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LA HERMENEUTICA VALLEJIANA Y EL HABLAR MATERNO Julio Ortega I j Aun cuando casi todo en Vallejo pertenece al dominio de la connotacién, un | poderoso universo referencial emerge de su poesia, Para disdimineb earGcter de “esa representacion, y caracterizar la hermenéutica vallejiana, habré que empezar por establecer, mis alli de la clasificacién temitica, el orden de Tas cosas nombradas; esto es, el papel denotativo, designador y locativo de la nominacién en esta poesia. Evidentemente, en ella la economfa del nombre evoluciona de una designacién genérica y definitoria (de uns economia signica de lo dado) a formas és elaboradas, que dramatizan el intereambio signico, y que muchas veces son antirreferenciales, una verdadera desrepresentacién. De la nominacién designa- © iva y evocativa de Lor heraldas negres a la supresién sistemética del papel nuclear del nombre en Trife, un cambio radical se ha producido. Frente a las verdades gencrales que se asientan en los nombres dados (la vida, Dios, la muerte... el hablante de Heraldas solo puede responder con su propia interrogacion, con la puesta en dud de sa saber: «Yo no sé!s, es la respuesta de st desamparo, De ese ‘modo se plancea, desde el primer poema, el drama de nombrar como la pregunta por une mismo. Porque si los nombres nos vienen dados por los érdenes del saber establecido, por las clasificaciones consagradas qué asumen tanto la autoridad de lo real como el poder de Ia significacién, se hard necesario cuestionar el valor de esos nombres, el orden que perpetian, y la misma explica cidn que sostiencn del sujeto. Asi, la puesta en duda de los nombres genéricos empieza a revelarse como la orfandad del hablamte, eayo paradigms, sel hombre pobre, supone a un sujeco sin amparo en el lenguaje, Perdiendo paulatinamente el uso del habla ligeda (de un dogor suficiente) » partir de la invalider. de las explicaciones tradicionales, Heraldes waza la suerte de un n: modernidad, Al poner en crisis el saber humanista © idealista, sus verdades “niversales, este libro empieza a mostrar, con los mismos materiales de esa tradi- cidn, el habla desligada, fragmentaria, huérfana, de un sujeto que desdice de su Jugar en el mundo para rehacerse desde el nuevo lenguaje de la poesia, empresa 608 ence sujeto.dela, sola “adi [LA HERNENEUTICA VALLEJIANA Y EL HABLAR MATERNO 607 aque seri puesta en juego en rife. El lenguaje no ¢s «la casa del ser» (como en el idealismo heideggeriano) sino el espacio del desamparo. $i el cardcter inefable de Ta eadicidn mistica (y de la lirica) implica un discarso de la plenitud («un no sé {qué que quedan balbuciendo», etc), el eyo no sé vallejiano implica un discurso _de la carencia, un balbuceo que verifica la erosién del cdificio de la tradicin, En “ata fisura nombra Vallejo Come bien sabemos, en Heraldas es patente Ta “dicoromia. (desasosiego, ambivalencia) entre los valores estéticos del modernismo hispanoamericano y los lores subyertores de lo que podriamos llamar un discurso dela crisis— n idealista (registrada paralelamnente por Joyce y Eliot), de la ma estética modemista (que Neruda y Borges igualmente trascienden). pero crisis también de Ia cultura bispénica tradicional, de esa enciclopedia de saberes adquiridos a través de la ideologia hidalgo-caballeresca y del repertorio cristiano y humanista, Este libro es, por lo menos,(dos libros! uno que tributa a la ¢radi- ibn, y sigue las pautas de un nominar si fisties (donde el nombre asume la presencia del objeto): otro. que introduce la inestabilidad entre ambos términos, y que comprucha la insuficiencia del decir, y pone asi en crisis la autoridad de los ‘édigos y ol poder los saberes.? No pocas veces ambos lenguajes ocurren dentro de un mismo poems. Paulatinamente, el habla sin referente obvio desplazaré al habla de centro