meno de la vida no ¢s triste, enojaso, aburrido, insipido, moles
“0, si el placer, esto es, la estultcia, no afiade su condimento?
Esto lo demostré con los més autorizados testimonios que pudie~
ran existe el nunca suficientemente alabado Séfocles, auror de
*aquel magnifico elogio que hizo de mf: «Cuanta menos sabidurta
se tiene, mis feliz se ese Pero ahora vayamos al fondo de la
cuestién,%
xt
En principio, gquién no sabe que fa primera edad del hombre
cs la mis alegre y la mds grata de todas? ;Qué es lo que vemnos en
los nifios que hace que los besemos, los abracemos, los acaricie-
‘mos, y nos parezca que incluso tienen la vircud de desarmar al
‘enemigo, sino el atractivo de la estulticia, que a guisa de merced
concede alos recién nacidos la prudente naturaleza, como si con
algiin género de satisfcién 0 de premio quisiera recompensar
los trabajos de la crianza o hacer mds levaderos los cuidados de la
ceducacin? Y la adolescencia, que es la edad que sucede a éta,
jun placentera es 2 todos, cémo tiene a todos propicios su can-
dor, con cudnta colicitud se fa ayuda, con qué interés se le tiende
tuna mano protectoral Y as! pregunto: zde dénde procede esta
‘gacia juvenil? ;De dénde, si no de mf? Yo hago que ls que me-
fos saben sean también los que menos se enojen. Y si no lo
cretis, ved que, cuando el adolescence crece y comienza a adqui-
rit conocimientos, ya por a experiencia de las cosas, ya por el
tudio de las ciencias, continuamente se marchita la gracia de sus
formas, languidece su vivacidad, se enfila su donaire y desmaya
su vigor. A medida que se aparta de mf, vive cada vez menos, has-
ta que llega la enojosa vejez, tan molesta para los demds como’
para uno misma.” Para ningin moral sera tolerable, si yo no le
chara una mano para socorre,cantas miserias, pues de igual
modo que los dioses de los poetas sucten salvar 2 sus provegidos
de la muerte con alguna mecamorfosis, asl yo, cuando los veo -
fn dir, ul ea ity merce ecb d some
vida, si fara el placer? Veo que aplaudis. Ya sabla yo que ningu-
zo de vosotros lo sospechaba, o mejor que ninguno habla perdi
do el juicio hasea tal punto, 0 més bien que no fuera tan extre-
‘madamente cuerdo com para no set de sta opinién.
“Aunque las mismos estoicos no desprecian el places, sin em-
bargo, lo disimulan sagzzmente, y si bien dicen mil injurias de-
lante de la gente, es s6lo a fin de que les dejen campo libre para
‘gozar ellos a sus anchas.™ Pero decidme, por Jipiver: qué mo-
ninfa Leteo, que nace en las Islas Aforrunadas (la que corre por el
Infiermo no es mis que un pequefio riachuelo), para que all be-
‘ban los largos olvidos® disolviendo poco a poco los afanes, y
vyuelvan 2 a juventud.
‘Pero entonces se diré que deliran y pierden el juicio. Lo ad
mito, Pero precisamente esto es convertirse ett nifios. Pues ver-
‘daderamente, qué hay mds propio del nifio que delat y carecet
de sensatea? ;Qué hace que esa edad sea tan deleitosa, sino el no
saber nada? {Quién no abominard y detestaré, como una mons-
‘ruotidad, al nifio que razone como un hombre? Esto lo aresti-
sgua dl conocido refrén del vulgo: «Odio en el nit la sabiduria
precot...
{Quin soportarfa la amistad o el trato de un anciano que a st
gran experiencia del mundo y de las cosas uniera a plenirad de
sus facultades mencales y ol rigor y la penetraci6n de sus crticas? i
Dejemos que esa edad delire. Por tanto, este delirio ¢s la com-
pensacién que ofreco a las miserias de la vejez, aparcindola de
las preocupaciones que atormentan al sabio. Es entonces un buen
compatieto de bebienda. No siente el tedio de la vida, que apenas
tolea la edad mas cobusta. A veces, como el viejo Plauto,?® vael °
ven a las eres eras famosas? lo que les haria muy desgracado si
tuvieran su razén, Pero es feliz gracias a mi favor, agradable a los
amigos y ala sociedad.
