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i aaa CONCURSO DE BIOGRAFIAS Y ENSAYOS ‘URUGUAYOS NOTABLES CARLOS MARIA DOMINGUEZ MeN CTON Onetti, el pasajero del desarraigo (Primera parte) E36 31 dejo de 198, van Carlos Onetti ha fundado una lite- J ratura una ciudad y una leyenda, La au- tenticidad de su escritura, pero también su desarraigo, la exploracién del deseo y del fracaso, inauguraron una nueva den- sidad literaria en el mapa de las letras his- panoamericanas, a leyenda ubica a Onetti del lado de la noche, del alcohol y las mujeres, en el olimpo de una indiferencia cultivada por desprecio hacia las formas domeésticas de la sensibilidad. En incontables, esquivas entrevista, ha dado sefales de una historia personal de perfiles tan fascinantes como cualquiera de sus cuentos y novelas, ofrecida yescamoteada con la misma Togica de sus fcciones. Su reclusién volunta- riaen una cama, suhosquedad, su falta de com- promisos con el mundo literario, contribuye- ron a ensanchar el misterio que lo rodeé a lo largo de su vida ‘Durante sus iltimos afios yen particulara partir de su exilio en Madrid, en 1975, Onetti habité el mundo de sus ficciones, final de un recorrido que lo lev6 a ingresar en su propia ‘obra como un personaje més. Tabajé dura- ‘mente para construir una realidad altermativa «que lo contuviera de un modo més firme y ‘mis honesto que las formas equivocas de la cotidianidad. Pero a diferencia de otros escri- tores, nunca compensé en las audacias de la literatura el miedo a la vida. El hombre que imaginé la ciudad de Santa Maria la cre6 ire- denta, lo suficientemente duradera para que pudiera recibirlo en sus bares y olvdarlo un dia, como cualquier ciudad indiferente al tra- siego de sus habitantes. ‘Onetticres una geografia propia, un mun- do que expandié las fronteras del Uruguay en Ja sensbilidad de millones de lectores al pun- to que dificilmente el pais exhiba hoy su inte~ sgridad sin ln trama de sus relatos y ficciones, Los comienzos del viaje La infancia y adolescencia de Onett, di- bbujadas sobre cl mapa del Uruguay, exhiben 1una dobleinelinacién por a lectara lasaven- ‘turas barrales. Naci el | de julio de 1909 en tuna fumilia de la humilde clase media monte videana, trastadada al barrio Sur de Montevi- deo de8de la frontera con Brasil, donde sus padresse conocieron, Dion Carlos Onettaten- diaencl pueblo de Quaraf un almacén de ra- ‘mos generales. Honoria Borges, ciada en el sur de Brasil, legaba alla visitar sus parien- tes. El matrimonio se trasladé luego a Mon- tevideo, donde nacié Rail, dos afios mayor aque Juan Carlos, y dos aos més tarde quel. Ambos escucharon ls primeros relatos ‘rales de su hermano, susurrados en la noc- tuma oscuridad hogarefia. Cada noche los cuentosreproductan las alternativas de la gue sa iniciada en 1914, que Onettleiaen el dia- rio familiar y luego transformaba en episo- dios protagonizades por insectos. El interior de un viejo ropero, un gato y un libro amparaban buena parte de su tiem- ‘po, alternado con las obligaciones escolates y los partidos de fitbol, en los que participaba ‘comomiembro de cub de Sandoksn, enfren- tado in terme al del Corsario Negro. Durante los afios de la Primera Guerra Mundial ya segunda presidencia de José Batlle xy Ord6fiez, Uruguay conocié un perfodo de éxpansién écondmica fortalecido por sus ex- portaciones agropecuarias a los Aliados y la valorizacion de su moneda, Pero el final dela guerra significé un cambio radical de la situa- ién econémica. La balanza comercial sufrié ‘un colapso que obligé al gobierno a tomar ddristicas medidas Parala familia Onett que viviade un suel- do estatal de cien pesos mensuaes, la situa- cién se hizo insostenible. De un dia para otro el alquiler de la calle Dante, en donde vivian ‘desde hacia siete afios, pas6 de 30 pesos men- suales 2 60. Los 40 pesos que restaban del sueldo aconsejaban buscar una salida a la situaci6n. Y la salida foe mudarse en 1922 al barrio de Colén, donde habitaron una ‘maodesta casa de la calle Besnes Trigoyen. ‘Onett tenia