estable; 0 dicho de otro modo, el nombrar zozobrante impondrd fen el libro su espacio descentrado. «Pa ja. Pureza absurday: en el misino poema, de una a otra caracterizacion, cl nombre ha cambiado de c6digo, y ha perdido su estatuto privilegiado, su lugar emblemitico en un discurso desba- sado por el poema. En Triloeeste ( ypiento del nombre, es nds sistemiico y radical, al punto de negar la valide# pacificada de la desigmacin (la naturaliza- jimpuesta por el nombre): «Hoy Matiana Ayer / (No, hombre)», exclama el hablante exasperado por su propia habla. Y se pregunta: iQué se llama cuanto heriza nos? Se llama Lomismo que padece nombre nombre nombre sombre. (Trite, D) El sujeto se rebela ante Ia insuficiencia de los nombres, que refieren y reiteran una identidad sin diferencia En Poemas pottumos Jel nombre adquiere otras fanciones. En primer término, se hace parte del objeto, figura sinecdética de un mundo fragmentario y transi- torio («iY si después de tantas palabras, / no sobreyive la palabra»); pero, sobre todo, la extraordinaria actividad nominativa es agui por lo menos doble: un ejercicio en la insuficiencia («Quiero escribir, pero me sale espumao, es la postica de esta crisis del decir ligado) y, por otra parte, una prictica de las decisiones ¥ sobre estos, otosaspectos dela pottcavallejiana puede verse mi libro Za wri pon de Cicer alte, Providence, 1886. 608 Juuu0 onTECA suficientes («Un hombre pasa con un pan al hombro» propone la poética comple- mentaria, una economia del decir solidario). En cambio, en Espazta, aparta de mi cexte céliz todos los valores del nombrar parecen ser requeridos: designaciones y connotaciones se suman, multiplicindose entre ellis; la palabra encarna, subvierte y perpetia; es la cosa misma y es también su pérdida, su presencia como herida en el habla, Esa dramaticidad del decir desgarra lo dicho: 1a enunciaciéa corre al mismo tiempo que el enunciado en a actualidad det discurso colective de lo dicho y por decirse, donde el poema es una cita constante, un eco y una revisi6n y rémisién de lo dicho y ofdo. Al final, la pérdida de Espaiia («Si cae digo, es un decir») dejaré a los nifios sin nombre y sin ‘Jenguaje (cicbmo vais a dejar de erecer!»), porque el extravio del centido histo rico equivale a la regresién, al paramo sin habla, Si en Tri/ce el sujeto se designa como «esta mayoria invélida de hombres (LV), es también porque al aguardar por un «terciario brazo» esté no menos invilido de nombre, requerido de un nuevo sentido en el lenguaje; y sabe, por ello, que la contradiecién («No subimos acaso- para abajo?s) es la mecénica nominativa (el nombrar oblicuo) que le impulsaré a hacer fecundas las «sequias de increibles cnerdas voealese; esto €3, desde la poesia ensayar Ia nueva carmoniay, ef arte de estos tiempos (Trilce, LXXVID. Asumiendo su propia construccién en ese lenguaje haciéndose y por hacerse, este sujeto_vallejiano (este hombre sin nombre, hijo del discarso de a, moderidad) ensayard Inego varios registros alternos. tentado por la simulta- 1iéidad, la secuencia, las figuras metaféricas; el algoritmo, se difa, de un teorema de induccién paradojica, contradictoria y demostrativa. Estos modos operativos anuncian un nombrar equivalente, que en Poemas péstumes Tencuentra su mejor clocuencia, un aparato retorico de extraordinaria flexibilidad ritmica y textura ‘oloquial. El poema se abre poniendo a praca su referente, pero no para desrea- lizarlo 0 mitificarlo sino para descomponerlo en sti naturaleza nominal; y decir as{ otra vez el mundo en su materialidad recobrada para el nuevo orden de la ‘comunién/comunicacién que sustente al sujeto creador/creado en las potencial dades del lenguaje. Deberiamos comer «carne de Ianto, fruta de gemido», como si entre el cuerpo y el mundo todavia las palabras tuvieran un trabajo que ‘cumplir, una interaccién