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re muragmer-opairant, J. Clavreul F. Perrier,G. Rosolato, J.-P. Valabrega El deseo y la perversion ; Tay, Ry ks ' EL PROBLEMA ANTROPOLOGICO. DEL FANTASMA JEAN-PAUL VALABREGA ——— 1 En esta exposicién, cuya primicia he querfdo reservar pa- ra nuestra Escuela freudiana, no podré hacer mas que una introduccién. Si, como lo espero, el ciclo de conferencias’ que hemos inaugurado este afio pudiera ser continuado por otras series parecidas, seria para mi un placer desarrollar alli la continuacién de estos trabajos. Antes de presentarles las generalidades y las primeras ideas que se desprenden de estas investigaciones sobre el fantasma, no es necesario destacar la importancia de los problemas que aqui abordamos. Ya que todos los analistas coinciden €n reconocer la importancia incesantemente creciente que ha adquirido el fantasma en la clinica, en la técnica y en la teoria desde... {desde cuando, al fin y al cabo? éDesde 1908, con el articulo de Freud sobre los Fantas- mas histéricos, muy poco citado, por otra parte, hasta nues- tros dias? éO 1905, con los Tres ensayos —retocados una infinidad de veces, como se sabe— donde Freud, a propésito de la sexualidad del nifio y especialmente de la escena de seduc- cién, descubre '—de un modo por otro lado largamente re- trospectivo respecto de sus propias abservaciones— el papel decisivo de la actividad fantasmatica? €1900, con la Traumdeutung, donde se esclarece que la misma _necesidad de interpretar un sueiig, que todo el tra- bajo, toda la técnica de la interpretacién descansan sobre la puesta al dia de los fantasmas que subyacen y gobiernan la actividad onirica, y especialmente de los fantasmas de deseo? ‘ Sega 5 ee sl ’ 204 JEAN-PAUL YALABREGA £1895, con los Estudios sobre la histeria? £0 incluso més Jejos, en los Esbozos o ja Correspondencia? Pero bien podriamos tomar otros jalones. Ustedes saben que existe, en los estudios freudianos, “después de Freud” —como se dice—, una tendencia, particularmente nitida a nuestro juicio, a buscar Jas inspiraciones primeras siempre més atr4s. Uno creia, por ejemplo, que tal concepto podfa fecharse en 1914 0 en 1900; jpero qué error y qué ignoran- cia! {Se nos convenceré de que hay una huella irrefutable €n una tarjeta postal enviada a Fliess, Y que el sello del correo prueba esa anterioridad capital! Evidentemente, puesto que todo habia sido descubierto mucho antes de 1900 (digamos 1900 porque es la fecha de aparicién de la.primera obra fundamental), “mucho antes”, en todo caso, jpodemos Preguntarnos por qué Freud se pasé después cuarenta afios de su vida escribiendo una veintena de gruesos voliimenes Para repetir lo mismo! Podemos tam- bién —y por otra parte lo hacemos— buscar el origen de los conceptos en los datos que poseemos o que reconstruimos del propio anélisis de Freud, en la Persona de su padre, de su madre, en la extraiieza de la “constelacién familiar’, en la comunidad judta de Europa central, en la tradicién hebrea, en el Antiguo Testamento, el Talmud, el Zohar, la ley ‘mo- Saica. .. ‘. Ninguna de estas direcciones carece de interés, y todas pueden ser titiles. Pero todo esto es verdadero y falso; es de- cir que existe otra verdad que nos interesa mucho més. Lo que quiero volver a trazar aqui es el movimiento de una exégesis que toma conciencia de todo, excepto de si misma. Interroguemos, pues, més bien, por nuestra parte, el sentido de esta biisqueda en retroceso —como la hubiera lamado Freud—; de esta intencién, que a veces se convierte en com- Pulsién, de remontar el curso del tiempo. éAcaso podemos dejar de ver de entrada- que hay que despejar en ella dos caracteristicas? Ellas