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CAPITULO VII EI gobierno personal Como ni el Plan de Tuxtepee ni el de La Noria ha- bian proclamado principios undamentales:ni reforma- dores, al triunfo del primero en ‘76 no subsistio la re- yolueion como entidad y lo tinico que quedé fueron los reyolucionarios; Jos revolucionarios que (fuera de los més alios) no entendian la mutacién politica sino como una ocasién hecha por ellos para obtener los puestos pablicos de que habian arrojado a otros. La revolucion no tenia alma; el precepto de no reeleccién no era un prineipio fumdamental persistente para regir un pro- grama; una ver inerustado en la Constitucién, 1a pro- mesa revolucionaria quedaba cumplida y la revolucién muerta. Ty que quedaba en pie era el general Diaz con el pro- posito de gobernar, de mantenerse en el poder, sin du- da, a semejanza de Santa Anna, de Juarez, de Lerdo, en Ja historia nacional ; a semejanza de todos los que en 1a historia del mundo, han podido colocarse en con- diciones de intentar la perpetuidad en el poder. Pero ambién con el propésito de organizar, de construi de excitar las fuerzas de la nacién y ponerlas en acti- yidad productora, como si obedeciera a una necesidad de su temperamento a la que debia subordinar todos sus compromisos, sus deseos y sus pasiones. En el pri- [122] mer perfodo, la revelucién, representada por el interés e de los revolucionarios, habia sido un estorbo nars desarrollo de las tendencias de Diaz; tuvo la obligaci de complacer a sus amigos y la necesidad de respetar- los; casi debi6 reconocerles el derecho de conquista de los puestos piblicos y aun el de intervenir en las de- terminaciones del jefe de 1a nacién. Para Iuchar contra este obsticulo, su primer periodo fué principalmente de labor politica. Tan exento de pasiones malévolas que lo perturbaran, como de sentimientos afectuosos que lo sedujeran, ni guardé rencores contra los enemigos que combatid, ni apego intenso a los que le ayudaran en sus luchas; la parte sentimental, que no puede menos que haber teni- do, era mucho mas débil que su yoluntad de ir a sus fines ¥ de cumplirlos en todo. Los hombres de Ja revo- Iucién no eran los mas aptos para el gobierno; de ellos se habfan perdido varios de los més buenos con la sepa: raci6n de don Justo Benitez. Ademas, para hacer un go- bierno nacional, era preciso no gobernar con una frae- cién que Megaria al egoismo, sino con todos los hom bres titiles que pudieran haberse. Para este propésito no habia sido indtil el periodo del general Gonziilez, que, aunque form6 su adminis. tracién con elementos revolucionarios en su mayor par- te, no habia hecho de la fidelidad a la revolucién una regla estrecha y mezquina, y con su amplio carécter habia quitado obsticulos al ensanche del circulo del go- bierno. Con el primer perfodo del general Diaz, habia concluido el euatrienio de Lerdo de Tejada, durante el cnal los partidarios del presidente derrocado se crefan obligados a suponerlo el presidente legitimo. Al comen- zav en ‘4 el nuevo gobierno, era justo que aquellos se [123] sintieran desligados de todo compromiso politico, cua do ni el mismo presidente desterrado podia exigir sino los sentimientos de afecto personal. BI programa de reconciliacién con el partido Jer: dista no habria de ser una novedad para nadie en el uueyo perfodo presidencial, porque lo anunciaba ya et segundo matrimonio del general Diaz, que le d de familia con uno de los hombres mas prominentes de aquella fraccién politica. En el gabinete con que el Gobierno se inauguré, figuraron ya los antiguos ler- distas en lugares de 1a mayor importancia. D. Manuel Romero Rubio, amigo intimo de Lerdo, fué designado para la Secretaria de Gobernacién ; D, Manuel Dublin, abogado prominente, servidor del gobierno imperiai, para la de Hacienda. Llamar al primero, era declarar €l olvido de los rencores de Ja guerra civil y borrar 1 recuerdo de Jas pasiones personalistas; Hamar al segundo era declarar el olvido de los rencores de la intervencién extranjera, y fundir en la comunidad na- Cional a los que habfan sido apartados de ella. Aunque Juérez, como politico de talla, habia dicta- do la amnistia general pocos meses después del triun- io de la Repiblica, y 1a habia cumplido con lealtad y sin reservas, no parecia haber perdonado nunca, co- ‘mo hombre, el pecado, que consideré siempre como