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Curumbamba y curumbé p Silla Grau @ Cantaro infantil Le Gerente de ediciones: Daniel Arroyo Edicion: Veronica Lombardo Corrector: Gabriel Valeiras Jefe del Departamento de Arte y DiseHo: Lueas Frontera Schéllibaum Goordinadora de imigenes y archivo: Samanta Méndez Galfaso Tratamiento de imagenes y documentaci6n; Maximo Giménez, Tania Meyer, Pamela Donnadio ustraciones de tapa e interiores: Pablo Tambuscio Tustraciones de personajes: Gustave Stenta Fotos: Latinstock Autoria de secciones: Fernanda Bidart Bluhm. Gerente de Preprensa y Produccién Editorial: Carlos Rodriguez Grau, Silvia Curumbamba y curumbé / Silvia Grog ilustrado por Pablo Tambuscio.- Aa ed, Bia zeimp. Boulogne: CAntaro, 2014 80 py 20x £4 cm (Fora de lectura) ISBN 978-950.753.220.9 1.Narnativa Argentina, 2, Cuentos. Tambusco, Pablo, ies, I, Titulo EDD Ase (© idlitoral Puerto de Palos S.A, 2008. Eicoral Puerto de Palos SA forma parte del Grupo Macmillan. ‘Aa. Banco Enalado 104, San sito, provincia de Bae Ales, Argentina Interact: watw-puestodepalos.com ar ‘Quect hecho el deposito que mate I Ley 1.728 Inpresoen Aigenting- Fringed in Atgentiaa ISBN 979-950-753.230.9 Todos is derechos reservados, Prohlbida ls reprodicidn o transmisicn foal o pall de es obra por cusleuier medio ecto oelectrénio,incluyendola fotocopi o sistemas derecupetnciondeinlormacidn, sin el permis eserito del exitor. Primer icin, tererareimpresién. Este obra se temind demprimiren mayo 2014 en lo tallees de Servicio Indust xs fico SILL, General Mansa 628, lomas dl Mirador, provincia deBuenos Aires, Argentina Livres pava leer en buena hora jQué placer, leer! Qué placer, eer un libro, interesante, ocurrente, emocionante! iQué placer serio, ir pasando las paginas de un cuento de misterio! iQué diversién, descubrir cémo bailan las palabras de una adivinanza y dejar que vengan los chisporroteos de los traba- Ienguas! Hora de Lectura es una coleccién para leer en buena hora. Para que disfrutes de autores argentinos contempordneos y descubras el universo literario. Para que salgan los libros de los rincones polvorientos y ol- vidados, y se vuelvan protagonistas de un placer compartido, Los libros de la coleccién Hora de Lectura estan estructu- rados en jugosas secciones que posibilitan un mejor acceso a la literatura, La obra presenta cuentos, poesfas, colmos, adivinanzas y trax balenguas, que conforman el multifacético rostro de la literatura para los chicos de hoy. Las ilustraciones colaboran con la cons truccién del sentido de los textos y refuerzan el valor estético de la palabra, En Apunten... jjuegol, encontramos consignas de com- prensién, produccién y narracién oral que nos permiten ge- nerar un espacio de placer compartido en el aula y hacer de la Jectura y de la escritura actividades comunitarias. En la seccién Aqui me pongo a contar, los autores hablan acerca de su vida y de su trabajo, en respuesta a una entrevista que muestra los entretelones y la cocina del oficio de escribir. En Las mil y una hojas, te brindamos datos curiosos vin- culados con los textos. Para que abras asi algunas de las tantas puertas al mundo que la literatura ofrece. jSean todos bienvenidos a esta propuesta para disfrutar de la buena literatura en una profunda y creativa Hora de Lectura! Curumbamba y curumbé Silvia Grau A Bruno y a Gustavo, mis hifos, Corre el afio mil ochocientos veintitantos. Es lunes. En la costa del Rio de la Plata se encuentran Ramona, Tomasa, Marfa, Texesa y Luisa, vigorosas lavanderas negras que estén fregando la ropa de sus amos sobre las toscas. Cada una tiene su lugar en la jabonosa orilla del rio. Forman una larga hilera de mujeres bulliciosas donde no faltan los cantos, los chismorreos ni las peleas. Entre mate y mate, Luisa, la més vieja de ellas, relata historias del Buenos Aires colonial Hoy, Ramona, una de las mas jévenes, esté furiosa y lo demuestra sacudiendo con todas sus fuerzas la ropa que lava, como desquiténdose con alguien. —jTomé éstal jY ésta! Con quién ests enojada, Ramona? —pregunta Tomasa, que est ubicada a su derecha. —Con Ia hija de dofia Mercedes. —zLe discutiste otra vez? Eis que me acus6 de ladrona —sPor qué? —Anhora le falta el abanico —explica, enojada, Ramona—. zPara qué quiero yo su abanico? Para lavar la ropa no me sirve. Y con todo lo que me dan para lavar, no me queda tiempo de otra cosa, —|Ojalé tuviéramos tiempo de abanicarnos como las nifias! Abora Ramona deja de lavar, mira a Tomasa y haciendo muecas como si se abanicara, dice: —Me tiene harta con su abanico. Est bien que a su padre, el patr6a, le habia salido muy caro, pero zqué culpa tengo yo de los caprichos pitucos de la nifia? Si no lo tenfa, no lo perdia. Entonces interviene