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Historia de tres banderas Laura Avila llustraciones de Joaquin Valuer er Coed Proyecto y edicts edebe Historia os ae de tres banderas Geren evr (Coreceln: Lap sean 2 rn Av po a Laura Avila Tlustraciones: Joaquin Vallverdé edebé ‘Ala Mi Cha, que aparesié de promt 1. Colores ué estari haciendo Josefa?”, se pregunté Manuel Belgrano justo antes de que dos bombtzos fuertes lo sacaran de Ia cama. En realidad no se le podia llamar cama a ese catre cespantoso, Belgrano se levanté de un salto, ganado por el miedo, peto ahora le dolian las costillas por ha- ber rebotado en el elistico. Salié a la noche, amartillando la pistola, y el vien- to del rio le inundé las narices. Sus soldados corran, hhacia todos lados, arrancados del suefio. Peg un par de gritos tratando de ordenatlos, pero no le hicieron mucho caso. Un tercer bombazo iluminé Ia ribera, Casi sordo por el estallido, Manuel vio de dénde venian los dis- POSS ser aae vil r btaFan Uno de sus hombres, el mis decidido, apunté en ka ‘oseutidad y dispat6, Sh Oe Creo que le di, don Manvel! — Prepares Ia eureaal ;Contesten con un eaAén! Mis ordenados, los soldados tespondieron el foeyo y Inandiezoa el bote de madera que portaba un exionei to. Los dos que lo mancjaban desaparecieron en el Pars i yresparecieron cerca de la ori tratando de salvarse Maniuel Belgrano fue trotando hacia ellos. Su escxi- bicate, Salvador, Jo seguia cargando una hu. —:Quién los manda? —djo Manvel, apuntindoles, EI mas joven estaba herido, El mas viejo levanté la cabera y grits —Muézaase, cupamaros! [Viva el Rey! Belgrano les admiré el temple. Aun vencidos, aque los ralistas seguian gritando por lo que crefan justo. ‘José Molds, uno de los coroneles, aparecis junto a cllos ye dio una patada al que habia hablado. Silencio, godo! Belgrano conruvo a su compafiero: —Tranquilo, amigo. Llevémoslos al campamento, Sin violeneias ‘Moldes lo mité con cierto asombro. Belgrano pa recin estar siempre en un salén de baile. Ern educado y eortés, Moldes lo sentia tan lejano al ruido de ta guerra que se pregunté otra ver quién habria sido el desubicado que lo habia nombrado jefe. Salvador, en cambio, bostez6. ra un chico de cator ce aos. El peligro habia pasado, queria ise a dormir y «30 se Ie notaba en cada gesto. Sh Oe —Vaclva a su eat, Salvador. Yo me las arteglo — le ijo Belgrano. Salvador le do el farol y se volvi6 a su tienda a paso leno El campamento de quinientos hombres era una bateria, es decit, una especie de gutrdia armada con cctdiones que se instala para defender una costa. La Dbateria tenia un mist. En el méstil flameaba una bandera espadola. Los prisioneros fueron llevados cerca de la fogata donde estaba la bandera, viejo ptisionero realist la vio y se eché a reir con amargura: -Indianos de porsa. Mis le valdiaalzarse con una bandera propia, sl menos. El odio de su vor molest6 a Belgrano mucho me: nos que su risa desdeiiosa, Los interrogé sin sacarles una palabra, lamé al mé- dico de campasa para que revisara al herido y los djs vigjlados pero sin pone cepo o grills, porque le pa rec'a una crueldad ara a los hombres. Despuss valvié a avostarse, pro no se podia dormit. Las palabras del prisionero le habian legado al co “Tiene raz6a! ;Ya no podemos seguir usando la misma bandera que ellos, pens. [Belgrano y sus comparicros babian hecho una revo- lucida en Buenos Aires: Echaron al Virey que mandaba O-9 ee antes en nombre del rey dle Espati, Se habian enfrentado ‘los reaistas