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eh ee Vl eS LAS MASCARAS DE DIOS Mitologia primitiva _ Alianza Editorial ste estudio comparativo de las mitologias del mundo —tealizado a la luz de los mas recientes descubrimien- tos en arqueologia, antropologia y psicologia— nos confirma una idea mantenida largamente por JOSEPH CAMPBELL: Ia unidad de la raza humana, no sélo en su historia blolégica sino también en la espiritual. Temas tales como el robo del fuego, el diluvio, el mundo de los muertos, el naci- miento de madre virgen y el héroe resucitado aparecen en todas partes del mundo, tanto en cuentos como en contextos teligiosos donde se aceptan no sélo como verdades de hecho, sino incluso como revelaciones de las verdades de las que toda cultura es un testigo vivo y de las cuales derivan tanto su autoridad espiritual como su poder temporal. Y aunque de los que adoran a ciegas en los santuarios de su tradicién, analizan y descalifican racionalmente los de otros, una comparacién honesta revela que todos ell provienen de un Gnico fondo de motivos mitolégicos, nados, organizados, interpretados y ritualizados de formas segén las necesidades locales, pero reverenciados todos los pueblos de la tierra. Esta importantisima obra, lleva como titulo genérico LAS MASCARAS DE DIOS, esté en cuatro partes. El primer volumen, que ahora les —MITOLOGIA PRIMITIVA—, estudia los recursos espirituales hombre prehistérico, esto es, las raices primitivas de las mito- logias del mundo. Completan la serie un volumen dedicado a la MITOLOGIA ORIENTAL, otro referente a la MITOLOGIA OCCIDEN- TAL y un volumen final que estudia la MITOLOGIA CREATIVA, decir, la importantisima tradicién mitolégica del mundo demo. ISBN 84-206-9621-8 9°788420"696218' Joseph Campbell Las mascaras de Dios: Mitologta primitiva Versién espajiola de Isabel Cardona Alianza Editorial Titulo original: The Masks of God: Primitive Mythology Copyright © Joseph Campbell, 1959, 1969. Todos los derechos reservados © de la traduccién: Isabel Cardona © Ed. cast.: Alianza Editorial, S. A., Madrid, 1991 . Calle Mildn, 38; eee Madrid; sel6t 200 00 43 Depésito legal: M. ISBN: 84-206-9620-X (O. C.) ISBN: 84-206-9621-8 (Tomo 1) Compuesto en Ferndndez Ciudad, S. L. Impreso en Lavel, S. A. Los Llanos, nave 6 Humanes (Madrid) Printed in Spain INDICE PREAMBULO: A la terminacién de «Las méscaras de Dios» .. Pr6.oco: Hacia una historia natural de los dioses y los BEOCS oe cee vee cee eee ee tee tee tee tee tee see tee eee I. Las demarcaciones de una nueva ciencia ... ... II. El pozo del pasado ... ... ... III. El diélogo entre la erudicién y la fabulacién PRIMERA PARTE LA PSICOLOGIA DEL MITO Inrropucci6n: La leccién de la mascara ... CapiruLo 1. El enigma de la imagen heredada I. El mecanismo innato de liberacién .. II.- La sefial estimulo supernormal ... ... ... ... 6+ Capfruto 2. Las huellas de la experiencia .. I. Sufrimiento y éxtasis ... ... II. La fuerza estructurante de la vida sobre la tierra ee ee ee : WI. Las huellas de. la primera 1 infancia IV. El animismo espontdneo de la infancia ... .. V. EI sistema de sentimientos del grupo local ... VI. El impacto de la vejez ... 0.2.6. cee cee ee vee 13 19 19 21 24 41 51 51 60 73 73 80 85 105 116 149 8 / Indice SEGUNDA PARTE LA MITOLOGIA DE LOS PLANTADORES PRIMITIVOS CapituLo 3. La esfera cultural de las civilizaciones desarrolladas ... bee cee tee tee cee tee eee I. El protoneolitico: alr. 7500-5500 a.C. ... ... II. El neolitico basal: alr. 5500-4500 a.C. ... ... III. El neolitico superior: alr. 4500-3500 a.C. ... IV. La ciudad estado hierdtica: alr. 3500-2500 a.C. Capituto 4. La esfera de los reyes inmolados ... ... I. La leyenda de la destruccién de Kash .. II. Una noche de Sherezade ... ... : III. El rey, y la virgen del fuego vestal ... ... ... CapituLo 5. El ritual amor-muerte ... 00.1. cee vee eee I. El descenso y regreso de la doncella ... I. El hecho mitoldgico ... ... --. 1. ee III. Perséfone ... ... 02. «+ IV. El monstruo anguila : V. ¢Paralelismo o difusidn? ... see eee VI. El ritual amor-muerte en la ‘América preco- lombina 00.0... cee cee cee cee eee cee cee ee tee TERCERA PARTE LA MITOLOGIA DE LOS CAZADORES PRIMITIVOS CapiTuLo 6. Chamanismo ... 10 cee cee cee cee tee ees I. El chamén y el sacerdote ... II. Magia chaménica ... TI. La visién chamdnica .. IV. El portador del fuego . 