Thomas Bernhard
Si
Traduccién de Miguel SéenzPRA RAM AR BPP 0.1
unto hay que decir que, en los tlkimos afios, en una
Siucidn as de absoloa flea deel y absoluca fal
ta de esperanza, probablemente siempre por las mis
‘mas cauisas, me haba entrado una insatisfaccidn, queme
taladraba continua ¢ ininterrumpidamente y paraliza-
bay finalmente destrufa todo en mi, hacia todo lo que
a mi se referfa,y siempre me habia sido luego incom-
prensibley cada vez més incomprensiblecémo habfapo-
dido salir otra vez de esa siruacién, pero la falta de es-
peranza y la falta de salidas en que, por la absoluta fal-
ta de esperanza y falta de salidas en mi trabajo, habla
entrado con todo mi ser quedando paralizado por com-
pleto durante meses intelectusl y corporalmente, ha-
bia sido la peor y realmente creo que si los Suizos, pe-
10 sobre todo la compafiera del Suizo, la Persa, no hu-
bicsen aparecido, ese estado de meses, si hubiese dura-
do todo el verano y zodo el invierno, me habrfa mata-
do, Esos estados, ataques de enfermedad, empeoran lé-
gicamente, los tenfa ya desde hacia decenios, al princi-
pio de una forma apenas aprecisble y atin debil, de mo-
do que no valia la pena hablar de ellos, pero luego, al
comenzar miis verdaderos estudios cientificos y con la
auténtica seriedad de mi trabajo cientifico-filos
sehabian intensificado cada vezms, finalmente se ma-
nifestaton como sintomas de enfermedad de apaticién
aislada y luego, en fin de cuentas, como enfermedad y
como enfermedad realmente grave, Sial principio ha
bia podido pensar todavia en una curacién de esa en-
fermedad, finalmente habria sido absurdo confar ex
tuna curacin asf y tampoco la aparicién de los Suizos
significé la curacién sino s6lo un debilitamienvo de we
estado morboso, légicamente no la curacién sino sdle
[sinterrupcin del proceso morboso, del que tengo que
Suponer que duraba ya afios, lo mismo que ese pre.
se morboso dura todavia hoy y estoy seguro de que du
rai toda mi vida. Los Suizos habian producido un de.
bilitamiento de los sintomas de mi enfermedad; la cn,
fermedad misma, légicamente, no habian podide cane
Is los Suizos tampoco, sin embargo los Suizos me he
ban salvado de mi absolutaincapacidad de movimien,
foi como si hubiera sospechado que aparecerian en cx,
s3 de Moritz, habla ido ease de Moke: aurea ocurre
ni la casualidad més pequefsa. Aunque en todos ence
ataques de enfermedad! smtricres tants graves,
habia bastado con que saliera de casa y fucra straw
del bosque a casa de Moritz, en el curso de cate grave,
sh debo decirlo, gravisimo ataque no hal
Probablemente sélo con ira casa de Moritz, y dararve
nis desesperaclos esfuercos de aquella tarde con Morice
habia visto que mis esfuerzos no conductan 2 nada, ah,
soluramente a nada, por mucho gue yo hubiera com,
0 a hacerle a Moritz un andlisis de mi en
fermedad; mi visita a casa de Mori in siemy
itz @ quien siempre,
debodecis habia vistado como aun médlicoy, por ont
‘0, como aun salvador, como a un salvador intelectaal
¥ corporal y a quien todavis
y, cuando ya no sé na-da, visito en esa calidad qi prbabléffiencé f desco-
noce, el ir so a casa de Moritz y sacudir ante él mi ba-
sura intelectual y sentimental amontonada no hubiera
servido esa tarde de nada, sin duda alguna hubiera fra-
casado en mis esfuerz0s, incluso con la ayuda de la mu-
jer de Moritz, de su madre, de su hijo, que siempre se
habian ocupado de mi de la forma més desinceresada,
el que en ese ataque habria resultado sin sentido ir a
casa de Moritz de la forma acostumbrada, practicada
yaa menudo, lo habia sabido yz en el camino hacia la
‘asa de Moritz, no sélo sentido sino sabido y, ya antes
de haber entrado en casa de Moritz, me habia resigna-
do a haber fracasado, a haber fracasado definitivamen-
te, por tanto, a estar destruido y aniquilado y nadie,
