You are on page 1of 93
1," edieiGn: octubre de 1999 2. edici6n: noviembre de 2001 3." edicién: abril de 2005 ‘Todos los derechos reservados. Ninguna parte de esta publicacién puede ser reproducida, almacenada o transmitida en manera alguna ni por ningiin medio, ya sea eléctrico, quimico, mecinico, dptico, de grabacién o de fotocopia, permiso previo del editor, Titulo original: The Thought of the Heart and The Soul of the World Coleceién dirigida por Ignacio Gémex de Liafio (de este titulo, por Jacobo Stuart) Diseio grifico: Gloria Gauger © De «EI pensamiento del corazon», Pundacién Eranos, Ascona (Suiza) 1981 © De *Anima mundi: el retorno del alma al mundo», James Hillman, 1982 © De Ia traduccién, Fernando Borrajo © Ediciones Siruela, 8. A., 1999 Vinen de Manuel Becerra, 15. «EI Pabelléns AHOAM Madrid, Tels.: 91 355 57 20/91 355 22 02 ‘Velefax: 91 355 22.01 ruela.com — www.siruela.com Printed and made in Spain Agradecimientos El pensamiento del corazén 1, El corazén cautivo «El coraz6n del leén» El corazén de Harvey El coraz6n de san Agustin El coraz6n de la belleza Kalén Kagathén y Jung «Cuando cambiamos de naturaleza» «El len ruge al desierto exasperante» El azufre blanco y las ilusiones del corazén Notas Anima mundi: el retorno del alma al mundo La realidad psiquica Anima mundi Aisthésis Algunos efectos positivos Conclusion 115 129 133 147 155 166 180 Agradecimientos «El pensamiento del coraz6n» surge de una conferencia pronunciada durante el congreso Era- nos celebrado en Ascona, Suiza, en 1979. Una ver- sién anterior aparecié en el Eranos Yearbook 48, In- sel Verlag, Francfort 1979, pags. 133-182. Gracias a la autorizacién de la Fundacién Eranos, el libro se reimprimié en formato pequenio en 1984y 1987 con el titulo de The Thought of the Heart, Spring Publica tions, Dallas. «Anima mundi: el retorno del alma al mundo», ahora ligeramente revisado, se publicé por prime- ra vez en Spring 1982: An Annual of Archetypal Psy- chology and Jungian Thought, pags. 71-93. Originaria- mente fue una conferencia pronunciada en italiano en el Palazzo Vecchio de Florencia. El pensamiento del coraz6n El lenguaje no pertenece a la lengua, sino al co- raz6n. La lengua es s6lo el instrumento con el que se habla. Quien es mudo es mudo en el coraz6i no en la lengua (...). Déjame ofrte hablar y te diré cémo es tu corazén. Paracelso 1. El coraz6n cautivo Quienes hayan tenido el privilegio de asistir a una conferencia de Henry Corbin en algtin momen- toa lo largo de su dilatada vida habrén presenciado una manifestacin del pensamiento del corazé6n. Habran sido testigos de su imaginacién creadora, de su capacidad teofanica de hacer visible el rostro divino. También sabran, en el fondo de sus corazo- nes, que la comunicaci6n del pensamiento del co- raz6n se desarrolla de esa manera que él tan magis- tralmente dominaba como una narraci6n, un relato de la vida imaginal como viaje a través de esencias imaginales, un relato de lo esencial. En él la imagi- nacién era todo presencia. Se estaba en presencia de la propia imaginaci6n, esa imaginacién en la cual y gracias a la cual el espiritu se traslada desde el coraz6n hasta el germen de todas las cosas. Ustedes habran visto y ofdo también los temas que intentaré desarrollar en este ensayo, puesto que se encarnaron en la intensidad fisica de ese hom- bre de este mundo, Henry Corbin: la idea de un co- raz6n soberano y noble, feliz, sutil como un ani- mal, audaz, animoso y animador, que se deleita en las formas intelectuales y las defiende con ardor, que acrecienta por igual su compasién y su poder visionario, que crea belleza en el lenguaje de las imagenes. Gracias a lo que ha hecho en su obra -y sigue haciendo, puesto que la presencia de una persona no depende sélo de su visibilidad: el Henry Corbin invisible esté entre nosotros-, gracias a él, decfa, las bases de nuestro trabajo ya estan sentadas. No tene- mos que establecer el principio fundamental: que el pensamiento del corazon es el pensamiento de las imagenes, que el coraz6n es el asiento de la imagi- naci6n, que la imaginacién es la auténtica voz del coraz6n, de modo que, si hablamos con el corazén, tenemos que hablar imaginativamente. Dado que el principio fundamental ya ha sido establecido 16 por él, nosotros podemos explorar los afluentes de la corriente principal. Nuestro trabajo no consistira tanto en inspirar al coraz6n mediante relatos de la vida imaginal, co- mo hizo él, cuanto en redescubrir el coraz6n en sus figuraciones concretas e inmediatas, en su exilio, en una imaginacién a la que Corbin califica de «cautiva» (SB, pag. 146)', donde el pensamiento del coraz6n esta adulterado por las actuales enferme- dades cardiacas: el sentimentalismo personalista, la brutalidad de la eficiencia, el engrandecimiento del poder y la simple efusi6n religiosa. EI talento y la habilidad de Henry Corbin nos permitieron experimentar pensamientos proce- dentes de otra lengua y otra cultura como si perte- necieran a nuestro propio coraz6n. Corbin habla- ba desde dentro de su discurso; él era sus palabras. Esta capacidad retérica imaginativa es el himma de que habla Corbin en su estudio sobre Ibn ‘Arabi: Ese poder del corazén es lo que designa especifica- mente la palabra himma, una palabra cuyo contenido tal ver aclare mejor el término griego enthymesis, que signifi- ca la accién de meditar, concebir, imaginar, proyectar, desear ardientemente: dicho de otro modo, de tener (al go) presente en el thymos, que es fuerza vital, alma, cora- z6n, intencién, pensamiento, deseo (CI, pag. 224). Como explica a continuacién, este himma -el pensamiento del coraz6n en Ibn ‘Arabi~ es capaz de hacer esencialmente real un ser externo a la persona que estd en esa situacién de enthymesis. El himma hace «reales» las figuras de la imaginaci6n, esos seres con los que dormimos, paseamos y char- lamos, los angeles y demonios que, segtin Corbin, se encuentran fuera de la propia facultad de ima- ginar. El himmaes el medio a través del cual las ima- genes, que consideramos invencién nuestra, se nos presentan como algo ajeno, como creaciones puras, como criaturas auténticas; y, en opinion de Corbin, sin el don del himma caemos en los modernos en- gallos psicol6gicos. Interpretamos erréneamente el modo de ser de esas imagenes, las figuras de nues- tros suefios o las personas de nuestras fantasias. 