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Dante ALIGHIERI Biblioteca de Obras Maestras del Pensamiento De la monarquia Pralogo de: JUAN LAMBIAS DE AZEVEDO ‘Traduecidn directa del latin: Exwesto PaLAcio EDITORIAL LOSADA BUENOS AIRES Alighie, Dame Della monarquia- 1 ed, - Buenos Aires: Losad, 2008, 192 p22 x 18 cn, Biblixeea de Obras Macstas dl Pensamiento) “eaducdo por: Brest Palacio ISBN95005-78434 1, Rasiyo lian. 1, Emesto Palacio, wad. Tilo copes “Tilo del original en latin: Demonia 1 elicibn en Bibliotea de Obras -Macstras del Fensamient agosto de 2005 (© Biol Loads, S.A, Moreno 3362, Buenos Aires 1941 Disibucign Capital Federal: Vaccaro Sincher, Moreno 794 - piso (G09, Buenos Aes, Argentina. Intrirs Disibidora Bertin, Av. Vélex Sarl 1950, (1285), Buenos Aes, Argentina CComposicn yarmado: Tere Ser Libro de eiciin argentina (Queds hecho el dept que dispone la ley 1.723 Impreso en la Argentina Pred n Agena Nota preliminar Nada nos be parecdo més adecuado, para prolagar este lic ro, que el valioso trabajo del doctor Juan Llamas de Azevedo, profesor enla Universidad de Montevideo bier conocido ya por ‘meritorias publicaciones quel van consagrando como uo dels _ jones maestros en su dsciplna, El estudio del doctor lambs “fue leido en la MuestraBiblog fica dela Filosofia catia, que ‘co lngaren Buenos Alves en noviembre de 1939, se publica en su edaecin original. Al agradecer al antor su antorizacn ‘para reproducir su trabajo, debemos agregar la exprsin de ‘nuestro reconocimiento a las antoridades de las Facaliades de Fi- losofiay Tolegta del Colegio Maximo de San Jost, organizado ras dela Muesta citada, las que enteradas de nuestro propésit, Iban accedidogemtlmente la publicacién del escrito a pesar de tener previa insercin en un mimero priximo de la revista Stromata, editada por aguellas Facatades Francisco ROMERO Abril, 1941 m1 a filosofia politica de Dante no ha sido, pues, labo: sada en vano, Su imponente construccién de un imperio universal es, sin dda, un sueiio irealizable, Pero la noble cosadia desu idea y el saldo de problemas y evidencias que conquist6, le han conferide al poeta méximo del cristia- ‘nismo un lugar destacado en el concierto universal de los fil6sofos, Juan LiaMlas De AZEVEDO (Profesor en la Universidad de Montevideo) [381 PRIMER LIBRO Necesidad de la Monarquia 1 Todos los hombres en quienes la naturaleza superior ha infundido el amor a la verdad aspiran principalmente 2 esto: que asi como ellos disfrutan de la riqueza hereda- da de sus antepasados, pueda la posteridad gozar de la ad- Bin icine 7 [ay ats lo ha de saben, primer, que Dio yl mature lea no tacen ca ope, ain que todo o a den te dana & alpina opercibn, No ela ena cada el dio nen la aac del qe eng cuanto es ceador sn aaron ropa dea exec, De Wo aut ren us acion prog. no es par te Sino qo ela rx porla que et rec al et Te, por, nt open ep dl yo Ba ala gue dca tld dos hombre eto liu, tah ondenad yaa que npn borne slau la cas un loo una cud ene pat pueden alan Cal et peracién, se omprener tise detcbre en qué const pain spread humane fda. Etablero, pr ll, qe nga Fer sadele que ptcpan epee tency. pce ‘tprema deca nade eli, Pra, endo dha pre Gia coset de pec ed me a usaf copa per Seances pee Sib, No es, pu a perecion suprera en el hombre Simplemece ade xcs pore cnx valid kn conda ton lox element i de power uma comple, pet Gas bree también en cost ata deer animado, pues lo son as plats iad se seribl, pues Ge esto parcpan los brute sno la de comprendet, por sade lac ple bg ein tae 2 nadie, fora dl hombre, le compete. ues ange hay cars eens que papa del tlie, tno pu tees tin ae preci a pes son intelectual y no ot co you 9 i Compete lo hacen sin inteapcon; de To conti, (43) no serian etemas. Por esto es evident que la perfeccién st ‘prema de la humanidad es la fuerza