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DEDICATORIA Amiesposa, Holly y a nuestros tres hijos, Kevin, Amy y Micaela. Si el Sefior no hubiera estado de nuestra parte —dque lo repita ahora Israel—, si el Sehor no hubiera estado de nuestra parte cuando todo el mundo se levant6 contra nosotros, nos habrian tragado vivos al encenderse su furor contra nosotros; nos habrian inundado las aguas, el torrente nos habria arrastrado, jnos habrian arrastrado las aguas turbulentas! Bendito sea el Sefior, que no dejo que nos despedazaran con sus dientes. Como las aves, hemos escapado de la trampa del cazador; jla tampa se rompid, y nosotros escapamos! Nuestra ayuda estd en el nombre del Sefior, creador del cielo y de la tierra. Salmo 124 Cantico de los peregrinos. De David. AGRADECIMIENTOS De Doru Antes que nada, quiero agradecer a Dios, quien es el autor verdadero de esta historia. Sin él, este libro no existiria. Seguidamente, quiero agra- decer a mi angel guardian, quien me dio la noticia de la pronta llegada de mi padre. Nunca voy a olvidar el mensaje, ni voy a olvidar el honor de ver a un angel con mis propios ojos. Me gustaria expresar mi agradecimiento especial a Martha Simader por todo lo que hizo ajios atrés para ayudar a dos refugiados que lu- chaban. Su apoyo, sin egoismo, nos proveyé a mi padre y a mi un puen- te de valor incalculable para empezar nuestra vida en Austria. También agradezco al donante andénimo que pagé un afo de mis estudios en Bogenhofen. Si usted est leyendo este libro, por favor reciba un gran agradecimiento de mi parte. Ademas, quiero agradecer a Kara por ser el poder motivador detras de este libro. Le agradezco por todas las horas que invirtié en escribir mi historia. Usted nunca se molesto con mis repetidas correcciones. Usted ha hecho de este libro una realidad. Por Ultimo, pero no en importancia, agradezco a Penny Estes Wheeler, la editora, por su paciencia y ayuda para refinar el manuscrito. De Kara Me gustaria agradecer a Dios por darme la oportunidad de lograr mi suefio de toda la vida de escribir un libro en mi juventud. También le agradezco a Dios por ayudar a Doru a recordar los muchos detalles de su huida, que aparecen en este libro. Un agradecimiento a él por permitirme escribir este libro, y por todas las horas que utilizé explicando detalles y revisando el manuscrito. Un gran agradecimiento a mi hermana Holly, por ser buena traductora. Ella ayud6 coordinando las respuestas a preguntas y enviandome lo editado. iHolly, este libro no hubiera existido sin tu ayuda! También quiero agradecer a aquellos que contribuyeron con el ma- nuscrito en varias ocasiones: mi madre, Jeannine Kerbs; mis amigos Amy Manly, Keren Lawrence, y Dan y Pauline Nichols. Capitu CONTENIDO Capitul Capitulo 5.. Capitu Capitu! Capitulo Capitu Capitu Capitulo 11 Capitul 0 4... 0 6. 0 7... 09. 012 Capitulo 13 ...ecssssesssseeessssseseeneessneeeennsssseesesussssesnsvusssessnnesseeeieet Capitu Capitu Capitulo 16... 0 14...... 015.. Epil go..ssssssssssssssssssssssseeetsnnnnnecernsssensensnssnessonunnnneecnnnnneneetes | Czechoslovakia, Naw, “i Lota ¢ Berenson veszerem! ss somocy ¢ : rt AV csoncrd0 pb enn atte DN Te osc: CAPITULO 1 Bucarest, 23 de agosto de 1984. L AIRE ESTABA CALIENTE Y HUMEDO. Distraidamente quité unas go- tas de transpiracion que corrian por mi mejilla mientas me sentaba a Ja sombra del estadio, esperando que Nicolae Ceausescu terminara su discurso. Rumania estaba celebrando el Dia Nacional. Este afio se cumplia el 40° aniversario de nuestra liberacion del control nazi. El estadio -llamado “23 de agosto”, para recordar la fecha de la liberacin- estaba repleto de ciuda- danos; y las camaras de television capturaron el evento, transmitiendo la primera emision en colores en la historia de Rumania. Levanté un poco mis brazos para dejar que la brisa tranquila refrescara mi piel humeda. Alos veinte anos, formaba parte de un grupo de hombres militares que esperaban, junto con otros cientos de civiles, realizar aproximadamente 800 movimientos de marcha sincronizada al compas de las canciones pa- trias. Habia tomado meses de practicas diarias de seis horas para aprender todos los movimientos. El propio hermano de Nicolae Ceausescu habia ve- nidoa practicar para controlarnos, a fin de asegurarse que estabamos listos para actuar. Ahora estabamos todos silenciosamente sentados, vestidos con nues- tros trajes combinados de pantalones blancos y camisas de mangas largas con espaldas anaranjadas y frentes celestes, esperando para hacer nuestra entrada. Dentro del estadio estaba de pie el mundialmente aclamado “buen” lider comunista. Aun los presidentes americanos creian que Ceausescu era un lider politico mas. Los rumanos se hacian resistentes bajo el Comunismo, al menos, eso era lo que los otros paises pensaban. Y lajuventud rumana, lo mejor de lo mejor, habia preparado voluntaria- mente este programa completo para rendir honor al camarada Ceausescu y al Comunismo, al menos, eso era lo que la radio decia. Pero los ciudada- nos rumanos, como yo, sabiamos mas. 3 10 UNA VIA DE ESCAPE Ceausescu proclamaba haber sido electo democraticamente por la gente. En realidad, las urnas electorales estaban arregladas para que él ga- nara. Las promesas electorales que hizo para resolver diferentes problemas humanitarios no fueron cumplidas. Al contrario, las iglesias fueron destrui- das y los pastores enviados a prision. Incluso algunos fueron asesinados. A pesar de ello, Ceausescu recibia visitas de presidentes americanos y viajé a los EE.UU., mientras mantenia el mito de que su gobierno no practicaba las creencias comunistas. Con un crescendo, Ceausescu terminé su discurso. Repentinamente el estadio irrumpié en hurras, los asistentes cantaban esléganes politicos y aclamaban: “jCeausescu! ;Ceausescu!”