VIERNES
SANTO
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Dios no esta separado del mundo, no esta confinado en una «eternidad»
de indiferencia impasible, sino que interviene en las vicisitudes del
universo. Se interesa por lo que el hombre vive, dialoga con él, cuida de
él. La historia de Israel lo testimonia a lo largo del camino de maduracion
de esta relacion, y llega a su total realizacion en Jesus, «nacido de mujer»
(cf. Ga 2, 20), para llevar a todo hombre y a todo el hombre ala salvacion.
Asi pues, la eternidad no es una simple atemporalidad, que se podria
describir, en términos puramente negativos, como lo que tiene las
caracteristicas opuestas a las de la realidad temporal. El espiritu humano
no pide que el instante presente se prolongue indefinidamente, sino que
aspira a un amor en el que no haya lugar para el temor a perder al Amado.
Si el limite de la vida terrena no se puede eliminar, a pesar de la gran
contribucién que la ciencia puede ofrecer para aliviar los sufrimientos
y el dolor de los hombres, entonces la criatura humana necesita hacer
experiencia real, dentro del limite, de la compafifa del Eterno.
Quien se encontré con Jestis por los caminos de Palestina, hallé en El la
Tespuesta a esos interrogantes existenciales. Por eso, los discipulos del
Nazareno, guiados porel Espiritu Santo, recorrieronel mundo proclamando
que solo Cristo tenia palabras de vida eterna. Su anuncio ha Ilegado a
Nosotros a través de los siglos, y sigue fascinando a hombres y mujeres de
toda condicion. En el anuncio del discipulo, es Cristo mismo el que ofrece
a quien le abre su corazén la posibilidad de penetrar el verdadero sentido
de la existencia y de sondear el misterio de la eternidad.
TERCERA PALABRA DE NUESTRO SENOR JESUCRISTO EN LA
CRUZ:«MUJER, AHI TIENES A TU HIJO; HIJO, AHI TIENES A TU MADRE».
DEL EVANGELIO SEGUN SAN JUAN 19, 25-27
Junto a la cruz de Jests estaban su madre y la hermana de su madre, Maria,
Mujer de Clopas, y Maria Magdalena. Jestis, viendo a su madre y junto a
lla al discipulo a quien amaba, dice a su madre: «Mujer, ahi tienes a tu
jo», Luego dice al discfpulo: «Ahi tienes a tu madre». Y desde aquella
ra el discipulo la acogié en su casa.
“alabra de Dios.REFLEXION
(P. Edwin Jair Hidalgo)
La escena que contemplamos en este momento nos conmueve el cor:
de un lado la imagen de Cristo crucificado que nos interpela por su aspec
de varén de dolores, sin apariencia humana, ultrajado por el pecad
los delitos de la humanidad; y de otro lado contemplamos el rostro de la
madre que llora al pie de la cruz de la cual pende su hijo y siente como
se hacen realidad las palabras punzantes del anciano Simeon: «Y a ti
misma una espada te atravesard el alma!» (Lc 2, 35). No es el dolor lo que
se contempla en el calvario, es algo mas sublime: la maternidad de Maria.
Dejemos que estas dos figuras iluminen nuestra reflexion en esta noche de
silencio y de dolor, de angustia y tristeza, mas no de desesperacién. El hijo
y la madre nos ensefian que no todo puede terminar aqui con la muerte,
que es necesario abrir nuestros ojos para contemplar la obra redentora
que llega a su punto mas Algido, para luego experimentar con alegria los
frutos de la resurreccién.
