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EL CAPITALISMO EN LA TRAMA DELA VIDA ECOLOGIA Y ACUMULACION DE CAPITAL JASON W. MOORE TRADUCCION MARIA JOSE CASTRO LAGE practicas cOnstituyentes traficantes de suefios INDICE Agradecimientos Introduecién, La doble internalidad: la Historia si la Naturaleza importa Primer parte Del dulsmo aa ita el capitalism como ecologie-munda 1. De objeto a oikeios: la ereacién de medio ambiente en la ecologia-mundo capitalista 2. El valor en la wama de la vida 3. Hacia un metabolismo singular: del dualismo a la dialéetiea en Ia ecologia-mundo capicalista ‘Segunda pat Capitalism nistsic, naturale istérica 4, La tendencia ala baja del excedente ecolégico 5. La eapitalizacin de la naturalezao los limites de la naturaeza hist 6. Revoluciones de la ecologia mundo: de la revolucién al régimen Tercera part, La natucleza hisicay os origenes del capital 7. ¢Anttopoceno o capitaloceno? Sobre la navuralezay los origenes ‘de nuestra crisis ecoldgica 8. La naturalesa social absteactay los limites del capital Coat pare. Ascensay ial dea Naturale Barats 9. ajo barat? Tiempo, eapitaly eeproduceién de la nnacuraeza humana 10, La larga tevolucidn verde a vida y el tiempo de los alimentos baratos en al largo siglo 0X 11, Conclusin, Elfin de la Navuraleza Baraca? EL sundial del capital ese propio capital te ccoldgico u 15 49 31 7 97 Mm 113 137 171 199 201 27 255, 257 vil GANTROPOCENO 0 CAPITALOCENO? SOBRE LA NATURALEZA Y LOS ORIGENES DE NUESTRA CRISIS ECOLOGICA Es inwacasie QUE GRAN rare de la academia siente que el cambio climético es un tema apremiante. No caben muchas dudas sobre las realidades acuciantes del cambio climético, la sexta gran extincién de la biodiversidad, la acidificacién de los océanos y a larga lista de gravisimos problemas. Pero la urgencia de dar a conocer ls realidades, del cambio de la biosfera invalida la necesidad de una adccuada interpre- tacién histérica del problema? Entre la conceptualizacién de un problema y los esfuerzos por resolverlo siempre se da una estrecha relacién. También entte los modos en que pensamos los origenes de un problema y cusles creemos que son las posibles soluciones. Durante la década pasada, un concepto ha cautivado por igual a la academia y al piblico: el Ancropoceno. Como sucede con todos los con- ceptos de moda, el Antropoceno ha sido objeto de una amplia gama de interpretaciones.* Pero hay una dominante, aquella que nos dice que los {1 mundo modetno se hallan en Inglaterra, en torno a los albores rgumenta sobre la peridizacién del Antropocen contin con plno vigor. Algunos arqueé- loget defenden ahora la conversidn de rade la mayor parte del Helocene en Antropoccna, deede las exinciones de ls mogafauna en el orgen del Holocena o desde los origenes dela sericea, aproximadamente hace 11,000 afior:Resumido en M, Balke, «Archscologsne Siy- the “Anthropocene” Is Here —But It Began Long Agar, Science, nim. 340, 19 de abil de 2013, pp. 261-262; vése también WEE Ruddiman, Pous, Plagues and Peele, Pinceton (oy), Princeton Univesity Press, 2005; The Anthropocenes, Annual Reviews in Earth and Planetary Science, aims. 41-4.24, 2013: J. Gowdy y L. Krall «The Ukraseeal Origin of the Anthropocene, Elegie! Eronomicr, nim. 95, 2013, pp. 137-147. Otror defenden cL Antpoceno hace 2.000 afos. CEG. Certat y R. Selenghe, «Antheopogenie Durée ae the Golden spikes fr che Anthiopocents, The Holocene, an. 21(8), 2011, pp. 1269-1274 que tos sostenen,aunguede forma di, una periodizacén posteios 2 1945/1960, lasewicr ral, «Ate We Now Living in the Anthropocene’s, G4 Teday vo. 18, mim, 2, 2008, pp. 4-8. Los concepts empircetas come el Antropocena 4 menuda connitayen so ‘enecptual hstrice preceamente porque proponen sborat la calidad en haces de agregadoe ‘santativor antes de discerie as elaciones cele exiacentes dentro de las cuales podemos dat ‘ignifado a cso niimeror, Samar hechor no eonetiaye una inerpretaién hitince CF E HL Cary, Whats History’, Nuora York, Penguin, 1962 led, east. Qué la Historie Joaquin Retsero Maura y Hracio Viquer Ril, Bacelon, Ariel 2011]. a 202] Eraptalsna ena rana dei del siglo XIX." {La fuerza motriz detris de este cambio histérico? En dos palabras: carbén y vapor. La fuerza motriz detris del carbén y el vapor? No es la clase. Ni el capital. Ni el imperialismo. Ni siquiera la cultura Lo adivinaste: el anchropos. La humanidad como un todo indiferenciado, El Antropoceno contribuye a una historia ficil. écil porque no desafia las desigualdades