegaban hasta la inicia- ‘dn tradicional. Impresionaba su elevada estatura, conse- cuencia sobre el crecimiento de una castracion efectuada en Ja adolescencia. Escandalizaban por el aire afeminado que 68 les daban sus trajes largos, los afeites y las joyas. acusé de depravaciones homosexuales, San Apein ee & vio en Cartago, los describe en la Ciudad de Dios: «los cabellos perfumados, el rostro pintado, los miembros ada- rmados, el andar lascivon, En realidad, parece que eran més ascetas que libertines, y de hecho sus adomos estaban es- trictamente regidos por las prescripciones rituales. Ayuna- ban, y diariamente rendian culto a la diosa por medio de ccantos y danzas rituales, acompaiiados con flauta y salterio, durante las cuales se flagelaban ¢ infligian pufaladas en ei cuerpo. El éxtasis al que llegaban con este frenest les abria las puertas a la inspiracion divina: entonces profetizaban e interpretaban los suefios, También eran curanderos, e iban por las aldeas prediciendo el futuro, vendiendo talismanes, Pociones y amuletos. Viajaban en hordas vagabundas y Ile- gado el caso pedian limosna, de donde el nombre que se les dio de Mendicamtes de la Gran Madre. qj! Asno de Oro Apuleyo dune descripcién sttice lel comportamiento de los Galos, que ro por ser una carica- tura deja de constituir un-testimonio: Lucius, transformado en asno, acaba de ser comprado por un Galo que piensa uti- lizarlo para transportar en su lomo la efigie de la Gran Diosa. Llega al medio de un «coro de invertidosn: ebrin- cando de alegria, al instante lanzan unos gritos disonantes, con voz de mujer cascada y ronca (...) Al dia siguiente, se ponen unas camisas abigarradas, y cada cual se compone una belleza repulsiva embadurnandose la cara con una pintura arcillosa, y dibujéndose el contomo de los ojos con un lapiz graso, A'continuacion salen Ilevando unas pequefias mitras, vestidos amarillos color de azafrén, teles de lino fino y seda (..},con los brazos desnudos hasta los hombros, levantando por los aires unas espadas enormes y hachas pegan saltos como bacantes, y el sonido de la flauta estimula su baile de posesos. Tras haber visitado aqui y alld algunas casuchas, llegan a 1a casa de campo de un rico propietario, No bien entran, lanzan unos aullidos espantosos, se abalanzan como fandticos: manteniendo baja la cabeza con unas torsiones Iubricas de la nuca y un movimiento circular de sus cabellos sueltos, a veces se vuelven contra si mismos para morderse 69 @ ee 200 COOO098H09OOH0HOHHOHHNHDD e las cames, y para terminar llegan a acuchillarse Ids brazos con el acero de doble filo que llevan». Por ultimo, se azotan con litigos hasta el agotamiento, y es entonces cuando «se apoderan con avidéz» de quien le& da dinero y viveres y le transportan en el lomo del desdichado Lucius. La influencia del cristianismo vencid al culto de Cibeles. Ciertamente, fue objeto de ataques muy virulentos por parte de los primeros cristianos y de los Padres de la Iglesia. El ‘Apocalipsis denuncia en Atis al «monstruo», y en Cibeles a la «Gran Madre de las prostitutas y de las obscenidades de la tierra». Se castran por vicio, dice San Jeronimo, y San ‘Agustin vilipendia a Cibeles como la.mas escandalosa de las divinidades paganas: «la Gran Madre aventaja a todos los dioses, sus hijos, no por la excelencia de la divinidad, sino por la enormidad del crimen, Es una monstruosidad que hace palidecer a Ia de Jano. Este solo es horrendo por la deformi- dad de sus estatuas, ella es horrenda por la crueldad de sus misterios. El no tiene miembros superfluos mas que en efigie. Ella mutila realmente los miembros humanos. Los desorde- nes, los incestos de Jupiter estén por debajo de esta infamia, Seductor de tantas mujeres; Jipiter inicamente deshonra al cielo por Ganimedes, pero ella, por sus afeminados de pro- fesi6n, mancilla la tierra y ultraja a los ciglos». x ‘Sin embargo, el culto de Cibeles no carece de puntos en ‘comiin con la religion cristiana, El sacrificio del Hijo, que muere y resucita, no falta en esta tiltima; tampoco la Gran Madre, aunque tu figura se escinde en la de la Virgen, ma- dre dolorosa, y la del Dios terrible que consagra su hijo a la muerte, Pero sin duda se debe a estas mismas analogias el que el culto de Cibeles y Atis fuese tan violentamente ataca- do por los primeros cristianos. iAcaso la Pietd no es otra versién de la pareja de Cibeles y Atis? No vuelve a encontrarse la Gran Madre en la Dama ‘negra de los gitanos, o también en Montserrat, donde se la representa con el rostro negro, como Diana de Efeso, sobre un fondo de rocas faloideas? En el monasterio que le esta ‘consagrado existe una célebre escuela de canto cuyos alum- ‘os suftian en otra época la castracién, a fin de preservar la pureza infantil de sus voces. 70 La castracién voluntaria est lejos de-hallarse le historia el ersanismo, zAcato no eal ease ea Evangelio: «Hay eunucos que han nacido tales del vientre de su madre, los hay a quienes los han vuelto asi los hombres, y los hay que se han hecho tales por el Reino de los Cielos»? En las épocas mds diversas hubo correntes religiosas que preconizaban el eunuquismo voluntario, Origenes fue uno de sus adeptos, y su ejemplo estuvo en la base de la herejia de los Valesianos, quienes crefan seguir a la letra la prescripeién de Cristo: «Si uno de tus miembros te escanda- "ea, arrinealon. secta de los Valesianos surgi en Arabia en el siglo II, y fue condenada en el afio 325 por el Concli de Nice, gus prohibid la mutilacion voluntaria entre el clero. Esta prdcti- ca cundié lo bastante como para suscitar una nueva prohi- bici6n, en el 395, por parte del Papa Leon I. Sicreemos a San Epifanio, los Valesianos estaban convencidos de que la tni- ca via de salud consistia en la supresion del instrumento del pecado, y no comprendian que los cristianos quisieran sus- traerse a ello, Se dice que llevaron el proselitismo hasta castrar por la fuerza a quienes caian en sus manos, consi- derando que debian velar por su salud a pesar de ellos, A lo largo de 1a historia de la cristiandad la castracion voluntaria siempre tuvo adeptos, sobre todo en la Iglesia de Oriente, entre los Patriarcas de Constantinopla y los Metro- politas de Rusia. Esta practica ha permanecido, segin C. Blon- del, «como un mal cristiano sujeto a bruscas recrudescen- cis», A una de estas erupciones epidémicas corresponden los extrafios ritos de la secta rusa de los Skoptzy, que desde el siglo XVIII sobrevivie hasta la. Segunda Guerra Mundial, @ pesar de las prohibiciones y condenas diversas tanto de las autoridades sovieticas como de las zaristas. n CAPITULO VII LA SECTA DE LOS SKOPTZY SPHCHDHGOHOHAHSHSHHHHASVHHHHOHSHHHHHOBOCHOE ® en Bucarest se hicieron cocheros. Un extrafo parentescu couecta la secta de los Skoptzy con el culto frigio. Es como si los ritos religiosos de la castracion, al igual que las aguas ora subterréneas ora resur- gentes, sobreviviesen a los siglos y a las civilizaciones, de- mostrando la persistente fascinacidn de la humanidad por el fantasma que expresan, fascinacion que, en oleadas episodi- cas, llega hasta arrastrarla al horror del acto. En los origenes de la secta de los Skoptzy esta el movi- miento del Raskol, En el siglo XVI, en Rusia, el patriarca Nikone emprendié la reforma de los libros litirgicos, consis- tente en corregir los errores de traduccién que abundaban en los textos sagrados. Ahora bien, para la masa de creyentes ortodoxos, los libros sagrados eran intocables, y el pueblo y el bajo clero reprobaron la reforma, Hubo quince millones de cismaticos (los raskolniki: cémo no pensar en el Raskolnikov de Dostoievski) que se repartieron en una multitud de sectas. ‘Algunas de ellas repudiaron a partir de aquel momento todos 15 18 libros: si los textos religiosos podian se corregidos por el hombre, entonces su cardcter sagrado se derrumbaba, y con lla fiabilidad de todos los libros. La base simbélica en la que se asentaba la creencia popular debié pues de hundirse, y cabe pensar que hasta la relacién con la Ley sufrié una profunda conmocién. Entre los cismaticos que rechazaron todos los libros, los Chlisty fueron los predecesores de los Skoptzy. La practica de la flagelacién mutua en medio de danzas frenéticas que conducian al éxtasis colectivo reemplazé a la relacion con los libros sagrados. Los Chlisty se agrupaban en logias secre- «a3, lamadas Naves, cada una de las cuales estaba dirigida por una Madre de Dios» (Bogoritsa), asociada a un hijo espititual denominado Cristo. Habia tantos Cristos como na- ves, Los Chlisty se consagraban a un ascetismo riguroso que implicaba una castidad total, pero sus ceremonias religiosas tenian fama de terminar en orgias. Los Skoptzy (que quiere decir castrados) descendian de Jos Chilisty y conservaban sus pricticas rituales, pero llevar ban la exigencia de castidad hasta imponer la castracin a sus adeptos, Sin duda fue una mujer, una tal Akoulina Iva~ novna, Bogoritsa de una Nave de Chlisty, quien introdujo dicha practica y fundé la nueva secta, Un tal Selivanov, que se decia su hijo espiritual, fue condenado por sus practicas religiosas y deportado a Siberia en 1775. Sin duda fue el verdadero fundador de la secta. Tras haberse evadido en 1795, fue detenido varias veces y encar- celado por los sucesivos zares, ya en asilos de alienados o en monasterios, ya en prisiones. Finalmente Alejandro lo libero en 1802, y se instal6 en San Petersburgo. La secta conocid entonces una verdadera época de oro, logré numerosos adep- tos entre la aristocracia, en la Corte, y en el ejército entre los oficiales, Los Skoptzy se enriquecieron considerablémente, y gracias a esa buena acogida de los seglares desarrollaron iun poder oculto, ‘Sin embargo, la gran cantidad de rmutilaci- nes entre los oficiales acabé por obligar al zar Alejandro] a castigar severamente a Selivanov, y le interné en un con vento. Nicolis 1, por su parte, deporté a los Skoptzy. En 1843 hubo un importante proceso en el curso del cual se 16 descubrié que magistrados y directores de bancos del Estado ‘camuflaban tras practicas religiosas ortodoxas su pertenen- ccia a la secta de los Skoptzy. En 1868, otro proceso desen- mascaré a un importante exportador, honorable y muy cono- ccido, que en nombre de la secta atesoraba inmensas riquezas destinadas al proselitismo. Deportado a Siberia, monté alli xun astillero de barcos de vapor, y diez aitos més tarde huy6 a San Francisco con el primer steamer, el dia de su botadura. En 1885 se calculaba en 30.000 el nimero de Skoptzy en todo el mundo, Sus adeptos se reclutaban entre todas las ‘clases de la sociedad, y sus riquezas contribuian al incremen- to de su nlimero gracias a un proselitismo que no escatimaba medios: concedisn préstamos a pequefos comerciantes que, si quebraban, se veian obligados a saldar su deuda convir- tiéndose en adepios de la secta, con el sacrificio de la libra de carne que ello suponia. Primum vivere.: los pobres diablos consentian-al sacri- ficio de su virilidad para beneficiarse de las ventajas