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LA IDEA DE LAS GENERACIONES MODERNAS
troquel de una realidad inalterada. Poco conocidos y reconocidos por la historia, pero sí existieron
conflictos de tipo generacional entre los antiguos romanos según relata Tito Livio4, pero tales
diferencias no cristalizaron en grandes pliegues espirituales, en estrictas generaciones perfectamente
delineadas como sucede en la modernidad. Esa continuidad estricta de más de lo mismo (una
generación calcando a la anterior colectivamente) no ocurre en el presente y ya no volvería a ocurrir.
La idea ordinaria sobre la generación, resulta un pálido esqueleto cuando se compara con el fermento
que nos regala el razonamiento de Ortega. La relación meramente reproductiva que confronta a padres
e hijos no indica el ritmo (la música y compás) de la historia, por eso nos señala un hecho y no una
explicación. Se requiere de amplitud de miras para que la generación delinee el nudo que ata la cuerda
entre el individuo y la masa, la minoría y la plebe, el pasado y el porvenir, el presente y sus
posibilidades, la sensibilidad y la razón, la vida y la cultura.
El arte de la explicación racional, en efecto requiere de atar los nudos de los polos contrarios, siendo
posible mostrar la conexión oculta entre lo que hace colisión en la superficie engañosa. A través de la
generación nos obligamos a liarnos con el sentido del presente, lo que Ortega llamó "el tema de nuestro
tiempo".
El ciclo de la generación
Ante todo la idea de la generación sirve para revelar un cambio colectivo, que se presenta
simultáneamente. En la superficie, de repente, se presenta un cambio en la sensibilidad. Al mismo
tiempo y como “puestos de acuerdo”, los hijos muestran distinta sensibilidad, que abarca todos los
ámbitos de la vida y completos a los miembros de cada sociedad, tanto las minorías como a las
muchedumbres. La sensibilidad común entre los pocos y los muchos permite su entendimiento, en base
a un común denominador que el pensador indica como la “altitud vital”, la disposición a la respuesta
ante los desafíos del mundo.
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aproximación sensata, también debemos observar que en otras sociedades el tiempo de maduración
varía enormemente. Observadores de la historia, la psicología y la sociología observan que el periodo
de maduración varía enormemente. El matrimonio temprano ha sido un factor típico en sociedades
agrarias y esa reproducción temprana se especula como de grandes consecuencias en la formación
psíquica5. Se ha anotado que en la Edad Media al niño se le trata como un hombre pequeño y no se
aceptaba un periodo de esparcimiento y juegos, sino una transición rápida a las responsabilidades
laborales, empezando por casa6.
Entonces, siendo un factor variable esa división temporal entre las generaciones, al menos creo
interesante su validación, como una posición. En especial la cualidad del tiempo de cada una de las
edades humanas con su ritmo y significado resulta interesante en la interpretación de las generaciones.
Veamos. Infancia: cambios rápidos, casi no percibidos, sin acumulación captada, opera en el presente
perpetuo, la eternidad del ahora, sin pasado ni porvenir, pero engarzada en un ritmo del cambio de
ánimo veloz sin transiciones; además pareciera que no existe una clara autoconciencia, por tanto la alta
tasa de cambios no se acompaña por la percepción clara de los mismos; intensidad suprema en el
ahora, predominio de las emociones sobre los argumentos. Juventud: cambios rápidos con inicio de
conciencia de ellos, donde la conciencia puede aparecer tan intensa que desconcierta (por ejemplo,
vocaciones heroicas increíbles, el “niño héroe” es un joven heroico; aparición del futuro en la
consideración del horizonte temporal; vivencia clara de los saltos casi sin continuidad, dramatismo del
cambio, el tiempo de las crisis y las metamorfosis; dominio del presente como urgencia, plenitud del
ritmo acelerado, clímax de la vitalidad; surgen sorprendentes capacidades, nace la proeza. Madurez:
estabilización de los cambios como tendencia, aparición de la percepción de la acumulación;
adquisición de la compleja triple vista sobre el tiempo (la “tritemporalidad” de pasado-presente-
futuro); primera conciencia del pasado perdido (el paraíso perdido de la inocencia7); sentido de la
normalidad de ese ritmo; rechazo sobre los otros ritmos previos de la existencia; surgimiento de un
estado de plenas fuerzas (el narcisismo del maduro); la eternidad captada como acumulación o
realización presente. Vejez: entrada en el ritmo descendente o pausado, reducción de la vitalidad;
tendencia extrema hacia la acumulación (la divisa de conservar, guardar, atesorar, recordar); cambio
lento, que se trata de ignorar por resistencia a la muerte; la eternidad concebida preferentemente como
el más allá, anhelo de otra vida; mirada hacia atrás, dominio de la nostalgia. El conflicto generacional,
en parte, se puede interpretar en base al choque de tales tiempos contrapuestos de infancia, juventud,
madurez y vejez. Cada generación concebida en su conjunto único la podemos ubicar como un pliegue
en el tiempo, una oleada sobre una superficie de contrapuestos ritmos de vida, percepciones temporales
discordantes.