naturalizadas, la alienacién ni la violencia inseritas en las relaciones estratégicas de poder y produccién de la modernidad. Se trata de un cuento fécil de contar, en la medida en que no nos exige pensar en absoluto sobre dichas telaciones. El mosaico de la actividad humana en Ia tama de la vida se reduce a una Humanidad abstracta: unidad homo- génca de accidn. La desigualdad, la mercantilizacién, cl imperialismo, el patriarcado, las formaciones raciales, y mucho més, han quedado en gran medida fuera de consideracién. Estas relaciones son, en el mejor de los casos, reconocidas, pero como apéndices 4 posteriori al marco del pro- blema. El marco se manifiesta en una natrativa de puro sentido comiin, y sin embargo también, creo, profundamente engafiosa: una naturaleza en la que la cempresa humana» se opone a «las grandes fuerzas de la natura: leza».’ La taxonomia de los «antromar‘ —ecosistemas dominados por los hhumanos y, consecuentemente, no «salvajess— precede ala intexprecacion, histérica y sustituye el cambio hist6rico-geografico por nociones suma- mente lineales de tiempo y espacio. Al mismo tiempo, la academia que aborda el Antropoceno no puede eludit la conclusién de que los humanos también son una «fuerza geofisica» —el singular es importante aqui— que opera dentro de la naturaleza.’ Es el problema de «un sistema I dos sis temas», frecuente en las expresiones centtales y criticas del pensamiento verde, En términos filoséficos, se reconoce la humanidad como una especie densro de fa trama de la vida, Pero en términos de nuestros marcos meto- dlolégicos,estrategias analiticasy estructuras narrativas, se tata la actividad, humana por separado y como independiente: la humanidad se convierte en Humanidad. Hay «construcciones humanas» y construcciones enaturaless* —aun cuando se reconoce a los seres humanos como fuerza geofisica—. W. Stcfen etal, «The Anthropocene: Are Humans Naw Overwhelming the Great Forces of Natures op. i «The Anchropocene: Conceptual and Historical Perspectives, op. ets «The Anthropocene: From Global Change to Planetary Stewardshipe, op. cit; D. Chakrabarty, ‘The Climate of History, Critical Inguiy, nim. $5, 2009, pp. 197-222 led. cat. «Chima © Historia, Custo tei, tea por Anaclet Poss, Pegi: Revita de pemuamiente contempordnes, nz. 31, 2009, pp. 51.69) DW. Sef eal, “The Anthropocene: From Global Change to Planetary Stewardship, op. ct “The Anthropacene: Are Humane Now Overwhelming the Gest Fores of Nature op. F.C. Hise al, «Anthropogenie Tanaformation ofthe Biomes, 1700 to 2000, lebal Ezelegy aa Biogeography, nin. 19(3), 2010, pp. 589-606, FAW. Stfen et al, «The Anthropocene: From Global Change to Planetary Stewardship, op. p74 "1, Zalasiewicr etal, «The Anthropocene: A New Epoch of Geologisl Time's, Philoophical Transactions of the Royal Seciety A, sien. 569, 2011, p. 837. een oils? 203 Esta disonancia genera més sombras que luces, ya que el reconocimiento de la humanidad-en-la-navuraleza deviene una suerte de tapadera floséfica para las narrativas reduccionistas de Humanidad y Naturaleza. Hoy existen dos dimensiones principales del argumento del Antropoceno: tuna esté en el énfasis absoluto en el cambio atmosférico y geolégico y sus fuer- zas motrices mas cercanas; la otra constituye un argumento sobre la historia y, por tanto, sobre la criss actual. A menudo ambas se solapan. En esta cltima, el argumento dominante del Antropoceno va mis alld del dominio de la ciencia del sisema-tierra y lega al propio meollo del andlisis histsrico: las cuestiones ligadas en términos dialécticos de la agencia historia y de la periodizaci6n, El argumento del Antropoceno adopta las cuestiones y los hechos bio- geoldgicos —recurriendo a la presencia de distintas sefales estratigréficas significativas’— como base adecuada para la periodizacidn hist6rica. En este enfoque subyacen dos decisiones metodolégicas sutiles pero podero- sas, En primer lugar, el foco empirico queda reducido a las consecuencias, de la actividad humana. En esto, el argumento del Antropoceno encarna el sesgo consecuencialista del pensamiento verde. El supuesto de la dominacién de la tietta por la Humanidad se construye casi por completo sobre la base de un significativo catélogo de consecuencias biosféricas. Los motores de tales consecuencias son tipicamente reducidos a categorfas muy amplias del tipo caja negra»: industrializacidn, urbanizacién, poblacién, etcétera." La segunda opcién metodolégica recurre ala construccién de la huma- nidad