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| | Ht ul i ill ii DE LA REVOLUCION mE AT ESTALINISMO PROBLEMAS DE, | INTERPRETACION et time, And say which graf Will grow and which will not... Gi puedes inquirir en las semis del tiempo y decir ual de los granos erecerd y cudl no...) ‘SHAKESPEARE t6rica clave, posteriormente debatida tanto por los académicos como por sus adeptos. De todas Jas cuestiones planteadas por la revolucidn bolchevique y su desenlace, ninguna es mas amplia, mas compleja ‘0 mds importante que la de la relacidn entre el bolche- vismo y el estalinismo, Te gran revolucién plantea una cuestién his- Enel sentido mas general y esencial, la cuestién que se plantea es la de si hay que interpretar el movimiento bolehevique originario que domind la Unién Soviéiica durante la década siguiente a 1917, y los acontecimien- tos posteriores a esta década y el orden socio-politico {que surgié con Stalin en los afios 30, fundamentalmente como una ‘continuidad 0 como una discontinuidad, Asimismo, e$ una cuestién que necesariamente incide en la perspectiva del historiador configurdndola en cuamto,a una multitud de temas de menor envergadura pero no menos erlticos referentes al periodo compren- ido entre 1917 y 1939. Exagerando sdlo ligeramente, al historiador de aquellos afios se le puede decir: dime tu interpretacién de la relacién entre el bolchevismo y el estalinismo, y te diré cémo has interpretado casi todos los hechos significativos de aquellos afios. A fin de cuentas, ha sido y sigue siendo una cuestién politica, Generalmente hablando, si exceptuamos a los devotos ccidentales de la historiografia oficial de Mosei, cuanto menos simpatia tiene un historiador por la Revolucién y al bolchévismo originario, menos distin- iones significativas ve entre el bolchevismo y el esta- linismo. Por tanto, un lector no familiarizado con los estu- dios oacidentales sobre historia soviética Idgicamente esperarfa encontrar en ella mucha escuelas rivales y un Intenso debate acerca de este tema central. La cuestién no sélo es grande y compleja, sino ademds otras cués- tiones parecidas relacionadas con otras revoluciones la relacién entre el bonapartismo y la Revolucion Francesa de 1789 es un ejémplo claro— han proyocado polémicas de larga duracién."\Bs més, Jos hechos pare- cen contradictorios, incluso confusos. Aunque no hu- biese otro tema, existe el problema de cémo explicar la Tevohucién «desde arriba» de Stalin de los aflos 30, un extraordinario trastorno de toda una década, que em- pe2é con una brusca inversin de la politica oficial y la aolectivizacién forzosa de 125 millones de campesinos, vio amplias revisiones de los principios y actitudds ideo. épieas oficiales, y terminé con la destruceién oficial de la élite bolchevique inicial, incluyendo a la mayoria de Jos padres fundadores soviéticos, asi como sus respecti- vvas reputacione’ histGricas. Lo que es todavia més asombroso es el hecho de que hasta hace poco Ja cuestién apenas provocd discusién el ambito de los estudios académicos sobre temas sovié- ticos. Al contrario, durante el perioda de expansidn de este campo entre finales de los afios 40 y los 60, llezd a formarse un notable consenso respecto al tema del bolchevismo y del estalinismo. Al sobrevivir al auge y la caida de varias metodologias y enfoques en la sovie~ tologia, el consenso postulé una sencilla conclusién: no existian diferencias significativas ni ninguna clase de s hey discontinuidad entre el bolchevismo y el estalinismo, Jos cuales eran fundamentalmente lo mismo, politica € ideoldgicamente. Cuando alguna vez en los estudios académicos se hacia una distincién entre los dos térmi- ros (lo que no era ni frecuente ni sistematico ya que los términos bolchevique, feninista, estalinisia se emplea- ban de forma intercambiable), ‘se decia que cualquier diferencia era dnicamente una cuestién de grado, con- secuencia de los cambios en las circunstancias histéricas y de las necesidades de adaptacién del sistema soviéti- Co. El estalinismo, segin el consenso, fue la Idgica, co- recta, victoriosa’e incluso inevitable continuacién, 0 desenlace, del bolchevismo. Durante varios afios, esta interpretacién histérica fue axiomatica en casi todos los estudios de la historia y politica soviéticos.? Ha persis- tido hasta hoy. Nuestro objeiivo aqui es reexaminar Ia tesis de Ja continuidad, con el fin de mostrar que se apoya en una - serie de formulaciones, conceptos ¢ interpretaciones dudosas, y sostener que, independientemente de sus aciertos parciales, dicha tesis oculta més que ilumina, La critica implicada es necesaria y deberla haberse planteado hace ya tiempo por muchas razones. En primer luger, la concepcién de una continuidad sin interrupeiones entre el bolchevismo y el estalinismo ha configurado Jos planteamientos académicos acerca de todos los principales periodos, acontecimientos, fac+ lores causales, actores y alternativas durante las déca- das formativas de la historia soviética. Es el eje de aquel gran-consenso de la sovietologia acerca de cudles fueron los acontecimientos y por qué sucedieron de tal manera entre 1917 y la muerte de Stalin en'1953. En se- gundo lugar, la tesis de la continuidad ha ocultado la necesidad de estudiar el estalinismo como un fenémeno especifico, con su propia historia, dindmica politica, y consecuencias sociales.’ En sltimo lugar, ha tenido una fuerte incidencia en nuestra comprensién de los asuntos soviéticos contempordneos. Como consecuen- cia de considerar el pasado bolchevique y estalinista como una tinica tradicién no diferenciada, muchos in- vestigadores han minimiizado 1a capacidad de cambio del sistema en los afios posteriores a la muerte de Stalin. Parece que la mayotla de ellos creen que los reformado- res soviéticos que invocan und tradicién no estalinista en el periodo inicial de la historia politica soviética en- contrardn en ella sélo-«un organismo social y politico cancerigeno roido por una contagiosa malignidady + ‘Como veremos, este punto de vista oculta los grandes conflicios entre los antiestalinistas y los neoestalinistas, los reformadores y los conservadores, que han confi gurado la politica soviétiea oficial desde la muerte de Stalin. ERA conveniente es- tudiar mas de cerca la historia y el con- tenido de la tesis de la con- tinuidad, La polémica en cuanto a los origenes y las DE LA CONTINUIDAD | caracteristices de las expec taculares iniciativas poli as de Stalin empezé en Occidente al principio de los afios 30.* Sin embargo, fue en gran parte una preocu- pacién de Ja izquierda, sobre todo de los comunistas antiestalinistas, y més notablemente de Leon Trotsky. ‘A mediados de los afos 30, tras un periodo inicial de afirmaciones contradictorias y no conclusivas, el oposi- tor exiliado desarrollé su famoso argumento, segiin el LA TESIS 99 cual e! estalinismo no era el perfeccionamiento del bo!- chevismo, tal como se proclamaba oficialmente en Mosc, sino su «negacién termidorianay y la «trai- cién» del mismo. En 1937, cuando el terror estalinista ya consumia a Ja antigua élite bolchevique, Trotsky afiadié: «La actual purga establece entre el bolchevis- mo y el estalinismo... todo un rio de sangren.* La denuncia de Trotsky, inequivpea, aunque un tanto ambigua en su razonamiento, dé que el estal mo representaba un régimen burotrético contrarrevo- lucionario cdiametralmente opuesto» al bolchevismo se convirtié en el tema central de un intenso debate entre Saquierdistas occidentales y entre los mismos trotskistas (y ex-trotskistas). Dicho debate, que se ha prolongado hasta hoy, adolecta de un exceso de ctiquetado marxista y de andlisis por sustitucién —la burocracia estalinista jera una nueva clase? La Rusia de Stalin era capitalis- ta, capitalista de estado, termidoriana, fructidoriana, bonaparlista, o era todavia socialista?— y de un com prensible recelo, incluso por parte de los antiestalinis- tas, de empafiar la legitimidad de la Union Soviética en, su enfrentamiento con Hitler.’ No obstante, el debate fue interesante, y los académicos no le han prestado la debida atencién; adelanté muchos argumentos tanto a favor de Ja discontinuidad como de la continuidad, que més tarde aparecerian en los estudios académicos del bolchevismo y del estalinismo.