167 168 171 173 177 185 185 193 198 203 203 209 216 225 237 253 265 265 279 288 305 Indice / 9 Capituto 7. El animal maestro... 1.6 cee cee cee vee I. Ul. III. La leyenda de la danza del biifalo ... ... .. La mitologia del paleolitico ... ... 0... E] ritual de la sangre restituida ... ... ... ... Capiruto 8. Las cavernas paleoliticas ... ... 2. 665 oe I. I. Ill. Iv. Los chamanes de la Gran Caza... 2.02 ee os Nuestra Sefiora de los mamuts ... E] Oso Maestro ... cee cee cee tee eee tee oe Las mitologias de los dos mundos ... ... ... CUARTA PARTE LA ARQUEOLOGIA DEL MITO Capituto 9. Los umbrales mitoldgicos del paleolitico. 1, I. Ill. Iv. Vv. EI escalén del Plesiantropo (< 600000 antes de Cristo >) . : El escalén del Pitecantropo (= 400000 antes de Cristo >) .. see cee El escalén del hombre de Neandertal (ee dor del 200000-75000/25000 a.C.) . wee El escalén del hombre de Cro-Magnon ‘(alre- dedor del 30000-10000 a.C.) ... 0.2 22. ce. wee EI estilo capsiense-microlitico (alr. 30000/ 10000-4000 a.C.) 22. i. ee cee cee cee cee wee CapiruLo 10. Los umbrales mitoldgicos del neolitico. IL, Il. Ill. La gran serpiente de los primeros plantadores (alr. 7500 a.C.?) . seen tee eee tee EI nacimiento de la civilizacién en el Oriente Préximo (alr. 7500-2500 a.C.) . La gran difusiOn ... 10.0... eee cee cee eee 323 323 327 338 341 341 356 380 394 405 405 409 415 424 431 437 437 444 473 10 / Indice Conc usi6n: El funcionamiento del mito ... I. Las im4genes locales y el camino universal ... II. Las servidumbres del amor, el poder y la virtud. TII. La liberacién de la servidumbre INDICE ANALITICO 20. 12. cee cee cee cee cee tee cee ee eee 521 521 524 529 535 INDICE DE ILUSTRACIONES Sefiales estimulo liberando reacciones paterno-maternas en el hombre . ses : Dibujo de un nifio de st su suefio del demonio Disefios en cerdmica, alr. 4000 a.C. . Predominio del regicidio ritual (mapa) .. . Dibujos en gargantillas de concha, Témulo Esp Oklahoma ... ... .. feck bee cae tee ee cee eee Figuras en el santuario de Trois Freres - La Venus de Laussel . see EI hechicero-bestia de Lascaux . Figuras en la cripta de Lascaux .. . Mascara ceremonial con cuernos (palos pantagudos) Australianos con cuernos de palos puntiagudos .. El «Hechicero de Trois Fréres» . La Venus de Lespugue .. El culto del oso (mapa) .. Escena de caza capsiense, Castellén. Tres mujeres, Castellén .. Hombre con un dardo, Castellén . La «Dama blanca», Rodesia .. Los dibujos de las ilustraciones “de las péginas 329, 342, 344, 345, 352, 370 y 434 son de John L. Mackey. 70 105 174 201 269 328 329 342 343 344 345 352 370 386 432 432 433 434 343, Sa {2 LAS MASCARAS DE DIOS: MITOLOGIA PRIMITIVA Joseph Campbell empezé a interesarse por la mitologfa en su infancia en Nueva York,. cuando leia obras referentes a los indios americanos,visitaba con frecuencia el American Museum of Natural History y estaba fascinado por la coleccién de pos- tes totémicos del museo. Obtuvo el B. A. y el M. A. en Co- lumbia en 1925 y 1927 y continuéd estudiando francés medie- val y sdnscrito en las universidades de Paris y Munich. Des- pués de una temporada en California, donde conocid a John Steinbeck y al bidlogo Ed Ricketts, ensefié en la Canterbury School y en 1934 se incorporé al departamento de literatura del Sarah Lawrence College, cargo que ocupé durante muchos afios. Durante las décadas de 1940 y 50 ayudé a Swami Nilkhi- lananda a traducir los Upanishads y The Gospel of Sri Rama- krishna. Entre los muchos libros que ha escrito se encuentran The Hero with a Thousand Faces, Myths to Live By, The Flight of the Wild Gander y The Mythic Image. Ha editado The Portable Arabian Nights, The Portable Jung y otras obras. PREAMBULO A LA TERMINACION DE LAS MASCARAS DE DIOS Cuando dirijo la vista atrdés, hacia los doce satisfactorios afios que he dedicado a este empefio tan gratificante, encuen- tro que su resultado principal para mi ha sido la confirmacién de una idea que mantuve larga y confiadamente: la unidad de la raza humana, no sélo en su historia bioldgica sino también en la espiritual, que por doquier se ha desarrollado a la mane- ra de una tinica sinfonia, con sus temas anunciados, desarrolla- dos, ampliados y retomados, deformados, reafirmados, que hoy dia, en un gran fortissimo con todas las secciones tocando a la vez, avanza irresistiblemente hacia una especie de poderoso climax, del