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noviembre 29, 2013LAS SOLUCIONESautoanálisis DON FIDEL

¿Puede uno analizarse a sí mismo? El simple hecho de plantear esta pregunta


hace estremecer de espanto a la mayoría de los psicoanalistas. Sin embargo, el
autoanálisis tiene un precursor de peso en la persona de Sigmund Freud. Antes
de desarrollar su teoría y su método terapéutico, el padre del psicoanálisis
empezó por autoanalizarse. A este respecto escribe: «Mi autoanálisis , cuya
necesidad pronto me pareció muy clara, lo llevé a cabo con la ayuda de varios
de mis propios sueños que me condujeron a través de los acontecimientos de
mi infancia; y hoy soy de la opinión que esta clase de análisis puede bastar a
cualquiera que sea un buen soñador y no sea demasiado normal». Desde luego
Freud estaba entonces bajo el efecto del entusiasmo que siguió a su
«descubrimiento» del psicoanálisis con el cambio de siglo. Posteriormente
dirá que «un verdadero autoanálisis es imposible, si no, no habría
enfermedad».

Para saber en qué medida es posible analizarse a sí mismo es indispensable


profundizar más en detalles en el caso de Freud. Como explica el
psicoanalista Didier Anzieu, Sigmund Freud emprendió su autoanálisis por
múltiples motivos. En el terreno intelectual, toma conciencia de que el
análisis de sus sueños le puede abrir «la completa psicología de las neurosis».
Paralelamente, experimenta en su vida personal una creciente neurosis
depresiva ligada a la muerte de su padre, que le hace estar aquejado, según sus
propias palabras, de «parálisis intelectual». En julio de 1897 el autoanálisis de
sus sueños permite a Freud tomar conciencia de numerosos recuerdos relativos
a su infancia más lejana: apego erótico hacia su madre, violentos celos de su
hermano mayor, crueldad contra su sobrina, cariño hacia su niñera, etc. El
autoanálisis ayudó a Freud a avanzar hacia la resolución de sus problemas
personales, a salir de su depresión y a echar las bases del psicoanálisis. Sin
embargo, Didier Anzieu apunta que algunos rasgos de la personalidad de
Freud —sobre todo las relaciones con su cuñada Minna Bernays, con quien se
encuentra en Roma, ciudad-símbolo de la madre— fueron dejados de lado por
su autoanálisis. Lo que prueba que el autoanálisis (por otra parte, no más que
el mismo psicoanálisis) no es una solución milagrosa. Más generalmente, el
hecho de que el autoanálisis haya sido globalmente un éxito para Freud no
implica que esta técnica sea válida para todo el mundo: en el caso dr Freud l
úe capital el contexto de investigación teórica e impide que hagamos de él un
modelo. Sin embargo, a partir del análisis ile Freud, Karen Horney, una gran
psicoanalista americana, sentó en los años treinta las bases del autoanálisis.
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En su ameno libro, El auto-análisis, Karen Horney fija tres objetivos


principales :

•    expresarse «tan completamente y tan francamente» como sea posible;

•    «tomar conciencia de sus pulsiones inconscientes y de su influencia en su


vida»;

•    «adquirir la facultad de cambiar las actitudes que interfieren las relaciones


consigo mismo y con el mundo exterior».

El autoanálisis da especial prioridad a dos técnicas de investigación personal:

•    La interpretación de los sueños (véase además este artículo), que para


Karen Horney es como para Freud, la «vía principal» —pero no la única—
hacia un mejor conocimiento de sí mismo. Hay que tener cuidado con el hecho
de que «incluso un sueño muy sencillo puede llevar a varías interpretaciones».
Para Karen Horney, los «sueños no dan una imagen fotográfica, estática, de
los sentimientos o de las opiniones, sino que son, en primer lugar, una
expresión de las tendencias. (…) Son el juego de las fuerzas emocionales más
que la exposición de los hechos». Por tanto, no se puede «comprender un
sueño antes de haberlo relacionado con el estímulo que realmente lo ha
provocado».