que manifestar, un reordenamiento que encarnar* En cesta hipérbole del nuevo lenguaje (epotente de orfandeds, se anunciaba en ‘Trifee), la nominacién més simple podria ser suliciente para suscitar una emoti- vidad compartitl, asombrosz y acumulativa, nombre a nombre erigida en su ‘momento y monumento dentro (y fuera) del habla: 28% Le pas, le avispa, el taco, las vertentes, —P2tererl hows ee Fel muerto, los deeilitros, el biho, Jos lgares, Ia tifa, los Sarcdtagos, el vaso, las morenas, el desconocimiento, la olla, el monaguillo, las gotas, el olvido, Sobre este importante tema puede consultarse el trabajo de Roberto Paoli Mapas anasinicos de Cher Pallje, Fseaze, Casa Bditrice DAna, 1981. | { [LA HERMENEUTICA VALLEJIANA Y EL EABLAR MATERNO 509 Ia potestad, Ios primos, los arcéngeles. Ia agua, los parrocos, el sbano, el desaire, la parte el tipo, el estupor, el alma, En esta enumeracién dramdtica estan ausentes tanto el sujeto como el relato, y sin embargo los nombres son su traza en un espacio vaciado por el lengtaje mismo, reducido a una pauta ritmica enumerativa donde Ja inminencia de este decir nuevo se hace oir. En Espavia, este lengusje se precipita, duplicindose (cle sobrevivir; hubo en su boca la edad entrecortada de dos bocas»), suturando las heridas del sentido (el desgarrarmiento introducido por la muerte de los justos sin justicia y, por eso, necesitados de unos nuevos Evangelios capaces de trans- formar este mundo); y requiere, por lo mismo, nombrar dos veces, renombrar: Ramén Collar, yontero y soldado haste yerno de su svegto, marido, hijo Bmitrofe del viejo Hijo del Hombre! Ramén de pena, ti, Collar valiente, paladin de Madrid, y por cojanes, iRamonece, aqui Jos tuyos piensan mucho en « peinado! (Espoo, VU) Asi como en la epistola se fanden cl himno y Ia elegia, desdoblando las resonan- cias del coloquio; en el nombre, la persona y el linaje de este héroe popular se desdoblan los atributos de su valor, ahora que los objetos y los hombres poten- cian un discurso que exeede a su nominacién. Renombrar es extraer del objeto las resonancias ocultas o latentes, abrirlo a sus nombres posibles, descubrir en el mismo nombre el anagrama vertebrador de una identidad solidaria. ¥ el poema es Ia actualidad de estos procesos de analogia fecunda? El sujeto que ha aprendido a hablar en la poesia de César Vallejo, debié empezar por perder el uso del habla institucionalizada por los discursos incul- eados, y debié asumir el balbuceo, la desarticulacin, la onomatopeya y cl grafismo crilcicos, pero también tivo que imponer neologismos, barbarismos’y \desviationes orogrificas, Debié, por Jo demas, no llamar a las cosas por su nombre, sino por sus particularidades, sus sesgadas referencias, su equivalencia y figuracién esquemétice, Como en la poesia de Quevedo, en la de Vallejo las cosas parecen arder en el lenguaje, con una lucidez apasionada. Y, en fin, este sujero creado por suv accién enuneiativa trastocé el orden natural de las cosas al nombrarlas ea un orden poético, alli donde el lenguaje ya no responde por su verificacién empirica sino por la ldgica propia de sus intercambios, de su ‘economia paralela, hecha de cuestionamientos de los érdenes establecidos, de subversiones de lo dado, de reducciones de lo demostrado: de un proceso, en > Vente la lecrora que Jean Franco hace de Expaia en sa libro Car Val, The dates of poery end siinee, 1976 610 suus0 onteca suma, de puesta a prueba de la Iégica natural a través de la critica, la denuncia, la ironia, el juego: a través, asi, de una exacerbada emorividad que se observa a si misma en el aeto de convertirse en un discurso poético que desliga lo atado como natural para demostrarlo bajo una luz inquisitiva, en la quimica del coloquio analitico. Fs por ello que el mundo representado en esta poesia esta profunda- mente conmocionado: Ias cosas no