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LA IDEA DE LAS GENERACIONES MODERNAS

LA IDEA DE LAS GENERACIONES MODERNAS, CON APLICACIÓN AL 68 MEXICANO


Y LAS MENINAS

Por Carlos Valdés Martín

El papel multifuncional de la idea de generación


Esta idea de las generaciones articula su argumentación en torno a las relaciones cambiantes del agrupo
con su mundo1. Por medio de la idea de la generación surge un intento para resolver la antinomia
(rígida, esquemática) entre las concepciones opuestas del colectivista y el individualista, el socialismo
y el “privatismo”, el totalitarismo y el liberalismo. Muchos pensadores precedentes han tomado un
elemento pretendiendo anular al otro, o bien encuentran ambos elementos sin conexión ni flujo, por lo
que el conjunto permanece quebrado. La idea de las generaciones define un núcleo metódico en el
pensamiento de José Ortega y Gasset, quien en vías de explicar la superación de tal dualidad observa:
no cabe separar héroes de masa, porque la vida histórica es convivencia. En la superación de esa
antinomia está la generación, que concebida como el "compromiso dinámico entre masa e individuo, es
el concepto más importante de la historia"2.
Una época de antagonismos generacionales fructificó en esta clase de reflexiones. En los largos
periodos de acuerdo entre abuelos, padres, hijos y nietos no posee sentido encumbrar una reflexión
sobre la especificidad de las generaciones. El pensamiento tribal y antiguo no tiene amplias reflexiones
sobre la ruptura temporal, sino cristalizaciones de la continuidad entre padres e hijos, como el culto a
los antepasados, ritos iniciáticos de pubertad y la mitología de los orígenes. Mientras la tradición
parezca sagrada y los pueblos veneren su pasado como la brújula a seguir invariable no se aprecian las
fisuras generacionales. El pensamiento mitológico, según la clasificación de Eliade implica que el
tiempo se desplaza entre fundaciones y emanaciones; primero un inicio completo del tiempo, sigue su
emanación y termina en un agónico final (modelo biológico) de tal manera que no existe una efectiva
acumulación lineal del tiempo, por más que los calendarios cuenten años transcurridos3. En una
cronología mítica no existe espacio para observar las variaciones generacionales, únicamente dioses,
avatares y héroes colocan una muesca en la gran rueda del ciclo cósmico. Ya sea en estructuras
tribales, continuidad de grupos venerando sus costumbres o un tiempo mítico, en ninguna de esas
circunstancias opera con eficacia el desdoblamiento generacional.
Si bien, el fenómeno resulta anterior y ha acontecieron roces generacionales entre ciudadanos de las
polis griegas o los inquietos renacentistas, su efectiva vigencia es posterior. El principio de siglo XX ya
marcó con claridad una época de los antagonismos generacionales. La Primera Guerra Mundial ha sido
descrita, en un aspecto importante de las confrontaciones militares, cuando se comenta la frialdad con
la que los ancianos mariscales enviaban a la tumba a las juventudes en base a la necedad táctica de
enfilar cargas de infantería descubierta contra las ametralladoras anidadas en trincheras. La guerra de
trincheras, mandada por los militares ancianos que sacrificaban alegremente a la juventud de su país
contra la del país enemigo, marcaba la sepultura de la unidad generacional. Esa guerra no era la
primera ocasión en la historia en que los viejos militares sacrifican a los hijos de su patria en aras de
Marte, pero nunca antes aconteció de un modo tan mecánico y absurdo, donde a eso se agrega una
aceleración del tiempo histórico, rasgo significativo de la modernidad. El sello moderno del presente se
modifica en la progenie. Este modernismo y ruptura de generaciones contrasta con el pasado, aunque
exista ya el fenómeno en semilla, por ejemplo, en la antigua Roma, el mundo de los viejos generales
romanos y el de los jóvenes soldados era uno y el mismo, se acunaba entre ellos una solidaridad muy
profunda; la diferencia mínima entre unos y otros se reducía a los nuevos cuerpos acuñando en el
1
Cf. ORTEGA Y GASSET, José, El tema de nuestro tiempo, La rebelión de las masas, España invertebrada, La
deshumanización del arte, Kant, Hegel, Dilthey. Y FERRATER MORA, José, Ortega y Gasset.
2
ORTEGA Y GASSET, José, El tema de nuestro tiempo, Ed. Revista de Occidente, 13a. ed., 1958, Madrid, p. 7.
3
ELIADE, Mircea, El mito del eterno retorno y Tratado de historia de las religiones.

