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LAS OBRAS EUCARÍSTICAS

DEBERES PARA CON LA SAGRADA EUCARISTÍA. SERVIR (15)


San Pedro Julián Eymard, Apóstol de la Eucaristía

HORA SANTA
Iglesia del Salvador de Toledo (ESPAÑA)
Forma Extraordinaria del Rito Romano

 Se expone el Santísimo Sacramento como habitualmente.


 Se canta 3 de veces la oración del ángel de Fátima.
Mi Dios, yo creo, adoro, espero y os amo.
Os pido perdón por los que no creen, no adoran,
No esperan y no os aman.

LECTURA Del Evangelio según san Marcos 14, 1-9

"Faltaban dos días para la Pascua y los Azimos. Los sumos sacerdotes y
los escribas buscaban cómo prenderle con engaño y matarle. Pues decían:
«Durante la fiesta no, no sea que haya alboroto del pueblo.» Estando él en
Betania, en casa de Simón el leproso, recostado a la mesa, vino una mujer que
traía un frasco de alabastro con perfume puro de nardo, de mucho precio;
quebró el frasco y lo derramó sobre su cabeza. Había algunos que se decían
entre sí indignados: «¿Para qué este despilfarro de perfume? Se podía haber
vendido este perfume por más de trescientos denarios y habérselo dado a los
pobres.» Y refunfuñaban contra ella. Mas Jesús dijo: «Dejadla. ¿Por qué la
molestáis? Ha hecho una obra buena en mí. Porque pobres tendréis siempre
con vosotros y podréis hacerles bien cuando queráis; pero a mí no me
tendréis siempre. 8. Ha hecho lo que ha podido. Se ha anticipado a
embalsamar mi cuerpo para la sepultura. Yo os aseguro: dondequiera que se
proclame la Buena Nueva, en el mundo entero, se hablará también de lo que
ésta ha hecho para memoria suya.»"
§V
DE LAS OBRAS EUCARÍSTICAS
CAPÍTULO SEGUNDO
Del servicio y culto eucarísticos

Todas las obras eucarísticas merecen la cooperación y el celo de los


socios; pero hay entre ellas cuatro a las que deben dar el primer puesto y
reservar su predilección. Son éstas las obras concernientes a los
ornamentos del culto, a la luminaria, a la primera comunión de los
jóvenes adultos y al santo viático.

I. Los ornamentos del culto


Nuestro Señor viene del cielo al hombre con sus gracias y su amor;
pero quiere que su vivienda, su altar y los ornamentos de su culto sean
debidos al hombre.
En otro tiempo los hombres y las mujeres de Israel entregaron
gozosos a Moisés lo que tenían de más precioso para la decoración del
tabernáculo y la construcción del arca santa.
Siempre se ha hecho en la Iglesia uso de las artes cristianas para
elevar a Jesucristo templos magníficos, expresión espléndida de la fe y
de la piedad.
Nuestras madres consideraban como una gloria el dar para el altar el
lienzo más hermoso y el bordar los ornamentos que aun hoy son
admiración del arte.
Es que entonces todo convergía hacia la Eucaristía como hacia un
centro divino.
Imitemos estos hermosos ejemplos y sepamos dar a nuestro Señor.
¿Cabe cosa más honrosa que el ver uno convertido en algo sagrado,
glorioso para Dios, y como en vestido de Jesucristo, el fruto de sus
manos y el don de su piedad?
Pero como hemos dicho, estos dones y objetos del culto tienen que ser
conformes a la santa Iglesia romana que determina su materia y su
forma. Vale indudablemente más no ofrecer nada que ofrecer un don
contrario a las reglas del culto, pues ante todo hay que respetar la ley.
Así, ha decretado la Iglesia que el lienzo que debe cubrir el altar y
servir para el sacrificio, las albas y las sobrepellices deben ser de lino o
de cáñamo y no de algodón. Aquellas albas que tienen una parte notable
de puntillas de algodón no son, por consiguiente, regulares. Las hijuelas
y los corporales de la santa misa deben estar bien unidos y sin bordado
en relieve. Los ornamentos deben tener un solo color de fondo y ser de
seda; señaladamente el velo del cáliz debe ser por entero de seda.
Los vasos sagrados debieran ser lo que hay de más puro y hermoso, y
siempre de oro o de plata. ¿Puede haber acaso algo demasiado precioso
para nuestro Señor sacramentado?
¡Ah, con harta frecuencia la pobreza de culto es indicio de la debilidad
de la fe! Mientras se mira a lo económico cuando se trata de Dios, nada
se niega al lujo y a los placeres.
Nuestros padres comenzaban por Dios; y satisfecho de su servicio,
Dios les daba el céntuplo.