trai- cién a Ia patria, de combatir contra el gobierno re- publicano 9 servir de cualquier modo al gobierno @el efimero Imperio. Lerdo no habia sido menos into- Jerante, y durante el gobierno de uno y otro, fresca todavia la memoria de las enconadas luchas y del pa- pel que cada hombre habia tenido en ellas, los exim- Tiga] yerialistas eran llamados “traidores” y habian estado excluidos de los cargos pablicos de alguna importan- cia. La exclusion que el gobierno hacia, obraba por reaccion sobre la sociedad, que a su vez parecia exi- girl, y en el pablico se conservaban la designacién ofensiva y el sentimiento de acusacion, que dejaban la amnistia reducida a puros efectos legales, pero sin urascender a los sentimientos comunes. Dublin, abogado notable de Oaxaca, habia servido en cargo importante al gobierno impuesto por las armas francesas. El general Diaz, al tomar la capital del Estado en 1867, hizo fusilar al Prefecto imperial, y si hubiera encontrado a Dublin, lo habria hecho fusilar también. Era éste pariente de Juarez; antes de la in- tervencién francesa y después del triunfo, estuvo lig: do con 61 por amistad estrecha; pero Jusres no le di6 nunca un cargo ptblico, no obstante que conocia las Uotes superiores de que estaba Meno. Juarex tenfa que ser intolerante; tenia que ser severo; quizA haya sido Jas dos cosas por cardeter y haya mantenido y osten- tado ambas cualidades por conveniencia politica; en Lerdo habia conviccin y pasién. Porfirio Diaz eva en 1884 “el hombre de la hora”, 10 tanto en el sentido de la, oportunidad, como en el de Jas cualidades requeridas para la obra de trabajo que reclamaba el interés nacional, hasta entonces absorbi- do por las evolucionés del pueblo en formacién y las iuchas de codicias. Ya hemos dicho que si los ojos dis trafdos 0 vulgares no ven en la Historia nacional co- rrida hasta entonces, sino un combate anarquico de ambiciones sin freno, el pueblo que surgié de 1a época [125] colonial en 1810, no habia perdido el tiempo, y que, bajo el espectaculo exterior de matanzas, traiciones, cuartelazos y tiranias, habia realizado transformacio- nes sucesivas en la conquista de su independencia, en la fijacién de su sistema de gobierno, en la depuracién de sus elementos politicos laicos, en la organizacion integral y definitiva de su autonomfa, en su unidad co- mo nacién y como pueblo. Mientras tanto, el desarrollo material de la riqueza habfa sido nulo; el esfuerzo in- dividual contrarrestado nor 1a politica, ahogado por las facciones ¥ los gobiernos, desaleutado por la des- truceién, que era una porfia de todos; el bienestar era desconocido y el progreso era palabra vacia, La etapa préxima en la evolueién nacional politica, de- bia ser la implantacién de la democracia por el cumpli- miento de las leyes constitueionales; es decir, la mas @iffeil para los pueblos, y que las viejas sociedades han recorrido en una serie de siglos, formando sus liberta- des como por lentos aluviones. Continuando en su marcha, México habria entrado en nuevas Iuchas, in evitables para hacer la nueva transformacion, dada la impaciencia de los que han conquistado los principios, y la ineptitud de Jos que no han ido aleanzando a la ver In educacién que para ponerlos en préetica Ke re- quiere. E1 desenvolvimiento politico exigia seguir ade- Jante; pero ya las evoluciones precedentes habian cos- tado bien caras; el precio habia sido la mitad del te- rritorio nacional; y si bien es cierto que las libertades piiblicas son el tinico fundamento estable de los pue blos, también lo es que los pueblos no sélo viven de li pertades, sino que necesitan para la vida el pan, ¥ an- [126] tes que tener Iuchas nuevas para el desenyoivimiento, necesitan el pan que da vigor para las Iuchas, México no podia simultineamente afrontar los embates del mo- vimiento progresivo en su politica y hacer su ya indis- pensable evolueién econémica; para que los pueblos pu- dieran trabajar, y criar con los productos del trabajo Jos elementos necesarios a su progreso, era forzoso que hicieran alto en el camino, que deseansaran en la paz, que hicieran acopio de fuerzas; después podrian se- guir adelante. Fué ésta la concepeién del general Diaz y bas6 sobre ella el programa de su gobierno, con las responsabilidades del hombre de conciencia fuerte? Sin excluir la parte que tomé en su conducta el afin de conservar el poder, que