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troquel de una realidad inalterada. Poco conocidos y reconocidos por la historia, pero sí existieron
conflictos de tipo generacional entre los antiguos romanos según relata Tito Livio4, pero tales
diferencias no cristalizaron en grandes pliegues espirituales, en estrictas generaciones perfectamente
delineadas como sucede en la modernidad. Esa continuidad estricta de más de lo mismo (una
generación calcando a la anterior colectivamente) no ocurre en el presente y ya no volvería a ocurrir.

La idea ordinaria sobre la generación, resulta un pálido esqueleto cuando se compara con el fermento
que nos regala el razonamiento de Ortega. La relación meramente reproductiva que confronta a padres
e hijos no indica el ritmo (la música y compás) de la historia, por eso nos señala un hecho y no una
explicación. Se requiere de amplitud de miras para que la generación delinee el nudo que ata la cuerda
entre el individuo y la masa, la minoría y la plebe, el pasado y el porvenir, el presente y sus
posibilidades, la sensibilidad y la razón, la vida y la cultura.
El arte de la explicación racional, en efecto requiere de atar los nudos de los polos contrarios, siendo
posible mostrar la conexión oculta entre lo que hace colisión en la superficie engañosa. A través de la
generación nos obligamos a liarnos con el sentido del presente, lo que Ortega llamó "el tema de nuestro
tiempo".

El ciclo de la generación
Ante todo la idea de la generación sirve para revelar un cambio colectivo, que se presenta
simultáneamente. En la superficie, de repente, se presenta un cambio en la sensibilidad. Al mismo
tiempo y como “puestos de acuerdo”, los hijos muestran distinta sensibilidad, que abarca todos los
ámbitos de la vida y completos a los miembros de cada sociedad, tanto las minorías como a las
muchedumbres. La sensibilidad común entre los pocos y los muchos permite su entendimiento, en base
a un común denominador que el pensador indica como la “altitud vital”, la disposición a la respuesta
ante los desafíos del mundo.

La natural renovación biológica presenta un cambio de personas de acuerdo a un periodo aproximado


de quince años, correlacionando los procesos de madurez biológica y psíquica. Estableciendo una
correspondencia aritmética dividimos los periodos de vida como sigue:
Infancia 0-15 años
Juventud 15-30 años
Madurez 30-45 años
Vejez 45-60 años
Este cuadro no pretende establecer un ciclo individual de vida, sino armonizar la base biológica con la
idea de que el conjunto de miembros de una sociedad capta simultáneamente su mundo, estableciendo
un lazo sensible frente a los predecesores y sucesores, frente a los cuales no existe ese lazo horizontal
(sincrónico) sino una conexión frontal (diacrónica). Y por esa conexión frontal (infancia frente a
juventud, madurez y vejez, juventud frente a infancia, madurez y vejez…) se determinaría una mutua
exclusión de vivencias y perspectivas, por ser el otro corte generacional. Encontramos
simultáneamente varias edades, con distintos momentos biológicos con la convivencia de cuatro tipos
de grupos. Digamos que tal convivencia integra o debe de hacerlo entre los segmentos, pero contiene
un factor impermeable, por ejemplo los niños no cuentan cuentos de niños; las generaciones mayores
poseen nostalgia creciente e ideas más fijas, etc.

Especulaciones sobre las divisiones de quince años


Si bien, en la perspectiva moderna tales divisiones en periodos de quince años suenan a una
4
En sus Anales Tito Livio describió el cruel conflicto entre jóvenes rebeldes y la autoridad romana; los jóvenes
dionisiacos, greñudos y amantes de la música estridente parecieron una amenaza al orden público. Cf. VALDÉS
MARTÍN, Carlos, Revista Generación, Num. 5, p. 25.