salvo alguien en la misma situacién sin esperanza que
yo, puede apreciar lo que significa una autorrevelacién
total como la que le hice a Moritz, el que yo tuviera el
valor de descubrirle y revelarlerodo lo que a mise re-
fiere, sin la menor consideracidn hacia mi persona y
naturalmente, sin la menor cons deracién tampoco ha-
cia la persona de Moritz, las dos, la mfa y la suya, me
habfan sido totalmente indiferentes, en todos los as-
pectos, en ese ataque de brutalidad intelectual y de bru
talidad sentimental, y realmente sin el menor derecho
‘gn en mi mente. Las cau-
de proteccién y conside
sas de ese reciente y gravisimo estallido de mi enferme-
dad no deben buscarse y encontrarse solo, sin embar-
go, en mi trabajo cientifico, en el hecho de que me ha-
bia visto abrumado por ese trabajo mfo de la forma més
oo
“insoffortable y, por ello, engafiado y perturbado inte-
Jectualmente en lo més sensible, sino que estaban tam-
bién, profundamente, en todas y cada una de las cosas
ie me rodeaban, mi entorno todo y el préximo y el
mas préximo y el lejano y el més lejano tenian la cul:
pa de que yo hubiera caido en un ataque de enferme-
dad asf, y no era la menor la bajeza y la maldad y la te-
ticencia de mi entorno inmediato que, cada vez més y
cn todas sus manifestaciones, parecfa apuntar al tinico
fin de destruirme y aniquilarme, contra lo que yo ha-
biaestado completamente indefenso, yel estar conscien-
te de ser impotente y estar indefenso contra esa volun-
tad de destruccidn y de aniquilacién, unido a mi inca-
pacidad para el trabajo, habia causado ese terrible
tallido de mi enfermedad y las horrorosas circunstan-
cias politicas en este pais y en toda Europa habian da
do quizé la sefal para esa catistrofe, porque todo lo po
litico se habfa convertido exactamente en lo contratio
delo que yo habia estado convencido de que era lo jus-
toy de lo que todavia hoy estoy convencide de que es
Jo justo. Las circunstancias politicas habfan empeora
do repentinamente en ese momento de una forma tal,
que no podian calificarse més que de horribles y fata-
les. Los esfuerz0s de decenios se habian borrado en po
cas semanas, el Estado, siempre inestable, se habia de
srumbado realmente en pocas semanas, de repente tei
naban otra vez la estupider, lz codicia y la hipocresia,
como en los peores tiempos del peor régimen, y los po
derosos trabajaban de nuevo sin escripullos en el exter-
6rminio intelectual. Una hostlidad hacia lo intelectual ob
servada ya por mi durante afios habia alcanzado un nue-
vo y repulsivo punto culminante, el pueblo 0, mejor,
Jas masas populares eran incitadas por los gobernantes
al aesinato intelectual e insigadas ala caza de mentes
¢ inteligencias. Todo, de la noche a la mafiana, se ha-
bia vuelto otra ver dictatorial y desde hacia ya sema-
nas, meses, habia tenido que suftir en mi propia carne
ccémo se atentaba contra las cabezas de quienes pensa-
ban. El honesto civismo, que estd decidido a quitar de
en medio todo lo que no le agrada, lo que quiere de-
«ir, sobre todo, lo que es mente e inteligencia, prevale-
fa y era aprovechado repentinamente ora vez por el
gobierno, no sélo por este gobierno sino por todos los
gobiernos curopeos. Las masas, dependientes del esté-
‘ago y la propiedad, se habian puesto en marcha con-
tra las mentes y las inteligencias. Hay que desconfiar
de quien piensa y perseguir a quien piensa, ésa es la vie-
ja consigna de acuerdo con la cual se volvia a actuar de
la forma més terrible. Los periddicos hablaban un len-
aaje repulsivo, el lenguaje tepulsivo que siempre han
hablado pero, en los iltimos decenios, al menos a me-
dia voz, para lo cual, de repente, no tenian ya motivo
se comportaban casi sin excencién como el pueblo, pa
al pueblo, como asesinos de inteligencias.