cual ha de surgir el préximo gran movimiento. Y no veo razén alguna para que se pueda suponer que los mis- mos motivos acabados de escuchar no se oirdn otra vez en el futuro, en unas nuevas relaciones, por supuesto, pero siempre los mismos motivos. Todos ellos se presentan aquf, en estos voltimenes, con muchas indicaciones, ademés, sugiriendo las maneras en que pueden ser utilizados por personas razonables para fines razonables, o por poetas para fines poéticos, o por insensatos para la necedad y el desastre. Pues, como dice James Joyce en Finnegans wake: «tan imposibles como son todos estos hechos, resultan tan probables como aquellos que pueden haber sucedido o como cualesquiera otros que nunca nadie pensé que pudieran ocurrir». me 14 / Mitologta primitiva Nota a Ia edicién de 1969 de «Mitologia primitiva» Apenas dos afios después de la publicacién, en 1959, de este primer volumen de Las Mascaras de Dios, una serie de descubrimientos sensacionales en la Garganta de Olduvai, en Tanganika, Africa oriental, hicieron retroceder en més de un millén de afios las primeras apariciones conocidas de la espe- cie humana sobre la tierra. Mientras que los especimenes ante- tiores, de una media docena de yacimientos de Africa del Sur (véase més adelante, pp. 405-408), habian sido fechados unos 600.000 ajios a.C., los hallazgos de Tanganika fueron fechados en 1961, por el recién desarrollado método del Argén-40, con una antigiiedad de aproximadamente 1.750.000 afios', Sin embargo, se encontré que en aquel tiempo existieron al menos dos clases de tipos diferentes de hominidos. E} llamado Zican- tropo —el «antropoide de Etiopia» (del érabe Balad al-Zinj, «Tierra de los etfopes»)— tenia una gran mandfbula y com{fa principalmente vegetales, mientras que el otro, m4s pequefio, comfa carne, parece que era un cazador competente y usaba herramientas de piedra pulimentada. El Dr. L. S. B. Leakey, el excavador de Olduvai, considera a este viltimo como el més probable prototipo de nuestra propia especie humana y le ha llamado, consecuentemente, Homo, «hombre», Homo habilis, «hombre hébil 0 competente»?, Todos los demds, tanto el primer yacimiento de Tanganika como el posterior de Africa del Sur, se consideran ahora generalmente como fuera de la principal linea evolutiva hacia el Homo sapiens, y est4n cla- sificados bajo otro epfgrafe, el Australopitecino, «mono del 1G. H. Curtis, «Clock for the Ages: Potassium Argon», National Geographic Magazine, vol. 120, nim. 4 (1961), pp. 590-592. 7L, Leakey, «The Astonishing Discovery of ‘Nutcracker Man’», Ilastrted London News, vol. 235, nim. 6267 (1959), pp. 217- 19; «The Newly Discovered Skull from Olduvai: First Photographs of the Skull», ibid., vol. 235, mim. 6268 (1959), pp. 288-289; «Recent Dis- coveries at Olduvai Gor; », Nature, vol. 188, nim. 4755 (1960), pp. 1050- 52; «Finding the World's Earliest Men», National Geographic agazine, vol. 118, mim. 3 (1960), pp. 420-35; «New Links in the Chain of Hu- man Evolution: Three Major New Discoveries from the Olduvai Gorge, Tanganyika», Illustrated London News, vol. 238, nim. 6344 (1961), P. L. S. B. Leakey, P. V. Tobia: J. R. Napier, «A New Bie ot of ‘the Genus Horo’ from Olduvai Gorge», Nature, vol. 202, num. 4927 (1964), pp. 7-9. . Predmbulo / 15 sur». El nombre mds lisonjero que he utilizado en la p. 405, Plesiantropo, «casi hombre», est4 limitado a una sola colec- cién de créneos, dientes y huesos —la de Sterkfontein, Surdfri- ca —la cual, segin el principal experto en estas materias, Dr. Carleton S$. Coon, parece representar un caso més bien especial, sefialando, a diferencia de los otros Australopitecinos de Surdfrica, hacia adelante en la linea evolutiva, hacia noso- tros mismos }. Un segundo campo de investigacién sumamente significa- tivo, aunque muy diferente, en el cual se anunciaron descubri- mientos relacionados con el tema de este volumen casi inme- diatamente después de su publicacién, fue el de Ja arqueologia del Oriente Préximo nuclear, donde una serie de descubrimien- tos en la Ilanura de Anatolia, en el sur de Turqufa, manifesté un perfodo de los orfgenes insospechado, anterior a las prime- ras pruebas de las culturas neoliticas conocidas. En consecuen- cia: I, El protoneolitico (véanse pp. 167-70 y 455-56), ha retrocedido dos mil afios, alrededor del 9500 a.C., y II. El neolitico basal (pp. 170-72 