. También coreaban en rumano las iniciales PCR: “Pei Chei Rei’, por “Partidul Comunist Roman’, que significa Partido Comunista Rumano. A través de la enorme entrada al estadio; vi el ondear de miles de ban- deras rumanas, mientras la multitud aplaudia enérgicamente al unisono. Pero detras de las camaras vi lo que el mundo no podia ver. Las escua- dras de la “Securitate” -la policia secreta- estaban paradas con megafonos como guias de porristas, diciendo a la gente como gritar hurras, cuando cantar, y cuando hacer silencio. En algunas secciones del estadio la gente habia sido instruida para sostener papeles de colores para hacer disefios variados durante la ceremonia. Ninguno se animaba a desobedecer. Todos sabian, después de muchos afios de lavado de cerebro realizados por el gobierno, que si no cooperaban alguien podria notarlo. Una persona que rehusaba asistir al programa, una persona que no cooperaba aplaudiendo o levantando el papel requerido, podia esperar una visita de la “Securitate”, Habria amenazas, y en efecto, numerosas consecuencias desagradables. El resultado: nuestras vidas podrian ser ain mas dificiles. Desde mi lugar en las sombras del estadio, miré los rostros de mi gente. Se los vefa exhaustos. El programa habia empezado temprano en la tarde. Después de haber trabajado todo el dia, toda la poblacion habia sido obli- gada a ir al estadio. Grupos grandes desde reas de las afueras de Bucarest habian sido transportados en autobuses al estadio, a fin de llenar su capa- cidad. Y recién ahora, a las 7 p.m. el“show” habia empezado. Me entretuve observando cémo retiraban a una mujer que se habia desmayado hacia una fila de ambulancias que esperaba para llevar gente al hospital. Sin embargo, el “show” debia continuar, sin importar el costo. Era una farsa comunista, como una novela bien realizada. A través de los afios, la vida para los rumanos se habia hecho mas restric- tiva. Para ese entonces ya estabamos acostumbrados a hacer fila por comida. Habiamos crecido acostumbrados solamente a ciertas raciones por persona. Era de conocimiento publico que muchas personas habian decidido escapar CAPITULO 1 1 del pais por las penurias que habian soportado bajo el comunismo, pero esta idea nunca habia entrado seriamente en mi mente. Eso iba a cambiar, sin embargo, debido a la cadena de acontecimientos que empezaron a ocurrir- me cuando era solamente un nifio en edad escolar. Naci en 1964, en el pequefio pueblo de Radauti, en el nordeste de Rumania, considerado uno de los pueblos mas limpios del pais. Era el hogar de la muy bien conocida Iglesia de San Nicolas de la reli- gidn ortodoxa. Como nifio habia ido algunas veces a la iglesia y escuchado el coro. Mi pueblo era un tipico pueblo rumano, con arboles alineados a ambos lados de la ruta principal, adornado con rosas, margaritas y otras flores plantadas entre los arboles. Yo era el primogénito de mi padre y de mi madre; Dorin y Zamfira Tarita. Mi padre habia sido miembro de la Iglesia Bautista y trabajaba en oficios diversos; mi madre era enfermera y habia sido fiel miembro de la Iglesia Ortodoxa. Sin embargo, mi padre se convirtié en adventista poco antes de mi nacimiento. Mi madre se unié a él en la Iglesia Adventista del Séptimo Dia algunos afios después. Mi hermana, Gabriela, nacio cuando yo tenia tres afios. Mi hermano Daniel Ilego otros tres afios después. Y el aio de mi nacimiento, Nicolae Ceausescu se convirtié en lider del Partido Comunista Rumano y la ciudad se convirtid, oficialmente, en la Republica Socialista de Rumania: la R.S.R. Los afios de mi nifiez fueron felices. Mis amigos y yo jugabamos al fut- bol en el camino cercano a mi casa. Una caminata de quince minutos me llevaba a un campo verde con arboles y un arroyo adonde jugdbamos y atrapabamos peces y salamandras que luego Ilevaba a casa para mostrar a mami. Y, a veces, simplemente me tiraba en el césped y miraba a las alon- dras sumergirse y volar. Mi experiencia personal con el Comunismo empezo cuando estaba en los primeros afios de la escuela primaria. A pesar de que era solamente un nifio, mi mejor amigo, Vasile, era un orgulloso comunista y uno de los primeros en mi clase en recibir la codiciada bufanda roja, dada por los co- munistas a los nifios que se unian a los Pioneros. Vasile y yo coleccionaba- mos sellos postales y pasbamos muchas horas jugando juntos. Pero asi fue como nos separamos: Los Pioneros era un programa de camaraderia y entrenamiento usado para adoctrinar nifios en las creencias comunistas. Cuando los jévenes cumplian los 15 afios eran automaticamente promovidos a la Unién de la Juventud Comunista (Uniunea Tineretului Comunist, U.T.C.) de la cual millones eran miembros. 2 UNA ViA DE ESCAPE Un dia después de la ceremonia especial, durante la cual Vasile recibié su bufanda, él y yo estabamos jugando en su habitacion. Yo estaba senta- do sobre su cama cuando corrié y salté a la cama a mi lado. Estaba usando su bufanda roja. ~(Cuando vas a obtener tu bufanda roja, Doru? -pregunté inocente- mente mientras corria sus dedos por su grueso cabello castafio. La ceremonia habia tenido lugar en la escuela, el sébado. Solamente aquellos nifos que apoyaban abiertamente al Comunismo for- maban parte de la elite para ser promovidos. Yo no queria ser miembro de un grupo que ensefiaba que no habia Dios, asi que no pertenecia a esa elite. A pesar de esto, la membresia no era opcional, y sabia que tarde o temprano seria obligado a unirme y cumplir los requisitos. -No sé, Vasile —dije simplemente, suspirando. Me recosté en su cama y fijé mis ojos en el techo, con mis manos entre- lazadas detrds de mi cabeza. Era dificil ser diferente. Ni siquiera mi mejor amigo podia entenderme completamente. Vasile no dijo nada después de eso. El sabia que yo no apoyaba al co- munismo. Pero a pesar de eso éramos amigos intimos. Nos sentabamos juntos en la escuela y nos llamabamos por teléfono solo para conversar. Lo que realmente me hacia diferente de Vasile y de mis otros compafe- ros de escuela era mi creencia en Dios. Ya desde mi nifiez amaba leer mi Biblia. Quizds fue esa devocion la que motivo a mi padre a decirme que podria ser un buen pastor. Y eso se con- virtio en mi objetivo principal como carrera. Pero mientras yo sohaba con servir a Dios, mis educadores comunistas trabajaban arduamente para qui- tar de mi mente la creencia en él. Los nifios no eran solamente educados a través del Programa Pionero, sino que siempre que habia una oportunidad practica, éramos ensehados a reverenciar a todos los lideres comunistas. Un