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Ni santo ni mediocre Ideal cristiano y condicién humana Javier Garrido Ni santo ni mediocre Ideal cristiano y condicién humana SEGUNDA EDICION EDITORIAL VERBO DIVINO ‘Avda. de Pamplona, 41 STELLA (Navara) Espatia 1995 © Javier Garsdo «© Eainoil Verko Divino, 1992 Es propiedad + ‘Pntedin Spin» Fotocomponcion: Lente, St, de Oliva, PSIOLE Pamplona» lmprencn: Graphycrms, Cera, Esella-Lodost, i 6, 31204 Mrensin (Navarra) # Depa Legal NA 1599-1992 ISDN 54 7151 8740 Prdélogo 1, Somos muchos los creyentes que nos debatimos centre el deseo y Ia realidad, la entrega incondicional vy el egocentrismo. ‘Que no somes santos es evidente, Pere tampoca nos consideramos mediactes, si medioeridad significa tibie- 2a, es decir, autosuficiencia y acomodacién a lo fécil y seguro, Qué nos falta? Sin duda, libertad interio, amor sin medida, coraje para jugarnos fa vida a una sola carta, Pero con los aiios hemos aprendido que el salto @ la realizacidn dle nuestros mejores deseos no esti en nues- ‘ras manos, 2. Los libros de esprituaidad se han ditgido casi siempre alos que iniciakan la andadura cristiana oa los «que caminaban por las alturas de la purificacién y de la mistca. Faltan libros que traten precisamence de la “zona intermedia” Hemos salido de la hondura del valle, hemos subi- do a la planicie, oteamos la montafa sagrada en la que s6lo Dios habita; pero la meseta es éspera y prolonga: dda, Necesitamos la paciencia que consolida la fidelidad, 7 para que nuestra esperanza no quede defraudada (ef. Rom 51-5) 3. Por supuesto, hay muchos modos de vivir esta etapa. Hay quienes la sufren desde un sentimiento difuso y casi permanente de culpabilidad. Cuando uno ha sido educado en el ideal como exigencia nece- saria que da sentido a la vida, no es facil desprender- se de la “perfecciGn intemnalizada”. Hay quienes, como en todo, fo toman con mas calma, tanta que se asien- ran a gusto en su “aurea mediocritas”. Exte libro quiere ayudar a vivir a fondo esta fase delicada del proceso espiritual. La tesis de base se dis tancia, igualmente, del voluntarismo y del pragma- 4. Dude en si escribir desde una perspectiva mis sistemética, abordando el tema central dela relaci6n entte ideal eristiano y condieién humana. Por fin, rne he decidido por un estilo mas vivenctal, de medi- taciones cortas. El libro se distribuye en dies partes, buscando una estructura coherente de los grandes temas que, ami ju io, atraviesan esta etapa del camino cristiano. En sus pdginas os estudiosos de la esprituaidad se encon- warn con una serie de puntos, solo sugeridos, 44 reclaman su atenciGn y su pensamiento. Los géneros literarios serin variados, como co- rresponde a la experiencia: desde el comentario bibli- 0a la consideracicn filosdfica, desde el texto oracional al anilisissicolégico, Huarte, 1992 Parte primera Deseo y realidad 1 3 4. 5 6 La realidad se impone Ni santo ni mediocre Crisis de realismo “Tit me sondeas y me comoces” La sensacin de meseta La paz que guarda el corazén 1. La realidad se impone 1, Sin un deseo ardiente, unificador, la vida se diluye, y termina por quedar vacta de sentido. (Ocurre a las personas que han susticuido la vida por ‘el cumplimiento ordenado de una serie de normas, aunque éstas se inspiren en exigencias radicales, La vida no consiste en satisfacer necesidades, sino cen deseo. Y se supone que uno es creyente porque sti deseo es absoluto. Cada palabra de Jesis esta apelan: do a la incondicionalidad de la vida. (Qué puede sig. nificar el Reino, si no despierta lo mejor de nosotros mismos? ;Cémo centrar la vida en el amor si el deseo std bloqueado por ls incapacidad de salir de nosotros Es posible la experiencia de Dios sin un corazén en trance de absoluto? 2. Este libro presupone una vida unificada por el deseo, es decir, un creyente que desperts al sentido de la existencia desde un ideal. Todavia no precisamos la autenticidad o el caricterilusorio de dicho ideal. Pero sin alguna experiencia basica de incondicionalidad no merece la pena ser persona humana, Esta certeza se crige como presupuesto de lo cristiano. La hemos bebi- 13 do de la utopia insobornable que es el Evangelio, el amor de Dios revelado en Cristo. {Cuil ha sido tu ideal de vida? Por él has sacrifica- do otros valores. El te ha permitido la sabidurfa que renuncia a lo que perece (dinero, prestigio, seguti- dad, éxito...) para adquirir el tesoro escondido. EI Reino es semejante a um tesoro escondido en el campo. El que lo encuentra lo esconde 5, eno de alegria, va, vende lo que tiene y compra aquel campo. (Me 13,44) Ha podido ser: = La unidn con Dios en cuanto relacién de amor, santidad ~ El Reino 0 proyecto de Dios sobre el hombre. = La coherencia de vida o realizaci6n consecuente de los principios cristiano — Evangelizar; que el mensaje de Jestis legue a los hombres, —Transformar la sociedad luchando por la justicia, por los mas desfavorecidos. —Promover valores humanos de carécter universal — La autorrealizacién, armonta y plenitud. — El desarrollo de las potencias espirituales. 14 ~ Aleanzar la contemplacién y unificacién del ser en Dios, ~ Hacer puramente la voluntad de Dios en todo. — Amar sin medida, sin célculo. Hay otros muchos, sin duda, Formula eon lucider et deseo mas intimo de tu corazén que te ha hecho rena- cera la esperanza y a la lucha renovada en los momen- tos de hundimiento, 3. Grandexa y miseria del deseo: aquello que no dignifica es también lo que nos engafia; aquetlo que nos potencia es lo que nos abandona al sin-sentido. En efecto, la realidad se impone. Literalmente, la realidad es més fuerte que nuestro ideal. Por qué, si themos sido llamados a tealizarideales, terminamos por ‘comprender que Ia realcad se opone al ideal? La rea- lidad se atiene a la finitud, a lo constatable. El ideal se sutre de suetios imposible. ‘Cuando éramos idealistas, contébamos con el sacri: ficio, ya que alcanzar nuestro deseo exigta renuncias. Pero no sospechabamos que el sacrificio mas grande debia ser el de nuestros ideales. En este momento, la frustraci6n corroe nuestras energtas. {Qué deseat, sila realidad se encarga de echar por tierra la utopfa mejor justificada, la evangélicamente justificada? Pero jeémo vivir sin deseo de ideal? Atrévete a formula la frustracicn de tus expectativas: 15 | ~ speras llegar a ser santo de verdad? jpiNe es un suetio rs deseo de unificacisn esis = 1Qué ha cambiado el mundo con tu entrega? = iHa mejorado realmente la condicién humana? = iEres mejor cristiano ahora que hace 15 6 20 afios? = Mira tu coraz6n: te parece limpio y generoso? [F2Y ti sperand Miedos solapados, xpriea det ~ {Leno de Dios o de té mismo? 4. Bl mediocre se las ha apafiado para acomodarse alo real, y ya ha renunciado a sus ideales. Por supues- to, nunca lo confesars, pero su conciencia ha ido cembouindose gota a gota, dia a dia, por la desesperanza Qué le ha pasado? No es féeil discemir en la mara- fia de ese coraz6n, atrapado por sus miedos, cerrado sobre sf mismo, Quiza los primeros ideales surgian de la necesidad imperiosa de protagonismo narcisista, @ como com- pensaciGn inconsciente de la falta de autoestima. Quid fenfan una fundamentacién superficial, ideolégica; no arrastraban el interés vital (Quizé la educacién habia propiciado una distancia, 16 excesiva entre las metas y las posibilidades reales, centre los fines y los medios. ¥ claro, cuando se vive ano tras afto la angustia perfeccionista de lo imposibte, la ‘esperanza se trueca en cansancio. Quiza se confundis la fe con el sentimiento piadoso, Pero éste suele durar muy poco ante las urgencias de la ‘existencia, si al menos uno no se refugia en sus propias inhibiciones. A veces se cree que la mediocridad es consecuen- cia de la falta de perseverancia en la oracién. Las mas, de las veces se deja la oracién por lo contrario: porque nno se espera en Dios. Y con frecuencia no se espera en Dios porque no se espera en la vida, Las razones de la desesperanza se entremezclan, ‘Suclen ser inconscientes. Un golpe mis otro golpe a nuestros mejores deseos ha provacado mecanismos de defensa apenas perceptibles. Por ex0, el mediocre da la impresién de que vive de los ideales de siempre. De hecho, sigue hablando de ellos con los hijos, con la comunidad religiosa o ante la parroquia. Sin embargo, se le nota. 5. No somos santos porque todavia nos preocupan demasiado estas cuestiones, No somos mediocres porque, a pesar de nosotros mismes, inexplicablemente, la confianza en Dios nos ha erecido por dentra y nuestros ideales permanecen intactos; eso sf, criticados, resi- ‘uados, renovados en una luz antes insospechada 17 )Sabéis en qué hemos eambiado? En que, paradé. jicamente, ya no sentimas la realidad como amenaza del ideal, sino como el mbito propio de su realizaciéns ‘mi, en que hemos ido descubriendo, progresivamente, que la realidad es mucho més rica que nuestros idea” Tes. {Qué realidad? Cabalmente, la que aparece, a pri- mera vista, como ambigua, claroscura, imperfecta. Ahora vemos que ances amabamos més el amor, 0 que éste era reducido a medio para lograr algiin pro- yecto. Ahora hemos descubierto las personas conere- tas, con su nombre y ese manojo de cualidades y defec- Antes pretendfamos cambiar la sociedad a nuestro gusto, sometiendo a los hombres a nuestras ideas cla- ras y distintas. ;Dictadura de la razén, ciega ante la complejidad de lo humano! Hoy seguimos luchando ppor la justicia, més denodadamente que antes, pero con, una preferencia clara por los medios que estin en sin: tonfa con las personas y las estructuras hechas a la medida del hombre. Habiamos reducido a Dios a ideal, es deci, a sim bolo de nuestras fantasias de omnipotencia o de per- feccién, Todavia estamos lejos de conocer la reali- dad de Dios; pero ahora sabemos que, cuando El no responde a nuestras expectativas, resulta admirable: mente real. jAb, ese amor suyo, desconcertante y fiel, que nos parece extrafio porque se revela ab, en lo fini to y ordinario, en el amasijo de nuestra carne! 18 2. Ni santo ni mediocre 1. La realidad que se impone es que no soy ni santo ni mediocte. ;Pues qué hibrido soy? Cuando leo el juicio del Apocslipsis (3,14-22) sobre los tibios, tiemblo de arriba abajo. Porque eres tibio, 9 no eres ni fro ni calien- te, 2 eoy a vomitar de mi boca. La sensacién de que nado entre dos aguas, entre grandes aspiraciones y miseras realizaciones, me atcr- menta. Lo peor de todo, me siento incapa: de romper ls ataduras que me esclavizan. (Son tancas! {Soy incapaz, de verdad, 0 es que prefiero justifi- ‘carme, pensando que quiero entregarme, cuando me he acomodado a un “quisiera” ambiguo y tenaz? Me consuela lo que sigue: Esuds diciendo: Yo soy rico, yo me he envi- quecido, a mi no me falza nada; 9 no sabes que eres desdichado, miserable, pobre, ciego y des- nudo, No, eso lo tengo claro: que no soy rico, sino pobre. Me basta mirar la torpeza de mi amor al Seftor y la tacaferfa de mi amor al projimo. 