EI territorio colombiano
y sus margenes
La dificil taren
de la construccién territorial
Vincent Gouéset”
invéstigaciones y ensayosResumen
El paradigma de la terrtorialidad, cada vez
_més importante en el conjunto de las ciencias
sociales, tiene una peculiar pertinencia en el
«aso de Colombia En este pais, muchas eas
periféricas del espacio nacional han
ppermanecido al margen de los grandes fujos
de poblamiento y padecen lo que podria
llamarse undéfii de trvitoralidad. Bs deci,
se mantienen fuera de los mecanismos de
regulacién social, politica y econémica
prevalecientes en las zonas urbanizadas y/o
densamente. pobladas. Las herramientas
teGricas tradicionales, como el modelo
centro-periferia, 0 las ensefianzas de la
sociologia de la violencia, que aportan
‘mucho en el conocimiento de estos espacios
‘marginados, no pareceh ser suficientes para
comprender de manera global los problemas
de tertitorialidad del espacio colombiano,
AnstRAcT
‘The’ paradigm of territoriality’ which is
increasingly important in all the social
sciences, is particularly relevant in the
Colombian context. Many peripheral areas
in this country have remained only
marginally affected by large-scale settlement
“movements and are hegatively affected by
“what we refer to as a deficit of territoriality
They remain unconstrained by the
mechanisms of social, econémic and political
regulation which normally operate in
densely populated or urban areas. While
Conventional theoretical approaches, such as
“the center-periphery model ax the sociology
‘of violence, can provide useful insight into
these areas, they are limited in their ability
to provide a full understanding of the
problems of teritoriality in ColombiaTerritorio, territorialidad?
0s conceptos de terrtorio y teeritoria
lidad tienen cada vez més importancia
en el quehacer de las ciencias sociales. En
‘América Latina, la ola democratizadora de
los afios ochenta y sus apuestas en materia
de descentralizacidn y de ordenamiento te-
rritorial contribuyeron a ubicar en la delan-
tera este tema, En Colombia, lainvestigacién
alrededor de laterritorialidad del espacio na-
cional constituyé, en 1993, el ema central
del V Coloquio Colombiano de Sociologia
(Silva, 1994.
A pesar de ciera confusién en el uso de es-
108 dos términos, se puede decir que territo-
rio designa, en un primer sentido, un
“espacio geogrfico calificado por una per:
tenencia juridica” (George, 1994, Diction-
naire de géagraphic), ex deci, un espacio |
politico donde se ejerce la autoridad de un |
Estado (el territorio colombiano), 0 de una |
centidad administrativa de menor escala (el
territorio municipal, los teritorios indige-
1nas, tc.) Luego, la palabra eritora ha evo-
lucionado hacia el concepto de “espacio
apropiado”, con una conciencia de esa
apropiacién (Brunet et al, 1992, Les mots de
la géagraphie). La territoralidad coreespon-
de, precisamente, al modo de apropiacién y
ims atin, de relacién que el hombre y la so-
ciedad establecen con el espacio terrestre.
De hecho, el concepto de territoria mantie-
ne cierta ambivalencia
— En primera instancia, el territorio apare-
ce como el espacio de los Estados-naciones
(€1 territorio nacional), es deci, un espacio |
acabado, apropiado, administrado y deli- |
mitado politica o administrativamente, Se-
‘gin la definicidn de Raffestin (1980), el te-
rritorio es “[...] una fraccién del espacio
‘onganizada en una relacién de poder”, bajo
elcontrol de un Estado modemno, “[..] cuya
cexistencia y validez. son garantizadas de
modo continuo dentro de un territorio geo-
grificamente determinado por el ejercicio
de la coercién fisica legitima”, para retomar
Ia idea clisica de Max Weber (Badic, 1995),
Se trata una concepeién heredada de la Eu-
ropa del Siglo de las Luces, en un periodo |
de afirmacién de los Estados-naciones, Una
6gica “moderna”, cartesiana, , como lo su-
brayan Bonnemaison y Cambrézy (1996:
17), “‘tranquilizadora”, pues asimila el terri
torio a-un espacio jerarquizado, mensura-
ble, organizado por el centro y delimitado
[pot unas fronteras precisas. Obviamente, la
dlindmica guersillera, que pretende extender
su monopolio en el manejo de la fuerza pile |
blica, para imponer un orden considerado
como mis legitimo, entra en la misma l6gi-
cade un territorio construido “desde el cen- |
tro abajo", para retomar la formula de
Boisier (1994: 18), es decir, por un grupo |
de poder constituido con el fin de asumir el
que éste no sea su principal objetivo.