dia, cuando tenia 10 u 11 afios de edad, nuestro maestro anuncié: -Manana, el camarada Ceausescu va a estar pasando por nuestra ho- norable ciudad de Radauti. ;Tenemos el privilegio de darle una bienvenida apropiada! Las caras de mis compafieros practicamente brillaban con anticipacion mientras el maestro explicaba el evento historico. Ceausescu arribaria en helicéptero, aterrizando en un campo de fiitbol. Después, nuestro lider continuaria su viaje en convoy, pasando por la calle principal de Radauti. La mafiana siguiente, a las 9 p.m., la calle estaba adornada con cientos de nifos parados en hileras, con sus maestras paradas cerca. Yo estaba tan emocionado como mis compafieros cuando los maestros distribuian pe- CAPITULO 1 2 quefias banderas rumanas mientras nos instruian como comportarnos. Los adultos completaban la multitud por detras de nosotros. Aqui y alla la policia estaba situada para mantener el orden y proveer ayuda, si fuera necesaria. Pero las horas pasaban sin ninguna serial del famoso lider. Mis compaferos y yo nos sentiamos mas y mas cansados a medida que el sol ascendia alto en los cielos. De repente Vasile me code: -jEscucha! -dijo con una amplia sonrisa-. Aqui viene. Entonces yo también of el sonido distante de la caravana que aumenta- ba mas y mas. Era la 1 p.m. cuando Ceausescu y su convoy pasaron lentamente a través de la calle principal alineada con alegres nifios con banderas flameantes. El dictador de cabello oscuro, ocasionalmente levantaba una mano para saludar, mientras que su auto largo y brillante se escurria silenciosa- mente pasando frente a mi. Lo vi desaparecer en la distancia: ese era el hombre que habia creado un gobierno que muy pronto podria apretar su pufo sobre todos los cristianos que osaran desafiar al comunismo. Varios afios después, cuando estaba en la secundaria, tuve mi primer enfrentamiento serio con las creencias comunistas. El hecho de que la escuela funcionaba de lunes a sébado siempre me dio algun problema, por ser cristiano adventista del séptimo dia, aunque todavia no me habia bautizado. En Europa, los nifos generalmente esperan tener 16 0 mas an- tes del bautismo. Mis padres se habfan acercado ala Iglesia Adventista del Séptimo Dia por circunstancias providenciales y finalmente se bautizaron en la época de mi nacimiento. Por eso, a lo largo de mi nifiez, ellos me ensefaron acerca de la Biblia. Yo creia que el sabado era el Shabbat biblico, y queria observarlo adorando a Dios en la iglesia. Mi padre conocia a mis maestros de la escuela primaria, por lo que mis inasistencias habian sido ignoradas. Pero las cosas habian cambiado ahora que estaba en la secundaria, y mis maestros insistian en que asistiera a clases. Tomé por mi mismo la firme decision de no asistir a clases los sabados. Pero, a mi temprana edad, no sabia la indignacién que mi resistencia al Comunismo crearia en las personas adultas. Casi todos los lunes, una de mis profesoras me decia: ~Alumno Tarita, parese, por favor. Yo me paraba silenciosamente al lado de mi banco. -jAdénde estaba el sdbado, alumno Tarita? —preguntaba. Y cada vez la miraba respetuosamente a sus ojos penetrantes y con- testaba: 14 ~Estaba en la iglesia, camarada profesora. Inmediatamente ella me miraba despectivamente y los estudiantes irrumpian en una risa complice. Otra semana, mi maestro de arte me demand6 la misma informacion. Después que la risa de los estudiantes habia cedido, él agregé: ~jA qué insecto... -hizo una pausa, y me sonrié amplia y cruelmente- digo; ja qué secta perteneces? Otras veces, mis maestros simplemente incluian propaganda antirreli- giosa en sus discursos. Una vez, mi maestro de economia politica explicd cuidadosamente porqué las iglesias son malas, entonces me dijo: ~Su consigna esta semana es escribir un trabajo acerca de porqué es tonto para los inteligentes rumanos ser cristiano. Dias mas tarde, entregué mi trabajo silenciosamente. En realidad, yo habia escrito por qué las creencias cristianas eran buenas para la gente. Aun si recibia una calificacién de reprobado, tenia la esperanza de que mi trabajo fuera un testimonio para mi maestro. Muchos afios mas tarde, fue emocionante saber que este maestro final- mente se habia hecho cristiano. Pero a pesar de que recibia acoso casi semanalmente por faltar a la es- cuela, no fue hasta el mes previo a mi graduacién que la persecucion se convirtié en amenazas. Entonces, una tarde de mayo de 1982, mi maestro me inform ~Alumno Tarita, se lo requiere en la oficina del director luego de sus clases del dia de hoy. Temblé con aprehensién al ser llamado a la oficina del camarada Romenco, el director de la escuela. Hojeando las paginas de mi libro, hacia como si leyera, pero en realidad estaba orando para que Dios me ayudara para saber qué decir. Querido Jestis, por favor, quédate conmigo. Esa simple oracion me dio paz. No me imaginaba entonces como me estaba preparando Dios para mis pruebas futuras, ensenandome a confiar en él en todo momento. El dia de clases habia terminado. Lentamente caminé por el corredor y entré a la oficina del director. El camarada Romenco era alto y fuerte, tenia bigotes grandes y negros y usaba anteojos. Como muchos de los maes- tros hacian, usaba un guardapolvo liviano sobre su traje para protegerlo del polvo de la tiza. El no era un hombre desagradable, pero hoy su rostro estaba severo, mientras caminaba alrededor de su escritorio hacia adonde yo estaba parado. También mi maestro de clase estaba presente, y se pa- faron cada uno a un lado de mi. El rostro severo de Ceausescu me miraba fijamente desde un cuadro en la pared detrds del escritorio del director. ~Alumno Tarita, no sea fandtico -declaré el camarada Romenco CAPITULO 1 5 francamente, agitando un dedo regordete en mi rostro. -jSi no viene a la escuela los sabados, no se graduara! Con las palmas transpirando y mi corazén agitado, me di vuelta hacia él. -Camarada director -le expliqué pacientemente-, el sabado no es un dia de recreacién para mi, sino algo que debo darle a Dios. El director resopl6 y levant6 sus manos al aire mientras se alejaba de mi. Mi maestro parecia enojado. Entonces, sentado detras de su gran escri- torio