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POETA Y POESIA EN GRECIA Pocta y poesfa son palabras griegas, transplantadas a nues- tras culturas a través de su uso en Ja cultura latina. Las rea- lidades a que corresponden en estos tres momentos, el griego, el latino y el modemo, son indudablemente, en una cierta me- dida, coincidentes: nadie dudaré de que lo que lamamos poesia contiene rasgos y elementos cemunes con lo que los griegos Yamaban polesis; ni de que nuestros poctas son los continuadores de los poietai griegos. Pero en dos medios cul- turates tan distantes, unas mismas palabras toman significa- dos en gran manera diferentes. No existe sinonimia, dicho en otros términos, entre las palabras griegas y las palabras espa- fiolas. Y existe el riesgo de que pensemos de la poesfa o del poeta ytiego en términos modernos que, en gran parte, son inadecuados. Ciertamente, si acudimos a definiciones minimas de la poe- sfa y el poeta, podemos quizé llegar a una igualacién de ambas realidades. Asf, si postulamos con Gorgias, en su Flogio de Helena, que la poesia es “un fogos que tiene medida”. Pero, aun desechando las objeciones que a esta definicién puedan ponerse como no’ ajustindose a determinados tipos de poesfa, es claro que resulta de un empobrecimienio: de dejar fuera rasgos esenciales que caracterizan al poeta antiguo —por no hablar de los que caracterizan al pocta moderno—. Puestas asi las cosas, tendemos sin querer a dar por tdcitamente ad- —Wwe mitides rasgos que, de habituales camo son para nosotros, nos parece que deben tenerse como omnipresentes. Tratemos de ejemplificar, Cuando nosotros hablamos de poesfa nos referimos en primer lugar a Ja Lirica; y sim embar- go, para Platén, “el poeta” por antonomasia era Homero; y Aristételes dedica al Teatro la parte, con mucho, mds extensa de su Poéticc, Cuando nos referimos al poeta, nos Io imagi- namos como un individuc que da forma a preocupaciones y seatimientos individuales; y, sin embargo, en la Antigiedad griega el poeta narraba la historia mftica de su pueblo o pres- taba su voz a la colectividad en fiestas de tipo tradicional. El poeta tenfa una funcién religi y se sentia a sf mismo y le sentian los demas como una via de comunicacién enire cier- tas divinidades y los demas hombres. Ni era concebible la poesia scparada de la miisica ni, con exeepcidn de la Epica, de la danza. Esto por dar solamente una primera noticia de Jas diferencias. Claro estd, nuestra concepcién de la poesfa y nuestra poe- sia misma derivan en definitiva de las de Grecia, y es légico que alli estén también las raices de los elementos “modernos” que en nuestra primera aproximacién hemos echado de menos en Grecia. A partir de su intervencién en ceremonias colec- tivas y de su manejo de géneros previamente conformados y de temas tdpicos, Ios poetas griegos supieron dar expresién a sus sentimientos mds intimos de amor, de odio, de aiforan- za; a sus ideas mds personales. A partir de un cierto mo- mento, es mds, ¢l elemento colectivo y tradicional se convir- tid en pura férmula, Io puramente personal pasé a ser su ver- dadera realidad. El elemento religioso y la concepcidn religio- sa del poeta fue también, en época helenistica, mero disfraz convencional, a veces. La poesia se disocié de la danza, ast gran parte de la monodia, y aun del canto: ya los rapsodos recitaban, no cantaban, a Homero, como hacfan los antiguos aedos, y un paso semejante del canto al recitado tuvo lugar — 38 — en fecha antigua dentro de le Lirica: se convirtieron en re- citados géneros como Ia elegia, el yambo —por ejemplo, en el didlogo del Teatro— y, en e] caso de los escolios, la misma lirica mondédica propiamente dicha. Se Wegd, en un momento dado, a escribir poemas destinados a ser leidos y no cantados ni recitados; y leidos en soledad, como en soledad, lejos de los condicionamientes de Ja fiesta religiosa, eran escritos, Pero no vamos a trazar aquf esta evolucién, que desem- boca en la época