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na de las ideas més inquietantes de la historia del pensamiento es la que dice que tal vez. el mundo que vemos a nuestro alrededor no sea més que una ilusién. Muchas culturas, si es que no todas, han fantaseado con la posibilidad de que la vida, como decfa Calderén de la Barca, sea un sueito, y algunas reli- giones, como el budismo, afirman con rotundidad que no solo cuanto vemos a nuestro alrededor, sino incluso nuestro propio yo» es también una ilusién, una especie de truco de magia. En Ia filosofia occidental no han faltado las reflexiones sobre este asunto, desde el famoso mito de la caverna de Platén (donde ‘unos prisioneros atados en el suelo de una cueva solo ven som- bras proyectadas en la pared, y las toman por cosas reales hasta que uno de ellos logra escapar al mundo exterior y se da cuenta de la diferencia entre las sombras y las cosas de verdad), hasta la duda metédica de Descartes, que le hizo concebir la posibilidad de que un genio maligno estuviera manipulando continuamen- te nuestra consciencia para hacernos creer y percibir como algo obvio lo que realmente son falsedades. Un par de siglos mas tar- de, Ios filésofos alemanes Kant y Schopenhauer afirmaron que Io que percibimos no son las cosas en si mismas, sino solo «fe- némenos». 404 | En busca de yo Cerebros en una cubeta En 1981, el fildsofo norteamericano Hilary Putnam sugiri6, en su libro Razén, verdad e historia, una versién més puesta al dia de estas ideas. in su experimento mental, el genio maligno se- fa un cientifico que mantiene a varios cerebros sumergidos en ‘una cubeta llena de nutrientes, y con las terminaciones nerviosas conectadas a un ordenador. Este ordenador recibe los impulsos eléctricos que el cerebro en su estado normal enviaria al resto del organismo a través de los nervios motores, los analiza y, mediante Fenémenos y nodmenos Una de lae distinciones conceptuales mas famosas (y polémicas) en la historia de la flosofia es la que testablecié Immanuel Kant en su obra Crfice de la razén pura (1781) ontro fenémenos y nosmenos. Se- tin Kant, los fenémenos (un téxmino griego que ite ralmente significa slo que aparece») son todo aquello ‘que puede 2er conocido @ travis de la experiencia No son las meras impresiones (eubjetivas), 6s decir, meras sensaciones psicolégicas, de las que hablabe Hume (véase el recuadro de la pagina 94), sino los ‘abjetos reales propiamente dichos, o sea, una reali dad objetiva, peo considerada en cuanto que se nos dda a través de una percepcién 0 experiencia. Para Kant, eatos objetoe-de-la-experiencia son sobjetivos» ‘gracias a que nuestra mente les atribuye de manera necesaria y priorilos esquemas universales del es- pacio el tiempo y lae «categorias puras del entendimiento» (que son los conceplos mas generales, como unidad-pluraidad, causa-ofecto, etc): dicho de otro modo, ‘sabernos a prior, sin necesidad de observar algo, que si existe y podemos llegar ‘a conocerlo, es porque eatard an alg lugar, ocuri en algin momento, y tend Figura 13: Immanuel Kant. Mantes sin cuerpo. Cuerpos sin mente | 105 un programa informatico, manda de vuelta al cerebro, a través de los nervios sensoriales, otros impulsos eléctricos que generan en la corteza cerebral las mismas experiencias que tendria si es- tuviese viviendo una vida normal. La pregunta, obviamente, es: gcémo podemos saber que no somos cerebros en una cubeta? Los argumentos que presenté en el capitulo «El mito del or- denador» sobre lo extremadamente improbable que serfa descar- gar la mente en un ordenador pueden aplicarse en buena medida a este caso: no solo la capacidad computacional necesaria esta fuera de lo tecnolégicamente posible, sino que es probable que algunas causas y efectos; pero donde y cudndo sucede en concreto, cules son sus causas y efectos, etc, solo podremos aprenderlo a través de Ia experioncia, esto 08, @ posterior Todo e} conocimiento real que podemos tener sobre algo, afi Kant, ©= co” nocimiento sabre ese alga en cuanto fenémeno, 0 sea, en cuanto objeto del que ppodemos aprender algo meciante la