de madera, el director se froté el mentén y sonrid, ahora probando un acercamiento mas amable. -Yo no soy irracional, alumno Tarita, le voy a dar un dia libre para hacer lo que quiera, cualquier otro dia de la semana, pero no los sdbados. Su cara redonda se arrugo en agitaci6n irrefrenable mientras se inclina- ba para mirarme a los ojos. Todavia parado, cuidadosamente me acerqué un paso mas hacia su es- critorio. -{Celebrariamos nosotros el Dia Nacional en cualquier otro dia que no fuese 23 de Agosto, camarada? -le pregunté simplemente. El se paré repentinamente, con un aspecto desencajado en su rostro. —jQué tiene que ver? -pregunto malhumoradamente. Yo sonre/ a su expresion desconcertada. Asi como el Dia Nacional es un aniversario, el séptimo dia, el sabado, es el aniversario de la creacion, de acuerdo al libro biblico del Génesis. El sdbado es un pacto entre Dios y su pueblo. Yo no puedo romper el pacto de Dios conmigo. En los Diez Mandamientos, Dios me pidié que recuerde santificar el séptimo dia de la semana. Primero voy a obedecer las leyes de Dios y luego las leyes de los hombres, aun sino me graduo. Permaneci parado tranquilamente mirando a los ojos de mi director, continuando mi oracion silenciosa. El hombre me miro fijamente por un momento, y entonces encontrd su VOZ. -Veo que no va a estar cambiando hoy su manera de pensar -dijo bruscamente-. Pero solamente recuerde que si se gradtia o no, depende de usted. Los ojos oscuros de nuestro lider comunista, continuaban observando- me desde su foto detras del escritorio del director. Puede retirarse -agregé el camarada Romenco con un ademan. Con el cefio fruncido, mi maestro abrio la puerta. Yo me di vuelta y tran- quilamente encontré mi camino a través de los pasillos vacios. Saliendo afuera al aire fresco, estiré el cuello de mi camisa y suspiré. Acababa de tomar una decisién muy seria en mi juventud. Perdido en mis pensamien- tos, caminé fatigado por la calle adoquinada que pasaba por el centro de 1b UNA VIA DE ESCAPE nuestra ciudad. El ruido de los nifios jugando en la calle y las voces de la gente conversando era un murmullo distante e indefinido a mis oidos. Sé que tomé la decision correcta, pensé, {pero cudl serd el costo? ¢Seria po- sible que me graduara? Decidi continuar orando por ello y continuar yendo a clases todos los dias, menos los sdbados. Pero las amenazas y las intimidaciones no solamente vinieron de los Oficiales de la escuela. Un dia golpearon a la puerta de mi casa. Tranquilamente, mi padre atendio: afuera habia varios hombres parados esperando, sus ojos pene- trantes y sombrios los delataban como miembros del servicio secreto. ~Tenemos una orden de allanamiento para buscar partes de autos ro- bados -dijo un hombre con voz monétona, mientras sacaba un papel-. Sabemos que tiene un negocio de reparacion de automéviles -el hombre senald hacia la calle, donde mi padre habia colgado un cartel hecho amano para atraer a los clientes—. Entonces, vamos a registrar su garaje primero. No habia nada que mi padre pudiera hacer acerca de esto, asi que guid a los hombres hacia su garaje. —{Qué clase de partes estan buscando? —pregunt6 casualmente, sos- pechando que estos hombres estaban usando la orden de allanamiento como excusa para investigarlo. ~Llantas, distribuidores, muchas cosas -contesté un hombre distraida- mente, desde el fondo del garaje adonde estaba levantando alfombras y herramientas, buscando meticulosamente entre todo. Finalmente, se paré y volvié hacia mi padre. -Vamos a necesitar registrar la casa también -dijo con el cefio fruncido. Obviamente no estaba encontrando lo que buscaba. Sistematicamente, los hombres empezaron a abrir cada armario y a mi- rar detras de cada puerta de la casa. Un hombre hasta levanto la cartera de mi madre y tanteé su contenido. ~Seguramente no va a encontrar un distribuidor en mi cartera -dijo mi madre recatadamente. Los ojos penetrantes del oficial parpadearon al mirar a mi madre, que estaba parada observando a los hombres llevar adelante su farsa. -iMejor quédese callada, sefora! -gruno. Y tan pronto como la busqueda comenzé, asi terminé: el servicio se- creto no encontré nada. La puerta se cerré detras de ellos con la sensacion desagradable de que podrian volver cuantas veces quisieran. De todos los rumanos, los cristianos eran los observados mas de cerca, ya que ellos eran considerados una amenaza para las creencias ateas comunistas. Finalmente, el dia llegé. Yo todavia no sabia si recibiria mi diploma o no, y me preguntaba si siquiera debia molestarme en ir ala graduacion. No CAPITULO 1 v habia asistido a clases ni un solo sdbado, y el director habia dicho que esa seria la Unica forma en que podria recibir mi diploma. Finalmente, decidi que debia ir. Me vesti automaticamente y dejé la casa. Fue dificil posar para las fotos con mi clase, dificil también forzarme a mi mismo a sonreir. Finalmente, la ceremonia comenz6. Me desabotoné el saco de mi traje y me retorc/ en el asiento mientras el orador hablé y hablé por mas de una hora de cudn gran lider era Ceausescu. Por fin se le pidid a nuestra clase que se ponga de pie. En Rumania, los estudiantes se graduan por clases. Ellos no reciben personalmente un diploma durante el programa, como sucede en América. Mi corazon parecié detenerse cuando el orador se sen- t6 después de presentar a mi clase como graduados de 1982. No habia mencionado ningun alumno de mi clase que no se graduara. Después del servicio fui con mis compaheros a la oficina de la escuela. Mi boca estaba seca. Mi corazon palpitaba fuertemente mientras esperaba recibir mi diploma y mi cinta del secretario de la oficina. {Voy a recibirlo realmente?, me preguntaba una y otra vez. Cuando finalmente fue mi turno, me esforcé para sonreir. ~Camarada profesor, puedo tener mi diploma? —pregunté tan casual- mente como me fue posible. Algunos momentos més tarde, mientras sostenia aquel precioso peda- zo de papel y cinta, reconoci que Dios habia cambiado, de alguna manera, el corazon del director. Yo sabia como un hecho que Dios era mas podero- so que cualquier amenaza humana. Dios habia recompensado mi fidelidad por guardar sus mandamientos. CAPITULO 