ra agra
Los suefios de un mundo intelectual habfan sido trai
ionados en esas semanas y arrojados al basurero po-
pular. Las voces de las inceligencias habfan enmudeci-
do. Las mentes se habfan retraido. No reinaban més
que la bruralidad, la bajeza y la abyeccién. Ese hecho,
en conexién con mi punto mucrto en e! trabajo, me
habia Ilevado a una profunda depresién de todo mi ser
ymehabia debilitado de una forma que, en fin de cuen-
tas, haba producido un gravisimo estallido de mi en-
fermedad. Yo siempre habia dependido de todo y co-
mo, stibitamente y luego poco a poco de forma més
preocupante y espantosa, todo empeoraba, tuvo que
sobrevenit ese ataque, el peor de todos los mios. Des-
de luego, a quien vive en el campo y, por tanto, retira-
, porque, co-
mo yo, se ve obligado a esa vida en el campo en fin de
cuentas terrible, como consecuencia de su grave enfer-
edad, esos epantoslo afectan més profundamente que
doen el campo, porque tiene que vivir a
al que vive en la ciudad, porque a quien, como yo, vi-
viendo en el campo, estd concentrado ininterrumpida-
mente de la forma més extrema en ese trabajo intelec-
tual, y a alguien como yo, la capacidad de asimilar to-
do lo demés le presiona en la mente y en la inteligen-
cia y en el dnimo con una intensidad extraordinaria y
duradera. Con cudnta frecuencia me he arrepentido de
haberme ido a vivir al campo, si me hubiera quedado
en la ciudad, porque no soy hombre de campo, aun-
que mis padres fueron gentes del campo, no soy hom-
bre del campo, ampoco aunque conozca muy bien el
campo, porqueconozcola ciudad tan bien como el cam
po y me gusta mas la ciudad que el campo, que casi
siempre odio sélo porque casi siempre slo me ha ator-
mentado, me ha atormentado y humillado hasta don.de pude acordarme y la bajera y Ia abyeccién son en el
cao tis jafores ue fa dal aitang qi
la bruralidad en el campo es prucho mayor, siempre
mucho més desvergonzada y el campo, en contraposi-
ciénala ciudad, carece porcompletode inteligencia. Es-
toy en el campo por dos razones principales, por no ha-
blar de los cientos de razones secundarias, porque, en
primer lugar, el médico que habria dicho que, por mi
enfermedad pulmonar, sélo podria. ey hte elcam-
po, y porque, en segundo lugar, estaba absolutamente
fecuelto a acrifica fa ciudad por amor a mis estudios
¥, por consiguiente, a mi trabajo cientifico. Pero he pa-
gado un precio muy alto, he pagado e! més alto precio.
Vivir en el campo lo he sentido siempre como un cas-
«igo, porqueen mi todo estuva siempre dispuesto defor-
imu que, ex Ende cuintas, exabe dispuesto conma d
campo. Cada dia me he tenido que deci, mientras vi
via en el campo, que vivia en el campo por amor a mis,
‘studios cientificos y a mis pulmones y por tanto, muy
sencillamente, a mi posibilidad de existir. La vida del
0 es para una persona como yo la forma de vida
tals horole a us elo quet nl deere pore
hablarse de forma de vida, probablemente no. Porque
vir ee gi ait dip rl Lil 1,
cexisto; si me hubiera quedaco en la ciudad no viviria,
no existiria ya, lo que, sin embargo, es probablemente
una idea totalmente absurda, porque sin duda es indi
ferente si vivo, y por tanto, s existo 0 no, pero cuando
se tiene una idea asf hay que pensata,sies posible pen-
sarla hasta el final, pienso. Y cada dfa me enfrenco aqui
en el campo sin consideracién con la idea de que mi
sacrificio es un sactificio sin sentido, porque mi exis
‘encia es enfermiza, enferma y mi trabajo un trabajo
sin objeto, fracasado, Pero no tengo valor para poner
fin a ésa,y otras idcas semejantes y, por tanto, a mi mis.