experiencia; pero no podemos saber como son las cosas «en ol migmaee: lo que Kant denomina «la cosa en si o los notmenos, {(Qérmino griego que significa slo pensados), La eleccion de este término por parte de Kant no deja de ser una buena prueba de su agudo sentido del humor: la expresion, “nolmeno® oe habla venido utiizando tradicionalmente para refeise a slos objotos del pensamiento», es decir, lo que se considereban las ideas mas abstractas (por ejemplo, las Formas Ideales de la flosofia de Pletén los principios de la matematica, lao ideas innatas de la flosofa cartesiana etc); estos fidsofos habian considerado ‘que nuestra razén, 0 intligoncia, posoia ol poder de captar las esencias itimas de la realidad gracias al puro pensamiento. Lo que viene a decir Kant al lamar snoumenoa 1 las «{incognascibles) cosas en siv os que esas ideas son solo pensamientos: s, ppodemos pensar en Dios, en ol alma, on ol libre albectio (como ejamplos de esas “xealidaces dkimae), pero no podemos hacer absolutemente nada para saber si 0 {que pensamos sobre esas cosas (més alé de lo que podemos conirastar experimen talmente) es verdad o no, pues lo Unico que nos puede proporcionar conocimientos sobre la realidad es la experiencia, y esas cosas estén necesariamento fuera de cual: ‘iar experimento posible. Es decir, Jos nodmenos son meros pensemientos, conjetu- ‘ras aboolutamente incontrastables. 106 | En busca del yo nunca podamos averiguar, con todo el detalle necesario, el «c6- digo» que convierte una cadena de conexiones sindpticas y de impulsos nerviosos en una experiencia mental determinada, El propio Putnam dio una respuesta negativa a aquella pregun- ta, pero con argumentos muy distintos. Segiin él, si fueses un cerebro en una cubeta, la palabra «cubeta» significaria para ti «das-cubetas-que-aparecen-en-mi-experiencia», y lo mismo la palabra «cerebro», de modo que no te estarfas refiriendo a la cu- beta «real» en la que esta tu cerebro «real», pues estas entidades reales no las experimentas de ningtin modo, O sea: si fuésemos cerebros-en-una-cubeta, nuestro lenguaje no podria referirse al mundo real, y no tendria sentido nuestra afirmacién «somos ce- rebros-en-una-cubeta». Elrazonamiento de Putnam se basa en algunas tesis de la filo- sofia del lenguaje tan controvertidas como enrevesadas, de modo que no voy a detenerme en él salvo para indicar que, como es pre- visible, muchos filésofos consideran que ese argumento esté muy lejos de haber demostrado que es imposible que seamos cerebros en una cubeta. Una de las razones principales es que, obviamen- te, en cierto sentido sf que lo somos: la cubeta no es otra cosa que nuestro créneo. Por supuesto, es harto improbable que un cere- bro en funcionamiento pueda ser cualquier cosa salvo un érgano de un ser vivo, plenamente integrado en ese organismo e interco- nectado con su entorno a través de él. Pero el hecho es que la actividad mental se produce preci- samente en el cerebro, separada fisicamente, e incluso tem- poralmente, de aquellos sucesos «externos» con los que dicha actividad se relaciona con causalidad. Como vimos en la intro- duccién, nuestras percepciones de los objetos no son los objetos mismos, sino sucesos neuronales que funcionan como represen- taciones o imagenes de dichos objetos. Lo tinico que se requiere Mentes sin cuerpo. Cuerpes sin mente | 107 para dar verosimilitud a la idea de los cerebros en una cubeta no es un genio maligno con capacidades sobrenaturales o un cien- tifico loco armado de un potentisimo ordenador: més bien nos basta con tener en cuenta Ja separacién fisica y temporal que hay entre los sucesos que percibimos y nuestro acto de percibirlos, y expandir mentalmente esa distancia para «aislar» la actividad mental, 0 sea, para considerarla una actividad diferente (aunque causalmente dependiente) de aquello sobre lo que tratan nues- tras experiencias. Asi que esa pregunta milenaria sigue teniendo todo el senti- do del mundo: podria nuestra experiencia ser solo una ilusién? Da igual que pensemos en uno u otro procedimiento mediante el que la ilusién es «generadav: las luces que proyectan sombras ena caverna platénica, 0 los cables del cientifico de Putnam que transmiten impulsos a un cerebro in vitro. La cuestién es si la causa de que estés viendo una pagina frente a ti podria no tener absolutamente nada que ver con que de hecho haya una pagina en el lugar en que te parece verla. Es més, si fuese verdad que toda nuestra experiencia es una ilusién, entonces también podria ser falsa la creencia de que nuestros estados mentales tienen algo que ver con ese tipo de cosas que llamamos «cerebros», 0 con cualquier otra entidad material: podrfamos ser, como pensaban Platén y Descartes, algéin tipo de sustancia espiritual que, en el mejor de los casos, solo estuviera conectada de modo accidental © transitorio con un organismo de carne y hueso. Es decir, quizd seamos una mente sin cuerpo. No creo que podamos esperar tener una demostracién légica- mente rigurosa ¢ irrefutable de que nuestras experiencias coti- dianas son en términos generales veridicas (o sea, de que existen las cosas que percibimos, y son més 0 menos como nos parece percibirlas): la historia de la filosofia nos sugiere mas bien que 108 | En busca del yo ninguna tesis metafisica es susceptible de ser demostrada o refu- tada de manera absoluta y definitiva. Pero mi propia actitud ante este problema es que tampoco creo que necesitemos una tal de- mostracién «fuera de toda duda», como tampoco la necesitamos para aceptar que el agua est4 formada por moléculas que contie- nen hidrégeno y oxigeno, que el lenguaje en el que los antiguos egipcios escribfan sus jeroglificos era una lengua semitica, o que Paris esté en Francia: las hipétesis contrarias son, simplemente, demasiado implausibles como para considerar que poseen una probabilidad digna de ser tomada en serio, aunque no lo poda- mos demostrar de manera «absoluta y definitivay. Por ejemplo, si levamos hasta sus tltimas consecuencias el razonamiento que nos encamina a dudar dela existencia de nues- tro cuerpo y del mundo material en el que vivimos, también ten- drfamos que dudar de la existencia de otras mentes, pues el tinico dato que tenemos para creer que existen es la experiencia de ver, escuchar y tocar a las personas que suponemos que las poseen. La tesis de que la mente exista sin un mundo fisico y que ademés tu propia mente sea la tinica que existe recibe el nombre de so- lipsismo. Se trata de algo que no podemos demostrar que sea au- tocontradictorio o absolutamente imposible, pero es una teoria tan incapaz de explicar casi nada (gpor qué reaparecen las cosas donde las he guardado?, por qué dejo de verlas cuando cierro los. ojos?, gpor qué me suelo despertar en el mismo sitio en que me dormi?, etc.) que podemos descartarla sin el menor reparo, aun- que no necesariamente en el tono burlén en que lo hacia el gran Bertrand Russell (véase el recuadro «;Cuantos solipsistas hay?»). El propio Russell ponfa un ejemplo diferente para sefialar la irrelevancia de este tipo de teorfas que podemos llamar irrefuta- bles-pero-inverosimiles-e-intitiles: a tesis de que el universo haya comenzado a existir hace justo cinco minutos (naturalmente, Menies sin cverpe. Guerpos sin mento | 100 éCuéntos solipsistas hay? «Conta al soipsmo dobo decir on primer ugar, ‘que es psiccléicamente imposible creer on 8, y de hocho as rechazado onl préctica por todas las personas que prtencen haber acaptado. Una oz rec una carta do una eminonts px \6oies, la sora Chvistne Ladd Fann, dckindo- que le sorprenda el hocho de quo no hubiose mae solipsistas. Vrion- ‘do de una peteona que era eolipitsy peofesora de ogica, su sorpresa me sorprencién ora de ime que ala era slips, Figura 14: Bertrand Russell. Bertrand Russel EI conociniento hurnano. con todas y cada una de sus entidades justo en el estado en el que se encontraban en ese momento). No hay ningiin argumento ni experimento que podamos poner sobre la mesa para demostrar fuera de toda duda que esa tesis es falsa, pero aun asi, la posibi- lidad de que sea verdadera es extremadamente remota: gpor qué no hace diez. minutos en vez. de cinco?, 40 hace cien afios?, o