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MADINAT-BASTA
Dramatización Histórica
Importante
La presente obra es una dramatización histórica que, aunque respeta los
hechos acontecidos durante la Toma de Baza de 1489 y los meses siguientes,
con el fin de la divulgación mediante el texto dramático, se han hecho
concesiones. Por tanto, se han tomado prestadas algunas personalidades
relevantes, se han creado otras nuevas, y finalmente, se han simplificado y
exagerado algunos sucesos para la construcción del texto.
Es relevante señalar que, tanto los hechos como las personalidades funcionan
aquí como meras inspiraciones que atienden a la construcción del texto, sin
dejar de respetar los sucesos. Ya que, pese a todo, la intención última es
trasmitir los valores que han trascendido a la historia y que, en última
instancia, inspiran la obra.
Esto quiere decir que, como una licencia divulgativa y dramática, no se
exponen con rigurosa exactitud las palabras textuales de los protagonistas
que fueron personalidades reales, con la excepción de Abd al Karim al-Qaysi
al-Basti, quien cierra el texto dramático con su romance sobre la conquista
de Baza.
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PERSONAJES Y ESCENOGRAFÍA
ACTO PRIMERO
Personajes
Yahya al-Nayyar
Caudillo Hasan
Muza Tererí
Gonzalo de Quirós
Hernando del Pulgar
Abd Karim al-Qaysi al-Basti
Radwa Abdilar
Hubec Abdilar
Raduam Zafargial
Bastetano 1
Bastetano 2
Capitán cristiano
Soldado cristiano 1
Soldado cristiano 2
Soldado cristiano 3
Pueblo de Baza (de dos a tres figurantes)
Escenografía
Plaza principal de la Medina, en que se observa la Alcazaba de fondo. Hay
bancos de piedra y trancos en los que están sentados los bastetanos.
ACTO SEGUNDO
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Personajes
Radwa Abdilar
Hubec Abdilar
Raduam Zafargial
Capitán cristiano
Soldado cristiano 1
Soldado cristiano 2
Escenografía
Calles de los arrabales exteriores, con claros síntomas de abandono. Un
tranco o banco de piedra, en la mitad derecha del escenario.
—
ACTO TERCERO
Personajes
Abd Karim al-Qaysi al-Basti
Capitán cristiano
Escenografía
Escribanía de al-Qaysi, derruida y quemada. En la parte derecha del
escenario, la biblioteca, repleta de documentos destrozados, salpicando el
suelo.
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ACTO PRIMERO
LA TOMA
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cabeza. Junto a ellos, el vasallo del anciano, Raduam Zafargial,
que calma al anciano.
Yahya al-Nayyar — (Complaciente) Como puede ver, señor mío, las gentes
de esta plaza nuestra, son apacibles y honrosas. Tome nota, tome
nota, de que la entrega es pacífica.
Muza Tererí — (Adulador) ¿Acaso ha penetrado su merced en otro lugar
de una forma más sosegada y segura?
Gonzalo de Quirós — (Chulo, seguro) No esperaba menos, señores míos.
Después de seis meses de asedio, es normal que el hambre, el
miedo y el cansancio tranquilicen al más bravo de los gandules...
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Tererí — Bastetano amigo... (Se acerca a él con actitud melosa y zalamera).
Hermano. La plaza, nuestra Madinat Basta, lugar donde nacimos
y tierra a la que debemos lealtad, nuestra vida... Es y será nuestra.
(El embajador se aclara la voz, recalcando que hay matices; a lo
que reacciona Tererí con un gesto de apuro muy sutil: vacila un
poco, se remoja los labios y prosigue su discurso). Será nuestra,
como hemos hablado con nuestros nuevos... señores... siempre y
cuando abandonemos la Alcazaba y la Medina...
Hasan — (Tranquilo, dolido) Hijo mío, más que a nadie le duele la entrega
de esta tierra que a mi linaje... ¡a mi sangre, vosotros mis hermanos
y hermanas, padres, madres e hijos! Es lo mismo que vengan de
Almería, de Guadix o las Alpujarras. Igual, si vienen de nuestra
querida África, como lo hicieron los hermanos afines a la causa...
Ha sido un tiempo áspero, lo sé. Pero esto que hacemos, el entregar
las armas... aunque no es por lo que hemos luchado con fiereza, es
lo que os mantendrá con vida, seguros y privilegiados.