y 456) ahora no parece haber sur- gido por primera vez en Irak, Irdn, Palestina ni Siria, sino en Asia Menor, alrededor del 7500 a.C., y haberse desarrollado alli en tres etapas: 1. Una (antes insospechada) conocida ahora como el neo- Iftico prealfarero o acer4mico, que ha sido identificado en Pa- lestina (en Jeric6) asi como en Hacilar, Catal Hiiyik y en algu- nos otros yacimientos de Anatolia*. La manifiesta riqueza de los asentamientos, con sus pulcras casitas de ladrillo y la im- presién, por doquier, de una forma de vida ya bien organizada, sugiere que las técnicas de la agricultura y el pastoreo ya de- ben haber sido dominadas, aunque atin se complementan con Ja caza. Y también es de maximo interés, tanto en Hacilar como 3 Carleton S. Coon, The Origin of Races (New York: Alfred A. Knopf, 4th printing, 1966), pp. 302-304. 4 James Mellaart, «Hacilar: A Neolithic Village Sites, The Scienti- . fic American, vol. 205, nim. 2 (Agosto 1961); y del mismo autor, Catal Hiiyiik: A Neolithic Town in Anatolia (New York: McGraw-Hill Book Company, 1967); véase también Kathleen M. Kenyon, Archaeology in the Holy Land (New York: Frederick A. Praeger, 1960). a 16 / Mitolog(a primitiva en Jericd, la evidencia de algtin tipo de culto doméstico del craéneo (comparar més adelante, pp. 159 y sigs.). 2. En Catal Hiiyiik, alrededor del 6500 a.C. aparecen de pronto objetos de cerdmica, y como observa el excavador Dr, James Mellaart: «podemos de hecho estudiar Ja transicién desde un neolitico acerdmico con cestos y vasos de madera a un neolitico alfarero con la primera alfarerfa» 5. Y junto a esta cerdmica, que es la primera descubierta en el mundo hasta ahora, han aparecido también las primeras estatuillas neoliti- cas conocidas, asociadas con unas cuarenta o més capillas orna- mentadas simbdlicamente, que revelan, en un despliegue mag- nifico, practicamente todos los motivos bdsicos de las mitolo- gtas de la gran diosa madre de edades posteriores. Y estas es- tatuillas, las primeras conocidas del neolitico, son sencillas, naturales, con la espontaneidad de la vida, no son en absoluto «arcaicas», primitivas o rigidas. 3. Es sdlo en el siguiente y ultimo estadio del temprano desarrollo de Anatolia, y después gradualmente también en las reas vecinas, alrededor del 5500-4500 a.C., cuando aparecen esas bien conocidas, hierdticas y convencionales estatuillas de las diosas desnudas que generalmente se han asociado con el més primitivo arte de la aldea. Y asi, parecerfa indicarse una tendencia del naturalismo a la abstraccién, de lo visual al pen- samiento conceptual. Y, mientras tanto, en el entorno de Ana- tolia, que contintia por delante de todos, han empezado a apa- recer sefiales del nacimiento de la primera edad de los metales, el primer calcolitico: abalorios y pequefios tubos de cobre y plomo, varios dijes e incluso unas pocas herramientas de metal. También se manufactura una cerdmica pintada realmente mag- nifica que apunta hacia los grandes estilos de la cerdmica del milenio siguiente (cerdmicas de Halaf, Samarra, Obeid, etc., estudiadas en mi texto, pp. 172-75). La expansién hacia el sur y hacia el este de las artes y estilos de vida de las aldeas seden- tarias ha empezado ahora a extenderse por todo el Oriente Préximo, nuevos centros de transformacién creativa se estén desarrollando y —como se ve més adelante, pp. 175 y sigs.— se ha establecido el escenario para el surgimiento en Mesopo- 5 Mellaart, Catal Hilyitk, p. 22. + Predémbulo / 17 tamia, alrededor del 4000 a.C., de la primera de las grandes civilizaciones histdricas. Un tercer campo de investigacién arqueoldgica —y el ulti- mo que mencionaré aqui— donde un descubrimiento sorpren- dente cambié la situacién casi inmediatamente después de la publicacién de este libro, fue la costa de Ecuador, donde en diciembre de 1960 se encontré en una playa un trozo de cerd- mica japonesa. Las excavaciones subsiguientes mostraron mu- chos mds fragmentos, todos del temprano estilo Jomén (gra- bado a la cuerda), alrededor del 3000 a.C., que es la primera fecha conocida de momento para la cerdmica de] Nuevo Mun- do. También se encontraron en estas excavaciones una serie de estatuillas femeninas de cerdmica, y son las primeras estatuillas, en realidad las primeras obras de arte, desenterradas por ahora en América ®, Tomo nota de esto con gran jubilo porque