hace 1563 297 aiios, 21 dias y 43 segundos? zPor qué estan organizadas todas las cosas de modo que parezca que el universo existe desde hace miles de millones afios?, gpor qué coinciden en gran medida los diferentes datos que tenemos sobre los acontecimientos del pasado?, spor qué parece que se cumplen las leyes fisicas?, etc, La teorfa alternativa, la de que el universo existe como la ciencia dice que lo hace, y que nuestra experiencia es una consecuencia més de las leyes de la naturaleza, permite dar sentido mucho més fécilmente a los datos que nos ofrece esa misma experiencia. El idealismo, la tesis de que las tinicas entidades reales son la mente ysuscontenidos (aunque mentes pueda haber més deuna), 1140 | En busca del yo Mantes sin cuerpo. Cuerpos sin mente | 111 y de que la naturaleza material es solo una ilusién, sufre un pro- blema semejante: quizA sea dificil explicar de qué manera la ma- teria produce lo que conocemos como «estados mentales» (mas adelante volveremos a hablar de esta dificultad), pero lo que seria absolutamente imposible seria explicar de qué forma la mente (que en el fondo no sabemos qué es ni cémo funciona, salvo por su conexién con determinados acontecimientos fisicos) puede producir lo que conocemos como «entidades materiales», o al ‘menos la apariencia de que existen tales entidades. La rebelién de los zombis Silla idea de los cerebros en una cubeta nos llevaba a considerar la hipétesis de que las mentes (0 fa mente, si es que solo hay una) tal ver existan sin necesidad de una realidad fisica que las «soporte», la filosofia también ha coqueteado a veces con la idea contraria: quiz4 puedan existir cuerpos sin mente, seres humanos que carez~ can de una mente consciente, a pesar de que todo su comporta- ‘miento sea exactamente como el de una persona «normal». Al fin yal cabo, ese comportamiento es el resultado de las fuerzas fisicas que operan sobre las células, las moléculas y los atomos de los que estén compuestos los individuos, as{ que estas fuerzas fisicas de- berfan ser suficientes para explicar ese comportamiento: lo mental seria innecesario, superfluo. A estos seres humanos, indistingui- bles de los «normales» si solo nos fijamos en su comportamiento (que es lo tinico que podemos realmente observar de ellos), se les ha llamado zombis, aunque por supuesto tienen poco que ver con los t{picos muertos vivientes de las peliculas de terror, El fildsofo que ha puesto de moda en las tiltimas décadas esta idea de los zombis es el australiano David Chalmers, en su libro La mente consciente (1996), aunque la hipétesis se remonta a muchos siglos atrés: Descartes ya se la planteé, sin ir mds lejos, al pensar gue las otras personas podrian ser nada mas que «autématas». Se- giin estos fildsofos, podemos imaginarnos o concebir sin ninguna dificultad estos cuerpos sin mente (y también las mentes sin cuer- po),y eso demostrarfa que las propiedades fisicas y las propiedades ‘mentales de un organismo son propiedades diferentes, que pueden darse por separado, asi que, en principio, podrian existir unas al margen de las otras. Y si en Ja realidad ocurre que las propiedades mentales no se dan sin que sucedan ciertos hechos fisicos (cierta organizacién e interconexién entre las neuronas, por ejemplo), en- tonces hard falta encontrar una explicacién de por qué eso es asi, Esta reflexién nos lleva a plantearnos si los estados mentales 0 los contenidos de la consciencia, y en definitiva la consciencia misma, no serdn algo «aitadido» a los procesos fisiolégicos del ce- ebro, y por tanto algo totalmente superfluo como elemento causal en la generacién de la conducta, un mero epifenémeno. En el tilti- mo siglo, los filésofos han denominado cualia a esos «contenidos cualitativos de la consciencia», aunque es un concepto mas 0 me- nos equivalente a lo que antes se habia llamado «sensaciones». La sensacién del color verde, por ejemplo, es claramente algo muy dis- tinto de los patrones de ondas electromagnéticas que refiejan los objetos verdes y que captan nuestras retinas. Pero también parece que es (que «tiene» que