o virtud intelectiva Y¥ como esta fuerza no puede ser convertida en acto totalmente por un hombre, ni por ninguna de las comu- nidades antes expresadas, es necesario que haya en el gé nero humano una multitud, por cuyo intermedio toda esa potencia sea actuada, Asi, es necesaria tambien la mul- titud en las cosas que se generan, afin de que el poder de toda la materia prima siempre esté bajo el acto; de otro ‘modo, sera una potencia separada del acto lo que es im- posible. ¥ esta sentencia concuerda con Averroes, en su ‘comentario sobre los libros del Alma La potenciaintelec- tiva a que me refiero, no sélo tiende a las formas univer sales, 0 especies, sino también, en cierta extensién, a las particulares. De donde suele decirse que la extensin del intelecto especulativo da origen al. intelecto prictico, cu- yo fin es actuar y hacer, Me refieo con esto al orden de Ia accién, que se regula por la prudencia politica, y al de fabricacién, que se regula por el arte; todo lo cual est al servicio de la especulacién, bien supremo para el que la primera Bondad produjo al género humano. Con fo que se aclara lo que dice la Politica’? “Quienes tienen vigor de inteligencia deben naturalmente comandar a los otros” 4 Ll 64 Veni, 1552. Ris 44) v Se ha declarado suficientemente que Io propio de la coperacin del género humano, considerado en su to dad, es siempre convert en acto la potencia del intelec to posible, ante todo para especula,y luego para obrar en consecuencia Y como lo que conviene a la pate convie- ne al todo, yen el hombre particular ecure que, con a inmovilidad y el deseanso, adquiere prudencia y sabidu- sia, resulta evidente que el nero humano, en la quietud y tranquilidad de la paz, mas libremente y ficilmente po- dui dedicarse a su obra propia, que es casi dina (egin esti escrito: “Hiciste de él poco menos que un angel") De donde aparece manifisto que la paz universal es el inejor de todos los medios ordenados a nuestra felicidad, ‘Asi, cuando se oy6 una voz de atsba sobre los pastores, no les dijo viquezas, ni goces, ni honors, ni larga vida, ni salud, ni fuerza ni belleza: sino paz. La milicia celeste canta: “Gloria a Dios en las alturas y paz en la tera los hombres de buena voluntad"” Ast también: “La paz sea con vosotos" saludaba el Salvador de los hombre. Convenia, sin dda, al sumo Salvador expeesar el supre- smo saludo. Cuya costumbre quisiron conserva sus Di ipulos, y Pablo en sus mensajes, como todos pueden ve- siicarlo, 6 Sumo VI, 6 Epos Hebe, 1,7 (45) vl De lo expresado resulta qué es lo mejor, mas todavia, qué es lo Sptimo para que el género humano realice su cobra propia. Se ha visto que ef medio inmediatamente préximo, conducente a aguello para lo cual, como ilimo fin, nuestra obra esti ordenada, es la paz universal. Esto se adopta como principio de las razones subsiguientes: principio necesario,segin lo dije, como punto de partida y verdad evidentisima en la que ha de resolverse fo que ‘conresponde demostra. vu Resumiendo lo dicho al comienzo, tres problemas se plantean a propésito de la Monarqufa temporal, comiin= ‘mente llamada Impetio, Ios cuales me propongo estudiar cn el orden ya establecido y a la luz del principio adopta- do. El primero es éste: Sila Monarquia temporal es nece- saria para el bien del mundo. Esta proposicién, no obje- tada por fuerza de razén ni de autoridad, puede ser demostrada con s6lidos y clarisimos argumentos; ante to- do, por la autoridad del Fil6sofo en su Politica. Afrma és- te, con su autoridad venerable, que cuando varias cosas cestin ordenadas hacia un fin, conviene que una regule 0 ‘gobieme y que las dems sean reguladas y regidas. Lo cual ¢s creible no sélo por el nombre glorioso del autor, sino también por la raz6n inductiva. Si consideramos a un hombre, vemos que ocurte esto (46) cen dl: que