era en él una pasion irre- frenable ¢ ilimitada, su obra le da derecho a una res- puesta afirmativa; y si el programa se da por preme ditado y como producto de una concepeién elarividen- te del estado y Ins necesidades del pats, hay que reco- nocer mucho de superior ¥ de genial en ello; porque lo que es facil descubrit por el andlisis de los hechos pasa- dos, es arduo y obseuro cuando hay que extraerlo del presente, y sélo un gran caracter arriesga sobre ello 1a suerte del porvenir. antre las cualidades de Dia, quiz 1a primera ia realizacién de su obra fué la tolerancia, tal vez hija de cierta anestesia de los afectos, que 61 mismo decla raba en su frase conocida: “No tengo en politica ni amores ni odios”. Si no los tenia o si los sacrificaba, dl efecto era el mismo; toda su conducta estuvo exenta de pasiones personalistas; el sentimiento de partido no Ie estorbé nunca, porque quizé nunca lo tuvo; y si esto [27] signifiea que tampoco tuvo principios a euyo servicio esclavizara su yoluntad, no resultara en elogio del hom- bre la condicién que mejor sirvié al gobernante. Para hacer un gobierno nacional, debia acabar con las divi- siones internas; debian desaparecer las fraceiones, fun- Gidas todas en la adhesién comin a la persona del Pre~ sidente; romper los exclusivismos, abrir las puertas a todos, no temer las censuras de Jos unos ni causar des- esperanzas en nadie. Por eso en su gabinete figuraban hombres distinguidos del lerdismo, del gonzalismo des- prestigiado y del imperialismo leno de estigmas. Los hombres de la revolucién de Tuxtepec Jo acusa- ron de ingratitud para con ellos y Je Hamaron tréns- fnga; sus amigos de la Camara de Diputados exigian el aniquilamiento de Gonzdlez y promovieron contra éste el juicio politico; los liberales de la Reforma cen- suraron él olvido de Ja traicién a la patria; pero el general Diaz mantuyo su propésito, hizo entrar en la administracién a los principales lerdistas, conservé a los amigos.del ex-presidente Gonziilez, di6 a éste el go- bierno de un Estado importante, admiti6 no sdlo civi- les del Imperio, sino también generales que habian mi- Litado contra la Repiiblica; procuré contentar a los ex- chusivistas de Tuxtepec, y no rechaz6 siquiera a algu- nos hombres que personaimente Jo habian perséguido en otro tiempo. Las fracciones politicas, cobijadas por ei, se hicieron suyas, sin amalgamarse entre si; sus amigos celosos no quisieron perderlo ni perderse, pero no se unieron a sus adversarios; la banderfa, reducida ya, del gonzalismo, se sometia en la lealtad inquebran- table de su propio jefe. Al cabo de algiin tiempo, la (on estaba en Ja persona del general Diaz, de euya un [128] mano pendia la posicién de cada individuo, y en cuya voluntad estaban todas las voluntades. En este perfodo presidencial de 84-88 se constituyé el gobierno plenamente personal del general Diaz. Los de Juarez y Lerdo habian sido personales también, pues- to que fueron dictaduras, por las facultades extraordi- narias de que estuvieron investidos siempre; pero apar- te de que tenfan el embozo de la ley que como transi: toria otorgaba los poderes, rigieron en tiempos més 0 menos turbados en que se disculpaban con la necesidad Ge los trastornos presentes; en tanto que el gobierno personal de Diaz resaltaba en medio de la tranquilidad del pais, y a los ojos del pablico no podia justificarse por el temor de perturbaciones que se tratara de pre- caver. Ademés, bajo Juarez y Lerdo, los gobernadores conservaban cierta independencia que hasta hizo a al- gunos de ellos enemigos peligrosos del gobierno cen- tral, y esto le restaba autoridad, constituyendo despo- tismos locales que tomaban, por rebeldes al centro, la apariencia engaiiosa de libertad democrética. En la CAmara habia minorias independientes. Diaz quit6 a Jos gobernadores toda autoridad, asumiendo asi toda Ja responsabilidad ; determiné por si la sucesién de los zobiernos locales, ordené 1a eleceién de todos los re- presentantes, y sea porque no pudiera evitarlo o por- que creyera conveniente a su politica ostentar su po- der absoluto, se exhibié como el depositario tinico de la autoridad de la nacién. i ne tuvo, como sus dos antecesores, estorbos que limitaran su voluntad ni co- hibieran sus designios; por eso fué su gobierno el tipo clisico del gobierno personal. Cémo lo mantuvo y cémo lo empleé, son condiciones [129] que