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aproximación sensata, también debemos observar que en otras sociedades el tiempo de maduración
varía enormemente. Observadores de la historia, la psicología y la sociología observan que el periodo
de maduración varía enormemente. El matrimonio temprano ha sido un factor típico en sociedades
agrarias y esa reproducción temprana se especula como de grandes consecuencias en la formación
psíquica5. Se ha anotado que en la Edad Media al niño se le trata como un hombre pequeño y no se
aceptaba un periodo de esparcimiento y juegos, sino una transición rápida a las responsabilidades
laborales, empezando por casa6.
Entonces, siendo un factor variable esa división temporal entre las generaciones, al menos creo
interesante su validación, como una posición. En especial la cualidad del tiempo de cada una de las
edades humanas con su ritmo y significado resulta interesante en la interpretación de las generaciones.
Veamos. Infancia: cambios rápidos, casi no percibidos, sin acumulación captada, opera en el presente
perpetuo, la eternidad del ahora, sin pasado ni porvenir, pero engarzada en un ritmo del cambio de
ánimo veloz sin transiciones; además pareciera que no existe una clara autoconciencia, por tanto la alta
tasa de cambios no se acompaña por la percepción clara de los mismos; intensidad suprema en el
ahora, predominio de las emociones sobre los argumentos. Juventud: cambios rápidos con inicio de
conciencia de ellos, donde la conciencia puede aparecer tan intensa que desconcierta (por ejemplo,
vocaciones heroicas increíbles, el “niño héroe” es un joven heroico; aparición del futuro en la
consideración del horizonte temporal; vivencia clara de los saltos casi sin continuidad, dramatismo del
cambio, el tiempo de las crisis y las metamorfosis; dominio del presente como urgencia, plenitud del
ritmo acelerado, clímax de la vitalidad; surgen sorprendentes capacidades, nace la proeza. Madurez:
estabilización de los cambios como tendencia, aparición de la percepción de la acumulación;
adquisición de la compleja triple vista sobre el tiempo (la “tritemporalidad” de pasado-presente-
futuro); primera conciencia del pasado perdido (el paraíso perdido de la inocencia7); sentido de la
normalidad de ese ritmo; rechazo sobre los otros ritmos previos de la existencia; surgimiento de un
estado de plenas fuerzas (el narcisismo del maduro); la eternidad captada como acumulación o
realización presente. Vejez: entrada en el ritmo descendente o pausado, reducción de la vitalidad;
tendencia extrema hacia la acumulación (la divisa de conservar, guardar, atesorar, recordar); cambio
lento, que se trata de ignorar por resistencia a la muerte; la eternidad concebida preferentemente como
el más allá, anhelo de otra vida; mirada hacia atrás, dominio de la nostalgia. El conflicto generacional,
en parte, se puede interpretar en base al choque de tales tiempos contrapuestos de infancia, juventud,
madurez y vejez. Cada generación concebida en su conjunto único la podemos ubicar como un pliegue
en el tiempo, una oleada sobre una superficie de contrapuestos ritmos de vida, percepciones temporales
discordantes.

Producción de personas, de cosas y generaciones


La visión corriente y casi unánime del marxismo se desentiende de la sutileza de la producción de las
personas, porque la misma complejidad de la reproducción (como nos los permite el idioma español)
implica una entidad más compleja, ya que la objetividad del producir, resulta relativizada por las
intrincadas mediaciones de las biología y la formación de las personas. Si bien, el tema de la
reproducción fue tratado ampliamente por la obra tardía de Engels, la situación de permanecer centrada
en algunos aspectos políticos, como la creación del Estado y su evolución, así como el énfasis en las
instituciones familiares, dejó de lado el aspecto obvio de la creación de las colectividades humanas8.
En ese sentido, la visión ordinaria marxista fue una teoría de la producción de los sujetos mediante las
condiciones de producción (del tipo fábrica, salarios, nivel de ingresos, explotación…) dejando de lado

5
REICH, Wilhelm, La irrupción de la moral sexual.
6
DALTON, Robert, La gran matanza de gatos …
7
MILTON, John, Paraíso perdido.
8
ENGELS, Friedrich, El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado. Pocos marxistas como Jorge Veraza y
Luis Arizmendi, han corregido el descuido metodológico de ignorar el aspecto reproductivo.