que defendian a ese rey. Ahora mismo dl se ‘uallaba en Rosario levando ls ideas de esa revolucién a sangre y fuego. iY ya no se sentia espaol ia no queria usar es0s colores rojos y amarillos en su bateria! Don Manuel pens6. Algunos de sus hombres lleva- ban una escarapela celeste y blanca que usaban desde los primeros dias de la Revolucién, —Celeste y blanco... —evoes mientras emperaba invadirlo el suefio, Los grills y los sapos cantaban en las orilas del rio Parana. Belgrano recordé otra vez a Josefa, bailando duran- te los festeios por la caida del Virrey. Tenia puesto ese vestido azul celeste que le quedaba ean bien Después pens en sus aos de estudiante. En la bella Tris, con su jazmin blanco en el pela, Se acord6 de los primeros dias de la Revolucidn, de 4a gente en a calle de la alegeia de sacar del gobierno alos mandones, Pensé en muchas caras amadas, en muchas cosas de lo hicieron feliz, en su juventud, en sus amigos. ‘Todas esas cosas se le presentaban celestes y blancas, Fue asi como, bordeando los costados del sueio, se Jmaginé una bandera con esos colores, 2. Flora Peete ems Bi sie fs ‘carreras. El puchlo se llamaba San Miguel. Que- ue rdades daba en Tueuman y estaba de paso entre dos: importantes Flota tenia doce afios y era cocinera en una de las ‘casas mis grandes del pucblo, Antes la cocinera habia sido su mami, peto se habia muerto de fiebres tercia nas asi que Flora heredé el ofici, Le encantaba coci- nar. Siempre estaba pensando en alguna forma nueva de hacer las empanadas, el eabrito, el loero o la maza- morta, y ponia enseguida manos a la obra, Pero en la ‘casa casi nadie apreciaba su comida. Su patrona era dofia Eduviges Mercado, una se fora a la que le quedaban pocos dientes. No comia ‘cosas crocantes 0 duras porque simplemente no podia masticarlas. Tampoco probaba platos dema. sado dulees o demasiado picantes. Le eaian mal al cestémago. Og Oe Dota Eduviges era viuda y tenia una hija lamada Consuelo, Consuelo tenia trece aos y era tersiblemente linda, pero bastante boba, Dofa Eduviges la cuidaba hasta In exageraci6n, porque era la inica fami que le que: aba, Sus hijos mayores se habian ido a estudiar a Es: pala y nunca habjan vuelto, Habia tenido a Consuelo de grande y la nifiacra su orgullo su pasin. Flora a0. odia ni vel ‘Consuelo se empeaba en hacetle la vids imposible. Nunca queria comer y Ia trataba como a una esclava. Pero Flora no era esclava, al menos no técnicamente, aungue tampoco podia irse de la casa sin el permiso de dona Ectuviges ni negarse a servtla, Fso habia sido asi desde su nacimiento, y asi habia sido la vida de su mamé y de su abuela, Siempre trabajaron para la familia de dofia Eduviges a cambio de techo, comida yvestido, Flora era zamba', delgadita y netviosa como un junco de fa laguna. Consuelo era pilida, tenia ojeras y su mama vivia dipole remedios caseros, incluso antes de que se en- feemara. Como nadie disfrutaba sus platos, Flora los com: pareia con Lula y sos cuatro hijos, que eran los negros dela casa, Los hijos de Lula iban de los veinticineo a Sh Oe los dieciocho nos. Eos sf eran exclavos, mantenian limp la eas, el cozeal, a letzina y el gliner. Cada tanto legba al pueblo algin eoche desde Ia Icjana Buenos Aires. Entonces Flora se daba una vuel- ‘a por la plaza pata ver alos portefios. Siempre pare- cian apurados, con sus topas cortadas la ingles y su aspecto de haber vivico encerrados ea un ropeco. ‘A Plora esas genres le parecfan extrajeras, Una ve, hac va un tiempo, dia Eduviges