materia- les que proporcionaban a los adeptos. Pero seria. un error ‘creer que sélo la pobreza guiaba a los nuevos candidatos, Si adherirse a la seeta significaba riqueza y ascenso social, era sobre todo por e! prestigio de su ascetismo que los Skoptzy extendian su influencia. Sin duda lo que habia debido produ- cir mas horror —la practica de la castracion como bautismo cespiritual— constituia la causa misma de Ia atraccién que jercian. Ademas, los Skoptzy se reproducian. Si en un prin- cipio Ia castracién tenia lugar en el curso de la ceremonia de introduccion del adepto, pronto fue diferida para asegurarse la perpetuacion por medio de la procreacién, Los hijos de los ‘Skoptzy eran educados en las creencias de la secta, aislados. del resto del muado, sin libros ni contacto con e! exterior; aceptaban con entusiasmo la perspectiva de la castrac que algunas veces les infligian precozmente. La doctrina religiosa de los Skoptzy no deja de tener relacion con Ia perspectiva de los gnésticos. También para ellos el cuerpo y el alma se oponen irreductiblemente, y el alma no puede asegurar su salvacién mas que emancipéndo- sse de la materia. Por otra parte, es por el sexo que el cuerpo cconstituye el mayor obsticulo a Ia liberacién del alma, El 7 e @ POOH OHOKSHHSHSHOOCHHOVHOHHOHHEHHHHOOOHOOE pecado original es el pecado de la came. Jesus, el redentor, ‘ofrecié a la humanidad el «bautismo por el fuego», el tinico que puede redimir la falta original y dar un segundo naci- miento. Este bautismo es la castracién que Jesus predicd, y a Ia que él mismo se sometid («los hay que se han convertido en eunuces por el Reino de los Cielos»), El arcangel San Miguel, vencedor de la serpiente, era reverenciado por los Skoptzy. En la noche del sabado al domingo tenian lugar las cere monias ordinarias, que consistian en danzas y cantos. Las danzas eran de cuatro cinco clases diferentes. Una de ellas consistia en girar sobre si mismo, repitiendo indefinidamente dos tinicas silabas: «Duch-Bog», Espiritu-Dios, hasta alcan- zar el vértigo. A este ‘éxtasis lo llamaban embriaguez o ‘«oerveza espiritual». Tras las danzas un profeta, que a veces era una mujer, vaticinaba ya dirigiéndose a la comunidad en su conjunto (profecia general), ya a cada uno en particular (profecia particular), A las profecias seguia la bendicién y la comida en comun, en conmemoracién de fa Cena. Habia, ademas, ceremonias en fechas fijas para celebrar a antiguos adeptos, o en ocasién de la introduccién de un nedfito, de una castracién (bautismo de fuego), o de funera- les, En los ritos de castracién sélo estaban presentes tres personas: el neéfito, el oficiante y el jefe de la Nave. Las partes castradas se le ofrecian al iniciado, diciéndole: «Mira la serpiente aplastada, mira la cabeza de Adan». Los testicu- los recibian el nombre de «llaves del infiemno», y 21 pene el de «llave del abismon. A veces la ablacion comprendia s6lo los testiculos, o bien también el pene, mas raramente el pene solo, o un solo testiculo. La operacién se practicaba con un hierro al rojo, o con la ayuda de un instrumento cortante, Los Skoptzy llevaban a menudo estigmas complementarios, cor- tes o quemaduras en forma de cruz en los hombros, bajo las axilas, sobre el vientre, la pelvis y los muslos. Dichos estig- ‘mas conferian titulos; Angel de cinco alas, o de seis alas. ‘Con las mujeres practicaban la ablacién de los pezones 0 de los senos, la reseccion de las ninfas y del clitoris, asi como diversas incisiones en el cuerpo. Algunos Skoptzy habrian preconizado la horca como el tinico bautismo auténtico. 78 A principios del siglo XX, los Skoptzy tenian un éxito indudable entre los fineses, algunas de cuyas comunidades se hhabian establecido cerca de San Petersburgo. Tras qumero~ sas deportaciones, existian una decena de aldeas Skoptzy en Siberia, en la region de Yakoutsk, A raiz de las persecu- ‘ciones zaristas, la emigracion llevé a que cierto mimero de ellos se estableciera en Rumania, donde los dejaban en li- Dertad de practicar sus ritos. Si en Rusia eran sobre todo ‘comerciantes o cambistas, en Bucarest se hicieron cocheros, ¥y cocheros distinguidos. Pittard, que fue a Bucarest entre las. ‘dos guerras para estudiar en ellos los efectos morfol6gicos de la castracién, en la obra que les dedicé describe su altura ‘imponente, ligada a Ia macroscelia, consecuencia de la cas- tracién cuando se la practica antes de la pubertad. Los bra- 208 y las piernas son mucho més largos.de lo normal, lo que ‘eleva notablemente la estatura. Los Skoptzy eran bien tolera- dos por los rumanos, que apreciaban su caricter laborioso honesto, su sobriedad —ayunaban frecuentemente y eran casi vogetarianos— iy su castidad! La policia se congratulaba de no tener que inlervenir jamas en el seno de su comunidad, Tban vestidos de una manera particular, y se distinguian por la belleza de sus carruajes: el coche y el caballo consti- tujan la dote de los nuevos adeptos que pasaban por la cas~ traci. Antes de la guerra, la evolucién de los medios de transporte los habia llevado a abandonar el coche de caba- llos por el automévil, y cuando el ultimo viaje de Pittard a Bucarest, se habjan convertido en taxistas. ‘Después de la guerra parece que desaparecieron. Sin duda el comunismo acabé con sus practicas. En este tema los bolcheviques sigueron_los pasos de los zares, y entabla~ ron a los Skoptzy dos procesos, en 1929 y 1930, a pesar de que habian tratado de integrarse al proceso revolucionario, En 1927 uno de ellos, Ermakof, habia dirigido una carta abierta a todos los Skopizy ordendndoles que se organizasen en comunas, y otro, Menchenine, escribia en 1928 que «las partes secretas» eran la causa de todas las desdichas de la humanidad, y que si un hombre adulto decidia librarse de ellas, esto ‘no podia representar ningun perjuicio para la patria socialista, 19 Lionel Rapaport, quien también los estudié antes de la ‘guerra, se dedic al tema de las relaciones entre la castracién voluntaria y la salud mental. Coincidiendo con Pittard, con- cluyé que el estado mental de los Skoptzy parecia satisfac- torio; no se podia decir que los adeptos de la secta hubieran sido impulsados a esos derroteros por un desequilibrio psi- quico maaifiesto. Por otra parte, la castracién no parecia mal ria psiquicamente. Los casos de suicidio eran rarisimos en aquellas comunidades, al igual que los casos de melanco- lia, contrariamente a lo que se observa en las mutilaciones de este tipo de origen accidental. La menor frecuencia de per- turbaciones mentales entre ellos impresiono igualmente a otro estudioso, Pélikan, hasta el extremo de llevarle a pensar que era precisamente la castracién lo que los protegia. Rapaport, en la linea de Durkheim, atribuye al poder de coercién de la conciencia colectiva la interiorizacién por parte del individuo de sus exigencias de sacrificio. La colec- tividad que las impone aporta al mismo tiempo al individuo aislado el apoyo que las compensa. Desde esta perspectiva, la castraci6n en los Skoptzy no seria mas que un caso particu- lar de los renunciamientos que la vida en sociedad impone. «La castracién ritual no seria sino de las formas de sacri- ficio que la cplectividad exige de los individuos, lo ¢ .¢ abunda en la historia», Al plantearse la cuestion de las condiciones en que emérgen los estados mentales colectivos patoldgicos en relacién a las normas de una época, en par- ticular a propésito de las epidemias de suicidios, Rapaport las atribuye a la dislocacion de la influencia habitual de las tradiciones y los valores sobre el invididuo. Cuando la presion social se atentia, como al final del Imperio romano © en el siglo XVIII en Rusia, vemos que emergen estas manifestaciones autodestructivas, a través de las cuales se expresa la libertad recuperada del individuo. La automutilacién aparece como una tentativa de auto- curacién esponténea, tal cual lo atestiguan las numerosas declaraciones de los Skoptzy en las que expresan su alivio tras haberse sometido a la castracion: «ouando recibi la pureza —-declara uno de ellos ante el tribunal— senti que me Quitaban un peso de encima, Antes me atormentaba y pen- 80 saba constantemente, ahora todo se ha vuelto grato para mi», En otras palabras, lo que Rapaport sefiala es la relacion entre la alteracién de la base simbilica e imaginaria de un sujeto que constituye la realidad social, y la precipitacion de oste ultimo on un acto. sacrificial, que pone en juego lo real, en una especie de intento de paliar asi la carencia subitamente manifiesta de los puntos de referencia en que se apoyaba. La realidad social, y aqui esta la clave del conformismo que suscita, compensa por las coacciones y apoyos que aporta la ausencia de la Ley (que cabe distinguir de lasleyes sociales), en tanto que ligada a Ia funcion del Nombre del Padre. Cuando la cohesién de esa realidad se ve comprome- tida, se desnuda para cada uno su relacién con lo Simbdlico, y la eventual preclusién de la instancia paterna precipitaria al sujeto en la busqueda de un nuevo apoyo imaginario' 0 simbdlico, o en la biisqueda en lo real de un soporte que le ‘permita sostener su universo. La secta de los Skoptzy proporcionaria a la vez el apoyo: ‘imaginario y simbélico de su doctrina y de’su ética, y, en lo real, el punto limite que constituye la castracion, Pero esto no es mas que un aspecto del problema, y no resuelve el interrogante de la funcién del sacrificio en los ritos de castracion. 