Ahi tienes a tu hijo:
Admirable el momento en el que Jestis piensa en su madre, sabedor de
la soledad en la que quedar4 a partir de este momento, la deja en manos
del discipulo amado. Hoy Cristo, desde la Cruz, nos recuerda el valor
imperativo del cuarto mandamiento cuando nos pide «honrar padre y
madre», si antes era Marfa, su madre, quien velaba por El, quien le buscaba
presurosa, quien le cuidaba con amor de madre; ahora es El quien siente la
necesidad de buscarla en medio de los testigos del calvario, la busca pa!
brindarle proteccién y desea dejarla en casa, Maria no estara sola, Marfa
estara en la casa del discipulo, Maria sigue siendo madre; ahora no S6lo €s
la madre de Cristo, sino también madre de la Iglesia, madre nuestra.
Le llama «mujer» como ningtin hijo llama asi a su madre; «mujer», porau’
€s la nueva Eva, la madre de la nueva creacion. Y la mere creacion est@
eer el «discipulo amado». No nos interesa el nombre, sa
eects an amado es hijo de Zebedeo; es el discipulo amado, a
como la mad Pies dela cruz. Maria queda constituida definitivame™
‘adre de la comunidad de Jestis. madre con los g0z0S deVIERNES
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maternidad de Belén, madre, sobre todo, con el misterio de su silencio y
oblacién.
En esta noche llevemos a Maria a nuestra casa, invitémosla a formar parte
de nuestra familia, dejemos que ella sea la reina de nuestros corazones.
Con Maria en casa tendremos la oportunidad de conocer a su hijo; una
y otra vez le podremos decir «muéstranos a Jestis», cuando estemos
atravesando por momentos de dificultad le diremos muéstranos a Jests,
cuando perdamos las esperanzas de luchar y caigamos en la desidia, no
tengamos reparo para acudir a ella y decirle: Madre querida muéstranos
a Jestis. Nadie conoce mejor a un hijo que su propia madre, nadie mejor
que Maria para contarnos quien es Jestis, cuales son sus propésitos para
con el género humano, ella lo sabe, ella lo ha guardado todo en su corazon.
Sintamonos de verdad hijos de Maria, acudamos a ella, escuchémosla
cuando nos susurra al ofdo «hagan lo que El les diga» (Jn 2, 1-11),
advirtamos su presencia en medio de nosotros, con ella invoquemos a
Dios a través de la oracién, acudamos a ella, pidamosle que no nos deje
solos, que camine con nosotros.
Ahi tienes a tu Madre:
Juan ha recibido el tesoro mas grande del maestro, su santisima madre, y
no duda un instante en llevarla a su casa como lo indica el autor sagrado
en los versiculos que acabamos de leer. Una vez mas, Maria acepta la
voluntad de Dios y con su actitud vuelve a decir «aqui estd Ia esclava del
Seftor, hdgase en mi segtin tu Palabra» (Lc 1, 26-38), pues sabe que su obra
no termina con la entrega de su hijo en la cruz, asume la tarea de congregar
alos discfpulos para llevarlos a su hijo.
lestis» la madre y el discipulo son
te. Es la relaci6n que media entre
efior y cada uno de nosotros
A Partir de aquella hora «la hora de J
inseparables: se pertenecen mutuamen|
lavirgen Mariay la Iglesia, entre la madre del S s
Como discipulo de Jestis. Ella nos lleva siempre al encuentro con Jesus que
€s el camino, la verdad y la vida (jn 14,6)ya quien el Padre ha enviado al
mundo para que el hombre «no perezca sino que tenga vida eterna» (Jn 3,
16). «Mujer décil ala accion del Espiritu Santo, mujer de la escucha y del
Silencio, mujer de la esperanza”, alienta el alma sencilla y generosa, «atrae
alos creyentes a su hijo y al amor del Padre».PASCUA
Y LIBERACION
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Como Iglesia digamos a Maria: «Alégrate, madre dolorosa, porque, después
de tanto sufrir, te ves ahora rodeada de gloria y colocada, como reina del
universo, al lado de tu hijo» (Liturgia de las horas).
CUARTA PALABRA DE NUESTRO SENOR JESUCRISTO EN LA CRUZ:
«iDIOS MIO, DIOS MIO!