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Junto Mousa Murer Naturaleza americana y estilo en Gabriela Mistral : I, VISION DEL MUNDO AMERICANO A través de ta historia de las sensacio- nes, de las emociones, de los pensamien- tos o de las acciones humanos la vision del mundo ha ido tomando caracteres di- ‘versos, pero, en todo caso, siempre ha re- vestido en su expresion el intuir y con- ceptuar un conjunto, una determinada manera de ser 0 un ser ordenado en for- ma también determinada, No en vano palabra de aspecto tan accesorio como la de cosmética procede de cosmos, es decir, de adorno. Pero, de qué adorno? Pues no menos que de los que se nos aparecen cuando Dios, el Universo y sus relacio- nes son susceptibles de modos y ordena- ciones del ser, como queda ya dicho. Por allf venimos a ver que el denomi- nado “mundo natural” es ya una idea para el saber del fildsofo o del cientifico, y este mundo, observable y experimen- table es antropocéntrico. Es decir, vale en esos aspectos, precisamente porque existe el hombre y porque éste es capaz de razonar. Asi también, como quiere Al- berto Zum Felde, en el orden de la cul- tura, el movimiento no se produce de fuera hacia la intimidad del conjunto que se considere (por ejemplo, nuestra propia cultura americana), sino que va, a Ja inversa, desde dentro hacia afuera, como en la generacién biolégica, en cu ya misma médula més rec6ndita est na- da menos que el ente mismo espiritual. De alli que, tantas veces como nos- otros tratemos de encontrar nuestras rai- ces, si procedemos con rigor genético, tendremos que seguir esta ley, y en las diversas condiciones que han operado en América, desde las invasiones me- soliticas hasta su poblamiento por europeos, iremos encontrando formas no 109 iguales en su exterioridad, pero que en lo profundo proceden de esos distintos ori- genes, separados por milenios en el tiem- po y por signos de procedencia ora asié- ticos y polingsicos en un caso, ora eu- ropeos en el otro, vale decir, dando vir- tualmente la vuelta completa a la Tierra, que es una solamente para nuestra traji- nada especie. ‘Se ha dicho que en Ja naturaleza no hay nada que sea extremo de la mas aca- bada realidad, No hay, por ello, que en- cadenar el pensamiento colocandolo en elextremo de esta Naturaleza, como algo universal y necesario, sin antes pensar que ya la Naturaleza es un orden previa- mente conseguido dentro del caos inicial. Este caos pudiera darse tanto en lo visi- ble, cuanto en 1o invisible, mas all de “este mundo” o muy dentro de nuestra propia mismidad. El arte, inclusa la poe- sia en él, siendo algo tan concreto cuanto que no hay en ei desarrollo de la cultura humana nada que tenga menos dificul- tades de comprensién ni valor mas cerea- no a lo documental dentro de los produc- tos culturales, hasta ser hoy considerado un simbolo superador de las vanas dis- tinciones entre la antropologia cultural y la historiogratia, tiene, no obstante, va- ra alta en la discusién entablada entre el azar y la ley; entre lo individual y lo genérico, 0, mas iitilmente atin, entre lo instrumental y lo final. Plantea el arte una reconciliacin entre los aspectos lla- mados reales y los considerados ideales dentro de la totalidad del ser. El arte americano ha descubierto nues- tro paisaje mds verdadero, se ha afirma- do (Angel Guido), que es como afirmar el rol profundamente humanizador de la obra artistica, y su inescapable mision en el desarrollo de nuestra cultura de 110 hoy, tan desligada de las vetustisimas su- blimidades de las culturas precolombi- nas como asimismo de lo que la cultura occidental hoy en crisis espera cierta- ‘mente de nosotros. Gabriela Mistral se enfrenté al gran problema de nuestro mundo americano en repetidas ocasiones. Quizés se podria extender a mucho més que ello: a toda su obra, mirada en el ejemplo viviente de ella como poetisa y como protagonista del magisterio y de la diplomacia. Hay en su legado de prosadora, un momento que, sin embargo, debemos destacar. Es- ta presente en el prélogo que escribiera para el libro Nacionalismo continental de nuestro Edwards