helenfstica en la creacidn de una poesia que tiene muchos mds rasgos comunes con la moderna que la que la precedié en la Grecia clisica. Nuestro tema es hoy, por el contrario, poner de relieve per via de contraste los rasgos mds caracteristicos y propios de Ta antigua poesia grie- ga. Aunque no estard de mas anotar, de pasada, que la con- cepcién individualista de la poesia que hemos atribuido a la época moderna no es hoy la tmica: e] tratamiento de los temas sociales y colectives, Ja voluntad de influenciar el com- portamiento de individuos y pueblos han vuelto a nuestra poesia y nuestro teatro como un redescubrimiento instintivo de sus origencs griegos. Sélo a partir de los rasgos propios de Ta poesia griega po- drain seguirse y comprenderse las especulaciones de Jos técni- cos antiguos sobre Ia esencia de la poesfa. Al lector moderno no preparado le chocan inevitablemente, hay que confesarlo. Veamos aqui algunas de esas especulaciones y teorfas. Aun- gue habremos de contentarnos con meras alusiones. Una de elias es la de que Ja poesia es una especie de ta mania o locura; es decir, que el poeta esti de una manera misteriosa en comunicacién con deidades —las Musas, sobre tode— que le arrancan del mundo normal y vierten dentro de & nuevos sentimiento y conocimientos, que a su vez trans- mite a los otros hombres. Es un conocimiento inspirado, no aprendido; el poeta es un enthens, estd “lleno de dios”, La expresién clésica de esta teorfa se encuentra en el Idn pla- = 39 ténico, pero encuentra claros precedentes en Demécrito y Gor- gias. Pero no es la poesia el imico dominio en que se habla de maria y entusiasmo, El amor, e! don de Ja profecia, el furor bélico, el comportamiento de los fieles en ciertes cultos en que olvidan su propia personalidad para sentirse conver- tidos en coribantes, ninfas, bacantes, ctc., la misma filosofia socrética segiin la concibe Platén en ciertos pasajes: todo esto cae bajo el concepto de la mania y cl entusiasmo, Evi- dentemente, los antiguos velan puntos comunes en el com- portamiento del poeta, del amante, el adivino, cl guerrero, eb sectario religioso que experimenta el cambio de personalidad, el fildsofo. Ligada con la concepcién del poeta como hombre inspira- do —que, como veremos, viene de los propios poetas, antes gue de los fildsofos— est4 fa del poeta como sabio que ilus- tra a la comunidad: Ie comunica cl conocimiente del pasado, Te explica el curso de Ia vida, le da normas de comportamicn- to. Ahora bien, esla concepcidn, que responde perfeciamente a la funcién social del poeta hasta finales det siglo Vv a.C. y al hecho de que Ja poesia griega es, en realidad, la primera filosofia griega, no sélo es expuesta, a veces en forma polé mica, por los filésofos, que a partir de un cierto momento s¢ constituyen en los rivales y sustitutos de [os poetas; ja ex- ponen también les propios poetas. La mas conocida definicién de los postas como sophoi, es decir, sabios que son gufa de 1a comunidad, se encuentra en la célebre discusién en las Ranas de Aristéfanes. Es este el criterio con arreglo al cual el dios Dioniso juzga a los dos poetas rivales, Esquilo y Eurfpides. El propio Aristéfanes se califica a sf mismo de sophds en mas de una ocasién y se jacta de que también Ja comedia conoce la Justicia, Ahora bien, Aristéfanes no innova nada en esto. Toda Ia tradicién de Ia Lirica Ie precede. Pindaro es, segiin €] mismo, “destacado por su sabidurfa entre los griegos” (O. I 110}, es “un varén sae — 40 — bio” (£ I 45); es una sabidurfa no aprendida, natural, que otras veces proclama que le viene de la divinidad y Te faculta para impartir su magisterio a principes como Hierén y Arce- silao. Mas atrds de la lirica encontramos el mismo rasgo de sabiduria en Hesfodo, que en su Teogonfa (38) dice que las Musas, al consagrarle como poeta, Je ordenaron “anunciar lo futuro y lo pasado”, y le manifestaron que ellas conocen la verdad. Pero ya en Homero el aedo aparece provisto del co- nocimiento