19 2, Al que no es santo ni medioere vamos a Ila marle mediano (o cristiano medio). Tiene la lucide: de saberse lejos del ideal (la santidad, en todas sus formas) y, simultneamente, sabe que ha recorrido cierto cami- no de vida eristiana. Cuando se compara con los “san- 0s", los siente inasequibles. Cuando mira hacia atrés ‘otras épocas de su vida, siente un profundo agradect miento al Seftor. Quiere mas altura, més libertad inte- rior, unificacién espiritual, anchura de amor, sobre todo, Tiene miedo de sf mismo, y mucho, Sélo cust do se abandona confiadamente @ la voluntad del Sefior y deja de medirse a sf mismo, cecobra la paz. Hay dos clases de medianos: 1). Los que estén convertidos a Dios y a su Reino en cuanto orientacion basica de su vida. Lo que se dice “opcién fundamental”. Cuando los clasicos espirituales hablan de “inicia- doc” suelen referirse, unas veces a los que comienzan a despertar a lo religioso, y otras, a los fundamentados, a los que han despertado a la vida teologal en sentido propio. Estos serfan los medianos. Han optado, dinamizan sus energias en la oracién yen la entrega al préjimo; pero se buscan tanto a mismos, que no es facil distinguir entre las motiva- ciones espirituales y las sicol6gicas. Han vivido la crisis primera de autoimagen y, mediante un proceso de clarificacién personal, han comenzado a integrar fe y vida, disponibilidad a la voluntad de Dios y crecimiento humano. 20 Hubo un momento decisivo, en que se plantearon cel sentido de su vida: el proyecto de Dios 0 el suyo. No fue facil, porque hubo que afrontar miedos, motiva- clones inconscientes, y todo ello trajo. como feuto cierta libertad interior, cuyo signo mas claro es el pri- mado de Dios. Lo més significativo de estos medianos es que han experimentado la liberacion de la ley y basan su vida en la gratuidad del amor de Dios. Responsables y toda- via perfeccionistas, pero vuelven siempre a la fuente de su paz, la fe en Ia gracia. En contrapartida, manejan demasiado la fe en Dios y la utopta evangélica en funcién de sus necesidades: liberacién sicol6gica de sus ansiedades, o busqueda de autortealizacién, o proyeccién de deseos. 2) Los que, ademss, normalmente a base de afios, han consoldado la conversin nical. Doy por supuesto que, antes de los 40 aos, dffcilmente se consolidan las ‘opciones fundamencales de la vida, Estos saben que ya no tienen otro camino, y no se arrepienten; pero lamentan lo lejos que estan de haber realizado sus proyectos. ‘Sus certezas ya no nacen de ideas ni de intensidad de experiencia, sino de confrontacion con la exis- tencia, vivida dia a dia, Se saben medianos, porque la fuente de su ser es Dios, pero e sienten impotentes para morir al propio yo, 21 Han crecido en libertad; peto json tan conscientes de Ia ambigiiedad radical de las intenciones de su obrar! Mirando hacia atrés, ala época de la conversion, se sienten lejos, ya que la vida ha obligado a relativizar esquemas, formas de vida, incluso el radicalismo de otros momentos. Sin embargo, la simplificacisn libe~ radora que ahora experimentan les parece ambiva- lente: hecha de madurez humana, més que de trans- parencia teologal Aqui esté el punto crucial: conocen por luz interior la vida teologal, y, de hecho, ella ha configurado los ‘momentos decisivos de la vida (reconeiliarse con el pasado, dar sencido al sufrimiento, paz en medio de las situaciones conflictivas...), pero estd como encarcelada; no logra desplegarse a pleno pulmén. La barrera esta dentro, no son las citcunstancias extemas. Hay amor, amor desinteresaco, pero todavia jcudnta acepcion de personas, qué poca docilidad a las “mociones” del Espiritu, cudnto miedo a perder el yo! 3. El libro va dirigido a todos los cristianos medios, pero lo entender mejor los del grupo segun- do. El mediocre no se considera tal, El mediano tiene miedo a serlo, El santo se ve mediocre, pero se arroja en manos de la misericordia de Dios, sin perder la pas 22 El mediocre utiliza lo espiritual pata mantener sus propias posiciones. El mediano busca andar en verdad por encima de todo. El santo admira, agradece, pide, espera. E] mediocre confunde el amor con la satisfaccién de sus necesidades. El mediano ama torpe, pero sinceta: mente, El santo ama a fondo perdido. El mediocre tiene habilidad especial para hacerse hhueco seguro en todo. El mediano lucha y conta. El santo no se pertenece. El mediocre trabaja por el Reino sin coraz6n, call culando. El mediano confunde generosidad y volun: tarismo, El santo esté mis preocupado por el otro que por sf mismo, El mediocre es un resentido de la vida y de Dios, aunque esto no se atreve a confesarlo. Fl mediano et un agradecido, pero de esperanza corta. El santo ha hecho de su pobreza Ia fuente de su esperanza y agra. decimiento, El mediocre es superficial, sin discernimiento. El mediano ha ejercitado el discernimiento como para no confundir sus necesidades 0 su autodesarrollo y la ‘obra de la Gracia, El santo vive cada dia, cada momen- +o, Io que Dios le da, sin. mss. EI mediocre ha construido un sistema inatacable de defensas, teniendo respuesta para todo. El mediano camina en humildad. El santo es indefenso camo un nifio. 23 Evidentemente, resulta més ficil distinguir y con traponer los conceptos. La frontera entre mediocridad y medianfa, entre medianfa y santidad es mévil. La nitidez se da comparando extremes. 4. Desde el Pseudo-Dionisio a Juan de la Cruz, la fase mediana ha sido llamada de ilwminacién, Pero suele ser bastante indefinida, pues unas veces presu- pone “la noche pasiva del sentido” y, en consecuencia, el paso a la contemplacién infusa (que en los maestros espirituales, habitualmente, esta asociada al despliegue preponderante de la vida teologal), y otras, se refiere lo que aqui lamanos la consolidacién, una vida ctistiana ejercitada en las virtudes teologales y mora- Tes. Podria asimilarse la iluminacisn a los medianos del segundo grupo? De alin modo, sf; en cuanto el cri- terio del paso a la santidad consiste, a mi juicio, en la soberanfa que adquiere la iniciativa de Dios en el ccreyente (primado de las virtudes teologales), confi- gurado por la ley pascual del Seguimiento: perder la vida para ganarla (ef. Me 8,34-38), el amor entregado hhasta la muerte (ef. Jn 12,23-26). Pero hay una diferencia clara de perspectiva. Los esquernas clisicns se apoyan primordialmente en el dis- ‘cemimiento de lo espritual en s{ (la transformacién de Ia interioridad en cuanto relacién con Dios). Los ‘esquemas de este libro usan, intencionadamente, un 24 lenguaje polivalente, que entremezcla lo espiricual y lo antropoldgico, la relacisn con Dios y la estructura de la finitud humana, la interioridad y las condiciones his- X6ricas. En otras palabras, se ha preferido un lenguaje interdisciplinar. En cualquier caso, no es objeto de este libro aclarar estas cuestiones. Ha optado por un método mis bien descriptivo. Porque, al fin, zqué es la santidad cristia- na? {Son més santos aquellos de los que pueden com- probarse, socialmente, las virtudes heroieas, 0 los medianos que, condicionados por problemas sicolé- aicos, mueren, a los ojos de los demas, a medio cami- no? Qué veremos en el Cielo a la hora de la verdad? 25 3. Crisis de realismo 1. Hay una edad en que el cristiano experimenta con intensidad que su vida es una mezcla de tuz y sombras: el ciclo de la segunda edad, a partir de los 40 ais. Se supone que, en tomo a los 25, definimos nucs- tro proyecto a la luz de la utopia del Reino: sea en el matrimonio, sea en la comunidad religiosa, sea en el ministerio, sea en el anonimato de la familia o de la sociedad. ;Qué pensamos ahora de nuestros suefios juveniles? jEn qué han quedado? La crisis de realismo es existencial, es decir, toca el sentido de la vida. Es normal que la limitaci6n propia y las adversidades externas nos lleven al desanimo con frecuencia. El proyecto como horizonte sigue ilu- minando y renovando la esperanza y el coraje de vivir. Sin embargo, a partir de la crisis de la segunda edad el cansancio de vivie comienza a ser global. Si el proyecto no va a realizarse, gpara qué seguir luchando? Que ahi estriba el problema: en que uno es hicido, para ver que, efectivamente, no va a cumplirse el suefio al que entregamos nuestra ilusién y nuestras mejores energias, 26 Y el que no ha pasado por esta crisis a los 50, 0 es que tiene un optimismo vital tan poderoso que le engaia sobre su condicién humana, o €s que no se atreve 2 mirar de frente la frustracidn y la tapa, 0 es que ‘est animado por una esperanza teologal que ha encon- trado el secreto de sacar luz de las tinieblas, fuerza de la impotencia. 2. La feno ha de ser un mecanismo de huida. Por el contrario, exige ese realismo cruddo que atraviesa las Jinas maravillosas y desconcereantes del Qohelet. El sabio que lo escribié nos resulta cercano, precisamente por su talante de verdad y adultes. Para una mirada timorata, roza el escepticismo. Para quien ha tomado la vida en sus manos desde joven y ha vivido inten- samente la tensin entre deseo y realidad, desborda sabidurfa. Paradojicamente, slo puede ser compren- dido desde una fe confrontada, purificada. Escojo algunos versiculos que considero afines ala experiencia espiritual y humana del cristiano medio. * He considerado la ocupacion que Dios ha dado a os hombres para queen ella se afasnen. EL Up hizo todo bien 9 a su tempo; pero les puso el deseo del infin, sn que el hombre pueda lege 4: descubir as obras que Dios hace desde el prin- iio hasta el fin (3,10-11), * Mas wale wn pustado de descanso que das pueados de fatiga de dar caza al eiento (4,6). * No seas precipitado en tu boca, 9 te cora 27 én no se apresure a proferir una palabra delan- te de Dios, porque Dios estd en los cielos > eit ‘ests en la tierra (5,1), El hombre no ha de pensar mucho en sus dias, mientras Dios lene de alegria su corazén, (5,15). * Lejos quedé lo que estaba lejos, y profundo lo profiendo; cquién lo alcanzard? (7,24) * Mira, esto es lo que he comprobado: Dios hha hecho al hombre recto, 9 €s él quien se busca inmumerables complicaciones (7,29) * Hay un momento 3 un modo de hacer todas las casas, pero lo mds grave para el hombre es que nadie sabe qué sucederé (8,6). * Lanza tu fortuna al agua, porque mucho