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I “Sdélo una” Vamos a comenzar nuestro curso sobre las entrevistas pre- liminares y la entrada en andlisis. Quiero comenzar con dos citas que han de situar parte del marco con el cual vamos a trabajar este afio. La primera, que corresponde a un texto de Freud, dice asi: “Si intentamos aprender en los libros, el noble juego del ajedrez, no tardaremos en advertir que sélo las aperturas y los finales pueden ser objeto de una exposicién sistematica exhaustiva a la que se sustrae, en cambio, totalmente, la infinita variedad de las jugadas siguientes a la apertura. Sélo el estudio de partidas celebradas entre maestros del ajedrez puede cegar esta laguna. Pues bien: Jas reglas que podemos serialar para la practica del tratamiento psicoa- nalitico estan sujetas a idéntica limitacién”.! La cuestién planteada por Freud es simple: como en una caja negra, a la entrada y a la salida podemos dar cuenta de los procedimientos que se van produciendo; mientras que lo que acontece en el medio es muy dificil encontrarle alguna regularidad. Sdlo algunos maestros han dado cuenta de la 1é- gica que sustenta los procesos que alli tienen lugar —nosotros diriamos: en el consultorio, entre analista y analizante. Inten- taremos servirnos de sus ensefianzas. La segunda cita que ha sido y es sefiera para mi es la si- guiente: 1 Freud, S.: “La iniciacién del tratamiento” (1913), Obras Completas, Tomo II, Editorial Biblioteca Nueva, Madrid, 1981, pag. 1661. 7 12 Ernesto S. SINATRA “Todos saben, muchos lo ignoran, la insistencia que pon- go ante quienes me piden consejo sobre las entrevistas preliminares en el analisis eso tiene una funcién, para el analista por supuesto esencial. No hay entrada posible en andlisis sin entrevistas preliminares”.’ Esta frase es asertiva. Es categorica: “no hay entrada en andlisis sin entrevistas preliminares”. Vamos a escribirlo asi: Ea=>Ep He introducido un simbolo légico, el de la implicacién (=) para escribir que la entrada en andlisis requiere —dandole alli un valor prominente- de las entrevistas preliminares. De esta forma se ubica una condicién necesaria para el lanzamiento del dispositivo analitico. Esto pareciera ser una obviedad pero si ustedes conversan con colegas de otras orientaciones, cons- tataran que no es una verdad que vaya de suyo que la entrada en andlisis esté determinada por las entrevistas preliminares | y que sigan su légica. Sin embargo, desde nuestra orientacién lacaniana, tene- mos este enunciado asertivo que localiza como condicién de la entrada en andlisis las entrevistas preliminares. {Qué quiere decir esto? En primer lugar que la entrada en andlisis no es un pro- cedimiento automatico que se pueda regular anticipadamente de un modo automético, 0 sea: no se trata de determinado nu- mero de entrevistas fijas que darian cuenta en su resolucién, a partir de una secuencia pre-programada, de una entrada en andlisis. Es decir, que hay algo més que ha de suceder para| que la entrada en anilisis se produzca, a partir de las entre-| vistas preliminares. : En ese algo mds esta el hueso, la clave, el resorte mismo de la causa. Vamos a ver como podemos cefiirla hasta localizarla. Si digo que las entrevistas preliminares son condicién de entrada y que algo mas tiene que suceder se puede despren- der, légicamente, que las entrevistas preliminares aparecen 2 Lacan, J.: Seminario 19, “El saber del psicoanalista”, 1971. Inédito. LAS ENTREVISTAS PRELIMINARES Y LA ENTRADA EN ANALISIS 13 ya como cierto dispositivo que habria de permitir la entrada. } Ese dispositivo habra de construir las condiciones de anali-/ zabilidad. Para Jacques Lacan las entrevistas preliminares| cumplen una funcién absolutamente precisa: evaluar las con- diciones de posibilidad de una persona de soportar la apuesta | analitica. Hay no sélo el dispositivo, las entrevistas prelimina- } res, sino que ellas estan en relacién de subordinacién respecto al dispositivo para el cual y al cual ellas habran de servir: el andlisis. Estoy hablando, entonces, del valor instrumental de las entrevistas preliminares. ,A qué nos referimos al hablar de “criterios de analizabilidad”? Respuesta: ~A la diferencia de estructura, es decir, a una cuestion diagnostica, a una evaluacién clinica. Respuesta: —A la posicién del sujeto. E.S.: Muy bien. Se trata de la localizacion subjetiva. El tex- to de referencia que va a atravesar todo este curso, es un libro que pertenece a Jacques-Alain Miller, Introduccién al método psicoanalitico.* Con las respuestas que ustedes me han brindado tenemos dos de los elementos centrales para situar los “criterios de analizabilidad”: la evaluacién clinica y la localizacién subjet: va. Faltaria uno mAs, que es consecuencia de los dos anterio- res: la apertura a lo inconsciente. Intervencion: ~Yo habia escuchado que no hay una sola entrada en anali- sis sino que en un andlisis hay varias entradas. Sise utiliza la palabra apertura, es porque tiene que haber un cierre: {cémo se pueden relacionar “las entradas” en anilisis con la apertu- ra y los cierres del inconsciente a Jo largo de un andlisis? 3. Miller, J.-A: Introduccién al método psicoanalitico, EOLIA-Paidés, Bs. As., 1997. 14 Ernesto S. SINATRA E.S.; Esa es una pregunta suscitada a partir del Seminario de Los cuatro conceptos fundamentales del psicoandlisis en el que hay una manera de conceptualizar al inconsciente —espe- cialmente en relacién con la transferencia— por fenémenos de escansién, apertura y cierre, a partir de un valor secuencial y temporal; Lacan piensa el inconsciente como una bomba pul- satil que se abre y se cierra. Seguin su apreciaci6n, se podria decir —tomando esto a la le- tra— que habria en un analisis sucesivos aperturas y cierres. Y si esto fuera asi, ,tendriamos entonces que concluir en que ha- bria sucesivas entradas en anélisis? Si asi fuera —si hubieran sucesivas entradas en andlisis— esto implicaria que habrian sucesivas salidas, las que —por la misma ldgica previa— ha- brian sido motivadas por sucesivos cierres del inconsciente. Pero entonces, ,podriamos hablar con rigor de entradas en andlisis, asi, en plural? Lo verificaremos en el trayecto de este curso. Vamos a trabajar ahora —lo que voy a llamar- un intento de formalizacién para las entrevistas preliminares. Partiré para ello del comentario de un enunciado de J.