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Be Moe Te Reservas todos los derechos. El contenido de esta obra estépro- tegido por la Ley, que establece penas de prisin y/o multas,ade- Inés de las correspondientesindemnizaciones por dafios¥ perji- os, para quienes reprodujeren plagiarea, distibuyeren o comani- caren piblicameate, en todo 0 en parte, una obra litraia,arts- tiea o ientfica,o su transformacién,interpretaci 0 ejecucién listen fjada en cualquier ipo de soporte 0 comunicada a través e cualquier medi, sin la pereepuva autorizacin, © Apata Comrisa, 1993, ‘© EDITORIAL TECNOS (GRUPO ANAYA, S. A), 2008 Juan Ignacio Luca de Tena, 15 - 28027 Madad ISBN: 978-84-309-4778-2 Depésito Legal: M.37.160-2008 Printed in Spain, Impreso en Espatia por Fernéndez Ciudad, S. L. INTRODUCCION - INDICE Pig. EL HIBRIDISMO IDEOLOGIGO DEMOCRACIA SIN DOGMAS LAS CONTRADICCIONES DEL LIBERALISMO POLITICO VaRI2DADES DEL LIBERALISH 7 Latte, enue «averse» Det LineRALISHO FLOSOMCO AL LIBERALISMO POLITICO = [BL SeXTDO DEL LIERALISMO POLITICO on : [UN NCCLEO MINIO DE VALORES MORALES necro JEnea-OCIO%: 1 IDEAL DE HOMBRE [BALANCE DE LIRERALISMO MOLTICO LEGITIMACION DEL ESTADO ¥ TECNOLOGIA SOCIAL .. 1. UNA YISION PALIMIASTA DAL SISTEMA DE LA SABIDURIA 2. RACIONALIDAD ECONOMIA ¥ PRAXIS POLITICA RACIONAL 3. LEGETDCACONS DEL ESTADO Y TECNOLOGIA SOCIAL wu 4 5. [Las rises DEL ESTADO « EL sgeT0D0 De 1 PRAXIS FOL HICA RACIONAL. IZQUIERDA SIN DOGMAS: UN SOCIALISMO PROCEDIMENTAL ‘BuENO, PERO Z0UEES & SOCIALisMO? ZaQIBRDA SN DOGMA... [La mROrUNDUZACIN EN EA DUMOCRACIL UNA ETICA BELA INSTITU” NES oa : 4, "TaEs OPCIONES PARA EL SOGIALISMO scree 5. UNSOCIALISMO FROCEDIMENTAL SOCIALISMO DEMOCRATICO LIBERAL La COSSTETUCION BEL YO a “SOCIALISMO PRAGMATICO-TRASCESGESTAL® EL PACTUA DEL WHBRIDISNO SOCIALISMO DEMOCRATICO LIBERAL = pee a ETICA APLICADA Y DEMOCRACIA RADICAL 4. Tres tradiciones se 42. Tewaldad complejo: una sociedad sin dominacién = Pare, DEMOCRACIA RADICAL DOS CONCEPTOS DE DEMOCRACIA: HOMBRE ECONOMICO FRENTE A HOMBRE POLITICO .. Dos concertos De DEMOCRACIA 7 EL MopeLo PxRTicPATIv [Los HABERES Dak MODELO ELITISTA 2Que Hacen? — [ETICA DEL DISCURSO Y DEMOCRACIA PARTICIPATIVA ess LUNA DEMOCRACIA ALA ALTURA DELOS TIEMPOS sss 2. USA DEMOCRACIA PARTICIPATIVA COMUNITARIA: DEMOCRACIA FUSRTE 3. CPENDAMENTA La ETICA DEL DISCURSO UNA DEMOCRAGIA PARTICIPA: 14, APLICACION BEL PRINCIIO DE LA EICA DISGURSIVA AL AMBITO FO LIMO nnn ven 4, La propuesta de K.O. Apel 42. Unmodelo de democracia inspirado en la Teoria del Discurso deJ. Hobermas = : 5. ECA DAL BISCURSO Y DEMOCRACIA PARTICIPATIVA RADICALIZAR LA DEMOCRACTA DESDE UN NUEVO SUJETO. MORAL, 1. LACRINCA DEL SUE 2. HACIA UNA MOURA INEDITA DE SUIETO 3. BL actu DLA auTONOMIA a 5 [NUEVO MUMANISMO VERSUS NEDINOIVIOUALISMO [La TEORLA DEL SUIETO EN LA PRACAEATICA FORMAL Sil, La génesis psicosocal del sujet 52. Ladoble dimensin del sujet: atonomia y auorreaicaci 53. Unconcepio tansformado de autenomia 5.31, Inebasabiidsd de la incersubjeividad 5.32. Lrebasabildad dela subjetividad 16. Divens0s us0s DEL TERMI «ALTONOMIA»> 6.1. Elambito politico 62. Elambito moral 63. Eldmbito médica 6A. El ambito pedagdgico inpIcE IDEAL PARTICIPATIVO Y SOCIEDAD CIVIL sn BL IDEAL DEL PARTICIPACIONISMO enna EL PENDULO DELA HISTORIA EL DESENCANTO POLIMCD wns AbvOs 4 HEGEL: HL FOTENGIAL Fico BE LA SOCIEDAD CHV [EMA DE LA SOCIEDAD CIVIL: DE LOS DERECHOS A LAS RESPONSABIL- eee LOS RETOS DELA ETICA APLICADA EL ESTATUTO DE LA ETICA APLICADA .. es Enea ¥ Mona “TAREAS DELA ec : [EL AUGE DELA ETICA APLICADA. ovo EL ESTATUTO DE LA Emica APLICADA a APLICACION DEA ETCA DISCURSIVA ‘Sls MIFOTESIS PARA UNA ETICR APLICADA pear MODOS DE ENTENDER LO MORAL |. MORAL DEL CARACTER, MORAL COMO CAPACIDAD PARA INFEENTAR ANTE [EA MDESHORLIZACION ees 2. MORAL COMO BOSQUEDA DEA FEIEIDAD wn 5. Mora Da. DERER . MORAL COMO CUMPLIMIENTO De DERERES HAGA LO (QUEESEL FINEN Si MISMO : 34. Los inevitables conflicts enre lo justo y lo placentero 32. Limite de los deberesincondicionados:el problema de la vio. enc legit ac 44, MoRAL DELAS VRTCDES COMUNTTARIAS 5. MORAL COMO CUMPLIMIENTO DE FRINCIIOS UNIVERSALES ETICACIVICA 1. GMORAL CIVIL 0 MORAL RELIGIOSN? cee 2. Laresswo v FDEISwO I 3. {QUESGNIICA WEUNDAMENTAR LA MORALD? sons 3.4. Complejiad del fenémeno moral 32. Eforistaniomo no es wna moral 44. BTICAS DE MAXIMOS ¥ ETICAS DE MINIMOS sonst 5, LOS FINDAMENTOS ETIC0S DE LA MORAL CIVICA MORAL DIALOGICA Y EDUCACION DEMOCRATICA 1 (VALE LA Pra ENSENAR LA ViRTUD? 10 15. ETICA APLICADA Y DEMOCRACIA RADICAL 2, INSURICIENCTA DE LA ADQUISICION DE DESTREZAS PARA CONSTRUIR LNA [NIVELES DELA EDUCACION MORAL DELA NDOCTRINACION 4 LA TERENCIA MORAL “MORAL BIALOGICA ¥ EDUCACION DEMOCRATICA LUN CONCEPTO «TRANSFORMADO» DE PERSONA PARA LA BIO- ETICA enon 1. BLAMBITO DELA ROENCA sen 2. Losmmuscites beta aiogrica 3. EL DISCURSO DE LA DIGNIDAD PERSONAL 4 LaavtoNoMa coma FUNDANGENTO DE LA DIGNIDAD 5 6 {{DE QUE ES DIONA UNA PERSONA? ‘APcaciOn aL mlogTica DeL. COSCEPTO DE PERSCKA COMD INTERLO- ‘CuTOR VALID MORI HUMANAMENTE, 1, EL JUEGO HUMANO DE LAS ETIQUETAS 2. LAMMUERTE DESDE HL HORIZONTE DE LA RLICIDAD 3.LA Muri: DESDE EL HORIZONTE pEDNTOLBGICO * BLL, La muerte involunta en 3.2. Lamuerte volunaria wove ASPECTOS ETICOS DEL PROYECTO «GENOMA HUMANO> [EL TEMOR DE LOS CENTOS ANTE UNA BTCA INQUISTORIAL EL PROYECTO Gexoxth Huneaxo [US MUNDO DE RECELOS ETICOS {{COw0 RESPONDER ETICAMENTED EL sur enco De La DECISION JUSTICACION ETICA DEL PROYECTO GENOMA HLMAND ~ [ETICA DELA EMPRESA: SIN ETICA NO HAY NEGOCIO! {GBS osm UNA ETICA ECONOWCA? “SEL Negoauo Es EL NEGOCIO>: UX vIEIO TEMES EEL NACIMIENTO DE LA BTICA EMPRESARIAL OFTICA DE LOS NEGOCIOS “ No es ésa la opeign que defendesé, como pede verse en el capttulo 13 del pre- sente libro. PNTRODUCCION 7 de que el participacionismo es al menos la expresién de un doble sen- timiento: la insatisfacci6n por una forma de organizacién politica que reduce la participacién social de las ciudadanos al papel de electores ocasionales, pero también la insatisfacciin por entender igualmente que la participacién de Jos hombres en las actividades piiblicas-se reduce al papel de electores en la cosa estatal. Se trata de una insatisfaccién recurrente, que no ha sido capaz por el momento de plasmar una.alternativa técnicamente realizable en la vvida politica, tal vez porque como decia J. L. Aranguren, la democracia participativa es ante todo una aspiracién moral. Mientras que la demo- cracia politica se las ha necesariamente con el mundo de la prudencia y la estrategia, la pretensién participativa es cosa de una «democracia ‘como moral —decia ya hace afios J. L Aranguren'— y la historia le hha dado la razén, porque la insatisfaceién por la escasa participacién en asuntos que a todos nos afectan ha ido generando en Ia vida social una ‘multiplicidad de exigencias éticas, que se plasman en ese conjunto al que se ha llamado «éticas aplicadas», éticas que tienen en comin la necesidad y el deseo de que en los distintos campos sean los afectados por las decisiones quienes tengan no sélo la ultima, sino también algo més que la tltima palabra. La ética es algo més —mucho més— que una moda o que una cos- mética, Naturalmente puede utilizarse como maquillaje en la politica y cn las empresas 0 como mereancia en las publicaciones, ya'que al cabo todo puede ser convertido en cosmética; en mercancfa y en moda, pero si puede usarse con fines espurios es porque ya tiene un’ valor para el piiblico, porque es un reclamo que sirve para movilizar sentimientos y voluntades. Segrin Lipovetsky, la necesidad de la ética procede de que hemos entrado en Ia época de! liberalismo postmoralista, 1o cual significa que los individuos, conscientes de ser fines en sf mismos, como quiere la tra- dicién kantiana, no comparten, sin embargo, con esta tradicién la idea , eli- giendo aquellas que gozan a la vez de un fuerte componente filoséfico y de un manifiesto deseo de orientar la accién. YY como no es ésta una novela policiaca, en la que la intriga consti- tuya un ingrediente indispensable, anunciaré desde el comienzo que en esta primera parte no habré ni vencedores ni vencidos, sino la convie- cién de que hoy en dia es imposible renunciar totalmente a alguno de Jos legados—liberal 0 socialista—, porque se va produciendo wn fend- ‘meno al que quisiera calificar de hibridismo: ni los liberalismos extre~ ‘mos ni los socialismos puros dan cuenta de la Yeafidad: nf unos ni otros Sabon proporcionar proyectos de futuro moralmente deseables y técni- “Tainehte Viables. Sdlo el cruce dé To mejor de ambos puede hoy ayudar- Os a pergetar una democraci@autntica SSS ~~Akora bin, enfrentar la tarea de su posible disefio es cosa que sélo puede hacerse atendiendo a dos polos: alos modelos de democracia que histdricamente se nos han ido ofreciendo, y a las realidades concretas. Por eso nuestro siguiente paso consistiré en considerar distintos mode- Jos de democracia, tejidos, en tiltimo término, sobre la urdimibre de dis- tintas concepeiones de hombre, lo cual nos Hlevard a la que considero més adecuada y ya he mencionado: la del hombre como interlocutor vé- lido, tal como la sugiere en principio la ética del discurso y tal como ‘reo puede ser ampliada y profundizada. De justificar con argumentos mi opci6n por este tipo de ética, como también de exponer sus trazos y ponerla en didlogo con otras éticas con- tempordneas me he ocupado ya en trabajos como Razén comunicativa responsabilidad solidaria y como Etica minima’ y, por tanto, remito a ‘ellos para la tarea de fundamentacién y diseiio de la ética del discurso, asi como a las obras de sus creadores ¢ intérpretes. Como también re~ mito a Etica sin moral que se ocups ya de realizar una tiple tarea: situar ‘A, Contina, Razén conunicatva y responsabilidad soidaria, Sigueme. Salamanca, 1985; Erica minima, Teenos, Madd, 1986. Ver también Esca dela razdn cordial, NO- bel, Oviedo, 2007 INTRODUCCION 2 ala ética del discurso en el contexto de la las clasificaciones éticas y en ‘el mundo de la discusidn entre comunitarios, universalistas y postmo- demos; iniciar un serio proceso de autocritca, ya que nuestra ética puede acabar disolviendo la moral si no trata de superar sus limites; y sugerir por iiltimo algunos caminos para llevar a cabo tal superacién' Quedaba apuntada en aquel trabajo, entre otras cosas, la posibilidad de que una ética semejante, con las complementaciones necesarias, alum bara un modelo de democracia. Y es de corregir y desarrollar amplia y detalladamente tal apunte de lo que se ocupard la parte central de Etica aplicada y democracia radical, que ya no entiende la participaciGn Iitica como una forma de-vida, sino como un mecanisto, a diferencia de lo que ocurria en Etica sin moral: pero que —eso si tata de salvar la verdad del participacionismo por otros conductos, porque Ia aspira- cin de los participacionistas tiene —como he dicho— una muy buena parte de verdad que es urgente satisfacer Esta parte de verdad nos leva curiosamente de la mano a la exi- gencia de una ética de la sociedad civil y sobre todo a los sujetos mo- rales, que constituyen la raiz. de la politica y de cualquier &mbito vital. De ahi que los capitulos 8 y 9 configuren el nicleo del libro, el nudo en que se articulan los dos momentos que lo componen: el de la democra- cia considerada como mecanismo politico (partes 1 y I) y cl de la exi- gencia de participacién de todos y cada uno de los hombres desde los, distintos sectores de la ética aplicada (parte IID). Porque, en definitiva —y ésta seria mi conclusion—, una democracia radical es imposible sin construir una moral civil desde los distintos dmbitos de la llamada ica aplicaday. Es este terreno de la aplicacién, més que el de la fundamentacién, el que parece estar hoy de moda, tanto en la vida cotidiana (a través, de los medios de comunicacién, los eédigos de conducta, las protes- tas de moralidad), como en el dominio de los expertos, en el que se multiplican las revistas especializadas y las monografias sobre el tema, Pero que esté de moda no es necesariamente una ventaja, porque el he- ccho de que la opinién publicada le preste sus paginas y sus ondas no significa que sepamos en qué consiste ni tampoco que hayamos po- dido descubrir si se trata slo de un asunto fugaz o de una radical exi- gencia humana. Por eso la parte TH del libro emplea sus energfas en intentar desentrafiar cudl sea el estatuto de la ética aplicada, como se "A. Conina,Etica sin mora, Teenos, Madrid, 1990, De expresar en forma de en sayo el contenido de los libros citados me he ceupado en La moral del camaleén, Es- pase-Calpe, Madrid, 1991 2 ETICA APLICADA Y DEMOCRACIA RADICAL construye y cul es su fuerza exigitiva, ya que es éste un tipo de saber {gue ni se identifica con el derecho ni puede quedar en mera conviccién individual Para Hevar adelante tal propésito nos hemos ido adentrando en aquellos émbitos de la vida social desde los que se va forjando la ética {que nos ocupa, y un recorrido semejante ha mostrado que no es la