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(Emocionado, sobrepasado) ¡Oh hermano! ¡Os darán amán! Con
sangre y lágrimas hemos pagado por ello. ¡No vengas ahora a
cuestionar mis decisiones! Porque antes que tú, yo he pensado por
ti, y tu familia. ¡Por todos nosotros!
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antes, siempre y cuando les debamos servidumbre. (Yahya le mira
y le coge de los brazos, con intensidad). ¡Escucha! Granada está a
punto de caer, pero nuestra guerra ya ha acabado. ¡Somos libres!
Al-Qaysi — (Pensativo): Se lo diré al pueblo. Han de tomar la decisión de
vivir como vasallos, o emigrar a África.
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ACTO SEGUNDO
LA EXPULSIÓN DE LOS ARRABALES
Por el lado derecho del escenario, surge una pequeña comitiva, avanzando
con tranquilidad. Radwa, ayuda a su padre, Hubec, un señor
entrado en años de barba cana. Éste, muestra evidentes problemas
de salud: anda con dificultad y gracias a la ayuda de un simple
palo, que le sirve de bastón. Podemos ver que una de sus piernas –
vendada-, está gravemente herida. Junto a ellos, avanza un
cristiano convertido, Raduam, sólo notable por la pálida tez que
contrasta con la tostada piel de sus compañeros.
Raduam Zafargial — (Apurado) Bendito sea Dios, que por fortuna hemos
podido encontrar quien lleve nuestras pertenencias. No imagino
tener que salir precipitadamente de Baza con todo a nuestras
espaldas... (Atendiendo al viejo, acercándose para ayudar) Más
como está su padre.
Radwa Abdilar — (Sosegada, solemne) Quién iba a decirlo, hermano mío,
que aquellos a quienes antes jurabas lealtad con la espada en alto,
(mientras señala las casas derruidas del burgo exterior) nos hayan
expulsado de aquellos oscuros y húmedos rincones en los que nos
obligaron a vivir, fruto de las justas capitulaciones... Sin más
explicación, ni argumento, que meras habladurías de rebelión...
Raduam ayuda al viejo, pero al mismo tiempo baja el gesto, avergonzado de
su pasado.
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Radwa — (Cansada) Es una suerte, como dices, que quedara algún
mercader con recuas sanas… y más, ¡de confianza! Tras ocho
meses, en esta mancillada plaza.
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Hubec — Ya sé hija, pero fue simple suerte. Y del tipo de suerte que es
escasa para nosotros, los que volvemos como apestados,
malqueridos. Echados por quienes se han hecho con el poder.
Raduam — No diga eso mi señor. De seguro que pasaremos inadvertidos
entre el revuelo incesante de los nuestros, con la toma de Granada
en ciernes...
Radwa — Pero recuerda, Raduam... ¿acaso tus antiguos hermanos, los
cristianos, han mostrado ser de fiar? (Enfurruñada, molesta,
encendida de rabia y frustración) ¡Con las mismas encarcelaron a
nuestro querido Al-Qaysi al-Basti! ¿No le darían amán y papeles
de buena calidad a una personalidad tan relevante? (Más
tranquila) Y en Úbeda lo tienen, trabajando para pagar su libertad,
mientras su querida ciudad se desmorona; con cristianos
practicando el tiro con las piedras de la alcazaba a los pocos que
quedamos...
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Capitán — Ya lo veo, moro. (Los observa por encima. Detrás, los otros dos
soldados) ¿Se dirigen a los nuevos barrios? ¿O bien desprecian la
gentileza de nuestros Reyes Católicos y se vuelven a África?
Hubec — No queremos problemas, mi señor capitán. Sólo queremos volver
a nuestro antiguo hogar. (A Radwa) Radwa, hija, enséñale los
papeles para el peaje.
Soldado 1 — (Al Capitán, en voz baja) Mira, ¿esa mora no estaba en la corte
en concepto de... de...? ¿Cómo era?
Soldado 2 — (Interrumpe, igual, con poco volumen) De garantía. Estaba
junto a los otros catorce jóvenes, los hijos de caudillos
importantes. Ese viejo tiene que ser uno de esos moros con
caudales...
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Los soldados desenfundan sus espadas y Raduam da un paso al frente para
resguardar a Hubec y a Radwa, pero el Capitán los reprende.