han de tomarse en cuenta para precisar mas la cla- sificacion y dictar la calificacién que corresponda. La perspicacia y mafia con que coordinaba el equilibrio en- tre las fuerzas politicas y hacia la estabilidad con la contraposicién de las opuestas, impidiendo a la vez el crecimiento de todas, lo mantuvo por medio de la ener- gia, siempre guiada por Ia prudencia; por medio del favor que estaba en disyuntiva con el amago; por un conjunto de cualidades de todo género, ya de hombre ptiblico, ya de hombre social, que no bastan para hacer nm genio, que no deslumbran, pero que hacen al politi- co superior y al gobernante de mano segura, en pueblos en que el mecanismo del gobierno tiene que confiarse, més que a las leyes y a las costumbres, a la actividad y al cuidado de un hombre. Empleé el poder de su go- bierno personal por todo el tiempo que dur6, en el des- arrollo de las fuerzas productoras del pais, en cons- truir la nacién materialmente, en formar primero y rmar después su crédito de pueblo honrado y culto, como si su obra reflejara en el exterior el caracter y las virtudes privadas del hombre que la dirigia. A esa tarea consagraba sin reposo todos los dias y todas las horas de que podia disponer una constitucién vigorosa que no conocié Ja fatiga hasta edad muy avanzada, y el trabajo rindié su producto en forma de realizar to- dos los propésitos que Jo alimentaron. . Por todo esto, aquel gobierno personal, que era die- tadura de hecho, pero euidadosa de las formas consti- {ucionales; que no destruy6, y que no se empleé para el mal, ni para la satisfaccion de pasiones, ni para la epresién insolente de los pueblos, ni para el escarnio Ge los enemigos, no entra en la clasificacién de las tira- ras, ni el general Diaz en la lista de los déspotas. Po- [130] ner en la misma Iinea al Presidente de México y al doctor Francia, a Rosas 0 a Guzman. Blanco, no s6lo seria injusticia, sino insensate. Sin embargo, el régimen personal tenia que producir sus propios y graves inconvenientes. El caricter nacio- nal y la vida politica no s6lo habfan parado su desen- volvimiento, sino que estaban perdiendo el terreno que antes ganaran;; 1a depresién del espiritu piblico se sen- tia en medio de la prosperidad material que comenza- ba, y que envolvia en sus halagos las aspiraciones de libertad democritica. Entre desalentada y seducida, Ya nacién iba renunciando al esfuerzo de participar en sus propios destinos, y se inclinaba a consagrarlo de preferencia o exclusivamente a la empresa y al trabajo que le ofrecian bienestar. Hl lema de “poca politica y mucha administracién”, atribuido al Presidente, en- contré facil acogida, primero en el mundo de los ne- gocios, después en el del trabajo, que se vefa mejor re- iribufdo, y al cabo en la mayor parte de la poblacién consciente, por el influjo de la repeticién que lo levé a la vulgaridad; es decir, a la inconciencia, que es la conquista absoluta de un principio. ‘Al aproximarse la fecha electoral en 1888, los cfreu- los politicos que derramaban en el pais sus sugestiones para la campafia, fundadas en el precepto de no reclee- cion, presintieron que el precepto estaba en peligro de perder su fuerza y comenzaron a vacilar; después ca~ laron, y al fin comprendieron que la reeleccién del ge- neral Diaz era inevitable. En la Camara de Diputados se presenté una iniciativa para reformar el artfculo constitucional relatiyo, autorizando la reeleccién del Presidente de la Reptiblica por un solo cuatrienio y prohibiéndola para el tercero; 1a discusion de la Ca- si mara dividié a los diputados, s6lo porque mientras unos eptaban el proyecto tal como se presentaba, otros que- rian que no se limitara a dos perfodos la libertad de cleccién, sino que se dejara indefinida. El precepto de la revolucién de Tuxtepee no tuvo defensores, y qued6 abrogado. La nacién se dolié probablemente del he- cho que la exponia otra vex a las largas dictaduras; pero en su mayor parte deseaba conservar al hombre que la habfa puesto en el camino de Ja tranquilidad. E] cambio de presidentes no habia acreditado sus ven- tajas en el cuatrienio anterior, y una leccién experi- mental tiene sobre los pueblos una fuerza decisiva. En cuanto a los fieles de la revolucién, que debfan de ser los més lastimados, preferfan la reeleccién del que fué su jefe, ala eleccién, que temfan, de un candidato ene migo. El general