COMO SE RECUERDAN
LAS VIDAS PASADAS
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JINARA AVADASA
EDICIONES OBELISCOJINARAJADASA
COMO SE RECUERDAN
LAS VIDAS PASADAS
A
EDICIGNES OBELISCO|, Cémo se recuerdan las
vidas pasadas
Entre Jas numerosas doctrinas que han aliviado la car-
ga de los hombres, no cabe la menor duda de que fa de
Ja reencamacién es la mas cficaz. Eso no solo se expli-
ca por el hecho de que uno nazca rodeado por el lujo y
otro en medio de la pobreza, porque el unc sea un genio
y 2] otro un deficiente, sino también porque nos aporta
la certidumbre de que fos hombres se encuentran preci-
samenic con aquella que han sembrado en e! pasado;
asi pues, el pobre y el rico de hoy encontraran en la vida
fulura aquello que desean, con tal de que empiecen a ac-
tuar en ese mismo sentido a partir de ahora mismo; y de
ese modo, hasta el deficiente, al actuar en una vida tas
otra, $¢ formard una mente que, en un futuro lejano,
sera similar a la de un genio.
Cuande se oye hablar por primera vez de la reencar-
acion, se supene, casi de modo natural, que se trata de
una doctrina procedente de la India, ya que, como suele
saberse, esta doctrina constituye ¢1 fundamento tanto del
hinduismo como del budisme.
No obsiante, la doctrina de la reencarnacién ha sido
aceplada por numerosas creencias, ¥ no hay que buscar
7sus origenes exclusivamente en las fuentes indias, Se
oye hablar de Ja reencarnacién entre los aborigenes de la
lejana Australia, y se cuenta de un indigena australiano
que, al ser Ilevada al patibulo, se mostrs muy contento,
¥ que en respuesla a su actitud desenfadada, dijo: «Cag
ef hombre negra y nace ef hombre bianco, que dispane
de un monton de dinero para pastary.
Esta doctrina ya era ensefiada por los druidas de la
antigua Galia, y Julio César narra cOmo se impartia la
doctrina de la reencarnacion a los javenes galos, y como
consecuencia de la cual éstos no tenian miedo alguno de
enfrentarse a la muerte.
Les filésofos griegos también conocieron esta docri-
na. Pitagoras, por ejemplo, afirno ante sus discipulos
que en su vida pasada habia sido un guerrero en él ase-
dig de Troya, y que después se encamé en el fildsofo
Armetime de Glazomene.
La doctrina tampoce fue ignorada por el cristianis-
mo, si es que aceplamos las afirmaciones exactlas de Je-
sis cuando se le pregunte si Juan el Bautista era el pro-
fela Elias renacide: «Si queréis, poddéis creer que este es
Elias que ha regresadon, a lo que se afiaden las siguien-
tes palabras sipnificativas: «Quden tenga oidos para oir,
que Giga»,
En ia tradicién hebraica posterior vuelve a aparecer
la misma idea y el Talmud cita diversos casos de reen-
camacion.
La doctrina de Ja recncamacién ejerce una gran fas-
cinacion para muchas personas, y Schopenhauer no exa-
gera mucho cuando dice: «fe comprobudo gue esta
docirina parece evidente a todos aquellos que han oido
hablar de ella por primera vem».Algunos creen en ella repentinamente, y la reciben
come un rayo de luz procedente de las tinieblas, y en-
tonces comprenden con claridad el problema de la vida,
al acepiar que la reencamacion es la solucién.
Para otros, en cambiv, la creencia se forma gradual-
mente, a medida que las dudas se van transformandg en
claridad y que las preguntas encuentran una respuesta.
Existe, sin embargo, una abjecién que se puede con-
traponer légicamente a la creencia en la reencamacion
entendida correctamente, tal como ensefia ta teasofia.
La vbjecién consiste en plantear la siguiente pregunta:
«Si es come dice, si he vivide en ia tiernt en otros cuer-
Pos, Zpor qué no recuerdo ef pasado?»,
$i la reencarnacion es un hecho natural, deben exis-
tit, ciertamente, otras muchos factores concomilantes
que indiquen su existencia.