apoya de una forma definitiva la argumentacién de mi capitulo sobre la posibilidad de una temprana difusién transpacifica de carac- terfsticas culturales al Nuevo Mundo (pp. 236-252). Y mien- tras tanto, en cuanto a las investigaciones sobre los principios de las tradiciones agricolas y plantadoras de la América pre- colombina, un programa de excavaciones en México, extraordi- nariamente bien dirigido, en las en un tiempo habitadas cue- vas del suroeste de Tamaulipas y el valle de Tehuacdn, ha mostrado ultimamente que, alrededor del 3500 a.C. (unos po- cos siglos mds o menos) los cazadores habitantes de las cuevas y los pueblos pescadores practicaron algtin proceso de aclima- tacién de plantas. Parece que el maiz se cultivé entonces por primera vez; y durante los siguientes dos mil afios aumentan las sefiales de un desarrollo de la horticultura, hasta que, alre- dedor del 1500 a.C., parece que se alcanzé6 el principio de algo parecido a un auténtico estadio neolitico de aldea granjera’. 6 Betty J. Meggers, Clifford Evans {Emilio Estrada, Early Forma- tive Period of Coastal Ecuador: The Valdivia and Machalilla Phases (Washington, D. C.: Smithsonian Institution, 1965). 7 Véase Richard S. MacNeish, «The Food-gathering and Incipient Agriculture Stage of Prehistoric Middle America», en Richard Waucho- pe (ed.), Handbook of Middle American Indians (Austin: University of Texas Press, 1964-1967), vol. I, pp. 413-26, Paul C. Mangelsdorf, Ri- chard S. MacNeish y Gordon R. Willey, «Origins of Agriculture in 18 / Mitologia primitiva Los tres campos de investigacién del pasado del hombre que he mencionado aqui estén hoy dfa pasando por una transfor- maci6n tan rapida y prometedora que sin lugar a dudas duran- te los setenta y los ochenta se hardn descubrimientos tan sor- prendentes como se hicieron en la década de los sesenta. En lo principal, supongo, apoyardn, al igual que éstos, la argumenta- cién de mi libro; pero si no, el lector, me atrevo a esperar, sabré cémo afiadir y cSmo sustraer. Joseph Campbell. Nueva York, Navidad 1968. + Middle Americar, ibid., vol, L, 427-45; Philip Phillips, «The Role of Transpacific Contacts in the Development of New World Pre-Colum- bian Civilizations», ibid., th IV, pp._296-315; y Daniel Del Solar, «Interrelations of Mesoamerica and the Peru-Ecuador Area», en Kroeber - Anthropological Society Papers, nim. 34, Primavera 1966. PR6LOGO HACIA UNA HISTORIA NATURAL DE LOS DIOSES Y LOS HEROES I. Las demarcaciones de una nueva ciencia El estudio comparativo de las mitologias del mundo nos hace ver la historia cultural de la humanidad como una uni- dad, pues encontramos que temas tales como el robo del fue- go, el diluvio, el mundo de los muertos, el nacimiento de madre virgen y el héroe resucitado se encuentran en todas las partes del mundo, apareciendo por doquier en nuevas combi naciones, mientras permanecen, como los elementos de un caleidoscopio, s6lo unos pocos y siempre los mismos. Pero ademés, mientras en los cuentos contados para entretener, ta- les temas miticos se tratan con ligereza, con un espiritu ob- viamente de juego, aparecen también en contextos religiosos, donde se aceptan no sélo como verdades de hecho, sino inclu- so como revelaciones de las verdades de las que toda Ia cultura es un testigo vivo, y de las cuales derivan tanto su autoridad espiritual como su poder temporal. Atin no se ha encontrado una sociedad humana en la que tales motivos mitoldégicos no se hayan puesto en practica en las liturgias, no hayan sido in- terpretados por profetas, poetas, tedlogos o fildsofos, presen- tados en el arte, magnificados en la cancién y experimentados por medio del éxtasis en visiones enaltecedoras de la vida. En verdad, la crénica de nuestra especie, desde su primera pagina, . no solamente ha sido una enumeracién del progreso del hom- bre hacedor de herramientas, sino, mds notablemente, una his- toria de la aparici6n de irresistibles visiones en la mente de 20 / Mitologfa primitiva los profetas y de los esfuerzos de las comunidades de Ja tierra por encarnar las alianzas sobrenaturales. Cada pueblo ha reci- bido su propio sello y signo de un destino sobrenatural, comu- nicado a sus héroes y comprobado cada dia en las vidas y expe- riencias de su pueblo. Y aunque muchos de los que adoran a ciegas en los santuarios de su propia tradicién, analizan y des- califican