tiempo después la volverds a encontrar (11,1). * Fin del discurso. Todo esta dicho, Teme a Dios y guarda sus mandamientos, porque en ‘so consiste ser hombre (12,13) 3. Lacrisis de realismo estd unida a un proceso en ‘que uno tiene la impresin de haber tenido que desa- prender casi todo lo aprendido. Algo asf como un desmontaje implacable. Fuimos equipados con respuestas para todo, con rrormas de condueta, con esquemas para lo divino y ppara lo humano. Y hemos tenido que replantear todo, 28 Tentamos meridianamente claro lo valioso y lo vulgar, lo alto y lo mediocre. Y ahora nos hemos topa- do con que no somos mas que aquellos que, en atro tiempo, nos parecfan poca cosa. Quiza el desmontaje mas diffcil haya sido el de la autoimagen. Mirando hacia atrés y recordando la ima- gen que tenias de ti mismo a los 18 o a los 25 afios, 0 incluso a los 35, ahora constatas cémo lo mejor esta tan cerca de lo peor. Dedicar la vida a altos ideales es un regalo inapreciable; pero zpor qué va tan unido all narcisismo, a la vanidad y a la ambicién? Los sieslogos lo llaman el yo ideal en contraposicién al yo real. Y hhay que reconocer que el mundo religioso, por su carécter absoluto y por pertenecer a un orden inobje- tivable, se presta a alimentar las fantastas del deseo, confundiendo lo real con lo imaginario. ;Cusnta razén tenfa santa Teresa en decir que “la hhumildad es la verdad”! Se puede hacer de la humil- dad un objeto imaginario del deseo, por ejemplo, empefiindose en la humillacién o en renuncias radi cales a lo que pueda dar prestigio, fomentando asf la autoimagen inconsciente. Hasta que la vida no te desmmonta por dentro y no te encuentras con tu propia verdad, con tus fondos oscuros, con tus miserias eats dianas, con tus ataduras insobornables, no te enteras, Este andar en verdad, no slo como actitud ética de honradez, sino de clarividencia interior, de mirada real de sf mismo, es uno de los frutos preciosas de la cti- sisde realismo, 29 Si no se da, si para los 40 afios no se ha desmonta do Ia auroimagen -hay que decielo-, sélo un milagro puede hacer que esa persona no se afinque para siem- pre en la mediocridad. 4. {Se trata, entonces, de edad? No, ciertamente. Se trata de densidad de experiencia antropolégica. Cabe conocer vitalmente la condicién humana para los 16 ios, si la vida te ha forzado a sufrir situaciones limi- te y la luz del Espiritu Santo te ha ensefiado a relati- vizar todo lo que no es Dios. Y hay casos en que el amor da a la existencia humana un sobrepeso. De Jéstos dice la Sabiduria que llegaron a la perfeceién en [poco tiempo y Henaron una larga vida (4,13), Con todo, Lo normal es que Dios nos madure con el tiempo. Por ejemplo, Hegar a asentarse en humildad, ‘exige un proceso de purificaci6n de la autoimagen, que de ordinario es fruto de muchas experiencias acumu- ladas de la propia finitud y pecado. Igualmente, llegar a vivir de fe, no de deseos, presupone la crisis de nues- tos proyectos y expectativas. Lo cual suele hacerse ‘cuando el ciclo vital pasa de la fase de proyecto (juven- tud) a la fase de realismo (madures). 5. No serfa justo subrayar los aspectos eriticos, dolorosos o negativos de la crisis de realismo de los ‘medianos. La moneda tiene dos caras. Del desmonta- je de la autoimagen surge la reconciliacin consigo 30 mismo, principio de toda unificacién espiritual. De la crisis de los deseos ideales brota la hondura de la vida teologal, es decir, la obediencia de fe al don de Dios. Al mediocre se le nota en su ineapacidad de resol- ver la crisis de realismo. La consecuencia suele ser ‘mortal: amargura interior, autosuficiencia racionalis- ta, el “hueco vital”, defendido con ufias y dientes. El mediano saca de la crisis de realismo el maximo provecho, ya que con ella toca fondo en la condi- ciign humana y comienza a abrirse, desde la humildad, a la obra del Espiritu. 31 4. “Ta me sondeas y me conoces” Sefior, Dios mio, ‘Tis me sondeas y me conoces. Qué sé yo de mi mismo? Tanto ir y venir, escalar los cielos y bajar al abismo, interpretar Ia vida y saborearla ansiosamente, cazar suefios y vuelos vertiginosos yy buscar la verdad oculta, el rostz0 interior de las cosas, aspitar a Ti, Sef, tener hambre de Ti, apasionadamente, ¥y sentir el peso de mi egocentrismo forpemente fer0:«. Time sondeas y me conoces. Aqui tienes mi coraz6n, Dios mic. {Cémo entzegértelo gozosamente, con la dulce sensacién de quien, por fin, descansa? Estd en tus manos, temblando como tn pajarillo. “Tratalo bien, SeRos, con la ternura infinita de eu mirada, pues silo Ts puedes atraery liberar 32 apaciguar sus deseos e infundisle fuego de amor eterno, Ta, que sondeas el coraz6n y las entrafias, yy lo renuevas todo en un instante. Agut estoy, Sefior, Dios mio, agul estoy 33 5. Sensacién de meseta 1, Eslasensacién habitual del mediano. No est estrenando cristianismo, pero esté lejos de alcanzar la cima. La meseta presupone haber hecho previamente tun camino de ascensidn y haber descubierto una langa planicie, en cuyo horizonte se divisa la montana esplendente de Dios. La meseta esté elevada. Por es0, etsando se ests subiendo a ella, uno expera slo un descanso breve para sequir ascendliendo. Es doloroso tener que caminar tanto tiempo (casi siempre, décadas enteras) con la sensacién de no conquistar ninguna meta, La meseta exige el realismo de la vid: paciencia de la fe. In arides, la 2. AR tiene 27 afios. Nunca ha vivido una rup- tura con Dios, ni siquiera un alejamiento. Lo cual no quiere decir que haya sido fécil para ella su opeién cxis- Primero tuvo que romper con el sistema protector de su familia y de su movimiento cristiano. Lo hizo al descubrir la fe como aventura de libertad y reconocer en si misma necesidades sicologicas de dependencia. 34 Luego probe la radicalidad de la entrega, durante 2 fos, en el Tercer Mundo, para lo que tuvo que dejar a su novio. Asf creyé que tenfa que hacerlo, en con- No se arrepiente del precio pagado, pero habria pre ferido, confiesa, que su camino hubiera sido més nor- mal. A sus 27 afios sabe que tiene la vida por delante, pero le cuesta esa sensaciGn de estar al aire, afectiva y laboralmente. Su fuente de paz mana mis honda: de Ia autocon- ciencia de haber vivido a fondo y confiado en Dios, por encima de todo. 3. M.O. tiene 45 afios: es religioso. Esta en plena crisis de realismo. No se siente frustrado, pero sf desen- cantado. {En qué han quedado mis proyectos de san- tidad?, se dice. Porque, si alguno, él ha sido de los que se juegan la vida a una carta, A los 25 aftos se lanz6 a la aventura, de una forma nueva y radical de vida religiosa. Y en ella se ha mantenido hasta ahora mismo. Escalé muy pronto la meseta con la ilusién de alcanzar la cumbre a golpes de renuncia y voluntad de generasidad. }Qué duro ha sido dejar a un lado los deseos ideales para mirar la realidad desnuda y des- ‘montar tanta fantasia narcisista y respetar el ritmo de la obra de Dios! 35 - Gracias a Dios, el voluntarismo estaba subordina- do a la experiencia de justificacign por la fe. Al fin, es lo que le ha mantenido en la esperanza todos estos afios de meseta, Y ahora comienza a recoger los frutos de un amor humilde y agradecido. 4. PIN. es padre de familia con dos hijos adoles- centes. Nunca se ha complicado la vida con herofsmos Lo suyo ha sido la responsabilidad de la vida ordinaria, Desde el noviazgo pertenece con su mujer a un grupo de reflexién cristiana. Su Gnico problema: que los hijos comienzan a no responder a sus expectativas jTodo iba tan bien, tan normal! Hemos hablado, y a través de un proceso de dis- ccernimiento creo que hemos dado oon la euesticn: PN, tenfa muy bien montado el sistema, pero comienza a no servitle Hay que replantear la vida desde bases nuevas. {Es que era falso lo anterior? No, pero demasiado ala medida de lo seguro y controlable. Es que PN. era un mediocre? No, y la prueba estd en la autenticidad de su reacci6n, Esti dispuesto a una fe mas arriesgada y confiada, 5. E.A. arrastra hace afios un problema sicolégi- co: que fue educada en la rigides, que desde nifia ha 36 tendico a compararse con su hermana mayor, “la per- fecta”, y por ello, se culpabiliza por cualquier cosa. Paradojicamente, su relacién con Dios ha sido la rela Gi0n afeetiva mas positiva. Es lo que dice, al menos. Porque, en realidad, tiene dias en que la confianza en Dios se le oscurece en seguida, en cuanto vive un conflicto con una persona querida, Desde el punto de vista ético y religioso es una persona fiel, exquisita incluso. Ha progresado mucho en su conecimiento de Dios y en su disponibilidad para con el préjimo. Mirando su historia, en su conjunto, uno tiene la impresién de que no ha habido proporcin. entre los esfuerzos realizados y los frutos de transfor macisin interior. ‘Atibuirlo a falta de Gracia serfa una simplificacién, ‘4 mi juicio. Me inelino a pensar que se trata de un caso) Upico, en que ciertas carencins sicolGgicas dificultan la accién del Espiritu (en cuanto esto es perceptible, por supuesta). E.A. nunca ha podido ser auténoma, o| ‘mejor, su autonoméa se ha desarrollado casi tinica. mente en sus aspectos ético y religioso. En qué medi dia, sin cierta libertad sico-afectiva, es posible alcanzar la libertad espirituat ligada al progreso de las virtudes twologales? 6 LM. , sin embargo, es demasiado sana sicol6- gicamente. Tavo el acierto, desde la adolescencia, de rho separar su proceso de madurez humana y su cami- 37 no cristiano. A sus 42 afios rebosa plenitud: certezas de fe bien arraigadas, coherencia de vida y realismo, cora- 26n enriquecido con la confianza en Dios y con la faccién continuada en favor de los mis desfavorecidos. Por qué, en la intimidad, confiesa una profunda insa- tisfacci6n? No es ansiedad perfeccionista, sino inca- pacidad de amor de verdad, sin buscarse, como ella dice. La ventaja de su proceso arménico ha terminado repercutiendo en contra: No se ve pobre por dentro; necesita ser empobrecida. Asf se lo dice insistente- mente al Sefior 7._ No hay una tipologia cerrada de los media- ros. Somos todos los que caminamos por la meseta Unos, arrastrando el carro de la vida, pero constantes. Otros, con paso ligero, un poco iluso a veces. Aquéllos estén iniciando la marcha, Estos intuyen una nueva ascension, la definitiva. La desean y la huyen, al mismo tiempo. Todos tenemos algunos puntos en comin: ~ Que no nos resignamos a quedarnos parados. — Que nos sentimos a gran distancia del ideal eris- ~ Que hemos aprendido realisma y verdad. = Que confiamos en el poder victorioso de ta Gracia. 