2 ESPUES DE LA SECUNDARIA, EN ENERO DE 1983, me uni al ejército ru- mano para cumplir con el servicio militar obligatorio. En muchos paises europeos, el servicio militar es requerido a todos los hombres jévenes. Fui asignado a las fuerzas terrestres, como Parte de una divisién de 60 hombres en un tanque. Por segunda vez, me enfrentaba al problema de respetar el sdbado. Los militares no permitian a la gente practicar ningu- na otra creencia que las comunistas; de todas maneras, yo habia decidido Preguntar a mi comandante acerca de ello. Pero antes de tener una Opor- tunidad de hacerlo, algo extraordinario sucedi El Teniente Primero de nuestra division tenia reputacién de malo y es- tricto. Era un hombre de mediana estatura, musculoso, con cabello corto, negro y enrulado. Hablaba con una voz alta y potente. El soldado designado a trabajar para este Teniente tenia que caminar tres metros detras de él. El hombre parecia disfrutar sin misericordia el dar ordenes al soldado, y todos nos sentiamos terriblemente apenados por el joven. Un dia, poco después de mi admisién al servicio militar, el soldado del Teniente completé su término de servicio y fue dado de baja. Era nece- sario para el Teniente conseguir un soldado nuevo, e inmediatamente mi Capitan junto a nuestra division. El sol estaba brillando mientras inspeccionaba a los 60 soldados, ali- neados en formacién. Retrocediendo y avanzando con sus manos cruzadas detrds de su espalda, anuncio: ~Majiana, el Teniente va a estar eligiendo como su asistente a un solda- do de una de las dos divisiones de tanques. Luego, hizo una pausa y su rostro se suaviz6 mientras bajaba su voz y agregaba: ~Todos ustedes saben cuan mal trata el Teniente a su soldado Personal. Entonces, cuando venga a nuestra division para elegir a un soldado nuevo, diganle que ustedes no pueden leer, ni escribir, ni hacer otras cosas. De esa manera, él no los va a elegir. Ustedes no quieren este trabajo —termind diciendo enfaticamente. 18 CAPITULO 2 19 Las palabras de advertencia del Capitan todavia resonaban en mis of- dos el dia siguiente cuando el Teniente Primero vino a vernos nuevamente. Yo sabia que no podria mentir, pero al igual que todos los otros soldados, queria desesperadamente no ser elegido. Después de algunos minutos, el Teniente Primero ordeno: Todos los que tengan diploma de secundaria, den un paso al frente. Yo no mentiria, asi que con tranquilidad di un paso al frente, parando- me firme al llamado de atencion. -iSoldado! jVenga al frente! Senti como si el dedo del Teniente Primero me estuviera atravesando mientras apuntaba en mi direcci6n. No lo podia creer. ¢Por qué yo estaba siendo llamado de entre los otros 59 hombres? Entonces, dandome cuenta con repulsion, noté que nadie mas habia dado un paso al frente. Involuntariamente mis pies me habjan arrastrado hacia donde el Teniente estaba parado. Su rostro era duro, y sus ojos me fotografiaban. —jUsted tiene un diploma de secundaria? -ladro. -Si, sefior -dije débilmente. Era todo lo que podia decir. Detras de mi, 59 soldados se empezaron a relajar. Ninguno de ellos tenia un diploma de secundaria, y se sentian seguros de no ser elegidos. {Yo? Me senti enfermo. Saba que cualquier oportunidad de guardar el sabado trabajando bajo el mando de este hombre malo, seria imposible. Satisfecho con mis habilidades, el Teniente primero me aparto de los hombres reunidos, a una habitacion al final de nuestro edificio de dormi- torios. El destrabo y abrié una puerta, y entramos a una habitacion de dos metros cuadrados, pobremente iluminada. A la izquierda, vi una ventana empolvada. Un escritorio desordenado estaba cerca de la esquina. En la pared derecha habia repisas cubiertas con herramientas, un equipo de ra- dio y otros materiales. El Teniente encendio una luz fluorescente arriba del escritorio y se volvié hacia mi. -jCual es su nombre, soldado? -Soldado Doru Tarita, Teniente. Usted va a reemplazar al soldado que trabajaba para mi. Usted va a tra- bajar principalmente en esta habitacién, ayudara a controlar las radio fre- cuencias para nuestros tanques. También va a reparar y reponer las radios y los auriculares viejos de los tanques. Ademas, voy a necesitar que usted es- criba varios reportes y que haga otros trabajos varios. {Est claro, soldado? -{Si, Teniente! -dije mientras me cuadraba. ~Bien. Ahora, soldado, quiero decirle algo. El Teniente Primero se senté sobre el borde del escritorio, y vi su rostro relajarse. Lineas de sonrisa aparecieron repentinamente. Yo permanecia de 2 UNA VIADE ESCAPE pie, asombrado ante esta transformacion. Su rostro duro y severo habia desaparecido. ~Afuera, yo soy su Teniente, y usted es mi soldado, dijo. Entonces, para mi sorpresa, continud: -En esta habitacién nosotros somos amigos. Ahora, en cualquier mo- mento en que necesite algo, viene y me habla acerca de ello. Puede usar esta habitacion como quiera, Entonces, buscé en su bolsillo y sacd algo, y me lo entrego. —Aqui esta la llave de esta habitacion. Yo estaba alli parado, aténito por|o que recién habia escuchado. Todavia no me daba cuenta completamente de cémo Dios me habia guiado hasta este trabajo. El trabajo era facil, y el Teniente Primero era bueno conmigo. Tomé la Ilave y tartamudeé: ~Gracias, sefior. Después que salid, susurré una oracién de agradecimiento. Entonces, me pregunté: Quizds el Teniente me permita no trabajar los sdbados, des- pués de todo, Esa tarde llevé algunas de mis posesiones al pequeno taller de radio. Cuando entré al servicio militar habia podido llevar una Biblia pequena entre mis ropas. Como la Biblia no estaba permitida, decidi que el lugar mas seguro para tenerla era entre el equipo, en la habitacién de radio control. Cada dos meses, las pertenencias personales de cada soldado eran revisadas al azar para buscar objetos de contrabando, y la lista in- cluia la Biblia. Pero la habitacién de radio control nunca era revisada. iQué tesoro y refugio fueron mi Biblia y esta habitacidn a través de los dificiles dias que vendrian! Comencé a buscar una buena oportunidad para pedirle al Teniente los sébados libres. Seguramente, ya que habia resultado ser un hombre amable, me permitirfa