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la reproducción de personas, tanto en el nivel inmediato (lazos consanguíneos, población) como


mediato (grupos nacionales, idiomáticos, identidades colectivas…). Ese desequilibrio significó que
Ortega y Gasset parece un rival intelectual completamente ajeno a las visiones del materialismo
histórico, pero hecha tal apreciación comprendemos inmediatamente, que el tema de las generaciones
era importante para cubrir el panorama de la forja de los sujetos sociales, donde la simple producción
de una masa poblacional en un tiempo, recibe una compleja impronta emanada de la relación entre las
edades y la situación social, estableciendo un proceso productivo doble (el entorno concreto
produciendo las sensibilidades colectivas, y los grupos produciendo un entorno conforme a sus
tendencias). Comprender las generaciones aporta tanto vitalidad (conexión con un flujo cambiante del
acontecer que se liga con las personas) como agrupamiento (al simultaneidad de un nosotros,
desagregado pero realista) a la comprensión de un horizonte social.

Las deficiencias en la visión de generaciones empíricas


Esto significa que la visión de las generaciones es una aportación importante al conocimiento social,
pero esta aceptación de entrada no significa que siempre las interpretaciones sociológicas en base a
generaciones sean teórica y empíricamente correctas. Varias descripciones empíricas pecan de
localismo (proyectado sobre el mundo) junto con agregados empíricos sin conexión alguna, por
ejemplo las definiciones de “Baby Boomers”, “Generación X” y “Y”, no están centradas en la entidad
colectiva, la autodefinición (la producción al interior del colectivo) del grupo humano en el tiempo,
sino por eventos de su entorno o rasgos demasiado generales (hasta cortes de fechas arbitrarios), sin
especificidad para su generación. En definitiva y en descargo de tales visiones empíricas, el medio más
sencillo para clasificar opera en base a eventos empíricos, pues su existencia parece incuestionable
(sucedió estoy y aquello en tal fecha), pero un evento histórico está relacionado indirectamente con la
población, depende de la interpretación. En ese sentido, no es tanto la guerra o el terror sino la
experiencia masiva de las mismas de acuerdo al “ser de la generación”, lo que importa; depende del
contexto humano (la tesitura de sensibilidad colectiva) que esa guerra sea posible y el modo de su
interpretación. Las guerras de intervención extranjera parecían irrelevantes (enfoque pacifista anterior)
o heroicas (enfoque belicista previo) para el interior de Estados Unidos, hasta que se modifica la
sensibilidad de la generación, y surge un repudio intenso al imperialismo norteamericano por la
juventud; entonces en esa coyuntura observamos la nueva sensibilidad de una generación. A través de
la contextura interna de la generación se define el evento (Guerra de Vietnam) como el hito que
relaciona una generación en su experiencia colectiva.
Y en particular, cada generación debe ser descubierta como actor de su historia, pues no existen más
protagonistas (las cuatro generaciones entrelazadas) a los cuales recurrir. Ahora bien, las generaciones
son otra manera de entrelazar la entidad colectiva, pues también están presentes las otras dimensiones
como la producción material, los fenómenos sociales de otro tipo como lo nacional, cultural, bélico,
etc.