18 Creemos que esas figuras son subjetivamente rea- les, cuando lo que queremos decir es que son ima- ginalmente reales: tenemos la ilusién de que son in- vencidn nuestra, de que nos pertenecen, de que forman parte de nosotros, de que son visiones. O bien creemos que esas figuras son externamente reales, cuando lo que queremos decir es que son esencialmente reales: tal ocurre con las ilusiones de a parapsicologia y las alucinaciones. Confundimos lo imaginal con lo subjetivo e interno, y lo esencial con lo externo y objetivo. No podriamos seguir adelante sin estas aporta- ciones de Corbin, pues en nuestra cultura carece- mos de una psicologia y una filosofia adecuadas del coraz6n y, por lo tanto, también de la imaginacién. Nuestros corazones no se dan cuenta de que son corazones imaginativamente pensantes, porque siempre se nos ha dicho que la mente piensa y el coraz6n siente, y que la imaginacién nos confunde alejandonos de ambos. Incluso cuando admitimos las razones del coraz6n, lo que estamos admitiendo son las razones de la fe 0 del sentimiento, pues he- mos olvidado que la propia filosofia -la demostra- cién més profunda y compleja del pensamiento- no es «sabidurfa» ni «verdad» en el sentido abstrac- to de «s6fico»*, Antes bien, la filosofia comienza en un philos que surge del corazén de nuestra sangre, junto con el len, la herida y la rosa. Si queremos recuperar lo imaginal, primero debemos recuperar su drgano, el coraz6n, y su tipo de filosofia. La filosofia define el mundo mediante las ima- genes de las palabras; debe surgir del coraz6n para poder describir el mundo fielmente, puesto que, co- mo dice Corbin, ese sutil 6rgano es el que percibe las correspondencias entre las sutilezas de la conciencia y los niveles de existencia. Este conoci- miento tiene lugar por medio de imagenes que constituyen una tercera posibilidad entre la mente y el mundo. Cada imagen combina en su interior cualidades de la conciencia y cualidades del mun- do, que expresan, mediante la misma imagen, la compenetracién de la conciencia y el mundo, pero siempre y tinicamente como imagen fundamental de esa combinacién. Esta inteligencia de la imagi- 20 nacion reside en el corazén: «inteligencia del co- raz6n» connota simultineamente conocimiento y amor por medio de la fantasi Si dicha filosofia es un hecho del corazén, los hechos del corazén pueden ser considerados filo- s6ficos. El trabajo del coraz6n es pensamiento ima- ginativo, aunque se disfrace de filosofias que pare- cen desprovistas de imagenes y de corazon. Ese pensamiento imaginativo puede disfrazarse incluso de filosofias 0 psicologias de su misma naturaleza, es decir, de teorias del corazén. Tendremos que examinar algunas de ellas para poder rescatar de fraces una verdadera filosofia que tiene su esos origen en el propio coraz6n imaginal: el corazén de Corbin. Pero antes debemos relacionar el coraz6n ima- ginal de Corbin con el corazén de la psicologia profunda: el de Freud. Pues Freud proporciona la ocasién paradigmatica para la aparicién del pensa- miento del coraz6n en el seno de esa conciencia occidental que carece de una filosofia que le per- mita meditar adecuadamente sobre su propio co- raz6n, Aunque la relacién entre Freud y Corbin pueda parecer forzada, vale la pena destacarla, pues Corbin puede salvar a Freud de la Cafda, de una re- duccién descendente. Esa relacién nos permite contemplar siempre a Freud a través de los ojos imaginales de Corbin. Los comienzos del psicoanilisis, por ejemplo, se caracterizan por dos sucesos sefialados. Mirandolos a través de los ojos de Corbin nos parece que tie~ nen el mismo origen. Esos sucesos, recordaremos, son el hecho de que la primera paciente a la que Josef Breuer ~colega de Freud—aplicé el nuevo mé- todo se enamoré de tal forma del viejo doctor que Ja transferencia -como se denominaria més tarde- aparté a Breuer para siempre del psicoanilisis. El segundo suceso fue que, a medida que los pa- cientes descargaban sus corazones mediante deta- lladas imagenes de la memoria, sus historias pasa- ban de la realidad a la ficcién, de los recuerdos prosaicos a las invenciones fantisticas (in-venio = in- cursiones, correrfas), de la historia a la imagina- cién. 22 El amor y la imaginacién entraron en el psicoa- nillisis a la vez. Desde sus inicios el psicoandlisis dio prioridad al thymos del coraz6n ~al que denominé «deseo», Wunsch como principio explicativo. El paciente era una criatura de la enthymesis y en ella se estaba despertando el himma. La presencia del psicoanalista, Freud 0 Breuer, se convirtié en el pri- mer portador de las figuras imaginales. Transfe- rencia, sf, pero ¢de dénde? No sélo de la infancia y de la reduccién descendente, sino también de la infancia platénica y del recuerdo aprioristico de presencias imaginales transferidas junto con noso- tros a esta vida y al origen de su amor. Cuando nos enamoramos, comenzamos a ima- ginar; y cuando comenzamos a imaginar, nos ena- moramos. Hasta el dia de hoy, la psicologia profun- da est4 condicionada por esa conexién necesaria entre el amor y la imaginacién, pero carece atin de una filosofia que la acoja. Todavia no ha leido a Corbin como a un clasico del psicoandlisis: se ha adentrado en el coraz6n sin una filosofia de su pen- samiento. ‘Veamos ahora los disfraces. Cuando, desde nues- tro exilio, nos situamos en el corazén contemporé- neo y comenzamos a imaginar a partir de él, nues- was imagenes se desplazan en distintas direcciones y cada una de ellas constituye una filosofia del cora- z6n. Examinemos estas fantasias habituales como si fueran expresiones del coraz6n en nuestra cultura. En primer lugar, mi coraz6n es mi humanidad, mi determinacién de vivir, mi fuerza y mi intensa pasion. Gracias a él, nada me es ajeno*; todo tiene cabida en su reino de dignidad. Mis virtudes mas nobles emanan del corazén: la lealtad, la audacia heroica, la compasién. Llamemos a esto «el cora- 26n del leén», Corur de Lion. En segundo lugar, mi coraz6n es un érgano del cuerpo: es un misculo o una bomba, un mecanis- mo complejo y un depositario secreto de mi muer- te. Llamemos a este coraz6n palpitante «el corazén de Harvey». En tercer lugar, mi coraz6n es mi amor, mis sen- timientos, la sede de mi alma y mi sentido de per- sona; es el lugar donde habitan la intimidad, el pe- 24 cado, la vergitenza, el deseo y la divinidad insonda- ble. Llamemos a esto «el coraz6n personal», «el co- raz6n de san Agustin». «El corazén del