habia invitado a unos a almorzat. Los portefios le pidieron a Flora tenedores pars comer, cosa que escandalizs ala chica, porque los tenedores eran cosa peligrosa, Uno podia In lengua comiendo. ron platos, en ver de servire die rectamente de la fuente, como todo el mando. ¥ Te hicieron aseo a los eipacos con chicharrn ya teipa ord que la pobre Flora se habia esmerado en pre- Ere rete etaea entero ceae postre. Los portefos le contaton a dona Eduviges que «en Baenos Ais se habia producido una revoluiéa, y {que se estaba preparando un eérito para liberals semis provinci “Un ejército de portenos?, pensé Flora alarm ara cla Tucurin era el pais, su pais Y no le gusta- tu que nadie vinira a defenderla de nada, sobre todo ‘cuando los supuestos defensores eran gente de esti= snag tan delicado, 3, Cabrito rebozado T_ iris de 812 ana bane cb joss, El calor no se sents tanto ala maiana, pero acercéndose el media habia que cubrrse la cabera pura stil so Flora local Flora estaba en el gallineto, dindoles de comer a los polos recién nacidos. El gallinezo era un lgaros- cura y fresco. r —Velay, dnd se habr meido esta chinia? De mala gana, Flora salié del gallinero con un polio en la mano. En el patio del servicio la expe- ‘aba Lola a esclava pasa Lala? {Un pueblo entero se ha mudado a Tucurnéa! Que {Lo que has oido! Necestamos comida, pore doiia Edges fa invtado a cenar a mucha geite! Flora se puso content See —Podemos servir huevos rllenos, gallina fila. —iNo entendés, earambal |Hay smchur invitadost iLadoaa pidié un eabrito! El timo eabito se lo habian comido para el santo de Consuelo, —Voy 1 comprat no eno de ls placeras—propu- so Hora, Las placeras eran uns mujeces que tenfan puestas 0 la plaza de] pucblo, Venelian eonderos, pijaros, chi- ‘vos, rosqustes y mis cosas de comer, ademés de relas, ‘mortems, aguas bebidas. Flom pens® en hacer el cabrito rebozsdo,;Por fin alguien ibaa disfrutac su comidal ‘a vivienda de doiia Edaviges daba a la Calle del Rey. Apenas emperi a reenrredla, Flora cayé en cucatade que algo no andaba bien. Habia mucha gente deambulando, Gente deseono- ida, Soldidos con armas. Flora los mied de atviba abajo, preocupada En ka plaza se enconts6 eon un montéin de carretas estacionadas, Las earretas estaban atestadas de hom- bres, mujeres, chicos yvisjos. Cada quien levaba eoses ‘encima: bails con rops janla con gallins, colchones, ‘cacerolas ¥ perros, Flor nunca habia visto tanta geate junta. Estos ex- fetones venian del Norse, ae 2€ vela porel color del barro que tenia las niedas. Los empleidos dela poste no daban abasto, deseaganchansto 4 los bueyes sucioe “ 3-9 ee. do serra y espinills, acercindoles pastos y agua para refrexcalos. Ls pence de las earretss era asstida por un grupo se soldados a caballo. Los'puestos de Is pliza habian sdesaparecido tragados por la mutitud, jnora de dénde saco carne de cabrito?”, se pre- punts Fora Limpezd a caminar entre los vehicuios detenidos 09 reciénlegados tomaban agua de los bebederos de Jos cabullos etloguesidos por la sed. Se-notaba que bien andado mucha Votre el albororo deseubsé 2 una de tas placeras, Fabiana, La mujer salud con la cabeza, Estaba ven- endo alojet por un seal a todo aquel que le acereara in ecipiente +2Que ash? —dijo Flors— 2Quiénes son estos? Son entes de Jujuy, parece. Los sacaron de cuajo de ln cilad, como si fueran brows de ruda macho. 