racionalmente los sacramentos de otros, una compa- racién honesta revela inmediatamente que todos ellos provie- nen de un tinicc fondo de motivos mitoldgicos, seleccionados, organizados, interpretados y ritualizados de diversas formas de acuerdo con las necesidades locales, pero reverenciados por to- dos los pueblos de la tierra. Y asf, se presenta un problema fascinante, tanto psicolégico como histérico. Aparentemente, el hombre no puede sostener- se en el universo sin creer en algtn orden de la herencia gene- ral del mito. De hecho, la plenitud de su vida parecerfa incluso estar en relacién directa con la profundidad y amplitud no de su pensamiento racional sino de su mitologfa local. ~De dénde procede la fuerza de estos temas inmateriales, por los que ad- quieren poder para galvanizar poblaciones, convirtiéndolas en civilizaciones cada una de ellas con una belleza y un destino pro- pio autoimpuesto? Y ¢por qué ser que doquiera los hombres han buscado algo sdlido en lo que afirmar sus vidas, han escogi- do no los hechos en que abunda el mundo sino los mitos de una imaginacién inmemorial, prefiriendo incluso convertir la vida en un infierno para si mismos y sus vecinos, en nombre de algtin dios violento, en lugar de aceptar agradecidamente los bie- nes que el mundo ofrece? ¢Van a permanecer las civilizaciones modernas espiritual- mente separadas las unas de las otras en sus ideas locales del sentido de la tradicién general, o podemos abrir ahora un ca- mino hacia un punto fundamental que sea a la vez anverso y reverso de la comprensién entre los hombres? Porque es un hecho que los mitos de nuestras distintas culturas acttian sobre nosotros, bien sea consciente o inconscientemente, como libe- radores de energia, impulsores de la vida y agentes rectores de la misma, de forma que, incluso aunque nuestras mentes racio- nales puedan estar de acuerdo, los mitos por los que vivimos Prélogo / 21 © por los que nuestros padres vivieron pueden estarnos levan- do, en aquel mismo instante, en direcciones diametralmente opuestas. Que yo sepa, nadie ha intentado todavia unir en un solo marco las nuevas perspectivas que han abierto en los tltimos afios las investigaciones en los campos del simbolismo compa- rativo, la religién, la mitologia y la filosoffa. Las valiosas in- vestigaciones arqueoldgicas de estas ultimas décadas, asombro- sas clarificaciones, simplificaciones y coordinacién conseguidas por los completos estudios en los campos de la filologia, etno- logia, filosofia, historia del arte, folklore y religién, puntos de vista nuevos en la investigacién psicolégica y las muchas impa- gables contribuciones a nuestra ciencia de los estudiosos, mon- jes y hombres de letras de Asia se han unido para sugerir una nueva imagen de la unidad fundamental de Ia historia espiritual de la humanidad. Por tanto, sin ir mds alld de los tesoros de evidencia que ya tenemos a mano en estos apartados amplia- mente desperdigados de nuestra disciplina, sino simplemente cogiendo de ellos los membra disiuncta de una ciencia mitolégica unitaria, intento exponer, en las pdginas que siguen, el primer esbozo de una historia natural de los dioses y héroes tal que en su forma final debiera incluir en su Ambito todos los seres divinos —al igual que la zoologia incluye a todos los animales v la boténica a todas las plantas— sin considerar a ninguno sacrosanto o més all4 del dominio cientifico. Porque igual que en el mundo visible de los reinos vegetal y animal, asf también en el mundo visionario de los dioses ha habido una historia, una evolucién, una serie de mutaciones gobernadas por leyes; y sacar a la luz tales leyes es la aspiracién propia de la ciencia. II. EI pozo del pasado «Muy profundo», escribié Thomas Mann al principio de su tetralogia mitolégicamente concebida José y sus hermanos, «es el pozo del pasado. ¢No deberiamos Ilamarlo insondable?». Y luego observaba: «Cuanto més hondo sondeamos, cuanto mds a fondo escudrifiamos e investigamos en el mundo mas 22 / Mitologia primitiva inferior del pasado, mds encontramos que los principios de la humanidad, su historia y su cultura, se revelan inescrutables.» ! Nuestra tarea inicial debe ser preguntarnos si esto es ver- dad, y para ello primero debemos explorar el aspecto psicolé- gico de la cuestién, para saber si en el sistema psicosomatico humano ‘se han