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JULIAN MARIAS INTRODUCCION A LA FILOSOFIA INDICE J.08 REQUISITOS DE LA INTRODUCCION a LA Futosorta. La situacion real... La justificacién de la filosofia..... La funcién de Ja historia de la filosofia, Introduccién cireunstancial ....... La forma de la introduccién a ta filosofia I, EsqveMa Dr NUESTRA srtUAciON. ar Delimitacién del tema.. . au Tres clases de hombre: 25 El método de 1a indagac 27 Cireunstancia y_situacién. # Bj sentido inmediato det “mundo... : 34 EJ contorno material. 38 43 Las unidades histérica: 47 Sociedad y Estado. 5 i 55 39 Placer y_diversién. 66 Los. prestigio: n La religion, eres 7 Articulacién funcional de la. perspectiva — 82 La situacién como pretensiéttess...-ccccsseesse 85 TT, La FONCION vitaL DE LA VERDAD. 95 fisuras det “mundo” actual. 95 Primer encuentro con a verdad... 8 ‘Tres sentidos de la verdad Tos. Verdad y saber... ae 107 Verdad de las cosas y verdad del deci 110 Verdad como autenticidad, 113 Indice —————_______—- Pécs, Las relaciones del hombre con la verdad. Discordia y jerarguia de las verdades.... TL Vervap © uisrorra.. La dimensién temporal de ta circunstancia, “Pirronismo histérico”, “relativismo”, La vivencia del tiempo. La conciencia histérica. La perspectiva temporal y Ia realidad... Historizacién de las formas de conocimie! IV. Et Métopo....... Verdad y realidad. Circunstancializacién del decir y el pensar. La realidad y sus interpretaciones. Explicacion y deseripcién......... Fenomenologia La triple funcién de la historia, V. La razon. Los sentidos del término. La funcién de la razén. Las interpretaciones de la razon El concepto como funcién significativa. La razén y Ia historia... Razén histérica y razén vital. Raz6n_ narrativa.......... Analitica e historia. VIL_L& ESTRUCTURA DE LA VIDA HUMANA. EI descubrimienta de Ia vida Primera deseripcién de ta vida, La circunstancia, El yo... El proyecto vital La estructura del hacer. VIL, Ex wortzonre DE Los PROBLEMAS VITAL 250 Las urgencias vitales.... 230 E{ trato con las cosas........ ianeeevee seuss 263 La nataraleza y la ciencia natural... seseee 270 La sociedad... : : 282 El lenguaje . 201 E] problema de la légiea.... ~ Indice xt Pics VIII. Ex ser ¥ ras cosas. Pensar, saber y conocer El conccimiento y su funcién. Lo que hay y lo que ¢8.... EI ser de las cosas. . Ei yo como ingrediente de la realidad.......... La metafisica IX, La REALIZACION DE LA VIDA HUMANA. La limitactén de la vida. Localizacién y circunstancialidad.. E] horizonte de posibilidades Eleccién y exchisién. Justificacion. La moralidad de la. vida, Imaginacién y autenticidad.. EI placer estético y el art Lo personal y fo hhistdrico en ta vor X. Lavina wsrértca. Los dias_contados.... Vida individual y vida historic: La estructura de la historia. Las generaciones...... Las épocas histéricas. EI saber historico, XL. EL worrzonre pe LAs ULTIMIDADES... Nacimiento y muerte. El problema de la pervivencia. Vida _y persona...... La vida humana com realidad radic Aparicién del problema de Dios.....0.. 2 sobre e] camino recorrido. Las condiciones del saber postuiado: radicalidad, sistema, cireuns- tanciatidad ... La filosofia como hacer humattove-.. La filosofia y su historia. z La filosofia como ingrediente de la vida humana... Ispice DE NoMBRES.. INDICE DE TEOKAs. 313 313 323 320 NOTA Se ruega al lector que rectifique algunas exratas de imprenta: Pégina 18, linea 22: en lugar de esintuaciéne, Iéese , Iéase . Pagina 150, nota (1): en lugar de «Gegenstindlichkeitensebr>, Iéase « deci mismo del filo- na le Filosofia no va a descu! a la rente ef que alurcbrd !> “Aouol ¢ . Nuestra empresa, per el contreris, supone el previo hallarge de a Flesofia come reatidad sacial, esto 2s, la existencin de ona ora. para nada, on 19 veremos eft 5 estra relacién con ia filosoft af a y desnudez vendran dadas por la rigt ifn concreta en nos hallamos, no por una arbitzatia wantilacién de ella, Fl actanismo sélo es verdadero pata Adan: rwira ’ fea ura violenta deformacién de la tealid: traccién—o abstr: 3 pero rosa aceptacidn idn, si se quiere—de esenciales ingredientes suyos. 4 -—__—- Introduccién a la filosofi¢ ——————--— La introduccién a la filosofia sélo puede hacerse desde una situa- cién definida histéricamente; y en principio sdlo es valida para ella; el valor de introduccién—no hablo, naturalmente, de los demas: que pueda conservar pata otras épocas es problemitico, y sélo po- dria deciditlo una delicada indagacién acerca de la hermenéutica y la historicidad de la filosofia. Lo que es claro es que ese posible valor sélo lo tendra, en caso afirmativo, mediante una referencia a la si- tuacién otiginaria, y, por tanto, en funcién de ella; y el desconoci- miento de esta esencial vinculacién histérica, que finge !a posibilidad de una introduccién sub specie aeterni, afecta a la plenitud de la funcién introductoria incluso para la propia época en que se hace, y desde luego compromete radicalmente su eventual pervivencia, La historia se venga, por la sencilla fuerza de las cosas, de todos los intentos de cludirla. LA JUSTIFICACION DE LA FILOSOF{A He dicho que el intento de hacer una introduccidn a la filosofia supone un previo hallazgo de esta ultima como realidad ya existen- te; pero advertia también que esto no implica una aceptacién de esa filosofia tradicional. No sélo esto: en tigor, ni siquiera es obvio que nos interese desde luego esa filosofia. Si al hablar de introduccién nos referimos a ella como a una instancia dada, la introduccién mis- ma requiere una previa y radical justificacién del filosofar. No se puede dar por supuesto que hay que hacer filosofia, porque entonces ésta queda desarraigada y se convierte en puro juego mental, sean cualesquiera sus calidades ¢ incluso su verdad. Si bien nuestea situa- cién difiere esencialmente de la de los presocrdticos, porque inclaye como ingtediente decisivo la tradicién filosSfica enteta, ausente