= Como lo sefalan muchos aurores, esta
acepcisn de territorio, que noes, segiin Bon-
nemaison y Cambrézy (1996: 8), sino una
“ideologta geogrifica”,fracasa ante la evi
dencia de una dimensién mis culturalista del
terrtorio, En una perspectiva de corte post-
moderno, la territorialdad no es solamente
tuna euestin de apropiacin de un espacio
—por un Estado 0 por cualquier grupo de |
1 te atc retoma y
adapta la materia de
‘texto pubeade om
Francia on dcr de
1996: Gates (1996),
Cansrivele teritre
qe fre des cmarges on
Colbie? en Marne,
Jie), Espace, ps
‘e pouvoir dan le
‘Nouveau Monde, Pari,
Antinaps, 1996,
apd 10 pigs 371-
04
teoritor.
4Terrtonior
#0
poder— sino también de pertenencia a un
territorio, a través de un proceso de identi
ficacién y de representacién —bien sea co-
Jectivo como individual—, que muchas veces
desconoce la fronteras politicas o adminis
trativas elésicas (Claval, 1996). Incluso, so-
bre una misma superficie se pueden
superponer varios territorios, es decir, va-
rias formas de apropiacién del mismo espa-
cio, Tal definicidn «culturalista» del espacio
no esté exenta de riesgos, pues en muchos
casos sirve para legitimar conflictos étnicos,
en los cuales la reivindicacién del territorio
abre la puerta a cualquier tipo de abusos (en
Kosovo, Bosnia, Ruanda y muchas otras par
tes), Sin embargo, esta concepcidn del te-
rritorio como un “espacio cultural de
pertenencia” (Bonnemaison y Cambrézy,
1996: 17) tiene la ventaja de fancionar “des-
de el individuo arriba”, como se podria de-
cir en referencia a la Srmula de Boiser.
Estas consideraciones son claramente aplcables
Colombia. Si se toma, por ejemplo, el caso de
Ja Orinoguia:acaso, no existen varios Llanos?
En efecto, la Orinoquia colombiana consti
tuye un espacio que cuenta con cierta ho-
‘mogeneidad ambiental, con un relieve, un
clima y una vegetacién caracteristicos, pero
que carece de unidad politica y social. El
Llano fisico se encuentra dividido entre Ve-
nezuela y Colombia. En Colombia, fuera del
Corpes, cuyo alcance es limitado en el siste-
‘ma politico-administrativo colombiano, no
tiene gran cabida la territorialidad lanera.
Mis atin, por el control politico del Llano
compiten hoy los grupos insurgentes,el er
cito y algunos grupos paramilitares, segiin
fronteras muy fluctuantes.
Pero este Llano politico, vuelto un inmenso
campo de batalla, no coincide tampoco con
1 Llano identificado por los geupos indige-
nas, hecho de fronteras invsibles y leno de
eosimbolos imperceptibles por el viajero
distrafdo. Ni coincide con el “Llano llano”
construido por lo colonos tradicionales, an-
tes del petroleo y del asfalto, cuyo recuerdo
aparece en las cr6nicas de Alfredo Molano.