Maria, que esta lavando a su izquierda: —~Pero no viste que todas lo llevan? Més que para darse aire, Jo usan para coquetear. Asi conquist6 mi sefiora a su actual ma~ ido: se asomé por encima del abanico con una caida de ojos. —Un dia los pude contar —dice Tomasa—: una dofa que se encontré con mis patrones en la puerta de fa iglesia, abrié y cerr6 su abanico veintidés veces en cinco minutos. —La cosa es asi—explica Ramona—: silas dofias estén tran- quilas, los movimientos de su abanico son suaves y acompasa- dos; si estén nerviosas, los movimientos son cortos y répidos; si se enojan, lo cierran bruscamente y después lo abren para esconderse tras él y reirse o sonrojarse. —iCaray, Ramona! —dice Teresa—. Sos toda una experta. —De tanto ver a la nifia que se abanica hasta en sus suefios. Luisa acaba de poner su ropa a secar y se acerca a las demas con la pava y el mate. Se sienta sobre una piedra y cuenta: —Miantigua patrona tenia un abanico que, aparentemente, era como cualquier otro, pero en sus manos parecia muy especial. —2Y por qué especial? —pregunta Tomasa. Entonces, Luisa agrega: “Fue hace mucho tiempo. El abanico lo habia traido del Oriente mi antiguo patrén, don Enrique Alzaga, para su esposa, dofia Dolores. Poco tiempo después, don Enrique fallecié y dofia Dolores, que vieran c6mo lo amaba, guardé luto varios meses sin salir casi de su casa, Todavia me acuerdo de ese abanico: a simple vista era como todos, vatillas de carey y seda pintada con motivo floral. Habia ‘otros que eran mucho ms lujosos y llamativos. Pero a éste la seftora lo tenia como su prenda més querida. Pasado el tiempo de luto, dofia Dolores, que siempre habia sido muy alegre, volvié a la costumbre de hacer tertulias en su casa. iVieran cémo animaba las reuniones! Bailaba y cantaba alegrando a todos, No habia reunién en la que no estuviera rodeada de caba- Ileros que parecian derretirse al escuchar su vor célida recitando tun poema, 0 st risa contagiosa cuando salia desde atrés del abani- co, que manejaba de maravilla. No era bonita mi sefiora, pero su clegancia, su gracia natural y su amabilidad la hacfan parecerlo. Y el abanico que le habia regalado su difunto esposo, resaltaba sus dones. Debia de ser por eso que tenia tantos candidatos para 10 clegir. En cambio a dofia Josefa, la duefia de la tienda donde mi ama compraba tela para sus vestidos, se le pasaban los afios y se estaba quedando solterona. Esta dofia Josefa era tan desabrida, Me acuerdo, porque yo la acompafiaba a mi patrona a a tienda; cémo le brillaban los ojos, de envidia cuando dofia Dolores se abanicaba, con esa gracia que tenfa, mientras le preguntaba el precio de un corte de tela Cierto déa mi patrona se preparaba para salir y no encon- traba su prenda més querida. Buscamos el abanico por toda la casa, pero no estaba. Entonces se me ocurrié que se lo habria dejado olvidado el dia anterior en Ia tienda. Se lo comenté y recordé que s{ y me mand6 enseguida a buscarlo. —No estaba, sefiora —dije al volver—. Dice dofia Josefa que cuando usted se retiré ella vio que lo tenfa. Dice que lo habra olvidado en otra parte. Pasaron los dias y el abanico no apareci6. Mi sefiora estaba muy apenada, no tanto por el abanico en si, sino porque era un. recuerdo de su esposo difunto. Y era tan confiada, que no se le ocurtfa sospechar que alguien conocido se lo pudiera quedar con mala intenci6n. Mientras tanto dofia Josefa, enemiga de las tertulias porque era torpe para bailar y agria para conversar, comenz6 extrafia- mente a asistir a las reuniones que hacian los Gémez en st casa, siempre acompaiiada por una o dos amigas tan aburridas como ella. Esta Josefa hacia lo imposible por atraer a los hombres, pero lo tinico que lograba era alejarlos. Por mas que se esforzaba en ser encantadora abanicéndose, suspirando y escondiéndose pata refr detrds del abanico, lo que todos vefan eran miradas burlonas y risotadas antipaticas. En lugar de hacerla mas atrac- tiva, el abanico parecfa intensificar sus rasgos negativos. Y ella no podia entender cémo dofia Dolores, sin el suyo, continuaba rodeada de semejante cantidad de pretendientes. Y tanto se amargaba por este hecho que ella consideraba injusto, que poco a poco fue dejando de mostrarse en piiblico y se mantuvo amarga y solterona hasta sus tiltimos dias. Pasado un tiempo, mi patrona se volvié a casar con un hom- bre muy apuesto. Elle regalé un abanico que era una preciosura. Ella lo us6 al principio, pero luego lo guardé por temora perderlo, De todas maneras, con su gracia natural le bastaba” —Para mf que el abanico ese traido de Oxiente tenia algtin poder sobrenatural —dice Ramona. —Y... quién sabe... —contesta Luisa, y sorbe un mate.

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