como «agente colectivo».” Aqui, los patrones histérico-geograficos de diferenciacién y coherencia quedan borrados en interés de la simplicidad narrativa, Esta supresién, y la elevacién del anthropos a agente colectivo, ha alentado algunas identificaciones erréneas de importancia: 1) una visién neomaltusiana de la poblacién,”* haciendo caso omiso de los patrones de formacién de familias y de los movimientos de poblacién del moderno sistema-mundo; 2) una visién del cambio histérico en la que los comple- jos de tecnologia-recursos dirigen el cambio histérico; 3) un concepto de escasez abstraido de las relaciones histéricas de capital, clase ¢ imperio; y 4) tuna metateorfa de la humanidad como agente colectivo, sin reconocer las fuerzas del capital y el imperio que han conformado la historia moderna del mundo. J. Zalasewice cal, «Are We Now Living in the Anthropocene, op. cits Stratigraphy of he Anthropocenes, op SW. Stetlen ea The Antheopocene: Concept and Historia Perspective, op. ts The pacee: Frota Global Change o Planetary tewatdshipe, op. ck. aii er, «Statigraphy ofthe Anthropocene», op. ct "CE M, Fischer Kowalke al, «A Sociomtabelic Reading of che Anchropocenes, The Anthropcene Review, nim. \(1), 2014, pp. 8-38: EC. Elis et al, «Ud Planets, Prceding of ‘he National Academy of Senco, rs. 110(2), 2013, pp. 7978-7985, 204] ELaptasna ena ana dei Los dos principales dispositivos del marco —Ias consecuencias determinan la periodizacién, el anthropos como motor de estas consecuencias— derivan de una postura filoséfica que podemos llamar dualismo cartesiano, Como con Deseartes, la separacién de los humanos del resto de la naturaleza —son los humanos [a abrumadora mayor fuerza de la naturaleza?s!"— aparece como una realidad evidente por si misma. En su forma mis simple, esta filosofia sitda la Actividad Humana en una caja; la Naturaleza en otra A ciencia cierta, estas dos unidades actuantes interactian y se influyen mutuamente. Pero las diferencias entre y dentro de cada unidad actuante no son mutuamente consticutivas, de modo que los cambios en una impliquen cambios en la otra. Este dualismo conduce a quien defiende el Antropoceno a construir el period hist6rico a partir de 1800 sobre bases aritméticas: «Actividad humana mas cambio significativo en la biosfera es igual a Antropoceno». En esto también, a perspectiva del Antropoceno incorpora el sentido comiin de la aritmética verde: ela Sociedad més la Naturaleza ¢s igual a los estudios medioambientales ‘Todo ello tiene sentido, de nuevo, hasta cierto punto. Pero las partes no suman el todo, La actividad humana no solo produce un cambio en a bios- fera, sino que las relaciones entre los humanos son en s{ mismas producidas a través dela naturaleza. Esta naturaleza no es naturaleza-como-recutso, sino més bien naturaleza-como-matriz. Es una naturaleza que no solo opera fuera y dentro de nuestros cuerpos (del clima global al microbioma), sino tam- ign @ través de nuesteos cuerpos, incluyendo nuestras mentes encarnadas. Los humanos producen diferenciaciones intraespecie, que son fundamen: tales en nuestra historia: especialmente desigualdades de clase, moduladas por todo tipo de vosmologias raciales y de género. Esas diferenciaciones han producido una historia humana —la moderna historia del mundo en par- ‘icular— lena de contingencia y en répida transformacién. No solo han producido eambios no lineales. Han sido también producidas por relaciones no lineales de poder y riqueza, ya entrelazadas con, y en, la trama de la vida. Yes aqu{—en el anilisis de fos origenes del problema del cambio répido y fundamental de la biosfera— donde hallamos el problema histérico cen- wal, y por tanto politico, del argumento del Anctopoceno. Si cambiamos nuestro método de uno que prioriza indebidamente las consecuencias medioambientales a otro que prioriza la relacién productor/producto, surge una visién muy diferente del problema del Antropoceno, Desde este punto de vista, los origenes de un nuevo patrén de configuracién ambien- tal se sitian en el mundo Atléntico durante el largo siglo XVE. Por qué no es este umeramente» un problema histérico sino también politico? En OW Steffen eal, oT Nase’ op. ce Anthropncsne: Are Humans Now Overwhelming she Gest Frees of Peeper opis? 205 definitiva, localizar los origenes del mundo moderno en la méquina de vapor y la mina de carbén supone priorizar el cierre de las maquinas de vapor y las minas de carbén (y sus encarnaciones del siglo XX). Localizar los