encontrado algunas estructuras o tendencias dindmicas a las que se puedan referir los origenes del mito y el rito; y sélo entonces volvernos hacia las pruebas arqueoldgi- cas y etnoldégicas para conocer cudles han podido ser los mo- delos mds antiguos del pensamiento mitoldégico susceptibles de ser descubiertos. Sin embargo, como ya advirtis Mann, en lo concerniente a los fundamentos que estamos buscando, «No importa a qué peligrosos abismos lancemos Ja sonda, que éstos siempre retro- cederén una y otra vez, mds y més lejos, hacia las profundi- dades.» Porque debajo del primer nivel, fundamentalmente el de las civilizaciones primitivas —que no son sino la avanzadi- Ila de Ja inmensa profundidad de la prehistoria de nuestra raza— yacen las centurias, milenios, en realidad cientos de milenios del hombre primitivo, el cazador poderoso, el més primitivo recolector de raices e insectos, hacia atrés en mds de medio millén de afios. Y bajo éste hay un tercer nivel, atin més profundo y més oscuro, més all4 del horizonte primigenio de la humanidad; encontraremos la danza ritual entre los pé- jaros, los peces, los monos y las abejas, y por tanto hay que preguntarse si el hombre, como estos otros miembros del rei- no, no posee algunas tendencias innatas a responder de formas raciales estrictamente organizadas a ciertas sefiales lanzadas por su entorno y su propia especie. El concepto de una ciencia natural de los dioses, a tono con el dmbito de los materiales ya clasificados en los ficheros cientfficos pertinentes, ademds debe incluir en su saber tanto los estratos primitivos y prehistéricos de la experiencia huma- na como los recientes. Y no meramente de forma sumaria y esquemdtica, como una especie de prétesis al tema principal, pues las rafces de la civilizaci6n son profundas. Nuestras ciu- 1 Thomas Mann, Joseph and His Brothers, vol. 1, The Tales of Jacob (Nueva York: Alfred A. Knopf, 1936), p. 3. Prélogo / 23 dades no descansan como piedras sobre la superficie. El capi- tulo primero, rico, grande y terrible, del libro de texto de esta materia se debe tratar de forma no menos completa que el segundo, tercero y cuarto. Y su importancia ser4 mayor que la de los otros; porque se extender4 «hasta la oscura profundidad y abismo del tiempo» que es el contrapunto racial de este in- consciente psicolégico que ha sido mostrado recientemente de forma brillante, dentro del individuo. Escudrifiando las grutas de los artistas hechiceros de la Gran Caza del Cro-Magnon; atin m4s profundamente, las madrigueras de los agazapados ca- nfbales de las épocas glaciales, sorbiendo crudos los cerebros de sus vecinos, en créneos machacados; y més all4 atin exami- nando los enigmdticos blanquecinos restos de esqueletos de lo que ahora podrfa parecer que han sido cazadores pigmeos pa- recidos al chimpancé, en las amplias llanuras del primitivo Transvaal, encontraremos indicios de los més profundos secre- tos, no sélo de las culturas avanzadas tanto de Oriente como de Occidente, sino también de nuestras més intimas expectati- vas, respuestas espontdneas y miedos obsesivos. Por tanto, el presente volumen explora bajo qué luz es asequible el profundo, muy profundo pozo del pasado. Y al igual que El avance del saber, de Bacon, su propésito se di- rige «a sefialar qué parte del conocimiento ya ha sido tratada exhaustivamente y perfeccionada y qué partes quedan inaca- badas o enteramente dejadas de lado». Por otra parte, donde la perspectiva es amplia y clara a simple vista, pueden divisarse sugestivas marcas, se. aventuran intuiciones ocasionales para indicar_conexiones. Pero una revisién completa —rica y varia- da, no obstante sus materiales— a la vez que las hipétesis pro- puestas, necesariamente se ha de realizar més bien como un programa que como una definicidn; pues estos materiales nun- ca se han reunido anteriormente de cara a una tnica recapitu- lacién dirigida hacia una ciencia de las rafces de la revelacién. Mas aun, después de este estudio de los recursos espiritua- les del hombre prehistérico, en los tres voltimenes subsiguien- tes habré de revisar sucesivamente las formas de la mitologia ” oriental, la mitologfa occidental y lo que propongo !lamar mi- tologfa creativa, como representacién de las pervivientes divi- 24 / Mitologia primitiva siones naturales de este tema. Bajo el epigrafe «Oriental» pue- den agruparse