81 O08 9OOOOOCOHHHHHO8HHHOHHHHHHHOHHHOO CAPITULO VII i{QUE QUIERE LA MADRE? «La ofrenda de un objeto de sacrificio a oscuros Diases, es algo a lo que pocos sujetos pueden no sucumbir en una cap- tura monstruosa», Lacan, Seminario XI. Foto E. Pittard, } | Desde el culto metraico hasta los transexuales de hoy, pasando por los Skoptzy, persisten los ritos sacrificiales de la castracién, mostrando una estructura que ta historia deja intacta, Se considera que el vértigo del sacrifico halaga a los Dioses. Los sacrificios —recordemos los de Abel y Cai representan otras tantas preguntas dirigidas a la divinidad acerca de su deseo. ;Qué tenga para ofrecerle que le agrade? Che vuoi? «El sacrificio significa que en el objeto de nues- tros deseos tratamos de hallar el testimonio de la presencia del deseo de ese Otro». Los transexuales, como los sacerdo- tes de Cibeles 0 los Skoptzy, pagan con su came la respuesta a este enigma, El deseo humano lleva en si esta dimensién de sacrificio del objeto del deseo. Hacia alli se inclina, por cuanto el deseo del hombre es el deseo del otro. ¥ el Otro reclama lo que se le debe, Es asi, pues, que la ley moral, la del impera- 85 ©8000 0OOO8OHHHNH00O ee COP COKOSCEHOOOHHOOD tivo categérico, no es otra cosa que «el deseo en estado puro (el del Otro), ese mismo que desemboca en el sacrificio, hablando con propiedad, de cuanto es el objeto de amor en su ternura humana (...), en el sacrificio y en la inmolacion». Pero lo que el Otio desea en el sacrificio, mas alla de su objeto, es el propio sacrificio, y més alla todavia, el sacrificio del deseo. Es el punto donde se encuentran los transexuales los adeptos al culto de la Madre. El sacrificio del deseo les abre las puertas a su mas alld, que es el goce. Lo que agrada a Dios 5 aquello de lo que goza, ese goce Otro, més alla de 18 limites. Lo dice Ia leyenda de Cibeles y Atis: lo que la Madre quiere es que Atis le sacrifique el objeto de su deseo, la mujer que ama y, lo que es tanto la metifora como el instrumento de su deseo, su pene. Quien quiera consagrarse a su goce, debe sacrificar su desco, lo que equivale a decir que el deseo, insaciable por esencia, es el obstaculo decisivo a la comple tud del goce. El deseo aspira tanto a su renacimiento infinito ‘como a su propia desaparicion, y tiene como su limite inter- no a la pulsion de muerte. Hay placer en morir, escribe Sade, ‘Yes que la muerte es el goce del Otro. La leyenda de Atis muestra también que quien sacrifica ‘el objeto de su deseo se convierte en abjeto de gace. El Hijo ‘eastrado, 0 muerto, se transforma en el simbolo del goce del ‘Otro. Representa esa frontera donde la funcién falica no participa, y da acceso a su mas alld mortal, Eliincesto, es decir el goce del Otro, y la castracién, estan ligados hasta el punto de que la una vale por el otro. Atis se mutila para consagrarse mejor, Edipo se saca los ojos a posteriori, pero el neurdtico demuestra que el castigo vale por el acto, En otra leyenda Combabus, tal como Gribouille, se castra para evitar que le acusen de haber gozado de los, favores de la reina Stratonice. La autocastracion acaba por significar el incesto, y por tanto el goce absoluto, ilimitado, fuera de la ley, pero también fuera del sexo, mas alla de la diferencia de los sexos y de los limites que esto supone para cada uno de ellos, Esta oposicién del desep y el goce da cuenta, en la configuracién propia de las religiones de la castracion, de la 86 conjuncién permanente entre el ascetismo y la orgia. El ascetismo de los sacerdotes de Cibeles, el de los adeptos de los Skoptzy, lo que hoy se llama el apragmatismo sexual de los transexuales, se sitian del lado del renunciamiento al deseo, en tanto que los desenfrenos orgidsticos que se les imputa, con razén o sin ella, se clasifican del lado de ese otro goce enigmatico, tanto mas culpable por cuanto que es miste- rioso, puesto que se supone prescinde de lo que constituye la instrumentacién ordinaria de los goces comune: | goce del Oro esta por decslo asi asentado en ta exclusion del goce falico, Sin duds es la tinica manera de simbolizarlo: 4 X OX, existe un lugar donde el goce falico esta fuera de juego, un punto que marca su limite, es decir su cardcter limitado, profundamente insatisfactorio. Dicho lugar indica el empla- zamiento estructural del goce, para el cual el falo constituye un obstaculo. A primera vista parece paradejico que la identificacion al falo materno se sitiie junto a la exclusion de la funcién falica, Y¥ es que la funcién falica, en tanto que esta sostenida por el Nombre del Padre, coloca al falo en una posicidn irreducti- blemente tercera en relacién al sujeto, e impide precisamente tal identificacién, reduciéndola a una aspiracién vana. Por otra parte, el goce del Otro que esa identificacion significa, constituye el eje que hace bascular al sujeto det lado de la identificacién al Otro del goce. Ese punto de bascula es gramatical: se sitda en el de que marca él genitivo, por el cual puede operarse el pasaje de lo objetivo a lo subjetivo. Objeto del goce del Otro —genitivo objetivo: el Otro goza de él— se pasa al genitivo subjetivo, y al ser presa de ese goce, 41 mismo se convierte en el goce. Gozando de ese goce, da por tanto existencia al Otro. El goce es el tinico testimonio de Ia existencia del Otro. Asi es como el transexual llega a identificarse con ese Otro al que tiende a dar existencia, a través de su tentativa de encarnacién de La Mujer, identificacion que ni los sacerdo- tes de Cibeles ni los‘Skoptzy tenian que efectuar por cuanto mito y doctrina daban consistencia a esa figura, y preserva- ban su lugar. Ocurre que algunos transexuales dan el paso de la operacién después de un duelo: una vez que la persona que 87 para ellos encarnaba al Otro ha desaparecido, ya nada obs. taculiza el pasaje del lugar del falo imaginario al del. Otro, ‘cuyo vacio los aspira. Agreguemos que al nivel de la relacion dual coastituida por la pareja Otro-falo, la inestabilidad de los lugares es estructural, En efecto, la relacién esta regida por la ley del transitivismo, el sujeto es el Otro y « la inversa. ‘A esta reversion se afiaden las leyes de la retorica, pues la ‘posicién transexual est regida por la metonimia, segiin la ‘cual la parte vale por el todo. 88 I EL TRANSEXUALISMO FEMENINO- 09 0OOHSOHHHHHHHHHHHHOHOHHHOHHOHHODO CAPITULO IX éLAS MUJERES TRANSEXUALES, SON HOMOSEXUALES? «Falta sacar la leccién de la naturali- dad con que semejantes mujeres procla- ‘man su calidad de hombres, para opo- nerla al estilo de delirio del transexua- lismo maseulino.» Lacan, Escritos J - Ed. S. XXI, p. 300. Existen también mujeres transexuales, aunque han sido menos estudiadas y el caso parece ser muy raro, También ‘son menos espectaculares. Para ellas no se trata del star system, sino que mas bien caen en la monotomié de las ropas viriles. Como decia un cirujano que las operaba, quieren ser como todo el mundo, es decir hombres, Las mujeres nunca son como todo el mundo; es que ellas no hacen mundo, Ser hombre, en resumidas cuentas, es formar parte del destino comin, y es a lo que segiin parece aspiran las mujeres tran- sexuales: a ser semejante, semejantes a sus semejantes. Po- demos esperar que la dindmica que las guia no sea la misma que anima a los hombres transexuales a pretender ser La Mujer, la dnica. Si adoptamos el punto de vista stolleriano, la etiologia no puede ser la misma: no es haber permanecido en la simbio- sis primitiva con la madre lo que las hace transexuales, pues dicha simbiosis va en el sentido de la feminidad. Su identifi- 93 ©0080000000 ©000000 ©0800 880880000 @ ‘cacion masculina supone la intervencién del padre y de fuerzas que contrarresten la feminidad primaria. Las transe- xuales que Stoller encontré no habian conocido precisamente une feliz. simbiosis. Cuando el nacimiento de sus hijas, las madres de esas personas padecian alguna enfermedad o de- resin, y no estaban en condiciones de ocuparse del bebé, ‘Mas tarde, el padre se interesé por Ia criatura hasta entonces ‘abandonada, ¢ hizo de ella su compafera de diversiones, y a ‘veces de trabajo. La asocia pues a sus actividades viriles, y el amor que asi suscita adquiere de entrada la forma de la ‘identificacién, La nifia se vive como varén, crece como tal, ssufre por las presiones que se ejercen sobre ella para obligar- la a llevar ropas femeninas, que por otra parte no le sientan bien, Las primeras inquietudes sexuales la llevan hacia las muchachas, pero no se siente homosexual puesto que se sieate varon, Vive dramaticamente la pubertad y la apari- scion de la menstruacién. Se venda el pecho tanto para impe- ddir que crezcan los senos como para comprimir su relieve bajo la camisa. En efecto, tan a menudo como pueden se vvisten como se sienten, de hombre, y se hacen pasar por tales ante las muchachas que tratan de conquistar. Normalmente se fabrican con trapos 0 caucho el priapo que hard el bulto adecuado bajo el pantalén, y que a veces est tan bien hecho como para tener un uso funcional. Una de ellas tuvo de este modo relaciones sexuales con una muchacha que no se habia dado cuenta de nada, y que luego temia haber quedado encinta, ‘A menudo dichas transexuales viven cual hombres, son cconsideradas como tales en sus trabajos. En el plano profe- sional estén mucho mejor integradas que los hombres tran- sexuales, lo que lleva a decir que son mas equilibradas. “Mantienen largas relaciones con mujeres que algunas veces ‘ignoran que no son hombres y, gracias a sublerfugios, hasta ‘se da el caso de que Ileguen a casarse con ellas. ‘Al igual que los hombres transexuales, existian antes de llas técnicas operatorias, pero estas modifican el problema. Ahora logran hacerse quitar lo senos, los ovarios y el utero, ‘suprimiendo asi las aborrecidas manifestaciones de su femi- nidad. Toman hormonas masculinas que les modifican la 94 voz, les desarrollan la pilosidad y la musculatura, y les cambian la distribucién de las grasas en el cuerpo. El ingenio de los cirujanos se ha entregado con toda libertad a Ia inven- cion de técnicas diversas para fabricar artificialmente el pene y los testiculos, que a veces aunque no siempre son ardien- temente reivindicados. Como puede sospecharse 1a cosa no ss facil. La mayoria de las veces consiste en sacar un troz0 de care del muslo, o del vientre, y hacer con él una especie de forro en el cual se introduciré un elemento de plastico Semirigido amado tutor, y que en ocasiones se utiliza en los casos de impotencia masculina. Las secuelas operatorias son. muy dolorosas. A menudo se produce necrosis y hay que -comenzar todo de nuevo, El problema es ain més complica- do cuando la paciente se empefia en ser capaz de «mear do pie», sin lo cual le parece que no hay virilidad. Debe proce- dderse entonces a una derivacién del canal de la uretra extre- madamente dificil de practicar, operacién dolorosa que a ‘veces hay que repetir también, y no siempre con éxito. Que yo sepa, la mayoria de las mujeres transexuales se ‘contentan con la ablaclén de sus érganos femeninos y la ingestion de hormonas, y difieren para més adelante 1a adqui- sicién de un pene, aguardando la invencién de técnicas mas rfeccionadas. Algunas suefian con que un dia se consegui- ra injertarles penes extraidos del cuerpo de hombres muer- tos. Insensatamente esperan que esos Grganos, fijados asi sobre su cuerpo, sean capaces de tener una erecci6n e inclu- so de procrear. Para ellas no existen limites al poder poten- ccial de la ciencia, sélo es cuestién de tiempo. ‘A la espera de que esto suceda obtienei, sin pene, el cambio de su estado civil, y legalmente provistas de una identidad masculina se casan con mujeres y se convierten en padre de nifios mediante inseminacién artificial, sin que na- die sospeche de su identidad original. Generalmente son personas que llevan una vida ordenada, bien vistas en su trabajo, bien «adaptadas» en su vida familiar, lo que contras- ta con la vida wescandalosa» que a menudo llevan los hom- ‘bres transexuales. Esto conduce a que algunos médicos que tratan a mujeres transexuales digan que el verdadero tran- sexualismo es femenino, y que los otros, los hombres transe- 95 -xuales, son prostitutes a quienes sélo les anima la aficion al me igual que para los hombres, se plantea el interrogante del diagndstico diferencial. ;Qué relacién existe en las muje- res entre el transexualismo y el travestismo por una parte, y homosexualidad por la otra? : " Loque ractervza al travestismo en el hombre y permite distinguirlo del transexual es la excitacién sexual que