origenes del mundo modemo en el auge de la civilizaci6n capitalista después de 1450, con sus audaces estrategias de conquista global, met- cantilizaci6n incesante e implacable racionalizacién, implica priorizar las relaciones de poder, capital y naturaleza que dieron lugar a un capitalismo fisil tan mortifero desde sus inicios. Ciérrese una planta de carbén, y se podré ralentizar el calentamiento global por un dia; ciérrense las relaciones que produjeron la planta de carbén, y se podré parar para siempre. Suprimir los origenes del capitalismo en la Edad Moderna, extraordinaria reconfiguracién de las naturalezas globales mucho antes de la méquina de vapor, es por eso tan significative para nuestra politica —mis alli de las politicas de cambio climético ¢ incluso de las politicas emedioambientale»—. La manera de conceptualizar los orfgenes de una crisis tiene mucho que ver con edmo elegimos responder a esa misma cri sis, La cuestién de cémo y cuéndo trazar las lineas de demarcacién de las cras histéricas no es por consiguiente una cuestién menor. Preguntemos a cualquier historiadora y lla te dird: cl modo en que se periodiza la historia conforma fundamentalmente la interpretacién de los acontecimientos y la cleccién de las relaciones importantes. Pongamos por caso el reloj en 1784, allado de la méquina de vapor de James Watt,” y obtendremos una visién may diferente de la historia y una visién muy diferente de la moderni- dad— de la que extraemos si comenzamos con las revoluciones agricolas de Inglaterra u Holanda, con Colén y la conquista de América, o con las primeras sefiales de una transicin histérica hacia la transformacién del paisaje a partir de 1450. Estamos realmente viviendo en el Antropoceno, con su vuelta a una visién curiosamente curocéntrica de la humanidad, y su confianza en las agotadas nociones de recursos-y-cleterminismo-tecno~ ligico? ,O estamos viviendo en el Capitaloceno, la era historica configurada por telaciones que privilegian la acumulacién sin fin del capital?” El modo en que se conteste a estas preguntas histdricas dard forma al anilisis de la erisis del presente —y a eémo se responde a ella—. E! capitalsmo como forma de organizar la naturaleza Preguntar sobre la relacién de la humanidad moderna con el resto de la nacuraleza implica trasladar nuestro enfoque desde las consecuencias de T.Cruten, «Geology of Mankind: The Anthropacenes, Natur, aim, 415, 2002, . 23, "Sin dda eptalocen ena palabra fe en un sistema feo. La Era del Captlsmo no merece tun apod eteieatnente agradable (agradeac a Diana Cildea el secordatri) 206] ELaptasna ena rana dei estas relaciones a las relaciones que envuelven y desenvuelven dichas con- secuencias. Las consecuencias son cruciales. Las que derivan del cambio climatico son especialmente notables, quizas sobre todo por su impacto represivo sobre la productividad del trabajo y la tierra en la agricultura mundial. Pero periodizar el cambio hist6rico sobre a base de las con- secuencias —o una interpretacién muy convencional de la revolucién industrial— nos nubla la vista desde un principio. Claro que debemos empezar con los grandes cambios en las relaciones dominantes de poder y produccidn, de clase y mercancias. Dejarlo abi, sin embargo, no aporta nada nuevo. Lo que se aprecia en las versiones mas sofisticadas del argu- mento de «el carbén y el capitalismo» es que la transicién del largo siglo XIX en las relaciones de poder y produccién fue mas alls de las relaciones entre seres humanos; implicé también una transicidn de las relaciones de la humanidad con el resto de Ja naturaleza —y por tanto las relaciones de la humanidad consigo misma—."* Yo iria més lejos. La historia no es un juego mundial de pin-pon en el que una jugadora, la Sociedad, volea fuerzas histéricas con otra, la Naturaleza. La mejor manera de pensar el cambio hist6rico es como una cascada de procesos y relaciones que implican al medio ambiente, a través de la cual fluyen haces particulares de naturaleza humana y extrahumana, yen la que estos conjuntos actian y se reforman al actuar. El haz de trans- waciones que hizo posible la mquina de vapor en las décadas finales del siglo xvttt fue coproducido por navuralezas humanas y extrahumanas (en las que estas diltimas son también directamente constitutivas de la asi Hamada «sociedado). Esto result6 cierto en sus consecuencias y también en términos de las relaciones estratégicas del capitalismo, Los pattones de la coproduccién son contingentes, pero también