para ellos, coincide, sin embargo, en que sdlo podemos entrar efectiva- mente en [a filosofia movidos por una necesidad inexorable. Hay que mostrar, pot tanto, cuando y cémo surge—si es que surge—la necesidad de la filosofia, y para quién. Esta es la razén de la constitutiva deficiencia de las introduccio- Sus requisitos nes Iainadas sistematicasy: no se pueden exponer sin més los pro- temas filoséficos mientras éstos no se planteen como problemas para alguien. Un problema no viene definido sdlo por su contenido, es decir, por la simple enunciacién de algo no sabido o de Ia aparente incompatibilidad de dos ideas, sino antes que nada—aunque sea perogrullesco el decitlo—por su problematicidad. Desde luego, esto significa que un problema requiere un hombre que lo piense y para quien exista; pero si no se tratase mas que de esto, no pasaria de ser una trivialidad; en efecto: tan pronto como un problema fuese enun- ciado y comprendido por alguien, serfa efectivo problema; ahora bien, no acontece asi. El hecho de que yo ignore algo o no vea manera de hacer compatibles dos datos o dos ideas, aunque tenga plena con- ciencia de esa ignorancia o esa impotencia, no basta para que eso me sea un problema. Qué més hace falta? Algo extremadamente sencillo, peto que de puto elemental se suele olvidar: que yo necesite saber eso 0 compaginar las nociones discordantes, Son infinitas las cosas que ignoto 0 cuya congtuencia me escapa, y que nunca han sido ni seran jams problema para mi. Los tiltimos sighos de la hi toria europea han abusado—tfrivolamente—del nombre de problesna; a fuerza de llamar asf a toda interrogante, el hombre moderno, sobre todo desde el titimo siglo, se ha habituado a vivir tranquilamente entre ellos, olvidado del dramatismo que adquiete la situacién cuando ésta se hace problematica, esto es, cuando no se puede estar en clla, y por eso urge una solucién. El verbo gtiego de que se deriva el sustantivo «problema» quiere decir lanzar 0 arrojar delante. Problema significa ante todo algo sa- liente, por ejemplo un promontorio; de un modo més concreto, un obstaculo, algo con que me encuentro delante; y por extensiGn meta- férica, !o que Hamamos usualmente problema intelectual. Peto tepé- tese en que para que algo me sea obstdculo no basta con que esté ahi delante; también tengo delante la pared, y ésta no me sirve de obsticulo, sino de abrigo—otro sentido que también tiene la voz r9sikqua—s para que se convierta en obstdculo, no es suficiente su pre- sencia ante mi: hace falta que yo necesite pasar al otro lado, preciss 6 ———-—-- Introduccién a ta filosofta mente « través de ella; entonces es efectivo obstiéculo, en la forma concreta de Lo gue ios griegos llamaban aporia, es decit, falta de poro © agujexo por el que salir de una situacién. Podemos decit, por tanto, que uno de los elementos reales que integran un problema es la situacién en que como tal se constituye; y una formulacién de ios problemas que omita esa situacién es, en el sentido mas riguroso, una formulacién incompleta, abstracta y, en suma, ficticia. Esto nos conduce a la evidencia a la bistoricidad de los problemas, que es menester entender en toclo s e ta expresién hace pensar primariamente en el cardcter histérico de las soluuciones dle esos problemas; se tratarfa, en ese caso, de que una solucién tendria una zona de validez limitada, fuera de la cual seria susticuida por ottas; no es éste el momento de decidir 1a justeza de esta opinion, pero, desde fuego, no es eso lo que aqui interesa. Lo grave es que son histéticos los problemas mismos; y esto en dos sen- tidos distintos, aunque conexos: en primer lugar, lo que so!emos de- a ie... ses en tigut, una realidad varia y miltiple, porque bajo una denomina- cién idéntica encubre una serie de diversas urgencias vitales; | i.e2424d24 ima- ecimientoy para Platén y para un neokantiane; no lo que uno y otro piensan acerca del cono- cimiento—esto desde luego—; sino lo que necsitan saber lo que coos. 4! tite ata ellos la problematicida otro tanto ocurre con el de fa moral, con el del Estado, al de fa sustancia o el de la lagica; en segundo lugar, algunos problemas estin adsctitos de un modo atin més preciso a una citcunstancia hist6ri ma jeta con ese mat- problemas-fuera de ella: por supuesto, en al sentido de que hay problemas nuevos, que ; y ni sig gen de ambigieded se. plant se plantean sélo le cierto momento—piénsese en el de fa crea cién, en el de Ia realidad del mundo exterior, en el de los valores y tantos mas; en rigor, todos—; pero también en ef sentido de que hay problemas que dejan de serlo, y no precisamente por haber logrado tuna «olucién» definitiva, sino porque, aun permaneciendo Ia igno- rancia o Ia discordia respecto a sus contenidos, éstos dejan de pre- Sus requisitos. ————— sentarse al hombre como problemdticos desde el momento en que no necesita saber a qué atenerse acerca de ellos para vivir en su propia situacions ‘eee con el pto lema del «sabion después de fa s de la Edad Me- gpoca hielenistica, con el de los universales despi dia o ci de la comunicacién de las sustancias desde el siglo xvii. leracidn de que jones que se plantea Ia filosofia posterior coinciden par iaimente con cquellos problemas -—por ejemplo, el de los objetos nenologia con la cuestién medieval de los univer- impide compren ideales en | esto i preciso de unos y otros. en su autenticidad el sentido Por esta razén, una introduccién a la filosofia tiene como primer requisito su propia justificacién; es deci , sélo puede iniciarse cuando fa situacidn real en que ol hombre se encuentra lo obliga a un peculia quehacee, que resulta sec la filosoffa. Y esta forzosidad es el tinico motor auténtico de esa introduccién, LA FUNCIGN DE LA HISTORIA DE LA FILOSOFfA Estas diftcultades de toda presunta introduccién «sistemStican, que se extienden a las que se concentran sobte un solo ptoblema o un grupo de ellos, siempre que se fuinden