5
REICH, Wilhelm, La irrupción de la moral sexual.
6
DALTON, Robert, La gran matanza de gatos …
7
MILTON, John, Paraíso perdido.
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ENGELS, Friedrich, El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado. Pocos marxistas como Jorge Veraza y
Luis Arizmendi, han corregido el descuido metodológico de ignorar el aspecto reproductivo.
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presentes de los sujetos, que modifican el mundo material. Esa relación general entre trabajo muerto
como la premisa del trabajo vivo es insuperable para la historia, pues define su condición misma de
posibilidad; es decir, el trabajo pretérito resulta la premisa sine qua non10. Sin embargo, en las
sociedades de escasez (digamos todas lo han sido11) esa relación se convierte en una pesadilla de
continuidad involuntaria, una pesadilla donde el pasado domina sobre el presente. Esa doble relación
fue puesta como paradoja por Marx ante el fenómeno más llamativo del siglo XIX: las revoluciones
burguesas. Cuando los líderes de las revoluciones burguesas están acelerando las condiciones de vida
social "conjuran temerosos en su auxilio los espíritus del pasado", pero cumplieron la misión de su
tiempo, por lo que "En esas revoluciones, la resurrección de los muertos servía, pues, para glorificar las
nuevas luchas". En términos de Ortega esas son las épocas de heterogeneidad, incluso aparecen como
lobos con disfraz de cordero, donde la inestabilidad en las respuestas marca cambios constantes, donde
se presenta un dominio de los jóvenes que rechazan lo establecido, ponen a la moda lo antiguo pero es
un disfraz y se vuelven modernizadores.
En otros casos, el mismo movimiento social repercute en la situación de esterilidad, de dominio
completo del pasado sobre el presente, cuando los muertos dominan como una pesadilla el cerebro de
los vivos y no los dejan existir. Ese fue el caso del segundo Napoleón enseñoreándose sobre la nación
francesa, por lo que "no hizo más que dar vueltas el espectro de la antigua revolución(...) Los
franceses(...) no podían sobreponerse al recuerdo napoleónico(...) No sólo obtuvieron la caricatura del
viejo Napoleón, sino al propio viejo Napoleón en caricatura"12. En ese caso la repetición de la historia,
la compulsión por repetir es perniciosa, mera caricatura o fantasmagoría, mostrando el predominio de
una fe historicista y burla del calendario cíclico13. En términos de Ortega se trata de épocas de
homogeneidad donde el modo de asimilación es repetitivo, de estabilidad, con el consiguiente dominio
social de los adultos-viejos y esos son periodos seniles donde se adora la repetición y el objetivo global
social pretende la restauración y consagración del pasado14 .
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(el evento del año 1968) nos facilita las cosas al colocar la cresta de la ola, un punto más alto, en torno
al cual actuaron los jóvenes de diversas edades, igualándose en el mismo movimiento.
A nivel sociológico, además de una sensibilidad común de los jóvenes urbanos (gustos musicales,
tendencias anímicas, preferencias deportivas, entretenimiento, moral espontánea…), concentrados en la
ciudad de México (epicentro absoluto del movimiento del 68), pero secundado por toda la educación
superior (paros y huelgas en las demás universidades), se suman procesos de intensa convivencia.
Además de la juventud común los universitarios y politécnicos mexicanos tenían dispositivos de
intensa convivencia, con comedores y cafeterías universitarios, internados para los estudiantes de cada
provincia, equipos deportivos y estadios de las grandes escuelas, federaciones estudiantiles… en fin
una trama de convivencia e identificación del estudiantado15.
En esa coyuntura de unificación de la generación estudiantil urbana se perfila el movimiento político
social, cuando en México: “El autoritarismo acapara el futuro para una elite detentadora, y esa clausura
del juego de las posibilidades futuras resulta más resentido entre la generación nueva, los jóvenes
desean el “dejar hacer” de un modo más radical que los adultos, y una hambre de futuro aparece en
algunas coyunturas. Para la juventud a nivel mundial el año 68 marca hambre de futuro; entre
cualquier situación emergieron contingentes protestando en contra de su estatus quo, rebelándose
contra pautas establecidas, para cambiar el rumbo incluso por el mero gusto de cambiarlo (…) La
imagen planetaria del 68 señala un desplazamiento hacia la izquierda, pero debemos respetar la
diversidad de signos posibles, tan heterogéneos como el pelo largo y el sindicalismo, como la
marihuana y las marchas masivas, como las consignas y la libertad sexual. En su complejidad, el 68
mundial indica un cambio de sensibilidades y de intereses para una enorme generación, variando desde
gustos musicales hasta expectativas económicas, la alteración acontece colosal. Pocos visionarios
preveían tal efervescencia y despertar de tendencias nuevas entre esa generación”16 Además, en este
evento el término “ruptura generacional” adquiere una fuerza tremenda, pues la crisis de ruptura ha
sido reforzada con la sangre de un martirio colectivo, el ataque bárbaro contra una población indefensa.