trece afios de edad y acababa de rendir examen de ingreso al liceo Vi ‘Acevedo con ‘Regular defciente’. A poco de iniciado el primer ao interrumpié sus estu~ dios, pero no su pasién por la lectura, que a falta de ropero, encontr6 refugio en el pozo de un aljibe, a donde bajaba en las siestas del ‘verano provisto de un silén de mimbre, una jaa de limonada y un libro bajo el brazo. La Tectura de l coleccién completa de Las acen- snurasdeFantemas,en poder de un pariente que vivia en Sayago y sélo le prestaba un tomo por ver, para lo cual debia recorrera pie cinco Ialémetros de ida y otros tantos de vuelta, anunciaba una avidez por los mundos imagi- rnarios que no irfa a detenerse. Dos modelos alentaron en secreto un hébito que Onetti haria suyo aftos después: el pariente que le prestaba la coleccién de Fantomas lo reci- invariablemente, leendo en una cama; el padre, don Carlos Onetti, con su coti- diana lectura de novelas policiales recosta~ do en su dormitorio, completaba una figu- a que el tiempo convertiria en iconografia tipicamente onettiana. tone REST Juan Carlos adoraba a sus padres y recor- daba con gozo el amor que os reunia, aunque su situacion en la familia no fuera del todo ccomoda. La madre preferiaal hijo mayor, que habia nacido sietemesino, y el padre a su hija Las bondades de la vida hogareia, de la que ‘Onetti participaba activamente, compensaba ccon creces sus celosinfantiles, En su juventud practicé atletismo en el Parque dels Aliados, bisquetboly remo. Pero has dificultades econémicas de la familia lo obligaron pronto a solventar sus gastos y las salidascon sus amigos. Fntresus primeros ra- bajos fue ayudante del padre de Zelmar Mi- chelini. Entonces os Michelin vivé casa de altos en San José y Cuareim, donde el jefe de familia desarrollaba su profesin de dentista en un pequeio consultorio. All nett atendia a la puerta y reciba a los cientes. Pero sin vocaci6n para meterse en boeas ajenas se emples mis tarde en una em- ppresa representante de neumaticos, También prob suerte como albafil y trabajé un tiem po de mozo en la cantina del Ministerio de Salud Piiblica. La desercién del liceo lo con- ddenaba a trabajos de poca relevancia en los que solo exigian la primaria completa, y muy ppocos estaban dispuestos a confiar en sucapa~ dad sin un ttalo que la acreditaa. Primero en Montevideo, y luego en Co- én, Onetti habia vivido una infancia feliz que Iegaba a su extremo convirtiendo sus vicisi- tudes en una dificultad. Podia decirle adiés a suniiez. Lo que no podia era erigir un dest no sobre sus ruinas. En marzo de 1928 funds ‘con sus amigos Juan Andrés Carril y Luis "Antonio Urta una revista local lamada La Ti- E98 31 devo de 198 jena de Colin, donde publics sus primeros re- Tatos: ‘La derrota de Don Juan’, ‘Crénica de ‘unos amores roménticos (Canto para niftas sentimentales), ‘David el platonico’; y es- cribié una parodia de Otelo que represents con éxito en el pueblo, interpretando el papel del cinico Yago. El afo 1929 cambiaria definitivamente la adolescencia de Onetti. E120 de octubre fa Ileci6 José Batlle y Ordéier, el lider de las grandes reformas Sociales que dieron al Uru- ‘guay su perfil democritico y proggresista, Ocu- paba a presidencia Baltasar Brum, Pero Juan Carlos tenia la expectativa depositada en st ‘nuevo héroe, Lenin, y sofiaba con viajar a la ‘Unién Soviética para ver con ss propios 00s fh construcci6n del socialismo. Colmado de entusiasmo, un dia junt6 valor y pidi6 una entrevista con el embajador en Montevideo. EI hombre escuch6 con interés las razones que le expuso Onetti para viajar a otro lado del mundo. Cuando termind, el embajador csboz6 una breve sonrisay le pregumté si sa- bia ruso. Onetti le contesté que ni una pala- ‘bra, pero estaba decidido a aprender a gra- ‘atica. Entoncesel hombre qued mirindolo, movié tristemente la cabeza y dijo “catorce declinaciones..”, como si recordara la frase dle Chejov: “que lejos esti San Petersburgo”. Resignado, Onetti comprendié que su pasaje no ibaa provenir de la embajada. Mientras su