38 6. La paz que guarda el coraz6n 1, No todos los que caminan por la meseta tienen, la misma paz ni la disfrutan en el mismo grado. Depende de diversos factores, sicalégicos y espiritua- les. El més importante de todos: ;Dénde estd funda- ‘mentado el proyecto de vida y, por lo tanto, desde dénde se elabora la tensién entre ideal y realidad? Dicho de otra manera, todo depende de la expe- riencia de la gratuidad y de la densidad real que alcan- va esta experiencia, Para quien sentirse amado por Dios ¢s una huida de la realidad y sus tensiones, la paz terminara por ser un mecanismo de defensa de sus propias inhibiciones, De abfa la neurosis hay poco trecho. Para quien el proyecto de vida se fundamenta en la realizaci6n de sus deseos, la paz seré algo tan vulnerable como sus conquistas de perfecci6n. Silo quien esta fundamentado en la gratuidad del amor de Dios y, por lo tanto, ha tenido la experiencia de la justficacion por la fe, sin obras, y ha hecho de st pecado el dmbito privilegiado de In gloria del Amor Absoluto, es capa: de distinguir (jfuente de libertad 39 interior!) la paz de fondo, transicolégica, que perma- niece a pesar de todo, y el nivel sico-afectivo, de ten- dencias y afecciones, que estén ahi, con sus dinamis- ‘os propios, que s6lo a veces logramos controlar. De esta paz habla Pablo cuando la pide para sus, amigos y disefpulos de Filipo: La paz de Dios, que sobrepasa toda inteli- gencia, guardard wuestos conazones wuestos ppensamientos en Cristo Jesus (4,7) 2. El que esta fundamentado en el amor primero, creador y salvador, de Dios, no depende de sus buenas obras. El amor no quita responsabilidad; la resi Entre los cristianos, el deseo utépico del Reino o la moral estricta suele producir un talante de volunta- rismo. Se vive una vez, hay que dar cuenta de con- ciencia nada menos que ante el juicio de Dios, y, por To tanto, nadie puede suplimos en el cumplimiento de ‘nuestra misién en la tierra. Por una parte, sin duda, posibilita personas con garra, con decisién. Todas las grandes tareas que algu- na ver se han hecho han nacido del tesén y del cora- je. Por otra parte, los afios se encargan de decantar la calidad humana y espiritual de ese voluntarismo: cun- ‘a autenticidad étiea, cusnta hondura de sentimiento religioso, o cuanta angustia, encubierta o evidente, de culpabilidad, o cuanta necesidad de aprobacién, 40 Lo grave es que, tarde © temprano, la realidad desenmascara todo voluintarismo, Por mas hondura religiosa que lo sustente, si no se ha liberado de la necesidad de autojustficacién, esté a merced de las ‘expectativas del deseo. ;Qué voluntarismo puede desa- fiar a la limitacién y a la fuerza del pecado dentro de tuno mismo? {No es el mismo voluntarismo un deseo cenmascarado de apropiacién de la existencia, es decit, el pecado original de Adin? La experiencia de la Gracia nos guarda del volun- tarismo y su angustia. En vez de aferramos compulsi- vvamente a nuestros proyectos, hemos de saber que el proyecto de Dios esta definitivamente realizado en Cristo muerto y resucitado, erucificado por nuestros pecados y resucitado para nuestea justificacién (ef. Rom 4-5). Nos sentimos llamados a incorporamos activamente al proyecto de Dios, pero no tenemos la tiltima palabra. La tiltima palabra es la de la miseri- cordiafiel de Dios, capar de transformar nuestro came no de muerte en victoria de su amor. 3. Lapaz que nos viene por la fe en la Gracia nos ‘guarda el coraz6n de la ansiedad. Este corazdn nuestro ran inquieto. Nos inquieta una palabrita con tono mis elevado y ros remueve la palabra de Dios que nos llama a la ple- nitud del amor. Nos inquieta el futuro, con su cardc- rer imprevisible, y nos atrae el riesgo de la fe desnuda, ala intemperie. 41 La ansiedad nace de nuestros desequilibrios sico- ogicos, cuando las necesidades vitales y el miedo al descontrol combaten entre sf, o cuanda el deseo, dis. pando hacia lo perfecto, se ha disociado de lo conereto y limitado, Ansioso es nuestro corazén cada ver que se abre, indefenso, ala realidad del otro. El vértigo del vi... Un dia nos parece haber encontrado roca firme, descanso y fidetidad, y al dia siguiente el fancasma de Ia pérdi- dda nos desazona hasta imaginarnos lo peor. Nos ocurre con Dios. ;Qué suerte haberle encon- tradol Y sin embargo, su amor nos desconcierta, nos pone ansiosos, porque no cabe disponer de El, sietmpre distinto. Nos libera de nuestras exclavitudes radicales, ppero nos cuesta abandonarnos a su amor y calculamos la distancia exacta para estar bien con El y no dejar- le la iniciativa toral. Pero, en definitiva, a El volvemos, fuente de paz. ‘Somos ansiosos porque estamos replegados sobre noso- ‘ros mismos. En cuanto, por la fe, nuestra mirada se ‘encuentra con la suya, las nubes se disuelven y la luz, penetra suavemente el corazén. Es una paz especial, que, siendo efectivamente sen- tida, no se identifica con la tranquilidad sical6gica ni con el bienestar emocional. No es fruro de ningtin cesfuerzo ni autocontrol, pues brota de manantial mas hondo. 42 4. No la podemos explicar y mucho menos pro- gramar. En realidad, su misterio consiste en la coinci- dencia entre don y percepcisn, entre salvacién en Cristo y corazén creyente, entre objeto de fe y subje- tividad trascendida Por ello, en cuanto quieres controlar esta paz, se te vade las manos. Viene de Dios, yes signo soberano de su amor gratuito. Sslo el acto de fe, que se entrega con- fiadamente a lo que nos trasciendd, a la iniciativa del Amor, esta su altura. Si haces de la fe un recurso sico- logico para tranquilizar culpabilidades enfermizas,ter- minards perdiendo esta paz del Resucitado (cf. Jn 14,27-31). Esta paz del corazén parece inconsistente desde el punto de vista sicolbgico; por ejemplo, si se la compara con fa autononfa del yo y Ia fuerza que a veces irradian algunas personalidades equilibradas. Y es que su con- sistencia pertenece a otro nivel. El problema de quien no es ni santo ni mediocre es que todavia usa lo espiritual-teologal en funcién de intereses eyocéntricos. Ciertamante, ha tenido la expe- riencia de set aceptado por Dios independientemente de st conducta, lo cual le ha permitido caminar en la libertad, y no en la Ley; pero la mirada de la fe no est simplificada. = Dios me acepta como soy, pero, por si acaso © por ansiedad, todavia necesito controlar mi vida cristiana, = Jesiis es mi justificacisn y santificacién (1 Cor B 1,30), pero no sé, no puedo hacer del sf de Jestis mi propio st ~ Mi paz esta en El, pero quiero experimentarla sen- siblemente, poseerla, y, ademas, que me solucione mis problemas sicol6gicos. . Paradoja de la experiencia cristiana: es més real y libera mas integralmente a la persona que cualquier otra, pero no es solucién de ningun problema huma- El cristiano medio suele ser consciente de dicha pparadoja. De ahf, su desorientacién espiritual. Sabe por experiencia que lo espiritual no es una panacea de lo humano. ;Cémo respetar la autonomta de los niveles? Por otra parte, lo espiritual no es una superestruc- tura. El cristiano medio sabe también por experiencia que la paz, dada en la fe, libera de ansiedades, desen- cadena dinamismos sicoafectivos, potencia la libertad de las personas, etc. Lo cual quiere decir que no basta respetar la autonomia de niveles; hay que integrarlos. 44 » 10, M1 12 B 14 Parte segunda A la luz de la Palabra “Dichosos los pobres” "Sed perfectos” “No se puede servir a dos seftores” “El que mira ards...” “Por sus frutos los conoceréis” “AL que tiene se le dara” “Sino os converts en nitios, “Venid a mf los cansados” 7. “Dichosos los pobres” Dichasos los que tienen un corazén de pobres, porque tienen a Dios por Rey. Dichosos los no-violentos, porque heredarén la tera. Dichosos los que Hloran, porque Dios es su consuelo Dichosos las que tienen hambre yy sed de un mundo distinea, porque sus deseos ser cumplidos, Dichosos los que optan por los desfavorecidos, orque aleanzariin misericordia Dichosos ls limpios de corazén. orque ven a Dios en todo. Dichosos los que trabajan por la paz, porque serdn lamados hijos de Dios Dichosos los perseguidos por su fidelidad, borque ellos estén haciendo et Reino. (Me 5,3-10) v7 1. Textos como éate son los que desperaron nues tro deseo y dieron a nuestra vida un horizonte de absoluto, Pertenece a la Palabra de Dios ilurninar el sentido de la existencia y proyectarla més allé de nues- tros pequefios intereses. {Es tan distinto atenerse a satisfacer necesidades a seguir la corriente de la inal llamada gente normal, o ensanchar el corazén con la ‘uropfa del Reina! Fue el don de nuestra infancia y adolescencia de- sear lo mejor: el proyecto de Dios, el seguimiento de Jests, la realisaci6n de las Bienaventuranzas. El mediocre no tuvo quis4 ese don, porque el ambiente familiar o el contexto social eran demasia- do estrechos o superficiales o calculadores. © quiz s0f6 con la misma intensidad que nosotros en un ‘mundo distinto; pero en un momento dado se replegs sobre sf mismo. ;Deseneantado? iIncapas de integrar deseo y realidad? ;Fundaments acaso su fdelidad en ais propias posibilidades, con un corazén de rico y no de pobre? {Qué pasa en el corazén del hombre que en él lo ‘mejor esta tan cerca de lo peor? Los antiguos dectan que el detericto, la perversisn del mas generoso es la ids triste y endurecida de todas (“corruptio optim, pessima") 2. El mediano ha vivido o esta viviendo un pro- ‘ceso en que la lectura de la Palabra ha tenido que ser resituada, 48 Al principio, el Evangelio le atrafa, mativando su entrega. Con el tiempo, fue dandose cuenta del con. taste entre la Palabra y la realidad, personal y social, Y esto le producta desazén y culpabilidad. Ms tarde fue aprendiendo a compaginar [a utopta del Reino con la realidad mediante la idea del proce: so. No se trataba de escuchar el Evangelio ¢ identifi carse con él, cumpliéndolo tal cual, sino de aplicaclo, en lo posible, con realismo, a la propia medida. Fue un ‘Paso importante de equilibrio y madures. Pero hay algo en ese talante de equilibrio que no le satisface. Qué es, un resto del idealismo juvenil? Sospecha que, en parte, sf. Pero cree que hay algo mas hondo: que el realismo de la fe no coineide con la pprudencia racional. Y aqui, cabalmente, es donde nota que est poniendo en juego lo més delicado de la vida cristiana, Si acomoda la Palabra a la prudencia, su final sera la mediocridad. Si vuelve a aferrarse a los deseos idealistas, terminaré por ser un eterno adolescente. {C6mo mantener la dinamica de absoluto, esa sobe- tania de la Palabra, aceptando la condicién humana? 