son: —Primero: Ia investigacién en retroceso se parece a un a a a EL FANTASMA ; 205 aspecto esencial del‘ psicoandlisis mismo. Este implica igual- mente un remontarse, un sumergirse en la. historia, i do esta cadena, una de cuyas amarras esté anclada en la-his- toricidad, es en el extremo o en los eslabones que faltan en. esta cadena donde recaemos, precisamente, en el fantasma, Hacemos, pues, a propdsito del anélisis, lo que hacemos en el andlisis. Esto es para mostrar que estamos aqui frente a una primera indicacién de lo que Hamaré la transforma- cién * (retournement). Nocién capital que esté desde ahora’ a nuestra disposicién, y sobre Ja cual tendremos que volver, evidentemente, con mucha insistencia. . —Segundo: remontar el curso del tiempo sélo puede Ile- gar, sdlo puede desembocar en algo que es el mito. El mito se refiere siempre, universalmente, al origen. . Ya tenemos suficiente para afirmar no sélo que él proble- ma antropoldgico del fantasma estd pi.inteado -ante nosotros, « sino incluso que no hay forma de plantear correctamente el problema del fantasma si no es bajo el angulo de la antro- pologia. Me refiero a la antropologia psicoanalitica, natural- mente. La antropologfa psicoanalitica es —lo recuerdo— ésa rama bastante nueva y bastante resistida de nuestra discipli- na, en cuyos desarrollos toda investigacién es necesariamen- te, por un lado, desigual, de alli que descontente a todo’ el mundo: a los antropélogos les falta la posibilidad de ver- sur- gir la interpretacién analitica que, sdlo ella, es capaz de pro- * Hemos elegido el término “transformacién” para traducir el poli- sémico retournement, y no sin vacilaciones. Retournement es un sustantivo armado sobre el verbo retourner (volver, volver de revés, dar vuelta, conmover, trastornar). Puesto que el espafiol no posee un sustantivo derivado de la expresién “dar vuelta” (sustantivo que ‘sin duda hubiese conservado el sentido del ori- ginal), y que el mismo Valabrega distingue su refournement de otras posibles “versiones” (inversién, feversién, conversién, nega- ciGn), el término “transformacién” nos parecié ajustarse a la idea de ley general, susceptible de abarcar aquellos casos particulares, en_ta que el autor insiste al definir su concepto. ee pe en lo - anterior y en lo que es anterior a lo ‘anterior. Y es Tecorrien-* aaa. meen anaete a ww tan: pererepimeercomete 206 jJEAN-PAUL VALABREGA porcionar explicaciones a los problemas ‘planteados por los datos recogidos en el campo. etnoldgico; y los psicoanalistas carecen muy a.tmenudo-del conocimiento y del acceso a esos mismos datos. Estamos, pues, condenados a una especie de alternancia, de vaivén entre dos campos, entre el divan y los Trépicos, por asi decirlo, Pero este movimiento es otra cosa que: un inconveniente metodolégico: expresa una realidad relativa al reenvio de uno a otro campo, por ejemplo del mito al fantasma y del fantasma al mito, y és en esta realidad - donde se encuentra el fundamento sdlido de la antropologia psicoanalitica. En lo que habré de seguir nos limitaremos a examinar al- - gunos aspectos de las nociones que a partir de aqui han side despejadas y planteadas en esta introduccién. a4 Comencemos recordando las principales direcciones, com- paraciones, oposiciones y relaciones clasicas en el estudio del fantasma. 