2Y ne van a quedar acé, en San Miguel? Sahe Dios, chinita, Son cosas de un geneeal por: tefl, que los mandé 4 empacar y a mandarse mudar todos Unos vijos' se aderearon a la vendedor de aloja con an vaso de cuerno, Florala dejé trabajar y se aleid empyjando sin vio- Jencin a unos negros que buscaban algo de: sombra bajo un hilera de algarrobes, De un golpe de vista “Ter i tc api Mane fermen 15 SEO ee habia en la plaza como cuatrocientas almas, sin contar alos soldados Al parecer tenia razén la negra Lula. (Un pueblo entero se habla mudado a San Miguel! En ese momento Flora vio a un nifio sentado en ‘uma pirea, Estaba solo bajo el sayo del sol. No llevaba gorto ni sombrero, Las picenas le colgaban y las balanceabaleve, ‘mente, moviendo apenas ls rxillas peladas y huesudes Em bien moracho, todavia mis que Flora, de pelo eri. do, corto y duro. Tendria unos once afios Entre los de. dos flacos y agarrotados sostenia una cuerda. En la otra Punta de la cuerda estaba arada una pequefacabsra, “Un cabsito!”, pensé Flora, gozosa. Se impic las manos en los cantos del vestdo, eomo cada vex que ‘iba a cocinar algo complicado, y se aceteé al chico, —Buen dia te dijo, Elmuchacho ni siquiera parecié tla, Seguia balan- ceando Is picenas sn levantar la vista. Flora se recogid 'a punta de la falda y se semté a su lado. Como el chico Seeuia sin reaccionar, le tocé el hombro, El chico parpa_ deo y la miré com unos ojos negro llenos de soxpresa, fecesito un cabrto. zMe lo vendetias? —pre- Bunt6 Flora, chico la contemplé un largo rato sin pestafeat Flota se puso nerviosa: 7 Quiero comprarte el cabrito, gEntendés lo que te digo? 6 EO Oe La cabrita estornud6, FI chico levanté maguinal- mente la mano y le acariié la barbita blanca que le colgaba de lt quijada, [Las ropas del muchacho eran andrajosas, aunque ‘us ojotas eran de muy buena sucla, como las que ha- cian losindos Hs leo wa pista Flo: —Quizis no hables castellano... Sos un indio? Los ojos del muchacho relampaguearon. Peto no clijo una palabs. Esti bien, no importa —dijo Flora—. Necesito un eabrito como el tuyo, Fs cabta. Mi cabra. ¥ no la vendo, pues. El chico s¢levant6 de un salto. Toda la energia que antes parecia faltarle se habia concentrado ahora en sus gestos. Agatr6 fuerte la cuerda ytironeé a la cabra para aparearse de Flora, Se detuvo a lo lejos, cuando hall resguardo abajo de los irboles. Crow hoy vamos a comer Uvianio”,a€ dijo Flora susprtndo. : ; Vole cata djando ates el geno, se meis cn la huertt ¥ Cort6 unos buenos choclos maduros. Cuando estaba pelindolos con un cuchillo, la negea Lala Te salié al paso: —2Y? clas conseguido? —No, pero no te preocupes, Lala. Con hambre no se han de queda. Flora reserv6 ns chalas,dlesgrang los choclos a gol- pes de cuchllo pisé los granos en un mortero, hasta Se Oe hhacer una pasta. A eso le mezclé grasa de chancho con. especias, le puso sal y af rellené las chalas con el pre parado. Las até, encendié el fuego del horno de barto. Y puso all los paquetes, Esa comida, todavia hoy, se lama humits En la sala de dodia Eduviges Mercado se ofan voces de hombre La negra Lula se paseaba con bandeas, levando algunos bocaditos para entretener el hambre de losin vitados. Intercept6 a Flora en el patio, justo cuando ella estaba sacando la comida del hotno: Son portefos los invitados! —le dijo al ofdo, Flora sinti6 que el alma se le caia hasta los talones, Para eso se habia esmerado cocinando! Los porteaios iban a peditle tenedores para escarbar adentro de las hhomitas, estaba segura Pero no le quedaba otto camino que servir la co sida Suspirando, acomodé las humitas en una fuente de plata, tapé todo con