El sándwich del tiempo


En esta perspectiva el aspecto que importa más es la sucesión de convivencia de los grupos humanos,
quienes comparten una lucha en tres tiempos: pasado, presente y futuro. El grupo de los nacidos en un
periodo simultáneo cuenta con su propia espontaneidad, forjada sobre el terreno de su situación
colectiva no repetible, lo que de inmediato define su sensibilidad (explosiva y rebelde, retraída y
conservadora, sutil y elocuente, aguerrida e irreflexiva, etc.) Se vive como en un sándwich entre lo
que: “ya fue”, “es” y “será”. Brotando desde la semilla del pasado reciben un legado, sobre el cual
establecen su continuidad o ruptura.
En general, toda la historia humana es una relación entre premisas y proceso productivo, entre
condiciones recibidas por la naturaleza y el trabajo previo, llamado trabajo muerto 9 y las finalidades
9
MARX, Karl, El capital, tomo I, cap. V

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presentes de los sujetos, que modifican el mundo material. Esa relación general entre trabajo muerto
como la premisa del trabajo vivo es insuperable para la historia, pues define su condición misma de
posibilidad; es decir, el trabajo pretérito resulta la premisa sine qua non10. Sin embargo, en las
sociedades de escasez (digamos todas lo han sido11) esa relación se convierte en una pesadilla de
continuidad involuntaria, una pesadilla donde el pasado domina sobre el presente. Esa doble relación
fue puesta como paradoja por Marx ante el fenómeno más llamativo del siglo XIX: las revoluciones
burguesas. Cuando los líderes de las revoluciones burguesas están acelerando las condiciones de vida
social "conjuran temerosos en su auxilio los espíritus del pasado", pero cumplieron la misión de su
tiempo, por lo que "En esas revoluciones, la resurrección de los muertos servía, pues, para glorificar las
nuevas luchas". En términos de Ortega esas son las épocas de heterogeneidad, incluso aparecen como
lobos con disfraz de cordero, donde la inestabilidad en las respuestas marca cambios constantes, donde
se presenta un dominio de los jóvenes que rechazan lo establecido, ponen a la moda lo antiguo pero es
un disfraz y se vuelven modernizadores.
En otros casos, el mismo movimiento social repercute en la situación de esterilidad, de dominio
completo del pasado sobre el presente, cuando los muertos dominan como una pesadilla el cerebro de
los vivos y no los dejan existir. Ese fue el caso del segundo Napoleón enseñoreándose sobre la nación
francesa, por lo que "no hizo más que dar vueltas el espectro de la antigua revolución(...) Los
franceses(...) no podían sobreponerse al recuerdo napoleónico(...) No sólo obtuvieron la caricatura del
viejo Napoleón, sino al propio viejo Napoleón en caricatura"12. En ese caso la repetición de la historia,
la compulsión por repetir es perniciosa, mera caricatura o fantasmagoría, mostrando el predominio de
una fe historicista y burla del calendario cíclico13. En términos de Ortega se trata de épocas de
homogeneidad donde el modo de asimilación es repetitivo, de estabilidad, con el consiguiente dominio
social de los adultos-viejos y esos son periodos seniles donde se adora la repetición y el objetivo global
social pretende la restauración y consagración del pasado14 .

En particular del 68 mexicano


Estos trazos sintéticos sobre el aspecto generacional del 68 mexicano no agotan la densidad del tema,
es un esbozo sencillo donde el evento (movimiento político-social) muestra la situación generacional
en México. Resultado de un periodo de urbanización y auge en el desarrollo capitalista (atrasado, con
enormes deudas sociales) emerge una nueva generación, los jóvenes de 16 a 18 años en las escuelas
preparatorias, y de 19 a 23 en las licenciaturas. Si sobre ese eje tomamos como centro los 20 años,
hacia atrás tendremos los estudiantes del final de la escuela primaria o inicio de la secundaria (13 años)
y hacia delante encontramos a los profesionistas jóvenes, muchos colocados en el mismo aparato
educativo y los escalones más bajos del gobierno, hasta los 27 años. El tema del corte entre los años
para considerar la generación resulta difícil y polémico, no creo exista un método para definir un corte
temporal, cuando también existe una exigencia por lograrlo. En este caso particular, la cresta de la ola
10
Esta relación no es un invento de Marx, ya aparece en la economía política clásica por ejemplo, RICARDO, David,
Principios de economía política y tributación, y también existe en la perspectiva filosófica por la relación entre premisas
y desarrollo en la dialéctica, por ejemplo, HEGEL, G. W. F., Fenomenología del espíritu, incisos “el yo y la apetencia”,
“dialéctica del señorío y la servidumbre”.
11
LUKÁCS, Georg, Historia y consciencia de clase.
12
MARX, Karl, El 18 Brumario de Luis Bonaparte, en Marx, Engels, obras escogidas, en un tomo, Ed. Progreso, URSS,
p. 95-97.
13
La visión cotidiana también se ha ido alejando de esa visión circular, adquiriendo carta de ciudadanía la visión lineal,
se observa que los términos de Marx son una burla contra quien pretende repetir la presencia de su antepasado Napoleón
I.
14
La temporalidad incluida en la generación es muy rica en sugerencias. La lectura sobre un comentario de la escuela de
los Annales, nos permite alguna especulación prometedora. Braudel distingue al menos tres tiempos: 1) individual,
inmediato, cronológico, de corto plazo y político, 2) social, mediano plazo, social, económico, cíclico, y 3) de largo
plazo, histórico, de gran repercusión.