como todas sus fuerzas estin ordenadas hacia Ia felicidad, la fuerza intelectual obra como reguladora y rectora de todas as otras, pues, no siendo asi, no podria alcanzat dicha felicidad, Si consideramos un hogar, cayo fin es preparar el bienestar de todos sus miembros, con- viene igualmente que haya uno que ordene y rija, lama- do padre de familia, o alguien que haga sus veces, segin lo ensefa el Fildsofo “Toda casa es gobernada por el mis viijo". A él Ie cortesponde, como dice Homero, drigit a todos e imponerles leyes. De lo eual se ofigina esta mal- dicign proverbial: “Que tengas un igual en tu casa”. Si consideramos una aldea, cuyo fin es la cooperacién de las personas y las cosas, conviene que tno sea el regulador de Jos dems, bien que haya sido impuesto desde fuera, bien que haya surgido por su propia preeminencia y el consen- timiento de los otros; de lo contrario, no sélo no se alcan- za la mutua asistencia, sino que al cabo, cuando vatios quieren prevalecer, todo se cortompe. Si consideramos tuna ciudad, cuyo fines vivir bien y suficientemente, tam= bién conviene un gobierno tinico; y esto no sélo dentro de la recta politica, sino también de la desviada, Pues cuando ocurte de otto modo, no sélo no se obtiene el fin de la vida civil, sino que la misma ciudad deja de ser lo ‘que era, i consideramos, por tltimo, un reino particular, ceuyo fin es el mismo de la ciudad, con mayor confianza en su tranquilidad, conviene también que haya un Rey aque ria y gabieme; pues de lo contrario, no silo dejan los stibditos de obtener sus fines, sino que hasta el mismo rei- * peu tr) no perece, segin lo afirma la verdad inefable: “Todo rei no dividido seré desolado™” Si, pues, esto ocurre en to- das las cosas que se ordenan a un fin, es verdad lo que se ha establecido anteriormente, ‘Ahora bien; es cierto que todo ef género humano es- ti ordenado a un fin, como ya fue mostrado; por consi- sguiente, convene que haya uno que mande, o eine: y &- te debe ser llamado Monarca o Emperador. Y ast resulta cevidente que, para el bien del mundo, es necesaria la Mo- narqufa, 0 sea el Imperio. va ‘Como la parte ¢s al todo, asi el orden parcial es al to- tal. La parte tiende hacia el todo, como hacia su fin y su perfeccién, El orden de la parte, pues, va hacia el orden del todo, como hacia su fin y su perfeccién. De lo que te- ‘sulta que la bondad del orden parcial no excede a la bon- dad del orden total: sino, mas bien, al contratio. Siendo doble el orden que se encuentra en las cosas, a saber, el orden de las partes entre sly el orden de las partes con res- ppecto a uno que no es parte (como el orden de las partes dde um ejército entre si el de éstas com respecto al gene- ral) el orden de las partes con respecto a uno es mejor, co- ‘mo fin del otro orden; aquel es para éste y no al contr rio. De donde surge que, si la forma de ese orden se encuentra en las partes de la multitud humana, mucho 6 teas, 1 4s) aids debe encontrarse en la multitud misma, en su totali- dad, por la fuerza del silogismo expresado, por ser el of den mejor, ola forma del orden. Manifestindose en todas las partes dela multitud humana, como se ha probado en cl precedente capitulo, se encuentra © debe encontrarse cn la totalidad. ¥ asf todas las partes que constituyen los reinos, y los reinos mismos, deben ser ordenados hacia un Principe o Principado, es decir, el Monarca o Monarquia. 