estin estabilizados y son cohesivos, Esta coherencia se revela en patrones especificos de creacién de medio ambiente, que van mucho més alld de lo que convencionalmente se considera un cambio de paisaje. Tal coherencia se realiza y reproduce a uavés de reglas definidas de reproduccién —de poder, de capital, de produccién—. Para la civilizacién capitalista, estas reglas encarnan una relacin de valor, que determina literalmente lo que cuenta como valioso y lo que no. Como hemos visto, diferentes civilizaciones poscen diferentes relaciones de valor, priorizan diferentes formas de riqueza, poder y produc- cidn, En el capitalismo histérico, el trabajo social abstracto solo se puede acumular a tavés de un enorme repertorio de cercamientos imperialis tas y de apropiaci6n de los adones gratuitos» de la naturaleza. Capital es jento, es valor-en-la-naturaleza. De ahi que la fertilidad valor-en-mo ical Materialism, Geoforum, rams, 40, 2008, pp. 105- 15: A, Malm, «The Origin of Foel Capca: From Water to Stam in the Brieh Cotton ladustye, Hiri! Material, nen. 21(1), 2013, pp. 15-68. Peeper opis? 207 natural del suelo pueda eactuar como incremento del capital fjov:'* una observacién prefiada de implicaciones socioecol6gicas para el anilisis de la acumulacién del capital, Aqui volvemos de nuevo a nuestro problema de la transformacién: las dindmicas por las cuales el capital, la ciencia y el Estado transforman el trabajofenergia en valor. Solo parte de la energla se torna trabajo y solo parte del trabajo se torna valor. Estas transiciones, generalmente entr6pi- cas, ponen de relieve el cargeter autoconsumidor de la relacin del capital que tiende a consumirse en sus condiciones necesariamente biofisicas (incluidos los trabajadores) y al hacerlo aumenta la composicién orginica del capital." De este modo, la estrategia del capitalismo de la Naturaleza Barata, y los recurrentes movimientos ciclicos hasta 2003 en favor de una naturaleza cada vez mas barata,"” pueden entenderse en relacién con la ciclica amenaza de que los Cuatto Baratos se vuelvan caros.'* La naturaleza cara se abarata mediante la apropiacién de trabajo no remunerado en las fronteras mercantiles dentro y fuera de los eentros de la mercantilizacién.”” Estos movimientos fronterizos neutralizaron la capitalizacién de la natu: raleza global y su reverso: la tendencia a la baja del excedente ecolégico. Las fronteras permicicron que cl capital consumicra vorazmente tanto las acumulaciones geolégicas como las configuraciones biolégicas de trabajo rno remunerado, sin un incremento ruinoso de los costes de produccién. El peligro constante, dado el dinamismo industrial del capitalismo y su compromiso con la expansién, es que el valor de los insumos aumente, y la tasa de ganancia caiga Una reconstruccién ecolégico-mundial pone en cuestin cualquier petiodizacién —como la Revolucién Industrial— basada en un modelo dualista de «motor social més consecuencias medioambientalesr. Este es todavia el modelo hegeménico en los estudios medioambientales globales, aun cuando los estudios regionales hace mucho que trascendicron tales dualismos? Desde este punto de vista, el argumento del Antropoceno °K, Mars, Grandrise, op eit p. 748. "6K Mare, Capita, vo, 0p. ei, pp. 37-30; rg, The Accumulation of Capital [Nacva York Reuedge, 2003 [1913] fe, cast: La arumaavion dl capita, ad, cat. Raimund Ferndnder ©, Barelona, Grijlbo, 1978) pp. 328-4 "PY, Grantham, «Time to Wake Up: Days af Abundant Resoutees and Falling Bries Are Over (a0 Quarterly Newser, asi de 2011 I, Lare Capitals, Londses, New Left Books, 1975 (ed. cast: Bl capitlisme trio read, por Manuel Agilar Mora, Mésio DE, Ediciones Era, 1979]: WW. Roxon, The Wrld Econame, Astin (74), University of Tenae Pres, 1978 led ert: Econonie mundi, Bazelona Revert, 1983] A. Hochschild, Te Second Shif: Nueva York, Viking, 1989: J. W. Moose, Sugar and the Eqpanson ofthe Early Modera World-Beonomye, of ®R White, The Orpenic Machine, Nueva York Hill & Wang, 1996: J. Koel, Undentoriy, Dtha, Duke University Pres, 2006, 208] ELaptasna ena rana dei no solamente es problematico en términos filos6ficos y te6ricos —al con- templar a los seres humanos como separados de la naturaleza y al suprimir al capitalismo de la ecuacién—, sino que también ofrece una conceptua- lizacién excesivamente estrecha del tiempo histérieo. Esto opera en dos niveles. Uno consiste en una rata confluencia de nociones geolégicas del tiempo con la periodizacién del cambio histérico. El otto es