en los mismos supuestos, hacen inclinarse a la forma chistéricay de la introduccién a la filosofia. Esta tendencia parece mas justificada. En efecto: no cabe modo ms seguro de ser fiel a fa historicidad de la filosofia que asistir a su his- toria; es decit, no tomata como algo que existe, sino como algo que se hace, que acontece. Esto es cierto; Ja historia de Ja filosofia, en la medida en que lo es, en que es efectiva hisioriano simple enume- racibn cronoldgica de opiniones—y versa sobre la realidad filoséfica misma, muestra la razén histérica de que haya habido Filosofia y de que la haya actualmente, y asi nos instala desde luego en su verda- dero dmbito. Por tanto, es fa condicién previa para justificar el ele- mento terminal--la filosofia—de la introduccién que se intenta; el i Introduccién a la filosofia otto elemento—nosotros—nos es «dado» (ya veremos en qué sentido y hasta qué punto). Dicho en otros términos, la apelacién a la his- toria de Ia filosofia es tan legitima, que es imprescindible, y sélo con ella alcanza plenitud el intento de acercarse a la filosofia en su viva y palpitante realidad. Pero en este punto surge una duda. ;De qué se trata, de una in- troduccién histérica a Ia filosofia, o de la historia de la filosofia pura y simple? Si de lo tiltimo, no cendria sentido plantear Ja cuestién de fa introduccién a Ia filosofia como género literario, y bastaria con declararlo superfluo; si de lo primero, habria que explicar en qué se distingue ese tipo de introduccién de la historia sensu stricto, Dicho en pocas palabras, las introducciones «histéricas» procuran restar lo mas posible la historia de su exposicién; es decir, con el propésito de aprehender las conexiones generales y extraer de la filosofia pretérita las lineas esquemiticas de su marcha, prescinden casi totalmente de la peculiaridad individ Iual irreductible y reducen al minimo Ja radi- cacién de la filosofia en 1a historia, esto es, en la vida misma, Por esta tazén, la historia de la filosofia que nes suelen servir las intro- ducciones es, mucho més de lo que ya es usual, abstracta ¢historia de las ideas», y tiende a desembocar en un catélogo de edirecciones Giloséficas» con ejemplificacién histérica; puede verse un modelo de este tipo en la Einleitung in die Philosophie de Wundt, Ahora bien: este tipe de conocimiento histérico no es la historia cuya necesidad sentiamos; se mueve, tanto como las introducciones «sistematicas» 0 poco menos—, en el elemento de la abstraccién. La introduccién chistéticay no es, pues, suficiente. Queda la otra posibilidad: que la historia de la filosofia sea, sin nds, la forma teal de introduccién a ella. Esto patece—y es—mucho mis acertado; pero tampoco nos satisface. La historia de la filuso- fia, que es absolutamente necesaria, no es suficiente: es sélo el pri: mer paso, el supuesto previo de la efectiva introduccién. Serd me- ester explicar esto con algiin rigor. La histotia de la filosofia, que « o telato de la realidad pretérita del filosofar, termina forzosamente ién en primer lugar, la narta Sus requisitos —___—__—_—- 9 en la actualidad; seria ilusorio querer escapar al presente interruim- piendo el relato en un momento del pasado, porque el relato integro se hace desde nuestra situacién actual, y ésta va implicada en la in- terpretacién total del pretérito. (A menos que se escoja un punto de vista anacrénico 0 ficticio, lo cual es la forma més larvada y, por tanto, mas peligrosa de recaer en la abstraccién y en lo itreal.) De un modo o de otro, por tanto, la historia de Ia filosofia nos re- mite al presente; y al llegar a lo actual, deja de ser historia (en el sentido de lo ya hecho y sido, que puede contarse): la historia de la filosofia—como la historia sin m4s—tiene un cardcter urgente: no adinite detencién, y por eso nos fuerza a volver al presente, en una esencial actualigacién. Sirve, por consiguiente, para instalar- nos en nuestra situacién concreta y efectiva, que es la de nuestro presente, el cual es funcién de todo el pretétito, Por tanto, contri- buye a dar plenitud al sujeto de la introduccién—nosottos—, en cuanto referido al término de ella—ta filosofia—. La funcién de la historia de la filosofia es, como vemos, doble Ante todo, hace que nos encontremos con la realidad filoséfica y hace posible que nos propongamos la empresa de introducimos en ella; pero ademis nos pone en posesién de nosotros mismos, en la medida en que estamos definidos por esa realidad, y coopera a que el sujeto de nuestro intento empiece a estar efectivamente dado. Di- cho en otros términos: !a historia de Ia filosofia crea el dmbito pre- vio dentro del cual tiene su Jugar una posible introduccién « Ja filo- sofia. Y si bien ésta tiene que apelar desde luego a la historia, ha de tener clara conciencia de que con ella todavia no ha comenzado, ai siquiera ha justificado su necesidad; es decir, su legitimidad filo- séfica (1). G) En esta Introduecién a fa Filosojia puedo comenzar directamente por ella misma, porque antes he Ilevado a cabo la labor previa en mi Historia de la Filosofia (Revista de Occidente, 2° ed., Madrid, 1943), a 1a cual me remiito para las referencias hi 10 ——-—— Introducci6n a la filosofia INTRODUCCION CIRCUN: [ANCIAL + Introduccién a [a filosofia tiene que set, pues, antes que toda otra cosa, una toma de posesién de fa citcunstancia del hombre ac- tual, uno de cuyos 2 decir, por consigu! redientes es la historia entera de fa filosofia. ente, que esta Introduccién es riguro- samente circunstancial y de ocasién, porque su sujeto no es el hom- bre en general, sino el hombre occidental de mediados del siglo xx. Esta es su forzosa lirnitacién, conocida y aceptada de buen grado; y sélo a ese precio puede pretender tener realidad y eficacia. Si este libro fuese leido alguna vez por un hombre de otra época, sdlo seria comprendido filosdficamente, séio podria servirle para intro- ducirse en la flosofia, si era capaz