viaje 2 Rusia se demoraba, le consiguieron un caballo y un trabajo como encuestador en el censo de Colén Con el cobro de su jornal le comprd a su madre y a su hermana dos pasajes en tren para que pasaran las fiestas de fin de aio con la farilia materna, residente en Ati gas. Cuando regresaron, algo habia sacu- dido de rafz los planes de Onetti. Dos de sus primas habian llegado de Buenos Aires para visitar a sus parientes de Sayago. Se habia enamorado de la mayor, Maria Ama- lia, No hubo reparos a la urgencia juvenil ‘se mismo verano se casaron en Buenos Aires. Onetti tenia 21 aos En plena crisis del afio 30, Buenos Ai- res le mostré In primera cara del fracaso. Onetsi gambetes la pobreza como mozo de café, empleado de una gomeria, pintor de paredes y vendedor de miquinas de cal- cular, En 1931 nacié su hijo Jorge, pero su ‘matrimonio fue languideciendo en Ia intemperie econémica, descrita en las primeras paginas de su tlti- ma novela, Cuando ya no importe De aquellos aitos datan sus primeros relatos cortos, la tem prana version de El pozo y de Tiempo de abrazar, que habia de cextraviar. La escritura debia de- volverle sentido a la frustracién que lo embargaba frente a las for- ‘mas maduras de la vida. ‘Empleado en una fibrica de silos para las cooperativas agrarias, cono~ G6 a un joven al que todos Iamaban Ramonciiio y utilizaba el trabajo como pantalla para ocultar que re- genteaba varias prostintas. Lo en- contr lorando una tarde en el bar de la esquina, apesadumbrado por la rmerte ce un macté que defendia los territorios argentinos de los proxe- nnetas marselleses. Fl hombre le dio Iaprimera imagen de uno de sus per sonajes mis queridos: Larsen, Por sila suerte premiaba su insensatez de imaginar historias, hacia fines de 1932 escribio un cuento y lo envis a la redaccién de La Prensa, que por entonces organizaba su concurso literario. Seleccionaron diez textos, entre ellos Avenida de Mayo-Diago- rnida de Mayo, que fue publicado el dia de 1933. Era la primera vez que en un diario de gran tirada y el premio sostuvo su amor propio, un tanto ‘altrecho por su errante situacidn laboral y el irreversible derrumbe de su matrimo- hio, que lo llev6 de regreso a Montevideo al afo siguiente Pero no regresé solo sino acompaitado de ln hermana de Maria Amalia, Maria Julia, quien convertiria ese aio en su segunda espo- sa. En los primeros tiempas su hermana Ra- {quel le pags el hospedaje en una pensin y le ps6 alimentos hasta que Onetti consigui6 ingresar como vendedor de entradas en las Doleterias del Estadio Centenario, un trabajo que result6 mis redituable de lo que espera- ba, *Me rendia mucho dinero, porque eran tan brutos los tipos que no esperaban el cam- bio. ‘Trafan blletes de cinco pesos, yo les daba Ia entrada, y entonces salian corriendo para no perders® nada. Se ofan los aulidos de la multitud y rajaban, No sabian de qué cua- dro era el gol, y se iban dejindome el re- manente de dinero, de la estupider. huma- na, Habia dias de Ilavia en que os veia llegar Yy pensaba: pero no tendrén un amorcito para pasarse el domingo metidos en la ca- trera, oyendola luvia en el techo de zine..” PL remanente de la estupidez no era un beneficio al que Onetti se fuera a encade- nar. Poco después entré al Servicio Ofcfal de Semillas, un empleo piblico y solitario ‘que requeria de su musculacura pero le de~ jaba tiempo suficiente para meditar, leer y aun para escribir. Le encargaron la custo~ dia de una tolva en la que debia verter una bolsa de semillas de tanto en tanto. Aislado del trafico de la ciudad, que llegaba hasta alli s6lo como un rumor, sin otros compa- fieros de trabajo, pasaba la mayoria del tiempo en la casilla ubieada junto a la tolva, con un libro en las manos 0 garabateando en un papel sucio de polvo las paginas de su novela Tiempo de abrazar. De a ratos se oe SS BINA CON 5 echaba una bolsa al hombro, iba hasta la maquina, la alimentaba y volvia ala penum- bbra de la casilla, en la que permanecia solo todo el tiempo. El trabajo tenia todas las comodidades que podia ofrecer