ser) algo radicalmente diferente de los pa- trones de conexiones sindpticas en los que, segtin una concepcién exclusivamente materialista de la mente, deberfa consistir aquella sensacién si no fuera més que un determinado proceso neurolégi- co, Cuando observamos el cerebro de una persona (o de un animal) que esté mirando algo de color verde, no observamos que las dreas de la corteza visual donde se procesan sus percepciones se tornen ellas mismas de color verde, ni que en las dreas de procesamiento auditivo suenen campanadas cuando el sujeto esté escuchandouna campana. Los cualia son completamente subjetivos en el sentido de que, aunque tengan lugar en mi cerebro, «mis» cualia solo pue- do percibirlos yo, La cuestién, entonces, es la de qué papel causal podria desempeiiar «lo subjetivo» en una naturaleza que, en prin- cipio, esté formada tinica y exclusivamente por «chechos objetivos». A este argumento se le ha criticado que nuestra capacidad de concebir que una propiedad o una cosa se da sin que se dé otra no implica sin més que de hecho ambas propiedades puedan darse por separado: puedo imaginarme que las personas que me rodean no tienen estémago, o hemoglobina, pero ello no demuestra que puedan existir y comportarse con normalidad seres humanos que no posean ambas cosas. También puedo pensar que el agua no esta formada por moléculas (de hecho, es lo que se ha imaginado gran parte de la humanidad hasta hace bien poco), y no por eso es po- sible que exista agua que no esté compuesta por la molécula H,O. Asi, el hecho de que podamos imaginarnos a una persona com- portandose de manera totalmente normal pero sin absolutamente ninguna consciencia no significa que pueda existir alguien asf. Lo mis probable es que la consciencia consista en un cierto tipo de ac- tividad neuronal (igual que el agua consiste en un cierto tipo de configuracién de étomos de hidrégeno y oxigeno), de tal manera que, si se da aquella actividad en el cerebro de un ser vivo, este se hallar necesariamente consciente (igual que si se da una apro- piada configuracién de atomos, necesariamente serd agua lo que obtengamos como resultado). Los zombis, segiin esto, no podrian existir, como no puede existir agua que no contenga hidrégeno y ‘oxigeno, aunque ambas cosas podemos imaginarlas. La principal diferencia entre el caso de los zombis y el del agua €, por supuesto, que en el segundo hay métodos intersubjetivos y poco sofisticados de comprobar si algo es 0 no es agua, de manera Mentes sin cuerpo. Cuerpos sin mente | 118 que, una vez identificado como agua, serd relativamente facil po- nernos de acuerdo en cual es su composicién quimica mediante Ja realizacién de algunos experimentos fisico-quimicos. En cam- bio, en el caso de los zombis no parece haber ninguna forma de «observar» su consciencia, pues, como decfamos antes, esta, jun- to con los cualia que contiene, es intrinsecamente subjetiva. De este modo, alguien que sea escéptico sobre la existencia de otras mentes aparte de la suya (pero no de otros cuerpos), podria man- tener sin inmutarse la hipétesis de que las otras personas no son conscientes (es decir, la hipétesis de que son zombis), y no admi- tirfa ninguna posible demostracién de que tales y cuales procesos neurolégicos son aquellos en los que «consiste» la consciencia, pues, aunque pudiera comprobar que esos procesos se dan siem- pre en otras personas cuando parece que estas son conscientes (por lo que dicen o hacen), no admitirfa dicho experimento como una prueba de que aquellos procesos neuronales estén necesaria- mente asociados a la consciencia, ya que precisamente él no cree que aquellas personas sean de veras conscientes. El nico argumento que se me ocurre contra la conjetura de los zombis es que resulta tan inverosimil como el solipsismo del que hemos hablado més arriba. De hecho, seria una cierta forma de solipsismo (ya que quien defiende esta postura puede admitir que existe su propia mente y la de nadie més), aunque no idea- lista (pues admitiria que existe un mundo material, ademas de su mente). En este caso, la teorfa fracasa porque no es