ética aplicada’una simple moda, creada por la opinién publicada, ni tampo- co el maquillaje que recubre compasivo los rasgos de una sociedad enferma, sino Ia exigencia cada vez més imperiosa que surge en los dis- tintos campos al ir reconociéndose los hombres a si mismos como las personas, como los interlocutores insoslayables que son’ Una sociedad que, en su organizacién y funcionamiento, no les tenga por tales, estd muy lejos de haber llegado a su raiz, suite de pro- funda desmoralizacién, se encuentra moraimente bajo minimos, y es una simple exigencia de justicia que se apreste a cubrirtos. Ayudar ‘modestamente en esta tarea es el propésito de Etica aplicada y demo- cracia radical. Nar también sl respcto A. Cortina, La iar de ly sociedad civil, Anaya/Alude, “Maid, 194; Por una éica del consumo, Tears, Mads, 2002: A. Corti y D. Garcia. Marzi, Racin piblieaycica epicadar, Teens, Madr 2003. PARTE I EL HIBRIDISMO IDEOLOGICO i 1 j | | | 1. DEMOCRACIA SIN DOGMAS Cada nifio leva al nacer, bajo el brazo, un pan —dice el refrin so- ‘bradamente conocido—'. Cada época —podriamos afiadir por nuestra ‘cuenta y riesgo— Hleva, al nacer y desarrollarse, algunos dogmas bajo cel brazo que le permiten sacralizar determinadas consignas sin tener que dar criticamente razén de ellas. Dar razén de todo es agotador e incluso inhumano. Detenerse en un punto de la argumentacién ¢ inmunizarlo frente a la critica racional, porque lo ha revelado la autoridad competente 6 porque es evidente de suyo, es el recurso de todos los tiempos que en el mundo han sido —y presumiblemente de los que seriin— para ahorrar energia teflexiva y critica Porque, si reflexionar es agotador, No lo es menos crticar seriamente Por eso los hombres solemos optar por el dogmatismo, apoyéndonos en distintas épocas en dogmas diversos, de suerte que el presunto progreso critico més parece consistir en sustituir unos dogmas por otros que en evitar el dogmatismo, ‘No hace mucho, ante las dificultades de entender determinadas re- laciones econémico-sociales, decia el hablante, con la suficiencia de quien recurre alo incuestionable: es que son «dialécticas». Y el oyente, apabullado, asentia en silencio, replicando implicitamente: éah, bueno, si es asf.» Nadie sabia aciencia cierta qué significaba aquello de «dialéctica», pero usar el término daba buen resultado al hablante, porque podia per- suadir a cualquier oyente, sin necesidad de argumentos, de que lo dicho iba a misa y debia orientar su conducta Nunca mejor dicho lo de ir @ misa, porque este nuevo dogma venia allenar de algtin modo el vaeio dejado por afiejas expresiones que, ante Ja inadmisible injusticia humana, atribufan su misterio en stimo término la voluntad de Dios. «Es que Dios lo quiere» —justificaba el hablante, también con la rotundidad de lo inapelable— Este capftlo tiene su origen en la parte 1. de eDemocracia. El dogma de mucsto tiempos, Claes de Razin Pracica,1.* 29 (1993), pp. 25-32 (25) 26 ETICA APLICADA Y DEMOCRACIA RADICAL {Qué alegar ante la inescrutable voluntad de Dios? {Qué alegar ante Ja no menos inescrutable dialéctica? Y no es que tales expresiones carecieran de significado, al menos ese una teoria no empirista del significado. Es que importaba al ha- blante no actararlo para seguir usdndolo- en un sentido dogmdtico, es decir, emotivista® ‘Como sabemos, un término se usa en sentido emotivista cuando el ha- blante no pretende ofrecer razones al oyente para que las pondere y tome decisiones de modo auténomo, sino que intenta causar en él una actitud, predisponerle a obrar en una direccién que resulta conveniente al usuario del término. Naturalmente, en esta empresa de inducir conductas sin ofre- cer razones los dogmas son de una utilidad difiilmente superable y por so conviene al hablante que su significado permanezca oscuro, convien ‘no aclararlo, para poder seguir usiindolos de forma acritica, emotivista’, Porque zy si, una vez aclarado el significado de la expresién, se legaba a descubrir que la voluntad de Dios es alérgica ala injusticia que tan ale~ sgremente se le adjudicaba? ,Y si la dialéctica, bien miradas las cosas, no debfa llevar a una nueva explotacién del hombre por el hombre? Hoy podria parecer que cualquier intento de utilizar términos en sen- tido.dogmatico esta llamado al fracaso en una sociedad como la nues- tra, sometida —segiin se dice— a un drastico tratamiento de desmitifi- ‘cacidn. Tras siglos de oscurantismo —se dice— estamos asimilando por fin el lema ilustrado: «;despréndete de andadores y atrévete a servirte de tu propia razén!», Hasta tal punto que la misma raz6n ilustrada viene siendo cuestionada desde hace tiempo desde «lo otro» de la raz6n, desde esa dimensién inconsciente, corporal, sentimental de los individuos, que obliga a dudar del sujeto racional y consciente. Sin embargo, no pode- ‘mos dejar de preguntamos: es cierto? zya no nos apoyamos en dogmas, sino que nos comportamos de un modo eritico? ‘Yo me permitiria insinuar que esa razén critica ilustrada, a la que hoy algunos atribuyen todos los males causados por la irracionalidad, todavia no se ha estrenado. Como me permiticia insinuar, rebuscando en nuestros usos lingiifsticos, que mas de un término continta ejerciendo Ja vieja funcién emotivista, pero también que en el podio de Tas expre- * Un excelente andliss del emotivismo como «moral vvida» de nucsiro momento eso realizado por A. Macintyre en Tras la vir, Critica, Barcelona, 1987, sobre todo caps. 1.293. [De una erica al emotivismo en su vesién ica y politica me he ocupado en La ‘moral del camaleén DEMOCRACTA SIN DOGMAS a siones dogmaticamente aderezadas ocupan puestos bien clevados la «de- ‘mocracia> y \o «democritico». Cualquier institucién, relaci6n u organizacién a la que se aplica el predicado «funciona democraticamente» merece, al menos verbalmente, aprobacién general; cualquiera que repela semejante predicado merece, al menos verbalmente, general repulsa, y es sentir comtin que deberia convertirse al buen camino. Pero zpor dénde discurre el camino demo- cexético? ,Qué es un proceder democrético? Contestar a estas preguntas es urgente, porque, si bien es cierto que ‘con la excepcién del Estado islémico fundamentalista, la democracia es €l tinico modelo de gobierno que goza en la actualidad de una amplia legitimidad ideol6gica; si distintas teorias éticas se precian de funda ‘mentarla racionalmente, no es menos cierto que su significado sigue siendo Io suficientemente oscuro como para poder ser usado en un sen tido emotivista, es decir, manipulador, Y, como muestra, basta un botdn: zqué significa la expresién «de~ mocritico> si se aplica ala organizacién de la familia y de distintas ins- tituciones —como la escuela, la universidad, los hospitales—. del mismo modo que se aplica a una forma de organizacin del Estado? Cuando M, Walzer afirma que s6lo un Estado democritico puede crear una so- ciedad civil demoerética y que, a su vez, s6lo una sociedad civil demo- critica puede mantener un Estado democritico’, o cuando habla Haber- mas de una «formacién democratica de la voluntad», refiriéndose, no sélo.a la formacién de la voluntad politica, sino también al mundo de la vida, ;tiene sentido en ambos casos hablar de «pueblo» y de «sobera- nia» como base del funcionamiento democritico, o habriamos de reco- nocer que la democracia es tnicamente una forma politica de gobierno, no extensible a otras formas de organizacisn social? Encontrar respuesta a estas preguntas €s hoy sin duda urgente por va~ rias razones. En principio, aunque s6lo fuera por intentarevitar el dogma- tismo emotivista al que he aludido y que no puede conducir sino a la ma- nipulacién de unas personas por parte de otras, coneretamente por parte de aquellas que tengan el poder féctico para hacerlo, Un mundo de hombres, hheterénomos, en que unos se sirven de los restantes como medios para sus, fines, es el tnico resultado posible de este dogmatismo emotivista. ‘Ahora bien, si evitar una consecuencia semejante es ya raz6n sufi- ciente como para iniciar un proceso autocritico en el caso de la nocién de democracia, no lo es menos la segunda de las razones a que antes hemos * M, Walzer, «The Idea ofa Civil Society», Dissent (1990) 28 ETICA APLICADA Y DEMOCRACIA RADICAL aludido: el intento de evitar el imperialismo politico, en el que incurrea tanto los participacionistas politicos como los representacionistas parti- darios de entender la profundizaci6n en la democracia como una exten- sin de los mecanismos de la democracia representativa a las dems es- feras. Aunque estas dos corrientes difieren entre sf le hora de entender fen qué consiste el gobierno del pueblo —Ia participaciéa directa en la toma de decisiones frente a la eleccién de representantes—, no se dife- rencian en su afén de identificar lo politico y lo social, ni en el de extract ‘como consecuencia de la superioridad de Ia democracia frente a otras for- ‘mas de gobiemo la necesidad de extenderla a cualquier otra esfera. Por ditimo, una tercera raz6n queda, al menos, para empefarse en. aclarar qué sea una democracia sin dogmas, y consiste en el intento de comprender a qué se refiere cualquier ideologfa politica —socialista 0 liberal—, que se pretende progresista, ya que desde hace algain tiempo unas y otras coinciden en erigirse como paladines de la democracia. Y en el caso de determinada izquierda, de una democracia radical. En efecto, aunque el modelo de democracia triunfante es et liberal, un ‘buen niimero de socialistas europeos afirman que hoy la identidad de la inquierda consiste en llevar adelante la tarea de profundizar en la demo- cracia,o bien en hacer posible una democracia radical. En este timo sentido dird Habermas expresamente que «Ja izquierda no comunista no tiene raz6n alguna para deprimirse», porque le quedan un lugar y un pa- pel politico: contribuir a la construcci6n de una democracia radical’, Si esto €s cierto, entonces, como veremos més adelante®, el socia- lismo no es ya una cosmovisi6n, ni tampoco una «teor‘a moral» de 1o bueno para los hombres, sino un conjunto de procedimientos impregna- dos de valores, concretamente de aquellos procedimientos que permiten construir una democracia radical. Autores como Apel 6 Habermas ha- brian diseftado, més 0 menos intencionadamente, los rasgos de lo que creo adecuado ilamar un socialismo procedimental, apto para acceder & Ja deseada democracia radical, si bien es cierto que, por su parte, otros autores como J. Rawls 0 Ch. Larmore habrian bosquejado los trazos de un liberalismo procedimental, también desde una nocidn de democracia. iQue significaria en todos estos casos el término «democracian? ‘A pesar de los rfos de tinta que a cuento del tema se han vertido, si- ‘gue siendo dificil responder a esta cuestién, y no s6lo porque, como he + J. labermas, «Nachholende Revolution und linker Revision bedart. Wa hiss So- zialismas heute?» en Die nachholende Revolution Suhskamp, Frankfur. 1990. pp. 179- 24 (tod, cas en Leviatn. n° 43,44 (1991, pp. 39°58). Ese ese programs que Ha- ‘demas desaroard como «politica deliberavas en Facticidad y valde, Tota, Madd, 1998, yen La incusin del or, PaidSs, Barceion, 199, * Nercaptslo 4 del presente ibe DEMOCRACIA SIN DOGMAS 29 comentado, interesa en ocasiones mantener la oscuridad de ciertos tér- ‘minos para reforzar conductas que benefician al hablante, sino también porque el Ambito seméntico de la expresi6n «democracia» se ha am- pliado hasta tal punto que de ella hacen uso cuantas comrientes de pen- samiento queremos considerar en los capitulos de este libro y un buen niimero més al que nos es imposible atender. En efecto, piensa Popper, como veremos, que la democracia no es el gobierno del pueblo, sino més bien «el gobierno de la ley que postul el ineruento despido del gobiemo mediante un voto mayoritario», mien tras que los participacionistas continian aferrados a la idea de que no hay democracia sin gobierno del pueblo, es decir, sin participacién di- recta del pueblo en el ejercicio del poder, el elitismo pluralista abunda en la idea de que la democracia es un mecanismo de eleccién de gober- nantes, y autores como N. Bobbio, con un buen nimero de seguidores en nuestro pais, optan por una presunta «democracia radical», que de- sea extender tna forma de democracia representativa a otros émbitos, distintos del politico. ‘Ante la heterogeneidad de significados parece que en ocasiones en- trael desdnimo. Y, sin embargo, dejarse ganar por él no tiene mejor con- secuencia que abandonar una empresa en la que nos jugamos nuestra ‘entrada en la Mustracién, al menos en lo que se refiere a prescindir de andadores emotivistas en la construccién de /o que puede ser el dogma de nuestro tiempo o bien su mas radical elemento critico. Porque podria ser que el significado de la expresiGn «democracian, tuna vez «des-dogmatizadon, se convierta en el criterio mds radical de critica a muestras «democracias reales». Un criterio que, por otra parte, no se extrae de un mundo trascendente, sino que esté ya encarnado en ‘nuestra propia realidad social y s6lo falta desentrafiarlo, ‘A ello quisiera dedicarse este libro, que tiene, por lo mismo, una meta bastante clara: en la bisqueds de legitimidad ha recurrido el poder politico 2 diversos expedientes y parece haberse mostrado por iltimo ‘que s6lo un modo democratico de gobierno puede pretender legitimidad ¢ incluso justicia. Pero mientras permanezca en la oscuridad qué sea la democracia y por qué presta legitimidad a la dominacién quedaran los, opta E. Tugendhat, como muestra J.Co- aillen El enigma del animal fantéstico, Teenos. Mari, 1991, cap. 6. 