leén» EI primero de estos corazones procede del fol- Klore, la astrologia, la medicina simbélica y la fiso- nomia. El coraz6n del leén es como el sol: redon- do, pleno y compacto. Los simbolos clasicos de este coraz6n son el oro, el rey, la rojez, el sol, el azufre y el calor. Resplandece en el centro de nuestro ser € irradia energia: magndnimo, paternal, esperanza- dor. Ficino dijo que la naturaleza del coraz6n es cé- lida y seca y que el calor es lo que mejor se adapta al universo. El pensamiento del le6n siente tal pa- sién por la vida, es tan acorde con el mundo, que forma una unidad con la voluntad, mostrandose al mundo entronizado como rey, amarillo como la luz del dia, estruendoso como un rugido, inamovible como el dogma. El pensamiento se presenta a si mismo como voli En el plexo cardfaco (...) allf en el centro del pecho, tenemos un nuevo gran sol de conocimiento y de exis- (..). Aqui sélo sé ~deliciosa revelacién— que tii ‘eres til, El asombro ya no esta dentro de mi, en oscura, contwifuga, exultante identidad, El asombro me ha shandonado. El asombro esta fuera de mi (...). Dirijo la jwinada con asombro, con ternura, con anhelo jubiloso in, estado de dnimo, amor, vitae lidad, poder o imaginacién, y no se reconoce a si mismo como pensamiento porque no es un razo- namiento reflexivo, introspectivo y abstraido de la vida. Una caracteristica fundamental del corazén del le6n es que oree, y cree que no piensa. De modo que su pensamiento aparece en el mundo como proyec- to, deseo, interés, misiGn... Piensa y actiia a la ver. Ese es el pensamiento audaz que nos hace entrar en combate, pues Marte cabalga sobre un leén rojo, y los héroes —David, Sans6n, Hércules- han de saciar el hambre voraz de hazafias que hierve en su pode roso pecho. Asi pues, la primera caracteristica basica del co- raz6n del leén es que su pensamiento no se muestra cor ‘mo tal porque fluye como el sol en direccién alm do y permanece asi camuflado en su movimient Otro rasgo fundamental de esta conciencia €i diaca ha sido descrita por D. H. Lawrence en su siologfa simbélica: fenc Wein lo que esta fuera de mi, mds alld de mi*. 1 absoluta otredad de su direccin, ese movi- so hacia el exterior, produce lo que Jung ha ) en llamar el «cuerpo oscuro» situado en el Jeo de la conciencia del yo: su ceguera con res- {0 si mismo. Pues este coraz6n no s6lo desco- que piensa, sino que su pensamiento est iletamente coagulado por las objetivaciones. W" y voluntad son tan enteramente uno <1 y otro; él mismo y Dios- que su visi6n del ¢s monista y mondrquica’, un arche, mono- ¥ el corazén siempre uno. El entusiasmo mo- © es lo que caracteriza su tipica psicopato- |, psicopatologia de la intensidad: las ritmicas sistole y diastole del corazén, magnificadas, se sin- gularizan intensamente, volviéndose desequilibra- damente frenéticas depresivas, generosas 0 ego- céntricas, enérgicas 0 perezosas, Asi pues, el trabajo de conciencia para el cora- z6n del le6n consiste en reconocer el constructo arquetipico de su pensamiento, en reconocer que sus acciones, deseos y firmes creencias no son més que imaginaciones ~creaciones del himma-y que Jo que él experimenta como vida, amor y mundo es su propia enthymesis con apariencia exterior de ma- crocosmos. La psicologia alquimica condensa sorprendente- mente las dos caracteristicas del coraz6n del len —la conformidad de su pensamiento y su objetivacién— en la sustancia alquimica del azufre’, el principio de «combustibilidad»’, la magna flamma. «Donde se encuentra el azufre?», pregunta Kramer, un bene- dictino inglés del siglo xiv, «En todas las sustancias, en todas las cosas del mundo: metales, hierbas, 4r- boles, animales y piedras son los yacimientos de don- de se extrae.»* Todo lo que se ilumina de repente enciende nuestra alegria, irradia belleza (cada arbusto es un Dios en llamas): ése es el azufre alquimico, la ima- gen inflamable del mundo, su flogisto, su aureola de deseo, enthymesis por doquier. Esa abundancia de lo divino, a la cual aspiramos al consumirla, es la imagen activa que hay en cada cosa, la imaginacion activa del anima mundi que inflama el corazén y lo pone al descubierto. Al mismo tiempo que arde, el azufre también se solidifica; eso es lo que pega: el mucilago, «la cola», el aglutinante, la viscosidad del acoplamiento’. El anufre literaliza el deseo del corazén en el instante mismo en que el thymos se entusiasma. La combus- tidn y la coagulacién se producen simulténeamente. El deseo se hace indistinguible de su objeto. Estoy unido a lo que me quema; estoy ungido con la gra sa de mi propio deseo, soy prisionero de mi propio entusiasmo, y por tanto estoy exiliado de mi pro- pio coraz6n cuando creo que mas me pertenece. Perdemos el alma justo cuando la descubrimos: “Dulce Helena», dice el Fausto de Marlowe, «hazme Como dice Jung: «El azufre representa la sus- inmortal con un beso./ Sus labios aspiran mi alma: tancia activa del sol (...), el elemento motor de la imira hacia donde vuelal». Por eso Hericlito tuvo que oponer thymos.a psique: «Cuando el thymos desea Conciencia: por un lado voluntad y por el otro algo, lo compra a costa del alma» (DK: 85). compulsién»"?, La compulsién se convierte en vo- luntad por medio del coraje; las operaciones rea- La psicologia llama ahora «proyeccién compul- lizadas con el azufre se llevan a cabo en el cora- siva» a este amor presente en el corazén del leon. La base alquimica de este tipo de proyeccién es en J “08 Volveremos a hablar de estas operaciones en Ja segunda parte. De momento basta con recono- realidad el azufre del coraz6n, que no quiere reco- cer que la proyeccién compulsiva es una actividad nocer que esté imaginando. El himma objetivo es teralizado en los objetos de su deseo. La imagina: J Necesaria del azufre: la forma de pensar del cora- cién es impulsada hacia delante. Asi pues, la tarea J 40": donde pensamiento y deseo son una y la mis- no consiste tanto en rescatar este tipo de proyec- J Cosa. El pensamiento entusiasta y unitario de este co- raz6n presenta a la psicologia un tipo de reflexién ciones (zquién las rescata y dénde las coloca?) cuan- to en saltar tras lo que se proyecta" y reivindicarlo como imaginacién, reconociendo asi que el himma f snimal. Esta reflexién ~en la que imaginacién y requiere que las imagenes sean experimentadas siempre como cuerpos sensuales independientes". Hay diversos modos de proyeccién: no se