de transmigear hermenéut mente a nuestra circunstancia y de este modo hacerla suya; es deci si consegufa incluir en su circunstancia real, con virtualidad hists- ica, la circunstancia en vista de la cual este libro ha sido pensado y escrito. En rigor; no hay ningtin misterio en todo esto. El imaginario lector de! siglo xxxv, si los azares de estas centurias hacen It sus manos este libro, 0 tiene mds que una parte de él, y por tanto le resulta ininteligible: le falta una porcién esencial, a saber, fa cit- cunstancia a la que reacciona y responde, la que da plenitud de sen- tide a cada una de sus frases, Unicamente cuando ese lector re- construya la sitarcién otigh gar a ria, cuando agregue al libro lo que no esta dicho en su texto impreso, sino que lo dice el mundo en que se esctibe—supuesto de que pastimos el lector actual y yo—, podrd entenderlo plenamente, co: no wn paledgrafo comprende un manus- ctito medio borrado cuando ha conseguido restablecer la porcién del escrito ¢ el tiempo habia arrastrado en su curso. Ahora bien, al tener en cuenta esta Introduccién su citcunstan- cia, de modo esencial y temético, la incluye en su contexto, en pro- porcién mucho mayor y mas explicita que cualquier libro compuesto sub specie aeterni, y por ello tiene muchas mds posibilidades de set —— 1 Sus requisitos entendido desde otra situacién. Su aceptacién de la historicidad le permite anticiparla y conservar asi la peculiar actualidad de lo his- toric. Mas adelante veremos el alcance que tienen estas alusiones, Esa situacién o circunstancia en que se encuentra tods hombre por supuesto, no sélo el fildsofo~implica una idea ce! iundo, 4 menester analizat. Procure el lector despojar cuanto pueda sién idea del mundo» de su sabor intelectualista, y to- marla con el maximo posible de inmediatez y aparente trivialidad. La vida de cacla hombre y la de cada época—de un modo més pre- ciso: de cada hombre en su época—esta fundada en un sistema de creencias ¢ ideas secibidas, en las que ese hombre se encuentra y que fe hacen posible vivir (1). La primera misién de une antéatica voduccién a la filosoffa tiene que ser, pues, un andlisis de ese esquema que condiciona la vida del hombre, que—tal vez—se verd obligado, forzado por su circunstancia, a intentar penetrar en la filosofia. Peco dentro de ese sistema de creencies y de ideas hay fisuras y conflictos, que plantean problemas vitales. Bs decit, el hombre no puede estar siempre cémodamente en su citcunstancia, instalado en una situacién firme y segura, en Ja cual sepa a qué atenerse respecto a las cosas con las que tiene que habérselas y respecto a si mismo. Estos problemas no son primatiamente problemas teédricos o intelec- tuales; su solucién normal tampoco es una «idea» o una doctrian: se resuelven de facto mediante la accién, mediante el vivir mismo, que decide ejecutivamente cusl ha de set la cclucién o esaliday de una situacién determinadas ce decit, fo que yo he de hac 5 -—he ce ser—en el instante siguiente (2). Como veremos en su hora, el ca- Uso cetas expresiones en ct sentido terminologico preci a (of. Idews y crecneias, cap. 1) Profunda y perspicazmente escribia Blondel al comienzo de su tesis dectaral, L'Action (1893): “Ie probléme est inévitable; Phomme le rézout ablement; et cette solution, juste ow fausse, mais volontaire en méme i ne nécessaire, chacum Ia porte dans ses actions, Voila pourquoi il faut Guvlier Faction: Ja signification du mot et In richesse de son content se dé Ploievent peu & pou. I] est bon de proposer a Phomme toutes les exigences de gue les da 12 --—_—_—— Inroduccién a la filosofia racter esencialmente problemético de la vida lleva implicito el que sus actos tengan un cardcter resolutorio, que se manifiesta en ue todo hacer es elegir, esto es, va orlado por una serie de «no hace- res» posibles, que quedan eliminados por cada accién efectiva. Este es el mecanismo notmal del vivir. Peto con apelar a la accién no est4 zanjado el asunto: porque todo hacer se nutre de motivo:, que son su fuente, y cuando yo hago algo lo hago «en vista de la circunstancian; es decir, porque me parece lo que debo hacer, porque sé a qué atenerme, Ahora bien, hay un amplio re- ducto de problemas vitales cuyo contenido excede de las creencias genéricas en que se funda mi idea del mundo y de mi repertorio de «ideas» acerca del tema, y entonces me es forzoso recutrit a otra instancia: para nuestro mundo occidental moderno—rebtiyase toca racién precipitada—, la principal de esas instancias es la que Iamamos la ciencia. Entiéndase bien que las ciencias son conjuntos general de proposiciones pensadas de un modo formal, con cardcter intelec- tual riguroso; pero para la mayoria de los hombres, ajenos al que- hacer cientifico, y aun para los hombres de ciencia fuera de su especialidad, la ciencia se presenta como una «creenciay, cuye con- tenido es, precisamente, el de consistir en «ideas» verdaderas y en Erincipios demostrables, Es decir, las ciencias son, ante todo, las Ciencias vigentes, en cuya validez se cree—subrayando tanto la dimensién de creencia como el se impersonal o, fo que es lo mis- mo en este caso, social—~. Reparese en Ia actitud del hombre me- dio ante las formas de ciencia no vigentes— por ejemplo, todas las formas «antiguas»—, y se vera hasta qué punto llega su deses- timacién y falta de interés por ellas. Personalmente, est tan lejos de poder comprobar por si mismo la verdad de la fisica medieval como la de la mecanica ondulatoria, o la de la medicina hipocratica como la de las doctrinas recientes sobre la alergia; pero cree en la posibilidad de justificar las tiltimas, mientras que no tiene la misma creencia respecto a las primeras. ta vie, toute la plénitude cachée de ses oouvres pour raffermir en tui, avec la force Waffirmer et de croire, ‘e cou = Por ditimo, hay un nticleo de cuestiones radicales que plantean una situacién delicada. Las ciencias particulares no tienen