Diaz fué reelecto para el periodo de 1888-1892, por el procedimiento mecinico que permite en México el sufragio universal ; pero ya desprovisto de las apariencias exteriores de movimiento popular que se conservaran hasta los comicios de °77. * %* Abundan en la historia de todes los pueblos demos- traciones de lo que avasalla al gobernante Ja pasion del go- bierno; pero para tomarlas de un pueblo reconocido como demécrata y que suministra aun ejemplos recientes, nos re- feriremos s6lo a los Estados Unidos. La infideneia del general Dfaz a sus compromisos de Tux- tepee, no se justifica por el hecho de reconocerla como en teramente humana; pero sf se atentla y expliea por In con- sideracion de que fué dictada por Ja propensién que parece ser de todos los hombres de conservarse en-el poder mientras les es posible, Tal infidencia demuestra, sin duda, que el Pre- sidente mexicano no era un sér extraordinario superior a los demis hombres en el desinterés del gobierno; pero no lo hace tampoeo condenable como inferior a los otros. [21 demas de la prosperidad que se veia, animaba a la sociedad la que tenia en perspectiva, bajo un régimen que aseguraba la paz a los pueblos tanto tiempo casti- gados por el desorden y las guerras. La conflanza en el porvenir era un extraiio elemento de bienestar que por primera vez se dejaba sentir. Diez afios sin com- bates constitufan un hecho que no tenfa precedente en la historia wacional, y como inerefble para los que du- rante su vida y en los relatos de la generacion vieja, no habfan conocido sino las Iuchas sangrientas, que eran sencillas como un hibito y familiares como una EI famosy ejemplo de Washington corre ean mits crédito en el exterior que en Ja nacién norteamerieans. Los histo- rladores nativos, © Io niegan o se eonforman eon callarlo Al- gos han desmentido rndamente el desinterés det libertador : entre otros, John Bach MeMaster, profesor de Historia en ta Universidad de Pemsylyania, y mo de Ios mis reeonocidos historidgrafos de los Estados Unidos, del que tomamos Io s euiente “Por primera vez en la historia de mestro pats, el cargo de Presidente se abrié a Ia competencia. Dos veces Washington habia sido elegido por el voto undnime del colegio electoral, y dos veces habia inaugurado su gobierno con la mis ardiente aprobacién de todo el pueblo, Pero Jos tiempos habian eam- biado grandemente, En 1789 y 1792 todos estuban por 61; en 1796 en eada pueblo y ciudad del pats habia hombres que lo dennneinban como autderata, como mouéerata, como anglo- mantaco, ¥ que nunea mencionadan sw nombre sin fra en el corazén y maldiciones ev los labios. Sin embargo, aunque sw ia grande y po visto con gusto popuilaridad habia padecido mucho, era toa Gerosn y millares de republicanos le habria en el sillén presidencial por um tereer término; pero él no quiso y el 17 de septiembre publicé su manifiesto de des- el después de elegido su sucesor, Se declarab: ‘Toaaw' (133) rutina. Y la base de esta evolucién era la paz mante- nida por una yoluntad enérgica, toda consagrada a mantenerla; y la confianza que comenz6 en el interior, trascendié poco a poco al exterior, lo que era tan in- teresante como dificil. E] embrollo de la hacienda ptiblica, producido por la administracién precedente, se habia acumulado al que legara todo el periodo corrido desde la independencia. No habfa que rehacer el crédito, porque nunca lo ha- bia tenido la nacién: habfa que surgir del descrédito; ¥ esto no podia hacerlo el genio del hacendista mas peor motivo como causa de su manifiesto, Su negativa a ser por tercera vez candidato, se dijo que procedia de su convie- cién de que no serfa electo y no de falta de ambicién o de codieia del poder, Muchos republicanos, como él bien sabfa, estaban resueltos a hacerle oposicién, y Ia naturaleza del go- bierno prometia el buen exito del plan. Nada habria sido mis fei que hacerlo vicepresidente; los republicanos uo te- nfan més que unirse en Adams y 1a cosa era hecha. Washing- ton lo sabia y para salvarse de la mortificicién (shame) d> ser supeditado, astutamente renuncio”. En 1908, Mr. Theodore Roosevelt, lejos de exponerse a un fracaso si pretendia un tereer término (que la costumbre constitueional prohibid desde el caso d2 Washington), hizo Ja formal declaracién de que no volverfa a presentarse com) eandidato de su partido, y ere6 y apoy6 1a candidatura “de Mr. Taft, Sin