estin quictas, i estin en su sitio; especial- mente, como es obvio, en Trilce, pero ya en Heraldos,y de otro modo en los libros péstumos. Tal vez este mundo de objetos en movimiento, cransicién y transfor macién, pueda ser visto como un paisaje del Basco, pero-prabiblemente seria més preciso emparentarlo con el cubismo de(Juan Gris ‘y (Pablo Picasso. El espacio de composicién vallejiano es uno de descomfosicion del'objeto en sus partes. Pero, alin antes, es uno donde los objetos desempeitan fanciones no naturalizadas, imprevistas 0 equivalentes, sin ser meras figuras metaféricas. Los nombres poseen una resonancia de emblemas, de fragmentos asociativos que actian desfuncionalmente, cargados de emotividad. Se podria incluso decir que Jas cosas son aqui los signos de un alfaheto distinto, que se articula como una revelacién del sentido. Ya en Heraldos se plantea la insuficiencia del lenguaje frente a una significa- ciéa experimentada como inminencia, aun no como pensamiento o saber. Desde esa perspectiva, el no-saber implica el no poder decir debido a la falta del nombre. Asi, cuando el poeta en “Agape” (nombre pleno para una situacién sia nombre) declara: «Hoy no ha venido nadie a preguntars, sta en el dominio de Ja comunicacién, del intercambio natural, el drama de un sujeto culpable de su propio silencio: «Y no sé qué se olvidan y se queda / mal en mis manos, como cosa ajenar, Los nombres servirin, en cambio, para ilusirar ese no-saber, para decirlo figuradamente. En Trice LV el cotsjo Samain/Vallejo no es solamente una erftica a un estilo dado: mas interesantemente, es una demostracién de que freate al lenguaje natural utilizado por Samain, Vallejo emplea un lenguaje de segunda instancia, donde los nombres organizan su propio sentido: Samain diria el aire es quiet y de una contenida tristeza alle dice hoy la Muerte esta soldando cada lindero 1 cada hebra de cabello perdido. De alli deriva la importancia de la peculér gramaticalidad de esta poesfa, Aun cuando en Heraldos comprobamos una gramaticalidad impecable, esta aparece, en buena parte, sobre-escrita, y no s6lo por la filiacién modernista, sino por la distintiva torcedura vallejiana de la sineaxis, por sn patetismo adjetivante, por st verbalizacidn audaz. Se trata, pues, de una gramaticalidad muy poco previsible, y a veces en tensién con el uso. Y no porque imagenes como «los maderos curvados de mi beso» espantaran a algusios lectores, sino porque el decir valle- iano ya aqui ocurre entre variaciones, fucra de las normas, en tension con la logica del uso. Como sabemos, en Trilee la gramaticalidad es puesta en crisis. A todos los niveles: ortogréfico, lexical, sintéctico: pero también lo es la gramatica- lidad po dura de poems. panto 4 propia « podria c punto d ellos ar puesta a tanto el mente « ‘Aho: ys funds interace represer adguien inguiete sig) dicho e1 cosas 0 hombre hombre diferen objeros repetics enna demost de esta Flo alli doy desarro daracis hablant diccion tizar la ahora « hiscrie ta Ascarsaa [LA MERDIENEUTIGA VALLEITANA Y El HABLAR MATERNO On lidad poética, en el plano de la comunicacién levada a sus limites, y en Ia tacha- dura de las marcas referenciales: lo que intensifica el cardcter hermético del poema.’ En Peemas pértamos I volvemos a una gramaticalidad estable desde ef punto de vista del uso del lenguaje primario (o lengua natural) pero distintiva y propia desde la perspectiva del_lenguaje secundario. (o lengua literaria). Se podria comprobar que esos poemas péstumos son de una diversidad notable, al punto de que casi cada uno de ellos ensaya un modo distinto de habla; hay en ellos una mecénica retérica (a veces parecen ejercicios de «técnicay podtica), puesta a prueba, con elocuencia y control, yendo de lo explicito enunciativo a lo és sesgado y equivalente. En Zypacta, en cambio, estalla la gramaticalidad, y