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JULIO CORTAZAR EL EXAMEN EDITORIAL SUDAMERICANA SUDAMERICANA | PLANETA [BUENOS AIRES Nora Dito de taps: Maio Blanco Buerib{ BI Bsamen a mediados de 1950, en un Buenos Aires donde Ie imaginacion poco tenia que agregar ala historia para ob- tener los resultados que verde lector ‘Como Tz pubilcacién’del libro era entonees imposiie, silo 10 leyeron algusos amigos. Mas adelante y desde miy lejos supe que ‘sos mismos amigos habian creido ver en certos episode Uns pre Imonicion de. acontecimlentes que usttaron nuestros anaes. en P| 1952 y $8, No me seatf feliz por haber acertado a esas quinielas pte necrologias y edlidas, En ol fondo era demasado fail futuro argentino se obetina do tal manera en calcaree ecbre el presente {eos ejericios de antcpacion eatecen de todo mit. ‘Publico hoy este viejo relato porque imemediablemente me asta su libre Tenguaje, su fabula sin morale, st melancolie por- 7 también porgue Ia pesadila de donde nae sigue desplerta Y¥ anda po las calles, JUL 2 9 1986 16 © dutlo Cortes 1988. © Feira Sudanevcus 8. ii eatsacn encodes om Sodamsiane/ Manes (Etre) S.A, 1986, Humberto $45; Buenos Ate cho el dpa que previne ate 11.723 ISBN 9500703319 Inpro ent rgetina =Il y a terriblement d'années, je m’en allais chasser le -ribier eau dans les marais de Ouest —et comme il n'y ‘avait pas alors de chemins de fer dans te pays ow il me fallait voyager, Je prenais la diligence. “Que te vaya bien, y que caces muchas perdices", pens Clara, apartindose de la entrada del aula. La voz fiel Lector dejo de ofrse; estupendo lo bien aislados que festaban los salones de la Casa, bastaba retroceder un par ‘de metros para reingresar en ef silencio levemente zumba: dor de la galeria, Camin6. hacia el lado de las escaleras y se detuvo indecisa en el cruce de otra corredor. Desde ahi se ofa distintamente a los Lectores de la secciéa A, novela inglesa modema, Pero era diffell que Juan estuvie ra en uno de esos salones. “Lo malo es que con 6! nunca se sabe", se lilo Clara, Entonees quiso.ir a ver, apreto con rabia Ia tarpeta de apuntes y tomé a la izquierda, Jo mismo daha un lado. que otro. “Was there @ husband?” “Yes. Husband died of anthrax," “Anthrax? “Yes, there were a lot of cheap chaving brushes on the ‘market just then— "Nada de malo pararse un segundo para ver si Juan ‘some of them infected. There was a regular scandal ‘about it,” “Convenient”, suggested Poirot. Pero. no esta ba. Las siote y cuarenta, y Juan la habia citado a las sie- te y media. El gran sonso. Estaria metido en alguna de las” aulas, mezelado con los parisitos de la Casa, fescuchando ‘sin off. Otras veces se encontraban en la planta baja, al lado de la esealera, pero a lo mejor a Juan le habia dado por subir al primer piso. “Qué sonso. A menos que se le haya hecho tarde, a menos que...” ‘Otras veces era ella la que legaba tarde, “Vamos hasta la ‘otra galeria, seguro que anda metido por ahi", dans les mélodies nous 'avons v les emprunts et les échanges s'effectuent tres souvent par- 'y nada, no estaba.” “Este Lector tiene buena voz", se dijo Clara, pardndose cerca de la puerta. La sala estaba muy iluminada y se veia el carte- Tito con el titulo del libro: Le Livre Des Chansons, ou Introduction @ la Chanson Populaire Francaise (Henri Davenson). Capitulo Il. Lector: Sr, Roberto Chaves. “Este debe ser el que ley La Brayére el aflo pasado”, ppens6 Clara. Una voz liviana, sin énfasis, soportando bien el tumo de cinco horas de lectura. Ahora el Lector hacia ‘una pausa, dejaba caer un silencio como’ una cucharada de tapioca. Los oyentes sabfan, por In duracién det lencio, si se trataba de un punto'y’aparte o de una