trata de un mecanismo unitario. La proyeccién cordial re- percepcion, pensamiento y sentimiento, existencia y mundo son Ia misma cosa~ no es una retirada posterior al suceso para alejarse de éste. Por el con- rio, la percepcién es el brillo y el lustre de Ia re- flexién, el juego de sus luces en lugar de la luz de quiere un tipo de conciencia igualmente leonino: orgullo, magnanimidad, coraje. Desear y compren- fl €onciencia que yo le traigo, mientras la imagen der el deseo: ése €s el coraje que exige el corazén, J M® todas las cosas se refleja inmediatamente en el 30 coraz6n perceptor: la reflexi6n mental reducida do". El mundo es un lugar Ileno de imagenes vi- reflejo animal. vientes, y nuestros corazones son los érganos que EI coraz6n animal dispone, siente y reacciona} nos lo indican. como un todo unitario: una cualidad de esta Si el coraz6n es el lugar de las imagenes, un in- cion es su integridad. Este coraz6n lo encontramos§ farto de miocardio (fartus = relleno, atiborrado, elaborado por primera vez en Aristételes, quien lof’ ccbado, engordado) hace referencia a un corazén describié como la parte més cdlida del cuerpo} repleto de sus productos: las fantasias; esta obs- (49343, 743b27, 744229) y el origen de nuestra s tuido por la abundancia de azufre, que no ha en- gre y del calor orgénico (667b17, 665632, 766b1);§} (rado en circulacién. Las fantasfas han encontrado siente y reacciona directamente porque los 6r; estrechamientos que les impiden el paso o han sido nos que perciben el mundo van derechos al coral {nterpretadas literalmente como acciones-en-cl- 26n (781a21, 647a25-s., 708b24, 743b26), siendo elf mundo, en lugar de como imaginaciones del cora- gusto" y el tacto los que proporcionan una cone én, pertenecientes a su circulacién interna. Este xiGn mis inmediata del coraz6n con el mundo. mismo literalismo del azufre del coraz6n surge de La formulaci6n aristotélica del coraz6n del le6nfjuevo en las teorfas de las enfermedades cardia- en su fisiologia de la percepcién es comparable a laf cas, donde la grasa, el estrechamiento de la circula- de los seguidores de Paracelso, quienes pensab: cin, las hazafias-del-mundo (personalidad de tipo que el coraz6n microcésmico que levamos en nu A) reaparecen como explicaciones. Estas explica- tro pecho era el centro de la imaginacién, la cualJ clones dicen que somos atacados por el leén que concuerda con el coraz6n macrocésmico del mun- J hay en nuestro pecho, por nuestro corazén leno do, es decir, con el sol. El coraz6n animal de aquif} de himma, cuya magna flamma se empefia en que la denota el sol animal de alli, en un mundo anima- enthymesis no cese nunca, en que cada latido del 32 coraz6n devore nuestra vida y en que s6lo pue curarse si es percibido como un pensamiento coraz6n. El coraz6n de Harvey El tratado de Harvey sobre el coraz6n, un yoh men de setenta y dos paginas redactadas en latin publicado en Francfort en 1628, cuando el autor nia cincuenta afios, se titula (en su versién esp: la) «Ensayo anatomico sobre el movimiento del razon y la sangre en los animales». La idea cent del libro, presentada por medio de razonamient meticulosamente verificados, ya habia sido rrollada por Harvey en 1616, en una serie de ferencias pronunciadas en el Colegio de Me de Londres. En las notas de esas conferencias I nto perpetuo de gre en circulo es producido por los latidos raz6n»", vey afirma que «el movi EI movimiento circular de la sangre es srquetipica. Descripciones similares se habian atri- Juuido a Huang-ti en China en el tercer milenio an- {os de nuestra era, y se habfan deducido también de ‘alyuinos papiros egipcios del Imperio Antiguo”. Ade- §wils, hay buenas razones para considerar a Fludd, ‘Comalpino, Servet, Da Vinci y Valverde como prede- “esnres de Harvey. Giordano Bruno escribié (De Re- Principiis, 16 de marzo de 1590): «...en el cuerpo wil la sangre se mueve en circulo para distribuir ¥/a motriz»". En el acto I, escena I de Coriola- wna de Shakespeare fechado convencional- en 1609, junto a palabras como «estado» y », en las que encontramos asimismo image- Jeones, coraje, furia y enojo, orgullo y no- econtramos también esta metafora de la cir- dle la sangre (que procede de un érgano | «04 lo envio a través de los rios de vuestra J la corte del coraz6n, sede de la inteli- 4 través de los canales y compartimientos . los mas fuertes nervios y las mas peque- {nleriores reciben de milo que de natural ¥ por lo cual viven»", La circulaci6n de la a sangre flotaba en el Zeitgeist de comienzos del glo xvu, do habré enviado a la aorta no menos de 72 x 60 x 2 © 8.640 onzas (256 litros) de sangre, lo que equiva- Harvey mantiene todavia las ima f y Jas imagenes atquaMaW rs coca el reso devas hombre adultal 2De picas de nuestro primer coraz6n: el del Rey. Su bi ve tratado comienza con una dedicatoria a Carlos |, comparando al Rey en su Reino con el corazon e1 el centro del cuerpo; y el dénde procede toda esa sangre? :Adénde va? Debe de ser la misma sangre circulando continuamente: sale del corazén y vuelve a él. ¢¥ cémo funciona es- le coraz6n? Como un fuelle hidraulico, dice Har- vey; nuestro pulso es una bomba”. Lo que resuena ibro concluye con este saje: «..el corazén como un principe en un reino, en cuyas manos esté la autoridad suprema, reina sobre todas las cosas; es el origen y fundamento del que proviene todo poder, del que depende todo poder en el cuerpo humano»". Pero el coraz6n de Harvey difiere esencialmente de ese antiguo cora: 26n del leén, del sentimiento, porque el suyo es un coraz6n de demostracién visible. Harvey nos expli- ca c6mo funcionan las valvulas y para qué sirven las cavidades y las venas. Su demostraci6n de la circus laci6n sanguinea combina pruebas visibles (ligadue ra de los vasos sanguineos para mostrar la diferen- cia entre venas y arterias) y medicién cuantitativa, Si el pulso, se pregunta Harvey, late 72 veces por minuto, entonces en una hora el ventriculo izquier- en nuestros ofdos, lo que vibra en nuestras ingles, ¢s el latido de una maquina. Sosténlo entre las manos, explica Harvey: c hota como se endurece cuando actia. Este endure- nto es consecuencia de la tensién, igual que clic cuando nos agarran del antebrazo, y sus misculos ( durante la accién el coraz6n (... tlurece y se achica (...) es un movimiento de la mis- ponen tensos y firmes al mover los dedos (...) se endereza, se en- " («Ensayo anatémico», pags. 