40 ETICA APLICADA Y DEMOCRACIA RADICAL Haciendo, pues, pie en ese sentido de la justicia que se expresa en los juicios ponderados y en la cultura politica trata Rawls de desentra- fiar qué valores se encuentran en su base y obtiene como resultado los valores tradicionales de la Revolucién francesa —igualdad, libertad y fraternidad—, articulados de un modo peculiar: la libertad, expresada enel primer principio de la justicia, es prioritaria con respecto a la igual- dad, expresada en el segundo, y con respecto a la fraternidad, que se plasma en el principio de la diferencia, porque en definitiva la nocién kantiana de persona moral es Ia que subyace a nuestros juicios sobre 1o Jjusto y tal nocién descansa fundamentalmente en la de autonomia. ‘Sin embargo, considera Ch. Larmore, por su parte, que ni siguiera en tomo a la nocién de autonomia se logra un acuerdo, porque tanto du- rante la época roméntica como en nuestro momento la polémica entre individualistas y tradicionalistas lleva a los primeros a considerar cen- tral la autonomia de los individuos, mientras que los segundos abogan porla tradicién y la comunidad. De ahi que el liberalismo politico tenga ‘que dejar de considerar la autonomia como el valor central y se vea obli- gado a seguir buscando aquellos minimos morales que todos puedan ‘compartir. Esta tarea de rasireo levaré a nuestro autor, mediante procedimien- tos que no especifica, a dos normas que, segiin él, todos comparten: ef didlogo racional y el respeto igual a las personas. La idea de persona que subyace a estas normas no precisa ser la de una persona auténoma, ‘como quiere Rawls, sino que basta con tenerla por un ser capaz de pen sar y actuar contando con razones. Sea cual fuere la fuente de tales ra- zones, «el liberalismo politico es la concepcién de que debemos afirmar ‘esas normas»", para Jo cual no necesitamos mds aval que el hecho de ‘que estos principios hayan formado una gran parte de la cultura occi- dental y que los hayan compartido, no sélo los individualistas moder- nos, sino también la mayorfa de los erticos roménticos del individua- lismo. ‘Ante afirmaciones como éstas ¢abe dudar de que el liberalismo po- Iitico pueda alguna vez. llevar a cabo su tarea de encontrar unos mini ‘mos compartidos en los que nadie discrepe porque, a la vista de los con- flict teéricos y pricticos que se producen en las democracias oecidentales, ro parece vislumbrarse valor alguno en tomo al que reine el total acuerdo. Los tradicionalistas podrn poner en duda el carécter central de la auto- noma de los individuos, pero me temo que para lograr coincidencia uni- * Ch, Larmore, «Political Liberalism, p. 384 LAS CONTRADICCIONES DEI. LIBERALISMO POLITICO 4 versal en tomo a la centralidad del igual trato y el didlogo racional seré preciso entenderlos en un sentido tan vago que no signifique nada para la accién. ;Se trata, pues, de ir reduciendo y debilitando los minimos morales en cuanto se aprecie que pueden dar lugar a discrepancias? De hecho, el propio Rorty parece diferir de Larmore a la hora de ca- racterizar al liberalismo, ya que no tiene por liberal a quien defiende el didlogo racional y el trato igual, sino—siguiendo a J. Sklar— a quien piensa que los actos de crueldad son lo peor que se puede hacer”. Ca- racterizacin hermosa, por cierto, pero con la que no iremos muy lejos si,ademds de hacer una frase, queremos averiguar qué sea el liberalismo y qué valores avala como innegociables. ;Cual es el procedimiento, en- ‘tonces, para detectar los minimos morales compartidos, si no es la total ausencia de discrepancia en tomo a ellos? Dejando abierta por el momento esta cuestién, que intentaremos ir respondiendo a lo largo de! libro, tratemos antes de imaginar qué tipo de hombre se seguiria de Ia puesta en prictica de las distintas propues- tas de liberalismo politico. Porque, a pesar del deseo liberal de mante- ner la neutralidad con respecto a ideales de hombre, sus propuestas pro- ducen inevitablemente estilos de vida que generan tipos de hombre concretos. La pretensién de neutralidad es una de las grandes ficciones del discurso liberal. 6. ETICA-FICCION: EL IDEAL DE HOMBRE El hombre necesario para mantener las instituciones propias de una hegetiana, afectos .un ethos concreto, a contextos concretos. Para los primeros, es posi- ble alcanzar un punto de vista racional que trasciende los contextos con- cretos aun cuando se extraiga de ellos, mientras que los hegelianos abun- dan en ia imposibilidad de trascender el contexto® Rory, por su parte, que se confiesa hegeliano naturalizado, propone una solucién saloménica: los puntos de vista kantianos pueden defen- derse usando técticas hegelianas, porque Ia autoimagen de la sociedad americana est ligada al vocabulario de los derechos inalienables y de Ja dignidad del hombre; los defensores hegelianos de las instituciones. liberales pueden defender una sociedad basada en unos y otra desde la solidaridad con su propia comunidad, sin necesidad de trascender a esa supuesta «humanidad> inexistente desde la que presuntamente es po- sible lograr un «conocimiento objetivo». Lo que la objetividad pro- ducfa lo obtiene ahora mediante la sofidaridad un fil6sofo norteameri- ‘cano, que ponga su filosofia al servicio de las instituciones de su ‘comunidad. Sin embargo, ante afirmaciones como las precedentes no podemos ‘dejar de preguntamos: cpodria un tipo de ciudadano semejante defen- der los valores de una forma de vida democratica que nos parezca de- seable? ;No cae el liberalismo politico en contradiccién con sus propios prineipios? ® Mehe ocupado de esta polémica ampliamente en Erica sin moral, sobre todo en lapare 1 * R, Rony. «Postmodernist Bourgeois Liberalism, p. $84, 44 ETICA APLICADA Y DEMOCRACIA RADICAL BALANCE DEL LIBERALISMO POLITICO. El liberalismo politico tiene a su favor una serie de factores que fa- vorecen hoy su expansién, pero que conviene calibrar con objeto de di- rimir qué de é1 es irrenunciable, qué un éxito coyuntural y qué una li- mitacién. En principio, la experiencia negativa producida por cuantos fana- tismos en el mundo han sido y son, los dafios causados por la intran- sigencia y la intolerancia de uno wotro signo, nos llevan a considerar, no s6lo como gratificante, sino como irrenunciable, la defensa de la convivencia entre distintas concepciones de vida buena, entre di tas concepciones de lo que es bueno para los hombres. Y en {ido ov ore] que abe calc de challargo> aguel doble descubri- ‘miento de! liberalismo de los origenes: unos mfnimos morales constituyen la condicién de posibilidad de que cada quien pueda vivir segtin sus ideales, segtin sus méximos, y a la vez prohfben la arbitra- ria interferencia del Estado o de los demés ciudadanos en el desarro- lo del plan de felicidad de cada quien. El minimalismo ético en aque- los valores 0 procedimientos que se pretendan universalizables es, pues, inrenunciable. Sin embargo, tales minimos no pueden defenderse sin convicciones que, para no degencrar en fanatismo, tienen que ser racionales. Y aqui entramos en uno de los aspectos contradictorios del liberalismo politico, porque conviceiones racionales no son s6lo las que se refuerzan social- mente, sino las que se apoyan en argumentos intersubjetivables, desde los que es posible a la vez respetar la autonomia de cada sujeto y enta- blar un dilogo racional, llegando a acuerdos. En este sentido creo que el liberalismo politico de nuestros dias deberia ser superado a un doble nivel: al nivel de la vida cotidiana, en el que s6lo la conviccién racional de que la democracia es la me- jor forma de organizacién politica para la realizacién de los hom- bres concretos puede invitar a los ciudadanos a desearla y fomen- tarla, y al nivel filoséfico, en el que es preciso intentar desentrafiar Jas razones de tal superioridad, tal como hizo el liberalismo filos fico. Porque el liberalismo filoséfico de los origenes fundaba fi- los6ficamente una convivencia politica plural, pero sin reducir por ello la conviccién filosoficamente fundada a funcionamiento politico. En algsin lugar he afirmado al respecto, y sigo teniendo por buena lnafirmacién, «adelga7ése la religién en filosofia y parece que es tiempo de adeigazar a ésta en politica [...-.gPuede la religién, por mucho peso LAS CONTRADICCIONES DEL LIBERALISMO POLITICO 45, ‘que pierda, quedar en filosofia? ;Puede ésta, a su ve7, tras dietas y sau- nas, quedar en politica?» Ciertamente que no, porque la politica busc reforzar consensos fiicticos, que convienen a quien detenta el poder, mientras que la filosofia se sigue viendo obligada a someter también los, ‘consensos fécticos a la critica racional, para lo cual ha de desentrafiar las condiciones de racionalidad de la accién, Cierto que el término «fundamentacién», que conviene a este in- tento de descubrir las condiciones de racionalidad, inspira descon- fianza, no s6lo a los filésofos que se declaran expresamente «libera- les politicos», sino también a sectores de izquierda que dicen temer el retorno de verdades con contenido, fijas para todo tiempo y lugar, y prefieren entonces el postmodemo fin de los metarrelatos como ex- presién de tolerancia, Se alinean, pues, con entusiasmo en as filas del ya mencionado «liberalismo burgués postmodernom, sin perca- tarse —espero— de que esta opcién no conduce sino a un conserva- durismo dogmatico, extraio al espfritu tanto de un liberalismo como de un socialismo ilustrados, porque, en definitiva, las instituciones y précticas de que partimos quedan inmunizadas frente a la critica racional Naturalmente, cabe replicar que de lo que se trata es de intentar cap- tar las intuiciones morales que laten en el fondo de esas instituciones, articularlas conceptualmente y, desde la articulacién lograda, crticar las instituciones que no se ajusten a ellas. Con lo cual no es que estemos re- ‘chazando cualquier criterio que sirva para la critica, sino que lo estamos tomando de las intuiciones morales ya compartidas en las sociedades ‘con democracia liberal. ‘Sin embargo, aceptar tales intuiciones como criterio para la critica ‘es, ami modo de ver, mas que problematico. En principio, porque nada ros garantiza que sean moralmente comrectas, ya que s6lo podrian ha- cerlo una filosofia de la historia o una teoria de la evolucién social, que ‘nos mostrara edmo la I6gica del desarrollo moral conduce a intuiciones de este tipo. Teniendo en cuenta que una légica del desarrollo supone que los estadios posteriores exhiben una mayor madurez que los ante- Flores, las intuiciones morales de las democracias liberales serfan més maduras que las de estadios anteriores. Ahora bien, esta légica del de- sarrollo, aplicada al nivel social, es admitida por K. O. Apel y J. Ha- bbermas, pero no por el liberalismo politico, que no precisa mas prueba * A. Cortina, La moral del camaleén, p13 46 ETICA APLICADA Y DEMOCRACIA RADICAL de la correccin de las intuiciones morales que el consenso existente en tomo aellas*. _ A mayor abundamiento, precisar los minimos morales en tomo a Jos que puede existir tal consenso, sin contar con una légica del desa- srolio o.con una teorfa de la racionalidad, resulta harto dificil, si no imposible. Y prueba de ello es que ni siquiera los defensores del libe- ralismo politico son capaces de llegar a un acuerdo sobre cules sean 0s minimos: hemos sefialado eémo Larmore abandona incluso la idea Kantiana de autonomia, que Rawls tena por uno de los minimos, y opta por el didlogo racional y el trato igual que, a su juicio, no precisan ba- sarse en la idea de hombre como ser autGnomo. Suponiendo que esto fuera cierto, jes verdad que tales valores constituyen un minimo com- partido? ‘Me temo que un intento de explicitarios levaria de nuevo a discre- pancias, porque algunos identificarian el didlogo racional con el dis- curso, al modo de la ética discursiva, otros, con la «conversacién edifi- ante» de que habla Rorty, y asf un largo eteétera dificil de cortar. Y, en Jo que respecta al «trato igual», las dificultades serfan idénticas. Por otra parte, para convencer a un individuo de que le favorecen instituciones regidas pot los dos principios mencionados, es preciso mos- trarle que le beneficiardn en el curso de sw vida. Porque, si no podemos, aducir en su favor tna superioridad filoséfica, habremos de alegar una superioridad pragmstico-individual. Y, sin embargo, las teorfas de la de- ccisin racional