* La discusiéi académica del tema no empez6 seria- mente hasta después de le segunda guerra mundial, cuando se ampliaron los estudios soviéticos profesiona- les El momento es significativo ya que coincide con el punto culminante del estalinismo como sistema desa- rroliado en la Unién Soviética y en Ja Europa oriental, ycon el inicio (o la reanudacién) de la guerra frfa. Esto, quizds, permita explicar dos aspectos de la tesis de la continuidad que presentan dificultades a la hora de ser documentados, pero que parecen ineludibles. Uno de ellos es la dudosa légica, advertida por un polemista en Jos primeros afios de la disputa, de la afirmacién segin Ja cual era «preciso que el comunismo ruso se desarro- Ilase de la forma en que se habja desarroliado porque, efectivamente, ahora se ve que se ha desarrollado como se ha desarroliadon.’ BI otro aspecto es que los traba- jos académicos tempranos fueron, segtin palabras de uno de los fundadores de los estudios soviéticos que se quejaba de los mismos, «demasiadas veces escritos en un ambiente de intenso odio al actual régimen ruso»."” Dichas perspectivas contribuyeron sin duda al punto de vista académico de que los males de la Rusia estalinista contempordnea fueron predeterminados por la «conta- giosa malignidady ininterrumpida de la historia politica soviética desde 1917. (ol leninismo, como se le suele llamar errénea- mente) y los grandes proyectos estalinistas ha sido divulgada de nuevo por Alexander Solzhenitzin desde que se exilid de la Unidn Soviética en 1974. No obstante, ha sido una interpretacién canénica en los es- tudios soviéticos académicos desde hace muchos afios, como se puede demostrar con unas afirmaciones repre- sentativas, Li teorfa de la «linea recta» entre el bolchevismo Michael Karpovich: «Aunque han sido grandes los, cambios desde 1917 hasta hoy, en el fondo, la politica de Stalin es una evolucién del leninismon.” Waldemar Gurian: «Todos Jos elementos basicos de su politica fueron adoptados de Leninn. John S. Reshetar: «Lenin aporté los supuestos que —aplicados por Stalin y lleva- dos a su conclusién I6gica— culminaron en las grandes purgasn. Robert V. Daniels: «La victoria de Stalin. no era personal, sino el triunfo de un simbolo, del indi- viduo que encarné Ios preceptos del leninismo y las téc- nicas para el cumplimiento de los mismosn. Zbigniew Brzezinski: «Quizés el logro més duradero del leninis- mo fue la dogmatizacién del partido, la cual fue‘ la vez Ja preparaciOn efectiva y causa de la prénima etapa, la del estalinismon, Robert H. McNeal: «Stalin preserve la tradicién bolcheviquen y casi consiguid «finalizar la obra empezada por Lenin». Adam B. Ulam: el marxis- mo bolchevique «determiné el cardcter del leninismo postrevolucionario asi como los rasgos principales de lo que llamamos el estalinismon. En otro contexto Ulam dice de Lenin: «Su propia psicologia hizo inevitable el futuro y brutal desenlace que tuvo lugar con Stalin. Arthur P. Mendel: «Con potas excepciones, estos at bbutos de la Rusia estalinista derivan del legado leninis- tap. Jeremy R. Azrael: «La “segunda revolucién” fue, como sostuvo Stalin, una legitima extensién de la pri- merap. Alfred.G. Meyer: «El estalinismo puede y debe definirse como modelo de pensamiento y accién que procede directamente del leninismon. Podria seguir ci tando pero, finalmente, citaré a H. T. Willets, quien confirma que los académicos occidentales consideran al estalinismo como wna etapa légica y probablemente inevitable del desarrollo organico del Partido Comu- nistay. Debe quedar claro Jo que se estd explicando yGoste- niendo con esta tesis de «una fundamental continuidad de Lenin a Staliny.? No son meramente los sucesos se- cundarios, sino los actos de mayor envergadura histéri- ca, y los mas mortiferos, del estalinismo entre 1929 y 1939, e incluso después, desde la forzosa colectiviza- cign a gran escala hasta Jas ejecuciones y brutal encar- celamiento de decenas de millones de personas. Todo esto, se argumenta, se deriva de la naturaleza politica —0 8ea, ideolégica, programatica y organizativa— del bolchevismo originario.™ Resulta chocante tanto la calidad determinista de este argumento como el hecho de que enfatiza un Unico factor causal Este tipo de interpretacion es inexplicable si no fue- ra por la escuela totalitaria que dominé los estudios so- viélicos durante tantos afios. Ademas de confundir el tema empleando «totalitarismo» como sinénimo de es- talinismo, este planteamiento ortodoxo contribuyé @ la tesis de la continuidad de dos formas importantes. fla de los teéricos occidentales del tota- ico entendieron que la sacudida de Sta- lin entre 1929 y 1933 fue un punto de inflexidn, Io inter- pretaron no como una discontinuidad sino como una continuacién, culminacién, o «paso adelanten en un proceso continuo de un totalitarismo progresivo. Ast reza el resumen clasico de Merle Fainsod: «Del embrién totalitario sdldrfa el totalitarismo en su plenitud» Como consecuencia de esto, existfa Ia tendencia a tratar toda la historia y politica bolchevique y sovietica ante- Hor a 1929 como una sencilla antesala del estalinismo, como in totalitarismo a medio desarrollar. La otra aportacién de este planteamiento con su lenguaje deter- minista de «una intrinseca Iégica totalitarian, fue la de hacer creer que el proceso fue no sélo continuo, sino inevitable, Por ejemplo, Ulam escribe: «A partir de su victoria de octubre, el'Partido Comunista empez6 a 100 abrir camino hacia el totalitarismon. Aflade: «El tinico problema era el cardcter y filosofia que se queria dar a dicho totalitarismon.¥ de especialistas universitarios. La multitud de intelectuales ex-comunistas (Solzhenitzin entre Jos mas recientes) desempefié un papel importante. Su odisea intelectual les alejé primero del estalinismo, des- pués del bolchevismo-leninismo, y finalmente del mar- xismo. A medida que progresaba su reflexién autobio- ardfica iban desapareciendo “las distinciones, que anteriormente habian sido importantes, entre los dos primeros —y a veces entre los tres. Atmados con la autoridad de 12 experiencia personal (aunque muchas veces muy lejos de Rusia) y de la conversién, los anti- guos comunistas testificaron de varias formas en favor de la tesis de la «linea rectan, Algunos se convirtieron en eruditos historiadores del «totalitarismon.” Otros, incluyendo a James Burnham y Milovan Djilas, elabo- raron teorias populares presentando al comunismo so- viético bajo una nueva luz— como una nueva clase u orden burocrético. No obstante, ellos también interpre- taron los afios 30 estalinistas —el perodo victorioso de Ja nueva clase (0 buroeracia)— como «coritinuacién» y «derivacién legitima de Lenin y de la revoluciény.!* Historiogrdficamente, su concepcién se diferencié prin- cipalmente por su terminologéa: una continuidad inin- terrumpida desde una nueva clase o burocracia dirigen- te medio desatrollada hasta la misma plenamente desarrollada. Finalmente, Arthur Koestler contribuyé de forma tinica a la tesis de la continuidad con su nove- la Darkness at Noon (Del cero al infinito), que repre- senta la aniguilacién de los boleheviques’originarios por Stalin como el triunfo légico del propio bolchevis- mo.”” La tesis de la continuidad lego asi a su culmina- Cid; el consenso era completo. Li tesis de la continuidad no fue tinicamente obra El nivel alcanzado por este consenso se refleja en la obra de dos grandes historiadores, quienes, en otros as- ppectos, no estaban dentro de la principal corriente aca- démica, Dichos autores son E. H. Carr ¢ Isaac Deu- scher. Ninguno de los dos compartia la antipatia de la corriente principal hacia el bolchevismio; Deutscher fue partidario de la revolucién, y Carr la contemplaba con bastante simpatia. Los dos presentaron_perspectivas muy distintas de muchos aspecios de la historia soviéti- ca.