provo- cael hecho de vestir prendas del sexo opuesto, ast como I dimension siempre presente de la mirada del otro, eventual- mente pasmado por Ia revelacién del verdadero sexo, oculto bajo las ropas. Ahora bien, esta dimension esta ausente en Jas mujeres. En ese sentido no hay travestismo femenino, En las mujeres que se visten de hombre, ello no suscita ninguna exaltacion sexual, Por otra parte, la revelacién eventual de ‘su sexo mas bien es motivo de confusion y verguenza. Para Stoller no hay duda posible: una mujer que permanentemen te se viste de hombre no es un travestido, es una transexual. La relacién con la homosexualidad es mas compleja. ‘Ante todo, la catexis libidinal del objeto sexual es mucho mas frecuente en ellas que en los hombres transexuales, que tienen poco 0 ningun deseo, y que a menudo parecen tener relaciones sexuales con hombres esencialmente por Io que ello significa en cuanto a reconocimiento de su femini En la biografia de mujeres transexuales, en cambio, el re- cuerdo de la emergencia de inquietudes sexuales por las mujeres en la pubertad, 0 antes, es constante, a tal punto que ha sido posible sostener que el transexualismo femenino era una forma de negacién de la homosexualidad, bajo la forma: «es imposible que yo, una mujer, desee a una mujer, por tanto soy un hombre». La eleccién de objeto sexual estaria pues primero, y condicionaria la identificacion como defen- Fa. No obstante, no parece ser tan simple. Aun cuando esta dimension tenga sin duda un efecto de reforzamiento de la fdentificacién masculina, sin embargo esta ultima parece oy rel primet volumen de Sex and Gender, Stoller hace del transexualismo femenino un problema de identificacién: resultaria de una especie de simbiosis con el padre. La etio- 96 logia seria de alguna manera inversa a la del transexualismo en él varén, La pequefia transexual habria tenido mas con- tactos fisicos desde su nacimiento con su padre que con su madre. Si en el transexualismo masculino la madre esta demasiado presente y el padre ausente, inversamente en el transexualismo femenino la madre estaria ausente y el padre excesivamente presente, «Esto indica, concluye Stoller, que tal vez una presencia excesiva del padre y una ausencia excesiva de la madre masculinizan a una nifta, Asi pues, se podria plantear la hipotesis de que el transexualismo es mucho més raro en las nifas que en los muchachos porque es mucho més verosimil que haya una madre excesivamente proxima, antes que una madre ausente y un padre excesiva- mente proximo», Sin embargo, en el segundo volumen de Sex and Gender Stoller modifica su enfoque, y enuncia la hipétesis de una proximidad estructural con la posicién homosexual. La hipé- tesis de Ia simbiosis con el padre no se sostiene, ya que cuando éste comienza a interesarse por la criatura a menudo han pasado los primeros aios de la infancia. Por otra parte, la madre no esta ausente como objeto de amor para esa nifia, a quien segtin su manera de ver el padre pone en una posicion de suplencia. Frecuentemente, dice, las mujeres transexuales tienen el fantasma de salvar a una bella mujer en peligro, y obtener su amor. A partir de sus estudios complementarios del transexualismo femenino, Stoller llega a considerarlo como la consecuencia de un estimulo sistematico de Ia mascu- linidad por parte del padre en particular, y como el efecto de lo que llama «shaping», la formacién, que también puede estar en los origenes de la feminizacion en el varén, pero que es estructuralmente diferente del transexualismo masculino puro, definido a partir de la simbiosis. La importancia del «condicionamiento», segiin las pala- bras de Stoller es manifiesta de cualquier modo en el caso de «ginandria» relatado por Kraft Ebbing, que parece corres- ponder perfectamente a nuestros modernos transexuales. Fue un caso célebre en su tiempo porque acaparé la atencién de la prensa a raiz de un proceso entablado a un tal conde V. Sandor. Habia sido acusado por su suegro de falsificacién 97 ©G88GODOOCHOOHOCHOO®O OCOOSCHOKOHOCOE ee y usurpacion de tierras, Por otra parte, la ceremonia en la ‘que se consideraba que habia desposado a la hija del quere- lante habia resultado ser ficticia. Por anadidura, el quere- llante le acusaba de ser una mujer travestida de hombre, V. Sandor fué detenido, y en el examen efectivamente se lo reconocid como de sexo femenino. Vivia como escritor bajo ‘el nombre de conde Sandor V., y en realidad era la condesa Sarolta V., miembrode una antigua familia de la aristocracia hungara. Desde su mas tierna infancia dicha Sarolta habia sido educada como varon por su padre, quien habia hecho lo contrario con su hijo, a quien trataba como a una nina. A Sarolta la lamaba Sandcr, le habia ensefiado a montar, a ‘cazar, a conducir caballos y el manejo de las armas. A los doce afios, una abuela a la que habia sido confiada la envio a tun convento de nifias con la esperanza de que le corrigieran sus maneras virles. Sucedio lo que debia suceder. Sarolta Se enamor6 de una interna, una joven inglesa pelirroja a la ‘que declard ser un varén bajo sus ropas de muchacha, y se la llevo consigo. No se sabe muy bien que fue de esos amores. Sin embargo, después de esto Sarolta obtuvo de su madre el permiso para volver a ser Sandor, vivio como varon, recibio tna cuidada educacién y realizé largos viajes con su padre, frecuentando con él los cafés y los burdeles. Sandor habia tenido numeroses aventuras con mujeres, en general bastante mayores que él, solitarias, ya veces de reputacion un tanto dudosa. Con frecuencia inconstante en sus amores, habia mantenido no obstante una relacion de tres afios con una dama, con la que contrajo matrimonio y vivid maritalmente, La abandono por la hija del hombre que le entablo el proceso que la desenmascard. A los veintitrés afios, edad que tenia en la época del proceso, Sandor-Sarolta habia vivido siempre ‘como hombre, a excepcién del afio que paso en el convento, y desde los trece afios no se habia quitado las ropas mascu- linas. Era escritora y colaboraba en los principales periddicos de su pais, pero siempre habia vivido de manera dispen- diosa, contrayendo numerosas deudas en el transcurso de sus viajes y conquistas. Simulaba con trapos un pene bajo sus Topas, y para montar a caballo fingia necesitar un suspen- 98 sorio a fin de justificar los vendajes que en realidad servian para mantene’ el priapo. Conseguia pasar muy bien por un hombre, incluso ante su familia politica durante el largo noviazgo con su ultima conquista, La muchacha estaba muy enamorada, y la pareja vivi6 feliz hasta que el suegro presen- tla querella. En una carta dirigida a Sandor, su «esposa le participaba su deseo de tener un hijo de él. Sandor-Sarolta perturbé considerablemente a los médi- cos legistas con quienes tuvo que verselas. Vestida de mujer por primera vez on diez aos se sentia a disgusto, y también los incomodaba a ellos por su aire viril con esas ropas que parecian prestadas. En cambio no bien se decidieron a tratar- la como hombre, las cosas fueron mucho mejor para ambas partes: Las relaciones con Sandor hombre tienen lugar con mucha mas desenvoltura, naturalided y correceién aparente. La propia acusada lo siente asi, Se vuelve més franca, mds comunicativa, mas suelta en cuanto se la trata como hombre». Interrogada acerca de su sexualidad, declara no haber experimentado jamas la menor atraccion fisica por los hom- bres. Sus primeras emociones sexvales las tuvo con Ia ingle- sa pelicroja del pensionado. Sus suetios erdticos s6lo afectan a las mujeres, y ella se pone en situacién masculina, No practica el onanismo, «indigno de un hombre», y jamas se ha dejado tocar los érganos genitales, Se satisface sexualmente con el goce que proporciona a su compaiiera. Dice haberse sentido muy angustiada cuando fue obligada a vestirse de mujer en la prision. El examen fisico muestra un cuerpo poco desarrollado, aunque muy musculoso, con caracteres secundarios muy poco marcados, Puber tan solo a los diecisiete afos, tiene unos senos casi inexistentes, caderas de muchacho y carece de cintura. Su sexo es completamente femenino, pero se ha quedado en el de una nifia de diez aitos, , El tribunal pronuncié la absolucién, Sarolta regresé a sus sopas masculinas y volvié a vivir en Budapest. Los habitos sexuales de Sarolta son tipicos de las tran- sexuales. En efecto, a diferencia de las homosexuales «clé sicas», las transexuales se oponen a que sus compaferas toquen las partes femeninas de su cuerpo, Esta es la razén, 99 por otra parte, de que escojan mujeres que no son homose- xuales: quieren ser amadas como hombres, y por mujeres ‘que gusten de los hombres. En tanto les es posible fas tran- sexuales buscan —llegando a la impostora, como Sarolta— pasar porhombre ante sus amigas. Esto difiere notablemente de la posicién homosexual, tal como se la describe por ejemplo en Un caso de homosexualidad femenina de Freud, donde Ia exclusion de la virilidad se manifiesta en el interior mismo de la relacién homosexual. En lo que hace a la homo- sexual, ésta se propone demostrar que se puede amar ¥ desear a alguien por lo que no tiene, y que el Organo mascull- no no es de ninguna manera indispensable para el amor. Las transexuales en cambio, parecen en cierto modo cerradas @ esta dialéctica de la falta. Paracellas la viriidad es lo que no podria faltarles. 