nos recuerdan que el Sptimo de racionalidad en estos ca- sos consiste en conseguir que todos cumplan la ley, excepto yo. Es de- cir, que en nuestro caso la situacién méximamente deseabie para un ividuo es aquella en que todos recurren al dislogo racional, todos tra- tan alos dems de modo igual, excepto él, que impone su autoridad sin rmediaciones dial6gicas y es objeto de trato preferente. Por suerte 0 por 88 (1989), pp. 117-127. K, Popper, «La sociedad ablertay sus enomigosrevisiadas, Estudios de Filoso- fla, Universidad de Antioquia, Medellin, 1990, pp. 79-87; ver tambiés A. Muioz,Razén Dréctica y democracia en K. Popper, Waleneis, 1993, HL Albert, Traktar ber rationale Pacis, cap. 1V.V y VL s4 ETICA APLICADA Y DEMOCRACIA RADICAL legitima de la fuerza, Pero esta afirmacién no implica la legitimacién del Estado, sino que es simplemente una tesis de tecnologia social. La cues- tin consiste entonces s6lo en analizar si el Estado es o no inevitable” Y en este sentido parece que hoy, curiosamente, ¢s el socialismo el ‘que ha desesperado de que el Estado pueda desaparecer, mientras que son los liberales quienes abogan por su extincién. Asi lo muestra esa unin de neoliberalismo radical y anarquismo que recibe el nombre de «libertarismo» y que cuenta con nombres como los de D. Friedman 0 M. Rothbard en la vertiente «economicista», mientras que el ya citado Norick se presenta como un cuasilibertario, al crticar por inmoral cual- ‘quier intervencionismo del estado que atente contra derechos supuesta- mente naturales de los individuos ¥, por tanto, la noci6n de justicia dis- tributiva!, En este Gitimo juicio Ié acompatiard de algiin modo Alber, al afirmar que la justiciaestatal no puede entenderse desde Ia justicia re- tributiva o desde la distributiva, dada la imposibilidad —en este tiltimo ‘caso— de encontrar im criterio comtin para la distribucién. De la fuerza del Estado se puede esperar justicia en el sentido de proteccisn del or- denamiento juridico, pero no produccién de justicia distributiva”. En este timo sentido es necesario el Estado porque, a pesar de que en de Harsanyi incluyen el elemento «justicia» a la hora de calibrar el bienestar social”. Sin embargo, Albert se encuentra més préximo a las corrientes neo- liberales que tienen también en cuenta la dimensién institucional, por- que considera que lo que ha de ponerse en duda no es una prucba con- cereta —como seria el caso del teorema de imposibilidad de Arrow—, sino la fecundidad de este modo de tratar los problemas, en que. la idea de calculabilidad de las decisiones se proyecta a la conexién global de la vida social. Un institucionalismo al estilo de J. Buchanan serd, pues, més adecuado, no para explicar el origen del gobierno, sino para ayudar a perfeccionar las instituciones gubernamentales existentes. ‘También Buchanan propone reformas marginales y no cambios to- tales, utilizando explicitamente el «individualismo metodol6gico», que. ‘no se confia al mercado ni al Estado, sino que concibe «a los individuos como tinicos responsables finales de Ia determinacién de la acci6n del ‘grupo asf como de la accién privada". La cuesti6n es entonces si la bisqueda del interés egofsta del individno puede traducirse en un bien, en politica, de igual modo que ocurre en la economia, ya que no puede suponerse en todos intereses altruistas Y, en este sentido, el individua- lismo metodolégico se reclama de una tradicién ilustrada, igual que Al- bert: la tradicién humana, segdin la cual «la raz6n del hombre es escla- vva de sus pasiones y, reconociendo esto acerca de sf mismo, el hombre puede organizar su propia asociaciGn con sus compafieros de tal modo que se puedan maximizar efectivamente los beneficios mutuos de in- terdependencia sociab»"® En esta linea de un individualismo metodoldgico institucionalista, que, situéndose entre la anarquia y el Leviatén, propone reformas mar ginales, se sinéa Albert recordando, sin embargo, que es menester tener en cuenta no s6lo el «apriori institucional», sino también el cultural y el motivacional. El Gltimo de los fines estatales combina dos elementos clésicos —a justicia y Ja ibertad— en «ana idea de justicia destinada a asegu- rar la libertad. La clave de la justcia consiste, pues, en asegurar un ‘mareo en el que los individuos puedan realizar libremente sus ideales J.C. Harsanyi, «Cardinal uty in Welfare Economics and in the Theory of Risk ‘Taking>, cn J.C. Harsanyi, Essays on Ethics, social Behaviour and Scientific Explana™ tion, Donérecht, 1976: D. Salcedo, Eleecién socal desigualdad econémica, Anthropos, Barcelona, 1994, "SJ. Buchanan y G. Tllock, Et edlculo del consenso, Madi, 1980, p. 22. ° Ibid, p. 386, ® Hi. Alber, Tratat uber rationale Pras, p. 142. LEGITIMACION DEL ESTADO Y TECNOLOGIA SOCIAL ST 4e felicidad, con lo cual la jurispridencia, intentando superar todo mo- delo jusnaturalista o positivista de «revelacién», se comprende a la vez. como tecnologia social al servicio de la libertad". Los ecos kantianos en esta nocién de derecho son claros: el fin del derecho no es disponer la, felicidad de los stbditos, lo cual llevar‘a a un gobiemo paternaista, sino organizar el marco de relaciones de la libertad extema entre los hom- bres, de modo que cada uno persiga sus propios fines. Para ello, desde la perspectiva de Albert, un «capitalismo domesti- cado» —no el originario ni tampoco el marxismo— parece presentar las mejores condiciones: un capitalismo que no entiende el concepto de pro- piedad de modo fijo ¢ inmutable, sino como un conjunto de derechos, flexible y en continuo cambio, El concepto de propiedad se ampliaria, entonces a todas las regulaciones juridicas que delimitan el émbito de Jas decisiones libres de los individuos, con lo cual, como Buchanan cons- tata, resulta imposible distinguir entre derechos humanos y derechos de propiedad”. 5. EL METODO DE LA PRAXIS POLITICA RACIONAL Una vez considerados los fines del Estado desde Ia opcién por tra- diciones liberales, cuyo mérito fundamental consiste en evitar el uto- pismo dogmatico y revolucionario, cabe preguntar si tales fines propo- nen recomendaciones para la praxis politica racional, manteniendo el ideal normativo de la filosofia politica, o si —por el contrario— per- manecen tan alejados de la praxis concreta como los ideales ut6picos. A tal pregunta contesta Albert combinando La nocién kantiana de idea regulativa con las ventajas, proporcionadas por las ciencias positivas, de explicabilidad y realizabilidad. En efecto, el facionalismo critico propone considerar las ideas de paz, bienestar, justicia y libertad, asi como la de voluntad racional uni- versal que las comprende a todas, como ideas utilizables como norma y como canon para la critica de las instituciones politicas, con lo cual pa: rece mantener su potencia el criticismo Kantiano en este nuevo criti- cismo, ‘Sin embargo, las ideas regulativas tienen que sufrir una doble rec- tificacién: deben convertirse en hipétesis normativas y recurrir a las ® Ibid. apanado 11 H. Albert, Traktat siber rationate Praxis, pp. 158- 4. IZQUIERDA SIN DOGMAS: UN SOCIALISMO PROCEDIMENTAL 1. BUENO, PERO ,QUE ES EL SOCIALISMO” Cuando yo estudiaba tervero de carrera —tampoco hace tanto de esto— recuerdo que a un compafiero le cayé el sambenito de «Coco- liso» por una intervencién suya en clase, no muy afortunada, El profe- sor —excelente, por cierto— se habia esforzado por explicamos uno de los problemas de Ia filosoffa de Heréclito y, cuando habia dado por ter- ‘minada la explicaci6n, justo mi compafero le pregunt6 por el problema inicial. Fernando Cubells, el profesor, le cont6, no sin mala idea, un chiste de Popeye en que Cocoliso pregunta al marino qué es un jeep, ste emplea todas las vifetas de una pagina para explicérselo, y en la tl- tima Cocoliso pregunta de nuevo: bueno, pero ;qué es un jeep? ienso que algunos ciudadanos del Estado espafiol —e imagino que de otros Estados— nos sentimos invitados a repetir muy humildemente la hazafia de Cocoliso, pero esta vez a cuento del socialismo. Con nues- tra mejor voluntad y aficién hemos seguido revistas como Sistema, Le~ viatéin, Zona Abierta, publicaciones de editoriales como Debate, dé nuevo Sistema, Siglo XI, Espasa, y seminarios sobre el Programa 2.000 y si- milares, y al cabo, aun sin dudar de la excelencia de unos y otros, vol- ‘vemos a preguntar con ingenuidad: bueno, pero qué es el socialismo? Realmente avergiienza un poco regresar a tema tan manido, y més atin me avergonzaria si alguien pensara que tengo la pregunta por inge- niosa. Palabra que no: ya sé que la crisis de la izquierda, el postmar- xismo, el postdiluvio y las sefias de identidad del socialismo estén més ue traidos y Hevados. Pero dicese que la filosofia es saber reiterativo, si los hay, yo se duele de preguntar todos los siglos qué es el bien, qué el deber, qué Is felicidad humana. All parecer porque —segxin dicen— el mucho preguntar nos ayuda mas @ comprender los problemas que @ encontrar las soluciones. " ae captul tene su origen en el trabajo «Bueno, pero ques el socialismo?s Caves de Razin Prdctca, 16 (1991), pp. 3438. (60) IZQUIERDA SIN DOGMAS: UN SOCIALISMO PROCEDIMENTAL 61 En nuestros dfas las gentes se quedan muy satisfechas con frases como la dltima, porque es ya opinién comén que importa més buscar que encontrar respuestas,esiar en camino que llegar al érmiino; por aque- Mo de que quien cree tener respuestas puede convertirse en fanético, quien se cree en la posada puede ser intolerante. Humana condicién es —aseguran— més estar en la interrogacién que en la verdad, Y ciertamente no seré yo quien niegue que limitamos con el miste- slo por los cuatro puntos cardinales y continuamos en el mismo enclave desde hace siglos; veinticinco siglos —como poco— de ética occiden- tal y miren qué respuestas estamos hallando para los conflictos del Oriente Medio, de ta Buropa Central, det hambre en Somalia, de la miseria'y la muerte generalizadas. Con todo, y con ser esto cierto, pienso yo si tan humano como sa- berse modestamente en camino no seré también tener algunas cosas por verdaderas y desear encontrar humildemente alguna respuesta; aunque s6lo fuera porque la accién es inevitable y, aun rodeada de todas las in- certidumbres que nuestro magro saber le reporta, alguna orientacién de- bbemos tener, digo yo, si queremos seguir llamdndonos «racionales». Que tuna cosa es la verdad absoluta, la receta exacta, y muy otra estar tan en Ja inopia de orientaciones que no sepamos por dénde caminar. ‘Yo, francamente, si no recetas, quisiera al menos orientaciones en ‘cosas que me —y nos— importan, y por eso, animada por la tozudez ‘que Kant, Hegel, Mill y un largo eteétera mostraron en cuestionarse por el bien, el deber o la felicidad, me permito preguntar de nuevo: pero ,qué sel socialismo? Por lo que yo he creido encontrar en los trabajos del ramo, aquellas propuestas socialistas que —al menos entre nosotros— hasta hace bien poco comportaban cosmovisiones han cafdo en descrédito. El marxismo . Con lo cual pretenden exptesar que x —el so- ialismo en nuestro caso— no es una determinada cosa, sino que sig. zifica para nosotros unas connotaciones vAlidas para distintas interpre- taciones. La historia, la tradicién; las interpretaciones han de ser tenidas cn cuenta sin duda al intentar formular preguntas y respuestas acerca de Ja identidad Tales respuestas obviamente deben tratar de orientar las acciones desde el diagnéstico del presente y sugerir unas ofertas de accién supe- ores a otras, de modo que los potenciales seguidores puedan compro- ‘meterse convencidos del valor del proyecto. Porque aunque hoy en dia parece hacer fortuna la afirmacién nictzscheana de que las conviccio- nes son prisiones —como si las convicciones generaran posiciones dog- :ticas, incluso fansticas, al no permitir Ia rectificaciGn de los errores ni la acomodaticia adaptacién a una realidad siempre cambiante— es ésta una visién errada, a mi juicio, porque una cosa es la conviccién ra- ional, otra bien distinta el dogma. 