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LAS NIÑAS
Nueva era
Parece muy tranquila, muy centrada, muy callada y, sin embargo, sus ojos
siguen clavados en el horizonte.
Nada más verla ya crees que lo sabes todo de ella, pero todo cuanto crees
saber es erróneo. La pasión fluye por sus venas como un río de sangre.
Sólo apartó la vista un momento, su máscara se desprendió, y tú caíste.
Tu futuro entero empieza en ese mismo instante.
La madre de Bonnie
Extraño
Silencio
Amor
Tiempo
No es que ella esté esperando. No exactamente. Es más bien que los años
ya no significan nada para ella, que ni los sueños ni la calle pueden
conmoverla.
Permanece en los márgenes del tiempo, implacable, incólume, más allá de
todo, y un buen día abrirás los ojos y la verás; y justo después, la oscuridad.
No será como recoger la cosecha. Más bien te arrancará, suavemente,
como si fueras una pluma o una flor para adornar su cabello.
Serpiente de cascabel
Corazón de Oro
... de la otra.
Hermanas, quizá gemelas, o a lo mejor primas. Es imposible saberlo sin
ver sus certificados de nacimiento, los auténticos, no los que usan para
obtener carnés falsos.
Así es como se ganan la vida. Entran, cogen lo que necesitan y vuelven a
salir.
No es nada glamuroso. Es sólo un trabajo. Puede que sus actividades no
sean del todo legales. Es sólo un trabajo.
Son demasiado listas para esto, y están demasiado cansadas. Comparten
la ropa, las pelucas, el maquillaje, los cigarrillos. Siguen adelante, sin
descanso, siempre de caza. Dos mentes. Un solo corazón.
A veces incluso terminan las frases...
En la ducha, mientras deja que el agua resbale por su piel, que la limpie,
que lo limpie todo, se da cuenta de repente de que lo que lo hizo todo más
difícil fue aquel olor que le recordó a su propio instituto.
Había recorrido los pasillos, con el corazón latiendo desbocado dentro de
su pecho, oliendo aquel olor a instituto, que le hizo revivirlo todo.
Apenas hace, ¿cuánto?, seis años, quizá menos, que se pasaba la vida
corriendo de la taquilla al aula, que veía llorar y protestar a sus amigas,
obsesionadas con las burlas y los motes y las mil calamidades que acechan a
los desvalidos. Ninguna de ellas había llegado nunca tan lejos.
Encontró su primer cadáver en el rellano de una escalera.
Aquella noche, después de la ducha —que no pudo limpiar todo lo que
tenía que eliminar, no del todo—, dijo a su marido:
—Tengo miedo.
—¿De qué?
—Este trabajo me está endureciendo. Me está convirtiendo en otra
persona. En alguien a quien ya no conozco.
Él la atrajo hacia sí y la abrazó, y así se quedaron, piel contra piel, hasta
el amanecer.
Felicidad
Días de sangre
Hombres de verdad