You are on page 1of 5
LAS EMPLEADORAS BAJO LA LUPA A pesar de los cambios introducidos en las leyes laborales en la Argentina, la informalidad en el trabajo doméstico sigue plan- teando importantes desafios para el sector. La persistencia de este fenémeno, que desdibuja el vinculo laboral, se encuentra estrecha- mente asociada a resistencias que buscan perpetuar privilegios de clase en el marco de estas relaciones laborales. Cémo hacer efectiva la nueva legislacién es el desafio actual. nel afte 2013 se sanciona en la Argentina la ley 26844 que crea el “Régimen Especial de Contrato de Trabajo para el Personal de Casas Particulares" Se trata, sin duda, de una reparacién di- rigida a un sector histéricamente postergado. Durante affos, la labor de las trabajadoras domés- ticas estuvo regida por un deerete del afio 1936 que establecia derechos sumamente acotadas. Entre las multiples carencias de una regulacién claramente discriminatoria se destaca la ausencia de licencia por maternidad (jen una ecupacién casi por completo femeninal). También es importante mencionar que Ja normativa solo cubria a las trabajadoras que se desempeftaban al menos 16 horas semanales para un mismo empleador. Esta restriceién dejaba por fuera de cualquier marco legal a un cnorme contingente de empleadas -cerca del 40% de esta fuerza laboral~ ‘que realiza labores a jornada parcial o “por hora”. La prolongacién de esta precaria rogulacién a lo largo de décadas constituyé una situacién doble- mente gravosa. Por un lado, en funciém de la injus- ticia que representaba para estas trabajadoras que, cotidiana y silenciosamente, resuelven necesidades de trabajo doméstico y cuidade de los hogares mejor + POR FRANCISCA PEREYRA Sociéloy, investigadera y docente (umes) © ARTISTA INVITADO CHRISTIAN MONTENEGRO que afecté a una importante porcidn de la poblacién. En sociedades muy desiguales como la nuestra, el servicio doméstico reviste un peso significativo: en la actualidad representa cerca del 7% del total de la poblacién ocupada, el 12% de las mujeres ocupadas y el 16% de las asalariadas. La ley del afio 2013 buscd poner en pie de igualdad a estas trabajadoras con el resto de las y los asala- riados privados, que en nuestro pais se encuentran amparados por La Ley de Contrato de Trabajo. Entre los resarcimientos mds importantes, la nueva regula- cién las incluyé a todas independientemente de su dedicacién horaria, equiparé licencias, duracién de la jonada laboral, montos indemnizatorios y estableci6. la obligatoriedad de contratar a una aseguradora de riesgos de trabajo. También la ley estipulé la necesi- dad de crear una comisién negociadora de salarios y condiciones laborales: asi, en el afio 2015, con un fuerte impulso gubernamental, se inauguré la prime- ra negociaci6n colectiva del sector. No obstante, si se pretende que esta nueva y supe- radora normativa no se convierta en “letra muerta”, también es necesario tener en cuenta un tema clave como lo es el registro de las trabajadoras. En efecto, el “blanqueo” de esta actividad —tradicionalmente des- empefiada en la informalidad-constituye la puerta de entrada por excelencia a los derechos laborales. in este sentido, la formalizacién del servicio doméstico ha mostrado ser una tarea especialmente compleja. Esto se debe sobre todo a las dificultades que enfren- ta el Estado en términos de la supervisién del eum- plimiento de las obligaciones patronales: la actividad se desarrolla en hogares particulares donde prima el derecho a la inviolabilidad del domicilio. A pesar de ello, también en este campo se observan tendencias alentadaras Sia comienzas del nuevo milenio los ni- veles de registro de la actividad rondaban en torno a un exiguo 5%, en la actualidad—y mediante una serie de intervenciones gubernamentales que incluyeron campafias de coneientizacién, incentivos fiscales a los empleadores y algunos intentos de fiscalizacién— este porcentaje se ubica cerca del 25%. Sin bien resulta, avance muy significative en términos relativos. Es evidente entonces que el panorama del servicio doméstico ha experimentado una transformacién importante en los tiltimas afios. sCémo se vivencian ‘estos cambios desde la subjetividad y las practicas de quienes contratan estos servicios? Puesto que esta relacién laboral es tipicamente gestionada “entre mujeres” el funcionamiento de la esfera doméstica sigue siendo concebido como una responsabilidad femenina-, una serie de entrevistas grupales realiza- ‘das con empleadoras 2 lo largo de los diltimos cinco afios arroja datas ilustrativos al respecto. Una primera observacidn tiene que ver con que el tema del registro de Ia relacién laboral se encuentra fuertemente instalado en el discurso de algunas de cllas. La cuestién se presenta, ademds,como novedosa. ‘Asi lo explicitan claramente las entrevistadas de ma- ‘yor edad que sefialan que en otras épocas esta prctica “no exist{a” o bien “no se usaba” En el caso de las empleadoras que no registran la ac- lividad (todavia