3. Ahora, parad6jicamente, la respuesta la encuentra en las mismas Bienaventuranzas. En efecto, la dicha del Reino, reservada a los per- sequiddos por su fidelidad, como Jestis, como los mét- tires, el cristiano mediano sabe que no pervenece a los 49 héroes, sino a los que tienen un corazén de pobres, a los que han puesto toda su confianza en Dios. No es que se sienta, precisamente, un mértiz; todo lo con- trario, el mediano suele ser un cristiano perdido en el anonimato, Pero sabe de fidelidad, ya que ha sido su preocupaciGn durante afios y afios. Por eso, ahora ha descubierto una densidad nueva en las palabras de Jesds. Antes sto percibfa en ellas su radicalismo en. ‘orden a opciones de vida. Ahora pone el acento en la sabiduria del corazén, que es como su hilo secreto. ‘Mis; en este momento las lee como promesa inau- dita que se le hace a €l. Si, las bienaventuranzas no han’ sido dichas para gente virruosa, excepcional, sino para el comtin de los moztales, para el cristiano medio, sin duda, No ha sido uno de los dones mas preciosos del Sefhor en su vida este ser empobrecido de ambiciones ¥y deseos para dejarle a Dios ser Dios? ‘También ha tenido que aprender a ser no-violento, ‘a encajar la existencia, a aceptar a los demés, a sf ‘mismo, la finitud. La herencia ha sido inesperada y maravillosa: la pacificacién interior La vida trae siempre inds lagrimas de las esperadas. ‘Mas de una ver ha tenida la tentacién de dejar la lucha por un mundo distinto. Ahora sabe que est con- denado a amar y a esperar contra toda esperanza. Antes vivfa la lucha con crispacién. Ahora sabe trabajar el Reino respetando mas la condicién humana, con tena- 50 cidad humilde, mas cerca de las fuerzas ocultas que transforman la historia a largo plazo y con hondura Ha sido duro mantener la opcién por los desfavo- recidos, pero ahora recoge frutos insospechados. En el contacto con los pobres, los enfermos, los abandons. dos a su suerte, es como se ha ensanchado su corazén al estilo de la misericordia de Dies, Lage le ha hecho omnipresente, en la oracién y en Taaccién, en ta desgracia y en el bienestar, cuando Dios se comunica fntimamente y cuando parece ausente. Lapaz ha guardado las inquietudes de su coraz6n y hha sido objeto de su tarea diaria: en la familia, en las relaciones laborales, en la comunidad cristiana... Es tan fragil! 4. Sin duda, el mediano no suele sentirse a la altura del retrato que acabamos de hacer de él. Es demasiado consciente de que todo lo vive a medias. ero, en lo fntimo de su conciencia, confiesa que ese espirta del Reino, plasmaclo en las Bienaventuranzas, no ees ajeno, Se le ha ido haciendo corazén, actitudes y praxis de vida mediante una suma innumerable de pequefios actos, en los que ha comprometido su fide- lidad. Cuando deja de medir el grado en que realza las Bianaventuranzes, entonces a Palabra le devuelve la frescura de su corazin creyente y el gozo de ser dise- pulo de Jess. 51 8. “Sed perfectos” Amada westos enemigos 9 rezad por ls que os persiguen, para que sedis hijos de vuestro Paake celestial, que hace salir el sol sobre buenos + malos y hace lover sobre justo e injustas Sed perfectos como euestro Padre celestial es perfecto. (Me 5, 43-48) 1, ;Qué reacciones tan distintas han provocado estas palabras de Jestis! No es extrafio que una de las objeciones més graves que se hace hoy a la fe cristia- na desele las ciencias humanas se tefiera a este texto. iCémo es posible pedir al hombre la perfeccisn de Dios? “Sed hombres y sélo hombres” es el grito que de tun lado y otro se lanza a los cristianos. Reconozcames que nuestros esquemas de perfeccién con frecuencia sélo han servido para ocultar actiudes de inautenticidad. En vez de ser hombres, hemos pre- ferido refugiarnos en nuestros objetos imaginarios, en una espiritualidad angelica (Cusntas inhibiciones reforsadas por el precepto de amor a los enemigos, de no ser agresivos, de soportar clultraje! ;Cémo ha podido confundirse perfeccidn & inhibicion? 52 Perfeccisn significa vida pujante, plenitud deshor- dada y, por lo tanto, libertad interior, que la fuente del ser estd dentro de nosotros, manando incesante. En este €220, al estilo de Dios, que como el so irradia ple- rnitud de amor, autodonacidn permanente, creadora, ‘mas fuerte que el odio y la muerte. El hombre realista se sigue preguntando: “Pero jes posible? ZNo es la peor de las ilusiones? {No estriba ahi, exactamente, el principio de toda neurosis, Ia mega. lomania del deseo?” 2. Sesupone que el mediano es un realista. Como ¢s obvio, no en el sentido del mediocre, que confin. deel realismo con la virtud interesada. Lo cual eseé en ‘oposicisn ireductible con la palabra de Jesds que apela al absoluto del amor sens sCémo puede escuchar un mediano el “sed per fectos"? En mi opinidn, la resonancia es muy distinta segin el tipo de experiencia espiritual que se haya tenido en Ta vida, Si el mediano ha clarificado su opcién basica, pero. su vida teologal es precaria, el “sed perfectos” le pro- ducird desazén. Si sus presupuestos sicolégicos son deébiles, los sentimientos de culpabilidad pueden llegar a agobiarle. Y hasta habré que preguntarse sila radi- calidad del Evangelio no est remachando sus ten- dencias perfeccionistas. 53 Los medianos fundamentados teologalmente qui- sieran también cumplir las palabras de Jestis; pero no pierden la paz cuando las excuchan. Saben que ese amor desinteresado del Reino, propio det corazén de Dios, es Gracia. Conffian y piden. No han pasado toda- via por la experiencia putificadora de la impotencia total para amar. Es en esta noche oscura cuando la accién del Espiritu hace brotar manantiales de amor puro. 3. Unos y otros necesitan profundizar en la la- mada a la perfeccién. Que su horizonte de sentido, no es moralista, sino el que corresponde al Reino. (Que Jesis apela a la generosidad del corazén humano, ciertamente, pero a la luz de la presencia escatologica del amor del Padre tal como se est manifestando en su persona, su palabra y sus hechos. El discipulo ests descubriendo, maravillado, que el Reino no llega como juicio que condena, sino como amor salvador, en la actitud de Jestis para con los pecadores. Crefamos que Dios es para los cumplidores de la ley y no para los “fuera de la ley”, que Dios est con los unos y excluye a los otros (que, ademas, suelen ser los que no som de los nuestros; jasf es nuestro cora- 26n miserable!)... y resulta que su amor est por enci- ma de la ley; es incondicional y universal Por eso, cuando oye a Jestis llamar a Dios “Padre”, se da cuenta, feliz, que ha Ilegado el reinado del amor, 54 la era del acceso confiado y filial a Dios. La Buena Noticia, inaudita: Dios se nos entrega gratuitamente Desde esta perspectiva y sélo desde ella, el amor desinteresado al enemigo adquiere sentido, y queda definitivamente superado el escandala de ‘las cien: cias humanas y el realismo racional que achaca a la ética cristiana su pretension megalomaniaca. 4. Lasfntesis entre ideal y realidad pertenece a la fe, precisamente porque no consiste en controlar si es posible o no (ni para quiénes) alcanzar la perfeccicn del amor divine. La medida de la perfeccién no esti en nosotros, sino cn la promesa de Dios y en la presencia del Reino, aco- ida en un corazén de pobre El que estd reconciliado con su impotencia es el que puede atreverse a softar lo imposible. Con una condi- cin: que no necesite justificar su existencia ante Dios rij ante su conciencia ni ante sus deseos de perfeccién, ¥¥, por lo mismo, que se abra a la fuerza salvadora y transformante del amor de Dios. Con una advertencia: Que Jestis tampoco nos ha garantizado cusndo se cumpliré en nosotros la Promesa. La hora esta reservada al Padee. Si el cristiano ‘mediano sabe esperar, vers los frutos, sin duda, Pero éstos, con seguridad, no coineidirsin con sus expectativas. 55 9. “No se puede servir a dos sefiores” Nadie puede servir a dos sefiores, porque odia~ rd a uno y amard al otro, 0 bien despreciard a uno y se apegard al oto. No pods seruir a Dios y al dinero (Me 6,24) 1. Las palabras de Jestis emplazan a la persona ante el Reino. Ha Ilegado el sefiorio de Dios. La vida adquiere gravedad tinica. Exige decisiones dleimas, Se vive una sola vez, En la presencia del Dies vivo, la vida ya no puede set considerada un ciclo temporal, dererminado por las leyes de la finitud (crecer, desarrollarse, morir; amar, trabajar, prolongarse en la descendencia; satisfacer necesidades, dedicarse a mejorar la condicién huma- ina; ser honrado y respetar a Dios), pues ha sido pues- ta bajo Ia soberanta del Amor Absoluto, que quiere renovaela. EL Reino urge y, por eso, concentra la existencia. ‘Somos llamados a entrar en su dinamica. La decisién debe ser total. El Reino implica todas las energias 56 2. En nuestra historia personal, sin duda experi- mentamos ese momento decisivo en que comamos la vida en nuestras manos. Fue una especie de eneruci jada: una orientacién w otra iba a marcar el sentido de Ia vida. ‘A veces ese momento es vivide con lucides. La mayorta de las veces suele ser semiinconsciente. Se siente una especie de nudo en el estémago, 0 lo con- trario, la embriaguez del salto. Siempre que la decisién es mia, que estoy solo. Si la opeién fue Dios y su Reino, ahora, con mira da retrospectiva, le damos el nombre de conversign 0 de opeién fundamental. A continuacién vivimos una época de despliege vital. Polarizados por la causa de Dies 0 por la relacién con El, nos parecia dominar la existencia. La realidad pparecia estar hecha a la medida de nuestros deseos Recordemos: descubrimiento y construccién del p vyecto cristiano de familia; nuestro compromiso social; la profesion religiosa y la vida en comunidad ef minis- terio y Ia evangelizacién; I riqueza insospechada de la intimidad con Dios Era el cumplimiento del Reino, la opeisn por et \inico Sefior. Eso nos parecfa, al menos. Porque ahora ya no percibimos esa nitide: de opcién. La vida nos ha ensefiado a ver que la realidad es mas compleja que znuestras buenas intenciones. \Valoramos la trascendencia de aquella decisién y se 57 la agradecemos al Sefor de coraz6n. Pero ahora dis- tinguimos niveles de densidad: uno es el consciente, razonado y querido voluntariamente; otro es ef que atafe al yo profundo. ;Qué habia “detrés", nos pre ‘guntamos ahora, de aquella decisisn? 