la recupe- raciGn por parte del Ancropoceno de un panordmica historiogréfica més antigua, que contempla el inicio de los cambios «reales» de la modernidad real» a finales del siglo XV. ‘A este respecto, el argumento del Antropoceno alimenta el largo romance del pensamiento verde con el modelo de modernidad de los Dos Siglos: sociedad industrial, cvilizaci6n industrial, capitalismo industrial, La nocién de que «todo comenz6 con la Revolucién Industrials lleva mucho tiempo con nosotros.” El problema con el modelo de los Dos Siglos no consiste solo en que deja fuera algo erucial, sino que también ciega al pen- samiento verde tespecto de la extraordinaria reconfiguracién del trabajo y la tierra que se inicié en el largo siglo XVI. La industrializaci6n todavia aparece, en las metanarrativas del pensamiento verde, como un deus ex ‘machina arrojado al escenario del mundo por el carbén y el vapor. Hay aqui dos preguntas. Primero, zes la industralizacién el Big Bang de la modernidad, o, en ver de eso, responce a un fenémeno ciclico del capitalismo desde el siglo XVI? Segundo es la industrializacién el concepto ras Geil para explicar los modelos de gran escala y largo recorrido de capi- tal, poder y naturaleza durante los iltimos cinco siglos? Si bien la primera pregunta fue abordada durante las décadas de 1970 y 1980,” la segunda apenas se ha planteado. En el mejor de los casos, la industrializacién es la forma abreviada de las censiones entre tecnologia y poder, entre las «fuerzas» y las «relacio nes» de produccién. Estos problemas no son nuevos. Pero estas tensiones han sido concebidas, casi universalmente, en términos duals. Este es el problema del dualismo cartesiano, que produce un fruto amargo en la narrativa hegeménica de la industrializaci6n en tanto acta sobre la Naturaleza, més que se desarrolla a través de ella. Hoy, cuando el dualismo "La mesis de La industializacine sobre lot onigenes de la rss ecollgica et especialmente popular J. W. Moote «Nature andthe Tiansition from Feudal o Capitan, Review. rim 26 (2), 2003, pp. 97-172 led. cat lismos, trad. por Daniel Pedra Hete Economic, op. cts R, Heinberg, The Parts Over op. ets D. Jensen, Endgame, vl. 1: «The Piablem of Civilizations, Nueva York, Seven Stores Press, 2006, A. Malm, «Ihe Origins of Fost Capi Chance and EL Walleratcin, «The Industral Revolution: Cxi Bono?s, Theis XE vol 13, nm, 1 1986, pp. 6776. Peeper opis? 208 cartesiano, como construccién filos6fica, se halla ampliamente cuestionado en todo el espectro del pensamiento verde,” dicho dualismo conserva su hegemonia en los métodos, la teoria y los marcos narrativos del cambio histérico mundial. Mientras que el argumento del Ancropoceno comicnza con las conse- cuencias en la biosfera y progresa hacia la historia social, un ordenamicnto no convencional de las crisis empezaria con la dialéetica entre (y en medio de) los seres humanos y el resto de la naturaleza, y desde ahi continuaria hacia el cambio biofisico y geol6gico. A su ver, estas consecuencias cons: tituyen nuevas condiciones para los periodos sucesivos de reestructuracién capitalista en la dongue durée. Las relaciones de poder y produccidn, en si coproducidas dentro de la naturaleza, entrafian y desarrollan consecuencias. Desde esta perspectiva, la naturaleza figura coma relacién de la totalidad. Las seres humanos operan como tna especie que crea medio ambiente, espe- cificamente dotada (si bien no especial), dentro de la trama de la vida, Para entender cémo los humanos se las apafan para ercar medi ambientes —y cémo el poder, el capital y la naturaleza forman un todo orginico—, podemos retornar a la nocién de Mumford de la téenica.™ Mumford comprendié que durante la Edad Moderna surgieron nuevas técnicas, que cuajaron en herramientas y conocimiento, nacuraleza y poder, en una nueva praxis-mundo que redujo a abstracciones al shombre» y a la enaturaleza», Para Mumford, el poder y la produccién en el capitalism encarnaban y reprodiucian un vasto repertorio simbélico y cultural que era causa, condicin y consecuencia de la forma especifiea de avance téenico de la modernidad. Mumford deja bien claro que esta historia no era algo d que congratularse. Era més bien algo que debia ser reconocido, y criticado, por su peculiaridad: «Los chinos, los érabes, los griegos, mucho antes que los europeos del norte, habian dado la mayor parte de los primeros pasos hacia la méquina [...] Sencillamente, estas gentes tenfan abundantes des- trezas téenicas[..] Tenian