•    Las libres asociaciones, que nos permiten comprender mejor el sentido de


nuestros trastornos emocionales. «Las observaciones, las asociaciones y las
cuestiones que plantean constituyen el material bruto» del autoanálisis, escribe
Karen Horney, que subraya: «asociar libremente es difícil para cualquiera.
Este procedimiento no contrasta únicamente con nuestras costumbres de
comunicación y con la educación convencional, sino que conlleva dificultades
que diferen según los pacientes». Por ello «las libres asociaciones no hacen
milagros», pudiendo revelar el «modo de funcionamiento de la mente», con la
condición de que se «hagan como hay que hacerlas»… La técnica propuesta
por

Karen Horney para las libres asociaciones es la siguiente: el paciente


«empieza por anotar sencillamente sus asociaciones. Que las anote
mentalmente o que las escriba es una cuestión de preferencias personales».
Los progresos de la tecnología permiten ahora una tercera fórmula: la
grabación en un magnétofono, que hace posible volver a escuchar todo
fácilmente conservando la espontaneidad de la expresión oral. Sin embargo,
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Karen Horney señala su preferencia por las asociaciones escritas: Los


pensamientos se evaden menos fácilmente si se toma la precaución de poner
una señal por cada asociación. Se descubren más fácilmente las desviaciones
del pensamiento. «Pero la mayor ventaja de las asociaciones escritas es que
permiten volver a ver las anotaciones en otro momento», subraya Karen
Horney. La técnica de las asociaciones escritas no debe ser confundida con el
mantenimiento de un diario íntimo (véase este artículo). De hecho, en este
último «habitualmente no se hace ninguna tentativa para penetrar más allá del
nivel consciente». Generalmente, la búsqueda de nuestras motivaciones
inconscientes no va muy lejos en un diario íntimo. Además, «con frecuencia el
diario mira hacia un lector futuro, ya sea el mismo escritor en el porvenir, o un
público más amplio. Toda coquetería de este tipo se desvía inevitablemente de
la honradez primaria». Karen Horney concluye, por tanto, que «nadie puede
contarse a sí mismo y, al mismo tiempo, dejar correr su pensamiento en libres
asociaciones». Lo que escribe el paciente no debe tener más que un único
objetivo: el conocimiento de sí mismo.

La interpretación de los sueños y el recurrir a las libres asociaciones chocan


con fuertes resistencias. Ahí está el principal límite del autoanálisis. Según los
psicoanalistas clásicos, sólo se pueden superar estas resistencias gracias a la
transmisión, es decir, a un desplazamiento sobre la persona del analista. Ahora
bien, la transmisión está ausente por definición del autoanálisis. Esto empuja,
por ejemplo, a Laplanche y Pontalis a concluir en su Diccionario de
psicoanálisis (Labor) que el autoanálisis es simplemente «una forma de
resistencia al psicoanálisis que alimenta el narcisismo y elimina la fuerza
esencial de la cura, es decir, la transmisión».

Sin embargo, Karen Horney persigue evitar el problema proponiendo cierto


número de precauciones, de parapetos, que, según ella, pueden asegurar el
éxito de un autoanálisis:

•    la continuidad del esfuerzo. Para Karen Horney, «la regularidad del trabajo
no es un fin en sí mismo, sino más bien un medio que sirve al doble objetivo
de salvaguardar la continuidad y combatir «las resistencias». Sin embargo, no
se trata de caer en la molestia de rígidos horarios.

•    tener en cuenta no únicamente los momentos de crisis personal, sino


también elementos variados de nuestro comportamiento cotidiano: «Usted
debe aprovechar cualquier ocasión de familiarizarse con su ser».
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•    el deseo de una honradez máxima frente a sí mismo. Sin embargo, Karen


Horney reconoce con buen sentido que «evidentemente hay una diferencia
entre la voluntad de ser honrado y la capacidad de serlo». ¡La honradez no se
ordena!