® ¥ aun ast, por razones diferentes y de més com- plejidad, ambos vieron una continuidad basica entre el bolchevismo y el estalinismo. La monumental Historia de la Rusia Soviética de Carr concluye antes de la época de Stalin. Pero su tratamiento del perfodo 1917-1929 y su rechazo a cualquier alternativa al estalinismo es con- secuente con su temprano juicio, segiin el cual sin la re- volucién desde arriba de Stalin «la revolucién de Lenin se habria venido abajo. En este sentido, Stalin continud y culminé e! leninismon 2 de la continuidad eran més complicadas y mas interesantes, “en parte porque él, casi en soli- tario, hizo del mismo tna de las preocupaciones centra- les de sus ensayos histérices y biografias de Stalin y ‘Trotsky. Distingufa de una forma muy precisa entre el bolchevismo originario y el estalinismo, Deseribié im- portantes discontinuidades, incluso un «abismo entre Jas fases leninista y estalinista del régimen sovidtico», y fue implacable eritico de los académicos que-imagina- L* opiniones de Deutscher con respecto al tema 101 ban una «continuacién linealy entre los dos. No obs- tante, en general, por el hecho de que se conservaron Jos cimientos nacionalizados del socialismo, y de que el régimen de Stalin habia llevado a cabo el objetivo revo- lucionario de modernizar a Rusia, y porque la tinica al- ternativa bolchevique (para Deutscher, el trotskismo) no parecia tener ninguna esperanza en las circunstan- cias de los afios 20, Deutscher creyé que el estalinismo ‘«continuaba en la tradicién leninistan. A pesar del re- pudio por parte del estalinismo de algunas ideas cardi- nales del bolchevismo (principalmente el internaciona- lismo y la democracia proletaria, segtin Deutscher): y del grotesco abuso buroerdtico del legado bolchevique, «da idea y tradicién bolcheviques siguieron siendo, mas alld de las sucesivas reformulaciones pragméticas y de tipo eclesial la ides rectora y la tradicién dominante de Ja Unién Sovidtican Resumiendo, por mucho que discrepasen en cuanto 4 otros temas, existia un consenso implicito entre la co- rrienle principal académica de la guerra fria y la con- traescuela de Cart y Deutscher con respecto a «una, continuidad ininterrumpida de la historia soviética rusa desde octubre de 1917 hasta la muerte de Stalin». En apariencia, sobre este tema la unica disputa parecia es- tribar en si la inexorable marcha hacia el estalinismo empezé en 1902, cuando Lenin escribié ¢Qué hacer?, en octubre de 1917 y la inmediata disolucién de la Asamblea Constituyente, en 1921 con la prohibicién de Jas fracciones internas del Partido Comunista, 0 en 1923 con la primera derrota de Trotsky. El consenso académico no es natural, incluso cuan- do se trata de estudios soviéticos, La primera revisién implicita de la historiografia de la escuela totalitaria dominante llegé a principios de los anos 60 procedente de los académicos de la corriente principal que trataron de situar el estalinismo en una perspectiva mas amplia, Ja de las sociedades subdesarrolladas y la moderniza~ cién. Empezaron a plantear el estalinismo a partir de la historia rusa y del problema del cambio social. Pero, en Jugar de criticar la tesis de la continuidad, la abrazaron © Ja reformularon. La politica de Stalin en los ahos 30 —a veces incluso las purgas sangrientas— se interpreté como el programa bolchevique (0 comunista) de una modernizacién necesaria o funcional en el contexto del atraso de Rusia y el papel modernizador del partido y, por tanto, como «conclusién Iégican de 1917.8 Como tuna especie de versién enmendada del punto de vista to- talitario, el estalinismo se dibujé como el bolehevismo plenamente desarrollado en su etapa modernizadora. Finalmente, en los ultimos aftos, ha surgido un reto a la tesis de la continuidad. Beneficiéndose de nuevos materiales soviéticos, los académicos revisionistas estén, unidos no tanto por un enfoque especial como por un. reexamen critico de la historia y politica soviticas des- pués de 1917. A pesar de que sus libros han sido acogi- dos con respeto ¢ incluso favarablemente,® su inciden- cia en el pensamiento sovietoldgico es limitada, Ya no esta intacto el consenso académico en cuanto a la re- Jacién entre el bolchevismo y el estalinismo. Sin em- argo, la mayoria de los sovietSlogos, incluyendo a la nueva generacién, todavia creen que «Stalin fue el pa- radigma del espiritu comunistan, que sus actos fueron «wel leninismo puro no adulteradon, y que «Lenin fue el mentor y Stalin el pupilo que lievé el legado de su maes- tro a su conclusién légican OS voluminosos es- I tudios dedicados ala tesis de la con- tinuidad presentan ciertos convencionalismos tena- es. Definidos de forma general, son de dos clases: en primer Jugar, un con- junto de formulacionés, planteamjentos histéricos y explicagiones conceptus les de cémo y por qué exis- NALISMOS LIBERALES una «linea rectay entre la politica del bolchevismo y el estalinismo; en segundo lugar, una serie de inter- pretaciones histéricas interrelacionadas que supues- tamente demvestran una continuidad programatica bolchevique entre 1917 y Ja sacudida de Stalin en 1929-1933. Ambos deben ser reexaminados, empezan- do por los aspecios conceptuales LINEAS RECTAS Y OTROS CONVENCIO- El problema comienza con la misma formulacién de 1a tesis de 1a continuidad. Una de sus més conocidas afirmaciones es que el bolchevismo contenia «las serni- asm, «las raices», o «los gérmenes» del estalinismo. Ante esta proposicién incluso el partidista més conven- cido de la tesis de la discontinuidad se ve obligado @ contestar que si, que por supuesto.”” © como afirman correctamente otros convencionalismos sobre el tema, cl estalinismo no fue un «accidenten; el leninismo- bolchevismo lo hizo «posiblen. Por desgracia, estas ge- neralidades dicen muy poco, o mas bien dicen lo obvi Cada periodo histérico —cada fendmeno politico— tie- ne antecedentes, causas parciales, «semillasn en el pe- riodo que le precede: la Revolucién Rusa en la histor zarista, el Tercer Reich de Hitler en la Alemania de la Republica de Weimar, ctc. Dichas generalidades en rea- lidad no demuestran nada respecto de In continuidad, y menos todavia de la causalidad o de la inevitabilidad. Simplemente, nos recuerdan que nada en la historia es totalmente nuevo y que todo tiene origenes importantes en el pasado préximo. Es ciesto que en el bolchevismo de 1917-1928 exis- ‘fan importantes «semillasy del estalinismo, pero no re- pito el tema aquf porque esta de sobra documentado en otros estudios. Menos advertido, y en realidad lo mas importante, es que en el bolchevismo habia otras im- portantes «semillas» no estalinistas; ¢ igualmente que Jas «semillasm del estalinismo también se encuentran en otros sitios —en la tradicién histérica y cultural rusa, ‘en acontecimientos sociales como Ia guerra civil, en Ia situacién internacional, ete.— Pero, la cuestién no es de «semillasn, ni tampoco de continuidades poco signi- ficativas, sino de continuidades o discontinuidades fun- damentales. Es mas, cambiando la metafora y citando a un ex-bolchevique al respecio, «uzgar la vida de un hombre en el momento de la aulopsia de su cadaver por los gérmenes que le causaron la muerte —los cuales igual ya Jos Hevaba innatos— gtiene esto sentido?n®® Todavia menos aprovechables son los tres compo- nentes definitorios de la tesis de la continuidad: bolche- vismo, estalinismo, continuidad. La forma habitual de emplear dichos términos confunde mas que define. La razon de ser de la escuela totalitaria, segtin sus mismos partidarios, era la de distinguir y analizar una clase de totalitarismo completamente nueva. Sin embargo, mu- chas veces falta precisamente esa distincién critica, como evidencia la conocida explicacién del estalinismo: adel autoritarismo en c! leninismo prerrevolucionario surgié de forma natural y quizds inevitable el autorita- rismo soviéticon.»* Las variantes de esta proposicion explican que el estalinismo continué las tradiciones no Niberales, no democréticas, y represivas del bolchevis- mo Ese argumento no atina con ¢! esericial sentido com- parativo. (Ademas supone, equivocadamente creo yo, que alguna clase de verdadero orden democratico liberal, o proletario u otro— fuera una posibilidad en Rusia en 1917 0 después.) El bolchevismo en algunos aspectos importantes —segiin el perfodo— sf fue un movimiento fuertemente autoritario. Pero, el no distin- guir entre el autoritarismo soviético antes y después de 1929 confunde la verdadera naturaleza del estalinismo. E| estalinismo no fue sélo nacionalismo, burocratiza- cién, ausencia de democracia, censura, represién poli- cial, y todo lo demas en un sentido conocido por sus precedentes. Dichos fenémenos han surgido en muchas sociedades y no resulta dificil explicar sus causas. El estalinismo fue exceso, un extremismo extraordi- nario en cada cosa. No fue, por ejemplo, simplemente una politica de cozecién del campesinado, sino pract camente una guerra civil contra el mismo; no simple- mente represién policial, ni siquiera el terror de una guerra civil, sino wn holocausto de terror que victimizd a decenas de millones de personas durante veinti afios; no simplemente un resurgimienta termidoriano de la tradicién nacionalista, sino un chovinismo de tipo cuasi-fascista; no simplemente un culto a un lider, sino Ja deificacién de un déspota. Para referirse a los afios de Kruschev y Brezhnev, muchas veces los estudiosos occidentales hablaban de un «estalinismo sin excesos» 0 de «estalinismo sin encarcelamientos». Las formula clones de esta indole no tienen sentido. Los excesos fue- ron la esencia del estalinismo histérico ylo que hay que explicar es a ellos mismos.”” pee parecidos surgen a raiz del trata- miento habitual del bolchevismo originario, cuando se lo define de una forma tan estrecha ¥ selectiva como estalinismo, o estalinismo «embriona- rion. He intentado demostrar en otros trabajos que el bolchevismo fue un movimiento politico mucho mas di- verso —ideolégicamente, programéticamente, genera- cionalmente, y en otros aspectos— de lo que normal- mente reconocen nuesiros académicos>! Hay que cuestionar también otro convencionalismo relacionado con la tesis de la continuidad: la equivalencia del bol- cheyismo y del Jeninismo. Lenin fue, evidentemente, el paradigma bolchevigue; sus cualidades de Ider, sus ideas y su personalidad configuraron al movimiento de una forma fundamental. Sin embargo, el bolchevismo era més amplio y més diverso que Lenin y el leninismo Su ideologia, proyectos, y politica fueron configurados también por otros lideres muy destacados, militantes de menos relieve y los comités del partido, elementos aj nos al partido, y grandes acontecimientos sociales, como la primera guerra mundial, la Revolucion y la Guerta Civil.2* No quiero dar a entender que fue el le- ninismo, y no el bolchevismo, lo que dio origen al esta- linismo. Los que sf opinan esto, se apoyan también en un elenco selectivo de referencias, resaltando, por ejemplo, al Lenin de Qué hacer? y los afios de la Gue- tra Civil, mientras minimizan al Lenin de El estado y Ja revolucién y de 1922-1923 102 Y, entonces, ,cémo pueden formularse las continui- dades y las discontinuidades? Es uno de los problemas mas diffciles del andlisis histérico. La mayoria de los historiadores compartirian la opinién de que este pro- blema requiere el estudio empirico y detenido de las se- mejanzas y desemejanzas, que tanto las continuidades como las discontinuidades estan normalmente presen- tes en alguna combinacién, y que la cuestién de grado, de si los cambios cuantitativos se convierten en cualita- tivos, es decisiva. Probablemente no debe sorprender que este planteamiento venerable tenga un papel clave a Ja hora de razonar acerca de las diferencias entre la historia politica zarista y la soviética y, sin embargo, casi no se tenga en cuenta al analizar el bolchevismo y el estalinismo. De esta manera, un destacado partidario de la tesis de la continuidad advierte de los peligras de considerar equivalentes el régimen zarista y el Soviético; «Es importante recalcar que existe un abismo profundo que divide el autoritarismo del totalitarismo, y si trata- ‘mos a ambos como formaciones politieas idénticas, ter- minamos mostrando nuestra incapacidad para distin- guir entre la continuidad y el cambio». Pero si aplicdramos la misma sabia advertencia a la historia so- viética seria dificil no concluir también que «las dife- rencias de grado legaron a ser diferencias de calego- ria... Lo que habla existido con Lenin se llevé a tales extremos por Stalin que su propia naturaleza cam- didn. Pero, como sabemos, se reservan unos planteamien- tos especiales para la interpretacién de la historia sovie- tica, Uno de ellos es el extraordinario determinismo y Ja explicacién monocausal en los que muchas veces se basa la tesis de la continuidad. Posiblemente sea tinico, {en los estudios politicos ¢ histéricos modernos el voca- bulario empleado para plantear una relacién directa causal entre «la dindmica politican del bolehevismo y el estalinismo, sobre todo referente a la colectivizacién y al gran terror de 1936-1939. Hay abundantes ejemplos, del lenguaje del determinismo teleolégico: «légica in- ternan, «rasgos totalitarios inexorables», «proceso ine vitable», wconsecuencias ineludiblesn, 'consumacién A6gican, «etapa inevitablen, y asi sucesivamente. Para dar un ejemplo mds amplio, una obra standard explica que la _campafia de colectivizacién de Stalin en 1529-1933 «fue la consecuencia inevitable del triunfo del Partido Bolchevique el 7 de noviembre de 1917.3 Esto plantea cuestiones muy serias relativas al enfo- que histérico. Por una parte, dicho lenguaje hace pa- tente un rigido determinismo no ajeno al que antes do- minaba la hisloriografia oficial estalinista y que fue iculizado con razén pot los académicos occiden- tes.® Por otra parte, aunque pretende explicar mucho, este tipo de interpretacién teleolégica explica més bien poco, Como observé Hannah Arendt hace muchos afios, es mas una especie de «juicio de valor axiomati- con que auténtico andlisis historico.” Y su légica tiene sus puntos débiles Contestando a unos argumentos pa- recidos a estos que circulaban por la Union Soviética, el historiador disidenté Roy Medvedev explicé que si el estalinismo fue predeterminado por el bolchevismo, y no existian otras alternativas después de 1917, entonces los acontecimientos de 1917 y el bolchevismo deben ha- ber sido predeterminados por la historia rusa anterior aellos. En ese caso, «para explicar el estalinismo debe- ‘mos remontarnos'a épocas mas y més remotas... muy probablemente hasta el yugo de los tartarosn. Y afhade ‘un comentario politico: «Eso serfa un error... una just ficacién hist6rica del estalinismo, no una condenay logica de la interpretacién awhign de la historia, que evalia el pasado a partir del presente, los antecedentes a partir de los resultados.” Es verdad, como nos recordé Carr, que todos los historiadores se dejan influir por el presente y por los resultados esta- blecidos,® y también es verdad que a veces las intui- ciones actuales pueden iluminar al pasado, Pero la tra- dicién «whign en los estudios..soviéticos es muy perjudicial para el tema del bolchevismo y el estalinis- mo. Apoydndose en algiin concepto de la predestina- cién y proyectando el desenlace estalinista al pasado bolchevique, tiende a estalinizar todos los hechos signi- ficativos de la historia y politica soviética de los prime- Fos afios; haciendo caso omiso, para favorecer la tesis de una clinea recta» que se extiende a 1917, a los afios 1929-1933, que es el perfodo en que el estalinismo apa- recié por primera vez como tal; y en todo momento in- terpretando de forma ahistorica al partido bolchevique 6 comunista, como si hubiese actuado por encima de la sociedad y fuera de Ia misma historia. EE fundamento de todo esto es la versién sovieto- La interpretacién awhign sigue dos lineas de andlisis distintas que son familiares e igualmente cuestionables Una de ellas argumenta, claro esta, que la wdindmica politica» interna (0 la unaturaleza») del partido bolche- Vique predeterminé al estalinismo. La otra insiste en que los cambios del sistema politico soviético bajo el bolchevismo y el estalinismo fueron superficiales 0 se- cundarios a las continuidades que fueron fundamen- tales y observables. Sea cual sea la verdad parcial del primer argumento, adolece de una concepcién implici- tamente ahistérica de un partido que basicamente no cambia después de 1917, un supuesto facilmente refuta- do como demuestran los hechos ya expuestos en otros estudios. {Qué quiere decir «el partidon como determi nante histérico si, por ejemplo, los miembros del part. do, la composicién, Ia estructura organizativa, la vida politica interna del mismo, y las actitudes de sus miém- bros sufrieron enormes alteraciones s6lo entre 1917 y 1921741 La «dinémica» causal citada con més frecuencia es, or supuesto, la ideologia del partido. Evidentemen- te, se pueden poner muchos reparos a esta interpreta cidn del desarrollo social y politico. Es incluso mas uni dimensional. No cuenta con el hecho de que una determinada ideologia puede incidir en los aconteci- mientos de distintas formas; el cristianismo aporté tan- to la compasién como la Inquisicién, el socialismo tan- to Ia justicia social como la tirania, ¥ se apoya en una definicién conveniente segin la cual la ideologid bol- chevique se identifica basicamente con la’ «concentra- eign de poder social totaby.