mo. Ese valor me ha faltado sicmpre. Durante toda mi
vida he pensado siempre en el suicidio, pero nunca he
odio suicidarme. ¥ asi hoy, como despus de la apa-
Ficién de los Suizosy, sobre todo, de la Petsa, que des-
de cl primer momento, no sé por qué razdn, me habi
fascinado, por muchas razones decisivas, probablemen-
‘e por cientos y cientos de razones salvadoras para mf
que se habfan concentrado en la persona de la Persa de
tuna forma para mi evidente y en gran medida inme-
diatamente stil, me aferro sencillamente y de la forma
dsridiculay desvergonzada, y también, al mismo tiem
Po, otra vez deprimente, a mi vida y a mi existencia
Eso me ha resultado siempre repulsivo y luego, inme-
diatamente después, doblemente deprimente, Pero un
dia, me digo siempre, haré lo que tengo que hacet un
dia, me suicidaré, porque mi vida y mi existencia se han
vuelto sin sentido; y continuar y seguir continuando
esa absoluta fata de sentido es absurdo. Me pregunta-
ba cémo era posible que ya al dia siguiente mismo de
mi encuentro con los Suizos me acercara a mis escritos
cientificos, que estuviera en condiciones de entrar en
el cuarto de los libros y leer en E! mundo como volun
tad y representacién, de pensar finalmente en volvei
reanudar mis cstudios cientificos, raanudarlosen el pun-
to en que, hacfa mis de medio afo, los habia interrum-
pido, habia tenido que interrumpitlos. Me preguntaba
como era posible, un dia después de mi encuentro con
los Suizos, estar claramente ansioso de vivir, porque nin-
guno de los ataques anteriores habia tenido semejante
efecto putificador, sélo habian debilitado mi estado pe-
+0 no habian podido borraro, y creo que precisamente
Jz monstruosa intensidad de ese ataque habfa produci-
do esa extraordinatia liberacibn. Pero esa liberacién s6-
lo habia podido durar légicamente unos dias, después
de dos o tres semanas yo estaba otra vez en un profun-
do abatimiento, pero eso no ¢s de este lugar. Los Sui-
os, mediante su entrada en escena, en colaboracién con
Moritz y los suyos, habian producido un perfodo largo,
el mis largo sin ataques, nurca habia pasado tanto tiem-
po entre dos ataques sin abandonarme por compleco a
mienfermedadyy, porsanto, sin vermecasicompletamen-
te liberado de esa enfermedad, como en el tiempo en
{que iba a pasear con la Persa y de ese tiempo se trata
aqui, si no estuviera cn el campo, esa enfermedad que,
como consecuencia de mi existencia en el campo, ha
bia empeorado, no hubiera podido desarrollarse de esa
forma devastadora, pero si me hubiera quedado en la
iudad no existiria yay, por consiguiente, esa nueva idea
desi no hubiera sido mejor quedarme en la ciudad y no
venir al campo es absurda. Quiza hubiera sido mejor
que no hubiera ido a casa de Moritz, sino a la de otro
corredor de fincas y me hubiera comprado en otro si-
6
CN EE EEE
tio toralmente distinto una morada, no esa
posiblemence, ra mi desgracia. Siempre habla eekd
la-culpa de mi enfermedad a las é
medad a las paredes huimedas y
a de ese edifcioal hecho de que yo existionsy canes
todavia hoy en ese edificio, que es lo més malsano que
pueda imaginarse,y lo que es mas, por la decisién suis
libérrima. Asi, por una parte me haba marchado de a
ciudad porque la ciudad es mabana para mi, pero por
otra estaba en un eificio que, posblemente, es mucho
mds malsano que la ciudad, En esos pensamientos en