Montevi- deo a una proletaria vida de escritor. Cual- quier sujeto podia escribir ali una novela, un dia baleado en un rincén n que nadie fuera a reclamarle nada indo se cans6 de aquello ingresé en una concesionaria de automotores, con cuyo duetio, un turco apellidado Jorge, trabé una estrechay sostentda amistad. De las debifidades de un mundo que se mostraba como no era y se comporta- ba como en apariencia desmentia, Onetti extrafa la materia de sus historias con las que iba construyendo una manera perso- nal de tomar fa palabra. Escribir habia co- menzado a ser un vicio, una mania, una manera de la felicidad privada, indiferente aun destino profesional que, aunque alentado por la publicacién de sus prime ros cuentos en fa prensa porteita, todavia se mantenfa distante. Fn 1934 Onettilievé su novela Tiempo de abrazar a Roberto Arlt, quien por en- tonces trabajaba en el diario EY Mundo, de Am et Buenos Aires. Pasaba una temporada en la ceasa de su amigo Italo Constantini (Kos: tia), quien después de leerla le dijo: “La novela es buena. Hay que publicarla, Ma- fiana vamos a ver a Arie" Kostia era la oveja negra de una adinerada, propietaria de una cadena de rerias, que Ie pasaba dinero siempre y cu: do se mantuviera 2 una prudente distancia del negocio. Habia crecido con Arlt en el barrio de Flores, conocia a muchos prota~ gonistas de Los siete laws y Los lanzallamas, Compartia con él una vieja amistad e inva riablemente se tiraba la ceniza de los ciga~ rrillos en la solapa, A los reparos timidos de Onetti, Kostia contest6: “Artes un gran novelista. Pero ‘dia lo que podemos llamar literatura en ‘tre comillas. Y tu librito, por lo menos, esta limpio de eso, No te preocupes, lo mis pro- bable es que te mande a la mierda” Cuando Kostia entré a Ia oficina de su amigo en el diario, acompafiado de un ma~ nuscrito que trafa de regalo un parvulo de 25 afios, Arlt acababa de mesarse el me~ chén de’pelo voeado sobre su frente y ha- fa cuentas sobre cl dinero que necesitaria a fabricar medias de seda irrompibles. smo para hacer algo, Onetti le ofteci6 su PROMOCION tarifa empresarial de lunes a viernes 20 i SARIN AE oel modelo que mejor le combine. MAS QUE UN AUTO, ‘ALQUILE UNA EMPRESA Bvar. Artigas 1875 Tel: 401 0575* atm rl PO aah neh“ 39 paguete de cigarrillos, pero Arlt lo deseché ‘con un gesto silencioso, dndose tiempo para mirarlo y calcular en qué kilometro se le acabarfa la gasolina. Tenia un método del que se ufanaba. A diferencia de sus cole- gas, que cuando les levaban un manus- rito para leer ponian trabas tan corteses como desinteresadas, se dedicaba a con- seguirle al nuevo genio toda clase de fa- cilidades para que publicara. EI método no fallaba. Un afio 0 dos y el tipo ya no tenia nada mas que decir, enmudecia y regresaba a lo suyo cargando con la vani- dad de su aventura literaria, Después de un inedmodo silencio en el aque Onetti se inhibi6 de confesar admira- ciones y halagos, Arle tomé el manuscrito con pereza y dijo: “assf que usted escribié ‘una novela y Kostia dice que esti bien y yo tengo que conseguirle un imprentero”. Comenz6 a leerla por fragmentos, saltea do cinco y diez. paginas, como quien hojea tuna revista cualquiera para medir el tiem- po en que demoraré en llegar al canasto. Un atio de trabajo, pensaba Onetti, y éte lia quiere leer en diez minutos, Finalmente Arlt abandoné el manus- crito sobre el eseritorio y le dijo a Kost que fumaba ~en apariencia ajeno a la si- tuaci6n- en un rineén de la oficina —Dessime vos Kosstia, zyo publiqué una novela este aio? ;Ninguna. Amunciste pero no pasé Empezé a echarle la culpa a las ‘Agua~ fuertes’ sin ninguna necesidad, hablando de ellas con un exhibicionismo pueril que el gesto compadrito adelantaba. Cuando re- até diciendo: “entonces, si estés seguro de que no publiqué ninggin libro este aiio, lo que acabo de leer es la mejor novela que se escribié en Buenos Aires este affo tene- mos que publicarla”, Onetti quiso desapa recer. Podia ser un parvulo a la vista del gran escritor, pero no Jo suficientemente