3, Tampoco creemos, honradamente, que fuese falsa. Volvertamos a tomarla. Lo que pasa es que ahora, al escuchar el Evangelio que nos llama, de nuevo, a ‘optar, nos sentimos incapaces de una decisisn clata. UES que amamos menos al Sefior, es que hemos desplazado el Reina buscando ofros intereses, es que ‘estamos atados a idolos (seguridad econémica, lazos afectivos, bisqueda de prestigio, egofsmo ...) que nos cesclavizan? El mediocre sigue creyendo que su opeisn es Dios, pero ha montado su vida en el autoengatio, y se dedi. ca a compaginar el Reino con sus {dolos. El santo ve ccuntos obstéculos pone a la iniciativa total y exclu siva de Dios en su vida; pero los demas vemos la liber- tad de su entrega al Unico. Bl mediano sufre la tension centre lo que desea y Io que puede, entre la voluntad que opta claramente por Dios y las ataduras del cora- 26n. 4. Desde la sabidurfa del discernimiento, el pro- bblema del mediano es delicado. Por una parte, no 58 basta reconocer la ambigtiedad radical en que uno se mueve; es necesario optar, concentrar la existencia tentera, prineipalmente el corazén, en Dios y su Reino; Jo que exige liberarse de cualquier (oto. Por otra parte, la experiencia y la clarividencia espiritual le cen que no depende de su esfuerzo, por mas heroico que sea, ‘A veces se pregunta: {Tendria que hacer algo espe- cial? ;Renunciar al capital que tengo para experimentar la fe en la Providencia? ;Dedicacién a la gente mar- ginada? ;Hacer més oracién? {Un mes de ejercicios espirituales? (Cuando no intenta controlar su vida cristiana y se pone humildemente delante del Sefior, muy pronto suele darse cuenta que la cuesti6n es otra: de asumir, precisamente, Ia ambigiiedad del propio corazén, de foptar cada magiana por Dios y su Reino, sabiendo de antemano que la hora de la libertad interior pertene- ce ala soberanfa de la Gracia. Es lo dinico que le devuelve la paz. ;Por acomoda- ccién, por autojustificacién? No, sino por aceptacién, humilde de la propia verdad a la lur de Dios. La opeisin esta clara. Mas; ha sido consolidada con los afies, Pero “la segunda conversién” pertenece al ‘Sefior. Y la fase de la meseta pertenece a la pedagoata del Espiritu Santo. 59 5. Por es0, a nivel de discernimiento, es impor- tante que el cristiano mediano distinga el tdolo que le ata el corazdn, el centro de su persona, impidiéndole su opcidn fundamental por el Reino, y el idolo de sus lazos, que le oscurecen o le estorban © le enturbian la libertad interior. . Ciertos lenguajes de ascética y mistica estan mar- cados por el voluntarismo, y creen que es cuestiGn de pusios. O por cierto dualismo espiritualista, que es peor, en cuyo caso consideran negativo todo lazo afec- tivo a personas, proyectos, cosas .. Hay lazos que el Sefior no solo permite, sino que desea positivamente para nosotros, como medio de una integracién hurma- na, necesaria mas tarde como plataforma para el amor consumado del Reino. Y hay lazos que pertenecen, simplemente, al proceso espiritual, que necesitan su tiempo. E] mediano, que por encima de todo quiere andar en verdad, anda siempre pidiendo Tur, humildad y fuerza al Sefior, para vivir lo que El quiera en cada momento: si le toca aceptacién, aceptacién; si le toca 10. “El que mira atras...” Un tercero dijo a Jests: “Yo te seguiré, pero permteme que me despida antes de mi fami- lia. Jestis le dijo: “El que pone la mano en el arado y mira amds no es apto para el reino de Dios” (Le 9,62) 1. Eltexto evangélico es un relate vocational. Su. tono tajante y radical se entiende mejor desde el con- texto: la decisicn de Jestis de asumir su destino de muerte y su propésito de incorporar a los discipulos a su camino mesisnico. Pero, para quien conoce el Evangelio, especialmente los relatos vocacionales, no se trata de algo extrafo. Quiss le cuesta eompaginar- lo con el humantsmo de otras palabras de Jestis, con- cretamente cuando reivindica los imperatives éticos {que se refieren a los Iazos familiares frente al rigoristao de ciertas prescripciones religiosas (ef. Mt 15). En todo caso, entre los crstianos medianos siempre hay algunos que sienten con fuerza particular los rela- tos vocacionales. Suelen ser los eligiosos/as, los que de j6venes hicieron algunas renuncias de corte radical, os ue se fueron al Tercer Mundo... En cualquiera de ellos, la motivacin nacié de étas 0 parecidas palabras de Jest 61 El problema viene cuando, por lo que sea, se tiene que replantear la primera decisién. En el caso en que la renuncia no fue motivada espiritualmente, quiz4 no sea tan dificil “wolver atrés". Pero si se opts por el seguimiento de Jesis pobre y crucificado a partir de la experiencia vineulante de su amor, canvencide de que Jeti es Ia suficiencia y sobreabundancia y, ademss, de que las promesas de Dios no pueden fallar a quien, confia en El...,rener que volver atrés, o simplemente formularse la hipstesis de tener que hacerlo, conmo- ciona los cimientos mismos de la propia vida. (No serd una claudicacién? (Falta de fe? {Se puede ser discipulo de Jets, si, después de haber puesto la mano en el arado, 0 sea, después de haber tomado la decisién de seguir incondicionalmente a Jess, mira uno atrés, es decir, replantea la renuncia y relativiza el radicalismo de la opcién? 2. Pongamos algunos ejemplos de este “mirar tr", que inquieta con frecuencia la canciencia de les cristianos medianos, = El eligiosofa que a los 18-20 afios, a partir de una experiencia afectiva de relacién con Jestis, adopta el celibato como forma de vida y se consagra al Reino. A. los 35-37 afios se enamora de una mujer/hombre. ;Se rata necesariamente de infidelidad, de una situacion, peligrosa, 0 quizé de que han emergido necesidades Tatentes hasta ahora desconocidas, por ejemplo, de 62 integeacién del amor humano, dada Ia educacién superprotectora y espiritualista en los afios de forma- cin inicial! Qué hay que hacer con estas necesidades? 2Negarlas, en virtud del principio evangélico de “no mirar atrés”, o vivir una pedagogfa adecuada de inte- graciGn? ;Cémo? El chico/a que descubri6, fascinado, el Evangelio, precisamente porque venta de un ambiente superficial En coherencia, hizo opciones de pobreza y se dedics a los desfavorecidos. Los primeras afios se sentfa alta- mente gratificado. Ahora, después de algunas expe- riencias de fracaso y de dificultades de relacisn con el equipo de trabajo, se esta preguntando seriamente si todo aquello no fue una comedura de coco, fruto de ‘dealismo. De hecho, desde hace un tiempo le atrae el vestir bien y el gastar. ‘Se trata de lo que, a primera vista, parece, marcha atras a viejas posiciones ego‘stas, © las dificuftades han sido el deronante de un proble- ima mal resuelto en su dia, es decir, que quizé la opcisn, de pobreza ocultaba la necesidad del ideal del yo, que ‘su vez, inconscientemente, compensaba la imagen negativa de Dios y de s{ mismo? — AM. tiene 43 afios; es casada, con dos hijos que la adoran. Siempre tuvo claro que los hijos son per sonas autSnomas y que pertenecen a Dios antes que a los padres. El mayor ha comenzado a salir con una chica. Racionalmente, le parece bien; emocional- mente, se lo esta pasando muy mal: celos, dficultad de relacién con el hijo... Como eristiana que es, sabe que 63 le ha llegado la hora de la desapropiacién. Lo que no sabe es que la desapropiacién, cuando toca las rafces del corazdn, exige un proceso de libertad interior. Al no controlar su situacién emocional, tiene la impresion, de retroceder espiritualmente. 3. Los casos expuestos manifiestan que no es fcil discernir entre apatiencia y realidad. (Qué es “mirar En sicologta se conoce el mecanismo de defensa de “tuir hacia adelante”. Cuando tienes que replantear tuna decisién radical, que polariz6 las energias y dio se tido a la vida, brota la angustia, Con frecuencia es més facil “seguir en la brecha’, “romperse antes de dobl se”. Por supuesto, el mecanismo de huida sera racio- nalizado. Se le Hamara coherencia, fidelidad. Y sera revestido con el principio de fe: “Dios saldré a favor, suplira incluso las defictencias humans”. A mf, personalmente me lama mucho la aten- ci6n la sabidurfa espiritual del Evangelio por stu caréc- ter asistemstico. No me extrafia que sea manipulado desde dngulos contrapuestos. En efecto, Jests ha dicho que no se puede jugar con las opeiones de vida, que el que mira atras no es apto para el Reino. Pero Jestis ha dicho, igualmente (y, segiin Mateo y Lucas, fue una de sus tentaciones en el desierto), que no se puede tentar a Dios ni siquiera bajo azn de dar el salto de la fe en el vacto. 64 Deberd ser uno de los frutos de madure: de la fase intermedia de Ia vida cristianar discernir la aplica- cidn del Evangelio sin perder su sabidurfa de conjun- to. Estas paginas quieren ayudar a ello. Mientras tanto, al que esté viviendo la sensacién de ambiguiedad no le resulta fécil orientar su futuro. Si mantiene Ia radicalidad primera, tiene miedo de su propia rigides, Si replantea la radicalidad, atendiendo a problemas pendientes del pasado, le parece caer bbajo el juicio del texto evangélico. Qué hacer? ‘Me permito, de entrada, seRalarle dos criterios: — Primero, que no tenga prisa por optar; que dis- ccierna, mas alld de esquemas preestablecidos, la volun- tad de Dios en su vida. Lo que cuenta no es ni ser radi- cal ni estar humanamente integrado, sino hacer lo ‘que Dios quiere. Sin esta actitud, de “indiferencia spiritual”, ninguna decision puede ser cristiana. = Segundo, que compruebe Ia correlacién entre relativizacién de las formas externas de radicalidad y reforramiento de Ia radicalidad a nivel de virtudes morales y teologales (amor al projimo, humildad, esp rity de verdad, etc.). Allf donde la pérdida de cohe- rencia externa de vida no lleve consigo mayor olvide de si, la vida cristiana termina diluida en el espivitu del mundo. Con estos criterios, logicamente, no se resuelve el discernimiento, Habré que tener en cuenta cada caso. No tiene nada que ver el caso de quien opté por la 65 radicalidad de una forma de vida motivade por repre- siones inconscientes y el que tuvo clara la radicalidad de su opcisn de amor, pero sin estar determinada direc ramente por [a forma de vida. Queda claro que el cristiano es siempre un radical, Como? El que no es santo ni mediocre ha de discer- nirlo, pues esta cuestién es parte esencial de su proceso spiritual 66 11. “Por sus frutos los conoceréis” Un drbol bueno no puede dar frutos malos, ni sen drbol malo fruts buenos. Tedo drbol que no da buen frato es cored 9 echado a fuego. Por ‘sus frutos los conoceréis. (Me 7,18-20) 1. De qué frutos habla Jess? ‘Cuando uno es joven, suele medit los frutos por la eficacia controlable: compromiso social, autodomi- no, conducta coherente, heroismo, experiencias inten- sas... Cuando uno tiene 55 afios, los frutos suelen, situarse a niveles mas hondos, menos objetivables, pero més cerca de la ratz del obrar, los procesos de transformacién del corazén. ‘Cuando