llama- dda al pie de pagina, “Una llamada”, pens6 Clara. El Lee- tor leyé: ‘Voir lédessus la seconde partie de la thése de ©. Brouwer, Das Volklied in Deutschland, Prankreich...” Buen Lector, uno de los mejores. “Yo no serviria, me distraigo, y' después corro como un perro.” Y' los bbostezos’nerviosos al rato de leer en voz alta, se acordé de que en quinto grado la sefiorita Capello de hacia leer ppasajes de Marianela. Todo iba tan bien las primeras pag nas, después los bostezos, el lento ahogo que poco a poco le ganaba la garganta y la boca, la seforita Capello on su cara de dngol oyendo en éxtasis, In pausa forzada para contener el bostezo —le parecfa sentirlo otra vez, lo transferfa al Lector, lo lamentaba por él, pobre diablo, y otra vez la lectura hasta el sigulente bostezo, no, con toda seguridad no serviria para la Casa. “Aquél es Juan”, penis. “Af viene tan tranquilo, en Ia hina como siem: ae Pero no era, sélo un muchacho parecido. Clara rabié y se fue al lado opuesto de Ia galeria, donde no habia lee- turas y en cambio se olfa el café de Ramiro, “Le pido 10 una tacita a Ramiro para sacarme la rabia.” Le molestaba haber confundido a Juan con otro. La gorda Herlick hu- biera dicho: ‘“,Ves? Trampas de ia Gestalt: dadas tres Iineas, cerrar inmiginariamente el cuadrado, Dado un cuer- po més bien flaco y un pelo castaZio y una manera de caminar arrastrando un ocio porteio, ver a juan”. La Gestalt podia... Ramiro, Ramiro, qué bien me vendria luna taza de su café, pero el café’ es para los Lectores y para el doctor Menta. Café y lecturas: Ia Casa. Y las ‘ocho menos cuarto. Dos chicas salieron casi corriendo de un aula. Cambia- bban frases como picotazos, ni vieron a Clara en su apuro poor llegar a la escalera. “Capaces de irse a escuchar otto capitulo de otro libro. Como si movieran el dial de la radio, de un tango a Lohengrin, al mercado a término, a las heladoras garantidas, a Ella Fitzgerald... La Casa debe- fa prohibir ese libertinaje. De a uno en fondo, queridos foyentes, y a no prenderse de Stendhal hasta no acabar Zogoibi.” Pero en la casa mandaba el doctor Menta, sier- vo de la cultura. Lea libros y se encontraré a si mismo, Grea en Ia letra impresa, ea Ia vor. del Lector. Acepte el ppan del espfritu, “sas dos son capaces de subir para Je a Menghi alguna novela usa, o vertos espafioles tan bien dichos.por la seRorita Rodriguez. Tragan todo sin ‘masticar, a la salida comen un sindwieh en la cantina de la Casa para no perder tiempo, y se largan al cine oa un concierto. Soin cultas, son unas ricuras. En mi vida he visto pedanterfa més al divino boten....” Porque hubiera sido initil preguntarle a una de esas chicas qué pensaba de lo que ocurria en la ciudad, en las provincias, en el pais, en el hemisferio, en la sania madre tierra. Informa- ciones, todas las que'uno quisiera: Arquimedes, famoso ‘matemético, Lorenzo de Médicis hijo de Giovanni, el gato con botas, encantador relato de Perrault, y asi’ su- cesivamente... Estaba otra vez en la primera galeria. Al- unas puertas cerradas, un zumbido de mangangé, el Lec- tor. Les Temps Modernes, N* 50, diciembre 1949, Lector, Sr. Osmén Caravazsi| “Yo deberia hacer la prue- bba de off revistas”, pens6 Clara. “Puede ser divertido, primero un tema y después otro, como cine continuado! La lectura empieza cuando usted lega.”” Se sentia cansa- da, fue hasta donde la galeria daba sobre el patio abierto. ‘Yihabja estrellas y limparas. Clara se sent6 en uno de los, frios bancos, busc6 su tableta de Dolea con avellanas. Desde una ventana de arriba legaba una voz seca y clara. Moyano, o quizé el doctor Bergmann que habia leido todo Balzac en tres afios. A menos que fuera Bustaman- te... En