Bello. Dice ella: “El blanco total, criado en tierra de América, Y que participa de americanidad sola mente en paisaje y costumbre jy basta, y basta! ese suele hacer un bello alarde de solidaridad racial y libre del comple- jo y los complejos sabidos; declara a pe- cho abierto que es hombre de alla, eria- tura americana” *, Pero, usando de sus métodos tan propios, de su temética en un recodo de los mas acusados en su poé- tica, prosigue: “Infancias, ésas debiéra- mos escribirlas todos. Algunas veces he pensado que la mejor Geografia Pinto- resca de nuestros paises, seria la que re- sultase de unas diez infancias escritas por diez buenos veedores de las suyas en otras tantas regiones de Chile, 0 de Co- lombia, o del Perd, El nifio ve bien la tie- rra y la costumbre, al verla con ojos nue- vos y novedosos. El nifio que viene “de otra parte” mira como el extranjero, con choques de diferencia, medio herido y medio complacido de éstos. Es “un buen ver” “continental”, “sudamericano” *, Al hacer histérica ala Naturaleza mis- ma, se crece con el espiritu del nifio ha- cia 'el hombre, y hacia la sociedad de los hombres dentro del espacio americano. Y estas relaciones Ievan de nuevo a ese cardcter tipico de “facticidad singular” (Dilthey), ese “motivo” que el artista plasma “en su materia”, y que no es otra. cosa que la relacién de la fantasia con las propiedades objetivas del mundo, eleva- das a conciencia. El arte, la religion y la filosofia perfilan la que se ha denomina- * Gabriela Mistral: “Prélogo” al libro de Joaquin Edwards Bello, Nacionalismo conti- ‘nental, Santiago, Bd. Brcilla, 1935, p. 3. * Ob. cit., pp. 56. ANALES DE LA UNIVERSIDAD DE CHILE do “concepcién del mundo”. Dilthey nos aclara este contexto asegurandonos que “las grandes formas de la vida espiritual se hallan en relaciones rec{procas. El ar- te y la poesia surgen en amplia medida de la religién, pero Negados a madurez siguen su propia ley y cada una de aque- las quiere expresar por su cuenta la esencia de las cosas, También la filosofia se halla unida en sus origenes diversa- mente con la vida religiosa, pero en cuan- to nacen las ciencias de 1a naturaleza y encuentra su ley en el entendimiento, que est separado de las otras fuerzas del alma y encaminado a la practica de Ja vida, se presenta la filosofia en un nue- vo estado de agregacion ...” 8, Pudiendo ser vista la Naturaleza como la interpretacién de una realidad, cuya ley abraza al poeta en cuanto que es hu- mano, la concepcién del mundo pretende algo més concreto, por veces més inde- terminado dentro de su mayor amplitud. No es ella algo que se refiera al entendi- miento solamente. Tomada desde la ver- tiente del poeta, no tiene nada que la ha- ga exterior a la invencién poética: por el contrario, ambas se complementan, de- jando a la filosofia su albedrio dentro del mundo de los conceptos, Cuando hay tensiones entre la concepcién del mundo y el saber teérico, el hombre de intelecto Sufre los efectos de la crisis espiritual. El poeta prefiere pulir su cosmovision, extrayendo de ella formas de conviven- cia muy suyas con la filosofia y la reli- gidn, Asf el caso de Gabriela, desde sus primeras composiciones recogidas en la seleccién coquimbana de Soto Ayala, re- miniscentes de Vargas Vila y de los poe- tas modernistas o de su fugaz contacto con la revista Nueva Luz, patrocinada por la Sociedad Teoséfica (1913), hasta Jos comentarios, ya tan suyos, a Rabin- dranath Tagore (1917), en que comulga con el hindi en su Flor'modesta al apun- tarle: “Con un simple movimiento de tus labios, me sorbes, con una impercep- tible inclinacién, me recoges” *. Expresa- + W. Dilthey: Teoria de Ia concepcién det mundo, México, FCE, p. 304. * Rabindranath Tagore, poeta y fildsofo hin- di, Seleccién de sus obras, precedidas de un estudio critico, por Ravil Ramfrez, con tres comentarios liricos en verso y tres en prosa de Gabriela Mistral, Santiago, Lit. Universo, 1917, p. 133. NiaTURALEZA AMERICANA Y ESTILO SN Gaprigua MISTRAL i do esta que 1a novelistica nuestra es mas bien teldrica que humana, en sus logros mas profundos. ;Podria aducirse lo