respuesta suficiente para ellas, porque en la medida en que intentan abordar- las pierden sus propias calidades y renuncian a su valor de certi- dumbre; o bien las cuestiones vienen suscitadas por las varias cer- tidumbres de las ciencias, y, naturalmente, éstas no pueden decidir. stancia distinta que procure una certidumbre superior. Si ésta falta, todas las certezas parciales que- dan en suspenso y son ellas mismas materia problematica. ! de una multitud de saberes efectivos, el hombre se siente perdido, sitr saber en definitiva a qué atenerse o—como decimos en no—a qué carta quedarse: justamente porque tiene muchas «: a su disposicién, pero ninguna le resulta suficiente. En ambos casos, se necesita una i me castella- tas, En este momento es cuando hace su primera aparicién—no an- tes—la filosofia. Entiéndase bien, no la filosofia propia de ese hom- bre que se siente perdido itremediablemente y que, desde luego, no a, sino la filosofia ajena, precipitado histérico y social gue existe «ahi», en la circunstancia, y al cual puedo referitme. Hay en el inundo algo que se llama filosofia, y que tradicionalmente ha tenido la pretensién de alcanzat la certidumbre tadical y poder jus- tificatla, La filosofia se presenta, pues, como una presunta instancia tiene filosof superior, a la cual tiene sentido apelar cuando todas las demas han revelado su insuficiencia, Pero es menester entender esto rectamente. En primer lugar, no se quiere decir que la filosofia haya de «om- pletar» en ningin sentido Jas ciencias. No se trata de que a la ma- tematica, la fisica o la historia les falte algo que pueda darles la Filosofia. Las ciencias, en cuanto ciencias, son suficientes y auténo- mas, como lo son las demas formas de saber del hombres por esta razén, tampoco admiten ni necesitan—repito, en cuanto ciencias— ninguna clase de complemento. Otra cosa ocutre si las considero como conocimiento; es decir, desde el punto de vista de las exigen- ias totales que tiene mi vida en la dimensién que Hamamios saber. Esto cs, la insuficiencia de las ciencias afecta a la func in que tienen en mi vida. Dicho en otros términos: fas limitaciones y renuncias — _=S=sesaesHsésCsCssN de las clencias, perfectamente justificadas desde ellas mistnas y que en nada menguan su perfeccién como tales—por el conttario, la hacen posible—, hacen que, aun siendo intrinsecamente suficieites, 0 io sean en mi vida; las ciencias se bastan a si mismas para ser efectiva y plenamente lo que son, pero no me bastan a mi para saber a qué atenerme cessecte a las cosas y, Por tanto, para vivir, cuande gara ello necesito conocer. En segundo lugar, repito que fa filosofia con que yo me es. cuentro no es, por fo pronto, mds que una pretensién. Esta es ja forma conereta en que acontece mi encuentro con Ja filosofix: la filosofia pretence tradicionalmente dar la certidumbre radical, y por eso tengo que contar con ella. Pero a este elemento se agrega ‘ov otro decisive y que altera la situacién general: junto a esa pretes: sién de la filosofia encuentro también, en fa misma forma de realidad social, la efectiva duda de que pase de pret ce no hallo sin més una filosofia vigente, sino més bien Ia dra: a historia de esa pretensién humana, que es lo que conocemios nombre de Con otras pala- a istoria de fa flosofi La consecuencia de esto es que no puedo—se entiende hoy, pos que esto no ha acontecido siempre asi—tormar Ia filesofia como una vigencia socia al; es decit, creer sin mas en que es ella lx respussts iciente a Jas cuestiones radicales. Por esta vax mn, cae yo no ser filésofo, no puedo poy: en ella, sin una personal toma de contacto con sa real lad tcatar vivir de la filosofia, to convatio de lo que oaurse con iss eiencns, Sys ja pretende aicanzar, no tengo forzarmne por entear en ella; i is ni por deseo de ser filésofo original, si que ce ctro modo no me sirve. mas reme Ahora bien, a esto—que no es una «disciplinay, sino ua que- hacer humane, una tarea de urgencia que en ciertas y determinadas circunstancias tengo que realizar para poder vivir~-, ae oes alo gue se puede Hamar literalmente introduecidn a la filosofta, Y como quebacer—palabra excelente, a la que Ortega ha sabido henchie Sus requisitos an —-— 15 con {a plenitud de su significacién—, envuelve cuatro momentos que son notas esenciales de toda introcuccién a la filosofia que merezca en rigor este nombre, es decir, que sea real y no se agote en su mero esquema o esqueleto abstracto: personalidad, dinamismo, forzosidad, civeunstancialidad. O sea, pesando bien todas las palabras: algo que yo tengo que hacer aqui y ahora. Permitaseme no entrar de mo- mento en mds precisiones y detalles. LA FORMA DE LA INIRO- DUCCION A LA FILOSOFIA ‘Aunque las formas tradicionales de introduccién a la filosofia son miltiples (1), se pueden reducit idealmente a fos tres grandes (1) En un curso de Légica y diddctica de los cioncias det espirit fesado en 1934-38, «0 | d do Frlosofia y Letras de Madrid, hizo Jo Gaos w ‘a tipologia de las formas de introdiccion 2 ia filosotia, que ha sido pare mi muy va'iosa, Gaos establecla una serie de opo- Jctones dialécticas entre los t'pos de introduccién, que se podria resumir ast sinépticamente: Tntreduccién ocasionalisia os Sistema 9 historia. Sistema o teoria de la fil Sistema oc cne‘clopedia de diseiplinas. pedia entera 0 propedéutica. Sistema perenne o sistema actual. Historia integral. historia cu'minante o historia inicial. La solueién propuesta pos La intreduce’én a ta historia sin wm sistear ac la hieter'a, por eso. p Seton dicha cn dos palabras, Ja porque no se puede fh sofia actual e fo; es decir, ‘ena ieoria de Ia cs tenia de ta filosofia; se ha de "e reflexion filoséiica, que en} mension ltima y radieai. EL conse: ditema enire sistema o encicto: ha de tener cardcter enciclopédi all sistema actual, porqu nada pasadas, El lector podré comprobar en e! texto cn qué medida coincido con esta. tina el itimo plano de