1-2). ‘Todo esto es nuevo: este endurecimiento del co- fav6n, esta reducci6n, esta tensi6n muscular intrin- seea, esta maquina de bombear, expuesta de ma- naturaleza que el de los misculos al contraerse» nera tan directa y tangible: «sosténlo entre las nos». Podemos coger el coraz6n con nuestras p pias manos. Como ha sefialado el fenomendlo; Robert Romanyshyn en sus conferencias sobre la teoria de Harvey, el punto de vista cientifico quiere el tipo de corazén que ve. La accién de d mostrar crea lo que demuestra. Un coraz6n invi sible de himma y el corazén valeroso del leén no} pueden sostenerse en la mano, asi como tampoc puede calcularse el volumen de su sangre. Si analizamos el coraz6n por medio de la per cepcion sensorial, creamos el corazén mecénici que describe Harvey. El himma actia incluso en I ciencia -tal vez donde més acttia es en el pens: miento cientifico— porque lo que imagina ésta nos presenta como si fuera objetivamente real e in: dependiente de una imaginaci6n subjetiva. La ima ginaci6n cientifica es el himma literalizado. Harvey supone no sélo la nueva era cientifica, sino también un nuevo orden mundial donde yal no reina el le6n: es el fin del reinado animal, asi como de su influencia y cercania. Nuestro yo ani- mal se convierte en tradicién simbélica, historia o evolucion, pero deja de ser real y actual; el elogio de Aristételes, Galeno y Fabricio, asi como el del fey, ya no es mas que un homenaje a lo pasado y jlorioso. El corazén-Rey no es mas que una idea bonita. El pasado es un adorno retérico adecuado para comenzar y acabar un libro, pero de impor- \ncia secundaria para su cuerpo teérico... y para el juestro. La tradicién se ha convertido en historia shistoria de la medicina-, como si el corazén no fuera siempre el mismo. Tomemos nota: la evisce- tacién de la tradicién tiene lugar cuando el cora- y0n pierde su relacién con la naturaleza orgadnica y su: empatia con todas las cosas, cuando el nticleo de juestro pecho pasa de una imaginacién animal a jana imaginacién mecénica. Cuando la gran tradicién se convierte simple- mente en el pasado desde el cual evolucionamos, entonces se crea el marco adecuado para Darwin y Jy evolucién progresiva que nos aleja de lo animal. Hescartes, La Mettrie: el animal como maquina. Y se (1ea también el marco para el fin de Ia legitimidad divina de los reyes y el nuevo reinado del hombre: humanismo. El propio coraz6n pasa de ser un i perativo regio a ser el coraz6n del sentimiento, c min a todos; la fraternidad animica acompaiia a maquina como contrapartida. La transfiguracién de nuestra cultura occide! tal en un igualitarismo industrial con valores mat rialistas fue la primera circunstancia que Ilevé a | tansformacién del coraz6n. El rey tenia que coi vertirse primero en una maquina, y la maquina e una za de recambio intercambiable de un p. cho a otro. Como es légico, el corazén reaccion: en seguida: ya en 1654 Pascal se convirtié al cora n de fe y sentimiento, y en 1673 Margarita Maré Alacoque, posteriormente canonizada, comenzé autorizada cien afios més tarde, en 1765, justo des- pués de que Rousseau publicase el Emilio. La historia es psicologia porque la tradicién gue desarrolléndose en el alma. El corazén meca- nico y el coraz6n sentimental se siguen necesitando jnuituamente, y ninguno de los dos se acuerda del lee Hoy en dia todos llevamos el coraz6n harveyano en el pecho: mi coraz6n es una bomba. Posee grue- sus paredes musculares que necesitan ejercicio. Si fulla, le pongo un marcapasos o un bypass. Si se es- \wopea irreparablemente, puedo hacer que un car- didlogo, llamado curiosamente Christian Barnard, me lo extirpe y lo sustituya por una pieza de re- cambio; esta operacién, por cierto, fue presagiada por santa Catalina de Siena, a quien le fue conce- dlido que Jesucristo ocupase el lugar de su corazén. Para que el reloj de mi coraz6n no se pare, ha- yo footing. El corazén ha de ser esbelto, delgado, elegante, por lo que busco extremos de intensidad, como el ocio absoluto o la excitacién apasionada. El corazén ya no es aquel animal ardiente y amo- N80, ya no es el asiento del himma, rebosante de formas imaginativas. Ahora sus sefiales descodifica- das nos envian mensajes relativos a la esperanza de Vida, Pues mi corazén puede insultarme, atacarme. Tengo que ganarmelo: elijo esto para mi coraz6n, hago esto por mi coraz6n, estoy atento a mi co: 26n; lo someto regularmente a un reconocimien médico. El modelo mecanico, por medio del ct observo el coraz6n como si fuera un objeto muert que esté fuera de mi, avanza con el progreso teen légico desde el fuelle hidraulico de Harvey hasta ¢l estetoscopio, hasta el electrocardiograma: mi co! z6n en una pantalla de televisién. Nuestra mane de imaginar su conservaci6n es también mecanica: canales elastics libres de obstrucciones, escasa cosidad de la sangre, poca presién del volume: sanguineo contra las paredes arteriales. El coraz6n sigue siendo el rey, sigue siendo el que marca el paso, pero ahora se ha convertido un tirano, pues las enfermedades cardiacas y cir culatorias son «las que producen mas muertes», y suelen atacar por la noche, No se puede confiar en él; no podemos fiarnos del rgano que antaiio era el origen de la fe. El coraz6n se ha convertido en mi enemigo, mi asesino, mi muerte. Segiin Romanyshyn, el corazén muerto entr6 en la conciencia occidental en el momento mismo 42 en que Harvey establecié la Harvey vio, justo en el medio, una muralla infran- queable que separaba la izquierda de la derecha. A causa de esta muralla infranqueable, la sangre tiene que ser bombeada a través de un larguisimo y laberintico aparato circulatorio, es decir, a través de los pulmones y de todo el cuerpo, para poder Hlegar al otro lado del coraz6n®. Por lo tanto, el co- raz6n dividido es el que hace posible la circulatio.. Asi pues, Harvey confirmé la teorfa de Ibn Sina segtin la cual el «corazén» es una fuerza que abar- ca todo el cuerpo y cuyo 6rgano visible es el cora~ 76n anatémico®. Curiosamente, la circulacién de la sangre dependia (incluso como idea cientifica) de una confirmacién radical del cor duplex: un co- raz6n dividido a su pesar. En este aspecto, Harvey estaba corroborando una idea arquetipica: que el coraz6n no es simple, no es uno, sino que esta in- trinsecamente dividido a su pesar; sus cavidades derecha ¢ izquierda, pese a encontrarse lado a la- do, estén en realidad