-A. Miller, en el libro antes mencionado, en el que hace referencia a los estandares en el dispositivo analitico, es decir, a las reglas normativas de la practica; y diré que, desde la orientacién lacaniana, no tenemos patterns, no tenemos patrones de conducta; tenemos principios que debemos formalizar. A lo largo de este curso | vamos a poner a prueba nuestra formalizacién y verificar esta aseveracién a partir de casos clinicos. {Cual es la hipdtesis de vase? Una hipétesis no sdlo tiene una demostraci6n, una tesis, sino que tiene postulados, y va- mos a trabajar con esta estructura geométrica de la légica @ partir de una hipétesis y cuatro postulados. Para comenzar, nuestra hipétesis de base: Existe discontinuidad entre las entrevistas preliminares y la entrada en andlisis”. Ven que estan los mismos términos que he escrito previa: mente en la pizarra: LAS ENTREVISTAS PRELIMINARES Y LA ENTRADA EN ANALISIS Ea=>Ep Es decir, la implicancia lo es de la entrada en andlisis res- pecto de las entrevistas preliminares, las cules segtin Lacan— son su condicién. Todo esto vamos a probarlo, no vamos a dar por valida ninguna de estas afirmaciones, incluso més alla de que pro- vengan de la maxima autoridad epistémica para nosotros: es decir, vamos a “bombardear” las citas de autoridad, para pro- bar si resisten —si se corresponden efectivamente con lo que) acontece en la experiencia analitica—. Ya que si no hay una eficacia practica de los conceptos, si no responden las forma- lizaciones a la experiencia, si no permiten localizar, de algu- na manera, el campo de la experiencia, no tiene ningun valor para nosotros el despliegue conceptual. Es decir, que no tiene ningun sentido emplear términos por mas floridos que sean, 0 por mas que tengan una dialéctica bella -o conmovedora por las resonancias que evoca— si no se corresponden con la ex- \+ periencia real. No se trata de estética, sino de la ética de un funcionamiento de los conceptos que permitan orientarnos en las variaciones de la experiencia psicoanalitica. : Podriamos escribir, inclusive, esta hipétesis de base colo- cando ahora entre “entrevistas preliminares” y “entrada en analisis” en lugar del simbolo légico de la implicacién —-como estaba escrito— una doble barra. i Eal/Ep Ahora escribamos la formula completa que dice: “La entrada en andlisis implica las entrevistas prelimina- res”, y, agregando un punto que indica un valor de conjuncion: “Ia entrada en andlisis implica una discontinuidad —marcada, precisamente, por esa doble barra— con las entrevistas preli- minares”: (E a = Ep). (Ea // Ep) Con los cuatro postulados que siguen, vamos a comenzar a localizar hacia dénde apunto con esta hipétesis. 16 Ernesto S. SINATRA Primer postulado: i La entrada en andlisis constituye un umbral que debe ser franqueado desde las entrevistas preliminares por el entrevis. tado. El umbral designa el punto de atravesamiento, un objetivo por alcanzar. Segundo postulado: La discontinuidad de la secuencia de las entrevistas preli- minares y la entrada en andlisis es consecuencia de un corte realizado por el analista, al interpretar la demanda del pro- puesto analizante. Ustedes se dan cuenta que el propuesto analizante signi- fica que no se es analizante en las entrevistas preliminares. “Analizante” es una categoria que indica una funcién, pero para obtener esa funcion, habra que trabajar. Curiosamente, e invirtiendo las famusas leyes del mercado, acd, el que traba- ja, paga. Tercer postulado: El corte efectuado —marcado en la pizarra por las dos lineas que indican la discontinuidad— implica la puesta en juego de una categoria: la de decisién, la que requiere de un consenti- miento (0 rechazo respecto del saber). Por lo tanto, no sélo que este procedimiento no es algo mecdnico, sino que para traspasar el umbral hay que estar concernido por algo que hace al saber, al producido en las en- trevistas, a partir de una decisidn. Esto es lo contrario de un procedimiento automatico; la decisién es el punto mas alto de implicacién subjetiva. {Por qué? Porque, ni mas ni menos, lleva a constituir la categoria de sujeto en torno de la responsabilidad y de la elec- cién; dando —de esta manera— lugar al siguiente postulado, consecuencia directa del anterior: Cuarto postulado: Tal decisién produce al sujeto ~ésa es, en rigor, la verda- LAS ENTREVISTAS PRELIMINARES Y LA ENTRADA EN ANALISIS. 17 dera localizacién subjetiva— coordinado al emplazamiento del saber, el que dard lugar a la efectuacién del inconsciente por la via del sintoma. Como sabrén apreciar, lo que este postulado plantea, en principio, es casi todo el desarrollo de un andlisis. Pero vayamos por partes: tal decision respecto del saber produce al sujeto, produce un sujeto; ergo, no hay un sujeto anticipadamente encarnado en el entrevistado —por mas que sea una persona en carne y hueso la que siempre llega a la cita. Cuando nos referimos al sujeto, estamos indicando una operacién de suposicién que se deberd poner en juego para que haya anilisis. El entrevistado habré conquistado ese nombre (sujeto), pero para ello deberé perder algo. Al dar lugar al inconsciente, el que llegue sabré que no sdlo hay mucho que no sepa de si, sino que ademas sabra que hay un saber que opera sin que él lo sepa; y que ese saber tiene consecuencias en el cuerpo, en sus pensamientos y en su relacién con los otros. Curiosamente, este sujeto no es una operacién producida por la persona sino, mas bien, a expensas de ella; y que el sujeto -cuando demuestre estar coordinado al inconsciente, lo hard a partir de los traspiés que ha de dar el que habla en un andlisis. Parafraseando un dicho popular, podriamos decir: la persona propone, el sujeto dispone. Hoy voy a intentar demostrar esta hipétesis y sus postula- dos, a partir de una vifieta clinica a la que llamaré “Sélo una”. Un hombre joven solicita una entrevista por teléfono de un modo singular, En un tono cortés y atildado, me pide que lo reciba por un problema muy especifico que é] vendria a plan- tearme. A continuacién, impone una condicién: sdélo aceptaria venir a verme si yo cumplo con su exigencia. {Cual es?: que sea “slo una”. El pretende “sdlo una” entrevista. {Qué hacer frente a ese pedido?, {cémo responder de un modo satisfactorio? Por mi parte, luego de un momento de va- cilacién, acepté sus condiciones y lo cité para el dia siguiente. Debo decir que mi decisién fue una apuesta, més alla de mis propias consideraciones acerca de lo verdadero y de lo fal- ERNESTO ©. SINATRA $0; pero no menos de cierta inquietud que se apoderé de mi al prometer algo que, si todo salia bien, seria imposible cumplir. ya que para que el dispositivo analitico funcione se necesita, como sabemos, mas de una sesién y mas de una entrevista. Nuestro entrevistado se presenté puntualmente, expresan- dose con meticulosidad, intentando que no se filtrasen dudas en sus cuidadosos razonamientos. Se esforzaba para que no existieran equivocos en lo que él queria