II. El alumbrado
El alumbrado es una de las leyes más importantes del culto
eucarístico. La santa Iglesia lo prescribe so pena de privación de la santa
misa, y delante del sagrario que encierra la sagrada Eucaristía so pena
de pecado.
En el culto de la exposición, de la riqueza de las luces depende la
magnificencia de las fiestas y la distinción de su rito y de su dignidad.
En lo cual hay, por otra parte, un simbolismo notable. Dios es amor, y
el fuego simboliza el amor. Dios es soberano señor, y el fuego que ante
Él arde y se consume es señal de nuestra respetuosa adoración, del
homenaje perpetuo de nuestro servicio.
Es, por tanto, para los socios un deber piadoso el honrar al santísimo y
augustísimo Sacramento con el don del alumbrado litúrgico del altari,
con el sostenimiento de la lámpara el santuario, con la ofrenda de las
velas de adoración, que serán como la llama de su amor y su perpetua
oración al pie del trono de Jesús.

III. La primera Comunión de los adultos**


Una de las obras eucarísticas más gratas a Dios y a la santa Iglesia es
la que asegura a la sagrada Eucaristía el honor y el respeto que le son
debidos por parte de los que comulgan.
Tal es la obra de la primera Comunión de los jóvenes adultos, que
tiene por fin instruir y preparar para la recepción del Pan de vida a los
jóvenes a quienes la edad demasiado avanzada o el trabajo impide
asistir a la catequesis parroquial, viéndose así privados del beneficio de
la sagrada Eucaristía. Esta hermosa obra exige a los socios una parte de
su celo y abnegación.
Además del estado de gracia necesario para aproximarse a la sagrada
mesa y hallar en ella la vida del alma, al comulgante le hace falta
también el vestido nupcial del cuerpo, esto es, estar vestido limpia y
decentemente, cual corresponde en los días de fiesta.
¡Cuántos jóvenes, cuántos comensales no tienen con qué comprar este
traje nupcial y no se atreven a ir a recibir con harapos a su buen
Salvador! Cierto que serían igualmente bien recibidos por este corazón
de padre; pero su religión se vería harto humillada, lastimado su honor y
tal vez demasiado probada su virtud.
¡Qué hermosa obra la de quien vista a este nuevo Jesucristo y adorne
este nuevo sagrario! Es la limosna más dulce para el corazón amante y
una lección de virtud para quien la recibe. Porque la limpieza y la
decencia exterior del comulgante le inspiran sentimientos más elevados
y una piedad más noble y fervorosa. En la Comunión vuelve a recobrar
su dignidad de hombre y de cristiano y adquiere la honra y la distinción
de la virtud.
Deseo de la santa Iglesia es que todos los que comulgan vayan a la
sagrada mesa como a un banquete regio, que el cuerpo lo mismo que el
alma honre a Dios.
Tomen, pues, a pecho los socios el corresponder a este deseo, dando
ellos mismos ejemplo de decencia y de verdadera piedad.
Eviten como un escándalo el ir a la sagrada mesa con compostura
desaliñada; que cada cual traiga, al contrario, sus vestidos de honor,
según su condición, y que este adorno sea realzado con las preciosas
joyas de la santa modestia cristiana.