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LA IDEA DE LAS GENERACIONES MODERNAS

(el evento del año 1968) nos facilita las cosas al colocar la cresta de la ola, un punto más alto, en torno
al cual actuaron los jóvenes de diversas edades, igualándose en el mismo movimiento.
A nivel sociológico, además de una sensibilidad común de los jóvenes urbanos (gustos musicales,
tendencias anímicas, preferencias deportivas, entretenimiento, moral espontánea…), concentrados en la
ciudad de México (epicentro absoluto del movimiento del 68), pero secundado por toda la educación
superior (paros y huelgas en las demás universidades), se suman procesos de intensa convivencia.
Además de la juventud común los universitarios y politécnicos mexicanos tenían dispositivos de
intensa convivencia, con comedores y cafeterías universitarios, internados para los estudiantes de cada
provincia, equipos deportivos y estadios de las grandes escuelas, federaciones estudiantiles… en fin
una trama de convivencia e identificación del estudiantado15.
En esa coyuntura de unificación de la generación estudiantil urbana se perfila el movimiento político
social, cuando en México: “El autoritarismo acapara el futuro para una elite detentadora, y esa clausura
del juego de las posibilidades futuras resulta más resentido entre la generación nueva, los jóvenes
desean el “dejar hacer” de un modo más radical que los adultos, y una hambre de futuro aparece en
algunas coyunturas. Para la juventud a nivel mundial el año 68 marca hambre de futuro; entre
cualquier situación emergieron contingentes protestando en contra de su estatus quo, rebelándose
contra pautas establecidas, para cambiar el rumbo incluso por el mero gusto de cambiarlo (…) La
imagen planetaria del 68 señala un desplazamiento hacia la izquierda, pero debemos respetar la
diversidad de signos posibles, tan heterogéneos como el pelo largo y el sindicalismo, como la
marihuana y las marchas masivas, como las consignas y la libertad sexual. En su complejidad, el 68
mundial indica un cambio de sensibilidades y de intereses para una enorme generación, variando desde
gustos musicales hasta expectativas económicas, la alteración acontece colosal. Pocos visionarios
preveían tal efervescencia y despertar de tendencias nuevas entre esa generación”16 Además, en este
evento el término “ruptura generacional” adquiere una fuerza tremenda, pues la crisis de ruptura ha
sido reforzada con la sangre de un martirio colectivo, el ataque bárbaro contra una población indefensa.
La heterogeneidad de la generación del 68 se convierte en un salto cualitativo, convertido en afán de
separación, alejamiento del pasado encarnado en un gobierno autoritario. Y en este caso particular, el
acontecimiento político social (un hecho) repercute sobre la sensibilidad y le otorga una robustez
especial; la juventud pasa de una sensación a un drama colectivo, así, la “suerte está echada” en un
trance sin regreso.