decir, para ser mas preciso atin, en lo que él habia venido a preguntarme Pues, como él mismo lo dijo: “sélo se trata de una pregun- ta”. De una pregunta que él venia a hacerme y que yo debia contestar —en esa tinica entrevista. Su circunloquio intensificaba la intriga que habia en su presentaci6n, bordeaba el tema, preparando la formulacién de su pregunta, minuciosamente. ‘A todo esto, desde mi funcién como practicante, me encon- traba —por un lado- con la dificultad de cémo no responder puntualmente a una demanda y —por otro— inmerso en la in- triga que este hombre iba creando respecto de cual era la pre- gunta que venfa a formularme. Efectivamente, se dan cuenta de que —al menos en este punto- la barra de la divisién que conviene a la posicién del entrevistado, estaba mas bien del lado del psicoanalista: es decir, del mio. Esta presentacién tan meticulosa que este hombre reali- zaba, permitia anticipar una evaluacién clinica, perfilando la estructura que —segtin veo— algunos de ustedes ya estan susu- rrando: neurosis obsesiva. Finalmente, se develé la incégnita: “el problema —dijo- transcurre en el campo del amor” (la intriga se intensificaba); pero después de un prolongado silencio, agregé, conclusivo: “ella no quiere tener sexo conmigo; {podria usted decirme por qué?” Esa era la pregunta y la causa de su presencia en mi con- sultorio. Como ustedes se dardn cuenta, no solo él tenia un problema; ya que en tanto practicante del psicoandlisis, @ mi vez, no lo tenia menos. El no sabia por qué raz6n su novia s€ negaba a mantener relaciones sexuales con él, y él demandaba aun analista una respuesta. Previamente, él ya habia consultado con otro analista, de cierto renombre, que pertenece a una institucién —también LAS ENTREVISTAS PRELIMINARES Y LA ENTRADA EN ANALISIS: 19 muy conocida- referida a la Asociacién Psicoanalitica Inter- nacional; en aquella oportunidad, é] habia obtenido una res- puesta inmediata: “bueno hombre, pero justed la eligis!”. La respuesta que obtuvo nuestro entrevistado es intere- sante, porque indica la responsabilidad que el sujeto tiene res- pecto de aquello que lo aqueja; es decir, que por su intermedio se intenta cuestionar el lugar de “bella alma” que alguien sos- tiene en la queja que formula. Pero a pesar de esta consideracién —podriamos decir, ver- dadera— la respuesta no habfa servido para nada en este caso; y lo demostraremos por un detalle clinico: este hombre no es histérico, es obsesivo; esta intervencién no logré conmover el sistema de sus conocimientos previos, de sus representaciones conscientes —es decir, que no pudo dividirlo: situarlo en posi- cién analizante. Y de lo que se tratara en este curso, sera de prestar aten- cion a los detalles, a los pequefios detalles —divinos, como pre- feria decirlo Jacques-Alain Miller, en su curso de la orienta- cién lacaniana— aquellos que nos auxiliaran para situarnos, desde las entrevistas preliminares, en pos de constituir nues- tra orientacién en la direccién de la cura. Por lo pronto, nuestro entrevistado llegé a mi consulta car- gando con ese saber como un saber muerto que asi caracteri- zaba: “me dijo eso, si tiene razon. Ese no es mi problema”. ‘Aesa altura de la entrevista, el desconcierto mio tenia bas- tantes razones para ir en aumento. Ustedes recuerdan los pro- blemas que traia esta presentaci6n: se requeria de un analista de forma inmediata —-en una entrevista— que le diera como respuesta un saber sobre una tercera persona, con la cual el entrevistado no podia tener relaciones sexuales; asi formula- do: jes un disparate!; la formulacién planteada en estos tér- minos es realmente delirante: a condicién de entenderlo en el sentido que Freud lo hacia, sin confundir estructuras clinicas, al referirse al delirio de la obsesién en el caso del Hombre de las Ratas. Es decir, existen formaciones delirantes que no requieren de una estructura psicética para manifestarse. Es otro elemento para tener en cuenta en nuestras entrevistas preliminares. Como se aprecia, en ese momento mi desconcierto estaba 20 Ernesto S. SINATRA perfectamente situado; habia que desacomodarlo para Poder intervenir. Era complicado, ya que por mas que la formula. cién que este hombre hacia (si lo pensamos desde un punto de vista “téenico”) era una demanda de saber dirigida al Otro y ésta es, precisamente, una de las condiciones de localizacién de la transferencia, un modo de cifrar el algoritmo del Sujeto. supuesto-Saber‘) habia algo mas en juego. Desde cierto punto (de vista, se trataria de una,simple demanda dirigida al Otro, ~efectuada a partir de un sufrimiento; ahora, {cémo responder; a esa insdlita pregunta, a la encrucijada, al atolladero, que indicaba su simple formulacién? Por otro lado, él ya me habia proporcionado una clave a la que, como analista, era necesario que recurriera: “no me diga lo que ya sé, porque no me sirve para nada, porque eso ya me lo dijo el otro”; tal la enunciacién de —lo que ahora podemos »} ,interpretar como— su advertencia al analista. | En este ejemplo, con este detalle, se aprecia una cuestién | crucial: comprueban ustedes como el valor de verdad verda- | dero de un enunciado puede ser absolutamente ineficaz, como \ puede pasar —absolutamente-— de largo al formularse de modo interpretativo. Con lo cual, ya estamos sensibilizdndonos res- | pecto del valor que la verdad tiene en el andlisis; estamos pres- | tos a comprobar el modo en el que un analista puede perder la brtjula si se encomienda a la verdad como amo absoluto. “Digame, {por qué mi novia no quiere tener relaciones se- xuales conmigo?”: esta pregunta que —como psicoanalista— me era, verdaderamente, dirigida, es una pregunta que transpor- taba un verdadero sufrimiento para quien la enunciaba: clara en su formulaci6n, obvia por su planteo...pero a pesar de todo eso, yo no podia —ni sabia— cémo contestarla. : ae Por supuesto, me imaginaba —mientras escribia esta Vi feta algo que podrian ustedes estar pensando; por ejemplo: éno decia Lacan que no hay que ‘responder a la demana% sue a, ese es el saber referencial de a esta irrupcion en el oa ears) =o 2 doi oo . mento preciso que estén analiza es = “no, no tengo que responder a la dem4! co : poaa A partir de aqui, SSS ser apocope de Sujeto-supuesto-Saber. \\ Las enti 'S ENTREVISTAS PRELIMINARES Y LA ENTRADA EN ANALISIS. 