2. IZQUIERDA SIN DOGMAS Es la conviecién racional de que un proyecto deberia ser Hevado a ceabo mas que otros lo que da sentido al hecho de emprenderlo —2un cuando se tratara Gnicamente de un disemto axioldgico— y todavia mas al hecho de intentar sumar a otros a la empresa. Y una conviceién de este tipo es precisamente lo contrario al dogma. Es dogma todo enun- iado 0 mandato que se inmuniza frente a la critica racional, apelando para mantenerse a crterios distintos de la argumentaci6n misina, mien- tras que la conviccién debe queda siempre abierta a la critica racional Y menester es reconocer que los dogmas a la larga fracasan, pierden su credibilidad, tras haber causado males irreparables, mientras que las con- viicciones racionales tienen capacidad de subsistencia, en la medida en que son intersubjetivables y modulables. ;Qué tipo de proyecto offece hoy, pues, una izquierda que renuncie a ser dogmética, pero no a tener convicciones? Ante tan humilde curiosidad suele el sabedor de lo que aproxima- damente es el socialismo repudiar toda suerte de utopias dogméticas y enaltecer una racional —el socialismo—, que no bosqueja ya un modo concreto de organizacién econémica y social. Tales bosquejos concre- tos pueden venir sin duda refutados por los hechos, y esto es precisa~ 6 ETICA APLICADA Y DEMOCRACIA RADICAL mente lo que les ha ocurtido a las utopfas dogméticas; por eso el socia- lismo ya no se sitiia entre ellas, sino que, como utopia racional, tinica ‘mente se configura desde unos valores constitutivos de su razén de ser De la utopia dogmatica hemos pasado al diseno axioldgico El curioso impertinente, aplicado, se apresta a analizar estos valo- res y encuentra al cabo que hoy son raramente discutidos por alguien en Ja teoria, més raramente tenidos de verdad en cuenta por alguien en la préctica. La libertad, la igualdad, la slidaridad —«inventos» liberales por cierto—, la lucha contra las desigualdades y Ia opciGn por los débi- Jes figuran en casi todas las banderas y en casi ninguna de las précticas. Con lo cual, no sentimos que nuestra pregunta inicial esté respondida y por eso seguimos preguntando: ,qué significa el socialismo? Ser socialista —se dice— es una tradicién, Pero con esto no hemos aclarado mucho, porque las tradiciones nacen, pero también se agotan, y lo importante es determinar si todavia tienen recursos suficientes para ofrecer un diagndstico de la realidad y orientaciones para su transfor- ‘maci6n o si, por el contrario, sus conceptos han perdido ya toda fuerza explicativa y orientadora. Cada tradicién nace en una determinada época, enfréntandose a unos problemas especificos, se ve obligada a reestruc turar sus conceptos al hilo de la historia con vistas a interpretar y resol- ‘ver nuevos problemas, cuenta con unas autoridades originarias y con las de épocas posteriores, pero puede azotarse en su potencia hermienéutica y transformadora cuando ni siquiera une reelaboracién de los antiguos Conceptos es suficiente para interpretar los nuevos problemas y ofrecer orientaciones para su posible solucidn. Una tradicién que sobrevive es quella cuyas categorias atin sirven para diagnosticar los males del pre~ sente y para ofrecer pautas de accién para el futuro’ {Podemos espigar en las tradiciones socialistas conceptos de este tipo? —nos preguntamos—. zQué modelos econémicos y sociales pon- drfan por obra tales orientaciones"? Tras la consabida descalificacién del preguntante por sus cortas en- tendederas, por «buscar recetas», como si la cosa humana no fuera in- cierta,tentativa y balbuciente, se le comunica que hoy Ia explotacién {econémica, la desigualdad econémica, ha pasado a ser desigualdad po- Iitica y que, por tanto, el socialismo ha de entenderse ahora —como di- » MEA. Quintanilla y R. Vargas-Machuca, La wcopia racional, Espasa-Calpe, Ma 1989, Vig. A. Maclatyre, Whose Justice? Whick Rationality, Duckworth, London, 1988. * A.Nove, La economia del socialise factile, Madrid, Siglo XXUFund. Pablo Tgle- sas, 1987, IZQUIERDA SIN DOGMAS: UN SOCIALISMO PROCEDIMENTAL 65 jjimos anteriormente— como profuundizacién en la democracia, es decit, ‘como extensi6n de la democracia representativa a todos los émbitos de la vida social; de lo que serfa muestra, por ejemplo, la célebre demo- cracia industrial LA PROFUNDIZACION EN LA DEMOCRACIA. UNA ETICA DE LAS INSTITUCIONES. stamente esto de la profundizacién en ls democracia, entendida ‘como acabamos de apuntar, es proyecto harto peligroso, si tenemos en ‘cuenta lo que suele entenderse por democracia. Por democracia suele entenderse decisién por mayortas, de modo que la extensi6n de la de- ‘mocracia vendria a consistir en la extensién del procedimiento de vota- cin y regla de mayorias como regla de decisiGn a todos los émbitos de la vida social. Es verdad que «democracia» y «regla de mayorias» no se {dentifican, pero no lo es menos que pueblo iano y politicos suelen iden- tificarlas, de modo que uno y otros quedan muy satisfechos de su buen hacer democritico cuando una decisién ha sido tomada por mayorfa, sea en la vida politica, en la econémica o en la social y cultural. Una pro- fundizacién en la democracia consistirfa entonces én extender tal regia de decision a todos estos émbitos, ‘A mi modo de ver, como hemos comentado y tendremos ocasién de analizar, tal identificacién es no s6lo incorrecta en la teoria, sino tam- bign peligrosa en la practica, porque la rai. tltima de la democracia es, Ja autonomia de los individuos que componen un pucblo, y el desarro- lo de dicha autonomia lleva aparejada de algtin modo la participacién; participacién previamente informada y de tal modo expresada en pro- cedimientos que los intereses de los afectados puedan quedar satisfe- chos por la decisién tomada, En verdad serfa ideal que las decisiones pudieran tomarse por una- nimidad, ya que entonces quedarian satisfechos los intereses de todos y ceada uno de los individuos, pero como llegar a decisiones undnimes con portaria tal inversion de energia y tiempo en llegar @ pactos y n ciones que nunca podrian efecniarse cambios —lo que tendria conse- cuencias conservadoras— es inevitable, hoy por hoy, recurrir a esa imperfecta regla de mayorias, que ha de venir imitada por un buen né- mero de correctivos para impedir que degenere en tiranfa de las mayo- rias, contraria ala justicia, Pero si incluso al nivel politico es preciso hacer reflexiones como éstas, ;qué decir de ese gran mtimero de instituciones u organizaciones, 66 ETICA APLICADA Y DEMOCRACIA RADICAL ccuyos peculiares fines hacen inadecuado el empleo de la regla de ma- ‘yorias? Ni en hospitales ni en universidades —por poner ejemplos que ‘me son préximos— tiene sentido ef imperio de esta regia. Y de hecho ‘buena parte de los efectos que ha tenido hasta ahora su aplicacién, al ‘menos en el segundo de los ambitos mencionados, han sido sobre todo demagégicos: en nada ha elevado la célebre —al menos de nombre— calidad de la ensefianza*. Significa, pues, la «profundizacién en la de- ‘mocracia» —como nos preguntabamos antes— extender la experiencia de la regla mayoritaria a todos los mbitos de la vida? Si tal fuera, preciso es aclarar desde ahora que ese proyecto es des- tructor de Ia idiosincrasia de buena parte de la vida humana, cuyos fi- nes peculiares hacen inadecuada la decisién por mayorias. Més bien en el easo de las instituciones lo importante es recordar de modo difano cuales son los fines desde los que cobra sentido su existencia y organi- zar sus mecanismos y crear hdbitos tales que conduzcan a tales fines. ste serd uno de los hilos conductores de mi propuesta de democracia: cultivar una érica de las insriwciones tal que estén capacitadas para al- canzar los fines por los que cobran sentido. Una mejore en la calidad de las instituciones, una ética de las insti- tuciones 0 de las organizaciones, que es hoy urgente para moralizar la vida social en el sentido arangureniano del término’, no depende de 1a, aplicacién a ellas de la regla de mayorfas, sino més bien de la reflexion sobre cudles son sus fines propios y qué tipo de derechos especificos ppara los individuos, qué tipo de responsabilidades comunes, actitudes y procedimientos es menester asumir para alcanzarlos’. Si profundizar en la democracia significara extender el criterio de la ‘mayorfa a todos los mbitos de la vida social, entonces estarfamos ex- ‘rapolando una regla, que ya en lo politico se aplica de modo restringido ¥y como mal menor, a esferas en las que no cabe hablar de pueblo ni de ‘Soberania, y en las que lo urgente es reflexionar sobre sus fines especi- ficos y sus exigencias diferenciales. Lo contrario es homogeneizar de ‘modo ilegitimo, optar por la demagogia y la mediocridad. Por eso, y regresando a la pregunta por el socialismo, quien entienda por él «profundizacién en la democracia» ha dicho todavia bien poco y debe ampliar su informacién aclarando qué es la democracia y emo Se extiende y profundiza. © A. Conina, La moral del camaleén, cap? 7 JL.L Aranguten, Ftca, Parte Primera, cap. VI * A:Contina, La moral del cameledn, cap. 7: . F. Drucker, La sociedad poseapia isa, Apéstrfe, Barcelona, 1993, pp. 56° IZQUIERDA SIN DOGMAS: UN SOCIALISMO PROCEDIMENTAL 67 4, TRES OPCIONES PARA EL SOCIALISMO ‘A la espera de que llegue tal informaci6n, como también reflexio- nes sobre ella, aceptaré como hipétesis de trabajo que el socialismo pueda consistir —como dice buena parte de sus teéricos— en profundizar la democracia, porque atin asi se plantean —creo yo— problemas de en- vergadura. Bl primero de ellos seria el siguiente: zen cudl de estas op- ciones tendrfamos que inscribir al socialismo? 1) _Esuna cosmovisién, que aporta una teorla moral de lo bueno ¥ pretende, por tanto, como hoy quieren los fil6sofos neoaristotélicos neohegelianos, construir una comunidad justa y feliz. 2) Esuna ideologia sociopolitica, que s6lo pretende disefiarreglas de justicia para que convivan gentes con concepciones plurales de vida buena. En tal caso el socialismo se convierte en un procedimentalismo y abandona toda pretensién de ofrecer una concepcién del hombre y de Su realizaciGn en la vida social Esta es, a mi modo de ver, la opcién tedricamente aceptada, si es verdad que el socialismo, una vez abandonadas las utopias dogmiticas, no consiste sino en una profundizacién y extensidn del provedimenta- lismo democratico”. En cuyo caso ha desechado la pretensién de ofre- ‘cer una concepeién del hombre distinta de la de otras ideologias y queda ‘en un conjunto de procedimientos que pueden compartir quienes fian en oncepciones de hombre diferentes. 3) La dtima posibilidad, en el caso de que el socialismo ni siquiera pueda ofrecer unos procedimientos peculiares de realizacién de la jus- ticia, es la de que sea simplemente un instrumento en manos del poder politico. Como el poder busca necesariamente la autoconservacién, las ideologias sociopoliticas serfan s6lo un recurso de los partidos politicos para motivar emotivamente a los electores. Cosa que, si es verdad, con- ‘viene saber, no s6lo por sus repercusiones précticas, sino también por ahorrarse especulaciones teéricas. Intentaré en lo que sigue considerar estas tres posibilidades. 1) Atendiendo a las sugerencias del liberalismo politico, es posi- ble distinguir en el Ambito de la ética entre esas dos categorfas que han preocupacio desde antiguo a la ética occidental: entre [0 justo y lo bueno. Noes que lo justo no resulte también bueno para una colectividad, sino {que no es [o mismo elaborar una tearfa moral sobre lo bueno para los * Una posiién distin es la defendida por E. Diaz en Etice contra politica, p. 6S ss. en la mediga en que eniende democtacia y socialism como realidades profunda ‘mente vineuladas, pero diferencias. 68. ETICA APLICADA Y DEMOCRACIA RADICAL hombres que una concepci6n moral pard la politica, que ha de limitarse a sefialar as condiciones de una convivencia justa. * Como recéraamo 12s teonas mUnnes acetirde ro que overs para Jos hombres suponen concepciones acerca de la naturaleza humana, acerca , y ‘Apel y Habermas por el procedimiento socialista con su ética discur- siva; aunque haya quienes tienen al primero por socialista y a los se- gundos por socialdemécratas. 2ES, pues, el socialismo en nuestros dias un procedimentalismo, arro- pado por valores en buena medida compartidos con otras opciones? {ES verdad que para motivar a potenciales militantes y votantes no cuenta ya, no digo con una filosofia de la historia, sino ni siquiera con una mi- ‘nima concepcidn del hombre, con una minima y atractiva antropologia? 