La heterogeneidad de la generación del 68 se convierte en un salto cualitativo, convertido en afán de
separación, alejamiento del pasado encarnado en un gobierno autoritario. Y en este caso particular, el
acontecimiento político social (un hecho) repercute sobre la sensibilidad y le otorga una robustez
especial; la juventud pasa de una sensación a un drama colectivo, así, la “suerte está echada” en un
trance sin regreso.
Generaciones modernas
Cuando se definen ideales modernos entonces se ambiciona mantenerse a la altura del tiempo presente.
Sin duda, Ortega y Gasset pretendió escalar a la altura de su época, fundirse con sus contemporáneos y
encontrar una mira adecuada a su propia sensibilidad. Un individuo, por una vocación o necedad
podría remar contra la corriente de su época, contrariando a sus semejantes, y entonces su gesto caería
en el vacío o quedaría como profecía precursora para las lejanas centurias. El gesto de rechazo y
rebeldía adquiere el rango de acontecimiento político y social de primera importancia cuando lo hace el
grueso de una nueva generación, cuando el gesto sublevado lo practica el relevo de una sociedad. El
motivo de un rechazo colectivo contra una sociedad previa no siempre es evidente, sobre todo causa
sorpresa cuando hasta las minorías privilegiadas participan en la tarea negativa. Ese es el rasgo típico
de la rebelión juvenil, una negativa al pasado, percibido como un fardo, el peso de la tradición muerta.
El movimiento mundial de 1968 (paradigma de la rebelión juvenil) indicaba la irrupción de una etapa
más heterogénea, donde el cambio de personas abarcaba la sustitución de sensibilidades, sin embargo,
la reproducción nacional me parece pone fronteras a la formación de generaciones, las cuales no flotan
entre el espacio mundial directamente, sino engarzadas dentro de su colectivo nacional. Tanto el
15
ZERMEÑO, Sergio, México: Una democracia utópica, el movimiento estudiantil del 68.
16
VALDÉS MARTÍN, Carlos, La forja de una nación en la historia. Desde el mediodía nacional de 1960 hasta la
apertura del milenio, 3ª parte, p. 14.
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aspecto mundial como la diversidad nacional son notables, y justamente la singularidad de las acciones
políticas colectivas es su simultaneidad mundial, efecto que no se ha repetido a pesar de una mayor
globalización de los mercados y las comunicaciones. Son los tiempos del extravío, donde se rompe el
entendimiento generacional (incluso en el seno familiar, incluso dentro del mismo individuo), el
porvenir reclama sus posesiones al presente (ambos disfrazados con ropa de jóvenes), los palacios se
convierten en tumbas y los profetas creen servir como activistas de vanguardia.
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de la infanta y se dedican a su servicio, son la encarnación de una vitalidad devota con el reino y sus
atributos; la homogeneidad se ha logrado. La madurez definida como plenitud de fuerzas aparece en
los atributos del artista y de los reyes; si bien, los códigos y aspiraciones sociales de los reyes
representan una entidad superior a cualquier madurez. Los monarcas aspiran a una meta-madurez
convertida en majestad (casi la divinidad en la tierra), y contra la cual no existe una efectiva madurez
individual (en el reino nadie posee plenitud de fuerzas contra el monarca porque es su súbdito,
sometido incondicional); sin embargo, en contra de tal supuesta inexistencia de madurez de los
súbditos (pues si fueran maduros existiría una república de iguales) aparece deslumbrante el mensaje
del artista, el mismo genio artista (la mega madurez) que se ha colado como el sublime portavoz de una
realidad suprema, dando orden y sentido a una complejidad desbordante. De ahí, en fuera los demás
adultos son simples espectadores, cortesanos sometidos al múltiple magnetismo de la monarquía y sus
reflejos (la infanta, sus meninas, sus enanos, sus cortesanos, su artista), como los múltiples adornos que
se ciñen en torno a una corona. Y, la final, por la ironía de la pintura y el tiempo, haciendo el juego
con un espejo al fondo, emerge el espectador sustituyendo la posición del monarca en el espejo
pintado; entonces el espectador vivo de hoy reemplaza al monarca muerto hacia siglos y nos dice que
la mirada presente define al único regente de la existencia, el eje subjetivo de cualquier interpretación.
Es decir, el espectador presente se convierte en la medida de todas las generaciones, maravillado ante
el espectáculo complejo de ese evento imposible, convertido en obra de arte: ese intento por cristalizar
al cronómetro humano dentro de un orden perfecto.