2 da”. Planteada asi, :cug » cual aoe orientadora dela ae es el valor de esta frase? éSeria ella tdctice intern eccion de la cura, permitiria organizar la oy ase ativa por medio de aplicar la teoria al caso: a arlo— se trataria, mas bi ig ia superyoica que precipitari ‘inhi Nee fe-una exigencia peryo' ane precipitaria a la inhibicién, a la paralisis, ala neutralizacién de la accion analitica? [as n los practicant Ove 546 a rep tes noveles, en los jovenes principiantes, es in mas frecuente que en el resto de los practicantes el hecho de quedar sometidos a est: id i i r x a presion, a la exigencia superyoica de} Suleto-supuesio-Saber-de-los-textos; a esta figura de goce A 1 Otro que opera en algunos momentos de vacllaciSn, en lee que el practicante no sabe qué hacer en ese preciso momento: ‘que debo escuchar?” “;Es eso que acaba de decir ese anali. zante, a lo que se referia Lacan cuando escribfa en el Semi- nario 20: “Que se diga queda olvidado tras lo que se dice en lo que se escucha?” O bien, “{debo anotar” “No, no hay que anotar sino escuchar a la letra, leer lo que el analizanie hg escrito”. “Pero, {cémo hago para anotar y escuchar lo que el analizante dice al mismo tiempo?” Y asi siguen manifestando- se las imposiciones del superyé epistémico del SSS encarnado en el pensamiento... Por eso, a veces es facil burlarse de la técnica y de sus pa- trocinadores analiticos, pero es un gran error: Lacan en algu- nas ocasiones lo hacia, pero nosotros no somos Lacan (discul- pen la obviedad, pero a veces, por ciertos efectos producidos, pareceria necesario recordarlo). : Lacan, si bien podia tener un estilo que —en determinado momento- parecia caer casi despiadadamente sobre las des- viaciones de los pos-freudianos (de hecho, asi era), mas alla de su persona, se trataba de una cuestién de estilo. Lacan em- pleaba una perspectiva barroca en sus argumentaciones y en sus alocuciones, incluso hacia uso de la burla como una cate- i torica. on = estuvo atento a lo siguiente: si hay reglas que configuran un proceder, ha de ser por algo; ergo -y, ee mente a lo que puede ser considerado a priori- lee toe ae conforman el estdndar de la IPA® sirven para algo. Pero . 5 Asociacién Psicoanalitica Internacional. TEENS TN WI SINATRA otra pregunta: épara qué creen ustedes del tiempo fijo de cada sesion luego, en muchos casos, se red trevistas pautadas a partir de momento prescrito para efectuar una interpretacié, glas para interpretar?, épara qué sirve todo esto? La instauracién de un encuadre da cierto grado de seguri. dad. El setting, nombre anglo-sajén del encuadre —€ partir de su funcién automatica— puede tranquilizar, calmar la angus. tia de una persona que esta frente a otra sin nada que le diga, previamente, qué es lo que tiene que hacer. Son ciertas reglas que —de alguna manera— van pautando el tiempo y el espacio de un modo organizado, y que permiten apaciguar decirlo de este modo- la relacién al Otro. Répidamente se pueden filtrar en el] encuentro analitico — como en cualquier otro— dos sentimientos que dan cuenta de Ja ambivalencia freudiana: el amor y el odio (en verdad, debe- riamos incorporar una tercera pasién situada Por Freud: la in- diferencia). ;Cémo sé que no voy a amar a quien tengo frente a i rimera, 0 que no lo voy a odiar? ¢Y si le. La cuestién es cémo responder. El preciso de localizacién, no sélo para —quizds, fundamentalmente— para el ana- pareja” analizante-analista en el encuadre para garantizar, de algun modo, el decurso del andlisis Nuestra orientacién lacaniana —que no se satisface de la seguridad del setting, del encuadre-, en un punto tiene mas que sirve e] estan, —antiguamente de 50’, lujo a 40’ y luego a 30°. un numero pre-esta dar aunque = las en. blecido: 9} n, hasta re. —vamos a encuadre tiene un valor el analizante, sino lista: situar a la “ para que uno, en ulti con el paciente”; y esto dicho asi con t Nuestro verdadero problema como practicantes del psicoa- nalisis, es prdctico y consiste en b uscar los medios para svoy a frase técnica pero no de la técnica analitica— ocasién por los cabellos”. Ocasién, yendo a la odas las comillas del caso. LAS ENTREVISTAS PRELIMINARES Y LA ENTRADA EN ANALISIS 23 lo “otro”, ha de estar bien hecho. Entonces, {cual es nuestro problema? Es, por ejemplo, {cémo hacer de la mas inteligente e iluminadora cita de Sigmund Freud, de Jacques Lacan, de J.-A. Miller... un saber instrumental que opere —apto para“ cada ocasién— respetando la singularidad del caso? Ese es nuestro problema de base: se trata de saber hacer ahi, en la experiencia analitica, con eso; porque con “saber” Freud, La- can, Miller, a pie juntillas y de memoria, no alcanza. Lo mas factible es que cuando uno recuerde una cita, por el contrario, ésta aparezca como una exigencia de caracter superyoico. Curiosa forma de recuerdo la que estamos planteando: ol- vidar los textos. Esto seria recomendable para saber hacer con ellos, seria una formula de un pretendido acto logrado en el dispositivo analitico: olvidar los textos para saber hacer con ellos. Porque si uno esta pensando en “qué diria el Otro res- pecto de lo que tengo que hacer ahora”, esto anonada a cual- quiera. Si eso, en cambio, esta implementado de un modo pre- ciso en el hacer, ya no es el saber sino es el “saber hacer con eso” lo que opera. Ello implica la maxima forma de compene-" tracién topolégica entre teoria y practica: la teoria incorpora- da en el acto mismo; la practica es la teorfa en su aplicacién en el momento de establecer un corte de sesién o de entrevista, de ubicar una interpretacién o de realizar un acto, el que se reconocera siempre por sus efectos. “Qlvidar los textos para saber qué hacer con ellos”, aqui les resonar, tal vez, una frase empleada en la ultima enseflanza de Lacan para dar cuenta del sintoma. La articulacién entre teoria y practica va a atravesar todo este curso porque, en ultima instancia, vamos a demostrar que es el psicoandlisis como sintoma lo que se pretende ob- tener por cada practicante. “El psicoandlisis como sintoma” no se debe leer: los sintomas del psicoanalista; no se trata de promover la angustia del practicante confrontado, en un mo- mento de su practica, al recuerdo angustiante de las citas -en la manifestacién superyoica del Otro, a la que antes hicimos referencia; no es eso lo que se intenta promover. El psicoana- lisis como sintoma obtenido por el analizante al final del reco- rrido en su propio anélisis: de eso se trata, de un saber hacer 24 Ernesto S, SINATRA, alli -en cada direccién de la cura— como coandlisis, un saber hacer alli con ego (es lo que pode, siderar: el saldo practico de un andlisis), El psicoandl sintoma también toma el valor de indicar que aquél que |] a ese lugar desde la posicién de analizante y tomé el relevoce psicoanalista (como analizado) lleva el psicoandlisis on . resto incurable, fecundo pero incurable: en esta orientacién pa su sintoma el psicoandlisis. : Practicante de] Psi ‘M08 con. i8i8 Come Intervencién: —Aquello