el tercer piso estaria la doctora Wolff, gangosa ‘con. su Wolfgang gangoso Goethe; y la pequefia Mary Robbins, lectora de Nigel Balchin. Clara sintio que el chocolate la enternecia, ya no estaba enojada con su ma- ido; a las ocho no le molestaron las campanadas del gran elo} de la esquina. En el fondo le culpa la tenia ella por venir a la Casa, porque @ Juan maldito si le importaban las lecturas, En un tiempo en que resultaba difieil dictar ‘cursos interesantes 0 pronunciar conferencias originales, Ta Casa servia para mantener caliente el pan del espiritu. Sic, Para lo que verdaderamente servia era para juntarse ‘eon algiin amigo y charlar en vor baja, cumpliendo de paso el vistoso programa de trabajos pricticos combina- 0 por el doctor Menta y el decano de la Facultad. “Pero claro, doctor, pero claro: la juventud es la juven- tud, no estudian nada en su’casa, En cambio si usted les hace ofr las obras, dichas por nuestros Lectores de prime- ra categoria (cobraban sueldo de profesores, esas comu- copias), la letra con miel también entra, zno es cierto, doctor Menta? El doctor Menta... Pero si sigo reconstru- yendo sus eanalladss”, pens6 Clara, “‘acabaré por creer en Ia Casa,” Prefirié morder a fondo la tableta de Dolca. ¥ al fin y al cabo Ia Casa no estaba tan mal; s0 pretexto de ‘difundir la cultura universal el doctor Menta habia aco- ‘modado a docenas de Lectores, pero los Lectores leian y las chicas escuchaban (sobre ‘todo Iss chicas, siempre ‘buenas alumnas y tan atentas al programa de trabajos ppricticos), y algo quedaria de todo es0, aunque més no fuera Nigel Balchin. 2 “Mafiana a Ia noche ~explicé Juan, BI examen final Si, pero claro que vamos a almorzar. ¥ al concierto, se- guro. El examen es a la noche, hay tiempo para todo. ‘Cuando colgé, rabiando por lo mal que habia ofdo a ‘su suegro y lo tarde que se le hacfa, vio a Abel que en- traba al bar por la puerta de Carlos Pellegrini. Abel esta- ba de azul, palidisimo y flaco, como de costumbre no miraba a nadie de frente y se movia a lo eangrejo, evitan do més las caras que las mesas, ‘—Abelito —murmuré Juan, acodado al mostrador. iAbelito! ero Abel se quedé en un rincén sin verlo 0 a lo me- jor sin querer verlo, mirando Ia pared. Juan revolvié el café, Lo habla pedido por costumbre, sin ganas de tomarlo, Nunca le habia gustado telefonear desde un bar sin. pedir antes alguna cosa. De espaldas, Abel parecia todavia més flaco, cargado de espaldas. Hacfa tanto que no se vefan, en oiros tiempos Abelito no tenia ese traje ‘azul, “Anda con plata”, pens Juan, En realidad lo mis natural hubiera sido que Abelito y él se. saludaran, faungue fuera desde lejos y sin darse la mano. Nunca se hhabfan peleado, como para pelearse con Abel. Se acord6 vagamente de las babosas que aparecian a veces en el ‘cuarlo de bafio de su casa, cuando volvia tarde en sus tiempos de estudiante. Pobre Abelto, realmente era de- masiado compararlo con... Trag6 el café tibio y demasia- do dulee, mit con cariio el paquete con la coliflor. Des- de el primer momento habia instalado el paquete sobre el mostrador, cerea del teléfono, para que no fueran a pPlantarle una mano o un codo éntima. Ahora un rubio fen mangas de camisa hablaba a gritos por teléfono. Juan ‘miré una vez mis a Abel que se habia sentado en la otra punta del café, pag y salio levando con mucho cuidado ‘el paquete. Camin6 por Cangallo, sorteando a los transedintes apurados, Hacia ealor, hacia gente,, Los cafés de las esquinas estaban lenos, “Pero a esta hora, ,qué earajo hhacen todos estos tipos?”, pens6 Juan, “Qué vidas, qué muertes estin incubando? Yo mismo, qué diablos tengo {que hacer en Ia Casa. Mas me hubiera valido topario