3) Dificil seré el reclutamiento de militantes y votantes si no hay conclusién més razonable que la que acabamos de extraer, porque no queda entonces més motivacién que et interés individual, que no mueve clientela de fidelidad probada y un tanto aguerrida, clientela que tam- bin es nevesaria para llevar adelante un proyecto politico. Oto recurso queda, obviamente, que es el de seguir hablando como en los viejos tiempos: el de sacar al Cid después de muerto para mente ner un cierto fervor en las huestes de militantes y votantes. Pero tales militantes y votantes son entonces dogmaticos, es decir, se mueven por las declaraciones de los partidos, no por sus comportamientos, y el 50- cialismo se convierte en la thima de las posibilidades antes menciona- das: la de ser un instrumento en manos del poder politico™ ‘GES, pues, el socialismo una teoria moral sobre lo bueno, sobre 1a felicidad comunitariae individual? ,Una concepcién procedimental so- bre lo justo, que no busca sino ofrecer procedimientos més adecuados al ideal democritico que los procedimientos liberates? ;Una ideotogia lamada a recaudar votos de los electores dogmiticos? UN SOCIALISMO PROCEDIMENTAL En coherencia con los puntos anteriores, cabe decir que una pro- puesta socialista viva, de igual modo que una liberal, no puede consis- fir ya en una cosmovisidn, en un intento de ofrecer una concepcién de A, Downs, Teoria econémica de la democracia, Aguilar, Madrid, 1973, p. 107: A. Conina, Erica sin moral, pp. 294-297: La moral del eamaledn, caps. 2.3 4 IZQUIERDA SIN DOGMAS: UN SOCIALISMO PROCEDIMENTAL 71 Ja naturaleza, del hombre y de la historia, de modo que desde ella sea posible elaborar una teoria moral de lo que es bueno part los hombres, ‘una ética de méximos. Esto significaria volver a las utopias dogméticas, que han quedado arrumbadas y sustitufdas por utopias racionales'” Sin embargo, tampoco puede quedar el sosialismo en un mero di- seio axiolégico, en un marco de valores, como fa libertad, la igualdad ya solidaridad, que después se operativicen de modos diversos. Por una parte, porque tales valores no son exclusivos del socialismo, pero, so- bre toxio, porque s6lo cuando se encarnan en procedimientos cobran ta- Ies valores pleno sentido. Por eso considero que hoy’ el socialismo debe reducir sus antiguas pretensiones de convertirse en tna cosmovisién y en una antropologia, para pasar a disefiar aquellos procedimientos que ptieden encarnar al ‘modo socialista valotes de autonomia, igualdad y solidaridad. Tales ‘procedimientos pueden ser perfectamente compartidos por distintos in dividuos y grupos qoe, sin embargo, tengan distintas cosmovisiones, dis- tintas teorias morales sobre lo bueno. El socialismo entonces propon- drfa unos ménimos procedimentales compariibles, desde los que los distintos grupos puedan vivir libremente segin sus teorias morales so- bre lo bueno, segiin sus éticas de maximos; minimos procedimentales que tendrian que distinguirse de los ofrecidos por propuestas liberales tradicionales. Este es, a mi modo de ver, el modo de hacer compatible ¢l pluralismo de muestras sociedades (a todas luces.valioso) con un pro- yecto socialista, dotado de una identidad procedimental. ‘A mi juicio, autores como K. O. Apel y J. Habermas han empren- ido, mas o menos explicitamente, la tarea de disefiar un procedimen- talismo sacialista y con ellos deberian coincidir en este punto cuantos afirman que el socialismo es un proyecto de profundizacién en la de- ‘mocracia', un proyecto de.democracia radical. Para ellos democracia, y socialismo no serian cosas distintas", sino que el socialismo consist ‘a en la profundizacién en la democracia, viniendo a convertirse en un socialism procedimental. En qué consistiria tal socialismo es lo que quisiera comentar a continuacién. Vid. MA. Quintanilla y R. Vargas-Machuea, La utopia raciona. * M.A. Quinanillay R.Vargas-Machuca, op, ci. © Ver, sin embargo, como dijimos, E. Diaz, Fica conra politica. Loe imelectuales Yel poder. pp.65 8 5. SOCIALISMO DEMOCRATICO LIBERAL I. LA CONSTITUCION DEL YO El fracaso det tiamado «socialismo real» —deefamos en un capitulo anterior parece haber dejado al liberalismo como énico protagonista en la escena ética, politica, econémica y social; sin embargo —conti- nnudbamos— este actual monopolio del liberalism ha provocad, como es I6gico, un amplio proceso de reflexién y revisiGn en tomo a él. Re~ ‘cuerdan sus defensores que existe una variedad de liberalismos, mien- tras que sus detractores —comunitarios, socialistas universalistas y cier- tos grupos feministas— sefialan sus defectos te6ricos y pricticos. EI mal radical del liberalismo, para buena parte de los detractores, cconsistiria en hundir sus raices en un individualismo, que se presenta & Ja vez como doctrina psicoldgica, como propuesta moral y como clave de la economia y la politica, cuando las relaciones sociales y comuni- tarias son constitutivas para la configuracién de un sujeto psicol6gico, ‘moral y politico y, por lo tanto, para su organizacién en la vida social Con lo cual la manzana de discordia entre el liberalismo y sus criticos vendria a situarse en la constitucién psicol6gica del yo, en la génesis del yo, de la que derivaria le configuracién moral, politica y econémica del liberalismo. En efecto, segtin los t6picos tradicionales acerca del tema, el libe- ralismo es una doctrina individualista porque cree en la existencia de un yo presocial, totalmente formado antes de su confrontacién con la so: ‘edad, mientras que socialismo y comunitarismo entenderian que el proceso de individualizacién coincide con el de socializacién. Y en este sentido serfa paradigmética la afirmacin de G. H. Mead: «somos lo que ‘somos gracias a nuestra relacin con otros». El concepto de sujeto, pues, que en Ia filosofia liberal se configuraria més bien como individuo, se- ria sustituido en una filosofia que no incurra en falacias abstractivas por Ia categoria de intersubjetividad y de reconacimiento rectproco. Del Yo originario pasarfamos al nosotros, Un «nosotros» que en el comunita- rismo no deberfa traspasar en buena ley los limites de su comunidad y en el socialismo deberfa alcanzar a toda 1a humanidad. (m2) SOCIALISMO DEMOCRATICO LIBERAL B La cuestién no es ociosa porque de este modo de concebir la géne- sis del yo se seguirian gran parte de los rasgos distintivos del liberalismo, todos los cuales apuntan a ese «individualismo posesivor que atribuyé “Macpherson a los origenes de la doctrina liberal. Tales rasgos serian los siguientes: 1) El individuo es esencialmente el propietario de su propia per- sona y de sus capacidades. por las que nada debe a la sociedad. 2) De donde se deriva, como consecuencia I6gica, que la sociedad politica se entienda como «tna invencién humana pars la protecciGn de Ja propiedad que el individuo tiene sobre su propia persona y sobre sus bienes y [por tanto} para el mantenimiento de relaciones de cambio de~ bbidamente ordenadas entre individuos, considerados como propietarios de si mismos»'. De modo que la organizacién politica no tiene ms mi- sign que la de salvaguardar los derechos subjetivos de los ciudadanos, protegiendo ante todo su libertad civil. Porque, en efecto, la tradicién interpretativa de que se hace eco 1. Berlin, y que ha dado en convertirse en un auténtico t6pico en la ma- teria, conviene en asignar al liberalismo como valor moral-politico su- remo la libertad civil y al democratismo la libertad politica, de suerte que el liberalismo no parece apreciar sino Ia libertad de independencia frente alas voluntades ajenas, relegando a un segundo plano la libertad positiva la libertad de participacién, que puede degenerar al cabo en co- lectivisma.. 4) De esta defensa casi exclusiva de la libertad civil se seguiria la necesidad de un gobierno representativo, porque —en palabras de B. Cons- tant— cel sistema representativo es un poder otorgado a un determinado _mmeto de personas por la masa del pueblo, que quiere que sus intere- ses sean defendidos y que, sin embargo, no tiene tiempo para defender- los siempre por si mismay*. Lo cual significa que la organizaci6n poli- tica es un instrumento, puesto en manos de los ciudadanos, que eligen representantes para que defiendan su vida privada, que es la que en ver- dad les importa. 5) Esta instrumentalizacin de la politica aleanza también a todo tipo de relaciones, porque ese individuo, que nada de sf mismo debe a la sociedad, no tiene por qué valorar positivamente las relaciones so- Ciales establecidas en aquellos grupos en los que nace, sino Las que con- » C.B, Macpherson, La ora politica del inividualiomo posesivo, Fontanelia, Bar- celona, 1970, pp, 225-236, 'B, Constant. «De ia libertad de los antiguos comperada con Ia de Jos modertos», en Escrtospoltces, Centro de Estudios Constiacionaes, Madd, 1989, p. 282. 74 ETICA APLICADA Y DEMOCRACIA RADICAL trac libremente desde su «egoismo», siendo pues é1 mismo el centro y, por tanto, incapaz. de solidaridad. 6) Laconcepcién del hombre que a esta doctrina subyace es, al pa- recer, la de un homo oeconomicus, de un hombre estratégico, egofsta ra- cional que calcula su mayor beneficio también en las relaciones socia- les y slo valora las que establece contractualmente, 7) Naturalmente en el momento en que este individuo piense que a democracia es la forma politica adecuada para satisfacer sus intere- ses, optarit por ella. Pero siempre entendiéndota como un instrumento ppara la defensa de los mismos, nunca como una forma de vida en si va- liosa: Ia participacién del ciudadano en la politica es un medio para la proteccin de derechos e intereses, no el ejercicio de una actividad por sf misma feliitante. Por ello las relaciones éticas que los ciudadanos es- tablecen entre si son reguladas por normas minimas de justicia, no por una idea de bien comtin compartido. ‘Ante una doctrina como la expuesta suelen comunitarios, socialis- tas y determinados grupos feministas atacar virulentamente, achacén- dole tos primeros las nefastas consecuencias del individualismo abs- tracto modemo *, atribuyéndole los segundos la falta de sensibilidad ante las desigualdades, la explotacién, le falta de solidaridad, el desastre eco- logico, culpandole los grupos feministas a que aludo de creer que s6lo hay un modelo de madurez: moral: el del individuo desligado de la trama de relaciones, que representa una voz masculina liberal burguesat Aciertan los criticos? {Es verdad que los liberales defienden esta concepcién en tomo a la constitucién del yo, que ésta es la clave de los restantes rasgos, y que la opcién por una concepeién semejante es la causa de los males de las sociedades con democracia liberal? En principio, no parece que las doctrinas cldsicas del contrato esta vieran tan preocupadas por responder a cuestiones de génesis del yo como por aclarar la naturaleza de Ia legitimidad del orden politico. Yen algunos casos, como el de Kant, la categoria bisica no es un sujeto, en- tendido como individuo, sino un sujeto auténomo, que supone una in- tersubjetividad trascendental > Emotvismo, anomia,insrumentalizacién dela poltica,ausencia de vid vies, stomismo, materialismo, tondencia al toalitarismo porque los ciudadanos carecen de ‘onvisciones, anciangs desamparadas,nitos abandonadas. Ver M, Walzer, «The Com- smunitcien Critique of Liberalism», Pottical Theory vol 1, .° 1 (1990), pp. 6:23; . Thiebaut, Los limites de la comunidad. * C.Giligan na Different Voice, Harvard University Press, Harvard, 1982: Ben- tabi, Sinating the Self Polity Pres, Oxford, 1992. SOCIALISMO DEMOCRATICO LIBERAL 8 Ahora bien, lo que. queria destacar fundamentalmente en este ‘momento es el hecho de'que buena parte de los tedricos liberales con- temporineos reconozca sin ambages que el proceso de-personalizacién coincide con el de socializacién, de modo que un individuo si tiene una deuda con la sociedad. Recordemos cémo en la rawlsiana Teoria de la Justicia las «partes» estin dispuestas a someter sus capacidades natura- les y sociales alos principios de justicia distributiva, que elegirian en una siniacién de ignorancia con respecto.a ellas’. Por tanto, y como apunta M. Walzer, no es hoy distintiva del liberalis- ‘mo la defensa de un inexistente yo presocial, sino que mas bien reconoce el liberalismo 1) que el yo precisa de la sociedad para convertirse en indi- ‘viduo maduro; 2) que aleanza su madurez cuando es capa: de reflexionar eriticamente sobre los valores que han presidido su socializacién; es de- cir, cuando es capaz. de distanciarse criticamente de los valores aprendidos cen la forma de-vida en que fue sovializado y de revisarlos criticamente desde principios universalistas; lo cual supone adentrarse en la psicoética y reconocer que este yo maduro se encontraria en el llamado nivel post- convencional del desarrollo de la conciencia; 3) que un yo «liberab> no es el que instrumentatiza todas las relaciones humanas, sino’ el que valora més aquellas que puede contraer y romper libremente que las que le vie- nen dadas por nacimiento; valora mAs fas que elige que las que descubre!. ‘Que-un «ro» semejante difiere del disefiado por un comunitarismo de corte premoderno es indudable, porque 1) para este iltimo caso son cons- titutivos del yo los vinculos que se descubren —no Tos que se crean— y, sobre tédo, 2) no puede rebasar el nivel convencional en el desarrollo, moral, ni constituir, por tanto, una auténtica alternativa al liberalismo? ‘Ahora bien, si el «yo liberaly es ficilmente distinguible del «yo comunitarion, no es tan fécitmente diferenciable de un «0 socialisiay, teniendo en cuenta que el socialismo es también moralmente universa- lista y sus principios rebasan, por tanto, los Mimites de las comunidades politicas concretas, Ciertamente, como apunta Maclrityre, ef liberdlismo es una tradi- in —yo diria que un conjunto de tradiciones—, y cabe afiadit que tam= bign el socialismo compone un conjunto de tradiciones, pero en ambos casos se trata de tradiciones «no tradicionalistas» que, aunque aprendi- > A. Cortina, Bcw2ix moral cap. 10 © MNase The Commesitrian Cetique of Liberalism * Dierene seria el eso dl poularcomunitarsme defenido por B. Barber en Strang Demoeracy Parscipatory Poliies for 2 Now Age, University of California Press, Beske= leylLos Angeles London, 1984 (wa eae: Amuzare, 2008), 76 ETICA APLICADA Y DEMOCRACLA RADICAL das en comunidades concretas, rebasan en sus pretensiones de validez y en su capacidad de critica los limites de cualquier comunidad. Cosa {ue no ocurre con las llamadas Gemeinschafistraditionen Por otra parte, los rasgos que hemos mencionado como propios del liberalismo, y que se han convertido ya en auténticos topicos, deben ser ‘matizados en buena ley en el caso de algunas tradiciones liberales, como es el caso de la hoy representada por Rawls o Dworkin, porque en ellas: 1) El individuo no se entiende como propietario exclusivo de su persona y capacidades por los que nada debe a la sociedad, sino que de- we persona a través de un proceso de socializacién y es deudor de la sociedad en que se personaliza. 