Generaciones modernas
Cuando se definen ideales modernos entonces se ambiciona mantenerse a la altura del tiempo presente.
Sin duda, Ortega y Gasset pretendió escalar a la altura de su época, fundirse con sus contemporáneos y
encontrar una mira adecuada a su propia sensibilidad. Un individuo, por una vocación o necedad
podría remar contra la corriente de su época, contrariando a sus semejantes, y entonces su gesto caería
en el vacío o quedaría como profecía precursora para las lejanas centurias. El gesto de rechazo y
rebeldía adquiere el rango de acontecimiento político y social de primera importancia cuando lo hace el
grueso de una nueva generación, cuando el gesto sublevado lo practica el relevo de una sociedad. El
motivo de un rechazo colectivo contra una sociedad previa no siempre es evidente, sobre todo causa
sorpresa cuando hasta las minorías privilegiadas participan en la tarea negativa. Ese es el rasgo típico
de la rebelión juvenil, una negativa al pasado, percibido como un fardo, el peso de la tradición muerta.
El movimiento mundial de 1968 (paradigma de la rebelión juvenil) indicaba la irrupción de una etapa
más heterogénea, donde el cambio de personas abarcaba la sustitución de sensibilidades, sin embargo,
la reproducción nacional me parece pone fronteras a la formación de generaciones, las cuales no flotan
entre el espacio mundial directamente, sino engarzadas dentro de su colectivo nacional. Tanto el
15
ZERMEÑO, Sergio, México: Una democracia utópica, el movimiento estudiantil del 68.
16
VALDÉS MARTÍN, Carlos, La forja de una nación en la historia. Desde el mediodía nacional de 1960 hasta la
apertura del milenio, 3ª parte, p. 14.

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aspecto mundial como la diversidad nacional son notables, y justamente la singularidad de las acciones
políticas colectivas es su simultaneidad mundial, efecto que no se ha repetido a pesar de una mayor
globalización de los mercados y las comunicaciones. Son los tiempos del extravío, donde se rompe el
entendimiento generacional (incluso en el seno familiar, incluso dentro del mismo individuo), el
porvenir reclama sus posesiones al presente (ambos disfrazados con ropa de jóvenes), los palacios se
convierten en tumbas y los profetas creen servir como activistas de vanguardia.