Radwa — Sí, somos nosotros los que venimos a provocar, con nuestra
insolencia en el destierro. Con nuestra huida tras las promesas
rotas. Nosotros, a los que no nos queda nada más que perder, salvo
la vida. Aquellos que casi morimos de hambre durante meses,
aterrados por lo que, por la gracia de vuestro misericorde Dios,
hicisteis en Málaga. Nosotros queremos más suplicio, que no nos
es suficiente cuando nos echasteis de nuestras tierras y tuvimos
que venir a la Madinat Basta en busca de refugio y esperanzas.
¿Llamas provocar al no dejarte matar o esclavizar? Entonces sí,
somos los provocadores. Y vosotros, salvadores, ingenuos
maltratados por los gandules de África, los que tras la toma, por la
que nos expulsasteis de nuestra Alcazaba y la Medina, nuestras
casas, a los arrabales exteriores… ahora con vuestra candidez y
gracia divina, nos echáis a pedradas a los que quedan, por el tímido
rumor de que algunos apoyan al Rey Chico.
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El capitán aparta a sus soldados a un lado.
Dan un par de pasos. Cuando pasan por delante del Capitán y sus soldados,
el Soldado 2 señala a Raduam.
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El capitán se interpone: le coge del brazo y le hace parar, mientras los otros
tres siguen hacia la izquierda.
Capitán — Ya basta, déjalos ir. Tenemos que seguir patrullando los barrios
exteriores.
Soldado 2 — Sí, capitán.
Raduam se despega del viejo y Radwa, para retroceder hacia los cristianos.
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nosotros dentro, por orden del caudillo Tube Corazagan. ¡Seguro
que celebraron desde Baza nuestra desdicha, a la vista de la
humareda!
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Hubec — Mi hija y yo vinimos aquí por obligación. Porque nuestra tierra
fue diezmada y nuestras huertas quemadas. Nuestros árboles
frutales, ahora forman parte, hechos astillas, de vuestras albarradas
y casuchas en el campamento tras estos terraplenes. Y aunque nos
sumió en la tristeza ver tal desolación, partimos hacia aquí para
aconsejar a nuestros caudillos, (señala a Raduam) para mostrarles
cómo podemos ser hermanos. Que se puede establecer un diálogo
entre nosotros, los musulmanes y los cristianos porque, ¿qué
queremos? ¿Seguir rezando? ¡Recemos! Cada uno por su lado:
porque sólo queremos la paz para nuestros respectivos pueblos.
¿Queremos seguir labrando? ¿Tratando telas o viandas? Podemos
hacerlo juntos...
Capitán — Todo eso suena muy bien, viejo. Y como ha dicho, ha visto
mucho. Pero jamás verá cristianos y moros juntos. Jamás los Reyes
Católicos podrán sentarse a la misma altura que vuestros caudillos.
Porque, ustedes señores de la media luna, se matan entre
hermanos, como me ha reconocido. ¿Acaso El Rey Chico y el
Zagal no son familia? ¿Acaso Yahya Al-Nayyar no fue desterrado
por su cuñado, el propio Zagal? Yo sólo veo traiciones entre
familias, ¿cómo vamos a confiar en los moros, si no confiáis entre
vosotros?
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gente del pueblo? ¿Cuándo vais a entender que tanto mi pueblo
como el vuestro pasó hambre porque aquellos que nacieron con
privilegios, no quisieron perder un trozo de tierra? Os es difícil de
entender, hombres esforzados de las armas, que es una guerra de
orgullos a expensas de la sangre más noble y más honesta: la del
pueblo.
Los cristianos enmudecen, a la par que Radwa coge la mano de su padre, que
echa a andar junto a ella. Raduam también les acompaña.
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ACTO TERCERO
ÚLTIMO ADIÓS A BAZA
Capitán — (Con apuro) Espero que pueda encontrar algo que salvar.
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El capitán se detiene, casi en la puerta y antes de salir.
Al-Qaysi — Qué habremos hecho... Qué habremos hecho para sufrir este
asedio... este acoso.
Se acerca a la biblioteca.
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Al-Qaysi — (Emocionado) Mi Baza, mi vida… (al público) mi corazón está
desolado; y de esta plaza nos han echado, con hambre, miedo y
desconcierto.
Cierra los ojos, con profundo dolor, para comenzar a recitar el romance de
la Toma de Baza.
Fin.
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