exacto de los hechos; por eso sélo 41 puede con- ferir la gloria, como repetirén Safo, Pindaro y Teognis. Este es el don de las Musas, af que aludiran Juego Hesfodo y Ar- quiloco, y del que ye hablan la Tada y la Odisea (cf. IL Th 484 ss., Od, VIE 479 ss.). En realidad, la concepcidn de la poesfa griega mds antigua como sabiduria inspirada es un hecho bien conocida, que cs inttil ejemplificar mas ampliamente. Lo que si querrfamos ex- poner aqui con cierta detencién es ef ambiente en que surgid esta concepcién y en que sc desenvolvid Ia propia poesia grie- ga: el ambiente comunitario y religioso de la Fiesta, domi- nado por el Mito y el Rito. Antes de entrar en este tema cs importante decir que otras concepciones de fa poesia dentro de] pensamiento grie- go son dependientes o subsidiarias de las anteriores. Citamos a continuacién dos. En el Banquete platonico, la derrota de Aristéfanes y Aga- t6n por Sécrates en el debate sobre la naturaleza de Eros simboliza la derrota de la Poesia —comedia y tragedia— por la Filosofia. Pero siempre dentro de wna linea semejante. En otro lugar he hecho ver que, en definitiva, es la idea de la liberacién o curacién del hombre Ja que Platén coloca como objetiva de poetas y filéfosos. Eros, volviendo a unir 2 los hombres partidos del mito aristofénico 0 curando la hybris sogin la descripcién de Agatén o ilevando al descubrimiento de la realidad mds alta en ta interpretacién platénica, simbo- — 44 liza en definitiva esa aspiracidn a un conocimiento esencial que subyace al Teatro y a la Filosoffa. Pero se trata solamen- te de una variante de la definicién de Ja actividad del poeta y el filésofo como ensefianza de la sabiduria mds profunda y de un valor mds fundamental; ahora ya para el hombre todo, no para les asistentes a determinada fiesta en una ciuded de- terminada. Algo parecido puede decirse de la definicidn aristotélica de la Pocsfa como mimesis o imitacién. Aristételes no hace mas que generalizar a toda la poesia, incluida la epopeya, los aspectos miméticos del Teatro y de parte de la Lirica, En realidad sigue a Platén y a antiguos tedricos de la Musica como Damon, que a su vez se inspiran, sin duda, en les ritua- les mimétices de una serie de cultos bien conocidos. Les grie- gos interpretahan la nrfmesis en relacidn con la idea de la mania o locura, como ya hemos dicho més arriba. No hay, pues, nada esencialmente nuevo respecte a Jas definiciones més generalizadas de la Poesfa griega por parte de los propios griegos. Sélo que en Aristételes Ja definicién de la poesfa como mimesis oscurece 1a definicién como mania. Tiene por finalidad, sin duda, salvar al Teatro y Ja Poesfa de la con- denacién platénica, desde el momento en que se interpreta que esta mimesis, por la cual no sdlo el actor encarna a los personajes de la obra, sino que también el espectador se asi- mila en cierto modo a ellos, produce una Kdlkarsis o purifi- cacién, mediante Ia picdad y cl terror, en esos espectadores. En suma, nos hallamos ante una ultima derivacién de Ja po- Iémica sobre ¢] Teatro y la Poesfa cn general, que en ciertas obras platénicas eran condenados precisamente en virtud de Ja teorfa de que eran cosa de mania, no de sabiduria racional, y desmoralizaban al puiblico exhibiendo comportamientos afec- tivos e irracionales de los que aquél se contagiaba. — 42 — I Si después de esta primera introduccién a io que era la poesia griega arcaica y cldsica y al concepto que de ella te- nian poctas y filésofos pasamos a cXaminar un poca mds de cerca esa misma poesia en su contexto contempordneo, nos encontramos con una sorpresa que no carece de significado. Y es ésta: si es cierto que para los griegos posteriores “el poeta” por antonémasia era Homero, segtin deciamos, no lo es menos que los modelos griegos de nuestras palabras poeta, poesia, poema no aparecen hasta ja segunda mitad del si- glo v a C., en Herddoto y tos cémicos, Y to mismo el verbo poiéo “hacer’ en el sentido de ‘componer