1x ‘Mis aiin: la universalidad humana es un todo con re- lacién a ciertas partes, y una parte con relacion a un todo, Es un todo con relacién a ls reines particulares y a los pueblos, como ya se ha dicho; yes una parte con relacién al universo total, como es obvio. Asi como las partes de la universalidad humana corresponden a su todo, éta de- be corresponder también a su todo. Dichas partes corres- ponden al todo por un principio, como puede colegirse ppor lo que ya se ha dicho; luego, la universalidad huma- na corresponde a su universo, 0 mejor a su Principe, que «es Dios y Monarca, simplemente por un principio unico, ue es el Principe tinico. De lo que resulta que la Monar- quia es necesaria para el bien del mundo, x Y todo es bueno y excelente cuando se conforma a la U9) intencién del primer agente, que es Dios. Lo cual es una cevidencia, salvo para quienes niegan que la bondad divi- na alcance la perfeccién suma. Esti en la intencién de Dios que todo represente una similitud divina, en la me- ida en que lo permita la propia naturaleza. Por lo que se haa dicho: “Hagamos al hombre a nuestra imagen y seme- janza’.! Si bien “a la imagen” no puede decirse de las co ‘sas inferiores al hombre, *a la semejanza" es aplicable a cualquier ser; ya que todo el universo no es sino una som bra de la bondad divina, Luego, el género humano es bue- no y excelente, cuando en todo lo que puede se asemeje a Dios, Pero el género humano se asemeja tanto mis a Dios, cuanto mas es uno; la verdadera razén de la unidad sélo en él se encuentra, Por lo que se ha escrito: “Oye, Is rael, Dios tu Sefior es uno”! ‘Ahora, el género humano es mis uno cuando en un todo se congrega, lo que no puede ocurrir sino cuando sti sujeto totalmente a un Principe, como es obvio. Lue- go, el género humano se asemeja mis a Dios cuando obe- dece a un solo Principe, y por consiguiente, responde mejor a la intencién divina; Io que es conducirse bien y excelentemente, como al comienzo de este capitulo se ha probado. ai 2, 2 Deeonomia, 4 [50] xI De igual modo, todo hijo se conduce bien y excelen- temente cuando imita, en la medida en que su naturaleza lo permite, el ejemplo de un padre perfecto. El género hu- mano ¢s hijo del cielo, que es perfecisimo en todas sus obras; el hombre es engendrado por el hombre y el sol, segiin el segundo libro de la Audicién natural? Luego, el sgénero humano se conduce excelentemente cuando imi ta, en cuanto su naturaleza lo permite, el ejemplo del cie- To. ¥ como el cielo todo esti regulado en todas sus partes por un movimiento tinico, que es el primer mévil, y por ‘un motor dinico, que es Dios, segin la filosofia lo ensefia con evidencia la razéa humana, resulta que, si se 1220- na bien, la humanidad aleanza la excelencia cuando sere gula por un Principe, como tnico motor, y por una ley, como tinico movimiento, De lo que aparece como nece satio pata el bien det mundo que haya una Monarguia, 0 Principado tinico, llamado Imperio. Por esto suspiraba Boecio, cuando deci: 1b, fai especie humana, i rigeraen wuesras almas el amor que rie al cielo! Anite, Rise 12 Dede cma porn met 8 (st) XI Donde puede haber ltigio, debe haber quien lo juz gue; lo contrario sera lo imperfecto sin su propia conrec- cién, cosa imposible, pues Dios y la Naturaleza no fallan cen Io necesatio, Entre dos principes, no sujetos uno al otro, puede haber ltigio, por culpa propia o de los stbli- tos, como es obvio. Luego, conviene que haya quien juz: gue entre los tales. Y como uno no puede procesar al ‘ott, puesto que no le estésujeto (y el igual no tiene im- perio sobre el igual), conviene que haya un tercero con ‘mayor jurisdiccién y que tenga a ambos bajo su poder. Y te sera el Monarca, o no lo seri. Si lo primero, conse: sguimos nuestro propésito; sino, de nuevo habré un igual a aquillos fuera del Ambito de su jurisdiccién; y de mue- vo seri necesario un tercero, Asi, 0 tenemos tn proceso infinito, lo que no es posible; o bien convendei acudir al jez primero y soberano, cuya sentencia dirimiri, media- ta10 inmediatamente, todos los ltigios; yéste ha de ser el “Monarca, o Emperador. La Monarquia es, pues, necesaria para el mundo. Y esta razén Ia veia el Fildsofo, cuando decia: “Los seres no quieren ser mal dispuestos; luego, es mala la pluralidad de principados; por consiguiente, el Principe seré uno”. 