IV. El santo viático


El santo viático es Jesús mismo que va a visitar, consolar y darse en
Comunión a los pobres enfermos, llevándoles personalmente sus
auxilios. Aunque su presentación en medio de los suyos es menos
solemne que en las procesiones públicas, no por eso es menos amable ni
menos encantadora. El amor de Jesucristo y la caridad hacia nuestros
hermanos deben obligarnos a componer el piadoso cortejo del santo
viático, porque donde está el cuerpo allá deben juntarse las águilas, a
saber, las almas fervorosas y abnegadas.
El que ama al rey le honra igualmente en todas sus formas, porque
ama su persona y no su brillo exterior.
Más lejos debe ir el amor de Dios sacramentado; debe preocuparse
sobre si Jesús será recibido cual conviene en la casa del enfermo, y
cuando falten discípulos que preparen esta recepción, ofrecerse a este
honroso oficio, para que la limpieza y la decencia honren la presencia de
nuestro Señor.
Téngase cuidado de preparar de antemano cuanto sea menester para la
recepción de los últimos sacramentos, a saber, una mesa cubierta con
mantel blanco, un crucifijo, dos candeleros, agua bendita con una ramita
de boj, siete bolitas de algodón en una bandeja, un poco de miga de pan,
agua y una servilleta. La cama del enfermo debe estar cubierta con un
lienzo blanco. Todo este aparato religioso inspira respeto y piedad hacia
la santísima Eucaristía.
Pero el deber más importante de la caridad es preparar a los enfermos
para los últimos sacramentos, porque los últimos actos de la vida son
decisivos. En ellos se dan los combates supremos de la salvación.
El tiempo de acción de gracias después de recibidos los sacramentos
es el momento más provechoso para el enfermo.
Téngase cuidado de que se vea rodeado de recogimiento en este
instante precioso. Sugiéransele cortas, pero fervorosas, aspiraciones de
gratitud, de don de sí mismo, de amor de la adorable voluntad de Dios,
de santos deseos de unirse con Él.
i
* La obra de las Semanas. Eucarísticas, que es una rama de la Agregación, agrupa precisamente a las almas que
desean contribuir con sus ofrendas a la ornamentación del trono de la exposición. Hablando de esta obra, Pedro
Julián escribía: “Es una bella obra, la que honra tan directamente la persona adorable de nuestro Señor en su divino
sacramento, adornando su trono; alumbrando su altar y procurando sea solemnemente expuesto a las adoraciones
de todo el pueblo. Es una obra amable la que, mediante el alumbrado, las flores que adornan y perfuman, el altar, y
sobre todo por el corazón que se entrega con todas sus dádivas, permite a todos los fieles ofrecer al Rey soberano
de cielos y tierra, expuesto sobre su trono de gracias y de misericordia, el homenaje fervoroso de su amor. Es una
obra santa la que alegra a la Iglesia con el culto solemne rendido a su divino esposo que inunda de gozo y de
consuelo las almas afligidas, con la presencia de su Dios y su Señor, puesto más a su alcance, y que enternece y
convierte a los pecadores bajo la suave y saludable influencia de la exposición del santísimo Sacramento. ¡Qué gran
honor, cuán piadoso acto de religión y poderosa garantía de gracias es el ofrecer a Jesucristo rey, expuesto sobre el
altar, un cirio de adoración!”
**Lo que dice aquí Eymard de la obra de la primera Comunión de adultos que tan a pecho tenía, en realidad no es
otra cosa que la aplicación práctica de un principio general, a saber: según las circunstancias de lugar y de personas,
los afiliados se esforzarán por preparar a la primera Comunión, ora a los retrasados, ora a los niños desde que
comienzan a tener uso de razón.

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