poesfa’. Los poetas épicos y liricos se calificaban a si mismos simplemente como aoidoi 'aedos, cantores’, un término que no distingue entre el que compone el poema y el que Jo canta. En realidad, el nacimiento del término poeta y de los demés esté en conc xién con la pecesidad de distinguir, a partir de un momento, entre el compositor y el ejecutante. Esto sucedis en Ja histo- ria de la Lirica: en la épica una necesidad semejante se ha- bia satisfecho previamente de una manera diferente, por las circunstancias especiales de este géaeto. Vedmoslas. Homero Hama asidoi, aedos, a los solistas de Ia lirica, Un pasaje bien claro es el de ZI. XIX 604: se trata del cantor que canta acompafiando la danza de los. dos coros de jéve- nes y doncellas en el cscudo de Aquiles. En fl. XXIV 720 se — 43 habla de los “aedos solistas de los trenos”, cuyo canta era seguido del clamor de jas mujeres: cantaban sin duda una seric dc monodias seguidas cada una del clamor femenino. La descripeién que se hace a continuacién, en le cual se describe el trena por Héctor como formado de tres monodias de An- drémaca, Hécuba y Helena y del clamor de las mujeres tras cada una de ellas, no es mds que una duplicacién en ta cual en vez del aedo profesional intervienen en la misma funcién los miembros de Ja familia del muerto, que improvisan. En surna, en la Hidda se nos hace presente Ia figura del “cantor” o solista de la Hrica, que es evidenitemente un especialista, tal vez un profesional, pero no se vos dice que sea un poeta. En realidad tenemos que juzgar a estos aedos o caniores 2 partir de Ja faz que lenzan sobre ellos los otros aedos o cantores, Jos de la poesfa lirica. Los pasajes mas rclevantes sobre ésios son aquclios de la Gdisea que se refieren a De- médaco, el acdo de Ios Feacios (cf. Od. VIM 43, 472, XIII 27}, y 2 Femio, el de los pretendientes de Penélope en Itaca (Od. XVI 252, XXIIF 133); hay otros mds todavia. Estos aedos o eantores se nos describen como verdaderos profesionales, ar- tesanos se nos dird (Od. XVII 381 ss.}, igual que los médicos, adivinos, etc. Tienen un status especial que es respetado, es- tan protegidos por leyes religiosas tradicionales. La pregunta sobre si, ademds de cantores, son poetas en nuestro sentido, estd evidentemente mal planteada. El aedo puede cantar temas muy diversos de la tradicién épica; en los poemas homéricos hay ejemplos suficientes. Ahora bien, después de tado fo que sabemos, a partir de los estudios de Parry y otros, sobre la composicién oral de este tipo de poc- sfa, que trabaja con formulas tradicionales y aun con escenas upicas tradicionales, hay que concluir que no era la origina- Tidad aquello que en primer término buscaban ni el aedo ni su ptiblico, Buscaban en primer término contar la verdad so- bre el pasado y dar gloria (k?éa) a las acciones de Jos héroes — 4 antiguos, transmitiendo a los hombres Ja verdad que les ins- piraban las Musas que, como dice el poeta de la Miada (Il. 484 5s.), “estdis presentes y todo lo sabéis”, El aedo cantaba siguiendo ana larga tradicién; y, al tiempo, la técnica de la diccién formmularia le permitia jnno- var dentro de unos determinados Ifmites. Era el factor de tradici6n el que, sin duda, se sentia como relevante en la épica antigua. Tanto, gue no se hacfa distincién entre un crea- dor del canto y un ejecutante. Los proemios que encabezaban los pocmas épicos y que, olras veces, aparecen en el centre de los mismos cuando va a comenzar un tema especialmente importante, dejan ver esto bien claramente. El “contadme, Musas” que aparece en pasajes como H. II 484, XI 218, XIV 508, XVI 112; el “cuéntame, Musa, del varén” de Od. I 1; el “cante a Ilién” de la Pequefia Mada, no pretenden distin- guir el “yo” de un poeta del “yo” de un aedo o cantor. Cuan- do éste cantaba, ese “yo” era evidentemente el suyo, pero era sentido al tiempo como aquel que recibfa la inspiracién de la Musa: el del que nosotros Slamarfamos el poeta. En la tradicién Spica no