la vida cristiana esté fundamentada en las ‘obras, los frutos se buscan en los objetivos preesta- blecidos. Cuando se vive de la fe en la Gracia, los fru- tos se dejan en manos de Dios. Cuando uno es mediocre, garantiza ciertos frutos para protegerse a s{ mismo y no ser reprochado. (Cuando se es santo, los frutos son parad6jicos: se tie- 67, nen las manos vacias y no se para de dar, mejor, de darse. Cuando uno es mediano, es que ha ido apren- diendo a distinguir los frutos que nacen del érbol bueno, de dentro afuera,y los que son sélo producto de nuestros montajes (autoimagen, sistema de seguri- dad...) 2. Hay frutos que nacen tan directamente de la rate que son raft de todos los dems frutos la fe, la espe- ranza, el amor, especialmente el amor. En la fe, la existencia cristiana se hace vida reci- biendo Ia Vida, amor acogiendo el Amor, libertad liberada, respuesta agradecida a la Gracia. Primer fruto de transformacion: liberacién del yo cerrado sobre sf ‘mismo y apertura a la salvacién dada en Cristo Jests. Sin la fe, nuestras obras nacen ya muertas, incapa- ces de expresar més que nuestra angustia de esclavos, que se someren a la ley porque no creen en el amor de Dios. Por la esperanca, la vida se hace fuerza intetion respeto al tiempo, confianza de amor, mas fuerte que nuesteas miedos, despojada de falsas seguridadles (esquemas de conducta, control espiritual...). Por la esperanza, nacla esta perdido, todo tiene sentido, inclu- so el pecado. Sin esperanza, nuestras obras Hevan la marca de la rigides, del coranén endurecido. La vida parece inta- chable, como un cadaver bien compuesto. 68 :Qué diremos del amor? Sin él codo es nada Recordemos el himno de la caridad de 1 Cot 13: ‘Ya puedo hablar palabra celestial, que sino tengo amen, slo soy un plailo estvidente. Ya puedo actonudar toda la sabiduria humana, ue sino tengo amor, sdlo soy una campana ruidosa oda ser profeta que capa tos signos de los tiempos 1 maestro de espritus que escruta los corazones 4 tener wna fe capaz de rasladar montanas, Sime faa el amor, soy nada Sin amor, de nada me sive optar por los pobres, nila vadicalidad de encrega, ni el heroismo moral, ni el martirio corporal 3. Elccristiano medio, cuando examina su vida, va quedéndose con un tnico criterio: el del amor. Mas; tiene la impresién de que su historia ha sido conducida, por Dios para ensefiarle lo tinico necesatio, amar. Desde esta perspectiva lec la crisis de sus ideals, las experiencias que le han obligado a madurar humana- mente, los golpes de la vida, las situaciones de des- ‘concierto... Y comienza a intuir que esta fase actual de 69 rmeseta, en que parece que todo su obrar lleva cl signo de la ambigtedad, es pedagogla de Dios con un obje- tivo central: el despliegue de la vida reologal, espe- cialmente el amor. La meseta exige fe humilde en la fidelidad de Dios, rs alld de los frutos constatables. Y esperanza firme; no cualquier esperanza, sino aquella, cabalmente, que se apoya en la Palabra de Dios, que realiza lo imposible. Y amor, sobre todo, un amor constante, que per- manece unido a la cepa, aferrado a ella con todo el ser, como el sarmiento. 4. Pues el mediano, cuanto mds consciente es de ‘que no puede nada, tanto mds insiste en estar unido, ‘como rama al drbol bueno, a la fuente del amor, Dies. ‘Quiere dar fruto, y fruta abundante, ya que pata eso ha sido destinado. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos. El que permanece unido a mi yo en ét, da mucho fro; porque sin m( no podéis hacer nada. No me elegisteis eosotros a mi, sino yo a vosotros; ¥ 08 designé para que vaydis dels ffruto, y wuestro fruto permanezca, a fin de que todo lo que pidais al Padre en mi nombre 0s la conceda. Esto os manda: amaos los unos a los otros. (jn 15) 70 5. Sie preguntsis al mediano qué frutos deseaba al comienzo de su vida cristiana, es probable que aluda 1 cosas variadas: adquirir algunas virtudes, vivir con, radicalidad, entregarse a la causa del Reino, adquirir la ccontemplacign en la oracién... Ahora sélo desea amar, vivir de verdad lo que dice Pablo: El.amor es paciente y benigno. Elamor no tiene envidia, ni presume ni se afirma, El amor no es grosero ni interesado ni suscepable El amor no lleva cuentas del mal, se opone a la injusticia, rechaza la doblez, se complace en la verdad. Elamor disculpa siempre, se faa pesar de todo, ‘espera siempre Elamor lo soporta todo. El mediocre se desazona ante el amor. El santo ya sélo vive del amor. El mediano ama, pera tiene miedo: desea el amor sobre todas las cosas, pero todavia cal- ula, 71 12. “Al que tiene 4» se le dara jAtencién a lo que ofs! Con la misma medi- da con que midais seréis medidos, 9 se os dard ccon creces. Porque al que tiene se le dari, y al que no tiene, aun lo que tiene se le quitard. (Me 4,24-25) 1. La vida depende del escuchar. ¥ el escuchar esta en el corazén, en el yo profundo que se abre, mis alla de sf mismo, a lo que le sobrepasa. 2. Si nuestro coraz6n es raquitico, la medida es raquitica, y la vida queda ahogada. Si nuestro corazén, ces ancho, la vida fluye, y el corazén se dilata mas ms. iCudl ha sido la medida de nuestro corasin, sicon- sideramos nuestra historia? 3. Siel corazén se acostumbra a la riqueza de la vida multiforme, a la maravilla del ti, a la utopfa del Reino, a la sinmedida del amor de Dios... sera como un arbol plantado al borde de la acequuia, que da fruto en tiempo de sequfa (ef. Sal 1; Jer 17). 72 Ast es el coraz6n del cristiano. Ni él mismo puede explicarse cémo ha llegado a ser 4. En la vida de Dios, en la dinémica del Reino, cen cuestiones de amor, si intentas apropiaste de algo, te quedas sin nada. Le pasa al mediocre. Le parecié tener algo, quiso retencrlo, y ahora solo se posee a s{ mismo, su propio 5. Al quesse le da, mas se le da, incesantemente, como rio de agua viva. Porque su modo de tener es n0 Cuando recibe, el corazén se le estremece de agra- decimiento, admirado de recibir tanto. El don le brilla en las manos, como un tesoro. Qué puede hacer con él, sino mostratlo y repartirlo a manos Hlenas? 6. Elreino de la Gracia silo puede crecer alo gra- tuito. El santo vive sumergido en esta corriente. El media- no esté plantado al borde, regada y vivifieado por la Gracia, pero con miedo a perderse en las aguas. 73 12. “Al que tiene se le dara” Atencién alo que of! Con la misma medi- da con que midais seréis medidos, y se os dard ‘con creces. Porque al que tiene se le dard, 9 al ‘que no tiene, aun lo que tiene se le quitard (Me 4,24-25) 1, La vida depende del escuchar. Y el escuchar ‘est en el corazin, en el yo profundo que se abre, sas alla de sf mismo, a lo que le sobrepasa. 2. Si nuestro coraz6n es raquitico, la medida es raquitica, y la vida queda ahogada. Si nuestro corazén ces ancho, la vida fluye, yel coraz6n se dilata més y ms. {Cul ha sido la medida de nuestro coraz6n, si con- sideramos nuestra historia? 3. Si el corazén se acostumbra a la riqueza de la vida multiforme, a la maravilla del ti, a la utopfa del Reino, a la sinmedida del amor de Dios ... sera como tun dchol plantado al borde de la acequia, que da fruto cen tiempo de sequia (cf. Sal 1; Jer 17). 72 Asfes el corazén del cristiano, Ni él mismo puede cexplicarse eémo ha llegado a ser, 4. En la vida de Dios, en la dindmica del Reino, len cuestiones de amor, si intentas apropiarte de algo, te quedas sin nada, Le pasa al mediocre. Le parecié tener algo, quiso retenerlo, y ahora sélo se posce a sf mismo, su propio 5, Al.que se le da, mas se le da, incesantemente, ‘como rfo de agua viva. Porque su modo de tener es no ‘Cuando recibe, el corazén se le estremece de agra- decimiento, admitado de recibir tanto. Eldon le brilla en las manos, como un tesoro, 1Qué puede hacer con él, sino mostrarlo y repartitlo a manos Menas? 6. Elreino de la Gracia s6lo puede crecer a lo grax tito. El santo vive sumergido en esta corriente. El media- no esté plantado al borde, regado y vivificado por la Gracia, pero con miedo a perderse en las aguas. 73 13. “Si no os convertis en nifios...” Se acercaron los discipulos a Jesis y le pre- suntaron: “;Quién es el més grande en el Reino?” Jesus llevs a un nivio, lo puso en el centro les dijo: “Os seguro que sino cambitis 0s hacs como nis, no entaréis en el Reino. El. que se haga pequero coma este ni, és es el ‘ds grande en el Reino”. (Mt 18,1-4) 1. Junto al eriterio del amor, el de la infancia spiritual es, sin duda, el criterio de discernimienta evangélico mas nuclear. Escandaliza a los prudentes, que consideran madu- rez lo realista y razonable, Escandaliza a los psicslogos, que establecen como criterio de la existencia realiza- da el equilibrio y la auronomia. Paradéjicamente, algunos grandes pensadores han captado la hondura humanista de las palabras de Jess. En Ia infancia, en la reconciliacién con el arigen, esté la sabidurfa. Pero han alvidado que Jestis habla de Ia infancia no como vuelta al paraiso, sino en clave del Reino: contrapone, crudamente, la busqueda de gean- 74 deza y la condicién del nifio desamparado. Ea la época de Jess, el nifo es un marginal, un despreciado. A nosotros la pequefie: nos evoca sentimientos de dependencia en un mundo sin conflictos. Para Jestis el pequeiio es el signo de un mundo de lucha por el poder y que genera desemparo. Por ello, las palabras de Jesiis son tan desconcer- tantes. Hay que estar muy dentro del Reino para hacer la sintesis entre la confianza en el Padre, como un nifio, y la experiencia de la condicién humana del pequefio desamparado, 2, Ena vida y experiencia de Jess la sintesis es perfecta, Llama la atencién cémo habla del Padre, con el calor y la inmediatez de una relacién viva, cordial, ransparente. A sus 30 afios, acorralado por sus enemigos, consciente de los conflictos que provoca, st corazén se alimenta de evidencias elementales: Que Dios es como un amigo a quien se puede importunar a cualquier hora, que se preocupa por nosotros como tun padre que adora a sus hijos, que es ineapas de rete- ner, aunque se le ofenda con el desamor mas cruel, su capacidad de comprensién y ternura...Cualquier biem- pensante dirva que Jestis es un idealista ingenuo, un evadido de ta realidad. Lo que rompe todos sus esque- ‘mas de madres: peor, lo que le irrta es que ese mismo Jestis tenga tanta lucide: respecto a las cuestiones decisivas del corazén humano y de la sociedad, que se 75 13. “Si no os convertis en nifios...” Se acercaron los discpulos a Jests y le pre- guntaron: “Quién es el mas grande en el Reino?” Jenis levé a un nifio, lo puso en el centro y les dijo: “Os aseguro que sino cambicis 105 hacéis como nifios, no entrars en el Reino. El que se haga pequeti como este niio, &e es el sas grande en el Reino” (Mr 18,1-4) 1, Junto al eriterio del amor, el de Ia infancia espiritual es, sin duda, el criterio de discernimiento evangélico mas nuclear. Escandaliza a los prudentes, que consideran madu- rez lo realista y razonable. Escandaliza a los psicdlogos, que establecen como criterio de la existencia realiza- da el equilibrio y la auronomta. Paradéjicamente, algunos grandes pensadores han, captado la hondura humanista de las palabras de Jests En la infancia, en la reconeiliacién con el origen, csté la sabidurfa, Pero han olvidado que Jess habla de Ia infancia no como vuelta al paraiso, sino en clave del Reino: conerapone, crudamente, la bisqueda de gran- 74 deza y la condicién del nifio desamparado. En la época de Jess, el nifio es un marginal, un despreciado. A nosotros la pequefiez nos evoca sentimientos de dependencia en un mundo sin conflictos. Pata Jess el pequefio es el signo de un mundo de lucha por el poder y que genera desamparo. Por ello, las palabras de Jestis son tan desconcer- tantes, Hay que estar muy dentro del Reino para hacer Ia sintesis entre la confianza en el Padre, como un, nifio, y la experiencia de la condicién humana del pequefio desamparado. 