facilmente todas las tradiciones de la amplia y variada, aunque en lo esencial uniforme, zona mayor, represen- tada por los mitos filoséficos y las filosoffas mitolégicas de India, Sureste asidtico, China y Japén, a las que se pueden afiadir las primitivas aunque muy interconectadas cosmologias mitolégicas de Mesopotamia y de Egipto arcaicos, asi como los posteriores, mds alejados, pero esencialmente comparables sis- temas de la América Central y del Peri precolombinos. Y bajo el epigrafe «Occidental» las mitologias evolutivas y éticamente orientadas del zoroastrismo, judaismo, cristianismo y el islam que derivan unas de otras, en relacién y en contrapasicién a los panteones grecorromanos y los celtagermanicos. Y final- mente, como «mitologia creativa» consideraremos la importan- tisima tradicién mitolégica del mundo moderno, cuyo origen podemos decir que ha tenido lugar en los griegos, ha llegado a la madurez en el Renacimiento y sigue floreciendo hoy dia en un continuo, saludable desarrollo, en las obras de aquellos artistas, poetas y fildsofos de Occidente para quienes el mila- gro del mismo mundo —tal como esté siendo estudiado ahora por la ciencia— es la revelacién Ultima. Ademas, puesto que es cierto, como dijo Mann, que mien- tras que en la vida de Ia raza humana lo mitico es una manera temprana y primitiva de pensamiento, y en la vida del indivi- duo es un hecho posterior y maduro?, se escuchard un impre- sionante acorde resonando a través de todas las modulaciones de este tema, desde lo primitivo hasta lo mds desarrollado. III. EI didlogo entre la erudicién y la fabulacién La busqueda de una aproximacién cientifica a la mitologia estuvo limitada hasta el final del siglo pasado por la amplitud del campo y el cardcter disperso de las pruebas. El conflicto que se desencadené entre autoridades, teorfas y opiniones, 2 Thomas Mann, «Freud and the Future», Life and Letters Today, vol. 15, ntim. 5 (Otofio 1936), p. 89. Prélogo / 25 principalmente a lo largo del siglo x1x, cuando se ampliaban los niveles del conocimiento en cada campo de investigacién (estudios cldsicos y orientales, filologia comparativa, folklore, egiptologia, critica biblica, antropoldgica, etc....) se asemejaba al insensato tumulto de la vieja parabola budista «Los ciegos y el elefante.» Los ciegos, que palpan la cabeza del animal di- cen, «Un elefante es como una pileta de agua»; los que palpan sus orejas, «Es como un soplillo»; los que palpan los colmillos, «No, realmente es como un arado»; y Ios que tocan la trompa, «Es como una hazada». Unos cuantos le tocan el vientre, «jCémo!, gritaron, jes como un arcén!» Los que tocaron sus patas argiifan que era como unos pilares, los que tocaron su recto que era como un mortero, los que su miembro, que era como el mazo de un mortero, mientras que los demds, tocando la cola, gritaban: «Un elefante es como un abanico.» Y se pelearon con rabia entre ellos, a pufietazos, gritando y excla- mando: «Esto es un elefante; eso no es un elefante.» «Esto no es un elefante. Eso es un elefante.» Y por tanto, sigue la moraleja de Buda, la horda de here- jes, monjes, brahmanes y los ascetas peregrinos, tolerantes con la herejia, regocijandose en la herejia, confiando en la seguri- dad de las especulaciones heréticas, estén ciegos, sin ojos, sin conocer el bien, sin conocer el mal, sin conocer lo correcto, sin conocer lo equivocado, se pelean y alborotan y denostan y se hieren con las dagas de sus lenguas diciendo: «Esto es correc- to, eso no es correcto; esto no es correcto, eso es correcto.» 3 Las dos disciplinas doctas de las que los perfiles de una ciencia comparativa sélida pudieron haber surgido en un prin- cipio eran las de los cldsicos y la Biblia. Sin embargo, el dog- ma fundamental de Ia tradicién cristiana hizo que pareciera una blasfemia el compararlas a las dos en el mismo nivel de pensa- miento, porque mientras los mitos de los griegos se conside- raban como pertenecientes al orden natural, los de la Biblia se suponfan sobrenaturales. De aqui que mientras los prodigios de los héroes cldsicos (Heracles, Teseo, Perseo, etc.) se estu- diaban como literatura, los de los hebreos (Noé, Moisés, Josué, 3 Udana 6.4.66-69; cf. Eugene Watson Burlingame, Buddhist Pa- rables (New Haven: Yale University Press, 1922), pp. 75-76.

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