2) El valor central det liberalismo es la libertad, pero no entendida exclusivamente como «libertad de», sino también como «libertad pari, siguiendo el consejo de B. Constant, que suele silenciarse habitualmente. Ciertamente, la libertad descubierta por los modemnos es la libertad civil, pero el peligro de defenderla en exclusiva comporta un doble peligro: el de que, «absorbidos por el distrute de nuestra independencia privada y por Ja busqueda de nuestros intereses particulares, renunciemos con dema- siada facilidad a nuestro derecho de participacién en el poder politico» cuando no hay garantia mas segura de la libertad civil que el ejecicio de la participacién politica; pero también el peligro de arriesgar nuestra feli- cidad, porque en definitiva «la libertad politica es el medio més eficaz y as enérgico que nos hay@ dado el cielo para perfeccionamos*. 3) Laccuestin consistria entonces en dilucidar en qué consistnia el ejercicio de la participacién, que desde una concepcién liberal de la democracia deberia consistir en una limitacién y control del poder pol- tico por parte del pueblo, frente a una concepcisn participacionista, para la que el pueblo deberia participar activamente en el ejercicio del poder. Sin embargo, las cosas no son tan claras, porque hoy en dia no pa- rece haber ninguna propuesta de un socialismo democratico que vaya mds alld politicamente de sugerir una profundizacién en Ia democracia representativa, entiéndase tal profundizaci6n como extensi6n de la misma ‘otros dmbitos distintos del politico, en la inea de Bobbio, o bien como tuna potenciacién del asociacionismo en la sociedad civil, que de algtin modo deberia tener repercusiones politicas, en la linea de Hirst” * B. Constant, op. cit, . 283, Lp. 284 » B. Hirst, «Associational Socialism in 2 Plurals State», Journal of Law and So ciety, vol. 15.n° 1 1988}; Ch, Moufle,«{Hacis un Socialism liberal?» Levit, 45 (1991), p. 74 SOCIALISMO DEMOCRATICO LIBERAL n El tinico rasgo que nos quedaria entonces para distinguir un libera lismo como el disefiado de un socialismo universalista seria el del dis- tinto orden lexicogréfico en que uno y otro situarian los valores de li- bertad e igualdad. Pero esta distincién permanecerfa vacia mientras no aclarramos qué significa «igualdad» para las tradiciones socialistas y para las liberales y, por otra parte, tal aclaracién tampoco nos Hevaria demasiado lejos cuando nos percatéramos de que determinadas tradi- ciones de ambos campos coinciden en seialar que la meta del igualita rismo no es tanto la eliminacidn de las diferencias, como el logro de una sociedad libre de dominacién, o bien cuando supiéramos por convenci- dos liberales que el liberalismo valora més la igualdad que la libertad. {Sigue teniendo, pues, interés el antiguo afin de sefialar las dife- rencias entre liberalismo y socialismo? ,O mas bien debemos recono- cer que existe una gran variedad de liberalismos, como existe también 1una multipicidad de socialismos, y que en ocasiones determinadas for- ‘mas de liberalismo estn mas pr6ximas a formas determinadas de so- cialismo que a otras calificadas de liberales? Porque pretender situar en Ja misma linea ideol6gica a autores como Rawls y Nozick es a todas lu- 2s injusto, como resulta injusto alinear a un marxista ortodoxo junto un socialista democritico. 2. «SOCIALISMO PRAGMATICO-TRASCENDENTAL» Regresando al problema de la constitucién del sujeto, cabria inten- tar distinguir todavia entre un modo filoséfico de pensar liberal y uno socialista, si es que tales acepciones pueden traspasar del mundo poli- tico al filos6fico, Esta diferencia no se encontraria en et nivel empitico de la constitucién psicosocial del yo, al que me he referido hasta ahora, sino en el nivel pragmitico-trascendental de la valide: de nuestras pro- posiciones y normas. En efecto, segtin Apel, el liberalismo politico hunde sus raices en el solipsismo metédico 0 modo de pensar monolégico, propio de la filo- sofia de la conciencia o de aquellas corrientes del andlisis lingtifstico ‘que sélo contemplan las dimensiones sintictica y semdntica del lenguaje. Consiste el solipsismo metédico en «la suposicién de que, aunque desde tun panto de vista empirico el hombre sea también tn ser social, la po- ° R. Pworkin, «El liberalism», op. cit Ocure, sin embargo, que en ese ariculo workin/esd comparando el Iiberalismo con el conservadurismo, 78, TICA APLICADA Y DEMOCRACIA RADICAL sibilidad y validez de formar el juicio y la voluntad pueden com- prenderse basicamente, sin embargo, sin presuponer légico-trascen- dentalmente una comunidad de comunicacién; es decir, que pueden entenderse hasta cierto punto como producto de la conciencia indi- vidual”, Eneste texto se habla, pues, de dos niveles de individuatismo: el em- pirico, que abonaria la concepcién de un hombre genéticamente preso- Cial, y'elldgico-trascendental, que creeria posible prescindir de una co- ‘munidad de comunicacién y atenerse a la conciencia individuat a la hora ‘de establecer la validez de proposiciones y normas. El solipsismo me- {6dico acepta que genéticamente el hombre es un ser Social, pero afiade ‘que no precisa de los demas hombres para descubrir la verdad de las pro- posiciones ni la comeccién de las normas. Mientras que la pragmética trascendental, protongando el «socialismo légico» de Peirce, compor- taria lo que he creido adecuado amar un «socialismo pragmético» 0 « para la politica es tema al que dedicaremos un capitulo aparte. Por el momento solo convendria aclarar que, en cualquier caso, deberfa tra- tarse de una propuesta que aceptara lo que he llamado el «factum del hi- bridismo», configuréndose como un «socialismo democrético liberal». 3. EL FACTUM DEL HIBRIDISMO- a Desde hace algunas décadas —al menos desde los afios cuarenta— se viene produciendo tun fenémeno en el émbito de las ideologfas polt- ticas, que no es nuevo en la historia, y al que cabria calificar de «hibri- dismo». Segiin el diccionario de la lengua espafiola, consistiria este fe- ‘némeno en el resultado del cruzamiento de individuos de distinta especie con objeto de mejorarlas; mientras que desde un punto de vista filos6- fico, y concretamente hegeliano, consistiria en apreciar que la historia ha comportado la superacién de las unilateralidades de ideologfas, an- tafio enfrentadas, en un tercero que ya no se identifica con ninguna de elas y que, por ser su resultado, constiruye la verdad de ambas. > En aceptar este hibridismo coincidirfan cuantos, desde la década de los cuarenta al menos, vienen hablando, mas que de «proyectos libera- les» y de «proyectos socialistas», de socialismo liberal, en la tinea de C. Rosselli, de liberalismo igualitario”, e inctuso de sacialismo de- mocrético liberal, por decirlo con M. Walzer, a quien ottos califican de partidario de un «liberalismo social». Desde estas perspectivas, tanto Iiberalismo como socialismo han realizado aportaciones ya irrenuncia- bles, de-suerte que un hibrido resultante del cruzamiento de sus mejo- res cualidades constituiria la propuesta més racional. En efecto, si tomamos una Iinea liberal como la de Rawls 0 Dwor- kin, que suele ser el centro de las disputas, y, por otra parte, propuestas * Cyptaos 7 y 9 dl presente itr. ' Rowell, Social liberal, Fundacion Pablo Tlesias, Mai, 1901. Reminder, La obediencia ai derecho, Cites, Madi, 1987, PP. 187 ss. » 0, Kallcheucr, «El iberaismo comunitario de M. Walzer», Debus 39 (1992), pe 40-, 80 ETICA APLICADA Y DEMOCRACIA RADICAL de un socialismo democritico, nos encontraremos en principio con que Jos puntos tradicionales de conflicto se disuelven, porque el sociaismo democritico no comparte los dogmas del marxismo", ni el liberalismo al que apuntamos hace profesi6n de un individualismo psicol6gico y moral, ni enuncia tampoco a proteger los «derechos de la segunda ge- neraciGn» —es decir, os derechos econémicos, sociales y culturales—, potenciados fundamentalmente por la tradicién socialista”. Por eso, el hnecho de que este apartado Hleve por titulo «socialismo democratico | bberal» pretende expresar que un liberalismo consecuente traspasa 8 un tipo de socialismo, que debe conservar lo mejor det liberalism y expre- sat los valores de la tradicién democrdtica, alos que es irracional re- rnunciar. Couailes serian los rasgos de una propuesta semejante es lo que qui- siera comentar a continuacién, aunque no sin avanar previamente que acojo ante todo las sugerencias de M. Walzer y de la ética discursiva de K.O. Apel y J. Habermas, intentando ir més alld de ells. 4. SOCIALISMO DEMOCRATICO LIBERAL ‘TRES TRADICIONES ‘Aun cuando las democracias que conocemos en la prctica sean de- mocracias liberales, es bien sabido que las tradiciones democraticas y liberales no son idénticas, al menos én teorfa. Al liberalismo, desde sus origenes, importa ante todo a democracia como un procedimiento po- Iitico adecuado para defender los derechos y libertades de los indivi- duos, mientras que la tradicién demoeritica originaria defiende sobre todo la igualdad. : Cierto que Arist6teles en su Politica afirma expresamente que «el fundamento del régimen democratico es la libertad»; sin embargo, la explicacién de este concepto de libertad es bien distinta a la aportada * El coletvismo, empefiado en creer que el sujeto deta historia es una entidad su raindividua el historcismo, para el que la historia se mueve por eyes independientes ela voluntad de Ids individuos; el materialism histérico, para el que la base econémica ‘es determinante en dima instanea; Ia teor‘a marxana de la explotacién; ola identifi- ‘acidn entre domocraca epresenatva y lpia de capital, desenmassarada por E. Diaz ‘como «flaca dela ientidads en Etiea contra politica, p. 67. * AE, Pérez Luo, Derechos humanos, Estado de derecho y Constitacién, Teo ‘os, Madrid. 1984, pp. 82 ss; G. Peces- Barba, Curso de dereckos fundamentales. pp. 154s. SOCIALISMO DEMOCRATICO LIBERAL 81 por los liberalismos, ya que no se trata de afirmar la libertad como un constitutive de todo hombre, anterior a la constitucién del Estado, de modo que éste tenga por tarea defenderla. La libertad aqui consiste en aser goberado y gobernar por turno», porque «la justicia demo- erética consiste en tener todos lo mismo numéricamente, y no segtin Jos merecimientos». En tiltimo término, esta exigencia de no set go- bbemnado por nadie o serio por turno «contribuye @ la libertad fundada en la igualdads*, Por otra parte, la célcbre Oracién Finebre de Pericles, considerada como la primera herencia tedrica de la democracia ateniense, denornina alrégimen de laciudad de este modo precisamente «por no depender el zgobiemo de pocos, sino de un mayor nimero»"\. De suerte que es nu- clear la idea de igualdad de todos los ciudadanos en cuanto a su dere- cho a hablar en la asamblea del gobierno (isogoria) y ante la ley (iso- nomia)”, lo cual va destilando una tradicién participativa. En lo que hace a las tradiciones liberales,tienden a valorar Ia de- mocracia ante todo como un sistema politico de contrapesos y equili- brios, que permite el respeto a las libertades de los individuos, hacién- dose entonces necesario el marco legal propio de un Estado de derecho. Mientras que la constante de las tradiciones socialistas consistirfa en la bsqueda de una sociedad emancipada, en la que la igualdad se entiende no como igualitarismo, sino como ausencia de dominacién. Sélo una sociedad semejante posibilitaria el ejercicio universal dela libertad (ideal del liberalismo), pero el acceso a ella hace indispensable el ejercicio de Ja solidaridad, como muestran las tradiciones socialistas. Ciertamente estas pinceladas son esquematicas, pero lo que quisiera apuntar con ellas ¢s que no cabe hoy renunciar a ninguna de estas tres ‘wadiciones sin hacer una opcién irracional, y que el hibridismo no s6lo 3 un hecho, sino también una necesidad racional. ;Cémo renunciar a ‘un marco legal que proteja los derechos y libertades de 10s individuos coneretos, de modo que no puedan verse conculeados por una decisién mayoritaria, como propone el liberalismo?, {emo abandonar el ideal de igual participaciGn de los ciudadanos en las decisiones sobre los fi nes titimos de su comunidad, olvidando tradiciones democraticas?, gy ceémo dejar de esforzarse, sin perder humanidad, por una sociedad eman- cipada y solidaria, libre de dominacidn, tras las huellas de ideales so- cialistas? Arisstles, Politica, VU, 2, 1317 2» "ueidides, Historia dela guerra del Peloponeso, pp. 255.256. ® R Dabl, La demperacia y sus critica, . 