a ‘Abel, preguntarle por qué anda con la cara planchada...” ‘AI verlo en el café, ese ripida sospecha de que quizé ‘Abelito... Pero es que’ a nadie le gustaba Abelito; raaén ‘de mis’ para encontrarselo en los cafés, Pobre Abel, tan solo, tan buscando algo, “Gi buscara de veras ya nos habria encontrado”, pen- 3 ‘Cruz Libertad, cruz6 Taleahuano, La Casa tenia las luces extra de los jueves, “No se pierden un aula, meten seis mil escuchas en tandas de a mil, Cusnto lamenta Menta no tener el Kavanagh...” Yen su despacho estaria, de azul oscuro o de negro, revisando expedientes, ftendiendo a un piblico lleno de buenas intenciones, reemos que deberia repetirse el curso de Dostoievsky, y 1 de Ricardo Giliraldes. Se pierde demasiado tiempo ecn las revistas centroamericanas. {Cuindo se abriré la cine- ‘mateca? El doctor Menta lamenta, pero en el aula 31 ti hen para seis semanas més con Pérez. Galdés, “Nada f fil dirigr la Casa”, pens6 Juan. Subié los escalones de 4 dos y casi choca’con el figto Gémez que salia corrien- do. Avis si andi rajando de la policia —Peor que eso, me escapo de la gordita Maers —dijo et ‘ato. Cada vez que me pesca se pone a explicarme Dar- win y la eonducta de los antropoides. “Mii madre ~dijo Juan. =¥ la suya, porque me habla de la familia y de una hhermana que tiene en Ramos Mejia, Hasta luego, Te va Dien? “Si, me va biem :¥ vos? —¥6 estoy en Impuesto a los Réditos —dijo el Bato y se fue, Kigubre. Juan cruzd ia galerfa hasta el patio donde-con-seguri- ad-Clarafuriosa, Se le acered por detrés, le Ts. “4 —Odioso ~dijo Clara, alcanziindole el final del Dole Olés 2 cumpleafios. Corréte para que me siente. T rnés el aire de la victima, del sujeto de laboratorio. El doctor Menta lamenta, ~Asqueroso. sac Be Feebis con a acta que ast sla fuentes, a “Son las ocho y veinte Sif, tiempo ha seguido y nos ha pasado. BI tiempo, como un niio que llevan de ta mano Y que mira hacia atras iste hai-kai lo escribi hace dos afios, date una idea.. Clara, en este paquete tengo un coliflor prodigioso. “ifoméielo y's! querés vomitilo. Ademés s€ dice la fo es para comerlo —explicé Juan~. Este coliflor ‘et para levar en un paquete y admirarlo de cuando en ver. Creo que el presente es un momento propicio para Ja admiracién del coliflor. De modo que... Me gustaria mis no verla ~dijo Clara, orgullosa. —Apenas un segundo, para que lo conozcas. Me costé tuno noventa en el Mercado del Plata. No pude resistir a la hermosura, entré y me lo envolvieron. Era més hermo- so que un primitive flamenco y ya sabés que yo... Bal- cconed un poco. “Es linda, la’ veo muy bien asf, no la destapés del todo, “Tiene algo de ojo ‘de insecto multiplicado por miles —tijo Juan, pasando un dedo sobre la apretada superficie grisacea—. Fijéte que es una flor, enorme flor de la col, Coliflor. Che, también tiene algo de cerebro vegetal. Oh, coliflor, qué piensas? —4Por eso te retrasaste? Bi. También le telefoneé a tu papi que nos invita a almorzar mafiana, y lo estuve mirando a Abel. “Sabés perder al tiempo —dijo Clara. Abel y paps... Prefiero la eoliflor. 1s —Contaba ademas con tu perdén ~dijo Juan. Aparte de que estamos a tiempo de ofrio un rato a Moyano. Yo s6 que a vos te gusta tanto la vor de Moyano. El gran Acariciador aetstico, el violador telefénico, —Sonso. =Pero siesta bien asi, Bl tipo lee con tal perfeccién que ya no interesa lo que lee. Ya mf me gustan las tres fubias que se sientan a bebérselo en a primera fila, EL pobre, el galin superheterodino, Esperi que rehaga el pa- quote, me podrian estropear el coliseo, el colosal coliflor, € billante colibriyo, el colifato. De un salén de Ia izquierda, al principio de la galeria, venia como una salmodia