la Filosofia” adquicre su die romoeién histérica” vesuelve el en cada caso si ese siscema >, Por fiitine, sélo es posible la introduccion una filoseiia pasada sélo se profesa por razones 16 + Introduccién a la filosofia tipos mencionados al comienzo de este libro, Hemos visto que una introduccién, para ser efectiva y no ficticia, necesita tener un pun- to de partida y un propésito que difieren esencialmente de los usuales. Pero es menester preguntarse ahora por la forma concre- ta en que ha de realizarse esa introduccién citcunstancial que pos- tulamos. Dije antes que yo me encuentro con la filosofia come algo que existe en mi circunstancia social y que se presenta con la pretensiéy de aleanzar una certidumbre radical; la duda ce que esa pretenstén sea justificada hace que no haya por de pronto una filosofia vigente; dicho de modo positivo: lo que tiene vigencia es la duda de que la filosofia realice su ptetensién, Por eso, porque la duda es «vigenten, por tanto, previa a mi contacto directo con !a filosofia y a que yo la encuente efectivamente dudosa, no puedo apoyarme en la creencia de que la filosofia es la solucién de las cuestiones supremas que me afectan; y ésta es la razén de que toda utilizacién vital de la filosofia implique al menos el intento de penetrat en ella; de abi la necesidad de la introduccién. Como filosofia es, ante todo y por 10 pronto, es0 que los filésofos han hecho durante unos dos mil quinientos afios, la realidad que hallo efectivamente ante mi es la historia de la filosofia, y de ella he de partir forzosamente. Peto aqui empieza a complicarse Ja cues- dén. La historia de la filosofia no es un mero repertorio aditiva de sistemas que se den en coleccién. Es efectiva historia: Ia realidad filoséfica esté en movimiento; mas ain: es un peculiar movimiento de la mente—entiéndase, de la mente tadicada en uma situacién vital integra, que es, ella misina, histévica—. Por esta tazén, 4a historia impele inesorablemente en ef sentido de su marcha. Las cuestiones p'anteadas en ella no toleran detencién. La trivial forma de histo- 28 icter esen- rismo que consiste en ta morosa detencién en las formas pretérit en cuanto tales no es ms que una incomprensién del cat concepcién y en qué medida disieno de ella. Sin duda una de tas razones de la dvergencia se encuentra en las iechas en que Gaos pronuncié su curso y yo escribo este libro. - ——— Sus requisitos -17 cial de la historia. El movimiento en que ésta consiste obliga a plan- tear cada cuestién después de la historia entera. Toda consideracién histérica que realmente lo sea sumerge, velis nolis, en el presente: en un presente constitufdo en una de sus dimensiones capitales por estar grivido del futuro, Es forzoso, por consiguiente, que la histo- tia de la filosofia, en cualquiera de sus formas auténticas, nos remita al problematismo actual de la filosofia, incluso cuando sélo se trata de la pura «comprensién» de su sentido, Esta es la razén de que Ia introduccién a la filosofia no pueda reducirse a su historia, sino que ptopiamente comienza alli donde ésta dltima nos sitéia, Pero tampoco se trata de esto sin mas, es de- cit, de tomar los problemas filoséficos—como resultado de su his- toria entera—tal como se encuentran hoy planteados y meditar sobre ellos. Esto ser tal vez lo que hace la filosofia; pero si tiene alguna justificacién hablar de «introduccién a la filosofiay como un que- hacer filoséfico peculiar y, secundariamente, como un género lite: ratio concreto, sera porque le pertenezca un contenido que difiera de la misién genética de la filosofia 0, al menos, la matice con todo rigor. En primer lugar, la filosofia supone una situacién de que parte; peto su accién misma, condicionada por esa situacién, empieza cuan- do ésta ha obligado al hombre a hacer eso que va a set la filosofia. La introduccién, por su parte, ha de enfrentarse primaria y directa- mente con la situacién del hombre actual, y su principal tema es la forzosidad féctica en que este hombre se halla y que lo mueve a hacer filosofia. En segundo lugar, la filosofia medita sobre sus pro- blemas movida por la exigencia de alcanzar certidumbre radical y evident acerca de ellos. Seria improcedente pedir semejante cosa a lo que no es sino introduccién a la filosofia; la misién de ésta es mas bien mostrar, en virtud de la situacién del hombre ptesente, el horizonte de los problemas y soluciones exigidos por esa situacién y emergentes de su concrecién histérica; con otras palabras: el tema de la introduccién a la filosofia no es tanto el tratamiento de los problemas filoséficos como su descubrimiento, su patentizacién en 2 1g Introduccién 4 la filosofia estado naciente, dentro del contexto vital en que surgen. Bn tercer lugar, la filosofia tiene que ser un saber sistematico; la verdad filo- séfica es esencialmente sistema, en el sentido de que cada una de sus afirmaciones esta siendo sustentada efectivamente por todas las de- mas, que son las que la hacen verdadera, de suerte que, en rigor, ninguna lo serfa aislada de su contexto. A la intvoduccién a la filo- sofia-—que, repito una vez mis, no es una «disciplinay como com- plejo de proposiciones, sino un quehacer o empresa—no le puede pertenecer esa forma de sistema; pero ej sistematismo no le es en modo alguno ajeno: la introduccién ha de ser rigurosamente siste~ miatica, en el sentido concreto de que el hoxizonte de sus problemas viene impuesto por la estructura misma de la vida humana en que se dan, la cual es sistema, porque cualquiera de sus elementos o in- gredientes, cualquiera de sus actividades o sus formas, complica los demas, y asf su aprehensién descubre necesariamente esa estructura general de la vida, Y téngase en cuenta que este sentido de sistema es el primatio, porque el de das verdades filosdficas no es sino la con- secuencia necesaria del sistematisme de la propia realidad. Esta es la peculiaridad de la introduccién a la