100 CAPITULO X VICTOR Y ALGUNOS OTROS: LA ESPERANZA «Uno de esos hombres ante fos cuales la Naturaleza puede erguirse y decir: iHe aqui un Hombre!». Shakespeare, Julio César Epigrafe de la novela de Villiers de PIsle Adam, £/ deseo de ser un hombre, 000000000 000000 000000000000000 »@e0 El cabaret Le Monocle en 1930, Las mujeres transexuales son homosexuales? Foto Roger Viollet He tenido ocasi6n de entrevistarme con cierto mimero de mujeres transexuales. Dichas entrevistas tuvieron lugar a peticién mia, y fuera del marco analitico. Durante cerca de tn afo vi a varias de ellas con cierta regularidad, y su trato me permiti darme cuenta de la gran diversidad que existe. Si en los hombres la homogeneidad clinica constituye ya un problema, la disparidad de los casos es aun mds clara del lado de las mujeres. Consultando la muy reducida literatura psiquidtrica acerca del tema, se constata ya que en el marco de la nosografia cldsica el abanico se extiende desde mani- festaciones claramente psicdticas a una sintomatologia de tipo histérico. Los delirios de transformacién corporal, fre- cuentes en los hombres, no faltan del lado de las mujeres. Algunas veces se encuentra en ellas In conviccién de poser interno, conviccién que constituye la base de su ién transexual. Otras, la demanda transexual esconde tn delirio hipocondriaco. Ademés, por poco que el deseo de tun tercero se preste a ello, la demanda de transformacién de 103 sexo puede muy bien tener su origen en Ia vacilacién histérica concerniente al propio sexo, Mencionemos también la gran propension de las mujeres a recurrir al ciryjano, tanto para obtener Ia rectificacién corporal que ajustaria su imagen a su ideal, como para la ablacién de tal o cual érgano, las més de las veces perteneciente al aparato genital. Se ha advertido la importancia que tiene la apariencia para los transexuales, a tal punto que a veces parece que su demanda se reduce a la conformidad de aquella con sus deseos. Lo que esencial- mente contaria para los transexuales hombres o mujeres seria la apariencia, de modo que los juristas, siguiendo’en eso la opinién de los especialistas, consideran la posibilidad de conceder el cambio de estado civil a los transexuales no ‘operados que presenten el aspecto del sexo escogido. Para los transexuales, el habito hace al monje y conciben la forma exterior del euerpo como otto traje, retocable a voluntad. En este aspecto la relacidn de los transexuales con su propio cuerpo no es muy diferente de la de los candidatos a la cirugia estética, y en particular de la de esas mujeres que hacen la fortuna de los cirujanos offeciéndoles la rectificacién de to- das las partes de su rostro y de su cuerpo. El predominio de la imagen en la relacién de las mujeres con su propio cuerpo constituye su punto en comiin con los transexuales de ambos sexos. Esta primacia de lo imaginario se explica si se considera la carencia estructural de un signi- ficante de la feminidad en el Inconsciente. Esto es lo que atormenta en particular a Ia histérica, victima de una interro- gacién sobre lo que funda entonces el ser de la mujer. La falta de apoyo simbélico produce un movimiento de rotacion sobre lo imaginario, y el aumento correlativo de los ideales. ‘A falta de significante, las mujeres ideales comienzan a pulular, con la tirania que ello trae aparejado, Las mujeres transexuales, por el contrario, buscan aco- modarse a una imagen viril. Esto no las opone forzosamente las histéricas, a quienes la interrogacién acerca de su identidad puede conducir a una identificacion imaginaria con el hombre. Uno se coloca det lado hombre por no saber como situarse del lado mujer: lo que es una manera de zanjar el problema, segiin las palabras de una de ellas. 104 De las transexuales que he encontrado, ninguna presen- taba sintomas psicéticos manifiestos. El encuadre de las entrevistas mantenidas con ellas no me ha permitido llegar a una localizacién estructural de tipo analitico, por lo que no se tratard aqui de diagnésticos. Sin embargo, me ha pare- cido que la problemdtica histrca no era senda algunas de ellas. Las transexuales que vi me hablaron siempre de buena gana, aceptando sin reticencias las entrevistas que les propo- nia. La tnica excepcion fue una que estabs a punto de hhacerse operar, a la que visiblemente no le interesaba ver cémo volvia a debatirse su decisién, y que se cerraba a cualquier profundizacién del tema. Las otras ya estaban ope- tadas cuando las encontré, y recordaban no sin orgullo las pruebas superadas. A primera vista, hablar de la aventura de su vida respon- dia al deseo de dar a conocer su causa y hacer que se re- conozea el sentido de su lucha. En todo caso, parece que a falta de una identificacion viril habian conquistado una iden- tidad transexual, a través de las batallas libradas a veces en comin, Despuiés de haber luchado por que se reconociera su deseo de cambiar de sexo, para obtener los certificados psi- quiatricos necesarios, después de los sufrimientos de las miil- tiples operaciones, despues de las dificultades de toda clase con la familia y el medio profesional para que aceptaran el ‘camino que escogieron, atin les faltaba la lucha por conseguir el cambio de estado civil, que en cierta manera era la culmi- nacién de su proyecto. Y para ello, obtener una reforma Juridica que reconociera el transexualismo como realidad de pleno derecho, y que las leyes lo tuvieran en cuenta, Al ofrecimiento que yo hice de aquellas entrevistas co- rrespondi6 asi, de parte de elas, una demanda de recono- cimiento de la existencia del transexualismo, del que eran testigos, y también martires, Solo en segundo lugar hacian valer la demanda de ser reconocidas como hombres, libera- das al fin de su cuerpo de mujer. Esta preocupacin por hablar en nombre de la causa del transexualismto explica, en parte, el cardcter bastante superficial de la informacion pro- porcionada en lo que conciemne a Ia historia personal y en 105 GPOOHSHHOHOHSHHHSHOHHHOHDHDSOSHCHOOHOHDOOLCOOCED particular a la infancia, Ante todo se trataba de dar con- Eistencia a esa entidad del transexualismo que justificaba sus pasos, y proporcionar las pruebas, tanto de su existencia ‘como de la pertenencia de quien me hablaba a aquella cate- goria clinica. ‘Las biografias que presentaron fueron sin duda retocadas ccon ese fin apologetico, y por lo tanto, quedan bastante este- reotipadas a efectos de adecuarse a los grandes rasgos del cus- dro transexual: siempre se sintieron va'én, de nifias tenian jue- 08 de varén, nunca desearon sino a mujeres, siempre tuvieron ‘horror por las caracteristicas femeninas de sus cuerpos, en el que se sentian como en una prision. Desde que tuvieron ‘conocimiento de la cirugia transformadora quisieron cambiar dde sexo, Sufrieron mucho tiempo sin saber que sufrian por: ‘que eran transexuales, y cuando alguien se lo dijo (siempre esta ese momento de encuentro con un médico que pronun- cia el diagndstico) comenzaron a esperar. ‘Aqui, el nombre dado al sufrimiento psiquico trae al mismo tiempo la idea de su posible solucion. Esta nomina- cién les.confiere una identidad a la que desde ese momento quedan aferradas, y que ya no aceptan volver a discutir. ‘Algunas llegan a reconocer que las operaciones no han he- cho de ellas los hombres en que esperaban convertirse, pero esa identidad transexual no se ve alterada por las decep- ciones. ‘No todas tuvieron la vida aventurera, hecha de impos- turas diversas, de la hiingara Sarolta, Pero bien el relato de 30s infancias es convencional, sus vidas adultas demuestran ser muy distintas. Victor por ejemplo, al que encontré cuando tenia mas de cuarenta afios, habia vivido como mujer hasta pasada le treintena. Habiéndose casado muy joven tvo tres hijos de su marido, con el que vivio durante quince afos. Victor presen- ta ese matrimonio como el resultado de vn sublime desafio. Todo el mundo alrededor de la muchacha que era entonces declaraba que jamas se casaria. «Decian que era un homo- sexual», dice (uno siempre se pierde en la confusion de los ‘géneros con los transexuales): La muchacha rechazaba feroz- mente su feminidad, llegando incluso hasta @ hacer gimnasia 106 con pesas para intentar disimular sus senos por medi desarrollo de los peciorales, Ese matrimonio inbies ropes sent para Victor la ocasion de hacer frente a su padre, que parece no haberlo visto con buenos ojos por razones confu- sas, tal vez relacionadas con los origenes étnicos del novio. Sin duda tampoco fue ajena a esta situacién la interven- cin de un médico de la familia, consultado a raiz del males- tar psicoldgico de Victor; leno de buenas intenciones, le hubria dicho: cisese, se le pasard. Algunos aos mas tar- de también a tuo teapedtico le aconsearon que tuviese jos. Parad6jicamente, ese matrimonio fue un éxito a ni buen entendimiento entre Victor y su marido. ate soca dos hombres que viven juntos», comenta, y cuando tuvieron, nifos se aseguraron la syuda familiar necesaria para suplirla poca inclinacién de Victor por la matemidad, lo que los ddejaba libres para salir como compaieros. Victor profesa una enorme estima por su marido, del que dice que era wver- daderamente un hombre». Ante mi pregunta sobre qué enten- dia por tal, respondié que aquel hombre jamés habia inten- tado imponerie rélaciones sexuales, las cuales eran muy raras entre ellos. A pesar de esto su esposo le fue fiel. Cuando se divorciaron, en el momento en que Victor se hizo coperar, recomends vivamente a su marido que se casara al fin con una «verdadera mujer. Esta estima por su marido contrasta con el desprecio de tor hacia su padre, a quien presenta como a alguien ual especeimeni nt eases series on a ma , que le imponia sin miramientos, A Victor le par sexualidad de ese padre se reducia a la Sasaceton a ana necesidad. La madre habia hecho un «matrimonio de conve- niencia» y no amaba a su marido, pero se sometia a él. Victor reprocha a sus padres Ia falta de deseo en su union, y un dia lanza a su padre: «Su hubieses pensado en lo que hacias cuando me concebiste, yo no habria llegado a esto», Igualmente, atribuye a la falta de amor de su madre por su padre una parte de la responsabilidad de su transexualismo. Tuvo un hermano menor hacia el cual niega todo sentimiento de celos, y sin embargo era un varén que sus padres habian 107 deseado, cuando la nifia que entonces era Victor ya habia nacido. ‘En la adolescencia se enamora de una profesora y de las compatieras de clase, de un modo que no parece muy dife- rente de los clésicos amores chomosexuales? de Ia puberiad: tal es cOmo se entretiene en clase, con su amiga del alma, ‘eambiando la «identidad». No tuvo relaciones sexuales con mujeres antes de hallar- se provisto de un «penen que le construyé un cirujano. Un Gia me dijy que para no ser como su padre no habia querido ‘aocarm a una mujer. Cuando ain estaba casado, una gineco- Joga a la que consulto recomendo como remedio para sus su- Frmientos psiquicos que tuviera relaciones sexuales con mu jeres, considerando que Victor padecia de rechazo a su homo- ‘Sexvalidad, Sin duda tenia ideas precisas sobre la manera en que se levantan los rechazos. Victor intent6 ponerlo en pric: fica, pero no legs hasta el final ya que le acometieron violentas nauseas. Antes de iniciar el proceso de transforma- tin Vietor pensaba que puesto que tenia un cuerpo que no fra el suyo, Segin sus palabras, ninguna mujer debia tocarlo Tampoco soportaba verse desiudo en un espejo antes de que las primeras intervenciones quirirgicas lo libraraa de sus se: os Por otra parte la sexualidad no le interesa gran cosa: el transexualismo, me decia, no es una cuestién de sexo sino de identidad, Por su parte, se contentaria con ternura y afecto, pero supone que eso no satisfariaa sus compatieras, y ademas, Pin duda para el la sexualidad forma parte de la virilidad. ‘Tras la operacién, que consistid en la plastica de un pene, tuvo una relacion con una mujer joven que encontro en un loval nocturno para homosexuales. En la época en que man- tuve las entrevistas con Victor se hallaba en un periodo de {ransicion, las operaciones no estaban completamente acaba- das y por lo tanto ain no habia hecho las gestiones para modifiear su estado civil. Por entonces frecuentaba casi ex- Clusivamente a otros transexuales, con quienes iba a estable- Cimientos para homosexuales. Esto es algo que me confeso po sin reticencias, ya que pensaba que.contribuiria a reforzar Ta tesis segiin Ia cual el transexualismo no es més que una homosexualidad negada. 