tener este privilegio, especialmente si yo trabajaba arduamente los otros seis dias de la semana. Algunos dias después, el Teniente Primero y yo estabamos caminan- do hacia los tanques, cuando finalmente le hice la tan importante pre- gunta. -Teniente, tengo un pedido que hacerle. Yo soy un cristiano que guarda el sabado como Shabbat, y me preguntaba si podria ser excusado de trabajar en ese dia. Voy a trabajar extra arduamente los otros dias para compensar. Apenas me habia animado a hacer contacto visual con él, mientras con- tenia el aliento y oraba silenciosamente. ~Soldado -dijo seriamente el Teniente Primero-, eso va a ser imposi- ble. Si usted no trabaja los sébados en el servicio militar va a ser senten- ciado a entre cuatro a siete afios de prisién. Y a los prisioneros también se CAPITULO 2 a les exige trabajar los sbados. Esas son las reglas militares. Yo no puedo cambiar al Comunismo. Senti que mi estomago se hundia en desilusién. Estaba convencido de que Dios me ayudaria a tener los sabados libres, tocando el corazon del Teniente Primero, asi como lo habia hecho con el director de mi escuela. Ahora me preguntaba: ; Qué debo hacer? Y me sentia miserable. Decidi que no tenia sentido terminar en la prisién, donde probablemen- te iba a ser forzado a quebrantar el sébado de todas maneras. Entonces, me propuse guardar los mandamientos lo mejor que pudiera mientras estu- viera en el servicio militar. A esta altura de mi vida, senti que era la mejor decisién que podia tomar. Pensé que podria servir mejor a Dios, sino ibaa la carcel por siete aos. Un sabado fui enviado a trabajar al taller mecanico. Hice tan poco como pude y traté de estar solo, asi podia trabajar lentamente, orar y, por lo me- nos, adorar al Sefor en mi corazén. El subteniente a cargo del taller era un hombre amable y noté inmediatamente que yo era diferente. Los otros soldados lo notaron también. -jHey, Tarita! ;No terminaste alli todavia? -me interrumpié un mucha- cho, en un sébado memorable, al asomar su cabeza en el taller mecdnico-. jDeberias haber terminado ese trabajo hace mucho! -Ya casi termino -contesté evasivamente, sonriendo ante los ojos criti- cos que miraban fijo a los mios. -Tu estas siendo perezoso, simplemente es eso. Todos los sbados eres holgazan.... -y se alej6 sacudiendo su cabeza. Repentinamente, el Subteniente aparecié a mi lado, y su rostro me son- rié amablemente. -No te preocupes por ellos -dijo, sefalandome hacia la puerta donde el soldado habia asomado. Else sento tranquilamente sobre un equipo que estaba cerca y me dijo: —Eres cristiano, ;verdad? Comencé a sentir cosquillas de preocupacién en mi estémago, y lo miré. El me devolvié la mirada con intensidad, pero amablemente. ;Puedo confiar en él?, pensé rapidamente. La religidn no es un tema entre comunis- tas, excepto en son de burla. ~Si, sefior, lo soy -contesté honestamente, orando para que Dios guiara nuestra conversacion. Soy cristiano Adventista del Séptimo Dia. -He notado que acttias diferente los sébados, ;por qué es eso? -pre- gunté. Se incliné hacia adelante, puso sus codos sobre las rodillas, y cruz6 las manos delante, comodamente. Parecia verdaderamente interesado. Yo observé al oficial, tratando de juzgar sus intenciones. Si te encon- traban haciendo proselitismo o compartiendo tus creencias en el servicio 2 UNA VIA DE ESCAPE militar, podias ser llevado directamente a prisién. Pero, viendo su rostro amable, decidi que el riesgo valia la pena. —Creo que el séptimo dia de la semana es el sabado que la Biblia indica respetar, senor. Lentamente, me limpié la frente con la manga y continué: —Dios nos mando descansar el sabado, por eso trato de trabajar lo me- nos posible. Me gustaria tener todo el dia para dedicarlo a adorar a Dios -terminé con nostalgia. -Ya veo -respondié en voz baja-. Es lamentable que el Comunismo haga la vida de los cristianos tan dificil. Creo que tendriamos que ser capa- ces de tolerar las diferencias de cada uno. -Si, seflor -dije mientras doblaba un trapo que habia estado usando. El Subteniente silenciosamente se paré y se alejé, dejandome curioso y sorprendido ante su actitud tan abierta. El dia se habia puesto caluroso y soleado, poco después de haber esta- do caminando con el Teniente Primero y el resto del grupo hacia un campo adonde haciamos ejercicios y practicbamos marcha. Repentinamente, se volvié hacia mi y me pregunto: {Qué sabes acerca de los cambios en el calendario a través de los si- glos? ¢Como sabes que el ciclo semanal, y por lo tanto, el sabado, no ha sido cambiado? ~jQué sorpresa! Bien, sefior -dije cuidadosamente, pensando en lo que me acordaba haber leido-, en el afio 1500 se descubrid que el calendario es- taba desfasado diez dias. Lo que es asombroso es que los cambios realizados para hacer preciso al calendario nunca interrumpieron el ciclo semanal. -Hmm -el Teniente Primero movid su cabeza afirmativamente- Interesante. Continud caminando, sumido en sus pensamientos. Yo estaba fascinado de que los tenientes estuvieran preguntandose y preguntandome acerca del sabado; sin embargo, también me preguntaba sino habria repercusiones negativas para mi mas tarde. Algunos sdbados pude escurrirme a la habitacién de radio control y cerrar con llave la puerta detras de mi. El Teniente Primero me habia mos- trado como trabar la puerta de la habitaci6n, asi los soldados que pasaban Pensarian que no habia nadie adentro. Un sdbado, estaba sentado en la habitacién de control con el cerrojo puesto para que pareciera como que nadie estaba adentro de la habitacién, cuando repentinamente escuché un golpe en la puerta. Con mi Biblia pequefia en mis manos, me paralicé de miedo. éSerd la policia militar?, me pregunté, tratando de aquietar mi panico. éVan a registrar la habitacién y encontrar mi Biblia? ;Dénde puedo ponerla? CAPITULO 2 B Tan silenciosamente como me fue posible, me deslicé sobre la repisa para esconderla. En ese mismo momento alguien afuera de la puerta hablo. -Soldado, déjeme entrar. Reconoci la voz del Subteniente a cargo del taller mecdnico. ;¢émo sabe él que estoy aqui?, me pregunté, todavia dudando. Finalmente, decidi que no podria esconderme, y silenciosamente