•    la prioridad de la vida en relación al análisis. En algunos períodos en


particular (trabajo personal, lucha contra dificultades exteriores, prosecución
de una relación afectiva), «el simple proceso de vivir es más importante que el
análisis y contribuye por su parte a su desarrollo».

Igualmente, Karen Horney tiene cuidado en distinguir entre el autoanálisis


sistemático, difícil de poner en práctica, y el autoanálisis ocasional. «Es
posible, mediante un trabajo ocasional consigo mismo, escoger y aislar algún
rendimiento aquí o allá, comprender los factores inmediatamente implicados
en un trastorno y hacer que desaparezca algún síntoma periférico. Pero, para
conseguir cambios esenciales, es necesario trabajar a fondo el conjunto de la
estructura, lo que exige un análisis más sistemático». Por tanto, el autoanálisis
no es más que una «técnica adaptada a las neurosis leves. Sin hablar siquiera
de las psicosis, no hay ninguna duda para (Karen Horney) de que las neurosis
graves deben ser confiadas al experto», dicho de otro modo, al psicoanalista:
«cualquier persona que sufra de trastornos graves debería, antes de meterse en
un autoanálisis, consultar a un especialista».

En su libro “Dios, Shakespeare y yo” Woody Alien denuncia con humor los
excesos del autoanálisis cuando se obstina en interpretar en términos
freudianos acontecimientos triviales y/o inexplicables.

Teniendo en cuenta estas limitaciones, parece razonable reservar el


autoanálisis a tres tipos dé situaciones:

•    el complemento de un análisis normal. A veces es útil efectuar un trabajo


consigo mismo entre las sesiones con el psicoanalista, teniendo cuidado de no
caer en falsas interpretaciones y coartadas;

•    la prolongación de un psicoanálisis provisional o definitivamente


concluido (vacaciones prolongadas, fin de la cura, etc.). De todas maneras, la
mayor parte de los analizados realizan autoanálisis sin saberlo tras el fin de su
psicoanálisis;

•    la búsqueda de un mejor conocimiento de sí mismo para las personas


desprovistas (¡en apariencia!) de problemas psicológicos graves. Entonces el
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autoanálisis puede permitir la solución de algunos problemas, una expansión


de la personalidad. Pero cuidado: por definición es difícil evaluar el estado de
la propia salud psíquica (¡tanto más cuanto que no existe ninguna norma
objetiva en este campo!). Como decía el doctor Knock: «La salud es un estado
precario que no presagia nada bueno». Sin embargo ¡que esto no le disuada de
emprender su autoanálisis!

En resumen, Karen Horney parte del presupuesto (tan difícil de demostrar


como de desmentir) según el cual «nos conocemos mejor nosotros mismos de
lo que ningún extraño puede hacerlo». La psicoanalista americana, sin
embargo, no considera esta técnica como una panacea —lo que también es
verdad para el psicoanálisis «normal». Contrariamente a Freud, Karen Horney
cree en la posibilidad del hombre de mejorarse a sí mismo. Lo cual
corresponde a un optimismo muy americano. Su filosofía insiste
especialmente en el valor del esfuerzo personal y de la voluntad (que en
algunos momentos cae en el voluntarismo). Lo importante para ella es más el
camino que el destino final. Ya que «no existe análisis completo», sea llevado
a cabo individualmente o con psicoanalista. La libertad total, la transparencia
integral, no existen en este bajo mundo. Karen Horney concluye su libro del
siguiente modo: «La idea de un producto humano acabado nos parece no
solamente presuntuosa, sino también desprovista de atractivo. La vida es lucha
y esfuerzo, evolución y crecimiento —y el análisis es uno de los medios que
puede favorecer este proceso—. Las realizaciones positivas son importantes,
desde luego, pero el esfuerzo mismo posee un valor intrínseco. Como dijo
Goethe en su Fausto:

Que el que aspire sin descanso Tenga esperanza en su redención.»

Laurent Samuel

Laurent Samuel

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