m mmo de los poetas? Veamos cémo consigue dar un toque muy nuestro Gabriela en tino de sus Recados, el que dedicara al gran pintor chileno Juan Francisco Gon- Gulez: “Se parecta al espino devorado en jas tierras calenturientas, en la talla y también en la vaina de garfios y olor, pues era a una vez punzante y tierno” ©. He ahi cémo mira a su compatriota el gran paisajista de las zonas muchas veces Semiéridas de nuestra provincia. Lo ve en la realidad de su naturaleza apta pa- ra las faenas del carbonizador de troncos, en medio del humo y las amarillentas Jomas. Hay en la prosa un legitimo y directo logro de comunicacién, Veamos 1a poe- sfa, sin caer en la que los analistas lite- tarios denominan la “herejia de la comu- nicacién”. El vate es antes que nada un hacedor de poesfa. Lo demas superabun- da: mirémoslo en la unidad de todos sus significados, en la tensién corporal, or- génica de sus abstracciones y denotacio- nes, de sus concreciones y connotaciones; en Desolacién (Nueva York, 1922) nos dice: “BI Ietlazihuatl con su curva humana endulza el cielo, el paisaje afina. Toda dulzura de su dorso mana; el valle en ella tierno se reclina, Estd tendida en la ebriedad det cielo con lazitud de ensueno y de reposo, tiene en un pico un impetu de anhelo hacia el azul supremo que es su esposo”. (BI Ixtlazihuatl). Quizé lo primerizo del canto por tie- tras de México no permita una lograda distancia estética, que después la poetisa conseguir con gloria; puede ser que el tono, Ia riqueza de connotaciones, y de que las imagenes se queden en lo mer: mente ilustrativo y en la reaccién de cli sé. Pero atin este realismo convencional, €8 ya eso precisamente: realismo. Y en Gabriela esta caracteristica se hard per- manente, E] dramatismo directo y activo de sus poesias de dolor y de vida con que 7 Sociedad de Escritores de Chile, Verano (Revista), Santiago, Afio I, Ne i, 1945. se estrené en el Certamen y que hizo fi- gurar en la antologia Selva Lirica (1917) se transfiere a su voz eglégica, pudiendo decirse que previamente metaforicos son la emoeion, la tension, la estructura, el climax, la fextura, el tono y lo autotélico de sus piezas poéticas. Tal reacomoda- cién de la imagen del mundo, que, en verdad sufrié en la Mistral un proceso prudente y progresivo, contrariamente con lo que hicieron en la experiencia buscadora de sus objetos poetas como Pablo de Rokha y Vicente Huidobro, se verifica con ontolégica coherencia. Fre- nética e intensa, no se sabria decir en qué milagrosas proporciones, que van de- cretndole su evolucién estilistica se van dando estos factores, desde que se alza al mundo contemporaneo la maestrita el- quina Lucila Godoy Aleayaga, hasta el punto de que en todos sus criticos se mo- dula este subtitulo: “Poetisa de la Pa- sién”. Asi el informadisimo Alone, Nor- berto Pinilla, Mario Osses y Luis Oyar- zin. Este ultimo eseritor, y esteta, nos aclara en luminoso prélogo que “en todo gran espiritu actia una poderosa necesi- dad de exploracién de lo humano que ha- ce de la existencia entera un continuo viaje por el mundo, cuyo sentido no vie- ne a revelarse plenamente sino en el mo- mento final. Mas, semejante vagancia no vale sino en funcién de su fidelidad a esos tres o cuatro temas permanentes por Jos que se expresa de modo inmediato la singularidad de nuestro espiritu. Nos movemos para ser dignos de permanecer. De esta misma manera, —prosigue Oyar- zin— parece que Gabriela Mistral no hubiese viajado sino para encontrar lo que estaba en ella y que su poesia y su experiencia intima no fueran sino el di- ficil alumbramiento de un nombre inte- rior que en sus iltimos poemas nos es sugerido con més fuerza y evidencia que en sus obras de juventud” °, Se trata de la “restauracién de la facultad visiona- ria de nuestra naturaleza”, de la subs- tancia de las cosas, de la materia que se humaniza, de una “maternidad descu- bridora”, * Luis Oyarain: Bt mundo poético de Ga- briela Mistral, en Pequefia antotogia, Selec- cién hecha pot la autora, Santiago, Esc. Nac. Artes Gréficas, 1950, pp.’ 15-16.

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