*? Mas importante es el hecho de que 1a ideologia bol- chevigue fue mucho menos coherente y uniforme de lo que admite la interpretacién cldsica. Si es verdad que la ideologia incidié en los acontecimientos, también ella se vio configurada y cambiada por éstos. La guerra civil usa, por citar un ejemplo temprano, tuvo un fuer! pacto sobre los planteamientos bolche cando la teoria lena de auto-confianza de una vanguar- dia combatiente, que Lenin habia desarrollado en 1902, y.que habia permanecido inoperante o sin consecuen- ‘cias durante al menos una década, ¢ implantando en el partido, caracterizado previamente por una mentalidad Civil, lo que un importante bolchevique lamé una «cul- tora’ militar-soviétican. Sobre todo, la ideologia ofi- cial cambié radicalmente con Stalin. Muchos de los 103 ‘cambios en este aspecto ya han sido comentados por los estudiosos occidentales y soviéticos: el resurgimiento del nacionalismo, el estatismo, el anti-semitismo, y ‘unas normas culturales y de comportamiento conserva doras 0 reaccionarias; la revocacién de ideas y legisla- cién a favor de los trabajadores, las mujeres, los escola- res, las culturas minoritarias, y de igualitarismo, asi como una multitud de simbolos revolucionarios y bol- ccheviques; y un cambio de énfasis en el que ya no son Ja gente normal sino los lideres y jefes‘oficiales los crea- dores de la historia. Estos cambios no fueron unas simples enmiendas, sino una nueva ideologia que fue «cambiada en su esencian y «no representaba ya al mis- mo movimiento que tomé el poder en 1917». Dela misma forma hay que criticar la otra «dina can causal que se cita con frecuencia, los uprincipios organizativos» del partido —Ia teoria que implica que el estalinismo se originé en 1902 con Qué hacer?, en el que Lenin esbozs su plan de un partido conspirativo de vanguardia capaz de inspirar la revolucién de las ‘masas eludiendo al mismo tiempo la represion policial zarista."” Esto también es unidimensional y ahistérico. EI tipo de organizacién bolchevique fue transforman- dose con Jos afios, muchas veces como respuesta a acontecimientos externos, pasando de ser el partido in- gobernable apenas organizado que participé con éxito en la politica democratica de 1917, a ser el partido bu- rocratizado y centralizado de los afios 20 y el partido aterrorizado de los afios 30, muchos de cuyos comités ejecutivos y secretariados habian sido detenidos y cje- cutados.** Ademés, el argumento es en realidad una adapia- cién de la «ley de hierro de la oligarqulan de Michels, la cual se autoconcebfe como una generalizacién rela tiva a todas las grandes organizaciones politicas y su tendencia a hacer una politica oligérquica mas que de- mocrdtica. Esto puede ser muy revelador acerca de la evolucién de las relaciones entre los Iideres bolchevi- ques y el partido en su conjunto entre 1917 y 1929, como sucede con su aplicacién a los partidos modernos en general. Pero no nos dice nada acerca del estalini ‘mo, que no fue una politica oligérquica sino autocrati- ca, 2 menos que concluyamos que la «ley de hierro de'la oligarquian es en realidad la ley de hierro de la autocracia Gzacién e intolerancia administrativa después de 1917 favorecié al autoritarismo del sistema del partido tinico y allané el camino al ascenso de Sta- Jin.Pero argumentar que estos hechos predeterminaron al estalinismo es otra cosa. Incluso en los aflos 20, des- pués de la burocratizacién y militarizacién promovidas por la guerra civil, Ja élite del partido no era (ni habia sido nunca) la disciplinada vanguardia fantaseada en Qué hacer? La direccién siguié siendo oligérquica; en palabras de uno de sus lideres, «una federacion negociada entre grupos, grupillos, facciones, “tenden- cias"».*° En suma, los «principios organizativos» del partido no produjeron el estalinismo antes de 1929, ni Io hicieron desde a muerte de Stalin en 1953, E cierto que la creciente centralizacién, burocra- Queda, entonces, el argumento segiin e} cual las dis- continuidades fueron secundarias respecto de las conti- nuidades en la configuracién del sistema politico sovié- tico bajo el bolchevismo y el estalinismo.”” Aunque en realidad es una cuestién empirica, parece que aqui tam- bién hay un importante Japsus metodoldgico, La im- Portancia de la distincién entre la fachadsa oficial, 0 tea- tral, y la realidad interna (a veces disfrazada) de la poli tica ha sido manifiesta al menos desde que Walter Ba- gehot destruyd en 1867 la teoria prevaleciente de la po- Iitica inglesa al distinguir Jas partes «elegantesn y las «eficientes» del sistema. El argumento de los estudiosos ‘occidentales en lo que se refiere a las continuidades fun- damentales en el sistema politico soviético se ha apoya- do principalmente en lo que Bagehot llamé weleganten, las partes meramente aparentes 0 ficticias Observando a realidad «eficienten o interna hace varios afios, Robert C. Tucker llegé a una conclusion muy diferente. «La mejor forma de ver y analizar lo ‘que nosotros descuidadamente llamamos “el sistema politico soviético" es como una sucesién histérica de sistemas politicos dentro de un marco institucional mas ‘© menos continuo.» El sistema bolchevique fue la dicta dura del partido caracterizada por la politica oligarqui ca de los lideres del partido gobernante. Después de 1936 y la Gran Purga de Stalin, a pesar de una aparente «continuidad en las formas organizativas y la nomen- clatura oficial... el sistema de partido tnico fue susti- wido por un sistema unipersonal, el partido gobernante por un personaje gobernante». Esto significd un cam- bio de carril, de un régimen con un partido oligarquico un régimen autocratico tipo Filhrer, y fue «reflejado en todo un sistema de cambios del proceso politico, del modelo ideolégico, de la organizacién del poder supre- mo, y de las pautas de comportamientos oficialesn.® Las aparentes continuidades citadas con frecuencia en los estudios de sovietologia —el lider, el partido, el te- ror, Ja guerra de clases, la censura, el marxismo- Jeninismo, la purga, ete.— fueron sintéticas e ilusorias. Puede que los términos todavia tuvieran aplicacién, pero su significado era distinto La conclusién de Tucker de que el terror de Stalin «destruyé la columna vertebral del partido, elimindn- dolo como... clase dirigenten, «ha sido confirmada am- pliamente por otras pruebas mas recientes.** Después de que las purgas climinaran como poco un millén de sus miembros entre 1935 y 1939, la primacia del partido a «esencian del bolchevismo-leninismo citada en la mayorfa de las definiciones académicas— desaparecié. Su élite (cas a totalidad de ella fue eliminada), los mili {antes normales (el 70% de sus miembros en 1939 ha- bfan entrado en el partido después de 1929), su eros, y su papel ya no eran los del viejo partido, ni siquiera los del partido de 1934. Evidentemente, el Partido Co- ‘munista segufa jugando un papel en el sistema soviético y quedé consagrado en la cultura politica oficial. Pero, incluso en su nueva forma estalinista, su importancia politica fue muy inferior ala de la policia, por ejemplo, ¥ysu estimacién oficial muy inferior a la del estado. Sus ‘Srganos deliberantes —el congreso del partido, el comi- té central y, al final, incluso el Politburé— raramente fueron convocados.# Como consecuencia, Ja historia del partido anterior a estos acontecimientos, que fue distinta, ya no pudo escribirse, ni para distorsionarla: entre 1938 y 1953 se redact6 ‘sélo una tesis doctoral acerca de este tema tan tratado anteriormente.*¢ A veces se sefiala como tiltima defensa de la tesis de Ja continuidad que el «estalinismon no fue reconocido nunca oficialmente durante el gobierno de Stalin, s6lo el «marxismo-leninismo». Aplicando el mélado de Ba- gehot, esto no nos dice nada” Ademés, el argumento no es del todo correcto. A medida que el culto de Stalin como Ider infalible (lo cual, hay que decirlo, era muy distinto al anterior culto boichevique a un partido his- 104 Léricamente necesario pero no infalible) se transtorma- ba en Ia deificacién literal del lider después de 1938, el adjetivo estalinista se aplicaba cada vez mas a la gente, Jas instituciones, las ideas ortodoxas, a los sucesos, e in cluso a la historia. Esto fue una desviacién de la linea marcada, incluso al principio de los afios 30, cuando e: tas cosas se llamaban leninistas, bolcheviques, 0 sovié- ticas. El hecho reflejaba, entre otras cosas, el declive del propio Lenin en Ia estimacién oficial.