capaz.de ofre- cer una explicacién de por qué, si todos los seres humanos tie- hen un comportamiento parecido y unos procesos neuroldgicos similares, resulta que estos procesos tinicamente generan verda- dera consciencia y verdaderos cualia en el caso de una persona. Y ademés, al fin y al cabo ella tampoco es capaz de demostrarnos a nosotros que no es un zombi. | En busea de! yo Experiencias ilusorias en la ciencia ficcién La idea de que nuestra experiencia del mundo podra ser nada més que una ilu ‘én no solo esta presente en la historia de a flosofiay de las religiones, sino que también ha sido una veta inagotable para la literatura y el cine de ciencia ficcion. Peliculas como Matrix y Desafio total nos presentan mundos en los que la tecno: logia permite crear experiencias indistinguibles dela realidad, Blade Runner juega. con la posibilidad de implantar recuerdos y emociones artificalos en los cerebros. de los «replicantes». El escitor Philp K. Dick fue uno de los autores que mas jugo lterario fue capaz de sacar a esas ideas en los libros que inspiraron varias de esas, policulas, como en eu famosa novela ¢Suerian los androides con ovejas elécvicas? ‘tia el antecedente més ilustre de todas estas obras sea el famoso cuento dl fldsofo chino Zhuangzi (siglo w a.C), que dio que habia sonado que era una ‘mariposa que softaba que era Zhuangel y que al despertar no podia estar seguro de si era realmente ol, 0 era la mariposa que ain estaba so‘iando que era Zhuangai En honor del antiguo fldsofo podemos decir que las novelas y peliculas de ciencia, ficoién (y también ol experimento mental de los cerebros en una cubeta) suelen fsumir, por mor de la vorooimilitud navtativa, que loeindividuoe que estan eujetos: ‘a experiancias 0 recuerdos fiticios son seres humanos, o al menos, cerebros hu: manos. Pero 8! nuestra experiencia fase on verdad el fruto de la manipulacion arti ficial de un «cerebro, no habria ninguna razén para penear quo ose que tet siendo manipulado debe tener el mas minimo parecido a un cerebro snormab: Pampsiquismo: émentes por todos lados? El problema de la relacién entre los cualia (0 en general, la sub- jetividad de la consciencia) y la naturaleza fisica es seguramente uno de los més complejos de la filosofia, tanto que el ya citado David Chalmers lo ha denominado «el problema dificil» de la consciencia (hard problem). Aparentemente, ninguna de las dos principales tesis sobre la relacién entre mente y materia puede ofrecer una solucién al problema. Estas dos tesis son, claro estd, el idealismo y el materialismo. Segtin el idealismo, solo la mente Mentes in cuerpo. Cuerpos sin manta | 115 podkla perfectamente ser el cerebro de una mar 08, 0 algo a fo que ni siquiera pudramos Hamar scorebro», A fin y al cabo, la oaidad desde a cual ue 50 estaria produciendo la usin que denominamos arwestra experiencia no tanchla por qué ser seme- CAA Cree YA) jante a la «realidad» que nos est pareciondo obser- vat dentro de esa usin, ni tendan por qué tener vigencia en ela las layas fsicas que nos parece que ‘se cumplen en el mundo de nuestra experianca DDebemos perdoner de todas formas, las obras {de cenca fccon esta pequetaicencia nxatv, pues tmuy probablemente unos protagoristas que no solo 10 tuvieen forma humana sino que dems no puclo ran ni ser reconocides camo organismos biolégicos, 0 viviran en un universo donde la yes tions fuesen Complotanente citintas do a que conocemos, eeian Figura 16: 2Una ilu- ston? Philip Dicker uno ores demasiado extrafios para captar nuestro interés delos autores de cienci saariajapbannta 2478 novela 0 una pelea. Lo que sles més cf besiin oe tala tieablo 8 que la posibilidad de quo las layos fsicas cxeacién de mundos en los ntccnologispermite, 2288 leretes en el sypuesto smundo iusrio® yen Fae ean ncacrerindie. _mabinerio «mundo resh no sea teida en cuenta expl+ generarexperienciasindi- N00 Nee Sean eae et ctamente cuando hablamos de arqunenoe floséicos ;propiamente cichos. es real, y la naturaleza que observamos a nuestro alrededor es una especie de ilusién. Seg(in el materialismo, en la naturaleza solo existe lo material, aquello que puede ser reducido a entida- des ¢ interacciones fisicas, y todo lo mental no seria, entonces, més que un epifenémeno, un subproducto superficial e irrele- vante en el gran mecanismo causal del universo. Ninguna de las dos teorfas parece capaz de ofrecer (al menos en sus formas més simples e ingenuas) una explicacién convincente de como puede «surgir> la materia a partir de la mente, o la mente a partir de la materia. 