habla distincién, especializacién, entre compositores de poermas y ejecutantes de Jos mismos. El ejecutar era un acto de creacién, en Ja medida en que se permitfa una modificaci6n de la tradicién y que esa modifi- cacién era sentide como realmente existente. El componer poemas aparte y previamente a su ejecucidn cra inconcebible. No existia un texto fijo compuesto por un poeta y que fuera ejecutado luego una y otra vez por meros canitores. Y hemos de concluir que para fa monodia de la Irica la situacién era absolutamente comparable. Cantar es crear ef canto, come lo hacen Andrémaca, Hécuba y Helena en los funerales de Héc- tor. Crearlo, ciertamente, sobre bases tradicionales, igual que la monodia épica. Sobre esto hemos de volver. Ahora bien, decfamos que tanto en el caso de la Epica como en el de Ja Lirica Weg un momento en que se distin- 45 — guié entre cl compositor del poema y cl ejecutante; es decir, que en Ia practica eran distintas personas y que legs un momento ct que también se distinguid, dirfamos, en Ja teorfa, dando Ingar a distinciones léxicas. Deciamos también que por lo que respecta a Ja lirica esto sucedié cuando’ se cred, en ef siglo v, el término poietés, que designa al compositor de fa letra y aun de Ja musica y Ia danza, independientemente de que él cante o no cante su cancién. ¥ adelantébamos que por lo que respecta a Ja épica las cosas sucedieron de un modo semejante, pero con diferencias de detalle debidas a las caracteristicas del género. Aqui la oposicién no se creé entre aofdds ‘cantor’ y poie- tés ‘pocta’, designando, respectivamente, al ejecutante y al compositor o creador. Aqui a partir de Hesiodo, en el propio siglo vill al que pertenece Homero, hay huella de una oposi- cién entre el concepto de aoidds y el de rapsodds. Este ulti- mo término aparece a partir de Herddoto designando a los recitadores profesionales de la épica, fundamentalmente Ho- mero, en época clésica; pero ya Hesfodo, Fr, 265, habla de raptein avidéx ‘coser cantos’, y Pindaco, N. 2, 2, habla de rapidn epéon aoidot ‘cantores de cantos cosidos’. Esta es, afectivamente, Ja etimologia de la palabra rapsodo. A partir de un cierto momento fac clara Ja conciencia de que los eje- eutantes de la pica, que ya no cantaban, sino recitaban, no hacfan otra cosa que repetir pocmas procedentes de un ciclo practicamente cerrado, No existfa al Jado de ellos el eampo- sitor de nuevos poemas, o si existia, como en el caso dol propio Hesiodo y de los autores del Cicle Epico (Estasino de Chipre, autor de las Ciprias, etc,), eran Hamados todavia aoi- dot, con el viejo término ambiguo. Esto resulta claro en tos dos proemios de Hesfodo, el de la Teogonfa y el de los Tra bajos y Dias, y en los proemios que seguian poniendo a sus obras los autores del Ciclo. No es nada extrafiet Jos Iitices arcaicos continian calificéndose a si mismos de acidei, aun- “= 46 — que no ies falta conciencia de st originalidad, como no le faltaba a Hesiodo, Sus proemios siguen hablando de aeidein, ‘cantar’, con férmulas procedentes de las de la épica, pero ampliadas a veces para dejar constancia de sus méritos y aun de su nombre: en el caso de que no sean ellos Ios ¢e- cutantes, deben interpretarse, al tiempo que como referidas al poeta, como zeferidas a aquél. May, por asi decirlo, una fusién de personalidades o una no distincién. Paralelamente, cuando Safo en Fr. 106 habla del acidds lesbio en tierra ex- tranjera, nada nos indica si ese aedo componfa al tiempo que cantaba o, por el contrario, se limitaba a cantar canciones ajenas. En realidad, esta situacidn nos eva a veecs a duda una determinada mencién de un aoidds sc retiere a la Epica o a la Lirica. Ambos géneros difieren radicalmente por varias caracteristicas, segin hemos de ver mds despacio. La Epica natra acciones del pasado a un ptiblico que se limita a recibir informacién; la Lirica celebra, vitupera, aconseja, y elle como parte de una accién sacral en Ja que interviene un coro. Pero tienen