una gran mayorfa), un dato posit tiene que ver con que las referencias a la formalizacién surgen en todos loseasos y de manera espontinea. Sin ‘embargo, resulta llamativo que la responsabilidad de la ausencia de aportes patronales sea invariablemen- te depositada sobre la propia trabajadora. De esta manera, las empleadoras no registran a su empleada porque esta “no quiere” ya que tiene temora perder planes o programas sociales-, “no puede” —porque es ‘extranjera~o “no le interesa” ~puesto que accede a la proteccién social a través de un cényuge registra- ‘do. Se trata de argumentos en algiin sentido débiles: a modo de ejemplo, se puede mencionar que la Asigna- -ci6n Universal por Hijo, el programa social de mayor cobertura entre las trabajadoras domésticas, es com- patible con el registro; o que el trémite para regulari- zara las extranjeras es muy accesible. Entre las empleadoras “incumplidoras” se advier- te un predominio de mujeres de ingresos medios y medios-bajos, as{ como una mayor incidencia relati- ‘va de la contratacién por jornadas reducidas, sobre Eid NO QUIERE NO PUEDE NO todo bajo la modalidad “por hora” (que son, justa- mente, las que experimentan las tasas mis altas de ‘trabajo no registrado). Qué imagenes exhiben sobre la ecupacién y sobre Jas trabajadoras quienes contratan estos servicios de manera informal? Por un lado, se observa una ten- dencia a desdibujar la existencia de derechos y obli- gaciones asociados a este tipo de trabajo. Por ejemplo, ‘el predominio de contrataciones parciales habilita el uso frecuente de expresiones como “la sefiora que me ayuda” o que “me da una mano”, que diluyen Ia ‘percepci6n de que se trata de un vinculo contractual. Ademas, ciertos elementos propios de relaciones de ‘patronazgo suelen ser invocados para relativizar el caracter laboral del vinculo. En estos casos, las em- pleadorassuelen resaltar “todo lo que le dan™a las tra- bajadoras. Los relatos dejan entrever una dimensién. material de estas atenciones, que suelen incluir entre las pricticas mas habituales el obsequio de articulos personales y del hogar que ya no se usan, algtin prés~ tamo o adelanto ocasional y/o permisos especiales de ausencia. Pero también, ¢ incluso con més fuerza, se destaca el componente simbélico del patronazgo: este alude tanto al trate y a las actitudes cordiales como también a la costumbre de escuchar y aconsejar a la trabajadora (que no pocas veces es catalogada “casi” como un miembro de la familia). Tal es asi que, desde la éptica de las empleadoras, serfan estas deferencias “antes que las formalidades contractuales~lo que las. empleadas “realmente valoran”. Por otro lado, en este perfil de entrevistadas tiende a agudizarse cierta propensién a caracterizar de ma- era estigmatizante a las trabajadoras. Cabe aclarar que las referencias suelen excluir a la propia emplea- da, que generalmente es bien ponderada. Se trata mis bien de percepciones negativas asociadas a un ‘con poco en ex- periencias concretas. Una primera imagen que surge con fuerza es la de una poblacién con baja predis- posicién al trabajo, situacién que las empleadoras adjudican al efecto de los planes sociales. También suelen sefialarse supuestos habites de consumo irres- ponsables de estas trabajadoras —que gastarfan sus escasos ingresos en bienes como zapatillas, celula- res, a partir de los cuales se configura un retrato de persona poco previsora. Por iltimo, también se alude a la idea de peligrosidad de esta fuerza de trabajo: las empleadoras se refieren fundamentalmente a la propensién a los hurtos pero también a entablar de- mandas laborales oportunistas, Esta construccién del perfil de quienes se emplean en el servicio doméstico puede pensarse como funcional al incumplimiento de las obligaciones patronales. De este modo, la pre- caria situacién de estas trabajadoras tendria mas que ver con sus propias pricticas (por ejemplo, trabajar poco y consumir mucho) antes que con las condicio- nes laborales deficientes que s¢ les ofrecen. Come contrapartida, es interesante observar que en- tre las empleadoras que sf realizan aportes patronales comienza a asomar un discurso en. tone al registro del servicio doméstico en clave moral. En esta linea, las entevistadas remarcan la importancia de “tener todo en regia” yfo ‘como corresponde”, asi como la de “cumplic” con la empleada. Mas alld de esta dimensién normativa, también surgen consideraciones prapmé- ticas. A modo de ejemplo: la gran mayorfa de estas empleadoras sefiala que el registro constituye tam- bién un acto de prevencién. Tal como se mencionara mis arriba, desde 2013, las contribuciones patranales incluyen el pago de una aseguradora de riesgos del trabajo, En consecuencia, las entrevistadas manifies- tan sentirse “ubiertas” ante potenciales demandas relacionadas con accidentes laborales. Al comparar el perfil de las empleadoras que no re- gistran con aquellas que si lo hacen, se observa entre estas tiltimas un grupo con una mayor presencia de sectores