tanto el orden del lenguaje como el orden natural del mundo son sistematica- mente subvertidos Ahora bien, la nominaci6n del decir vallejiano no se da sin otras mediaciones y, fundamentalmente, sin la decisiva mediacién del eoloquio. Bl espacio de las ‘cosas esta reordenado en el espacio trastrocador del poema, pero su dindmica, su interaccion, su transitividad estén enuneiadas en el coloquio. Los objetos son representados en funciones no previstas, y sus nombres y" péciliaridades adguieren en el habla del poema una duracidn propia, una temporalidad inquieta. Si kag cosas (@l mar, un piano, un farol, una calle, un tilo, una cuchara, patos, an libro..) aparecen como paradigmas que organizan el mundo jerado desde ellas mismas (cosas especificas, pero también topos y signos); su enunciacién abre una sintaxis del espectéculo, un drama del mando dicho en sti duracién, urgencia y diferencia. De ese modo, este alfabeto de las cosas opera como tal s6lo en la tnica duracién del decir, en el poema. En “Un hombre pasa con un pan al hombro”, por ejemplo, Ia designacién de cada hombre s€ define por una cose, y en ella el mundo es iinico y definitive. A diferencia del repertorio de los objetos modernistas, para dar otro ejemplo, los objetos de este poema de Vallejo ocurten por una vez en un verso. y no podrfan repetirse. Representan, asi, un paradigma concentrado que ¢l sintagma de la enoneiacién articula como extensivo. Las cosas, en fin, se yuelven un alfabeto demostrativo, un especticulo del habla en que damos forma y sentido al hecho de estar vivos El coloquio introduce la actuatidad, Impone lo especifico, ya desde Heraldas, alli donde predomina la nominacién codificada. La enunciscién coloquial desarrolla la temporalidad también porque la oralidad es el émbito de la duracién. Lo oral es la materialidad del lenguaje: el sesgo fisico, corporal. del hablante, El sujeto del coloquio es, en el primer libro, una voz que recobra la diccién de Ia infancia, y propone las preguntas de su vulnerabilidad para drama- tizar la ausencia de respuestas. En el dltimo libro, en Esparia, ese sujeto habla ahora a los nifios pata advertirles de Ia pérdida del habla; su vulnerabilidad histérica se ilstra asi. Hecha de exclamaciones, la poesia de Vallejo se escribe en esi Asturian, ios sobre el proceso de exrturs de Trike vienen enol importante libro deJosn Bspejo Valle linerarin del home, Lite, 1965, - oz sonia oxtECA buena parte entre esas interrogaciones y admiraciones, signos del decir imperioso, perentorio, y profandamente dialdgico de esta eseritura polifénica. La intradiscursividad vallejiana es posiblemente més decisiva que su intertex- tuslidad. Es notoria su adhesion a una norma regional, a un léxico perano, pero ‘es menos evidente, y no menos importante, su manejo de los modelos de habla formalizads, como es el caso de Ja ret6riea sacra. Varias normas de habla se suman en esta obra, por ejemplo la patente norma familiar; pero stv enunciacion pasa por otros modclos, como la oracién, el salmo, la homilia, ef responso, ete, 10 ‘que sin duda viene de la experiencia eatélica del poeta. Y, con no menos eficacia, explora la retorica documental («Considerando en frio, imparcialmente... etc.) las formulas enumerativas, y, asi mismo, Ia mecénica distributive, discursiva y ‘exclamativa de la interlocucién, de la charla urbana: al punto que rauchos poemas curopcos parecen fragmentos de conversaciones, y hasta los soliloquios estén desdoblados en el espacio cedido al interlocutor. La orelidad se expresa como tuna pragmitica: gira, digresiva, comenta, pero siempre persuade al oyente que a su vez la propicia. Especialmente en Espavia, aparta de me este clic la enunciacién esté armada sobre una interdiseursividad plena: esos poemas vienen del habla de la poesia popular de la guerra, de las misivas y partes del frente, de