‘Menos ain tiene que ver con el Llano de las
empresas petroleras, que se ubica en un
‘marco territorial mucho més amplio, de es-
cala mundial, siguiendo una lgica més re-
ticular (el Llano como enclave en la
economia mundial del petréleo) que areo-
lar (cl Llano como parte de un continuum
‘geogrifico). Habria que contar, por fin, con
Jo que posta llamarse el Llano cachaco, es
decir, el conjunto de representaciones que
tiene del Llano la gente ajena, y que eonlle-
va cierto temor, algo de fascinacién y mu-
hos clsés (arpas, coleos,atandeceres y otras
imagenes de postal)
En realidad, ls dos aproximaciones del con-
cepto de territorio no son antinémicas. Pue-
den coexisti, sobre un mismo espacio, varios
territorios, es decir, varias formas de terri
torialidad. En su labor investigativa sobre
este tema, Di Meo (1993), quien retoma la
clasificacién marxista clisica, define el terri-
torio como un fragmento de espacio donde
se fasionan tres tipos de estructuras: una
infrmestructura (el espacio fisico, con sus ar-
tefactos humanos, y la esfera de las activida-
des econdmicas), una superestructura (ranto
el campo politico como el ideoldgico y el
simbélico) y una metaestructurn (la relacién
individual con el espacio; nocién que haceeco con el concepto tradicional de espacio
vivid —espace wécw—). En esta aproxima-
cidn, de corte estructuralista, caben las dos
vertientes de la territorialidad,
El territorio colombiano
y sus margenes
El caso colombiano es de peculiar interés,
pues tanto el Estado nacional como la so-
Ciedad, en sus mitltiples componentes, se
acomodan a una territorialidad de geome-
tsfa variable. El espacio nacional, vasto, poco
poblado, se sucle caracterizar con Ia meté
fora del archipiélago. Término utilizado para
aludir al poblamiento discontinuo y lexis
tencia de viejos focos de poblamiento en la
petiferia, donde se encuentran grupos més
‘0 menos al margen de la sociedad colom-
biana: resguardos indigenas, comunidades
negras, colonos, grupos insurgentes, agen
tes (permanentes u ocasionales) del narco-
tréfico. Unas inmensas superficies, en los
paramos andinos, en la costa pacifica, en los
llanos de la Orinoquia o en la cuenca ama-
zénica, escapan al control del Estado cen-
tral
La marginalidad social, econémica, e inclu-
0 politica, no es ninguna exclusividad de
{os espacios poco poblados. Se encuentra en
el pleno corazén de las metrépolis. Pero la
cuesti6n territorial encuentra en los mirge-
res del espacio nacional una dimensié
dita, por tres razones al menos:
— La extrema debilidad del Estado (no so-
Jamemte fa fuerza piiblica, sino también la
administracién piiblica, en un sentido am-
plio). Como lo dijo acertadamente Gonzé-
lez Arias (1992), “[..] Colombia es un pais
‘uyo territorio sobrepasa la nacién y cuya
sociedad es més sélida que el Estado (...)
En este contexto es itil introducir la idea de
‘una dicotoma entre‘el espacio nacional efec-
tivo’ (0 integrado), donde el Estado ejerce
su dominio con legitimidad, y ‘os espacios
difusos o discontinuos’, al mangen de la do-
sminacién estatal”.
— La relaci6n de las sociedades locales con
el territorio es muy diversa —pues los gru-
pos no conciben su relacién con el espacio
¢n la misma escala ni con las mismas tempo-
ralidades— y, con frecuencia, conflictiva, dado
1 cardcter muy atomizado de la poblacién.
— El relativo desinterés de la sociedad co-
Jombiana “central” hacia esos espacios mar-
ginales. A diferencia de lo que pasa en otros
paises americanos, los frentes de coloniza-
Ci6n y los espacios vacios no constituyen un
‘mito nacional, un simbolo de la labor de edi-
ficacién del Estado-nacién, un espacio don-
de se forja un porvenir nacional conjunto.
[Ms bien, para mucha gente, estos espacios
inaccesibles, donde la autoridad del Estado
no logra afirmarse, aparecen mas como unos
simbolos del “eaos societal colombiano”.