ahogada por las puertas de vie dio. “Leen a Balmes”, pens6 Clara, ‘‘o sera Javier de Viana...” Una. pareja legaba corriendo, se separaron para leer los cartolitos en las puertas, cambiando seas iracun- das. Zas, de cabeza en Romance de Lobos, lector Galiano Sllredi. Un chico de grandes anteojos lefa aplicadamente el ema de la Casa, letras de oro en la pared, art de la lecture doit laisser Vmagination de Vaud teur, sinon tout d fait libre, du moins pouvant croire G sa liberté Stendhal (Pero nadie ignoraba que la frase era de Gide, y que se 1a habfan vendido al doctor Menta como buena.) Taventar el ideario apécrifo", pens6 Clara. “‘Hacerle decir a un procer lo que debio dea y no dijo; ajustar la ‘nipida temporalidad, dar al César lo que deberfa sor del César pero que dijeran Federico II 0 Irigoyen...” “Vamos dijo Juan, tomindola del brazo—. Con tal que haya sills ‘A mitad de Ia escalera se pararon a examinar el busto de Caracalla. A Clara le gustaba el gesto dominador de las cejas, cerrindose sobre los ojos como puentes Siempre lo acariciaba al pasar, deplorando la rajadura de Ja nariz que le daba un aire bellaco. =Un dia te va a plantar un mordisco en la mano. Ca- racalla era asi. 16 Los Césares no muerden. Y con ese nombre tan dulce, Caracalla, sefor de los romanos. No es un nombre dulee ~dijo Juan~. Restalla como Jos létigos de sus cocheros. —Confundis con Caligula No, ése suena a raiz amarga. Dos granos de calfgula ‘en un vaso de miel, O si no esto: El cielo esté caligulado, gquién lo desencaligularé? Adios, doctora Romero. Buenas noches, jévenes —dijo la. doctora Romero, bbien agarrada del pasamanos. Movéte, Juan, Moyano habré empezado a leer hace veinte minutos. —Fuiste vos la que se paré a masturbar a ese pobre Cé: ~zQué querés? Se lo merece, es bueno conmigo. Nadie Jo mira; €1, que fue tan mirado. Pero Cara calla “dijo Juan—, Los romanos eran asf La doctora Romero esta hecha un elefante. El elefante se da vuelta y contempla mi paquete. Ha olido el colifior. =¥ vas a entrar con eso al aula —dijo Clara, Haris ruido con el papel, molestaras a todo el mundo. ~Si pudiera ponerme el coliflor en el ojal, Zeh? Capri cho caracallesco, ‘Te parece hermoso, verdad? Un coli flor como ya no hay més. “Bs pasable. En casa las compran més grandes. Tu famosa ease dijo Juan El Lector paus6 su final de capftulo. Antes de iniciar 1 siguiente dio tiempo a las toses, la apariclén de paue- los, el ripido comentario. Como_un pianista veterano, concedia unos segundos de relajacion pero no demasiado, no se fuera ese fluido, esa sustancia tensa que pegaba su You ala gente, su lctura a las atenciones no sempre Tnclinéndose levemente, ‘Moise prenait de lige, mais aussi de Vapparence. Les banquiers ses contemporains, qu'il avait toa un travis of use oe ces safer bari que cure er sad’ ecb pesos ch es, en ian etunstancns en qu sefemos leiden, Cap fits fare el cafe pace el tans y ose auc ot fetmom en" gue hee ‘perfuames’ 9” legos ‘al a Eilge is busbe pipe ¢'le ature. ely Hon Vio Stala'y Cha ghee lwstabes pos erate Fa 1 barrendero limpiara el asiento. Bl barrendero alto se ocupaba del asiento de Clara y Stella, y el barrendero aburrido pasaba ahora la escoba entre los zapatos de Andrés, que los fue levantando primero uno y después el ‘otro, y'miré a su tumo cémo el muchacho pegado a él hacia To mismo, y la sefiora de anteojos ahumados vigi- laba temerosa ci movimiento del mango de la escoba, y se arrimaba mas y més contra un asiento, hasta moter las nhalgas en la eara de un sefior con aire de jubilado que re- lo mas posible contra el respaldo, alzando un poco La Razén Quinta pero sin animarse a convertirla del todo en biombo entre su cara y el