maiquinas; pero no desarrollaron “la maguina’s Mumford podria haberse detenido aqui, como hacen tantos pensadores verdes. Pero no lo hizo, Central al argumento de Mumford era la idea de que las méquinas, la téenica y la violencia alienante de la civilizacién capi talista atravesaban la trama de la vida. CED. Have, ue, Nuswe and she Geography of Difrence, Oder, Basil Backvel, 1996 ed fuscia, masurleze geografia del vase, Madd. Tafcates de Sues, 2018): B. Laout We Have Never Been Moder, 1995 [ed est: Nun fimo ders. Emay de neoplasm, tea, por Vieiot Gaiein, Buenos Aes Siglo xx, 2007/°V Plimwood, Fomine: ad the Mery of Nature, 1993 B. Braun y N. Caste (es). Remating Realy, Nueva York, Rosledge, 1998: N CasteeyB Braun (ds), Svaf Narwe, Oxford Blackwell Publishes, 200 Mumford, Tvimicr end Civilization, Londzes, Routledge and Kegan Pa, 1954 fed. cas 2 ehviliacim, Madrid, Aliana, 1971] Thider,p. 4 és te is aad. 20] Eraptasna enlarana devia {EI descubrimiento de la naturaleca como wn todo fae la parte més iene portance de esa edad de descubrimienso que, para el mundo occiden- Gal, comenz6 con las Cruzadas, los viajes de Marco Polo y las avencuras portuguesas hacia el sur [..] Tan pronto como el mésodo de explora- cin escuvo definitivamente delineado en la filosofiay en la mecini- ca del siglo Xvi, el hombre en sf fue exctuido del cuadro. Quizds la céenica se beneficiara temporalmente de esta exclusién; pero a la larga ef resultado se revel6 desaforcunado, En au intenco de haeerse con el poder, cl hombre en sf tendié a reducitse a una abstracién.* En ausencia de una concepcién relacional de la iéenica, gran parte del pensamiento verde confunde Revolucién Industrial con modernidad.”’ La cuestidn de los origenes se elude —no se resuelve—, recurtiendo a una metanarrativa apoyada en la premisa de las implicaciones que pata la perio- dizacién plantea el aumento de las emisiones de CO, y otros fendmenos ecoconsecuenciales. La cuestién de los origenes de la crisis ecolégico-mun- dial se resume axiométicamente cn una representacién superficial de los motores y las consecuencias de la industrializacién del siglo XIX. El fetichismo de la industrializacién conduce rapidamente a ottos feti- chismos. Una relacién de amor convencional con la maquinaria conduce enseguida a una relacién de amor convencional con los recursos. Incluso para quienes, desde la iaquierda, favorecen el enfoque de relaciones de clase, se trasluce cierto fetichismo del combustible fésil, como cuando Malm sostiene que el carbon es la chispa que enciende el motor del capi cal En estas explicaciones el wapital» se forma independientemente de la tama de la vida ¢ interviene en la «naturaleza» como una fuerza exé gena (o viceversa) haciendo intrusién, ¢ interrumpiendo, un sequilibrio tradicional entre la humanidad y la naturaleza» ya dado.” Esta visién del capitalismo como un agente exdgeno, mas que endégeno, respecto de la rama de la vida, ha tenido el paradsjico efeeto de reducit la naturaleza a Naturaleza: sustancia que los Seres humanos pueden proteger o destruir de miiltiples modos.”” Siempre es tentador «pensar en términos de realidades que pueden ‘ocatse con el dedo”».*" En esta linea de pensamiento—Bourdieu la llama bide, p. 31, ents abadid » Seefen eal posal and Hiscorical Perspectives, op. ce Stewacdship, op cits A. Malm, «The Oxgine of Fos Captal, op, ct "A. Malm, , Sustainable Development, nen. (1), 2011, pp. 114 24] Braptasnn enlarana dei como entre la academia moderada, existe una tendencia a invocar una naturaleza exégena que figura como «una nota al pie ahist6rica y apoliica» El fetiche metabélico, y sus miiltiples determinismos de recursos-y-ener- pia, resulta facil de justificar cuantitativamente. Cuanto més uso de energia, extraccién de minerales y produccién de metales, més obretos industria- les urbanos y menos productores agrarios, eteétera, etcétera. Quizés por esta raz6n, la mayorla de los historiadores de la Revolucién Industral, de orientacidn ecologista, hayan preferido analizar la energia (més que, ddigamos, los cercamientos parlamentarios), debido a su fascinacién por la cuantificacién.