2, En la vida y experiencia de Jests la sintesis es perfecta, Llama la atencién cémo habla del Padre, con el calor y la inmediatez de una relacién viva, cordial, ransparente. A sus 30 afios, aeorralado por sus enemigos, consciente de los conflictos que provoea, st corazén se alimenta de evidencias elementales: Que Dios es como un amigo a quien se puede importunar a cualquier hora, que se preocupa por nosotros como tun padre que adora a sus hijos, que es ineapar de rete- nner, aunque se Te ofenda con el desamor més cruel, su capacidad de comprensiGn y ternura... Cualquier biern- pensante dirfa que Jesis es un idealista ingenuo, un evadico de la realidad. Lo que rompe todos sus exque- ‘mas de madres: peor, lo que le ivita es que ese mismo Jestis tenga tanta lucide: respecto a las cuestiones decisivas del corazén humano y de la sociedad, que se 7S ‘enfrente cara a cara con las personas, que, lejos de crear lun movimiento que se aleje del mundo, enserie a sus discipulos a permanecer ahi, en el ojo del huracén, y luchar .. El santo tiene el espisitu de Jest y participa de su sintesis. El mediocre no entiende nada; pero procura- 1 interpretar las palabras de Jess acomodandlolas a sus intereses, 3. En el mediano las palabras de Jestis tendrin. ecos diferentes, segtin el grado de participacién en el cespititu del Reino. ~ Cuando el proyecto cristiano se alimenta princt palmente del propio esfuerzo, el espiritu de infancia ‘aparece slo indirecta y puntualmente, en los momen- tos en que los acontecimientos obligan a explicitar los sentimientos bisicos de confianza en Dios o de agra decimiento. Habitualmente se funciona desde uno ‘mismo; pero el trasfondo religioso esté ah a modo de subsuelo rnatris, y surge a veces. ~ Quando la vida teologal se hace fandante y toma las riendas de la vida cristiana, el espfritu de infancia va mocelanda actitudes, reacciones e incluso opciones de vida; por ejemplo, se descubre la pobreza como fuente de libertad interior y se prefiere una misién de minoridad a una misién de eficacia inmediata. 76 4. Hace fale cierta madures humana y espiritual para experimentar la sintesis entre espéritu de infancia Yy empequefiecimiento. Fs relativamente fécil, para ta sensibilidad religiosa, iberarse de la ilusién de domni- nar la existenciay, en consecuencia descansat la pro- pia finitud en Dios. Presupone un proceso més aqui Tatado dar gracias a Dios por aquello que sentimos como peso o limitacién de facultades 0 realidad nega tiva. {Céma dar gracias a Dios por un defeeto moral que nos impide la virtud? (Como gozar con nuestra pequefie:? ;Cémo preferit humillacién a prestigio, fracaso a éxito? ste nivel, el que nos introduce en la sabiduria de a Cruz, parece més adecuado atribuirlo a la santi- dad, ala fase tiltima de consumacién. Con todo, no existe verdadero cristiano medio que no lo haya intui- do y vivido de algin modo. El limite de lo eristiano no representa slo el final, sino que esté actuando en las faves anteriores, dando sentido y profundidad al proceso En efecto, el mediano puede ir descubriendo la necesidad de convertirse en pequefio del Reino en cuanto despreciado, porque en su corazén ya ha des- cubierto, previamente, el goz0 de confiar en el amor salvador de Dios. Por eso, lo cristiano resulta tan des- concertante, porque la cru: no pertenece a los héroes nia los superdotados, capaces de encajar las contra- dicciones insolubles de la existencia, sino a los débi- les que esperan de Dios su fortaleza. 7 Los psicdlogos del sentido comin (no los psicslo- .g08 de la condicién humana) no saben cémo compa- ginar esta antropologfa de la infancia espiricual con sus principios de realismo equilibrado. En la tercera parte de este libro expresaremos la buisqueda de integra- ign de naturaleza y gracia, presupuestos sicol6gicos y espiritu del Reino. Pero el eristiano medio, a la lus de la Palabra, sabe de antemano que la sintesis cristiana trasciende el saber racionalmente objetivable. 78 14. “Venid a mf los cansados” Yo te alabo, Padre, Sefior del cielo y de la sierra, Dorque has escondido estas cosas alos sabios y entendidos, 4 se las has manifestado a los sencillos Si, Padre, porque ast lo has querido. ‘Mi Padre me ha confiado todas las cosas nadie conoce perfectamente al Hijo sino el Pade, +y nadie conoce al Padre sino el Hijo ¥ aquel a quien el Hijo se lo quiera manifestar Venid a mi todos los que estdis cansados y oprimidos, 1 30 os aliviar. CCargad con mi yugo 9 aprended de mi, ‘que soy manso y huomilde de corazén, > encontraréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es Uevadero 19 mi carga ligera (Me 11,25-30) 79 1, Oracién diaria del cristiano mediano. 2, Poder descansar en Jests nuestra cansancio cexistencial, esta lucha interminable con nosotros mis- 3. La meseta es larga y, con frecuencia, aspera... Las palabras de Jestis nos hacen recobrar el aliento y la ‘esperanza, 4. Cuando descansamos en Jestis nuestra imper- feceiGn, nuestras ataduras e impotencia, El mismo nos ensefia que la victoria del amor concluye en la ‘mansedumbre y la humildad. 5, Nuestro pecado de medianos sigue siendo la ambicién. ;Que El nos ensefie los secretos del Padre, Ta sencilles del coraz6n! 6. Pero s6lo el Padre nos ensefta a ser hijos! 15 16. 17. 18. 19. 20. 21 22. Parte tercera Integraci6én humana y espiritual La Gracia presupone la naturaleza Integracién sicoafectiva Nada, sin autonomta La piedra de tropiexo La piedra de toque Sabidurta de la negacion La gloria de Dios, nuestra carne Santidad y normalidad 15. La Gracia presupone la naturaleza 1, Eltfeulo hace alusion a un viejo presupuesto de la eeologéa cristiana. Condensa saber y experiencia. ‘Quiere decir que Dios no realiza su Reino en la his- toria poniéndolo al lado o superponiéndolo encima de To que el hombre hace desde sus posibilidades, sino que ‘ctiia contando con el hombre, integrando en su pro- pi iniciativa la del hombre, ‘Mas: que, normalmente, no acta sino respetando las condiciones propias de lo humano. Que no suele hacer milagros alli donde las limitaciones de la persona dificultan o no estin preparadas para la accién propia de la Gracia. Lo cual no niega la soberania de la Gracia, sino que ésta no puede ser entendida ni percibida, aun en su realizacién suprema, la comunicacién de Ia Vida Trinitaria, sino come plenitud del hombre. (tra cosa es saber si nosotros podemos disponer de tun discemimiento tan preciso como para establecer, de antemano, eundo la Gracia no actiia porque no hay resupuestos, y cusindo no actia porque no le dejamos que actie, y cudindo no acta, aunque haya presu- 83 ppuestos, porque Dios tiene sus propios planes. Gracias 2 Dios, ese misterio dltimo no nos pertenece. No obstante, el discernimiento, aunque sea apto- ximativo, se desarrolla y debe desarrollarse a partir de la experiencia repetida, de ciertas constantes, que, reflejan algo asf como “las leyes de la vida espiritual”. 2. Bste vema es particularmente decisive a la hora de discernir el proceso del cristiano medio. Este suele tener la sensacién de que no deja paso Iibre ala accién de Dios, que no se entrega del todo, que siempre se reserva algo. (Por qué? Unas veces Piensa que es falta de generosidad, y otras, que no std a punto para la irrupeidn de la Gracia Si tiene un autoconocimiento de sa niveles de fuerzas inconscientes, se encontraré con la siguiente pparadoja: que ciertos mecanismos de defensa son mas fuertes que st esfuerzo voluntario y que sélo la Gracia los puede transformar. En efecto, es principio que la Gracia “sana la naturaleza”, Ia cura de sus heridas, la restablece en su integridad original. ;Se trata, enton- ‘ces, de esperar pasivamente? Ciertos niveles inconscientes asf lo exigen. Pero, por lo mismo, el mediano, como no sabe los planes de Dios, tiene que estar dispuesto a que la obra de la Gracia quede a medio camino. Lo cual seré fuente de ansiedad; 0 lo contrario, fuente de pacificacién inte- Con lo que la paradoja se dobla: Quisé, al final, el problema de los mecanismos de defensa no resida en, condicionamientos objetives, sino en la no aceptacién, de la finitud. (Qué sabemos a esos niveles? Esta “docta ignorancia” nos ayudacé al mejor dis- cernimiento, sin duda. 3. H.O. cree que una de sus dificultades més grax ves para entregarse al amor es su yo defensivo. En cuanto alguien se le quiere imponer desde fuera, se dis- para automiticamente un mecanismo de reaccién. Es asf como, desde nifio, protegis su vulnerabilidad Cuando la iniciativa es suya, se olvida fécilmente de ste contraste manifiesta la falta de libertad del yo para amar a corazén abierto. (Qué hacer? ;Qué mas quisiera él que no tener que estar siempre tan alertal I:T, por el contratio, es la generosidad personifi- cada, a primera vista, al menos. No tiene nada para sf servicial, atento, desprendido... Sin embargo, su ditec- tor espiritual no lo ve tan claro. Hay no sé qué servi lismo, demasiada necesidad de ganarse a los demas. Le cuesta decir que no cuando le piden algo, ¥ sslo Io hhace cuando esta en juego su conciencia moral. En estos momentos se turba desproporcionadamente. Por eso, uno se pregunta qué grado de libertad verdadera hay en esa generosidad. G.A. tiene una vida interior muy rica: relacién con Dios, autoconocimiento, carisma de discerni- 385

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