En general, cuando se habla de los frentes
de colonizacién y de las zonas poco pobla-
das de Colombia, se suele hablar en térmi-
nos de deficit: déficit de poblacién, déficit
de Estado (en cuanto a la inversién pailica
y al orden piblico) y déficit de integracién
‘econdmica,
EI problema nos parece més amplio. Los
espacios marginales y poco poblados de
Colombia son representativos de las dificul-
tades de construccién territorial, esa sutil
Joritors
a1|
|
Tertoror
#2
alquimia que no requiere solamente una in-
yeccién de fondos piiblicos y la realizacién
de infraestructuras fisicas, sino también la
construccién de tna sociedad y de una eco:
rnomia local duraderas, que no estén desar
&€oudles son aquellos racios del mapa colom-
biano? Los espacios poco poblados (Figura
1) se ubjcan fundamentalmente en la peri-
feria del espacio nacional: Costa Pacifica;
peninsula de La Guajira; cuencas del Mag
ticudas del resto del pais. Se podria decir,en | dalena medio y del bajo Cauca; cumbres de
fin, que buena parte del espacio colombia- | la sierra Nevada de Santa Marta, de la serra-
no padece de un deficit de territorialidad, lo | nia de Los Motilones y de algunas partes de
que es mucho més que una falta de habitan- Ia cordillera Oriental; inmensas llanuras de
tes, de dinero, de escuelas 0 de policfas. a Orinoquia y del Amazonas.
: Fioura L
Primer escollo en DISTRIBUCION ESMNCIAL DE LA POBLACION coLOMBIANA (1985)
f
El espacio colombiano no
cesté muy densamente po-
bblado. En términos relati-
vos, con 37,7 millones de
habitantes censados en
1993 (y 40,2 estimados en
1997), la densidad pobla-
ional promedio de Colom-
bia, que era de 33 hab./km?
en 1993 (y de 35,2 hab km?
en 1997), supera la densi-
dad promedio de América
Latina (aproximadamente
23 hab,/kom?) y, mds atin, la
cde América del Sur (menos
de 20 hab /km’). Sin embar-
0, la distribucién de la po-
blacidn es muy desigual: el
70% de la poblacién es ur
bana, y en ls zonas rurales | sm: gag. nem
ladensidad promedtiogitaal- rsrado de Dureu, Fy Psoat, 6, 1998, En map le eines
rededor de 10 habykm®. ebay de Byun af cots (1973-1988), CEDE, to nian 9608,Sise quiere establecer una tipologfa de aque
llos espacios poco poblados, se pueden
distinguir tres categorias principales (Fi-
gura 2)
— Unos margenes interiores (1), situados
dentro del heartland colombiano, es decir,
cen el ejecaribe-andino. Corresponden bisi-
camente a tre tipos de medios geogrificos:
{os altos paramos, algunas vertientes inhés.
pitas y las zonas pantanosas (como la de-
resign Momposina).
— Unosmadrgenes cercanes (2), que corres-
ponden a las vertientes externas de los An-
des y sus respectivos piedemontes, que se
encuentran en via de integracién al eje ca-
ribe-andino, por ser zonas de coloniza-
— Algunos mudgenes lejanas (3), atin muy
poco poblados y desarticulados del resto del
espacio nacional, que se encuentran a veces
¢n la Costa Pacifica y sobre todo en el orien:
te del pais: Vichada, Guainia, Vaupés y
Amazonas (estos cuatro departamentos con-
taban, en el censo de 1993, con una densi
dad promedio de 0,4 hab./km:),
&Como explicar el relativo deficit poblacio-
nal de estos mérgenes territoriales?
Desde luego, se trata de unos espacios que,
ppor lo general, son fisicamente poco atrac-
tivos: los paramos y nevados de las cumbres
‘montafiosas, el semidesierto de La Guajira,
Jos pantanos de la depresién Momposina,
Jos suelos poco fértiles de los Llanos Orien-
tales y la selva Inimeda de la Amazonia
Los impedimentos de indole fisica son in-
negables, pero, como lo sefialaba Git hace
mis de veinte afios (Githl, 1976: 145), es
“ [oo] un grave error... [caer en] un mal en-
tendido determinismo fisico”. No existen
obsticulos fisicos insuperables. Acaso, &no |
se poblaron las inhéspitas vertientes de la
condillera Central cuando el cultivo del café
permitié su articulacién con la economia
internacional? Los espacios marginados, mis
‘que ligados a una supuesta «repulsividad>
fisica, estén a merced de la capacidad y de la
voluntad del Estado y de los actores econé-
micos para actuar sobre el territorio (Jara
millo, 1979; Cuervo, 1990).