filosofia, que define y justifica su existencia como funcién y como género literario, Su estructura esquematica ha de consistir, pues, en una descripcién de la sintuacién real del hombre de nuestro tiempo, que sirva de hase y punto de partida para un andlisis de ella, en el cual se pongan de manifiesto sus ingredientes y Ia funcién de éstos en la vida de ese hombee concreto que es «uno de nosotros» 0, mejor atin, cada uno de nosotros; ese andlisis revelard fa esencial pertenencia de la verdad a ese repettorio de funciones vitales y la aparicién en fa vida humana de un horizonte de problematicidad; el intengo migno de formulae comprensivamente esta situacién vivida dgrande tn contexto de pro- blemas y a ta vez de requisitos metodolégicos y vitales exigidos por su propia indole cuando se intenta dar ragdn de ellos, EI resultado de esta indagacién sera doble: de un lado, mostrar la necesidad de la filosofia cuando nuestra situacién—habitualmente trivial—se radica- liza y tiene que justificarse a si misma; de otro lado, descubrir Ja for- ——_—- —— Sus requisitos 19 ma auténtica, histéricamente condicionada, en que Hene que aparecer, y trazar con ello el perfil preciso que ha de tener en esta circunstancia la filosoffa. Dicho en pocas palabras: la introduccién a la filosofia, tal como la entiende y trata de realizarla este libro, tiene como misién ef des- cubrimiento y la constitucién, en nuestra circunstancia conereta, de! dmbito del filosofar—concreto también—exigido por ésta. ESQUEMA DE NUESTRA SITUACION DELIMITACION DEL TEMA S trata de la vida humana actual. Pero, naturalmente, esta expre- sién requiere precisiones. De un lado, por Jo que se refiere al alcance que aqui se da al concepto de «vida humana»; de otro, acerca del sentido concreto en que funciona el término actual»; en tercer lugar, y esto es atin mas importante, es menester ver con clatidad qué es lo que en este punto necesitamos saber de esa vida asi deli- mitada. Ante todo, no se trata de la vida humana individual en su plena concrecién y rigor—de la mia, de la tuya—. Pero tampoco se trata propiamente de la «vida» social en sentido estricto, porque nuestro tema ne es aqui la estructura de la sociedad ni el tipo de realidad de los usos y demds formas sociales. Ni puede decitse que nos sea cues- tidn directamente y per se la «viday histérica, porque nos reducimos desde luego a una época concreta—la nuestra—y no volvemos nues- tra atencién principal a la dinamica de la historia. Sin embargo, estas tres dimensiones—valga la expresién—de la vida interfieren de forma peculiar en nuestra tatea de este momento, Intentaré explicarlo. Al hablar de la situacién que va a hacer posible o necesaria la introduc- cién a la filosofia, se habla, por supuesto, de la situacién de alguien, es decir, de un hombre individual; pero esa situacién, para Jos efectos que aqui nos interesan, est definida por la inexorable inclusién del hombre en Ia sociedad y por la condicién histérica de ésta v, por 22 Introduccion a la filosofia consiguiente, de ese hombre mismo. Es decir, lo que nos importa es la vida individual en su esencial—y no sobrevenida ni agregada— insercién social e histérica; 0, vistas las cosas desde otra perspectiva, los constitutivos ingredientes histéricos y sociales de cada vida indi- vidual de nuestro tiempo, que son comunes a todas ellas, si bien henchidos de concrecién personal en cada una, y por eso toleran una representacién esquematica. Se trata, por tanto, del estudio de ciertas formas; pero estas formas, por ser vitales, remiten a una sealizacién en una circunstancia individual; la investigacién, en lugar de consi- derar esas formas por si mismas, las interpreta funcionalmente, como elementos que sélo adquieren su verdadera realidad en su efectiva accién dentro de cada vida personal irreductible. Por esta razén, el hombre que piensa los enunciados acerca de esas formas les completa con su propia realidad, y sdlo asi los hace plenamente inteligibles; podriamos decir, en forma extrema, que el hombre mismo es un ele- mento significativo esencial de esos enunciados, cuya «implecién sig- nificativay—para servirme de un término técnico de la fenomenolo- gia—, a diferencia de su meta «mencién», tiene un rigurc circunstancial. catacter En segundo lugar, cuando se habla de vida actual, hay que tomar este término con una amplitud determinada. El presente incluye siempre una zona de pretéito y otra de faturos ni siguiera ef presente de la conciencia, distendido entre una retencién y una protencién, es puntiforme; menos atin, claro es, el presente histdrico. Pero lo mas grave no es la duracién de lo que lamamos aqui presente, sino que lo que hoy, en un mismo instante, existe, no es en el mismo sentido actual, sino que procede de distintos estrates temporales. La duracién hace que los ingredientes de una situacién vital se interpenetren y coexistat’ en un momento del tiempo, pero con distinta significacién temporal. Como, de un modo o de otro, el pasado entero—al menos el pasado histérico—perdura vittualmente en el presente, y a éste pertenece una esencial anticipacién de un futuro incluso remoto, re- sulta imprescindible una disctiminacién de lo que hemos de entender por actual al hablar de nuestra situacién, Esquema de nuestra situacién B Conviene no perder de vista las precisiones anteriotes, El sentido en que aqui hemos de tomar la vida condiciona el de su actualidad: se trata de lo que tenga actualidad social ¢ histdrica, no estrictamente personal. Quiero decit con ello que, por ejemplo, las ideas que yo pienso ahora no pertenccen, desde !uego y sin més, a esa actualidads y tampoco cietta porcién del pasado conocida especialmente por mi, © bien mis desecs o mis voluntades particulares, Mas atin: en el presente coexisten varias generaciones—probablemente cinco—, cada una de las cuales esti definida por una serie de elementos histéticos y seciales; pers bien, no todos ellos pectenecen