embargo, en 1912 se opuso a Ja nominacién de éste para un segundo término, aspirando é1 a sustituirlo. y no cej6 ante el peligro de dividir a su partido; el partido se dividis, y lag dos fracciones republicanas debilitadas fueron batidas por el partido democritico, que dié a la nacién un presidente elegido por la minorfa del pueblo, Esto no obsté para que en 1916 volviera a ser nominado por Ia fraceién progresista, me- iante una campafia en que iniei6 e} desprestigio del cindi- dato republicano Mr. Hughes. Su nominacién se ha basado usa) » ~ grande, si no precedia a su trabajo la obra politica, cue diera garantias visibles de gobierno estable y paz duradera en el pais. Estas garantias echaban por sf solas las bases del crédito; a base del de México fué la confianza que se tuvo en la estabilidad del gobierno del general Diaz; después se desenvolvié por la con- cucta sensata y honorable seguida en el cumplimiento Ge los compromisos contraidos y por la labor habil de distinguidos hacendistas. En 1885, cuando se Iuchaba con la penuria del era- estas dos veces en el especioso argumento de que el primer término no debe contarse, porque no fué elegido presidente, sino vicepresidente, y por tanto no ha aspirado a un tercero, sino segundo perfodo presidencial. En 1912 Mr. Wilson fué elegido sobre las promesis de Ia plataforma demoeritiea que contenfa el siguiente pirrato: “Estamos en favor de un solo término presideneia!, y con este fin pedimos In adopelon de una enmienda constituetonal que huiga al Presidente de los Estados Unidos inelegible por reelee- cidn, y a tal principio obligamos al candidato de esta con veneiin”, Wilson. al aceptar su eandidatera, hizo suyas las promesas de In plataforma, que en punto a no reelecci6n era enteramente igual al Plan de Tuxtepee. Antes de que entrara on funciones e! nuevo presidente, los demécratas de la CAmara de diputados ban, en cumplimiento de ta obligacién contraida ante el pueblo americano, a presentar el proyecto de reforma constitueional; pero Wilson Jo sups a tiempo, fué personal mente @ las antesalas de In Ciimara, hablé con sus amigos y evit6 Ia imprudencia, Adn no habla comenzado su primer pe- rfodo ¥ ya pensaba en el segundo. En 1916 fué reelegido por el partido y por el pueblo a quien habfa prometido el principio de no reoleceisn. EI hecho es enteramente humano, por mis que no merezea elogios: el hombre mantiene el poder en sus manos mientras tiene medios efieaces para conservarlo. [195] rio, se diet6 una ley que tuvo por objeto hacer econo- mfas de importancia, libertar a las rentas publicas de las asignaciones que las reducian a una parte irrisoria, y reconocer y liquidar los variadisimos titulos de cré- dito que constituian el pasivo nacional, convirtiéndolos en Ia “Deuda Consolidada de los Estados Unidos Mexi- canos”. Esta ley, que un profundo conocedor de las fi nanzas de México ha Hamado “a piedra angular del edi- ficio del crédito pablico” en la Reptibliea (1) did comple- to resultado en cuanto a su tercer objeto, redujo al orden el ciimulo de titulos dispersos y disimiles, y mostré en ci exterior el propdsito de honradez que guiaba al go- pierno. El erédito de la nacién habia ganado tanto en 1888, que fué posible contratar en los mereados de Eu- ropa un empréstito de diex y medio millones de libras esterlinas, y algin tiempo después otro de seis millones Habia fuertes compromisos por la construccién de ferrocarriles sobre concesiones dadas con més entusias- mo que prudencia, en una époea en que quiz no hu biera sido la prudencia la mejor virtud, y en que los errores no en poco eran debidos a la inexperiencia de jos funcionarios en los caminos inexplorados por don- de se aventuraba la nacién. Estos compromisos, la ne- cesidad del servicio de 1a deuda, e) desarrollo de todos los ramos piiblicos que se querian impulsar a.la vez, y Ja falta de un programa general no facil de plantear para hombres de talento, pero faltos de un conjunto de conocimientos cientificos financieros, mantuvieron to- Gavia una situacion en el erario ena de tropiezos ; pe- ro es indudable que se habfa ayanzado mucho sobre cual- quiera de las épocas anteriores, en obra efectiva. (1) Don Pablo Macedo en su libro ‘Tres Monogratfas” sobre la evolucién econémica. 1136) Las dos grandes Iineas férreas del Norte estaban con-

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