que me parece que hace obstdculo, adem4s del texto, a veces son las indicaciones en el control. Es compli- cado porque uno lleva el caso y hay sefialamientos. Después aparece, a veces, en el analista la idea: “jUy! Tengo que estar atento a eso”. E.S.: Verdaderamente, esta muy bien situado el problema: cuando el analista-control se transforma en una figura del su- pery6, analizar ha de ser imposible. Ya no es solamente la cita de los textos la que intimida, sino la palabra del supervisor que esta alli, en la oreja, o como mirada -segun el valor de goce que para cada uno tenga. Seguramente, muchas veces tiene que ver con la posicién misma del supervisor, pero tam- bién con la posicién subjetiva del practicante, el que a veces toma una indicacién como una orden o una marcacién, como un “habras de hacer eso”. Toda palabra puede ser investida de un valor de significante amo, todo depende del lugar que el Otro encarne para uno y la posicién que uno tenga respect? del Otro; pero es cierto que hay cierto estilo de supervision que ©s Interpretativo-correctivo. Cuando el supervisor interviené marcando “esto no, tendria que haber dicho esto otro”, el “pa- ciente” -en el que se ha transformado el supervisado— lleg# al encuentro con su propio paciente en la siguiente sesién Y espera que vuelva a ocurrir el momento para —ahora si- in- sertar la interpretacion y hacer lo que “deberia” haber hecho. cor ns cen mn gn. pi inchs ave a oe ‘orzamientos increibles realizados P® . na: “épero usted no estaba hablando, ac 80, sobre aquello que le hizo a su hermano cuando tenja cuatro 7 LAS ENTREVISTAS PRELIMINARES Y LA ENTRADA EN ANALISIS 25 a de eso”, dird el entrevista- e puede tomar el Otro para uno, es determinante de la relacién -también transferencial— a esta- blecer entre el practicante y el analista control. Pero quiero agregar que —creo— hay algo ahi que, estruc- turalmente, no funciona muy bien en la supervisién (0 el con- trol). Tenemos dos palabras para ella y ninguna de las dos nos “gusta”; no nos gusta control, no nos gusta supervision. El control, si uno lo saca de la persona ~en el sentido de “controlar a alguien’”— y lo desplaza hacia el acto analitico, suena mejor: “control del acto analitico” esta bien, ya que el practicante controla, precisamente, a partir del lapsus de su acto —tal como enseria Lacan. Pero el término de “supervisién” es mas problematico, ya que en la super-visidn aparece la funci6n de la mirada indexa- da, de un modo tal que —podriamos agregar— anonada. Pero mas alla del “buen” término por emplear, mi hipétesis es que la dificultad para hallar el significante apropiado para nomi- nar la funcién da cuenta de una dificultad estructural —en el control, la supervisién o como lo llamemos. Intervencién: —Recordaba algo que escuché en las Jornadas de la Escuela de Orientacién Lacaniana del afio 2001. La cuestion era como hacer de la sorpresa —que puede llegar a producir un analizan- te en el practicante— un acontecimiento. Me parece que ahi lo que queda como operador no son ni los textos, ni el control, ni la norma sino que es el operador deseo del analista el que puede producir esta sorpresa. ES.: La cuestién de como transformar una sorpresa en un acontecimiento es, verdaderamente, todo el problema; es lo que uno intenta siempre. Freud lo decia respecto de la trans- ferencia, de un modo muy interesante. Aquello que descubrid que era un obstaculo verdadero —porque él habia tomado : dimension imaginaria de la funcién de la transferencia, a comprobar el empaste que se daba en los pacientes @ partir de la ambivalencia de sus sentimientos-, al obstaculo de = afectos, del desplazamiento afectivo, 61 lo transform6 en otra 26 Ernesto S. SinatRa cosa. Freud inventé la transferencia al tratar un obst, que le producia sorpresas en la direccién de las curas: ae hacer de ese obstaculo un instrumento? Tanjo fue as{ que transformé en uno de los pilares mismos de} andlisis, Ese he sido el acontecimiento freudiano con la transferencia: habe, realizado de-un problema concreto en la practica del Psicoang, lisis un concepto fundamental sobre el que pNotea el trabajo mismo del andlisis. El acontecimiento de Freud fue Preparad ante cada sorpresa que tuvo cuando se confronté con personas que se llamaban histéricas, aquellas que contrariaban con sus conversiones corporales (hasta de un modo absoluto) los ma. pas de la neurofisiologia de la época.*® Volvamos a la vifieta clinica, porque estamos en el punto de la entrevista en el cual se requeria de una decisién del ana- lista, frente al cardcter sostenido e insistente de una pregunta por parte del entrevistado. El decia que habia aceptado acudir esa tinica vez y que no era solamente la tinica sino que era la ultima. Era preciso responderle de alguna manera. Tenemos la urgencia de la prisa establecida, no por los tiempos légicos, sino por la urgencia del empuje de un tiempo que se acababa para alguien que viene a la consulta. Freud tenia un recurso cuando un anilisis no funcionaba, lo improvis6 con el “hombre de los lobos” diciéndole “en tal fecha finalizamos el tratamien- to”. Pero, en este caso, esa imposicién, mucho ms breve y compactada, venia del otro lado; acd es un entrevistado que dice “sdlo una”. {Cuél fue mi respuesta? Manifesté mi sorpre- 8a, no intenté ocultarla y luego -con un gesto de interés-, !o animé a que continuara hablando. Ast lo “hizo y podemos - ahora si~ anticipar la ruptura de este enigma: finalmente. !@ ocasién fue propicia para el psicoandlisis, novia, us padecimientos parecian girar en torno de i solo estaba a Soe eile habiebe ia ee aa oa ella, ella era verdaderamente » de su malestar, de su resentimient? 