® Pero los ntimeros son cosas engafiosas. Con demasiada facilidad inducen una légica empiricista que ciega ante cualquier alter- nativa susceptible de encuadrar los datos cuantitativos en el marco de los procesos de relaciones mundiales. Gould nos recuerda elegantemente que «los nximeros sugieren, constriien y refutan; por si mismos no especifican el contenido de las teorias cientificass. De forma atin més turbadora, la confusidn de los ntimeros con las explicaciones tiende a hacer caet a los cintérpretes (en la tampa de] la logica de su propia retdrica. Estos tienden a creer en su propia objetividad, no se dan cuenta del prejuicio que les con- duce a una interpretacién, entre [muchas] posibles, que sea coherente con sus nsimeross.“* Nos encontramos asi con una linea de pensamiento sobre cl Antropoceno, que ha dado lugar a muchas posibles periodizaciones, a excepeidn de una: el hito erucial del largo siglo XVI." Los origenes del capitalism: de ecologiaaecologia-mundo El capitalismo en 1800 no era Atenea, que salié al mundo, totalmente ere- cida y armada, de la cabeza del carbonifero Zeus. Las civilizaciones no se forman por Big Bang. Surgen a través de una cascada de transformaciones y bifurcaciones de la actividad humana en la trama de la vida. Esta cascada tiene su origen en el caos que sucedié a la crisis de la civilizacién feudal después de la Peste Negra (1347-1353), seguida por el surgimiento de un scapitalismo vasto pero débile durante el largo siglo XVI." Si tuviésemos EA. Whgley, Bnery and she Engh Indu Revolution, Cambridge, Cambridge Univers Press, 2010; RP Siete, The Subterancan Foret, Carbtie, The White Horse Pies, 2001; P Malanima, «Energy Criss and Growth 1650-1850», op. ci. * Un ejemplo paradigmatico de al exposieién lo offece B. J. Sve, Forces of Labor, Cambridge, Cambridge University Prest, 2003 [ed east: Fueret de rabai, Madrid, Akal, 2007] S.J. Gould, Te Mameaure of Men, Nacea York. W. W. Norton, 1981, p. 106, Lowisy M.A. Matin, Defining the Anchropocencs, Nasu, sm, 511, 2015, fore, Ecology andthe Rise of Capitalsme, op. cits. Wallerstein, The Madera Word Syem 1 ope M. Malowit, Waters Europe, Eaten Bure and Warld Development, 30h-18th Peer opis? 218 que sefalar la nueva era de relaciones humanas con el resto de la naturaleza, lo hariamos en esos siglos. Fucron décadas de una extraordinaria revolu- cién en la creacién de medio ambientes por iniciativa humana, con centro sgeogrifico en las extensivas relaciones mercantiles del mundo atlintico de la Edad Moderna, El surgimiento del capitalismo a partir de 1450 marcé tn hito en la historia de las relaciones de la humanidad con el resto de la naturaleza, mayor que ningiin otro desde la apatici6n de la agricultura y las primeras ciudades —y en términos relacionales, mayor que la aparicion de la ‘mdguina de vapor—. Las consecuencias y expansiones con el tiempo que cventualmente siguen al despertar de una nueva época de relaciones no sor- prenderia a ningtin historiador. Pero en este caso incluso las consecuencias inmediatas vavieron un gran efecto. El surgimiento del capitalismo a partir de 1450 fue posible por un cam- bio crucial en la escala, la velocidad y el aleance de la transformacién del paisaje en el mundo atléntico y mas alld. La tala de bosques en la cuenca del Vistula y de la selva atlintica de Brasil durante el siglo Xv1t se produjo una escala, y a un ritmo, entre cinco y diez veces mayor que lo visto en la Europa medieval” La Europa feudal habia tardado siglos en deforestar grandes extensiones de Europa occidental y central. Después de 1450, una deforestacién similar tuvo lugar en décadas, no en siglos. Por poner un solo ejemplo, en la Picardia medieval (nordeste de Francia) llevé 200 afos, clarear 12,000 hectéreas de bosque, proceso que comenz6 en el siglo X11. Cuatzo siglos después, en el noreste de Brasil, en el apogeo del azsicar en la década de 1650, esas 12.000 hectéreas se talaban en un solo afio.™' Estas son pistas preciosas de una transicién histérica en las telaciones de poder, riqueza y naturaleza, que tuvo lugar en el curso de la larga ctisis medieval, y de la expansién que comenzé a partir de 1450, Si hiciésemos un modesto catélogo de las transformaciones que impri- ‘mis el capitalismo temprano en el territorio y en el trabajo, entre la década de 1450 y las visperas de la Revolucién Industral, incuiriamos los siguien- tes cambios, centrados en —e influidos por— la mereancfa ‘Genre, iden, Bri, 2009+ F Braudel, oBuropean Expansion and Capa, 1450-1650: en Golumbis College ed). Contemporary Ciilicattn Saf Chapter Weer Ciaization, Nace York, Columbia Univessiy Pes, 1961, pp. 245-288 £7.W. Moore, «Ecology and the Rise of Capitalism, op. cts Amteréam Is Sunding on Norway”, Part 1, op. cits H. C, Darby, The Clacing of Woodland in Buropes,

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