Ficura 2
‘TiroLosta DE Los MARGENES
TTERRITOTIALES DE COLOMBIA
fain | Seen
is
No hay que desconocer tampoco el legado
histérico, puesto que ya en la época preco-
lonial la densidad poblacional era muy baja |
en la mayorfa de estas zonas. Durante todo
el periodo colonial y, luego, en el siglo XIX,
los finjos de poblamiento se concentraron
en el heartland caribe-andino, dejando al
‘margen las zonas periféricas, excepto en el
«aso de algunos episodios més o menos bre-
ves (como el ciclo del oro en algunas partes
de la Costa Pacifica o el auge cauchero en
los rfos Putumayo y Caquet),
oritori
a3a4
En una perspectiva hist6rica, habria que se-
falar también el relativo desprecio de la s0-
ciedad colombiana por los margenes
territoriales, lo que no es casual a escala del
continente americano. En muchos paises, la
cexistencia de unas grandes reservas territo-
riales constituyé, en su historia, un reto co:
lectivo, un mito constitutivo de la identidad
nacional, un espejo donde se reflejaba el por
venir de una nacién en construccién. Stei-
ner (1994: 144) establece un paralelo muy
suigestivo entre Colombia y Estados Unidos,
donde el tema de la frontier constituy6, des.
pués del trauma de la guerra civil de ios afios
1860-1865, uno de los grandes mitos fan:
dadores (Zo més bien reconciliatorios?) de
la nacién. Algo similar se podria decir de
Brasil del siglo XIX, cuya obsesién era des-
plazar cada vez mas hacia el occidente el me
ridiano de Tordesillas, y luego, en el siglo
XX, integrarlo al espacio nacional. “Integrar
[la Amazonia] para ndo entregar” era el eit-
‘motip del gobierno militar en los afios se-
tenta. También se puede considerar el caso
de Argentina, donde el episodio de la “con-
quista del Desierto”, que en realidad contaba
con la presencia de una numerosa poblacién
indigena, equivalf, segin la famosa formu-
lade Sarmiento, a una lucha de “la civiliza-
cién contra la barbaric”.
Ahora bien, el paradigma colonizador no
‘opera con la misma intensidad en el caso de
Colombia, En este pais, que no recibié se-
_mejantes flujos de inmigrantes en los siglos
XIX y XX, y donde los frentes de coloniza-
lanuras del Caribe), se podria decir que la
labor deconstruccén teritorial consistié més
bien en una lucha contra la fuerzas de des-
agregacidn interna y contra las tendencias
secesionistas de las regiones. No ha existido
en la opinién piiblica, ni tampoco en la cla-
se politica, la conciencia de que la labor de
integracin teritorial constcuya wna priori-
dad absoluta
Parece obvio ademds, en el caso de Brasil y
de Argentina, pero también en los casos
ecuatoriano 0 chileno, que el mito coloni-
zador fue atizado por los militares, sobre
todo cuando estuvieron en el poder, obse-
sionados por los asuntos geopoliticos, como
fa integridad y la integracién del espacio
nacional (que les permitia, dicho sea de paso,
eludir los problemas sociales internos). Tal
no fue el caso de Colombia. No es que los
militares colombianos hayan menosprecia-
do las periferias territorial. Por el contra-
rio, existe, tanto en la literatura estratégica
de los militares (véase, por ejemplo, Baha-
én, 1989) como en el discurso politico de
sus altos mandos, una referencia continua a
la imperiosa necesidad de controlar la inte
‘talidad del espacio nacional, cuyas perife
Flas siempre sirvieron de refugio para los
‘grupos insurgentes (sin hablar del narcotré-
fico), Ademés, le correspondia al ejército,
hasta la nueva Constitucién Politica de 1991,
administrar directamente los “Territorios
Nacionales”. A diferencia de lo que pasé en
‘otros paises de América Latina, en Colom-
bia el ejército poco accedié al poder en el
cién han sido més internos que periféricos | siglo XX, y no pudo adelantar una politica
(como la olnizacién antiguetia, o cl caso | de integracin territorial consistent Elreto
r—r._—C“‘<«;w;wsOris—isisYSC”dsczaris_itCtCten el heartland, como las mal llamadas “re-
piiblicas independientes” de los afios 1950
y 1960.
Pero la baja densidad poblacional de muchas
partes del tertitorio colombiano tiene que
ver, de manera mds amplia, con su estado
de subintegracién al espacio nacional.