116 | En busca del yo Una posible solucién a este dilema, que parece estar ganando popularidad entre los filésofos en los tiltimos tiempos, y apoyada por el propio Chalmers, es la tesis de que materia y consciencia no son dos tipos de'entidades realmente diferentes, sino que toda la materia posee consciencia de manera intrinseca, y que nues- tra consciencia es solo el resultado de la actividad consciente de todos y cada uno de los dtomos que componen nuestro cerebro, A esta tesis se la conoce con el término pampsiquismo (del pre- fijo griego pan-, todd). Uno de los inspiradores del pampsiquis mo fue el fildsofo Bertrand Russell, del que hemos hablado un poco mas arriba. Segéin Russell, la fisica y las ciencias naturales en general solo nos proporcionan conocimiento de las relaciones estructurales que se dan entre las entidades y los sucesos de la naturaleza; o por decirlo de otra manera, solo nos informan (en el mejor de los casos) de qué ecuaciones matemdticas obedecen di- chas entidades y sucesos. La ciencia no nos dice nada, por tanto, de lo que estas entidades son «intrinsecamente». O sea, la fisica no nos explica cémo son «en si mismos» los electrones, los dto- ‘mos, etc, sino que tan solo nos dice de qué forma se comportan, El conocimiento cientifico de la materia es, paradéjicamente, un conocimiento puramente formal, no «materiabs 0 «sustancial». {Significa esto que no podemos saber nada sobre «cémo son en si mismas» las entidades de la naturaleza? No, segtin Russell y otros, pues nuestra experiencia subjetiva nos permite cono- cer algunas cosas «tal como son intrinsecamentey. Estas cosas son, por supuesto, nuestras sensaciones, es decir, ciertos proce- sos cerebrales. La sensacién de color verde que experimentamos al contemplar la copa de un Arbol en verano, por ejemplo, es la cualidad que intrinsecamente posee un cierto proceso natural: no las hojas del érbol, sino lo que esta pasando en nuestro cere- bro al percibirlas, Aunque es cierto, como ya hemos dicho, que al Montes sin cuerpo. Cuorpes sin monte | 117 observar un cerebro (no el nuestro) mientras su duefio percibe algo verde, nosotros no vemos en ese cerebro nada verde, hay que recordar que no estamos viendo ese cerebro «tal como es en sf mismo», sino la representacién que nuestro cerebro construye de ese otro cerebro; estamos viendo ese cerebro desde fuera. Pero en cambio, nuestro propio cerebro no lo vemos «desde fuera», sino que nuestras sensaciones son una parte real, sustancial, intrin- seca, de nuestro cerebro. La sensacién de color verde que el otro cerebro est experimentando es parte de la naturaleza intrinseca de sus procesos neuronales, y por lo tanto no puede percibirse desde fuera, sino solo desde dentro, o sea, solo puede ser percibi- da siendo ese-cerebro-durante-ese-proceso-neuronal. Ahora bien, silas tinicas propiedades intrinsecas (0, por decir- loen términos de Kant, nouménicas) que podemos conocer de los entes y sucesos naturales son los cualia (las sensaciones), parece razonable concluir que las propiedades intrinsecas del resto de los entes naturales serdn parecidas a esas, Al fin yal cabo, las neu- ronas estén compuestas de étomos normales y corrientes, y las propiedades intrinsecas de las neuronas deben de ser el resultado dela combinacién de las propiedades intrinsecas de los étomos y partfculas que las componen. Asf pues, los cualia deben de ser el resultado de la combinacién de algunas propiedades intrinsecas de los electrones, protones, ete. En conclusién, el cardcter «cua- litativo-subjetivo» de los cualia no seria més que la consecuencia de que la materia en s{ misma poseerfa, como