destrabé y abri la puerta. El oficial sonrio cuando me vio y entré a la habitacion. Yo saludé, y des- licé la puerta cerréndola tras él. Vine a pedirte que me leas algo de la Biblia y que me cantes una can- cin cristiana. Entonces, tranquilamente retiré una silla y se sent6 mientras yo todavia estaba parado con la boca abierta. -Estés bromeando, jverdad? -le pregunté con asombro, olvidando la formalidad. jLos oficiales comunistas no apoyan al cristianismo de este modo!, pensé emocionado. ¢Y cémo sabe él que tengo una Biblia? Comencé a sos- pechar que esto podria ser una trampa. El solamente sacudié su cabeza. -No —dijo-. No estoy bromeando, por favor. Por alguna razon, supe que podia confiar en él, asi que finalmente sa- qué de su escondite mi pequefia Biblia de bolsillo con cubierta de plasti- co azul. La abri en Mateo 6:33 y lef en voz alta: “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas las demés cosas os seran afadidas”. Luego entoné suavemente Naintea, Ta, Isus jubit. Traducido literalmente, significa “En tu presencia, amado Jesus’, y es una cancién acerca de per- manecer frente a Jestis. Poco sabia yo, mientras le leia la Biblia y le canta- baa este hombre, que lo estaba ayudando a preparase para una prueba que enfrentaria. Algunas pocas semanas més tarde, una mafana brillante de sabado, estaba en formacién con los otros soldados para la asamblea matutina. Mis pensamientos estaban centrados en mi plan de pasar algun tiempo tran- quilo con Dios en la habitacion de control, cuando el Teniente Primero me llamo junto con el resto del grupo. -Soldado, a usted se lo necesita hoy para ayudar a limpiar algunos mo- tores de camién —dijo bruscamente, y se marché. Mis pies se sentian como si estuvieran llenos con plomo mientras ca- minaba fatigosamente hacia los camiones en el taller. Como deseé que el Subteniente hubiera tenido la autoridad para librarme del trabajo del saba- do, pero yo respondia en primer lugar a las ordenes del Teniente Primero. Y yo sabia que el Subteniente no podia ayudarme tampoco. Me senti muy mal por ser forzado a trabajar en sdbado. El desanimo se apoderé de mi toda la tarde. Alguin tiempo después, estaba sentado solo sobre mi cama de metal 24 UNA VIA DE ESCAPE en la angosta habitacion del dormitorio. Oh, Dios, oré tristemente, estoy tan deprimido acerca de tener que trabajar en sdbado. Por favor, aylidame en este tiempo dificil. Me recosté contra la pared y miré al piso con fastidio. En la mejor de las veces, la habitacion estaba en penumbra. Hoy -descorazo- nado como me sentia- parecia una caverna. Repentinamente, el Subteniente entré. Su uniforme marron estaba iluminado por los emblemas que adornaban sus charreteras. Cerrando la puerta silenciosamente detras de él, con pasos grandes se acercé a donde estaba sentado. Quise incorporarme para saludarlo, pero él me in- dicé que permaneciera sentado. Se sentd en la cama a mi lado yme miré decididamente a los ojos. Entonces, con una sonrisa, fue directamente al grano: ~{Te has olvidado lo que Dios ha dicho? ~pregunto amablemente. {Qué quiere decir, sefior? -pregunté dubitativamente, todavia insegu- ro acerca de discutir sobre religion con los oficiales. ~Debes confiar en Dios aun en los tiempos malos -continué inclinan- dose hacia adelante y hablando suavemente para que nadie en la habita- ion pudiera ojr-. Cuando estas desanimado, debes leer la Palabra de Dios y cantar. Eso te va a ayudar a través de los tiempos dificiles. Acuérdate de lo que Dios dijo en Mateo 5:11. Yo miré a este hombre amable, y una sonrisa se expandié lentamente Por mi rostro. Me di cuenta que el oficial me habia dado una respuesta directa de Dios. Habia venido a mi dormitorio solo para consolarme. Dios a veces envia dnimo a través de fuentes inverosimiles. Yo asenti con la cabeza. Inmediatamente me senti mejor. -jGracias, sefior! El se pard con una sonrisa de oreja a oreja. Sus ojos marrones chispean- tes parecian dar la impresin de que era de las personas que hablaban pa- labras que no estaba permitido pronunciar. Entonces me dejd, animado, aliviado y reconfortado. El tiempo pas6, hasta que un dia, alrededor de tres meses desde que me habia unido a la milicia, estaba volviendo de una visita al dentista de la ciudad, cuando escuché que habia habido una reuni6n extrafa. Uno de los soldados me aparto para contarme el escandalo. -El subteniente a cargo del taller mecanico se confes6 cristiano -su- surré con asombro-. {Por qué haria eso un oficial? ~y sacudié su cabeza, claramente desconcertado-. Tendria que haber sabido que iba a ser cas- tigado. ~éFue castigado? -pregunté con preocupacién, mientras se me arruga- ba la frente. -Si -dijo con placer el soldado-. Los otros oficiales lo hicieron parar CAPITULO 2 5 frente a todos y nos reimos de él -recordé este soldado chismoso mientras se reia nuevamente. Pero mi coraz6n se hundid. -Entonces, ;qué paso? -Le bajaron el rango ptiblicamente y fue dado de baja. Lentamente me alejé, triste por escuchar el resultado de seguir a Dios, pero extrahamente feliz de saber que el subteniente le habia dado su cora- z6ny su vidaa Dios y que no tenia miedo de mostrarlo. Me acordé del texto de Mateo 5:11 que él me habia repetido ese dia especial: “Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo”. Nunca volvi a escuchar acerca del amable subteniente otra vez. Pero jamas podré olvidar su simpatia. Su valor y su animo significaron mucho para mi. Un sdbado, mas adelante en el afo, el Teniente Primero me pidio que reemplazara algunos auriculares de los tanques que estaban en otro cam- po militar. Sabiendo el costo de rehusarme, obedeci tristemente. Los sol- dados me saludaron a través del control del campo, y yo caminé hacia el pueblo mas cercano. Mientras caminaba, me di cuenta repentinamente que un grupo de adventistas del séptimo dia se estaba reuniendo en alguin lugar cercano, esa mafiana. A pesar de que en Rumania el proselitismo era ilegal, y a pesar de que los miembros de la iglesia enfrentaban persecucion, estaba permitido congregarse oficial mente en Rumania. Sin embargo, no tenian absolutamente ningun derecho. Aun asi, en este dia, mi corazon an- helaba guardar el