Ningim hecho naturai permanece aislado y, por con-
siguiente, deberia ser posible descubrir el hecho pot vias
diversas,
Lo mismo puede decirse de la reenearnacién; en efec-
to, hay moultitud de hechos de orden psicolégico que de-
Thusstran al investipador que la reencarnacién debe ser
an heche de Ja naturaleza, y no una simple teoria.
Al contestar a la pregunta de por qué no recordamos
nuesiras vidas pasadas, lo primero que tenemos que di-
lucidar es qué entendemos exactamente por «memoria.
Una vez que tengames las ideas claras sobre el meca-
tusme de la memoria, no tardaremos en comprender por
qué recordamos o no recordames nuestras vidas pasa-
das,En resumen, podemos decir que aquello que entende-
Mos por memoria no ¢s una recopilacién de los aconte-
cimientos que se han experimentado. Al recordar aquei
incidente que me ocurrié ayer, cuando me corté un dedo,
hay dos elementos que aparecen en mi memoria: en pri-
mer lugar, la serie de acontecimientos que produjeron el
dolor, como el manejo erréneo del cuchillo, el corte, la
aparicion de la sangre, la reaccién sensible dei cerebro,
2] gesto de la mano, etc. Fn segundo lugar, la sensacién
causada por ¢] dolor.
A medida que transcurren los dias, las causas del do-
lor retroceden hacia la periferia de la conciencia, micn-
tras que los efectos, es decir, el dolor mismo, permane-
cen en el centro. A continuacién, el recuerdo mismo del
dolor retrocede hacia el fondo, por lo que ya no guarda-
mes un recuerdo directo del acontecimiento, sino un Te-
cuerdy indirecto, como una especie de tendencia, que se
expresa en el mayor cuidado que llevamos al manejar
instrumentos corlantes.
Este proceso se desarrolla continuamente: la causa se
olvida poco a poco por cuanto se la puede evocar en la
mente subconsciente, bajo la influencia de Ja hipnosis,
Mientras que el efecto permanece, cransformandose en
una tendencia adquirida.
En este proceso encontramos la ayuda de nuestro ce-
tebro. Podemos considerar el cerebro como una registra-
dora de los recuerdos, pero su funcion mas eficaz con-
siste precisamente en eliminar los registros mnemdnicos
que ya han sucedide; asi pues, el cerebro tiene una do-
ble funcion, la de registrar y la de olvidar,
Nuestra vida seria imposible si no tuviéramos la ca-
pacidad para olvidar. Si cada vez que tratamos de mover
10una extremidad tuviérames que recordar todos los es-
fuerzos que hicimos de nifics para realizar ese mismo
movimiento, junto con la excitacion y las dudas, y tam-
bién con el sufrimiento que cso implicé cn aquellos mo-
Tnentos, nuestra conciencia se encontraria tan sobrecar-
gada de recuerdos, que el necesario movimiento de esa
extremidad se verfa considerablemente retrasado e in-
cluso impedido.
Lo misme podriamos decir con respecte a cualquier
otra funcién que ahora realizamos de forma automiatica,
pero que en su momento fue algo que adquirimos cons-
cientemente,
Elio se debe, precisamente, al hecho de que olvida-
mos el proceso de Ja adquisicién, a pesar de lo cual uti-
lizamos la facullad que hemos adquirido.
Ese proceso se produce continuamente en la concien-
cia de todos y cada uno de nosotros.
Se produce, én otros términos, un proces de trans-
Mmutacién, cemo cuando se cambian las monedas de co-
bre por las de plata, del mismo valor pero de menor
peso; éslas se pueden cambiar a su vez per billetes de
bance que representan precigamente su valor, o bien por
un trozo de papel en forma de pagaré, cuyo valor incrin-
seco cs nulo. En tal caso, basta firmar el pagaré para
que se ponga en funcionamiente todo el mecanismo del
cambio.