los lemmas, testimonios y proclamas, que son el horizonte oral donde la guerra civil espaiiola fue, en primer lugar, una ferviente ampliacién de las fanciones del habla. La mediacin coloquial es, pues, un acto de habla que subvierte las estratifica- ciones del discurso dado. Las apelaciones, dichos, modismos y modulaciones coloquialistas, que a veces ocurren al margen de la gramaticalidad del mismo poema, estin a lo largo de la obra poética de Vallejo como una explicita pragma fica; pero a la vez como una latencia de 12 subjetividad viva, que asoma en la enunciacién delgada de este decir mis desnudo ¢ inmediato, En Heraddas y Trilce podemos comprobar que esta ocurrencia oral (esta escritura del pre-decir, que busca un margen anterior a los cédigos) se remonta al paisaje regional, a la infancia, al habla femenina, y al humor absurdista 0 saredstico de la exclamacién ironies.’ En los poemas péstumos la oralidad es, ms bien, una desnudez de la conciencia del mismo decir, una irrupcién de Ia actualidad fisiea de la esericura “la voz repentina abri¢ndose en el fondérdel poema. El aqui y el ahora se abren paso a través de la actualizacién dll coloquid,.en sus giros mas orales. Un poema de Heraldos,“Iéilio muerto puede ye jitimnos ver con detalle tanto el funciona- miento del coloquio dentro del discurso poético (en este caso armado sobre un esquema «oralizado» del soneto), como Ia funcién nominativa que hace de las cosas un alfabeto dramatizado. Es un poema bastante conocido. Qué estaré haciendo esta hora mi andina f dulee Rica de_junco y capulé ora que me asfisia Bizancio, y que dormita Ti sangre, como flojo cognac. dentro de ai Alberto Escobar ha estudiade la lengua vallejiana en su Climo er a Valle, Lim, 1973 Vemo siener lismo lidad evora 1s ace acent (mar impo: unids gram: pero el usc deci pre-e irrup pregt Ia pre En le sigai fianci stro tensi sobre de vi nese se da fator estan [LA HERMENEUTICA VALLEFANA Y EL HABLAR MATERNO. 613, Donde estarin sue manos que en actited contica planchaban en las tardes blancuras por venir: hors, en esta Hlovia que me quita Mas ganas de vivir. Qué seré de eu falda de francla; de sus afanes; de su andar; de su sabor a cahas de mayo del lugar. Hs de estarse a la puerta mirando algiin celaje, yal fin diré temblandor “Qué fifo hay.. Jeeus?” Y¥ Moran en las tejas un pajaro salvaje, ‘Yemos, en primer lugar, que las cuatro estrofas de la figura fénica (I, 1, UL y IV) tienen una distribucién versal notablemente regular: son unidades de un parale- ado y distributivo. La prosodia seriala el control de la gramatica- lidad del poema. Las pavsas, tanto como la acentuacién, dan al ritmo fluido y evocativo una diversificacién analitica, que parece demorar en cada hemistiquio a accién y Ia contemplacidn de la mujer convocada por el habla, La rima aguda acentia la emotividad del recuerdo actualizado. Si la prosodia _gramatical (marcada por la precise puntuacién) es la armazén del poema, la prosodia ritmica impone la conversién de cada estrofa en dos frases; incluso de la IT, yas cuatro tunidades se len como dos, con pausa versal marcada en el segundo verso. Asi, la ‘gramaticalidad supone a la tradicién, al soneto, a la linea melédica modernista, pero la actualidad del coloquio poético pertenece al cambio, a cierta ligereza en el uso de la tradicién, casi lidicamente manejada en Ia méttica; y oralizads, por decirlo asi, en un acto de ocupacién de la escritura, Comprobamos esta oralidad pre-gramatical en el primer verso, donde lz ausencia del lexema «a» sefiala la irrapcién de la voz. Al mismo tiempo, las tres primeras estrofas empiezan con preguntas pero la voz, evidentemente, tach los signos de interrogacién, y funde 12 pregunta dentro de la efusin conterplativa, en el flujo del deseo nostélgico. En los cuartetos, los dos primeros versos corresponden a la pregunta, los