Las Meninas como parálisis de la generación


En el afamado retrato de Diego de Velázquez, Las Meninas, emerge pleno el efecto de la parálisis
generacional en la perspectiva barroca. El paso del tiempo se detiene ante la majestad de los monarcas,
el tiempo se ha torcido sobre sí mismo, y no existe una visión del evolucionar, sino una complejidad
del movimiento, una perplejidad donde las curvas sucesivas contienen las líneas de fuga. El barroco ya
resulta hijo del Renacimiento, periodo de suyo revolucionario y desafiante, pero encapsulado por
potencias resistentes, un efecto de freno colosal, capitaneado por dos instituciones implacables: religión
y reino. En ese periodo se perfila la unidad de dos frenos coronando el sistema político social europeo,
en fiero combate de ideas (la Contrarreforma) y el sometimiento de las libertades en un diseño de
Absolutismo (ahogamiento de las libertades de los señores aristócratas, los feudos aislados y las
ciudades). Si bien, el cambio social y cultural resulta imbatible, la tentativa de su coacción resulta más
portentosa, y las monarquías en crescendo (en cantidad y calidad autoritaria) procuran expulsar tales
tendencias hacia los confines del extranjero, como continuación de las empresas de conquista mundial
y como sofisticación domesticada de las artes. En este sentido, el estilo barroco expresa la colisión de
dos tendencias imbatibles: la rigidez de un nuevo medievalismo y el dinamismo de un renacimiento
recargado. En la confrontación, surge un estilo, un quiebre (en el sentido de desviación perpetua) de
espíritu, un aliento deslizándose entre las grietas.
Tras la prohibición (ilusoria en el fondo) de permitir las rupturas, las oleadas de ascenso se disfrazan
de continuidades, y las explosiones se embozan de alientos de implosión. El genio de los artistas
permite darle figura al tal complejidad de imposibles, entre la paralización última y una selva en
crecimiento, así se inventan las imágenes más complejas, que entregan de contrabando cualquier
contenido, incluso bajo la mirada inquisitiva de los propios soberanos. En efecto, al ampra de los
soberanos Diego de Velázquez prospera y entrega sus invenciones pletóricas de sentido. En particular,
el cuadro de Las Meninas de 1656, retratando a la familia de Felipe IV, ha permitido un torrente de
interpretaciones, y en este caso, nos invita a observar el tramado de las múltiples generaciones y un
trato de las relaciones entre infancia, juventud, madurez y vejez escondidas en un único espacio
artístico. La desconcertante afición por los enanos en la corte Habsburgo de Madrid, nos indica un
juego irónico en contra del paso de las generaciones, pues el enanismo es crecimiento físico detenido, y
simultáneamente representa una contraposición con la majestad absoluta de la casa monárquica,
oposición desgarradora entre la desgracia natural y el encumbramiento “naturalizado”. Digo, en contra
del paso generaciones, pues el enanismo es parálisis del testimonio biológico ordinario de la
naturaleza, la estatura como indicador evidente de generaciones renovadas, de tal manera el sistema
monárquico encuentra una primera prueba contra el paso del tiempo. La segunda prueba es la infanta,
como muñeca de su familia, señal inequívoca de que la monarquía significa perpetuidad, gobierno que
no admite un desafío (de persona ni de calendario), sino que esa niña-muñeca habrá de seguir una línea
inquebrantable que otorga perpetuidad al reinado; esa niña (muñeca-reina) ofrece la garantía contra la
caducidad y contra el cambio, es el espejo encarnado de la inmortalidad de los reyes. Entonces la
infancia ya está ganada (pues no importan millones de niños en el reino, súbditos miserables en distinta
escala); esta primera edad no exige de una tensión interior; la infancia (fantaseada en una hija propia)
ya es complicidad absoluta con el rey absoluto; la corona se ha salvado de antemano y la sucesión está
garantizada (en un sentido simbólico aunque no en un sentido legal, pues es una mujer). La juventud,
ese periodo típico de las rebeldías, es el eje de la sumisión, porque eso son las meninas, las ayudantes

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LA IDEA DE LAS GENERACIONES MODERNAS

de la infanta y se dedican a su servicio, son la encarnación de una vitalidad devota con el reino y sus
atributos; la homogeneidad se ha logrado. La madurez definida como plenitud de fuerzas aparece en
los atributos del artista y de los reyes; si bien, los códigos y aspiraciones sociales de los reyes
representan una entidad superior a cualquier madurez. Los monarcas aspiran a una meta-madurez
convertida en majestad (casi la divinidad en la tierra), y contra la cual no existe una efectiva madurez
individual (en el reino nadie posee plenitud de fuerzas contra el monarca porque es su súbdito,
sometido incondicional); sin embargo, en contra de tal supuesta inexistencia de madurez de los
súbditos (pues si fueran maduros existiría una república de iguales) aparece deslumbrante el mensaje
del artista, el mismo genio artista (la mega madurez) que se ha colado como el sublime portavoz de una
realidad suprema, dando orden y sentido a una complejidad desbordante. De ahí, en fuera los demás
adultos son simples espectadores, cortesanos sometidos al múltiple magnetismo de la monarquía y sus
reflejos (la infanta, sus meninas, sus enanos, sus cortesanos, su artista), como los múltiples adornos que
se ciñen en torno a una corona. Y, la final, por la ironía de la pintura y el tiempo, haciendo el juego
con un espejo al fondo, emerge el espectador sustituyendo la posición del monarca en el espejo
pintado; entonces el espectador vivo de hoy reemplaza al monarca muerto hacia siglos y nos dice que
la mirada presente define al único regente de la existencia, el eje subjetivo de cualquier interpretación.
Es decir, el espectador presente se convierte en la medida de todas las generaciones, maravillado ante
el espectáculo complejo de ese evento imposible, convertido en obra de arte: ese intento por cristalizar
al cronómetro humano dentro de un orden perfecto.

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