en comin la monodia acompafiada de Ja lira (en Ja Kirica interyiene también la flauta) y Ja ejecuciéa en Ia fiesta religivsa, incluidas las ceremonias que llamarfamos “privadas” de la boda, cl fumeral y cl banquete. De ahi los puntos de contacto. Por ejemplo, cuando Hesiodo habla dei certamen poético en que intervino en CAlcide a la muerte del rey Anfidumante {Trabajos, 654 ss.) u Homero se refiere al certamen de Tami- ris y las Musas (/Z. IL 594 ss), no esté claro si se trata de épica 9 Irica. Y Homero puede transponer en versos épicos el treno litico de las mujeres por Héctor o Io que es sin duda un himno o proemio a Afrodita, cantado por Demédoco para abrir la danza de los feacios (Od. VIII 266). Resulta claro que los aedos que cantaban la ¢pica cantaban igualmente las mo- nodias de Ja liviea, Otros puntos de contacto se hallan en fas st 47 conexiones de los Hamados Himnos Llomeéricos, que eran en realidad proemios segun nos dice Tucidides del de Apolo (AL 104}, y los proemios lfricos; en e] caracter himnico (can- to de las Musas a Zeus) del proemio de la Teogonia de He- sioda; en la entrada de materia épica en ta lirica en general, a partir de Bstesicoro, etc. Pero por importantes que sean estos puntos de contacto, es claro que las citcunstancias de Ja Epica y la Lirica eran muy diferentes, Cuando se creé el término poields, ya en el naturalmente a Homero. Pero fue una apli- cacién secundaria, pues, como vamos a ver, fue en la Lirica donde se cred. En Ja Lirica cuexistian temporalmente el pocta siglo V, se apli y el ejecutanic, como personas diferentes; mientras que en Ta poca de los rapsodos, Jos autéaticus aedos eran ya cosa del pasado. La idea de su originalidad se aplicé a ellos a par- tir del espectdculo contempordneo de Ja creacién de nuevos pocmas por individualidades de las que Hesfode cra el pre- cursor. Individualidades que no eran necesariamente los eje- cutantes de sus poemas. En el caso del Teatro, sobre todo, la coincidencia de poeta y ejecutante era rara: slo de Sdfo- cles se dice, como una anécdota, que por dos veces hizo un papel an sus obras, a saber, el de Nausicaa y el de Tamiris en las Lavanderas y ef Tamiris: hay que entender que lo hizo nos dice expresamente Ja cantando monodias, Como Tamir: Vida que ha Iegado en manuscritos de Séfocles que tocé la lira; y el canto es esperable en el personaje Nausicaa a juzgar por el pasaje de la Odisea que Ia presenta cantando y abricn- do la danza de las doncellas (Od. VI 99 ss.). — 48 — Il Pero volvamos a Ia Lirica griega. Su antigiiecad es eviden- temente comparable a la de la Epica, que atestigua precisa- mente, como hemos visto, su existencia en la edad heroica; afiadamos que tanto la Epica como Ja Lirica griegas represen- tan Ja continuidad de la Epica y ta Lirica indoeuropeas, como se deduce del hecho de que hallan paralelos estrechos en otros pueblos indoeuropeos, en la India por ejemplo. Ahora bien, desde ¢] punto de vista Hterario en época homérica la Lirica juega solamente un pape! subordinado respecto a la Epica. Los eedos que cantaban la épica podian ocasionalmente can- tar las monodias de la lirica. Pero estas monodias no podian compararse en eXtensién ni en importancia literaria respecto a las primeras. Y, sin embargo, a partir del siglo vu el panorama cambia completamente. Después de Eumelo de Corinto, autor del poema ¢pico Corinthiakd, de quien sabemos que ademds com- puso, antes del 720, un prosodio o canto procesional destina- do a que lo cantaran los mesenios en Delos, Lirica y Epica se separan. Contindan existiendo poetas épicos, a saber, Jos autores de las obras del Ciclo, y poetas que componen him- nos en estilo épico, los Hamados Himnos Homéricos; y a su jada hay poetas liricos que no escriben poesia épica. Estos poetas liricos proceden de las islas griegas proximas a Asia, conerctamente de Lesbos, ¢ incluso de la zona asidtica pré- — 49 — xima a las colonias griegas: pero recorren el continente gric- go interviniendo