medios-altos asi como un peso mucho mis importante de contrataciones a tiempo completa, Por esta raz6n —y sumado a las razones pragmdticas que en este grupo aparece como una ventaja adicional de la formalizacién el incenti- vo tributario que rige desde el afio 2006 dirigido a la regularizaciéin del sector. Este permite deducir, hasta cierto mont, salarios y contribuciones patronales del impuesto a las ganancias (un tibuto que en los hoga- res de estas empleadoras se paga con mayor frecuen- cia que en los de sus pares que no registan). De manera promisoria, y sin pretender establecer relaciones causales univocas, las empleadoras que registrar aluden con mayor frecuencia a imagenes de la ocupacién que tienden a posicionar en clave de “auténtico trabajo”. Muchas entrevistadas reconocen gue el servicio doméstico implica una labor sacrifi- cada y manifiestan admirar ciertas habilidades 0 téc- nicas que han desarrollado las trabajadoras (sobre todo en relacién con la limpieza), La mayor inciden- cia de las contrataciones a jornada completa entre este grupo ~y especialmente cuando las empleado- ras también trabajan de forma remunerada y tienen hijos pequefios— redunda en una alta dependencia del servicio. Por ende, son estas entrevistadas las que mis realzan y valoran el rol de las trabajadoras, mu- chas veces calificado como “indispensable” o “fun- damental”. Ademés, en estos casos, no es infrecuente que las empleadoras tacen paralelismos entre la propia ocupacién y la de la empleada. Tal como se- fiala una encuestada: “tenés una tipa [la trabajadora] que esta ahi a las 8, firme camo un saldado (..), gcdmo no va a tener aportes?(..) si vos salis a tu trabajo y ella esta entrando al suyo”. Ahora bien, si consideramos que las carpas patro- nales son invariablemente evaluadas como accesi- bles (tanto entre quienes realizan los aportes como entre quienes no lo hacen) cabe preguntarse sobre las razones detras de la persistencia del trabajo no registrado. Una mirada sobre las practicas asociadas ala informalidad deja en claro que las empleadaras que no registran suelen “ahorrar” mucho més alla del mera costo de los aportes patronales. Ejempla de ello lo constituye el desapego en relacién con los sa- larios minimos pautados para el sector (“Yo les digo lo que puedo pagar; si les sirve, bien..”), la supresion ‘del aguinaldo 0 su o sumas de Fae Saree CN Re eas cie oa que pueda, es camo mi contribucién a la Navidad”), o la frecuente omisién del pago de vacaciones (“Y no, si na viene, no cobra”). Asimismo, estas empleadoras suelen prescindir de los servicios sin mediar indem- nizacién alguna (“Cuando le dije que no la necesita ‘ba mas me devolvie la llave y listo. Ellas entienden”). Frente a estos hébitos, la formalizacién laboral se ‘erige como una herramienta de suma importancia puesto que deja constancia escrita de la existencia de la relacién laboral y las condiciones de trabajo. En efecto, en el recibo de sueldo figuran cuestiones tales como los montos de remuneracién, la cantidad ‘de horas trabajadas, cl pago de aguinaldo y vacacio- nes. De esta manera, el registro acota ~0 al menos pone en evidencia— los arreglos laborales inequita- tivos a los que frecuentemente se somete a las tra- bajadoras del servicio en casas particulares. En este sentido, los datos estadisticos nos muestran que las ‘empleadas “en blanco” gozan de pisos minimos de trabajo decente que contemplan el pago de todas es- tas obligaciones basicas. En consecuencia, podemos pensar al registro como un dispositivo efectivo para ‘desarmar privilegios y desigualdades de clase fuer- temente arraigados en el marco de esta ocupacién. Sin duda, el andlisis de las percepeiones y las pric- ticas de las empleadoras de servicio domestica nos muestra un panorama todavia ambiguo, propio de un proceso de transicién. Las imigenes y los comporta- mientos discriminatorios que todavia persisten en buena medida comienzan a ser desafiados por nue- -vas formas de relacionarse con las trabajadoras, lo que implica el reconocimiento del valor de estos ser- vvicios y las obligaciones que conlleva su contratacién. Si resulta indiscutible el rol que, para motorizar ‘estos cambios, han tenido las intervenciones guber- namentales en los iiltimos aftos, es innegable su res- ponsabilidad para darles continuidad. A pesar de que ‘el camino pueda estar marcado por algunas resis- tencias iniciales —propias de cualquier proceso que apunta a redistribuir ingresos-, los potenciales frutos ‘del esfirereo merecen la pena. Garantizar condiciones laborales dignas para la enorme porcién de mujeres ‘que desempefia esta ocupacién implica no solo un resarcimiento necesario sino también, en términos mds amplios, un aporte significative a la construc- ‘ci6n de una sociedad més justa ¢ igualitaria. « Una mirada sobre las practicas asociadas a la informalidad deja en claro que las empleadoras que no registran suelen “ahorrar” mucho mds alld del mero costo de los aportes patronales.

You might also like