6 Valga como ejemplo el “ . plo el “sindrom ” 7 Jie mitada en el cuerpo por ‘drome del corset”, conversién que estabe ¢@ lo i i do al saber médico de I epogtt Seri el perimetro de tal prenda, desafia LAS ENTREVISTAS PRELIMINARES Y LA ENTRADA EN ANALISIS 27 hasta de las variaciones cotidianas de su humor (ven cémo ‘ Paria leer ahora, mas claramente, la formulacién —quiz4s ificil de Lacan— de que una mujer puede ser el sintoma de un hombre). A pesar de considerarse, como él mismo lo definia, “an consagrado batallador sexual” y de tener acceso —también es textual-— a “casi todas las mujeres”, ella, su propia novia, re- husaba acostarse con él. d Pero en ese momento produjo una nueva interrogaci6n: ella lo humilla y él quiere saber por qué lo hace; como verdn, hay aqui algo nuevo, estamos avanzando en la entrevista -aunque sea “a paso de tortuga’— respecto de larposicién en juego.Ya hay, presentandose, una interpretacién réalizada por el entre- vistado acerca de su padecimiento: el Otro —en este caso una mujer, su novia-, lo humilla; ademasiél_supone que ella se satisface en ello, pero él no sabe por qué. En verdadano esta completamente seguro de su satisfaccién yCuando lo interrogo sobre este punto dice:‘me parece que a ella le gusta humillar- me, pero no podria asegurarlo’/ Vemos despejarse en este punto que(nojhay un indicador “ de certeza respecto de una pretendida suposicién de goce del Otro, descartando con ello un elemento diferencial para la psi- cosis. En verdad, es por eso que lo interrogué en ese punto, para descartar que no se tratara de una conviccién delirante (ella gozaria de él, humilléndolo), bajo el signo de la certeza que indicaria perplejidad.: En el caso presente, él sabia que ella lo humillaba y suponia que a ella eso le gustaba, crefia que era un gusto de ella, pero de esomo estaba seguro. No es para nada lo mismo la suposicion de saber que la certeza del goce, y en esta diferencia transitamos la diferencia estructural clinica entre la neurosis y las psicosis. Pregunta: -jLe pregunté por qué lamaba “humillacién”? 6] decia que lo humillaba y a qué resaltar que hemos avanzado alli el entrevistado suelta un isoWalor de satisfaccion: ES.: Por empezar es preciso respecto del momento anterior, término mas, el que condensa un prec! “6 Ernesto S. SINATRA e en este punto y en este momento el entrevistado no sepa qué quiere decir con lo que dice, |g localizacién de un significante es muy importante, sobre todo cuando indica una condicién de satisfaccion. La funcién de la interrogacién es esencial en las entrevis. tas preliminares, por eso es preciso situar para qué sirve y en nombre de qué se interroga. / Se trata de dar lugar a que la persona que habla evidencie una sensibilidad respecto a la lengua que él habitay—y, muy especialmente, a la lengua que lo habita: es decir, sin su “in- tencién”-. Desde el inicio la interrogacién tiene una funcién de evaluacién clinica, pero ademas se trata de que el entrevis- tado vaya localizando el valor de significacién que le otorga a sus sintomas. También, mientras transcurren las entrevistas, la interrogacién va haciendo lo suyo respecto de la localizacién de la transferencia: sittia al sujeto en su funcién de represen- tacién, mientras se dirige al analista la suposicién del saber necesaria para dar inicio al analisis: las buenas preguntas orientan la direccién de las entrevistas. Pero una advertencia: lo que se desprende del uso de la funcion interrogativa en las entrevistas es que no es en nom- bre del gusto personal del analista por la significacion que él hace uso de ella. La importancia del lenguaje en el anilisis fue desarrollada por Lacan en los afios 50 cuando efectuéd el pasaje de todo el dispositivo freudiano por la retorica y la lin- giiistica especialmente, a partir de Ferdinand de Saussure y de Roman Jackobson-. No es que lo hacia por erudicién ° por cierta inclinacién por —lo que en ese momento se daba en unico elemento ata daca en serio que es el lenguala © Entonces. volvamos cpa Dee ete ee el ree dela anor i ve ‘a pregunta que dio origen a ubic#! te: sf pregunté qué “= uncion de interrogacién. Efectivamer™ eso ~contrariant de ee eed a qué se referia aa tido comin; para comag pe cnreees aus otore? a la relaci6n analitica al di i eer una asimetria oe hace, de otro mado a. rag corriente; ya que gcomo ai hacerle saber, sin : crap jo alguien llega al consultorio Pp” ; sin explicérselo, que el andlisis es otra “humilla”. Mas all de qu LAS ENTREVISTAS PRELIMINARES Y LA ENTRADA EN ANALISIS 29 que un dispositivo de charla en el que una persona habla y otra contesta y donde las reglas de la cortesia estan en juego?, ¢cémo se hace para hacer saber, sin explicitarselo al entrevis- tado, que en el andlisis se trata de otra cosa que del discurso comiin, el de la calle? Ese es un problema. Intervencion: ~Para saber con qué referente se esté manejando quién ha- bla. E.S.: El tema del referente es un problema crucial para la lingiiistica y no menos para el psicoandlisis.\Se trata de no /, 7 dar por sentado lo que “eso” quiere decir/Uno puede tener muchas figuraciones de un término que tiene una resonan- cia afectiva, semantica tan fuerte como “humillacién”. Uste- des se dan cuenta de que la sensibilidad fantasmatica de cada ‘| cual, puede hacer perder a cualquiera. Ahi tenemos entonces la funcién que la interrogacién cumple: en principio localizar, quién habla y quién escucha. El practicante del psicoanilisis es, en la funcién analitica, el receptor de la demanda del Otro, yes instituido en ese lugar-Otro por aquél que nos habla. A partir de desplegar procedimientos retéricos de la lin- giiistica, Lacan adjudica al analista el \‘poder discrecional del oyente”/y comprobamos aqui una aparente paradoja, ya que por un lado se trata de unalfuncion que el analista debe em- plear y -al mismo tiempo- Lacan subraya que se trata de un poder. Aclarémoslo, si bien desde cierta perspectiva tal poder discrecional del oyente consiste en la\funcién que permite lo- calizar al sujeto en el dispositivo, desde otra perspectiva seria aquello de lo que el analista deberia privarse, ya que, como ejercicio de un poder el analista-oyente tendria la clave uni- versal del sentido, y {qué mas “natural” que el que escucha, al determinar el valor de significacion de lo emitido por aquél que habla, intervenga desde ese poder para imponer su pare- cer? Pero el término que modula el poder del oyente es el tér- mino que le sigue: discrecional, con’el que se limita el poder, reduciéndolo a una funcién, Lo discreto de la escucha, pero también la discrecién analitica enmarcan la funcién lenguaje- ra en el dispositivo. 30 Ernesto S. SINATRA el riesgo siempre esta, y ro en la experiencia analitica - an i problema: {como se hace ] sintagma empleado recuerda el ae no ae el pater del oyente instituyéndose onal peal de] Otro? Cémo hacer para a anes on a? que i ignificacién de q : i codec ar ese sentido, es nuestro peor consejero, Por eso la interrogacién permite abrir la obviedad supuesta en ‘los enunciados formulados, y, al mismo tiempo, conduce a es- Itar atento a los pequefios detalles que puedan dar,indicadores diagnésticos, 0 de localizacién fantasmatica —como vamos a ver, y que estan marcados en este caso. . Pero, deciamos, se “golté” un término. Voy a escribir algo para ubicar lo que tenemos hasta ahora Ss. > Ss, 1 « z ” “sélo una” ‘humilla 4 He colocado el primer significante (“sdlo una”) que repre- _? senta a esta persona, la que ha devenido sujeto por esta mis- \ ma funcién de representacién. ‘He colocado un signo (->) y luego otro significante que se desprendié en ese momento de la entrevista (“humilla”). “Sélo una > humilla”. En estos dos significantes esta re- presentado el sujeto, definido en tanto la “simple” remisién de un significante hacia otro. “Sdlo una” remite a “humilla’, el que -a su vez~ se hace representar por “novia”. Ustedes comprobaron que este segundo significante fue soltado luego de un momento en el cual parecia que nada mas podia decir- se: "yo vengo aqui para que usted me diga por qué mi novia Ustedes aprecinn pbc remestiraan tiene que responderme”. ca mabe en Ween casi natural de la respuesta cuya consecuencia —casi in ae ne ee responder}e ; Es decir, que en el a. oe entonces, me ek ~el segundo: “humilla’— oats 8 i Ts rei cate signe , un impasse. Podemos a, e © 8, indica que se P ud ° cued interrogarse: “por qué alle no en esta remision = pasa . a decirlo como lo decia él- quiere coger conmigo?” —vam . a querer saber: “; 2 , 3610 una, le gustaria humillarme”” er: “zpor qué a ella LAS ENTREVISTAS PRELIMINARES Y LA ENTRADA EN ANALISIS. 