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Reale, G. y Antiseri Dario. Historia de! Pensamiento Filosdfico y Cientifico, Vol. |, Barcelona (Espafia), ed. Herder pp.63-66 3.2. Parménides y su poema sobre el ser Parménides naci6 en Elea (ciudad de la peninsula italiana, cuyo nom- bre actual es Velia, entre la punta Licosa y el cabo Palinuro) en la segunda mitad del siglo vi a.C., y murié a mediados del siglo v a.C. Fundé en Elea la escuela filoséfica llamada precisamente eledtica, que tendria un influjo muy notable sobre el pensamiento griego. Fue iniciado en la filosofia por el pitagérico Aminia. Se nos cuenta que fue un politico activo y que otorgé sabias leyes a su ciudad. De su poema Sobre la naturaleza nos ha legado el prdlogo integro, casi toda la primera parte y algunos fragmentos de la segunda. Hace escasos aiios ha aparecido un busto que lo representa. En el ambito de la filosofia de la physis, Parménides se presenta como un innovador radical y, en cierto sentido, como un pensador revoluciona- rio. En efecto, gracias a él la cosmologia recibe una profunda y benéfica sacudida desde el punto de vista conceptual, transformandose —por lo menos en parte— en una ontologia (teoria del ser). Parménides pone la doctrina de su poema en los labios de una diosa que lo acoge con benignidad. (El se imagina conducido a la presencia de la diosa en un carro tirado por veloces corceles y en compafifa de las hijas del sol, quienes, al llegar a la puerta que da paso a los senderos de la Noche y del Dia, convencen a su severa guardiana, la Justicia, para que la abra, y luego de atravesar el umbral decisivo, lo guian hasta la meta final. ~ La diosa (que simboliza sin duda la verdad que se desvela), al final del prdlogo, dice de modo solemne y programatic preciso que aprendas todo de la verdad bien redonda el corazén inconmovible }y las opiniones gle los mortales, en las que no existe certidumbre veraz; tambien aprenderis esto: cémo es necesario que admita la existencia de las apariencias {quien en todos los sentidos indaga todo, Por lo tanto, la diosa parece indicar tres caminos: 1) el de la verdad -absoluta, 2) el de las opiniones falaces (la doxa falaz), es decir, el de la falsedad y el error, y 3) finalmente, un camino que podria llamarse de la ‘opinion plausible (1a doxa plausible). Recorramos estos caminos junto con Parménides. 1) El gran principio parmenidiano, que es el principio mismo de la verdad (el «corazén inconmovible de la verdad bien redonda»), es éste: es y es imposible que no sea; no es y es necesario que no sea: iEa pues! yo hablaré, y 1 escucha mis palabras. Sélo dos vias de investigacién se pueden concebir: 55 Los naturalistas presocraticos La una afirma: es y es imposible que no sea =Es el sendero de la certidumbre, la verdad lo acompafa. Es necesario que aquello que se presta a ser dicho y pensado sea; porque puede ser. Pero lo que no es no puede. ‘Solo un camino nos queda para recorrer: se presta a ser, «Ser» y «no ser», en el contexto del razonamiento de Parménides, son tomadbos en su significado mas integro y univoco: el ser es la pura positivi- dad y el no ser, la pura negatividad, siendo cada elemento absolutamente contradictorio con el otro. {4C6mo justifica Parménides su gran principio basico? La argumenta- cidn es muy sencilla: todo lo que uno piensa y dice, es. No se puede pensar (y por lo tanto, decir), si no es pensando (y diciendo) aquello que es. Pensar la nada significa no pensar, y decir la nada significa no decir nada. Por ello la nada es impensable e indecible. El pensar y el ser coinciden: Jo mismo es pensar y ser. = Lo mismo es el pensar, y aquello por lo cual se cumple el pensamiento, porque sin el ser, en ei cual se expresa, ro hallarfas el pensar: no hay ni habra nada fuera del ser Hace ya tiempo que los intérpretes han indicado que este principio parmenidiano es la primera y notable formulacién del principio de no contradiccién, esto es, del principio que afirma la imposibilidad de que los contradictorios coexistan al mismo tiempo. Los contradictorios supremos son precisamente «ser» y «no ser»; si hay el ser, es necesario que no haya el no-ser. Parménides descubre el principio sobre todo en su vertiente ontol6gica; a continuacién, se le estudiara también en sus vertientes logi- cas, gnoseolégicas y lingiifsticas, y constituira el punto de partida funda- mental de toda la l6giea occidental Teniendo presente el significado integral y univoco que Parménides otorga al ser y al no-ser y, por lo tanto, al principio de no contradiccién, resultan comprensibles los «signos» o y un «menos que ser», que supondrian una intervencién del no-ser: [Ni hay tampoco no-ser que Ie impida alcanzar la plenitud ni es posible que el ser sea ora mis leno, ora més vacio de lo que es, porque es todo entero inviolable: igual a si mismo por todas partes, semejantemente en ia extensién de sus confines, ahi esta Parménides proclama varias veces que su ser es algo limitado y finito, en el sentido de que es «acabado» y «perfecto». La igualdad absoluta, la finitud y la completitud le sugirieron la idea de esfera, figura que ya para los pitagéricos indicaba la perfeccién: Puesto que hay un limite extremo, el ser es completo, similar a la masa de una esfera armoniosamente redonda que por todas sus partes se distancia con igual fuerza del centro, ‘Tal concepcién del ser postulaba asimismo el atributo de la unidad que Parménides menciona al pasar, pero que sus discfpulos pondrén en un primer plano. La tinica verdad, pues, consiste en el ser no engendrado, incorruptible, inmutable, inmévil, igual, esférico y uno. Todas las demas cosas no son mas que nombres vacios: Asi pues todas las cosas no son sino nombres

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