* Permane- cieron las frases t6picas como «las ensefanzas de Lenin y Stalin». Pero surgieron otras menos ecuménicas para caracterizar la construccién del socialismo saviético como «la gran causa estalinistan, a Stalin slo como «genio-arquitecto del Comunismon, y a la historia so- vidtica como «la época de Stalin». Bl término «estali- nismo» fue prohibido para el uso pablico oficial, pero el concepto estuvo profundamente arraigado tanto téci- ‘tamente como oficialmente,® Si los simbolos pueden decirnos algo de la realidad politica, habria que prestar atencién al comentario de un disidente soviético acerca de la estatua del Principe Dolgoruky que Stalin erigié en el lugar donde Lenin, en una ocasidn, habia descubierto un monumento levanta- do a la primera Constitucién soviética: «El monumento del sangriento principe feudal se ha convertido en una especie de personificacién de la sombria época del culto a la personalidad. El caballo del principe feudal se sitta de espaldas a los Archivos del Partido donde se conser- van las obras inmortales de Marx, Engels y Lenin y donde se erige una hermosa estatua de Lenin»! A idea de la wlinea I ‘ecta» programatica @ partir de 1917 Subyace a los otros argu- menios de Ja tesis de la continiidad. Es la opi- EL PROGRAMA | nién, muy extendide en fos | estudios sovietoldgicos, de DE OCTUBRE? | que te colectivieacién’ en masa de Stalin y el fuerte jpulso de industrializacién entre 1929 y 1933, la sacu- dida paroxistica que mas tarde el propio Stalin llamaria justificadamente grevolucién desde arriba», todo ello representaba la continuacién y Ja consumacién del pensamiento bolchevique con respecto a la moderniza- cién, © a la construccién del socialismo en Rusia. En otras palabras, aunque se concediese que al terror de 1936-1939 fue una ruptura con el bolchevismo origina- rio, aqué decir de los acontecimientos de 1929-19337 EI argumento de la continuidad programética se apoye en unas interpretaciones interrelacionadas de los dos periodos de'la politica bolchevique anteriores al terror: el comunismo de guerra —la nacionalizacién extrema, requisa de cereales, y la intervencidn monopo- lista del estado realizada’ durante la guerrra civil 1918-1920— y la Nueva Politica Econémica (NEP) las politica’ agrarias ¢ industriales moderadas y la economia mixta de 1921-1928 con el sector privado y el sector piblico. Esencialmente el argumento discurre de la siguiente fornia: el comunismo de guerra fue princi- palmente un producto de las ideas programéticas- ideolégicas originales del partido (2 veces se llaman «proyectosn); una especie de programa intensivo de so- cialismo.® Estos frenéticos proyectos fallaron en 1921 debido a la oposicién de Ia poblacién, y el partido se vio forzado a retirarse al terreno de una nueva politica econémica de concesiones a la empresa privada en el iFUE EL ESTALINISMO campo y en las ciudades. Por tanto, en Ja bibliografia se interpreta la politica oficial bolchevique durante los, echo afios de la NEP (y la misma NEP como orden, socio-politico) como «ineramente un periodo de respi ron, «una operacién de esperan 0 «una retirada estraté- ica, durante la cual las fuerzas del socialismo en Rusia se agruparian de nuevo, se recuperarian, y entonces teanudarfan su marchan.® La forma en que estas dos interpretaciones conver- gen en una tinica tesis de la continuidad programética entre el bolchevismo y la revolucién desde arriba de Stalin queda ilustrada en una obra clisica de historia general. El comunismo de guerra se presenta como «un, intento, que resultaria prematuro, de realizar los objeti- vos ideolégicos declarados del partidon, y la NEP, en el pensamiento bolchevique, como «una maniobra ta tica a seguir s6lo hasta que el inevitable cambio de con- iciones hiciera posible la vietorian. Asi, el autor se queda maravillado ante la politica de Stalin de 1929-3: ‘Es diffci] encontrar un régimen o partido semejante a éste, el cual estuvo en el poder durante diez afios, espe- rando con paciencia hasta sentirse lo suficientemente fuerte como para cumplir con su programa original». El problema de esta interpretacién es qiie no concuerda con la mayor parte de los hechos hist6ricos. Puesto que he expuesto estos temas bastante detalladamente en otros estudios,® seré conciso Hay tres obciones fundamentales en contra de la te- sis que localiza los origenes del comunismo de guerra en el programa bolchevique originario. En primer lugar, aunque parezca extrafio para un partido Hamado en tantas ocasiones «docirinarion, los bolcheviques no e- nian una politica econémica definida al leer al poder en octubre de 1917. Existfan unos objetivos y preceptos generales —el socialismo, el control obrero, la naciona- Jizacién, la agricultura a gran escala, la planificacién y cosas de este tipo— pero se expresaban de una forma muy imprecisa y con interpretacionés de lo més dispar dentro del mismo partido. Los bolcheviques habian pensado més bien poco acerca de politica econémica prdctica antes de octubre y, después, pocos fueron los puntos en los que llegaron a un acuerdo. En segundo lugar, el programa inicial del gobierno bolchevique, en el sentido de una politica oficialmente definida, no fue el comunismo de guerra, sino lo que Lenin flamé en abril-mayo de 1918 «e! capitalismo.de estadon, que fue una mezcla de medidas socialistas y concesiones a la estructura capitalista existente y el con- trol de la economia.® Si aquel primer programa bol- chevique se parecia en algo a algun programa posterior, era ala NEP. Y en tercer lugar, la misma politica dei comunismo de guerra no empezé hasta junio de 1918 y como respuesta a a amenaza de una guerra civil pro- longada y a la disminucién del aprovisionamiento, una situacién en la que «el capitalismo de estado» concilia- dor de Lenin quedé inmediatamente desfasado.* Esto no quiere decir que el comunismo de guerra no tuviese su componente ideolégico. Mientras la guerra civil se profundizaba en un gran conflicto social, las ‘medidas oficiales se extremaban cada vez més, y el sig- nificado y «la defensa de la revolucién» se hacfan inse- parables. Los bolcheviques, naturalmente, infundieron 2 estos proyectos improvisados un significado progra- ‘matico akamente tedrico mds alld de la victoria milicar Se hicieron ideolégicos Hay que estudiar a fondo la evolucién del comunismo de guerra y su legado relacio- 10s nado con el estalinismo (aunque no hay que exagerar Jas semejanzas) Pero los origenes no se encontraran en el programa bolchevique de octubre A.cucstion de la NEP es todavia mas importante I Las medidas econémicas oficiales de 1921-28 no s6lo fueron muy distintas a las de Stalin de 1929-1933, sino que el orden socio-politico de la NEP, con fu pluralism soca oficinentetolrado en Ja vida econémiea, cultural-intcleciugi, e incluso poll ca (en los soviets locales y altos organismos del estad representa un modelo hist6rico del comunismo sovidti- co radicalmente diferente al estalinismo ® Ademés, Ia consideracién habitual del pensamiento bolchevique iene mas problemas porque todos los esiudiosos son conscientes de que hubo un intenso debate politico en los afios 20, una circunstancia que no sc compagina f4- cilmente con la interpretacion simplista de la NEP. como un simple expedient pragramético, o una antesa- Ja del estalinismo Las tensiones inhereintes a esta interpretacién estén felacionadas con unos convencionalismos secundarios, pero significativos de la investigacién soviciol6gica so- bre la NEP Los debates programaticos de los afios 20, son vistos generalmente como tna extensién de la riva- lidad Trotsky-Stalin, y emplean estos {érminos (0 per- peltian los términos Taccionales de equivocada aplica- cin, «la revolucién permanenten 0 «el socialismo en tun solo patsn). Trotsky y la oposicién de izquierdas son supuestamente anti-NEP y embrionariameate estalinis- tas y los progenitores de «casi todos los puntos impor tanies del programa politico que fue llevado a cabo mds. (arde por Stalin» Se dice que Stalin robé, 0 adopts Ja, politica econémica de Trotsky en 1929 Y después de pintar «una afinidad fundamental entre Jos planes de Trotsky y las acciones de Stalin», y después de excluir cualquier alternativa real, dichas interpretaciones se- cundarias sugieren que hubo al menos una continuidad sigificativa entre el pensamiento bolchevique y ef esta- linismo en los afios 20, y estan detris de la interpreta cin general de la NEP ™ Pero los hechos citados no son correclos El tratamiento tradicional de los debates econdmi- os (no nos interesa aqui la polémica relacionada con la, politica del Comintern:o con la burocracia del partido) enfocado desde cl punto de vista de la rivalidad de Trotsky y Stalin no tiene ninguna relacién con las dis- cusiones que (uvieron lugar de hecho entre 1923 y 1927 Si se pueden dicotomizar y personalizar tales politicas rivales, entonces ésias fueron las de trotskistas y bu- rinistas. La politica de Stalin relativa a industria, agricultura y planificacién fue Ia del maximo teérico, del partido, Nikolai Dujarin, es decir, pro-NEP, evolu- iva, moderada, Esta afinidad fundamental fue el cc- mento del duunvirato Stalin-Bujarin, el eval hizo la po- litica oficial y encabez6 la mayoria del partido contra Ja oposicidn de izquierdas hasta principios de 1928. Du- rante aquellos afios no hubo ideas piiblicamente «est as», excepto «el socialismo en un solo pais» que también Tue de Bujarin” Si hay que fijar algin cismon, no hubo estalinismo, sino bujarinismo 0 trots- mo, como se entendia entonces. Asi, Ia oposicién de 1925 se quejaba de que «cl camarada Stalin se ha hecho Prisionero de esta linea politica, cuyo creador y aulénti- co representante es el camarada Bujarinn, Stalin no fue prisionero, sino un partidario voluntario Contesté: «apoyamos y apgyaremos a Bujarin » 106 Las propuestas