108 Una vez estuviera terminado el proceso de transforma- cién, Victor se proponia romper con el medio transexual y con todas las relaciones que hubiera hecho en ese periodo de transiciOn, para vivir en un medio que sélo conociera de él su identidad masculina. Aparte de los transexuales, Victor solo tenia relaciones ‘con mujeres. Con dos de ellas parece haber tenido un vinculo privilgiado: por una parte «su madrina» a la que Hlamaba umadrecitay y a cuya casa iba a pasar sus periodos de convalecencia después de las operaciones. Esta mujer, que era una sefiora de edad, le daba —decia-- lo que su madre Jamas le habia dado, Era viuda, y frente a ella Victor hacia de hijo amante y devoto. Por otra parte, sentia un amor platonico por una joven a la que admiraba mucho, y de la que secre‘amente esperaba que le amara cuando por fin se hubie- ra convertido en un hombre. Su vida sentimental se hallaba escindida, de un modo bastante masculino, entre una rela cion sexual con una mujer poco apreciada y un amor no cara por ora con la que sofaba 1.e1 plano profesional, Victor estaba lo que se dice bi adapiado’ Desde hacie mucho tiempo trabajaba Samco table en una empresa de bisuteria donde habia conseguido leone cambio de sexo, y dedicaba su tiempo libre a la intura. E| pasado de Victor estaba muy poco de acuerdo con el retrato tipico de la mujer transexual. No vivid toda su vida procurando hacerse pasar por un hombre, como Sarolta. Su infancia no se corresponde con las que describe Stoller. No gor de una relacin privilgiada con su padre. Este no rece haber sido el caso i pases tates de ninguna de las mujeres transe- Sin embargo, una pequefa anécdota muestra una identi- Beata recor con su padre A la eded de cuatro ‘oa plantar unas patatas imi querer plantar unas p itandoe,reeie de éste une Su relacién con las mujeres no deja de ser esclarecedora en lo que concierne a la posicién de la mujer transexual, El tono de devocién caballeresca de sus relaciones es sorpren- dente, y concuerda con las indicaciones de Stoller al respec- 109 lo @ e e@ @ ° e @ e ° e @ @ @ to, El deseo de la madre prevalece también aqui, y lleva a ‘Victor a presentarse como el hombre que le hacia falta. Después de su operacién, un dia le eché en care: équerias tun vardn, pues bien, lo tienes», Fue como vardn que Victor se vio obligado a ser el falo, y que éste fue el objetivo de su busqueda queda confirmado por la manera en que habla del resultado que esperaba de una construccién penia- na: «es, dice, como un rompecabezas, donde ain falta la Ultima piezan, Esté claro que se trata de tapar un agujero, de realizar esa completud, lo que seftala la naturaleza falica de su identificacién. Asimismo relata una anéedota‘de su in- fancia, cuya insignificancia contrasta con la importancia que €l le atribuye: su madre le habria pedido que cosiera un botsn, lo que entonces le parecié especialmente intolerable. EI parentesco con la posicion transexual masculina, que se revela aqui en la identificacién al falo, es aia mas sor- prendente en otra transexual a la que llamaré Enrico, que se apoyaba en el Fantasma de «ser el hijo castrado, castigado, de un Padre Dios», También se llama castracién a la abla- cidn de los ovarios y del titero, pues la castracion peniana y la que afecta a los organos sexuales femeninos son equivalentes. En efecto, en ambos casos se trata de borrar las marcas de la la virllidad puede consistir en despreciar el érgano, La reduc ccjdn del falo al pene constituye el problema del transexua- lismo femenino, y es esto en particular lo que lo distingue de Ja homosexualidad femenina, Si la homosexual pretende distinguirse ofreciendo lo que no tiene a alguien que tampoco lo tiene; si Se apoya en el Gesafio consistente en mostrar como debe amarse a un hom- bre, el padre, quien cree que para ello basta con dar fo que se tiene; si se propone precisamente hacerle saber que es inca- paz de dar lo que no tiene, es decir de dar a la mujer la pruebe de su propia castracion, lo que le permitiria a ella. asumir su privacion y gozar de la misma; las mujeres tran- sexuales, en cambio, no parecen més capaces que el hombre a quien la homosexual da una leccién— de ofrecer lo que les falta. Parece que para ellas, como para sus homélogos mascu- linos, la dialéctica del don falico esta bloqueada por la con- fusion entre el drgano y el significante. La mayoria de ellas, sin embargo, no estan atadas ala demanda del érgano. A menudo se contentan con la erradi- cacion de las partes femeninas de sus cuerpos, y con la apa- riencia viril que les confieren las hormonas masci y aplazan la posesin de un pene para un futuro indetermi- e diferencia de los sexos, en tanto ésta significa la incompletud nado. Como Albert, que lleva barba y ha conservado un sexo e y constituye un obstaculo para la identificacién falica. Tras cde mujer, pero ha obtenido en Holanda, de donde es origina- e ia ablacién de los senos, Enrico experiments el «absurdo rio, el cambio de su estado civil. Este introduce un matiz temor», dice, de que volviesen a crecer. diferente en el retrato tipico de la transexual: en su infancia, ° ‘Sin embargo, la aspiracién de igualarse al falo es muy desesperado por ser una chica, esper durante mucho tempo @ comun y compartida, y como tal no da ninguna indicacion ser hemmafrodita, esperanza que destruyé la pubertad, a par- e estructural. Por isola no permite asiilar Ia posicin de las tir de la cual dice haber «bloqueado» las cosas no haber myjeres transexuales a sus homologos masculinos. Parece pensado mas en ello, Enamorado de su maestra de la escue- e que la problematica de Victor, en particular, esta centrada en la, robo unas frutas en el jardin de su padre para regalérselas. e la cuestién del padre de un modo anélogo al que podemos. En la adolescencia se enamoré de una mujer con la que vivié > encontrar en Ia histeria, Al atacar la virilidad del padre, i ‘durante diez afios, hasta la muerte de ésta. En el transcurso @ Victor se propone demostrar a su manera qué es un hombre de las relaciones sexuales que mantenia con ella conservaba © digno de tal nombre. Lo que plantea un interrogante son las | ‘sus ropas, negandose a desnudarse y a que ella tocara sus vias a que se recurre. En efecto, para este genero de demos- | organos genitales. Desde hace ya varios afos no tiene rela. @ traciones las mujeres saben prescindir del organo viril real, | ciones sexuales, pues la imposibilidad de penetrar a sus com- @ por lo mismo que para ellas se trata precisamente de distin- | paiieras le provoca cada vez una dolorosa rebeliér, asi como e guir, y hasta de oponer el pene y el falo, y de demostrar que | la impresion de un inmenso vacio que lo paraliza, «Es como e no Wi @ sicayera en.un agujero sin fin, dice. Ante ese miedo frente al ‘yacio, estoy perdido», Albert difiere para mas adelante la adquisicion de un pene, puesto que confia en que los progre- sos hardn posibles los injertos de este organo. Sablendo que Ja consanguineidad aumenta las probabilidades de éxito de los injertos, pidié a su hermano que fuera el donante en caso de que éste muriera primero. Vive con esta esperanza, y se ‘arma de paciencia. Cuando nifio fue descuidado por sus padres, quienes lo confiaron a una abuela para que lo criara, fen cambio a un hijo que vino después lo conservaron en el hogar patemo. A los dieciocho aos su. abuela, a la qué contaba sus problemas, le dijo: «si te sientes hombre, no tienes mas que vivir como un hombren, ¥ es lo que hizo, En tanto Victor hacia suya Ia teoria segin la cual el origen del transexualismo seria una anomalia congénita, resultado de tuna impregnacién hormonal fetal, Albert admite la eventua- lidad de otto tipo de causalidad. Timidamente expresa el deseo de comprender lo que le ha ocurrido: «no querria morir idiota», dice. “Michel, que estudia medicina, tampoco tiene prisa por hacerse hacer un pene. No le parece que las técnicas estén a punto y prefiere aguardar, Tiene veinte aios, y ya ha obteni- do los certificados psiquicos necesarios para las intervencio- nes quirirgicas. Toma hormonas masculinizantes. Vive con luna mujer, y desde que su clitoris se ha desarrollado al tomar testosterona, acepta que ella lo toque. Preocupado exclusiva- mente por las diferentes gestiones necesarias para su trans- formacion, habla de si con reticencia, y declara que ya no quiere analizarse, «pues si no, no se hace nadan. En la adolescencia fue tratado por una psicologa que le objetaba {que no existe identidad psiquica completamente masculina o femenina, con lo que esta de acuerdo, Sin embargo no puede ser una mujer, y como no hay un tercer sexo, dice, debe situarse del lado hombre, «es un mal menor, agrega, y es absolutamente necesario decidirse». Esta aspiracion a un tercer sexo esta mucho mds presente de lo que los estereotipos que se refieren al transexualismo dejan suponer. Si algunas mujeres transexuales no renuncian de virilidad, a menudo se revela que dicha reivindicacion esconde la esperanza de escapar a la dualidad de los sexos, Lo que los transexuales pretenden es pertene- cer al sexo de los angeles. Una con quien hablé me dio una imagen muy rigurosa de esto. No obstante las demas, que la conocian, no la consideraban de las suyas y la calificaban de «afeminada». Esta persona, de un porte indiscutiblemente masculino, llevaba unos anilios bastante llamativos, lo que el rigor de las otras transexuales en materia de masculinidad condenaba, La exclusién de que era objeto puede indicar una diferencia de posicidn estructural. Con todo, me parece que su caso representa mas bien un ejemplo paradigmatico, y mues- tra claramente, conforme a sus pretensiones por otra parte, una cierta verdad del transexualismo femenino. COSHH HOHHHHHHHHHHHHHOHHHOHOHHOOCOOOLED CAPITULO XI GABRIEL O EL SEXO DE LOS ANGELES El Fuetasexo: sobre ese hombre especulé el alma. Lacan, Aun - Ed. Paidos, p. 103 Le llamaré Gabriel, un nombre de arcéngel que se ajusta a su deseo de no ser mAs que un espiritu puro. Fue el nico que tomé la iniciativa de entrevistarse conmigo. Sabiendo que yo habia visto a unos cuantos de ellos que le hablan hhablado de mi trabajo, me telefoneo un dia con el objeto de encontrarse conmigo paca restablecer, segun sus palabras, la verdad sobre el transexualismo. Temia que yo fuese engafa- da por los otros transexuales y deseaba librarme del error, pues no soportarba la idea de «que se dijera cualquier cosa sobre el transexualismo. Llegé a la cita con traje de hombre (los transexuales se visten preferentemente de este modo tradicional, pues las ropas masculinas més informales, en efecto, estan menos marcadas por la diferencia de los sexos), con una barba de chivo, el aspecto indiscutiblemente mascu- lino al igual que la voz. De entrada me declaré: «la verdad sobre el transexualismo es que contrariamente a lo que pre-~ tenden en general —tener un alma de hombre prisionera de 17 ©000000000000000000 C0O8CC8COCO eee jer (0 a la inversa)— los transexuales no son ar clmete a niteronesy, Esta es la diferencia que Gabriel quiere que se reconozea. «Los transexuales son tnutantes: diferentes de una mujer cuando es completamente