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VIERNES SANTO 123 Dios no esta separado del mundo, no esta confinado en una «eternidad» de indiferencia impasible, sino que interviene en las vicisitudes del universo. Se interesa por lo que el hombre vive, dialoga con él, cuida de él. La historia de Israel lo testimonia a lo largo del camino de maduracion de esta relacion, y llega a su total realizacion en Jesus, «nacido de mujer» (cf. Ga 2, 20), para llevar a todo hombre y a todo el hombre ala salvacion. Asi pues, la eternidad no es una simple atemporalidad, que se podria describir, en términos puramente negativos, como lo que tiene las caracteristicas opuestas a las de la realidad temporal. El espiritu humano no pide que el instante presente se prolongue indefinidamente, sino que aspira a un amor en el que no haya lugar para el temor a perder al Amado. Si el limite de la vida terrena no se puede eliminar, a pesar de la gran contribucién que la ciencia puede ofrecer para aliviar los sufrimientos y el dolor de los hombres, entonces la criatura humana necesita hacer experiencia real, dentro del limite, de la compafifa del Eterno. Quien se encontré con Jestis por los caminos de Palestina, hallé en El la Tespuesta a esos interrogantes existenciales. Por eso, los discipulos del Nazareno, guiados porel Espiritu Santo, recorrieronel mundo proclamando que solo Cristo tenia palabras de vida eterna. Su anuncio ha Ilegado a Nosotros a través de los siglos, y sigue fascinando a hombres y mujeres de toda condicion. En el anuncio del discipulo, es Cristo mismo el que ofrece a quien le abre su corazén la posibilidad de penetrar el verdadero sentido de la existencia y de sondear el misterio de la eternidad. TERCERA PALABRA DE NUESTRO SENOR JESUCRISTO EN LA CRUZ:«MUJER, AHI TIENES A TU HIJO; HIJO, AHI TIENES A TU MADRE». DEL EVANGELIO SEGUN SAN JUAN 19, 25-27 Junto a la cruz de Jests estaban su madre y la hermana de su madre, Maria, Mujer de Clopas, y Maria Magdalena. Jestis, viendo a su madre y junto a lla al discipulo a quien amaba, dice a su madre: «Mujer, ahi tienes a tu jo», Luego dice al discfpulo: «Ahi tienes a tu madre». Y desde aquella ra el discipulo la acogié en su casa. “alabra de Dios. REFLEXION (P. Edwin Jair Hidalgo) La escena que contemplamos en este momento nos conmueve el cor: de un lado la imagen de Cristo crucificado que nos interpela por su aspec de varén de dolores, sin apariencia humana, ultrajado por el pecad los delitos de la humanidad; y de otro lado contemplamos el rostro de la madre que llora al pie de la cruz de la cual pende su hijo y siente como se hacen realidad las palabras punzantes del anciano Simeon: «Y a ti misma una espada te atravesard el alma!» (Lc 2, 35). No es el dolor lo que se contempla en el calvario, es algo mas sublime: la maternidad de Maria. Dejemos que estas dos figuras iluminen nuestra reflexion en esta noche de silencio y de dolor, de angustia y tristeza, mas no de desesperacién. El hijo y la madre nos ensefian que no todo puede terminar aqui con la muerte, que es necesario abrir nuestros ojos para contemplar la obra redentora que llega a su punto mas Algido, para luego experimentar con alegria los frutos de la resurreccién. Ahi tienes a tu hijo: Admirable el momento en el que Jestis piensa en su madre, sabedor de la soledad en la que quedar4 a partir de este momento, la deja en manos del discipulo amado. Hoy Cristo, desde la Cruz, nos recuerda el valor imperativo del cuarto mandamiento cuando nos pide «honrar padre y madre», si antes era Marfa, su madre, quien velaba por El, quien le buscaba presurosa, quien le cuidaba con amor de madre; ahora es El quien siente la necesidad de buscarla en medio de los testigos del calvario, la busca pa! brindarle proteccién y desea dejarla en casa, Maria no estara sola, Marfa estara en la casa del discipulo, Maria sigue siendo madre; ahora no S6lo €s la madre de Cristo, sino también madre de la Iglesia, madre nuestra. Le llama «mujer» como ningtin hijo llama asi a su madre; «mujer», porau’ €s la nueva Eva, la madre de la nueva creacion. Y la mere creacion est@ eer el «discipulo amado». No nos interesa el nombre, sa eects an amado es hijo de Zebedeo; es el discipulo amado, a como la mad Pies dela cruz. Maria queda constituida definitivame™ ‘adre de la comunidad de Jestis. madre con los g0z0S de VIERNES SANTO 125 maternidad de Belén, madre, sobre todo, con el misterio de su silencio y oblacién. En esta noche llevemos a Maria a nuestra casa, invitémosla a formar parte de nuestra familia, dejemos que ella sea la reina de nuestros corazones. Con Maria en casa tendremos la oportunidad de conocer a su hijo; una y otra vez le podremos decir «muéstranos a Jestis», cuando estemos atravesando por momentos de dificultad le diremos muéstranos a Jests, cuando perdamos las esperanzas de luchar y caigamos en la desidia, no tengamos reparo para acudir a ella y decirle: Madre querida muéstranos a Jestis. Nadie conoce mejor a un hijo que su propia madre, nadie mejor que Maria para contarnos quien es Jestis, cuales son sus propésitos para con el género humano, ella lo sabe, ella lo ha guardado todo en su corazon. Sintamonos de verdad hijos de Maria, acudamos a ella, escuchémosla cuando nos susurra al ofdo «hagan lo que El les diga» (Jn 2, 1-11), advirtamos su presencia en medio de nosotros, con ella invoquemos a Dios a través de la oracién, acudamos a ella, pidamosle que no nos deje solos, que camine con nosotros. Ahi tienes a tu Madre: Juan ha recibido el tesoro mas grande del maestro, su santisima madre, y no duda un instante en llevarla a su casa como lo indica el autor sagrado en los versiculos que acabamos de leer. Una vez mas, Maria acepta la voluntad de Dios y con su actitud vuelve a decir «aqui estd Ia esclava del Seftor, hdgase en mi segtin tu Palabra» (Lc 1, 26-38), pues sabe que su obra no termina con la entrega de su hijo en la cruz, asume la tarea de congregar alos discfpulos para llevarlos a su hijo. lestis» la madre y el discipulo son te. Es la relaci6n que media entre efior y cada uno de nosotros A Partir de aquella hora «la hora de J inseparables: se pertenecen mutuamen| lavirgen Mariay la Iglesia, entre la madre del S s Como discipulo de Jestis. Ella nos lleva siempre al encuentro con Jesus que €s el camino, la verdad y la vida (jn 14,6)ya quien el Padre ha enviado al mundo para que el hombre «no perezca sino que tenga vida eterna» (Jn 3, 16). «Mujer décil ala accion del Espiritu Santo, mujer de la escucha y del Silencio, mujer de la esperanza”, alienta el alma sencilla y generosa, «atrae alos creyentes a su hijo y al amor del Padre». PASCUA Y LIBERACION 126 Como Iglesia digamos a Maria: «Alégrate, madre dolorosa, porque, después de tanto sufrir, te ves ahora rodeada de gloria y colocada, como reina del universo, al lado de tu hijo» (Liturgia de las horas). CUARTA PALABRA DE NUESTRO SENOR JESUCRISTO EN LA CRUZ: «iDIOS MIO, DIOS MIO!

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