31 Luego de abundantes comentarios acerca de la “hechologia”’ pice Mat relatos oe sus aventuras exitosas con todo (Cun deslizamiento: pear i hy ne pane ees ao if See aaa :_pasa le hablar de la relacién imposibled: sud para continuar haciéndolo acerca de su padre; la 47 contigitidad del relato permitié al analista distinguir el des- plazamiento de dama a padre con nitidez. : : éQué paso? Estaba quejandose de ella y pasé a quejarse de él, Imperceptiblemente, en la metonimia discursiva, se pro- dujo este deslizamiento. Era obvio para mi, pero no lo era en absoluto para el entrevistado. Siguié hablando como si nada hubiera sucedido, de un modo —como dird mas adelante- “per- fectamente natural”. Aqui se hizo necesaria una_nueva de- cision por mi parte: {Qué hacer entonces? a{nterpretar} jNo interpretar? {Intervenir? 7 Ustedes se dan cuenta de que no hay ningin calculo previo que me podria haber informado de como responder, y —me- nos aun- garantizarme que la respuesta que yo diera seria la aceptada. — ‘Como recordaran, la decisién, es una categoria central en los postulados de nuestrshipst sis de base. Y vemos que no solamente corresponde al entrevistado (y luego al analizante) confrontarse con ella, sino -y fundamentalmente- es el ana- lista quien se halla interpelado.en relacién con la determina- cién y la realizacién del acto analiticd, ya que es a él al que se halla consagrado por ou fafei6n. Por eso deciamos que la de-/ -— cision es lo contrario de los ‘procedimientos automaticos: ella | , implica varias opciones pero una sola via de eleccion. {Qué hice en este caso? Esperando una situacién mas pro-) picia,\decidi no intervenir;/es decir, dejar que.el material re-q_ primido estuviera\més asequible-para la conciencia del suje-| " n las condiciones de efectuacion di to/ mientras se localizaba: i : n 3 ésa era mi apuesta-. jHice bien?) la transferencia —al meno! e ii {Hice mal?, en verdad —como del deseo se pregona-, sdlo ‘por sus frutos lo reconoceréis”, ése es el valor de quré. oup que» tiene el acto analitico. Nunca se sabe si una intervencion et si misma es 0 no es un acto analitico, solamente se sabe por uM 7) Término de la pluma de Arturo Jauretche. 32 Ernesto S. SINATRA fectos producidos a posteriori: y, para es0, hay que sopor. tar la espera, hay que saber que en la sesion siguiente, en |, subsiguiente 0 en Ja otra, tal vez, se sabra si Ja intervencién (realizada tuvo 0 NO, efecto de discurso, es decir, como se dice Jyulgarmente si “entré” 0 no lo hizo. : |” Ahora, ya que anticipé algo asi como un interlocutor ima. ginario _similar a ese objetor que tenia Freud en algunos de sus textos— alguien podria decir: pero Lacan no recomenda- ba, acaso, interpretar para situar la transferencia y no al re. fa decir, 0 sea, esperar la transferencia vés como usted parecerl eI para interpretar? Freud decia de la relacién entre transferen- cia e interpretacién, que hay que esperar a que se sitte la J transferencia para interpretar. Lacan viene a decir: la inter- pretacion, sitta la transferencia, ‘pero también al revés, en otro momento de sus escritos. Y podriamos plantear nosotros: gnecesariamente una afirmacién es verdadera y la otra es fal- los e sa? {Son dos maneras de decir: el huevo 0 la gallina? Me parece mas bien que se trata de esta ultima formula- cién. Porque Lacan llega a decir, en sus ultimas ensenanzas, /{ que la transferencia es la interpretacién. Hay una funcidn dia-/ léctica de la interpretacién bajo transferencia. Al interpretar se sittia la transferencia y la transferencia se sitta mediante | la interpretacién y el acto analitico. 4Cémo se localiza al sujeto en las entrevistas? No es dan dole alguna silla que uno lo va a localizar. Es cierto que & preciso interpretar para situar la transferencia; es verdad, pero no es menos cierto que debe existir un sitio —-un espacio transferencial— para producir la interpretacién; por Freud sa- bemos hasta qué punto una interpretacion lanzada fuera ¢° transferencia es salvaje, silvestre. Te eae ahora —volviendo al caso— la interve™ como salvaje; ae ee oa habia sido tan certer™ tamos anoucianas! aa ate de tiempo. us one ae = os lo del valor del tiempo como variable ese” cial a tener en cuenta en las entrevi imi ; si |8 interpretacién no “entra” en el Poses Oe a ocasién: pasa de largo. Y ello eee adecuado = cats curso protagonizado por los guj : le especialmente en ae pero también en muchos otros jetos obsesivos en los anal’ casos, y sobre todo en las ent®” LAS ENTREVISTA PRELIMINARES Y LA ENTRADA EN ANALISIS. 33 vistas preliminares, Por momentos no hay como entrar en lo compacto del discurso con el que alguien se presenta; enton- ces, se trata de cierta sensibilidad del practicante para lograr instalarse en el hueco, apenas eso se muestra para intentar intervenir para descompletar el universo de los dichos. Pero entonces, {como se hace para descompletar el discurso de un obsesivo? En la obsesién consolidada es muy dificil atravesar esa coraza resistencial que se produce a partir de un yo fuerte, en el que se atenaza y a lo que se circunscribe la personalidad del obsesivo; vamos a decir, con todas las comillas del caso: “gCémo horadar esa defensa con la cual é1 nada quiere saber) respecto del lugar que tiene en lo que dice?” £1] sabe lo que dice Uf y de eso no hay nada para decir. \ 4 Intervencién: —“No decir” puede tener caracter de interpretacion. E.S.: Muy bien..El valor de interpretaci6n puede estar si- tuado muchas veces por un silencio. En otros casos, por una palabra, o por un gesto, por un certe de sesién o de entrevista; en otros por una frase que sea cita de lo que acaba de decir el analizante (0 el entrevistado). Es