cualidad intrinse- ca, esa propiedad que llamamos «cualitativa-subjetiva», es decir, a propiedad de ser consciente. Roger Penrose, uno de los fisicos que mencionabamos en el capitulo «El mito del ordenador», ha sugerido que los estados de superposicién cudntica (que segtin él y otros autores quizd se dan en los microtiibulos que forman el «es- queleto interno» de las células, y de las neuronas en particular) 118 | En busca del yo podrian ser esta especie de «atomos de consciencia». (Por cierto, el propio Bertrand Russell no parece que estuviera dispuesto a dar este paso de atribuir a toda la materia este cardcter cualita- tivo-subjetivo, y quiz4 por eso no llamé pampsiquismo a su pro- pia opinién, sino que le dio el nombre, menos comprometido, de «monismo neutral»). En segundo lugar, si toda la materia posee consciencia, por qué solo somos conscientes de una parte muy pequefia de nuestra acti- vidad cerebral, y nada en absoluto de la actividad de otros érganos, tanto dentro del sistema nervioso (por ejemplo, el cerebelo), como fuera de él (por ejemplo, el higado). .¥ cémo es que a veces estamos totalmente inconscientes? La consciencia parece depender mas del tipo de conexiones que se dan entre ciertas neuronas (y por lo tanto, de alguna relaci6n «extrinseca» entre ellas) que del hecho de que las neuronas posean una u otra «naturaleza intrinseca». En tercer lugar, podemos imaginarnos un universo que estu- vviese formado por materia que fuera «intrinsecamente» distinta alla materia de nuestro universo (en particular, que no poseyera esos dtomos de consciencia), pero que fuese «extrinsecamente» igual, es decir, que obedeciera exactamente las mismas leyes fisi- cas. En un universo asf, habria organismos que se comportarfan igual que nosotros, y que afirmarfan con toda conviccién que per- ciben sensaciones cualitativas, que estén conscientes, etc., pero por hipétesis no tendrfan esos étomos de consciencia y por lo tanto no habria para ellos tal cosa como los cualia (aunque ellos insistirian en que sf). Bs decir, serian zombis como esos de los que hemos hablado en el apartado anterior. Si negamos la posibilidad de que tales zombis existan, eso convierte aquel argumento en una raz6n contra el pampsiquismo. Un cuarto problema es el de la unidad de nuestra conscien- cia, que es una de sus caracterfsticas més importantes: somos Mentes sin cuerpo. Cuerpes sin mente | 119 conscientes de lo que vemos y lo que nos pasa en cada momen- to como un todo, no como un mosaico de sensaciones que estén intrinsecamente separadas unas de otras. Si los cualia se corres- pondiesen con propiedades de los atomos o corrientes eléctricas individuales que forman nuestras neuronas, parece que no habria forma de explicar por qué los percibimos todos ellos (la visién y el sonido de una catarata, més el asombro que sentimos al contem- plarla, por ejemplo) en una dinica experiencia, Si los 4tomos de consciencia consisten en estados de superposicién cudntica, en Jos que una particula «puede hallarse en dos sitios ala ver», quiz ese tipo de «unidad» pudiera proporcionar alguna explicacién al hecho de que un acto de consciencia posee una «unidad» que pa- rece mayor que la de un mero «estar unas cosas al lado de otras». Pero, como deciamos al hablar de la critica de Aaronson a Penro- seen el capitulo «El mito del ordenador», parece muy improbable que en el cerebro puedan darse tales estados de superposicién durante el tiempo que se necesitarfa para tener cada sensacién unitaria de experiencia (como al comprender el sentido unitario de una frase que tardamos varios segundos en ofr). Y, la verdad, tampoco se ha presentado ninguna explicacién de cémo podrian dar lugar a «experiencias unitarias» los estados de superposicién cuantica. En definitiva, pese a su posible atractivo superficial, el pamp- siquismo no parece ser una opcién prometedora para explicar las relaciones entre la materia la consciencia. El iltimo capftulo va- mos a dedicarlo a otros intentos de resolver este arduo problema filoséfico... o cientifico.

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