1. La oposici6n entre el fantasma y Ja realidad. Dado el papel de la realidad en el andlisis, dudo que por esta via »se pueda llegar al corazén del problema, e incluso advertirlo. Ya que el alegato de realidad que hace el paciente demues- tfa ser precisamente aquello que da la idea mds aproximada del inconsciente en su opacidad, aquello que se ha traducido por la expresi6n resistencia del inconsciente, y que quizd se wexpresaria mejor en una férmula del tipo: “Ya lo sé, pero :aun asf...”, debida a O. Mannoni. No es Ia realidad la que ‘resiste, es el inconsciente. Esta es la transformacién que es necesario operar aqui: Freud partié de Ja realidad, 0 mas bien del realismo —en la realidad, se trata del realismo, esto deberia ser suficiente para instruirnos—, y .no se entiende cémo Freud podria haber procedido de otro modo, dado el estado de la psiculogia cientifica en el siglo xix. Por ello ~~ NS ee NN Ne S EL FANTASMA 207 é “tuvo que hacer un inmenso trabajo e incluso, lo sabemos aho- ra, una crisis, en el momento de abandonar el realismo para descubrir el fantasma. Pudo hacerlo porque era Fréud, y esto deberia eximirnos de volver a empezar con lo mismo, de volver no a Ia realidad, sino a la preconcepcién realista. Al respecto podriamos referirnos al papel del resto. diurno en el suefio. Es muy evidente que no es la realidad, ni siquie- ra la percepcién, la que produce el sueno, ya que durante el dia ha habido muchos miles de otras percepciones. El resto diurno recibe su funcién del hecho de que puede entrar en un fantasma, o de que el fantasma puede aduefiarse de él, como se prefiera. En ese caso se produce un encuentro, una colisién. Pero no es en absoluto una colisién con la reali- dad: es més bien una colisién del fantasma con el simbolo. EI elemento de realidad, por su parte, debe ser buscado efi el hecho’ mismo de la colisién. Esto explica que muy ame- - nudo el resto diurno sélo reaparezca en el curso del andlisis del suefio, en la medida en que la condicién minima de su reaparicién parece ser que se relate el suefio; e incluso en algunos casos —y no los menos interesantes— el resto diur- no sdlo vuelve in extremis, como la pincelada final o la coro- nacié6n del andlisis. En ese momento, por otro lado, adver- timos que en el andlisis es muy dificil distinguir el resto diur- no del fantasma del suefio: asi descubierto, el resto diurno se nos aparece como infiltrado de entrada por el fantasma, ° que es precisamente el que ha designado a ese resto, y no a otro, para desempejiar su funcidn en la elaboracién del suejio. 2. Con mucha frecuencia se ha planteado la cuestién de saber si el fantasma era consciente o inconsciente 0, a veces en otros términos de tépica, si emanaba del Yo o del Ello. Pero en su articulo sobre Lo Inconsciente (1915), Freud ya respondié que era un “mixto”. un hibrido, un “mestizo”. Parece, pues. que Jo que ya nadie piensa en discutir acerca del suefio, lo que por otra parte estamos descubriendo acerca del mito, es decir que hay dos formas, dos contenidos, dos versiones, dos lecturas —lo manifiesto y lo latente, lo cons- - 208 JEAN-PAUL VALABREGA ciente y lo inconsciente—, fuera dificil reconocerlo en el ~* fantasina. Paraddjicamente, seria a propésito del fantasma, Concepto especificamente psicoanalitico si los hay, donde volveriamos ‘a encontrar esas famosas resistencias al psico- anilisis, quiero decir a ios principios thismos del psicoandli- Sis, resistencias sobre las cuales Freud fue el primero en “Hamar Ja atencién (1925). _ He aqui algunos ejemplos: En un articulo reciente (1964), los sefiores Laplanche y Pontalis'’ quieren “reunificar” el fantasma consciente —es decir el ensuefio— y el fantasma inconsciente. De un modo bastante confuso, apoyan su argumentacién, por una parte, en Ia apreciacién justa del “espiritu y de la progresién de la obra de Freud” —apreciacién justa cuyo monopolio parecen Concederse a si mismos—, y Por otra, por el contrario, en la letra de los textos, puesto que, segtin dicen, jFreud utiliza la misma palabra! Esa palabra es la palabra Phantasie. A mi juicio, ni siquiera es necesario seguir los meandros de tales argumentos, que pueden adornarse con tantas referencias como se quiera, ya que se desmoronan ante la simple obser- vacién de que usamos la misma palabra también respecto del suefo.’ El stefio, sin embargo, no debe ser unificado 6 reunificado; muy por el contrario, el psicoandlisis no tuvo Otro objetivo que el de desunirlo en sus componentes de na- turaleza heterogénea para descubrir sus leyes. Si no, podria- Mos preguntarnos realmente por qué Freud se tomé el trabajo de escribir la Traumdeutung. El mejor ejemplo tedrico y técni- Co podria aportarlo la condensacién. La condensacién, ella, inifica. Pero no entendemos nada de la condensaci6n si no la tesconponemos en sus elementos y si nos quedamos en la uni- -ficacién que es, hablando con propiedad, el nivel sintomatico. + "CT. Les Temps modernes, 1964 N? 215. (Hay traduccién espafiola: Jean Laplanche y J. B. Pontalis. Fantasia originaria, Jantasia de los Origenes, origen de lu fantasia, incluido en El inconsciente freudia. 20 y el psicodndlisis francés contempordneo, Nueva Visién, Buenos Aires, 1976.) EL. FANTASMA 209 Consulten ahora el Simposio sobre el Fantasma celebrado en-Estocolmo en 1963." Alli verdn que otro autor francés, el. seitor Lagache, querria, por su parte, suprimir la palabra fan- tasma (phantasme) y retomar Ja palabra fantasia (fantaisie). Evidentemente es la misma palabra que-en aleman iy es una linda palabra! Pero un acuerdo sobre esta base seria pura- mente formal y, por asi decirlo, fénico. Este autor desdefia’ el hecho —sin embargo -indiscutible— de que el sentido de la palabra Phantaise es distinto en alem4n, y significa imagi- nacion. En francés, la palabra fantasia ffantaisie) —cuyo primer sentido cay6 en desuso— quiere decir ahora otra co- sa. Un pain de fantaisie (pan de lujo) es lo que no es un pan popular; un vestido de fantasia es un traje que no es clasico; jy una joya de fantasia es una joya falsa! 'Y ademas, dno tienen ustedes la sensacién de que todo esto es un poco initil? Todos estos esfuerzos para sustituir una palabra por otra palabra consagrada por el uso, Zno hacen pensar en la cruzada emprendida por M. Etiemble para expulsar de la lengua francesa la palabra sandwich:o la palabra pull-over? {Tienen ustedes realmente la sensacién de que los psicodnalistas abandonarén la palabra fantasma, a la que consideran con alguna raz6n como un concepto es- pecifico de su disciplina? E] siguiente es un segundo argumento proporcionado por el sefior Lagache. Para él, el problema importante es que el término Phantasie designa a la vez una funcidn y una pro- ducci6n. Es a la vez la imaginacién y lo que se imagina. Esto es absolutamente cierto. Pero confieso que no veo en ello un problema dificil. Ademés de que la palabra fan- tasma permite precisamente evitar toda confusién entre la funcién productora y el producto, no entiendo dénde pue- den estar ya los peligros, ya las ventajas, de una confu- sién o de una “reunificacién” en este aspecto, habida cuen- ta de que el contexto nunca arroja dudas sobre el senti- * CF. Revue Francaise de Psychanalyse, 1964, N? 4. eee wennmnna ennai 210 {EAN-PAUL VALABREGA do que hay ‘que darle a ta palabra. Tamemos otra palabra qué, en francés, esté en la misma situacién, la de pensée .