idiota para omitir que la amnesia y toda Ia escena habia sido fingida con groseria Algo de esa hostilidad sintié el otro, por {que enseguida puso una mano sobre el manuscrito y lo ataj6: “Claro, usted piensa {que lo estoy cachando y tiene ganas de putearme. Pero no esasi. Vea: cuando me aleanza el dinero para comprar libros, me voy a cualquier libreria de la calle Co rrientes. Y no necesito hacer més que esto, hojear, para estar seguro de si una novela es buena o no. La suya es buena y ahora vamos @ tomar algo para festejar y divertienos hablando de los coleg: En la conversacién que mantuvieron en el café de Rivadavia y Rio de Janeiro, a po- ‘cos pasos del edificio de EZ Mumdo, Arlecit6 ‘con precision y se burlé de la mayoria de los eseritores argentinos que impostaban tuna retérica literaria propia de principios desiglo. Onetti le estudiaba la soberbia advertia que lejos de guiarlo la envidi ponfa muchos de los supuestos que soste~ hian su obra, plenamente compartidos. En aquella oportunidad nacié una amistad que Jos volvid a reunir en unas pocas ocasiones. Pero Onetti admiraba mis sus libros que su personalidad, Evocéndolo en el prdlogo a Los sete loos, seal: *..e\ pobre hombre se defendis inventando medias irrompibles, rosas etemas, motores de superexplosi6n, gases para concluir con una ciudad. Pero fracaso siempre y tal vez de abi irrumpie- ran en este libro metiforas industriales, quimicas, geométricas. Me consta que tuvo fe y que trabajé en sus fantasfas con serie- ‘dad y métodos germanos. Pero habia naci- do para eseribir sus desdichas infantiles, adolescentes, adultas. Lo hizo con rabia y con genio, cosas que le sobraban”, (Continuard...) ORMATIVA EL DIA A DIA EN NOTICIAS 2%= "Noticias de nuestro pais y del mundo, con los servicios naticiosos intemacionales de CNN. ‘Y desde ahora con el servicio meteorol6gico internacional Accu Weather, denorinado por ‘elNew York Times como 'sin dul, e! servicio més eficlente en prondsticos meteorolégicos’ accu Reao ata Exclusivo para el interior, aportard prondstcos a5 dias yy fecomiendaciones especiales para la actividad agropecuaria. DOMINGO AVIERNES PRIMERA EDICON 13 hs. PORAREY POR CABLE, ENLARED oe TODO UN PAIS. REDURVGUAYADETELEVSON TEL: 209 24 25, Fax 208 26 26 _enalinetgadretomy ee CARLOS MARIA DOMINGUEZ MEN CTON 18 Y Onetti, el pasajero del desarraigo 1 Jos primeros tiempos de su segunda sidn de la calle Basavilbaso, aunque la ‘mayor parte de sus horas libres transcurria en bares yeafetines de fa avenida Corrientes. En ellos frecuentaria a muchos personajes de la Vida noctuma, luego incorporados al mundo de su fccién, En el foro se reunia con una barra de periodistas e intelectuales, Ceba, Raffo, el poeta Len Kopp, Matilde Zagals” ky, quien aftos ms tarde tradujo El sei de a amills, de Tolkien. Pero antes 0 después se daba una vuelta por el Politeama, un café al «que concurrian actrices de los teatros am: ‘eur, buscadores de fortuna, profesionales de la vocacién y la pobreza; entre ellos Evita, «quien seria la primera dama del peronistno y por entonces buscaba un destino entre los tr bajadores de la radio. En Reuter, Onetti era conocido como un jefe responsable y silencioso que leit y corre si, luego de resumidos por los redactore, los cables salidos dela teetipo desde el frente dde guerra. Fl inicial temor de los empleados dio paso al reconocimiento de una casi enfer miza timidez, un humor fino y corrosivo que no todos en ni toleraban, Gierto dia, una secretaria cometié la im. prudencia de’atentar contra el orgullo del mperio brtinico y de convertirseen la terce- ma esposa de Onetti, Holandes, flaca, muy alta y erguida, a los dieciocho aiios Elizabeth Maria Pekelharing parecia “un palo curiosa- ‘mente animado”, “un dibujo hecho de alam- bre”, aseguran algunos compafteros. Hija del director de la empresa Philips habia legado al pais hacia cuatro afios. Sus ojos claros y el rostro leno de pecasalentaban el apodo de La Peke, que coincidia con las primeras letras,

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