dos siguientes a una afirmacién contrastiva. Pero si observamos nuevamente cl fancionamiento de la prosodia poética podemos verificar que en las tres primeras estrofas la entonacién de las preguntas predomina al panto de que las ramas tensivas estin en todas las pausas versales; en efecto, el ritmo tonal est hecho sobre las variaciones de la vor interrogante: capuli / dentro de mi / por venir / de vivir / su andar / del lugar, Hevan la tensién ascendente de la voz, que sélo en la estrofa de la respuesta (IV) empieza a declinar a través de ramas distensivas. El verso final, el nico marcado como independiente, dramatiza, rotundo, la disten- sién con su grito («lloraris) y silencio (punto final). Por lo demés. Ia accién oral se da en la modalacién de los tiempos conjugados. Tanto, que la temporalidad es tun subproducto del habla, como si el habla tuviese el poder especulativo de convocar el flujo del tiempo. Las preguntas plantean la perspectiva verbal del faturo, sélo que en el idiolecto regional se trata del tiempo presente; 0 sea, estamos ante una especulacién del coloquio que desde la memoria ensaya recons- 6 JuLto onTEca truir lo cotidiano, Pero, ademés, el acto de habla declara su presente: sesta hora», dentro de un tiempo mas amplio, ahora». Asi el poema se hace en el aeto que lo dice: su escritura coincide eon su enunciaciéa; fo cual, por lo menos, subraya el juego presencia/ausencia, y hace de la voz el espacio de las convocaciones. En IV 4a forma «Ha de estarse» responde a las dos preguntas por el eestars, que es el «ser» de esta Rita andina, verdadero espiritu del lugar, Pero ai allt irrumpe la oralidad: Ja frase coloquial que ella pronuncia, y que lleva el temblor de su cuerpo ante el frio de la tarde, canjea «qué fio hace» por «Qué fro hay..», lo cual desdobia al verbo en una exclamacién. Una poderosa representacién emerge aqui del puro probabilismo verbal, enmarcado por un ti alkimo v6 iulo sobre-eserito y por un so sumamente literario que rubrica el poema con su gesto fitturistico culminante, En efecto, ese verso viene de y vuelve a la literatura. Nos remonta a Walt Whitman, cuyo «Song of Myself (final de Ja primera seccién de Leaves of Grass), anuncia que el poeta es un éguila marina, muy poco domesticada, que ‘Vines su cbarbaric yawp over the-roofs of the worlds® El término eyawpe chillido, graznido) es interesante porque fue utilizado con obvio sentido derogativo contra la poesia dé Whitman.’n su tiempo; de modo que el gran poeta, un modelo para Vallejo eh-tantos sentidos, la recobra aqui en su definicién embleméica, eY Morard en las tejas un pijaro salvajer es un verso magnifico, Fesonante y desafiante que resuelve las preguntas y respuestas del poema en otro plano, En este emblema, en efecto, se proyecia cl poeta como parte del paisaje recobrado, pero libre de su domesticidad. Entre el aqui y el alld entre los tiempos distintos dentro del presente, la poesia intermedia, sin eédigos. Para analizar ahora Jos campos seménticos que organizan la significacién, y ver e6mo opera aqui el alfabeto del mundo articulado por el poeta, el siguiente diagrama puede ser un punto de partida: Anicis 1—[_Aniess 2 | Regus Gy nis | ocx eovoeuie [isto Meat | Ane | 1 Gost) | a wt v6 Exnaven —__|ricuracion Las estrofas del pocma se distribuyen al interior de dos planteamientos antitéticos: los signos de la Naturaleza y los del Arte, que se resuelven en la mn de una respuesta, equivalente a IV en nuestro cuadro, Por un lado, tenemos que en ef dominio de lo natural Ella posee los atributos de! sabor, * Guy Darenpor coments el linsjelterrio de este verso de Whitman en su libro Feery Force voles @ Form, San Francisco, 1986. ier iden artis reeol Whit pre. de Dav mun respi valle equi ase otor suste zado solo “extn &oli inne desl (exp palat mrad

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