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Abuela Juanita era española

Pero no de esas que por accidente nacen en un lugar cualquiera y


al vivir largo tiempo en otro, ya pocas cosas les recuerdan su lugar
de origen: abuela Juanita era española de sangre y temperamento,
tanto como pueden serlo las castañuelas, la plaza de toros o lo
versos de García Lorca.
De niña, yo creía que había nacido vieja, siempre la vi igual, el pelo
gris sostenido con una anacrónica peineta en un moño alto, que
dejaba al descubierto todo el cuello rodeado por una cinta negra de
la que pendía una pequeña cruz de oro. Los domingos, la mantilla
negra que ya nadie usaba, sobre la altiva cabeza, para oír la misa.
Fue la última persona que vi usar mantilla, una prenda oscura y
tenue, de encajes muy cuidado y bello a su modo.
Vivía, desde que tengo memoria, en el mismo caserón viejo y
severo como ella, una de esas casas coloniales con patio de
baldosas blancas y negras y un aljibe en el centro.
Nunca conseguimos acriollar a la abuela Juanita. Hablaba
arrastrando suavemente las eses y pronunciaba muy diferenciadas
las c y las z. Aún decía a sus nietos cuando armaban alboroto: "No
hagáis tanta jarana, mocosos". Frente algún desplante de los
chicos, afirmaba: "¡Vaya que sois frescos!" No se la pudo jamás
hacer entender que aquí la palabra tiene otro significado bien
diferente. Para ella las bolsas eran sacos, las papas patatas, y los
niños chavales.
-Ven acá. Roberto- decía a mi primo-"enséñame" las orejas.
Y al verlas:
-¡Vive Dios! que si "caiera" ahí una semilla, germinaría, chaval.

Extraído de:
Elanie Medina Ibrahim y los otros.

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