decir, que tampoco para esto hay una garantia absoluta —prét a porter-la que daria el valor de verdad de la intervencién. ,Qué hacer cada vez? Eso esta totalmente determinado por lo que acaezca en ese momento, bajo transferencia, en el dispositivo analitico, y esto es lo que no se puede reglamentar. Hay siempre un riesgo que se pone en juego en el cdlculo interpretativo, por mas célculo que se haga. El acto analitico siempre tiene un margen de error in- evitable. ae El silencio, en ese caso, surtié efecto. El entrevistado vol- vié a cambiar de referente una y otra vez. Continué hablando como si nada, sustituyendo (siempre de modo imperceptible para él) el relato de sus padecimientos con su novia por los su- fridos con su padre, hasta que, finalmente, pude entrar en el hueco, descompletar sus dichospidiéndole alguna precision: lo * interrogué por una particularidad de su nombre, ya que cuan- do se habia presentado telefonicamente habia utilizado uno 34 Ernesto S. SINATRA y, al presentarse en la entrevista, habja empleado dos, Me explica que omite, en general, el primero de ellos, haciéndoge nombrar por el segundo, A continuacién aclara que 8u prime, nombre es el que le ha puesto su padre, ése es el que omite, @| que es en verdad~ el mismo de su abuelo paterno; mientras segundo) ha sido el elegido por gy ue el utilizado por él (el ' 5 nte, evitando toda fisura madre; siguié hablando inmediatame en su relato, dando a entender con un gesto de malestar, que lo verdaderamente importante era lo que él estaba a punto de contar y no lo que el otro le preguntaba: ésta es una verdadera dificultad, especialmente en el tratamiento de la obsesién. Se ubica de este modo un rasgo muy preciso de la obsesién que dificulta, en muchos casos, las entrevistas preliminares, Hay que poder atravesar estos momentos, en los cuales se compacta el discurso del entrevistado de tal forma que no hay como dar lugar a decir algo, a ubicar una interrogacién que pudiera abrir la fijeza de ese discurso, decir alguna palabra que pudiera cambiar la orientacién de la certeza de lo que se dice. Pero a continuacién surgiria, ahora si, un acontecimien- to imprevisto que fue producto de un lapsus decisivo: quiere nombrar a su novia, pero en su lugar pronuncia la primera si- laba del nombre de su padre. Se detiene sorprendido, pretende explicarse, se altera; pero continua, a pesar de todo con su relato. Fue suficiente un gesto de sorpresa por parte mia para motivar su aceleracién logorreica, neutralizandome antes de que yo dijera algo. Es decir, que aunque él mismo habia ma- nifestado serpresa, se molesté por la divisién subjetiva produ- cida, carraspeé y siguié de largo como si nada, comentando la humillacién que le causaba su novia con su negativa, y pasd, age sAaoeas de continuidad, a lanzar una de- ae = a a re ‘as privaciones que le habria hecho sufrit, e , Su padre. ; ee eee an yeouardo que, en oy te borrable (aunque @islado a a d con ese pensamien fe - odio infantil por su padre, para Bree representaciones): ay sin inmutarse- un deseo que h iba stenan ee ae el de que ~de una vez por isis ia reiterado desde su nin ~ su padre se muriera. La ‘S ENTREVISTAS PRELIMINARES Y LA ENTRADA EN ANALISIS 35 Intervine en ese punto para sefialarle —ahora s{- la susti- tuci6n “novia’ /“padre”. Frente a su sorpresa por constatar lo obvio de mi intervencién, descubrié una paradoja: su amada poseia ciertos rasgos que él ya sabia cumplirfan con el ideal de mujer de su padre (lo que implicaria que él habria ofrecido la dama de sus pensamientos a su odiado padre). : En ese momento, y ante su visible emocién, le propuse fi- nalizar la entrevista. Esperé que se incorporara, lo hizo, y me pidié volver, a lo que accedi, ofreciéndole un nuevo horario. Como en otros casos de obsesién: eso siempre esta ahi, fren- te a sus narices: la carta robada esta a su alcance pero no puede servirse de ella. Tenemos, asf, un elemento que permite establecer el valor diferencial de la represién en la histeria y ) en la obsesién. Por lo dicho, en verdad en la obsesién no po- ¢ demos hablar netamente de represi6n, su manifestacién més | proxima es el aislamiento, defensa con la que el sujeto obsesi- vo evita confrontarse con la consecuencia de la proximidad de dos representaciones en su conciencia. Las entrevistas se sucedieron en torno de las privaciones que su padre le habria hecho atravesar, lo que justificaria el odio que le profesaba. Hasta que en una oportunidad jnterrumpi una queja —que parecia querer desplegar hasta_ el infinito— haciéndole notar la retérica de defensa que en- marcaba su relato (cuando su profesién era la de abogado). De todos modos pretendié continuar con su alegato, cuando su atildado discurso fue agujereado por un nuevo lapsas que volvié a sorprenderlo —lapsas producido ahora en sentido in- verso del anterior-: diciendo el nombre de su dama cuando queria decir el de su padre, Nuevamente la sorpresa, luego: un silencio, para finalizar confesando —con vergiienza- lo di- ~ choso que seria “pi al menos una vez”/su padre lo abrazara. Mi” intervencion interrogativa: gsélo una? desencadeno un ante ¥ conmovedor. Las dos cadenas disjuntas (padre-novia) se habian cruzado por la chispa del lapsas. Se recubrian asi dos imposibilidades que las entrevistas permitieron localizar: gozar de su dama, ser amado por su padre. ioné la entrada en analisis. En este punto sanci S. SINATRA 36 Ernesto Comprobamos aqui un modo de Ere In precipitacign del sujeto. La localizacion subjetiva es prot ucida se el acta analit ico introduciendo ta dimensi6n del inconscien e. En Introduccién al método...; J.-A. Miller dira: “Tenemos que permitir al sujeto algunos enganos y no ira buscar, inmediatamente, al sujeto en su fondo para decir que no es verdad, que hay una contradiccién. Al contrario, es preciso permitir, principalmente en las entrevistas pre- liminares, que continue mintiendo un poco en sus propios dichos... La localizacién subjetiva introduce al sujeto en el inconsciente”.* Creo que esta vifieta clinica puede colaborar a demostrar hasta qué punto el analista de la orientacién lacaniana no est4 autorizado a intervenir en el nombre de la verdad abso- luta; ni en el nombre del saber referencial de ninguna teoria (por mas ‘puramente’ lacaniana que fuera), ni en el nombre del padre (consejo, respuesta asertiva, o inmovilidad técnica) que le permitiria ocupar el lugar del Otro que si sabria admi- nistrar lo que hay que hacer cada vez. Ya bastante nuestros entrevistados padecen al Otro desde el lugar que le adjudican desde sus fantasmas, sin saberlo. 26 de marzo de 2002

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