culo de la sefiora de anteojos, Pero no ve que le digo dos veces que se levante —protesté el barrendero, y Juan cerr6 el libro un poco azorado y sali del asiento mascullando alguna cosa que ‘Andrés no entendi6. La sefora de los paquetes suspirabs a la altura de la ietilla derecha de Andrés, y detris ‘quedaba Juan, tan tomado de sorpresa en la Ieeiura, eon un dedo metido en las paginas del libro, furiosfsimo. Ves, el pobre autor no cuenta con estas diversiones He dijo’ Andiés—. La palabra diversién va también en sa otto sentido. Fijéte, el estilista pausa, modula, escande, ‘ordena, dispone, acomoda el periodo, y después estis vos leyéndelo 'y entre dos mitades de proposicién se te planta nada menos que un barrendero, “La puta que Iq parié —dijo Juan con muy poco eu: dado por la sefiora de los paquetes, ‘Andrés guifié el ojo a las chicas que recobraban su asiento. Bn el centro del pasillo la confusion era penosa, porque los dos barrenderos venian avanzando en sentido ‘puesto y los pasajeros, deseosos de cederles el sitio para que pudiesen barrer cémodos, se apretujaban cada vez ‘més, Lo peor era el momento (ya Juan estaba otra vez sentado, pero para qué ~pons6 Andrés, irénico— ssa lag tres cuadkas se bejarian) fen que uno de los ba- 30 rrenderos se agachaba para —después de abrir con el pie el juntabasuras automatico que tenfa en la meno izquier dda— recoger las pelusas,"boletos, diarios, botones, piol nes, conglomerados de polvo en la masa de una escupica, cabellos, edscaras de manf, cajas de f6sforos, recibos de certificados postales, y al hacerlo se doblaba aunque no quisiera (porque el juntabasura tenia un mango largo pero con toda la gente ¥ la pésima iluminacién del tranvia a la altura del suelo habia una oscuridad confusa) ‘tratando de ver mejor, y entonees la gente era empujada por un lado por el kepi del barrendero, y un Kept tiene mucha fuerza cuando adentro va tina ca beza atenta a sus obligaciones, y por el otro el culo del barrendero que’se tba desplazando en linea horizontal en exacta correspondencia con su agachamien. to. Y dado que ahora lot dos barrenderos estaban & punto de encontrarse en Ia mitad del pasillo —"Por suer- te", pens6 Andrés, "“me dojaron fuera” —y se agachaban 4 cada momento para hacer funcionar los juntabasuras, el ‘espacio destinado a los pasajeros se reducia mas y més, ‘con manifiestas consecuencias que los pasajeros ‘busca: ban evitar deslizndose uno contra otro (7 cuando dos otones se rozaban se ofa un ruido seco) y murmurando fen voz baja o haciendo bromas de disimulo, “Con tal”, ppens6 Juan guardéndose el libro en el bolaillo, “que no ‘me hayan machucado el coliflor”. No queria mirar atrés, adonde estaba Clara, por miedo de que comprendiera sa inquietud. “Ahora voy a llevar yo el paquete.” —Fijite cmo esté 25 de Mayo —le dijo. Andrés con tuna ojeada de sobreentendido—. {Te acordas? Claro dijo Juan=. No han dejado ni uno. Gracias si los bares lcteos. Hasta que alguno descubra que la leche es obscena y también los liquide, Lo gs —dijo Andrés—. Pero no tanto como las fl cas vainillas. Nifas, se bajamo en la esquina, Se bajamo ~dijo Clara. Le era dificil salir del asiento Porque Stella (“pide permiso con voz de novieia en una a plaza de toros”, pens6. “A la gente de los tranvias hay Sue dominarla con la vo2 si no se tienen codos"). Por SGbre la cabeza de uno de los barrenderos le pas6 el pa fquete a Juan, y-acabé bajando con Stella por atras Giando Juan ileg6 al estribo el tranvia habia arraneado, J se solt6 a mitad de la curva de Corrientes. Ahi todo Zstabe ileno de Iucer; a dos cuadras del pobte barrio chi no liguidado, Ia eludad correctisima para familias em- ozabs alegremente: el