El problema de la subintegracién
politica y de las carencias del Estado
La referencia a los paradigmas clisicos de
subintegracin, de periferias 0 de dependencia
alude a dos tipos de problemas que se
retroalimentan mutuamente: primero, un
problema politico que tiene que ver con el
débil protagonismo del Estado, y, segundo,
un problema de indole més ¢conémica,
consistente en el bajo grado de articulacién
con las economéas nacional e internacional
La debilidad del Estado opera en varios ni-
veles:
— Acescala del Estado central, que con defi
ciencias en la administracién de justicia, y
enfrentado a grupos armados que buscan el
control del terrtorio, es incapaz de asegu-
rar el orden piiblico. Sus escasos programas
de desarrollo en las 2onas marginadas (como
el DRI, el PNR 0, ahora, la Red de Solida-
ridad Social) contaron con recursos limita-
dos, aunque el monto de la inversién estatal
en Jos municipios ha aumentado sustancial-
mente en los ilkimos quince afios.
— Acescala de las entidades terrtoriales, en
especial de los municipios, cuya posibilidad
de intervencién es muy limitada, debido a
Ja falta de recursos financieros y humanos.
Este problema no es especifico de los muni-
| problema no es solamente la insuficiente
| inversién paiblia, sino también su ineficien-
Cipios periféricos. Los ingresos fiscales son
muy bajos en la mayorfa de los pequefios
municipios, que se encuentran en un alto
‘grado de dependencia con respecto a las
transferencias centrales.
Un estudio del DNP (DNP, 1996: 57-58)
permitié establecer, para el ao 1995, que
‘en los municipios de menos de 5.000 habi-
tantes (son 165 municipios, es decir, ef
15,7% delos municipios colombianos, pero
sélo el 1,5% de la poblacién nacional) los
recursos propios no representan sino el
13,7% de los ingresos municipales; el resto
proviene del crédito (5,7%) y sobre todo de
las transferencias centrales (80,6%). A modo
cde comparacién, los recursos propios repre-
sentan en promedio el 18,6% de los ingre-
sos municipales en Colombia; una tasa que
asciende al 46,8% en los municipios de més
de 100.000 habitantes (que concentran el
52% de la poblacién colombiana).
Pero, como lo seilaron algunos autores, el |
cia. Estudiando el caso de la Amazonia co-
Jombiana, Fajardo (1994: 79-96) muestra
que el Estado concentré la mayor parte de
su inversiGn en el financiamiento del apara-
to represivo, en lugar de ayudar al desarso-
lo econémico regional, y que, ademds, hay
tuna dispersidn de las prerrogativas entre los.
‘numerosos organismos que intervienen en
Ja zona, lo cual genera un desperdicio del
gasto piiblico, agravado porque las necesi-
ddades prioritarias de las poblaciones locales
no han sido bien identificadas. En sintesis,
el Estado no s6lo invirtié poco en Ia Ama-
zonia, sino que ademis invirtié mal
Aenritonior
asa6
Fig. 3; La red vial en 1990
Conte pavinenads
Canter i povitetae
Chad once
eer”
ne aor 589, MOET LEA
La subintegracién,
econémica y
el estatuto de periferias,
Desde luego, las carencias
‘en materia de infraestrue-
tura contribuyen a trans-
formar los espacios que
son periféricos, en térmi-
nos geogréficos, en au-
‘ténticasperifriasecondmcas,
¢s decir, en espacios mal ar
ticulados con las economias.
nacional ¢ internacional,
con las cuales mantienen.
tuna relacién de dependen-
cia, basada en el desequili
brio de los intercambios.
La configuracién de la red
urbana colombiana, carac-
terizada en las zonas mar-
ginadas por la ausencia de
unos centros urbanos ha-
bilitados para prestar los
servicios bisicos (piiblicos
y privados) y para consti-
tur polos elementales de
as carencias del sector puiblico se notan
también en el deficit infraestructural, con
‘unas evidentes fillas en materia de transporte
yyde comunicacién. Buena parte del espacio
nacional es de dificil acceso por via terrestre
(Figura 3). Igualmente, los municipios poco
poblados se distinguen por una muy defi