18 Magic 0,10 (52) xr Por lo demas, ef mundo esté tanto mejor ordenado, cuanto mis poderosa es en él la justicias por cuya razén Virgilio, queriendo celebrar el siglo que su tiempo vela surgi, cantaba en sus Fleas: Ya omeloe la Virgen, os reinos de Saturno euelven ‘Virgen era el nombre de a Justicia, que también se lla- rmaba Astrea, Los reinos de Satuno se decia de los tiem pos mejores, también lamados de oro. La justicia pode- 10sa existe solamente bajo el Monasca; por lo tanto, para Ja mejor disposicidn del mundo se requiere que haya Mo- narquia, 0 sea Imperio. Para la evidencia de lo precedente, ha de saberse que Ja justicia, considerada en su propia naturaleza, es una cierta rectitud o regla, que excluye la filsedad; en sé mis- sma no soporta regateos ni afiadidos, como la blancura ‘considerada en abstracto. Hay formas que entran en com posicién y poseen una esencia simple y variable, segiin afirma rectamente el Maestro de los seis principios;” re- ciben asi mis 0 menos cualidades de los sujetos a quienes ‘onciernen, segiin mis o menos se mezcle en éstos de sus contrarias. Alli, pues, donde menos se mezcle de contra- Bal m6 ® Gibero del Poe, Giles Peta bipo de Poitiers (107 1158, autor del Lid spi, clio ems Edad Meta Acusado dz hers or San Bema se dois foro considera aes, pom bo ertaca, exe proce qe le iso intr el Paps Bogen I 153] rio a la justicia, ya en el habito, ya en la operacién, sers donde aquélla resultari mis podcrosa. Y entonces podra decrse de ella lo que dice el Filésofo:' "Ni la estrella ves: pertina ni Jépiter son tan admirables”. Es, pues, semejan- te a la Luna, cuando contempla desde el horizonte a su hermano naciente, en Ta purpirea serenidad matinal Porlo que respecta al habito la justciasuele encontrar contratiedad en el querer; pues cuando la voluntad no se haa despojado de todo apetito, aunque lajustica exista, no existe en el fulgor de su pureza, pues el sujeto en algin gra- do la resiste: por Jo cual debe rechazarse a aquellos que perturban el énimo del juez. Por lo que respecta a la ope- ‘acién, la justica tiene su contrario en el poder, pues sien- do una virtud al servicio de otros, Zeémo obrar segin sus dictados, sino se tiene el poder de dar a cada uno lo su- yo? De donde resulta que, cuanto mis fuerte sea el justo, tanto mis amplia seri la accién de la justica De lo expresado, se arguye ai plenitud en este mundo cuando la imparte un sujeto de voluntad sin trabas y de sumo poder; estas condiciones las posee solamente el Monarca; por consiguiente, slo bajo Ja Monarquia la justiciaaleanza su plenitud, Este prosilo- sgismo corre por segunda figura, con negacién intrinseca, y igual a éste: Todo B es A, sélo C es A; por consiguien: te, solo C es B, O, lo que es lo mismo: Todo B es As na- da, salvo C, es A; por consiguiente, nada, salvo C, es B. La primera proposicién se evidencia por la declara- cién precedente; la otra se prueba asi: primero, en cuan- justiciaalcanza su com, v3 [54] to al querer, y luego, en cuanto al poder. Para lo primero, cs de advertir que lo que mis contraria la justcia son los apetitos,segin lo muestra Arist6teles en el quinto libro a ‘Nieémaco. Removidos aquéllos, nada se le opone; de don- de la sentencia del Fildsofo:!” lo que puede ser determi- nado por la ley, no debe dejarse al atbtrio de los jueces; y esto, por temor a los apetitos, que ficilmente desvian la ‘mente de los hombres. Donde no hay nada que pueda ser descado, es imposible que haya apetto; destruidos los ob: jetos de la pasion, ésta desaparece. El Monarca no tiene nnada que desea, pues su jurisdiccién termina en el Océa- no, lo que no ocurte con los otros principes, cuyos prin-

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