en los certmenes musicales de diversas ce- Jebraciones. Son composilores de monodias y, a partir de un cierto momento, también de corales; y son no sdlo campasi- tores, sin también ejecutantes, es decir, son goidot comy los de Ia poesia épica. Pero tienen que adaptarse a las circuns- tancias de los cultos locales, crear algo nuevo para ellos, aun- que sea sobre base tradicional. Eran reconocidos como auto- res de algo nuevo, desde el momento en que se les hacia yenir expresamente y se conservaban sus nombres y sus poe- mas para ser ejecutados en otras ocasiones por otros canto- res, ya no por los autores. Estén en primer lugar los citarodos lesbios. Como sucesor del mitico Orfeo, que se nos presenta como antecesor ya de Ja Lirica ya de ja Epica, tenemos a Terpandro, que habria ganado el premio en el certamen musical de Apolo Carneo, en Esparta, en 676-673. Luego la serie se contimia con Arién, que actiia en Corinto al final del siglo, con Periclito, Aristo- clides, Frinis, Timoteo: el citarodo lesbio era una figura co- nocida en todas partes a juzgar por el pasaje de Safo mds arriba citado, Entre cllos hay que contar a la propia Safo y a Alceo, por mas que éstos fucran nobles que intervenian en Jas celebraciones de su isla y no salian a cantar a las fiestas del continente. Pero al lado hay que colocar a otros aoidoi, Como maes- tro de Terpandro se nos menciona al frigio Olimpo, aulor del nomo pitio, composicién aulética que es un trene por la muer- te de Pitén y que, por tanto, fue evidentemente compuesto para los certémenes musicales de las fiestas Piticas, en Delfos. En los festivales de Apolo en Delos, el coro de las Deliades cantaba himnos cuyo origen se hacia remontar a Olén, un licio: hay que levarlo también al siglo vu. En este mismo siglo se cantabaa cn las fiestas religiosas de Esparta los par- tenios de Alcm4n, nacido en Lidia o de origen lidio en todo — 50 — caso. Pero ne sdlo de Oriente venian estos extranjeros a can- tar en las grandes fiestas religiosas: los nuevos descubrimien- tos papirolégicos nos presentan igualmente a Lstesicoro, de Himera, en Sicilia, cantando en festivales espartanos. Es el siglo vu el gran siglo de Jas imnovaciones en Ja poe- s{a griega, levadas a cabo por estos avidoi viajeros y por los creadores de 1a clegia y el yambo, un Arquiloco, un Tirteo, un Catino que, éstos, cantaban en sus propias ciudades sin renunciar tampoco, en el caso del primero, a intervenir en las celobraciones propiamente liricas. Precisamente Arquiloco, combinado su iestimonio con los datos homéricos y can otros posteriores, nos va a hacer ver en qué consistié la esencia de esas innovaciones. Es, efectivamente, muy conocido el pasaje de Arqufloco (Fr., 219) en que dice que es capaz de hacer de solista del ditirambo cuando ticne las entrafias ennegrecidas por el vino. Toda clase de datos nos hacen ver que la intervencién del coro en el ditirambo, himno procesional que en una festa prima- veral imprecaba la llegada del dios Dioniso, consistia en la repeticién del estribillo ithi dithyrambe, “ven Ditirambo”. Pero el proemio improvisado exigia un solista, como aqui se ve bien claramente. El papel de Arquiloco era exactamente el mismo que el de las mujeres de Ja familia de Héctor que cantaban los solos del treno, seguidos de los lamentos y llo- ros del coro. Esta combinacién de monodia y coro que janza gritos o refranes era sin duda caracteristica de una parte muy importante de la lirica primitiva; al lado de este tipa estaba el otro, en que habia monodia y danza, tal como lo Gescribe Homero en el episodio de la danza de los feacios. Los Poetas de los siglos VIF y Vi lo que hicieron exactamente fue desarrollar y dar relieve poética a Ja monodia. En una segun- da fase desarrollaron también e! coro y asi surgid, junto a la monodia pura, la monodia combinada con un coral. La ter- cera fase fue aquella en la cual esta poesia mixta de monodia —5l1—

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