alejadisimas y faltas de co- municacin. Volveremos mas adelante sobre este dipsychos innato, sobre esta duplicidad del corazén, Pues fue ahi, a mi entender, en la demostraci6n vi sible de la duplicidad intrinseca del coraz6n, don- de se asesté el golpe certero al ingenuo coraz6n del le6n y su fe en el entusiasmo. El mundo ya no podia seguir siendo uno, bajo la férula del sol, el rey y el len. La inmediatez de la accion produjo de resultas una compleja reflexion. El pensamien- tion secreta de mi persona. Como dice Dietrich yon Hildebrand™: Fl coraz6n es la parte mas intima de la persona, su cleo, su verdadero yo (...). in el coraz6n se encuentra el secreto de la persona, 0 él se pronuncian las palabras mas intimas, to perdi su coraz6n y el corazén su pensamiento. Otro pensador catélico, Paul Henry®, dice que El rey habia muerto, y se habia levantado un muro {ue san Agustin «el primero que evé a cabo un niilisis de los conceptos filoséfico y psicolégico de persona y personalidad». El tedlogo protestante Adolf von Harnack dijo: «:Dénde, en toda la histo- ia de la Iglesia occidental, encontramos a un hom- entre el mundo y los sentimientos subjetivos por- que, incluso en el centro del pecho, habia divi- sion. bre cuya influencia sea comparable a la de san El corazén de san Agustin Agustin?»*, Quiero destacar la importancia de san Agustin en el desarrollo de la filosofia del coraz6n personal Mas que el le6n y la bomba, es el coraz6n de san Agustin el que més ha influido sobre la psicologia, tanto en el terreno del pensamiento como en el de la vida cotidiana, donde el corazén es mi senti- miento, mi propia naturaleza interior, la habita- sensible para que podamos reconocer que la idea contemporinea de que el sentimientg es el «verda- ero» pensamiento del coraz6n es basicamente cris- tianismo agustiniano. No podemos analizar el per- 44 sonalismo de California sin pasar antes por el con- fesionalismo de Cartago. EI pensamiento agustiniano del corazén co- mienza con las Confesiones. Este libro es un testa- mento de la experiencia interior, el primer libro de psicologia que desarrolla la idea de la persona co- mo sujeto experimentador. Los griegos carecian de la palabra «persona», que tampoco aparece en el Nuevo Testamento”. San Agustin equipara la pala- bra cor, coraz6n, con intima mea, morada interior, «gabinete» (En. Ps. CXL [2]), el dnima o alma («nuestro aposento comin, mi corazén», Conf. 8.8). El coraz6n es esencialmente mi corazén: Cor ‘meum, ubi ego sum quicumque sum [mi coraz6n, donde soy lo que soy] (Conf. 10.3). Es el lugar mas profun- do, un «abismo» insondable (una de sus palabras fa- voritas para designar el corazén) donde reside mi verdad: «2...de quién es el corazén que examina mos? Lo que le interesa, aquello de lo que ¢s capaz, Jo que esta haciendo o planeando interiormente, lo que en el fondo desea que suceda, 0 que no suceda, equién lo entendera?» (En. Ps. XLII 12 0 XL18 [12]). He aqui ya un psicoanilisis del sentimiento. El cora- 16n como interioridad: no como le6n, sol, rey del cuerpo en armonfa con el mundo. Los sentimientos nos permiten conocer este co- raz6n, la confesién nos permite expresarlo®. El pensamiento del coraz6n es sentimiento: «Alli don- de se encuentra el coraz6n sélo hay bienaventu- ranza o sufrimiento» (De. mus. 6.11). Este corazon ¢s emocional, un lugar de tormentas y Lagrimas, de conflictos, de Gemiit en su sentido mas pleno: «Le- vantate, busca, suspira, tiembla de afioranza, llama a las puertas que estén cerradas. Si aun asi no afio- ramos, si no suspiramos, estaremos simplemente . Por lo tanto, bienamado, derramando perlas (. quisiera despertar la afioranza en tu coraz6n» (In Joann. ev. 18.7). Observemos que este coraz6n intimo y sensible no es el coraz6n de los griegos, ni el de los judios®, ni el del pensamiento persa que nos descubre Cor- bin. Corbin (CI) explica claramente que la activi- dad caracteristica del coraz6n no es el sentimiento, sino la vista. El amor perteniece al espiritu y esti- mula el interés del alma por las imagenes que se presentan en el coraz6n. El corazén no es tanto el lugar de los sentimientos personales como el lugar de la verdadera imaginacién, la vera imaginatio que refleja el mundo imaginal en el mundo microcés: ico del corazén, Los sentimientos se agitan a me- dida que se desplazan las imagenes. Por lo tanto, recurrimos al corazén no porque éste sea el lugar donde reside la verdad de los sentimientos o el luz gar donde sentimos nuestra propia alma, No. Ape- lamos al corazén porque en él es donde lo imagi- nal presenta a la imaginacién la esencia de lo real, El espiritu apasionado del himma, que se desplaza a través del coraz6n, no es la passio de la vida perso- nal, de la confesi6n, Ahora vemos lo que le ocurre a la imaginacin en un coraz6n de sentimientos personales. Al per- sonalizar el corazén y localizar en él la palabra de Dios, la imaginaci6n es conducida al exilio, Su lugar €s usurpado por el dogma, por imagenes ya revela- das. La imaginacién es conducida al exilio inferior de las fantasias sexuales, al exilio superior de las 48 leas metafisicas 0 al exilio exterior de los hechos uhjetivos, ninguno de los cuales reside en el cora- won y todos los cuales parecen, por tanto, carentes ile él: mero instinto, simple especulacién, datos hue- 49s, Cuando la imaginacién es expulsada, s6lo que- ‘Uy la subjetividad: el coraz6n de san Agustin. Y este coraz6n del sentimiento subjetivo man- cautiva a la imaginacién. Juzgamos nuestras es en funcién de sus sentimientos. Seguire- tes {ike Woe i iiendo de cémo los sintamos. Los sentimientos nos iinin si yo en el coraz6n equivale a comprobar qué impre- sion nos produce ese algo, y el hecho de sopesar el ‘onazn ya no hace referencia a la gravedad y sus- {nein de sus imagenes, sino mas bien a las motiva- aginando un proyecto 0 ensueiio depen- un suefio es bueno o es malo. Analizar al- ‘ones y reacciones personales que podemos des- subrir en la introspeccién de la confesién. » abre un abismo entre los sentimientos subje- {iyos sin formas imaginativas y el literalismo de las Wniyenes como sensaciones, ideas, datos sin subje- Hividlac. Ellas no se confiesan; s6lo yo puedo confe- 49 Jyey analizar adecuadamente el coraz6n huma- Je) y también dijo en ellas que el coraz6n de ye. de Warens era su guia en el laberinto de los jimientos; finalmente Rousseau, en aquella fa- frase del Emilio—«Exister pour