Pues bien, con nuestros recuerdos de {as sensaciones,
{os sentimientos y los pensamientos se produce un pro-
ceso similar. Estos se guardan en categorias y se trans-
forman en placeres y desagrados (en inclinaciones y
aversiones), y Finalmente en talentos o facullades.
Ahora sabemos que cuando manifestamos un placer
i(inclinacién) o un desagrado (aversidn), para cada una
de esas cosas con las que expresamos cualquier actitud
especial, no hacemos otra cosa que recordar nuestro pa-
sado, @ pesar de que no recordamos las detalles de la ex-
pericncia que generd, en un principio, la emucion o la
facultad.
Micniras escribo estas palabras sobre la pagina, debo
recordar algunos otros tiempos en las que me encontré
por primera vez con cada una de las palabras en los
Jibros de Jectura, y descubri su significado en algiin dic-
cionario, cuando aprendi las ieccioney escolasticas, Aho-
Ta, ch cambio, utilize esos recuerdos transfermados.
En efecto, recordamos continuamente, y si no fuera
por esos recuerdos acumulados en alguna parle de mi
eonciencia {ya sea en las células cerebrales o en cual-
quier otro Jugar, esc no viene ahora al caso), ni siquiera
estaria en disposicién de conocer la palabra apropiada
para expresar mi pensamiento o incluso para escnbirla
de mode que el tipdgrafo pudiera reconocer las letras
para componer la misma palabra. Por otro lado, se ha
observado el hecho de que elvidamos efectivamente las
causas uma 4 Lina; seria una verdadera locura si, cuando
escnibo una palabra, tuviera que recordar cuando la vi
por pimera vez. El cerebro es un instrumento de regis-
tro de tal calibre que no obedece a la conciencia cuando
deseamos remontarnos al ongen de los acontecimientos,
excepto en algunos casos particulares.
El deseo de recordar no va necesariamente seguido
por recuerdos relativos, y eso es un hecho que debemos
aceptar tal cual es. Bergson ha demostrado bastante
apropiadamente que «pensamos inicamente con una pe-
quefia pare del pasado, mientras que deseamos, quere-
2mos y actuamos con todo nuestro pasado y con el im-
pulse original de nuestra alma».
Esta clato, que seria inutil tatar de recordar nuestras
vidas pasadas con el simple ejercicia de la mente; a pe-
sar de que el pensamiento puede recordar cualquier cosa
del pasado, eso no es mds que una fraccién del todo.
Por otro lado, basta sentir y a¢tuar para descubrir que
nuestros sentimientos o acciones no son mds que el re-
sultado del pasado que convergen en nuestra individuali-
dad actual.
Por esla razon, si queremos localizar los recuerdos de
Tuestras vidas pasadas y ‘levarios a nuestra couciencia
actual, en estado normal, debemos observar céma senti-
Ings y como actuames, ya que bien poco podremos re-
cordar simplemente con ej esfuerzo mental.
Asi pues, cada uno de nuestros sentimientos o accio-
nes pueden ayudarnos a encontrar la pista de sus compo
nentes que forman las expresioues exteriores y las reac-
ciones interiores. Eso mismo puede decirse de cada uno
de nosotros y por ello podemes reconstruir lambien el
pasado de los otros cbservando cémo sienten y acruan,
siempre y cuando lo hagamos de forma comin.
Pero 5i &) otro manifiesta un modo de sentir o de pen-
gar uo comin, ese modo se hace incomprensible para
nosotros ¥ por ello necesilamnos de las explicaciones,
para comprenderlo. Los sentimientos y pensamientos co-
Tunes se pueden explicar con facilidad cuando son el
Tesyliady de cxpericncias comunes, mientras que los sen-
timientos y acciones no comunes exigen de las explica-
siones, ya que Henen causas completamente insdlitas
para nosotros.
13Si el autor de estas lineas, siendo de origen indio, pro-
Tunciara wna conferencia en inglés, hallandose en la In-
dia, donde son muchos Jos que hablan inglés, el publico
asistente podria eslar seguro de que habia asistido a una
escuela y a la universidad, sin necesidad de averiguar
posteriormente cudndo 9 donde ocurris esa.