mujer, diferente de un hombre cuando es completamente un hombre. Yo siento, y sé, dice, que no soy una mujer, tengo la impresiOn de que tampoco soy un hombre. Los otros transe- xuales juegan un juego, se hacen el hombre.» Gabriel nunca $e sintié hombre, sino que porque estaba seguro de no sentir- ‘se mujer se dijo hombre. La desgracia de los transexuales, segtin él, es que no haya un tercer término, un tercer sexo. La sociedad seria Ia gran responsable de esta bipolarizacion, cuya violencia sufren los transexuales. ; ‘Se habla hecho operar hacia unos afios. La operacion consistié en Ie ablacién de los senos y los organos genitales (ltero y ovarios). Sigui6 un tratamiento de hormonas mascu- linas que le dio la barba y una voz més viril, pero no trato de hacerse colocar una protesis peniana ya que, dice, «querer un sexo es algo obsesivo, eso no tiene nada que ver con la identidad». Después de las operaciones tuvo la impresion de haberse voelto «mas monstruoso» que antes, pero paradé- jicamente se sentia més equilibrado: «me encontraba més {interesante antes que ahora, pero ya no tengo esos descensos infiernos que padecia en otro tiempo. eg ira Pet nas No explayé mucho sobre el tema, y dio muestras de una marca da indiferencia por su infancia, indiferencia corriente en los transexuales que he visto, Una hermana tres aftos menor que 4, fue, dice vel amor mas fuerte de mi vida: mis tendencias se Gesarollaron a partir de ella. Tenia ganas de defenderla ‘Como un caballero con su espada. No queria que nadie se le acercara y creo que también para ella yo lo representaba todo, Mi hermana pequefa era como mi hija, como si yo hubiese sido su padre». Declaré haber querido ser un hom- bre para su hermana, quien le deja sofar que terminaran sus ae aaintd a su madre como a una persona depresiva, enferma carscterial, que levaba los pantalones. Era «el hom- bre de la familian, dice, y ante mi pregunta sobre lo que 118 aquello significaba para él, respondié que consistia en asumir las responsabilidades materiales y morales, El padre no vol- via de su trabajo més que el fin de semana. Se comportaba «como un principe habituado a ser adulado por sus herma- nas». Gabriel lo consideraba una molestia y aguardaba su partida con impaciencia, El padre imponia a la madre rela- ciones sexuales que ella consideraba como una carga (en las mujeres transexuales es corriente el recuerdo de esta ‘queja materna). La misteriosa desaparicién del padre de su ‘madre, cuando ésta nacié, parece haber tenido gran importan- cia en el discurso materno. Ese abuelo habria sido asesinado, y Gabriel asocia la depresion de su madre a esta historia familiar. De nif era un varén frustrado, pero no percibia la rencia de los sexos: «jams envidié a mis compafieros varo- nes, para mi no habia sexos bien establecidosn. No tenia juegos sexuales (Ia ausencia de éstos en los recuerdos de los. transexuales es habitual), pero recuerda un fantasma: «ver el trasero de las nifias», confidencia que habla hecho a su hermana. Sélo se sentia bien-en su casa, pero también era alli donde se sentia menos él mismo. Recuerda una penosa impresién de pasividad, y no haber soportado sino como un enorme tormento las manifestaciones de ternura de su me- dre. Le horroriza que se exija algo de él, «como una deudan, aun cuando necesita que se espere mucho de él En la adolescencia se enamoré de una muchacha, y declaré a sus padres que queria hacerse operar para conver- tirse en un varén y fundar un hoger, La madre le respondio ‘que era imposible. E! padre le llevé a consultar a los médicos, para que verificasen su sexo anatomico. «No sé hasta qué [punto no pensé que yo estaba loco, y que él era el responsa- ble», Una hermana del padre habria estado intemada en un hos- pital psiquidtrico, Su padre, dice, fue en aquel momento su salvavidas, y por ello le guarda un emotivo reconocimiento. Al terminar sus estudios Gabriel entré a trabajar en una administracién donde suirié mucho, dice cometiendo un lap- sus, porque «las mujeres tenian prohibido llevar faldas» Siempre que podia se vestia de hombre, y sin saber si era realizable o no tenia en la cabeza la idea de hacerse operar 119 para cambiar de sexo. Tuvo varias relaciones estables con mujeres, a las que gustaba sentir superiores a él, «mds inteli- gentes», En un primer momento, dice, me interesaba cere- bralmente, luego erdticamente y sdlo mucho mas tarde venfa fa ternura. Pero entonces ya no podia acostarme con ellas, pues habria sido como un incesto.» En sus relaciones sexua- fos con las mujeres se negaba a que le tocaran o le desvistie ran, A lo largo de los aiios mantuvo frente a ellas la ficcién, rayana en Ia impostura, de que era un hombre «al que le faltaba una operacion para llegar a serlo por completon. Se las arreglaba para ocultar sus menstruaciones y disimular su sexo femenino. »Siempre he querido disimular mi cuerpo todo lo posible, dice. Incluso si me hubiese aceptado como mujer, no lo hubiera soportado.» Sin embargo, también dira que sisu cuerpo le molesta, es en la medida en que molesta a fos demas. Rechaza el diagnéstico de homosexuliadad en tanto no se considera como una mujer, pero a propésito de un ‘capitulo de sus memorias, que por entonces estaba escribien- do, expresa el temor de que al leerlas los demas piensen que simplemente era «un homosexual que no se asumia», [La muerte de su madre representé un vuelco en su vida. Durante mucho tiempo sufrié depresiones que, tras un inten- to de suicidio, Je levaron a apelar a los buenos cuidados de tuna psicoterapeuta, Ia que le dio la contrasefia que jamas esta ausente en la biografia de los casos que he conocido: sabe usted lo que ¢s, le habria dicho, usted es un transe xual (sic)». Este diagndstico decidié el giro quirurgico que tomé el asunto, De aquella psicéloga dice: «no me analizo: habria sido totalmente incapaz de hacerlo». Gabriel apunta que dos o tres aftos después de la muerte de su madre se sintié liberado, no s6lo del peso de su duelo sino también de la carga que ella habia sido en vida para él. Su madre le decia que la hacia morir, que la clavaba en la cruz «Pero, dice, tal vez era ella quien me hacia mori. Cuando hice aquello la odié, Mama no era feliz, y no queria que yo lo fuese.» ; : Fue el padre quien pago la operacion, Gabriel considera que ahora es peor que antes, que aquella intervencisn hizo de élun monstruo, y que desde entonces esta «jodido», pero a 120 pesar de todo piensa que era necesaria. En el plano social las ‘cosas son ahora mas faciles para él. Si la operacién noes una solucion, dice, la sociedad la impone. Ahora puede hacerse pasar sin problemas por un hombre, en tanto que antes su aspecto equivoco le llevaba a tener que suftir vejaciones a cada instante, «Si se niega la operacién a un transexual, se le condena a muerte, Es como si usted dijera: “hay un miembro gangrenado, pero no debe operdrselo".» En el plano sexual en cambio, el equilibrio d> antafo se ha roto. Desde la operacién Gabriel ya no tiene relaciones sexuales con mujeres, Se siente incémodo para seducirlas debido a esa apariencia masculina sin ambigiedades, que le deja todo el peso de prevenirlas de que el hombre, en él, es un hombre sin sexo que no puede presentar, como dice, «lo demas masculino». «Seria como un impotente que tuviera relaciones con una mujer», agrega. Trabaja en una agencia de publicidad donde es socio de una mujer con la que mantiene unas relaciones dificiles, particularmente desde que le ha confesado que es un transe- xual, Se siente muy afectado porque, segin piensa, a partir de entonces ella ya no lo considera como aun hombre. Esa confesién y sus consecuencias Io han deprimido profunda- mente. Tiene la sensacién de que no llega a asumir la rea- lizacion de sus proyectos, a mantener lo que promete. «En el fondo, dice, el transexualismo, esta ligado a la proyeccion de una imegen que uno tiene de sf, y que hay que sostener en relacién a la mujer que uno aman. No se puede erunciar mas claramente la importancia del registro narcisisia, y de la funcién del yo ideal en Ja posicién transexual Sobre ésta intenta explicarse cuidando Ia precision y el rigor, scsteniendo al mismo tiempo que es un enigma que no se llegara a resolver, y que él mismo no comprerde nada de los casos de los otros transexuales. «Es algo abstracto, dice, es como si fuéramos unos espiritus, como si no hubi¢ramos debido tener cuerpo, como si fuésemos complemento de algo, en alguna parte, Es como si las mujeres hubiesen sido amputedas de mi mismo. Frente a una mujer, es como sile faltara algo, y ese algo fuese yo. Yo sentia que era preci- SO que todas las mujeres se interesasen por mi. No busce- 121 POHOHOHHOHOHDHSHSHHSHOHHHOHOHOSHCHOHOSOOOHOOOHECE ba la mujer por Ia mujer, me sentia complementario de ella.» Pero después de la operacién esto ha canbiado, ya no se siente el complemento de una mujer. Y si ya no puede seducirlas, es porque no esté seguro de ser, o de tener, lo que les falta. Ya no las desea, puesto que no esta seguro de que ain lo deseen. «Ahora, dice, es otra persona, me siento diferente de elle.» Le parece que esta diferencia es lo que mejor caracteriza actualmente a su ser: «nosotros, los tran- sexuales, somos diferentes». Se siente un hombre diferente, ‘«aseguramente no una mujer, pero diferente de un hombre», y se considera superior a los hombres, porque en relacion a ellos tiene algo més, que es su proximidad a la mujer. En resumidas cuentas, un poco Tiresias. Gabriel enuncia de este modo, explicitamente, su iden- tificacién a la falta de la mujer, es decir al falo. Bajo esta luz se aclaran alguaos de sus enunciados: Si no se siente ni hombre ni mujer, es porque el falo no es ni masculino femenino. En tanto constituye el término en relacién al cual Tos dos sexos han de situarse, é1 mismo esté fuera del sexo. Sin duda cuando Gabriel se hizo operar, mas alla de su demanda de ser hombre aspiraba a encamar ese vacio de diferencia pura, esa Incorporeidad, en el sentido de los estoi- 0s que es el significante falico como significante de Ia di- ferencia, No se puede encarnar al falo sin la desaparicion de los caracteres sexuales, sin el intento de alcanzar, més allé del sexo, al ser abstracto, al ser-dngel de los espiritus puros. Podemos preguntarnos, sin embargo, por qué Gabriel no se mantuvo en Ia primera posicion de complemento félico que describe como la suya antes de la operacién. La muerte de su madre parece haber provocado, desde este punto de vista, una ruptura de equilibrio. ;Llegé a la operacién a fin de hacerse més adecuado para esa complementacién, o bien fue en relacién al duelo por su madre, por identificacion a la ‘mujes falica que ella era, segun sus palabras? 