una servlleta de hilo, y enteé ala sala —Ahora van a probae nuestro eabrito les aauncid dda Eduviges alos invitados. Flora los mir6: eran todos hombres con unifor- ime. ¢Estos serfan los famosos libertadores de Buc- nos Aires? No hay cabrito. El almuerzo es otro —sususrté bajando la vist SOE (ee Uno de los hombres se acereé a lla —2Qué hay para comer, entonces? —dijo con acento del puerto. Flora levanté la cabeza y vio a un euarentén de ojos claros. Vesti un sencilla uniforme, Su pelo era cas- tall, casi pelirojo, y su tex era blanea, aunque esta- ‘ba muy tostado por el sol. Ten‘a cara de tener mucha hambre. —Hhay humita —contesté Flora, timidamence. —Pezo si eso es un manjat,nidal —dijo el hombre, agurrindole la fuente. —Hlagan lugar —Ies onden6 a los otros, sin levan- tarla vor. ‘Ala orden, don Manuel, En un segundo los oficiales despejaron la mesa Don Manuel Belgrano apoyé ceremoniosamente la fuente y pelé una humita a mano limpia, empezando comer sin esperar cubiertos ni vajila, mientras Flora lo miraba asombrada, 4, El equipaje ora se Fue ala cocina a servi la comida para Con- suelo La nia almorzab ahi ls raras veces que su sacle tenfa visitas. Consuelo estaba sentada ea un banquito de made- ra ecrea del hogat. Yo no voy a comer humita —declard, desafiante, sponas vio entrar a Flora en la cocina, ‘Consuelo parecia més chica que Flora, Era muy ca prichosa, y estaba scostumbrada a que Ie dievan todos los gastos —Hay gallina fifa —comtest6 Flora, Qué asco. ~Fatonces cocinese usted. ‘Consuelo se puso las manos en las caderas: Jo. me ables asi, ladinat [Yo soy la sefiorita de esta asa . 2Y ami qué me impora? — replied Flom, enojada, Fy Sh he Consuelo se tapé la cara con las manos y lord. Sus bbucles rubios, cosa rata en uns nia tucumana se me- cian al eompis de sus sollozos. Lala Meg’ atria por los gritos que pegaba y ense~ guida la abeaz6, —2Que le pasa a mi pancito de leche? —Ie pregun- 16, arrodleda junto a ella, Consuelo sefalé a Flora, acusadora Asa bruja no me quiere dar de come Flora sintié el aguijonazo de Ia injusticia. — ifs mentia, Lula! sella la que no quiere comer si hurnital La nega Lula se incompots y sac6 un tarto de dulee ‘de un estante. Después tome una euchara de plata y se la tend a Consuelo: “Tenga, mi nia. Es dulee de mora, su favorito, Cosuelo tenia prohibido comer dulees, porque des- pués se andaba quejando de dolor de dientes, Pero Lula sentia debilidad por la nifia de la casa, asi que se To dio igual Consuelo hundi la cachara en el taro, gotosa, oli- dada de sus Higrimas de un minuto antes Flora repinio: tun gesto de despecho se eligi dos humiias para ella Sali al patio y se meré ene gllinero para que nadie | molestar. Los politos reign nacidos se le acerearon. yy empezaron 2 piat. Flora parts la esquina de una de sus humitasy a hizo migas para convidarles, Después lk mondi, justo en el medio, Estaba siquisima SO Oe Se puso a masticar eanturreando, pensando en cual ‘cosa, y de repente se acardé del chico de la ealrs que estaba solo en medio de la marea de gente. (Que le habia pasado allé en Jujuy? :Habrian muer- o sus padres? eY quign sexi él general porteno que Jos habia atrancado a todos de sus hogares? Una luz se le hizo en la cabeza. El general portefo responsable de tanto desealabro bien podia ser el que ‘ouaba comigndo con dona Eduviges. Seria posible? ¢Es que entonces, i venian ojéeci- vos, mbién vendeia a Tucumsin la guerra? De pensar esas cosas « Flora se le fue el hambre. Le vi a Ia gallinas el resto de la comida salié al patio {iol servicio. Vio a los hijos de Lula acatreando bad: Jes y objetos varios hacia el euarto de huéspedes. Uno di ellos Hevaba un sable entre las manos. Lo blandia ‘comp si fuera un machete, eneantado. Te vas a cortat, moo —le dijo Flora. La boc sete haga « un lado y te quede la sonsisa le responddi6 el negro, divertido. 