econémicas bujarinistas para la mo- dernizacion y la construccién del socialismo en la Rusia sovidtica de los aos 20 son muy claras. Desarrollando los temas de los tltimos escritos de Lenin, que consti- twian una defensa de la NEP y, al mismo tiempo, una ampliacién de la misma como camino hacia e} sociali ‘mo, y aadiondo algunos temas suyos, Bujarin se con- virtié en el (cérico principal de la NEP. A pesar de que sus proyectos entre 1924 y 1928 evolucionaron hacia tuna mayor planificacién, una fuerte inversién en la in- dustria, Ia creacién de un sector agricola colectivo par- cial y voluntatio. permanecié ficl al marco econémico dc la NEP de un sector estatal o esocialistan (prineipal= mente la industria a gran escala, e transporte, y fa ban- ca), y un sector privado (eranjas de campesinos, la fa- . bricacién a pequefa escala, ef comercio, y empresas de servicios) interrelacionados a través del mercado. Inclu- so durante la crisis de 1928-1929, la NEP fue para los bujarinistas un modelo de desarrollo viable (no estati- co), del cual depenclia la paz civil, y que era capaz de compaginar las aspiraciones bolcheviques y la realidad social rusa ™ eY Trotski y In izquierda? A pesar de que muchas veces su retdrica politica fue el heroismo revoluciona- rio, las propucstas cconémicas concretas de Trotski en los ats 20 se basaron en la NEP y su continuacién, did con anterioridad a Bujarin, mayor atencién a la in- dustria pesada y a la planificacién, y le preocupaban mas los «kulaks»; pero sus remedios eran moderados, orientados hacia el mercado 0 wnepistas», segin la ex- presién utilizada entonces. Como Bujarin, fue un «re- Formistan de la politica econémica que confiaba en Ia evolucién de la NEP para conducir a Rusia hacia el in- dustrialismo y el socialismo 7 Incluso Evgeni Prcobrazhenski, el profeta de la «su- perindustrializaciénn de la oposicién de izquierdas, cu- yos temidos argumentos a favor de Ia necesidad de «una acumulacién socialista primitivan basada en la «explotacién» del sector campesino se citan muchas ve- ces como la inspiracién de Stalin, acept6 el sello oficial de Ia cconomia cle 1a NEP Pretendia «explolarn la agricultura campesina a través de las relaciones del mercado, fijando, de forma artificial, més altos los pre- clos industriales del estado quic los precios agricolas.%* Tanto él, como Trotski, como la izquierda bolchevique en general contaron con la agricultura campesina para tun futuro previsible Por muy inconsistentes que hubie- sen podido ser sus ideas, ninguno de ellos abogé nunca por imponer la colectivizacién, y muchisimo menos por {a colectivizacién en masa como método de requisicién © solucién al retraso industrial Los debates entre bujarinistas y trotskistes en los afos 20 representan toda la gama del alto pensamiento programatico bolehevique, de derecha a izquierda. Los dos bandos discreparon en cuestiones econémicas im- portantes, clesde la politica de precios e impuestos agri- colas, hasta las posibilidades de realizar una plan cacién global. Pero, al contrario que los temas internacionales y politicos que tanto agriaron la lucha fraccional, las discrepancias fueron limiladas dentro de los pardmetros del «nepismon aceptado por los dos bandos, aunque con distintos grados de entusiasmo. De hecho, el programa bujarinista revisado que fue adoptado como primer Plan Quincenal en el XV Con- greso del partido en diciembre de 1927, y que propug- naba una inversién industrial més ambiciosa asi como tuna parcial colectivizacién voluntaria, representaba tuna especie de fusidn del pensamiento bujarinisia y trotskista, resuliado de los debates desarrollados a lo largo de los anos 20.* Cuando Stalin, afi y medio mas tarde, abandoné dicho programa, abandoné al mismo tiempo el pensamiento de la corriente principal del bolchevismo relativo al cambio econémico y social. Después de 1929 y del final de la NEP, Ia alternativa programatica bolchevique al estalinismo de hecho y re- conocida dentro del mismo partido, fue basicamente bujarinista, Desde lejos, en el exilio, Trotski dirigia sus acusaciones contra el régimen de Stalin; no obstante, sus propuestas econdmicas a principios de los anos 30 Se aproximaban, igual que en los afios 20, mucho mas ‘tas de Bujarin y Megaron a ser wenteramente indlistin= uuibles de estas.” La NEP surgié en 1921 como una retirada poco no- ble, y el resentimiento contra Ia economia, politica, y cultura de la NEP continué a lo largo de los 20. Dicho resentimiento se perpetwaba en la tcadicién heroica bol- chevique de Octubre y de ta guerra civil, y probable mente era muy fuerte enire los cuadros formados por la experiencia de guerra de 1918-1920 y Ia yeneracion ms joven. Stalin sacaria partido de estos sentimientos reales para su repeticién de la guerra civil en 1929-1933. Pera, por razones que van més alld de lo que nos ocupa aqui, en 1924 la NEP habla adquirido una legitimidad general enire los lideres bolcheviques. Ni siquiera Stalin se atrevié a desafiar dicha legitimidad en sty contienda {inal con los bujarinistas en 1928-1929. Hizo campana ¥.gand, no como supresor de la NEP, ni como partida- rio de «la revolucién desde arriba», sino como un lider «tranquilo y licidon, capaz de hacerla funcionar *® In- cluso después de derrotar al grupo bujarinista en abril de 1929 y mientras la NEP se desmoronaba bajo la poli- tica radical de Stalin, sus editoriales seguian insistiendo ‘en que «la NEP es la tinica politica correcta de la cons- tiuccién socialistan, ficcién que se mantuvo oficial- mente hasta 1931.*" No se trata aqui de explicar los fatidicos aconteci- mientos de 1928-1929, sino de recalcar que Ia nueva po- litica estalinista de 1929-1933, que se conocia por el nombre del «gran cambio», fue una desviacién radical del pensamiento programatico bolchevique. Ningun lie der ni fraccién bolchevique habla abogado jamas por nada semejante a la colecti in forzosa, ta wliqui- dacién» de campesinos supuescamente présperos (ku- aks), la industrializacién pesada a marchas forzadas, {a destruccién del sector de mercado en su totalidad, y un «plan» que en realidad no era ningiin plan, sino el control hipercentralizado de la economia conseguido a base de drdenes y directivas.¥ Estos afios de In «revo- lucién desde arriba» fueron, histérica y programatica- mente, ef nacimiento del estalinismo. Partiendo de esta gran discontinuidad, seguirian otras. EL nismo como bolchevismo «plenamente desarroll do» y de la Unién Soviet ESTALINISMO HISTORICO | ca'e tos aaos 30 como funciéa y extension de 1917, ha impedido que el estalinismo sea estudiado como un sistema especifico con su propia historia y cuyo legado especifico pesa todavia sobre dicho pais. Es cierto, como ha demastrado Tucker, que algunos as- Pectos definitivos ¢ incluso esenciales del estalinisma, UB ere A tesis de la conti- auidad, por su tra- tamiento del estali- ” incluyendo algunos cambios decisivos de su historia y muchos de los «excesosn, no pueden entenderse sino desde el punto de vista de Stalin como personaje politi- co. No obstante, quedan por estudiar muchos facto- res politicos, sociales e histéricos importantes que con- tribuyeron a la complejidad del estalinismo como fenémeno histérico y contempordneo fundamental Di- hos factores se estudian hoy en dia con mas deteni- miento debido al acceso a nuevas fuentes, a perspecti- vas académicas mas maduras, y a la discusion de los ‘mismos temas a lo largo de las ultimas tres décadas den- tro de la propia Unién Soviética.. Como primer paso, es importante desechar la tumbre ahistérica de pensu eu ef sister como un lenémeno que no cambia El dl rico del estalinismo ha de ser trazado y ai varias etapas, desde los acontecimientos de auténtico cardcter revolucionario del principio de los aos 30 has- ta el orden socio-politico rigidamente conservador de 1946-1953. Claro esti que el mismo cambio de una transformacién radical a un orden profundamente con- servador debe ser objeto de un estudio mis devenido ‘Los mismos aftos 30 deberian dividirse en distintos pe- riodos, incluyendo por lo menos Ia sacudida social de 1929-1933, el intertegno de 1934-1935 cuando se discu- tia Ia politica del futuro entre los altos mandos, y el pe- Hlodo de 1936-1939 que vio el gran terror contra la vieja ite del partido y el triunfo final del estatinismo sobre la tradicién boichevique y la consumacién politica de la revolucién desde arriba Los afios 1929-1933, que normalmente son tratados de una forma confusa en las teorias occidentales y so- vigticas oficiales sobre el estalinismo,® son especial- mente importantes. Fueron los afios formativos del es- talinismo como sistema; presagiaron y dieron lugar @ muchos acontecimientos posteriores. Por ejemplo, va- rlas ideas fijas caracteristicas del estalinismo pleno, in- cluyendo la mortifera nocidn de una inevitable «inten- sificacin de ta lucha de clases» que se convirtié en la ideologia del terror masivo de 1937, aparecieron por primera vez en la campatia de Stalin’ de 1928-1930,.en Ja cual intenté desacreditar todas las ideas bujarinistas ¥ las relacionadas con Ia NEP De modo parecido, el Papel personal desempenade por Stalin cn 1929 al de: sencadenar la colectivizacién Lorzost y elevar los obje tivos industriates sin contac con la colaboracién de los Grganos deliberantes del partido, anticipé In autocracia plena de sus ultimos afos.