que, durante todo el af, pienso una y otta vez, no he
podido llegar logicamente a ningiin resultado, Posibl
mente, tambie ath
mi propio trabajo en el edificia me ha
peril, pong he com lennon
pias fuerzas y casi por completo sin ayuda ajena. Un
aio tras otro no he hecho otra cosa que construir, con
uiry indo
y siempre construr y, con ello, me he debiltedo
dela forma mis irresponsable, yhe motivado quiz4 esos
estallidos de enfermedad, luego cada ver més grav
Hay que saber ademés que esta comarca es, en rede el
pals, una de ls mis speras y que aqui evisten precisa
monte las gntes que coresponden a ee pase topes
10 y, en el fondo, ‘antihumano, los hombres son aqui
como el puisaje. Sin duda habfa legado yo a un al
je que no me corresponde, en el que nunca puedo en-
contrarme en casa, ses que una expresion come le oc
presién en casa resulta procedente Por ess Se he
podido tener con ese paisaje mas que una relacién de
rechazo, por otra pats, preamence, una rasSn pore
&comprar ¢sa ruina fue que el paisaje en que se levanta
ri casa tiene muchas semejanzas con el paisaje de don-
de procedo. Pero todos esos pensamientos no condu
cen a ninguna parte, cuanto mds investigo tanto més
confuso se vuelve todo. Si yo mismo tuve ya unas difi-
cultades tan horribles cuando llegué a esta comarca,
cuinto mayores dificultades debe de tener la Persa aho-
ran esta comarca y en una situacién para ella total-
mente nueva y que, sin duda, debe de afectarla de una
forma igualmente despiadada, pensé. Por una parte yo
crefa que el Suizo aliviaba la situacién de ella, porque
sabido es que dos personas pueden afrontar un proble-
ma as{ més ficilmente que una sola, pot otra no esta-
ba seguro de si precisamente el Suizo y, sobre todo, la
forma de ser del Suizo, es decir, el cardcter del Suizo,
no dificuleaba mucho mds ain la situacién de la Persa
Constantemente intentamos descubrir motivos ocul:
tos y no avanzamos, sélo complicamos y trastornainos
atin mds lo que ya estd suficientemente complicado y
trastornado, Buscamos un culpadle en nuestra estrella
que, la mayoria de las veces, si somos sinceros, s6lo po-
demos calificar de mala estrella, Cavilamos sobre lo que
podriamos haber hecho de otra forma o mejor, y sobre
Joque, posiblemente, no hubiéramosdebido hacer, por-
‘que estamos condenados a ello, pero no conduce a na
da. La catdstrofe era inevitable, decimos entonces y nos
quedamos tranquilos un tiempo, aunque s6lo poco
tiempo. Entonces comenzamos de nuevo a hacer pre-
sguntas desde el principio y profendizar, hasta que otra
6s
verestamos medio trastornados. En todo momento bus-
camos uno 0 varios culpables, a fin de que, al menos
de momento, todo nos resultesoportabe, y légicamen-
te siempre llegamos, si somos sinceros, a nosotros mis-
‘mos. Nos hemos resignado con el hecho de que, aun-
que la mayor parte del tiempo en contra de nuestra vo-
luncad, tenemos que existir, porque no nos queda otro
remedio y sélo porque una y otra vez, cada dia y cada
minuto nos resignamos de nuevo a ello, podemos con-
ciouac Y lacie doce pmparnin place deeces
nos ¢s conocido, hacia la muerte, pero la mayor parte
il tempornas guandanicsdegoafn.¥ ferent
ciencia deno hacer otracosa queirhaciala muertey por-
que sabemos lo que eso significa, intentamos disponer
de todos los medios posibles para aparcarnos de ese co-
nocimiento y asi no vemos en este mundo, si miramos