22. 82. ETICA APLICADA Y DEMOCRACIA RADICAL ‘A mayor abundamiento, deberfamos recordar con Hegel que la rea- lizaci6n histérica de la libertad no permite diseccionar la realidad sin curr en abstraccién, porque cada uno de los lados que hemos mencio- nado esté reclamando traspasar al otro: si las libertades son patrimonio de cada uno de los hombres, st garantia universal exige la participacién significativa de cada uno de ellos en las decisiones que les atafien, cosa imposible sin erradicar la dominacién de unos sobre otros. Testa es In raz6n por la que considero que un Hberalismo universa- lista consecuente —y el liberalismo no puede ser sino universalista— se ve obligado a optar por una democracia en que los hombres sean due- ios de su destino y puedan protegerse de injerencias externas, asf como también por una Sociedad libre de dominacién y explotacién. Llamar a este hibrido en su sentido literal, porque para alcanzar un igualitarismo semejante seria preciso, entre otras cosas, sacrificar la libertad, valorque es igualmente preciado. Una sociedad en que la igualdad sea compatible con la liber- tad no puede ser igualitaria en el sentido de la igualdad simple, porque 1 igualitarismo simple exigirfa una dictadura. En efecto, en cualquier sociedad las capacidades de los individuos son no significa «igualitarismo» cn sentido literal, ,qué significa realmente para quienes comparten esa aspiracién? SOCIALISMO DEMOCRATICO LIBERAL 83 ‘Segiin Walzer, el significado radical de la igualdad es negativo, mas «que positvo: el igualtarismo es en sus orfgenes una politica abolicionista, que pretende eliminar un determinado tipo de diferencias en diferentes tiempos y lugares, y que no tiene por meta tanto la eliminacién de las di- ferencias en general cuanto el acceso a una sociedad libre de dominacién: entendiendo por sociedad libre de dominacién aquella en que ningtin grupo posee 0 controla los medios de dominacién, sean del tipo que sean. ero para construir una sociedad semejante es preciso percatarse en primer lugar de algo que suele pasar desapercibido: que los bienes so- Giales son heterogéneos, que cada una de-las esferas sociales propor- ciona un bien diferente (politico, econémico, fe, amor, amistad). De modo que una teoria de la justicia distributiva deberfa tener en cuenta due los criterios para lograr una distribuci6n justa de los bienes no pue- den reducirse a uno solo, porque hay que atender a su heterogeneidad, y que los bienes que sirven como medios de dominacién son diferentes ‘en las diversas sociedades**. En algunas de ellas el bien clave mediante el que se consigue poseer los de las demas esferas es el nacimiento y Ta sangre, pero en otras es la riqueza ristica, en otras, el capital, y tampo- co conviene olvidar que la educacién, la gracia divina o el poder estatal también se han utilizado y se utilizan como medios de dominacién”. La primera de las consecuencias que Walzer extrae del reconoci- rmiento de la heterogeneidad de los bienes sociales —el hecho de que el criterio de justicia distributiva de los bienes no pueda ser tinico— le en- frenta abiertamente a la rawlsiana Teoria de la Justicia, en la medida en que Rawls, ala hora de buscar criterios de justicia para la distribuci6n de bienes, piensa s6to en un tipo de bienes —los «bienes primarios— yen un tnico criterio de distribucién —la imparcialidad—. ,No ocurre, porel contrario —se pregunta Walzer—, que en las sociedades cabe dis- tinguir diversas esferas, en cada una de las cuales es accesible un bien distinto y tiene que tegir por eso un distinto criterio de distribucién? Una sociedad distribuye, al menos, bienes tales como ser miembro de ella misma, seguridad y bienestar, dinero y mercancfas, cargos, tra- ’bajo pesado, tiempo libre, educacién, amor y amistad, gracia divina, re- conocimiento o poder poiitico, y no puede decirse que para todos ellos © Un ben es dominant, segin Wales, silos indviduos que lo tienen pucden dis- poner de una amplia gama de otros bienes precisamente porque tienen és. Se trata de Una especie de alquimia: el bien dominant (sea poder poi, econémico, ligoso,be- leza, et, converte a sus poseedores en duefos de tds ls dems, Ver Spheres of as fice, pp. 10-11. Sep anlisis como los de P.F. Drucker, el «bien dominante» que pos periase parael futuro cl saber Ver op. cit. Para una concepeisn diferente de no-dominaci6a ver Ph. Peuit, Repuolicanismo, Pais, Barcelona, 1998, &4 ETICA APLICADA Y DEMOCRACIA RADICAL cl criterio de distribucién justa sea el mismo, ya que la homogeneiza- cin mata la vida. Por eso el autor dedica cada uno de los capitulos del mencionado libro a considerar uno de los bienes enumerados y a inten- tar aclarar cual deberia ser en cada caso el eriterio para una distribucién Justa” La igualdad que pretendemos alcanzar no es entonces una igualdad simple, sino lo que Walzer lama una «igualdad compleja», para lograr la cual es preciso respetar las peculiaridades de cada esfera y ademas —como he apuntado— impedir que quienes poseen el bien sacial pro- io de una esfera traten de poseer desde ella todos los demds bienes so- ciales, porque precisamente en esto consistiria ta dominacién que im- pide Ia igualdad compleja. Y¥ es que para Walzer, la izquierda marxista nunca ha apreciado su- ficientemente una de las aportaciones irrenunciables del liberalismo: el arte de ta separacién. Segtin nuestro autor, con anterioridad al libera- lismo le sociedad se concebia como un todo orgsinico e integrado y los te6ricos liberales crearon un mundo de muros, cada uno de los cules creaba una nueva libertad, La izquierda marxista creyé que esta empresa ‘era més ideoldgica que practica, porque en realidad —segtin ella— todo depende de !a economia: la sociedad tiene que estar gobemada como un todo, ahora lo esta por una clase, en el futuro lo estard por todos los, miembros de esa sociedad. ‘Aun sin negar el inevitable entrecruzamiento que se produce entre las distintas esferas sociales, afirma Walzer que cada una de ellas puede y debe gozar de una autonomia relativa y que no conviene rechazar a separacién entre ellas, sino extenderla, para «poner el ingenio liberal al servicio del socialismo». Porque el arte de la separacién entre las esfe- as no es —y concuerdo con ello— una empresa ilusoria, sino wna adap- tacién moral y politicamente necesaria a la complejidad de las socie~ dades modernas, que han sufrido un largo proceso de diferenciacion social. Lo que ocurre es, sin embargo, que es preciso llevario a sus dl- timas consecuencias, porque los liberates no han sido capaces de ello. {En qué sentido? En el sentido de que el liberalismo ha creado el gobiemo timitado, pero no ha sabido —o querido— evitar los gobiemnos privados, de suerte ‘que la separacién practicada resultaba més aparente que teal: el poder econdmico podia gobemar «en la sombra», dirigiendo en titimo término > Tales crterios sone! litre cambio, mit yl necesidad. Ninguno de ells puede pretenders Unico. bis. pp. 21-26 *'M, Walzer, «Liberalism and te Art of Separation», op. cit SOCIALISM DEMOCRATICO LIBERAL 85 las restantes esferas. Se tratarfa, pues, ahora de lograr que quienes po- seen el poder en una de las esferas no puedan «convertirlo» en poder en las estantes esferas, que no lleguen a dominar la sociedad en su conjunto, Un socialismo democritico liberal aspirarfa, por tanto, 2 crear una sociedad libre de dominacién desde una idea de igualdad compleja, que inspira distintos criterios de justicia para los distintos campos. Esto im- plica respetar la logica de las distintas esferas ante todo con dos fines: 1) Evitar todo intento de colonizacién de unas esferas por otras, porque colonizar es homogeneizar, sca desde la economia, sea desde el Estado, No se trataria, pues, de abolir el mercado, sino de confinarlo a ‘su propio espacio; pero tampoco de poner en manos del Estado el con- trol interno de las restantes esferas, matando con ello su especificidad. 2) Evitar que quien posee el bien dominante en una sociedad de- terminada se apodere por su mediacién de los restantes bienes: de modo, por ejemplo, que el que posce los bienes politicos se apodere desde ellos, de los econdmicos, del honor, el prestigio, et”, o que sea desde los eco- némicos 0 desde los intelectuales desde los que se practique esta ope- racién dominadora 'Y en este sentido me resulta dificil no recordar el ejemplo de la con- cesién de algunos doctorados honoris causa, en que no cuenta el mérito cientifico —inexistente, por cierto—, sino la relevancia politica del per- sonaje, su labor politica desempefiada en pro de Ia universidad en cues- ti6n o la aportacién econdmica. Para tales casos —desde la idea de so- ciedad sin dominacién que proponemos— convendria inventar una figura como el «festero de honors de todas las fiestas, del que se sabe que ni participa en las rifas, ni en los bailes, ni en las comidas —en la fiesta, ‘en suma—, sino gue pone el dinero o la influencia politica. ¥ quede el, doctorado honoris causa para quienes, no habiéndose doctorado en la universidad que lo concede, han contribuido de tal modo al progreso hu- ‘mano con su trabajo cientifico, que los miembros del claustro se honran en llamarle hermano, como dice el ritual. Extendido el arte de la separacién a todas las esferas de Ia vida so- cial, nos Hlevaria a dar al César lo que es del César y a Dios Io que es de Dios, impidiendo la homogeneizacién de la vida y la dominacién. EL Estado tendirfa sin duda un importante peso en esta sociedad, pero ‘no més del que le corresponde: mantener los limites reales —y no ideo- La politica —opina Walzer—es siempre el camino mis directo de la domina- ign, y el poder politico (mis que los medios de produccién). es probablemente el més Jmporantey peliroso de la historia human.» Por exo propane distribuirioamplamente para limitazi. Ver ibe, p. 15. 86 ETICA APLICADA ¥ DEMOCRACIA RADICAL légicos— entre las esferas, de suerte que quede desarticulado cualquier intento de gobiemo privado; ayudar a cada una de ellas a «autoayudarse>, de modo que pueda cumplirse el principio de la igualdad de oportuni- dades y respetarse a la vez lo peculiar de cada esfera; fijar un orden claro de prioridades en esta prestacién de ayuda, que no puede tener por re~ ferente sino la mejora de los peor situados: y arbitrar mecanismos con- cretos desde los que los ciudadanos puedan controlar si tal orden se peta, mecanismos més cotidianos y eficaces que la votacion en las, elecciones. Un socialismo democritico liberal como el disefiado podria ayu- damos a configurar una democracia radical, respetuosa con el «plura- lismo real. PARTE IL DEMOCRACIA RADICAL j 6. DOS CONCEPIOS DE DEMOCRACIA: HOMBRE ECONOMICO FRENTE A HOMBRE POLITICO 1. DOS CONCEPTOS DE DEMOCRACIA! Segtin un buen mimero de autores, la clasificacién mss abareadora 4e modelos de democracia seria la que distingue entre democracia di- recta o participativa y democracia liberal o representative. En la pri- mera se entiende no s6lo que el pueblo es el titular del poder, sino tam- bign que es quien lo ejerce, de modo que la participacién del pueblo en el gobierno consiste en un ejercicio directo del poder, siendo posible en este caso hablar claramente de un gobierno del pueblo; mientras que la emocracia liberal o representativa consiste en un sistema de gobierno que cuenta con representantes de los intereses y opiniones de los ciuda- danos en el marco del imperio de la ley; se trata, pues, en este segundo caso de un sistema de limizacién'y control del poder, en el que cabe ha- blar, mais que de un gobierno del pueblo, de un gobierno querido por el pueblo’. Dentro del primer dmbito de modelos cabria situar la democracia ateniense, la democracia entendida como desarrollo, sea en Ta versi6n radical de Rousseau y Wollstonecraft, sea en la liberal de J. S. Mill, la democracia directa de Marx y Engels, el modelo participativo de C. Pa- teman o P. Bachrach, bosquejado en los aiios setenta y, por iltimo, al _gunos modelos comunitarios actuales. Mientras que en las filas de la de- ‘oeracia indirecta se alinearfan la democraciaentendida como protecciGn "Exe capitulo tiene su origen en «Demoerica: el dogma de nesto tiempos; Cla ves de Razin Préctica, 29 (1993), pp. 25-32. 5 algunos sutore prefieren hablar de democracia formal y democracia material 0 real, Ver R. Cotarelo, Em forno ala teorla dela democracia, Cento de Estudios Cons ‘tucionales, Madrid, 1990. 'C\B, Macpherson, La democracia liberal ys época, Alianza, Madi; 1981; G. Sar tori, Teoria dela demacracria, Alianza, Madrid, 1988; i, Elementos de Teoria politica, Aliana, Madrid, 1992, pp.27 $8; D. Hela, Modelos de demdcraci, Aliana, Madi, 1991 ‘A. Conina, Etta sin moral, cap. 9: F Requejo, Las democracias, Ariel, Barcelona, 1991 D. Gazeta Mares, Teorta de lademocracta, Na, Valencia, 1993, 189]

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