en rigor a Ix actua- fidad que aqui nos interesa; muchos existen hoy, pero en la forma concteta de la supervivencia; algunos, silo como anticipacién « in- novacién voluntaria, Llamamos actuales a las ingredientes de la cir- cunstancia histérico-social que en un momento del tiempo encuen- tran en ella todos los hombres que viven en él, en la forma conereta de tener que contar con ellos, Aclaremos esta férmula con algunos cjemplos. Un hombre nacido alrededor de 1870 est4 instalado, desde [ue- go, en lx creencia—de la que ni siquiera tiene conciencia explicita— de que se puede disponer sin més de fas cosas que legitimamente se poses: por ejemplo. de qe an agtieultor puede sembrar patatas 0 avena, 9 no sembrar nada, segtin sea su talante; pero esa conviecién ba cS vagente, porque las generaciones postertores no se encuentran en ella, sino, por ef conrrario, en la de que el poder puiblico intervie- ne en ta economia y la dirige; el anciano sélo se da cuenta de que est cn aqnella creencia, que de puro obvia no era ni pensad do ve von cuan- upor que se niega ese derecho que suponta tener, cuatido le falls la canvicein ent que estaba apoyado y desde la cual invet- pretala toda la vida econémica, De un modo hasta cierto punto andloyo, un joven de hacia 1915 siente la necesidad de Hegar a for- was faniilinres mas Rexibles y libres; por ejemplo, respecto a la convivencia de tos miembros; pero tropieza con ef supuesto contrario de las yeneraciones anteriores. Por tanto, ni aquella cteencia sobre los derechos de Ia propiedad ni esta apetencia sobre la familia tienen 4 -——___——— Introduccién a la filosofig —————_— vigencia; la primera no la tiene ya; la segunda no {a tiene todavia. Por consiguiente, ninguna de las dos pertenece sensu stricto a Ja actualidad de nuestra circunstancia histérico-social, En resumen: podemos decir que son actuales las vigencias de las genetaciones que tienen plena eficacia histdvica, aquellas que social- mente se imponen y que, por eso, son realmente vigentes. Porque la vigencia no es sino la forma de actualidad de las cosas que no s6!0 existen, sino que actéan. Los demas ingredientes sociales tienen otro cardcter y, en tigor, no pertenecen a nuestra situacién, sino que sim- plemente se dan en ella, de modo marginal, y con ellos no tienen. que contar més que algunos individuos 0, a lo sumo, algunos gru- pos. Por tanto, no son éstos, sino los otros, los que condicionan y definen la realidad del hombre de nuestro tiempo. Estas aclaraciones nos permiten comptender el tercer punto por el que nos preguntibamos: qué necesitamos saber de esta vida ac- tual asf delimitada. El problema coincide en tltima instancia con el de [a comprensién histérica. Si nosotros queremos entender una época ptetérita, tenemos que teconstruir las formas de la vide en ella; muy concretamente, el hozizonte dentro del cual se hallaba todo hombre perteneciente a esa unidad histérica y los fundamentos en que apoyaba su vida. Con otras palabras: nas es menester indagar el sentido concreto que tenfa—por lo pronto y antes de toda pecu- liatidad individual—el verbo vivir en aquella época. Para conseguir esto s6lo hay un medio: descubrir fos ingredientes de la circunstan- sia y los deseos, apetitos y pretensiones, en suma, de los hombres de ese mundo. Peto seria ilusotio creer que una simple enumeracién de los elementos que se encuentran en una época basta para hacernos entenderla; ninguno de esos elementos tiene realidad vital—por tan- 0, resulta inteligible—mds que funcionalmente; es decir, como algo que representa un detetminado papel y no otro en la vida humana; mas o menos, dos mismos» elementos reaparecen en todas las for- mas de vida; pero esa mismidad es puramente aparente, porque su funcidn es diversa: Jo que importa es el cudnto y el cémo, la cuan- tificacién y cualificacién de esos ingredientes en la totalidad prima Esquema de nuestra situacién. —-————. 25 ria que es la vida; sdlo esto determina en realidad su verdadero ser. Como en el mundo de Anaxdgoras, en la vida ¢hay de todo en todo»; pero lo decisive, aqui como alli, es la perspectiva, la atticu- laci6n funcional de los elementos. Esto es lo que se necesita averiguar para entender una época histérica; por ejemplo, la nuestra. Porque esta exigencia no viene de que la época sea pasada, sino de que es una forma de vida. La dnica diferencia consiste en que para es- tudiar una edad pretérita necesitamos ante todo hacerla presente, mienteas que la actual nos es «dada» porque estamos en ella; pero esta facilidad indiscutible viene acompafiada de otras dificultades peculiares y decisivas, que examinaremos af buscar el método con el cual es posible ef conocimiento de una situacién histérica, Naestra tarea inmediata es, por consiguiente, reconsttuir inter- pretativamente a articulacién dindmica y funcional de las vigencias sociales del actual momento histérico, en cuanto constituyen la for- ma genérica en que se aloja y tealiza el vivir individual de cada hombre de nuestro tiempo, : ‘TRES CLASES DE HOMERES Pero 1 este momento nos sale al paso una cuestién. No todos los hombres se comportan del mismo modo respecto a los clemen- tos que hallan en su circunstancia; sobre todo no reaccionan lo mis- mo ante ellos, en especial en Ia dimensién que pata nosotros es decisiva: su interpretacién. A menudo se habla de «idea del mun- do», expresién que, sobre no set muy feliz en ningtin caso, tiene ve inconveniente de evocar una construccidn intelectual, una ina» o «teoriay, asunto propio de pensadores o ¢intelectua- les», Pero la existencia de estos hombres, que por cietto es perfecta- mente contingente y con la cual no se puede contar sin mas, no agotr nt con mucho la situacién. Hay otros hombres, casi todos, que no son aintelectualesy o lo son en vario sentido, y con los cua- les tenemos que habémoslas y dar razdn de sus vidas, que no apace-

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