bonete rojo del buzén del Jous Ten, el cafecito de frontera, el blando tobogin que te lleva Albuns Park y te da numerosas peleas por numerosos pesos. Bl cronista escuchaba London Again y se acordaba de fanias, de tantas cosas amables y queridas y tan locion de lavanda como las melodias de Eric Coates. El War fitzer, objeto eseatologico, amenazaba con sus sambas y fgus machichas, por e80 el cronista preferfa sentarse al fado aunque le partiora los ofdos, y_darles al Wirlitzer més y_ mas monedas para que solamente London Again ¥ después up tanguito Te acordis Mllonguita, vos eras la pebeta més linda 'e'Chielana con las entradas 2urdas y de abajo de los fuelles, los ppiquet secos del piano, lor cortes exactos, y el cronista Contesté con un dedo al saludo lejano de Andrés Fava ‘gue venia con su amiga y otra pareja (pero si eran Juan J Clara) mientras meditaba en el estilo de Juan D’arien- Zo, reivindieacion de la pianola, del canatio, del ruisefior ‘acuerda "Y EL EMPERADOR IBA A MORIR (por culpa del ruisefior, ‘efor. “Cimbieme un peso en monedas de veinte —tijo el cronista, Si ese negro de ojos sucios se le ponia a tiro de Wirlitzer, seguro que la iba de chamamés, Tres en la lista impvesa, la mar de chacareras y gatos. “Odio el fol- 2 ore”, se sfirmé'a sf mismo. “‘Solamente me gusta el Tollof enor er decal Ubre y patuto gra mf nolo {que me impone in sangre.” En’ general ia imposicionet de" aang eran vomitantes, “Ahora vane venir 4 Ghat “eho ‘atben lope "St solamente tatuviers Andrés, pero la mujer es horrida. ZY qué pongo Short?” ia lita era lana yen doe columnas Blige tn diseo ‘dela Metronome All Star Band: One O'Clock ‘hump. Batonees vinieron Juan ¥ Clara. Comiendo papas fritas en el mostrador, Andrés y stella miraron hacia donde el cronista daba su bienvent- Gay. avereaba ilas, Clara se. divertia estudiando as otras det Waster, “Moloch de confiteria”, pens6 Andés. “Sacrificio de monedas al dioseito pangén y estridente. Baal, Metkart, Biches ehcina, cas de a's. Oh cron, lamentable.” Queria mucho al cronsta, eamarada de noches de box, afé tarde, dialogos sobre el amor, tnsayos y miscelineas, el eronisia tipo tranguilo con su pisito en Alsina al ceuatrocientos_¥ sus hibitos portefios’ buen ejemplo de no te metis, de se me importa un cuerno, de pobre pa, of que vas Ben ‘pa una présima lesion (tanguito que silbaban juntos, cuando se velan mis; antes de Stella, dela caida en el presente, “Ojo” ~pensé. Andrés—no te fies de las fra- tes. Siempre extdbamos caidos en el presente, che”). “ven vn, wos cara on eons. Anda, yo" termino estas papas que estan tan ricas dijo Stella. SEE Cuando liegé a la mesa tos tres ya estaban instalados y 1 Wulitaercallado pero peligroso. ~Véanlo al tipo “uijo el eronita apreténdote la mano como si tuviera una lave inglesa. Che, no te da ver- flenza saludarme? Hombre perdido, que ti chaleco se te Hlene de bolulios y en cada uno tengas un clgarro hime a do.y un billet falgo y una lapiceraexferogréica ortor de este tempo “Por mi pate, que te recontra —dijo Andiés, Se mir cntentos. Ciara y Juan a divertian de slo veson 7 ustedes euindo conan? —dijo el conista Korn, Pero’ primero entramos a molar el hambre. a una noche especial, sabit, mafaia pacan grandes co. “Nunca patan grandes cosas —dljo el cronista que st bine lad aor : “Bf que pasan —sio. An lo que no le pan a uno, Maana Clara y Juan inden el examen final. A las ‘eve de lt noche “No veo que sea tan grande —djo Clara, —Bopiro, porque te pan a vos. Pero pars mf y el co nisia‘e todo un suceso, No cualquiera tnd con amigos fn capil, con tipos que van a dat el examen final. gy ue amplificar el auceto para que histcleamente se age Gande, Pensd nos Uulares: CATASTHOFE EN EGITO. Venvre MUseRes QUEMADAS VEtNTE. La gene Io lee y lee que realmente et una catéstrofe homble. A todo esto han ‘muerio diez mil mujeres en otras diverse partes, ¥ todo et mundo tan pancho, Proguntile al eo sta, sabe Ge exss cons Pero Juan Je ‘mostreba un pedacito de Is coiflor al cronista,deseubriendo. condos dedos una parte del Bapel, Clara le quit6 el paquete y lo puso enclna del ‘Wurizer, pero ol barman hiso furious sales y Clara re cobro el paquets y ae lo piso en la falda, "Lae costs que hago por sie idiots 'no me Hevarfa ni uns aspitina en el boallo sl ae To pidier,” Acarie6 el paguete In fan cara blanca lena‘ ojos debao del papel, Andrés y fl eronsta hablaban’y ‘ablaban, contenton de haberse sencontrago. “Hoy sli a las ocho ~dljo el croniste~. Che, spor qué no vamos a comer? Sal's lat oeho y me vine & Tendon Again. Bs incevbe c6mo me gust Pero es una inmensa porquerla —cljo Andrés. Fa —Estd bien, no digo que no, Vos sabés que todos tene- ‘mos algiin rineén cafre por ahi. Mi eafre sabe inglés, eso es todo. Entonces puse London Again y estaba pensando en ponerio otra ver cuando entaron ustedes, Che, Ve monos 2 comer algo. Stella querfa una parillada, ‘~Todos queremos una parrillada, Y hablar mucho. De Abel dijo incongruentemente Stella Sos perfecta —dijo Juan, nada contento~. Te dare- ‘mos doble racién de mollejas: Me parece muy bien que el cronista venga con nosotros. Rompe el nlimero par que es siempre estipido, y aporta sus cualidades personales =¥ tal vez pague'la cuenta —dijo Andrés, empujando al cronista que 1o miraba tiemamente— BI cronista ha vuelto hace poco de Europa, y trae sabidurfa en las pala- bras. Preparaos a beberla con cada copa de semillon, Ademés el cronista lee mis ensayos, o los lefa en nues: ros buenos tiempos. Por mi —dijo el cronista— los seguitfa leyendo volon- tieri, pero vos sos de los que desaparecen por seis meses ¥ no se te ve ni el pelo. {Usted lo tiene secuestrado, Es. ‘elite? ~Ay, si pudiera —dijo Stella. Lo que af él escribe mucho 'y se la pasa tomando mate. Yo le digo que tanto estudio un dia le va a hacer mal. Ya ves —dijo Andrés. Te han hecho el retrato per-* fecto del anacoreta, con mate y todo. —2Y por qué uno no se entera de lo que escribis? dijo Juan. En este pais uno escribe por lo regular pa: 1a los amigos, porque los editores estén demasiado oct. pados con las hojes en la tormenta y los séptimos cireu- ~Miré, uno va juntando cosas, hay que revisarlas, pa- sarlas a maquina... Y después de todo, zqué necesidad hay de leer tanto? —dijo: Andrés, furioso~. Hablan de lo que uno hace como si fuera imprescindible. Sf, llevo un diario. ZY qué? Bs mis bien un noctuario. 2Y? Hagan el tavor, che, con todo lo que hay por ahi para leer... as —Sabés muy bien que uno lee a los amigos por otras razones —dijo Clara. “Bueno, de acuerdo, pero cuando se empieza a juntar gente como en un choque de autos, pibe, In cose me huele a funeral, y de esos con discur- 808 y salvas al aire oes que nos encantan las capillas —dijo Clara. Qué idea te hacés de Buenos Aires? Entre nosotros el Teparto de papeles es perfecto; vos escribis algo. y cinco © sels. parientes ¥ amigos lo leen; a la semana siguiente ceambia el orden: Juan escribe un cuento, vos y yo lo Teemos... Punciona muy bien, no me vas a decir. A veces ‘me r/o pensando que en la Casa debe haber centenares de capillas que se ignoran entre ellas. Montones de tipos ‘eseribiendo para tres, ocho 0 veinte lectores “Spa descripeién acaba de darme vuelta el estémago “dijo Andrés, Nunca antes de la cena, che —dijo alarmado et ero- nista—. Vamonos, que tengo un apetito birbaro, “

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