'No es raro en los transexuales de ambos sexos que el duelo por una relacién privilegiada con una mujer precipite al sujeto en la demanda transexual. Aqui, como sucede a menudo, a consecuencia de la pérdida del objeto el amor coderia su lugar a Ia identificacion, identificacion tanto mas 122 cobligada en cuanto que remite a una imagen de a omnipo- tencia En todo caso, la operacion de Gabriel tuvo el efecto de modificar su posicion subjetiva, Parece haber sido desaloja- do de la posicién de falo imaginario de la madre, ahora se siente separado de la mujer y no ya su complemento. Cuando dice que en adelante no tiene futuro, que esta «jodido», y agre- ‘ga que mas bien lo pasa mejor, no cabria ver un indicio de que Ta intervencion quirirgiea ha operado al mismo tiempo un corte simbolico, y que en él se ha efectuado una cierta asuncion de la castracion? No debe excluirse la posiblidad cde que una intervencion en lo real pueda tener efectos en el plano simbolico. Su coste; sin embargo, puede parecer exor- bitante, pues aqui Ia libra de carne no es una metafora. 123 CONCLUSION © 00000000 0OOC0H000000OOHHOH00H0008 Concluir es una necedad, decia Flaubert. En to que hace a los transexuales puede ser no sélo necio sino nocivo, dado lo que esté en juego de lo real, Por otra parte, trabajar sobre el transexualismo con los transexuales conduce a revisar no solamente los estereotipos a los que en cierta manera dieron lugar los trabajos de los pioneros, que construyeron la enti- dad transexual, sino también a emitir sucesivas hipdtesis, a medida que la realidad con que uno se encuentra desmiente las precedentes. Los hilos que uno sigue conducen a veces a resultados inesperados. Es asi como me habia parecido posible plantear Ia hipé- tesis de una diferencia radical de posicion de las mujeres transexuales en relacidn al transexualismo masculino. Unos quieren ser La Mujer, las otras ser ut hombre. La disimetria parecia evidente, Ahora bien, tras haber escuchado a mujeres transexuales, y en particular a Gabriel, me inclinaria mas bien a subrayar la proximidad de la posicién de los 127 transexuales dé ambos sexos en lo que concieme a Ia rela- cién con el falo y a la identificacién con lo que éste repre- senta mas allé del sexo, incluso, mas allé del cuerpo, Antes de la operacién las transexuales, al igual que sus homélogos masculinos, estarian idemtificadas al falo, identificacion posible a un goce que la existencia misma de lo Simbélico excluye. Esta posicion insostenible que no obstante las tran- sexuales procuran mantener desesperadamente, desemboca en la demanda de cambio de sexo. Sin duda esta demanda apunta inicialmente a consumar esa identificacién. Se ha visto tanto en el caso de Gabriel como en el de Jan Morris que la operacién, al contrario, tiene por efecto apartar al sujeto de ese lugar. Pero tal vez. la demanda de cambio de sexo correspondia a una tentativa de salir del fantasma de ser el falo, de atravesar el circulo de papel del fantasma con el pasaje al acto, y sobre todo de-escapar a Ia exigencia —im- posible de satisfacer— de ser el objeto del goce del Otro, ese Otro que no existe. Los hombres transexuales intentan en- contrar un limite a esa exigencia en su identificacion a La Mujer que viene a suplir al Nombre del Padre. LY las mujeres transexuales? Ellas parten, por el contra- rio, de que no pueden identificarse a La Mujer, y de ello coneluyen su imposibilidad de ser una mujer, desconociendo que el refugio de las mujeres se sitia en el lugar de la dehis- cencia que las separa de La Mujer. Es decir, la imposibilidad de su posicién, también para ellas. Desde este punto de vista, las mujeres tienen algo de transexual. ;Acaso Freud no decia que se devenia mujer a veces, y que no era tan simple? Las mujeres transexuales se refugian como en un puerto en una identificacién masculina, segun una logica del tercero exclui- : sino mujer, entonces hombre, Pero muy a menudo la operacién no aporta el mismo sostén que en el caso del transexualismo masculino. Las mujeres hallan su relacién ccon la castracién en lo real. Ahora bien, el ciruiano pretende desmentir esto, induciendo en Is mujer transexual una espe- ranza que la lleva a aferrarse en un «penisneid» sin reso- lucion posible; en efecto, situar en el fuiuro le adquisicion de tun pene funcional gracias al progreso de la ttenica, no hace sino redoblar el fantasma femenirio corriente de obtener un 128 dia el falo codiciado. No obstante, se da el caso, aunque parecer ser bastante raro, de que algunas de ellas, como Gabriel, leguen mediante la operacién a concluir que la castracién es un mal irremediable. Que el transexualismo se funda en el sentimiento intimo de ser mujer u hombre es una de las falsas certezas que los teetimanion de los transexuales permiten poner en tela de juicio. Hay otra certeza que es importante discutir: la de que el remedio al malestar de los transexuales no pueda consistir mas que en el cambio de sexo. Hemos hablado del transexualismo antes de que este vocablo fuese acufiado, En cierto sentido no habia transexua- lismo antes de que H. Benjamin y R. J. Stoller Jo hubieran inventado, Habla delirios de metamorfosis sexual, que no es Jo mismo. El transexualismo leva’ en si una disposicion hacia el Otro, en particular una demanda. En tanto sintoma, se constituye completandose con esa dimension del Otro, y mas en particular con la funcion del deseo del Otro. Lacan dijo que el sintoma neurético se perfecciona en la cura anali- tica, por el hecho de que el analista da consistencia al deseo del Otro, como enigma, deseo al que el sintoma se encuentra anudado. Si el sintoma es un significante que representa al sujeto, no deviene lo que es sino gracias a su conexion con otro significante, un significante oculto, no conocido, pero supuesto en el lugar del Otro, y que constituye ese saber desconocido sobre el deseo. El analista que ocupa ese lugar, sino responde, deja abierto el interrogante del deseo. El transexual que, como hemos visto,-se constituye por la asignacidn de otro (médico, psicologo), por haber encontra- do a su Otro en la ciencia, halla una respueta obturadora, incluso falaz, al interrogante de su deseo. El deseo del Otro ya no est velado; el veredicto cae: que se haga operar. El ‘Otro quiere su castracién real. Hallar una respuesta al enig- ma del deseo del Otro, y una respuesta tal que lo sitda como su objeto, no deja de provocar euforia. Pero siempre hay un resto, y los transexuales dan prueba de ello. Asi pues, el transexual no existe sin el cirujano y el endo- crindlogo, representantes del Otro de la Ciencia. El hecho de 129 0 00000000000000000 @ @8000000880080000 que ese Otro se oftezca para responder al interrogante del deseo conduce al transexual a constituirse en el objeto de su goce. Es el cobaya ofrecido en cuerpo y alma a la Ciencia, y aga con su.carne para dar consistencia al fantasma de ommnipotencia de la Ciencia moderna. Cuando a partir de la etiqueta que se le propone un sujeto se ha definido como transexual, en cierto sentido la cuestion queda cerrada. Ha escogido.renunciar a mantener abierto el interrogante'de su deseo. En cierta manera ha renunciado por tanto a su propio deseo, para consagrarse en adelante al goce del Otro, para mayor gloria de la Ciencia. is posible otra via? En particular, {se han experimenta- do otras soluciones diferentes del cambio de sexo? Contra- riamente a la leyenda, en verdad se han intentado con los, transexuales, y no sin éxito, toda clase de «psicoterapias» apoyandose en mayor o menor medida en la sugestion, desde la hipnosis hasta las terapias conductistas, pasando por las técnicas de condicionamiento, Y funciona: los transexuales son sensibles a la sugestion. Llegan a discutir su identidad transexual, asi como su eleccin de objeto sexual y renun- cian, al menos provisoriamente, a una transformacion hor- monal y quirirgica. E] caracter monolitico de su posicidn parece mitico. En el analisis de los suefios de quienes aguardan una operacion transformadora, ya se habia podido constatar que el paso que se disponian a dar no dejaba de suscitar conflictos psi- quicos, y que su identidad sexual estaba lejos de hallarse tan exenta de contradicciones como se ha pretendido. ‘Conocemos los limites de la sugestion, No actia sobre la causa sino que conduce a la elaboracién de construcciones defensivas. Ademas la sugestién se ejerce en nombre de la norma, y supone la exclusidn de la dimension del deseo y de su interrogacién, Esto es lo que tiene en comin con la ciragia, Ser transexual, me decia Gabriel, es renunciar a plan- tearse preguntas. ,Sera que en realidad los transexuales s6lo quieren no enterarse de nada? El propio Gabriel desmentia esto. Entonces, {por qué no el psicoanélisis? Un dia vino a 130 verme una joven transexual creyendo erréneamente que yo Je daria la direccién de un cirujano que practicara las opera- ciones de cambio de sexo. La insté a que me dijera por qué tenia tanto empefio en hacerse operar. Me respondié que al tener la apariencia de una mujer mientras se sentia hombre, tenia la impresién de vivir mintiendo. Le objeté que si se hacia operar no haria mAs que cambiar una mentira por otra, En su exigencia de verdad, los transexuales son victimas de un error, decia Lacan. Confunden el organo y el significante. Su pasién, su locura, consiste en creer que librandose del Organo se libran del significante que los divide sexuandolos. 131 INDICE SPPOCSCHHCHHSHHSHHHHHHOHOHHHHHHOHDHHDOHOCE PRIMERA PARTE. - DE PIGALLE A CIBELES . Capitulo L.—She-male ... 2... .ccseeceseeeeees Capitulo If, — E1 impulso hacia la mujer en la psicosis Capitulo II], ~ Claves para el transexualismo .... Capitulo IV. — Una madre demasiado buena . Capitulo V.- En el palco de ia reina .. SEGUNDA PARTE. - LOS RITOS DE LA CAS- TRACION . Capitulo VI. ~ Cibeles y Atis ... Capitulo VII. - La secta de los Skoptay . Capitulo Vill. ~ iQué quiere Ia Madre? .- TERCERA PARTE. - EL TRANSEXUALISMO | FEMENINO Capitulo IX. = ‘mosexuales? Capitulo X. - Victor y algunos otros; la esperanza - Capitulo XI. ~ Gabriel o el sexode los os angeles ‘CONCLUSION ........ ‘mujeres transexuales, son ho- 101 115 125 135 BIBLIOGRAFIA e 2000008888000 ©0009 00080088098 Capitulo 1 H. BENJAMIN: Transvestism and transsexualism - Sympo- sium - Amer. J. 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Voor: Five cases of transsexualism, in Psychiatr, Quart, 1979, vol. 44, n.° 3, p. 476-487. C. Breton: A propos de deux cas de transsexualisme fe- minin, These médecine, Paris, 1973. J Manin: Le transsexualisme féminin, These médecine, Limoges, 1974. Sobre el transexualismo masculino, es considerable la cantidad de publicaciones psiquidtricas. Sealemos algunos trabajos de inspiracién psicoanalitica: 4. M. Auby: Contribution @ étude du transsexualisme, ‘These médecine, Paris 1956; L, Israti et P. GeissMAn: Le désir de changer de sexe chez les invertis psychosexuels, in Cahiers de psychiatrie, 1960, n° 14, p, 91-114 N. H. Montorainc J. A. Bury, G. PaINCHAUD et J.P. BER. NATCHEZ: Préliminaires a une étude psychanalytique du transsexualisme, in Evol, psychiatr, 1974, 142 Est libro ve termi de imprimis en fos ‘Taller EDIGRAF S.A, Delgado 834, ‘Buenos Aires, Republica Argentina, fenel mes octubre de 1984

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