sabado, y con cada paso que daba, el deseo de pasar el sabado con otros creyentes crecio. Gradualmente, un plan se form en mi mente. Después de reemplazar los auriculares, me dirigi a la ciudad y caminé lentamente por las calles, buscando el lugar donde habia visto a los adventistas. Pero no pude en- contrar senales de un servicio religioso, asi que retorné tranquilamente ala base militar. Los sabados siguientes tomaba un par de auriculares del taller de reparacion y dejaba la base, dirigigndome al campo donde estaban los tanques. La caminata me tomaba alrededor de 45 minutos. Alli podia pasar algunas horas tranquilas disfrutando de la naturaleza, orando y pensando. Mas tarde, nuestra base se mud6 cerca de la ciudad de Timisoara, don- de traté nuevamente de encontrar una congregacion adventista. Esta vez tuve éxito, y pude unirme a ellos por una hora o dos sin que se notara mi ausencia. Como necesitaba alguin trabajo dental durante ese tiempo, com- pleté los formularios de autorizacién para ir al dentista de la ciudad, e inclui tiempo libre algunos sabados. En esos sabados particulares podia ir a la iglesia. Asi que los dias de mi experiencia militar pasaron gradualmente. En algunas ocasiones memorables, el Teniente Primero me enviaba a 26 UNA VIADE ESCAPE asistir al Teniente Mayor, quien era la cabeza de la division de tanques. —Escriba estos informes -me dijo cierta vez. Pronto me di cuenta que eran acerca de ejercicios de tacticas. —Mire este libro del aio pasado y copie el informe en un libro nuevo. Yo estaba sorprendido ante este método ridiculo, pero obedecia silen- ciosamente. Fui elegido para el trabajo porque tenia una escritura prolija. Muchas veces, el Teniente Primero no tenia nada especial para que yo haga, asi que me unia a mi division para realizar actividades varias. Era cerca del final de mi experiencia militar cuando me uni a mi divisién para participar en la celebracion especial del Dia Nacional, el cuadragésimo ani- versario de la liberacién de Rumania. En otras ocasiones, se me solicitaba que participara en practicas militares. Cierto dia, a mi division le tocé el turno de superar la practica de la mascara de gas. Fuimos guiados a una linea de pequefas carpas de lona, y seis de nosotros fuimos instruidos para alinearnos afuera de cada carpa. Yo caminé sin ganas hacia la carpa verde oscuro a la que fui asignado. Alli un soldado nos dio a cada uno de nosotros una mascara de gas, la cual nos pusimos. Después, entramos rapidamente a la carpa, que ya habia sido llenada con gas. Otro soldado, de brazos cruzados, y también usando una mascara de gas, se paraba a un lado para observarnos durante la practica, mientras afuera el oficial daba ordenes. Fue un momento tenso. Ninguno de nosotros queria desmayarse du- rante la practica. -jSu mascara es defectuosa! -ladré el oficial a cargo. Nuestras masca- ras no eran realmente defectuosas, pero cada uno debia saber qué hacer silo fueran. Me forcé a mi mismo para mantenerme calmo, y trabajé tan rapida- mente como era posible. Sacandome la mascara, cerré mis ojos, desconecté la manguera, y em- pecé a respirar a través de ella. Por querer espiar a mis companeros solda- dos, abri los ojos por un instante y comenzaron a arderme, mientras me resistia a las lagrimas por el gas. ~Puede colocarse la mascara de nuevo -instruyé finalmente el soldado de afuera. Después de unos pocos momentos lujosos de respirar normalmente otra vez, nos dijeron: -El filtro es defectuoso. Arrojandonos al suelo, cada uno extrajo un pedacito pequefo de tierra y lo colocé sobre la parte “defectuosa’ del filtro. Finalmente, la practica habia terminado. Felizmente, ninguno de los hombres de mi carpa se habia desmayado. Salimos al aire limpio y fresco CAPITULO 2 27 con una apreciacién nueva, especialmente cuando di una mirada a las hi- leras de carpas y vi a otros hombres desparramados sobre el suelo, recupe- randose del desmayo durante la practica. A través de este entrenamiento basico, las practicas y las asignaciones diarias, gradualmente me hice amigo de muchos otros soldados. Y a pe- sar de que compartir creencias cristianas estaba prohibido, habia algunos amigos en quienes podia confiar al hablarles acerca de Dios. Un dia, claro y brillante, nuestra division se marcho a otro lugar y acam- po. Esa tarde, Mihail, un miembro de nuestra divisién, y yo empezamos a armar nuestra carpa para la noche. El cielo estaba lleno de estrellas, y nos detuvimos un momento a admirar la belleza celestial. -Crees en Dios, verdad? -pregunto suavemente Mihail para que nadie alrededor pudiera oir. Levanté mi cabeza con una sonrisa hacia Mihail. A pesar de que nues- tra conversaci6n estaba prohibida por las leyes comunistas, me complacia responder cada vez que alguien me preguntaba acerca de Dios. -Creo que hay un Dios que nos ama y nos aconseja como vivir. Hice una pausa, después movi mi mano hacia el cielo y agregué: -jNo es maravilloso ver cudn grande es el universo, y ain saber que Dios se interesa por nosotros? Mihail asintié lentamente, sonriéndome a la luz palida de los cielos. -Doru, jeres judio o algo asi? -pregunto repentinamente, con la curio- sidad escrita en su rostro. Yo me ref para mis adentros ante su pregunta y dije: —jNo! gPor qué piensas que soy judio? Encogiéndose de hombros, Mihail alisé su dedo gordo sobre una roca y dijo: -Porque solamente los judios guardan el sdébado como Shabbat. Muchos compaferos saben que evito trabajar los sabados porque es mi Shabbat. Yo sonrei frente a la posibilidad de compartir lo que creia, y pregunté: -{Qué nacionalidad tiene Dios? Mihail se veia confundido. -No creo que tenga nacionalidad. jEI es del cielo! Pero él cred y guardé el sabado. Descanso el sabado cuando estuvo vivo en la Tierra y en la tumba. Mira, el sabado como séptimo dia no se ori- giné con los judios; empezé en la creacion, antes de que existiera la primer nacién. Esta entre nosotros desde el principio. Es por eso que yo guardo el sdbado como Shabbat, como lo hizo Dios después de la creacién. No como si yo fuera judio. Mihail parecié satisfecho con mi respuesta, pero no pudimos discutirlo

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