* De forma mis general, como ha mostrado Moshe Lewin en sus estudios de la historia social entre 1929 y 1933, muchas caracteristicas administrativas, legislativas, de clase, e ideoldgicas del estado estalinista maduro empezaron a comfigurarse como soluciones improvisadas al caos social, a Ia «so- ciedad de arena movedizan que se produjo con la des- truccién de las instituciones y procesos de la NEP du- rante el primer impulso de la revolucién desde arriba En la perspectiva desde abajo que aporta Lewin, pione- ro estudio de este género en nuestra bibliografia y rico ejemplo de la historia social multidimensional, el siste- ima estalinista fue mas una serie de intentos desespera- dos de hacer frente al caos social y a las crisis creadas por la misma jefatura estalinista entre 1929 y 1933 que el producto de los programas o planificacién bolchevi- ques. Ree @ los acontecimientos posteriores, seria un error interpretar el asalto terrorista estalinista a los cuadros dirigentes soviéticos entre 1936 y 1939 como un derivado «necesarion 0 funcional de la revolucién social impuesta de 1929-1933, En 1934-1935, muchos lideres del partido, probablemente una mayoria, abogaron por una linea Tnuy distinta, Es més, existen pruebas muy claras de ‘gue las purgas no fueron en cierto modo racionales, Gomo las han imaginado algunos académicos, en fun- ion de la modernizacién, una especie de Geritol terro- rista que aceleraria el proceso y eliminaria a los funcio- harios més obsoleios En realidad, el error destruyé © retras muchos de los auténticos logros de 1929-1936 No obstanle, las dos grandes sacudidas estén rela- cionadas de une forma importante y merecen un estu dio detenido. La enorme expansidn dela represién poli tial, de las fuerzas de seguridad, y el archipiélago de campos de trabajos forzados entre 1929 y 1933 fueron fal mismo tiempo el trasfondo y el mecanismo de los acontecimientos de 1936-1939 Adetids, el perfodo tuvo otras consecuencias menos obvias pero quizis de igual importancia. Aun cuando la masiva colectiviza- ‘én forzosa no se originé como politica del partido, ni siquiera de la direccién colectiva, por otra parte todala Hite del partido, y probablemente todo el partido, estu- vieron implicados en las calamidades econémicas y eri- minales producidas por las medidas de Stalin que cul- minaron en la terrible hambre de 1932-1933. Todo funcionario medianamente informado debid saber que Ja colectivizacién era un desastre que destruia Ia pro- diuccién agricola, diezmaba el ganado y mataba a millo- nes de personas.” Sin embargo, en Ia ideologia oficial fue obligatorio elogiar Ja colectivizacién como un gran logro del lider Stalin. Aquella singular discrepancia entre las declara- ones oficiales y la realidad social, que no era una ca- racleristica del bolchevismo originario, fue un gran ‘paso hacia la progresiva ficcionalizacién de la idcologia ovielica bajo Stalin. Debié tener un efecto profunda- mente desmoralizador entre los funcionarios del parti- do, contribuyendo a que su resistencia fuera aparente- mente escasa cuando el terror estalinista cayé sobre ellos mismos en 1936-1939. Como minima, les implica- bbaen el culto de la infalibilidad de Stalin, que aumenta- ba a medida que la situacién se hacia mas desastrosa, y que se convirtié en un rasgo inherente a) sistema esta- Tinista ® Los pocos intentos auténticos de.analizar el estali- nismo como sistema socio-politico han sido los de mar- xistas criticos que presentan teorias de tna «nueva cla- se» o de una «burocracia gobernanten cuando hablan del tema Este tipo de obra son de corte muy diverso € incluyen distin\as discusiones de si la burocracia estali- nista puede verse como clase o estrato, y de qué tipo ‘Asimismo, aportan datas valiosos relacionados con la sociologla del estalinisino, un tema que normalmente los estudios académicos pasan por allo, y nos recuerdan ‘que los estratos administrativos creados en los aftos 30 tuvieron una fuerte incidencia en la naturaleza del esta- linismo maduro, sobre todo cn su anti-igualitarismo, estratificacién’rigida, y su conservadurismo cultural y social Sin embargo, como teoria o interpretacién general del estalinisma, el planteamiento tiene graves defectos. El argumento segiin cl cual una clase burocratica gober- ante fue la fuerza animadora detras de los aconte mientos de 1929-1930 no tiene sentido, ni légica ni em- piricamente. Empezando por el demostrable papel de Stalin, que en dichas teorlas se limita al de un jefe buro- crético més, queda por explicar emo pudo ser que una burocracia que se define como profundamente conser- vadlora concertara y levara a cabo una politica tan ra~ ical y peligrosa como la de la colectivizacién forzosa Y, de hecho, las repetidas campafas de Stalin con el propésito de radicalizar y animar al funcionariado durante los aos 1929-1930 y después, apuntan a una burocracia del partido-estado amedrentada y reacia, y no a una burocracia capaz de actuar. Tampoco queda muy claro si esta tcorla es capaz de explicar la matanza masiva de los cuadros soviéticos de alto nivel durante el periodo 1936-1939, a menos que concluyamos que la clase burocrdtica «gobernanten se suicidd Aqui nos enfrentamos otra vez mas con In inherente dificultad de aplicar los conceptos oceidentales, sean marxistas 0 de la teoria de la modernizacién, a una rea- lidad politica y social como la soviética, configurada por las tradiciones histéricas y culturales rusas. Una ra- zén por la que las teorlas inspiradas en Occidente son poco aplicables a las élites administrativas estelinistas ‘creadas en los afios 30, es que éstas se parecen mas a los tradicionales soslovie zaristas, una clase funcionarial privilegiada que servia al estado —en este caso al resut- fgido estado ruso"™— mas que gobernaba al mismo. Hoy en dia puede que haya una clase 0 burocracia so- viélica gobernante que se hia emancipado en las ditimas décadas; esta claro que el alto funcionariado ha des- empefiado un papel muy importante a la hora de hacer fo deshacer la politica de los lideres desde Ia muerte de Stalin Pero durante los afos de su formacién y marti- rio con Stalin, la burocracia, a pesar de su posicién y poder sobre sus inferiores, en tiltima instancia no go- berné H aeriieamente on el paradigmatic concepto occidental de la modernizacién para caracte- fizat todo Io que ocurrié en los afios 30 estalinistas. Evidentemente, es cierto que la politica de Stalin creé unos aspectos importantes de lo que se llama ja moder- nnidad, entre ellos, el industrialismo, la tecnologia, ciu- dades grandes, y la alfabetizacién de las masas. Sin em- bargo, también es cierto que el estalinismo trajo otros cambios importantes ala vida econdmica, social y poli- fica que no fueron ni «modernos» ni «progresivos», sino tradicionales e incluso retrégrados Al lado de las Brandes fabrieas, ciudades y escuclas, se desarrollaba tuna aulocracia politica tipo zarista, un culto casi me- eval al lider, Ia semi-servidumbre de los campesinos scolectivizadas y un amplio uso de trabajo en condicio- hes casi de esclavitud. Estos aspectos del sisterha estali- nista eran anacronismos impuestos que tenfan més que ver con el pasado ruso que con los modelos occidentales, ela modernizacién; y han constituido también un le- gado de los aos 30. Cincuenta aftos més tarde, es toda- via erréneo hablar de la Unién Soviética como un pals «modernizado» sin matizar. En realidad sigue siendo ddos paises: uno de ellos es moderna e incluso occidenta- fizado, el otro —incluyendo vasias zonas del campo, las, provincias y le economia, ¢ implicando a grandes seg- mentos de Ia poblacién— tiene més afinidades con lo que los tebricos de la modernizacién llaman el subdesn- riollo 0 el tercer mundo ‘AY un problema parecido cuando se confja Por tanto, los estudios del estalinisnio que toman en cuenta las tradiciones histérico-culturales.rusas son 109,

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