2De quién es eso? Del portefo, El general Belgrano ese Se waa quedar a vivie aci? Menos averigua Dios y perdona —dijo el otro neuto, el que eargaba el bail mis pesado, Flora los ayudé a instalar las cosas. Cvsindo vio el rdo de las paredes de la habitacin, decidié pasar jlameto para sacar las teas de acais. Eepers a que B SOS. aes Jos esclavos se fran y’ se erp al bail para aleanzar cLareo del techo, Ya se habia hecho la hora de la sies- ‘a, en cualquier momento el invitado quersia tearse a domi. En Ia puerta apareci6 Consuelo con un pebetero. Un pebetero era una especie de caja de metal con una brasa encendida adentro, Sobre li brasa se podlian ‘quemar hierbas aromtiens. El pebetero de Consuelo ‘echaba una buena voluta de humo perfumado. —La Lull manda esto —dijo Consuelo, Raseguida ‘eparé en que Flora estaba subidh al bat: —Vas a desfondar el equipaje del general, abom. Dada! —Yo no soy la que vive comiendo dulees —dijo Flora entre dientes Consuclo dej6 el pebetero en el piso y empujé a Flora, que se eay6 para atras. Uno de sus pies morenos y descalzos se enganehé en el tiante del badly eon la ‘caida se aflojé la tapa, Lo rompistel —sefalé Consuelo aceredndose al Dati, Con cara de gran curiosidad lo abr de par en pat: "—iAtrevidal Le voy a contar a dosia Eduviges! — ‘exclamé Flora incorporindose —Si vas, le voy a decie que fuiste vos 2A quién te pensis que le va a creer, Flpondidé —replicé la tuba Flora estaba indignada. Bsta Consuelo no respetaba nada. Tenia ganas de matarla... Pero también se moria AAdentro del ball habia unas camisas de enzo muy bien dobladas y limpias. Una chaqueta elegante, Un re- loj con cadena. Una caja larga y chata de madera negra ¥ una bolsa de terciopelo roj, atada con una cinta de ‘aso, Todo eso a primera vista, Consuelo se volvié a ‘mira a Flora y le dijo: —Cerri la puerta Flora fue a hacer Io que le pedian, Le etuzé la tran. cade hierto ala puerta y cuando regresé vio que Con- siclo habia sacado la capa superior del equipaje y la habia apoyado en el piso de terra En el bail habia més ropa, un par de boras fuertes, libros, muchos libros, una carta —Deje es, si no sabemos leer... —dijo Flora cuando la chica desdoblé el sobre, Consuelo le pegs in codazo en las costillas y siguié con sw trabajo de spi, BI sobre ya estaba abierto. De adenteo se cays lun elicaro, Flora lo tomé y To abrié: tenia una pintara, la mi- hiatura de un ojo. Un ojo de color elaeo dibujado con ‘odo detalle, Las dos se tieron, —iQué tipo mis raro! —murmursi Consuelo. uso el relicario en su lugar y certé la carta Qué mis cosas tiene? —quiso saber Flora. Ea se instante empezaron a oler algo parecido a plumas ‘quemadas, SOS Se Flora miré al piso y vio que la bolsaroja de trcio- pelo echaba humo. —;Consuelo! iE pebetero! —ari6. Consuclo aparté a Flora de un manotazo y agarré Ja bols. La parte que habia tocado el pebetero estaba en llamas, Reprimiendo un chillido late al piso y se puso a sata sobre ella, sofocando el fuego con sus boritas Las dos se quedaron mirando: alo pies de Consue- Jo, la bols era una euina Vaya a saber lo que tenia dentro... —

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