bien, mas que personas ocupadas continua y perpetua-
mente en ese apartamiento, Exe proceso, que es en to-
dos el proceso principal, debilita y aceleral6
te todo el desarrollo hacia la muerte. Cuando yo esta
ba sentado en mi rincén del cuarto de los archivadores
de Moritz la tarde en que aparccieron los nea
esa idea contemplando y observando a los Suizos. To-
das esas personas, cualesquiera que sean, estin domi
nadas por ese proceso, eld
en todos los casos tienen dela
partarse de la muerte que
nte, habia pensado. Todo
en todos los hombres no es otra cosa que apartamien-
to dela muerte. Es sorprendente que precisamente de
lante de Moritz hubiera podido desarrollar muy a me-
6
renudo esos pensamientos, que hubiera podide hablar de
«sos pensamientos de muerte con Moritz. Cuando te-
rnemos una persona en nuestra proximidad con la que,
en fin de cuentas, podemos hablar de redo, aguanta-
mos, sino, no. Tenemos que poder acudir a un Morita
y-desahogarnos. Ahora yo teria ala Persa para esos pen
samientos y para las conversaciones desarrolladas a par-
tir de esos pensamientos y no me habia equivocado. S
1 dia siguiente al de mi primer encuentro con la Persa
habia tenido yo la intencidn de no dejar mi casa por
ningtin concepto, porque de repente me era posible
otra ver disfrutar de todos sus cuartos y en cada uno
de esos cuartos, hasta entonces cerrados para mi por su
horror, hubiera podido permanecer durante todo el dia
por lo menos el tiempo suficiente para estudiar la fina-
lidad de cada uno de los distintos cuartos y, por tanto,
poder disfrutarlos realmente, estuve en el cuarto de los
libros y en el cuarto en que habia guardado mis escri-
tos ientficos y siempre con la misma idea de poderexis-
tir otra ver de pronto en esta casa, de no tener que su-
fir un miedo constante, cualquier miedo que fuera,
me decid; repentinamente a salir y marcharme, me da-
ba lo mismo en qué direccin y salf precipitadamente
de la casa y fui por los prados htimedos y penetré en el
bosque, pero en una disposicién de énimo totalmente
distinea de la de la mafana, no con miedo y espanto,
sino con confianza, En realidad, habia sobrevenido una
importante calma en todo mi énimo y una claridad en
mi mente, regalos en los que na hubiera podido ni pen-
sar veinticuatro horas antes, y anduve y anduve y di
una y otra vez rodeos para poder exist si fuera posi
ble mucho tiempo en ese estado de estat libre, libera-
do de mi horrible enfermedad y en condiciones de po-
der existir sin ese angustioso estado de certidumbre de
estarenfermo demodo incurable. Esa nocheanduve por
los prados y através de los bosques, hasta Ilegar al ago-
tamiento toral, y vi de pronto con otros ojos todo lo
que habfa en esos prados y en esos bosques, dé pronto
no destrozaban, no aniquilaban ya nada en mi, y has-
ta las personas con que, aunque las rehuyera, tenia que
encontrarme no me hicieron una impresién tan tert
ble como sélo el dia anterior. Mi existencia parecta otra
ver posible. Aunque sabia que ese estado de nuieva po-
sibilidad de existir tampoco durarfa mucho, de mo-
mento no me preocupaba. Esa cabeza stibitamente li-
{gera y esos miembros sibitamente también ligeros, esa
independencia total de todo dolor y, sobre todo, de to-
das las humillaciones imaginables de esta tierra me ha-
bian hecho sencillamente feliz y no me sentfa en abso-
luto obligado a pensar en m/, Feasteanadoadasinisi0e x,
lo porly