Si, en cambio, esta persona hablara espafiol, los asis-
tentes a la conferencia tendrian curicsidad por saber
cémo y cuando adquird la capacidad para hablar en es-
paiiol,
Por otro lado, si entre el piblico asistente a la confe-
rencia hubiera un espafiol, comprenderia, a partir del
modo de hablar y del tono, que el conferenciante habria
tenido que vivir en Espaiia, o haber pasado algun tiem-
po entre espafioles,
Asi pues, podemos concluir diciendo que cada vez
que se produce Ja manifestaciGn de sentimientos o de
acciones, asi como de ciertas expresiones del pensa-
miento, que revelen la cualidad de una especializacion,
debeunos Jlegar a ta conclusion de que tal facultad se ha
adquirido gradualmente por medio de la experiencia, y
que es el resultado de experimentes o intentos realiza-
dos en una direccién en particuiar.
Ahora bien, cada uno de nosotros posee muchas cua-
lidades comunes y algunas cualidades especiaiizadas.
Las primeras, naturalmente, se deben a las experiencias
que sen comunes a todos,
Examinemos, por ejemplo, algunas de las facultades
especializadas y tratemos de ver si podemos atnbuirlas
a una hipotesis distinta a la de la reencamacién.
14Aquelle que caracteriza principalmente a los setes
humanos son las cosas que les agradan (inclinacicnes) o
desagradan (aversiones). A veces, estas pueden ser razo-
nables, es decir, propiag de un tipo de individuo, que las
posee normalmente en e! grado de evolucion en que 3¢
encuentra. Consideramos como normales las cosas que
nos agradan y desagradan cuando podemos experimen-
tarlas como lales dentro de Jas mismas condiciones.
Examinemos, por ejemplo, un caso excepcional, como
1 que suele definirse como «enamorarse a primera vis-
la», Dos personas sé encuentcan en circunstancias apa-
rentemente fortuitas, a veces procedentes de dos partes
extremas del munde. Ninguma de las dos conoce ta exis-
lencia de Ja otra; entonces se manifiesla el extrafio fend-
meno por medio del cual se reconocen reciprocamente.
La vida seria verdaderamente feliz si pudi¢ramos
sentir un afecto profundo por todas aqueilas personas
con las que nog encontramos; sabemos, sin embargo,
que eso no es pasible si no existe previamente ese mis-
mo sentimiento en nuestra naturaleza. Entonces, ;por
qué pertenece a nuestra natumleza el «enamoramos» de
una persona detenninada?
{Pot qué estames dispuestos a sacrificarla todo por
esa persona a la que hemos encontrado pocas veces, al
menos en la vida actual?
i Cémo se produce esa situacién en la que parecemos
conocer e] funcionamiento intima de su corazén y de su
cercbro, a pesar de los pocos indicios que revelan Tues-
tras primeras telaciones convencionales?
El hecho de «enamorarse» constituye, en efecto, un
fenémeno psicolégico misterioso, pero el proceso po-
15dria describirse mucho mejor como un impulsa de
amor, debido al cuai el individuo casi se ve obligado a
obedecerlo, sin poderse resistir.
Existen por lo menos dos oxplicaciones légicas posi-
bles: una seria aquella segin Ja cual se trataria de fiber-
tinaje, es decit, de una forma de histena y de demencia
incipiente, debida tal vez a complejos psiquicos; la otra,
en cambio, indicaria que este profundo sentimiento de
un individuo por el otro no represenlaria mds que un
huevo encuenn, el ultimo de otros muchos, ya que pre-
cisamente esos otros muchos se habrian producido en
las vidas pasadas.
Dénde y cuando tuvieron lugar esos encuentros, es
algo que tiene muy poca importancia para los amantes.
Rudyard Kipling, en su libro La historia mas Rermo-
sa del mundo, dice que tos dioses nos hicicron beber en
el rio def ofvido, antes de dejarmos regresar a la Tierra,
Pprecisamente para procurarnos la divina sensacion de
enamoramos de Ja persona amada.