nous, c'est sen- . afirma que el coraz6n es la regla con la que sarme. De modo que cualquier cosa que digan d be ser una proyeccién mia. Todo el esfuerzo recuperar las proyecciones —uno de los principal objetivos del psicoanilisis~ podria dejar de ten sentido si la teorfa del coraz6n abandonase su fun damento personalista. Entonces nos dariamos cue! i mide la vida. No se trata de saber quién fue el iniciador -san Ajuntin o Rousseau; lo que importa es el tipo de con- ‘Jpidn. Como dice Paul Henry: «san Agustin, intere- ‘wulo en el hombre, el yo, la personalidad, invent6 al un nuevo género literario» (Saint Augustine on Posonality, pag. 12). Este género es la exposicién de Jy subjetividad, la confesion, y requiere una rev6rica lel yo, la primera persona del singular. Dice san Aust ta de que gran parte de lo que denominamos p yecciones no es mas que un intento por parte de psique de experimentar las cosas que no estan nuestro alcance como si fueran presencias imay nales, o sea un intento de devolver a las cosas el coraz6n y la imagen. Podemos recuperar la porn grafia, las abstracciones intelectuales y los datos im: personales de la ciencia y de la historia llevindol al coraz6n, permitiéndoles que se sigan inventand a si mismos, animandolos a confesar su realidad imaginal. is cepts de mis Confesiones (...). Obser- Parece que nuestro moderno personalismo del Aceptad los libros de ; yume en ellos (...), creed lo que yo os digo, no lo que liven otros acerca de mi; juzgadme en virtud de ellos, y yeu lo que he sido en mi mismo, por mi mismo. (Ep. ad Darium [Ep. 231].) coraz6n, que atribuimos a san Agustin, correspon- de en realidad a Rousseau. Fue Rousseau quien es- cribi en sus Confesiones: «para desentraiiar los ver- daderos sentimientos de la naturaleza hay que 50. Jy en mi Selbstdarstellung. La revelaci6n no es un Ta palabra «confesin», de fassus, contiene la raf setido, sino que viene dada con la existencia. Ca- Pha (griego) y bha (sanscrito), que significa «mos! tar», «lucir, «brill >. Es el género literario de la jnovimiento que hacemos, cada frase que pro- confesién, de la exposicio ¥ exposi 3 1, se 4 Rousseau, | Posicién -y no san Agustin 0 Wwnielamos es una confesién de nuestro corazén =, lo que crea as nent i aes q la experiencia del corazén iorque revela nuestras imagenes. El coraz6n se ma- ), eSa Experi: it i as periencia insondable en la que hifiesta en las fantasfas presentes en mi vida, yno se la persona es una habitacié ‘abitacin de completa oscuridad Jinita a permanecer oculto en mis profundidades. : ss E a J «san Agustin» y a «Rousseau» en figuras necesarias neces: Para este estilo, en héroes de lo psicolégico. Son igICO. Primeras personas del singular, las personalidades que sufren y sienten, que realizan la labor heroica ren y sienten, q i labor ic de ilumina i luminar sus abismos personales. En cua eee os 2 nos introducimo: género literario, eeneateg entonce aes y 's tenemos que buscar es- jamente el verdadero « yo» oculto en la habi- tacion de los sentimientos personales, . a este aspecto, la psicologia de la confesién lic Ee liza el concepto de revelacién exponiendo lo que el i Pema oculto; Ia luz que surge de la os. curidad, la heroicidad subjetix ‘ “ pjetiva, La psicologia de la confesion pasa por alto el hecho de que yo ya me re 52 Die este modo, la ps sutilmente la pre jy, que para san Agustin, en cualquier caso, perte- sicologia de la confesién devaltia sentacién del yo en la vida cotidia- juece simplemente a lo «exterior». Las verdades del coraz6n no tienen por qué ser | expresadas ni experimentadas como si fueran mi i aentimiento. Cuando Empédocles (fr. 115) descri- | hye a las almas errantes y atormentadas que se en- | cuentran en el exilio, e incluso confiesa ser una de | ellas («también yo pertenezco ahora a esa prole), | Ja suya es una afirmacién de los elementos, una it firmacién elemental acerca de todas las almas, y ho una confesién sobre su propia vida y su propio corazon. Cuando Arist6teles analiza la catarsis y la © la naturaleza de la amistad y del valor, tragedia, 58 se refiere a todos los hombres: es una reflexién quetipica que no requiere sujeto de la oracién yo ret6rico, Cuando S6focles presenta los sentimie tos del corazén en Edipo, Antigona, Electra 0 loctetes, alude a figuras de lo imaginal cuyos mas se representan también en mi coraz6n, el ¢ refleja la vida macrocosmica. El coraz6n puede ser separado del personali mo de la confesin. Podemos conmovernos pro! Jplivismo, expresionismo y romanticismo personal. Jos sentimientos se vuelven indispensables: mis sentimientos son mi coraz6n; para descubrir su Pensamiento, debo revelar lo que siento. 1 relato, sin embargo, no es una narraci6n de ini expericncia sino de los sucesos experimenta- dios. «Entonces se vio claramente», «el angel dijo pytonces», «una montaia, una alcoba, una luz de colores, una figura resplandeciente»®. Como un famino que atraviesa el mundo, hay esto y eso ¥ quello; la confesién son los colores y las formas de Jus cosas iluminadas, son sus rostros: es su salida a damente sin confesar que esos sentimientos se: nuestros. Empédocles, Aristételes y Séfocles sot ejemplos de la modalidad trigica y mitica del di tanciamiento afectivo. Otra modalidad es el relat © narraci6n, tal como lo encontramos en los escris {y luz, su testamento y su individuacién, como de- tos de Corbin. +i, Corbin, no los mios. El angel precede al senti- La diferencia entre la confes jnlento que produce. Los sentimientos son secun- slurios, recibidos. Son «influjos divinos», como decia Wake, que se desplazan a través del coraz6n en vompaiiia de las imagenes. [| relato rompe también la identificacién con S : ny el relato triba precisamente en una nueva interpretacién d la «experiencia». La confesi6n reduce la experien cia a «mi» experienci aquello que esta inscrito e mi naturaleza. Cuando la experiencia es person: necesita del género de la confesién, tanto en la psi Jn experiencia, que se ve reforzada en cambio por la cologia profunda como en el arte, en forma de sul confesion: la confesién como posesién, mis peca- los, Lo que yo confieso debo tenerlo por cierto, 5B Por hist6rico. «Hice esto, senti aquello, deseé y qui se lo otro.» Pero, desde Freud, sabemos que lo qu tiene lugar en el coraz6n no es ni cierto ni histo co: es deseo € imaginacién. Asi pues, la confesié tos ~qué siento en realidad, cudles son mis verd; deros