+ (pensamiento). Ella también designa a la vez Ja funcién y el producto: el pensamiento y un pensamiento (la pensée et une pensée). La confusién, sin embargo, nunca se produce, e incluso el Cogito, que es el punto de partida de 1a filosofia reflexiva sobre él pensamiento, no se demora en este equi- voco que no es tal. : Sefialo al pasar que hay una referencia al pensamiento —en. relacién con el fantasma— en el articulo de Freud’ sobre Los dos principios del funcionamiento mental (1911), que C. Conté tradujo recientemente para uso nuestro. Les suplico que también crean que no ‘hay ninguna in- tencién polémica-de otra naturaleza en el hecho de que haya citado esos dos trabajos debidos a colegas de los que nos hemos separado por motivos que no hay por qué recordar aqui. Simplemente ocurre que esas recientes contribuciones son bastante representativas de una corriente hacia la’ que yo, personalmente, dirijo mis criticas: nos parece, por una parte, qué ciertas discusiones sobre el problema del fantas- ma —por no decir nada de otras discusiones psicoanaliti- cas— tienen tendencia a permanecer en un nivel puramente terminolégico, nivel bastante inferior, a mi juicio, en psico- andlisis, si no se pone nada detrds; y por otra parte, lo repito, se diria —muy curiosamente— que todas las resisten- cias franqueadas a propésito del suefo, especialmente, como acabamos de verlo, en lo que respecta a lo consciente y lo inconsciente, vuelven a encontrarse a propdsito del fantasma. + Esto es lo que quise mostrar. “3, Se ha relacionado también al fantasma con la pulsidn, con la satisfaccién primaria alucinatoria, incluso con la alu- cinaci6n, con la sensacién que (segin S. Isaacs, seria la for- ma primera del fantasma), con las necesidades. con los ins- tintos (ya que hay una indicacién de Freud en este sentido) , con la imagen de la’ percepcién. sensorial (privilegiando, seguin los autores, lo visual, lo tactil, lo auditivo, lo olfativo, - —S* aF ar Sy SP RP ND A i i | | LL Sesisses EL FANTASMA 21 1 {o muscular, {o respiratorio, lo vegetativo), con el rectierdo " y especialmente con el recuerdo encubridor, etcétera. -- Nun- ca terminariamos de enumerar todo jo que se ha podido- decir acerca del fantasma, Pero, Ifegado a este punto, quisiera refrescarles dos textos de Freud, uno sobre la pulsién, el otro sobre el fantasma. En un rato verdn por qué los comparo. Ambos escritos han sido extraidos del articulo sobre Lo inconsciente (1915), cuya traducién he revisado: 7 » cep “A mi juicio”, dice Freud en el primer fragmento, “la antitesis de ‘consciente’ e ‘inconsciente’ carece de aplicacién al instinto.* Un instinto no puede devenir nunca objeto de la conciencia. Unicamente puede serlo la idea que lo repre- senta. Pero tampoco en Io inconsciente puede hallarse Tepre- sentado mas que por una idea. Si el instinto-no se enlazara a una idea ni se.manifestase como un estado afectivo, nada podriamos saber de él. Asi, pues, cuando empleando una expresién inexacta hablamos de impulsos instintivos, incons- cientes o reprimidos, no nos referimos sino a impulsos instin- tivos cuya representacién ideolégica es inconsciente”. Este texto conocido por todo el mundo, me limito sim- plemente a refrescarlo, y para destacar que no hay equivoco alguno respecto de 1a pulsién —que es y permanece por na- turaleza inconsciente— y pata mostrar como la nocidn- de fantasma estd implicita en la dindmica pulsional y de ella se desprende: porque la representacién ideoldgica inconsciente, eso es el fantasma. : éQuiere decir, entonces, que la pulsi6n misma es un ser simple, una suerte de niicleo puro, elemental, inseparable, del inconsciente? En absoluto. Recordemos que ella se defi- ne como un intermediario. Entre qué y qué? Entre lo psi- quico y lv somatico. Y comparemos también esto con,lo que * Debe leerse: pulsién. Se sabe que la traduccién de Lépez-Balleste- ros, que retomamos aqui, elige erréneamente el término “instinto” para vertir el original alemén Trieb.

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