E] punto principai que debemos observar en este egla-
do emocional, el de estar enamorado, es que Ja amislad
no surge, por asi decirlo, sinu que es continua, porque en
el comportamiento psicolégice de los dos amantes se ex-
presa ei recuerdo que ha permanecido de las existencias
pasadas, en las que se encontraron, amaron y se sacrifi-
caron el uno por el otro.
Un ejemplo no muy distinto del apego comin, que
fiene su expresién mas intensa en el enamorarse, es el
de la aversién reciproca comun, algo que no resulta tan
rare encontrar en la experiencia de los seres humanos.
Hay algunas aversiones normales que pueden ser expli-
16cadas con facilidad, pero tomemos, por ejemplo, a dos
individuos que se encuentran por primera vez, que nun-
ca se han conocido, ni tan siquiers de vista, pero que, al
encontrarse, expenimentan un fenémenc de aversion re-
ciproca, no debida a ninguna clase de gesto exterior,
sino al sentimiento interior y a la intuicién.
Lo més extraiio de todos los casos de aversion es que
no se trala de ningun sentimiento personal, ¢s decir, que
ne sé experimenta una violenta sensacion de «no te
amo», sino que se traia mds bien de un estado de con-
ciencia mental impersonal, en ¢l que no se manifiesta
casi ningun sentimiente y que podria expresarse con las
palabras: «Es mejor no tener nada que ver con esta per-
sonan.
En ocasiones, queremos seguir de inmediato esta in-
tuicién, pero en seguida Ja consideramos como una des-
cortesia, y luego tratamos de comprender con ia mente a
esla nueva persona a la que hemos conocido, Ofras ve-
ces, sucede que la persona comienza a gustarnos, y has-
ta empezamos a amarla. En tal caso hemos olvidado
huesita primera impresion, o bien Ja hemos rechazado
por considerarla come un impulse irracional.
Hay que considerar, efectivamente, que muchas aver-
siones se deben puramente a impulsos irracionales, pero
que también hay casos en que los acontecimientos que
ocurren con postenoridad demuestran que en un princi-
pio no se Irataba tanto de un impulso, sino de uma infui-
clon Muy exacta,
Puede suceder que, a pesar de nouchos anos de rela-
ciones amistosas, nuestro amigo nos propine un golpe
morial por la espalda, de una forma imprevista y sin
ninguna razén; enlonces, suntidos en el dolor de la hu-
17millacién padecida, recordames aquella primera impre-
sién que tuvimos de esa persona, y habriamos querido
hacerle caso.
¢De donde surge, pues, esa primera impresion?
La reencarnacion ofrece una solucién; eso podemas
explicaclo con el hecho de que, en las vidas pasadas, la
misma persona, nos ha producido un gran disgusta, y el
tecuerdo de ese hecho relampaguea en la mente como
una intuicién en cuanto se produce el primer contacto
con esa misma persona.
Mas caracteristicos sen aquellos casos en los que se
producen al mismo tiempo apego y aversién, amor y re-
sentimiento. Recuerte a una sefiora que describié muy
bien su actitud en los enfrentamienta con el amiga al
que se sentia profundamente apegada: «Le amo, pero
al mismo tiempo lo desprecion.
Cuantas mujeres actuales repiten laa mismas palabras
con respecto a sus maridos, y cuantos maridos dicen lo
mismo de sus mujeres.
{Por qué surge esta confusién incomprensible de sen-
timientos contradictorios?
La pista que nos permite dilucidar esta confusion fue
expresada eficazmente por W. E. Henley en su poema.
En él narra cémo el protagonista ve a una hermosa jo-
ven en los templos de Babilonia, y la toma y la abando-
na sucesivamente. A pesar de todo, ella seguia aman-
dole, aunque, después del rratamiento de que era objeto,
tan desgarrador para el corazén, terminé por suicidarse.
Es natural, pues, que Ja joven muriera con un senti-
miento de amor y de resentimiento hacia la misma per-
soa ¥, Como quiera que aquello que sembramos es lo
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