motivos- se produce cierta duplicidad. ;Ver dad o ficcién? Estamos en medio del cor duplex de Harvey: vacilamos nada mas reconocerlo, Nuevamente, se trata de un problema retoric |a primera persona del singular implica un senti miento tinico. El narrador es singular, mien ue los sentimientos son multiples. Asi pues, par llegar al fondo del coraz6n, nos volvemos fandticos de la confesién, intensamente personales, dejando que todo salga a flote para poder alcanzar ese yo ficticio y ret6rico que «siente de verdad dentro de mis, __ Seguin Gilbert Durand y David Miller, la confex sién sirve de apoyo a uno de los dogmas occidenta- les mds respetados: la idea de una experiencia sub- 56 jnpo el psicoandlisis, no es ni primero, ni perso- Wva unificada frente a un mundo miiltiple, dis- ado y castico. La primera persona del singular, maldito «yo» —que, como lleva diciendo mucho ni singular-, es la voz confesional que se imagi- sf misma como unificadora de la experiencia. 40 la experiencia también puede ser unificada 1 el estilo en el que se concreta, por las imagenes la conforman, por la repeticién de temas y por Felaciones de las que surge. No hay que poseer- para tenerla. El coraz6n que habita en tu pecho ‘4 solo tu coraz6n: es un sol microcésmico, un sos formado por todas las experiencias posi- que nadie puede poseer. Hi problema del sujeto experimentador que man- Aw Unido al mundo no es sélo un juego de len- wije, no es slo la gramatica de la primera perso- diel singular lo que crea la ontologia. Es una Jologia confesional del coraz6n personalista lo domina nuestra gramatica, haciéndonos creer, diante nuestras propias estructuras sintacticas, el verbo tiene que ser singular porque asf lo es el pronombre; nuestras acciones también han de ser tinicas. La construcci6n sujeto/predicado sepa- ra el «yo» de todo lo demis; lo que no es yo es lo que se predica del sujeto, Imaginémoslo: sentimos de tal forma que este yo estd separado del mundo: entero y enfrentado a él, como si se tratara de un par de coordenadas con los mismos valores. En la practica religiosa, la confesi6n va seguida de inmediato por la oraci6n. El arrepentimiento no es lo bastante terapéutico; la confesién corrige la experiencia personal pero no nos aleja de ella. San Agustin reconocié que la confesion se convier- te en mera autobiografia si no es también devocién’ a lo divino en el coraz6n. Rousseau localiz6 tam- bién su divinidad, la «naturaleza», en el corazén, lo que confiere a sus confesiones el cardcter testimo- nial de la religién. La psicoterapia se queda corta. Fomenta la con= n pero prescinde de la oracién. El estimulo re- ligioso provocado queda insatisfecho. Una segunda aura religiosa invade entonces numerosos aspectos de la psicoterapia. El propio psicoanilisis es inter- pretado desde el punto de vista religioso; la «expe- Hiencia» adquiere valores religiosos, se vuelve sa- Ja Experiencia. Las emociones del coraz6n son en- jendidas como revelaciones religiosas. La confesién es una etapa inicial de la psicote- pia, como dijo Jung (CW, 4: $$431-435; 12: §3; 16: §\153). Pero, como la confesién no logra ir mas “ dle si misma, convierte la terapia en una repeticién Adictiva. En lugar de liberar a las imagenes para que entren y salgan del corazén como realidades Independiente, la confesi6n las inmoviliza en él. La imagen es encerrada en su sentimiento, en vez le ser el sentimiento el que es devuelto a sus ima- yen La plegaria constituye una terapia de la confe- sion, Al rezar nos ponemos en movimiento. Como sehalé Coleridge” insistentemente, la intensidad lel subjetivismo occidental requiere una divinidad personal a la cual ofrecer nuestros corazones. Psi- vlogicamente, esas divinidades son nuestras salva sloras, pues nos libran del personalismo del senti- miento al acercar dichos sentimientos a unas per- sonas que no somos nosotros, que estén mas alld de tiuestro concepto de experien . Personas que son ellas mismas, que confieren experiencia y son su fundamento, de manera que el himma del cora- z6n ve cn ellas, y no en nosotros, a las Personas ver- daderas. Nosotros les hablamos, ellas nos hablan", y esta «situacion dialégica» (CI, pag. 247) que cons- tituye la plegaria (a diferencia de la adoracién, la idolatria, el éxtasis) como acto psicoldgico es, en palabras de Corbin (CI, pag. 248), «el acto supremo de la Imaginacién Creadora». Gracias a la plegaria, el corazén puede distan- ciarse de esas personas y poderes tan limitados: la situaci6n dialdgica del psicoanalista y su paciente, sus sentimientos mutuos, sus transferencias. La te- rapia laica ha transferido las figuras imaginales de la plegaria a estas figuras humanas y a los movi- mientos de sus corazones. La transferencia es la consecuencia tiltima de la secularizaci6n de la con- fesi6n, y la resoluci6n de la transferencia, como di- Jo Jung, es una atencién religiosa a lo impersonal, a las personas de lo imaginal. La transferencia, el misterio de la terapia, sélo es capaz de avanzar cuando desplazamos el coraz6n desde su modo confesional de experiencia hasta una reaccién de- precatoria ante sus imagenes presenciadas: el «re- lato» de Corbin. La reaccién ante estas personas comienza por una imaginacién activada, por el himma, el fervoro- so testigo de las personas imaginales, que es inde- pendiente del corazén que las contempla. Conce- bidas no, contempladas. Y nosotros estamos en deuda con su poder; nosotros, en su luminosidad, somos observados por ellas, vigilados, recordados: presencias visibles que iluminan nuestra oscuridad con su belleza. u. El coraz6n de la belleza Cuando Petrarca, a sus veintidés aiios, en la igle- sia de Santa Clara-de Avifi6n, el 6 de abril de 1327, se fij6 en una hermosa joven, su coraz6n palpit6 con fuerza, 0 se detuvo, o se le subié a la garganta. La belleza habia invadido su alma. Fue entonces cuando comenz6 el Renacimiento? :O ya habia co- menzado esta Vita Nuova cuando Dante, en 1274, a los nueve afios de edad, vio por primera vez. a Bea- triz (ala que dispensa felicidad»), la nitia vestida de rojo, el anima mundi que hizo que su coraz6n des- pertara a la vida estética? «En aquel momento», escribe Dante, «el espiri- tu de la vida, que habita en la secretisima camara del coraz6n, comenzé a latir tan fuertemente que se advertia de forma violenta en las menores pulsa- ciones; y temblando dijo estas palabras: Ecce deus

You might also like