‘Semin Homero, de los labios de Néstor fuian palabras més
dalces que la miel? mientras que las de Aquiles desbordaban
y las de los ancianos que se congregaban en las mura-
‘ amargura,
préximos al sepulcro, y en cuanto mes posible, los tomo ala nk‘: ilas de la ciudad eran festivas y amenas.”® De ello deduzco que ea
De abi que la gente llame con propiedad a la vejex segunda
fancia.™ Si alguien
cién, no se lo ocultaré, Para ello los evo a la fuente de
Tas orcas, 0 con fo que llaman partes honestas? No, verdadera-
mente; la propagadora del género humano es aquella pare, an
loca, tan ridicula, que no puede ser nombrada sin excitar la risa,
Esta cs la fuente sagrada de donde Auye toda la vida con mas ver-
dad que del cuaterno de Pitigoras "Porque ciertamente, qué
hombre, decidme, cargaria por su propia voluntad con el yugo
del matrimonio, i, como suelen hacer los sabios, pensara seria
mente en los inconvenientes de la vida conyugal, ni qué mujer
‘consentiria que se le acercara un vardn, si examinara y conociera
Jos peligrosos trabajos del parto, o las molestias de crar a los hi-
jos? pucs sila vida la debéis al matrimonio, y el matrimonio lo
debeis a la Demencia, mi sirviente, comprended claramente lo
que me debeis ami. ;Qué mujer experta en todo esto quertia re-
Betis no fuera gracias a viru del Olvdo? La misma Venus,
pest Lurco sn auenaayc eri poder odo 0
Pues bien, de estas mis itisorias bromas de borracho provie-
fen los ceftudos fildsofos, en cuyo lugar les han sucedido hoy
aquellos a quignes el vulgo llama Frales, los reyes cubiertos de
prpura.® los piadosos sacerdores, y los wes veces sancisimos
pontifces. En fin, toda la caterva de los dioses de la poesia, tan
rhumerosa que apenas cabe en el Olimpo, a pesar de ser muy ex
at xi
No obstante, muy poco supondria haber probado que yo soy.
cl principio y la fuente de la vida, si no probara también
cuanto bueno existe nel mundo te me debe igualmente a
quisiera saber oimo efecnio tal transforms
{cierto modo la vejez supera ala infancia, amable sin duda, pero
privada del supremo placer de la vida, que es la murmuracién.
Afiadid a esto que, aunque los nifios se divierten a costa de los
‘Viejos, éstos por su parte se divierten a costa de los nifios: «Porque
Dios siempre junta a los que se asemejans.™
(Qué hay entre ellos que les diferencia, sino la rugosidad de ba
piel y el numero de cumpleafos celebrados? Los cabellos claros,
Ja boca desdentada, el cuerpo débil, la apevencia de la leche, Joe
balbuceos, la. Ja charla insustancial, la falta de memoria,
la carencia de refleriin, todo esto, entre otras cosas, les acerca.
‘Cuanto mis se acercan las personas a la vejez, més se parecen a
los nifios, hasta que, coma a éstos les ocirre, sin sufrir el cansan-
io de la vida, sin conocer el sentido de la muerte, emigran de la
vida.
xiv
Y ahora, quien as! lo quiera, compare mis beneficios con las
metamorfosis que operan los dioses. No pretendo recordar las
que hacen cuando estin airados, sino las que llevan a cabo cuan-
cdo quieren mostrarse més propicis, caso en el cual suelen trans
formar alas cn dtbol,”> en ave.™ en cigatra” ¢ incluso
cen sexpiente2* como si cambiar de forma no fuera lo mismo que
‘morit. Yo, en cambio, restituyo a los hombres la mejor y més fe-
liz pare de su vida, Si los mortales compieran su trato con la ss
biduria, y actuaran en todas las edades segin mis miximas, no se
hartan viejo y disfrutarian felices de una perpetua juvencud. ;No
vis esos hombres sombrios a los que el estudio dela flosofla 0 el